Alas de ángel
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Apocalipsis 9:15
Las profecías no son una condena sino una advertencia para enfrentarse al destino...
Cuando Ryan despertó no sabía donde se encontraba ni como había llegado hasta allí; sin embargo, lo peor para él era que ignoraba que ahora estaba inmerso en medio de la más épica guerra jamás librada entre el Cielo y el Infierno, donde ángeles y humanos, armados con los últimos avances de la ciencia, luchaban contra los más ancestrales demonios por la salvación de las almas y la futuro del mundo entero...
Una novela donde la religión y la ciencia se unen para dar lugar a una de las historias de amor con la más impactante acción jamás concebida...
Cuando el fin del mundo llegue los ángeles abrirán sus alas y la más grande contienda que la humanidad ha conocido dará comienzo... y nacerá un amor imposible que enfrentará al propio Infierno en una épica historia llena de aventura y romance que te estremecerá en cada página.
(toca cada parte y disfrútala)
Ángeles y demonios
Seis sellos se romperán, cuando se rompa el séptimo, seis trompetas sonarán y cuando la séptima haya sonado, siete copas se derramarán. Así comienza el apocalipsis bíblico y para cuando culmine, el mundo habrá finalizado... y ya no quedará vida sobre la faz de la Tierra.
No quisimos ver las señales, fue más cómodo pensar que todo eso jamás sería cierto, que las Sagradas Escrituras eran solo fantasías, y nos equivocamos... nos equivocamos en todo.
Donde vimos interpretación, había solo descripción; donde vimos mitos y leyendas, había historias y crónicas; donde vimos imaginación, había una innegable realidad; y al final todos, hasta los más escépticos, tuvieron que creer.
El Cielo es real, el Infierno también lo es, y los ángeles libran una lucha descarnada contra los demonios... ¿El objetivo?, las almas de los humanos, la última creación de Dios.
«¿Donde estoy?», se preguntó Ryan de manera mental, sus oídos le zumbaban horriblemente y su cabeza le daba vueltas... aún se sentía muy aturdido por el gran accidente.
Vestía su ropa de calle habitual: una chaqueta cazadora de cuero, color marrón, pantalón de tela de jean, color azul y botas de montaña oscuras.
Se incorporó y, aunque tambaleándose un poco, logró mantener un precario equilibrio.
Estaba a la intemperie, el aire fresco, proveniente de una brisa que le daba en su rostro, se sentía agradable y lo aliviaba un poco de los incesantes tinitus que no le permitían oír casi nada; a pesar de ello, el ambiente se percibía caluroso, aquel era un día estival.
Confuso y con su visión todavía borrosa trató de distinguir en donde se encontraba y que era lo que lo rodeaba...
Elevó su mirada hacia el firmamento y casi al instante resultó deslumbrado por el fulgor de un brillante sol de mediodía reinando en un cielo diáfano y entre densas nubes de distintos tamaños que, movidas por un intenso viento de altura, desfilaban sin cesar delante de él proyectando en el suelo sus nítidas sombras.
Bajó su mirada de inmediato entrecerrando sus encandilados ojos y luego de unos instantes comenzó a reconocer ese extraño lugar:
Se encontraba en medio de un enorme patio rectangular de unos treinta por cuarenta metros de lado, aproximadamente; junto a él se erigía una hermosa glorieta que marcaba el punto central de aquel predio.
El suelo estaba prolijamente parquizado mediante césped, arbustos y hasta árboles dispuestos en varios sectores de una manera simétrica, aunque, a juzgar por el crecimiento de la hierba, parecía descuidado desde hacía varios años ya; el resto del espacio se encontraba cubierto por baldosas que formaban un gran patio al medio. El lugar disponía de varios caminos que lo atravesaban, casi todos contaban con banquetas y faroles a ambos costados.
Claramente el aspecto general era similar al de una bella plaza, solo que esta, a diferencia de los típicos espacios públicos, estaba rodeada en sus cuatro caras por una edificación de dos plantas cuya arquitectura era plateresca, muy propia de finales del siglo XV.
Era, en esencia, un predio cerrado y a cielo abierto, el cual recordaba el clásico espacio central de una antigua institución académica de tipo universitaria:
«Conozco este sitio... planeaba cursar mis estudios terciarios aquí, pero la última vez que estuve en este lugar fue cuando me recibí a los dieciocho años y de eso hace como nueve años ya. ¿Cómo fue que llegué desde el aeropuerto hasta acá?», pensó mientras apoyaba la palma de su mano derecha al costado de su sien.
Lo último que Ryan recordaba era el encontrarse en el aeropuerto internacional de Dubái, como parte de un largo viaje de vacaciones que estaba haciendo en una recorrida por el mundo entero.
Ahora estaba, inexplicablemente, a más de 5 000 kilómetros de allí, en una universidad del Reino Unido.
Unos instantes después los acúfenos que lo ensordecían, ya habían casi desaparecido y su audición, mejorado claramente.
Desconcertado, comenzó a caminar en busca de alguien que lo orientase y en un momento se detuvo... un silencio sepulcral lo rodeaba y eso le llamó poderosamente la atención.
«¿La explosión me habrá dejado sordo?», se preguntó preocupado, pero un instante después se tranquilizó al escuchar a unos pájaros trinar y al viento soplar.
Continuó entonces caminando...
Le extrañaba mucho que la escuela pareciera completamente desierta, no era época de vacaciones ni tampoco fin de semana, y eso, sumado al hecho de no escuchar el típico bullicio de la ciudad, hacía que el no ver a nadie por ningún lado fuera, en principio, inquietante.
«¿Estaré muerto, acaso? Si este es el más allá, no es como me lo enseñaron en las clases de catecismo», pensó.
A unos diez metros de él vio tirada en el suelo una caja con un paracaídas adosado a ella. Era, aproximadamente, de un metro cúbico y parecía haber sido confeccionada con un plástico duro, también evidenciaba un diseño muy particular:
«¿Es esa una caja de las que usa la milicia para arrojar suministros desde los aviones?», se preguntó creyendo identificarla, y curioso se acercó para mirar dentro de ella...
La caja estaba casi vacía, aunque aún tenía algunos pertrechos.
Tomó una mochila cargada con cosas y comenzó a revisarla, pero casi de inmediato se detuvo al ver que, en el fondo de la caja, relucía una pistola automática; era plateada y muy grande.
Siendo un gran aficionado a las armas trató de reconocerla... sin embargo no pudo. Era claramente de un calibre muy grande, .50 seguramente, pero su diseño era de un estilo bastante más futurista que las armas que él conocía.
Asombrado, la levantó para examinarla...
La poderosa pistola contaba con unos útiles accesorios tácticos incorporados a ella: una mira holográfica, una linterna y un láser.
«Una Desert Eagle ¡y está nueva!... la linterna y el láser funcionan, la mira también», pensó mientras la empuñaba y manipulaba probando todos sus accesorios, al tiempo que sentía el peso y balance de la potente arma; acto seguido, eyectó el cargador para comprobar si tenía munición... y su rostro mutó a asombro puro: estaba completo, lleno de balas y eran de tipo expansivas; la recámara, por su lado, se encontraba vacía.
—¡Vaya!, sí que es extraño hallar algo como esto... En fin —susurró en voz baja, confundido por la situación—, al menos ya sé que no estoy muerto.
¿Estaré soñando, entonces? —agregó sonriendo mientras volvía a introducir el cargador en el arma, pasaba una bala y le ponía el seguro.
Se acomodó la mochila en un solo hombro y, arma en mano, decidió investigar la escuela... al menos hasta ¿despertar?
El interior del establecimiento parecía encontrarse tan desierto como el exterior; comenzó a avanzar por uno de los pasillos; solo escuchaba el ruido de sus pasos que retumbaban por todo el silencioso ambiente...
De vez en cuando miraba hacia dentro de algunos salones, pero no veía a nadie en ninguno de ellos, todos estaban vacíos; en unos pocos era preocupante el ver como los pupitres se hallaban todos revueltos y tirados por doquier, dando así el aspecto de que se hubiera librado una feroz gresca allí dentro.
Subió por una de las escaleras hasta el segundo piso y al llegar, repentinamente, se detuvo... escuchó unos ruidos que le advirtieron de la presencia de alguien en uno de los salones.
Su instinto de autopreservación primó en él, y el ancestral temor a lo desconocido lo puso en un estado de alerta, enfocando así toda su atención, sin embargo, con el eco del ambiente, no podía identificar desde cual salón venía el sonido.
Se quedó entonces quieto, con sus ojos bien abiertos, expectante, contemplando las largas filas de puertas que conducían a las diferentes aulas de la institución académica.
Comenzó a escuchar pasos que se acercaban... tenían una cadencia constante, propia de alguien decidido.
Automáticamente, y sin pensarlo, su dedo pulgar quitó el seguro del arma y todo su cuerpo se agazapó, aprestándose así para combatir o huir.
Y apenas un instante después vino su más grande sorpresa:
De uno de los salones asomó el cuerpo de una mujer, quien se quedó parada justo en el marco de la puerta y sin salir del todo... solo su perfil quedó visible.
Ella giró apenas su rostro hacia él y, de costado, le lanzó una mirada impasible, sin mostrar emoción alguna.
Aparentaba tener unos veinticinco años de edad. Su cuerpo lucía atlético y simplemente perfecto; su cabello, color caramelo, estaba levemente ondulado, llegando hasta su cintura... y se lo veía flexible y grácil, lo llevaba suelto.
Su piel era de un tono muy claro, casi blanco, con el aspecto suave, terso y radiante tan propio de su edad.
En su hermoso y joven rostro, totalmente armónico, de facciones suaves y redondeadas, destacaban sus ojos: grandes y felinamente afilados, dotados de un aire expresivo y exótico a la vez...; de sus pupilas, color ámbar, emanaba una poderosa mirada, enmarcada por largas y curvas pestañas.
Su boca, definida por un par de femeninos labios rojos, con la forma de un arco de cacería, permanecían sellados y adustos, estableciendo el claro límite de una barrera infranqueable a todo el que contemplase su natural sensualidad.
Su estilo de vestir era algo único, recordaba el usado en la Grecia clásica.
Gran parte de su cuerpo estaba protegido por una especie de, flexible y liviana armadura compuesta por placas de acero adornadas con oro; estaba muy finamente terminada y cubría por debajo de sus axilas: la parte inferior de su tórax, su abdomen completo y también su cadera.
En sus antebrazos contaba con brazales que llegaban hasta el dorso de sus manos, al tiempo que sus piernas eran resguardadas por enormes rodilleras y grebas que llegaban hasta los empeines de sus pies, en los que calzaba unas sandalias de cuero...
Uno solo de sus hombros, el izquierdo, tenía una gran hombrera, la cual no solo lo cuidaba de cualquier daño, sino que también servía de inserción para una fuerte tira de cuero que sostenía una funda ubicada en su espalda.
El resto de sus adornos, al igual que los bellos ornamentos de toda su armadura, se encontraban hechos con oro de gran pureza y pulidos a espejo, además, estaban hermosamente labrados y ostentaban joyas engarzadas.
Ella era impecable en todo sentido, una bellísima visión celestial... literalmente.
Ryan quedó prendado al instante en que la vio, el mundo entero pasó a un segundo plano, volviéndose ella la dueña indiscutible de toda su atención, y aunque estaba confundido, y lleno de interrogantes, se relajó... no había nada que temer de esa hermosa mujer a quien solo quería conocer a fondo.
Un momento después la bella fémina abandonó el marco de la puerta saliendo completamente del salón de clases y en ese instante lo más impresionante de ella se hizo evidente:
De su espalda emergían dos enormes alas, eran un poco más grandes aún que su cuerpo y estaban cubiertas de un hermoso plumaje color crema muy claro, con un aspecto terso, suave y delicado... tan bien formado e imponente como el que lucen los grandes cisnes.
No se trataba de un disfraz, nada en ella era falso, todo era real.
Atónito, Ryan recordó su cultura católica, la cual se le hizo presente de manera repentina, principalmente las enseñanzas que había recibido durante su niñez, cuando tomó su primera comunión y luego su confirmación y se dio cuenta de que ante él no tenía a una mujer sino a un verdadero ángel de Dios.
La doncella celestial lo observó con una mirada muy especial, como sintiendo una profunda e incomprensible pena por él; acto seguido, empezó a caminar impetuosamente hacia Ryan y llevando su mano diestra por encima del hombro, hacia su espalda, desenvainó una imponente espada de doble filo.
La letal arma era tan bella como su portadora; parecía ser de tipo medieval y sus cantos eran lo que mas brillaba en su afilada hoja, la cual terminaba en una aguzada punta; tenía, además, una acanaladura central que la recorría en toda su longitud y en donde figuraba una inscripción hecha en un antiguo lenguaje propio del Cielo; su guarda simulaba ser un elaborado par de alas celestiales; su muy larga empuñadura tenía una división metálica al medio, la portentosa espada había sido concebida para ser usada tanto con una como dos manos para maximizar así su fuerza, y el final era rematado por un pomo que semejaba ser la hoja de un aguzado puñal.
Ryan se alarmó nuevamente... sus ojos se abrieron hasta el máximo.
A medida que se le acercaba el semblante de la angelical emisaria divina cambió, su pena se tranfiguró en una expresión de decisión, sus, hasta ahora, bellos ojos de piedad se entrecerraron trocando su mirada en temible y en ese instante el filo de su espada se inflamó con llamas rojas y furiosas que parecían acompañar su nueva actitud.
Ese fuego celestial no lastimaba en absoluto a su portadora, pero con seguridad quemaría gravemente a cualquiera que no fuera ella.
A la mente de Ryan vino de inmediato la referencia bíblica del libro del Génesis sobre la espada ardiente, un mítico objeto puesto por Dios en el jardín del Edén, con la misión de custodiar dicho lugar tras haber sido expulsados Adán y Eva de allí por haber probado el fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal, y proteger así el fruto del árbol de la vida, el cual proporcionaba la inmortalidad.
Como un acto reflejo, levantó su arma quitándole el seguro y el punto verde de la mira láser se activó al posar su dedo en el gatillo, posicionándolo en el centro de la frente de ella:
—¡¡Alto ahí, detente!! —le gritó más atemorizado que desafiante.
—¡Esta pistola está cargada y sé como usarla! —insistió en un fútil intento de amedrentarla.
«¿Hablará mi idioma? ¿Me entenderá, acaso? ¿Sabrá al menos que le estoy apuntando con una pistola y que puedo matarla?», pensó...
—¡No te me acerques ni un paso más, no sé ni siquiera que está pasando aquí! —le gritó asustado... ella ni se inmutó; el ritmo de sus pasos no cambió... cada vez que una de sus sandalias tocaba el suelo sonaba con la misma cadencia que el mecanismo de un reloj que avanza de manera inexorable, sin importarle nada más.
«¡Es un ángel! ¿Qué estoy haciendo? No puedo dispararle... ¡Pero, por su actitud, va a atacarme con esa enorme espada, estoy seguro!»
—¡Dios mío! ¿Qué debo hacer? —gritó al Cielo clamando por una respuesta.
La mano de Ryan no dejaba de temblar y su frente transpiraba gotas de un sudor frío como nunca antes había tenido...
Ya no importaba si esto era un sueño o no, él definitivamente no pensaba atacar a un ángel, toda su fe y sus creencias más profundas se lo impedían; mientras tanto, ella continuaba avanzando sin miedo ni duda alguna en sus ojos.
Ryan tenía que hacer algo... y entonces decidió huir.
Salió corriendo por la escalera hacia la planta baja del edificio, desde allí continuó con su frenético escape, directo hacia el patio de la universidad nuevamente... y al salir se quedó atónito, tieso ante una visión, sencillamente, horrorosa:
Sobre el techo de uno de los edificios que rodeaban al predio había un campanario; y allí, por debajo de la gran campana, al frente de la torre que la contenía, semioculto entre las sombras y posado casi en cuclillas, lo miraba con un terrible semblante un espantoso demonio... Su aspecto era fiero, amenazador y estaba armado con un enorme spetum, un arma medieval de asta, tan larga como su cuerpo y con una cabeza de combate parecida a un tridente, con cuchillas en lugar de púas, el cual tenía apoyado junto a él.
Aquel era un monstruo con una cara horrible, bestial y humanizada a la vez, aunque de una manera espantosa: de sus ojos emanaba una mirada maligna y aterradora, propia de una criatura infernal; en su sien se podía apreciar un par de cuernos cortos, y a los costados de su cabeza unas enormes orejas puntiagudas.
La bestia sonrió al ver a Ryan; de su enorme boca, entreabierta y babeante, surgieron dos hileras de filosos dientes, coronadas por un par de grandes y amenazantes colmillos vampíricos, los cuales infundían aún más pavor a quien se atreviera a mirar su diabólica expresión...
Su cuerpo era claramente el atributo principal de su poder: lucía musculoso, enorme y pesado, aparentaba tener más de dos metros de altura y se encontraba cubierto por una piel de un color verde muy oscuro, tapizada de escamas negras, irregulares, ásperas y muy duras, como si fueran rocas de obsidiana.
Sus extremidades eran gruesas, fuertes y sus dedos finalizaban en filosas y aguzadas garras.
De su espalda surgían un par de inmensas alas membranosas, similares a las de un murciélago, pero con filosos cuernos en sus articulaciones carpianas; y una larga, ancha y poderosa cola que terminaba en punta, era como la de un lagarto.
En todo su conjunto, este ser parecía alguna clase de grotesco reptil antropomórfico... ¡Una auténtica gárgola!
En ese momento el sol se oscureció a causa de una nube que se le cruzó por delante y entonces el demonio, spetum en mano, saltó con una fuerza brutal cayendo en el patio con un gran estruendo, y tanto fue el peso que agrietó el suelo al posarse en él... por su lado, la bestia ni lo sintió.
Su cuerpo no necesitaba la protección de una armadura, apenas un taparrabo, hecho con una tela rasgada, sujeto a su cintura gracias a un grueso cinturón de cuero era todo lo que llevaba puesto.
—¿Estás asustado? Hiedes a terror, humano —le dijo la abisal criatura con una voz cavernosa—. Beberé toda tu sangre... y tu alma será condenada para siempre —agregó manteniendo su diabólica sonrisa.
Ryan esta vez no lo dudó, levantó su arma y, en cuanto lo centró en su mira, efectuó tres disparos continuos... dando todos en el pecho del demonio.
Sin embargo, grande fue su sorpresa al ver como las poderosas balas de metal caían al suelo completamente deformadas, era como si hubieran chocado contra un muro impenetrable.
Ryan se quedó boquiabierto... estaba a menos de veinte metros y a ese monstruo las balas de alto calibre no le habían hecho ni cosquillas.
Fue en ese momento que la nube que tapaba al sol se corrió... y en cuanto los rayos del astro rey tocaron de lleno el cuerpo del monstruo su piel comenzó a petrificarse.
De inmediato la bestia saltó hacia atrás buscando la protección de las sombras...
—Siempre es mejor usar un arma bendecida para matarlos —le dijo a Ryan la alada mujer, quien ahora hacía su aparición en la escena viniendo por detrás de él—.
Su especie tiene raíces vampíricas, cuando están bajo el sol sus cuerpos se vuelven de roca sólida... Es preferible que permanezcas aquí, manténte en la luz; de esa gárgola me encargaré yo. Quiero que te quedes con la visión de este combate antes de consagrar tu alma —agregó apartándolo hacia un lado con su mano.
Ryan se quedó sin poder articular palabra alguna, dejaría que los dos seres sobrenaturales se enfrentasen en una épica batalla.
Medio patio se encontraba en sombras por las nubes que desfilaban en el cielo y el ángel caminó hacia la zona más oscura, internándose así en las tinieblas que delimitaban el área de lucha en donde se enfrentaría a su antiguo enemigo... y lo hizo sin temor ni duda, en sus ojos reinaba la más absoluta convicción:
—Creí que los demonios de tu clase solo salían de noche porque la simple luz del crepúsculo ya los obligaba a refugiarse como estatuas de piedra —dijo poniéndose en guardia.
—Solamente las gárgolas de menor nivel son incapaces de soportar la claridad del sol; para tu desgracia, mujer, yo soy una de las más poderosas. Ya he acabado con muchos de los tuyos y ahora lo haré contigo también.
—¡Alma condenada, tu lugar es el Infierno!... y hacia allí te enviaré, criatura inmunda —afirmó el temerario ángel desafiando al monstruo.
Y luego de un instante, en el que acumuló toda su furia, el demonio se le abalanzó agrediéndola sin piedad...
Los ataques de la infernal arma de tres cuchillas se sucedían con una vertiginosa cadencia que no conocía pausa alguna; la sagrada guerrera respondía usando sus ágiles piernas y sus portentosas alas para impulsarse en el aire, esquivaba así todas y cada una de las furibundas arremetidas con cortos y acrobáticos saltos imposibles de emular para un simple ser humano; con cada giro que daba, su espada de fuego dejaba tras de sí largas estelas de rugientes llamas que semejaban ser torbellinos ígneos.
La valiente gladiadora era muy habilidosa, valiéndose de su menor tamaño físico contraatacaba de manera furtiva usando todos los ángulos que su rival dejaba al descubierto.
El acero de la poderosa espada del Cielo generaba grandes chispas al chocar contra la dura armadura natural de su enemigo al tiempo que la destruía, y al romper sus escamas en pedazos cortaba también su piel penetrándola con profundos tajos.
—¡Ni cien como tú serían rivales para un ángel como yo! —le dijo ella deteniéndose en el aire aleteando y luciendo altanera, mientras las furiosas ráfagas en espiral del divino fuego, que de cerca rodeaban su cuerpo, se disipaban, brindando un poderoso espectáculo dantesco.
—Aún te falta demasiado como para considerarte una de ellos... y nunca llegarás a serlo —le contestó el agresivo monstruo.
—Tú no serás quien lo evite, gárgola; las llamas del Infierno te aguardan nuevamente —respondió desafiante la aguerrida soldado de Dios y desde ese momento el combate ya no tuvo más tregua hasta que, en un instante, ya frustrado y herido, el exasperado demonio rugió con odio y dando un gran salto se proyectó con su arma firmemente asida por una de sus manos apuntando directamente hacia el cuello de su enemiga.
Con total gracia y agilidad, la alada doncella esquivó una vez más el mortal ataque y el infernal spetum terminó clavado en el suelo; sin interrumpir su movimiento el arrojado ángel tomo su flameante espada con ambas manos y valiéndose del rápido giro de su bello y atlético cuerpo le cortó el brazo a su oponente justo al medio, de manera limpia.
La extremidad de la infernal criatura, separada ahora de su cuerpo, comenzó a petrificarse mientras aun colgaba inerte y sujetando con fuerza su arma...
Una clase de lesión tan grave como esa hubiera sido completamente devastadora para cualquier ser, sin embargo la poderosa bestia no evidenció dolor alguno y muy poca sangre fluyó del muñón, el cual en apenas segundos se cerró cicatrizandose y quedando como si fuera una roca...
La gárgola, más iracunda que nunca y usando el dorso de su única mano restante, aprovechó la cercanía de su rival para golpearla con una fuerza brutal justo al costado de su tórax, arrojándola de ese modo contra la glorieta central del patio.
El impacto del celestial ser contra la estructura fue tan potente que las columnas de mármol se rajaron; mientras que ella quedó muy maltrecha y dolorida, inmovilizada en el suelo.
El demonio tomó entonces su amputado brazo y rompió sus pétreos dedos, separándolo así de su arma; con violencia, lo arrojó lejos para terminar de hacerlo añicos, luego arrancó su arma del suelo y comenzó a caminar hacia la enviada de Dios para terminarla...
Ryan miraba impotente la terrible escena, la cual sucedía a solo veinte metros delante de él; no lograba ni siquiera reaccionar... ¿Qué podía hacer? Su pistola era inútil ante ese bestial ser del averno que pronto podría matarlos a ambos.
—Eres solo una patética aspirante. ¿Querías lucirte ante ese hombre, verdad? ¡Estúpida mujer!, tu alma es vanidosa y orgullosa... aún tienes defectos que purificar —dijo apoyando las aguzadas puntas de su arma en el cuello de ella—.
¿Creíste que por dejarlo al sol ese humano estaría a salvo de mí? Hubiera sido mucho mejor para él que lo mataras. ¡Observarás ahora como reclamo su alma!... en tu estado actual es algo que ya no puedes evitar —agregó levantando su arma como si fuera una lanza y la apuntó directamente hacia Ryan, quién, mirándolo perplejo, solo pudo reaccionar espasmódicamente, retrocediendo de una manera torpe y arrebatada, para terminar cayendo sentado en el suelo; quedó así indefenso ante el letal ataque que ya no podría evadir.
El demonio le arrojó su arma usando todas sus fuerzas con la única intención de matarlo en el acto...
Sin embargo el ángel fue veloz y, haciendo un último esfuerzo, lanzó su espada con extrema precisión consiguiendo interceptar en el aire a la infernal arma, chocándola y desviándola, antes de que diera en su blanco... y logró así, al menos por un momento, salvar a Ryan.
El terrible spetum terminó cayendo en la zona iluminada por los rayos del sol impidiéndole al demonio volver a tomarlo para un segundo intento.
La gárgola volteó entonces hacia la valiente fémina mirándola con toda la ira del Infierno emanando de sus ojos y levantó su garra en alto abriendo sus dedos y preparándose para ejecutarla de un letal zarpazo... sin embargo, repentinamente se detuvo al ver como el esfuerzo de su enemiga quedaba en vano cuando una gran nube volvía a ocultar los rayos solares, y esta vez totalmente, dejando a Ryan a su entera merced.
—¡¡¡Corre, ahora... aléjate de aquí!!! —le gritó de lejos la gloriosa luchadora. Ryan esta vez pudo apreciar claramente en su voz la desesperación que ella tenía por salvarlo.
El infernal ser sonrió con malicia al ver la impotencia del ángel la cual era como un dulce néctar para él...
Ryan, por su lado, se enfrentaba ahora a una dura disyuntiva: podía intentar huir, de hecho, hasta hizo el ademán pertinente, aunque casi por reflejo, al momento de ponerse en pie... o quedarse y pelear.
Se detuvo de inmediato, no quería abandonar a la divina doncella; no podía hacerlo ni como católico ni como hombre.
Pero tendría que enfrentarse a un enemigo que parecía imposible de vencer. Un ángel de Dios, con todo su poder divino, no había logrado acabar con esa criatura de pesadilla, ¿qué oportunidad tenía él, un simple humano?... Ni siquiera tenía un arma que fuera adecuada para poder herirlo, ¿o sí?
Miró la espada sagrada, la cual había quedado tirada a pocos metros delante de donde se encontraba.
Aún le quedaba una oportunidad y se encontraba justo allí, a su alcance, sin embargo, el arma permanecía envuelta en furiosas llamas.
Temiendo el quemarse al tomarla le acercó su mano... pero como a veinte centímetros tuvo que detenerse, el calor era abrazador.
Recordó entonces como el arma se había inflamado cuando el ángel cambió su mirada mientras la empuñaba:
«Esta espada debe de conectarse con el alma de quien la esgrime», pensó mientras dejaba su mochila en el suelo junto a su pistola.
—Por favor, apaga tu fuego —le dijo en voz baja mientras acercaba temerosamente su mano... las llamas no cedieron, su decisión aún no era lo suficientemente firme y clara, el miedo la ofuscaba.
«¡Ella necesita de mi auxilio, espada! Estoy dispuesto a arriesgarlo todo para salvarla de ese demonio, pero yo solo no podré hacerlo.
¡¡Ayúdame en esta batalla!!
Déjame empuñarte, pelearé hasta el final contra ese monstruo, te lo juro por mi vida», pensó tratando de concentrarse únicamente en ese puro sentimiento de heroísmo al tiempo que lanzaba su mano con una fe ciega, dispuesto a tomarla de su arriaz a toda costa sin importarle ya las consecuencias... y fue recién entonces que el arma reaccionó, y las llamas de su empuñadura se apagaron.
La espada de fuego lo había aceptado.
—¡Vamos, espantoso monstruo! ¡¡Enfréntame a mí, ahora!!... si te atreves, claro —le gritó Ryan desafiante y parándose en posición de lucha con la sagrada espada por delante suyo y bien sujeta en sus manos...
La gárgola le contestó riendo:
—Tú, arrogante humano, eres apenas una insignificante basura ¿y te atreves a retar a un demonio del cuarto círculo, como yo?
¡¡Te enviaré al más profundo de los infiernos y allí te despedazarán por toda la eternidad!! —le gritó con una actitud tan agresiva que le helaría la sangre a cualquiera.
Blandiendo las garras de su mano la demoníaca bestia caminó hacia él y comenzó a hacer un violento ataque tras otro...
Era la primera vez que Ryan sostenía una espada en sus manos y, sin el entrenamiento adecuado, solo atinaba a esquivar torpemente los ataques consiguiendo apenas bloquear algunos como podía... fue así retrocediendo hasta que, en una de sus embestidas, la bestia le propinó una fuerte patada directamente en el plexo solar, misma que lo arrojó dos metros hacia atrás; su cuerpo rebotó en el patio dando media vuelta en el aire para quedar tirado en el suelo, boca abajo y sumamente dolorido, quedó entonces completamente paralizado por la tremenda conmoción sufrida.
La gárgola fue a buscar su diabólica arma, la tomó y se le acercó de manera triunfal, alistándose para atravesar su cuerpo... pero, en ese instante, la gladiadora sagrada, sorprendiendo al demonio por la espalda, le saltó encima de los hombros sujetándolo firmemente con sus piernas y manos tanto del brazo como del cuello:
—¡¡Atraviesa su corazón, ahora!! —le gritó a Ryan que, a pesar de estar mareado, reaccionó de inmediato ante la femenina voz de mando de ella.
Raudo, tomó la espada llameante del piso con ambas manos y de una sola estocada la clavó en el medio del pecho de la bestia...
La filosa hoja penetró un poco, pero no del todo; Ryan recargó entonces todo su peso en el arma empujándola así hasta el fondo y atravesando a su enemigo por completo para retirarla a continuación.
Fue recién ahí que la implacable guerrera soltó al demonio, quién retrocedió de manera torpe, tambaleándose... y, esta vez, herido de muerte.
Dando un fuerte grito de furia, el cual resonó por toda la universidad tan fuerte que rajó los vidrios de las ventanas más cercanas, miró hacia el cielo y en ese momento una grieta se abrió por debajo de él, de allí salieron unas infernales llamaradas que se llevaron su cuerpo hacia las profundidades de la Tierra... y entonces los pétreos pedazos de su brazo amputado se volvieron solo simples cenizas, mismas que la brisa desmenuzó en el aire.
La batalla había terminado y la espada de fuego volvió a arder completamente, Ryan la soltó para no quemarse y el ángel la recogió del suelo.
Ambos quedaron así en silencio, de pie, a solo un metro de distancia y contemplándose a los ojos...
—¿Aún piensas matarme? —le preguntó entonces él, temeroso al ver nuevamente la letal mirada de ella...
La mortalmente bella emisaria de Dios no le contestó, sin embargo, su silencio dejaba entrever su respuesta afirmativa.
—No te comprendo para nada —le dijo Ryan—, recién intentaste salvar mi vida. ¡Luchamos juntos contra ese monstruo! Me arriesgué por ti... ¿y aún así piensas matarme?
Dime si todo esto es un pesadilla —le rogó con su voz quebrada; el ángel simplemente movió su cabeza hacia los lados negado esa última esperanza que le quedaba—.
Pero... ¿por qué? No entiendo que he hecho que fuera tan terrible como para que un ángel quiera acabar con mi vida.
¡Soy cristiano, creo en Dios, rezo a diario, me considero una buena persona! —continuó diciendo él confundido... notó entonces que del brazo de ella comenzó a caer una delgada línea de sangre:
—Estás sangrando —dijo Ryan retrocediendo—, es sangre roja y los ángeles no se supone que sangren, ellos son de luz, luz divina... ¡¿Qué clase de ser eres?! —le gritó entonces increpándola.
En ese momento las perfectas piernas de la bienaventurada joven claudicaron y se vio obligada a caer apoyando una de sus rodillas en el suelo al tiempo que clavaba su espada de punta y se sostenía con ambas manos de su empuñadura para no desfallecer del todo, las llamas del arma celestial se apagaron en ese instante.
—La gárgola ha llegado al Infierno y dentro de poco vendrán más demonios a esta ubicación para vengarla, puedo sentirlos... ya están en camino —dijo ella mientras apoyaba una mano en el piso y envainaba su espada pensando en pararse.
—Es mejor que nos vayamos rápidamente de aquí, entonces —le instó Ryan mientras la ayudaba a ponerse de pie—. Si apenas pudimos contra uno, no quiero ni pensar lo que sería enfrentarnos a todo un grupo de monstruos como ese...
Y así, los dos juntos, emprendieron su escape de la universidad antes de que decenas de demonios llegaran y comenzaran a cazarlos.
El final de los tiempos
Avanzando con dificultad creciente, Ryan ayudaba al ángel a caminar a medida que ella daba sus tambaleantes pasos... los cuales, cansinos y trabajosos, cada vez se volvieron más lentos hasta que la enviada divina ya no quiso continuar:
—Se acabó, no puedo seguir... esto es un esfuerzo inútil. Tengo una de mis alas rota y también varias costillas fracturadas, eso creo... me duele mucho mi costado —expresó agitada y con un rictus de gran sufrimiento—.
No tengo más energía para caminar. Déjame aquí y vete, salva tu alma de los demonios.
Ryan observó la armadura divina, se encontraba abollada en el lugar donde la gárgola la había golpeado, seguramente el tórax del ángel estaba muy lastimado, era comprensible que no pudiera moverse con facilidad; sin embargo, el abandonarla allí, como ella le instruía, no sería otra cosa más que condenarla.
—No... no lo haré, no te dejaré —respondió él.
Esa actitud de impertinente desobediencia ante una orden suya no era algo que esa fémina estuviera acostumbrada a tolerar:
—¡Qué te vayas te dije! No volveré a repetírtelo —insistió, esta vez mirándolo muy seriamente.
Ryan ya no le contestó, en lugar de eso la miró inexpresivo y pasó uno de sus brazos por la espalda de ella, justo a la altura de sus axilas, para terminar sujetándole el torso; agachándose levemente, su otro brazo lo deslizó por detrás de sus rodillas y con un suave envión la levantó del suelo, cargándola así entre ambos...
Luego de una fugaz expresión de gran sorpresa por el inconsulto atrevimiento, el ángel entrecerró sus ojos a sabiendas de que su peso corporal sumado al de la armadura celestial no le resultaría algo fácil de sobrellevar a Ryan y simplemente aguardó para ver su expresión ante la gran fuerza que tendría que hacer.
—¡Vaya! no pensé que serías tan liviana, creí que con el peso de tu armadura me costaría cargarte... pero no —expresó él disimulando el esfuerzo que sobrellevaba y, dicho eso, continuó avanzando.
—Te estás oponiendo ante los designios un ángel de Dios. ¿Eres conciente de eso? —le preguntó ella al ver que no se detendría.
—Si quieres detenerme puedes tomar esa daga que llevas en tu brazal y apuñalarme con ella, no te lo impediré... de otra forma no te dejaré aquí —le contestó él decidido.
Esa inesperada respuesta, con la que él la desafiaba abiertamente, arriesgándose para ayudarla, dejó por un instante perpleja a la enviada del Cielo y esa era una sensación que ella no recordaba desde hacía ya mucho tiempo.
—Está claro que lo ignoras... pero aún en mi estado actual te haría un gran favor si te matara. Caminando no llegaremos muy lejos, pronto los infernales nos encontrarán y tú te llevarás la peor parte —le señaló el ángel sin aclararle más.
Ryan no le contestó nada, prefirió centrar toda su atención en cada uno de los fortuitos roces que las divinas alas de ella hacían contra su piel; sentía que le daban fuerzas y no era solo una sensación motivada por la tersura y suavidad del prístino plumaje sino algo real, muy tangible y que provenía de la calidez, paz y armonía celestial que de ellas emanaba.
En ese instante llegaron a la calle y la situación de desamparo no cambió para nada, de hecho, empeoró: no había ninguna persona a la vista, ni automóviles circulando tampoco... el silencio en la lejanía era absoluto, parecía que la humanidad entera hubiera desaparecido.
Sin ceder ante ese inesperado nuevo embate, Ryan se dirigió hacia uno de los automóviles más cercano, un SUV de cuatro puertas y buen tamaño; dejó cuidadosamente al ángel en la vereda sentándola con las piernas estiradas y a solo un par de metros de distancia del rodado, e intentó abrirlo... pero estaba cerrado con llave.
—¡Bien, será por las malas, entonces! —dijo con una ironizada frustración y, sin perder más tiempo, comenzó a usar la fuerza bruta.
Cargando con todo el peso de su cuerpo arremetió golpeando con su codo el vidrio de la ventana de la puerta del conductor, el cual daba a la acera... fue inútil, lo repitió entonces varias veces sin lograr nada hasta que el daño en su ya resentida articulación se le hizo insoportable.
Se apartó un poco hacia el costado de la puerta sujetando su brazo con un gesto de dolor al tiempo que giraba su cuerpo hacia el ángel para mirarla avergonzado.
En ese instante ella tomó su cruciforme puñal y, sacándolo de su brazal más rápido que un parpadeo, lo arrojó hacia la misma ventana clavándolo perfectamente en el centro...
Ryan se quedó pálido, mirando al ángel boquiabierto; la letal arma le había pasado tan cerca que hasta pudo sentir la perturbación del aire... volteó entonces hacia el auto y vio que el vidrio se había rajado en varios pedazos.
—Inténtalo ahora nuevamente —le sugirió ella con un claro tono de reproche por haber sido tan impulsivo y haberse lastimado solo por lucirse.
Con apenas presionar un poco la daga Ryan fue capaz de romper fácilmente el ya debilitado cristal para luego proceder a abrir todas las puertas del auto.
—Gracias por la ayuda —le dijo entonces al ángel—... Por cierto, hermosa arma —agregó contemplando la daga cuya empuñadura tenía un elaborado tallado con la forma de una mujer guerrera y una estrella grabada en su hoja.
Se la devolvió a su dueña y se quitó su campera doblándola varias veces para hacer una improvisada y mullida almohada, misma que colocó en un extremo del asiento trasero del automóvil en donde procedió a recostar a la angelical belleza teniendo el máximo cuidado de no lastimarla aún más... Dado el gran tamaño de sus alas y la naturaleza de sus heridas esa era la mejor ubicación para ella dentro de aquel vehículo.
Puso su pistola en la mochila y esta en el asiento del acompañante... y cuando se puso tras el volante advirtió que el auto en el que estaba era, al igual que la pistola militar que había encontrado, un modelo bastante más avanzado que los que él conocía... y eso volvió a extrañarlo.
Lo pudo encender fácilmente al pulsar un botón que se encontraba donde él acostumbraba introducir la llave de encendido.
En ese instante todo el instrumental se puso en funcionamiento y aparecieron varios indicadores extra proyectados en el parabrisas frontal...
No había palanca de cambios y solo contaba con dos pedales.
«Este debe ser un auto eléctrico... ¡y sí que es avanzado!, nunca había visto algo así», pensó.
Con suavidad pisó el pedal del acelerador y el vehículo comenzó a avanzar de manera completamente silenciosa.
—Bien, ahora solo tengo que llevarte con un médico; iré a un hospital, ahí encontraremos uno —dijo Ryan.
—¡Olvídalo! No encontrarías más que un edificio sin personal. Solamente tengo que descansar en un lugar seguro para reponer mi energía celestial; mi cuerpo se curará por sí solo...
—¿Durante tres meses?
—No necesito de meses, como tú, para sanarme de una fractura... me bastará con apenas unos días, una semana como mucho —le contestó ella de manera arisca y distante.
Este ángel claramente no mostraba en absoluto el espíritu de amor y comprensión que Ryan esperaba de un mensajero divino, en lugar de ello se comportaba de una manera confrontativa y mandona.
—Viajaremos hacia Londres en ese caso, esta ciudad luce tan, tan... desierta, seguramente fue evacuada y eso me pone nervioso.
Una vez que lleguemos conseguiremos los recursos suficientes para mantenernos y podremos refugiarnos hasta que sanes...
No te preocupes por nada, yo te protegeré hasta que estés bien —le aseguró Ryan sonriendo y mirándola por el espejo retrovisor, pero lo único que obtuvo de ella fue una fría mirada.
—Según mis cálculos llegaremos en menos de dos horas; conozco bien esta ruta, hace algunos años estuve viviendo durante un tiempo aquí, en Inglaterra me refiero —agregó él en un fútil intento de generar un poco de charla, sin embargo, la fría doncella celestial no le contestó, lo ignoró completamente...
«Si que es sexy, ¡qué hermosas curvas tiene su cuerpo!... y su rostro es bellísimo —pensaba Ryan mientras espiaba sin mucho disimulo a la alada doncella a través del espejo retrovisor—. No recuerdo haberme sentido tan a traído por una mujer en toda mi vida. Me pregunto si será pecado sentir esta clase de deseos por un ángel de Dios».
—Preferiría que te concentraras en el camino y dejaras de mirarme a mí, me incomodas —lo reprendió ella en un momento.
—Lo siento —dijo Ryan avergonzado y de inmediato volvió a mirar el frente...
Era como si el ángel no quisiera establecer ningún tipo de vínculo personal con Ryan a pesar de que él continuaba intentando acercársele.
Saliendo de la ciudad de Cambridge el ambiente dentro del auto continuaba incómodamente silencioso...
Ryan, en un nuevo intento de sacar algún tema y lograr así romper el hielo, encendió el sistema de entretenimiento de abordo y se puso a manipularlo:
—No hay servicio de internet, tampoco funciona el GPS... ni siquiera consigo sintonizar una estación de radio; «tal vez debería levantar la antena, si al menos supiera como», pensó.
¡¿Qué está pasando, no puede ser que no haya nada?! —dijo entre exaltado y confundido.
—¿Aún no lo deduces? Pensé que eras más inteligente —le criticó el ángel, Ryan la miró de reojo sin entenderla y ella continuó:
—Puedo percibir claramente que fuiste bautizado en Dios. ¿No has sido educado en tu fe, acaso? —le preguntó entonces ella con un claro tono de reproche.
Ryan la volvió a observar por el espejo retrovisor, esta vez con fastidio, y no le respondió nada... por más bella que fuera la enviada del Cielo, él ya se estaba cansando de que lo maltratara tanto.
—Bien, te lo explicaré todo, está claro que te hace falta: esta ciudad es solo una muestra de como se encuentra el mundo entero. Estamos finalizando la segunda gran etapa del apocalipsis —aclaró así el ángel con condescendencia.
—¿El apocalipsis? —respondió Ryan incrédulo... la teología no era su fuerte, pero sabía lo suficiente como para poder afrontar el tema con bastante soltura—.
No me lo parece en absoluto...
Recuerdo que en la Biblia se habla de siete sellos, que se romperán; seguidos por siete trompetas, que sonarán; para dar lugar a siete copas, que se derramarán... y con cada uno de esos sucesos acontecerían terribles catástrofes que diezmarán a la Tierra entera y a la humanidad con ella.
Nunca entendí esas incomprensibles metáforas, creo que ningún exégeta lo hizo tampoco... y francamente no recuerdo que haya sucedido ninguno de esos tan anticipados cataclismos bíblicos.
—¡¿Incomprensibles metáforas, dijiste?! ¡Lo que profetizan los Sagrados Evangelios son hechos tan reales como mi propia existencia! ¿mis alas te parecen una simple alegoría, acaso? —le señaló ella visiblemente molesta—.
Lo que se le ocultó deliberadamente al hombre fue cuanto duraría cada uno de esos eventos y cuando darían comienzo —agregó y, bajando su tono de enojo, continuó:
—Cada etapa ocupa cien años... Los siete sellos se rompieron durante el transcurso del siglo XX, marcando así la primera fase.
Actualmente estamos en la centuria de las trompetas.
Ryan se quedó silente. A lo largo de toda su vida había visto los distintos desastres que asolaban a la humanidad y que parecían no tener fin sino solo empeorar, como las guerras, la destrucción del medio ambiente, con sus terribles consecuencias tales como enfermedades y hambrunas, y la creciente degradación social del hombre en todo nivel... y eso era ya moneda corriente para él; nunca había pensado que aquello fuera parte del fin del mundo, al fin y al cabo, eran elementos que habían estado presentes a lo largo de toda la historia, aunque en menor medida, y siempre los consideró como simples consecuencias del crecimiento exponencial y descontrolado de la población mundial sumado a un desfase entre la madurez y la evolución tecnológica de la raza... Cosas que con el pasar del tiempo seguramente se solucionarían solas.
—Siento pena por ti... veo lo ciego que has estado siempre; naciste en medio del apocalipsis y no pudiste ni siquiera reconocerlo.
Te contaré la cronología entera de lo acontecido y así entenderás como los arcanos vaticinios se fueron dando inexorablemente uno a uno —le propuso el divino ser y comenzó:
—Los primeros cuatro de los siete sellos fueron conocidos como los Jinetes del Apocalipsis.
El primer sello se rompió a comienzos del siglo XX y así el anticristo fue introducido —en ese momento Ryan la interrumpió:
—El jinete del caballo blanco, llevaría solo un arco y una corona... y así vencería, si mal no recuerdo.
—La corona señalaba su posición dominante y el arco sin flechas, insinuaba que aunque contara con armas que podían alcanzar los confines del mundo no las usaría, se impondría y conquistaría a toda la humanidad sin usar la violencia, pero mostrando su poder.
Años después, al romperse el segundo sello, partió el segundo jinete y ocurrieron las grandes guerras: la primera guerra mundial, la masacre más grande de toda la historia, puso fin a la belle époque, la última era de esplendor que conoció la humanidad... y luego la segunda guerra mundial, donde las armas creadas por el hombre alcanzaron su máximo desarrollo destructivo —contó ella...
—Guerra, el que monta al caballo rojo, a quién le fue dado el poder de quitar de la Tierra todo vestigio de paz haciendo que los hombres se matasen unos a otros.
Se le dio una gran espada... las armas nucleares —reflexionó Ryan y la enviada de Dios continuó:
—El tercer sello marcó el comienzo de las grandes hambrunas, las cuales lentamente continuaron diezmando a millones de una manera mucho más silenciosa.
Así, Hambre, montando su negro caballo, llevaba una balanza en su mano y cotizaba caro el trigo, mas no así el aceite y el vino. ¿Sabes cual es el significado de eso?
—Que la red económica entre los países comenzaría a colapsarse y continuaría de ese modo, con altibajos, durante años... implicando hambre, pobreza y miseria para el mundo entero.
Lo esencial se volvería caro y lo superfluo barato, así lo básico comenzaría a escasear, pero los lujos seguirían estando disponibles para todos —le contestó Ryan—. Aberrante e indignante... y aún falta el último, ¿verdad? Muerte.
—Correcto... Veo que sabes bastante mas que el promedio de personas sobre teología cristiana —le comentó ella en lo que fue su primer cumplido hacia él.
—Es que soy naturalmente curioso; mi religión siempre me pareció llena de muchos misterios y un gran simbolismo... No me alcanzó con lo que me enseñaron en catequismo cuando niño y fui autodidacta al respecto, he investigado muchas cosas con los años.
Así, sin pretenderlo, Ryan se ganó una pizca de respeto por parte del ángel, y eso era ya mucho... Ella prosiguió:
—El cuarto sello liberó entonces al jinete del caballo amarillo y consigo trajo plagas, más hambre y nuevas guerras que azotaron a la cuarta parte de la Tierra.
Fue entonces que el mal comenzó a tomar rápidamente el control de las distintas sociedades humanas y tras la ruptura del quinto sello el hombre perdió completamente el sentido común y con ello su rumbo hacia Dios. El hecho de ser justo y proceder con rectitud fue causa de condena y pesar... y la maldad comenzó a ser recompensada. ¿No te suena conocido esto último, acaso?
—Creo que yo nací por ese entonces, crecí viendo todo lo que me has contado hasta ahora...
—Y habrás visto como los terremotos y erupciones volcánicas se fueron intensificando al romperse el sexto sello, causando así terribles devastaciones por todo el planeta.
—Recuerdo ese pasaje: «el sol se oscureció como si se hubiera vestido de luto, la luna entera se tornó roja como la sangre...», esas serían las obvias consecuencias de grandes cantidades de humo liberadas a la atmósfera por volcanes —mencionó Ryan entendiendo como todo encajaba perfectamente.
—Finalmente, el séptimo sello dio comienzo a la segunda etapa: la centuria de las trompetas... las cuales desde entonces y a lo largo del todo el siglo XXI comenzaron a sonar.
—Las trompetas del final de los tiempos —mencionó Ryan pensativo—. Supe que cerca del cambio de siglo, entre el XX y el XXI, en diferentes partes del mundo comenzaron a darse una serie de numerosos reportes acerca de un extraño zumbido inexplicable, muy persistente, de baja frecuencia, y del que nadie sabía su origen... Inclusive fue grabado, vi algunos videos.
Algunos sugirieron que esas eran las trompetas del apocalipsis.
—Como puedes ver, las profecías no son tan metafóricas —enfatizó ella—.
Las primera trompeta marcó el comienzo de la destrucción masiva de las tierras cultivables y la vegetación del mundo entero.
—Fue por la agricultura a gran escala, ¿verdad? —preguntó él de manera retórica—. La desertificación del suelo causada por la indiscriminada tala de árboles y el uso de agrotóxicos cada vez más potentes terminó causando eso...
—Sí y cuando el hombre tomó conciencia de que el motivo de tanta devastación había sido él mismo, intentó detenerse, pero ya era demasiado tarde, su mezquindad y falta de conciencia se lo impidió, su estúpida avaricia primó más en su alma.
El alejarse de Dios sumado al daño hecho al medio ambiente fueron demasiado para él, ya solamente podía afrontar y sufrir las terribles consecuencias de lo que había hecho.
La segunda trompeta y luego la tercera marcaron la destrucción de la vida en océanos, mares, ríos y lagos...
Y la cuarta trompeta se hizo escuchar, señalando así el comienzo de lo que la humanidad llamó «los tiempos oscuros»; fue cuando la luz del sol se redujo aún más a causa de unas colosales nubes de polvo que recorrieron la Tierra sin cesar, eso terminó de diezmar a la poca vida vegetal que aún luchaba por subsistir bajo las duras condiciones ya imperantes.
—¡Un momento! Nunca escuché nada acerca de eso —argumentó Ryan desconcertado.
—Eso es simplemente porque tú no viviste durante esos años —fue la intencionalmente breve y muy extraña respuesta que le dio el ángel, quien, sin aclararle nada sobre eso, prosiguió relatando la devastadora y apocalíptica cronología:
—La contaminación continuó oscureciendo los cielos; sin la luz solar las plantas llegaron a un punto en el que ya no pudieron crecer al ritmo de antes y todos los ecosistemas del mundo comenzaron a tambalearse...
Fue entonces que la quinta trompeta trajo a un enorme meteorito que impactó en la superficie del planeta y eso no solo lo empeoró todo mucho más sino que también marcó el comienzo de la liberación de las huestes del averno, la cual sucedería en dos etapas diferentes:
Primero, fue una monstruosa plaga pandémica que puso a todo el mundo en una cuarentena tan estricta que no tuvo precedentes y que se extendió por cinco largos e interminables meses, durante los cuales las diferentes sociedades del plantea entero, sin distinción alguna, literalmente se paralizaron...
Tal y como se había anticipado en la Biblia, aquella no se trató en absoluto de una enfermedad con gran letalidad, de hecho, la mayoría de los afectados sobrevivieron, aunque la agonía que les causó fue algo indescriptible.
A pesar de todo, para cuando el confinamiento acabó la economía global ya casi no existía más, había sido prácticamente destruida hasta sus cimientos a causa de las medidas extremas tomadas por los principales gobiernos.
Luego, con la sexta trompeta, ocurrió la apertura de las cuatro grandes puertas del Infierno, las cuales lo conectarían directamente con la Tierra de los hombres...
El suelo de todo el planeta tembló, hubo réplicas durante días y enormes olas devastaron las costas, la geografía del mundo ya no volvió a ser la misma, hasta los continentes cambiaron su forma.
Desde esos pasajes infernales comenzaron de inmediato a surgir feroces y poderosos demonios: una horda que según los Evangelios suma doscientos millones, con la única misión de acabar con la tercera parte de la humanidad —en ese punto ella se detuvo y no dijo más...
Transcurrió entonces un silenciosos y dramático instante de tensión que sirvió para que Ryan dedujera el por que del mismo:
—¿Es donde nos encontramos ahora? —preguntó preocupado.
—Así es, y si no se le pone fin al apocalipsis justo en este punto los demonios se impondrán definitivamente, esclavizarán a todas las personas, se apoderarán de sus almas y comenzarán a absorber todo vestigio de vida del planeta con la única finalidad de fortalecerse más a sí mismos.
Solo le quedará al Cielo una última cosa por hacer entonces, la cual implicará la eliminación de todo lo que existe sobre la faz de la Tierra.
La séptima trompeta sonará, dando con ello comienzo a la etapa final del apocalipsis, la cual será el derrame de las siete copas de la ira de Dios, un período de devastación sin precedentes y que terminará en la gran batalla de Armagedón...
Ryan guardó un instante de silencio tratando de mensurar el tamaño del peligro al que se enfrentaba la humanidad:
—¿Qué podemos hacer para detener todo eso? Aún no está todo perdido... me imagino —dijo con timidez y titubeando.
—¿Ustedes? ¿Los hombres? ¡¿Quiénes se alejaron de Dios por cometer, al grado de venerar, a todos y cada uno de los siete pecados capitales?! —exclamó ella denotando, en tono de irónicas preguntas, su clara indignación con la humanidad y soltando a continuación una breve carcajada despectiva agregó:
—Nada... ¡Solos no pueden hacer absolutamente nada, sobradas pruebas han dado ya de ello!
Para evitar el fin del mundo, Dios, en su infinita misericordia, nos ha enviado a nosotros: ¡sus ángeles!, para intentar salvar a su tan amada creación del acabose total.
Eso es lo que intentaremos, cuando menos... si es que aún se puede.
Ciudad de fantasmas
Eran ya las tres de la tarde y el escape de la ciudad de Cambridge parecía haber sido exitoso; la desolación imperante, por su lado, no había cambiado en nada: la ruta permaneció completamente despejada y durante todo el camino no se cruzaron con nadie.
La llegada a Londres pareció asimismo algo totalmente surrealista, sin vehículos de ningún tipo circulando, ni personas caminando... todo estaba tan silencioso; la metrópoli, otrora bulliciosa y llena de vida, parecía ahora deshabitada, muerta, era un páramo.
—Una vez estuve en Londres, como turista... En aquel entonces me encantó esta ciudad, hasta consideré venir a vivir y trabajar aquí de tan bella que me pareció, nunca imaginé que la percibiría de este modo, tan solitaria —mencionó Ryan impactado por como había cambiado la sensación que inspiraba la urbe.
Se internaron así en la gran ciudad...
Ryan, haciendo uso de su memoria visual, conducía hacia un hotel en el que una vez se alojó fugazmente, aunque la fisonomía arquitectónica del recorrido le parecía muy diferente a como la recordaba, todo tenía un aspecto tan futurista para él.
Estando ya en el centro metropolitano el automóvil se detuvo finalmente al agotarse su batería:
—Desde aquí tendremos que seguir a pie —dijo entonces Ryan y con cuidado ayudó al ángel a salir del auto cargándola nuevamente entre sus brazos, esta vez ella se sonrojó y él lo notó, eso le disparó en su mente una pregunta obvia y que hasta ahora no le había hecho:
—¿Cuál es tu nombre?
—Helena...
—Yo me llamo Ryan —le dijo presentándose, y para hacer charla agregó:
—Es extraño el no ver a nadie en una enorme ciudad como esta. ¿Dónde están los habitantes o las fuerzas de seguridad... en fin, alguien?
—Pues, los que no huyeron ya fueron asesinados seguramente.
—¿Asesinados?, ¿todos? ¿Estás segura? —le preguntó él dudando, pero al ver el semblante de ella se dio cuenta de lo seria que fue su afirmación—.
Debe haber sido una masacre, me imagino... Siempre creí que vería cuerpos tirados por las calles en una situación así.
—¿De qué crees que se alimentan los demonios? —le señaló ella.
Al escuchar eso Ryan prefirió no preguntar más al respecto...
Continuó así caminando hasta que, al llegar a una esquina, se detuvo ante la luz roja de un semáforo y miró a su alrededor contemplando las vidrieras de los muchos abandonados comercios que, aunque cerrados, continuaban exhibiendo sus mercaderías con sus llamativas luces de colores.
Los carteles publicitarios en las aceras y edificios aun seguían mostrando sus propagandas de una manera cíclica así como diversos informes automáticos como ser, por ejemplo, los del clima.
—No lo entiendo, si la ciudad está desierta ¿por qué aún funcionan las luces?¿De dónde viene la corriente?... ¿quién se encarga de eso?
—A mediados del siglo XXI el suministro de poder del mundo entero pasó a ser mayormente eléctrico y se automatizó casi del todo.
Cuando la civilización humana comenzó a caer, y a pesar de que las grandes ciudades fueran abandonadas, la generación de energía y también el suministro de agua potable fueron cuestión prioritaria para los sobrevivientes; las estaciones respectivas pasaron a estar fuertemente defendidas por las fuerzas militares.
—¿En que año estamos exactamente?
—No lo sé con exactitud, y no es algo que importe ya... pero han transcurrido más de las tres cuartas partes de este siglo.
Al escuchar eso Ryan miró atentamente hacia un enorme reloj que aparecía en un cartel digital ubicado a no más de dies metros de donde estaba, apenas cruzando la calle, y en el cual de manera rotativa se mostraba la hora y se exhibía un calendario con la fecha actual:
—¡¿2087?! No puede ser —dijo azorado e incrédulo—, pero si mis últimos recuerdos son del año 2003. No es amnesia lo que tengo entonces, mi edad actual es de... ¡más de 100 años!
—No es así, Ryan... Hay muchas cosas que aún no sabes y tal vez sería mejor que continuases ignorándolas —le dijo Helena y no agregó nada más.
Siguieron avanzando sin descansar hasta que llegó el atardecer.
—Busquemos un refugio; prefiero que nos escondamos antes de que caiga la noche, no quiero estar dando vueltas por las calles cuando el sol se oculte —le dijo ella.
—Aún no llegamos al sitio que yo quería, pero ese hotel de allí nos servirá... de hecho, es mucho mejor —apuntó Ryan mirando hacia un lujoso hotel de cinco estrellas que estaba justo frente a ellos.
Una vez dentro, el establecimiento parecía estar tan deshabitado como las calles por las que estuvieron transitando.
Ryan tomó una de las llaves que había en la recepción y valiéndose del ascensor llevó a Helena al piso superior: el penthouse, lugar donde estaban las suites principales.
El moderno y lujoso apartamento ocupaba el piso entero y tenía todas las comodidades imaginables.
—Voy a revisar la zona —dijo él mientras acomodaba a Helena en un mullido sofá de la sala de estar.
Mientras comprobaba que no hubiera nadie allí, pasó por la cocina, la alcoba y los baños... Definitivamente estaban solos.
Volvió entonces a la sala de estar para informárselo a Helena, pero no la encontró donde la había dejado:
—Helena... «¿Dónde se habrá metido?» ¡Helena! —comenzó a llamarla mientras la buscaba en los ambientes contiguos—.
Revisé todo el piso y... y... —alcanzó a decir cuando se quedó sin aliento, impactado ante una visión divina:
En la enorme suite había una gran terraza la cual estaba ocupada casi en su totalidad por una gran piscina, misma que se encontraba a cielo abierto.
Helena había encontrado ese sitio, se había quitado completamente su armadura, y estaba de pie en el borde de la piscina, justo de espaldas a él.
En ese instante ella introducía los dedos desnudos de su pie en el agua cristalina para comprobar su temperatura.
La imagen era digna de ser considerada una bellísima obra de arte; como fondo, un atardecer tornasolado con el disco solar atravesando el horizonte era el marco perfecto para la inmensa belleza de aquel ángel; a su vez, el brillo que le confería su energía angelical, la cual emanaba de sus alas y abarcaba todo su curvilíneo y sensual cuerpo era tan grande que encandiló no solo a los ojos de Ryan sino también a su corazón...
Helena se zambulló en el agua, y emergió a la superficie arqueando su cabeza hacia atrás, cubriendo con su ala sana la mayor parte de su pudenda femineidad.
—Tu... tu ala ¿se encuentra mejor ya? —le preguntó Ryan sin poder ocultar su gran atracción hacia ella al tartamudear de una manera torpe mientras intentaba hablar con normalidad...
—Pues, el dolor ha bajado mucho —le contestó ella sonriendo por primera vez—. El agua fresca me ayudará a recuperarme mucho más rápido...
Ryan solo pudo asentir con su cabeza sin reaccionar más allá de eso, estaba como hipnotizado, y así paso un largo e inusual instante:
—¿Por qué me miras así? ¿Está todo bien? —le preguntó ella con candidez.
—Sí, es solo que me preocupé al no encontrarte en el salón... Iré a buscarte unas toallas para cuando salgas de la piscina.
—Gracias, eres muy amable —le contestó Helena completamente inocente de la intensa seducción que provocaba en él de una manera involuntaria.
Pasaron un par de horas y cuando anocheció, la hermosa ángel volvió al living cubierta solamente por una de las blancas toallas que Ryan le había acercado.
La mesa principal estaba arreglada con un mantel y cubiertos, preparada como para compartir una cena... a la luz de las velas.
En una silla se encontraba la campera de Ryan.
Al notar todo eso ella se dirigió hacia la cocina, y ahí lo encontró a él, con su liviano buzo arremangado y bastante ocupado:
—¿Qué has estado haciendo hasta ahora?
—Estuve revisando en las alacenas y pude hacerme de algunas pastas secas y condimentos deshidratados y al vacío con los que preparé unos deliciosos espaguetis con salsa de tomate y queso... mi especialidad, espero que te gusten.
—Adoro la cocina italiana, y hace mucho tiempo que no la pruebo.
—¿Ah sí? ¿Mucho? ¿Como cuánto?
—Como tres siglos...
Ryan la miró extrañado, demasiadas preguntas se le plantearon en su mente de repente. ¿Cómo había nacido Helena y cuando...? ¿qué edad tenía realmente? Por lo que dijo, se podía inferir que ya había comido antes y parecía que conocía de diferentes platos, pero hacía mucho tiempo que no lo hacía. ¿Cómo debía entenderse eso... Necesitaba, acaso, comer para vivir, o no?
—¿Puedo probar un poco? —le preguntó ella acercándose a las ollas que estaba hirviendo.
—Sí, ya están casi al dente —le respondió Ryan, procedió a tomar un tenedor y enrollar algunos fideos en él; luego, los pasó por la salsa y se los acercó a Helena, quien abrió grande su boca para probarlos.
—Un momento —le dijo Ryan deteniéndola—, aún están muy calientes, ten cuidado —agregó mientras soplaba a la pequeña porción de comida, ella se rió y comenzó a soplarlo también.
—¿Puedo probarlos ya? —le preguntó un instante después con una hermosa sonrisa que se dibujó en su rostro, volviendo a enmudecer a Ryan, que solo atinó a asentir con su cabeza y darle el bocado.
—¡Delicioso! —dijo ella al comerlo—. Cuanto hacía que no probaba algo así... espero que hayas preparado mucho, porque pienso comerme más de un plato.
—Límpiate —le dijo él al notar una pequeña porción de salsa que había quedado junto a la boca de ella.
—¿Dónde?
—Ahí, en tu labio inferior cerca de la comisura.
Helena paso su lengua, pero no le atinó...
—¿Ya?
—No, déjame a mí hacerlo —le dijo él al tiempo que le pasaba el dedo con suma delicadeza quitándole la mota de salsa...
Al hacerlo ella se sonrojó y eso a Ryan le extrañó sobremanera dado que un ángel no debería reaccionar así ante una situación como esa por más sensual que fuera.
Minutos después ambos se encontraban cenando en el comedor:
—Tuviste una muy buena idea al hacer esta comida, Ryan. Mi cuerpo no solo se puede nutrir con la energía divina... esta cena me ayudará a reponerme aún más pronto.
Por cierto, ¿cómo es que sabes cocinar? No es algo que los hombres acostumbren hacer... por eso es que se casan, generalmente —remató bromeando.
—En mi vida no ha habido muchas mujeres, mi madre murió siendo yo muy niño, así que tuve que aprender a la fuerza —le contestó él con algo de pesar.
Ryan había crecido en un núcleo familiar pequeño y por ello tuvo que aprender a valerse por sí mismo en muchos aspectos de su vida, el no depender de otros trajo como consecuencia que se volviera un muchacho independiente y solitario al mismo tiempo.
Se notaba que no había sido desamparado en su crianza, era educado y muy culto, parecía saber un poco de todo... pero, al mismo tiempo, la falta de una figura femenina en su niñez lo había vuelto tímido ante las mujeres.
—¡Pero qué tonto soy! —dijo Ryan en un momento pegándose con su mano abierta en la frente, Helena lo miró sin comprenderlo mientras que él se levantaba dirigiéndose hacia su campera y sacaba algo de uno de sus bolsillos, a continuación fue hasta un gran equipo de audio que allí había...
—Aquí tengo todo lo que necesito —dijo mostrando un pendrive—. Este reproductor MP3 está lleno con las mejores canciones de los años 80 y 90; sé que te gustarán... para mí, entre esas décadas la música tuvo su época de oro, tal vez sea porque nací a mediados de los 70 —agregó bromeando, al ver nuevamente a Helena comprobó que ella lo miraba expectante.
Introdujo el dispositivo en el equipo y comenzó a buscar la canción ideal para ese momento, pero por más que revisó no supo con cuál quedarse...
Ryan, como todo hombre, estaba muy nervioso por la presencia de aquella hermosa mujer, arrebatadora de sus sentidos y a quien deseaba impresionar tanto como pudiese... y eso no lo ayudaba en absoluto.
—Seleccionaré un grupo y lo pondré en aleatorio, que sea la suerte quien lo decida —comentó finalmente mientras escogía una lista muy especial de entre sus colecciones personales de canciones favoritas—.
Una cena con baladas es siempre una mejor cena —dijo al volver y sentarse nuevamente al tiempo que una serie de las mejores canciones románticas de las últimas dos décadas del siglo XX comenzaban a sonar...
Tal y como lo había anticipado, Helena repitió el plato de espaguetis y cenó opíparamente.
La velada fue muy agradable para ambos y a las diez de la noche comenzaron a tener sueño... lo cual fue evidente cuando ella bostezó.
—La alcoba está al final de ese pasillo, la cama está lista y dejé tus cosas sobre una cómoda que allí encontrarás —le dijo Ryan y ambos se pusieron de pie.
En ese momento comenzó a sonar una canción muy especial que Ryan había estado esperando durante toda la cena y que el destino había elegido ese momento justo para hacerla sonar.
—¿Podrías quedarte solo tres minutos más, Helena? Esta canción es tal vez mi favorita entre todas... es de 1988 y se llama La primera vez; esta es la versión original y tanto su melodía como el sentido que encierra son perfectos para mí.
Habla sobre el primer amor y lo que siente al experimentarlo. Es una canción concebida para ser compartida con alguien especial y... —No supo como completar esa última oración, ya había dicho demasiado y se había expuesto como nunca, tanto que ya no se animaba a continuar; afortunadamente para Ryan, Helena lo entendió y se le acercó a pocos centímetros, y posó su dedo sobre los labios de él, indicándole de ese modo que no dijera nada más, ella se quedaría hasta el final.
Y así fue hasta que la canción terminó...
—Helena, ¿puedo pedirte algo más?
—Dime que...
—Me dejarías tocar tus alas, si es un atrevimiento siéntete libre de negarte, yo lo entenderé... —dijo él nerviosamente y ella lo sorprendió extendiendo su ala sana.
—Adelante, hazlo.
Ryan comenzó así a acariciar la suave textura de la divina ala:
—Es maravillosa —dijo extasiado—. Siempre admiré las alas de las aves. Una vez tuve la suerte de poder tocar las de una paloma que quedó atrapada en casa durante una tormenta: la suavidad, la tersura y la magia de esa adaptación natural, que le permite a esos animales el poder remontar los cielos infinitos en solo segundos siempre ha sido algo casi surrealista para mí... increíble.
«Dios, estoy tocando el ala de ángel, casi no puedo creerlo; esta es la experiencia más maravillosa que he tenido», pensó.
—¿Y...?
Ryan se quedó mirándola sin saber que tipo de respuesta dar...
—¿Qué fue lo que pasó con aquella paloma? —le especificó ella.
—¡Oh, sí! La atrape y le di refugio en una caja de zapatos durante esa noche; al día siguiente, por la mañana, el sol brillaba en el cielo y la liberé.
—Estoy segura de que te estuvo agradecida... No creo ni que se haya asustado, tienes un tacto muy agradable.
—Gracias por dejarme experimentar esto contigo, Helena, nunca lo olvidaré —le dijo entonces Ryan—. Ahora ve y descansa, yo levantaré la mesa y dormiré en el sofá del living.
—De acuerdo —respondió ella, pero luego de dar un par de pasos se detuvo y dando media vuelta fue hasta donde estaba la mochila de Ryan para tomar la poderosa pistola militar que él había encontrado.
La sostuvo entre sus manos al tiempo que cerraba sus ojos y elevaba su rostro al cielo, era como si hiciera algún tipo de plegaria:
«Potestades, ángeles custodios de las fronteras, bendigan este instrumento de destrucción para que tenga poder sobre todos los ángeles caídos y las aberraciones del Infierno», dijo y en ese instante un espectral halo celeste se manifestó en todo su cuerpo transfiriéndose al arma...
—Listo, Ryan... ahora eres poseedor de lo que muchos llaman una matademonios, un arma bendecida por el poder divino.
A partir de este instante si es disparada contra una criatura infernal esta pistola la podrá herir, y hasta incluso matar, del mismo modo en el que lo haría con cualquier otro ser —agregó entregándosela y luego, dándole un cálido beso en la mejilla, le dijo pícaramente al oído:
—Qué pases muy buenas noches y... te diría «que sueñes con los angelitos», pero que ya has tenido bastante de eso conmigo en el día de hoy.
Posiblemente Helena estaba ajena a la tremenda fascinación que ejercía sobre Ryan y solo estaba jugando... o posiblemente no; y así se retiró dejando al ilusionado corazón de aquel joven latiendo acelerado de la emoción.
Él se quedó mirándola con cara de tonto mientras ella se dirigía a su alcoba, el natural contoneo de las caderas de aquel femenino cuerpo fue casi como una subliminal conexión entre ambos.
Ryan había ignorado hasta ahora lo que era amar de verdad a una mujer y siempre se preguntó el por qué; nunca supo lo que pretendía realmente de ellas.
Ahora, que había conocido a Helena, lo comenzaba a entender... y muy rápidamente; él buscaba a una compañera que fuera exactamente como ella, quería a alguien que encarnara la perfección absoluta, aspiraba a un amor que era imposible, deseaba un ángel.
Parecía que el Cielo finalmente hubiera atendido su ruego.
Las horas transcurrieron y los dos se terminaron durmiendo...
En un momento indeterminado, pasada ya la medianoche, un ruido despertó a Ryan.
Alertado, fue rápidamente hasta cuarto de Helena y la encontró ya vestida, recién acababa de ponerse su armadura.
—No estamos solos, Ryan —le advirtió ella en voz baja mientras terminaba de acomodarse el peto.
—Malditos demonios... ¿Cómo nos encontraron? —se preguntó él.
—No son criaturas del averno, de ser así lo sentiría... Son otra clase de enemigos —le aclaró ella; pero, antes de que pudiera decirle más, se comenzaron a escuchar ruidos provenientes de todo el piso, parecía como si se estuvieran arrojando pequeños objetos por doquier.
A los pocos segundos una extraña neblina comenzó a inundar todos los ambientes.
—¿Qué es este humo? —preguntó Helena desconcertada.
En ese instante Ryan sintió que comenzaba a marearse y su cuerpo se debilitaba rápidamente al punto de desfallecer:
—¡Cúbrete tu boca y nariz! Intenta no respirarlo... creo que es algún tipo de gas somnífero —alcanzó a responderle antes de desplomarse inconsciente en el suelo... y ya no supo más.
Así, el destino de ambos quedó a punto de sufrir un inesperado y peligroso giro, mismo que los llevaría al propio límite entre la vida y la muerte, y donde el amor que había comenzado a surgir entre ellos sería lo único que podría salvarlos del peor desenlace.
Separados
Cuando Ryan despertó se encontró en un lugar muy distinto al que recordaba.
Se trataba de un espacio cerrado y asfixiante... un cuarto pequeño que no era mucho más grande que una celda; la iluminación provenía de un foco eléctrico que se encontraba en el centro del techo, no se veía ninguna entrada de luz natural; de hecho, el único acceso al cuarto era una puerta metálica que estaba delante de él.
Ryan se acercó a la puerta y manipuló el picaporte, pero, tal y como lo había supuesto, la puerta había sido firmemente cerrada.
—¡¡Déjenme salir!! —gritó al tiempo que golpeó varias veces con la palma de su mano contra el ruidoso metal.
El sonido retumbó fuertemente por todos lados...
No tardó mucho en escuchar movimientos por fuera, eran pasos que se acercaban.
—Aléjate de la puerta y te abriré —le dijo una femenina voz desde el otro lado.
Ryan obedeció, retrocedió unos tres pasos y la puerta fue entonces abierta.
Aparecieron así tres figuras: dos fornidos hombres y una mujer en medio de ellos, la cual parecía liderarlos.
Era bonita de rostro. Su cabello, color pelirrojo, lo llevaba corto y era lacio; su cuerpo lucía menudo, no era muy alta; y vestía, al igual que los hombres que la secundaban, una indumentaria de color negro y que parecía ser de tipo policial.
Ella permaneció de pie, impertérrita, contemplándolo por un tenso breve instante durante el cual lo evaluó...
—Lo último que recuerdas debe ser de finales del siglo XX o tal vez de principios del XXI, ¿estoy en lo cierto? —le preguntó entonces a Ryan.
—¿Cómo es que lo sabes? —respondió él.
—Por tu manera de vestir tan ochentosa y tu corte de pelo propio de los años noventa...
No estés nervioso, somos humanos... como tú; estarás seguro entre nosotros.
Mi nombre es Gisella y aclararé todas tus dudas —le dijo de manera serena y relajada extendiendo su mano abierta con su palma hacia arriba a modo de invitación y buena fe.
—¿Cuanto llevo aquí? —preguntó él reticente.
—Solo unas pocas horas, te trajimos anoche —le aclaró ella.
—Yo me llamo Ryan...
—Ven conmigo, no tienes por que seguir aquí, este cuarto fue solo para ver como reaccionarías. Nunca se sabe con los recién llegados, algunos están extremadamente confundidos y muy asustados al principio —le aclaró ella justificando su encierro.
Al salir de allí su amable anfitriona le empezó a dar un recorrido por las instalaciones, mismas que Ryan reconoció casi de inmediato:
—¿Estamos dentro del sistema de trenes subterráneos de la ciudad, acaso?... el metro londinense es inconfundible.
—Así es, nos encontramos por debajo de la estación Waterloo, aquí se trasladó el Centro de Control del Subterráneo de Londres, el LUCC por sus siglas en inglés, cuando todo el sistema se robotizó.
Desde este sitio funcionamos mejor; como ya sabrás, Londres tiene una red de metro tan vasta que llega prácticamente a toda la ciudad.
Lo que supongo ignoras es que actualmente los trenes operan de manera completamente autónoma; aquí contamos con ingenieros que les dan mantenimiento y nos sirven para desplazarnos rápidamente hacia donde queramos —concluyó.
A medida que avanzaban por la estación Ryan podía ver a otras personas, había tanto hombres como mujeres y de todas las edades, inclusive algunos niños, la mayoría simplemente lo miraban al pasar, algunos hasta lo saludaban sonrientes.
—Deja que te conozcan, pronto se acostumbrarán a ti y tú a ellos... te lo aseguro —le susurró Gisella.
Llegaron así finalmente a un tren que se encontraba detenido, inoperante.
—Entra, por favor, Ryan, esta es mi oficina privada, por así decirlo... y siéntate donde quieras, aquí asientos no nos faltan —le dijo su anfitriona al tiempo que ella hacía lo propio, y cuando Ryan se sentó agregó:
—Sé que tienes un montón de preguntas que hacerme, pero antes de formularlas quiero que me escuches. Esto que te relataré ya lo hecho en incontables ocasiones ante otros que llegaron como tú, así que presta mucha atención porque responderá a tus dudas principales.
Nos encontramos en el año 2087.
Hace ya varios años un gran meteorito se estrelló en el medio de África; todo lo que existía en la zona central de aquel continente fue completamente arrasado, murieron millones de personas en apenas segundos.
El impacto se sintió por toda la faz del planeta y levantó tanto polvo a la atmósfera que oscureció la luz del sol, el desastre medioambiental fue pasmoso, todos los ecosistemas del mundo, que ya estaban debilitados, sufrieron gravísimos daños.
Sin embargo, lo peor fue lo que sobrevino después...
Una enfermedad nueva comenzó a extenderse muy rápidamente; en cuestión de días, aparecieron focos por todo el mundo; pronto se descubrió que era de origen viral, extremadamente contagiosa y nunca antes vista... ninguna vacuna conocida fue efectiva.
Su tasa de mortalidad era extremadamente baja, pero sus síntomas tan intensos que se volvían en extremo invalidantes para los afectados impidiéndoles el poder cumplir con casi cualquier tarea, además no remitían, no había ni siquiera un tratamiento paliativo.
Los científicos teorizaron entonces que fue un virus que emergió de las profundidades de la selva africana y que se dispersó por todo el mundo con la nube de polvo que se levantó luego de aquel impacto cósmico; otros sostuvieron que esa enfermedad vino dentro del propio meteorito, desde lo profundo del espacio... y los creyentes en la Biblia vieron la profecía de la quinta trompeta del apocalipsis materializarse, y supieron que era una plaga demoníaca.
Rápidamente se declaró una pandemia y se comenzaron a establecer cuarentenas por todos lados. El mundo entero comenzó así a aislarse, primero fueron casas, luego ciudades y finalmente países enteros.
Los transportes de media y larga distancia tuvieron que dejar de operar: autos, camiones, trenes, aviones y hasta barcos dejaron de circular... y eso pronto trajo la escasez de suministros básicos a las grandes ciudades, todo comenzó a faltar.
Al principio las personas permanecieron en los centros urbanos esperando a que la situación se normalizase... pobres ilusos, creyeron en los gobiernos... solo agotaron sus reservas en el proceso.
Durante meses los organismos de defensa civil junto con los militares intentaron mantener los suministros básicos fluyendo; a pesar de ello, los alimentos comenzaron finalmente a escasear y las familias se vieron obligadas a abandonar las grandes ciudades para terminar refugiándose en comunidades aisladas, las cuales eran mucho más pequeñas y autosuficientes.
Medio año demoró la ciencia en dar con una vacuna efectiva y entonces la humanidad entera recibió su dosis... la enfermedad fue erradicada.
Aliviados, pensamos que luego de un tiempo todo volvería a la normalidad, pero nos equivocamos... la situación empeoró aún más, mucho más, cuando los grandes demonios llegaron y comenzaron a asolarlo todo; al principio solo atacaban por las noches, cuando las tinieblas se imponían marcando su momento de mayor actividad.
La policía no daba abasto ni alcanzaba para repelerlos, fue así que las personas que aún quedaban en las grandes urbes se unieron formando milicias urbanas y trataron de combatirlos; pronto se dieron cuenta de que no era nada fácil el poder matarlos con armas comunes...
Fue en ese álgido momento, cuando las metrópolis comenzaron a ser en extremo inseguras para todos, que los políticos y los máximos dirigentes las abandonaron, escapándose finalmente a los reductos que por años estuvieron construyendo a espaldas de la población por si una crisis terminal como esa sucediese en algún momento; creo que eso fue único bueno que nos pasó como consecuencia del colapso que sufrimos: el fin de los estados. ¡Por fin nos liberamos de esos malditos parásitos del gobierno! Fue irónico que, aunque no se lo propusieron realmente, con el caos que sembraron los demonios terminaran haciendo algo positivo para la humanidad —expresó riéndose con un claro aire de vengativa satisfacción...
Era evidente que Gisella tenía una naturaleza anarquista, las formas de autoridad nunca fueron algo que apreciase y todas su creencias se habían visto fortalecidas por los hechos acontecidos.
Luego de una pausa la joven continuó con su relato:
—Las personas, que a partir de ese momento quedaron del todo expuestas y entregadas a su aniquilación, rezaron así al Cielo por un milagro...
Aparecieron entonces los ángeles y todos creyeron que Dios había escuchado sus plegarias, depositaron su fe y esperanza en ellos; sin embargo, pronto vieron con horror que los poderosos enviados divinos solo llegaron para matarlos, al igual que lo hacían con los demonios.
Tanto el Infierno como el Cielo parecían conspirar ahora en contra de la humanidad.
De a poco las calles fueron quedándose vacías y la actividad se detuvo hasta que estas grandes urbes se convirtieron en lo que son hoy: auténticas ciudades fantasmas.
Algunos comercios fueron saqueados al principio, pero la mayoría quedaron simplemente cerrados y abandonados, conservando aún sus artículos dentro.
Hoy, en estas grandes metrópolis, solo quedan activos los servicios que fueron automatizados a mediados de siglo, o sea, el suministro de electricidad y el de agua... y nada más.
Fue entonces que surgimos nosotros; somos los que quedó después de toda esa masacre.
Sobrevivimos gracias a que operamos en grupos reducidos, como las guerrillas; obtenemos todo lo que necesitamos de la ciudad y las instalaciones abandonadas... y combatimos contra demonios y ángeles por igual.
Ahora que sabes todo esto, Ryan, dime tu primera inquietud. ¿Qué es lo que más deseas saber?
—¿Dónde está Helena? —le preguntó él sin dudarlo; Gisella lo miró inexpresiva y entonces Ryan le aclaró—. Yo estaba en compañía de una mujer... —alcanzó a decir y eso bastó para que la simpática actitud de su interlocutora cambiara abruptamente:
—¡¿Conque así se llamaba esa?! Déjame aclararte que ella no era una mujer... ¡¡era un ángel!! lo cual es algo muy distinto —le respondió de manera despectiva, seria y enojada.
Ryan la miró desconcertado, no podía entender el por qué del brusco cambio en la actitud de Gisella...
—Te entiendo, Ryan —le comentó ella, mientras hacía un gran esfuerzo por calmarse—, hay muchas cosas que aún ignoras; no entiendes ni siquiera quienes son tus amigos y quienes tus enemigos... De verdad que estás confundido.
Se hizo entonces un momento de silencio en el que se sostuvieron la mirada hasta que Gisella le preguntó:
—¿Sabes algo de la Biblia, la has leído alguna vez en tu vida?
—Conozco varios de sus pasajes y me he informado por años a través de diversos análisis y opiniones de otros, pero no... nunca la leí de manera completa.
—¿Qué sabes del arrebatamiento bíblico?
—Según la iglesia será un evento en el cual los cristianos serán llevados de manera masiva al Reino de los Cielos.
Durante el rapto los muertos que tuvieron una vida justa resucitarán y junto con ellos los creyentes que se hallen vivos serán quitados del mundo... y todos irán con Dios.
—Ese evento fue real, Ryan... ocurrió, aunque no exactamente del modo en el que supusimos, y sus efectos aún se manifiestan.
Verás, desde que sonó la sexta trompeta del apocalipsis han estado apareciendo personas por todo el mundo.
—¿Aparecer en lugar de desaparecer? —preguntó él confundido.
—Sí... al principio nadie sabía de donde venían, luego comenzó a surgir una teoría: podían ser los que habían sido arrebatados.
Como advirtieron las Sagradas Escrituras el rapto aconteció en un abrir y cerrar de ojos, fue un evento sorpresivo para todos, pero su efecto no ocurrió en el presente sino que se habría extendido hacia el pasado abarcando décadas.
A lo largo de muchos años han estado desapareciendo personas de todo el mundo y en enormes cantidades... una gran parte de ellas lo habrían hecho a causa de ese evento.
Suponemos, por lo que han manifestado los que han estado llegando, que el alcance del arrebatamiento se ha extendido hasta principios del siglo XX; nunca nos hemos encontrado con alguien que nos relatase venir de antes.
—Pero ¿por que los raptados aparecemos en esta época en lugar de ir al Cielo como figura en la Biblia?
—Eso aún lo ignoramos —se lamentó Gisella bajando su mirada con pesar, pero de inmediato la alzó y agregó:
—Solo puedo asegurarte una cosa: es por el arrebatamiento que tú estás aquí... y ese ángel también, ella es una cazadora de la muerte.
—¿Cazadora de la muerte?
—Así les decimos a los ángeles que fueron enviados a buscar a las personas que murieron durante el arrebatamiento.
—¡Un momento!... ¡¿Quieres decir que morí, entonces?! Tengo recuerdos vagos de un aeropuerto, un avión y... una explosión.
—No lo sé exactamente. Muchos de los miembros de nuestro grupo llegaron como tú y la amnesia previa al rapto es algo que todos han manifestado.
—¿Entonces, Helena fue enviada a buscarme para llevarme al Cielo? —se preguntó Ryan intentando encontrarle un sentido a la actitud del ángel.
—¡Ella fue enviada para matarte y punto, Ryan! y no solo a ti, también a cualquier otra persona que encuentre en su camino.
Ryan la miró extrañado y Gisella continuó:
—Los que han sido arrebatados cuando aparecen en esta época siempre se encuentran perdidos, fuera de su tiempo y lejos del lugar que conocían.
Comienzan entonces a vagar por las calles, confundidos y sin rumbo... Solo buscan la ayuda de alguien que los oriente; pero, por lo general, se terminan encontrando con un ángel o un demonio.
Eso lo sorprende pero la decisión se les vuelve muy simple: los ángeles son seres bellos y perfectos, ¿quién no quisiera acercárseles?; los demonios, en cambio, son espantosos y amenazantes, es lógico huir de ellos...
Sin embargo, ambos son letales y terminan matándolos. ¡Nos matan a todos por igual, Ryan y lo hacen sin ninguna piedad!
No les importa nada más que llevarse nuestras vidas —enfatizó tensando su mano con desesperación y odio.
—No puede ser cierto lo que me cuentas, estás equivocada, Gisella. Helena tuvo sobradas oportunidades de matarme y no lo hizo.
—¿Estaba herida, con algún daño serio en sus alas tal vez? —le preguntó ella luego de un instante.
—Sí... tenía un ala rota y algunas costillas también.
—¿Podía volar?
—No lo creo.
—Fue por eso, Ryan. Las alas de los ángeles no son como las de las aves, son mucho más que simples alas, tienen una relación directa con su poder celestial.
No pueden reclamar almas si sus alas se encuentran lastimadas con alguna lesión tan importante que les impida volar...
En cuanto sanase te hubiera matado de inmediato, te lo garantizo.
Tuviste suerte de que llegáramos antes —culminó.
Ryan se quedó impactado ante todo lo que se estaba enterando, se dejó caer pesadamente en el respaldo del asiento en el que estaba y desvió su mirada perdiéndola en la nada, suspiró sin decir palabra alguna... y recién luego de un instante, habló:
—Aún no me has respondido lo que te pregunté al principio, Gisella. Quiero saber qué pasó con Helena.
Su interlocutora sonrió entonces con malicia al tiempo que se ponía de pie:
—Bien. Cuando te rescatamos del hotel me aseguré de dejarla bien atada y rodeada con suficiente sangre como para que todas las arpías del centro de Londres la encontraran; esas malditas brujas tienen el sentido del olfato mas desarrollado que un sabueso... ¿y sabes qué pasó? ¡Funcionó!
Por lo que me dijo uno de nuestros vigías ya están organizando uno de sus sacrificios rituales, puedes darla por muerta —sentenció totalmente convencida, Ryan la miró desesperado, boquiabierto, ni siquiera le surgían las palabras para expresarse, al verlo así Gisella le aconsejó:
—Olvídate definitivamente de ella, Ryan. Deja que tus enemigos se maten entre sí...
Me gustaría que, por lo pronto, te tomes un tiempo para pensar en todo lo que te he dicho, evalúes tu situación y consideres el unirte a nuestra lucha por sobrevivir.
—No sé si sea una buena idea el unirme a un grupo, siempre he sido una persona más bien de corte solitario —le dijo él a pesar de todo.
—En este mundo actual estando solo no llegarás muy lejos y eso te lo puedo asegurar, Ryan... Aquí tendrás una familia adoptiva que te apoyará, y siempre necesitamos de nuevos miembros, principalmente tratándose de jóvenes fuertes como tú —finalizó Gisella; así se retiró del vagón para dejar a Ryan solo, pensando:
Su corazón se oponía con inusitada fuerza a lo que había escuchado, sin embargo, todo encajaba y parecía ser cierto: al principio Helena tuvo la clara intención de matarlo; pero luego, al conocerlo mejor, eso parecía haber cambiado... ¿o fue por haber quedado herida en su pelea contra la gárgola?
Volver a estar con Helena parecía ser ahora lo más importante para él, aún más que su propia vida; Ryan se había enamorado perdidamente de ese bello ángel.
¿Tendría razón Gisella, y Helena terminaría matándolo tarde o temprano... o habría algo que Ryan aún ignoraba y que solo la emisaria de Dios podría revelarle?
La única manera de encontrar las respuestas que tanto deseaba era escuchando solamente a su corazón.
Ryan tomó entonces una decisión y salió del vagón en busca de Gisella, quien se encontraba a pocos metros coordinando a los suyos:
—¿Qué debo hacer para unirme a ustedes? —le preguntó de manera intempestiva.
—Nada, Ryan... ya sabía que lo harías —le dijo ella sonriendo—. Bienvenido a La Resistencia de Londres.
—¿La Resistencia? ¿como en la Segunda Guerra Mundial?
—El nombre fue idea de uno de nuestros miembros, Sherman... Por cierto, él es quien tiene tu pistola, ve a buscarla —agregó contenta y satisfecha—; se encuentra en la armería, está al final de aquel pasillo, pídele a Sherman que te la entregue, dile que yo lo autorizo —finalizó.
Ryan procedió como Gisella le había indicado...
Cuando entró en la armería se encontró con un cuarto oscuro y enorme, el cual parecía ser como un gran depósito.
Había cajas apiladas que lo convertían en una especie de laberinto por el cual Ryan comenzó a avanzar hacia un resplandor que provenía desde algún sector en el interior...
A medida que se internaba en aquel lugar comenzó a ver que estaba surtido con una gran cantidad de armas de fuego y municiones.
Por doquier comenzó a distinguir: revólveres, pistolas, escopetas, fusiles y hasta ametralladoras; el armamento era tanto de uso civil como militar, obviamente había sido robado de comercios de toda la ciudad y de instalaciones oficiales también.
Finalmente llegó a la fuente de la luz; allí se encontró con un hombre que aparentaba tener poco más de cuarenta años, era fornido, vestía un uniforme militar, similar al que usan los soldados en los cuarteles, y estaba solo, sentado en una silla...
Parecía estar absorto reparando un fusil parcialmente desarmado, mismo que se hallaba sobre una gran mesa de trabajo llena con piezas, herramientas de precesión y diversas lentes de aumento.
La luz que Ryan fue siguiendo provenía de las potentes lámparas que allí se encontraban encendidas iluminando aquella área de trabajo.
—¿Sherman?
—Ese soy yo —le dijo el hombre sin alzar la vista— ¿Qué es lo que necesitas?
—Me llamo Ryan y recién acabo de llegar a la Resistencia. Gisella me ha enviado para que me devuelvas mi arma, es una pistola...
—La matademonios —dijo Sherman interrumpiéndolo.
En ese instante dejó de trabajar y se puso de pié al tiempo que levantaba una lupa, misma que tenía sujeta a su cabeza mediante una vincha, para así mirarlo directamente.
Sherman caminó cojeando hacia unas gavetas, Ryan notó entonces que en una de sus piernas llevaba un elaborado arnés metálico y articulado que le sujetaba toda la extremidad desde la cintura hasta el pie...
—Aquí la tienes —le dijo entregándole la pistola y agregó:
—Déjame presentarme bien, como es debido: teniente Lewis, Alexander James Lewis, al servicio de las Fuerzas Armadas de Su Majestad; Sherman es un apodo que me gané cuando servía en la milicia, fue luego de restaurar a nuevo un viejo tanque Sherman Firefly de la Segunda Guerra Mundial.
Soy ingeniero mecánico y fanático de las armas... y uno de los pocos militares de verdad que encontraras entre todas estas personas de aquí abajo.
Por cierto, Ryan, esta pistola tuya es una auténtica belleza, cuídala mucho, no se encuentra muy seguido un arma de tipo matademonios en manos de un civil, ¿cómo la obtuviste?
—La encontré en una caja de suministros militares que estaba abandonada, había sido arrojada por avión... luego Helena, un ángel que estaba conmigo, la bendijo para mí —le contestó Ryan y bajó la vista con pesar ante el mero recuerdo de la fémina divina a quien tanto extrañaba.
Sherman noto de inmediato la manera tan especial en la que Ryan se había expresado:
—Es muy fácil enamorarse de ellas, ¿verdad? —le preguntó al ver su obvia actitud—. Déjame darte un sabio consejo: no lo hagas, nunca te enamores de un ángel, ellos son seres divinos y nosotros terrenales, pertenecemos a mundos distintos.
Ryan lo miró serio, como diciendole con sus ojos que eso no era algo de su incumbencia, y abatido comentó:
—Gisella me dijo que cayó en las garras de las arpías.
Al escuchar eso la mirada de Sherman se transfiguró y un claro sentimiento de odio y rencor se hizo presente en él al tiempo que pasaba su mano por el arnés de su pierna:
—Que pena que atraparan a un ángel, hubiera sido mejor cualquier otro tipo de muerte para ella.
Esas hembras demoníacas son algo realmente terrible, y no lo digo solo por su espantoso aspecto, esa grotesca mezcla entre mujer y buitre... también practican la brujería.
Tal vez tuvo suerte y la mataron rápido, es mucho peor cuando ofrecen a sus víctimas en alguno de sus sacrificios.
—¿Hay algún modo de averiguarlo? —preguntó Ryan secamente.
—Con seguridad nuestros vigías lo saben. Ellos manejan drones y una vasta red de cámaras de vigilancia.
Su centro de operaciones se encuentra en el nivel inferior, baja por las escaleras y pregunta allí, ellos te lo dirán.
Fue así que Ryan se dirigió rápidamente hacia donde Sherman le había indicado para averiguar cual había sido la suerte de Helena...
Reconocer la sala de los vigías no fue algo para nada difícil, había sido montada donde también operaba la sala de control del sistema de subterráneos de la ciudad.
El recinto era bastante espacioso y contaba con decenas de pantallas de televisión y consolas operativas que habían sido ingeniosamente modificadas adaptándolas para poder mostrar en vivo información proveniente de muchas de las incontables videocámaras distribuidas por todo Londres.
Allí había varias personas que, al igual que hizo Sherman al principio, continuaron haciendo su trabajo sin prestarle ninguna atención a Ryan.
—Disculpa que te interrumpa —se dirigió a un joven de unos diecinueve años, que tenía aspecto de intelectual gracias a un par de grandes anteojos rectangulares que destacaban en su rostro, el cual estaba sentado operando la consola central del lugar—. Hola, soy...
—Sé quien eres, te llamas Ryan —le aclaró el joven volteando su silla giratoria hacia él—. No te sorprendas, mi tarea es saberlo todo antes que nadie más; no en vano he sido hacker informático desde que tengo memoria.
Estuve monitoreando tus movimientos desde que ingresaste ayer a las 15.32 a la ciudad, lo hiciste a bordo de un SUV plateado con el vidrio de la puerta del conductor roto... Estabas en compañía de un ángel, y ella parecía estar herida —finalizó diciendo con una orgullosa actitud luego de haber hecho alarde de lo bien que desempeñaba su función de espía:
—Todos aquí me conocen como Murphy —se presentó.
—Quisiera saber que pasó con ella, con el ángel.
El joven lo observó directamente al rostro por un instante, y pudo ver la angustiosa mirada en los ojos de Ryan...
—Las arpías se la llevaron al Palacio del Cielo, es el rascacielos más alto de toda la ciudad.
He estado siguiéndolo todo de cerca. Esas brujas sádicas planean sacrificarla hoy mismo, esta noche... siempre hacen sus rituales luego de ponerse el sol; mira esto —agregó operando su consola:
En ese instante apareció el mapa de la ciudad en el monitor principal de la sala, allí se podía ver la ubicación del edificio bien señalada, unos segundos después el cuarto inferior derecho de la pantalla cambió pasando a mostrar una transmisión de video en vivo enviada por un dron que patrullaba la zona desde lo alto.
La toma era bastante lejana; no obstante, gracias a la avanzada cámara del dispositivo, se podía ver claramente la cima completa del rascacielos y su terraza:
Todo el lugar contaba con unas especies de nidos gigantes hechos con ramas y que colgaban hacia el exterior desde las paredes, eran semiesféricos, similares a los que construyen algunas especies de pájaros para ocultarse dentro, con el macabro agregado de que estos, además, estaban adornados con calaveras humanas y otros huesos de la misma procedencia.
En el helipuerto, trocado en un espantoso altar blasfemo, se podía apreciar el trazado de un enorme pentáculo de sangre, mismo que abarcaba todo su centro; era similar al que se usa en magia negra para hacer rituales.
En medio de aquello, atada y sin poder escapar, se encontraba Helena, estaba en el suelo de rodillas y sentada sobre sus talones, aún con vida...
No había nadie más a la vista.
—Esto es lo más cerca que puedo llegar con la toma; si me aproximo más esas brujas atacarán al dron y lo destruirán, he perdido a varios ya de ese modo.
Desde que esas bestiales mujeres demonio llegaron se apropiaron de varios rascacielos, así han dominado y aterrorizado todo el centro de la ciudad... sin embargo, al estar ubicado allí el punto más elevado fue donde construyeron sus complejo principal de nidos ya hace años.
Han sido muy pocos los que se han atrevido a desafiarlas... y los que lo han hecho, nunca han vuelto —agregó mirando a Ryan de reojo, fue así como comprobó lo poco le importaba cualquier cosa que le advirtiera, su interlocutor estaba enfocado solamente en elaborar algún plan para sacar al ángel de allí...
Murphy continuó:
—Hace años un grupo de los nuestros decidió erradicarlas y faltó poco para que lo lograran.
Se acercaron de noche, sin que los detectaran, usaron el sistema de alcantarillado de la ciudad.
Valiéndose de la oscuridad consiguieron llegar hasta los asensores del rascacielos y usándolos subieron hasta los pisos superiores, desde allí podrían destruir los nidos de esa brujas...
Llevaban lanzallamas y escopetas, las más potentes que pudimos encontrar ya que ninguna estaba bendecida.
Al llegar comenzaron a avanzar en equipos divididos, el plan era quemarles los nidos y dispararle a cuanta arpía se cruzase en medio.
Pero esas malditas resultaron ser mucho más sanguinarias y salvajes de lo que esperaban: en cuanto los detectaron estallaron en un frenesí de ira sin control...
Se lanzaban rompiendo los vidrios desde afuera y entraban por todos lados, con sus garras tomaban a nuestros hombres de sus extremidades y, si no se la arrancaban descuartizándolos en el lugar, los lanzaban al vacío...
Murphy tuvo que detenerse un momento para hacerse de fuerzas y continuó:
—El líder de aquella operación fue mi hermano mayor, vi cuando lo arrojaron y lo escuché gritar cuando caía hacia su muerte, nunca me olvidaré de aquello —concluyó el joven con lágrimas de odio en sus ojos que contenía estoicamente...
Así se hizo un instante más de silencio, mismo que el propio Murphy rompió:
—¿Qué tanto la quieres recatar? —le preguntó en voz baja para que sus compañeros no lo escucharan.
Ryan lo miró directo a los ojos, era inútil seguir ocultándole a su interlocutor algo que ya había descubierto, su respuesta fue breve y contundente:
—Estoy dispuesto a arriesgarlo todo por ella, absolutamente todo... siento un deseo irrefrenable por salvarla.
—Bien —dijo Murphy sosteniéndole la mirada para comprobar lo firme era su decisión—. Veo que así es, Ryan...
Lamento informarte que Gisella nunca aprobaría una operación de rescate de esa índole. Ella odia a los enviados del Cielo y del Infierno por igual... De niña ella quedó huérfana cuando sus padres resultaron muertos al quedar atrapados en medio de un feroz combate entre un ángel y un demonio.
Personalmente no comparto su resentimiento y rencor contra las fuerzas de Dios... es por eso que te ayudaré; a partir de ahora tendremos que ser muy discretos en lo que haremos, ¿entendido?
Ryan asintió con su cabeza...
—Vamos entonces a hablar con Sherman, nadie más debe enterarse de nuestro plan —culminó Murphy poniéndose de pie.
—¿Sherman es de confianza? —le preguntó Ryan.
—Él formó parte del escuadrón que lideró mi hermano el día en que murió y fue el único que sobrevivió a aquello, aunque terminó con una de sus piernas destrozada de por vida —le contó el joven mientras iban de camino—. Compartimos el mismo deseo de vengarnos de esas criaturas infernales y me ha estado ayudando a reunir en secreto todo lo necesario para hacerlo...
Al llegar a la armería se detuvieron para asegurarse de que nadie los siguiera, luego entraron y Murphy cerró la puerta con llave.
—¿Así que finalmente encontraste a un voluntario para tu demente plan? —le preguntó Sherman deduciéndolo todo al ver a su amigo junto a Ryan.
Murphy lo ignoró y comenzó a hablar:
—Luego de que acabé de llorar por la muerte de mi hermano me puse a pensar en como vengarme y erradicar a esas demoníacas arpías de la ciudad. Analicé todas las posibilidades que se me ocurrieron y elaboré un plan...
—El único problema es que se trata de una misión en extremo peligrosa; tanto que es de esas que en la milicia clasificamos como «misión suicida» —acotó en ese momento Sherman y Murphy continuó:
—La idea es muy simple: consiste en llevar un artefacto explosivo hasta los pisos superiores del rascacielos y dejarlo allí —alcanzó a decir y Sherman tomó la palabra:
—Salir con vida o no es meramente opcional, el dispositivo se detona de manera remota.
Te lo mostraré, Ryan...
Este es el artilugio que preparamos —agregó abriendo un grande y pesado bolso deportivo que puso sobre la mesa—. Aquí hay suficiente explosivo plástico de tipo C5, una versión mejorada del popular C4, también está basado en ciclotrimetilentrinitramina o RDX al que le he anexado nanotermita como agente incinerador... Esto es, en esencia, una carga apta para demolición de estructuras fortificadas unida a una bomba termobárica —definió muy técnicamente y entonces aclaró con simples palabras:
—Esta cosa tiene la capacidad de destruir y quemar absolutamente todo en un radio de hasta cien metros alrededor suyo... Lo que sea que haya venido del Infierno esto lo enviará de regreso hacia allí en pedazos y ardiendo, eso lo puedo garantizar.
El transmisor para accionar el detonador es uso militar, de tipo radial... consigue, en una zona urbana como esta, un alcance efectivo de hasta cincuenta kilómetros; básicamente lo podemos utilizar desde casi cualquier punto de la ciudad —dijo encendiendo el equipo por un instante y apagándolo de inmediato—.
El único problema en todo esto es conseguir dejar la carga explosiva cerca de los nidos, esas malditas arpías son extremadamente recelosas y violentas, no dejan que nada ni nadie se aproxime al rascacielos sin atacarlo con una furia descomunal.
—Que lo hagan, no me importa... mientras tenga esto las que tienen que temerme son ellas —dijo Ryan dándole unas palmadas a su pistola, la cual llevaba sujeta con su cinturón.
—Te daré un accesorio que te vendrá más que bien para esta misión, es un cinturón táctico militar con muslera, tiene una funda para llevar tu arma bien sujeta y asegurada en tu pierna, cuenta además con varios portacargadores extra que puedes acomodar como mejor prefieras... aún a las matademonios se les agota la munición en algún momento —le enfatizó Sherman mientras le daba el arnés ya preparado con cargadores llenos de balas especiales para su pistola—.
¿Conoces alguna técnica para el cambio rápido de emergencia de cargadores?
—Sí, varias... he tomado cursos sobre manejo de armas —contestó Ryan mientras acondicionaba los elementos del soporte para ser usado por un zurdo y se lo ajustaba al cuerpo.
—Bien... Por cierto, ¿tuviste la oportunidad de ver a alguna arpía ya, Ryan? —le preguntó Sherman mientras lo observaba terminar.
—Solo en representaciones artísticas, nunca una de verdad...
—Tal vez así sea mejor —continuó diciendo el militar—, si las vieras posiblemente no te animarías a enfrentarlas con tanta liviandad.
Sin embargo, y por si tienes que hacerlo, recuerda que solo debes cuidarte de sus garras, es la única arma que tienen y no necesitan de nada más para acabarte, los dedos de sus patas son como auténticos puñales que pueden penetrarlo todo.
Quedé condenado a usar este soporte mecánico para caminar cuando una de ellas tomó mi pierna entre sus garras —dijo señalando al exoesqueleto que tenía en su extremidad lisiada—; fue una experiencia horrible, cuando aquella arpía me atacó de inmediato sentí como si ocho enormes cuchillos se clavaran en mi muslo y pantorrilla penetrando en los músculos y separando los tendones, el dolor que sentí fue algo indescriptible... sin embargo, lo que siguió fue aún mucho peor: la maldita fracturó todos mis huesos en varios pedazos con solo cerrar sus dedos y luego destrozó mi rodilla simplemente separando sus piernas.
No dejes que su aspecto femenino te engañe, tienen una fuerza bestial en sus extremidades inferiores —concluyó y entonces Murphy continuó:
—Las arpías se muestran mucho más activas de noche, cuando el silencio prevalece y la oscuridad afirma su dominio... Son como las aves rapaces nocturnas, es cuando abandonan sus nidos y salen a cazar.
Sus mayores aquelarres y rituales de brujería y magia negra los suelen hacer justo a la medianoche, supongo que es cuando se sienten más inspiradas y poderosas.
Eso te deja una ventana de tiempo, entre la puesta del sol y la medianoche, en la que minimizarías la posibilidad de encontrarte con alguna de ellas por dentro del edificio.
—No pienso esperar hasta el atardecer, Murphy. Helena no tiene tanto tiempo.
—Como quieras, esa es tu decisión, Ryan; el plan, de hecho, está diseñado para ejecutarse en cualquier momento, aunque, tácticamente hablando, siempre sostuve que es mejor hacerlo a plena luz del día, cuando el sol más brilla en el cielo —refrendó el hacker—.
Solo déjame advertirte algo: durante el día la mayoría de las arpías permanecen en sus nidos durmiendo para despertar recién al atardecer y se protegen mediante centinelas que acechan desde los edificios cercanos...
Es justamente de esas centinelas de quienes más debes cuidarte, no solo están ben despiertas y atentas a todo lo que ocurre, también atacan a lo que sea que se acerque al rascacielos, sus nidos son su tesoro más apreciado y los custodian con una fiereza absoluta.
Mientras tanto, en la azotea del Palacio del Cielo la líder de las arpías se acercaba a Helena para gozar de su desamparo sádicamente:
—Hubiera preferido a un ángel de verdad, sin embargo tu serás de todos modos un sacrificio aceptable.
Helena permaneció en silencio, solo mirándola a los ojos de manera seria.
—Viniste a salvar las almas de los humanos y ellos te entregaron a nosotras y lo hicieron completamente desarmada... como si fueras una ofrenda —dijo entonces la demoníaca hembra en medio de fuertes carcajadas—.
Ahora todos te han abandonado, estas perdida. ¡Ni siquiera Él, con todo su gran poder, te ayudará! —agregó mirando al cielo la blasfema carroñera—. Abandona tu fe y pídeme clemencia.
Helena la miró con odio, sin mostrarle el más mínimo temor y la arpía enfureció...
Apoyó una de sus monstruosas patas sobre el muslo derecho de la desafiante enviada del Cielo, abarcándolo completamente... y lo apretó, lo apretó con fuerza; sus garras se clavaron en la turgente y tersa piel que comenzó a sangrar al tiempo que era penetrada por aquellas córneas dagas naturales.
Helena sintió aquel profundo daño, no obstante, en lugar de manifestar sufrimiento alguno, tensó sus músculos usando toda su fuerza, marcándolos y endureciéndolos como el acero templado.
La arpía apretó aun más, quería sumirla en dolor y destruirla a toda costa, pero la fuerza de su oponente era aún mayor, al igual que sus convicciones y su fe en Dios... y su pierna soportó el poderoso agarre sin romperse.
—¡¡Maldita seas!! ¡¡¡Maldita!!! —le gritó furiosa la bruja infernal soltándola finalmente—.
Disfruta de esta última victoria porque esta noche, cuando el sol se oculte, personalmente te arrancaré los ojos del rostro y mis hermanas te destazarán viva hasta matarte...
Infierno en las alturas
Siendo ya las catorce horas el arriesgado plan clandestino se había puesto en marcha desde una estación de subterráneos cercana a la base de operaciones de la Resistencia.
Ryan se encontraba solo y en medio de una de las desiertas calles del centro londinense; estaba montado sobre una poderosa moto eléctrica y tenía el bolso de explosivos listo, colgado en su espalda.
Como armas personales contaba con su pistola, la matademonios, enfundada en su pierna y la daga perteneciente a Helena, la cual Sherman le había entregado, esa fue la única arma sagrada que Gisella le había entregado para que guardara en la armería.
Ahora solamente restaba la orden para comenzar...
—¿Me recibes bien? —le preguntó Murphy a través de un auricular que Ryan llevaba en su oreja.
—Fuerte y claro. ¡Oye!, esta moto...
—Pertenecía a mi hermano, él la adoraba, tenia un gusto algo... vintage —dijo Murphy interrumpiéndolo y casi como disculpándose.
—¡Me encanta!, es una moto ninja. En los 90 tuve una, ahorré durante un año entero para comprármela —agregó Ryan—.
Este tipo de motos deportivas se encuentran entre mis predilectas, y esta en particular luce increíblemente potente, aunque no logro reconocer el modelo.
—Es una H2R, tiene un motor de cuatro pistones y un litro de cilindrada sobrealimentado por compresor, es capaz de generar 326 caballos de potencia. Su velocidad máxima estaría en los 380 kilómetros por hora, aunque se sabe que ha superado los 400, y lo ha hecho en menos de 30 segundos...
Mi hermano le hacía permanentemente ajustes para lograr mayor potencia, estoy seguro de que se alegraría mucho si supiera que algún día sería usada para algo como esto —Murphy se emocionó al decir eso y tuvo que hacer una pausa, y de inmediato continuó:
—Te daré alguna información extra sobre el Palacio del Cielo, Ryan.
Fue inaugurado hace 37 años en coincidencia con el comienzo de la segunda mitad del siglo.
Se trata de un rascacielos ecológico, uno de los más altos del mundo en su tipo: 170 pisos y poco más de 1 kilómetro de altura. Su base ocupa casi 1 hectárea.
Al aproximarte verás una gran área parquizada que lo rodea, por dentro te encontrarás con locales comerciales, oficinas y muchas unidades habitacionales para los residentes del edificio; fue diseñado, en esencia, como una pequeña ciudad vertical.
En todos los pisos te encontrarás con árboles y plantas ubicados en jardines e invernaderos interiores.
No podrás llegar a los helipuertos de la terraza por ninguno de los ascensores, solo te llevarán hasta los pisos superiores, desde allí tendrás que continuar el camino usando las escaleras.
—¡El dron se encuentra listo para entrar en acción! —avisó en ese momento Sherman que terminaba de hacer el chequeo prevuelo de la aeronave—. Esto mantendrá ocupadas a esas brujas por un buen rato.
—¡¿Un dron?! ¿Un simple dron? ¿Esa será la distracción que usarán?... ya no me siento tan a salvo —dijo Ryan en tono burlón.
—Te tragarás tus palabras cuando esta cosa entre en acción —le dijo Sherman ofendido—.
Se trata de un dron militar al que le practiqué unas modificaciones; en tamaño es similar a un avión civil de tipo ejecutivo... No en vano serví como ingeniero militar durante tantos años, sé perfectamente como reparar y reconstruir una muy amplia gama de armas y maquinas de guerra.
Me he esforzado mucho en este dron.
Perteneció a la serie de los X-47 de la Northrop Grumman, lo encontramos parcialmente desarmado en un viejo depósito militar; lamentablemente, su capacidad de combate era nula, estaba sin su típico armamento de misiles.
Lo ensamblé y tardé semanas en hacerlo... pero valió la pena, quedó perfecto, y aunque es algo antiguo, una reliquia de hecho, tiene muy buenas prestaciones: es un vehículo altamente maniobrable, fue diseñado para operaciones de todo tipo, alcanza una velocidad máxima de casi 500 kilómetros por hora y su techo de servicio se encuentra por encima de los 10 000 metros de altura.
—Al igual que con la moto en la que estás, Ryan, lo más difícil fue conseguir el combustible líquido que utiliza para su turbina de combustión interna —agregó Murphy.
—Basta de hablar, pasemos a la acción —dijo entonces Sherman y casi al instante un sonido nunca antes escuchado en el centro de la ciudad rompió su sepulcral silencio: el poderoso motor del enorme dron bélico estaba en marcha... y unos segundos después, utilizando una de las despejadas calles de Londres como pista improvisada, despegó; Murphy lo piloteaba mientras que Sherman se encargaría del manejo de los demás sistemas.
La aeronave de ataque tomó vuelo, replegó su tren de aterrizaje y comenzó a surcar el cielo a pocos metros por encima de los edificios.
En cuanto Ryan la vio la reconoció de inmediato: el vehículo era plano y triangular, su fuselaje terminaba en dos pequeñas alas que parecían ser una extensión de su forma y carecía de un timón de dirección en su cola.
—Esa reliquia, como tú lo llamaste, Murphy, era un dron de avanzada en la época de donde vengo... Un modelo casi secreto que aún estaba siendo desarrollado por la agencia norteamericana DARPA —le dijo Ryan casi como exigiendo un poco más de respeto por la tecnología de su época; mientras que él, por su lado, comenzaba a avanzar cuidadosamente con la moto valiéndose de la cobertura que le daban las tupidas copas de los árboles que había en las aceras de la ciudad.
—¿Como lo sientes? —le preguntó Sherman a Murphy.
—Responde muy bien, pilotar esto es como jugar un videojuego, un simulador aéreo.
—¡Esto no es un tonto juego de vídeo, niño! ¡¡Tómatelo en serio!! —lo reprendió Sherman...
—Ahí está el Palacio del Cielo —advirtió Murphy unos instantes después, poniéndose ya serio al divisar el rascacielos a lo lejos—. Estamos ingresando en territorio enemigo.
Pasaron así pocos segundos más y varias arpías centinelas salieron de sus escondrijos dispuestas a derribar al dron:
—Ya vienen, es hora de mostrarles nuestra pequeña sorpresa —dijo Sherman al verlas y pulsando un botón en su consola activó la totalidad de los sistemas de la aeronave...
La puertas del compartimiento de carga bélica del X-47 se abrieron en par, pero en lugar de salir un misil se proyectó una ametralladora de seis cañones.
—Sistema de armas listo y a la espera —dijo Sherman.
—Creí que el dron no tenía armamento —mencionó Ryan al escuchar eso.
—Te dije que le había hecho algunas modificaciones...
Según las especificaciones de fábrica, este dron puede portar casi dos toneladas de carga —comentó entonces Sherman—, le adapté un arma rotativa de alta velocidad que obtuve de un viejo helicóptero de asalto del siglo XX, y le agregué todas las municiones que encontré.
—¿Le adaptaste un M61... un cañon Vulcan? —le preguntó Ryan asombrado.
—No, eso sería demasiada potencia de fuego para una aeronave con esta maniobrabilidad. Es una ametralladora M134 Minigun, tiene un alcance efectivo de 1 000 metros y puede disparar unas 7 000 cargas por minuto, eso son más de 100 balas de calibre 7.62 impactando por segundo...
No estará bendecida, pero estoy seguro que derribará del aire a cualquier arpía que se le acerque.
Se encuentra montada en un soporte articulado de giro completo, manejado por servomecanismos de control remoto, puede ser operada por un artillero dedicado solo a eso; cuenta, además, con un avanzado sistema de mira semiautomática y rastreo de objetivos en pleno vuelo para combate a corta distancia —finalizó mientras el sistema de mira computarizada, valiéndose de las distintas cámaras con las que estaba equipado el dron, fijaba a las primeras arpías como objetivos potenciales... y un instante después, siendo Sherman el artillero, la batalla dio comienzo:
El cañon rotativo de la ametralladora se puso en marcha con un agudo silbido y la primera ráfaga de disparos la recibió la arpía más cercana... la mayoría de las municiones simplemente resbalaron en su plumaje, pero la cadencia de fuego del arma era tal que algunas balas comenzaron a incrustarse en su cuerpo lastimándola rápidamente y cada vez más hasta que ya no pudo mantenerse en vuelo, y así, el demonio, dando un aterrador y fuerte alarido, se precipitó al vacío.
Al ver eso sus compañeras enfurecieron y, lejos de amedrentarse, se abalanzaron con ira sobre la aeronave.
Murphy comenzó a realizar maniobras evasivas descendiendo entre los edificios mientras que Sherman continuaba disparando cortas ráfagas de municiones contra cada objetivo que confirmaba.
Una a una, las demoníacas criaturas caían heridas de los cielos, algunas, inclusive, con un ala cercenada por las veloces ráfagas balas, sin embargo, por cada una que era derribada varias arpías más surgían de los edificios cercanos y también de los nidos del rascacielos para unirse así a lo que pronto se convertiría en una feroz cacería...
Esa fue la señal para que Ryan entrara en acción:
Acelerando su veloz moto, se aproximó al edificio a toda velocidad por una ancha avenida que terminaba en su entrada.
La batalla reinante en las alturas disimulaba el ruido del motor de su vehículo.
Todo parecía ir bien hasta que su acción fue advertida por una de las arpías centinelas, la cual despegó con un único objetivo: interceptarlo y detenerlo.
Fue solo un flash en el que Ryan la vislumbró; primero, fue apenas una sombra y luego, una borrosa figura alada que pasó por los espejos retrovisores de la moto... y de inmediato sintió un terrible y agudo dolor en uno de sus hombros.
En cuestión de apenas un parpadeo sintió como su cuerpo era literalmente arrancado de la moto para ser elevado en el aire con una fuerza brutal, la arpía lo había sujetado del brazo.
La demoníaca mujer pretendía simplemente elevarlo unas decenas de metros para entonces dejarlo caer... y eso sería todo para él.
Sin darle tiempo, Ryan tomó la brillante daga de Helena y con ella contraatacó: de un limpio tajo que asestó en una de las alas de la infernal criatura le logró cortar varios músculos y tendones, la hoja divina fue mortalmente eficaz en su objetivo.
Herida de ese modo, la bestial hembra ya no pudo continuar con su vuelo y lo soltó, cayendo así junto con él sin ningún tipo de control.
El golpe contra la calle que sufrió Ryan fue tremendo: su cuerpo rebotó varias veces y rodó hasta quedar inerte, tirado justo en la entrada del edificio...
Mareado y con su visión borrosa, se incorporó lo mejor que pudo; sujetó entonces su hombro lastimado, el cual le sangraba sin cesar debido a los profundos cortes que la arpía le había provocado al asirlo con sus filosas garras.
Detrás de él, como a 10 metros, había quedado la moto caída con su motor aún en marcha... y delante de él, a una distancia similar, estaba su enemiga, quien se le acercaba caminando; fue recién en ese momento que la pudo ver con total claridad:
Su cuerpo era como el de una mujer promedio tanto en sus formas y proporciones como en su tamaño total, lucía atlética y fuerte, en lugar de brazos tenía alas y sus femeninas piernas, por debajo de sus rodillas, eran escamosas como las patas de un pájaro, no obstante, lo más aterrador en ella era el desproporcionado tamaño de los que serían sus pies, trocados en auténticas y poderosas patas, propias de un ave rapaz de enormes dimensiones, con sus dedos terminados en agudas garras negras.
Su torso contaba con un brillante plumaje de colores que lo cubría completamente terminando en una cola similar a la que posee cualquier animal emplumado.
Su cabello era rojo, largo y ondulado... y lo irónico era la gran belleza de su femenino rostro, con el que infundía pavor a través de una expresión de puro odio y furia.
—No tienes idea de lo que te espera, humano. ¡Mira lo que me has hecho! —gritó agitada y encolerizándose mientras señalaba su ala lastimada, la cual arrastraba por el suelo, casi inerte—. Osaste herirme con el arma de un ángel... ¡Me aseguraré de que tu agonía sea larga y tu muerte dolorosa, y luego haré que mis hermanas despedacen tu alma en el Infierno durante toda la eternidad!
Ryan miró entonces algo que resplandecía en el suelo a un metro por delante de donde se encontraba aquella amenazante figura demoníaca, era la daga de Helena que había quedado allí tirada.
De la celestial hoja emanaba un intenso halo celeste, el arma reaccionaba de ese modo ante la presencia infernal...
En ese instante fue pisada por la pata de la arpía y brilló más que nunca:
—¿Quieres, acaso, esto para matarme? —le preguntó entonces ella sonriendo con maldad mientras tomaba la daga con una de sus patas agarrándola con la punta de sus monstruosas garras.
—No, es solo que la necesito para liberar al ángel que tienen atado en la cima de este rascacielos... Para matarte a ti usaré esto —agregó él desenfundando su pistola.
La arpía rompió en una burlona carcajada al verlo:
—¡Adelante, porquería humana!, agota tus balas conmigo; será algo inútil... Solo te advierto que por cada disparo que efectúes te haré un largo y profundo tajo en tu cuerpo con mis garras antes de matarte.
—Vete al Infierno... —le contestó Ryan y le disparó al centro de su cuerpo.
La bala dio perfectamente en el blanco dejando un etéreo rastro celeste en el aire tras de sí, mismo que se esfumó cual sutil humo... La arpía sintió el grave daño que le había hecho; incrédula, contempló el agujero que le había quedado en donde fue herida y al saber que moriría gritó:
—¡Un arma bendecida... yo te maldigo, humano! ¡Te maldigo! —A Ryan no le importaron en absoluto sus palabras y comenzó a avanzar hacia ella mientras seguía disparando directamente hacia el cuerpo de la infernal fémina... Esta vez su arma, imbuida de la bendición divina, tenía un efecto devastador en su blanco: con cada impacto la arpía era empujada hacia atrás al tiempo que su cuerpo era despedazado por cada una de las balas.
Ryan continuó así hasta vaciarle completamente el cargador, solo detuvo su avance para recoger a la daga divina del piso y volver a enfundarla en su cinturón táctico.
En ese momento, al igual que sucedió con la gárgola, una grieta se abrió en el suelo por debajo de la agonizante arpía y las llamas del Infierno se llevaron su cuerpo.
Ryan recargó su pistola y fue hasta la moto; luego de levantarla entró con ella a la recepción del hotel, llamó un ascensor y entró en él montado en su vehículo.
Al mismo tiempo la batalla aérea se volvía más encarnizada que nunca:
El cielo se encontraba oscurecido por la presencia de decenas de arpías que se concentraban persiguiendo al dron como una bandada de salvajes aves de presa al tiempo que lanzaban ensordecedores alaridos infernales.
Con furiosos zarpazos algunas habían logrado alcanzar al dron desgarrando parte de su fuselaje y acotando su maniobrabilidad.
Sherman, por su lado, ya se había gastado las tres cuartas partes de la munición.
—Me está costando controlarlo, ya no responde como antes —dijo Murphy.
—¡¡Tu solo sigue esquivando a esas malditas brujas mientras yo las derribo del cielo!! —le respondió su artillero...
En ese momento Ryan, pistola en mano y listo para entrar en acción, llegaba a los pisos superiores:
Al instante en que se abrieron las puertas del ascensor sorprendió a dos arpías matriarcas que cuidaban los nidos y la ultimó con sendos disparos de la matademonios que fueron directo a la cabeza de las demoníacas criaturas, así inició su avance por la infernal colonia.
El escenario lucía muy extraño, al no haber sido podados durante años, los árboles y plantas del edificio habían crecido sin control alguno invadiendo los modernos pasillos y ambientes; aquello era una auténtica mezcla posapocalíptica entre selva y civilización...
Mientras tanto, en los cielos cercanos sucedía algo terrible: una arpía se cruzó por delante del dron y, sin darle tiempo a Murphy de poder eludirla completamente, causó que la chocara en el aire: la pata de la bestia fue cortada a la altura de su rodilla, al tiempo que el ala del vehículo sufrió graves daños y un foco de incendio.
—¡Ryan! ¿Donde estás? —le preguntó Sherman por la radio—. El tiempo se nos está agotando... y rápido.
—Apenas acabo de llegar a los pisos superiores —respondió Ryan mientras continuaba transitando con la moto por los pasillos en busca de un lugar bien central donde poder dejar el bolso con los explosivos para así provocar una demolición pareja de toda la cima...
Aprovechando la falta de agilidad del dron la líder de las arpías le fue dando alcance y, en cuanto pudo, lo sujetó con firmeza de un ala impidiéndole maniobrar con soltura.
El vehículo comenzó así a dar giros desesperados en el aire para intentar zafar del mortal agarre al tiempo que las balas salían de su arma en todas direcciones.
—¡Maldita... no puedo liberarme de ella! —exclamó Murphy haciendo todo lo posible hasta que en un momento la ametralladora del dron se quedó sin más municiones... en ese instante, como si de un cardumen de pirañas en presencia de gotas de sangre se tratase, todas las arpías comenzaron a rodearlo y, arremetiendo iracundas contra él, procedieron a arrancarle pedazos con una furia desenfrenada hasta que el destrozado vehículo cayó destrozado al suelo.
—¡¡Perdimos completamente al dron, Ryan. Deja el bolso donde sea y lárgate de ahí ya mismo!! —le gritó Sherman.
—Sin Helena no lo haré —fue la respuesta de él mientras escondía el bolso entre las butacas de un salón de conferencias.
Acto seguido se encaminó con la potente moto acelerando por las escaleras rumbo al helipuerto...
—Las arpías ya regresan, Ryan... ¡No tendrás tiempo! —le instó Murphy; él y Sherman ahora solo podían mirar la dramática escena mediante un dron de vigilancia lejano:
Ryan salió el exterior y subió hasta el helipuerto.
Algunas arpías que volaban cerca de la terraza lo avistaron y se le abalanzaban en línea recta con sus garras hacia el frente, sin embargo, con habilidad y sangre fría, él esquivaba sus ataques describiendo trayectorias semicirculares.
En algunos de sus fallidos ataques las infernales garras daban en el suelo dejando profundas marcas, eso forzaba a las féminas a detenerse por una fracción de tiempo para retomar vuelo, esos momentos Ryan los aprovechaba para dispararles e ir matándolas ahí mismo.
Luego de librarse de ese grupo de arpías y ya sin más demonios cerca que pudiesen detenerlo condujo hacia Helena a toda velocidad, directamente hacia ella, apurándose en una corta carrera...
Al llegar a su lado frenó bruscamente, los neumáticos de la moto dieron un agudo chirrido y soltaron el típico humo del caucho al quemarse por la fricción.
—Te sacaré de aquí —le dijo él, pero antes de que siquiera pudiera bajarse de su vehículo una arpía descendió cerca.
Ryan se vio obligado a matarla cuanto antes, pero en cuanto lo hizo comenzaron a aparecer otras... y otras más.
En rescate derivó así en una frenética balacera y la munición que Ryan llevaba consigo comenzó a agotarse hasta el último cargador.
El suelo quedó al final lleno de cargadores vacíos y vainas servidas.
Varias arpías fueron consecuentemente enviadas al Infierno, pero ya no más...
Sobre el borde del blasfemo altar descendió entonces una de las monstruosas infernales mujeres, luego lo hicieron otras dos, seguidas de cinco más y el resto de las arpías comenzaron a llegar en bandada revoloteando sobre la cima y bajando por todo el contorno del helipuerto...
Pronto formaron un cerrado anillo con sus cuerpos yuxtapuestos, cerrando así todo el perímetro.
Ryan y Helena quedaron de ese modo totalmente rodeados a escasos diez metros de distancia y con su única ruta de escape, la rampa, parcialmente obstruida...
Extendiendo sus alas para atrás y con sus cuerpos inclinados hacia adelante, las arpías hacían amenazantes ademanes de arremeter contra ellos en cualquier instante...
Con sus ojos entrecerrados y sus bocas abiertas, mostrando sus filosos dientes en histéricas muecas de enajenación, emitían extraños sonidos guturales que rayaban en el paroxismo de la ira y la locura, al tiempo que con sus garras arañaban el suelo dejando caóticas rayas en el concreto.
Solo hacía falta un movimiento brusco de alguien para que esas demoníacas bestias liberaran sus instintos más básicos y estallaran en un desenfrenado festín de sangre.
—No debiste venir —le dijo Helena lamentándose.
—Jamás te hubiera abandonado, prefiero morir a tu lado que vivir recordando tu muerte... no hubiera soportado la culpa —respondió él enfundando su vacía arma humeante.
En ese instante la líder de las arpías se hizo presente en la escena y se detuvo en el aire, quedó de ese modo aleteando ingrávida a solo escasos siete metros por delante de la condenada pareja y a no más de tres sobre la superficie:
—Nos lastimaste bastante con tu intento de rescate, humano... muchas de nuestras hermanas cayeron hoy por tu culpa.
¡¿Realmente pensaste que podrías oponerte a las arpías del Infierno?! —gritó y los alaridos de sus heréticas acólitas estallaron sin control... y fueron ensordecedores—.
Ese ángel está herido, no puede volar. ¿Pensabas llevártela en tu vehículo, verdad? —agregó y acto seguido miró hacia la rampa por la que Ryan había subido.
En ese momento un grupo de varias arpías se abalanzó sobre la estructura arrancándole pedazos hasta dejarla inutilizable...
—Ya no podrás, no hay salida para ustedes de esta cima. ¿Cómo se siente estar perdido y abandonado, dime? —le preguntó a Ryan con sadismo absoluto; él, al considerar la crítica situación, tragó saliva tratando de imaginar la imposible manera de sobrevivir a aquello... El banquete de las arpías parecía estar ya servido.
—¡¡Este altar nos pertenece y aquí los sacrificaremos!! —agregó triunfal la sádica líder de las abisales hembras—. Déjame decirte que nuestro dolor de hoy no será nada comparado con lo que sufrirás tú en el Infierno.
Aunque antes te torturaré hasta tu último aliento y me aseguraré de que veas morir al ángel a quien viniste a rescatar, ella morirá con una agonía que tu alma no olvidará jamás...
Con su frente traspirando, Ryan miró a Helena; sus palabras estaban ahogadas, no sabía ni que decirle... ella lo miró en silencio, cerró sus ojos y una impotente lágrima de pena y dolor se deslizó por su mejilla.
—No dejaré que esa bruja sádica goce con el dolor de nadie más. Lo siento Ryan, esto será rápido y ciertamente preferible a lo que les harán esas malditas —le dijo Murphy por la radio preparándose para detonar los explosivos:
Su dedo se posó sobre el botón que salvaría a Ryan y Helena de una horrible muerte y al mismo tiempo acabaría con las arpías de la ciudad quienes, para ese momento, ya se encontraban todas reunidas, cual aquelarre infernal, en la cima de aquel rascacielos...
—¡Espera un momento! —le dijo Ryan—, dame solo diez segundos más, Murphy —le susurró—. ¡Si voy a morir aquí hoy, yo elegiré la manera! —agregó y en un solo movimiento tomó a Helena del suelo y la subió al frente de la moto sentándola delante de él y rodeándola con su brazo.
—¿Qué haces? —le preguntó ella, pero él no le contestó, solo estaba enfocado en una desesperada idea que se le había cruzado por la mente.
Llevó entonces el motor del vehículo hasta el máximo de su potencia mientras sostenía el freno, reteniéndola así en el lugar...
El ruido fue algo único así como la densa humareda que se generó, parecía que algo estallaría en cualquier instante y entonces soltó la palanca de freno; para aquella moto esta sería su carrera final...
En medio de una nube de humo, el ágil vehículo surgió parado en una rueda ante la impetuosa aceleración de su motor al tiempo que dejaba una negra raya de caucho impregnada en el suelo mientras arremetía contra las arpías que estaban por delante y que apenas atinaron a apartarse volando hacia los lados para evitar la fatal embestida.
Tal y como Murphy le había contado, el velocímetro de la moto subió a una velocidad vertiginosa: 100, 200... 300 kilómetros por hora en apenas pocos metros.
Ryan continuó acelerando a potencia plena sin titubear ni por un instante hasta que, una vez alcanzado el borde del helipuerto, simplemente saltó hacia el vacío con la moto y Helena...
Las arpías se miraron entre ellas y comenzaron a reírse con histéricas carcajadas asumiendo que Ryan había elegido ese modo de morir ante el terror que ellas le infundían... pero se equivocaban.
Murphy, por su lado, creyó entender la verdadera naturaleza de la suicida y desesperada maniobra... y aguardó cinco segundos más para asegurarse de que Ryan y Helena cayeran más de 100 metros, quedando así fuera del radio de la explosión:
—¡Esta va por ti, querido hermano! —dijo entre dientes con sus ojos imbuídos por lágrimas de emoción y entonces presionó el botón detonando los explosivos...
En una fracción de segundo la cima del Palacio del Cielo se convirtió en un infierno terrenal.
Consumida por una poderosa bola de energía y fuego que la destrozó en todas direcciones, la estructura se convirtió en añicos; los nidos de las arpías fueron arrasados y los cuerpos de sus constructoras despedazados en un instante.
Las más desafortunadas, que se encontraban un poco más lejos del epicentro, se incendiaron en el aire, precipitándose así al vacío envueltas en llamas y aullando de dolor.
Mientras tanto, Ryan y Helena se habían separado ya de la moto y caían de una manera libre a 160 kilómetros por hora, una tremenda velocidad que se incrementaría constantemente hasta el final...
En menos de 15 segundos llegarían al suelo y ambos morirían.
Ryan tomó la daga de Helena y con ella se apresuró a cortar la cuerda que sujetaba su cuerpo...
Al sentirse liberada ella sujetó a Ryan fuertemente con ambos brazos apretándolo contra su cuerpo y encaró la mortal caída poniéndose de cabeza hacia abajo, en picada...
Entonces desplegó sus portentosas alas que aún no podían volar, pero con las que al menos procuraría planear.
Comenzó así a intentar cambiar su trayectoria recta y vertical para convertirla en una curva y horizontal, no sería nada fácil y menos aún dentro del poco tiempo que le quedaba.
La velocidad alcanzada por sus cuerpos pocos segundos después ya había alcanzado los 356 kilómetros por hora y la fuerza del aire ya se volvía insoportable para el ángel...
Helena sentía que sus alas serían arrancadas en cualquier momento, sus heridas sin curar se resentían y ella soportaba ese tremendo dolor usando todas sus energías... no podía ya plegarlas, debía mantenerlas extendidas o no lo lograría y ella y Ryan morirían.
En sus alas sentía como ganaba sustentación, pero al mismo tiempo con sus ojos entrecerrados veía al suelo aproximarse inexorablemente.
Necesitaba cambiar el mortal vector que los dirigía a estrellarse...
La velocidad continuó aumentando a un ritmo estremecedor, sin embargo de a poco lo fue consiguiendo y la trayectoria de caída vertical se fue convirtiendo en oblicua hasta que, a menos de 10 metros del suelo y a una velocidad terminal de 500 kilómetros por hora, adquirió su tan anhelado planeo horizontal logrando así finalmente evitar el fatal impacto.
Como si fuera un misil crucero con sus alas desplegadas Helena continuó planeando sobre la misma avenida por la que Ryan había llegado al edificio, lo hizo casi al ras del suelo, a no más de un par de metros, hasta que su velocidad se redujo casi a cero...
Recién en ese momento pudo detenerse con suavidad, a varias cuadras de distancia del humeante rascacielos.
Depositó a Ryan boca arriba en el medio de la calle y arrodillándose con sus piernas a ambos costados del cuerpo de él se sentó sobre su cadera.
Exhausta se inclinó hacia adelante y apoyó sus manos en el suelo a los lados de la cabeza de Ryan, parecía casi como si fuera a recostarse sobre su cuerpo:
—¿Estás bien? —le preguntó agitada y transpirada.
—Ahora que estamos juntos... si que lo estoy; de hecho, no podría estar mejor —Fue la sincera respuesta que brotó del corazón de él.
En el rostro de Helena se dibujó un sonrisa que expresaba muchas emociones juntas, y por primera vez ella lo miró de una manera muy especial y única, dejando entrever una de las pocas emociones que una mujer jamás puede ocultar por más que lo intente con todas sus fuerzas.
De ese modo, sus ojos brillaron con un mágico resplandor, el que solo adquieren cuando una mujer mira a un hombre con admiración y respeto, y su cálido corazón por fin comienza a amarlo...
Entre el amor y el destino
Era tiempo de descansar. La vertiginosa misión, que terminó con el rescate de Helena de entre las garras de las arpías había sido extremadamente peligrosa y agotadora, pero exitosa; no obstante, Ryan quedó con serias heridas en su hombro, mismas que necesitaban de atención médica con relativa celeridad.
Sin embargo, gracias a su denodado esfuerzo esa noche la metrópoli ya no sería asolada por aquellas abisales hembras demoníacas que, aunque retornasen desde el mismísimo Infierno, habían perdido su base de operaciones... y era seguro que la Resistencia de Londres ya no les permitiría montar una nueva tan fácilmente.
Murphy le había indicado a Ryan como llegar hasta lo que sería el equivalente a una casa de seguridad, era un sitio ubicado al sudoeste de la ciudad, en el barrio de Leatherhead, casi en las afueras del casco urbano; un lugar que él personalmente se encargaría de mantener oculto y a salvo de Gisella.
Allí podría permanecer hasta recuperarse y además encontraría todo lo necesario para luego escapar de la ciudad junto con Helena.
Usando una de las tantas líneas de metro, y caminando solo un poco, llegaron en menos de una hora sin ser vistos por nadie: el refugio era una imponente mansión victoriana, realmente enorme, de tres plantas y con muchas habitaciones.
Helena, que era quien estaba mucho más fuerte, ayudo a Ryan a recostarse en la cómoda cama de uno de los dormitorios, acto seguido le desnudó su torso y brazos para poder curarlo.
—Que feos tajos te hizo esa condenada arpía... Tuviste suerte de que no te arrancara el brazo entero —le dijo Helena al verlo—. Debo detener la hemorragia pronto o te desangrarás.
Fue entonces hasta el baño, allí encontró algunas cosas que le servirían, tales como: vendas, gasas, vaselina y algo de alcohol...
—Con esto solo no alcanzará. Quiero que hagas presión con tu mano sobre las heridas, Ryan; mientras tanto, yo iré a buscar todo lo que necesito.
La demora fue breve de solo unos pocos minutos...
Cuando la emisaria de Dios regresó, procedió a limpiarle las heridas con agua tibia al tiempo que se preparaba para suturarlo con agujas comunes y unos hilos que encontró en una caja de costurera, los cuales procedió a esterilizar con el alcohol para luego sumergirlos en la vaselina, sería algo hecho a la usanza antigua:
—¿Donde aprendiste a hacer todo esto? —le preguntó Ryan tratando de distraerse mientras soportaba el dolor—. Nunca imaginé que a los ángeles les enseñaran primeros auxilios en el Cielo.
—Esta no es mi primera vez aquí abajo... en el mundo me refiero. Esto lo aprendí en el siglo XVII —le contestó ella mientras pasaba la aguja de coser que utilizaría sobre la flama de una vela para hacerle perder el temple y la curvaba con unas pinzas asemejándola a una de las que se emplean en cirugía.
Acto seguido, comenzó a suturarlo con mucha habilidad, estaba claro que Helena tenía la práctica propia de alguien versado en esas lides y esto le llamó poderosamente la atención a Ryan que insistió:
—¿Recibiste entrenamiento médico, acaso? —le preguntó tratando de imaginarla haciendo esas funciones con sus enormes alas y armadura de guerrera... y la respuesta que obtuvo solo le aportó aún más incógnitas:
—Actué como enfermera de campaña durante un tiempo —fue todo lo que ella le dijo.
Estaba claro que ella no quería hablar de su pasado...
—Terminé —dijo a continuación mientras daba la última puntada.
Acto seguido cortó el hilo, colocó las gasa y vendó todo con mucho cuidado...
Luego dejó las cosas a un lado y posó sus manos a pocos centímetros sobre el hombro de Ryan, era casi como si quisiera envolverlo con el calor de sus palmas:
—No puedo hacer milagros... pero sí puedo acelerar la curación de heridas como estas —dijo entonces Helena mientras miraba fijamente el sector que pretendía curar.
Una etérea luz se manifestó así debajo de las angelicales manos. La calidez que comenzó a emanar de ellas Ryan la percibió como una dulce caricia, acogedora, amorosa... un toque divino.
—¡Listo! Esa es toda la energía que puedo compartir contigo, necesito el resto para terminar de sanar mi ala.
—Helena, tengo una pregunta que quiero hacerte... Cuando nos conocimos ibas a matarme, ¿por qué me ayudas ahora a sanar, incluso a costa de tu poder divino?
—¿Sabes qué?, a veces preguntas demasiadas cosas —replicó ella incómoda—. Soy un ángel, ¿qué esperabas? —preguntó entonces de manera evasiva mientras se ponía de pie.
La doncella alada se fue a tomar una ducha...
De ese modo se retiró dejando a Ryan en cama y descansando, aunque, al mismo tiempo, atosigado en silencio por todas las dudas que Gisella le había planteado...
«¿Por que curarme si luego vas a matarme? ¿Por que me ayudas así ahora? ¿Es porque te salvé, acaso?», pensaba Ryan mientras meditaba en todo lo ocurrido; confundido, se durmió tratando de entender el cambio en la actitud del ángel.
Al día siguiente Ryan amaneció con la luz del sol, la cual le dio directamente en la cara justo en el momento en que Helena corría las cortinas de la habitación abriéndolas para despertarlo:
—Que hermoso sol. ¡Vamos! No puedes quedarte durmiendo todo el día, Ryan...
En cuanto él abrió sus ojos se encontró con la sorpresa de que esta vez había sido ella quien había preparado algo de comer.
—Encontré suficientes alimentos secos en las alacenas de la cocina como para hacer esto —le dijo la celestial fémina mientras le acercaba una bandeja en donde había una taza de café con leche caliente y un plato de cereales preparado con leche y miel.
Ryan no supo ni que decir, que un ángel hiciera un desayuno era algo en lo que jamás había pensado...
—¿Cómo está tu hombro? —le preguntó ella.
—Bien, eso creo. Me duele, pero al menos no lo siento peor que ayer. ¿Tu ala cómo sigue?
—Tuve que exigirla bastante durante la caída y se me resintió un poco... pero ya se está recuperando nuevamente.
—¿Cuanto tiempo nos quedaremos aquí? —le preguntó entonces Ryan.
—No mucho, estimo que con uno o dos días bastarán para que repongamos fuerzas y nos marcharemos; hay algo muy importante con lo que debo cumplir cuanto antes —le respondió ella sin aclarar más, Helena era todavía muy reservada y misteriosa.
En ese momento ella caminó por un instante hacia la ventana dándole a Ryan la espalda...
—Veo que conseguiste nuevo armamento —destacó él, entonces, al ver dos fundas cruzadas colgando tras el ángel y cada una con un arma dentro.
—¿Estas dos espadas? —preguntó ella desenvainando una con cada mano—. Las encontré abajo, estaban en el salón colgadas de la pared... a modo de decoración, creo. No son muy buenas que digamos, pero bastarán.
—¿Bastarán? ¿para qué?
—Para recuperar la espada celestial... que me fue robada.
—¿La de fuego?
—Sí, esa misma, la que ya conoces.
Tendré que encontrar a los que nos atacaron anteanoche y obligarlos a que me la devuelvan. Ellos la tomaron; cuando desperté con las arpías ya no la tenía y, por lo que me dio a entender la líder, ellas tampoco.
—Y... ¿planeas usar la violencia contra esas personas?
—Eso dependerá de ellos... aunque, después de lo que me hicieron, no espero que entiendan otro lenguaje.
Se hizo una tensa pausa, Ryan percibía en la voz del ángel una marcada hostilidad:
—Creo que tal vez yo pueda ayudarte, Helena —le dijo entonces él tratando de mediar—.
Quienes nos atacaron en el hotel son en realidad gente común, simples supervivientes. Los lidera una mujer llamada Gisella, fue ella quien te entregó a los demonios, y también intentó convencerme para que me les uniera...
—¿Y?
—Pude trabar una especie de amistad con un par de ellos y creo que podría pedirles que te devuelvan tu espada de manera pacífica.
No son malas personas —concluyó.
—Por mí, adelante... inténtalo, pero no creo que lo consigas; ya han elegido ser enemigos del Cielo, y estamos en medio de una guerra.
—Creí que tu objetivo era el de combatir solamente a los demonios en donde fuera que te los encontrases.
—Ahora estoy en medio de una misión especial... aunque eso no significa que no vaya a matar a los demonios que encuentre en mi camino.
—¿Y a los humanos? Gisella te llamó cazadora de la muerte.
Se hizo un incómodo silencio... y Ryan prosiguió:
—En el día de ayer me enteré de muchas cosas nuevas para mí y que quería aclarar contigo.
Gisella también me contó que soy uno de los que fueron raptados durante el arrebatamiento. ¿Es por eso que estoy aquí, de este modo... fuera de mi tiempo? —planteó.
—Sí, eres uno de los elegidos.
—¿Y si no quisiera?
—Deberías de estar inmensamente feliz de serlo, integrarás el Gran Coro de los Justos, Ryan. ¡Ese es un reconocimiento que viene directo de Dios! —le respondió Helena reprendiéndolo.
—¿Gran Coro de los Justos? —preguntó Ryan extrañado—, nunca había leído nada sobre algo así.
—¿No sabes nada, acaso, de la gran multitud?
—La Biblia dice que será un conjunto formado por millones de personas, incontables, y provenientes de todo el mundo...
Será lo que quede de toda la humanidad después de la batalla de Armagedón.
—Te daré algunas precisiones más: es un enorme grupo de almas selectas que se está formando en el Cielo con humanos que, junto con los coros celestiales, se unirán para cumplir con su destino cuando llegue el momento de derrotar al Infierno.
Sin ellos nos será imposible lograr ese milagro —expuso la divina guerrera y procedió a revelar como se originó:
—Luego de que de que la sexta trompeta sonara sucedió la gran tribulación, el período más angustioso que jamás haya vivido la humanidad.
Fue entonces cuando las personas de todo el mundo rogaron al Cielo por su ayuda. La misericordia de Dios se hizo entonces presente y sucedió el arrebatamiento, entre otras cosas...
—Según la Biblia, el arrebatamiento sería un evento rápido, algo fulminante... sucedería de improviso y en todo el mundo al mismo tiempo. Yo no recuerdo que pasara eso —infirió él dudando de lo que ella le contaba.
—¡Sin embargo así fue, Ryan!
No tienes memoria de ello simplemente porque no ocurrió en tu tiempo sino mucho más adelante; no obstante, su alcance abarcó hasta el principio del apocalipsis; haciéndose presente en muchos diferentes momentos de la historia.
Se extendió hasta el instante mismo en el que el primer sello fue roto, afectando así a miles de personas a lo largo de distintos años.
Desde el punto de vista de quienes viven ahora fue un evento instantáneo, el cual ya ocurrió... aunque nadie desapareció en esta época.
La percepción humana del tiempo es engañosa: pasado, presente y futuro no son algo lineal, forman una unidad.
—Recuerdo que una vez leí algo al respecto —mencionó entonces Ryan—. Era la «teoría del universo de bloque» y proponía que el tiempo era una dimensión donde el pasado, el presente y el futuro coexistían de una manera simultánea; sugería que el tiempo no avanzaba como el caudal de un río, sino más bien que todo el tiempo estaba siempre presente, como el agua dentro de un lago y era nuestra percepción la que se movía realmente.
—Es una buena analogía —dijo Helena—. A efectos prácticos, lo que termina sucediendo es que las consecuencias del rapto aún siguen y continuarán teniendo efecto por varios años más.
—¿A cuáles consecuencias te refieres?
—Intenta imaginar al arrebatamiento como un evento que sucede al mismo tiempo, pero afectando a personas en diferentes años.
En el momento en que son alcanzados, quienes se encuentran vivos simplemente desaparecen de donde están; los cuerpos de los muertos, cuyas almas ya se encuentran en el Cielo, resucitan y hacen lo propio.
Y así, todos son llevados al Gran Coro de los Justos.
Así se forma, al final, esa gran multitud profetizada en las Sagradas Escrituras...
Sin embargo, cuando el poder del arrebatamiento afecta a una persona cuya alma, en su tiempo específico, se encuentra en proceso de ascensión al Cielo, y sin haber llegado aún, su cuerpo, ya muerto, experimenta una resurrección en esta época, luego de que el rapto comenzara, y su alma regresa a él, apareciendo finalmente con vida en algún lugar del mundo diferente al que estaba antes...
Esto fue lo que te sucedió a ti y a cientos de miles más que seguirán apareciendo en el futuro...
Tú no eres el primero ni serás el último, eso te lo puedo asegurar, Ryan: el arrebatamiento, es solo parte de un plan mayor, algo que es mucho más amplio que el mero rapto de un grupo de personas del mundo —finalizó crípticamente.
Ryan se quedó pensando mientras la miraba confundido; trataba de entender algo de su situación, pero lo cierto era que no recordaba ni siquiera sus últimos momentos previos a haber sido arrebatado.
Ella percibió su confusión y decidió ayudarlo un poco, aunque también deseaba saber algo más acerca de él.
Apoyó la palma de su mano suavemente sobre el centro del pecho de Ryan y, sintiendo los latidos de su corazón, cerró sus ojos; aguardó entonces en silencio, esperando a que los corazones de ambos se sincronizaran... y recién entonces comenzó a hablar:
—Estabas en un aeropuerto, Ryan. ¡Cuán grande era la tristeza que embargaba tu alma! Te encontrabas tan solo, aislado del resto de las personas... atrapado en una vida que ya no tenía sentido para ti.
Querías viajar y recorrer todo el mundo antes de morir, pero no lo hacías por placer, estabas en medio de una importante búsqueda... una búsqueda de ti mismo, de una razón para continuar viviendo.
¿Por qué? —preguntó desconcertada.
—Desde niño ya me di cuenta que no encajaba con mis pares y tampoco me agradaba lo que el sistema me ofrecía como proyectos de vida... Nunca me gustaron las "correas", siempre fui rebelde.
La verdad es nunca me gustó mucho la sociedad y, para peor, a lo largo de mi vida vi como esta perdía toda su clase, su estilo, su nivel... se vulgarizaba. A medida fui creciendo se volvió mucho más ignorante, inmadura y tonta de lo que era; o tal vez fui yo quien me moví hacia adelante, evolucionando y apartándome.
Como sea, terminó siendo completamente desagradable para mi gusto. Al principio me molestó, luego me adapté y perdí todo interés en ella, opté por ignorarla, hacer de cuenta que no existía... y decidí viajar, conocer el mundo.
Ryan comenzó así a rememorar todo lo de aquellos últimos días percibiendo las mismas exactas sensaciones que Helena captaba mediante su poder divino, y sus ojos se humedecieron con lágrimas:
—Esos viajes que hacía no eran más que la última oportunidad que yo mismo me estaba dando para encontrarle un sentido a mi vida, a mi existencia —dijo él con su voz ahogada—. Si no lo lograba pensaba suicidarme cuando los terminase —aclaró interrumpiéndola por un instante.
—Lo sé, Ryan, tu decisión, aunque equivocada, era firme.
Ahora veo algo más, algo que surgió en el cielo despejado... Se trataba de un objeto con fuego —continuó entonces Helena—. Era un avión repleto de pasajeros que recién había despegado; estaba lleno de combustible aún y sufrió una avería que ocasionó incendio, volaba dejando un rastro de humo negro en el aire.
Perdía altura muy rápido y los pilotos queriendo aterrizar de emergencia... volvieron hacia la pista, pero ya no podían dirigir bien a su aeronave, las llamas habían dañado sus controles, así fue que se enfilaron rumbo a la terminal aérea... directamente hacia el edificio principal del aeropuerto.
¡Cuánto miedo te rodeó en ese momento!... aunque, tu corazón estaba tranquilo, en paz.
Las personas corrían aterradas, huyendo... y tú simplemente las veías, no te movías de tu lugar; ni siquiera caminaste, solo te quedaste mirando por el enorme ventanal a ese enorme avión viniendo hacia ti.
Sabías lo que sucedería, lo sabías muy bien y no hiciste nada para evitarlo, querías morir en compañía de muchos otros.
Así fue como partiste de este mundo junto con varios cientos de otras almas —finalizó Helena quitando suavemente la mano del pecho de Ryan y un instante después agregó:
—Fue precisamente entonces que el arrebatamiento te alcanzó, en ese tiempo y lugar exactos... De ese modo terminaste en esta época, siendo uno de los perdidos.
El poder angelical de Helena le permitía, con el simple hecho de hacer un contacto físico directo, el experimentar los instantes previos a cada una de las ocasiones en las que la muerte había rondado cerca de alguien, provocando al mismo tiempo que esa persona las recordara vívidamente también.
Ryan necesitó de un momento para reponerse de esas memorias tan trágicas... y luego le preguntó:
—Si soy uno de los elegidos para formar parte de ese coro ¿por qué intentaste matarme cuando me conociste, Helena?, es algo que aún no tiene sentido para mí. ¿Qué acaso tú y yo no estamos del mismo lado?
—Dios me ha enviado para eso —le dijo ella con aceptación—, es mi misión original: soy una reclamadora de almas, Ryan...
Al matarte solo te quería dar la oportunidad de cumplir con tu destino integrándote al Gran Coro, ayudando así al resto de la humanidad en esta lucha; y al mismo tiempo salvarte del tormento eterno.
—Pues, te lo agradezco mucho —dijo él con cierto tono de ironía—, pero no temo a ir al Infierno al morir... Creo que no he sido tan malo como para merecer tal castigo —enfatizó con certeza, sin embargo, Helena procedió a hacerle una advertencia y contarle algo que Ryan aún ignoraba:
—Nadie debería sentirse tan seguro de eso, Ryan... y tú menos. Hay una muy fina línea que separa el suicidio del sacrificio, es el sentido de la muerte lo que decide todo en esas circunstancias, dejarse morir, como tú lo hiciste, también puede ser visto como una forma de suicidarse, y eso es un pecado muy grave, tanto como el matar a un prójimo sin un muy buen motivo.
La vida es un don divino y Dios no te la ha concedido para que la termines por nada...
Además, la Ley del Mérito no es la única que determina el destino de las almas en estos tiempos... ahora rige también la Ley del Reclamo, según la cual, y debido al eterno equilibrio del universo, se le permite tanto al Cielo como al Infierno el poder reclamar las almas humanas.
—Nunca escuché sobre esa Ley del Reclamo.
—Es porque fue creada luego del arrebatamiento.
Su funcionamiento es muy simple y claro, como todas las leyes divinas: si una persona muere por la mano de un ángel su alma tendrá la oportunidad de entrar al Cielo; en cambio, si muere a manos de un demonio seguramente terminará siendo arrastrada hasta el Infierno.
El destino final en cada caso particular será sentenciado solo por la voluntad de su ejecutor, quien lo decidirá en ese momento...
Al escuchar eso, Ryan recordó lo que Gisella le había advertido acerca de que cuando Helena se recuperase reclamaría su alma... o sea, que lo mataría:
—Esto del reclamo es como si fuera una cacería de almas humanas entre el Cielo y el Infierno, entonces —dijo pensativo ante el destino que le aguardaba.
—Los ángeles sabemos quienes son los elegidos, tenemos la capacidad de reconocerlos de inmediato, solo nosotros tenemos el don de poder ver la marca de Dios en sus frentes y eso nos da una ventaja sobre los demonios, ellos matan a cualquiera, nosotros podemos ser más específicos al momento de reclamar almas...
—¿Tengo un sello en mi frente? —preguntó Ryan retóricamente—. Entonces, soy uno de los 144 000 que menciona la Biblia.
Uno de los protegidos de Dios, y ¿esta es la manera de protegerme? ¡¿matándome?!
—¡Renacerías en el Cielo, Ryan!... Por otro lado, ¿qué más te da, si hasta hace solo unos días querías morir?
—Eso fue porque no tenía un buen motivo para desear quedarme en este mundo... y eso ahora ha cambiado, y lo ha hecho de un modo que no creí posible —le replicó entonces él mirándola a los ojos de una manera muy especial, una manera en la que un hombre solo ve a una única mujer una vez en la vida.
Helena lo entendió perfectamente, ella era el claro motivo por el que Ryan ahora quería vivir.
Sintió así una responsabilidad enorme sobre sus hombros y no pudo sostenerle la mirada, tuvo que desviarla hacia un costado:
—¡Entiéndelo, por favor, Ryan... es la manera más segura de salvar tu alma inmortal!
El propósito fundamental de todo esto es el poder recuperar a las almas de los perdidos de una manera rápida... y enviarlas directamente al lugar al que pertenecen, el Gran Coro —finalizó Helena.
—Gisella me aseguró que ustedes mataban a quien fuera.
—Esa mujer no me agrada para anda, todo lo que ha hecho ha sido envenenarte el alma con sus verdades a medias.
Sin embargo, lo que te dijo es cierto... Es porque la Ley del Reclamo también se aplica al resto de las personas existentes sobre el mundo en la actualidad, y aunque el don de la vida sigue siendo algo que los ángeles respetamos y preservamos, en ciertas situaciones reclamamos las almas de los humanos no solo para salvarlas sino también para evitar que el mal se fortalezca con ellas reclamándolas para sí.
¿Sabes por qué se tortura a las almas en el Infierno, Ryan? —le preguntó ella retóricamente y se respondió:
—Porque el sufrimiento del hombre siempre ha sido el alimento de los demonios —sentenció.
Hasta ahora Ryan había mantenido la esperanza de que todo esto, que Helena le confirmaba fuera solo una mentira de Gisella motivada por el rencor que ella guardaba hacia los ángeles... sin embargo, y muy a su pesar, comprobaba que era la más pura verdad.
—Va a ser mejor que termines de comer y salgas de la cama, hay que aprovechar el día de algún modo.
Mi destino aún está lejos, y debo completar mi misión...
Iré a buscar algunas cosas para nuestro viaje —le dijo Helena al ver lo callado, y algo triste, que él estaba... Así, poniéndose de pie, lo dejó solo.
Ryan ahora sabía el por que la divina fémina había sido tan arisca con él al principio, al recién conocerse... ella solo pretendía mantener una fría distancia debido a la infausta tarea que la divinidad le había encomendado y que sabía tendría que cumplir.
Él podía permanecer junto a ella si así lo deseaba, pero dentro de muy poco tiempo la enviada del Cielo sanaría su ala, y con sus poderes angelicales completamente repuestos el momento de una definición llegaría... finalmente.
Ritual de sangre
Al día siguiente, un poco después del mediodía, Ryan y Helena se encontraban en la estación de metro correspondiente a la zona en la que estaban ocultándose en el sudoeste de la ciudad.
Ryan llevaba más una hora sosteniendo un gran pedazo de cartón escrito frente a una de las cámaras de seguridad interna del lugar en el cual le solicitaba a Murphy que trajera, y de manera urgente, la espada de Helena para evitar así un mal mayor...
—¿Hasta cuando se supone que esperaremos a que tu amigo se presente aquí? —preguntó Helena.
—No lo sé... Traté de contactar a alguien por el transceptor auricular que usé durante tu rescate, pero no me respondió nadie; me imagino que estarán en su base de operaciones y bajo tierra la recepción no es tan buena.
Usar este cartel frente a una de las videocámaras es todo lo que se me ocurre por el momento.
—Deberíamos ir hasta la estación donde te tuvieron secuestrado; Waterloo según recuerdo me dijiste... Una vez allí yo me encargaría de hacer las cosas a mi modo, de manera rápida y efectiva. De paso ajustaría cuentas con esa tal Gisella.
Siguiendo estas indicaciones creo que podíamos llegar sin ningún problema —enfatizó ella mientras miraba un plano del metro que estaba en la pared al tiempo que mostraba su veta iracunda.
—Eso no sería muy prudente, ellos también me advirtieron que no me adentrara en los túneles del metro sin saber por donde ir, tal parece que se encuentran llenos de trampas tipo cazabobos contra intrusos incautos —le señaló él temeroso de lo que el ángel podría llegar a hacer.
—Tal vez esa cámara de video ni siquiera esté funcionando; ¿ya has considerado eso, Ryan?
—Solo te pido un poco de paciencia, Helena.
—De acuerdo, pero recuerda que todo tiene un límite.
Al rato se escuchó un tren aproximándose y ambos se pusieron en alerta...
Cuando la formación llegó se detuvo y de uno de los vagones bajó Murphy, estaba solo.
El intranquilo joven se acercó a ellos mirando con temor a Helena, pero confiando en que Ryan no lo expondría a ningún riesgo.
—Es un gusto verte nuevamente, Murphy.
—Lo mismo digo, Ryan... Por cierto, te traje tu mochila —le dijo el joven pasándosela—. Sherman te puso dentro varios cargadores con municiones para tu arma.
—Dale las gracias de mi parte cuando vuelvas.
Ella es Helena...
—Nunca he estado tan cerca de un ángel —dijo Murphy anonadado ante la imponente presencia de ella.
—Ahora lo estás... así que dime, ¿qué pasó con mi espada? —le preguntó Helena secamente.
—Estuve averiguándolo, por eso me demoré... y tengo una mala noticia; tal parece que Gisella se la entregó como pago a una mujer a cambio de provisiones.
—¡¿Se atrevió a utilizar la espada sagrada para el vil comercio?! ¡¡Eso es una blasfemia!!
—¡No, no , no! No te enojes, por favor... no es tan malo como suena.
Fue por un motivo humanitario, necesitábamos medicinas y demás suministros médicos para el hospital de campaña que tenemos; algunos de los nuestros se encuentran enfermos y otros heridos... realmente nos hacían falta.
—Bueno, en fin, ya está hecho... ¿En dónde puedo encontrar a esa mujer?
—¡Esa es la buena noticia! Es muy fácil de hallar, está en el castillo de Windsor y, por lo que sé, allí son muy amistosos con los ángeles, con seguridad serás bienvenida.
La mujer que buscas es la señorita Davenport.
Así, y tomando un par de trenes subterráneos, Murphy los condujo hasta la estación más cercana a su destino, lugar al que arribaron una hora y media después y donde se despidieron.
Desde allí fue solo cuestión de caminar un corto tramo hasta llegar al emblemático castillo, residencia clásica de la familia Real inglesa.
Ese sector de la ciudad lucía tan solitario como todo, sin embargo el ambiente se percibía algo diferente.
—Qué raro se siente todo esto... no veo a nadie por ningún lado, pero... —comentó Ryan.
—Estamos siendo observados, y muy atentamente, por varios ojos, Ryan, puedo sentirlo con claridad.
—¿Debería preocuparme?
—No realmente, no percibo hostilidad... solo precaución; además, tu amigo nos dijo la verdad, en este lugar se han invocado a fuerzas angelicales, las cuales se han hecho presentes en varias ocasiones, siento el remanente de sus efluvios.
De todos modos, estate atento; hay armas de fuego por todos lados, algunas de ellas muy poderosas —concluyó Helena, Ryan tragó saliva y continuó caminando junto a ella bastante intranquilo.
Al acercarse a la entrada vieron que un par de personas los estaban esperando.
Se trataba de una mujer joven, luciendo un refinado vestido midi color blanco con encajes y transparencias... y un muy marcado aire nobiliario; y de un hombre mayor, de riguroso chaqué, parado por detrás y al costado de ella, el cual parecía ser su asistente personal o mayordomo.
—Buenas tardes. Soy la baronesa Tiffany Davenport, la Reina me ha comisionado para ser la encargada de este lugar y, como tal, les doy la bienvenida al castillo de Windsor.
Es un placer el contar con la presencia de un ángel del Señor por aquí.
—Le agradezco por su cordial recibimiento, señorita Davenport. Mi nombre es Helena, él es Ryan.
—Por favor, llámenme Tiffany... Pasen y acompáñenme, dentro estaremos mucho más cómodos.
De ese modo tan educado y gentil, la amable anfitriona los condujo hasta le segundo piso... a su estudio privado, específicamente.
Una vez dentro del castillo llamaba la atención la presencia de muchos guardias, todos fuertemente armados y preparados para entrar en combate, llevaban armaduras tácticas negras propias de las fuerzas especiales así como fusiles de asalto pesados con lanzagranadas.
—Vaya... esta custodia parece del MI6 —comentó Ryan.
—Lo es, el servicio secreto británico, o mejor dicho lo que queda de él, nos provee la seguridad —le aclaró Tiffany.
—Esperaba encontrar a mucho más auxiliar doméstico por aquí, no es propio de un castillo de esta categoría el tener tan pocos ayudantes trabajando en él —dijo Helena.
—Otrora fue así. Espero sepan disculpar la falta de asistentes, es algo muy difícil el poder hacerse de una servidumbre calificada hoy en día. Desde el momento en que fui puesta a cargo del castillo, cuando la familia Real fue llevada a un lugar más seguro, esta crisis del personal ha sido algo que me ha aquejado sobremanera.
Lamentablemente hemos tenido que adaptarnos a esto dadas las desafortunadas circunstancias que nos toca vivir desde hace años con toda esta invasión de los demonios —señaló la anfitriona.
El estudio de Tiffany era un recinto amplio y cómodo en donde destacaba una gran biblioteca llena de libros, estaba muy bien iluminado y contaba con un gran ventanal, mismo que daba a un jardín interior del castillo y cuya vista era esplendorosa.
A poco de entrar y se escucharon las campanadas de un reloj dando las cuatro en punto...
—Me gustaría invitarlos a tomar el té, ya es la hora —dijo Tiffany haciendo sonar una campanilla.
Ryan miró a Helena y esta asintió con su cabeza, él dejó entonces su mochila colgada en un perchero y los tres se sentaron.
Una sirvienta se presentó a los pocos segundos.
—Prepáranos un té a los tres, y utiliza el especial con hierbas del bosque que yo misma elaboro, lo encontrarás en mi alacena privada.
—Sí, señorita —dijo la mujer y se retiró.
—Confío en que les agrade; soy aficionada a la herboristería.
—Sí , ya lo había notado por los libros que hay en tu biblioteca... aunque, también veo muchos grimorios de ocultismo.
—Es porque soy practicante de magia; magia blanca, por supuesto. Es algo que me viene de familia... Soy una bruja blanca, por así decirlo.
La practica de magia es algo en lo que muchos aficionados, como yo, nos hemos visto obligados a ahondar; la presencia de las fuerzas celestiales ha mantenido a los demonios alejados del castillo.
—Ahora entiendo por que noté rastros de energía angelical en cuanto llegué. ¿Has hecho invocaciones en estos meses?
—Sí, de vez en cuando necesitamos de la protección de entidades divinas por aquí. En los bosques cercanos a nosotros se oculta el mal, un terrible mal que nos asola y no nos deja en paz.
En ese momento la sirvienta regresó:
—Aquí está listo el té que solicitó, señorita —dijo la mujer mientras dejaba la bandeja y lo servía... y al terminar, se retiró.
Helena desconfiaba algo, acercó la taza a su nariz y lo olió... Ryan, al notar su actitud, no se apresuró en beberlo.
—Espero que lo disfruten —dijo Tiffany tomándolo ella primero.
Un instante después, y más que nada por decoro, Helena y Ryan la secundaron...
—Creo que es momento de que pasemos al tema que nos convocó aquí. Hemos venido por un motivo muy importante, Tiffany.
—Me lo imaginaba, ¿es por la espada, verdad?
—Sí, así es, me fue robada y la vine a recuperar. Supongo que la tienes en tu poder, puedo sentirla por aquí cerca.
—No voy a negarlo, está conmigo, y se encuentra segura... y con todo gusto te la devolveré, solo que lo haré mañana y será a primera hora.
—Quiero mi arma y la quiero ya mismo, Tiffany —remarcó entonces Helena poniéndose seria.
—Comprende, por favor, que no puedo; la necesito para un ritual, lo adelantaré y haré esta misma noche —le aclaró la noble encargada.
—¡¿Un ritual de que?! —preguntó Helena enojada y poniéndose de pie... En ese momento sintió un fuerte mareo tan intenso que tuvo que sentarse nuevamente.
—El té, ¿que le pusiste al té?
—Esta infusión es una receta propia, está realizada usando fuertes hierbas sedantes hábilmente camufladas con otras aromáticas que impiden su detección.
Modestia aparte, el preparar brebajes, pócimas y elixires siempre ha sido mi fuerte.
—Pero tú también lo bebiste —le dijo Ryan confundido y ya a punto de desmayarse.
—Años de práctica han hecho que mi cuerpo resista mejor ciertos efectos de las plantas... Además —dijo abriendo una pequeña tapa que simulaba ser la joya de su anillo y ocultaba un compartimento secreto del mismo—, esta píldora es un rápido y potente antídoto —agregó ingiriendo un pequeño comprimido blanco que tenía allí dentro—.
Me disculpo por este ardid, pero así es mejor para todos —finalizó la baronesa, y Helena y Ryan ya no supieron más...
Para cuando llegó la noche Tiffany había preparado ya todo. En el jardín interno del castillo había dibujado un círculo mágico. La única iluminación provenía de varias antorchas, velas y sobre todo de una enorme luna llena que reinaba en medio del firmamento.
Tiffany vestía una larga túnica con capucha, muy propia de los practicantes de magia, era de un color rojo escarlata y contrastaba con su vestido blanco, el cual llevaba puesto por debajo.
En ese momento recitaba unas palabras en un antiguo dialecto celta y tenía la espada celestial en sus manos.
Caminó hasta el centro del círculo y allí mismo clavó la poderosa arma de punta directamente en la tierra, luego retrocedió varios pasos hasta salir...
De inmediato una energía etérea comenzó a acumularse.
Luego, a los pocos segundos, el viento se levantó con fuerza y en el cielo se comenzaron a formar densas nubes, las cuales empezaron a arremolinarse en un vórtice siendo la espada divina su epicentro...
De ese modo, la energía natural se fue acumulando allí hasta que, una vez alcanzado un clímax, ocurrió una potente descarga de energía en la forma de un rayo, mismo que impactó en la espada y duró varios segundos.
Mientras esto ocurría, el prodigioso evento era contemplado con mucha atención desde la foresta cercana por una figura encapuchada que se desdibujaba en la bruma nocturna:
«¿Que has hecho esta vez, Tiffany?», se preguntó...
Por su lado, y con el fuerte estruendo del trueno que resonó con la fuerza de una prolongada explosión, Helena y Ryan despertaron.
—Ryan, ¿estás bien? —le preguntó ella incorporándose.
—Sí, eso creo, aunque todavía mi cabeza me da vueltas... ¿En dónde estamos?
—Parece que es una de las habitaciones del castillo. La puerta está cerrada —dijo Helena mientras forcejeaba con el picaporte.
—¡Déjame a mí! —le conminó Ryan e impudentemente se arrojó contra la puerta buscando impactarla con su hombro para abrirla...
Con el brutal golpe no consiguió absolutamente nada, salvo caer al suelo adolorido, la puerta no solo estaba cerrada, se encontraba trabada desde el otro lado por algo más.
—Si al menos tuviera mi arma, la deje en la mochila, en el estudio de Tiffany —se lamentó él.
—No te serviría de mucho, seguramente hay algo bloqueando la puerta por fuera —supuso Helena mientras se aproximaba a la ventana del cuarto—. «Estamos en un segundo piso, no creo que pueda volar, pero si me caigo espero poder planear», pensó al tiempo que la abría.
—¿Que piensas hacer?
—Intentaré caminar por la cornisa hasta otra habitación, con un poco de suerte alguna de ellas tendrá su ventana abierta y seguramente su puerta también...
Entraré y vendré a abrirte la puerta por el otro lado.
Mientras Helena procedía con su plan, la misteriosa figura encapuchada hacía su entrada al castillo escoltada por dos enormes lobos sobrenaturales que parecían salidos del mismísimo Infierno: eran del tamaño de toros, sus colmillos asomaban por sus babeantes fauces luciendo aterradores y eran tan enormes como afiladas sus garras... sin embargo lo más espantoso en ellos eran sus ojos, los cuales brillaban con un rojo resplandor.
La aterradora comitiva fue directamente al jardín en donde el rayo había caído.
—Te estaba esperando, hermana —le dijo Tiffany al verla.
—Me lo imaginé, hoy tus hombres no me atacaron.
—No tenía caso arriesgarlos a que los mataras como haces siempre.
En ese momento la encapuchada se quitó su negra y raída capa dejándola caer a sus pies...
Se trataba, en esencia, de una bella mujer... solo que, a diferencia de una fémina normal, su cuerpo se encontraba parcialmente bestializado: en algunas partes, como ser sus antebrazos, ostentaba plumas negras como las de los cuervos; su cabeza estaba coronada por un par de cuernos enrulados parecidos a los de un carnero; sus uñas eran curvas, afiladas y duras como las garras de un águila; en su boca se apreciaban colmillos similares a los de los félidos... y sus ojos eran amarillos moteados con verde, con viperinas pupilas.
—El mal ya se ha unido a tu magia de la naturaleza y te está volviendo una auténtica quimera; cada vez que te veo queda menos de humana en ti, Vanessa —le dijo Tiffany.
—No te preocupes, querida hermana... esta noche será la última vez que me verás, te lo prometo, ¡he venido a matarte!
El tomar tu vida es la prueba que me han exigido para aceptarme en la Cofradía de la Oscuridad.
—¿En serio?...
Al pronunciar Tiffany esas palabras se escuchó como el portón que daba acceso al jardín era cerrado y trabado desde adentro del castillo por los hombres de ella, quienes, siguiendo sus instrucciones al pie de la letra, dejaron de ese modo atrapadas a las hermanas para que así saldaran sus diferencias.
—¡¿Me tendiste una trampa?!
—Por supuesto que lo hice, hoy pondré fin a tu mal, no dejaré que te unas a ese herético grupo jamás —le contestó la baronesa al tiempo que levantaba sus brazos abriéndolos hacia el cielo.
¡¡Levantate, vasallo mío, tu ama te lo ordena!! —exclamó.
Por detrás de ella el suelo, que hasta ahora parecía un terreno llano, comenzó a moverse tomando una gigantesca forma homínida.
Emergió así un ser hecho de tierra endurecida como roca, el cual era tan alto y grande como un frondoso árbol de buen tamaño, mismo que dejó un enorme hueco tras de sí.
La criatura lucía en general fuerte y pesada: sus piernas eran desproporcionadamente cortas con respecto a su torso, sus brazos extremadamente gruesos y casi tan largos como su cuerpo, y sus puños enormes y pesados, como mazas de demolición...
Su encorvada postura hacía que apoyara sus nudillos en el suelo como si fuera una especie de gorila.
En su pequeña cabeza, prácticamente unida a su tronco sin un cuello de por medio, sus sobrenaturales ojos brillaban con un fulgor verde.
Los contendientes de la que sería una mágica batalla se encontraban ahora en la arena de combate...
Con solo ver a la gigante criatura, los lobos de Vanesa la atacaron con furia absoluta, mordiéndola; uno de ellos fue directo a una de sus piernas mientras que el otro, a la cabeza.
El enorme ser tomó al lobo que mordía su rostro primero y lo aplastó entre sus manos, los huesos del animal crujieron al romperse en pedazos con múltiples fracturas, la desdichada bestia gritó de dolor mientras moría en segundos, entonces el gigante arrojó su ya inerte cuerpo lejos.
De inmediato, y mediante un furioso puñetazo, aplastó al segundo lobo contra el suelo matándolo al instante.
Entonces, apuntó hacia Vanesa...
La bruja lo esperó de pié y en cuanto el ser la atacó ella simplemente se desvaneció volviéndose un etéreo humo negro, mismo que rodeó a su enemigo materializándose nuevamente en su forma corpórea por detrás de él.
Dando un fuerte alarido de furia apuntó sus manos hacia el frente y proyectó una enorme columna de fuego con la que pretendió lastimar a su oponente... pero la tierra es inmune al fuego.
Sin dilación la criatura volteó hacia ella y la bruja negra volvió a repetir el mismo patrón de ataque, reapareciendo por detrás del él y atacándolo con furiosas llamas una y otra vez.
«Lo calculaste bien hermana, tal parece que nada puedo contra este gólem de tierra...
¿En dónde ocultaste su anclaje, Tiffany?», pensaba Vanessa mientras luchaba sin descanso.
A todo esto, Helena ya había logrado entrar al castillo por una ventana que encontró abierta y había desbloqueado la puerta liberando así a Ryan; ambos se encontraban en el estudio de Tiffany observando la tremenda batalla que se libraba en el jardín trasero del castillo.
—Pero ¿que rayos es esa cosa enorme? —preguntó Ryan mientras tomaba su pistola.
—Aún bendecida tu arma será inútil contra eso... No es un demonio, es un gólem, uno de tierra... Seguramente fue formado con el material que falta en esa gran depresión del jardín.
Son criaturas de poco raciocinio, creadas mediante un tipo de magia alquímica muy poderosa que utiliza los elementos de la naturaleza: fuego, aire, tierra y agua.
—Sé muy poco de ellos, pero creo que aparecen mencionados en el antiguo testamento, si no me equivoco —dijo Ryan y Helena le aclaró:
—Básicamente un gólem no piensa solo obedece y la única manera de acabar con uno de ellos es destruyendo su sello de anclaje, un símbolo mágico que se encuentra grabado en alguna parte de su cuerpo y que es la que lo une a su alma, por así decirlo.
Por lo general ese sello se encuentra muy bien oculto y protegido...
Ahora entiendo para que necesitaba Tiffany la espada sagrada, sin un objeto así de poderoso jamás hubiera logrado crear a ese monstruo.
—¿Y contra qué está luchando?
—Es una maga negra, una bruja que recurre a las fuerzas infernales, tal vez ese sea el mal al que se refirió Tiffany...
—¡Mira Helena, allí, en el terreno, eso que brilla, creo que es tu espada! —exclamó Ryan al verla.
Mientras tanto la encarnizada contienda continuaba sin respiro y Vanessa se cansaba cada vez más y más, llegando así al límite de sus fuerzas... hasta que en un momento su magia ya no le alcanzó para desmaterializarse y el gólem aprovechó para atraparla con su brutal mano abierta contra el suelo, como si fuera un insecto.
Todo su cuerpo quedó bajo la mano del coloso, solo su cabeza, cuello y una pequeña parte de su torso quedaron a la vista...
La mole de tierra comenzó entonces a aplastarla lentamente, Vanessa gritaba de dolor y desesperación a medida que sentía como su cuerpo era destrozado por toneladas de presión que no podía resistir.
«Lo siento tanto, hermana... jamás pensé que terminaríamos así peleando a muerte entre nosotras. Lo lamento Vanessa, perdóname y adiós, te amo», pensaba Tiffany mientras observaba morir a su querida hermana mayor y una muy sentida lágrima de pena rodaba por su rostro.
Así la nigromante hechicera quedó agonizando sin remedio, herida ya de muerte, destrozada bajo la mano de su enemigo.
Sin embargo, en ese instante final y con lo último que le quedaba de vida ella escupió su sangre en el brazo de la criatura y pronunció unas postreras palabras en un idioma propio de los demonios...
—¡Maldita sea! Acaba de maldecirlo —dijo Helena preocupada.
—¿Y con eso qué? —le preguntó Ryan sin entender nada.
—La maldición de una bruja negra contra su asesino es una de las más poderosas que existe; para concretarla ella debe estar muriendo y tiene que sellarla, si o si, con su sangre; es por eso que a las brujas se las ejecutaba ahorcándolas, quemándolas o ahogándolas.
En ese momento la sangre de Vanessa fue absorbida por la mano de tierra del gólem y los ojos de la criatura cambiaron su color por un brillante rojo... un rojo infernal.
—Le ordenó que lo destruya todo, absolutamente todo... —expresó Helena alarmada—. ¡Hay que detenerlo como sea! Ese gólem no parará ante nada ni nadie hasta ser aniquilado.
Al ver lo que su hermana había hecho, Tiffany trató de retomar el control del mágico ser:
—¡Te ordeno que duermas nuevamente! ¡¿Me oyes?! ¡¡Tu ama es quien te lo dice!! ¡¡¡Obedéceme, vuelve a la tierra!!!
A todo eso Helena ya había abierto el enorme ventanal del estudio y posada en cuclillas sobre el borde estimaba la situación buscando el momento oportuno para entrar en acción... y en un instante saltó, y planeando a gran velocidad pasó por detrás del monstruo sin ser vista y alcanzó a tomar su espada del suelo limpiamente.
El gólem, por su lado, arrasaba con todo...
Con sus manos golpeaba cualquier cosa que le llamara la atención. Así, en uno de sus arrebatos y con un violento golpe, hizo volar por los aires la mesa en donde se encontraban los frascos con las sustancias que se habían utilizado en el ritual de su creación.
Los objetos fueron a dar con fuerza contra Tiffany dejándola desmayada en el suelo.
Helena aprovechó ese momento para saltar sobre la criatura y parada sobre sus hombros le clavó su espada en llamas en la nuca tanto como pudo...
La filosa arma atravesó el casi inexistente cuello del ser emergiendo con su punta por el frente, bajo su mentón, sin embargo la coloso ni lo notó.
Al ver eso, el ángel retiró su espada y con un rápido movimiento volvió a atacar a su objetivo, esta vez por el frente, en el medio de su pecho... y el resultado fue el mismo, era simplemente como golpear la tierra.
El gólem era inmune inclusive a los ataques del arma con la que fue creado.
Quedando así expuesta al frente del gigante, este aprovechó para hacer su ataque y con un furibundo golpe la hizo volar de un manotazo.
Dolorida y mareada, Helena quedó tirada en el suelo...
Sin darle tregua alguna el brutal ser se paró delante de ella y juntando sus puños los levantó en alto dispuesto a aplastarla.
En ese instante se escuchó una serie de detonaciones, era Ryan que había tomado uno de los poderosos rifles de los guardias y con él estaba acribillando al gólem al tiempo que caminaba hacia él...
«Maldito monstruo, ¿qué, ni siquiera te hacen nada estas balas?», pensaba mientras se agotaba el cargador del arma.
Así, al llegar a menos de cinco metros de su brutal enemigo se detuvo cuando el arma quedó finalmente vacía.
El gigante ni siquiera cambió su amenazante postura, luego de apenas mirar a Ryan de reojo, volteó nuevamente hacia Helena, iba a liquidarla primero...
La doncella divina no sabía que más hacer, su enemigo parecía invulnerable y ella estaba completamente indefensa, condenada... Inesperadamente en ese instante el brazo derecho del gólem explotó.
Ryan había usado el lanzagranadas del arma y con él había atacado al monstruo volándole en pedazos el hombro y, con ello, le amputó el brazo, el cual cayó al suelo, volviéndose solo tierra suelta sin ninguna cohesión.
Sin embargo, su acción fue imprudente, disparó sin saber que tan grande sería el radio de la detonación y con lo cerca que estaba de su objetivo, Ryan fue alcanzado por la fuerte onda expansiva, quedó yaciendo boca abajo a pocos metros por detrás de donde estaba parado.
El gólem apoyó su mano restante en el suelo y con ella empezó a absorber tierra para repararse... así, del muñón comenzó a crecerle un nuevo brazo.
Ryan se giró volteando hacia aquella mole que parecía invencible, su visión estaba borrosa y sus oídos no paraban de silbar.
Atónito ante la capacidad de recuperación de la criatura solo atinó a quedarse mirando la escena, impotente... no obstante, al enfocar su atención la extremidad que comenzaba a resurgir pudo ver el único punto débil del gigante.
—¡¡Ryan, Ryan... Ryan!! —gritaba Helena de lejos mientras hacía el esfuerzo de acercársele para socorrerlo como pudiese, ella también estaba muy conmocionada y apenas lograba moverse con dificultad.
—¡Helena, lo veo, el punto de anclaje está en su axila derecha, justo debajo del brazo que le volé!
Al escuchar eso, la reacción de la guerrera divina no se hizo esperar y, sin darle tiempo a que continuara con su reconstrucción, giró hacia el antinatural ser y armándose con todo el remanente de sus angelicales fuerzas arremetió contra él clavándole su espada en el sello mágico, destruyéndolo así definitivamente.
De inmediato el poderoso gólem se volvió solo una masa de tierra informe, la cual se desplomó en un parpadeo pesadamente al suelo quedando desparramada en el jardín.
Fue así que la titánica batalla terminó...
Rápidamente se hizo presente en la escena el personal de asistencia médica, que procedió a atender a los tres heridos.
Al día siguiente cuando Ryan despertó se encontró con que estaba en una habitación del castillo con Helena de pie a un par de metros de su cama cepillándose su cabello frente al espejo de una cómoda:
—Estaba a punto de despertarte en cuanto terminase —le dijo ella sin voltear a verlo.
—¿Como estás? —le preguntó Ryan aún medio dormido...
—Bien, ¿y tú?
—Creo que bien... ¿y Tiffany?
—Un poco lastimada pero se repondrá en unos días, al menos eso me dijeron —respondió ella fríamente.
—Aún estás molesta con ella.
—¡Lo que hizo fue imperdonable, Ryan! No tienes idea cuanto.
—Perdió a su hermana anoche...
—Eso no la excusa...
Preferiría que nos vayamos de aquí, todavía tengo una misión que cumplir.
—De acuerdo, ¿podemos desayunar algo aunque sea? —preguntó entonces él mirando una bandeja con unos refrigerios que había allí cerca...
Así, luego de comer algo se prepararon para abandonar el lugar.
Sin embargo, al salir del castillo escucharon que eran convocados:
—¡Alto, por favor, no se vayan aún! La baronesa quiere hablar con ustedes —les pidió de lejos una de las sirvientas que corría hacia ellos.
—No estoy interesada en hablar con ella —le dijo Helena a la mujer.
—Pero yo sí —la contrarió Ryan en un intento de mediar ante la inflexible actitud del ángel.
De ese modo fueron finalmente hasta la alcoba de Tiffany...
La encontraron en su cama con una enfermera vendándole una herida en su antebrazo...
—Gracias por venir —dijo la noble al verlos.
—¿Como te sientes, Tiffany? —le preguntó Ryan, Helena solo permaneció seria y muda.
—Físicamente sanaré... sin embargo, por dentro, creo que mi alma no lo hará; la imagen de Vanessa, de los años en que era mi amorosa hermana mayor, parece venir ahora a torturarme.
Sé que la extrañaré... pero, no podía dejar que se uniese a los oscuros, anoche vino a matarme para eso.
—¿Los oscuros? —preguntó Ryan.
—El mundo de la magia siempre se dividió en dos grandes bandos antagónicos, que en el mundo de hoy se han agrupado finalmente para librar una guerra privada, son: la Cofradía de la Luz y la Cofradía de la Oscuridad.
Hasta ahora he preferido mantenerme al margen de ellas, pero mi hermana quería unirse a la segunda...
Todo comenzó cuando eramos niñas.
Nuestra abuela nos enseñó que la magia era una conexión con el alma, la Tierra y el universo.
Siempre pretendí ser una sanadora y no más, quise usar esa magia para mejorar y obtener aquello que necesitara para curar a otros, así fue que me incliné por la preparación de pócimas y elíxires.
Vanesa, en cambio, optó por la brujería, en la cual se usa la magia también, con la única diferencia de que en ella se pacta con seres sobrenaturales; mi hermana siempre se sintió atraída por la invocación de espíritus...
Ella vino a vivir aquí conmigo cuando fui puesta a cargo del castillo, nunca tuvimos desavenencias, sin embargo, desde que los demonios comenzaron a aparecer Vanesa se inclinó hacia la oscuridad.
Cuando lo noté intenté que abandonara sus prácticas y como no pude lograrlo la expulsé del castillo.
Desde entonces ella estuvo atacándome, matando al personal y buscando su venganza...
Se hizo entonces un silencio y Tiffany agregó:
—Helena, en ningún momento quise hacerte daño a ti ni a Ryan. No te pediré que me perdones, no me siento ni siquiera con el derecho a hacerlo... solo espero que me comprendas, y tengas algún día una pizca de piedad para conmigo.
Impertérrita, la emisaria de Dios ni le contestó:
—Vámonos ya Ryan, no tenemos nada más que hacer aquí —dijo entonces y dando media vuelta se retiró de la habitación.
—Hablaré con ella, sé que te entenderá —le dijo Ryan a Tiffany y se fue tras Helena.
No había realmente nada que argumentar, Helena estaba en su pleno derecho de ser inflexible con la noble encargada.
Sin embargo, antes de abandonar el castillo el ángel bendijo todas las armas que pudo con su energía actual para que así los guardias estuvieran mejor protegidos ante los demonios... Además, le dio al mayordomo algo muy personal y que era propiedad de ella:
—Si algún día la baronesa decide unirse a la Cofradía de la Luz quiero que le entregues este anillo; la recomendación de un ángel le abrirá las puertas de inmediato —concluyó.
De ese modo, Helena y Ryan regresaron a la mansión victoriana de Leatherhead en donde se aprestarían para continuar con la misión de ella.
Lo que les aguardaba sería un viaje con aventuras y peligros que aún no imaginaban, pero que, de sobrevivir, afianzarían su relación, y eso le plantearía al ángel una terrible disyuntiva que en algún momento tendría que resolver...
El castillo negro
Dos días después fue tiempo de salir de la opulenta mansión londinense y abandonarla definitivamente para continuar. Las heridas de Ryan habían dejado de sangrar por completo ya, la suturas de Helena resultaron ser muy buenas y, aunadas a su energía divina, milagrosamente efectivas, por su lado, el ala lastimada de ella estaba casi completamente recuperada.
No habían vuelto a hablar sobre el tema del reclamo de almas, no obstante, Ryan no podía dejar de pensar en eso; no quiso decirle a Helena nada acerca de sus dudas y mucho menos lo que sentía por ella, necesitaba de todo el tiempo que le quedaba y esperaba arribar a una decisión interna al respecto antes de que este se le agotase...
Lo único que estaba claro en su corazón era que, por el momento, continuaría junto al ángel.
Partieron por la mañana luego de desayunar...
—¿Hacia dónde vamos? —le preguntó Ryan.
—Primero, avanzaremos con rumbo al sur para alejarnos lo más posible de la metrópoli... luego viraremos hacia el este —le contestó Helena mirándolo de reojo mientras él consultaba una brújula para orientarse.
—¿Necesitas de esa cosa para saberlo? —le preguntó ella burlona y despectivamente—. Mejor mira el sol...
Estaba claro que Helena conocía muy bien la naturaleza y no era muy amiga de la tecnología.
El cerrado paisaje urbano ya había cambiado por uno mucho más abierto, campestre y natural, y aunque aún se veían esporádicas casas el bosque comenzaba a dominar toda la escena.
Siendo el mediodía se encontraban en el área de Surrey Hills y el Sol brillaba con fuerza en el cielo.
—¿Tienes hambre, Helena? ya es mediodía...
—Algo, ¿por que lo preguntas?
—Porque tengo una idea, vamos a hacer un picnic exactamente en este sitio, el lugar es perfecto.
—¿Una comida al aire libre? Hace tanto que no hago una, me encanta tu idea —dijo ella sonriendo ilusionada.
Así, se detuvieron a almorzar debajo de una arboleda y en lo alto de una colina, desde allí se podía ver gran parte de la bella campiña inglesa.
Un picnic junto a un ángel en un hermoso paisaje natural y en un día soleado, ¿qué mejor cita podía pretender Ryan?
Sin embargo, mientras él desplegaba un improvisado mantel en el suelo ella advirtió algo:
—Pero... ¿y la comida?
—Justo aquí tengo todo, en mi mochila —le contestó él y sacó unos paquetes grises plateados mientras se sentaban—.
¿Pollo con salsa, o... pescado y mariscos? ¿Cuál prefieres? —le preguntó mientras les agregaba agua y agitaba los paquetes.
La cara alegre de Helena cambió por una de desagrado...
—¿Qué es eso? —preguntó desconfiada.
—Son MRE, raciones militares listas para comer. Son comidas para que los soldados se alimenten en el frente de batalla; estaban entre los pertrechos que encontré junto a mi arma, las vengo cargando encima desde Cambridge.
Vamos, no pongas esa cara, te van a gustar.
—No me agrada la comida fría...
—Mira, con agua y agitando se calientan, luego se abren los paquetes y se comen... ¡En quince minutos la comida estará lista!
—Está bien... pero, si te indigestas no te curaré con mi energía —le dijo ella bromeando.
—Ya me aseguré de que fueran frescas —le aclaró él entendiendo su chiste—. Toma, tus cubiertos...
Así, Ryan le enseñó finalmente a Helena a comer esas modernas raciones militares...
—No están nada mal —dijo ella al probar la comida—. Esto mejoró mucho con respecto a la carne salada y seca que recuerdo.
«Pero... eso fue hace siglos, antes incluso que se inventara la comida enlatada. Que extraño que no tengas una referencia un poco más actual», pensó Ryan al escuchar el anacrónico comentario del ángel.
La candidez de Helena, que aparecía en fugaces momentos, era algo intrigante y al mismo tiempo uno de sus tantos encantos naturales.
Así, Ryan se quedó por un instante simplemente observándola comer, estaba embelesado con ella; a pesar del idílico ambiente que los rodeaba, Helena era lo más bello que él podía ver allí.
El improvisado almuerzo terminó siendo una grata experiencia para ambos y les dio la oportunidad de disfrutar y relajarse un poco...
—Estos pertrechos no van a durarnos mucho, creo que eran para un solo soldado —comentó Ryan al ir finalizando.
—No hay por que preocuparse, ¡mira!, un pueblo —dijo Helena señalando hacia un enorme y oscuro castillo junto con varias casas que se encontraban colina abajo, hacia el sudeste—; podemos llegar en solo una hora, allí seguramente conseguiremos más provisiones.
—Por cierto, Helena, dime ¿en que consiste esa misión tuya que mencionas a cada rato? ¿Hacia donde nos dirigimos en concreto? —le preguntó en ese momento Ryan.
—Hay algo muy importante que tengo que entregar en Dover.
—¡¿Dover?! Una vez estuve allí como turista. Recuerdo que su puerto se encuentra frente al canal de la Mancha... ¡Pero está como a 120 kilómetros de Londres! —exclamó preocupado él por la larga caminata que les esperaba.
—Sí, y es hacia el este de donde nos encontramos ahora, como te dije —le contestó ella sin darle importancia al tiempo que miraba hacia el horizonte—.
Estimo que a pie llegaremos en tres días —agregó con naturalidad.
Quedaba claro que el esfuerzo físico no era algo que a ella le preocupase mucho...
—Cuéntame algo, ¿hay alguien a quien extrañes, Ryan? ¿Amigos, una novia, quizá? —le preguntó Helena mirándolo de reojo y con un dejo de indiscreción.
—La verdad es que nunca tuve muchos amigos y no tenía novia al momento de morir —le contestó Ryan:
«¿Es la primera cosa personal que me pregunta? ¿Por qué lo habrá hecho? ¿Se estará, acaso, interesando en mí?», pensó preguntándoselo en silencio...
—¿Por qué has vivido de una manera tan solitaria?
—Creo que es por mi personalidad.
Siempre pensé que las personas terminan definiendo su camino en la vida de dos maneras distintas: la primera, es copiando a otros, puede ser al formar parte de un grupo o al seguir a un líder; la segunda, es escuchándose a sí mismas para así buscar sus propias preferencias...
La mayoría de la gente opta por una combinación de ambas, inclinándose por la primera; yo, en cambio, he optado exclusivamente por la última... Es una cuestión de estilo, supongo.
Al escucharlo Helena lo miró directamente a los ojos y le dijo:
—Eso explica muy bien lo de la falta de amistades, pero no se aplica en lo referente a la relación con una mujer, ese es un acercamiento muy diferente, mucho más intimo.
Eres un hombre inteligente, valiente, bien parecido... ¿Cuál es tu excusa para no tener novia?
Ryan se sintió nervioso con esa pregunta, Helena estaba indagando muy dentro de sus secretos... algo propio de una mujer pero que él jamás imagino que haría un ángel.
—Decirle a una mujer que la amo es algo que siempre me ha costado mucho, soy muy reservado con mis sentimientos.
Helena sonrió al escucharlo y, al tiempo que desviaba su mirada nuevamente hacia el horizonte, guardó silencio.
Evidentemente, algo en las palabras de Ryan le había agradado.
Él, por su parte, solo se quedó mirándola...
De ese modo, mientras que una suave brisa campestre acariciaba el sedoso cabello del ángel ondulándolo en el aire con sus invisibles manos, Ryan no podía evitar enamorarse cada vez más de ella; a esta altura ya amaba su sonrisa, su voz, su mirada... Helena tenía todo lo que siempre había buscado en una mujer, era simplemente perfecta.
No obstante, esa irrefrenable atracción que crecía en él con cada instante que pasaban juntos era ya tan intensa como peligrosa y en algún momento, cada vez más cercano, cuando ella estuviese con su ala completamente repuesta, podía llegar a costarle la propia vida.
Cuando finalizaron su almuerzo se dirigieron hacia el poblado que habían visto previamente...
Al llegar se encontraron con un pintoresco pueblo, pequeño, rural, típico de la campiña inglesa.
Mientras lo recorrían notaron que algunos pobladores se metían en sus casas escondiéndose ante la presencia de Helena, parecía como si le temieran...
Sin embargo, al ver que el ángel caminaba en compañía de un hombre una pequeña comitiva de personas se les acercó:
—Te damos la bienvenida, enviada del Señor —le dijo el líder del grupo hincándose ante Helena, de inmediato los demás hicieron lo propio.
El hombre vestía como un capellán, era un miembro clerical de alguna rama de la fe cristiana...
—Ponte de pie —le dijo ella, que parecía acostumbrada a este tipo de adoración y respeto.
—¿A qué debemos tu visita, ángel de Dios?
—Estoy solo de paso, necesitamos provisiones para un viaje de tres días —señaló ella entregándoles la mochila vacía de Ryan.
—Tenemos más que suficientes, esta es una comunidad agrícola y ganadera, producimos mucho alimento —le contestó el amable hombre, quien tomando la mochila se la entregó a los demás para que fueran a llenarla.
—¿Han tenido problemas con los demonios en esta zona? —le preguntó entonces Helena.
El hombre la miró sin responderle, fue un tenso instante que demoró en pronunciarse:
—No, mi Señora, nuestras oraciones los mantienen alejados —le contestó algo nervioso y ella lo notó:
—Me placería bendecirles algunas armas que podrían serles útiles en caso de que las plegarias no bastasen.
—¡No!, armas no por favor; aquí no usamos armas —respondió el hombre muy asustado, era como si la simple mención de un arma lo aterrase—. Con nuestra fe es más que suficiente.
La actitud de los habitantes de ese pueblo era definitivamente muy extraña...
No demoraron en volver las personas con la mochila llena de comida y agua suficiente para todo el viaje:
—Aquí tienes, Señora mía —le dijo el hombre entregándosela y Helena la tomó pasándosela a Ryan.
En ese momento se comenzó a escuchar el tañer de una grandes campanas que sonaban a la distancia... y todos los miembros de la comitiva se miraron entre sí nerviosamente.
Nuevamente, el líder tomó la palabra:
—Esta es la primera vez que un enviado divino nos visita y nos horraría que hablases con nuestro jefe espiritual antes de continuar con tu viaje —le dijo a Helena.
—Desde luego, dime donde puedo hallarlo —contestó ella.
—Se encuentra en la capilla del pueblo, la cual está dentro del castillo, llegarán si continúan por ese camino —señaló el piadoso hombre indicándoles la ruta; Helena y Ryan se encaminaron.
—Que extrañas personas —mencionó Ryan en voz baja en cuanto se alejaron de todos.
—El hombre siempre ha buscado alguna forma de estructura de liderazgo a la cual acogerse —los justificó Helena—.
Luego de que las formas de gobierno del mundo entero colapsaran, hubo mucha gente que adoptó una de las la formas más antigua de organización social: la religiosa...
En vista de los acontecimientos bíblicos que ocurrieron las iglesias cristianas tomaron un lugar preponderante.
No debe extrañarte que hoy día haya miles de asentamientos como este pueblo, en donde las personas intentan sobrellevar sus pequeñas comunidades, guiadas por un sacerdote —concluyó.
Poco después llegaron a la entrada del castillo:
La estructura era una imponente y antigua fortaleza propia del medievo, construida con rocas basálticas que le daban un intimidante color negro.
Se encontraba erigido sobre un macizo de roca sólida, misma que lo elevaba cual si fuera una colina y le permitía dominar así todo el pueblo y las tierras circundantes desde la altura.
El castillo entero estaba rodeado por abruptas pendientes. Para llegar hasta él había que seguir un sendero que terminaba en un enorme portón de madera de doble hoja.
Ambas puertas estaban abiertas en par, esa era la única entrada...
—Que silencioso está todo esto —dijo Helena sospechando algo al comprobar que no había personas allí; Ryan se giró extrañado de que los pobladores no los hubiesen acompañado... era como si trataran de evitar algo.
A pesar de todo entraron y comenzaron a recorrer aquel lúgubre emplazamiento en busca de la capilla...
El viento pasaba por algunas de las ventanas rotas agitando raídas cortinas que flameaban como fantasmales figuras.
Polvo y telarañas dejaban entrever que la estructura estaba abandonada, lucía muy descuidada, parecía que nadie se encargara de ella desde hacía años...
Continuaron caminando, internándose cada vez más y más en ese laberinto de pasillos vacíos y salones silenciosos, hasta que llegaron a un ambiente bastante oscuro y no muy grande, el cual se encontraba sumido en tinieblas... la única entrada de luz era un hueco cenital, de no más que un par de metros de diámetro y que estaba exactamente en el centro del techo.
Avanzaron hasta ubicarse justo por debajo de esa claridad, en el medio de aquel tenebroso lugar, y en cuanto sus ojos se acostumbraron comenzaron a reconocerlo:
La sala era cuadrada, de no mas de quince metros por lado y tenía pilares redondos bordeando todo su perímetro a un metro de las paredes. Al frente de ellos había una salida que daba a lo que parecía ser un ambiente mucho mayor.
—¡¡Hola!! ¡¡¡Hola!!! ¡¿Hay alguien en algún lado?! —exclamó Ryan buscando una respuesta, pero solo la obtuvo por parte de su propio eco—.
Aquí no hay nadie, Helena... este lugar está deshabitado, estamos completamente solos —comentó.
En ese instante se comenzó a escuchar un sonido repetitivo que parecía ser producido por un lejano y gran mecanismo...
—¿Qué es ese ruido? Suena como si fueran engranajes... ¿Estarán, acaso, cerrando el portón del castillo? —preguntó nuevamente él alertándose.
—No estamos solos, Ryan; algo se nos acerca —le advirtió el ángel afinando su oído ante unos sutiles sonidos que ella, con su capacidad sensorial divina, era capaz de oír claramente.
—¿Qué pasó aquí? ¡Mira! Las columnas... tienen huecos —señaló Ryan al notar unos extraños agujeros no más grandes que un puño que había en varios de los pilares y en donde la piedra parecía haber sido resquebrajada.
Pasó sus dedos por dentro de una de las extrañas cavidades, examinandola de cerca y sacó un fino polvo:
—Es como si una sustancia líquida hubiera impactado y discurrido por la superficie carcomiendo el mármol... hasta pulverizarlo —agregó extrañado ante esos daños.
No alcanzó a decir otra palabra cuando la hoja de la divina daga que Helena llevaba en su antebrazo comenzó a refulgir con su halo celeste:
—¡Son demonios, Ryan... Basiliscos! —exclamó la divina doncella desenvainando su espada que se inflamó en llamas en cuanto ella se puso en guardia.
Alarmándose al escuchar eso Ryan desenfundó de inmediato su poderosa arma matademonios... y se aprestó para la lucha encendiendo la linterna incorporada que tenía la pistola.
—¡Ven conmigo, al centro del cuarto, rápido! Espalda con espalda. Necesitamos cubrir nuestros puntos ciegos —le ordenó Helena y Ryan le obedeció de inmediato protegiéndose así ambos mutuamente.
Serían apenas segundos de espera que les parecerían eternos. Un temible enemigo se les acercaba y lo hacía en un ambiente en el cual seguramente dominaba...
—He leído cosas sobre estas criaturas en bestiarios medievales, aunque las descripciones son muy variadas —mencionó él.
—Los basiliscos son demonios bastante parecidos a las serpientes, solo que de un enorme tamaño; tienen cuerpos rápidos y fuertes, tan grandes como una boa promedio y mucho más gruesos —le contestó ella.
—¿Y cuánto sería eso, mas o menos?
—Como una persona muy alta... más de dos metros de largo y el grosor es mayor que el de un muslo humano.
—Si mal no recuerdo, pueden petrificar con su mirada.
—No... eso es falso, Ryan; se debe a una mala interpretación de los hechos. Los basiliscos carecen de poderes sobrenaturales, pero tienen grandes colmillos con un terrible veneno que pueden escupir a varios metros de distancia.
—¿Como hacen algunas especies de cobras?
—Exacto... Cuando alguien es envenenado los músculos de su cuerpo se van contrayendo rápidamente dejándolo duro como una roca a medida que el veneno avanza por sus venas, hasta que finalmente muere cuando su corazón deja de poder bombear sangre.
Es una sustancia tan letal que no hay ángel ni demonio que sea inmune a ella... y que, además, puede quemarlo prácticamente todo y al instante; solo el plumaje celestial es capaz neutralizarlo. ¡Cuánto lamento no tener mi escudo conmigo ahora! —sentenció ella.
—Debe ser como un terrible ácido —reflexionó Ryan— ¿Los daños de las columnas fueron hechos por ellos?
—Eso es lo que creo; debe haber habido alguna clase de feroz batalla aquí.
En ese instante comenzaron a aparecer serpenteantes sombras entre los claroscuros que los rodeaban, se movían por detrás y entre las columnas: los basiliscos habían llegado.
Las ágiles bestias demoníacas tenían movimientos muy versátiles; por momentos, se enroscaban en las cilíndricas estructuras de los pilares, cambiando así la altura desde la que acechaban... y eran muy veloces.
La tensión fue creciendo, escalando rápidamente, así como el frenesí de las sierpes... hasta que, en solo segundos, alcanzó su clímax y el ataque comenzó:
Sendos basiliscos se abalanzaron sobre ellos saltando desde la oscuridad. Helena mató al primero en el aire con un limpio corte que seccionó a la bestia en dos y Ryan abrió fuego perforando tres veces la cabeza del segundo.
Los cuerpos de las dos bestias cayeron al suelo y desaparecieron llevados por las grietas infernales... Ese fue solo el comienzo de una frenética batalla que no les daría respiro.
Más basiliscos atacaron, la espada de Helena se comenzó a mover en el aire inflamándolo con sus llamas al tiempo que cortaba a las inmundas criaturas en pedazos enviándolas a las profundidades del averno.
Ryan disparaba sin cesar, volando pedazos de los monstruos con su potente munición y agotando uno a uno sus cargadores, que caían al suelo junto con decenas de humeantes casquillos de balas.
Los viperinos sonidos de los demonios inundaban el ambiente junto con el de los disparos que tronaban sin cesar y el filoso acero de la espada celestial blandiéndose en el aire.
De a poco las bestias del aveno fueron disminuyendo en su número, hasta que Ryan ejecutó a una de las últimas que quedaban usando ya su último cargador.
Solo en ese momento pudieron recobrar el aliento:
El aire quedó impregnado con el humo y olor de la pólvora... y todo el estrépito cesó de súbito. Lo único que se escuchaba ahora era la respiración agitada de un ángel y un hombre que habían combatido juntos y sobrevivido...
Con su corazones latiendo cual galope de un corcel desbocado y completamente transpirados por la tensión que habían sufrido, ambos bajaron sus armas relajándose por fin... y en ese instante una más de las arteras criaturas saltó desde las sombras y lo hizo directo hacia la cara de Ryan con su boca completamente abierta y sus terribles colmillos impregnados del mortal veneno apuntando hacia su víctima.
Al verla, él levantó su arma por reflejo y presionó el gatillo... solo para comprobar con horror que la corredera de su arma se encontraba retraída, a la espera de un nuevo cargador; su pistola ya no tenía más balas.
Solo un instante después y faltando apenas centímetros para que se concretase el mortal ataque, la punta de la espada de fuego atravesó la boca de la criatura desde abajo hacia arriba, cerrándola por completo y acto seguido, como parte del mismo movimiento, Helena la hizo girar en el aire y la clavó con fuerza y de punta en el suelo, azotando al basilisco contra él.
Pisó así con su sandalia a la agonizante bestia que se enroscó en su pierna apretándola con todas sus fuerzas; pero el poder de ella era superior, la dominante fémina ni se movió; solo esperó unos segundos a que el monstruo terminase de retorcerse y muriese por fin... Recién entonces quitó su espada y volvió a envainarla:
—Sigamos adelante —dijo, en su mirada se notaba que estaba imbuida de una sed de combate propia de una bravía guerrera.
Así pasaron al siguiente salón...
El lugar era en extremo amplio, muy diferente del anterior, el cual ahora parecía ser solo una simple antecámara de este:
—Este es el salón Real —señaló Ryan al ver como en el sector más destacado de aquel enorme ambiente había una especie de gran plataforma elevada, tenía forma ovalada, era de unos cinco por tres metros y contaba con una muy ancha escalinata por todo su frente con siete amplios escalones que conducían hacia ella; en su centro se encontraban dos grandes tronos de respaldo muy alto destinados al rey y la reina del castillo...
Fue recién en ese momento que advirtieron que allí había algo muy extraño por doquier:
Todo el lugar se encontraba lleno de unas perturbadoras esculturas de personas a tamaño real. El alto nivel de detalle de cada una de ellas era algo sorprendente y sus posiciones asimismo muy extrañas... algunas parecían querer huir y otras estar sorprendidas.
—Dijiste que los basiliscos no podían petrificar a las personas, ¿verdad? —le preguntó Ryan a Helena acercándose a una de esas estatuas mientras la examinaba.
—Esto no es obra de un basilisco —le contestó ella muy seria.
En ese instante emergió por detrás de los tronos la encapuchada y bella figura de una esbelta mujer, la cual caminó de manera seductora, contoneando su curvilíneo cuerpo, hasta ubicarse en el medio de la Real plataforma.
Desde esa altura se quedó mirándolos, estaba como a diez metros de la advenediza pareja...
La atención de ambos se enfocó solo en ella: vestía una túnica blanca que no ocultaba sus femeninos encantos, portaba un largo arco y un carcaj en su espalda lleno de flechas... sin embargo, lo que más destacaba era que llevaba consigo a uno de los basiliscos vivo y a modo de estola.
La bestia, lejos de atacarla, se quedaba tranquila y posada en sus hombros, parecía ser casi su mascota...
Con un repentino movimiento la extraña mujer arqueó su cabeza hacia atrás rebatiendo su capucha y descubriendola, de inmediato se escuchó el siseo de incontables serpientes que conformaban lo que debería ser su cabellera: era una gorgona.
—¡No la mires, Ryan! —le gritó Helena dando media vuelta su cuerpo.
Al mismo tiempo que le dio la espalda a la demoníaca mujer, con su ala derecha completamente estirada cubrió la línea de visión del desprevenido Ryan; de ese modo le salvó la vida al bloquear la mortal mirada de su enemiga, la cual lo hubiera tomado por completamente sorpresa, petrificándolo en el acto...
—¡Es una gorgona, Ryan, fue ella quien convirtió en estatuas a todas estas personas con solo mirarlas! Ni siquiera los demonios más fuertes pueden resistir su poder... solo otro ser infernal que sea de su misma especie puede hacerlo.
Debí haberlo imaginado, las gorgonas suelen tener basiliscos de mascotas —se culpó el ángel lamentándose.
En ese instante se escucho un veloz silbido en el aire y de inmediato el cuerpo de Helena se arqueó con fuerza hacia el frente...
Una flecha la había herido desde atrás en su hombro atravesando incluso la dura pieza de acero que lo protegía, y su rictus de dolor fue terrible:
«¡¿Cómo fue que pudo perforar mi hombrera?!», pensó aturdida la celestial doncella. Un simple proyectil claramente no podía atravesar con tanta facilidad la protección de su divina armadura... ¿qué podía tener ese de especial?
El brazo herido del ángel dejó de responderle casi de inmediato, todos sus músculos se habían tensado al máximo, volviéndolo inútil...
Antes de claudicar, el ángel le dio un fuerte empujón con su pie en el cuerpo a Ryan, mismo que lo arrojó hasta por detrás de una de las estatuas, ocultándolo; esa misma patada le sirvió a ella para impulsarse y cubrirse por detrás de otra...
De ese modo, aunque separados por unos pocos metros, ambos quedaron momentáneamente parapetados.
Si bien la flecha había logrado perforar su coraza, esta no había emergido, la cabeza de la misma aún se encontraba incrustada dentro de su hombro.
Con dolor Helena golpeo varias veces su espalda contra la estatua para que la flecha se rompiera y su cabeza le atravesara completamente el hombro... y al emerger por el frente la arrancó con su mano para verla detenidamente, ahí todo le quedó claro: la punta del proyectil había sido tallada en un colmillo de basilisco, lo único existente capaz de soportar su terrible veneno.
El hecho de que su armadura hubiera sido atravesada tan fácilmente y el que ya no pudiera mover su brazo eran las consecuencias de que la flecha estuviera envenenada... y esa letal sustancia ahora corría por sus venas.
—¡La punta de la flecha fue hecha con un colmillo de basilisco... Estoy envenenada! —gritó con bronca.
Al escuchar eso Ryan dejó de pensar en todo e hizo el intento de levantarse para ir a ayudarla— ¡¡No te muevas de ahí!! —le gritó Helena de inmediato.
—¡Tengo que succionarte el veneno!
—No podrías. Si una sola gota de esta sustancia te tocara, aunque fuera en tu piel, morirías de inmediato... yo estoy viva solo gracias a mi energía angelical, aunque pronto moriré.
—¿Hay algún antídoto?
—No...
La sentencia de muerte estaba dada y su ejecución, en curso; así, la emisaria divina moriría en contados segundos y nada podía evitarlo ya...
—Ahora lo entiendo todo, a las gorgonas les encanta cazar y usan a sus basiliscos para ello... son como sus perros de presa.
Este castillo no es más que una vil trampa; es el terreno de caza de ese demonio y la gente del poblado que nos encerró aquí, sus infames colaboradores.
—¡Un ángel agonizante y un humano asustado! —exclamó la infernal cazadora riendo con maldad—. Cuanto dolor para ustedes y cuanto placer para mí.
Sacó entonces otra flecha de su carcaj y pasó la punta por la boca del basilisco que colgaba enroscado entre sus brazos para impregnarla con el mortal veneno del monstruo...
Apuntó y la disparó contra la estatua que cubría a Ryan, la flecha se clavo con firmeza en la piedra y el corrosivo veneno le demolió todo un pedazo, deshaciéndolo como si de un potente ácido se tratase.
La diabólica mujer volvió a hacer lo mismo, esta vez atacando a la escultura tras la que se cubría Helena... y así continuó iterando entre ambas.
De ese modo, con su sádico juego, de a poco reducía el tamaño de las estatuas con cada flechazo que les asestaba ante la impotencia y creciente desesperación de sus víctimas.
—¡No podemos acabar así! Si vamos a morir quiero que sea luchando juntos —le gritó Ryan a Helena, quien entonces sacó su refulgente daga y la arrojó hasta los pies de él, deslizándola por el piso.
El letal veneno del basilisco corría por las venas del ángel matándola rápidamente con cada latido que daba su corazón... y ella lo sabía bien; fue así que, haciendo su máximo esfuerzo, se puso de pie y desenvainó su espada:
Su aspecto era terminal, estaba bañada en sudor, sus, hasta hace poco, poderosas piernas ahora temblaban logrando apenas sostenerla; era evidente que su dolorosa agonía pronto llegaría a su fin; ya lo único que le daba fuerzas era la esperanza de poder salvar a Ryan... aunque fuera con su último aliento.
La doncella del Cielo abandonó la cobertura que le daban los restos de la estatua y cubriéndose con sus enormes alas, a modo de grandes escudos, comenzó a avanzar hacia la gorgona y su basilisco.
—¡Que valiente! Veamos cuanto veneno más puede soportar tu cuerpo —le dijo la cruel arquera del tártaro mientras pasaba la punta de otra flecha por la boca de su mascota, envenenándola...
—No moriré hasta que tú mueras, maldita —le replicó Helena entredientes mientras avanzaba con su miraba baja evitando los letales ojos de su enemiga.
Así, la gorgona le disparó...
La saeta se dirigió directamente a su corazón, pero rebotó en el plumaje divino, el cual pudo desviarla.
El veneno del basilisco nada podía hacer contra las divinas alas del ángel, las flechas, como mucho, apenas lograrían clavarse en ellas; al comprobar eso la demoníaca fémina cambió su objetivo y comenzó a atacar las piernas de su rival, en donde el sagrado plumaje no le brindaba una cobertura completa.
Para ese momento Helena había llegado a la escalinata y comenzaba a subirla...
La letal arquera no fallaba ni uno solo de sus certeros ataques.
Así, una a una, las flechas envenenadas se comenzaron a clavar en los virginales músculos del ángel al penetrar sus perneras; y todas sus fibras se empezaron a contraer sin control, dificultándole cada avance que hacía... hasta que finalmente, luego de apoyar uno de sus pies, se quedó completamente inmovilizada, sin poder dar ni un solo paso más.
Helena había logrado acercarse solo hasta los dos tercios de la escalera.
Ya lo había dado todo de sí: sus dos piernas estaban inmóviles y uno de sus brazos también; pronto todo su cuerpo quedaría tan duro como una roca.
Abrió entonces sus gloriosas alas y con su brazo restante elevó la espada sagrada en alto, lo hizo cuanto pudo y asestó un último ataque a ciegas...
Fue con sus ojos cerrados para no ser petrificada, y usando el peso de su cuerpo que era único que le quedaba: ese espadazo vertical fue limpio y contundente... pero falló, solo sirvió para cortar en dos al arco de su oponente sin causarle ni el más mínimo rasguño a su portadora.
Helena cayó rodando luego escalones abajo...
Todo parecía haber sido en vano; sin embargo, no fue así, su ataque le había servido de cobertura a Ryan quien, furtivamente y rodeando por detrás, se le acercó a la pareja de demonios sin ser descubierto... y en ese momento se abalanzó, daga en mano, dispuesto a apuñalar a la gorgona en el centro de su espalda.
La diabólica mujer no tuvo tiempo de reaccionar, pero su mortal mascota sí. El basilisco alcanzó a ver a Ryan y, abandonando el cuerpo de su dueña, se le arrojó encima, interceptándolo antes de que pudiera hacerle daño.
Ambos chocaron, la sierpe se enroscó en sus piernas y cintura apretándolo con todas sus fuerzas, Ryan sintió como las articulaciones de su cuerpo crujían ante el poderoso agarre, pero sostuvo a la bestia por su cabeza sin soltarla apretándola contra su pecho.
Después de rodar por la plataforma ambos quedaron forcejeando delante de los tronos Reales, con Ryan y la criatura boca abajo.
La gorgona aguardó durante unos segundos, no entendía por que su basilisco, el más poderoso que tenía, no había acabado ya con Ryan usando su mortal veneno.
Se acercó a la dupla de combatientes y se agachó tomando con su mano a Ryan del hombro para girarlo y ponerlo de frente hacia ella... y entonces vio lo que realmente ocurría: usando la daga de Helena, imbuida con su divina energía, él había clavado entre sí a las viperinas fauces del monstruo manteniéndolas firmemente cerradas.
Ryan sabía bien que no debía abrir sus ojos o sería petrificado en el acto por la mortal mirada de la domadora de basiliscos... debido a eso, el sentir que la gorgona lo había dado vuelta fue la señal que esperaba:
En un solo movimiento quitó la daga de la boca del basilisco y con todas sus fuerzas dobló la cabeza de la furiosa bestia hacia el frente.
La gorgona miró a su mascota a los ojos sorprendida, abriendo grandes los suyos con horror; el infernal basilisco, completamente poseído por la furia de la lucha, le escupió todo su veneno contenido sobre el rostro, cuello y pecho...
El alarido de ambos demonios fue algo realmente espantoso: uno, porque sentía como el venenoso ácido lo quemaba hasta su muerte, carcomiéndole carne y hueso... y el otro, al comprobar como su flexible cuerpo se convertía en roca sólida.
Ryan se liberó mientras sus enemigos agonizaban entre el dolor y la desesperación y corrió escaleras abajo hasta llegar junto a la doncella alada con la esperanza de que aún estuviera con vida.
—¡Helena, Helena; despierta, por favor! Por favor... di algo —le pidió sentándose en el suelo mientras colocaba el torso de ella sobre sus piernas y sujetaba su cabeza entre sus manos, pero el ángel yacía inerte, no reaccionaba, y entonces Ryan ya casi sin esperanzas recurrió a su último recurso, rezar:
—Dios, no, por piedad, no te la lleves aún. Dale fuerzas a este ángel, quítamelas a mí de ser necesario, le cedo mi vida entera... Solo te ruego con toda mi alma que no muera.
Tú bien sabes que nunca me enamore de verdad, jamás lo hice en toda mi existencia... y aunque creo que probablemente esté mal, y que tal vez hasta sea un pecado el amar a un ángel del mismo modo como se amaría a un ser humano... lo que siento por Helena es algo que no puedo evitar, ¡yo la amo! ¡¿Me escuchas?! ¡¡¡La amo con todo mi corazón!!! —gritó al Cielo llorando, desahogándose y clamando por un milagro—.
Pero eso... eso debí decírselo a ella cuando tuve la oportunidad de hacerlo, ¿por qué no lo hice? —se lamentó apesadumbrado—.
Si esto es culpa mía, Dios... por lo que siento hacia Helena, te ruego me perdones; si tengo que renunciar a ella con tal de que viva lo haré, haré lo que sea, aunque mi corazón se haga mil pedazos... pero ayúdala, por favor, hazlo —sentenció con pesar.
Comenzó a arrancar las flechas de los muslos del ángel y mientras lo hacía notó algo que le llamó muy poderosamente la atención: los músculos de sus piernas estaban flexibles, él sabía que una sustancia neurotóxica seguiría actuando a nivel local aún en una víctima muerta, parecía que el veneno del basilisco hubiera dejado de actuar.
Miró entonces el pecho de ella con sumo detenimiento y vio como sus senos se elevaban rítmicamente al insuflarse sus pulmones...
Los ojos del ángel se entreabrieron y lo miraron:
—Dios no te exigirá que renuncies a nada, Ryan... ya hiciste lo que debías hacer: mataste al basilisco —le dijo ella con su voz débil y temblorosa, moviendo apenas sus labios.
—La gorgona fue quien lo hizo, se mataron entre ellos —aclaró él—. Dime que Dios me escuchó y esto es un milagro.
—Él siempre escucha, pero el que yo esté viva no es un milagro. Al irse al Infierno el veneno del basilisco se fue todo con él, ya no corre por mis venas, mi cuerpo aún está lastimado, pero limpio de su diabólica ponzoña —le explicó ella extenuada mientras recuperaba sus fuerzas de a poco; Ryan recordó entonces como el brazo amputado de la gárgola había desaparecido, volviéndose cenizas, luego de que el cuerpo del demonio muriese y fuese tragado por el averno...
Mientras tanto, la tarde había dado paso a lo que sería una larga noche en el pueblo, en donde distintas voces no se pondrían de acuerdo.
En una taberna varios pobladores discutían airadamente:
—¡Lo que hacemos está mal y lo sabemos!, pero enviar a un ángel hacia su muerte fue demasiado... Nunca habíamos hecho algo tan horrible como esto. No tendremos perdón de Dios —dijo una mujer.
—Si no lo hubiéramos hecho la gorgona habría reclamado a alguno de nosotros ¡¿Hubieras preferido que fuera tu hijo, acaso?!
«Denme uno por semana o los mataré a todos juntos», esa fue la condición que puso ese maldito demonio cuando llegó. Todos los que estamos aquí hemos perdido a alguien querido —le contestó un hombre.
—¿Por que no abandonamos el pueblo de una buena vez, entonces? ¿Qué caso tiene seguir aquí? —preguntó alguien.
—¡¿Y hacia donde iríamos?! Hay monstruos por todos lados, no llegaríamos ni siquiera al primer Bastión... Sabes muy bien lo que mora en los bosques. ¡Esto que hacemos es solo para sobrevivir! —fue la respuesta de otro.
—De todos modos, iremos al Infierno cuando nos llegue la hora.
La discusión continuó así hasta el amanecer, cuando, al despuntar el sol, nuevamente se escucharon las campanadas provenientes del castillo.
—Es hora de que vayamos a limpiar los restos —dijo el clérigo que había enviado a Helena y Ryan hacia la negra fortaleza.
Una comitiva liderada por él se dirigió entonces para abrir las grandes puertas del alcázar.
Al llegar, los hombres corrieron el grueso y pesado madero que cerraba con firmeza la entrada por fuera, y al abrir las hojas todos se sorprendieron, quedaron boquiabiertos: delante de ellos estaban con vida y de pie el ángel y el humano a quienes habían enviado como corderos al matadero...
Las heridas de Helena habían sanado durante la noche, ella lucía fuerte y empuñaba su espada.... y en su mirada tenía un semblante que helaba la sangre. No era necesario que mediara palabra alguna, todo estaba claro para los involucrados, las acciones ya habían hablado por todos y cada uno de ellos...
—¡¿Que esperabas que hiciéramos?! Dios se ha olvidado de nosotros; ya hemos matado a esos malditos demonios varias veces, pero esa gorgona y sus basiliscos vuelven una y otra vez y cuando lo hacen nos matan por decenas. ¡Son inmortales!
—Un presbítero renegando de su fe...
¡Apóstata, blasfemo! ¿Entregar a tus semejantes es entonces tu cobarde respuesta? —le dijo ella con un agresivo tono de reproche y su espada estalló en llamas de furia.
El ángel los miró a todos con sus ojos entrecerrados, su decepción por esas almas débiles, dispuestas a sacrificar a los demás con tal de salvar sus vidas, se había trocado en auténtico desprecio...
Levantó entonces la punta de su arma, dirigiéndola hacia el clérigo, quien la miró sin temor:
—¡Adelante ángel, mátame... ya no soporto más esta vida. Mátanos a todos, reclama nuestras almas y líbranos por piedad de esta existencia miserable! Estamos desesperados —respondió el hombre llorando y el divino ser le replicó:
—La falta de esperanza... ¿Crees que eso les da derecho a hacer cualquier cosa y cometer cualquier atrocidad? ¿A atentar contra sus semejantes? ¿A culpar a Dios por el destino que ustedes mismos se labran con sus erradas decisiones?
Ni tú ni las demás personas de este pueblo conocerán la salvación eterna por mi espada. ¡Ninguno de ustedes merece ser salvado por un ángel!... no morirán por mi mano —le contestó ella y dando media vuelta enfiló hacia el negro castillo.
Caminó entonces con paso firme y decidido introduciéndose nuevamente en él...
A los pocos minutos comenzó a salir humo de diversos lugares de la estructura y pronto el humo se transformó en llamas que crecieron y comenzaron a devorar a la antigua construcción... y Helena retornó:
—Cuando regrese esa gorgona con sus basiliscos ya no encontrará su coto de cacería... ¿Qué creen que vaya a ocurrir entonces con el pueblo? —les preguntó—. Tal vez ahora descubran que deberían haber hecho con sus vidas desde un comienzo.
¡Dejemos este lugar, Ryan! No quiero recordarlo... que ni el polvo de su suelo se quede en mis sandalias —remató con un total desprecio, envainando nuevamente su espada.
La condenada población quedó así definitivamente atrás y ellos se alejaron en silencio... y cuando lo hicieron lo suficiente ya lejos de todos, Ryan sintió curiosidad por algo en lo que venía pensando:
—Helena, ¿como es verdaderamente la muerte de los ángeles y los demonios?
—Cuando los ángeles morimos nuestra energía celestial se libera completamente y nuestros cuerpos se convierten en una hermosa luz, desaparecemos sin dejar un rastro físico y volvemos a nuestra fuente original: Dios, fusionándonos con él para toda la eternidad... dejamos de ser quienes hemos sido y pasamos a ser uno con el creador de todo.
Los demonios en cambio tienen un destino muy diferente al nuestro. Esos impuros seres descienden al Infierno de donde proceden y allí se reponen de sus heridas gracias a la energía de las almas humanas sufrientes que torturan sin descanso, y luego... —el ángel no dijo más.
—¿Luego qué, Helena?
—Déjame decirte antes que muchos caminos conducen a las almas humanas a su perdición... Son las conductas viciosas por las cuales los hombres ofenden al Señor y llaman sobre sí los castigos y la muerte eterna.
Entre todos esos vicios hay cuatro que son especialmente perniciosos: el odio, la blasfemia, el robo y la impureza, y son los que hacen caer a más víctimas en la condena eterna.
—¿No entiendo? ¿Qué tiene que ver eso con la muerte de los demonios? —preguntó Ryan confundido.
—Esos son los nombres dados a las cuatro titánicas puertas del Infierno por donde salieron los ejércitos del tártaro, las cuales se encuentran distribuidas por toda la Tierra... la cuarta, además, recibe el nombre de Puerta Magna, tras ella fueron encerrados los demonios más importantes de todo el Infierno.
Esos pasajes no solo sirvieron para liberar a los demonios sobre la faz del planeta, luego de morir y sanar en el abismo, ellos simplemente vuelven a este mundo pasando por alguna de esas cuatro salidas infernales que aún se encuentran abiertas.
Es por eso que es imposible hacer que su número se reduzca y sus fuerzas mermen definitivamente —reveló y sentenció finalmente:
—Las Puertas del Apocalipsis deben ser cerradas a como de lugar o esta guerra nunca será ganada por la luz...
Alma virginal
Luego de avanzar durante aproximadamente cinco horas, con rumbo hacia el este-sureste, se toparon con un poco caudaloso río que discurría por el bosque casi en la misma dirección que ellos seguían.
Continuaron junto a su cauce y así llegaron hasta un lago no muy profundo, donde se detuvieron a descansar.
Fue en ese momento cuando Ryan observó de cerca la armadura de Helena y notó un extraño detalle que le llamó poderosamente la atención:
—Creí que la flecha de la gorgona había atravesado tu hombrera.
—Y así fue...
—No veo el agujero y tampoco está la abolladura que había dejado el golpe de la gárgola. ¿Cómo reparaste todo el daño, cuándo lo hiciste?
—Yo no arreglé nada —le respondió ella sonriendo—, lo hizo la armadura, sola.
—Pero... No lo entiendo, ¿cómo que sola? ¡si es solo un conjunto de piezas metálicas! —exclamó él sorprendido.
—Nuestras armaduras, así como las armas que portamos los ángeles, son forjadas en el Cielo usando alquimia, eso las dota de capacidades que van más allá del simple material en bruto del que están hechas.
Mi energía angelical es su fuente de poder, tanto mi armadura así como la espada de fuego o incluso mi daga usan parte de mi poder para repararse, mantenerse afiladas o activarse.
—Un momento, un momento... ¡¿Alquimia dijiste?! —le preguntó Ryan en tono incrédulo.
—¿Nunca oíste hablar de ella, acaso?
—Sí, claro que sí, es solo que —alcanzó apenas a responder él cuando fue interrumpido por ella que continuó diciendo:
—Es la perfecta fusión entre la magia y la ciencia; fue una práctica que conoció la humanidad... y que, con el correr del tiempo, abandonó; y fue mejor así, aún se trata de un saber prohibido para el hombre.
La avanzada alquimia que se practica en el Cielo permite la creación de cosas realmente prodigiosas: esta armadura, por ejemplo, tiene una característica que es propia de un ser, cuando sufre un daño, si no es muy extenso, se autorepara... es como un cuerpo vivo, solo hay que darle tiempo.
—Creí que la alquimia era solo una vieja fantasía, ya obsoleta hoy en día... un producto de la ignorancia —argumentó él.
—¡Nada más lejos de la verdad! —le contestó ella riendo—. La alquimia es la olvidada madre de varias ciencias humanas.
Tanto la alquimia como la magia tienen una raíz común: el Cielo; es la ciencia que allí se ha manejado desde siempre.
Reúne el poder de los cinco elementos: tierra, aire, fuego y agua son los naturales, los primeros cuatro, y surgen del quinto o quintaesencia conocido como éter... Ese es el elemento fundamental y también el que el hombre, a pesar sus grandes avances tecnológicos, aún ignora.
Ese conocimiento le fue imprudentemente otorgado al ser humano por los ángeles caídos en los albores de los tiempos... Luego fueron los propios alquimistas quienes se encargaron de esconder muy bien aquellas enseñanzas, reservándolas así para unos pocos.
Usando la alquimia se pueden realizar armas dotadas de un poder inimaginable y con cualidades insospechadas.
—¿Es por eso que la espada de fuego que llevas responde a tu mente como si te entendiera?
—¡Correcto! —asintió ella sonriendo—, el enlace espiritual es una característica que se le otorga a ciertas armas muy especiales como esta, sus llamas provienen tanto de mi energía interna como de mi intención.
Lamentablemente los demonios heredaron esos conocimientos de cuando fueron ángeles y, luego de su masiva expulsión del Cielo, han continuado usándolos para sus creaciones en las forjas y talleres del Infierno —finalizó la doncella mientras se metía en la cuenca lacustre, esta vez con su armadura puesta.
Caminó hasta que el agua le llegó a sus rodillas; se inclinó sin agacharse y, usando sus manos como un cuenco, comenzó a arrojarse agua en el cuello para refrescarse... estaba claro que ella amaba al agua.
Ryan se sentó en un tronco caído y la contempló extasiado, era tan hermoso para él ver a una fémina con la belleza de ella actuar de ese modo, sentía como su corazón latía con fuerza mientras sus sentidos se perdían en la hermosa escena de aquel divino ángel bañandose...
Empero, su mente no dejaba de recordarle que ella no era un ser terrenal sino uno celestial y en ese punto se trazaba un claro límite que temía no deber franquear. ¿Podía un hombre amar a una emisaria de Dios del mismo modo en como amaría a una mujer?
Helena volteó hacia él mirándolo por encima de su hombro y Ryan se sonrojó de inmediato, ella sonrió y comenzó a caminar de regreso hacia el borde... Él, muy nervioso, simuló estar ocupado y comenzó a revisar en su mochila sacando los cargadores vacíos de su arma.
—Estoy «sin parque» —dijo cuando ella llegó a su lado.
—¿Parque?
—Municiones... balas, en la jerga.
—Sabes mucho sobre armas de fuego, ¿no es así?
—Bastante, soy muy aficionado a ellas...
—¿Ah sí... y por qué?
—¿Cómo que por qué?... Mírala, es preciosa —dijo Ryan sacando su matademonios de la funda—.
Conjuga belleza y poder. Sus lineas son perfectas —agregó y sus ojos se desviaron sin poder evitarlo hacia las piernas de la divina doncella que estaba aún mojada y a menos de un metro suyo—.
Sus proporciones y cada una de sus curvas son propias de una exquisita obra de arte —continuó diciendo mientras sus ojos recorrían lascivamente la cadera y busto del ángel—; todo en ella es belleza en estado puro... y detrás de toda esa hermosura hay un enorme poder, una fuerza de destrucción que puede decidir entre la vida y la muerte.
¿Qué hombre no caería rendido ante los pies de alguien así? —dijo al finalizar, sin advertir su acto fallido, al tiempo que miraba a Helena al rosto de una manera muy sugerente.
Ryan ni siquiera advirtió que terminó hablando de ella realmente; su interlocutora, en cambio, lo comprendió todo y, sintiéndose halagada, se sonrojó... sin embargo, se hizo la desentendida.
—¿Alguna vez has cazado animales?
—¡No!, jamas podría hacerlo, no me gusta ni siquiera la idea de cazar... lo mío es pescar.
Mi sueño es tener una cabaña en un bosque, junto a un lago como este, y estar así lejos de toda traza de civilización. Es por eso que me gusta el senderismo y salir de excursión, y sé cosas de supervivencia en la naturaleza.
—¿No quieres aprovechar el lago, Ryan? —le preguntó entonces Helena mientras escurría su larga cabellera con sus manos.
—Tú tienes una armadura, que es mayormente de metal y cuero, yo en cambio terminaría con toda mi ropa mojada; tú sabes... es de tela principalmente —se excusó él.
—Pues quítatela, entonces —le dijo ella sonriendo con naturalidad.
—No... mejor que no, tengo miedo de resfriarme —replicó Ryan titubeando y sonrojado de la vergüenza.
—A mí el agua me ayuda a reponer mis energías —le comentó Helena moviendo sus dos alas con gran soltura y fluidez.
—Sí, ya veo que el agua te gusta mucho, es la segunda vez que te observo disfrutarla.
—Es que el agua es mi elemento reconstructivo, los ángeles siempre tenemos afinidad por uno de los cuatro elementos naturales, es con el que somos compatibles... para algunos, como yo, el que nos da nuestra energía vital.
En ella, mi energía angelical se repone mucho más rápido, soy más fuerte, vigorosa... sano con mayor velocidad.
—Si, ya veo que puedes mover mejor tu ala lastimada.
—No es a donde quiero ir... En realidad, Ryan, hay algo que siento la necesidad de revelarte sobre mí.
Soy un ser celestial diferente a los que seguramente conoces de todo lo que has leído...
¿Recuerdas que hace un momento mencioné al éter, el quinto elemento?
—Sí.
—Bien, el éter es la energía de la creación, proviene de Dios... es la fuerza vital que se nos otorga a todos al momento de nacer. El alma la utiliza para mantener la salud del cuerpo a lo largo de su vida.
A medida que crecemos esa energía va mermando paulatinamente hasta agotarse del todo, cuando eso sucede el cuerpo muere y el alma viaja al más allá.
Estas alas son la muestra de mi poder divino, se encuentran llenas de éter... yo lo extraigo del agua, los ángeles bíblicos no necesitan hacer tal cosa.
Mi cuerpo no solo se vale del alimento y del descanso para vivir, dependo principalmente de mi fuerza angelical.
Para existir físicamente tengo las mismas necesidades que tú, aunque puedo evitarlas usando mi energía divina... a costa de gastarla, claro está.
—No sabía que los ángeles eran así...
—Hay muchas clases de ángeles al servicio de Dios, Ryan; hay algunos diferentes a quienes se nos permite evolucionar a través de nuestras acciones y méritos... se nos va otorgando más poder en consecuencia, y eso se refleja finalmente en nuestras alas.
No son iguales las alas de un ángel que las de un arcángel, más poderosas y rápidas... Aún más imponentes son las de los principados, ellos son quienes ostentan el mayor poder dentro de la Tercera Jerarquía Angélica —aclaró Helena y su rostro de iluminó con un fervor religioso hermoso e inspirador y luego de suspirar agregó:
—Toda la energía divina proviene del Espíritu Santo y, en el caso de los seres celestiales, se encuentra almacenada principalmente aquí, en nuestras alas —dijo acariciando sus plumas—. Ellas son la muestra más evidente de mi nivel de evolución actual —agregó con un aire de pena y tristeza.
—¿Por qué lo dices así, con tono de lamento? Las tuyas son las alas más bellas que he visto jamás.
—Eso es porque aún no has visto las de un ángel de verdad... Estas no son las alas que pretendo alcanzar.
Hay algo de mi que ignoras, Ryan y ya es tiempo de que lo sepas: aunque lo parezca y se refieran a mí como tal, yo no soy un ángel de Dios, soy apenas un alma angelizada, algo entre un humano y un ángel.
Nací siendo una mujer de carne y hueso, mortal como cualquier otra y luego, un día, fallecí... Posteriormente me fue concedido el sagrado don de la resurrección y aquí estoy otra vez.
Este fue siempre mi cuerpo, solo que ahora es en parte humano y en parte divino...
Tú ya has visto como mis lesiones sanan mucho más rápido que las de un humano normal; no obstante, si me hieren sangro como tú, y si me lastiman mucho puedo incluso fallecer.
Solo si me quedo sin mi energía divina, la misma que me resucitó, la misma que me vuelve una semiángel... moriría definitivamente.
Ryan la miró extrañado era mucha información repentina la que llegaba a él, apenas podía analizarla. Toda su perspectiva con respecto a Helena comenzaba a cambiar... y así, luego de pensarlo, le dijo:
—Soy católico y conozco de mi religión lo suficiente como para saber que nunca existió algo así en toda la historia.
—Pues, ahora existe... y hay miles como yo, no soy única.
Entre las fuerzas del Cielo están los ángeles naturales, seres perfectos creados así por la mano de Dios y los semiángeles o ángeles humanos, almas de personas comunes, imperfectas, que solo aspiran a volverse como ángeles... Yo soy eso justamente, estas alas no son las de ángel aún, me fueron otorgadas para que pudiera usar, y solo en parte, algunos de los poderes de los ángeles reales.
Los semiángeles fuimos creados junto con la Ley del Reclamo.
En estos tiempos que corren, el Cielo ha decidido que debe ser la humanidad, en su gran conjunto, toda unida, la que debe imponerse sobre los demonios, es por eso que a muchas almas de personas fallecidas, que ya estábamos en el Cielo, se nos dio la oportunidad única de trascender y convertirnos en algo más...
Mi alma es tan humana como la tuya, Ryan. Viví una vida terrenal hace más de cuatrocientos años y luego de fallecer estuve allí arriba durante tres centurias —dijo señalando con su dedo índice al cielo y continuó:
—Ahora debo cumplir ciertas misiones aquí, en la Tierra, misiones divinas... Solo así lograré obtener mis alas de ángel —concluyó.
Ryan quedó impactado ante lo que Helena le había contado, sin embargo, todo en él se enfocaba en una sola cosa: por primera vez consideraba que delante de él siempre tuvo a una persona y no a un ser divino. Una mujer que lo atraía como nunca antes lo había hecho otra, y por fin el molesto sentimiento de culpa que lo torturaba por haberse enamorado de un ángel se esfumó...
Se hizo entonces un incómodo silencio, Ryan no daba con las palabras adecuadas, estaba feliz, pero no quería gritar de alegría y como consecuencia no sabía ni por donde empezar, finalmente solo atinó a hacerle a Helena una titubeante pregunta:
—¿Qué fuiste entonces en tu vida terrenal?
—Nací en Sacro Imperio Romano Germánico dentro de una familia noble en la primavera del año 1640.
Mi vida siempre fue, por decirlo de algún modo, perfecta; mis maestros e institutrices me instruyeron en diversas artes y tuve una educación excelsa, a la que muy pocos podían acceder en aquella época.
Cuando llegué a tener dieciocho años mis padres decidieron que había alcanzado la edad suficiente como para casarme.
Buscaron por toda la comarca lo mejor para mí y lo hicieron entre las más hacendadas familias, así encontraron a un pretendiente con el linaje adecuado: era un muchacho joven, unos pocos años mayor que yo, hijo de un hombre muy rico, dueño de muchas tierras... y al que sus padres le buscaba una mujer para tener una gran descendencia.
Su madre lo había criado «en cuna de oro», sin hacerle ninguna exigencia jamás, no había tenido que esforzarse por nada en la vida y el resultado obtenido fue el esperable: era un individuo orgulloso, pedante y desconsiderado con los demás, alguien que solo estaba interesado en sí mismo...
Con solo conocerlo durante una tarde me di cuenta de como era realmente.
Discutí por primera y única vez con mis padres, rogándoles que anularan el compromiso... fue algo inútil, no quisieron ni escucharme.
Argumentaron que, con el tiempo, aquel hombre cambiaría, que maduraría me dijeron; según ellos, él crecería con mi ejemplo y finalmente copiaría mis buenas costumbres y don de gente, sin embargo yo lo vi todo de otro modo mucho más tajante: ese pretendiente sencillamente no era alguien digno de mí.
Mis padres habían criado a una hija ejemplar, autosuficiente, totalmente capaz de valerse por sí misma y con un gran amor propio... y que solo ansiaba libertad.
Fue así que tomé la decisión más difícil de toda mi vida, y escapé de casa.
Desde niña me educaron en la fe cristiana y la guía de Dios era todo lo que me quedaba; con eso en mi corazón, me dirigí a un convento católico, tenía la firme decisión de consagrarme dentro de una orden religiosa para convertirme en una monja.
La vida monástica me pareció la más adecuada para mí, reglas como el celibato y la castidad eran fáciles de seguir para una joven virgen como yo.
Me aceptaron y de ese modo comencé mi nuevo camino...
Fui instruida en lides que jamás había aprendido, como la enfermería, y llegué a cuidar a soldados que llegaban hasta nosotras heridos desde el campo de batalla.
Lamentablemente, fue uno de aquellos soldados quien me reconoció... Así, días antes de mi ordenamiento, el pretendiente que mis padres me habían conseguido se presentó en el convento.
Su única intención era casarse conmigo por las buenas o por las malas.
Tuvimos una fuerte pelea... llegó incluso a golpearme, estaba herido en su orgullo por mi rechazo y se había obsesionado conmigo, a esa altura ya solo me quería por capricho, como un simple objeto, como si de un premio se tratase.
La gente del convento lo terminó echando de allí de muy mala manera... y yo supe que para escapar de él tendría que tomar una decisión drástica, optaría por el aislamiento total de la vida civil: sería ordenada como monja de clausura.
Lo que nunca imaginé fue que un par de semanas después, cuando llegase ese último día en el que consagraría mi vida a Dios, ese hombre se presentaría junto con varios de sus lacayos e incendiarían el convento a mitad de mi ceremonia de ordenación, la cual nunca completaría.
Para cuando se dio la voz de alarma gran parte del edificio ya estaba en llamas.
Recuerdo que en medio de aquel caos corrí desesperada junto con varias de mis compañeras; llegamos hasta el ala donde funcionaba el orfanato, teníamos a muchos niños allí alojados.
En ese punto quedamos atrapadas...
A pesar de todo nuestro esfuerzo, cada puerta que abríamos ocultaba llamas por detrás, parecía que mismo Infierno nos rodeaba; el convento se había convertido en un auténtico horno crematorio.
El humo era denso, casi no podía ver, me ardían los pulmones, apenas podía respirar; sin embargo, morí quemada cuando al abrirse una de las puertas una ráfaga de aire que ingresó avivó las llamas que nos rodeaban y eso fue todo para nosotras.
La siguiente vez que vi a quienes estaban allí conmigo fue en el Cielo, a donde llegamos en conjunto.
Aquel trágico día el orgullo herido de un mal ser causó la muerte de mucha gente buena —culminó con pesar.
El final de la vida Helena la había marcado profundamente en su alma, sus sentimientos negativos hacia ese hombre, quien la había asesinado en aquel trágico día cegando, además, a otras tantas vidas inocentes, la había vuelto extremadamente arisca y desconfiada ante el amor romántico, un sentimiento al que había decidido renunciar.
Si Ryan quería sanar esa antigua herida, y acercarse a ella de ese modo especial y único en que solo un hombre puede hacerlo a una mujer, tendría que esforzarse mucho más allá que con cualquier otra... y ella lo atraía de una manera tan fuerte que ese era un desafío el cual estaba más que dispuesto a afrontar.
—Que horrible historia —le dijo él.
—Sí que lo fue... pero, ya es parte del pasado —agregó ella tratando de recomponerse—; y me alegro que ahora sepas un poco más de mí, así me comprenderás mejor —concluyó acariciándole la mejilla con dulzura—. Va a ser preferible que continuemos... aún falta un par de horas para el mediodía, el día es joven.
El camino que tomaron los condujo a lo alto de una colina donde se detuvieron:
—¿Qué es aquello? —preguntó Ryan al ver una densa columna de humo púrpura que se elevaba por el sur, muy a la distancia, y que se movía hacia el oeste por una brisa que comenzaba a soplar.
—Es un pedido de ayuda de la Orden...
Debe ser uno de los puestos de avanzada costeros. ¡Vamos, hay caballeros en problemas! —le dijo Helena alarmada y, sin darle tiempo a Ryan de preguntar nada más, comenzó a correr hacia el origen de aquella señal de socorro.
A los pocos minutos llegaron al condado de West Sussex donde se internaron en un frondoso bosque, Helena lo hizo primero, estaba apenas agitada, Ryan la secundó inmediatamente después, pero casi no tenia más aliento. Era evidente que, a pesar de tener ambos cuerpos terrenales muy parecidos, de carne y hueso, la vitalidad que la energía angelical le confería al de ella era muy superior.
—¡Helena, por favor, detente... No puedo seguirte el paso!
—De acuerdo —le dijo ella frenando un poco su raudo avance—, aún estamos demasiado lejos... caminaremos.
Continuaron de ese modo, así avanzaron por cinco horas más sin descanso, hasta que se detuvieron en un claro donde se encontraron con algo muy perturbador: frente a ellos había una especie de altar pagano, parecía haber sido erigido hacía ya varias semanas, se trataba de un círculo de unos dos metros de diámetro trazado directamente sobre la tierra, en su perímetro había velas negras, derretidas y casi acabadas... y en el medio de aquello, lo más macabro: una calavera humana junto con varios huesos, todos manchados con sangre ya seca; seguramente, todos esos restos pertenecían a una misma persona, la cual había sido sacrificada allí mismo.
—¿Es esto lo que creo? —preguntó Ryan.
—Brujería, magia negra... Creada y enseñada por los demonios, y practicada por humanos —le contestó Helena muy seria—.
Desde tiempos inmemoriales mucha gente se ha inclinado por la oscuridad. Son almas condenadas, sin salvación posible... ya han abrazado el mal y lo único que harán es profesarlo.
En este sitio celebraron un sacrificio en honor a una entidad maligna y se realizó, además, un ritual de transmutación, al menos eso creo...
Ya es algo apenas perceptible, pero hubo un muy peligroso demonio caminando por aquí —aclaró Helena usando al máximo su sentido angélico—.
Va a ser mejor que continuemos nuestro camino y salgamos de este bosque, estaremos más seguros en una zona despejada —agregó al sentir una creciente sensación de peligro en el gran ambiente que los rodeaba...
Lamentablemente, su precaución llegó demasiado tarde.
—¿Viste algo? —le preguntó Ryan al notar como una sombra se había movido entre la espesura del follaje cercano.
—Sí, hasta ahora conté a cinco de ellos, son humanos, mi daga no brilla —respondió Helena atenta a todo—; y pretenden rodearnos...
¡¡Vamos, por aquí. Corre, Ryan, corre!! —exclamó y ambos comenzaron lo que sería una huida sin descanso, misma que los llevaría por un angosto sendero, el cual discurría sinuosamente a través del bosque y que finalmente desembocaba en un claro, donde había una cabaña de troncos:
—¡Entremos ahí, rápido! —dijo Helena y, en cuanto ingresaron a la pequeña vivienda, cerró la puerta trabándola firmemente con una silla.
La pequeña casa parecía deshabitada, aunque se notaba que había vivido gente allí hasta hacía solo unos meses.
En un estado absoluto de alerta, el ángel se aseguró de que no hubiera alguna entrada trasera abierta.
—No lo entiendo, Helena... si son solo cinco personas, ¿por qué escaparnos?, ¡podemos con todos ellos! —se quejó Ryan de manera imprudente.
—¡¿Eso crees?! Mientras veníamos su número se elevó a más de veinte...
De todos modos, creo que nos perdieron —le contestó ella asomándose por una de las ventanas; sin embargo, el viento que se había levantado le impedía ver si entre el follaje, el cual se movía sin cesar, se encontraban ocultos sus perseguidores—...
Vamos a esperar aquí dentro por un rato —propuso entonces.
Parecía que no había mucho que ver dentro de aquella solitaria morada abandonada, hasta que un libro le llamó la atención a Ryan.
Encendió la linterna de su pistola e iluminándolo con ella empezó a hojearlo:
—¡Helena!, ven aquí, quiero que veas esto... Mira, hay faces lunares dibujadas y las lunas llenas están pintadas de rojo, es como si fuera una clase de advertencia.
También hay partes escritas, parece que fuera una especie de diario o crónica —agregó al tiempo que comenzaba a leer algunos pasajes sueltos:
«Desde que ellos llegaron las noches nos asustan a todos. Hemos comenzado a ver resplandores que provienen de lo profundo de la espesura, y también a escuchar voces que resuenan con invocaciones en lenguas desconocidas».
«Es una secta lunar... la luna llena se ha vuelto aterradora».
«Se ocultan en los bosques, en las cavernas, allí es donde viven. Sabemos que son brujos, nigromantes».
«Primero fueron nuestros animales; pero ahora han comenzado a desaparecer niños y mujeres, también... Cuando alguien se pierde nunca más vuelve a ser visto, seguramente los matan en sus ocultas ceremonias nocturnas y luego esconden los cuerpos en las profundidades de las grutas, aún no lo sé».
«Anoche hubo luna llena, ¡otra vez esos malditos sectarios realizaron uno de sus rituales blasfemos, y esta mañana encontramos un altar con restos humanos!».
«Escuché el rumor de que el líder de ellos no es una persona... ¡es un demonio!».
«Temo que vengan a por mí y termine simplemente desapareciendo como los demás leñadores o sus familias. Comenzaré a construir un sótano por debajo de la cabaña, lo haré con piedras, no será muy grande, con que alcance para mi solo bastará... Ahí podré esconderme cuando se acerque la siguiente luna llena».
Al leer eso Ryan y Helena se miraron entre sí.
Él dejo de leer el diario y levantó un gran tapete de piel animal que se encontraba en el centro del suelo; debajo estaba la trampilla del pequeño sótano que se mencionaba en el libro, la abrió... no había nadie dentro, solo se veían unas cobijas en el fondo y había un fuerte olor a humedad.
En ese preciso instante se escuchó un ruido proveniente del techo de la vivienda y, acto seguido, fue secundado por varios más.
Los sonidos no eran muy fuertes, sonaba era como si estuvieran cayéndole cosas encima...
Pronto comenzó a percibirse una densa capa de humo que comenzó a crecer inundando todo el ambiente desde arriba:
—Están arrojando antorchas sobre el techo de la cabaña. ¡La están incendiando! —exclamó Helena alarmada.
—Tenemos que salir y pelear... —le instó Ryan.
—Para este momento es ya seguro que estamos rodeados... y todavía no puedo volar para que escapemos, mis alas no han sanado aún lo suficiente —le respondió ella con una mirada de resignación—.
Quedate en el sótano, Ryan... yo saldré a enfrentarlos.
—Es obvio que aún no me conoces bien, ¿Realmente crees que te dejaré ir sola? ¡Olvídalo, iré contigo!
—Te conozco mejor de lo que piensas... Eres de los que creen que solos pueden enfrentarse al mundo entero y ganar.
—¡Será porque así es! Aún no me has visto realmente furioso...
—Tu pistola ya no tiene balas, ¡¡Escóndete en el sótano, ya mismo!!
—¡¡¡No lo haré!!! —dijo él dándole la espalda para buscar algo que le sirviera como arma—... Dame tu daga, con ella me las arreglaré.
—Sabía que al final dirías eso —le señaló Helena en un tono muy particular, que le resultó extraño a Ryan, y entonces volteó sobre su hombro para mirarla:
Apenas alcanzó a ver fugazmente el pie de ella que venía directo a su cara y que terminó asestándole una veloz patada con el empeine justo al costado de su mandíbula, dejándolo al instante totalmente desmayado en el suelo.
—Lo siento mucho, Ryan, pero... no dejaré que arriesgues tu vida así, a esta altura ya me importas demasiado —le susurró Helena al oído dándole un cálido beso en la mejilla—. Aquí estarás a salvo tanto del fuego como del humo... por si no lo logro a tiempo —agregó metiendo a Ryan, inconsciente, en el sótano; cerró entonces la trampilla de la pequeña recámara y colocó nuevamente la alfombra por encima de ella; y así, blandiendo su espada divina, salió sola, para enfrentarse cara a cara con sus enemigos.
Pronto fue rodeada completamente a una distancia de unos pocos metros y ahí pudo ver a quienes se enfrentaba: por sus contexturas físicas y manera de moverse todos parecían ser hombres... aunque era difícil asegurarlo, ya que vestían largas túnicas marrones que les abarcaban completamente el cuerpo y sus rostros permanecían anónimos debajo de amplias capuchas que cubrían sus cabezas.
Fue entonces el ángel notó la primera cosa que le llamó la atención de sus enemigos: aunque de sus facciones casi nada se podía ver, los ojos les brillaban con fugaces reflejos... similar a lo que sucede con los animales que viven en la oscuridad.
Todos ellos lucían amenazantes, parecía que fueran alguna clase de monjes diabólicos, acólitos de un oscuro culto a un antiguo y puro mal...
La guerrera del Cielo estaba lista para el combate, sin embargo, antes de que siquiera reaccionara escuchó unos chasquidos al tiempo que sintió como era sujetada de su pantorrilla izquierda; de inmediato el evento se repitió con su otra pierna; al mirar, comprobó que varios látigos la habían atrapado.
Miro a los perpetradores y ahí notó la segunda cosa anómala en esos monjes: sus manos y antebrazos, ahora visibles, eran horribles, con sus venas muy marcadas, uñas largas y piel grisácea; parecían ser las manos de cadáveres.
Trató de forcejear pero nada pudo; la fuerza de sus rivales era claramente superior a la de simples seres humanos, una extraña fuerza demoníaca parecía habitar en ellos...
De inmediato levantó su espada en alto para comenzar a cortarlos, pero sus antebrazos quedaron inmovilizados del mismo modo que sus extremidades inferiores por varios látigos más que la asieron con firmeza.
Un último látigo la sujetó entonces del cuello arqueándola hacia atrás y asfixiándola...
Finalmente una red, salida de algún lado, cayó sobre ella para terminar la faena; ya merced de sus enemigos Helena fue derribada, maniatada y llevada lejos de allí...
Más tarde y sin saber cuanto tiempo había pasado, Ryan despertó:
«¿Donde estoy? ¿Por qué hay tan poco espacio aquí?, casi no puedo ni moverme», pensó... No veía nada, la oscuridad que lo rodeaba era absoluta, fue solo el olor a humedad lo que le dio la pauta de que estaba en el sótano de la cabaña.
Sin perder tiempo comenzó a empujar la trampilla, estaba tibia; tuvo que empujarla con bastante fuerza, había escombros por encima de ella... y al abrirla del todo pudo ver lo que había ocurrido: la estructura de la casa había colapsado completamente, consumida por el fuego, la pequeña cabana se encontraba ahora reducida a cenizas.
El incendio había sido intenso, el viento nocturno, que sin descanso aullaba de manera fantasmal, había avivado el fuego desatando así su voracidad.
No había pasado mucho tiempo, aún había restos humeantes y se podían ver resplandecientes brasas ardiendo con claridad en medio de la nocturna oscuridad...
Mientras tanto, en un claro del bosque y sobre un altar de magia negra erigido con piedras y ramas, los sectarios habían dispuesto a Helena, aún con vida, sobre una gran roca del tamaño de su cuerpo y forma rectangular.
Allí, la doncella alada esperaba su destino.
Estaba indefensa, sus armas habían quedado a unos metros de ella, la espada divina con su hoja en llamas, denotando así la furia de su portadora... No obstante, su daga no brillaba con su clásico resplandor celeste ante la presencia infernal, entre aquellos seres, a pesar de su maldad, no había demonios.
La habían atado de pies y manos mediante cuerdas fuertes a pesadas piedras que formaban parte de aquella estructura... el ángel no podía moverse.
A su derecha una gran pira encendida generaba una fogata bastante alta, asimismo se podían observar antorchas en varios puntos rodeando aquel claro.
Por su lado izquierdo, y a pocos metros de distancia, una veintena de sectarios pronunciaban alguna clase de oración en voz baja, generando así un murmullo aterrador...
Delante de ellos y justo al lado del altar uno de aquellos oscuros monjes estaba finalizando de recitar una especie de oración blasfema, misma que figuraba en un extraño grimorio, con gruesas tapas de aspecto deforme que generaban pareidolias aterradoras, era un libro infernal escrito en un lenguaje ininteligible... un dialecto del abismo.
Vestía de una manera similar a los demás sectarios solo que el color de su túnica era negro como el manto de la muerte; de su cuello colgaba un enorme medallón con extraños grabados en su grueso borde y la forma de un gran pentáculo invertido en el centro.
Ese hombre aparentaba ser alguna clase de sacerdote... era sin duda el líder de aquella secta maldita.
—Llevas un blasón y un libro de demonio, nigromante —le dijo Helena al notar el brillante colgante—, mi instinto no me engañó después de todo—.
Así que esa es la fuente de la corrupción que ostentan; objetos del Infierno propiedad de un demonio al que le pertenecen.
¿Cuántas almas tuvieron que sacrificar para obtenerlos? ¡¿cuántas vidas cegaron por esos poderes sobrehumanos?! ¡¡Dímelo, brujo!! —preguntó gritando indignada, pero no obtuvo respuesta—.
El asqueroso hedor de toda esa energía maligna es seguramente el repugnante olor que vengo percibiendo desde que entré en esta zona del bosque —agregó desafiante, más el líder continuó ignorándola...
Cuando terminó cerró el libro maldito y se lo entregó a un asistente mientras que otro de los acólitos le acercaba un gran cuchillo de hoja ondulada para completar la ceremonia.
El brujo tomó entonces aquel arma ritual y la levantó sosteniéndola con sus dos manos, ubicándola a un metro de altura justo sobre el pecho de Helena... Estaba listo para apuñalarla en el medio del corazón.
Así, el nigromante pronunció unas últimas palabras, y en ese momento de máxima tensión, cuando estaba a punto de completarse la ejecución del ángel, de manera inesperada se escuchó una ahogada explosión cercana desde atrás de él y el cuello del líder, literalmente, estalló en pedazos salpicando una nube de sangre hacia el frente... fue como si algo lo hubiera impactado por detrás.
Su cabeza, sin nada que la uniese firmemente al cuerpo, se cayó hacia atrás, quedando contenida en la enorme capucha, y el oscuro sacerdote, prácticamente decapitado, se desplomó en el suelo...
Guiado por el resplandor de los fuegos nocturnos del ritual, Ryan se había hecho presente para rescatar a Helena otra vez.
Entre las cobijas del sótano había encontrado una escopeta recortada de dos cañones y junto al arma un cinturón lleno con cartuchos aptos para ella y, a pesar de la humedad, en condiciones de ser usados.
Definitivamente, ese arma no era la mejor para enfrentarse a un numeroso grupo de enemigos, y él tampoco era un experto con ella... pero era lo único que tenía; ademas, conocía una técnica que había practicado una vez para la recarga rápida de ese tipo de escopetas.
Ante la sorpresa nadie se movió, Ryan se quedó de pie aguardando la reacción de sus enemigos...
Uno de los acólitos se acercó al cuerpo del líder, le quitó el medallón ensangrentado y se lo puso, luego volteó hacia Ryan preguntándole:
—¿Quién eres tú que se atreve a interrumpir este ritual?
—¿Deseas saber quien te mandará al Infierno, estúpido brujo? De acuerdo, ¡mi nombre es Ryan! y me llevaré a ese ángel ahora mismo.
¡¡Háganse todos a un lado!! y no intenten detenerme, o lo último que sentirán serán los perdigones de esta escopeta despedazándolos —amenazó.
—Solo eres un pobre infelíz, la muerte no nos asusta —le dijo entonces el nuevo líder mientras caminaba hacia él—. ¡Dominamos estos bosques, el mismo Infierno nos protege!
Ella —refiriéndose a Helena—, nos pertenece ahora... y tú no harás nada más que morir. Eres apenas un ser insignificante comparado con nuestro gran poder —enfatizó el nigromante—.
¡¡Rodéenlo!! Esta noche haremos dos sacrificios, nuestra ama y señora estará complacida.
Ryan fue así cercado a pocos metros de distancia en cuestión de apenas segundos quedando el locuaz acólito justo frente a él:
—¿Qué harás ahora en contra de todos? —agregó en tono sádico.
Mientras su adrenalina aumentaba en silencio, Ryan miró de reojo a los sectarios que tenía a sus costados... y entonces levantó su escopeta apuntándola a su interlocutor:
—¿Realmente quieres saber qué haré, maldito? —le preguntó de manera retórica, y sin más le disparó impactándolo en la mayor parte del el pecho y volándole prácticamente todo el rostro.
Así, el desfigurado cuerpo del mago negro fue enviado dos metros hacia atrás y cayó de espaldas al suelo, muerto.
—Comenzaré matando al comandante —prosiguió diciéndole de manera burlona, como si el sectario aún lo escuchara—, eso aconsejan los libros de estrategia militar para situaciones como esta —concluyó satisfecho, y mientras expulsaba los cartuchos vacíos de su arma para reponerlos por dos nuevos agregó:
—No me importa si le temen o no a la muerte, mientras ella se los lleve para mí es suficiente... ¡¡Y ahora, con el resto de ustedes, haré un auténtico baño de sangre!! —gritó desaforado, dando de ese modo rienda suelta a toda su agresividad.
Así, comenzó a disparar a mansalva contra todos los acólitos.
Los cuerpos de los más cercanos fueron los primeros en volar por los aires; luego los demás comenzaron a caer, uno tras otro...
El contraataque de los sectarios no se hizo esperar; claramente lo superaban en número y munidos con diversos tipos de armas blancas, comenzaron a arremeter contra él desde todos los ángulos.
Ryan se arrojó al suelo rodando para esquivar a los más cercanos y desde allí mismo les disparó, ultimándolos.
Se puso rápidamente de pie y caminando de espaldas al principio y de frente después, girando en todas direcciones, comenzó a acercarse al altar, paso a paso...
Aguardaba hasta estar casi a quemarropa de sus enemigos antes de dispararles; y no solo hacia eso maximizar el devastador efecto de la munición de los cartuchos de su arma sino porque no podía darse el lujo de fallar ni uno solo de sus limitados disparos...
Con cada impacto que recibían los cuerpos de los adeptos volaban varios metros por la energía que recibían con las descargas y cada dos disparos, Ryan recargaba rápidamente la escopeta con un par de cartuchos a la vez...
Avanzando y disparando, tuvo que matar a bastantes enemigos abriéndose paso hasta llegar junto a Helena.
Para cuando llegó estaba todo salpicado de sangre y ella lo miraba boquiabierta:
—Te dije que nunca me habías visto furioso...
—No quería que vinieras, Ryan.
—Eso ya me lo dejaste muy claro con tu pie... Por cierto, fue una muy buena patada la que me diste, estoy seguro que la recordaré por días —le respondió él con tono de reproche por el dolor que le quedó mientras forcejeaba con las cuerdas que la ataban.
—¡¿Qué más podía hacer?! Sabía que si salías a pelear conmigo me preocuparía mucho más por ti que por mí.
—Creí que ya estábamos de acuerdo en eso y que yo haría lo mismo por ti, Helena... como lo estoy haciendo ahora.
Estamos unidos en este viaje, peleamos juntos y velamos el uno por el otro... ¡así funciona una pareja de verdad!
—Ahora los dos vamos a morir —se lamentó ella al ver como volvían a acercarse varios sectarios más desde distintos puntos.
—No, mientras pueda evitarlo —le dijo Ryan que volvió a tomar su escopeta, eyectó los cartuchos vacíos y cuando trató de tomar otros dos para recargarla se dio cuenta de que ya no le quedaba ni uno solo...
Cerró entonces su arma y la tomó del caño a modo de garrote para pelear así hasta el final...
Fue en ese instante, cuando se desponía a empezar a dar golpes, que comenzaron a escucharse una serie de detonaciones rápidas.
Los cuerpos de varios nigromantes comenzaron a volar por los aires para terminar cayendo al suelo, ardiendo, envueltos en furiosas llamas que los devoraban...
A pocos metros de ellos había aparecido un hombre que, usando una escopeta de repetición, estaba acabando con todos los adeptos.
Se trataba de alguna clase de comando militar equipado con un avanzado traje de combate blindado y reforzado, el cual le cubría todo el cuerpo desde su cabeza hasta sus pies... era como si vistiese la versión futurista de una poderosa armadura medieval.
La munición que usaba en su arma era de tipo incendiario, posiblemente cartuchos de zirconio; Ryan creyó identificarla como una que él ya conocía y que en su época era apodada como: «aliento de dragón».
Con cada disparo del grueso cañón de la escopeta salían perdigones a alta temperatura en medio de una gran llamarada cónica de varios metros que incendiaba todo a su paso, de ese modo, los acólitos caían de a varios.
Atacándolo con cuchillos los sectarios que lograban llegar hasta el soldado no lograban ni mellar su armadura y terminaban encontrando una muerte casi instantánea.
En pocos segundos los nigromantes que no escaparon fueron eliminados por aquel misterioso hombre que, recién entonces cuando el área quedó libre de enemigos, se acercó al altar:
—¡Termina de desatarla! ¡¡Vamos, apúrate!! —le instó a Ryan—.
Y vengan conmigo, si quieren vivir...
La torre de los condenados
Usando la iluminación externa infrarroja de su avanzado traje y un sistema de visión especial con el que contaba su casco, el cual le permitía ver claramente en ese rango de luz, el tecnológico soldado los fue guiando en medio de la oscuridad.
En cuestión de contados minutos alcanzaron al borde de la gran isla británica y llegaron al sitio desde donde partía el humo que los había hecho desviarse de su ruta original al comienzo de aquel día...
Se trataba de una antigua edificación romana del siglo V, erigida sobre el borde de un acantilado. Estaba completamente restaurada y estaba en perfectas condiciones, como si hubiera sido levantada apenas décadas atrás.
Ese era claramente un puesto de observación costero, fortificado, que consistía principalmente en una ancha y muy alta torre con una construcción por debajo apta para albergar tropas y un pequeño arsenal.
Todo el emplazamiento estaba protegido por una gruesa muralla de piedra con un enorme portón de hierro al frente al cual se acercaron.
La espada de Helena se encontraba enfundada en su espalda así como su daga en su brazal, y esta última comenzó a brillar... había demonios cerca.
El misterioso soldado de la poderosa armadura desactivó entonces su modo de visión asistida y levantó la visera de su casco pulsando un botón:
—¡¡Ábrenos ya mismo, tenemos que entrar pronto, la zona no es segura!! —gritó mirando hacia el lugar, pero nadie respondió... pasaron unos instantes y se escuchó el sonido de un mecanismo que se accionaba, acto seguido y tirando de sus enormes cadenas, el pesado portón de la muralla comenzó a ser elevado...
La solitaria figura de una mujer los recibió: aparentaba tener unos jóvenes veintiún años y se quedó en el marco de la entrada mirando expectante a los recién llegados, enfocándose principalmente en Helena...
—Te doy la bienvenida, ángel del Señor —dijo hincando su rodilla respetuosamente, y parándose de inmediato agregó:
—Pasen rápido, ellos aún están por ahí. Nos observan... acechan desde los bosques.
—No te preocupes, ya no queda ninguno —comentó Ryan mientras ingresaban.
—Los sectarios son muchos más que esos pocos que viste —le aclaró el soldado—. En estos bosques se cuentan por decenas los siervos del mal.
Los más nuevos son simples adoradores de demonios... a los demás ya poco les queda de humanos.
Esos seres han traicionado al Creador y han sido recompensados por el Infierno a cambio de sus almas volviéndolos más fuertes y con sentidos propios de las bestias.
Hace meses que rondan por toda esta zona, exterminándonos uno por uno —concluyó con un claro odio contenido mientras cerraba el portón nuevamente:
—Mi nombre es Hawk, paladín de la Orden —se presentó al finalizar— y ella es mi querida hija... Lisbeth —en ese instante se quitó el casco:
Por su rostro, aparentaba tener unos cincuenta y dos años de edad; su cabello era de color blanco y tenía un grueso bigote en igual tono, una larga cicatriz le atravesaba la mitad izquierda de su rostro verticalmente desde la frente hasta su quijada.
Su aspecto físico era el de un luchador fuerte y diestro... Un hombre curtido en fieros combates sin lugar a duda.
—Soy Helena y él es Ryan, viajamos juntos.
Hawk los hizo pasar al interior del cuartel y su hija les trajo un té caliente para que bebieran.
—¿Dónde se encuentran los demás miembros? —preguntó Helena.
—Mi hija y yo somos los únicos dos que quedamos de todo el destacamento... y tengo suerte de haberla recuperado.
—Pero ¿qué fue lo que pasó aquí?
—Esta zona fue siempre muy tranquila... hasta que, hace unos meses, nuestras patrullas comenzaron a ver extrañas figuras encapuchadas que vestían túnicas oscuras y se escondían entre el follaje de la foresta.
Tiempo después de aquellos fugaces encuentros nos topamos con los restos de un blasfemo altar en un claro del bosque.
Supimos entonces quienes eran esas extrañas apariciones: se trataba de seguidores del mal, ¡magos negros!
Empezamos entonces una cacería para expulsarlos de estas tierras.
Los buscamos sin descanso... hasta que finalmente encontramos su asentamiento dentro de una cueva muy bien escondida.
Atacamos el lugar, pero lograron escapar por los túneles.
No los perseguimos más allá, esos túneles son demasiado intrincados y peligrosos; sin embargo, demolimos la cueva y la sellamos usando explosivos... y no volvimos a verlos más.
Creímos que todo había regresado a la normalidad... hasta que un día, hace solo un par de meses, Lisbeth desapareció —dijo Hawk mirando a su hija, quien continuó el relato desde ese punto:
—Fui secuestrada por los mismos sectarios, lo hicieron una mañana cuando salí a buscar provisiones.
Me tuvieron atada y cautiva por tres días...
Planeaban sacrificarme con la siguiente luna llena, por suerte pude escapar la misma noche del plenilunio, justo antes de que hicieran su ritual —finalizó la joven.
—Al día siguiente, gracias a Dios, una de nuestras patrullas la encontró y la trajo —agregó su padre—. Rastreamos sus huellas, que nos condujeron hasta el sitio donde la tuvieron prisionera, allí encontramos los restos del altar. Comprobamos que, de todos modos, celebraron su ceremonia, habían sacrificado a una persona; pensamos se trató de alguno de ellos mismos y es por eso que no le dimos cristiana sepultura, lo dejamos allí para que los animales del bosque lo devorasen.
En ese momento no supimos cual fue el propósito del ritual, sin embargo, poco tiempo después vimos sus terribles efectos:
Algunos de los nuestros comenzaron a morir aquí mismo, de una manera súbita. Caían fulminados en dolorosas agonías que duraban apenas minutos y nada se podía hacer por ellos...
Supusimos que se trataba de alguna clase de veneno que desconocíamos. Descartamos el agua y los alimentos; a pesar de ello, uno por uno, nuestro número continuó disminuyendo.
No sabíamos que podía ser lo que nos estaba matando...
Decidimos entonces pedir refuerzos de manera urgente, pero nuestro equipo de transmisión se descompuso, dejándonos aislados...
Ante aquello, nos vimos obligados a enviar a pequeños grupos de soldados, fuertemente armados, en busca de ayuda...
Sin embargo, no supimos más nada de ninguno de los que partieron.
De ese modo, nos convertimos en apenas sobrevivientes, y fuimos cada vez menos, hasta que hace solo unos días quedamos únicamente Lisbeth y yo.
Fue entonces que decidí usar la señal de humo, como último y desesperado recurso... y ustedes vinieron.
—Esos sectarios tal vez invocaron alguna clase de criatura infernal de tipo espectral... Mi daga detecta a un demonio y está rondando por este sitio; no ha dejado de brillar desde que llegamos —dijo Helena.
—Se trata de una maldición, estoy segura de eso. Aquí hay un ente vengador cazándonos, deberíamos irnos —agregó Lisbeth.
—Nosotros nos dirigimos hacia Dover, me encuentro realizando una misión muy especial, me fue encargada por el mismísimo arcángel del Bastión —le aclaró—. Pueden venir con nosotros, si lo desean; ya no tiene sentido que permanezcan aquí.
—¡Soy un paladín de la Orden! No dejaré este puesto por ningún motivo... Permaneceré aquí, y mi hija lo hará conmigo —dijo Hawk convencido y mirando orgullosamente a Lisbeth, ella sin embargo tuvo que contener una tensa mirada de desacuerdo.
—Bien, solo tienen que resistir dos o tres días más, es todo lo que tardaremos —les dijo Helena sin discrepar—. En cuanto lleguemos a Dover informaremos de la situación del puesto y ellos mandarán ayuda de inmediato.
—Será mejor que partan por la mañana —les aconsejó el paladín mirando a la gran luna menguante que reinaba en lo alto del cielo—, estos bosques no son nada seguros cuando la luz del sol no brilla en ellos.
Pasaron allí toda la noche y al día siguiente, temprano, como a las 7, se levantaron.
Lisbeth se les había adelantado a todos y preparado el desayuno...
—¿Tendrán algo de munición para mi pistola en la armería? —les preguntó Ryan.
—No, lamentablemente usamos casi todos nuestros suministros con los grupos que enviamos —le respondió Hawk.
—Ademas de algunos pocos cartuchos de escopeta, apenas nos queda un cargador con balas para el arma de mamá —agregó Lisbeth señalando un moderno rifle automático de cañon largo equipado con una poderosa y muy avanzada mira telescópica, mismo que se encontraba apoyado sobre su culata en un rincón de la sala; aquella era la clásica arma de precisión que usa un tirador experto.
—Mi esposa murió hace un año —aclaró Hawk y sus ojos se le llenaron de lágrimas que se esforzó en contener—. Ese rifle era su favorito, se encuentra bendecido, ella era francotiradora... una de las mejores que he visto.
—Ahora yo tomaré su puesto, papá; mamá me enseño todo lo que sabía —le dijo su hija acariciándolo por detrás del cuello.
En ese instante, y mientras Lisbeth pasaba su mano, la daga de Helena emitió un fuerte resplandor, lo cual distrajo a la emisaria de Dios y con ella a Ryan y a Hawk también...
Al mismo tiempo, y de manera inadvertida para ellos, en la nuca del paladín apareció un tajo tan delgado como un cabello humano, tan perfecto que aparentaba haber sido practicado con un filoso bisturí, y del que apenas surgió sangre.
La misteriosa herida cicatrizó casi en el acto, desapareciendo completamente, y sus consecuencias no tardarían en manifestarse...
Minutos después, cuando Helena y Ryan se aprestaban para partir, el paladín, al ponerse de pie, se sintió mareado.
—¡Papá! ¿Qué te pasa? —le preguntó Lisbeth sobresaltada; pero él no le respondió, su piel lucía muy transpirada y su respiración era superficial... Sin poder dar ni un solo paso se desplomó en el piso, desfalleciendo.
—¡¡Es lo mismo que les pasó a los demás!! —exclamó la joven tapándose la boca con su mano para cubrir una fingida mueca de horror.
Helena se agachó de inmediato y se puso junto a él mirándolo a los ojos para tratar de hacer un rápido diagnóstico:
—Se está muriendo, sus pupilas lo evidencian —dijo alarmada y colocando sus manos a pocos centímetros de su pecho, justo delante de su corazón, comenzó a transferirle parte de su fuerza angelical...
«Adelante, tonta semiángel; de nada servirá tu limitada energía divina contra el poderoso veneno que es mi sangre», pensó Lisbeth.
—No funcionará —dijo Helena luego de intentarlo por varios segundos—, lo siento mucho...
¿Qué podemos hacer?, dínoslo por favor —le pidió al agonizante hombre mientras se quedaba sentada en el suelo junto a él para socorrerlo de algún modo.
—No hay nada que se pueda hacer ya para evitarlo —le respondió Hawk—; esto ya lo vi en muchos otros, y por más que intentamos salvarlos de mil maneras distintas el resultado fue siempre el mismo: pronto voy a morir.
Solo voy a pedirte dos cosas, ángel...
—Adelante —le dijo Helena.
—La primera, es que te lleves a Lisbeth contigo y la dejes a salvo con la Orden.
—Te prometo que lo haré.
«Eso es justo lo que esperaba... Finalmente entraré al bastión de Dover», pensó Lisbeth satisfecha al escuchar eso mientras sonreía por dentro con frías lágrimas de dolor en su rostro.
—La segunda, es que reclames mi alma... Si no lo haces temo que, lo que sea que esté matándome, la termine reclamando para el Infierno.
Helena sacó su daga y la apoyó de punta sobre el pecho del paladín, justo encima de su corazón; lo miró a los ojos y entonces comenzó a irradiar de ella un bello halo dorado, el cual se extendió por todo su cuerpo:
«Que mi mano ejecutora sea redentora, y guiada por la misericordia de Dios envíe a tu alma inmortal hacia la glorificación divina, para que allí encuentre la dicha eterna», fue el sacramento final que con marcada sólemnidad ella pronunció al tiempo que rodeaba al hombre con la calidez de sus alas.
Hawk sonrió cerrando sus ojos con una expresión de gran paz... para ya no volver a abrirlos.
—Partirás sin dolor —agregó el ángel y presionó suavemente su arma hundiendola en el centro de su corazón, tomando finalmente su vida y reclamando su alma para el Cielo.
En ese momento las piernas de Lisbeth parecieron fallar y se dejó caer al suelo, lugar donde permaneció sentada de costado y mirando hacia abajo con fingidas lágrimas en sus ojos.
—Está hecho, su alma ya ha sido salvada; ahora solo debemos sepultar su cuerpo para honrar su memoria —dijo Helena.
—¡No! Papá no hubiera estado de acuerdo en nada que nos retrasara para el viaje, ni siquiera eso —le dijo Lisbeth—.
Cuando lleguemos al bastión de Dover yo me encargaré, personalmente, de que vengan a buscar su cuerpo y le brinden los honores que se merece —agregó poniéndose de pie mientras tomaba el rifle legado por su madre y se lo cargaba al hombro.
—¿Estás completamente segura de eso, Lisbeth... Te encuentras bien? —le preguntó Ryan extrañado por la inesperada actitud de la joven—. Tu padre acaba de morir...
—Solo quiero que nos pongamos en camino y cumplamos con lo que él pidió —fue la escueta respuesta de ella.
Así, luego de hacerse con algo de equipo extra, los tres salieron del puesto de avanzada y se pusieron en marcha... ignorando que, de lejos y muy bien ocultos en la espesura de la densa foresta, un par de figuras encapuchadas los observaban a escondidas; eran parte de los nigromantes que habían sobrevivido la noche anterior:
—Nuestra señora va con ellos —le dijo uno de los acólitos al otro.
Se referían a Lisbeth, quien notó el contacto visual de inmediato y disimuladamente volteó a verlos:
«Díganle a los demás que no interfieran con nosotros para nada», les ordenó silenciosamente, de manera mental.
«Como usted desee, señora», le respondieron ambos del mismo silente modo y de inmediato se retiraron para cumplir con la orden de su ama a la brevedad.
Helena y Ryan no lo sabían, pero los restos humanos que vieron en el profano altar del bosque pertenecieron a la verdadera hija del paladín, sacrificada meses atrás cuando una criatura diabólica tomó su forma.
Junto con ellos viajaba ahora una fémina proveniente de la séptima prisión del Infierno y era una de las más peligrosas enemigas a las que se podían enfrentar.
Armada con una sangre que era venenosa para cualquier ser que no fuera un demonio, principalmente los humanos, y con poderes ocultos tan grandes que había acabado, ella sola, con todo un puesto fortificado y lleno de combatientes bien entrenados.
Un terrible demonio con agenda propia, que tenía un objetivo secreto mucho más importante para el averno de lo que ellos jamás podrían imaginar...
Laberinto de furia
Caminaron con rumbo hacia el noreste. Helena y Ryan iban por delante para darle su espacio a Lisbeth que creían arrastraba el dolor por la pérdida de su padre y avanzaba en silencio a unos quince metros por detrás de ellos.
—Helena, explícame, ¿que es todo eso de la Orden, los paladines y los bastiones? —le preguntó Ryan confundido.
—Largo tiempo después de que sonara la sexta trompeta, cuando las puertas del Infierno se abrieron, la humanidad comenzó a caer definitivamente...
Fue para ese entonces que los gobiernos de la Tierra, ya debilitados y carentes de poder ante la población, se disolvieron y el caos se adueñó de las distintas sociedades.
El ateísmo desapareció, pero, al mismo tiempo, las diferentes religiones del mundo sufrieron una crisis terminal; todas cayeron excepto las que se basaban en la Biblia, esas se vieron fortalecidas por los acontecimientos apocalípticos que ya eran evidentes... aunque, con la presencia de los ángeles en la Tierra, sus iglesias perdieron su cohesión y estructura interna.
En medio de esa debacle, los únicos que surgieron, dispuestos a no entregarse y organizándose para luchar contra los demonios, fueron las distintas milicias nacionales de los países.
Solo los militares contaban con el armamento suficiente y la preparación necesaria como para hacerle frente al Infierno y al unirse con las fuerzas del Cielo, enviadas por Dios para ayudarlos, dieron origen a la Orden de la Cruz de Acero... un cuerpo militar y religioso a la vez, único, de cobertura global y con una disciplina basada en lo divino —finalizó el ángel.
—Entiendo... por lo que me dices, se podría pensar que son como una versión moderna de los famosos Caballeros Templarios, ¿no es así? —volvió a preguntarle Ryan.
—En realidad son mucho más poderosos de lo que fue la Orden del Temple: en esta época no hay reyes, ni papas... ni autoridad humana que se les oponga; cuentan con un entrenamiento altamente depurado, luego de siglos de conflictos bélicos, y además, usan armas modernas infinitamente más avanzadas que las del siglo XII y definitivamente las más devastadoras jamás creadas por el hombre.
Los miembros de la Orden se llaman a sí mismos: caballeros y sus exponentes más destacados son los paladines, soldados de élite muy bien entrenados que no solamente son bravos en combate sino que generalmente entrenan y comandan a otros.
Así se conforman los distintos ejércitos de la Orden que están distribuídos por todo el mundo y se agrupan en bastiones.
El que se encuentra en Dover es conocido como el Bastión de los Guerreros Sagrados.
Cada bastión es un auténtico centro de comando militar y como tal, se erige siempre en instalaciones fortificadas y muy bien defendidas, los castillos son sitios ideales para ello —explicó así Helena enterando a Ryan un poco más de como era el mundo en el que ahora estaba.
Tres horas pasaron, durante las cuales no se detuvieron ni siquiera para almorzar, nadie estaba con el ánimo suficiente como para hacerlo... y al llegar a lo alto de una colina divisaron lo que parecía ser un poblado.
Se agacharon, ocultándose... Ryan tomó un par de binoculares y comenzó a examinar el sitio desde lejos mientras que Lisbeth hacía lo propio usando la potente mira de su arma de largo alcance.
Un sector del pueblo se encontraba en llamas, el resto estaba bastante dañado.
Parecía que allí se hubiera librado una feroz batalla hacía muy poco tiempo. Se podían ver restos de vehículos militares en distintos lugares, algunos aún humeando.
—Son los sectarios —dijo Lisbeth mientras se echaba cuerpo a tierra y desplegaba los apoyos de su rifle adoptando una posición de ataque.
—¿Qué piensas hacer, Lisbeth? —le preguntó Helena.
—Vengarme de ellos... mataron a los míos, ahora los mataré a ellos.
—¿No sería más prudente rodear el pueblo y evitarlos? Solo somos tres —señaló Ryan.
—A lo sumo solo habrá algunos demonios del primer círculo entre ellos, nada de que preocuparnos —le contestó la joven.
—Es la segunda vez que escucho eso de los círculos, ¿qué significan? —preguntó Ryan recordando lo expresado por la gárgola en Cambridge y Helena, al ver su desconcierto, procedió a explicarle:
—La peligrosidad de cada demonio es mayor de acuerdo al círculo del Infierno del que provenga...
Los más débiles son los demonios humanos: ellos pertenecen a los primeros círculos. Son almas sumamente imperfectas y sin valores, que abrazaron al mal de manera voluntaria.
Carecen de todo tipo de poder especial que los vuelva más peligrosos, salvo por algunos favores menores que obtienen por su entrega a lo infernal, como pueden ser ciertos poderes extrasensoriales o cuerpos que no envejecen...
Físicamente lucen prácticamente como lo que siempre fueron, personas comunes; son apenas esbirros de los demonios reales, sus lacayos.
Por encima de ellos están siempre los demonios naturales que usualmente los comandan: su aspecto los distingue de los humanos, porque, aunque ostentan cuerpos con aspecto de hombres y mujeres fuertes, atléticos, siempre tienen alguna característica física que los delata, tales como cuernos, alas membranosas o alguna parte del cuerpo, generalmente la inferior, animalizada.
Muchas de sus subespecies han recibido una denominación propia y específica, pero la variedad es tan grande que muchas veces sus tipologías han heredado el nombre del primer caso registrado en las crónicas.
Su manera de actuar es siempre inteligente y muy astuta; entre ellos se encuentran los íncubos, súcubos, gorgonas, lamias, sirenas... y otros seres igual de peligrosos; algunos tienen facultades que les permiten hasta cambiar de forma, ocultando así su aspecto demoníaco, para poder seducir, tentar y engañar a los humanos más fácilmente; solo los seres divinos pueden detectarlos, no pueden ocultarse ante los ojos de ellos.
A continuación vienen las bestias y semibestias del averno, son físicamente más poderosos que todos los anteriores: el demonio que nos atacó en la universidad era uno de los tantos seres míticos que habitan en esas profundidades...
Las gárgolas, así como las arpías y los basiliscos, entre otras tantas especies abisales, se encuentran ahí, en los círculos intermedios del Infierno; son criaturas con poderes especiales y diferentes en cada caso de acuerdo a su clase.
Generalmente no ostentan una gran inteligencia... se especializan en destruir más que en pensar.
Más profundamente en el Infierno aparecen otros demonios que son aun más fuertes y brutales que los anteriores. Muchos han sido registrados en crónicas a lo largo de la historia del hombre.
Son auténticas aberraciones de la naturaleza como los gigantes y los cíclopes o mezclas entre animales y humanos que han dado origen a seres enormes y muy poderosos; criaturas como la Quimera, el Minotauro o la Esfinge son buenos ejemplos de esos demonios.
Sin embargo, las bestias más grandes pertenecen a los círculos finales del inframundo, los más profundos y centrales, seres titánicos y devastadores como los dragones o los diferentes tipos de monstruos marinos provienen de allí.
Las distintas culturas los han identificado en varias ocasiones dándoles nombres propios que han quedado en las leyendas como: la Hidra, Caribdis, Escila o el Kraken —finalizó Helena.
—¡Dios nos libre, y guarde a la Orden, de enfrentar alguna vez a cualquiera de esos últimos demonios! Haría falta un ejército de ángeles para derrotar a cualquiera de ellos —expresó Lisbeth... y enfocándose en el pueblo agregó:
—He contabilizado un total de diez objetivos y no veo a nadie más en las inmediaciones.
Con este rifle bendito no importa si son humanos o demonios, todos caerán por sus balas...
A continuación guardó silencio y concentrándose se comunicó con uno de los hombres que tuvo en su mira, el cual se volteó hacia ella para escucharla en su mente:
«Dile a los demás que suban a las azoteas, que se asomen por los balcones y que deambulen por las calles bien a la vista.
Por fin ha llegado el gran día que tanto han esperado: hoy reclamaré sus almas para el Infierno y cuando lleguen allí, podrán entregarse al mal completamente, como los siervos míos que son.
Allí los volverán más fuertes, más poderosos, y regresarán siendo auténticos demonios humanos», pensó. Envió así su sigiloso mensaje telepático... y su orden final para ellos.
Unos segundos después sus objetivos comenzaron a aparecer.
Lisbeth le disparó al primero, que fue muerto en una terraza, luego lo hizo con el segundo, fulminándolo en un balcón, al tercero lo ultimó en un callejón y continuó así, esperando el momento para que los cuerpos cayeran en lugares escondidos, tal y como lo haría un verdadero francotirador, y así no levantar sospechas en Ryan que miraba atentamente aquella matanza con sus prismáticos y podría dudar ante cualquier actitud anómala que viese en los acólitos.
—Eres una experta por lo que veo. Ninguno se dio cuenta de nada hasta que terminaste con todos... nadie dio la voz de alarma —comentó Ryan asombrado.
—¿Qué puedo decir? Mi madre me enseño bien —le respondió Lisbeth sonriendo y agregó:
—El pueblo quedó limpio. ¡Continuemos!
Cuando llegaron al lugar comenzaron a recorrerlo... Había casas, y negocios de distintos rubros. Algunas construcciones estaban en ruinas, era como si hubieran sido demolidas.
El viento soplaba por ráfagas, el ambiente se percibía seco, había que cerrar la boca para no terminar masticando el polvo de los escombros, las cenizas del incendio se podían respirar en el aire...
—Avancemos juntos, pero separados por unos metros y busquemos algo de munición para las armas antes de irnos —les propuso Lisbeth.
—No lo entiendo, claramente hubo un enfrentamiento armado aquí. ¿Donde estarán los cuerpos de los soldados? —preguntó Ryan.
—Los sectarios deben de haberlos arrojado a la zona del pueblo incendiada —supuso la joven.
—No lo creo, aquí no huele a carne quemada —comentó Helena mientras recorría el lugar con su mirada—. Por el nivel de destrozos y cantidad de armamento pesado debería de haber decenas de cuerpos.
—¡Mira, Ryan! Encontré municiones para nuestras armas —le gritó Lisbeth de lejos mientras revisaba un comercio donde parecía que se habían parapetado algunos combatientes.
—Bajen la voz de inmediato... No vuelvan a gritar —dijo muy tensa Helena en ese momento—.
¿Ven esos tanques destruidos? Están aplastados y con agujeros en el blindaje... Ahora entiendo por que hay tantas construcciones en ruinas: un minotauro ha sido el responsable de todo esto.
Son criaturas capaces de provocar un terrible nivel de destrucción; y no hay cuerpos sencillamente porque fueron comidos por esa bestia, el apetito que tienen por la carne humana es voraz.
—De todos modos, ya se fue —dijo Ryan.
—Esos demonios tienen el sentido del oído más fino que existe; podría escucharnos aunque estuviera ya a kilómetros de aquí.
—Pero no tienen buena vista, es fácil ocultarse de ellos —agregó Lisbeth y Helena señaló:
—Es por eso que, en la leyenda, el minotauro caza dentro de un laberinto... es para que sus víctimas tengan su misma limitación.
Mira en donde estamos: hay estructuras por todos lados, algunas están derrumbadas bloqueando calles enteras con sus escombros, hay vehículos destruídos por todos lados, barricadas militares y hasta auténticos muros de fuego que cortan el paso en ciertos puntos...
Este pueblo es prácticamente como un laberinto, solo que un laberinto de pesadilla —concluyó preocupada.
—Si aparece ese minotauro lo matamos y listo. ¿Cuál es el problema? Tenemos dos armas matademonios y tu espada, Helena. No creo que debamos temer por nada —dijo Ryan mientras recargaba su pistola.
—No sabes lo que dices —le aclaró la divina guerrera—. Los minotauros son rápidos y bestialmente fuertes, son moles de puro músculo que miden como cinco metros de alto y pesan toneladas... imagínate un rinoceronte y multiplícalo por diez.
Las balas de las armas bendecidas apenas penetrarían sus cuerpos, aún mis armas sagradas necesitarían de una fuerza extraordinaria para cortarlos.
En ese instante se escuchó el galope veloz de algo que se acercaba, y todo comenzó a vibrar...
Los tres se miraron nerviosos sin saber desde donde venía ni como reaccionar y repentinamente una casa, literalmente, estalló en pedazos ante el impacto de algo que la demolió al instante.
Varias estructuras colapsaron por el evento que libró la misma cantidad de energía que una bomba arrojado desde un avión.
Helena quedó junto a Ryan, ambos tapados por algunos escombros livianos... y Lisbeth, perdida.
—El minotauro está aquí —susurró Helena—no te muevas, Ryan... y trata de respirar muy despacio.
La mitológica criatura era impresionante, una diabólica fusión entre hombre y bestia: su enorme cuerpo era antropomórfico y claramente pesaba toneladas; sus piernas, de las rodillas para abajo, eran similares a las de un toro, teniendo hasta cascos en lugar de pies; sus muslos, su cintura, así como su tronco, cuello y brazos, eran claramente humanos, todos inmensamente fuertes, gruesos y musculosos, dignos de un titán...
Su taurina cabeza era lo más aterrador de la aberrante criatura, no solo por el brillo rojo que emanaba de sus pequeños ojos ni porque al frente de su hocico su nariz era atravesada por una argolla, cual toro de lidia, sino porque sus sienes se encontraban coronadas por dos amenazantes, gruesos, largos y puntiagudos cuernos que partían hacia los lados curvándose sinuosos hacia el frente, ambos dotados con la dureza necesaria para arremeter contra lo que fuera que se interpusiera por delante de ellos, atravesándolo con total seguridad y sin ni sufrir mella alguna.
No portaba una gran armadura, solo un arnés de cuero con un fuerte aro central, mismo que sostenía sus pesadas hombreras de hierro a su ancho cinturón del que colgaba, asimismo, un gran taparrabo hecho con la piel arrancada directamente del cuerpo de algún animal; gruesas rodilleras metálicas y un par de brazales hechos del mismo ferroso material completaban su atuendo.
La monstruosa bestia patrullaba el sector, buscándolos...
Solo se escuchaba la lenta cadencia de los cascos de sus poderosas patas contra el suelo cada vez que daba uno de sus pesados pasos y el sonido del aire resoplando por su ancha nariz de toro.
—¿Cómo vamos a escapar de aquí? —preguntó Ryan.
—Yo podría cargarte y salir volando... pero no lo haremos; no sé donde está Lisbeth, tendríamos que abandonarla y le prometí a su padre que la llevaría a salvo hasta Dover.
Hay que matar a ese demonio, y sé como hacerlo; una vez vi a una amiga mía acabar con uno de estos monstruos usando una técnica basada en la manera en la que cazan los halcones, pero tendrás que ayudarme —le respondió ella.
—Dime que debo hacer.
—¿Ves aquella camioneta militar? La que tiene esa ametralladora montada encima...
—Sí, se parece a una Browning M2 de mi época; si es así debe ser de calibre .50... Hasta podría estar cargada con municiones antiblindaje. ¿La usaremos para matar al minotauro?
—Si no estuviera bendecida tal vez no alcanzaría y es demasiado grande como para que yo la consagre... un ángel de verdad podría —agregó con un dejo de frustración—; de todos modos, no sabemos ni siquiera si tenga balas, quizá incluso hasta esté rota...
Enfócate solo en el vehículo, se usa para el transporte rápido de tropas y parece estar en buen estado. Quiero que te subas en él, lo arranques y comiences a dar vueltas por toda la ciudad.
—¿Seré un señuelo?
—Es necesario, Ryan... mientras el minotauro te persiga yo me elevaré hasta 1 000 metros en el aire y me dejaré caer en picada.
El ruido de la camioneta ocultará toda mi maniobra.
Cuando falte poco para llegar al suelo cambiaré mi vuelo por una trayectoria horizontal. Mi velocidad en ese momento sera de varios cientos de kilómetros por hora; iré directo hacia el minotauro, lo tomaré desprevenido y morirá con un solo golpe de mi espada.
—De acuerdo. ¿Comenzamos?
Helena asintió... Ryan se puso de pie y corrió con todas sus fuerzas hacia el vehículo que el ángel le había señalado.
El minotauro lo escuchó y comenzó a caminar hacia el lugar de donde provenía el ruido.
Ryan puso en marcha el motor y comenzó a conducir; al notar el ajetreo la bestia comenzó a correr hacia él, dando así comienzo a lo que sería una implacable persecución.
Helena aprovechó la distracción y comenzó a volar... El plan parecía funcionar.
Ryan conducía desesperadamente, a toda velocidad y sin un rumbo fijo; en cada esquina que doblaba temía encontrarse con un bloqueo que podría significarle la muerte, pero el luchar junto a Helena lo hacía continuar de una manera temeraria.
El minotauro corría tras él, enceguecido por su sed de caza y sin perderle el rastro, era su presa y estaba dispuesto a todo. Por momentos la bestia cambiaba bruscamente de ruta y atravesaba casas enteras en intentos de salirle por delante para cortarle de ese modo el paso.
Helena, mientras tanto, ascendía hasta la altura que pretendía... y una vez alcanzada se lanzó en picada con sus alas plegadas para llegar a la máxima velocidad posible.
Para ese instante el escape en tierra se había vuelto ya frenético y en extremo vertiginoso.
En un sector de calles angostas el demoníaco semitoro parecía haber acorralado a Ryan; indómito, arremetía contra él, quien apenas lograba esquivarlo ocasionando que la bestia se incrustase en algunas estructuras con sus violentos ataques descontrolados, no obstante, el duro monstruo parecía no inmutarse ante los golpes y, aunque perdía terreno, continuaba persiguiéndolo.
Así, en un momento de aquella vorágine sucedió lo que Ryan tanto estuvo temiendo: cuando le pareció que se había alejado del demonio tomó por una ancha calle, la cual le daría un buen margen de maniobra, pero dobló mal y quedó frente a la zona incendiada de la ciudad.
Delante de él, a menos de una veintena de metros, había una pared de fuego y escombros que parecía interminable, con llamas tan altas como casas e imposible de atravesar.
Rápidamente accionó los frenos del vehículo y volanteó haciendo que la camioneta girara, quedando de ese modo atravesada en mitad e la calle, perpendicular a ella.
Miró hacia el lado por el que tendría que escapar y vio que por allí venía el minotauro corriendo a toda velocidad, se encontraba como a cien metros de él y no había como huir ya.
Parecía que así terminaría todo... sin embargo, en ese instante, de entre el fuego emergió Helena, atravesando el infranqueable incendio con sus alas firmemente extendidas, y a una velocidad digna del ataque de una poderosa ave rapaz.
Su maniobra resultó ser tan poderosa que el escudo de aire que la rodeaba protegió hasta el último de sus cabellos del fuego abrasador.
Fue directa hacia el minotauro que ni reaccionó, continuando así con su embravecida carrera, ciego de furia...
Apenas una fracción de segundo antes del impacto, la divina doncella dio un giro en el aire multiplicando de ese modo la fuerza de su ataque al tiempo que desenvainaba su flamígera espada con ambas manos... y con un limpio golpe de incontenible fuerza y letal precisión, concentrado en el poderoso cuello del demonio, le cortó la cabeza, decapitándolo en el acto.
El bestial cuerpo terminó rodando por el suelo para desaparecer tragado por una enorme grieta infernal.
Helena aterrizó usando todos los músculos de sus piernas para frenar, tuvo que agazaparse y apoyar muy firmes sus sandalias en el suelo, que dejaron sendas marcas, patinando así en un recorrido de decenas de metros... hasta que se detuvo finalmente.
Llegó hasta el punto donde terminaba la propia calle quedando justo en el centro; en esa esquina, la vía se articulaba con otra que allí nacía y juntas se unían perpendicularmente formando un ángulo recto.
El ángel se irguió triunfal por su hazaña envainando nuevamente la sagrada espada.
Ryan comenzó a conducir hacia ella para recogerla y proceder con la búsqueda de Lisbeth... y en ese instante sucedió algo inesperado: la casa que se encontraba junto a Helena estalló del mismo modo en como lo había hecho la primera al ser colisionada por un segundo minotauro.
Sorprendido por la terrible explosión, Ryan detuvo bruscamente su vehículo: Helena había desaparecido ante sus ojos embestida por otro de esos terribles monstruos, el cual se la llevó consigo, arrastrándola por la calle que allí nacía de manera perpendicular a la que el estaba...
El ángel fue arrojado finalmente a decenas de metros de donde se encontraba, volando por los aires junto con los restos de la estructura.
La fémina celestial terminó de ese modo conmocionada y aturdida por la tremenda violencia del impacto y los golpes que recibió.
Como un acto reflejo la orgullosa Helena quiso ponerse de pie, pero sus piernas habían quedado aplastadas por una pila de escombros... junto con uno de sus brazos estaban atrapadas también.
El minotauro se le acercó lentamente hasta colocarse justo por delante de ella y apoyó una de sus pesadas y enormes patas sobre los restos de mampostería que la apresaban, resquebrajándolos.
El ángel gritó de dolor al sentir que sus huesos estaban a punto de fracturarse y buscó su espada, trató de desenvainarla para defenderse... pero no pudo, los escombros sobre los que su cuerpo yacía se lo impedían, la guarda se trababa allí.
La bestia se inclinó acercando su hocico a pocos centímetros del rostro de ella y bufó desafiante, resoplandole todo su fétido aliento en el rostro... entonces se hizo un poco para atrás y arqueó su cuello colocando sus filosos y enormes cuernos hacia el frente dispuesto a atravesarla con ellos.
En ese momento se escuchó el agudo sonido de unos neumáticos frenando sobre el pavimento; el enorme demonio giró su cabeza hacia la fuente del chirriante sonido mirando hacia atrás por sobre su hombro y solo un instante después una lluvia de balas comenzó a golpearlo en toda la mitad superior de su cuerpo.
Ryan había asumido el puesto de artillero de su vehículo y con la ametralladora montada en él lo estaba acribillando.
Las enormes balas de alta densidad hechas con uranio empobrecido, capaces de incendiarse en el aire y perforar gruesos blindajes de acero laminado con 6 000 grados de temperatura golpeaban el cuerpo de la bestia sin piedad causándole grandes y dolorosas lastimaduras...
«¡Te haré pedazos, maldito minotauro! La munición de esta arma puede perforar placas balísticas», pensaba Ryan mientras continuaba con el brutal ataque.
Sin embargo, y ante su incrédula mirada, las heridas que le ocasionaba al demonio se curaban prácticamente de inmediato.
«¡¿Qué está pasando?! No importa cuanto lo lastime... se sana al instante. ¡¡Esto no es justo!! », se lamentó internamente.
La poderosa energía regenerativa de la infernal criatura era su atributo principal y la clave de su vitalidad... Hacía de los minotauros una fuerza de choque casi indestructible y era algo impresionante.
—¡¡No es un arma consagrada, Ryan. Intenta concentrar todo el daño en un punto vital o nunca lo matarás!! —le gritó Helena.
Haciéndole caso inmediato, y sin detener el flujo constante de disparos, el valiente joven empezó a apuntar únicamente al centro de la espalda del monstruo.
Solo así logró comenzar a lastimarlo a una velocidad mayor a la que aquella bestia podía curarse; y así, el minotauro finalmente comenzó a sangrar.
Al notar eso, la bestia giró amenazante y empezó a caminar hacia Ryan...
Disparando ahora hacia el medio del pecho del demonio, las balas continuaron saliendo del cañon del arma sin pausa, recalentándola, hasta poner su cañón al rojo vivo... y en un momento el arma se trabó.
Forcejeando, Ryan trató de destrabarla pero era inútil, tenía que esperar a que se enfriase.
El pecho del minotauro sangraba, pero también se recuperaba mientras la criatura continuaba con su decidido avance...
Ryan se metió nuevamente en la camioneta y miró a su alrededor, había un pequeño arsenal allí; rápidamente, se cargó encima lo que pudo y salió fuera del rodado.
«Si el arma que se encuentra montada en el vehículo no estaba bendecida seguramente estas tampoco lo estarán; solo espero que me basten para acabar con ese monstruo», pensó, y mientras caminaba hacia su objetivo abrió fuego:
Primero, empleó una ametralladora pesada, misma que disparó hasta que su caja de municiones quedó completamente vacía.
La arrojó al suelo y pasó a un fusil automático con doble cargador, el cual usó hasta dejarlo sin balas... Nuevamente, siendo ya algo inútil, se deshizo del arma entera.
Estando ya más cerca de su enemigo, tomó una escopeta de repetición y continuó así con su incansable ataque, avanzando contra el minotauro.
De ese modo, hombre y demonio se acercaban mutuamente en un mortal duelo que solo podría ser ganado por el más poderoso de los dos...
Uno a uno, los cartuchos del arma caían, humeantes y descartados, luego de liberar su mortal carga... así fue hasta que el arma se quedó sin ninguno.
Lento y seriamente herido, el minotauro continuaba con su avance como si ese fuera su único objetivo, mientras que la más pura furia se apoderaba de él.
Sin mostrar miedo alguno, Ryan tiró la escopeta:
—Ahora morirás —dijo y desenfundó su pistola matademonios y en cuanto el verde haz láser de su mira se posó en su objetivo, comenzó a disparar con ella; solo disponía de un cargador y lo usaría por completo contra el minotauro...
Al recibir el primer disparo la bestia detuvo su avance, el poder del arma bendecida era claramente superior a todas las demás juntas... y con el último impacto, el demonio finalmente cayó de rodillas, quedando con su cabeza gacha y su respiración forzada.
«Muere al fin... ¡¡muérete de una maldita vez!!», pensó Ryan al agotar sus balas y bajar su humeante arma.
Transcurrieron así unos tensos segundos, en los que solo se escuchaba el constante resoplar de una seca brisa y una única pregunta dominaba las mentes de todos: ¿habría bastado?...
La respuesta llegó cuando el demonio nuevamente se puso de pie.
Sin más poder de ataque ya, Ryan quedo a merced del monstruo; al que esperó parado, a solo treinta metros de él, mirando atónico como su pecho sanaba del todo...
Apenas pasaron unos instantes más y la última herida del minotauro se cerró completamente.
La bestia alzó entonces su cabeza y sus ojos rabiosos, rojos de furia, se clavaron en los del hombre que estuvo a punto de enviarlo de regreso al Infierno.
Comenzó entonces a dar coces contra el suelo con sus patas, del mismo modo en como lo hacen los toros antes de emprender una embestida mortal, al tiempo que sus bramidos se intensificaban en fuerza, preparándose para liberar toda su furia contenida...
No había ya adonde huir y Ryan lo sabía muy bien, el minotauro simplemente arrasaría cualquier lugar en donde se metiese.
Habiendo llegado al máximo de su ira, el minotauro arremetió furiosamente contra él...
«Lamento alejarme de ti, Helena. Por un instante me ilusioné, creí que el Cielo nos daría la oportunidad de estar juntos por un tiempo más; aunque... creo que hasta la eternidad entera me hubiera parecido breve para estar a tu lado», pensaba Ryan al tiempo que la bestia se le acercaba cual un bólido.
—No me verás temer ante mi muerte, asqueroso demonio. ¡Ningún enemigo mío tendrá jamás ese placer! —dijo con bronca y entre dientes mientras miraba directamente a su destino.
Ryan había luchado hasta el final; nada más podía hacer, salvo morir con dignidad...
Vio entonces por el rabillo del ojo un destello de luz que partió de la azotea de una casa de la zona y se detuvo ante ese fulgor que atravesaba la calle a una velocidad similar a la del sonido.
La luz provenía de la parte trasera de una granada propulsada por cohete, del tipo RPG, que había sido disparada...
El misil interceptó al enorme minotauro en medio de su frenética carrera haciéndolo volar por el aire y despedazando la mitad de su cuerpo con la fuerte explosión, el resto de la bestia fue arrojado contra las casas, en donde, incrustado entre los escombros, murió en apenas un momento.
Desde la azotea de enfrente Lisbeth había ultimado al minotauro usando un lanzacohetes portátil que había encontrado allí mismo.
Ella no festejó ni se alegró por lo que había hecho, solo se quedó muy seria, mirando la devastadora escena por un instante y luego dejó caer el arma al suelo.
Parecía encontrarse bien, aunque su piel estaba cubierta por pequeños rasguños que había sufrido cuando la tienda colapsó sobre ella, dejándola sepultada.
Ryan corrió hacia Helena, ella era ahora su mayor preocupación y al alcanzarla comenzó a quitar los escombros que la atrapaban para liberarla.
Mientras tanto, en la terraza Lisbeth se acercaba a uno de sus acólitos, era uno a los que ella misma había disparado antes de llegar al pueblo; el hombre agonizaba sin haber muerto aún:
—Entiendo que nos sacrifique a nosotros, sus seguidores... pero ¿por qué un gran demonio de la puerta final, como usted, ayuda a los enemigos del Infierno, mi señora? ¡Ha matado a un minotauro! —le dijo el moribundo sectario.
—Esas bestias son imposibles de controlar; de haberlo dejado con vida habría acabado con el humano... y luego hubiera matado a la semiángel sin dudarlo; y eso es algo que no puedo permitir, no aún al menos.
Necesito de ella para poder entrar al Bastión de los Guerreros Sagrados sin levantar sospechas, esa mujer angelizada será mi fachada perfecta. Estoy segura que ahora, después de esto que hice, tendré su más absoluta y plena confianza...
¡Mi objetivo es mucho más importante que un minotauro o que todos ustedes juntos! —concluyó y acercándosele al oído agregó:
—Quien me ha enviado se encuentra en el círculo central del Infierno, en la más profunda de las prisiones... Él me ha dado esta misión, y lo ha hecho en persona.
El hombre abrió grandes sus ojos, sorprendido y admirado al mismo tiempo, al enterarse de a quien le respondía su ama de manera directa; en ese momento Lisbeth lo tomó seductoramente del rostro y lo besó en la boca haciendo que la venenosa sangre que cubría sus lastimados labios lo tocara, matándolo así en segundos... y entonces reclamó su alma.
No estaba dispuesta a correr riesgos de que su fachada cayera, sin testigos se sentía mucho más segura.
Ambiciosa, cruel y desalmada, para Lisbeth su misión y el prestigio que le daría el lograr concretarla era lo único que importaba... y eso lo justificaba absolutamente todo.
La ciudad amurallada
Valiéndose de la camioneta militar el avance hacia el noreste, rumbo a un territorio controlado por la Orden de la Cruz de Acero, fue mucho más rápido.
Estando Ryan al volante, Helena sentada a su lado y Lisbeth en uno de los asientos traseros, en solo una hora y apenas promediando la tarde, llegaron a una ciudadela en los límites del condado de Kent, donde tuvieron que detenerse ante un puesto de control fuertemente armado que bloqueaba el camino:
—¿A dónde se dirigen? —les preguntó uno de los soldados de allí.
—Voy de manera directa hacia el Bastión de los Guerreros Sagrados —le dijo Helena—. Ellos dos vienen conmigo...
—Lo lamento, pero no pueden continuar, el bastión se encuentra cerrado y en estado de alerta máxima. La presencia de demonios en los bosques del condado se ha incrementado exponencialmente en las últimas dos semanas.
Han habido ya múltiples ataques a vehículos y el número de incidentes ha ido en aumento.
Por orden del arcángel de Dover todas las rutas se encuentran vedadas —concluyó el guardia.
—Bien, continuaré sola entonces... No usaré ningún transporte, iré volando —dijo Helena descendiendo del vehículo.
—Perdóneme, pero cuando dije «todas las rutas» me refería también a las aéreas y marítimas —le enfatizó el hombre.
—¿Hasta cuando estiman que durará esta situación? —preguntó ella visiblemente fastidiada por la estricta prohibición.
—Eso aún no lo sabemos, estamos a la espera de nuevas ordenes.
Hace solo tres días una de las fortalezas recibió un duro ataque; hubo una muy feroz batalla...
Fue algo lamentable pero los demonios terminaron arrasándola y destruyéndola.
El remanente de sus fuerzas en este momento están siendo evacuadas hacia el castillo de Dover por vía aérea.
Suponemos que una vez que terminen de incorporarse se implementará una operación de limpieza conjunta de todo el condado para expulsar a los infernales completamente.
—¿Cual fue la fortaleza destruida?
—La de Norwich... Los Azote de Demonios.
La mirada de Helena cambió por un instante, la noticia la había impactado claramente; pero, pronto se repuso:
—Me encuentro en una misión especial que me fue encomendada en persona por el propio arcángel Daniel, tuve que recuperar esta, su arma sagrada —dijo Helena desenfundando el poderoso objeto divino y para dar más énfasis hizo que se inflamara en llamas—... La llevo conmigo para devolvérsela.
«¡La espada del arcángel estuvo a mi alcance todo este tiempo! No puedo creer que pude obtenerla fácilmente y no lo hice», pensó Lisbeth al ver como las divinas llamas cubrían la hoja de la portentosa arma que ella tanto buscaba.
—Entiendo la situación —dijo el combatiente—.
Vamos a solicitar, y de manera urgente, a Dover que envíe unos helicópteros de ataque; cuando lleguen podrá ir al bastión volando junto con ellos como su escolta; mientras tanto, les sugiero que se alojen en la ciudadela de Ashford.
Así, los tres fueron acogidos en la ciudad amurallada, ahora solo quedaba esperar a que los refuerzos arribaran...
Media hora después Helena y Ryan se encontraban solos en la cima de una torre campanario perteneciente a una antigua iglesia del siglo XIV ubicada en el centro de la ciudad.
El viento soplaba y ella se veía pensativa con su mirada puesta en el horizonte...
—Por fin me enteré de cual era tu misión tan secreta —le dijo Ryan acercándosele.
—Hace un mes yo formé parte de una operación conjunta integrada por dos bastiones y una fortaleza; era una misión de reconocimiento en el norte de Europa enfocada en un grupo de islas situado en el Océano Glacial Ártico, el archipiélago Svalbard.
La fuerza estaba integrada solo por tres fragatas, la idea era ser discretos. La unidad líder era la nave insignia del arcángel de Dover; él en persona era quién lideraba aquella patrulla de reconocimiento...
Semanas antes los reportes de una creciente actividad demoníaca se habían disparado de manera exponencial, poco después se perdió todo contacto con la zona debido a una extraña interferencia a todo nivel que impedía verla incluso con los satélites en órbita; era necesario hacer una investigación in situ... y lo que averiguamos fue perturbador.
Los demonios eran muchos, hordas de hecho, nos comenzaron a perseguir para evitar que volviésemos a la Orden con la información recavada.
Nos persiguieron y atacaron durante todo el viaje que se convirtió en una huida frenética de varios días.
Perdimos primero una y luego la otra de las fragatas de apoyo, quedando de ese modo únicamente la nave líder...
Los demonios se ensañaron entonces con ella exclusivamente, hasta que en el norte de Inglaterra, ya en territorio escocés, se libró una cruenta batalla en la que lograron abordarnos y, en la refriega, el arcángel perdió su espada.
Además de unos pocos paladines y caballeros solo sobrevivieron el arcángel, sus dos guardias personales y dos semiángeles, una de ellas fui yo —dijo con un semblante angustiado.
—¿Por qué lo dices en ese tono?
—Es por lo de la fortaleza destruida que comentó el soldado del puesto de control...
Los Azote de Demonios siempre fueron soldados de élite. Formaron parte de aquella misión conjunta con nosotros, los Guerreros Sagrados; la otra semiángel que sobrevivió en aquella misión fue quien es hoy mi mejor amiga, Beatriz... Ella es una de sus miembros más destacados; y seguramente estaba en la fortaleza de Norwich.
—¡Oh!, lo lamento, Helena.
—Quiero creer que Beatriz se encuentra bien... desde que la conocí, siempre ha sido una combatiente formidable. De ella aprendí a matar minotauros.
Es como yo, una reclamadora de almas —dijo suspirando.
Por algún motivo, al escuchar al ángel decir eso y de ese modo tan especial, Ryan sintió que había llegado el momento de aclarar algo que lo torturaba por dentro:
—Creo que debemos hablar sobre un tema importante, es algo que nos atañe a los dos, Helena —le dijo muy seriamente y ella lo miró extrañada—. ¿Cuándo lo harás? Me gustaría saberlo.
—¿A qué te refieres?
—¿En que momento reclamarás mi alma?
—No creo que este sea el mejor momento para hablar de... —dijo ella y el la interrumpió:
—A medida que continuemos avanzando nos encontraremos con más y más ángeles. Sé que tendrás que matarme tarde o temprano y si no lo haces tú, otro ángel lo hará.
Se hizo un gran silencio... por un instante solo el viento se escuchó y sin voltear a verlo, cabizbaja, Helena le preguntó:
—¿Por qué permaneciste a mi lado si pensabas que eso sucedería inexorablemente? Pudiste haber escapado en muchas ocasiones —le preguntó ella dándole la espalda y alejándose unos pasos...
—Porque alejarme de ti me parece algo mucho más desolador que la propia muerte.
Hace solo unas horas, cuando quedé frente al minotauro y ya no podía hacer nada más para detenerlo, creí que moriría.
Si he de morir de una manera forzada, prefiero hacerlo viendo tu rostro y perdiéndome en tus ojos, sé que de ese modo moriré a gusto...
Deseo que sea tu mano la que me quite la vida y que lo hagas de una manera dulce y serena, como lo hiciste con el paladín al que ayudaste a partir.
Un lugar como este sería perfecto...
Al escuchar esas palabras Helena se volteó hacia él con una mirada decidida, era similar a la que tenía la primera vez que lo vio:
—Si eso es lo que quieres, Ryan —sentenció y mientras caminaba hacia él desenvainó la daga de su brazal; cuando llegó a su lado se detuvo, abrió sus alas y lo rodeó con ellas.
Esgrimió su arma ejecutora poniéndola entre ambos y le preguntó por última vez:
—¿Estás seguro de querer que sea así?
—Cumple de una vez con la misión que Dios te asignó... Mátame ahora y sálvame, reclamadora de almas.
Helena lo miró a los ojos... y con un veloz y limpio corte seccionó el cálamo de una pluma de sus alas, separándola del resto.
—Algún día lo haré, tenlo por seguro... Hasta ese entonces llevarás esta pluma contigo y a la vista de todos —le dijo envainando su daga nuevamente.
Ryan la miró confundido y ella le explicó sobre una costumbre de camaradería que regía entre los ángeles:
—El que lleves una pluma de mis alas significa que tu vida me pertenece solo a mí y que ambos estamos de acuerdo en eso, ningún otro enviado del Cielo te reclamará si la ve.
Ahora, sosténla del mismo modo en que lo hago yo —agregó mientras sujetaba la pluma por su cálamo y en cuanto Ryan lo hizo Helena recitó sus votos:
Te juro que jamás dejaré que un demonio reclame tu alma, si no puedo protegerte yo misma seré quien lo haga.
A partir de ahora, ningún otro ángel te reclamará, solo yo tengo ese derecho sobre tu vida y este es el símbolo de nuestro pacto. ¿Estás de acuerdo?
—Sí, lo estoy... y completamente, con toda mi alma, mente y corazón; mi vida te pertenece —respondió Ryan.
Este pacto convertía a Helena en la protectora y verdugo de Ryan al mismo tiempo e implicaba un profundo compromiso para ella.
Los ojos de ambos se perdieron en una mutua mirada cargada de muchos sentimientos y el tiempo se desvaneció... Hasta que, en un instante, se escuchó el sonido de varias aeronaves que estaban arribando.
—¡Su escolta está aquí! —le gritó a Helena un soldado que vino expresamente a informárselo, mientras que tres helicópteros artillados rodeaban la torre tomando sus respectivas posiciones.
—Volveré y cuídala mucho, tu vida puede depender de esto —le dijo Helena a Ryan dejando su pluma con él.
—Aquí te estaré esperando...
Ella levantó vuelo, y acompañada por las poderosas aeronaves partió hacia el este con una dorada puesta de sol como marco.
Ryan regresó así a un cuarto comunitario, mismo que le había sido asignado de manera provisional tanto a él como a sus dos compañeras de viaje; se encontraba sito en una gran mansión, la cual contaba con muchas otras habitaciones y que obraba como casa de huéspedes; allí encontró a Lisbeth, sentada junto a una ventana y con su pie apoyado en el marco, mirando hacia la calle, pensativa y sumamente molesta por su fracaso.
No solo había perdido la espada del arcángel, la cual tanto buscaba y que estuvo en todo momento bajo sus narices, sino que ahora tal vez ni siquiera podría entrar al Bastión de los Guerreros Sagrados con la cobertura de Helena como ella quería...
—No tuve tiempo de darte las gracias, Lisbeth —le dijo Ryan.
—Bah —respondió ella con desdén
—¡Lo digo muy en serio!, de no ser por ti Helena y yo estaríamos muertos.
—De nada, entonces...
Lisbeth no quería hablar, y Ryan quería levantarle al ánimo:
—Helena volverá con un ángel para que exorcice al demonio que te persigue y al fin estarás segura, como quiso tu padre...
Al escuchar eso Lisbeth se alarmó y lo miró de reojo, hasta ahora su ardid de una maldición que pesaba sobre ella había funcionado para justificar el constante resplandor de la daga de Helena, que advertía de su infernal presencia en todo momento; pero, si un ángel la llegaba a ver la descubriría de inmediato, su demoníaco poder de ilusión no era efectivo ante ellos.
—¡Ya sé que haremos!, tengo una idea —dijo entonces Ryan—. Aunque, primero dejaré mi pistola aquí, me dijeron que no se le permite a los civiles portar armas dentro de la ciudadela... y también guardaré esto, es muy importante que no la pierda —agregó mientras colocaba su matademonios y la pluma que le había dado Helena en el mismo cajón de la mesita de luz junto a su cama, lugar donde se encontraba el resto de sus efectos personales—.
Ahora... ¿qué te parece si salimos a recorrer un poco la ciudad? Se convertirá en tu nuevo hogar y sería bueno que la vayas conociendo.
«Esa es, acaso, una pluma de la semiángel —pensó Lisbeth al verla y de inmediato pergeñó un nuevo plan—. Si la obtengo podría adoptar su forma... y de todos modos entraría al bastión de Dover sin problemas. De hecho, hasta tendría mejores oportunidades de robar la espada del arcángel así».
—¡Vamos, Lisbeth!. Un paseo te vendrá bien para distraerte —le insistió Ryan al verla aún pensativa y sin responderle.
—¡Sí!, por supuesto, salgamos. ¿Sabes qué?... Me encantaría ver el cielo nocturno desde un lugar alto, eso es algo que desde siempre me ha relajado y animado mucho —le contestó ella reaccionando finalmente, aunque su verdadera intención era otra muy distinta.
—Podemos ir a la torre campanario de una iglesia en la que estuve hace un rato; la vista desde allí es hermosa —propuso Ryan de manera inocente, y hacia allí fueron...
Al llegar a la cima de la estructura, Lisbeth se dirigió hacia uno de sus bordes y usando su demoníacos ojos comenzó hurgar en la distancia buscando la presencia de alguno de sus súbditos entre la espesura de los bosques cercanos; el contacto visual directo era fundamental para que ella pudiera establecer su enlace telepático... y no tardó mucho en encontrarlo:
«A sus ordenes, señora mía», dijo el acólito al sentir la diabólica mirada posada en él.
«Quiero que te contactes con los demás. Necesito que reúnan a la mayor cantidad que puedan de demonios para atacar en conjunto esta ciudadela al amanecer, justo antes de que salga el sol. ¡Ve y hazlo de inmediato!», le conminó mentalmente y el oscuro encapuchado procedió a cumplir su mandato.
La noche transcurrió sumamente tranquila en la ciudad fortificada, sin sospechar nada del peligro que se aproximaba con rapidez.
Decenas y decenas de demonios de todo tipo comenzaron a congregarse en las afueras de Ashford, todos ocultándose en lo profundo de los bosques, rodeándola impacientemente durante toda la noche...
Así, la tensión de las fuerzas del mal fue creciendo a medida que su número aumentaba, hasta que finalmente, con el crepúsculo matutino, ¡atacaron!
Una horda de demonios proveniente de todos lados emergió de la foresta; las alarmas de la ciudad se activaron de inmediato y los caballeros corrieron raudos a sus puestos de batalla.
Decenas de armas asomaron sus cañones por las altas murallas y una tremenda lucha comenzó.
Los demonios aparecían de a cientos, acercándose por tierra y aire; no obstante, eran ultimados muy rápidamente sin poder ni siquiera aproximarse a las fortificadas paredes...
Mientras tanto, como a 50 kilómetros de allí, en el Bastión de los Guerreros Sagrados, tenía lugar la ceremonia en la que el arcángel Daniel recuperaba su espada de fuego.
Helena, arrodillada ante él y con su rostro mirando al suelo en señal de respeto, sostenía con sus brazos extendidos hacia el frente y sobre las palmas de sus manos la divina arma, devolviéndosela así a su dueño real:
—Lo has hecho muy bien, Helena, mereces mis felicitaciones —le dijo el arcángel al tiempo que tomaba su espada sagrada y la envainaba en su funda—.
En este acto te devuelvo el resto de tus armas de la virtud... para que tu mérito, como siempre, se refleje en ellas.
Dos caballeros se acercaron a ella: uno le hizo entrega de una espada y el otro de un escudo, esas eran sus armas originales.
En cuanto Helena se hizo con ellas, el conjunto que formaban con su daga estuvo reunido y cada una fue envuelta por una cegadora luz... y comenzaron a cambiar, a evolucionar, para cuando el divino resplandor se disipó las tres lucían diferentes, ahora eran mas grandes, mucho más elaboradas y poderosas; reflejaban así el nuevo nivel angelical de su portadora.
—Ve y continúa con tu propósito —le dijo finalmente el arcángel, dio así por finalizada la sólemne ceremonia.
Mientras tanto, en la ciudad amurallada el ataque demoníaco se intensificaba sobremanera:
—¡Viene un minotauro! ¡¡ Un minotauro!! ¡que no alcance el portón principal! —gritó uno de los comandantes desde una de las torres de vigilancia de la muralla.
De inmediato el fuego de las armas se concentró sobre el enorme monstruo, que fue derribado faltando pocos metros para que alcanzara y destruyera el portón de entrada.
—Pide apoyo aéreo —le dijo otro comandante a uno de sus subalternos—; diles que nos están atacando demonios de los círculos medios. ¡Si aparecen más bestias así van a lograr entrar!
El llamado de socorro fue emitido en todas las frecuencias y no tardó en ser atendido:
—Vamos a divertirnos hoy —dijo Derek, un piloto que volaba por la zona al mando de un moderno y poderoso helicóptero monoplaza de ataque, el cual iba armado hasta los dientes.
—Es tiempo de que los Azote de Demonios nos cobremos una justa venganza por la destrucción de nuestra fortaleza de Norwich —le contestó, mirándolo de reojo y usando un intercomunicador que tenía en su oreja, una hermosa ángel, la cual volaba junto a él, a la par de su aeronave...
La divina doncella era poseedora de una belleza tan grande como la de Helena y aparentaba tener su misma edad... pero, a diferencia de ella, su cabello era completamente negro y sus alas de un color gris marengo, un tono extremadamente oscuro, pero muy elegante.
En sus delicadas facciones, hermosamente maquilladas, resaltaban sus redondeados labios, con un intenso color púrpura, así como sus femeninos ojos, perfectamente enmarcados con delineador y sombra en igual tono.
Su armadura era inexistente; su indumentaria se limitaba solo a unas pocas telas negras, mismas que se unían entre sí por medio de adornos de oro y diversa joyería, todo lo cual apenas cubría su pubis y la mitad inferior de sus senos.
No llevaba brazales y sus livianas perneras parecían ser solo un mero adorno, tenían la forma de unas serpientes doradas que se enroscaban en sus pantorrillas y se les veía, además, unos curiosos encastres para algún objeto extra... apenas protegían sus extremidades inferiores; en sus pies, prácticamente descalzos, llevaba lo que serían unas sandalias cuya suela solo resguardaba la base de sus metatarsos de manera similar a como lo haría el calzado de una gimnasta o una bailarina; evidentemente no era un ángel que acostumbrara a posarse demasiado en el suelo.
En menos de cinco minutos ambos combatientes llegaron al escenario bélico, y lo hicieron justo a tiempo: en ese momento tres minotauros corrían desenfrenadamente hacia diferentes portones del ala este de la muralla...
Los disparos de la Ciudadela se concentraban en las poderosas bestias, dividiéndose y debilitándose, claramente no lograrían detener esta embestida conjunta.
El casco de Derek se encontraba equipado con un avanzado sistema de selección de blancos por movimiento de retina; el piloto podía marcar a sus objetivos simplemente mirándolos por un instante y así lo hizo con el trío de enormes demonios semitaurinos.
Con un simple parpadeo una ráfaga de misiles partió de la aeronave con rumbo directo a sus destinos designados y en una fracción de segundo las tres bestias fueron aniquiladas, volando en pedazos...
El piloto activó entonces el modo automático de búsqueda y destrucción de objetivos en superficie de la aeronave y la computadora comenzó a disparar de manera sincronizada las tres ametralladoras rotativas con las que contaba el vehículo aéreo, mientras que el piloto solo se ocupaba de sobrevolar a baja altura, a menos de diez metros del suelo, por el campo de batalla... protegiendo cómodamente esa zona de la muralla, la cual era la más atacada en ese momento.
Las armas del helicóptero, todas bendecidas, causaban estragos en las hordas de demonios, que caían muertos por decenas y eran llevados al Infierno de inmediato.
—Parece que voy a aburrirme aquí arriba, Derek —le dijo la bella jóven alada mientras volaba estática por sobre el centro del escenario viendo la tremenda matanza bajo sus pies...
—Déjame hacer esto un poco más ameno —le contestó entonces su compañero de armas... y, activando un pequeño dispositivo que llevaba consigo, seleccionó un tema musical de 1986 titulado Zona de peligro; hizo que comenzara a sonar así una movida canción en el sistema de audio que compartían, y que acompañaba perfectamente a la escena de acción y destrucción que se había desatado—...
¿Mejor? —le preguntó, ella le contestó simplemente mirándolo de reojo y sonriéndole mientras meneaba su cabeza y contoneaba el torso al compás de la obra.
En ese momento se escuchó una alerta desesperada:
—¡¡Los demonios ingresan por la entrada norte!! —grito uno de los guardias por la radio, dando así aviso a todos los combatientes de que la ciudadela estaba siendo invadida.
—¿Cómo ocurrió eso? —preguntó un comandante.
—No lo sé, señor; el mecanismo de apertura, simplemente... se activó —fue la respuesta que obtuvo.
Lisbeth había sido sigilosa y mortalmente eficaz, luego de asesinar a los encargados del portón ella fue quien lo había abierto.
Ahora, gracias a eso, la ciudad se convertiría en un auténtico caos...
Sin dudarlo, el ángel se lanzó de cabeza hacia el interior de la ciudadela y entonces esgrimió su arma de la virtud: una enorme y poderosa guadaña de guerra que llevaba sujeta en su espalda; aquella se trataba de la mejor creación de un gran maestro armero, el cual la había dotado de varios secretos ocultos en su elaborado mango que se encontraba adornado con la larga figura de una serpiente enroscada en él; la guadaña era tan alta como el cuerpo de su portadora lo cual le permitía a ella usarla de los más diversos modos, siempre con un gran alcance.
La enorme hoja que formaba su cabeza de ataque estaba hecha de un metal oscuro, liviano y tan duro que, se decía, nada podía desafilarlo... y mucho menos mellarlo; se encontraba perpendicular al mango y estaba afilada por ambos cantos para poder cortar con cada uno de sus movimientos.
Era muy a las claras una portentosa, versátil y en extremo letal herramienta de muerte concebida para ser utilizada con todo el cuerpo por un ágil luchador... y aquella hermosa doncella la manejaba con suma destreza.
Así, el ángel comenzó a enfrentar a los acólitos del mal que ingresaban desaforados junto con demonios sedientos de sangre al vulnerable casco urbano.
Sin ninguna piedad efectuaba veloces vuelos rasantes y cortaba a sus enemigos en pedazos, matando de ese modo a la gran mayoría de ellos y enviándolos de regreso a las profundidades del averno.
Dando rápidos giros con su atlético cuerpo, describiendo gráciles volteretas, luego apoyaba sus pies en los muros y se impulsaba usando sus ágiles piernas para arremeter una y otra vez, sin pausa alguna...
En el aire se asemejaba al viento, sus fuerzas parecían no agotarse nunca, allí era tan mortal como hermosa...
Disfrutaba estar en medio de esa frenética y sangrienta acción, era una auténtica ángel guerrera.
Quedaba claro que la carencia de una armadura era para brindarle a su cuerpo una movilidad superior, su desprotección no le preocupaba en absoluto, gracias al largo de su arma y su excepcional velocidad sus enemigos no podían ni siquiera acercársele: toda su defensa era su gran capacidad de ataque.
Mientras tanto, en medio de aquel caos, Ryan buscaba a Lisbeth por todos lados sin poder encontrarla:
—¡Lisbeth! ¡¡Lisbeth!! ¡¿Dónde estás?! —gritaba deambulando por las calles entre personas que corrían aterradas huyendo tanto de los demonios que ingresaban como de los caballeros de la Orden, quienes los combatían en medio de una encarnizada lucha sin cuartel.
El intentar dar con la joven parecía ser algo inútil, la confusión era demasiada... sin embargo, el no estaba dispuesto a desistir.
Continuó hasta que en un momento quedó frente a la impactante ejecutora celestial en medio de una plazoleta que ella sola acababa de despejar completamente eliminando a todos los demonios...
Se encontraba aleteando en el lugar, manteniéndose en el aire y a solo medio metro del suelo... y sus miradas se cruzaron:
—Un elegido —susurró ella al verlo.
Con calma y suavidad descendió a tierra firme, se hizo un fugaz impasse, el único movimiento era el de su cabello azabache, el cual llegaba hasta la mitad de su espalda y ondulaba hacia el costado cual bandera de guerra en medio de un campo de batalla...
Apenas unos instantes después la celestial gladiadora comenzó a caminar hacia Ryan; él se quedó estático, parecía hipnotizado por su belleza; sin moverse, solo miraba como ella se le aproximaba.
Su felino paso era en extremo seductor, y una hermosa trampa al mismo tiempo; posando solamente la punta de sus pies y sin apoyar sus talones en el suelo, como si estuviera sobre un par de invisibles tacones altos, el ángel avanzaba hacia Ryan con la misma letal mirada que tenía Helena la primera vez que lo vio; sin duda alguna, ella era otra reclamadora de almas:
—No temas, seré tan rápida y precisa que ni lo sentirás —le dijo blandiendo su arma; eso hizo reaccionar a Ryan, quien comenzó a retroceder lentamente unos pasos para, solo un instante después, salir huyendo con desesperación, a toda velocidad:
«¡Necesito llegar hasta mi habitación y mostrarle la pluma que me dio Helena!; esa es mi única esperanza, no hay otra opción», pensaba mientras corría con todas sus fuerzas...
Sin embargo, huir de su cazadora no sería nada sencillo, dada su energía angelical, a pesar de ser una fémina, ella era más ágil y fuerte que él... y además podía volar.
Intentando dificultarle todo lo posible su mortal objetivo, Ryan se metía por callejones que le impedían al ángel usar su enorme arma así como volar con libertad entre las estrechas paredes y obstáculos con los que se encontraba, eso la retrasaba un poco.
—¡Si continúas escapando me harás enojar y te aseguro que no quieres que eso pase! —le gritó ella.
Ryan le hizo caso omiso y consiguió sacarle unos metros de ventaja, los cuales fueron suficientes como para entrar en la casa donde se alojaba. Una vez allí subió por las escaleras dando zancadas rumbo a su habitación.
La alada mujer se vio obligada a colocar su guadaña en el soporte de su espalda para poder perseguirlo por el interior de la casa sin trabarse en los pasillos:
—Ahora estoy molesta —dijo.
Ryan llegó a su cuarto y abrió el cajón de la mesa de luz... sin embargo no veía la pluma de Helena por ningún lado a pesar de que lo revolvía todo, arrancó entonces el cajón del mueble y lo vació tirando sus cosas sobre el suelo; trató de encontrarla así, pero eso era inútil, Lisbeth ya se la había robado.
En ese instante su cazadora ingresó al cuarto.
Ryan miró hacia los costados, las ventanas estaban cerradas, jamás saldría a tiempo por allí, no llegaría ni a abrirlas... No había escape posible, el ángel bloqueaba la única salida viable.
—Si no hubieras corrido ya todo esto habría terminado. ¿Por qué retrasas algo que es inevitable? —le preguntó la bella enviada divina, que le sonreía desafiante y triunfal al mismo tiempo; se sabía superior a él y parecía que disfrutaba de la situación.
Perdido por perdido, Ryan, armándose de valor, trató embestirla para derribarla y poder así escapar... sin embargo, ella, rápida de reflejos, dio un giro y le asestó una fuerte patada en la cara que lo hizo volar un par de metros hacia el costado.
Aturdido por el tremendo impacto que recibió, Ryan se levantó; con su golpe, la celestial gladiadora no solo le había roto el labio, sino que también le había dejado la roja estampa de su empeine marcada en la mejilla.
Ella podía terminarlo fácilmente, pero solo se quedó observándolo, midiéndolo expectante, dejando que él se repusiera y tomara la iniciativa otra vez... y así, Ryan finalmente volvió a intentarlo del mismo modo.
Esta vez ella lo frenó con una veloz patada lateral en su abdomen que lo dejó paralizado y con su torso doblado hacia adelante del dolor...
Acto seguido la hábil luchadora levantó la misma pierna en alto y remató a Ryan con una violenta patada descendente, la cual le asestó justo con el talón directamente en su nuca de una manera seca y contundente... derribándolo en el acto.
Ryan quedo tendido boca abajo, tirado en el suelo... parecía muerto pero es realidad estaba semi inconsciente.
—¿Aún estás con vida? Vaya... sí que eres resistente —le dijo ella como reconocimiento.
De todos modos, el enfrentamiento ya había terminado, Ryan no podía reaccionar, los duros golpes que recibió en puntos vitales lo habían dejado completamente a merced de su rival.
El ángel podía ahora fácilmente romperle el cuello, sin duda alguna sabía varias maneras de hacerlo; no obstante, optaría por su arma, la cual esgrimió nuevamente.
Sosteniéndola desde puntos específicos y con una corta sacudida hizo que la hoja de su guadaña rotara 90 grados y se plegara sobre el mango, convirtiéndola así en un hacha larga... y entonces se posicionó al costado de su víctima, alistándose para decapitarlo.
Mareado y con su visión aún borrosa, Ryan apenas podía distinguir los casi desnudos pies del ángel caminando silenciosos en torno suyo, ignorando lo cerca que estaba ya de morir.
La divina guerrera elevó entonces su arma con ambas manos preparándose para reclamar la vida de su objetivo con su mortal filo.
Bastaría con solo un envión para matarlo en el acto, y entonces, como un látigo, descargó toda su fuerza en un corte limpio y rápido... Sin embargo, su hacha solo pudo completar las tres cuartas parte de su letal recorrido al ser interceptada por la espada de otro ángel, quien se había presentado para salvar a Ryan:
—¡¡Helena!! ¡¿Qué crees que estás haciendo?! —le dijo la frustrada ejecutora al ver quien la había detenido.
—Su vida me pertenece a mí, Beatriz...
—No vi ninguna de tus plumas en él —fue la respuesta de la portadora del hacha, quien, luego de un instante, levantó su arma para guardarla nuevamente, Helena hizo lo propio.
En ese momento comenzaban a llegar varios helicópteros más de la Orden con tropas que rápidamente se desplegaron por toda la ciudadela y que rápidamente acabaron con los demonios remanentes que aún no habían huido.
Helena y Beatriz pusieron al maltrecho Ryan sobre una cama para que se recuperase de la golpiza recibida:
—¿Está bien, Ryan? —le preguntó Helena mientras le acariciaba el rostro.
—Sí... eso creo, ya me estoy acostumbrando a que ustedes me pateen —le respondió él bromeando dolorido y perdió la conciencia.
—Estará bien, solo necesita descansar —dijo Helena examinándole los ojos—. Por suerte no le causaste heridas internas.
—Algún día quiero me enseñes a diagnosticar mirando los ojos. Siempre aciertas con tu iridología...
—Me da mucho gusto verte, amiga —le dijo Helena volteando hacia ella y sonriéndose mutuamente las dos se fundieron en un sentido abrazo, prueba evidente de su profunda amistad—.
Temí por tu vida cuando me enteré de la destrucción de los Azote de Demonios.
—Sabes muy bien que no moriré tan fácilmente... —le respondió Beatriz, se hizo entonces un instante de silencio entre ambas y susurrando agregó:
—Oye, Helena... No podrás cuidarlo por siempre —dijo con respecto a Ryan en un intento de que ella recapacitara, pero su amiga nada le respondió—. Alguien, en algún momento, tendrá que reclamar su alma —insistió.
—¡Yo seré quien tome su vida entonces! —le contestó Helena irritada y de mal modo.
—¿Ah sí? ¿Estás muy segura de eso?
Serás su ángel de la guarda y su ángel de la muerte... Vaya aciaga tarea que te has buscado, amiga mía, de verdad no quisiera estar en tu lugar —opinó, pero su interlocutora, molesta y rechazándola, ni la miraba—.
¡¿Olvidas que sé exactamente lo que estas sintiendo por él?!
—Preferiría que no te metieras en esto, Beatriz... ¡Tú tienes a Derek! —fue la agresiva respuesta que recibió.
—¡Es algo muy distinto!, él es un humano común, no estoy obligada a reclamar su alma. Este tal Ryan tuyo es uno de los elegidos; reclamar sus almas no es algo optativo.
—Eso lo sé muy bien... pero yo decidiré cuando hacerlo; aún falta recuperar a miles de almas perdidas; el Cielo puede esperar un poco más por la de él —le respondió finalmente Helena mientras cortaba otra de sus plumas y la colocaba en un collar de oro que había traído del bastión de Dover, en el cual, valiéndose de un pequeño engarce que tenía para ello, la dejó firmemente sujeta.
Acto seguido se lo colocó a Ryan en el cuello y le dio un muy tierno beso en la frente...
Fue como si con ese simple acto ella se convirtiese a partir de ese instante en su ángel guardián.
Revelaciones
Era la mañana del día siguiente al feroz ataque que sufrió la ciudad amurallada, el cual pudo ser repelido gracias a la rápida intervención de una pareja de élite formada por una aguerrida ángel, muy hábil en combate cuerpo a cuerpo, y un versado piloto de helicópteros de ataque al mando de una devastadora máquina bélica.
Sin su eficaz ayuda hordas de demonios habrían acabado con toda la urbe en cuestión de minutos; en lugar de eso, una gran cantidad de ellos terminaron siendo forzados a retornar al Infierno con grandes y serias heridas que retrasarían por mucho tiempo su vuelta a la faz del mundo.
Las pérdidas humanas fueron muy pocas esa mañana, sin embargo, el total de víctimas todavía no se podía calcular... aún faltaba recuperar a varios civiles, los cuales se encontraban desaparecidos, entre ellos estaba Lisbeth.
Aprovechando el caos que ella misma generó, la infernal diablesa había logrado salir de la ciudadela sin consecuencia alguna.
Se había ocultado junto con la mayor parte de su séquito dentro de en un intrincado sistema de grutas, el cual discurría por debajo de los bosques cercanos. Ese era el lugar desde donde su secta imponía su reinado de terror.
En ese momento ella se encontraba dentro de una gran bóveda subterránea reposando en un enorme asiento hecho con pesadas rocas, y terminado con huesos humanos, retorcidas ramas secas y raídas telas negras... todo lo cual le daba un aspecto siniestro y aterrador, muy digno de la reina que allí descansaba.
Aquel era sin duda alguna un auténtico trono de demonio, erigido exclusivamente para ella por los miembros de su culto, quienes en ese instante la rodeaban, venerándola como su ama y señora...
Para ese momento ella ya había abandonado su apariencia humana, ahora lucía su verdadera forma: una increíblemente atractiva hembra infernal, un súcubo, un hermoso y lascivo demonio femenino que usa sus enormes encantos físicos y poder de seducción para alcanzar sus objetivos.
Su verdadero cabello era lacio y levemente ondulado, largo hasta la mitad de su espalda y negro como una noche sin luna. Sus orejas eran puntiagudas y de su cabeza surgían un par de cuernos rojos, oscuros, casi negros, curvos y no muy largos.
Su rostro lucía increíblemente bello; sus grandes y redondeados ojos escarlata estaban acentuados por tupidas pestañas, onduladas y resaltados por un par de cejas anchas, para una fémina; su nariz era pequeña y sus tentadores labios, de un intenso color carmesí, eran gruesos, carnosos y suaves.
De su espalda surgían un par de alas membranosas que eran grandes y negras, similares a las de un murciélago, y justo donde terminaba su columna, aparecía, como si de un látigo de cuero se tratase, una larga, delgada y flexible cola bermellón, la cual terminaba en una forma de flecha afilada.
Su cuerpo era en extremo voluptuoso y su aura irresistiblemente atractiva.
Vestía su ropa infernal típica, mediante la cual exhibía todos sus grandes encantos y dejaba muy poco a la imaginación; era similar en su forma a un traje de baño enterizo y muy cavado, conformado al frente por un enorme broche de oro, con un elaborado diseño, del que partían telas rojas que lo completaban, rodeando así el cuerpo de su portadora.
En sus piernas lucía largas botas, mismas que le llegaban hasta la mitad de sus muslos, eran asimismo rojas con finas terminaciones metálicas en oro, haciendo juego perfectamente con el resto de su indumentaria... los dedos de sus pies estaban a la vista; todo en ella invitaba a la lujuria.
Se encontraba con una de sus piernas cruzada sobre la otra y recargada sobre su espalda y codo; en una de sus manos sostenía, invertido, un pequeño cráneo humano, posiblemente el de un niño, partido en dos con el propósito de convertirlo en un cuenco.
—¡Llénalo! —le ordenó sin mirar a un fornido sectario que se encontraba de pie a la derecha de ella, el hombre tomó un pequeño cuchillo y se practicó a sí mismo un superficial corte en la muñeca, cerró su puño y procedió a derramar su sangre dentro del cráneo hasta completarlo...
—Está hecho, mi señora —dijo cuando terminó, tomó entonces una tira de tela con la que detuvo su hemorragia al vendar su auntoinfligida herida.
—¡La tuve a mi alcance y se me escapó!... Esa maldita semiángel nunca la blandió en mi presencia, hubiera sido mi primer triunfo —se lamentó Lisbeth al tiempo que sorbía la sangre del cráneo.
—¿Por qué buscas con tanto ahínco esa espada en particular, señora mía? En el tártaro se han forjado armas muy poderosas. ¿Qué tiene esa que la haga tan especial? —planteó su actual sacerdote oscuro, nuevo portador de su demoníaco blasón y segundo al mando de su culto, quien se encontraba parado a su izquierda.
—Dime... ¿Qué tanto conoces del Infierno? —le preguntó entonces ella.
—Sé que es un sitio tan grande como la misma faz de la Tierra; se encuentra por debajo de ella y está compuesto por una laberíntica serie de túneles y cavidades tan grandes como enormes islas donde hay montañas y volcanes... también existen ríos y lagos, algunos tan grandes que bien podrían ser tomados por mares y océanos.
—La mayoría de eso es correcto; aunque, en realidad la forma general se asemeja más a una especie de deforme espiral concéntrica descendente, pareciera que en tiempos inmemoriales algo con la forma de un enorme remolino lo hubiera cavado allí, en la roca sólida; de ahí provienen las referencias a los círculos infernales...
¿Qué más sabes?
—La luz del sol no llega, ni tampoco la de algún otro cuerpo celeste, la única iluminación que existe es la proveniente de la energía telúrica, de las profundidades...
Todo está interconectado allí abajo, los distintos demonios pueden vagar libremente...
—¿Libremente dijiste? No es tan así como crees... —le aclaró ella interrumpiéndolo—.
Cuando fuimos expulsados del Cielo, y por decisión divina, el Infierno fue dividido en siete grandes prisiones.
La corte celestial se aseguró que esas grandes secciones fueran totalmente aisladas para dividir así nuestras fuerzas...
Hay sectores en los que el paso es simplemente imposible y donde no es así se encuentran siempre presentes las Rejas del Abismo, unas barreras que están hechas de orihalcon y bendecidas por serafines, es el material más resistente que jamás se haya forjado... son prácticamente indestructibles.
A pesar de ello, lo largo de los siglos, incontables demonios han conseguido abrir pequeños pasajes para transitar entre las distintas prisiones; aunque, esa siempre ha sido una tarea en extremo difícil, hasta titánica se podría decir... es necesario cavar por vetas minerales tan duras que no pueden ser rotas ni por las poderosas garras de las gárgolas.
Sin embargo, sin importar nuestros denodados esfuerzos, hay un sector que siempre permaneció aislado del resto: Oblivion, la prisión central, el sector más profundo de todo el averno.
Allí se encuentra la principal sede infernal: el Palacio de la Noche Eterna, lugar en donde habitan los demonios principales, nuestros líderes y amos máximos, junto con sus ciervos más poderosos.
La única manera de escapar de esa zona es atravesando la Puerta Magna, la más importante de las Puertas del Apocalipsis, la cuarta puerta: la de la Impureza... la puerta final —dijo con tensión creciente en su voz—.
Durante milenios hemos intentado abrir una brecha, ¡una miserable brecha!, pero todo el esfuerzo ha sido inútil, las barreras allí presentes no solo tienen los más gruesos y duros barrotes de entre todas las Rejas del Abismo, también fueron colocadas en su sitio por la misma mano que hizo y selló las cuatro puertas del averno... el único poder superior al nuestro, Dios.
El Infierno tuvo así que someterse a los tiempos establecidos por el Cielo y esperar pacientemente hasta corromper a la mayor parte de la humanidad lo suficiente como para que esta avanzara hacia su propia destrucción.
Así conseguimos que llegara el tiempo del apocalipsis; momento profetizado para que las cuatro puertas se abrieran de par en par para liberarnos finalmente.
Sin embargo, cuando ya era inevitable que la sexta trompeta sonara, cuatro arcángeles viajaron por propia cuenta, de manera clandestina, sin orden ni permiso de nadie, junto con un enorme ejército de ángeles... y fueron directamente hacia la Puerta Magna.
Con ellos llevaban cuatro enormes cadenas, forjadas con el mismo metal que compone las Rejas del Abismo, y las cruzaron sobre las dos hojas que forman la puerta... asegurándolas firmemente para que no pudieran ser abiertas.
Así, cuando la trompeta sonó, solo tres de las cuatro puertas: la del Odio, la de la Blasfemia y la del Robo se abrieron... la de la Impureza fue retenida.
Al saberse que la entrada a las salas principales del Palacio de la Noche Eterna, única salida posible, continuaría injustamente cerrada millones de los nuestros se convocaron justo allí, para abrirla entre todos.
Usando sus fuerzas en conjunto, apenas si lograron separar las pesadas hojas un poco.
Solo fue una minúscula apertura por la que tal vez podría pasar un cuerpo delgado y flexible... un cuerpo como el mío —dijo Lisbeth y tuvo que hacer una pausa ante la fuerte emoción que la invadía al rememorar un evento traumático, que la había marcado a fuego:
—Tuve que hacerme arrancar mis alas y mis cuernos para intentar pasar, no sabía si lo lograría o si sería aplastada en el intento... me arrastré por decenas de metros, reptando como una serpiente entre esas titánicas placas, hasta que finalmente pude escapar de Oblivion.
Cuando salí estaba moribunda, mi piel había sido desgarrada por todos lados y me encontraba casi desangrada debido a la hemorragia de mis heridas.
La luz del sol me encegueció después de tantos milenios sin verla, sentí como si mis ojos se fueran a quemar... y el sonido del mundo fue algo tan estrepitoso para mis sensibles oídos acostumbrados a la nada absoluta, hasta creí que mi cabeza estallaría.
Dos minotauros fueron sacrificados para que yo pudiera absorber la energía vital de ellos y luego, recién al beber su sangre pude cerrar mis lastimaduras y regenerar así mi hermoso cuerpo mutilado —dijo con lágrimas de odio en sus ojos y un profundo rencor, y agregó:
—Mi misión es ahora conseguir cuatro armas sagradas; deben ser seleccionadas de entre las más poderosas que se hayan forjado en el Cielo... ¡Tienen que ser armas de arcángeles!, son las únicas que poseen la fuerza suficiente como para romper esos enormes eslabones que mantienen cerrada la puerta final...
Debe ser una por cada cadena, ya que cada arma solo podrá ser utilizada una sola vez... la energía que se libere en ese momento es seguro que la destruirá tanto a ella como a quién la use.
Solo así lograremos liberar a nuestros líderes, quienes reinarán sobre toda la humanidad, haciéndonos mucho más fuertes de lo que somos ahora... y finalmente marcharemos contra el mismísimo Dios y nos enfrentaremos en la gran batalla de Armagedón, la cual, a diferencia de lo que vaticinan las antiguas escrituras, ¡¡ganaremos!! —concluyó Lisbeth apretando un puño.
Mientras tanto y sin sospechar nada de los demoníacos planes, en la ciudad amurallada Helena y Ryan se encontraban a la espera de alguna novedad acerca de Lisbeth.
Las zona entera había sido declarada como de extremo peligro.
Durante los siguientes siete días la Orden de la Cruz de Acero enviaría varios contingentes con caballeros fuertemente armados que se quedarían en la ciudad y patrullarían sus alrededores para limpiar de enemigos la zona y asegurar un perímetro circundante en un radio de diez kilómetros.
Hasta ese momento todo el personal estaba obligado a permanecer allí.
Sin más que hacer solo restaba esperar... lo cual no representaba problema alguno, la ciudad de Ashford no solo era un sitio hermoso y relajante sino que además siempre había sido un reconocido destino turístico.
Ubicada en el centro de la hermosa campiña de Kent, en el sureste de Inglaterra, la ciudad contaba con hermosos paisajes que la rodeaban hasta donde alcanzaba la vista y también era una urbe muy moderna, y en extremo pintoresca.
Allí había diversos negocios, instalaciones de ocio y viviendas de gran calidad, al tiempo que guardaba todo el encanto británico de antaño, mantenía a la perfección su arquitectura tradicional inglesa de estilo medieval, conservando el aspecto original de los edificios emblemáticos de cualquier importante ciudad de aquella época como ser el ayuntamiento o la catedral que, junto con muchas casas y comercios, se concentraban alrededor de una enorme y abierta plaza de armas central.
Dada su importancia estratégica, y para protegerla de los demonios, la Orden había construido una enorme y gruesa muralla con una altura promedio de unos diez metros, la cual la rodeaba completamente y le daba su actual carácter de ciudadela.
Era ya el mediodía y Ryan había invitado a Helena a sentarse en una mesa al aire libre perteneciente a uno de los restaurantes de la zona:
—Así que estas son tus nuevas armas ahora: una espada de una mano y un gran escudo... y tu nueva armadura me encanta, es aún más imponente que la que tenías —dijo él.
—En realidad, Ryan... estas han sido mis armas desde que partí del Cielo, y mi armadura es la misma, aunque ya no se vea igual —le aclaró ella—.
Verás, a los semiángeles que combatimos se nos otorga nuestro equipo, armas y armadura básica, de acuerdo a nuestras aptitudes naturales.
A las armas que portamos se les llama armas de la virtud porque tienen la característica alquímica de crecer con nosotros a medida que nuestro poder angelical aumenta... y nuestras armaduras comparten esa misma característica.
Hasta antes de completar mi última misión esta espada y este escudo eran menos portentosos de lo que son ahora, inclusive mi daga ha evolucionado; todo lo que tengo es más poderoso, lo cual se refleja en su tamaño y ornamentación.
Solo espero que todo este poder me sirva para rescatar a Lisbeth...
—¿Aún sigues preocupada por ella?
—Le prometí a su padre que la dejaría a salvo con la Orden y siento que le fallé.
—La dejaste en una ciudad segura y bien protegida, nadie podía imaginar lo que pasaría aquí... Tenías una misión importante y él lo sabía perfectamente cuando te encomendó a su hija.
Al menos su cuerpo no se encuentra entre las víctimas fatales. Si hay alguna posibilidad de encontrarla con vida las patrullas lo harán.
Es mejor que te relajes, Helena; no quiero verte preocupada, fue por eso que te invité aquí... ¡la vista desde esta plaza es hermosa!
Además, creo que debo intentar adaptarme a este mundo, veo que muchas cosas han cambiado desde mi tiempo... y me siento bastante fuera de lugar.
No puedo ni siquiera imaginar como funciona el sistema económico global de este tiempo. Solo sé que me dieron esto —dijo sacando una tarjeta de plástico de su bolsillo—.
En mi época había muchas de estas cosas, estaban por todos lados... nunca me agradaron del todo, pero era el medio de pago más común que se usaba en aquel entonces.
Sin embargo, jamás en mi vida había visto una que fuera tan sofisticada como esta —agregó manipulando el compacto y flexible artilugio electrónico, el cual contaba con un sistema de identificación biométrica de huella digital para autorizar las transacciones y un display incorporado en donde mediante brillantes números se indicaba el valor que tenía asignado—.
Está cargada con un buen monto de merits, por lo que me explicaron entiendo que es un tipo de criptomoneda que se usa hoy en día, me los dieron basándose en tus reportes sobre lo que nos ocurrió hasta ahora...
Supongo que en lo que respecta a las transacciones deben funcionar de manera similar a como lo hicieron siempre; así que quería usar esto contigo, agasajarte de algún modo, verte feliz... sonreír nuevamente, comprarte algo que te recuerde esta aventura que estamos viviendo.
En fin, celebrar el hecho de que sigamos juntos...
Por eso pedí que nos trajeran algo que estoy casi seguro una chica del siglo XVII no conoce: la crema helada de chocolate —concluyó.
—Bueno... en realidad supe de un italiano que estaba trabajando una máquina para preparar una crema fría usando hielo, pero nunca la probé.
El chocolate sí que lo conozco, estaba de moda cuando viví... pero no me gusta, es amargo —le dijo ella poniendo cara de desagrado.
Justo en ese momento vino el mesero con una enorme copa de helado y sorbetes para dos personas y la dejó en medio de la mesa.
—Algunas cosas cambiaron con el tiempo, te falta actualizarte un poco —le dijo él confiado—, en Europa se modificó el sabor amargo del chocolate cambiándolo completamente; seguramente eso fue después de que... tu sabes.
—¿Después de que muriese quieres decir?
—Sí, eso exactamente... ¡Adelante! quiero ver tu cara cuando lo pruebes.
Helena lo miró desconfiando, posó sus labios en el sorbete y en cuanto comenzó a saborearlo su rostro se iluminó.
—¡Es tan dulce, que rico está... Nunca probé algo así! —expresó maravillada; Ryan solo sonrió en silencio, contemplándola mientras ella no paraba de comer y él se extasiaba de amor al verla:
Helena era la perfección encarnada, en ella confluían todas las virtudes que una mujer podía tener: era hermosa e inteligente, tierna y valiente... pura e inocentemente seductora a la vez.
—¿No vas a probarlo? —le preguntó ella cual si fuera una niña con sus labios manchados por el chocolate.
—Tú continúa, yo ya conozco muy bien el sabor... cuando termines pediré algo que no sea tan frío para mí, aún me duelen los dientes por la patada que tu amiga me pegó en la boca.
—Por favor, no le guardes rencor a Beatriz por eso.
—No, claro que no... ¿por que habría de hacerlo? Ella solo quería matarme —dijo Ryan sarcásticamente.
—Es una semiángel como yo que cumplía con su deber celestial como reclamadora de almas. Cuando la conozcas mejor estoy segura de que te encantará...
Además, casi desde que nos conocimos Beatriz ha sido mi mejor amiga; ella y yo somos muy parecidas... las dos buscamos nuestras alas de ángel, es solo que tenemos metas diferentes:
Ella tiene un propósito muy ambicioso, quiere poder asistir a las personas cuando les llegue el momento final de sus vidas, el instante de abandonar este mundo. Desea ser un ángel con rango de potestad... su sueño es volverse un ángel de la muerte.
Mi anhelo es diferente, más modesto tal vez, me gusta proteger y ayudar a las personas durante sus existencias terrenales... Mi deseo más ferviente es algún día poder llegar a convertirme en una virtud: un ángel de la guarda —culminó.
En ese momento llegaron Derek y Beatriz y se sentaron en una mesa lejana, la cual estaba cruzando la plaza.
Un instante después él, que estaba escuchando música, se quitó uno de sus auriculares pasándoselo a ella, quien se lo puso en uno de sus oídos, y así, compartiendo esa melodía, quedaron mirándose el uno al otro de una manera melosa y acaramelada.
Actuaban como un pareja de recién enamorados, no notaban la presencia de nadie más en el mundo...
—Se ven tan felices juntos —dijo Helena—. La conocí en el Cielo pero recién me hice amiga de Beatriz en la Tierra, luego de que fui enviada.
—Hacen una linda pareja —agregó Ryan y Helena continuó:
—Ella fue mi primera amiga verdadera, y la única que tengo.
Conozco casi todo, lo más importante, de su vida terrenal... Nació en la anteúltima década del siglo XX. Su pasatiempo siempre fue la gimnasia rítmica. La practicó desde niña hasta su juventud. Estuvo compitiendo a nivel nacional en su país... por eso es tan ágil y coordinada con sus movimientos.
Luego se volvió medica de combate; estudió medicina y ejerció su profesión en la milicia; allí también aprendió a pilotear helicópteros de transporte; creo que fue por eso se enamoró de Derek, ambos tienen mucho en común y al ser militares comparten cosas similares.
Murió en la primera mitad del XXI durante una misión de rescate humanitaria...
Recibió una condecoración póstuma al valor, y la odió... la odió con todas sus fuerzas, siempre pensó que su muerte fue un hecho injusto.
Creo que fue por todo aquello que decidió ser un ángel de la muerte.
Espero que ahora la entiendas un poco mejor —dijo pero Ryan solo la miró de reojo, reluctante y sin decirle nada...
—Beatriz es mi modelo a seguir en muchos aspectos.
Es una guerrera formidable y junto a Derek son imbatibles en el campo de batalla, se volvieron la pareja estrella de la Fortaleza de los Azote de Demonios.
Fue ella quien me enseño como pelear sin armas y muchas otras tácticas de combate, de ella aprendí a matar minotauros...
Sin embargo, en nuestra esencia somos de siglos muy diferentes —dijo suspirando—. Beatriz es tan libre de condicionamientos, yo jamás podría comportarme de una manera tan abierta y liberal como lo hace ella.
Estábamos juntas el día en que conoció a Derek; en cuanto lo vio le gustó de inmediato y me dijo que él sería su compañero para siempre; ella simplemente lo decidió en ese instante: él se encontraba en un hangar contemplando como hacían la recarga del armamento de su helicóptero; miraba aquella aeronave como si fuera lo más maravilloso que existiera en el mundo, cualquier mujer hubiera deseado esa clase de atención, ese vehículo lo era todo para él; eso fue hasta que Beatriz entró en acción, claro. Primero pasó por delante de Derek contoneando su atractivo cuerpo de una manera atrevida y descarada, se la veía totalmente confiada en sí misma y en sus femeninos encantos —contó Helena sonrojándose con el mero recuerdo de aquello—, y por supuesto que él no pudo quedar ajeno a aquella exhibición, y entonces con una mirada final que le lanzó, Beatriz remató su faena seductora... y desde ese mismo día ya no separaron nunca.
Como me gustaría ser así —agregó mirando a Ryan de reojo y luego de un sugestivo parpadeo continuó:
—Creo que por cosas como esa es que somos tan buenas amigas, nuestra manera de actuar es tan opuesta a veces, nos manejamos con códigos morales muy diferentes; ella es tan osada en sus actitudes y propensa a tomar la iniciativa, en cambio yo soy mucho más recatada, siempre opto por insinuar mis verdaderos sentimientos; soy mucho más... discreta.
En ese momento, Beatriz y Derek se besaron en los labios y fue un hermoso beso de amor... largo, lento, profundo.
—La envidio, pero sanamente, como amiga quiero decir —agregó Helena mirándolos y suspirando.
«Si tan solo te dijera lo que yo siento por ti ahora no envidiarías más a Beatriz. Dudo que un hombre pueda amar a una mujer más de lo que yo te amo a ti en este momento; perdóname, Helena, perdóname de verdad, aún no tengo el valor suficiente como para confesártelo de una manera directa, y arriesgarme a perderte», pensó Ryan y como ella, también suspiró... solo que en su caso fue por dentro.
Así dos parejas profundamente enamoradas continuaron allí, una viviendo un idilio amoroso y la otra esperando hacerlo algún día...
Hermanas de combate
El tiempo no se detenía para ninguna de las facciones en pugna. Así, comenzando la mañana del día siguiente y mientras a la ciudadela de Ashford arribaban los primeros contingentes con el personal de ayuda, en su cueva, la malvada Lisbeth pergeñaba un astuto plan no solo para entrar al Bastión de los Guerreros Sagrados y hacerse con la espada del arcángel sino también para acabar con todo el emplazamiento y arrasar la ciudad que lo rodeaba.
Frente a la demoníaca fémina el monje de la túnica negra, su acolito principal, le informaba de la actual situación:
—Nuestras fuerzas se están concentrando en las cuevas y bosques de todo el condado, mi ama. Muy pronto será una gran legión que atacará con toda la furia del Infierno; entraremos al bastión de Dover y obtendrás la espada de su arcángel.
—¡Eres un estúpido! Intentar entrar por la fuerza bruta sería una absoluta perdida de tiempo, la alianza entre ángeles y humanos los ha vuelto muy poderosos.
Las armas bendecidas que tienen hacen estragos entre los nuestros; ¿Has visto la matanza que causaron solamente una semiángel y un humano piloteando una de sus malditas máquinas de guerra durante el ataque a la ciudadela? —le preguntó retóricamente y agregó:
—Dentro del Bastión de los Guerreros Sagrados hay todo un ejército así... Ese lugar seguirá siendo inexpugnable para nuestras fuerzas si no actuamos con inteligencia.
—¿Que podemos hacer entonces, mi señora?
Lisbeth sacó la pluma de Helena de una pequeña bolsa que tenía y tomándola por su cálamo, la sostuvo entre sus dedos haciéndola girar como un trompo.
—¿Recuerdas a la joven que matamos en el bosque hace un par de meses?
—Sí, señora mía...
Necesitabas una pequeña parte de ella para adoptar su aspecto y tomaste la uña de su dedo índice para hacerlo —le respondió el adepto mirando la bolsa de donde Lisbeth había sacado la pluma de Helena y en la que guardaba: falanges, dientes, uñas y diversas pequeñas partes de cuerpos de otras personas, las cuales presentaban una muy lenta corrupción natural y que el demonio usaba para transfigurarse ante los humanos.
—Esta es una pluma de la semiángel junto a la que estuve viajando —continuó ella—. ¿Tienes idea de lo raro que es conseguir algo como esto?... Cuando los ángeles mueren sus cuerpos se vuelven pura energía y ese poder retorna a Dios. Todo vestigio de su existencia física, simplemente, desaparece.
La usaré para transfigurarme como ella y así entraré al bastión de Dover.
—Entiendo; es una verdadera lástima que no podamos matarla como hicimos con la joven que te sirvió de cobertura en el puesto costero.
Sin embargo, creo que sería conveniente que la capturásemos; es muy peligroso que adoptes su apariencia estando ella cerca... Nuestros enemigos podrían advertir el engaño y descubrirte, ama.
—Justamente eso es lo que haremos y la retendremos en uno de nuestros calabozos, ya tengo todo preparado.
—¿Y si vienen a rescatarla , mi señora?
—¡Serían unos tontos! —exclamó Lisbeth soltando una muy breve carcajada— Morirán como todos los demás que se han atrevido a entrar aquí; las profundidades son nuestros dominios; en estos lugares los seres de la oscuridad somos los depredadores...
En este momento uno de los sectarios se presentó presuroso e hincando una rodilla en el suelo reportó:
—Ama, en la ciudadela se están organizando varios contingentes de búsqueda para hallar a las personas que fueron secuestradas por nuestras fuerzas durante el ataque.
—Excelente, todo va de acuerdo a mi plan, entonces.
La dueña original de esta pluma se encuentra allí mismo ahora; cuento con que querrá formar parte de uno de esos grupos de rescate para encontrar a la joven de la que le usurpé mi anterior aspecto, a quien ella considera perdida.
En cuanto salga estará expuesta... ¡Vamos a prepararnos!
Mientras tanto, en Ashford los preparativos para comenzar a buscar a los desaparecidos estaban en camino:
Helicópteros para el transporte de tropas de la Orden, fuertemente escoltados por aeronaves de ataque, estuvieron arribando desde el amanecer trayendo mucho personal desde Dover, tanto militar como civil...
En la habitación de la casa de huéspedes que compartían, Helena se despedía de Ryan:
—Bueno, creo que me voy —le dijo ella.
—Quiero ir contigo...
—No puedes y lo sabes; todos los civiles deben permanecer en la ciudadela, sin excepción alguna.
—Podría escabullirme y escapar —comentó él en voz baja.
—Si te atrapan te arrestarían. Es mejor que no lo intentes —finalizó ella y luego de darle un beso en la mejilla se retiró.
Al llegar a la plaza principal, lugar donde se estaban armando los distintos contingentes, Helena se encontró con Beatriz y Derek en medio de una muchedumbre desorganizada, algo muy poco propio de la milicia:
—Esto es un auténtico caos... ¿Qué hacen todas estas personas por aquí? ¿Usaremos civiles, acaso? —preguntó Helena desconcertada.
—Tal parece que sí —le contestó Beatriz y Derek continuó:
—La Orden utilizará a cazadores locales como personal de apoyo esta vez, conocen muy bien la zona y son hábiles rastreando.
Se están organizando pelotones de no más de diez elementos, en cada uno irán hasta tres cazadores... y como máximo un solo ángel.
—Hoy iremos separadas, amiga —le dijo Beatriz con un dejo de pena...
Fue así que Helena se acopló finalmente a una de esas pequeñas y versátiles unidades tácticas, y poco después partió con su contingente asignado.
La zona a rastrear era muy amplia y, por lo tanto, la dispersión de los distintos grupos, importante.
Debían explorar tanto en los bosques como en los distintos sistemas de grutas de la región... aunque en estas últimas solo en sus entradas, los demonios solían estar dentro de ellas y eso las volvía en extremo peligrosas.
Ocultándose con mucha habilidad y valiéndose de sus dotes físicas aumentadas, los acólitos de Lisbeth fueron moviéndose a la par de los distintos grupos de búsqueda desviándolos a voluntad, al tiempo que les dejaban a los rastreadores de la cuadrilla de Helena un sendero de pistas que los condujeron hasta un sector de colinas no muy altas en donde la hábil diablesa que los lideraba había tendido su trampa para el ángel.
—Hasta aquí llega el rastro... Tendríamos que dispersarnos un poco por la zona para cubrir todo esto un poco mejor —sugirió uno de los rastreadores.
—Está bien... ¡¡Atención, todos!! ¡Sepárense y busquen cualquier clase de indicio! —ordenó el comandante del pelotón—.
Recuerden: ¡no se alejen demasiado y no se internen en las cuevas... Y ante cualquier enemigo que aparezca den la voz de alarma de inmediato. Estamos en zona hostil!
—Perfecto —susurró Lisbeth quien nuevamente bajo la cobertura del aspecto de la hija del paladín seguía atentamente cada uno de los movimientos de sus enemigos...
Repentinamente Helena vio un extraño movimiento en lo alto de una colina cercana a ella, era uno de los sectarios que forcejeaba y arrastraba a Lisbeth del brazo; la visión que tuvo fue apenas fugaz ya que en solo un parpadeo ambos desaparecieron por detrás de unas rocas.
«¡¿Lisbeth?! », pensó de manera incauta y no lo dudó, corrió para ayudarla sin más... Estaba segura de que un solo hombre no sería rival para ella.
—Ya viene, mi señora —le dijo el acólito a Lisbeth mientras espiaba a Helena por entre las rocas, en ese instante sintió como su diabólica ama le quitaba su cuchillo y lo degollaba con él.
—Ahora, siervo... morirás por mí y yo reclamaré tu alma para el Infierno —le dijo ella y así lo hizo.
Solo unos instantes después, e impulsándose con sus piernas y alas, dando grandes saltos entre las piedras de la ladera, Helena llegó y encontró a la joven sentada en el suelo junto al cadáver del nigromante, ella estaba aún con el cuchillo ensangrentado en su mano.
—Tuve mucha suerte, pude sorprenderlo —dijo Lisbeth al verla y soltando el arma se incorporó y la abrazó.
—Me alegra tanto verte. Estaba muy angustiada por ti —expresó feliz la doncella alada—.
¿Te encuentras bien, Lisbeth? ¿No te hicieron daño?
—Creo que no tuvieron tiempo... pero hay más gente capturada en la cueva.
—¡Llamaré a los demás!
—¡No lo hagas!... no creo que haga falta. Son muy pocos, no conté a más de cinco; planeaban trasladarnos esta mañana cuando me les escapé.
—Hay demonios cerca nuestro, mi daga está brillando, Lisbeth.
—¿Eso te asusta, acaso?, porque a mi no... Además, sé que han puesto trampas en los túneles, si ven a un grupo grande de enemigos entrar las activarán y los sepultarán vivos —la conminó pergeñando una mentira.
Helena la miró dudando, algo no le gustaba en todo eso...
—Están esperando refuerzos, no hay que darles tiempo, tu sola podrías derrotarlos con facilidad y liberar a toda esa gente; y yo iré contigo como apoyo, sé defenderme muy bien —agregó tomando la daga del suelo y apuntando con ella hacia le cuerpo que había matado; el mentir y confundir siempre fueron cualidades de los demonios.
—De acuerdo, pero irás por detrás de mí y no te separarás a más de dos metros. ¿Está claro?
—¡Prometido!
Así, ambas ingresaron en la oscura caverna por una grieta cercana...
Pronto la claridad del exterior se mitigo enormemente luego de la primera curva con la que se encontraron.
Una vez adentradas Lisbeth esperó el momento oportuno y se alejó del ángel escabulléndose por una de las tantas galerías que allí había...
—¡Helena! —la llamó a los pocos segundos.
—¡Lisbeth! ¿Dónde estás? —pregunto la inocente enviada del Cielo al advertir la falta de su compañera.
—¡Por aquí! —dijo entonces la enviada infernal; el eco dificultaba encontrar la fuente de su voz.
De ese modo fue atrayendo al ángel hacia la cámara en donde planeaba retenerla; convenientemente desde su interior provenía un fuerte y llamativo resplandor.
Al entrar Helena allí la voz de Lisbeth se acalló...
Helena se quedó casi estática reconociendo el lugar, era como una gran bóveda semiesférica, de unos diez metros en todo sentido, sin salidas aparentes salvo por donde ella había entrado; la luz ingresaba a través de una angosta grieta cenital de unos tres metros de largo que daba hacia el exterior y era atravesada por gruesas raíces de árboles, dejando así ver parcialmente el cielo.
Avanzando con pasos cuidadosos Helena percibía el peligro que crecía a su alrededor y su instinto no la engañaba; sin embargo, no notó ninguna amenaza hasta que inesperadamente una red cayó sobre ella y tres de los nigromantes se le abalanzaron súbitamente... capturándola de inmediato en apenas segundos.
Poco después en la cámara del trono su sacerdote oscuro se lo reportaba a Lisbeth:
—Tenemos a la semiángel totalmente inmovilizada y bajo nuestro control como usted ordenó, mi señora.
—Ahora solo manténganla a salvo, ¡que no muera bajo ningún aspecto! y que no se escape, obviamente...
Yo estaré bien mientras me mantenga lejos de la mirada de los verdaderos ángeles y de los elementos de visión electrónica de los humanos... a ninguno de ellos puedo engañarlos.
En ese momento otro de sus acólitos se acercó al altar y se arrodilló frente a Lisbeth:
—Señora, un grupo de cinco helicópteros acaba de partir de la ciudadela con rumbo al bastión de Dover, dos llevan heridos y tres son su escolta armada —le dijo.
Al escuchar eso Lisbeth se puso de pie y tomó la celestial pluma entre sus dedos; cerró sus ojos y, como si fuera una especie de camaleón, usó su poder de ilusión para tomar toda la apariencia angelical de Helena. Imitó hasta el mas mínimo detalle de su indumentaria y armas, inclusive el timbre de su voz sería una copia perfecta; era imperceptible para cualquier sentido humano...
Entonces guardó nuevamente el divino elemento:
—Por el momento ingresaré al castillo y obtendré la información que necesito, luego elaboraré un plan.
Cuando ataquemos lo haremos de una manera tan contundente que no solo caerá el bastión de Dover, también destruiremos la ciudad que lo circunda; ese día reclamaremos miles de almas para el Infierno y además obtendré la espada del arcángel.
Ve y díselo al líder supremo de nuestras fuerzas.
¡No quiero que ningún demonio tome acción ofensiva alguna hasta mi siguiente orden! Cuanto menos en alerta estén los ángeles de nuestra presencia tanto mejor será para mí y, por lo tanto, para todos nosotros —le ordenó a su segundo al mando.
—No sé si a nuestro gran mariscal de campo le agrade el recibir esa clase de orden —le advirtió el monje.
—¡¡Recuérdale bien quien soy yo, entonces. Muéstrale mi blasón si es necesario!! —exclamó airada la infernal mujer.
Entonces se retiró; al salir de las grutas tomó vuelo, incorporándose así al contingente de aeronaves, junto con las cuales se alejó...
Horas después, promediando la tarde, algunos de los pelotones ya estaban regresando, entre ellos el de Beatriz y Derek, el de Helena se encontraba retrasado.
—Que raro... El grupo de Helena partió antes que el nuestro y aún no vuelve, ya llevan más de dos horas de demora —dijo Derek mirando su reloj.
—Tengo un mal presentimiento, ella está en problemas —agregó Beatriz.
En ese momento la patrulla en cuestión llegó, sin el ángel.
Beatriz fue la primera en advertir la ausencia de su amiga:
—¿Dónde está Helena? No la veo, Derek —dijo extrañada mientras se diría a preguntar...
—Con ustedes partió hoy un ángel, ¿está por aquí? —le planteó a uno de los rastreadores.
—Perdimos contacto con ella esta mañana; no hemos vuelto a saber nada más desde ese momento. La buscamos por todos lados y no la encontramos... Creemos que pudo haber muerto —intervino el comandante del pelotón en cuanto la escuchó.
—¡¡No está muerta, lo sé!!
—En ese caso fue capturada...
—¡¿Y por qué no la están buscando, entonces?! —lo increpó Beatriz exaltada.
—¿Que piensas que estuvimos haciendo hasta hace un rato? ¡Por eso llegamos recién ahora! —argumentó el militar...
—¿Buscaron en las grutas de la zona?
—No, es demasiado peligroso.
Sabemos muy bien que allí suelen acechar los demonios, además, son un laberinto insondable, hay derrumbes a cada rato que cambian la estructura interna creando caminos sin salida...
Extraviarse dentro es fácil y morir, más fácil aún.
Ni siquiera con drones hemos podido penetrar lo suficiente, en lo profundo de esos túneles se pierde la telemetría.
Entrar ahí es prácticamente un suicidio, muy pocos han vuelto.
Si se la llevaron allí es mejor olvidarse de ella...
—¿Por qué está discutiendo Beatriz con aquel comandante? —le preguntó Ryan a Derek al ver la escena de lejos.
—Helena no ha vuelto con su grupo.
—¡¿Qué cosa?! ¡¿Y por qué no la están buscando?! —exclamó Ryan alterado...
—Tal parece que esos inútiles van solamente a reportar lo ocurrido para que en algún momento alguien decida ir a por ella —comentó Beatriz, quien venía en extremo molesta e indignada luego de hablar con el líder castrense.
Al escuchar eso la mirada de Ryan abandonó su sesgo de angustia y, de un modo totalmente decidido, se dio media vuelta encaminándose hacia su habitación en busca de su arma.
—¿Hacia dónde te crees que vas? —le preguntó Beatriz.
—Voy a resolver este asunto por mi cuenta y a mi manera.
—Tú no irás a ningún lado —Escuchó a Beatriz decirle de atrás, se detuvo en seco y giró molesto, listo para contestarle.
Sin embargo, se encontró con el talón de la enviada celestial que con una veloz patada lo golpeó certeramente en la mandíbula con fuerza haciéndole girar bruscamente la cabeza con el impacto.
—Esta es la segunda vez que tú... —alcanzó a decirle Ryan antes de caer noqueado al suelo.
—Civiles... —dijo Beatriz y Derek le preguntó:
—¿Por que hiciste eso?
—Solo se habría sacrificado inútilmente. Imagínatelo: jugando en una zona peligrosa a ser el héroe —comentó con desdén—; es de los que se creen invencibles, que pueden enfrentarse solos al Infierno entero y salir victoriosos. Es mejor así... para cuando se despierte ya habremos resuelto todo esto.
Derek la miró de costado, entrecerrando sus ojos con una burlona y desconfiada mirada:
—Tú no estarás celosa de Ryan, ¿verdad?
—¿Y por que habría de estarlo?
—Podría ser por el hecho de que lo ama quien es tu mejor amiga...
—No sugieras tonterías, por favor —contestó ella sonrojándose—.
Mejor alístate para despegar mientras yo preparo una buena mentira para salir de aquí; es seguro que nunca nos autorizarían una misión como esta —Sin decir más y dándole la espalda se fue...
Derek tenía algo de razón, Helena no solo era la mejor amiga de Beatriz sino que ella la consideraba como la hermana que nunca tuvo.
Así, la audaz pareja fue directamente hacia la zona en donde los rastreadores habían visto por última vez a Helena y comenzaron con su búsqueda:
—Según el mapa en esta zona hay varios punto de acceso a las grutas... ¿Cuál de todos prefieres? —dijo Derek desde el helicóptero.
Beatriz, quien volaba a su lado, lo pensó por un instante:
—Escojo... ¡aquél que está allí! —exclamó dejándose llevar por sus sensaciones—.
Bajaré...
Mi elemento es el aire, no me gusta estar en tierra y odio las cuevas, no puedo volar en ellas... además, me ensucio mucho los pies, sabes que odio eso —se quejó al descender y tocar tierra.
Acto seguido procedió a pasar su arma a una configuración más adecuada para el combate cercano en zonas cerradas.
Tomó el largo mango de su arma con ambas manos en dos lugares separados y especiales; y las giró en sentido contrario para activar un mecanismo interno...
La hoja de su arma rotó sobre su anclaje hacia el frente al tiempo que una agarradera lateral se proyectaba perpendicular a ella desde el mismo punto.
Entonces dividió el mango en dos partes... Pasó así a tener un par de armas diferentes:
La primera, su arma principal, la cual usaba con su brazo fuerte, era parecida a un tonfa, un garrote corto usado por algunas fuerzas policiales. Contaba con la filosa hoja de su arma proyectada hacia adelante y su cuerpo principal, el cual se extendía paralelo y a lo largo de todo su antebrazo, tenía en su parte posterior una aguzada púa de varios centímetros, misma que se prolongaba desde su codo a modo de puñal.
Su arma secundaria era simplemente una lanza corta de doble punta la cual empuñaba al medio con su otra mano.
—Cúentame que sabes de estas grutas, quiero saber con que me encontraré ahí dentro —le pidió a Derek mientras ella cerraba sus ojos contando hasta treinta para acostumbrarse de ese modo a la oscuridad...
—Bien, según lo que figura en nuestra base de datos, se trata de un complejo sistema se cuevas que es en parte natural y en parte artificial, ha sido agrandado a lo largo de distintas eras...
Es mayormente de piedra arenisca, suave para excavar e inestable, por dentro se han erigido paredes a modo de terraplenes y columnas en algunos sectores para evitar derrumbes, a pesar de eso es común que sucedan...
La iluminación interna proviene de grietas naturales, mismas que se encuentran espaciadas proveyendo una iluminación de penumbras a lo largo de la mayor parte del recorrido.
El laberinto es muy antiguo y grande... se cree que abarca a todos los bosques de la región. Aparece mencionado en algunas crónicas de viajeros, pero nunca ha sido cartografiado; se sospecha que no se interna demasiado en las profundidades, discurre casi paralelo a la superficie, aunque a diferentes alturas.
—Estoy lista —dijo Beatriz interrumpiéndolo y caminó hacia la entrada de la cueva que estaba frente a ella.
—Ten cuidado, considera que te encuentras en una zona hostil.
—Mi amiga se encuentra ahí, en algún lado, sola, y me necesita...
¿Puedes ver dónde estoy? —preguntó al comenzar a internarse.
—Sí... Creo que podré hacer un seguimiento completo de tu recorrido para guiarte al salir —le contestó Derek preocupado mientras miraba en su casco un simple y pequeño círculo rojo que parpadeaba sobre un mapa proyectado de la zona en el cual dejaba un rastro amarillo.
—Ahora solo espero que mi intercomunicador auricular funcione correctamente por aquí dentro... no me gustaría quedarme sin charla —bromeó tensa ella, y de ese modo se aventuró en el ignoto sistema de grutas dejando a su compañero por fuera sobrevolando la zona.
—¿Podrías explicarme como piensas encontrar a Helena? —le planteó Derek por la radio.
—Ella y yo tenemos un secreto. Somos hermanas de combate.
—¡Vaya! Lo haces sonar como si fuera algo muy especial.
—De hecho, es algo más bien íntimo entre nosotras dos —reveló ella con un dejo de picardía.
—Y ¿puedo saber de qué se trata?, prometo no contárselo a nadie —preguntó él interesándose.
—De acuerdo, te lo diré. Básicamente es una habilidad adquirida y que compartimos: nuestra energía angelical vibra en la misma frecuencia exactamente... El efecto final es similar al sentido que tienen los hermanos gemelos entre sí, solo que amplificado.
—¿Te refieres a que cada una sabe como se encuentra la otra?
—No solo sabemos como sino también donde.
—¿Fue algo que les hicieron cuando las angelizaron en el Cielo?
—No exactamente —dijo ella haciéndose la misteriosa—. Es una historia que nunca te conté...
En ese momento uno de los sectarios apareció frente a ella.
Velozmente y de entre su túnica el hombre sacó un cuchillo, pero en cuanto se preparó para cargar contra Beatriz fue recibido por la punta de su arma en el abdomen con la que ella lo atravesó de frente sin darle tiempo a nada más.
De inmediato con una patada frontal en el pecho lo hizo volar un par de metros hacia atrás para confirmar la muerte...
Al caer pudo verlo con claridad:
—Un humano demonizado —dijo.
—Ten cuidado, los infernales por lo general los dotan de una muy buena visión en la oscuridad —le señaló Derek.
Dejando el cuerpo allí tirado la alada fémina no le dio mayor importancia y simplemente continuó con su relato:
—Todo sucedió cuando estaba en Céfiro.
—¿La isla celestial en donde hiciste tu entrenamiento?
—Sí. Yo era la mejor de las Alfa Nu Sigma, ese era el nombre de nuestra fraternidad...
Haber aprendido gimnasia desde niña siempre me facilitó el poder coordinar mis movimientos de una manera superior a las demás semiángeles.
Desde el principio sobresalí en combate cuerpo a cuerpo, el entrenamiento en artes marciales que recibí durante mi entrenamiento militar me ayudó mucho, era muy habilidosa... y aguerrida —añadió sonriendo—. Por lejos me destacaba de mis compañeras, literalmente era invencible. Ninguna me llegaba ni a los talones... eso fue hasta el día en que llegó Helena.
Ella se integró a nuestro grupo proveniente de una fraternidad que se disolvió, las Pi Épsilon Delta.
Lo primero que nos enfrentó fue nuestro estilo... éramos totalmente opuestas, yo locuaz y extrovertida, ella muy callada e introvertida.
No tenía mi técnica ni mis aptitudes, pero lo reemplazaba con coraje y decisión. Siempre fue muy orgullosa, nunca le gustó ser superada por nadie, en ese aspecto eramos similares.
Pronto nos convertimos en rivales... y competimos entre ambas en todo, y cada vez con mas ahínco.
Así, un día llegó lo inevitable, el momento de decidir claramente cual de las dos era la superior.
Comenzó con una simple discusión que terminó en un desafío, entonces nos enfrentamos en una pelea, una lucha sin armas.
Recuerdo que le dije: «¿Te crees muy buena? Veamos que tanto...»... y resultó ser bastante buena, mucho más de lo que me esperaba.
Luchamos hasta quedar agotadas, nos lastimamos lo suficiente; las dos terminamos con bastantes moretones y algo de sangre en nuestros rostros...
A pesar de que yo sabía que terminaría ganándole, en un momento me di cuenta de que ella no claudicaría hasta que la acabara y para ese instante ya se había ganado más que mi respeto, fue así que no quise continuar peleando y me detuve para preguntarle: «¿Qué te parece si nos volvemos hermanas de combate?».
Ella solo atinó a mirarme extrañada por mi intempestiva propuesta; además, estaba claro que no tenía ni idea de lo que le estaba hablando, así que se lo expliqué: «Se trata de una habilidad a la que solo podemos aspirar los semiángeles.
Volviéndonos hermanas de combate podremos sentirlo todo entre nosotras; cuando luchemos, si alguna está en peligro o herida, la otra podrá asistirla de inmediato... hasta el hecho de poder encontrarnos en medio del fragor de un enfrentamiento entre cientos será algo natural.
En el campo de batalla es una habilidad sobresaliente. Una pareja sincronizada multiplica de manera exponencial el daño que puede inflingirle al enemigo y del mismo modo maximiza su oportunidad de supervivencia.
Tú eres la primera a quien le hago esta oferta».
Me miró atónita, no pude imaginar que pensaba... solo asintió con su cabeza.
—Y por que solo se puede hacer entre semiángeles. —le preguntó en ese instante Derek interrumpiéndola.
—Porque el pacto se sella con sangre y los ángeles no sangran.
Siendo humanos podemos ser hermanos de sangre al nacer; la sangre es lo que nos une y nos permite que, al ser en parte ángeles, consigamos hacer vibrar al unísono nuestro poder divino valiéndonos también de nuestra sangre.
Es una cualidad de la energía angelical; sin embargo, solo podemos elegir a un único semiángel y nunca más a ningún otro, es un pacto de por vida...
—Interesante... ¿y como se sella?
—Primero lo hice yo, pasé mi lengua limpiando la sangre que salía de la comisura de su boca... Helena se sonrojó de inmediato, siempre fue tan tiernamente puritana —dijo riendo—; cuando llego su turno, ella pasó su dedo indice por mis labios y luego simplemente se lo chupó.
—Ahora entiendo el por que de la amistad tan estrecha que existe entre ustedes dos —le comentó Derek—. Me imagino la escena... y, por otro lado, también estoy seguro de que estás celosa de Ryan, ya veo por que lo pateaste con ese dejo de saña que percibí; sabes exactamente lo que Helena siente por él —remató jocosamente.
—¡Basta, Derek! No me provoques, te lo advierto...
A medida que Beatriz se internaba más y más profundo en aquellas cuevas su transmisión se escuchaba cada vez peor y la señal de su ubicación se perdía por momentos, algo en las paredes de las grutas estaba interfiriendo; sin embargo, ese no sería el peor problema para ella... para ese momento su presencia ya había sido detectada:
—Alguien ha entrado en las cuevas, hemos hallado el cuerpo de uno de los nuestros muerto en la primera sección —le reportó un acólito al sacerdote oscuro.
—Redoblen la vigilancia en todos los puntos, encuentren al intruso y elimínenlo de inmediato; no podemos arriesgarnos a que libere al ángel capturado... tenemos que mantener el anonimato de nuestra señora a toda costa.
Así, Beatriz comenzó a escuchar cada vez más los extraños sonidos de los sectarios que caminaban entre aquellas tinieblas, rodeándola, la única ventaja del ángel allí era el silencioso andar de sus casi descalzos pies...
—Creo que me están buscando, Derek... saben que estoy aquí; paso a silencio radial —susurró.
«Debo ser muy sigilosa...», pensó.
En ese instante un artero sectario intentó sorprenderla por detrás, pero solo encontró la pica de su arma, misma que el ángel, luego de agacharse para esquivar su ataque, le clavó en el cuello de un codazo ascendente, matándolo en el acto al atravesarlo hasta su nuca.
«Helena está muy cerca, puedo sentirla», dedujo mentalmente.
Sin hacer ruido alguno el ángel se aproximó a la cámara en donde su amiga se encontraba capturada...
Dos sectarios custodiaban la entrada.
Rápida como una saeta, Beatriz se lanzó en medio de ambos y con su lanza doble los apuñaló en el corazón sin que pudieran ni reaccionar.
La letal habilidad para tomar vidas era su sello distintivo, sin duda alguna era un excelente prospecto para ser un ángel de la muerte.
En el interior de la cámara estaba Helena muy bien maniatada y amordazada, no podía mover ni un dedo, sus armas estaban a pocos metros de ella, en el suelo, contra una de las paredes.
—Mira el problema en el que te metiste esta vez... Si no fuera por mí quien sabe que habría pasado contigo —le dijo Beatriz quitándole la mordaza.
—¿Vas a desatarme o no?
—Que desagradecida eres, amiga —le contestó Beatriz burlándose de ella mientras la soltaba.
En cuanto terminó Helena se rearmó y le dijo:
—Esta mañana me encontré con Lisbeth.
—¿La chica de la que me hablaste?
—Sí, me dijo que había otras personas capturadas en las cuevas, pero que estaban a punto de ser llevadas a otro sitio.
—Para este momento ya debe haber sido así. ¿Qué pasó con ella?
—No lo sé, perdimos contacto poco antes de que me atraparan...
—Si la recapturaron es seguro que se la habrán llevado también —agregó Beatriz—. No tiene ningún sentido seguir aquí... estamos en una zona muy peligrosa, es mejor escapar.
—De acuerdo —asintió Helena—. «Seguiré en deuda contigo, Lisbeth», pensó.
Sin embargo, cuando estaban a punto de abandonar la cámara, los acólitos se presentaron en la entrada y rápidamente encajaron en ella barrotes de hierro individuales usando unos huecos que se encontraban practicados a tal efecto asegurándolos con estacas.
Entonces el monje oscuro apareció entre ellos:
—De aquí no saldrán, eso se los aseguro —les dijo.
—¿Quién lo impedirá, tú y tu secta? Esa reja no resistirá mucho los embates de dos ángeles —lo desafió Beatriz.
El maligno sacerdote simplemente levantó un dedo, a continuación se escuchó el sonido de un instrumento musical de viento hecho con el cuerno de un animal... a los pocos segundos se sucedieron una serie de fuertes vibraciones acompañadas de estruendos lejanos provenientes de distintos lugares de la gruta.
—Lo que acaban de oír fue el colapso de varios túneles de acceso a esta zona de las cuevas.
Cualquier ruta que hayas seguido para llegar hasta aquí, ángel, ya ha dejado de existir... Solo nosotros sabemos como salir ahora.
Abandonen toda esperanza. No escaparán ni nadie podrá rescatarlas tampoco.
—¿Escuchaste eso, Derek? —le preguntó Beatriz por radio.
—Sí...
—¿Tienes mi posición?
—Por supuesto.
—Libéranos, entonces... ¡¡Cúbrete, amiga!! —exclamó Beatriz mientras se agachaba rodeándose con sus alas a modo de escudos, y Helena hizo lo propio.
De inmediato las tres ametralladoras del helicóptero de Derek abrieron fuego sobre la grieta cenital de la cámara despejándola de raíces y convirtiéndola en un agujero por donde las dos semiángeles pudieron salir volando.
Luego de ascender un par de decenas de metros, y estando ya seguras, nuevamente Beatriz le dijo a su pareja:
—Derek... a esos malditos les gusta el Infierno, dales una muestra de lo que les espera. ¡Acábalos!... ya no hay nadie a quien rescatar allí abajo.
—Como tú ordenes; para mí será todo un placer —le respondió él con una media sonrisa.
Fue así que posicionó su aeronave sobre la apertura que había hecho con las armas y dejó caer a través de ella una poderosa bomba incendiaria.
En cuanto el mortal artefacto tocó suelo dentro de la bóveda, detonó; una enérgica columna de fuego emergió por la grieta a presión al tiempo que la cámara se llenaba con furiosas llamas que, a la velocidad del sonido, se propagaron por el sistema de túneles cercano cual ígneas serpientes, quemándolo todo a más de 1 500 grados de temperatura en un radio de hasta 100 metros a la redonda...
Cualquier vestigio de vida fue reducido a solo cenizas allí dentro en menos de un segundo.
Así, la secta de Lisbeth sufrió su más duro golpe al perder en un solo ataque tanto su asentamiento principal como a la mayor parte de sus miembros.
Las sombras de la luz
Bajo un férreo control militar Ashford permanecía en un tácito estado de sitio. Tras haber analizado las causas de la misteriosa apertura de la puerta principal de la muralla defensiva durante el ataque de los demonios y no haber llegado a una conclusión, la hipótesis de que habría fuerzas diabólicas infiltradas entre la población había tomado fuerza y las patrullas de soldados de la Orden de la Cruz de Acero desconfiaban de todos, y lo controlaban todo...
Siendo el mediodía Helena y Beatriz se encontraban en un restaurante del centro de la ciudadela esperando a sus respectivas parejas para almorzar:
—Ahora estamos confinadas aquí, como los civiles —se quejó Helena.
—La orden vino directa del bastión de Dover. Sospechan que hay infernales en la ciudad y el arcángel Daniel quiere que la presencia angelical sea máxima —le contestó su Beatriz—.
A mí no me importa... de todos modos me sancionaron con tres días de arresto urbano por haber sido quien organizó tu misión de rescate clandestina; hasta pasado mañana me debo quedar dentro de los límites de la ciudad...
Prefiero cambiar de tema... Dime, ¿pudiste dormir bien anoche?
—¿Lo preguntas por el escandalo que se armó a las 3 de la mañana? creo que todos en la ciudad se alertaron...
—Sí, ¿qué habrá sido? El epicentro de todo fue justo a una cuadra y sobre la misma calle del hotel en donde nos hospedamos; Derek y yo nos despertamos sobresaltados y cuando me asomé por la ventana vi a un grupo de soldados bajando una enorme celda de contención portátil de un camión... y por como se sacudía la caja habían capturado a algo grande ahí dentro.
—¿Tienes idea de que tipo de demonio se trataba?
—No; esas cajas están hechas con placas de acero macizas, apenas vi una especie de garra que se asomó por entre los barrotes de la ventana de inspección de la puerta...
En ese instante llegó Ryan, había ido en la mañana a que lo examinaran por la patada que había recibido el día anterior:
—¿Como te dijeron que estás? —le preguntó Helena preocupada.
—Nada roto; y me dieron unos estos calmantes para el dolor. Por cierto, Beatriz... ni se te ocurra volver a golpearme.
—O si no, ¿qué? —le contestó ella desafiante.
—¡Hey, los dos... Basta! No se peleen ahora —los retó Helena.
En ese momento apareció Derek:
—¿Y a ti, se puede saber que te pasó hoy?, ¿por que tardaste tanto en llegar? —le preguntó Beatriz.
—Inquisidores —contestó Derek escuetamente.
—¡¿Inquisidores?! ¿Qué hacen aquí en la ciudadela? —repreguntó ella muy preocupada.
—No lo pude averiguar... pero está relacionado con el demonio que capturaron anoche. Han estado llegando camiones con equipo durante toda la mañana. Si tengo que especular yo diría que vinieron a sacarle cualquier cosa que sepa sobre las personas desaparecidas.
Se hizo entonces un silencio...
—Casi que siento pena por ese pobre diablo infeliz —dijo Beatriz sonriendo sarcásticamente—; ahora va a experimentar en carne propia lo que siente un alma humana en el Infierno... o incluso algo peor.
—Perdón por mi ignorancia, pero ¿quiénes son esos inquisidores de los que hablan? Los hacen parecer como bastante peligrosos —dijo Ryan desconcertado.
Todos se miraron entre sí...
—Son una división especial dentro de la propia Orden —le respondió Beatriz—. Se especializan en tareas de inteligencia y espionaje —Y Helena agregó:
—Es fácil reconocerlos por las armaduras que usan, no hay ninguna parecida: siempre son flexibles, livianas, ágiles y llenas con sensores de todo tipo; muy aptas para el sigilo, aunque no para el combate...
—Además, son siempre trajes de cuerpo completo —señaló Beatriz—, ocultan perfectamente sus rostros así como cualquier otro rasgo distintivo que tengan, hasta su voz es modificada por un sintetizador digital; de ese modo, cuando no están en servicio activo, pueden mezclarse entre la población y pasar completamente desapercibidos, en su vida civil podrían ser cualquier persona —concluyó y Helena continuó:
—Sus miembros son todo un misterio, nadie conoce sus verdaderas identidades, ¡ni siquiera se saben sus nombres reales!, los inquisidores se identifican mediante números; una vez escuché que: cuando se descubre quien es civilmente alguno de ellos, ese miembro es expulsado de inmediato y su denominación, reasignada...
Los inquisidores guardan sus secretos muy bien —finalizó.
—Tienen atribuciones que van más allá de las ordinarias —agregó Derek—, pueden hacer lo que se les antoje sin pedirle autorización a nadie, solo los seres divinos naturales se encuentran por encima de ellos, o sea: de ángeles para arriba —aclaró.
Se hizo otro incómodo silencio, era obvio que los inquisidores ponían nerviosos a todos los que los conocían...
—Excúsenme, ya vuelvo —dijo Helena y luego de lanzarle una misteriosa mirada de reojo a su amiga se levantó yendo hacia el baño.
—Te acompaño —le dijo Beatriz y se fue con ella.
Una vez en privado ambas féminas celestiales pudieron hablar con más libertad:
—¿Por qué creo que lo que estoy a punto de escuchar no me va a gustar para nada? —comentó Beatriz en tono de pregunta.
—Entre las personas desaparecidas se encuentra Lisbeth... Necesito averiguar que fue lo que pasó con ella —le aclaró Helena.
—¡¿No te bastó todo lo que pasó ayer?! ¿Por qué eres tan insistente?... ya lo sé, no me lo repitas: le prometiste a su padre que la pondrías a salvo y estás en deuda con ella por salvarte a ti y a Ryan de aquel minotauro —la remedó su amiga con hastío—.
Sabes muy bien que, aunque hubieran averiguado algo, los inquisidores no nos dirán nada, ¡absolutamente nada!
—Es por eso que esta noche nos escabulliremos hasta donde tienen al demonio capturado y veremos que es lo que han averiguado de él.
—Solo tienes meras especulaciones y quieres que nos metamos con los inquisidores... quienes, por cierto, me dan más miedo que los demonios —le reprochó Beatriz.
—Si no vienes, amiga mía, lo haré yo sola... aunque me vendría muy bien alguien con tu sigilo, las dos sabemos muy bien que eres la mejor en eso —finalizo Helena, convenciendola así de una manera casi obligada.
Durante el resto del día, las dos semiángeles averiguaron que en la noche los soldados habían capturado una gárgola y la habían llevado hasta una casa ubicada en una zona suburbana ubicada dentro de la ciudadela.
El sitio en cuestión era una gran mansión de dos plantas con una enorme área parquizada que la rodeaba... Un sitio discreto y perfecto en el que los inquisidores podían desplegar todo su gran arsenal de técnicas de interrogación para la obtención de datos lejos de oídos indiscretos.
La custodia del lugar era férrea, había soldados por todos lados... Fue así que esa misma noche ambas esperaron ocultas en las cercanías hasta que la actividad se redujera al mínimo:
Planeando de árbol en árbol y usando sus oscuras alas como camuflaje nocturno Beatriz tomó la iniciativa, se fue acercando ocultando sus silenciosos movimientos con el sonido del viento nocturno...
Mediante señas le fue indicando a Helena cuando avanzar sin ser detectada aprovechándose de los puntos ciegos de los guardias.
Valiéndose de la gran flexibilidad de su cuerpo y sus habilidades gimnásticas escaló por una pared hasta el techo y se introdujo a la casa por una buhardilla, descendió hasta la planta baja y abrió una ventana por donde finalmente hizo entrar a su amiga.
Comenzaron a explorar la mansión sigilosamente...
En pocos minutos llegaron hasta el subsuelo de la edificación, donde todo parecía indicar que los inquisidores habían estado haciendo un exhaustivo interrogatorio e investigación... y al encender la luz lo vieron:
Allí sobre una camilla inclinada a 45 grados estaba la gárgola capturada, sus brazos y alas habían sido cortados usando sierras circulares diamantadas, las partes amputadas, ahora petrificadas, yacían inertes dentro de un cajón de madera; con respecto a sus piernas habían sido del todo disueltas cuando la mitad inferior de su cuerpo fue sumergida directamente en un gran recipiente de polietileno lleno con ácido fluorhídrico, mismo que allí se encontraba.
La resistente bestia se encontraba firmemente sujeta a su banco de tortura con gruesas cadenas y fuertes tiras de cuero. Aún se encontraba con vida, aunque parecía inconsciente.
—Había escuchado que los inquisidores eran expertos en el arte de la tortura, pero ¿cómo logran hacer sufrir a un demonio que no siente ningún tipo de daño? —preguntó Beatriz.
Era bien sabido que la piel de las gárgolas, cubierta de escamas tan duras como la roca, era insensible al dolor y como defensa, cada vez que sus cuerpos sufrían algún tipo de lastimadura, las heridas se convertían de manera instantánea en roca...
—Mira sus muñones, están petrificados, pero han sido trepanados con taladros y les han introducido tubos de metal a modo de cánulas.
Seguramente son para administrarle algún tipo de sustancia —dijo Helena—. ¿Para que serán estos cables? no llegan a ningún lado...
—No son cables, es fibra óptica —la corrigió su Beatriz y su amiga la miró desconcertada, aún ignoraba muchos avances tecnológicos.
—A veces olvido que eres del 1700... Son como los cables pero en lugar de corriente conducen luz.
—Usan la luz solar —dijo el agonizante demonio abriendo apenas sus ojos—. Nuestros cuerpos se vuelven de roca al ser iluminados por el sol, pero eso es solo por el lado exterior, por dentro su luz nos quema y lo hace con un dolor indescriptible... al igual que lo hizo ese ácido con mis piernas.
—Es cierto, hay fibras ópticas por dentro de las cánulas —comentó Beatriz—. Los inquisidores deben de usarlas para introducir la luz natural durante el día directamente al interior de su cuerpo.
¡Vaya, sí que son ingeniosos en la tortura!
Me imagino que para seres que no acostumbran sentirlo, el dolor debe ser algo insoportable, ¿verdad, demonio?
—Mira este mapa, Beatriz. ¿Qué es lo que hay señalado? —destacó Helena.
—Es una vieja abadía. Allí se encuentran todas las personas que capturamos —le reveló la gárgola.
—Son muchas personas. Es mejor tener una buena reserva de sangre fresca, ¿no es así, asqueroso vampiro?
¿Cuántas gárgolas más hay allí? —le preguntó Beatriz enojada.
El demonio no le respondió... y ella no aguardó mucho:
—Vamos a buscar a esa chica allí, Helena —propuso.
—¿Se irán así nomas? ¡Esperen! No quiero volver a ser interrogado por la mujer de las cartas.
—¿Mujer de las cartas? —preguntó Helena.
—Esa maldita inquisidora decidía que parte de mi cuerpo cortar sacando naipes de una baraja, era como si fuera un juego para ella...
—Que perversa, me agrada... Dicen que los inquisidores tienen bastante de demonios, me sorprende que no aprecies su sadismo y crueldad —le contestó Beatriz burlándose.
—Mátenme ya, ángeles; les dije todo lo que sé, muestren su famosa piedad divina conmigo... y ¡mándenme al Infierno de una vez!
—¿Para qué vuelvas sano dentro de un tiempo? —planteó Helena.
—Por si no lo notaste, no somos ángeles... somos semiángeles. Aún tenemos muchos defectos humanos que pulir en nuestras almas —le dijo Beatriz sonriendo con un dejo de maldad.
Y entre ellos está el placer del desquite —remató.
—¡¿Qué será de mí, entonces?!
—Dicen que los inquisidores pueden traer los castigos del Infierno a la Tierra y aplicárselos a quienes ellos quieran... Me imagino que lo comprobarás —le dijo Helena.
—Supongo que, en el mejor de los casos para ti, eventualmente morirás... si es que tienes la suerte de morir; sé paciente —le aclaró finalmente Beatriz y junto con Helena se retiraron.
Luego de salir subrepticiamente de la mansión se escabulleron fuera de la ciudadela y se encaminaron volando a baja altura hacia el lugar designado en donde se encontraba la abadía.
Al llegar cerca descendieron al suelo: frente a ellas había un gran cementerio con una lúgubre bruma que lo cubría... y al final del mismo estaba un edificio de tipo religioso.
La estructura era realmente enorme y parecía abandonada desde hacía ya décadas, siglos tal vez.
—Veo un par de centinelas —dijo Beatriz al ver a unas figuras con aspecto de monjes que custodiaban la entrada.
Ocultándose tras las lápidas las dos féminas divinas se acercaron sin ser notadas...
Beatriz le hizo una seña a Helena de que ella se encargaría de ambos y como si fuera una furtiva cazadora, esperó el momento propicio:
Valiéndose de sus alas dio un gran salto que lanzó su cuerpo a una tremenda velocidad hacia sus objetivos, haciendo una cabriola en el aire, se posicionó como una artista marcial en una patada voladora, con una de sus piernas firmemente estirada hacia el frente y la otra plegada; de un certero golpe, que le aplicó con el canto desnudo de su pie en el medio del cuello, le aplastó totalmente la tráquea al primero de sus enemigos, silenciándolo mortalmente.
Usando ese tremendo impacto como acción se proyectó hacia su otro oponente y sin darle tiempo a nada lo atrapó con sus piernas en un triángulo de estrangulación con el que le inmovilizó toda la parte superior de su cuerpo y que ella rápidamente tensó hasta aplastarlo y dejarlo sin vida...
—Dulce muerte la tuya, afortunado —le susurró ella burlonamente al terminar.
Nadie fue alertado de nada, ni un sonido se emitió; Beatriz podía ser tan letal como silenciosa... y disfrutaba lo que hacía.
Las dos celestiales se introdujeron así en los peligrosos dominios de sus enemigos y avanzaron buscando alguna señal de las personas que allí estarían cautivas.
Revisaron gran parte del nivel pero no hallaron ninguna pista...
Tomaron entonces por unas escaleras que las hicieron descender hasta las catacumbas del lugar, un auténtico laberinto en tinieblas que corría por debajo de toda la abadía.
—¿Hueles eso? —preguntó Beatriz.
—Sulfuros, ¡azufre!... Hay demonios cerca.
—Me sentiría mejor si pudiera ver algo aquí. Vamos, Helena, ya sabes, haz lo tuyo.
La espada de Helena no podía inflamarse en llamas como la del arcángel, sin embargo, también tenía un atributo especial, mágico... permitía manipular la fuerza espiritual, por ello recibía el nombre de: espada de las almas.
Su hoja había sido forjada con una muy dura aleación alquímica compuesta por acero y rubíes, los cuales se encontraban dispersos e incrustados en ella, dotándola así de pequeños cristales rojos en todo su interior y superficie, mismo que conformaban auténticos conductos energéticos.
Haciendo uso de una ínfima parte de su poder angelical era capaz de resplandecer con un rojo halo a voluntad de su portadora, quien decidía la intensidad de su brillo.
Esa era toda la iluminación con la contaban allí...
Sus sentidos naturales amplificados por sus atributos angelicales les permitían ver bastante mejor que un simple ser humano en esa oscuridad casi total.
En un momento llegaron a una parte que estaba en escombros. En ese punto se abría una enorme grieta en el suelo desde donde emanaba una extraña luz interior, por allí se metieron...
Todo el lugar tenía aroma a azufre y sulfuros de distintos tipos. Las paredes estaban iluminadas por un resplandor que provenía de algún lugar indeterminado; había, además, un extraño y sofocante calor que las comenzó a hacer transpirar.
—Esto es como un sistema de túneles que baja sin final —le dijo Helena a su amiga susurrando y súbitamente se silenció, algo se aproximaba a ellas.
Ambas se ocultaron en una galería perpendicular, secundaria, mucho más angosta...
Se apelmazaron bien contra la pared para pasar desapercibidas:
Cerca de ellas comenzaron a desfilar varias gárgolas que venían de las profundidades del sistema de cavernas.
Luego pasaron unas arpías y otros demonios más...
Una vez que la infernal comitiva se alejó lo suficiente las enviadas del Cielo comenzaron a debatir sobre lo que allí ocurría:
—Es una entrada al Infierno, eso creo al menos —dijo Beatriz.
—¿Cómo es posible? Solo existen las cuatro puertas... No deberían de haber otras —cuestionó Helena.
—A pesar de todo, las hay —dijo una misteriosa voz de mujer que les habló desde atrás.
Ambas se voltearon asustadas y no vieron a nadie; sin embargo, delante de ellas en el aire se notaba una leve distorsión fantasmal.
Demoraron unos segundos tratando de discernir que era eso, pero de golpe sintieron como eran tomadas de sus antebrazos, y una fuerza invisible las arrastró de un violento tirón hacia una cavidad más espaciosa ubicada en el interior de la galería...
Allí, frente a sus ojos, apareció en contados segundos una figura femenina vistiendo la típica armadura ceñida al cuerpo que usaban los miembros de la Inquisición, los únicos en toda la Orden que empleaban la tecnología electroóptica para ocultarse, un elemento perfecto para sus operaciones de infiltración en tareas de espionaje.
—¡Vaya! Una armadura predator —dijo Beatriz asombrada—, Derek me hablo de ellas una vez; dijo que tenían un muy avanzado sistema camuflaje de dispersión óptica, pero nunca había visto una en acción...
—Soy la inquisidora número 13. Confiesen quienes son y que hacen aquí exactamente.
Ninguna le respondió... las dos tenían miedo de las consecuencias.
—Ocultarnos información a los inquisidores es una inútil pérdida de tiempo y un delito: ustedes son semiángeles... tú te llamas Helena, perteneces al Bastión de los Guerreros Sagrados y tú eres Beatriz, estabas en la Fortaleza de los Azote de Demonios —dijo al ver la información sobre cada una, misma que se proyectaba en el visor de su casco—. Deberían de estar confinadas en la ciudadela de Ashford, en lugar de eso hay violado el toque de queda impuesto y se encuentran aquí interfiriendo con una operación secreta.
Cuando llegue al fondo de todo esto serán castigadas severamente, eso se los aseguro, señoritas...
—¿Hay una entrada al Infierno abierta justo aquí y nosotras somos lo que más te preocupa, inquisidora número 13? —le preguntó Beatriz en tono de reproche.
—¿Cómo pudo pasar algo como esto? —agregó Helena.
—Sospechábamos que algo así podría ocurrir en algún momento.
Cuando las cuatro puertas del apocalipsis se abrieron el planeta entero tembló... Los continentes cambiaron y las placas tectónicas se fracturaron en lugares donde siempre estuvieron intactas.
Es sabido que las gárgolas usan en combinación su brutal fuerza con sus poderosas garras para cavar grandes cámaras y galerías subterráneas... no en vano son apodadas como: las mineras del Infierno.
Aprovechándose de todas estas nuevas fisuras de la corteza terrestre seguramente lograron abrir esta conexión con el averno.
Es por esto que en las últimas semanas se ha incrementado tanto la presencia de infernales por todo el condado.
—Así se convirtieron en legión y destruyeron la Fortaleza de los Azote de Demonios —dijo Beatriz.
—Sí y ahora planean destruir el de Bastión los Guerreros Sagrados, también... ¿Comprenden la gravedad de la situación a la que nos enfrentamos aquí?
Ambas asintieron nerviosas.
—Bien, tenemos que salir de este sitio; este lugar será arrasado por un misil táctico de penetración profunda con cabeza termobárica de fisión nuclear.
Todo esto será demolido y la roca refundida nuevamente, creemos que así lograremos sellar esta grieta infernal.
Cuando estemos afuera ordenaré el ataque...
—¡No, no puedes hacerlo aún, 13! Hay personas aquí capturadas, están en algún lado, hay que liberarlas antes —le dijo Helena.
—¿Cómo es que sabes eso? —preguntó la inquisidora, pero no obtuvo respuesta salvo el tenso silencio de ambas.
—Ustedes dos si que son metiches ¿Se atrevieron a infiltrarse en una de nuestras instalaciones para espiarnos?... ¡¿a nosotros?!
El mutismo continuó...
—Bien, respeto la temeridad y prefiero contarles todo antes de que saquen conclusiones erradas y ensucien aún más la fama de la Inquisición: fui enviada a reconocer la zona y hacer una evaluación in situ de las variables en juego.
Toda la gente secuestrada se encuentra detenida en el ala oeste de la abadía. Los demonios los retienen allí para usarlos como alimento, también son un escudo humano con el que pretenden proteger la zona de un ataque como el que haremos...
Liberarlas es imposible, ya lo evalué. Se encuentran custodiadas por un demonio.
—¡¿Un solo demonio?! Solo con una de nosotras bastaría para eliminarlo. Déjanos hacerlo, entre ambas no tendrá oportunidad —dijo Beatriz.
—Se trata de un demonio imperial... Por si nunca viste uno, solo te diré que es grande, ¡muy grande! No es tan fácil como crees.
—Apenas puedo creer lo que escucho; de hecho, no lo entiendo... ¿Cómo puede ser que el arcángel apruebe una medida tan cruel y cobarde como esta? Sacrificar a esas personas sin siquiera intentar liberarlas no es algo digno de uno de los nuestros —criticó Helena.
—Es porque él ignora y nunca sabrá los detalles completos de esta operación... ya que ustedes guardarán un absoluto silencio sobre esto; así será mejor para todos, eso incluye a Ryan y a Derek.
¿Está eso perfectamente claro eso para las dos? —les preguntó la inquisidora de manera retórica y amenazante, y agregó:
—Si queremos ganar esta guerra no podemos tener piedad con nadie, a veces hay que hacer dolorosos sacrificios.
—De acuerdo, 13... pero, por favor, déjanos al menos intentar liberar a esa gente antes de atacar con el misil —le pidió Beatriz...
—Somos una variable que no considerabas hasta hace un momento y aquí estamos, dispuestas a colaborar contigo. ¡Que nuestra presencia valga!, permítenos ser de utilidad —insistió Helena.
El insistente ruego de ambas en el que había solo valor y arrojo pudo conmover hasta el frío corazón de la inquisidora:
—De acuerdo, les daré diez minutos, y ni uno solo más.
La ojiva del misil detonará a una profundidad de cincuenta metros, ese es el radio estimado de destrucción que abarcará y también la distancia a la que deberán estar en ese momento. Si no lo consiguen...
—¡Lo conseguiremos, 13!, te lo juro —la interrumpió Beatriz sin dejarla terminar.
Fue así que las tres mujeres salieron del sistema de cavernas y de las catacumbas, y en la abadía se separarían; sin embargo, antes de despedirse la inquisidora volteó hacia ellas y les preguntó:
—¿Rojo o negro?, elijan un color...
Beatriz y Helena se miraron desconcertadas.
—¡Rojo! —dijeron al unísono.
—Bien, ahora cumplan con su objetivo y no mueran.
La misteriosa inquisidora se dirigió entonces hacia una colina cercana desde donde, en la seguridad de su altura, podría controlarlo todo y ordenar el ataque de manera inequívoca cuando quisiera.
Mientras tanto, Helena y Beatriz se presentaban ante el guardián del Infierno en la arena de combate donde se enfrentarían ante él...
Era un patio interno de la abadía, cuadrado, de no más de 30 metros por lado, toda el área se hallaba cercada por estructuras de hasta dos pisos de altura que la rodeaban.
Allí estaba el monstruo...
Era de aspecto antopomórfico y se encontraba sentado en el suelo con su cabeza entre las rodillas y sus brazos abrazando sus piernas.
Se había ubicado justo delante de una puerta, como custodiándola, eso dejaba intuir que detrás de ella se hallaría un área de detención con las personas cautivas dentro.
En cuanto los ángeles llegaron se quedaron de pie, estáticas, contemplando a su oponente que se percibía bestial y poderoso... él, en cambio, apenas alzó su vista para mirarlas, y sus ojos eran de puro fuego.
—Así que esto es un demonio imperial... es la primera vez que veo uno —dijo Beatriz.
—Eso no es un demonio —la corrigió Helena—... La inquisidora se equivocó, es un gólem de lava, ha sido hecho usando fuego y tierra.
Hace falta un gran conocimiento arcano para lograr combinar dos elementos naturales en un ser de este tipo...
Por su impresionante aspecto físico yo diría que fue creado por un poderoso y antiguo demonio nigromante.
La criatura se puso entonces de pie y ahí mostró así su verdadero porte...
El suelo vibró y las aladas guerreras tuvieron que levantar sus cabezas para poder estimar la altura de su rival.
—Cuando 13 dijo que era grande no pensé que lo fuera tanto, esta cosa es gigantesca —agregó Beatriz boquiabierta ante la colosal criatura que se erguía ante ella que a simple vista parecía tener el tamaño de una casa de tres pisos...
El cuerpo del gólem estaba cubierto por gruesas piedras negras, grandes y aplanadas; esas duras rocas, de origen volcánico, las cuales conformaban su piel eran una impenetrable armadura...
Entre esas pétreas placas y por debajo de ellas se podía ver claramente como su cuerpo brillaba con el típico resplandor rojo del magma, el cual circulaba sin cesar, como si estuviera contenido allí por alguna clase de magia.
De su cabeza salían dos cuernos no muy largos, y tenía una cola ancha, similar a la de los lagartos; ambos eran sellos indudables de la demoníaca energía que lo animaba.
Sus poderosos brazos terminaban en enormes garras con las que no solo podría rasgar prácticamente cualquier cosa sino que, además y muy fácilmente, aplastaría hasta la muerte a cualquier ángel con solo atraparlo en una de ellas.
—Mira su pecho —dijo Beatriz—, justo al medio, en el sector que queda abierto entre las rocas pectorales... Creo que es un símbolo de fuego ardiendo en medio de la lava.
—Sí, también lo veo... ahí estaría su corazón. ¿Será ese su sello de anclaje? —se preguntó Helena dudando mientras empuñaba su espada y escudo.
—No estoy segura; aquí, la experta en demonología, bestiarios y criaturas mágicas eres tú, no en vano obtuviste siempre las más altas calificaciones...
Por mi parte, asumiré que lo es y voy a intentar destruirlo; es un punto demasiado vulnerable y sería una victoria sencilla —remató Beatriz al tiempo que convertía su guadaña de guerra en hacha.
Las divinas guerreras esgrimieron así sus armas, el gólem no necesitaba ninguna... y el combate dio inicio:
Con un brutal zarpazo descendente el monstruo trató de apastar a Helena, quien bloqueó su ataque con su escudo, la bestia pareció burlarse de ella al ver como se esforzaba por no ser aplastada y en lugar de rematarla cerró su garra haciendo saltar chispas de la superficie metálica.
En ese momento, Beatriz saltó tan alto como pudo y atacó con su arma por el flanco de la bestia, quien la bloqueó fácilmente con su enorme antebrazo para darle de inmediato un duro golpe de revés que la arrojó dando vueltas por los aires.
A pesar de la brutal embestida que recibió, la celestial gladiadora pudo evitar el violento impacto que recibiría al apoyar sus pies en la pared y contrarrestar la inercia con toda la fuerza de sus piernas.
El demonio levantó el escudo de Helena en el aire con ella colgando de él, lo llevó hasta la altura de sus ojos para contemplar la expresión de lucha desesperada en ella y de un furibundo envión proyectó su mano contra el suelo para aplastarla.
—¡¡¡Fallaste, maldito!!! —le gritó ella desde el aire, Helena muy hábilmente se había separado de su escudo justo un instante antes de que el gólem intentara destruirla... ahora tenía la ventaja.
Con el pecho del monstruo a la vista se avalanzó contra el y apoyando sus pies en las rocas pectorales de la criatura clavó su espada justo en el sello de anclaje de la bestia.
La hoja de la angelical espada comenzó a ponerse al rojo vivo al tiempo que la criatura retrocedía, sacudiéndose hacia los lados con violencia para sacarse al ángel de encima.
Helena se sostuvo todo el tiempo que pudo hasta que al final con su espada extremadamente caliente, la retiró y saltó cayendo de pie en medio del patio.
El gólem cayó de espaldas contra uno de los edificios, apoyándose en la estructura, la cual se fisuró en toda su fachada por el tremendo peso que tuvo que soportar...
—No lo entiendo. Le clavé mi espada en su anclaje. Estoy segura de que lo dañé, ¡¿por qué no muere?! —se preguntó Helena azorada.
—¡¡Porque no fue suficiente!! —gritó Beatriz desde la altura al tiempo que caía verticalmente y le practicaba al monstruo un violento corte con el que seccionó al mágico sello en dos mitades—.
Así es como se hace... —dijo finalmente al aterrizar de pie frente a la bestia.
Sin embargo su confiada actitud pronto cambió por sorpresa al ver como el símbolo se reconstruía.
—Ahora entiendo el por qué estaba tan a la vista —dijo Helena—; a quien lo puso allí solo le importó que mantuviera su cohesión en el medio de la roca derretida, así se volvería a rehacer una y otra vez si era dañado...
—¿Cuanto tiempo nos quedará?
—No lo sé... poco, creo.
—¡Esto no es nada justo!, esa bestia es inmortal, entonces... ya está comenzando a pararse nuevamente. ¡Tenemos que intentar alejarlo de aquí! —propuso Beatriz desesperándose.
—Olvídalo, el gólem solo obedecerá la orden de su amo: proteger esta zona hasta las últimas consecuencias. Sin embargo... —agregó Helena pensando al tiempo que miraba la parte superior de los edificios del patio—.
¡Sí!, aún hay algo que podemos hacer... Guarda tu arma y toma mi escudo; en cuanto se ponga de pie has que te ataque y condúcelo hacia la fachada de aquel edificio que te acorrale contra ella.
—¿Que me acorrale?
—Sí, no te preocupes... tengo un plan.
—Eso espero...
Así, en cuanto el gólem se recuperó Beatriz se presentó delante de él sosteniendo el escudo de Helena.
—¡Vamos, maldito monstruo! ¡¿Quieres aplastarme?! ¡¡Aquí estoy, ven por mí!!
Sin dudarlo la criatura respondió a la afrenta.
Dando violentos pisotones, que intentaba asestar sobre su enemiga, hacía temblar la tierra, en la cual dejaba profundas marcas de fuego al incendiar todo lo que quedaba por debajo de donde pisaba.
Con fuertes zarpazos arremetía contra su oponente a la que la hacía retroceder con cada impacto.
Los pies de Beatriz dejaban sus marcas en el suelo al tiempo que ella intentaba resistir cada uno de los ataques mientras caminaba hacia el punto designado.
Mientras tanto, Helena había volado hacia la parte superior de la estructura en donde había una enorme torre, misma que servía solo para ocultar una enorme cisterna de agua dentro de ella; aquella era una torre tanque, un tipo de estructura muy común en la antigüedad y que ella había reconocido de inmediato.
Golpeando con su espada comenzó a debilitar los maderos que soportaban al enorme tanque...
—¡¿Donde estás, Helena?! —gritaba Beatriz que no veía a su amiga por ningún lado—. ¡¡ No me queda mucho ya!! —insistía al tiempo que se acercaba al final del recorrido.
Mientras tanto, en la torre Helena ya había debilitado los soportes lo más que había podido y estaba con sus sandalias apoyadas contra una de las paredes de la torre empujando con su espalda al enorme tanque con la intención de volcarlo...
«Vamos... tengo que hacerlo», se repetía mentalmente.
—¡¡Fin del camino, Helena!! ¡Ya no puedo retroceder más! ¡¡¡El monstruo va a matarme!!! —gritó Beatriz que había quedado atrapada contra la pared.
El gólem levantó sus dos puños en alto para aplastarla finalmente con toda su furia... y en ese momento se escucho un ruido proveniento de lo alto.
Llena de fisuras la pared de la torre se estaba resquebrajando; en un parpadeo la debilitada estructura no lo resistió más y fue casi como si explotara, se desplomó hacia el frente del edificio junto con miles y miles de litros de agua que cayeron sobre el gólem, produciendo una gran nube de denso vapor...
Beatriz se cubrió con el escudo de su amiga hasta que dejaron de caer escombros sobre ella y cuando se descubrió vio lo sucedido.
El líquido elemento había enfriado súbitamente la lava y el gólem había quedado rígido con sus brazos en alto y sus puños cerrados, posando en un ataque que no pudo concretar... sin embargo, no estaba muerto; el agua se evaporaba rápidamente y en pocos segundos más la criatura recobraría su temperatura habitual, y su sello de anclaje, ahora sólido, volvería a su estado maleable e imposible de destruir.
Dejando el escudo de su amiga en el suelo y retomando su arma, la doncella se levantó nuevamente y le practico un corte horizontal en el pecho a su enemigo, nuevamente dividió el sello en dos mitades que no cayeron.
Acto seguido Helena precipitándose desde lo alto de la torre y tomando su espada con ambas manos como puñal, le asestó un estocada vertical que no solo dejó una hendidura en la roca sino que arrancó ambas mitades de cuajo.
La cruciforme marca duró apenas segundos, el cuerpo del gólem se rajó en varios puntos y se desplomó hecho pedazos.
—¿Quedará tiempo aún? —preguntó Beatriz.
—Lo ignoro, el misil ya podría estar en camino... Tal vez no lo logremos —le contestó Helena mientras le abría la puerta a los prisioneros.
—¡¡Rápido, vamos hacia el bosque!! ¡No se separen, nosotras los guiaremos! —gritaron las dos y las personas las siguieron sin dudarlo.
«Finalmente se tardaron 20 minutos... pero esas dos testarudas lo consiguieron.
Bien, este tiempo extra que les di es en agradecimiento por librarme de llevar la muerte de esa gente en mi conciencia y también haberle evitado a la Inquisición otra trágica mácula en su haber», pensó la inquisidora número 13 que en ese momento por su radio dijo:
—Zona cero encontrada; pude confirmar la existencia de una grieta infernal por debajo del edificio principal de la abadía...
Autorizo el ataque inmediato con ojiva de fisión, estoy marcando el punto de impacto con láser.
Instantes después un misil suborbital impactó de lleno en el centro de la abadía y un enorme hongo de fuego se elevó sobre sus escombros dejándola reducida a roca fundida y cenizas...
Luego de que todo terminó la inquisidora 13 sacó un mazo de cartas de su traje y comenzó a barajarla...
«¿Qué haré con ustedes dos ahora, condecorarlas o castigarlas?», pensó y entonces sacó la carta de arriba, por un instante se quedó mirándola, su máscara ocultó su expresión...
Al día siguiente, Helena y Beatriz estaban juntas en una cafetería del centro de la ciudadela, llegaron junto con el contingente de personas al despuntar alba y no habían dormido en toda la noche, las acompañaban Ryan y Derek, ambos desconcertados por todo lo ocurrido:
—¿Me van a contar que fue exactamente lo que pasó? Estuve toda la noche preocupado —les planteó Derek.
—¡No!, y es mejor que no sepas nada —contestó Beatriz.
—Finalmente Lisbeth no se encontraba entre los prisioneros que rescatamos... Esos malditos demonios deben haberla devorado —se lamentó Helena cambiando el foco del tema.
—No seas tan pesimista, mejor mantén la esperanza y alégrate por todas las personas que rescatamos —la retó Beatriz.
—¿Ah sí?... ¿a ver como sigues tu propio consejo? Mira quién viene ahí y se optimista tú también, querida amiga.
La inquisidora número 13, escoltada por dos caballeros se presentó ante ellas:
—Señoritas, expresamente solicité ser yo quien tuviera el honor de hacer esto —les dijo a ambas—. Me es grato informarles que la operación secreta de rescate de rehenes y la posterior destrucción del emplazamiento enemigo que planeamos los inquisidores de manera conjunta con ustedes dos fue catalogada por los altos mandos como un rotundo éxito.
Les enfatizo mi felicitación por haber concluido en solo 20 minutos una tarea que planeamos realizar en 30 —agregó, Helena y Beatriz se miraron confundidas por el cambio en los tiempos y la inquisidora continuó:
—Personalmente me encargué de que todo figurara exactamente así en el expediente —Los inquisidores manipulaban todos los registros a su entera voluntad y mejor conveniencia—. Ahora les otorgo estas condecoraciones como reconocimiento...
Les hizo entonces entrega de un estuche que contenía dos medallas y un naipe, era el siete de corazones.
Helena miró a Beatriz recordando esa extraña elección entre rojo o negro que les había planteado la inquisidora antes de separarse de ellas, ninguna se atrevió a pronunciar ni una sola palabra...
—Las tendré presente a ambas para cualquier otra cosa que necesite en el futuro. ¿Está eso perfectamente claro para las dos?
Tanto Beatriz como Helena asintieron nerviosas con sus cabezas y la inquisidora número 13 se retiró junto con su escolta.
—Medallas... ya sabes lo que pienso de estas cosas —le dijo Beatriz a Helena quien temerosa le preguntó:
—¿Qué quiso decir con eso de tenernos presentes?
—No tengo idea, amiga... y espero no averiguarlo nunca.
—Misterio resuelto, ¡esto hay que celebrarlo! —dijo Derek feliz—. No es algo común que los inquisidores usen personal externo en sus operaciones secretas.
¡Estamos en presencia de dos auténticas heroínas! ¿Escucharon eso? ¡¿Qué les parece?! —le expresó a todos los allí presentes.
Así, los demás comensales las terminaron aplaudiendo y vivando, ellas, nerviosas, los miraban tras avergonzadas sonrisas; y finalmente la verdad de todo lo ocurrido aquella noche quedaría solo entre las tres mujeres, quienes guardarían un férreo secreto y no se la dirían jamás a nadie...
El bastión de Dover
La semana durante la cual la ciudadela de Ashford permaneció clausurada de manera preventiva finalmente transcurrió.
El ejército de la Orden de la Cruz de Acero tomó todas las medidas para que ya no estuviera en peligro: reforzó la seguridad de toda la zona con drones de vigilancia automáticos, algunos artillados, habilitó un corredor seguro por tierra, que unía el núcleo urbano a Dover y destinó a varios destacamentos, todos fuertemente armados, para patrullar el camino de manera permanente; el resto de las fuerzas regresaron al Bastión de los Guerreros Sagrados.
Ryan viajaba junto a Derek y otros caballeros más en la misma camioneta con la que él había arribado allí, esta vez lo hacía como pasajero.
Derek estaba sentado frente a él; lucía relajado, se notaba su experiencia militar. Era un hombre, de cuerpo fuerte, atlético y rostro varonil, bien parecido, aparentaba tener poco más de treinta años y su carácter era amistoso.
El uniformado miraba a Ryan mientras escuchaba música hasta que en un momento se quitó unos audífonos y le habló:
—Tal parece que tendremos que volvernos amigos, Ryan —le dijo sonriendo—. Nuestras bellas ángeles lo son entre ellas... y eso no nos deja otra opción —agregó bromeando.
—Eso mismo creo —respondió Ryan devolviendole una sonrisa de camaradería...
¿Qué música te gusta tanto, Derek?; casi siempre que te veo estás con algún tipo de auricular puesto —le señaló y el caballero le pasó el dispositivo que usaba para que viera la lista de temas, al tiempo que le decía:
—Tengo preferencia por la música de finales del siglo pasado, espero que te guste la música retro... de las últimas dos o tres décadas.
—Esa fue la mejor época, sin dudarlo, ahí había músicos de verdad y con talento de sobra —refrendó Ryan—; después del 2000, salvo muy pocas excepciones, ya no recuerdo que se hiciera nada bueno.
Veo que tenemos gustos similares —definió y entonces le devolvió el pequeño reproductor.
—Por cierto, veo que tienes una gran arma de guerra ahí: cañón de aleación térmica reforzada con carbono, alcance de 5 kilómetros usando munición estándar y más del doble si se emplean balas hipersónicas; tiene montada una mira computarizada equipada con sensores atmosféricos, es de tipo mixta, óptica y digital, con optimización balística y asistencia automática mediante inteligencia artificial... ¿Eres francotirador, acaso? —le preguntó Derek al ver el avanzado rifle que su interlocutor portaba consigo.
—En realidad no, de hecho estuve efectuando unos disparos de prueba con este rifle y apenas pude manejarlo... Pertenecía a Lisbeth, la joven que se perdió durante el ataque a Ashford y que tanto buscaba Helena.
No quiero dejarlo, ella dijo que era una herencia de su madre, planeo cuidarlo y si vuelvo a encontrarla se lo devolveré; además, se encuentra bendecido y es la clase de arma que me gustaría aprender a manejar...
«Una bala, un muerto...», el credo de los tiradores de precisión, siempre me gustó —sentenció.
—Supe que tuviste bastante acción: una gárgola, un gólem, varias arpías y basiliscos, una gorgona y hasta dos minotauros... Es realmente algo muy impresionante para ser apenas un civil, deberías pensar en incorporarte a la Orden, necesitamos tener combatientes como tú y podríamos enseñarte a usar ese rifle como es debido, contamos con francotiradores de élite, todos altamente capacitados; ya sabes como es: entrena con los mejores para ser el mejor.
—Te seré sincero, Derek. El formar parte de una fuerza militar siempre ha sido una gran tentación para mí; me gustan mucho las armas y me llevo muy bien con ellas, sin embargo, mi problema en formar parte de un ejército es que me conozco, no respondo nada bien ante la autoridad; no soy bueno acatando las ordenes de nadie, tiendo a ser bastante rebelde, autónomo... Me gusta hacer las cosas a mi manera, ese es mi estilo —se justificó Ryan con un aire de orgullo.
—¡Para eso está el entrenamiento! —le contestó Derek riendo—, cuando compruebes la gran camaradería que existe en la Orden aprenderás a confiar en los demás y formarás parte de una maquinaria bélica que es mucho más poderosa de lo que puede aspirar a ser un solo individuo...
Verás, provengo de un linaje de militares que se remonta a muchos de mis ancestros, sé muy bien de lo que te hablo, Ryan.
El ejército se convirtió en mi vida desde que ingresé, todo ha girado a su alrededor: mis aventuras, mis amigos, mis afectos... ¡hasta Beatriz!, quien también perteneció a la milicia antes de angelizarse, nuestra profesión ha sido algo fundamental en la relación... y Helena es una guerrera, piénsalo.
Por otro lado, la milicia no es para cualquiera, con mi experiencia puedo darme cuenta cuando un civil tiene lo necesario para convertirse en un militar, y tú, amigo mio... lo tienes todo, eres uno de ellos —le aseguró.
—Enrolarme es una decisión muy importante, creo que sería un poco apresurado para mí pensar en eso ahora, aún ignoro casi todo lo relativo a esta época, soy uno de los raptados durante el arrebatamiento y todo esto de la Orden, los caballeros, paladines y bastiones es muy nuevo y desconocido para mí...
—Te entiendo —le contestó Derek respetando su objeción—. No es algo común encontrarse con alguien como tú, los elegidos por lo general son reclamados por los ángeles al momento de verlos.
Aún nos falta un rato para llegar, te puedo poner al tanto de algunas cosas, si quieres.
—¡Adelante, por favor! Me vendrá muy bien.
—La guerra contra los demonios comenzó en la segunda mitad del siglo XXI. Fue entonces cuando los gobiernos del mundo empezaron a caer, y lo hicieron muy rápidamente cuando toda la economía global colapsó.
Los políticos huyeron en masa como las ratas cobardes que siempre fueron... ¿Qué más se podía esperar de esas lacras humanas?
Abandonaron a la población y lo hicieron en el peor momento, no les importó nadie más que ellos mismos y nos dejaron a nosotros, las fuerzas armadas, libradas a nuestra suerte, sin directivas concretas para reaccionar y organizarnos como un gran ejército. Los militares nos quedamos, de súbito, sin los comandantes civiles que siempre tuvimos, y terminamos dispersos, combatiendo en grupos reducidos.
Nuestros líderes políticos habían desertado y una gran milicia no puede existir sin una cadena de mando válida...
A pesar de que nuestros enemigos eran demonios, con poderes que creíamos pertenecientes a mitos y leyendas, y que demostraban ser sorprendentemente resistentes ante nuestras armas, el mayor problema que enfrentábamos era nuestra propia desorganización como fuerza unificada.
La estructura de una gran milicia está siempre organizada en forma piramidal, Ryan. Los grandes ejércitos no pueden operar como si fueran simples guerrillas —enfatizó y continuó:
—Combatimos con valor durante largos meses y perdimos a muchos efectivos, pero no claudicamos y creo que eso conmovió al mismísimo Dios, quien entonces, en su infinita misericordia, nos envió a sus propios ángeles para ayudarnos...
Ellos, sus enviados divinos, nos dieron entonces la estructura que necesitábamos para unirnos en una gran y eficiente fuerza de batalla nuevamente, organizada, con alcance global, capaz de vencer a los demonios y enviarlos de regreso al averno.
Fueron los seres divinos quienes, al bendecir nuestras armas, las volvieron mucho más poderosas y letales contra las criaturas infernales.
Luchar al lado de ángeles nos infundió de esperanzas y nos dio una fuerza que jamás hubiéramos podido obtener por nosotros mismos...
Casi sin darnos cuenta pasamos a formar parte de una cadena de mando que jamás existió para los hombres en toda su historia, una de origen divino, que depende directamente de la Jerarquía del Cielo.
¿Sabes como están organizadas las fuerzas de Dios?
—Algo sé de angeología, aunque mi conocimiento es muy básico: en lo más alto de todo está Dios; por debajo de él hay nueve Coros u Ordenes Angélicos que forman lo que se llama la Corte Celestial, la cual se divide a su vez en tres Jerarquías, según recuerdo —dijo Ryan esforzándose y Derek procedió a informarle más sobre el tema:
—En la Jerarquía Suprema, la más cercana al Creador, se encuentran: los serafines, los querubines y los tronos; todos seres angelicales de un tremendo poder, casi inconmensurable... Ellos nunca bajan a este mundo.
Luego viene la Jerarquía Media, compuesta por: las dominaciones, las virtudes y las potestades; son distintos tipos de ángeles con funciones específicas y de un poder inmenso.
Finalmente está la Jerarquía Inferior integrada por: los principados, los arcángeles y los ángeles...
De esta última Jerarquía los arcángeles son quienes comandan directamente tanto a las fuerzas del Cielo como a los ejércitos humanos que batallan contra los demonios; responden a los principados y ellos, a su vez, ante las dominaciones, quienes finalmente lo hacen con la Jerarquía Suprema y el propio Dios.
Junto con los ángeles, la Orden de la Cruz de Acero es la parte humana del eslabón final de la cadena del ejército del Cielo. ¿Te das cuenta del tremendo honor que eso representa, Ryan?
—Sé lo que he sentido al luchar al lado de Helena, ella me ha dado una fuerza que jamás antes tuve.
Una armada completamente integrada por seres angélicos y humanos, uniendo tanto lo celestial como lo terrenal, tal vez sea lo más poderoso a lo que podemos aspirar.
Siempre hemos sido aliados a lo largo la historia, es natural que ante esta crisis estemos unidos —reflexionó Ryan y Derek continuó:
—Los bastiones nacieron cuando Dios eligió a un selecto grupo entre sus magníficos arcángeles e imbuídos por el Espíritu Santo los mandó a la Tierra...
Al llegar, los enviados divinos fueron quienes los fundaron y se pusieron al frente de cada uno.
Lo hicieron en locaciones muy específicas, todas estratégicamente distribuidas por el mundo, y en las más importantes fortificaciones de cada zona.
—¿Cuantos bastiones existen?
—Son doce más uno...
A Ryan le extrañó que lo dijera de ese modo, ¿por qué no decir trece directamente?; sin embargo, no le preguntó por ese detalle ya que lo que más le extrañó fue otra cosa:
—¡Un momento, Derek! ¿De donde salieron tantos arcángeles? Creí que solo había siete en total... En la Biblia se mencionan a tres: Miguel, Gabriel y Rafael, y se insinúa claramente que hay cuatro más.
—«En la Biblia figura mucho, pero no todo», esa es la primer frase que se nos enseña al ingresar en la Orden.
La Biblia es una recopilación de textos que, en un principio, eran solo documentos separados. En un sentido estricto, es un conjunto de libros canónicos y el canon bíblico de la Iglesia católica reconoce solo 73 libros como parte de las Sagradas Escrituras... 46 escritos para el Antiguo Testamento, y 27 para el Nuevo Testamento.
En su confección se han usado apenas algunos de los evangelios encontrados y ciertos libros... hay muchos más, Ryan, mismos que se han omitido intencionalmente y en los cuales figuran muchas verdades no reveladas.
—¿Te refieres a los evangelios apócrifos y los libros prohibidos?
—Exacto... además, hay muchos secretos del Cielo que aún hoy día se siguen guardando bajo siete llaves, uno de ellos es la composición precisa de los ejércitos celestiales —le aclaró el caballero y continuó con lo que estaba contando:
—En los bastiones se entrena a los novatos, como tú; se les dan las armas que usarán... y se les enseña a usarlas.
Permanentemente reclutamos, equipamos y entrenamos a nuevos caballeros para convertirlos en dignos guerreros de Dios.
Desde estos lugares organizamos las diferentes campañas contra los demonios, consisten mayormente en recuperar los lugares que ellos tomaron y sumieron en el caos...
A lo largo de estos años, la Orden ha restaurado fortalezas y blindado ciudades enteras, como la ciudadela de Ashford, y lo ha hecho por todo el mundo.
Solo así hemos logrado ir avanzando de manera firme y constante hacia las puertas del apocalipsis, cercándolas, fortaleciéndonos en sus perímetros... y preparando su cierre definitivo.
Llevamos ya décadas combatiendo contra los infernales, en ese tiempo hemos estado rescatando, además, todo lo que hemos podido de los restos que aún quedan de la diezmada humanidad, protegiéndolos para evitar su completa aniquilación.
—Debe haber sido una tarea desgastante...
—Por el contrario, todo eso nos ha fortalecido, preparándonos para las cuatro grandes campañas que aún nos aguardan: las Cruzadas de las puertas del Infierno.
—¿Cruzadas?
—El principal objetivo de la Orden es cerrar cuatro salidas que usan los demonios para retornar a la Tierra una y otra vez, sin cesar... Luego podremos arrasarlos definitivamente de la faz de este mundo.
Recién ahí podremos levantar a la humanidad, y esta vez será bajo un estricto régimen que se base es un virtuoso código de moralidad, rectitud y justicia, para así asegurarnos de que las entradas del tártaro no se vuelvan a abrir nunca jamás —finalizó Derek.
El convoy llegó en ese momento a la ciudad que rodeaba al Bastión de los Guerreros Sagrados el cual se erigía, majestuoso, en lo alto de una colina, dominando desde allí todo el panorama, en el imponente castillo de Dover.
A poco de recorrer la urbe se notaba a las claras el gran ambiente de colaboración que allí imperaba; por las calles deambulaban ángeles, militares y civiles, todos mezclados entre sí, conviviendo en armonía y llevando a cabo actividades cotidianas, típicas de cualquier ciudad...
Se apreciaba que allí convergían personas de diversas partes del mundo, todas trabajando unidas y sin discordia alguna.
No había banderas ni símbolos patrios a la vista. Las ideologías políticas, obsoletas para ese entonces, así como las demás formas de opresión, creadas solo por y para alimentar la mezquindad humana, ya no existían en esa sociedad.
—Esto es lo que pretende la Orden; aquí no hay nada que aleje a las personas entre si —le dijo Derek—. Los insostenibles nacionalismos y odios separatistas que dividieron a la humanidad y envenenaron la mente del hombre por siglos fueron desterrados hoy en día.
—Es irónico pensar que el concebir una sociedad ideal, como esta, antes del ataque total del Infierno hubiera sido algo meramente utópico —reflexionó Ryan.
—Tuvimos que enfrentarnos a la aniquilación total, ante el más antiguo de nuestros enemigos, para unirnos como la creación de Dios que siempre fuimos —refrendó Derek.
—Sin embargo también es muy lógico, las distintas sociedades del hombre siempre se han aliado ante adversarios comunes, y ahora la decisión es más que simple: hay luchar juntos contra los demonios y vencerlos, o perecer ante ellos —opinó Ryan.
—Esta vez iremos más allá, tenemos que dar un salto definitivo en nuestra evolución interna... Una vez que hayamos erradicado a los demonios, ¿cómo evitaremos que el hombre vuelva a ser su propio enemigo?
Lograr una sociedad virtuosa y encarrilada no será posible sin la intervención de Dios; y la intención divina ya se ha manifestado en ese rumbo: un evento ya sucedió sin advertencia, otro está profetizado y hay uno más que es aún secreto y ni siquiera algo seguro...
—¿A qué te refieres?
—Dime, ¿cual fue la única vez que el Cielo dividió a la humanidad?
Ryan lo pensó por un instante y respondió:
—¡Babel!... la historia de la torre de Babel. Ese es uno de los mitos fundacionales de la Biblia.
La humanidad había quedado casi extinta después del gran diluvio, solo siete integrantes de la familia de Noé sobrevivieron a la catástrofe gracias al arca.
Se asentaron en Babilonia.
Decidieron construir allí una gran torre cuya cúspide llegara hasta el cielo, desafiando así todos los límites que poseían.
Sin embargo, Dios vio la soberbia en este acto del hombre y decidió ponerle fin antes de que volviera a suceder algo similar a lo que ya había ocurrido en el Cielo con la rebelión de los ángeles caídos.
De ese modo, decidió confundir el lenguaje de las personas para que no pudieran entenderse y dejaran de colaborar entre ellas.
Así, sin violencia, se dejó de edificar la torre y la humanidad terminó dispersa sobre la faz de la tierra.
—Bien, muy bien... Ahora dime, ¿no has notado nada raro en nuestro idioma? Creí que eras más observador, Ryan. ¿Piensas que Helena, Beatriz o yo hablamos en tu lengua materna?
—¿Qué... No es así, acaso?
Derek sonrió:
—A este evento se lo conoce como la Reversión de Babel...
La única barrera para la humanidad establecida por el Cielo a causa de aquella torre ha quedado sin efecto.
Sucedió sin darnos cuenta de nada, igual que en aquella época.
En este tiempo todos hablamos y escribimos en un mismo idioma, incluido tú, Ryan, por existir en esta época... y eso ha sido por voluntad divina.
—Toda la humanidad unida al fin. Me recuerda al «reino de los mil años» descripto en la Biblia, el cual vendría luego del apocalipsis, ¿no es verdad? —infirió Ryan.
—Esa es la sagrada profecía... Un tiempo de paz y armonía en toda la Tierra donde el Cielo gobernará con justicia real y vara de hierro. Será un tiempo en que todos los males quedarán por fin erradicados de la faz del mundo.
Nadie se aprovechará del otro, ni robará o matará a su prójimo.
El gobierno divino será justo y actuará exactamente de acuerdo a las leyes del Cielo; y será como Dios siempre quiso que fuera la Tierra: un oasis de paz, justicia y alegría... Una creación en completa armonía con su Creador.
—Veo que en la Orden ya están sentando las bases para lograr eso.
Solo les haría falta una moneda de intercambio que sea justa y la organización social que buscó la humanidad desde sus albores estaría ya totalmente encaminada —infirió Ryan.
—Nosotros usamos el «meritum» que es como créditos que se nos asignan en función de nuestros logros... aunque, solo se utilizan para las cuestiones más básicas, como el intercambio de bienes y servicios; en la Orden cultivamos las virtudes del ser humano por sobre todo lo demás.
La acumulación exagerada de riquezas ya demostró su capacidad para enajenar y degenerar a los hombres.
Aquí nadie está obligado a trabajar para ser el sostén de otro que, de manera directa o indirecta, a través de un gobierno o estructura organizativa, se aproveche de él en contra de su voluntad; ese fue el gran mal de la humanidad, y estuvo siempre presente... de hecho, cuando la sociedad se degradó completamente, hasta se terminó trocando en una meta loable para las grandes masas: el vivir a costa de otros.
La esclavitud estuvo siempre presente en la historia y de los más distintos modos, a veces obvios, como la monopolización forzada de algo, y otras veces muy bien disfrazados bajo arteras excusas, como la solidaridad obligatoria.
—Recuerdo una frase que aprendí en mi adolescencia: «La libertad del individuo es su más preciada arma, ¡no la entregues nunca!», siempre me gustó... —comentó Ryan y Derek lo refrendó:
—La libertad bien entendida es lo que nos caracteriza en la Orden. En esta sociedad todos cumplimos con nuestras funciones porque deseamos hacerlo y no porque estemos forzados a hacerlo, y si alguien no quiere simplemente puede irse y apartarse de nosotros, no será nuestro enemigo ni lo perseguiremos por ello; todos somos libres de hacer con nuestra vida lo que queramos, nadie somete a ninguna persona a hacer nada en contra de sus deseos, eso no es algo aceptable; nos regimos por el principio que indica que: el derecho de uno termina donde comienza el del prójimo.
—Si bien el trabajo en grupo no es lo mío, soy más bien de carácter solitario, la idea de integrarme en una sociedad como esta no me desagrada para nada, Derek; de hecho, siempre me identifiqué con el libertarismo.
—¿Libertarismo?
—Es una filosofía que defiende la libertad del individuo en una sociedad, tanto a nivel político como legal. Pienso que las formas de gobierno clásicas, de toda índole, las cuales se han adoptado a lo largo de la historia humana siempre han traído más perjuicios que beneficios a las personas... y sobre todo mucha injusticia, evidente, al coaccionar de diferentes modos a los individuos con: impuestos, regulaciones y leyes que, más que nada, han servido para incrementar la ineficiencia y el poder de los mandatarios.
—Es porque los líderes que ha tenido el hombre siempre se apoyaron en los defectos de las masas, principalmente en la envidia y la pereza, los pecados más perniciosos y destructivos en las sociedades, así impusieron, de manera solapada, distintos tipos de esclavitud a todo nivel para terminar beneficiándose solamente ellos.
—Ahora dime, Derek, en esta utopía que proyectan ¿como evitarán la corrupción? La humanidad ya probó a lo largo de su historia con todas las diferentes formas posibles de gobierno y siempre fracasó en eso, aún aprendiendo de sus errores y tratando de enmendarlos, falló una y otra vez.
—Es que el problema fue siempre el mismo en todas ellas... y es que el hombre no puede mandar sobre el hombre.
La humanidad siempre estuvo integrada, en su gran mayoría, por personas que necesitaban evolucionar mucho para ser consideradas seres decentes... y sus mandatarios lógicamente fueron un digno reflejo de esas masivas deficiencias.
La prueba, es que históricamente muchos de los líderes del mundo entero fueron elegidos entre las personas de mayor bajeza moral que han habido. Humanos sedientos de poder y sin la capacidad necesaria para ejercerlo; seres fácilmente influenciables y manipulables por toda clase de demonios, hasta los de más baja calaña, quienes finalmente hicieron con ellos todo lo que quisieron... principalmente mediante la avaricia, el pecado que motiva a los falsos líderes.
Esas personas tuvieron almas tan plagadas de defectos que, al analizar sus decisiones y las consecuencias de sus actos a lo largo de la historia, nos es imposible discernir si fueron malvadas o simplemente estúpidas.
—Siempre sostuve que los humanos sabemos que no estamos listos para manejar nuestro libre albedrío cuando tenemos algo de poder sobre los demás; en esas situaciones tendemos a volvemos erráticos e imperfectos, es por eso que buscamos apoyo en la decisión de muchos, como se hace en los parlamentos... Sin embargo, ni siquiera eso ha logrado funcionar en pro del bien común.
Una forma de gobierno elegida y liderada hasta su cima solo por humanos siempre tenderá a degradarse hasta autodestruirse —definió Ryan.
—El ser humano siempre ha sido conciente de lo pervertible que es su moral; fue por eso que, a pesar de tener su propia conciencia, desarrolló infinidad de leyes para encausarla y fueron tantas que las compiló en constituciones, todo en un intento de ser gobernado por algo superior a su conducta; sin embargo, al ser solo palabras escritas, las regulaciones siempre carecieron de un poder real y propio que las hiciera prevalecer, con lo cual no bastaron para evitar la corrupción, siempre azuzada por el Infierno.
A la postre: una legislación es efectiva solo si es eficiente quien se encarga de que se cumpla...
—Durante mi vida fui testigo de algo peor, cuando los políticos comenzaron a sancionarse leyes perversas y estúpidas, muchas veces contrapuestas a otras correctas y que, para colmo de males, intentaban hacer valer por la fuerza —comentó Ryan.
—Es por eso que la Orden de la Cruz de Acero no responde a ningún poder sobre la Tierra ni ninguna ley hecha por el hombre.
Esta ciudad se encuentra bajo el abrigo del ala celestial y por lo tanto se respeta el Dogma de la Orden, la sagrada ley que por la que nos regimos, que es simple y fácil de entender, se encuentra en nuestra conciencia, la cual proviene de Dios... y su poder radica en las fuerzas celestiales.
—La conciencia como fuente de ley, es un buen concepto —expresó Ryan—... Al fin y al cabo, como cuentan los evangelios: desde que probó el fruto del árbol de la vida en el Jardín de Edén el hombre ha sido conciente tanto del bien como del mal.
—Aquí no es solo un concepto. En la Orden manda únicamente la razón, la verdadera y única, la que es de origen divino... y son los ángeles quiénes se encargan de que así sea, son nuestros jueces —le respondió Derek señalando al cielo y agregó:
—En esta sociedad, ellos imparten la justicia de Dios por sobre todos... Nada se escapa a sus ojos que pueden ver el alma humana sin tapujos.
Son seres perfectos y por lo tanto superiores a los humanos que buscamos la perfección; aceptamos gustosos que nos guíen por esa senda y que esta vez lo hagan de una manera directa, como siempre debió ser... sin ninguna institución humana de por medio que podría manipularlo todo a su completo antojo, como ha sucedido en tantas ocasiones, tergiversándolo conforme a su conveniencia —finalizó el caballero.
Recorriendo un largo y sinuoso camino desde el centro urbano se llegaba finalmente a la gran fortaleza de Dover; allí la seguridad y el armamento eran imponentes: lo más moderno del poderío militar se conjugaba con el estilo medieval en una fusión de aspecto único y singular:
De entre las almenas de piedra, que otrora albergaban a arqueros y catapultas, ahora asomaban avanzados sistemas de lanzamiento de misiles y cañones de los más diversos tipos de armas, todos enlazados a múltiples sensores y una computadora central que, de activarse la alarma ante un ataque, buscaría potenciales amenazas y las eliminaría de manera automática, coordinando todas las armas y protegiendo así al castillo y su zona circundante de cualquier enemigo sin importar que este fuera: aéreo, marítimo o terrestre.
Por dentro de las murallas que delimitaban los diferentes perímetros internos del bastión había tanques ubicados en puntos estratégicos junto con vehículos para movilización y despliegue rápido de tropas y modernos helicópteros de ataque listos para despegar en cualquier momento.
En todas las entradas había puestos con guardias fuertemente armados que lo controlaban todo...
Los caballeros de la Orden que allí estaban vestían trajes de batalla que les blindaban sus cuerpos completamente, de pies a cabeza, y que emulaban a las armaduras del medioevo, solo que ahora eran de colores oscuros en lugar de brillantes y, por sus materiales, mucho más duras, flexibles y livianas que aquellas; además contaban con avanzados sistemas militares computarizados integrados, como ser la capacidad de proporcionar primeros auxilios de manera automática e inteligente en el campo de batalla mediante la compresión de hemorragias y administración de medicamentos; la interconexión permanente con el resto de otros combatientes, optimizando así el despliegue durante las diferentes misiones al poder dar y recibir órdenes claras e instantáneas y cascos dotados con varios modos de visión y datos del teatro de operaciones mediante apoyo audiovisual incrementado con realidad aumentada, lo cual les permitía exceder los límites de sus sentidos naturales.
—Este es el Bastión de los Guerreros Sagrados. ¿Que te parece, Ryan?
—Todo este armamento es algo realmente impresionante... Veo equipos que en la época de la que provengo eran solo de pura ciencia ficción y otras armas que ni siquiera conozco.
Aquí hay mucho poderío bélico: ametralladoras rotativas GAU8 Avenger, M61 Vulcan... también veo sistemas CIWS Phalanx y diveros tipos de lanzacohetes, por no mencionar la gran cantidad de blindados y apoyo aéreo.
¡Este emplazamiento militar tiene más protección que una flota naval entera! —expresó maravillado.
—De hecho, muchas de las armas de las murallas se encontraban montadas en viejos buques antes que las trasladáramos a las defensas del bastión —corroboró Derek.
En ese momento Ryan se quedó mirando a unos soldados que pintaban algo en un tanque...
Pronto advirtió que tanto en los diferentes vehículos así como en las armaduras de guerra se podían observar diversas cruces pintadas, todas respetando el claro estilo de los Caballeros Templarios y que los propios combatientes hacían a mano, buscando identificarse, de ese modo, con la antigua Orden religiosa y militar a la vez...
Derek lo advirtió y procedió a explicarle lo que ello verdaderamente significaba:
—Los militares, los verdaderos, los que somos guerreros y que conocemos el campo de batalla por haber recibido nuestro bautismo de fuego en él, siempre hemos sido conscientes de la fuerza destructiva que manejamos; sin embargo, sabemos bien que estos artilugios de guerra son completamente inútiles sin un brazo ejecutor adecuado.
Al comienzo de esta Guerra Santa, cuando la sexta trompeta sonó, Dios nos permitió enfrentarnos al mal solos y por nuestra exclusiva cuenta... y fracasamos vergonzosamente.
Pronto quedó claro para todos que por más que lo intentásemos jamás podríamos prevalecer así en nuestra lucha contra el mal, los demonios nos habían contaminado con sus sucias palabras durante siglos volviéndonos débiles, apenas la sombra de lo que deberíamos ser; fue por eso que el Cielo nos envió a sus ejércitos, para ayudarnos; y lo hicieron de los más diversos modos: los ángeles se pusieron a la cabeza de todas nuestras campañas organizándonos y uniéndonos como una sola fuerza; nos volvieron mucho más poderosos contra los demonios al bendecir nuestras armas usando su energía divina; pelearon junto a nosotros en todo momento, hombro con hombro, llegando inclusive a sacrificar sus propias vidas... se convirtieron en nuestros ejemplos a seguir.
Sin la intervención de los ángeles, a esta altura, la humanidad ya no existiría, el Infierno nos habría diezmado y lo restos que quedasen de nosotros estarían completamente perdidos, Ryan.
Las cruces que ves en nuestros vehículos y armaduras son un símbolo de unión con lo divino.
Ser un caballero no es ser solo un soldado que acata cualquier tipo de mandato que provenga de un superior, es mucho más que eso, es un camino moral que nos es enseñado por Dios a través de sus ángeles... ellos son nuestros guías.
Los caballeros nos preparamos física, mental y espiritualmente para ser ejemplos, auténticos apóstoles de las virtudes del ser humano en el mundo que vendrá —dijo Derek he hizo un abrupto momento de silencio, anticipo del punto al que el caballero pretendía arribar:
—Has sido criado en la fe cristiana, la cual me doy cuenta conoces bien, tienes una variada y sólida base de estudios bíblicos, podemos enseñarte mucho más. Te gustan las armas y sabes usarlas con cierta habilidad, aquí te entrenaremos hasta que las domines con total destreza... y te has unido a un ángel, lo cual es un privilegio de muy pocos, pertenecer a la Orden es la mejor manera para que continúes al lado de Helena. ¡Únete a nosotros, no te arrepentirás!
Ryan se quedó sosteniéndole la mirada y sin responder nada...
—¿Por que lo dudas tanto? ¡Dímelo!
—A pesar del profetizado milenio providencial que sobrevendrá, temo que cuando esta guerra se termine y los ángeles regresen al Cielo, todo vuelva a ser en esencia como antes... y yo no quiero formar parte de eso.
—Entiendo tu desconfianza, pero eso no ocurrirá jamás, te lo puedo asegurar.
—¿Qué te hace creer que la Orden será inmune a la corrupción cuando se quede con todo este enorme poder y sin el control divino?
—Esto que te diré me lo contó Beatriz, y es algo que ni siquiera ella sabe con certeza absoluta, se trata de un gran evento que dependerá de ciertos acontecimientos futuros aún desconocidos; es un secreto que, al igual que la Reversión de Babel, no fue revelado, ni siguiera en las Sagradas Escrituras, y es que a partir de esta era los ángeles podrían haber llegado para quedarse, Ryan... quedarse definitivamente junto a nosotros, y así continuar guiándonos, incluso luego de que desterremos a los demonios.
El objetivo final del Cielo no es solamente el de darnos una última oportunidad para detener el apocalipsis, sino también el que podamos levantarnos de las cenizas que queden cuando todo esto acabe, y que lo hagamos de una manera renovada y digna para lo que somos: la última creación de Dios —concluyó.
Aún no lo sabía pero, uniéndose al hecho de que él buscaba con todo su corazón la mejor manera de permanecer junto a Helena, las palabras de Derek, cargadas de un convencimiento absoluto y una fe y fervor religioso que le surgían del alma, serían la arenga que empujaría a Ryan en los días venideros a asumir su objetivo en el mundo, en esta, que era ya su nueva vida: él también se convertiría en un caballero de la Orden.
Deseo y tentación
Habían pasado ya tres días más en los que las fuerzas de la Orden de la Cruz de Acero continuaron con sus preparativos para llevar a cabo una de sus campañas principales la cual se aproximaba de manera inexorable y acontecería muy en breve: la primera gran Cruzada del Apocalipsis, donde intentarían cerrar una de las puertas del Infierno.
Esa sería toda una prueba de fuego donde, por primera vez, los humanos ayudados por los ángeles de Dios se enfrentarían en una de las cuatro épicas batallas contra el Infierno mismo.
Era de mañana... aunque el sol había despuntado hacía ya un par de horas y en los bosques cercanos, lejos de toda presencia angelical y humana, Lisbeth se reunía con un demonio especial: el indiscutible líder supremo que comandaba toda la gran legión del averno que rodeaba desde las sombras al bastión de Dover... el poderoso mariscal Caleb «el destructor», uno de los grandes generales del Infierno.
Él era uno de los cuatro ángeles caídos que fueron liberados en esta etapa del apocalipsis según lo anunciado en las Sagradas Escrituras.
Se trataba de un ser grande, de más de dos metros de altura, con un cuerpo fuerte y musculoso, mayormente humanizado; sus piernas se articulaban de una manera similar a como lo hacen a las patas traseras de los animales y sus pies se encontraban trocados en auténticas pezuñas hendidas; no tenía alas ni cola, su piel era roja como las llamas del tártaro y sus enormes cuernos negros eran largos y filosos, al igual que sus colmillos; su gran mentón acentuaba la forma de su rostro, semejante a un triángulo invertido. Sus orejas eran puntiagudas y sus amarillos ojos tenían pupilas alargadas, como las de una serpiente... y de su mirada emanaba el más absoluto odio.
Vestía solamente un grueso chaleco que era de color negro, al igual que sus anchos pantalones y su larga capa, la cual llegaba hasta el suelo.
Su arma era un martillo de guerra enastado, con un mango tan largo como el cuerpo del su portador, quien solía apoyarlo en el suelo a modo de báculo.
La empuñadura del arma estaba recubierta de cuero y en su extremo inferior terminaba en pomo de acero.
El artilugio, forjado en las fraguas del propio Infierno, había sido creado para exhibir toda la fuerza de un poderoso guerrero; se trataba de un arma de aspecto épico, concebida para causar terror en los corazones de todos los que se interpusieran en su camino gracias a una gran cabeza compuesta por dos mitades, pesadas y simétricas, equilibradas para el combate y unidas en un solo cuerpo.
La destructiva arma estaba hecha con unas especificaciones secretas y únicas... se rumoreaba que era capaz de demoler castillos y murallas gracias a la amenazante y aguzada pica que la coronaba sobresaliendo por el centro de su extremo de ataque.
—Se están preparando para hacer una gran incursión, y no es solo aquí: por todo el continente europeo las fuerzas de la Orden se han estado movilizando hacia Francia, rodeándola... planean atacar en conjunto y cerrar la Puerta del Odio para así recuperar toda la región occidental de Europa —le informó Lisbeth.
—No podemos dejar que lo hagan, el bastión de Dover tiene que caer cuanto antes —enfatizó con su voz gutural y cavernosa el enorme líder infernal.
—La apariencia angelical que usurpé me ha resultado de una inapreciable utilidad. Gracias a ella he podido ubicar una serie de lugares del castillo que no están bajo la vigilancia de los sistemas automáticos; no son muchos, pero sí los suficientes como para que un demonio individual como yo logre infiltrarse con absoluta libertad...
Ahora puedo ingresar muy fácilmente y sin ser detectada por ningún control, así logre conseguir esto: aquí puedes ver cuales son las defensas y puntos débiles de toda la fortificación —agregó la bella súcubo sacando un plano que había robado del Bastión, en dónde ella misma había realizado minuciosas anotaciones tácticas—. Hay dos grandes perímetros de defensa a vencer: una muralla externa concéntrica a otra interna, con una buena separación entre ambas, detrás de esta última está el castillo, nuestro objetivo final...
El portón frontal de la muralla externa es el más fuerte de todos y es inexpugnable, hay un sistema computarizado central que, en conjunto con una vasta red de sensores, opera de manera autónoma una miríada de poderosas armas militares de la Orden, todas bendecidas y con suficiente munición como para acabar con medio Infierno.
Es vital que esperes a que yo desactive sus defensas automáticas desde adentro o tus fuerzas no podrán ingresar, Caleb...
—¿Volverás a ese sitio? Supe que tu culto quedó completamente destruido, tus acólitos terminaron siendo incinerados, ya no puedes comunicarte con nadie usando tu poder telepático y el ángel que tenías capturado, de quien usurpaste su aspecto para infiltrarte al bastión, fue liberado y se encuentra allí mismo ahora —la interrumpió el diabólico mariscal.
—Tus informes son inexactos, Caleb —dijo Lisbeth molesta—. Algunos de mis sirvientes sobrevivieron y no se trató de un ángel al que imité sino una tonta semiángel.
Mi misión es en extremo importante, sabes perfectamente quien me la encomendó... bien vale que corra cualquier clase de riesgo.
¿Prosigo? —preguntó retóricamente y continuó:
—Averigüé que la sala de computadoras se encuentra dentro del castillo, el problema es que para ingresar en ella es necesario pasar por un dispositivo de apertura que funciona mediante identificación biométrica y solo responde ante los rostros de miembros oficiales de la Orden.
Mi poder de ilusión únicamente puede engañar a los humanos y por extensión a los semiángeles... Nada puedo contra los seres divinos puros ni los sistemas de visión electrónicos, ellos me ven como soy realmente.
—¿Cómo lo harás entonces?
—Tengo elaborado un plan en tres etapas.
Iré nuevamente a la ciudad y seduciré allí a un caballero que pondré bajo mi influjo... Haré entonces una señal en el cielo, será de fuego, y ustedes comenzarán con la fase uno: distracción.
Atacarán la ciudad y la Orden responderá mandando a sus tropas, eso los distraerá, debilitando así toda la vigilancia interna del Bastión.
Mientras tanto, aprovecharé ese momento para manipular al caballero y, llevándolo engañado, lo utilizaré para ingresar a la sala de control de armas.
Entonces, cuando ya no me sea útil para nada, lo mataré y acabaré con todos los demás allí sin que se dispare ninguna alarma.
Desactivaré las computadoras y con ello la puerta principal quedará indefensa sin que nadie lo advierta; dará inicio entonces la fase dos: ingreso...
Podemos aprovechar el sistema de desagüe que va por debajo de todo el castillo; sus conductos son redondos y muy pequeños para los demonios grandes pero perfectos para los basiliscos.
Atacarán junto con las arpías generando un gran caos interno y cuando nuestros minotauros entren en acción los portones que protegen a cada una de las murallas serán completamente arrasados; y ese será el momento de dar comienzo a la última fase, la tres: destrucción —finalizó Lisbeth y mirando de reojo al general le dejó el remate:
—En el fragor de la batalla ingresaré al castillo con mi escuadrón de élite y personalmente mataré al arcángel Daniel... y el Bastión de los Guerreros Sagrados, finalmente ¡caerá! —dijo el bestial Caleb con una diabólica risa al final.
Unas horas más tarde y cerca del mediodía, Ryan, ya enrolado en el ejército y vistiendo un uniforme militar oficial de la Orden, estaba a punto de almorzar junto con Helena, Beatriz y Derek en una mesa perteneciente a un céntrico restaurante de la ciudad ubicada en la acera:
—Te queda muy bien ese uniforme, Ryan... siempre me han gustado los hombres así vestidos, se ven tan, tan ¡varoniles! —le dijo Beatriz sonriendole de manera descarada y guiñándole un ojo a la vista de todos.
—¡Beatriz! —la reprendió Helena sonrojándose.
—Solo te está molestando, Helena... ya sabes como es ella —le dijo Derek mientras él y Beatriz se reían de su celosa reacción.
—Nunca voy a acostumbrarme a esa clase de bromas, no son propias de mi —le respondió Helena levantando su perfil.
En ese momento se presentaron ante ellos dos ángeles, esta vez ángeles reales, puros...
A simple vista ya se percibían como criaturas sin mácula alguna, absolutamente perfectas, creadas directamente por la mano de Dios: se trataba de un par de hermosas doncellas celestiales de quienes emanaba un bello halo dorado que se concentraba por encima y detrás de sus cabezas conformando sus divinas aureolas.
Vestían imponentes armaduras celestiales que parecían ser de oro y platino puros, estaban hermosamente pulidas y tenían grandes joyas engarzadas, todas otorgadas como reconocimientos conmemorativos de diversos actos y que, al igual que sus armas celestiales: una lanza larga con una aguzada cuchilla de doble filo en su extremo, en el caso de la primera de ellas, y un par de espadas cortas, la segunda, irradiaban un muy sensible e intangible poder y eran de una belleza tal que Ryan, al observarlas tan de cerca, se quedó perplejo ante tan tremenda visión de gloriosa deidad.
Ambas aparentaban ser unas jóvenes veinteañeras; eran rubias con cabellos que llegaban hasta sus cinturas, una lo llevaba trenzado y la otra atado en una larga cola; sus ojos mostraban un color celeste claro y sus rostros estaban imbuídos de una paz absoluta.
Las alas de las impresionantes féminas eran majestuosas: similares en tamaño a las de Helena y Beatriz, pero de un aspecto mucho más poderoso... además, estaban cubiertas de un blanco plumaje tan perfecto, bello y deslumbrante como la nieve más pura.
—Aquí están las llaves y ubicación de la casa que la Orden te ha asignado en la ciudad —le dijo a Helena uno de los ángeles dándole un sobre.
—Muchas gracias, Lucille —respondió ella poniéndose de pie.
—Solicitaste una unidad habitacional apta para dos personas. ¿Él será tu pareja? —le preguntó el mismo ángel mirando a Ryan.
—Así es...
—Es uno de los elegidos —señaló la otra joven celestial poniéndose seria—. No debería estar llevando una de tus plumas consigo, Helena... ni hablar de vestir un uniforme de la Orden.
Se hizo un momento de silencio en el que las miradas se sostuvieron tensas, expectantes y que el mismo ángel rompió, continuando:
—Cuanto antes pruebe el filo de tu acero tanto mejor será para ambos... Tarde o temprano tendrás que hacerlo y lo sabes, no tiene caso demorar lo inevitable —le enfatizó y mirando a Ryan a los ojos con un duro y mortal semblante agregó:
—Pero eso tú también ya lo sabías... ¿Por qué te has unido a la Orden, entonces? ¿Tienes idea, acaso, del tremendo dolor y pena que le causarás a su corazón cuando tenga que matarte?
Helena es aún casi tan humana como tú; al sentir lo que sientes por ella le provocas los mismos sentimientos hacia ti... pero aún lo dudas, ¡eres un tonto! —le enfatizó dejándolo estupefacto ante ese arcano poder de conocimiento profundo; quedaba muy en claro que los ojos de los ángeles podían desnudar el alma humana, al ser capaz de verla en una manera directa y prístina, no había nada que alguien pudiera ocultar ante ellos:
—¡Mira los lazos que ha forjado ya contigo! —continuó diciéndole e increpándolo duramente.
—Solo me enlisté porque quiero colaborar... —se defendió Ryan titubeando.
—¿Colaborar tú? ¿Un humano del siglo XX? Pero si han sido la causa principal de todo esto... Despreciaron el camino de Dios y atentaron contra toda su creación como nadie antes lo había hecho; se dejaron llevar mansamente por los demonios y su pecaminosa senda de perdición.
Muchos de los nuestros ya se han sacrificado por culpa de ustedes, por si no lo sabías...
Tu lugar, elegido, es en el Gran Coro de los Justos... ¿Quieres colaborar realmente? ¡Quítate ese colgante del cuello y yo misma reclamaré tu alma ahora! —dijo enfáticamente tomando las empuñaduras de sus espadas, lista para desenvainarlas.
—¡No! Seré yo quien tome la vida de Ryan cuando lo considere conveniente, esa es mi potestad y es solo mía, Marina... por favor, respeta nuestro pacto —agregó Helena poniéndose delante de él con sus brazos abiertos como para cubrirlo, rogando piedad.
El intenso momento era contemplado atentamente por la oscura Lisbeth quien, desde muy cerca y ocultándose tras unos objetos de las inquisidoras miradas divinas, convenientemente camuflada como una persona común, pasaba desapercibida para los ojos de los ordinarios mortales:
«Espero que esas dos se alejen pronto, tengo que usar mi poder al máximo para asegurarme de que no me detecten de ningún modo posible», pensaba...
Ante el ruego de Helena, lastimero y desesperado, Marina dejó finalmente sus espadas envainadas y junto con Lucille se retiraron...
Promediando ya la tarde Helena y Ryan se encontraban solos recorriendo su nueva casa, una vivienda mediana ya amueblada y con pocos ambientes, perfecta para una pareja:
—Parece que los ángeles naturales no nos aprecian mucho que digamos a los humanos —mencionó él.
—No se los puede culpar —le contestó ella—. Cuando Dios creó al hombre puso muchas esperanzas en él, y fue defraudado.
A pesar de ello, envió a sus ángeles para ayudarlo a sobrevivir. Su misericordia es infinita... la de ellos no tiene por que serlo.
Los ángeles son en esencia seres imbuídos de un razonamiento perfecto; y la piedad no tiene cabida dentro de la justicia, cuando esta es pura y verdadera, claro está.
Lucille y Marina responden directamente al arcángel del bastión, Daniel, ellas son sus escoltas y asistentes. No tienes nada que temerles, mientras no renuncies a mi pluma, obvio...
Instantes después, y mientras revisaba la cocina, Helena notó algo:
—Parece que habrá que ir a buscar raciones —observó mientras miraba dentro de la heladera, la cual se encontraba completamente vacía—. Dejaré mis armas en la alcoba y me encargaré de que nos traigan lo necesario —agregó y ya desarmada, se aprestó para salir—. No me tardo, Ryan —finalizó dándole un beso en la mejilla y así se fue...
Al verla salir, Lisbeth, aún con aspecto humano, esperó a que se alejara y entonces, valiéndose una vez más de la pluma de Helena, tomó su forma actual, tal cual y como la había visto partir.
Fue hasta la puerta de la casa y golpeó un par de veces, llamando...
Ryan abrió:
—Volviste pronto. ¿Qué pasó? —le preguntó él extrañado.
—Olvidé mis llaves —respondió ella ingresando a la casa.
Lisbeth sabía perfectamente como seducir a un hombre para que cayera completamente rendido a sus pies, esa era su especialidad.
Caminó por la sala con un movimiento seductor, contonenado de manera rítmica y provocativa sus atractivas caderas... y eso no pasó desapercibido para Ryan, quien se quedó mirándola con su boca entreabierta, como hipnotizado.
Lisbeth se detuvo al llegar al centro de la habitación y giró su torso de manera sensual para terminar mirándolo de reojo por encima de su hombro; en realidad lo estaba evaluando del mismo modo en como lo hace un cazador con su presa:
Los latidos cardíacos de Ryan se habían incrementado y su presión sanguínea subido, su ruborizado rostro era la prueba evidente de ello.
«Ya eres mio, realmente te gusta ella... Esto sí que fue fácil», pensó el súcubo.
Entrecerrando sus ojos y sonriendo ante su éxito ella lo miró de pies a cabeza... y con voz suave le dijo:
—Cierra la puerta y ven aquí, tenemos que aclarar alguna cosas.
Ryan obedeció sin mediar palabra y se detuvo a medio metro de ella. Lisbeth aprovechó esa pequeña distancia para caminar hacia él y ponérsele cara a cara, apoyando sus senos contra su torso.
Las pupilas de Ryan se dilataron de inmediato y comenzó a transpirar, había caído completamente en la trampa de ella.
—¿Hasta cuando seguiremos con este juego, Ryan? Yo te gusto... y tú a mí. Marina te lo dijo hace un rato, y los ángeles no mienten.
Aún soy humana y no puedo resistirme a mis deseos físicos, carnales... tengo mis necesidades —agregó hablándole con sus labios a menos de un centímetro de su boca.
Como súcubo, el poder de Lisbeth se enfocaba en su seducción y manipulación... y los hombres eran sus víctimas naturales.
Su cuerpo era claramente su arma principal, mediante él manifestaba toda su demoníaca habilidad, la cual ella desplegaba con maestría absoluta.
Exudando aún más feromonas que un gran harem de mujeres juntas Lisbeth se quedó aguardando a que Ryan voluntariamente hiciera el siguiente movimiento... y no tuvo que aguardar mucho.
Deseoso de ella, él la besó en los labios; y lo hizo con toda su alma, esto era algo que Ryan había anhelado desde el momento en que había visto a Helena por primera vez y sus ansias de concretarlo solo habían crecido con cada momento que pasaron juntos, volviéndose ahora en algo absolutamente irrefrenable.
El beso fue en extremo placentero, tal y como lo había imaginado, sin embargo, detrás de aquel ósculo existía algo muy siniestro y que él ignoraba: entregarse de manera voluntaria a un súcubo tenía sus consecuencias, a partir de ahora Lisbeth ganaría un influjo directo sobre su corazón y razonamiento, mismo que crecería hasta sumirlo en un estado de limerencia, volviéndolo así su esclavo.
Sería una poderosa influencia a la cual era muy difícil oponerse...
No importaría si ella se mostraba ante Ryan con su forma infernal o no, él ya comenzaba a pertenecerle, solo tenía que rematar su faena:
—Sigamos hasta las últimas consecuencias, hasta donde nos lleven nuestros instintos más básicos y nuestros deseos más profundos —le susurró Lisbeth al oído y arqueó su cuello hacia atrás, entregándose así completamente ante él para poseerlo totalmente.
Ryan la tomó entonces de la cintura dispuesto a hacer lo que ella le decía y... en ese momento de clímax absoluto Helena regresaba a la casa y entró:
La escena se detuvo en el tiempo para los tres; el ángel quedó perplejo, no podía entender que era lo que estaba viendo, el humano fue confundido ante la duplicidad del ser al que amaba... y el demonio se aprovechó de la situación.
Rápida de reflejos, Lisbeth tomó distancia de ambos y exclamó:
—¡Es un demonio, Ryan!
—No es cierto. ¡Ella lo es! Trata de engañarte, adoptó mi apariencia. ¡Mira como brilla mi daga ante ella! —exclamó Helena, ahí advirtió que el arma de su enemiga, aunque simulada, también brillaba como la de ella... era una copia exacta.
Sin saber por cual optar, Ryan desenfundó su matademonios, le quitó el seguro y la empuño com ambas manos.
Miraba a Helena y a Lisbeth por igual... sin lograr diferenciarlas; aunque estaba listo para hacerlo, no se atrevía a dispararle a ninguna y el cañon de su pistola apuntaba hacia el piso, ni siquiera apoyaba su dedo en el gatillo, el láser de su arma permanecía inactivo.
—Solo tú tienes el poder de resolver esto. Confía en tu corazón, él no te engañará, Ryan... Recuerda la pasión de nuestro beso y deja que ese sentimiento sea lo único que guíe tu mano —le sugirió Lisbeth en un intento de obnubilar su razonamiento, manipulando su mente de una manera subliminal.
La diabólica fémina sabía muy bien que él ya había caído parcialmente en su poder de seducción y solo necesitaba de un pequeño incentivo para hacerle obedecer su voluntad... pero no contó con que, al escuchar que ellos se habían besado entre sí, una lágrima de tristeza se deslizaría por el rostro de la verdadera Helena:
—¿Un beso de pasión? —preguntó el ángel dolido, con su voz entrecortada y en un claro tono de resignación—... eso es algo a lo que yo no me habría atrevido —sentenció con una profunda vergüenza por su timidez.
Eso fue lo que le dio a Ryan la pauta de quien era allí la verdadera dueña de su corazón y su mirada cambió de súbito.
La mira láser de la matademonios se encendió y en esa fracción de segundo, Lisbeth advirtió que su fachada estaba a punto de caer: una simple lágrima, poderosa en su sinceridad, había acabado con toda su mentira, desenmascarándola completamente.
La artera diablesa hizo entonces un rápido y violento movimiento con su cadera y se escuchó un sonido que cortó el aire con un chasquido... Ryan vio como se le abría una herida en sus antebrazos, a la altura de sus muñecas, y sus venas de inmediato comenzaron a sangrar profusamente; fue como si un cuchillo invisible las hubiera tajeado.
Ante tal sorpresa soltó su arma y retrocedió...
Lisbeth había usado su larga y delgada cola demoníaca como un certero látigo, oculto ante la mirada humana en su forma actual, pero tan real como las profundas heridas que podía causar con la punta de su filoso extremo.
Arrojándose contra una ventana y atravesándola el súcubo salió de la casa y comenzó a correr, cambió de forma rápidamente, una, dos, tres veces para mezclarse entre las personas de la ciudad... y así logró escapar.
—No vi con que me golpeó —dijo Ryan profundamente apenado.
—Tenemos que detener el sangrado e ir a un hospital para que te suturen cuanto antes o morirás —le recomendó Helena preocupada mientras buscaba vendas en el botiquín del baño para contener la intensa hemorragia—. Seguramente usó su cola de demonio... con su habilidad ella puede confundir los sentidos humanos; sin embargo, su poder es solo una mera ilusión, su verdadero cuerpo siempre estuvo ahí, completo y entero, aunque imposible de ver con nuestros ojos.
—Lo siento tanto, Helena... Me engañó completamente.
—Era un súcubo, eso supongo, y esa es su especialidad; por cierto, yo tampoco la pude ver en su forma real...
Son demonios con un atractivo aspecto femenino. Tienen el don de cambiar de aspecto, se adaptan así al gusto de sus víctimas... Cuando ven que un hombre desea apasionadamente a una mujer es común que adopten esa forma para manipularlo.
Mediante el uso del sexo con su víctima el súcubo le drena su energía y le implanta su voluntad para finalmente conducirlo a su perdición —finalizó diciendo mientras terminaba de vendarlo.
Luego de que Helena llevara a Ryan al hospital comenzó una cacería por toda la ciudad: ángeles puros, drones equipados con videocámaras y humanos usando los sistemas electrónicos de visión de sus cascos, comenzaron a rastrear minuciosamente entre la población, buscando al demonio infiltrado.
Sin embargo, ya para ese momento Lisbeth, anticipándose a sus cazadores, se había refugiado en el castillo de Dover, lugar donde logró ocultarse hábilmente y allí esperó hasta el atardecer, escondida en una de las torres.
Pero la implacable búsqueda no se detuvo. Una vez descartada toda la ciudad, luego de hubiera despuntado ya la luna por el horizonte, la Orden comenzó a revisar dentro del propio Bastión... Esto continuaría toda la noche, sus cazadores no se detendrían hasta hallarla y la demoníaca lo sabía.
Asumió que estaba acorralada y que caería ante sus enemigos, era solo cuestión de tiempo, ya no escaparía de allí... Debía hacer algo.
Si bien Caleb era uno de los poderosísimos generales del infierno, y como tal lideraba incontables demonios, Lisbeth no se contaba entre ellos... ella tenía sus propias ordenes y un amo superior, a quien servía.
No le importó cuantos de los suyos fueran enviados al Infierno por no haber logrado deshabilitar los sistemas automatizados de defensa del bastión; ella ahora debía salvarse a toda costa, necesitaba de una distracción urgente que alejara a sus perseguidores.
Su misión real era más importante que sacrificar a una legión entera de demonios; así que buscó un punto desde el cual pudiera ver la foresta y usando su demoníaca mirada encontró a uno de sus lacayos...
«Ordene, mi ama», dijo mentalmente su siervo al sentirla.
«¡¡Ataquen!! ¡Ataquen ahora!», enfatizó ella.
Así, dentro de la boscosa espesura se elevó una silenciosa flecha ardiente hacia el cielo y fue secundada por otras tantas que lo hicieron desde diferentes ubicaciones cada vez más alejadas, esparciendo de ese modo la señal por kilómetros a la redonda.
Esa fue la indicación clave para que todas las huestes infernales de la región comenzaran con su masivo ataque coordinado...
De inmediato, en el castillo de Dover, las alertas se dispararon:
—¡Señor! Los sensores térmicos de los satélites están detectando una enorme concentración de actividad en los bosques alrededor de todo el núcleo urbano —le dijo uno de los caballeros a su comandante en el control central del Bastión de los Guerreros Sagrados.
—¡Da la alarma y que se alisten todas las defensas! —ordenó el superior—. Los demonios se preparan para atacarnos.
Una tremenda batalla, que sería el bautismo de fuego para muchos aspirantes a caballeros de la Orden, pronto comenzaría... y sería tan cruenta que muy pocos de ellos sobrevivirían para ver otro amanecer.
La espada divina
En la sala de emergencias del hospital central de la ciudad Ryan ya había recibido una sutura con láseres quirúrgicos que, en conjunto con un gel de cicatrización rápida, habían revascularizado sus venas sin graves consecuencias.
Solo pasaron unas horas y sus lesiones eran ya completamente ambulatorias, no requerían más que de un mínimo cuidado.
Estaba junto a Helena en una sala esperando a uno de los médicos que en cualquier instante vendría a darle el alta y así ambos podrían volver a su casa para cenar y descansar.
A pesar de que tenían mucho de que hablar ninguno de los dos lo hacía, el silencio que había entre ambos era estrepitoso y la situación muy tensa... era fácil anticipar que sería una larga noche:
—Quiero que sepas que nunca la hubiera besado de no haberse visto como tú, Helena —le dijo Ryan finalmente... pero ella no le respondió, ni siquiera lo miró.
Helena estaba dolida y enojada con Ryan, pero también con Lisbeth y tal vez hasta con ella misma por haber dejado que alguien más se le hubiese adelantado en su relación con un hombre que, aunque se sentía incapaz de admitirlo abiertamente... claramente amaba.
—Ella se aprovechó de algo que es evidente para todos y que no me he atrevido a confesarte por lo importante que eres para mí —continuó Ryan—; ya no tiene caso que no te lo diga y, yo... ¡Quiero hacerlo ahora, Helena!
Por favor, solo te pido que me mires a los ojos para que me arme del valor que necesito —le rogó.
Recién en ese instante ella lo miró, aunque apenas de costado, su rostro aún estaba serio, pero en sus ojos había un brillo especial, quedaba muy claro que lo que Ryan estaba a punto de decirle era algo que ella deseaba oír y lo ansiaba desde hacia ya demasiado tiempo... sin embargo, aún no podría:
Las alarmas comenzaron a sonar en ese preciso instante; lo hicieron al unísono tanto dentro del bastión como por toda la ciudad... y los preparativos para una inminente batalla comenzaron.
Por las calles la gente comenzó a correr hacia los refugios, mientras que los vehículos de la Orden de la Cruz de Acero se movilizaban desplegando a sus caballeros y paladines, quienes tomaban posiciones estratégicas por todo el núcleo urbano y se aprestaban para el combate.
—¿Qué está pasando? —preguntó Ryan al escuchar las diversas sirenas.
—Estamos siendo atacados —le respondió Helena—. Tengo que ir por mis armas y unirme a la lucha —agregó retirándose.
Mientras se alejaba por el pasillo del nosocomio sus ojos se llenaron de tristes lágrimas, no había podido escuchar esas mágicas palabras que desde hacía más de trecientos años anhelaba y que nunca había recibido de verdad; sentía tan injusto que el destino le siguiera negando lo que ella, a pesar de todos sus atributos, jamás pudo obtener: la sincera confesión del corazón de un hombre declarándole su más puro e incondicional amor.
En las calles, mientras tanto, la tensión crecía muy rápidamente, en sus puestos los miembros de la Orden se signaban, santiguaban y persignaban alistándose para la batalla que en breve comenzaría...
Pronto, los demonios más débiles y numerosos comenzaron a llegar a Dover y las escaramuzas comenzaron en las calles.
Los caballeros, bien parapetados, los arrasaban con sus armas bendecidas pero las hordas no dejaban de surgir de entre las sombras del bosque, parecían inagotables.
—Bien, ahora que los humanos están completamente enfocados en el ataque a la ciudad comenzaremos con la ofensiva al bastión —dijo el gran Caleb que lo comandaba todo contemplando la batalla desde una colina a lo lejos.
Los cuernos de guerra comenzaron así a sonar dando la orden de iniciar la segunda fase; los basiliscos se acercaron ocultándose sigilosamente por la línea costera, como si fueran anguilas, y al llegar derritieron las rejas del sistema de drenaje del bastión usando su corrosivo veneno...
Así, pocos segundos después, decenas de los viperinos demonios comenzaron a emerger dentro del propio castillo generando un auténtico caos interno.
De manera coordinada bandadas enteras de arpías, junto con decenas de gárgolas, se elevaron de entre la espesura de los bosques atacando por el aire... sin embargo, en cuanto los sensores del bastión las detectaron el cielo se iluminó con incontables misiles que eran disparados de manera sincronizada y detonados por vía remota justo en el epicentro de las bandadas de demonios voladores, causándoles masivos estragos en sus formaciones que eran diezmadas.
Al mismo tiempo, por tierra, las fuerzas malignas comenzaron un frenético avance hacia la muralla externa del bastión usando a sus demonios de mayor poder y arietes principales: los minotauros...
Sin embargo en cuanto los enormes monstruos se acercaban a la fortificación eran recibidos por las decenas de ametralladoras de alta velocidad ubicadas en las murallas, las cuales, con sus balas trazadoras, dibujaban luminosos rayos en el aire al tiempo que literalmente cortaban a los demonios en pedazos, impidiendoles así su demoledor avance.
En menos de un minuto y a una tasa promedio de ochenta disparos por segundo las más de doscientas armas automatizadas habían descargado un millón de municiones y lanzado un centenar de misiles, trayéndoles a los demonios un devastador infierno a la Tierra...
—¡¡¡Maldita sea esa súcubo!!! —gritó Caleb—. Todavía no desactivó los sistemas de defensa del bastión. Los humanos... ¡¡nos están arrasando!! —el líder supremo de los demonios estaba furioso.
Lisbeth, mientras tanto y aprovechándose de la confusión generada por los basiliscos, había conseguido un lanzacohetes antitanque portátil, estilo bazooka... En ese momento se encontraba agachada y en posición de disparo a unos treinta metros de la sala de control de armas del bastión apuntando directamente a su puerta de acceso.
Con un certero disparo voló la entrada dejando a los operadores gravemente lastimados y aturdidos dentro... Acto seguido y con un segundo misil que disparó la demolió completamente, matando de ese modo a todos los que estaban allí y destruyendo a la computadora central al mismo tiempo.
Todos los sistemas automáticos, tanto de lanzamisiles como de ametralladoras, cesaron su ataque...
Por la demora de Lisbeth los infernales habían perdido a una gran parte de sus fuerzas, pero aún les quedaban suficientes como para continuar.
Dentro de las murallas y sin poder contar ya con las armas defensivas los vehículos autónomos y los operados por personal debían ahora entrar en acción: los helicópteros de la Orden se elevaron en el aire junto con decenas de drones artillados que los secundarían y los tanques se prepararon para batallar hasta el final apuntando directamente hacia las entradas principales de las murallas...
Los minotauros comenzaron a embestir con una brutal fuerza al portón de la muralla externa, el cual resistió lo que pudo hasta que finalmente lo abrieron, derribándolo.
Todos los vehículos del sector abrieron fuego volando a las bestias en pedazos, pero el resto de los demonios acudía por detrás de sus camaradas caídos y la batalla se trasladó de la ciudad al bastión.
Los ángeles que combatían en el área urbana volaron raudos hacia la zona fortificada para brindar su apoyo...
Sobre el cielo del castillo, Derek liderando su escuadrón «Cobra» estaba librando una contienda desigual contra incontables demonios voladores de varios tipos diferentes, aunque las más numerosas eran por lejos las arpías, que arremetían contra las naves desde todos los ángulos posibles, con un frenesí aterrador:
—¡¡Alfil Cobra a rey Cobra, son demasiadas objetivos, ya no puedo repelerlos...!! —fue la desesperada transmisión de uno de los pilotos antes de su nave se precipitara al vacío... y la suya fue ya la tercer nave en ser destruida.
—¡Escuadrón Cobra, rompan la formación. Tenemos que cubrirnos entre nosotros! —ordenó Derek—.
«¡Malditas sean esas arpías!, son muchas; ya casi no damos abasto. Si llegamos a perder un solo helicóptero más...», pensó y en ese crítico momento escuchó una voz salvadora en su radio:
—¿Necesitas que te demos una mano? —le preguntó Beatriz apareciendo junto con Helena y varios semiángeles más para ayudarlo a acabar con las demoníacas criaturas.
—De verdad que nos vendría muy bien —le respondió él estando a punto de ser superado por los enviados del abismo.
En cuestión de unos instantes las versátiles armas divinas sacaron al escuadrón Cobra del apuro en el que estaba metido, y las fuerzas celestiales se quedarían allí, luchando hombro con hombro junto a ellos, hasta despejar completamente de enemigos a todo ese vasto sector del cielo...
Mientras tanto, en tierra y usando la fuerza bruta, los infernales continuaban con su demoledor avance... Pronto las murallas internas también fueron vulneradas y el castillo quedó entonces completamente expuesto:
—¡¡Por fin!!, el camino está abierto; ya no tendré que enfrentar a las máquinas de guerra humanas para llegar.
¡¡¡Comencemos ahora con el ataque final!!! —gritó Caleb y así el líder de los demonios junto a nueve de sus guardias de élite despegaron montados en poderosas y fieras mantícoras, una clase de quiméricos demonios con cuerpos de león, cubiertos de un rojo pelaje y bestiales rostros humanizados; eran seres que podían volar gracias a sus poderosas alas, similares a las de los murciélagos y atacar con sus largas colas, iguales a las de los escorpiones, con la capacidad extra de poder disparar sus aguijones, llenos de un paralizante veneno...
Segundos después, y luego de atravesar la dantesca zona de guerra, la infernal comitiva ingresó en el castillo y se dirigieron al salón Real, un recinto enorme, donde los esperaban en sendos costados de los tronos, dos gigantescos y poderosos guardianes tan grande como elefantes: se trataba de un par de grifos, un tipo de ser celestial mitológico, cuya parte frontal es la de un águila gigante, con plumas doradas, un poderoso pico y afiladas garras; mientras que la parte posterior de sus cuerpo es la de un león, con pelaje amarillo, patas musculosas y una larga cola.
—¡¿Vas a esconderte detrás de tus bestias de ataque?! ¡Eso no es digno de un arcángel! —gritó en tono de desafío el agresivo demonio comandante... y en ese instante apareció de entre los tronos el glorioso arcángel.
El poderoso líder divino vestía su armadura de guerra, una de las más finas y poderosas creaciones del Cielo, impresionante en belleza y portentosa en prestaciones, la más majestuosa que existía entre los ángeles de Dios: hecha con el oro más puro de la creación, aleado con platino, tenía una dureza comparable con la del diamante o el zafiro y protegía todo el cuerpo de su portador; emanaba de ella un glorioso halo divino, aquel era un brillo que encandilaba con su fulgor celestial.
La pechera de la divina coraza se encontraba adornada con algo únicamente presente en los sacros atavíos de los arcángeles llamados espíritus de Dios: un cuerno, representación del absoluto señorío divino, un ojo, simbolizando el impacto del poder celestial sobre toda la tierra y una flama, la propia marca del Espíritu Santo.
En la mano del guerrero celestial, y desenfundada, estaba la espada de fuego ardiendo en llamas.
Daniel montaba un brioso caballo blanco con el digno porte de una montura Real. El fornido animal estaba acorazado mediante una armadura de similares características a la de su jinete, en su casco resaltaba un largo cuerno al frente, era un unicornio de combate.
Las fuerzas divinas se completaban con dos poderosos ángeles que se encontraban a sus costados, eran las protectoras personales del arcángel: Lucille y Marina, ambas blandiendo sus armas sagradas, ya listas para el enfrentamiento...
—Tu insolencia la pagarás cara, demonio. Atreverte a desafiar a mi guardia y a mí con un ejército menor a mil infernales no es más que un acto de estúpida arrogancia.
—Cada uno de nosotros vale por más de cien guerreros del averno ¡Mejor prepárate, arcángel! porque serás derrotado por el gran Caleb, «el destructor»... Uno de los cinco grandes generales del Infierno.
—¿Derrotado yo, por ti? Tu absurda fanfarronería no es más que un insulto a la inteligencia...
Regresarás al Infierno ultimado por la espada de Daniel, uno de los elegidos por Dios para liberar a este mundo de la oscuridad que encarnas —le respondió el representante divino y su arma celestial se bañó de impresionantes y furiosas lenguas de fuego como nunca antes lo había hecho.
Sin mediar otra palabra, las antagónicas fuerzas se atacaron mutuamente, desatando una vez más la feroz y épica batalla que el bien y el mal sostienen desde el origen mismo de los tiempos.
Cinco mantícoras se abalanzaron contra uno de los grifos, la enorme águila del Cielo atrapó a una con su pico y a dos más con sus garras aplastándolas hasta la muerte, pero las dos restantes consiguieron morderlo en el cuello en un intento de asfixiarlo mientras se sujetaban con sus garras y le clavaban sus venenosos aguijones por todo el cuerpo, envenenándolo con su ponzoña.
Otras cuatro mantícoras se trenzaron en una frenética lucha contra el restante grifo, hiríendose las bestias mutuamente, sin piedad...
Mientras tanto, los nueve jinetes que las habían montado al llegar se enfrentarían ahora mano a mano contra las doncellas divinas, quienes pronto les demostraron la clase de combatientes que eran:
Con el primer ataque de su lanza, Lucille le atravesó el corazón al más temerario de ellos, el cual imprudentemente osó atacarla de frente para solo encontrar una muerte inmediata.
Marina, por su lado, con sus espadas cortas hirió de gravedad a dos de los infernales seres mutilándoles un brazo a uno y una pierna a otro demostrando así su ambidiestra habilidad.
—¡Encárguense de esa!, y déjenme esta a mí —les ordenó entonces uno de los demonios, el más fornido y titánico de ellos, a los otros, parándose así frente a Lucille; rápidamente los demás soldados de la oscuridad rodearon a Marina... y sus armas comenzaron a actuar.
A pesar de que con su gran velocidad y fuerza usando las espadas dobles la sagrada gladiadora conseguía lastimar a sus oponentes, no lograba eludir la totalidad de los arteros ataques que recibía desde todos los ángulos; pronto sus brazos y sus piernas se comenzaron a llenar de profundos cortes que su energía angelical sanaba casi al instante, reduciendo su vitalidad...
Así continuó la desigual lucha hasta que en un instante el ángel cayó apoyando una de sus rodillas en el suelo, se la veía cansada.
—¡No podrás contra todos al mismo tiempo!... y cuando tu poder divino se te agote, morirás —le advirtieron los profanos batalladores blandiendo sus diversas armas.
Marina entonces juntó sus espadas por el extremo de sus mangos haciendo que sus muescas encajasen, con un giro de un cuarto de vuelta quedaron unidas, eso activó simultáneamente un mecanismo interno que proyectó sus filos duplicando sus alcances y convirtiendo al conjunto en una gran lanza de doble punta tan alta como ella.
—¡Veamos quién de ustedes será el primero en ser despedazado por mis cuchillas! —dijo la divina doncella de manera desafiante al tiempo que comenzaba a girar su arma con creciente velocidad y en derredor suyo.
En ese otro modo de ataque la guerrera de Dios sabía que sus reservas de energía se le agotarían mucho antes, pero al mismo tiempo su capacidad ofensiva se elevaría de madera exponencial...
—¡¡Un simple ángel no humillará a la guardia de honor de un general del Infierno!! —exclamó furioso el más temerario de sus adversarios que, anteponiendo su escudo y guareciéndose tras él, avanzó decidido hacia ella con la intención de detener la rotación de su arma.
En menos de lo que demora un simple parpadeo la confiada expresión del abisal soldado cambió por una mezcla de asombro y horror al mismo tiempo que se detenía y varios cortes aparecían casi de manera simultánea por todo su cuerpo.
Su escudo cayó al suelo cortado en varios pedazos y él lo secundó del mismo modo, el arma de su divina oponente lo había trozado sin que siquiera lo alcanzara a advertir; así, sus restos fueron devorados por el Infierno...
—¡Ahora siguen ustedes! —les gritó la angelical combatiente a los demás mientras hacía girar a su arma tan rápido que ya no se la podía ni siquiera ver.
El aire que desplazaba y el sonido que generaba ahora eran los mismos que los de un torbellino—. Si no me atacan, montón de cobardes, entonces... ¡¡los atacaré yo!! —dijo y con un rápido avance se desplazó hacia uno de sus rivales que prácticamente desapareció en una nube de sangre, cortado en pedazos, el resto de los demonios no sabían que hacer, su defensa era como un domo impenetrable... y su ataque, simplemente, devastador.
Mientras tanto, su compañera se enfrentaba a su propio oponente que trataba de amedrentarla:
—Yo soy el capitán de la guardia de honor de Caleb, me gané este puesto por ser el más feroz en combate de entre todos los demás miembros, enfrentarse a mis armas, pequeño ángel, es una sentencia de muerte —la amenazó mirándola desde la altura que su enorme cuerpo le daba, Lucille, desde el suelo, apenas si llegaba hasta el plexo solar que aquel temible monstruo infernal—.
Este escudo curvo que llevo fue hecho con la piel de un dragón, es uno de los materiales más resistentes que existe. Sus escamas no solo pueden desviar a cualquier arma creada en el Cielo sino que también son impenetrables ante los ataques realizados por flechas... y lanzas como la tuya —señaló anteponiéndolo ante sí—.
Lo único que puede marcarlo es un colmillo de hidra, que es con lo que está hecha la hoja de mi cimitarra —agregó mostrando su enorme espada.
—¿Pretendes asustarme así? ¡Veamos si todo eso es cierto! —le contestó Lucille y sin temor atacó a su oponente de frente con su arma, la cual efectivamente, tal y como se lo había advertido el maligno, resbaló por la superficie del duro escudo dejando una estela de chispas tras de sí.
El demoníaco titán contraatacó al ángel con su espada y faltó poco para que la cortara en dos, solo su gran agilidad y rápidos reflejos la salvaron de lo que hubiera sido una muerte segura; en el suelo, la pétrea laja sobre la que se descargó la cimitarra quedó seccionada limpiamente.
Continuó así el demonio, abalanzándose sobre ella con varios ataques conectados, uno más brutal que el otro, y a pesar de que Lucille los esquivaba, algunos lograban rozar su cuerpo al atravesar su celestial armadura, causándole grandes tajos...
«No puedo contraatacarlo tan de cerca, peleando a esta distancia es imposible, mi lanza es muy larga para este tipo de lucha.
Si esto continua así destrozará mi armadura y mi energía angelical se terminará agotando con mis heridas», pensó y dando un largo salto hacia atrás se alejó varios metros de su oponente para revaluar su estrategia.
—¡¡Adelante, aquí te espero, ángel!! Solo podrás hacer un ataque con tu lanza, el cual bloquearé con mi escudo, y nuevamente quedarás a mi merced —le dijo el siniestro guerrero blandiendo su curva espada y adoptando una confiada pose de guardia—. Mis armas son superiores a las tuyas, acéptalo...
Esta pelea estuvo decidida antes de comenzar: no tienes ni siquiera una defensa adecuada, es solo cuestión de tiempo para que alguno de mis ataques te resulte letal —finalizó riéndose con burlesca malicia de ella, pero su carcajada quedó ahogada cuando Lucille tomando su arma por el medio y el extremo de su base giró ambas partes en sentido opuesto: con un mecánico chasquido, la lanza se dividió en varios segmentos que permanecieron unidos entre sí mediante cortos tramos de eslabones intercalados, revelando así su segunda configuración: un látigo de cadena con 9 secciones.
El atónito infernal se quedó mirándola confundido, la ventaja que su armamento le proporcionaba era ya inexistente, ahora solo el mejor gladiador vencería en esa contienda.
—Ahora mi arma combina ataque y defensa en uno —le dijo el ángel mientras le daba vueltas a su ahora flexible arma alrededor de sí—.
¿Qué, ya no tienes nada más que decir?...
Entonces lo haré yo, y te adelanto que tu siguiente ataque te costará el brazo —le advirtió finalmente adoptando una amenazante pose de defensa: agazapada y sujetando su arma tensa y estirada al costado de su cuerpo—.
¡ ¡Adelante, aquí te espero, demonio!!, si te atreves...
Sin mediar más palabras y dando un temible y estrepitoso grito de guerra el bestial ser de pesadilla la atacó imprudentemente con todas sus fuerzas, pero su curvo sable se encontró con la cadena que Lucille sujetó con firmeza delante de ella frenando así su avance hasta detenerlo y que de inmediato procedió a enrollar en el antebrazo de su oponente inmobilizándolo.
Acto seguido, y a pesar de la tremenda musculatura de su rival, ella usó como punto de pivote su propio hombro para palanquearle el codo más allá de su alcance natural y así le rompió la articulación.
El infernal capitán, dolorido y con su brazo ya inutilizado, soltó su espada que cayó al suelo.
—Tu sufrimiento será breve —le dijo el ángel y tomando la sección final de su arma, en el extremo de la cual se encontraba la afilada punta de su lanza, la clavó, a modo de puñal, en el corazón de su enemigo, enviándolo así de regreso al Infierno...
Al mismo tiempo que sus subordinados peleaban sin piedad ni tregua alguna, los líderes de las facciones en pugna se enfrentaban en una épica contienda personal:
Cada uno subido en una criatura de batalla arremetían con furia mutuamente y con cada ataque el palacio entero vibraba.
Las armas de los apoteóticos batalladores chocaban en el aire, generando explosiones de chispas y fuego en la refriega.
Entre desbocados relinchos y atronadores rugidos las míticas monturas de ambos se mostraban tan bravías como sus jinetes.
La mágica energía purificadora del unicornio lo mantenía a salvo del paralizante veneno de la infernal bestia leonina y su armadura protegía sus puntos vitales; sin embargo, la ferocidad de su oponente aunada a sus poderosas fauces, veloces garras y afilada cola volvían a esta riña una contienda desigual.
El celestial caballo corneaba a la matícora y le daba coces al tiempo que la demoníaca criatura le respondía mordiéndolo, lanzándole zarpazos y clavándole sus espinas.
Las dos bestias luchaban instintivamente hasta el final... hasta que ya demasiado heridas y agotadas no pudieron continuar más y cayeron al suelo dejando a sus jinetes de a pie.
Ahora los guerreros se enfrentarían directamente, solo uno contra el otro.
Se abalanzaron mutuamente, las armas colisionaron violentamente y los combatientes recargaron todo su peso en ellas... las llamas de la espada sagrada se avivaron como nunca antes y el demonio se vio obligado a retroceder ante un fuego divino que lo quemaba más que llamas del propio Infierno:
—¡Maldito seas! —gritó Caleb furioso y blandiendo su poderosa arma a diestra y siniestra lanzó varios golpes brutales con la única intención de demoler a Daniel.
El arcángel logró esquivar todos y cada uno de los mortales ataques de su oponente excepto por el último con el cual la infernal maza golpeó justo en el pecho a la armadura divina arrojando a Daniel varios metros hacia atrás... sin embargo, el poderoso representante celestial se mantuvo de pie y su dorada coraza no sufrió ni la más pequeña mella, así de grande era su poder.
—Con ese golpe hubiera tirado abajo hasta la poderosa columna central de un gran templo, ¿qué clase de avanzada alquimia se utiliza en el Cielo? —preguntó atónito el demonio ante lo que veía.
—No es solo la alquimia la que le da poder a esta armadura, antes de ser enviado fui consagrado como uno de los siete espíritus de Dios —dijo apuntando a la tríada de símbolos: cuerno, ojo y llama que estaban grabados en el centro de su pechera—. Yo en particular he sido bendecido con el espíritu la obediencia divina y mi principal mandato es el de eliminar al mal de este mundo... y puedes dar por hecho que no fallaré.
—Tu tienes tu protección, pero yo también tengo la mía, Daniel.
—Sí... he oído que el Infierno, en su enajenación, ha trocado a los siete pecados capitales en heréticas virtudes para sus generales; ¿cuál es tu pecado capital?
—¡Mi estigma infernal es la ira, de ahí proviene toda mi fuerza! Mi energía aumenta a medida que lo hace el conflicto que me rodea, la violencia me alimenta.
—Caleb, por mi rango de arcángel te juro que haré que tu maligno poder se convierta en tu absoluta perdición...
Para ese momento el primero de los grifos ya había acabado con las mantícoras que lo habían atacado, pero yacía malherido en el suelo y no podía levantarse. Su compañero estaba igual de mal, agonizando por las heridas recibidas mientras, sin soltarlas, aplastaba a las últimas dos mantícoras clavándole las garras de sus patas.
Lucille y Marina se habían encargado de los nueve demonios de élite a los que se enfrentaron, enviándolos a todos y cada uno de ellos de regreso al Infierno; sin embargo, ambas resultaron finalmente muy lastimadas y sus serias heridas eran tan serias que les requerían de casi toda su energía angelical, impidiéndoles ya hasta el simple acto de poder pararse... Desde el suelo solo podían contemplar la última batalla como simples e impotentes espectadoras.
Quedaban así únicamente los dos líderes, los cuales no dejaban de atacarse, el más mínimo error le permitiría al otro acabar con su rival... y en un instante fue el demoníaco Caleb quien, en un arranque de pura furia, lo cometió: tras uno de los brutales ataque de su martillo quedó dándole la espalda a Daniel y el arcángel lo atravesó con una limpia estocada en el centro de su ancha espalda...
El celestial guerrero presionó con toda su fuerza levantando así a su pesado enemigo en el aire y lo mantuvo hasta que la divina arma de fuego emergió por el pecho del demonio, triunfal.
El moribundo Caleb, sin poder hacer ya nada más que fenecer, decidió usar su último recurso, uno que tenía muy bien guardado: tomó con sus dos manos ambas mitades del mango de su martillo y las giró en sentido contrario... al hacerlo, la pica del extremo de ataque de su poderosa arma se extendió sobresaliendo un poco más de lo habitual.
Acto seguido, con una de sus manos agarró la punta de la espada de fuego para que no pudiera ser retirada de su cuerpo al tiempo que, con la otra, sujetó a su martillo cual si fuera una lanza, y con todas sus fuerzas lo arrojó contra la base de una de las más gruesas columnas que soportaban el peso del techo de la sala...
En cuanto el martillo impactó en el blanco su mecanismo secreto entró en acción: la pica que sobresalía de su extremo de ataque no solo se incrustó en su objetivo sino que, demás, se introdujo parcialmente dentro de la propia arma obrando como detonador para el poderoso explosivo que componía toda su enorme y pesada cabeza de guerra, una extraña sustancia de aspecto metálico, tan sólida y pesada como el mismo hierro, realizada mediante una fórmula alquímica desconocida, y con una capacidad de destrucción proporcionalmente superior a los más poderosos explosivos creados por el hombre...
Aquel extraño metal únicamente podía ser detonado de ese modo en particular: al entrar en contacto directo y friccionando contra el material con el que estaba confeccionada la pica.
La fuerte explosión voló en pedazos casi todo el apoyo de la gran estructura, causando así que la columna y parte del techo se comenzaran a resquebrajar acercándose al punto del colapso...
Al ver esto Daniel intentó quitar su arma del cuerpo del demonio para escapar con ella de la zona, pero no lo conseguía, el demonio la sujetaba con ambas manos a pesar de que se le quemaban hasta los huesos con las llamas del Cielo.
Decidió recurrir a su arma secundaria y haciendo uso de la división de la empuñadura de su espada la separó en dos, esgrimiendo en su mano hábil el puñal oculto dentro de su arma principal.
Comenzó así a apuñalar a Caleb en el cuello, pero el poderoso general del Infierno aguantó estoico el doloroso castigo al que era sometido, hasta que todo se vino finalmente abajo, precipitándose sobre ellos...
En cuanto la nube de polvo se disipó el resultado de la desesperada acción quedó a la vista: Daniel y Caleb, habían sido atrapados por los pesados escombros, solo la cabeza del demonio y parte del torso del arcángel, junto con uno de sus brazos y su cabeza, estaban a la vista:
—Hasta en esto último fallaste, Caleb... Ahora morirás totalmente en vano, ni siquiera te llevarás a mi espada contigo en tu camino al averno —le dijo Daniel al ver que su arma, aún dividida en dos: espada y puñal, había quedado tirada en el suelo... com ambas partes lejos del maligno ser.
—¿Eso crees de verdad, arcángel?... yo podré haber perdido mi oportunidad de matarte esta vez; pero ella, en cambio, obtendrá lo que busca —respondió el gran demonio riendo con malicia mientras era devorado por las llamas del Infierno.
En ese momento se comenzaron a escuchar unos pasos y de entre las sombras apareció Lisbeth sonriendo triunfal; había estado oculta hasta ese momento, solo observando las distintas batallas, sin intervenir...
—Un súcubo —susurró Daniel al verla.
—¡Bravo, bravo... bravo! Que intensa batalla acabo de presenciar, es una pena que terminara —expresó Lisbeth aplaudiendo de manera pausada—. Te felicito por ganarla, Daniel... aunque la victoria final será mía.
Te contaré algo que seguramente te indignará sobremanera a ti más que a nadie, por ser tú el vicario de guerra divino más obediente a la voluntad de Dios:
Antes de que sonara la sexta trompeta un grupo de arcángeles se opusieron a lo revelado en las antiguas profecías y lo hicieron por su cuenta, sin mandato divino alguno...
Sabían muy bien la hora, día, mes y año prefijados desde hacía eones para la apertura de las puertas del apocalipsis, de modo que, adelantándose a la sexta trompeta, volaron junto con un ejército de ángeles y cruzaron cuatro gruesas cadenas, hechas del mismo metal que las Rejas del Abismo, sobre la Puerta Magna impidiendo así que se pudiera abrir con libertad cuando llegó el momento...
Lisbeth se detuvo ahí, esperaba ver alguna reacción por parte de su interlocutor, pero no obtuvo ninguna y eso le extrañó mucho. ¿Acaso sabía Daniel de aquella maniobra contraria al plan divino? ¿o tal vez, solo tal vez, él había formado parte de ella?
En cualquier caso él jamás se lo diría, así que el súcubo continuó:
—Intencionalmente alteraron el plan de Dios, y es por eso que estoy aquí, yo simplemente pretendo restaurarlo... y para ello necesito tu espada; ella será una de esas armas sagradas que nos ayude a liberar la última puerta —dijo cínicamente la enviada del Infierno.
Al escuchar eso y con su brazo libre, el arcángel intentó tomar su flameante arma que estaba muy cerca de él... pero por más que se esforzaba no llegaba hasta ella.
—¡Adelante, súcubo! quiero ver como arde tu mano hasta convertir tus huesos en cenizas mientras intentas empuñarla... No podrás ni siquiera volver a ensamblarla —le gritó desafiante, aunque hablando con esfuerzo...
—Guerrero hasta el final; no esperaba menos de un arcángel... Pero las llamas de tu espada son solo un reflejo de tu actitud y se extinguirán en cuanto la pierdas, ¿verdad, Daniel? —le respondió Lisbeth con un aire de superioridad y sadismo, mientras que con su cola demoníaca se practicaba a sí misma un corte en la pierna para embeber su filoso extremo en el letal veneno que corría por su interior:
—Sé que tal vez mi sangre no sea tan fuerte como para matarte, ni siquiera en tu estado actual, pero te hará sufrir...
Veremos cuanto tengo que lastimarte hasta que ya no soportes más y te desmayes —agregó la infernal y empleando su cola como si fuera un látigo comenzó a atacar al arcángel cortando su piel, envenenándolo...
Desesperadas, Lucille y Marina ya nada podían hacer; Lisbeth se ensaño hasta que finalmente logró dejar inconsciente al divino ser y la espada de fuego entonces apagó sus llamas...
La bella infernal se acercó al arma sagrada, su primer gran éxito estaba al alcance de su mano, y cuando se agachaba para tomarla se escuchó el silbido de algo que cortaba el aire. Reaccionando solo con sus reflejos el ágil demonio saltó hacia atrás evitando lo que hubiera sido una estocada letal de la daga que Helena le había lanzado.
—¡Si quieres esa espada primero deberás pelear conmigo, asqueroso súcubo! —le dijo el ángel haciéndole frente.
—Antes de acabar contigo te diré que te enfrentas a un demonio de la Puerta Magna —le dijo Lisbeth asumiendo una pose de combate.
—Soy un ángel de Dios, no te temo...
—¿Ángel, quién tú?, por favor, no me hagas reír, si eres apenas una semiángel engreída... Ahora te mostraré la enorme diferencia de poder que existe entre alguien como tú y un ser como yo.
Acto seguido, arañó sus propios muslos desnudos, desde sus rodillas hasta sus caderas, y su demoníaca sangre fluyó bañandolos lentamente, no solo era de color burdeos, roja y oscura como la noche, sino que además era espesa, casi como la brea derretida. Impregnó así las uñas de sus manos con su mortal veneno, convirtiéndolas en armas letales, capaces de matar con un solo rasguño a cualquier humano... o semihumano.
Las dos féminas comenzaron a caminar en círculo, rodeándose y midiéndose mutuamente, hasta que de golpe estallaron en una feroz pelea: Helena bloqueaba con su escudo los mortales zarpazos de Lisbeth y con rápidos movimientos contraatacaba a su rival en puntos vitales que ella, a su vez, esquivaba con grácil agilidad.
Ambas eran igual de hábiles en combate cuerpo a cuerpo, sus fuerzas estaban claramente equilibradas...
Pronto pusieron en juego sus alas, dando así saltos y giros en el aire imposibles de emular para un simple ser humano.
Volaban patadas, codazos y golpes de todo tipo, al tiempo que la agresividad entre ambas se disparaba hasta el límite de su odio.
—¡¡Jamás volveré a Oblivion!! ¡¡¿Sabes acaso lo que es para un súcubo, un demonio que se alimenta del placer carnal, el estar encerrada por milenios en una prisión donde el castigo es no sentir nada, absolutamente nada?!!
—¡No eres más que una simple ramera!... ¡¡Una prostituta!!
—¡Soy una guerrera del Infierno, el sexo es una de mis armas!
Así, la lucha continuó siendo furiosa y encarnizada, por momentos descontrolada, hasta que en un instante ambas quedaron frente a frente posadas en tierra, extremadamente agitadas, tratando de recobrar el aire... necesitaban de un instante de respiro:
—Me aborreces con todo tu corazón —le dijo Lisbeth—. Es por ese humano, Ryan, ¿no es así?
Estoy segura de que no soportas el habernos visto tan juntos y el saber que nos besamos con tanta pasión... Los celos deben estar carcomiendo tu tonta alma —agregó riéndose de ella con malicia.
—¡El súcubo intenta hacerte perder tu concentración, Helena! —le gritó Lucille— ¡No se lo permitas!
—Los súcubos centramos todo nuestro poder en los hombres, nos especializamos en controlarlos... somos capaces de hacer con ellos lo que queramos, así ha sido siempre, somos irresistibles para ellos; luego de que te mate iré por él y lo convertiré en mi más fiel esclavo... y cuando termine de usarlo condenaré su alma al Infierno —agregó Lisbeth—.
Puedo adoptar la forma de cualquier mujer. ¿Qué tal esta? —dijo tomando la forma de la hija del paladín Hawk y agregó:
—Estoy segura de que Ryan se alegrará de verla con vida... aunque la verdadera haya muerto ya hace meses cuando la sacrifiqué.
—Lisbeth —susurró Helena en voz baja, incrédula ante aquella revelación, al contemplar el actual aspecto de su infernal oponente.
—Sí... Lisbeth ¿por qué no? Ese nombre me agrada y bastante, se parece mucho a mi nombre real; puedes llamarme así si lo deseas, al fin y al cabo, el verdadero nombre de un súcubo es algo impronunciable para la limitada lengua de los humanos.
«Debí darme cuenta, el olor que sentí en el bosque fue siempre de ella; además, mi daga siempre resplandeció en su presencia y, aunque fue algo fugaz, hasta brilló furiosa, advirtiéndomelo con fuerza, justo antes de que muriera el paladín del puesto de observación», pensó Helena...
—No te tortures, semiángel... al fin y al cabo, tu parte humana sigue siendo muy fácil de engañar para un demonio como yo.
Helena no podía salir de su asombro, nunca pensó que la hija del paladín que ella conoció hubiera sido en todo momento un demonio, y esa fracción de segundo fue todo lo que la artera Lisbeth necesitó para derrotarla: dando un rápido movimiento con su cadera proyectó la envenenada punta de su invisible cola hacia uno de los desprotegidos muslos del ángel que vio como se le abría una herida en su pierna como si un filo la hubiera atravesado.
En ese instante la sádica Lisbeth adoptó nuevamente su forma real y el ataque quedó a la vista: la punta de su cola estaba clavada en el muslo de su rival.
—Estás condenada —dijo el demonio sonriendo con malicia, de inmediato saltó hacia atrás tomando una prudencial distancia de la divina guerrera para dejar que su veneno actuase en su humanidad.
Rápidamente, Helena comenzó a desfallecer, sus piernas fallaron cayendo de rodillas al suelo para quedar, finalmente, recostada de lado, casi inmóvil y solo esperando morir.
—¿Qué les parece lo que puede hacer un súcubo como yo? —les preguntó entonces Lisbeth a Lucille y Marina que la miraban con rabiosa impotencia desde el suelo y cambiando a Helena continuó:
—Antes de que mueras dime... ¿por qué luchas por ellos a pesar de ser en parte humana?, los ángeles obedientes de Dios, les han negado el conocimiento al hombre desde sus albores. En cambio, nosotros se lo damos; de hecho, lo hicimos en la antigüedad ¡y por eso Él nos arrojó del Cielo! —dijo señalando con su dedo hacia arriba.
—Ustedes, malditos demonios, solo entregan migajas de lo que realmente saben, ¡y a unos pocos solamente! —la increpó su herida interlocutora—.
Siempre buscaron a las personas más débiles e imperfectas, seres fáciles de corromper con el pecado... y lo hicieron a cambio de su obediencia eterna, de su alma inmortal; fue así que crearon a las élites corruptas que llevaron a la humanidad por un camino de esclavitud y autodestrucción.
El plan de los líderes demoníacos es arrebatarle a Dios todo lo que ha creado y ponerse al mando de legiones de sirvientes incondicionales a los que solo les darán autoridad por sobre otros seres inferiores en poder.
—¡Que infamia para con nosotros! —expresó Lisbeth indignada—. Las necesidades de la humanidad nacen de las carencias del hombre, ¡fue Dios quien lo hizo así!; la búsqueda del placer físico y su consecuencia, el materialismo, son algo natural e inherente a la propia condición humana... Satisfacer eso se llama evolucionar y nosotros hemos colaborado en ello.
—¡Vaya cinismo el que tienes! Los demonios solo incentivan esas carencias para obtener más control sobre las personas necesitadas —le dijo entonces Lucille interviniendo—.
Las privaciones físicas del hombre son pruebas de templanza para forjar su alma. El verdadero fin del ser humano está en su espiritualidad, allí radica la verdadera meta a conseguir; los cuerpos son meros contenedores para que el espíritu incube en ellos y crezca; así, la verdadera entidad de luz, que es la conciencia, logra emerger gloriosa tras la muerte del cuerpo.
Evolucionar es algo a lo que las personas deben acceder solo cuando estén listas, el conocimiento sin sabiduría es lo más peligroso que existe, prueba de ello son los desastres a los que la humanidad ha llegado y que no puede controlar, como: las guerras, la contaminación y la creciente degradación moral —A lo que el demonio respondió:
—El camino de Dios es muy lento, incierto, y requiere de mucho esfuerzo... el nuestro es rápido y eficiente. Es por eso que les damos, ¡les regalamos!, nuestro saber angelical.
—«Los bienes más preciados no se regalan, hay que ganárselos» —replicó Marina esta vez—.
Los ángeles pretendemos que el hombre crezca por sus propios méritos, que evolucione de verdad y no solo en apariencia, que es lo que ocurre cuando acepta los regalos de los demonios.
—¡Dios y ustedes tienen toda la eternidad, los seres humanos no! —dijo exaltada la infernal—. La carne que les dio a ellos es muy frágil, su tiempo de vida es breve y con cualquier daño muere.
—Eso es justamente, la finitud de su existir terrenal, lo que cultiva en ellos sus virtudes cardinales: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Sobre ellas gira toda la moral del hombre —le contestó Marina—.
Al seguir el plan de Dios, el alma humana, con sus diversos matices, creados por ella misma gracias a su libre albedrío, se acerca a los ángeles en pureza...
Eventualmente podrá volverse física sin la necesidad de tener un cuerpo, como sucede con nosotros.
—¡¡Tonterías!! —se enojó Lisbeth—. Él fue mezquino y cruel, solo quiso tener a las personas sometidas, necesitadas, temerosas, rogándole por piedad; es por eso que les dio esos patéticos cuerpos débiles; los animales, que también son su obra, los superan en todo menos en inteligencia, la cual a ellos les negó... ¡Toda su creación ha sido incompleta!
Nosotros podemos hacerla mejor, ¡mucho mejor que Dios!; podemos darle a los humanos poderes increíbles para ellos, poderes que van más allá de los límites fijados por su creador... y quien no teme pactar con nosotros los obtiene, ¡esa es la verdad!
—Ya he visto lo que el poder demoníaco puede hacer —dijo Helena interrumpiéndola—. ¿Realmente llamas a eso hacerlo mejor?, ¿convertir a las personas en criaturas físicamente deformes, con almas pecaminosas... Seres como ustedes? ¡¿Auténticos mostruos?!
—¡¡Los demonios no somos monstruos!! ni tampoco nuestras creaciones. Solo buscamos lo mejor... y, por cierto, lo que tú llamas pecados para nosotros son muestras de fuerza.
¡Todo lo que hemos creado supera en poder a las criaturas hechas por Dios!
—¡¡Eres una mentirosa hereje!! ¡Ustedes no pueden crear nada!, absolutamente nada —exclamó Lucille enojada—. No pueden hacer almas, es por eso que han usado las de los humanos para hacer más demonios.
—Podríamos haberlo hecho mejor si Dios hubiera compartido con nosotros sus conocimientos del Génesis, de la creación...
Hemos tenido que tomar a sus criaturas y las hemos recombinado, solo así pudimos crear los seres que son conocidos por los humanos como mitológicos, de leyenda.
Con nuestra alquimia infernal les hemos dado la fuerza y los sentidos que Dios le dio a los animales, de ahí han surgido los poderosos seres que la humanidad tanto admira y respeta.
—¿Admira y respeta?, mas bien teme diría yo —comentó Helena con sorna.
—¡¡Ya cállense, cállense todas!!, estoy harta de escucharlas... Nunca nos entenderemos, eso está claro —definió Lisbeth al tiempo que les lanzaba a las celestiales una mirada cargada con todo su desprecio y rencoroso odio.
Caminó entonces hacia la espada del arcángel y cuando se agachó se detuvo súbitamente...
En la espejada hoja de la portentosa arma divina se reflejaba una figura humana, misma que se encontraba en la entrada del gran salón Real, a espaldas de la infernal.
Era Ryan que había llegado por detras de ella y la tenía ahora encañonada a menos de diez metros de distancia, justo al frente a su matademonios.
—Que enorme gusto verte, Ryan... ¡Amor mío! —le respondió la artera Lisbeth y disimulando su nerviosismo volteó hacia él lanzándole la misma mirada hipnótica que usaba con todos sus siervos.
—¡No me hables como si ya me conocieras, demonio! —replicó él confundido por sus palabras e impactado por la gran belleza de la diablesa.
—¡Ryan, no la veas a los ojos, solo dispárale y mátala ya! —le gritó Marina, pero su advertencia llegó demasiado tarde... él no reaccionó.
El verde fulgor de la mira láser recorría el bello rostro de la diabólica enviada, encandilándola al pasar por sobre sus ojos, sin embargo, ella continuaba mirando fijamente a su objetivo sin siquiera parpadear... el poder sugestivo de su mirada era lo único que la separaba de una muerte segura ante el arma consagrada.
—¡¡Haz lo que te digo, Ryan... Ahora!! ¡¡¡Obedéceme y no lo pienses más!!! —volvió a gritarle el ángel con todas sus fuerzas.
—Es inútil, Marina... ya no insistas —le dijo su compañera—. Ese demonio dijo hace un rato que ya se habían besado, sus almas se rozaron. No he sabido de ningún hombre que alguna vez haya podido escapar del influjo de un súcubo luego de algo así. Ella lo tiene en su poder y hará con él lo que quiera.
—Me alegro de que al fin veas mi aspecto natural, Ryan; esta es mi verdadera forma, sin engaños ni disfraces...
Tenía miedo de que no me aceptaras luego de haberme visto con este otro aspecto —dijo Lisbeth cambiando de forma y volviéndose como Helena—. ¿Recuerdas aún nuestro beso?, rememora lo que sentiste por mí en ese momento, ese deseo pasional, instintivo, absolutamente puro... Lo que te hice sentir te aseguro que nadie más lo hará como lo hice yo —agregó volviendo a su forma demoníaca.
—Cortaste mis muñecas, con tu cola para que me desangrara —le increpó Ryan sosteniendo su arma aún en alto, aunque titubeando y con su mente confundiéndose en un esforzado intento de oponerse a la sugestión diabólica de ella.
—De haber querido pude haberte matado fácilmente cortando tu cuello, pero en lugar de eso te perdoné la vida y lo hice porque me enamoré de ti con ese beso que me diste.
¿Te sorprende acaso que un demonio pueda amar? Un súcubo sabe perfectamente cuando se encuentra con su pareja perfecta. Nunca un hombre ni un demonio me hizo sentir lo que tú —le respondió ella y comenzó a caminar hacia él contoneando su curvilíneo cuerpo agregando:
—Solo me defendí para poder escapar de allí, estabas a punto de dispararme con tu arma del mismo modo en como lo haces ahora.
Bájala, amor mío, te lo ruego... y escapemos juntos los dos, vayamos lejos de aquí donde nada nos interrumpa —agregó con voz seductora...
En ese instante las manos de Ryan comenzaron a temblar y ella aumentó la presión:
—Te ofrezco una eternidad de placer junto a mí. ¿Prefieres, acaso, quedarte con esa moribunda semiángel? ¿Qué te ha dado ella hasta ahora? ¿Se ha acercado a ti como lo hice yo? Conmigo tu goce no tendrá límites... te enseñaré formas de placer que muy pocos hombres han conocido y que en este momento ni siquiera puedes imaginar.
Las demoníacas palabras comenzaron finalmente a surtir efecto en su víctima que, como si estuviera hipnotizado, bajó el cañon de su arma...
—No la escuches, Ryan... por favor —le suplicó llorisqueando Helena casi con lo último que le quedaba de aliento.
Ante la voz de la divina fémina él reaccionó un poco y comenzó a retroceder alejándose de Lisbeth, quien, al ver como volvía a perderlo, insistió en su diabólica tentación:
—Únete a mi, el Cielo nunca te dará lo que puede ofrecerte el Infierno. Los ángeles solo te matarán para enviarte a ese dichoso coro que están formando allí... ya has escuchado lo que piensan de los hombres, ellos desprecian tu imperfección, tu humanidad y lo hacen del mismo modo en como nos despreciaron a nosotros cuando nos echaron del Reino Celestial.
¿Sabes por que los demonios hemos podido influir tanto en la humanidad desde sus albores? —preguntó retóricamente—. Porque tenemos mucho más en común con ustedes que los ángeles... estás más cerca de mí que de cualquiera de ellas —finalizó señalando con su dedo indice a las guerreras celestiales.
Los argumentos de Lisbeth parecían bastante convincentes para la confundida mente de Ryan que se debatía sin cesar, su cuerpo y su alma libraban una guerra interior... hasta que en un instante todo cambió cuando Helena, haciendo un esfuerzo final, jugó su última carta:
—Ryan, quiero que sepas algo... yo, te amo —alcanzó a decirle mirándolo a los ojos y con esas últimas, temblorosas, sentidas palabras, perdió el conocimiento.
Al escucharla Lisbeth se detuvo en su avance y se quedó estática: el amor de una mujer es una de las pocas fuerzas a las que un súcubo debe temer, porque ese sentimiento, cuando es puro y verdadero, deja a todos sus poderes sin efecto alguno...
La expresión de su rostro, sorprendida y expectante, lo decía todo; ella era la única que sabía lo que Helena podía haber provocado al pronunciar esa frase y más aún, de ese modo tan especial... esas simples y agónicas palabras de esa mujer angelizada no solo tenían todo el poder de romper su fuerte influjo sobre Ryan sino que además podrían desencadenar su furia contra ella.
Lisbeth vio claramente como la mirada de Ryan cambiaba de un modo drástico, trocándose ahora en una de la que emanaba el más puro odio hacia ella; sintió como su lazo emocional se debilitaba hasta perderse completamente y en ese momento de paroxismo sintió miedo, mucho miedo, su instinto de autopreservación se apoderó de ella. Aterrada, lo abandonó todo y levantó vuelo con rumbo directo hacia la enorme apertura que había quedado en el salón como consecuencia del parcial derrumbe de su techo.
El rayo láser del arma de Ryan rápidamente buscó hacer blanco en el bello cuerpo de la diablesa, al tiempo que él abría fuego sin ningún tipo piedad ni compasión contra la alada agente infernal...
Así, le consiguió asestar varios disparos directos en sus piernas, espalda y alas; y continuó disparando cada bala de su cargador hasta que su matademonios quedó completamente vacía... a pesar de ello, continuó gatillando sin cesar, como si aún le quedase munición.
De todos modos, y sufriendo unos terribles dolores, la malherida Lisbeth logró escapar...
Momentos después, ya sin su comandante supremo y con muchas bajas, los infernales cuernos de guerra comenzaron a sonar desde la foresta ordenando retirada, y así las fuerzas del averno se replegaron nuevamente hacia la espesura de los bosques.
El ataque al bastión parecía haber terminado, hubo gritos de victoria por parte de los caballeros más novatos, sin embargo, era una victoria pírrica, pronto se darían cuenta de lo vulnerables que habían quedado ante un implacable enemigo que solo se estaba reagrupando, fortaleciéndose.
Aquel era apenas un impasse y debían prepararse para lo que pronto, muy pronto, sobrevendría...
A las Puertas del Cielo
En su trono de roca, Lisbeth planeaba que hacer ahora... Luego del fallido intento de destrucción del Bastión de los Guerreros Sagrados las fuerzas del mal habían perdido a su comandante, Caleb; ella era ahora el demonio que ostentaba la mayor jerarquía en toda la zona y, por lo tanto, según mandaba la ley infernal, la líder provisional de lo que quedaba del enorme y diezmado ejercito de demonios que se había replegado, reagrupándose oculto en los bosques de la región circundante a la ciudad.
Mientras tanto, en el aún humeante bastión de Dover la situación no era mucho mejor. Con la totalidad de sus ángeles y una gran cantidad de caballeros y paladines heridos estaba claro que no podrían soportar un segundo ataque.
Luego de haber perdido a su computadora central, junto con todas sus telecomunicaciones, a causa del explosivo atentado perpetrado por Lisbeth a la sala central, el bastión había quedado extremadamente expuesto: sus sistemas automáticos de defensa estaban inoperantes y sus comunicaciones, completamente cortadas.
Aislado así del resto de la Orden de la Cruz de Acero no podía solicitar refuerzos y, lo que era aún más dramático, se encontraba electrónicamente cegado al no contar con una conexión a los satélites que le permitiesen controlar los preparativos del enemigo.
En vista de esto último se habían desplegado varios inquisidores para que cumplieran un arriesgado rol de vigías dentro de la peligrosa zona hostil.
Ocultos en los bosques y usando sus livianas armaduras, equipadas con lo más avanzado en equipo de espionaje y sus dispositivos de invisibilidad activos, los ágiles comandos de la Inquisición se ocultaban dentro del territorio enemigo observándolo todo desde las sombras con el único fin de obtener cualquier dato de inteligencia que les fuera posible...
Uno de ellos se había aventurado tan profundamente en la foresta que se encontraba literalmente enfrente de la propia Lisbeth, quien, entronizada en el mismo lugar que supo ser del infernal mariscal que la precedió, se encontraba reunida en ese momento con su nuevo segundo al mando, el cual le decía:
—No creo que usted deba arriesgarse más, mi señora. Aún no se ha recuperado de las heridas que ese maldito soldado le causó con su arma bendecida.
—Pronto dejará de ser así —le contestó ella soportando el gran dolor de sus lesiones mientras veía como llegaban algunos de sus acólitos con un minotauro, el cual se paraba delante de su trono.
—¿Esto es lo mejor que pudieron conseguirme? —preguntó de manera retórica y despectiva, visiblemente indignada al ver que la monstruosa criatura se encontraba sucia y bastante lastimada.
La diablesa se puso de pie y se acercó a la enorme bestia que la doblaba en tamaño:
—Arrodíllate ante mi —le ordenó y el monstruo obedeció...
Con un profundo corte que le practicó con su cola en el cuello, Lisbeth hizo sangrar a la criatura lo suficiente como para beber un trago de su sangre, de inmediato las heridas que le había causado Ryan en su cuerpo se cerraron.
—Mejor —expresó ella satisfecha y, acto seguido, apoyó las palmas de sus manos en ambos costados del cuello del minotauro.
El poderoso demonio se encontraba claramente agotado por la batalla de la noche anterior y aún no se había podido recuperar del todo, sin embargo, eso a Lisbeth no le importó para nada, ella se consideraba mucho más valiosa que ese ser y, debido a ello, realizaría el mismo ritual que los súcubos han estado aplicándole a todas sus víctimas desde que fueron creados: el minotauro era mitad hombre y eso le permitía al súcubo usar con él su poder de absorción de energía vital.
La infernal fémina arqueó su cuello hacia atrás y una emanación de energía roja comenzó a surgir de todo su cuerpo. Como si fueran cientos de pequeños brazos esa demoníaca energía envolvió el enorme cuerpo de la semitaurina bestia y comenzó a drenarle toda su fuerza vital...
Poco a poco la turgente musculatura del minotauro comenzó a volverse flácida hasta desaparecer, su rostro se fue avejentando y su pelaje volviéndose gris hasta que finalmente solo quedó una osamenta cubierta por una piel seca y la criatura se desplomó para ser absorbida hacia las entrañas infernales.
—Ahora sí... ¡Me siento renovada! —expresó finalmente Lisbeth satisfecha, sonriendo rozagante y plétora de energía.
El espía pasó entonces a ser testigo de sus planes más inmediatos: en tres días planeaba que los demonios hicieran una segunda oleada.
El informe llegó casi instantáneamente al arcángel Daniel quién, reunido en un sínodo junto a los principales ángeles y paladines bajo su mando, elaboraba un plan:
—¿Mi nave se encuentra lista para zarpar? —le preguntó al paladín que lideraba a los ingenieros del astillero.
—Sí, señor; está completamente reparada.
—Bien, quiero que suban a bordo a la totalidad de los heridos. Iremos hasta el propio Cielo y nos presentaremos ante uno de los serafines... ellos son los únicos seres celestiales capaces de curar a todo un ejército rápidamente con su tremenda energía —explicó el arcángel y agregó:
—Almirante, usted será el capitán —dijo mirando al paladín más versado en el comando marítimo de todos los allí presentes—. Viajará con la tripulación mínima necesaria; quiero, además, que antes de partir se baje a puerto todo lo no esencial de la fragata, que los soldados dejen también sus armaduras y armas más pesadas... así podremos maximizar el espacio para los heridos y la velocidad de navegación.
Yo permaneceré aquí, junto con todos los combatientes que estén en condiciones de pelear, y organizaré la defensa del bastión —finalizó de manera tajante.
—Nosotras nos quedaremos con usted, aquí en la Tierra... si nos lo permite —le dijo Lucille.
—Somos su guardia personal y no estamos tan lastimadas como parece —agregó Marina tratando de fingir su verdadero estado.
—Ustedes dos no están en condiciones de luchar, viajarán con los demás heridos. Mientras tanto, se encargarán de los preparativos... y no quiero escuchar peros, son mis ordenes —les contestó Daniel.
En ese momento y en el hospital, Ryan estaba junto a Helena que, envenenada por la sangre de Lisbeth, moría lentamente.
No había nada que se pudiera hacer por ella; de a poco su energía angelical, lo único que ahora mantenía a su cuerpo físico con vida, se le estaba acabando y cuando se le agotara del todo ella partiría de este mundo inexorablemente.
Las últimas palabras que pronunció fueron su declaración de amor y Ryan no podía dejar de repasarlas en su mente:
«Tuve tantas oportunidades de decirle que la amaba... pero no lo hice... y ahora, aunque se las diga, ella no podría oirlas», pensaba torturándose.
En ese instante entraron unos enfermeros para llevarse a Helena:
—¿Qué sucede? —les preguntó Ryan.
—Tenemos orden de trasladarla al puerto...
—¡¿Qué?!, ¿para qué?
—Alégrate. Será llevada en la nave del arcángel ante un serafín que la salvará —le dijo Lucille ingresando en ese momento.
—¿Y por qué no viene el serafín hasta aquí?
—Los serafines nunca descienden del Cielo...
—¡¿La llevarán hasta el propio Cielo?! —preguntó entonces Ryan enfatizando con su dedo hacia arriba.
—Sí, a ella y a los demás heridos... Por lo tanto: tú te quedarás aquí defendiendo el castillo —le dijo Marina poniéndosele delante de él con una desafiante pose de mando.
—¡No, definitivamente no; me rehúso! Yo voy con ella; y ni tú ni nadie más va a impedírmelo —le respondió él acercándose al ángel hasta ponérsele cara a cara, en una evidente actitud confrontativa.
—¡Cuida tu actitud, humano! Le hablas a un ángel de Dios; estaré lastimada pero ni aún así eres rival para mí —le contestó ella.
—Marina, contrólate —le pidió Lucille—. Es solo un aspirante a caballero que aún ni siquiera tiene buenos modales...
Aunque se quedara aquí no creo que fuera de gran ayuda ante el ataque de los demonios —y dirigíendose a Ryan le dijo:
—De acuerdo, si tanto lo anhelas, vendrás... Pero te advierto que si Helena llega a morir durante el viaje la pluma de ella que te protege de nosotras desaparecerá, y por tu insolencia de recién hacia mi amiga seré yo misma quien reclame tu alma.
Recuerda: desde que abordes la nave tu vida estará ligada a la de Helena.
Te daré un pase especial como tripulante, serás de más utilidad en el barco haciendo tareas simples; y que te quede claro que solo te permito venir porque puedo ver el gran amor que sientes por ella...
Pocos minutos después, Ryan se presentó en el puerto de la ciudad con el permiso otorgado por la emisaria divina y entonces vio la nave en la que viajaría:
Se trataba de una fragata de guerra similar a las que surcaban los siete mares en el siglo XIX, el más rápido de los veleros mercantes jamás creados, capaz de combatir en forma independiente de una flota y especialmente concebido para llevar a cabo misiones de exploración ofensiva y vigilancia.
Contaba con dos cubiertas, estando la superior artillada con varias ballestas de gran tamaño montadas y desplegadas en ambos flancos de su proa y popa. Sin embargo, sus armas más poderosas estaban ocultas en su quilla, en donde se podían ver las compuertas de una treintena de cañones por lado, estaban cerradas pero listas para abrirse y entrar en combate.
Disponía de tres grandes mástiles y muchas velas, como todo navío de ese tipo, pero ademas contaba con un velamen adicional muy particular: a cada lado de su casco había una vela triangular capaz de desplegarse como un abanico gigante; aquellas grandes estructuras se apreciaban tan maniobrables como las alas de un ave.
—Nunca había visto un barco con velas laterales de ese tipo —le dijo Ryan al marino al que se presentó para abordar—, ¿para que sirven?
—Son las alas-timón de babor y estribor, se usan exclusivamente durante las maniobras aéreas; con la nave en el agua permanecen replegadas —respondió el hombre.
—¿Está diciendo que este barco... puede volar? —preguntó Ryan tímidamente, temiendo hacer el ridículo con su pregunta.
—¡Desde ya que sí, muchacho! Es uno de los navíos del Cielo, fue construido en sus astilleros; casi todos pueden volar —exclamó el oficial riendose a carcajadas—... Esta es la primera ocasión en la que te encuentras ante uno de ellos, ¿verdad? —le preguntó y, sin esperar una respuesta, continuó:
—Tu expresión una vez fue la mía.
Estas naves son algo increíble, no solo pueden navegar como nuestros barcos sino que también son capaces de remontar vuelo y moverse en el aire con la misma soltura que en el agua.
Verás, tanto el agua como el aire son fluídos, aunque con una densidad muy diferente; estos barcos se elevan y descienden de una manera similar a como lo hacen los submarinos en el agua.
A esta fragata la tuvimos que reparar por un ataque que sufrió en el norte hace unas semanas, en el que resultó bastante dañada.
Por suerte, su interior quedó intacto... Dentro se su casco posee enormes cámaras estancas y un complejo sistema de compresores que manejan un gas muy especial y que nunca antes habíamos visto, nuestros científicos dicen que se trata de un isótopo de hidrógeno gaseoso que, al expandirse y contraerse, calentándose y enfriándose, le brinda un enorme poder de elevación; luego, las corrientes de aire le dan su propulsión.
Solo en el Cielo han podido crear algo así —dijo el hombre.
—¿Como se consigue ese isótopo?
—¡Con alquimia desde luego, muchacho! Tanto el Cielo como el Infierno la usan, esa es la ciencia del más allá, ¿no lo sabías? —finalizó el marino riendose.
Ryan, sorprendido y admirado con la nave, la abordó...
Durante el resto de la mañana tanto parte de la bodega como la cubierta inferior de la fragata fueron cargadas con los enormes grifos y decenas de ángeles, paladines y caballeros heridos durante el ataque, convirtiéndolas así en improvisados pabellones hospitalarios.
Los combatientes aptos para la lucha, como Beatriz y Derek, permanecerían en tierra junto con el arcángel Daniel, varios paladines y miembros de las fuerzas de élite preparando las defensas del bastión.
A poco de zarpar el poderoso navío comenzó a elevarse: desplegó entonces sus alas-timón y remontó vuelo con suavidad.
En ese momento Ryan estaba en la cubierta exterior ayudando con el manejo de las velas; el cielo estaba mayormente despejado y el paisaje era hermoso, desde la altura se podía contemplar hasta el horizonte... era una visión que él hubiera deseado contemplar junto a su amada Helena.
Junto al barco volaban algunos ángeles, mismos que, por tradición, usualmente acompañan a las naves celestiales durante sus despegues, entre ellos se encontraba Beatriz:
—¡Ryan, acércate a la baranda! —le gritó y él lo hizo...
—¿Qué ocurre?
—Quiero que cuides mucho a Helena, estoy muy preocupada, no me siento así habitualmente; tengo un mal presentimiento. Ella es mi mejor amiga, siempre he tratado de protegerla y esta vez no podré... Te la encomiendo a ti —dijo y al separarse agregó:
—¡Helena quiere ser tu ángel de la guarda, en este viaje tú tendrás que serlo de ella!
Mientras tomaba altura la celestial fragata se dirigió hacia un banco de densas nubes, el cual penetró... A partir de ese momento ya no hubo mucho más que ver, era como navegar a través de una densa niebla.
Desde tierra todos contemplaron como el barco se alejaba hasta desaparecer llevando a bordo suyo las únicas esperanzas que tenían de sobrevivir. Ahora solo les restaba prepararse para resistir el embate de la segunda oleada de demonios, y rezar...
Sin más que hacer por el momento Ryan regresó junto a Helena, que yacía sin despertar, él solo deseaba quedarse con ella todo el tiempo que pudiese; en su actitud de veía el abatimiento y la angustia, aquello era algo capaz de conmover aún a los ángeles más duros e inflexibles:
—Siento una profunda lástima por ellos —le dijo Marina a Lucille, quienes los observaban a unos metros de distancia.
—Los humanos nunca han sido capaces de controlar el amor; ese sentimiento es tanto su fuerza principal como la causa de sus penas más profundas —le contestó su amiga derramando una sentida lágrima.
El tiempo pasó y Ryan se quedó dormido en una silla junto a la cama de Helena... descansó hasta que en un momento fue despertado por un rayo de luz que le dio de lleno en el rostro:
«¿El sol? Salimos del banco de nubes... ¿Cuánto tiempo habrá pasado ya?», se preguntó pensando y fue en busca de alguien que le diera algunos datos.
Llegó así a la cubierta del navío y en cuanto salió vio algo que no esperaba: el barco se encontraba en el agua nuevamente.
Miró hacia atrás y vio como la fragata se alejaba de una densa niebla que parecía extenderse sin final; ahora navegaba sobre un brumoso mar de aguas calmas, oscuras y profundas, mismas que se extendían como el manto nocturno y en donde destacaban islas de distintos tamaños hasta donde llegaba la vista...
Pronto se dio cuenta de que ese lugar no era similar a ninguno de los que él conocía en la Tierra: por sobre la líquida superficie, y como si de ella emergieran, habían también nubes que eran tan altas, densas y grandes como las que podían llegar a existir en un cielo tormentoso.
—Estamos en uno de los tantos lugares del más allá... Este en particular es la antesala del Cielo. ¡Bienvenido al Purgatorio, Ryan! —le reveló Lucille, quien lo sorprendió apareciéndole por detrás...
—¿El Purgatorio? Jamás hubiera imaginado que fuera igual a un archipiélago de islas como los que hay en la Tierra —respondió él.
—No deberías de extrañarte «así como es arriba, es abajo»... ese es un principio sagrado. Las cosas aquí no son tan distintas a como tú las conoces, todo te resultará tangible.
Un alma que se encuentre en el más allá es tan sustanciosa como lo era en la Tierra cuando tenía su cuerpo, hasta las leyes físicas que rigen en este plano se comportan de una manera equivalente.
Aquí, tanto tú, que no has muerto, como una persona resucitada o un alma desencarnada son similares en muchos aspectos —le recalcó ella y continuó:
—En las Sagradas Escrituras también se habla de los tres cielos... El primero es el que ustedes, los humanos, conocen desde que nacen: es el cielo atmosférico de la Tierra, allí hay nubes, arco iris y es donde vuelan las aves. El segundo cielo es el estelar; de allí provienen los meteoritos y hay cosas como las galaxias, el sol, la luna... todas las estrellas y los demás planetas.
Nos dirigimos hacia el tercer cielo: el divino, donde mora Dios junto con las Jerarquías Angélicas... es al lugar al que van finalmente las almas meritorias.
—¡Pero si veo al sol al frente! Es más, está bajo... aún es de mañana —dijo colocando la palma de su mano horizontal delante de sus ojos y con ella calculó su elevación—... doce dedos, hace como tres horas que amaneció. ¿Cómo puede ser eso posible?
—Ese no es el sol, Ryan. Nos dirigimos directamente hacia las Puertas del Cielo y esa luz cegadora proviene de allí; ese es el inmenso poder del gran creador de todo, él se encuentra en el centro del Paraíso, sitio que comienza por detrás de ellas.
A diferencia de la Tierra, aquí el día no cambia nunca, esa luz que ves y que lo inunda todo es la energía de Dios... en este cielo extrañarás la noche, Ryan —bromeó y continuó diciendo:
—Estamos navegando por el Océano de la Esperanza, se encuentra delimitado solamente por las Murallas de la Perfección; en las islas que puedes ver están las almas del Purgatorio, penando y esperando a purificarse lo suficiente como para ser dignas de ingresar al Paraíso.
Si guardas silencio y prestas atención escucharás sus lamentos a la distancia —concluyó.
El ambiente en el Purgatorio era de tristeza, dolor, pena... y también de esperanza, todo lo cual se condensaba en una mezcla de resignación y abatimiento que se sentía en el aire.
La energía de millones de almas que allí esperaban por la salvación eterna inundaba todo aquel asfixiante panorama.
A medida que la fragata continuó con su avance, una fina línea comenzó a distinguirse muy a lo lejos, por sobre el horizonte, era una construcción que se perdía hacia los lados prolongándose hasta desaparecer en algún punto indeterminado. Aquella construcción comenzó de apoco a tomar la forma de altas murallas de las que emanaba una cristalina luz, la cual se elevaba hacia lo alto hasta perderse...
La única manera de continuar desde ese punto era pasando entre dos estatuas tan altas como edificios que representaban a un par de ángeles vestidos con largas túnicas y que, en conjunto, enmarcaban la entrada.
Sus poses, como si fueran una el reflejo de la otra eran similares y en espejo: estaban de pie sobre una roca, que les servía de pedestal; con uno de sus brazos en alto, el dedo indice de la mano correspondiente apuntaba hacia arriba señalando al Cielo, mientras que en su otro brazo, extendido hacia abajo, sujetaba una corona fúnebre en dirección a la Tierra; en una evidente alegoría al camino del cuerpo y el alma, que instaba a los recién llegados a elevarse hacia lo celestial dejando atrás todo lo terrenal; ambas esculturas miraban hacia el frente y con su rostro hacia abajo, apuntando su mirada directamente hacia las almas, a quienes recibían con sus alas extendidas hacia ambos lados, tocándose en sus puntas la derecha de uno con la izquierda de la del otro para definir así el arco completo de la entrada.
Por debajo de ellas había unas enormes rejas de oro, las más bellas jamás creadas, brillantes, maravillosas y profusamente ornamentadas que debían ser atravesadas para ingresar al Paraíso, esas eran: las Puertas del Cielo.
A los costados de las angelicales esculturas y ceñidamente unidos a ellas comenzaban dos largos muros, eran casi tan altos como las colosales estatuas y parecían extenderse hasta los confines del propio infinito...
—Esas son las Murallas de la Perfección. Se erigieron luego que el hombre fuera expulsado del Paraíso y que la muerte se instaurara para él y toda su decendencia —dijo Lucille.
En la base de las murallas, sobre la escollera que las acompañaba, se podían ver formas pétreas de incontables cuerpos apilados unos encima de otros y que parecían estar queriendo escalar aquellas altas murallas.
—Esas son las almas de las personas que a lo largo de centurias han intentado atravesar las murallas sin merecerlo —continuó la doncella divina—... Ahora son como estatuas, el poder de la barrera los ha convertido en parte de ella, ese es el castigo por su atrevimiento.
Si observas bien entre ellas podrás ver que también hay demonios, algunos de ellos inclusive alados... son los que han intentado volar por encima para ingresar en el Paraíso.
No se puede engañar a Dios... el poder divino de la muralla se extiende sin fin en todas direcciones.
La energía de esas almas fortalecerá la barrera mientras exista... es posible que se queden ahí por toda la eternidad —culminó el ángel.
Esa era claramente una barrera, infranqueable para todo ser que no fuera puro; el navío había llegado hasta el límite donde el Purgatorio terminaba y el Paraíso comenzaba.
La fragata se detuvo allí, las enormes hojas del majestuoso portón de rejas debían ser abiertas para que pudiera continuar...
Se produjo entonces una tensa espera, la cual duró varios minutos:
—Hay problemas —dijo Marina acercándose a Lucille—. Las puertas permanecerán cerradas... no pasaremos, los custodios de la entrada se lo acaban de confirmar al almirante.
—Pero ¿por qué? ¿Qué ocurre?
—Las Puertas del Cielo se encuentran bajo asedio de los infernales. Hay demonios en las inmediaciones —susurró el ángel...
En ese momento la campana de alerta de la fragata comenzó a sonar insistentemente:
—¡¡Lamias!!, ¡¡son lamias!!... ¡¡Nos atacan!! —gritó uno de los vigías al ver a decenas de serpenteantes figuras que se acercaban al barco nadando a una enorme velocidad justo por debajo de la superficie del agua.
Y así, una impensable nueva batalla se avecinaba...
Serpientes guerreras
Mientras gran parte de la tripulación se ocultaba dentro de la fragata varios artilleros se posicionaron tras las ballestas de la cubierta principal y comenzaron a dispararles a los demonios que más se acercaban al navío...
Las infernales criaturas comenzaron a contarse por decenas y venían desde todas las direcciones:
—¡Se nos acabarán las flechas! ¡Son demasiadas! ¡No tenemos suficiente munición para rechazarlas a todas! —gritaban los distintos artilleros al tiempo que quedaba claro que las armas de la fragata no alcanzarían para repeler al enemigo.
—¡¡Hagan que cada disparo cuente!! —ordenó uno de los más experimentados.
Cuando las lamias se concentraron por debajo, empezaron a escalar por el casco de la nave...
—¡El ángulo de las ballestas ya no alcanza! No hay nada más que podamos hacer aquí... ¡¡Abandonen la cubierta!! —gritó un oficial y los combatientes huyeron buscando refugio en el interior.
Al terminar la evacuación todos los accesos de la cubierta superior fueron cerrados y firmemente trabados...
—¡¿Donde están los soldados que nos disparaban?!; no quedó ni uno solo —preguntó una de las lamias...
—Los cobardes ya han huido y se escondieron dentro del barco —le contestó otra al tiempo que una de sus compañeras agregaba:
—Además, cerraron las puertas para que no podamos entrar... Están bloqueadas.
—¡Salgan a pelear con nosotras! ¡¡Humanos miedosos, no huyan a la batalla!! —gritó la que parecía ser una de las más feroces que aquel grupo de guerreras.
Mientras tanto, por dentro de la embarcación la situación era absolutamente frenética:
—¡Continúen bloqueando cualquier pasaje posible con todo lo que tengamos abordo! —ordenaba el almirante en un intento desesperado de parapetarse lo mejor posible.
Lucille y Marina se habían asegurado de llevarse a Ryan con ellas para ubicarlo dentro y dejarlo a salvo, sabían cuan inconscientemente temerario podía legar a ser él, sobretodo tratándose de la seguridad de Helena, y cuan tremenda era la peligrosidad de las lamias.
—Si el enemigo se desplaza por el agua y esta nave puede volar ¿por qué no nos elevamos? Eso reduciría su cantidad—les preguntó él nervioso.
—Tal parece que la quilla del barco ha sido sujetada por debajo de su línea de flotación con algo. Seguramente usaron arpones atados a redes con rocas; es una vieja táctica que suelen emplear en contra de nuestras naves; no podremos elevarnos con ese peso extra hasta que nos deshagamos de él —le aclaró Marina—; y, por cierto, tampoco escaparíamos navegando como barco, las lamias son nadadoras expertas... luego de las sirenas, son los demonios mas veloces que existen en el agua.
—Solo podemos resistir —dijo Lucille—.
Me imagino que en este momento se están librando varias batallas en distintos sectores del Purgatorio; estas lamias se han debido de quedar acechando por esta zona a la espera de cualquier transporte de guerra que intentara ingresar al Paraíso; me imagino que planeaban tomarlo y atacar luego directamente a las Puertas del Cielo con él, usando las armas de abordo... son serpientes astutas —finalizó.
Solo unos instantes después comenzaron a escucharse golpes muy fuertes que provenían de la cubierta externa.
—Esas malditas víboras ya están tratando de ingresar a la fragata por la fuerza, no nos darán ni un respiro —advirtió Marina empuñando sus espadas...
En ese instante Désirée, la lamia que lideraba al grupo de demonios, daba sus ordenes al resto:
—¡Corten uno de los mástiles, lo usaremos como ariete! —gritó, de inmediato fue obedecida.
Pronto, y usando las grandes y filosas armas que llevaban en su brazales a modo de improvisadas hachas, las lamias comenzaron a cortar uno de los gruesos palos de la embarcación para derribarlo y luego proceder a dividirlo.
Les llevaría un buen rato el conseguirlo, sus implementos no eran los más adecuados y la madera del navío, muy dura; sin embargo, finalmente terminarían lográndolo, entonces entrarían y desatarían un sangriento caos...
—Escuché que las lamias están cortando un mástil —le advirtió Marina en voz baja a su amiga al enterarse de la situación.
—¡Quédate junto con Helena! y toma sus armas de la virtud porque las vas a necesitar, Ryan —le ordenó Lucille—; si las lamias llegan a entrar, tu matademonios no te alcanzará para repelerlas a todas.
—No se lo suavices, Lucille, es mejor que lo sepa. Las lamias son brutales y salvajes, van a entrar —dijo Marina— y cuando eso pase esto va a ser una auténtica masacre.
La mayoría de los que estamos aquí no nos encontramos en condiciones de luchar y, para empeorar aún más la situación, casi no tenemos armamento a bordo ni municiones... prácticamente todo fue dejado en tierra, partimos expuestos —enfatizó lamentándose.
El tiempo fue así pasando lentamente y la tensión creciendo de manera exponencial para todos...
—Puedo oler el miedo de los que están bajo cubierta, eso me excita mucho —le dijo a Désirée su segunda al mando—. ¡Todo mi ser ansía el combate! —agregó apretando un puño.
—Sosiega tus instintos, Thalía, ya pronto podremos entrar y será un festín de violencia —contestó su superior...
Mientras tanto, debajo de ellas:
—¿Dónde se encuentra Ryan?; no está con Helena —le planteó Marina a Lucille.
—Es cierto, ¡me desobedeció! —refrendó en apariencia indignada su angelical compañera—.
Hace un buen rato que no lo veo por aquí...
Iré a buscarlo, y cuando lo encuentre ya verá —agregó simulando estar enojada y así se fue.
No tardó nada en dar con él, de hecho, sabía perfectamente en donde se encontraba y lo que estaba haciendo. Ryan se hallaba en la bodega de carga junto con un ingeniero al que había pedido le explicara como se usaba una parte especial el equipo de reparaciones...
Transcurrieron así unos momentos más y, al tiempo que todas las infernales se avocaban a la dura tarea encomendada por su lideresa, uno de los ascensores de carga se activó trayendo desde la cubierta inferior a alguien vestido con una armadura blindada.
Se trataba de Ryan, que estaba dentro de un traje de buzo, mismo que usaban los ingenieros de la Orden de la Cruz de Acero durante las tareas de reparación de navíos en el agua.
Había recibido las instrucciones principales acerca de como lograr operarlo y lo más básico de su funcionamiento por el oficial que estaba con él en la bodega; no había sido algo muy complejo, el traje se manejaba intuitivamente y operaba en su mayor parte de manera automática; estaba pensado para poder ser usado en situaciones de emergencia por personal no calificado.
La armadura se encontraba completamente mecanizada, con sus articulaciones reforzadas por servomecanismos, lo cual le brindaba una fuerza sobrehumana; y había sido diseñada para operar de manera autónoma por debajo del agua, pudiendo soportar hasta las grandes presiones de las profundidades durante las reparaciones de submarinos sobre el lecho marino.
Estaba equipada, además, con una gran cantidad de sensores, tanto internos como externos. Dentro de su casco el operador tenía siempre múltiples datos que se reflejaban por dentro de su visor, teniendo información inmediata tanto del estado general del exoesqueleto como de cualquier cosa que estuviera observando.
Lo cierto era que Lucille estaba colaborando con Ryan en un plan secreto...
Así, la enviada del Cielo le había dado algunos datos de las criaturas de origen demoníaco a las que se enfrentaría:
Las lamias fueron una antigua especie que otrora pobló distintas partes de la superficie del mundo.
Todas eran exclusivamente hembras y, salvo algunas pocas y raras excepciones, muy hábiles cazadoras de humanos.
Se organizaban en clanes tribales con un férreo escalafón de mando que dependía de una figura líder que era siempre la más fuerte y bravía de entre todas ellas, al mejor estilo de las tribus amazónicas.
El origen de estas criaturas no estaba del todo claro, se perdía entre los más olvidados escritos apócrifos del Génesis; según algunos de ellos esta raza de viperinas guerreras había sido creada por los demonios utilizando una arcana alquimia; su única finalidad fue la de subyugar a la humanidad en sus albores y apoderarse así de la Tierra en nombre de los demonios; sin embargo, ellas demostraron ser demasiado salvajes e ingobernables y terminaron independizándose del mismísimo Infierno para pasar a ser solamente sus aliadas...
A diferencia de los seres de maldad pura, las lamias acostumbraban a regirse por antiguas tradiciones y códigos, los cuales respetaban tanto como a su propia vida, como eran el honor y la lealtad, entre otros...
Recién al llegar allí fue que Ryan pudo ver el aspecto y porte del enemigo al que se enfrentaría: las lamias eran seres que desde su cabeza y hasta su cintura tenían el aspecto y proporciones de una mujer; a partir de ese punto sus cuerpos cambiaban dramáticamente, pasando sus caderas a estar cubiertas por una piel escamosa, con brillantes y muy elaborados diseños naturales, la cual no solamente fusionaba los que serían sus muslos sino que continuaba a través de una larga, flexible y poderosa cola de más de siete metros de largo, propia de una gran serpiente, misma que conformaba toda la parte inferior de ellas.
Eran claramente bravías guerreras, la parte humana de sus cuerpos lucía muy fuerte y entrenada, con aspecto atlético y músculos bien marcados...
No se caracterizaban por usar grandes y pesadas armaduras que las protegieran, preferían estar prácticamente desnudas, así eran mucho más veloces tanto en la tierra como en el agua; como consecuencia de ello carecían de grandes protecciones, salvo por lo que era una especie de liviana y flexible armadura, conformada apenas por un arnés hecho con tiras de cuero de tiburón, el cual sujetaba unas duras placas oseas, finamente labradas y provenientes de las más diversas criaturas marinas, con las que protegían parte de la pelvis, abdomen y pechos de sus cuerpos.
Lo más pesado que llevaba cada una de ellas eran sus brazales, tallados a partir de vértebras de anguilas y armados con filosas y letales cuchillas cartilaginosas, hechas con de las crestas de monstruosos seres abisales y que en el agua les servían para maniobrar del mismo modo en como lo hacen las aletas de los peces al nadar.
En el extremo final de sus colas todas tenían una especie de capuchón con un codo de longitud y que no solo protegía esa parte especial de sus cuerpos sino que además poseía una gran espina en su extremo, la cual era tan larga y aguzada como un mortal puñal.
Al ver a Ryan allí de pie todas las lamias se detuvieron y quedaron expectantes ante aquella solitaria figura que se presentaba de manera tan temeraria ante ellas...
Sin mediar palabra alguna Ryan comenzó a encender varias bengalas rojas que llevaba consigo y las arrojó, una tras otra, sobre la cubierta... describiendo así un perímetro de algunos metros.
Las lamias, temiendo que esas fueran alguna clase de los tan diversos artefactos explosivos fabricados por humanos, saltaron de manera instintiva de la fragata directamente hacia el agua.
Solo Désirée fue lo suficientemente valiente como para permanecer allí: agazapándose, unió sus antebrazos por delante de su cuerpo para conformar así un escudo con las cortantes hojas de las armas que tenía en sus brazales y en esa pose aguardó, desafiando a lo desconocido...
—¿Eso fue todo, humano? —le preguntó el demonio al ver que aquello no se trataba de algo peligroso, y entonces se irguió delante de él como una serpiente a punto de atacar; Ryan tuvo que alzar la vista, el porte de ella era soberbio...
Désirée destacaba de entre todas las otras lamias por su gran belleza: la mitad viperina de su cuerpo estaba conformada por hermosas escamas doradas que tenían un diseño exquisito y único, mientras que su parte humana era la de una bellísima y voluptuosa mujer, envidiable para cualquier otra fémina.
Su cabello era negro, largo hasta la base de su espalda y ondulado, contrastaba con su blanca piel y sus ojos que tenían iris amarillos.
En sus ofídica e hipnótica mirada se podía ver su actitud: agresiva pero controlada y claramente dominante...
Mientras tanto, el resto de las lamias comenzaron a escalar nuevamente por el casco de la embarcación reptando hasta la cubierta superior y así Ryan quedó completamente rodeado:
—Fuiste la única que no se asustó; tú debes ser la líder.
¡Te desafío a un combate a muerte, demonio! Esta zona que marqué será nuestra arena de lucha —le dijo entonces él delante de todo el clan, tratando de sonar lo más confiado posible para ocultar su verdadera intención y disimular, al mismo tiempo, el ardid tras aquellas bengalas; ninguna de las lamias se dio cuenta de que en realidad eran un pedido de socorro urgente dirigido a las fuerzas angelicales que pudieran verlas de lejos...
En el corto período de tiempo que había transcurrido Lucille y Ryan habían elaborado una muy peligrosa estrategia con la intención final de ganar todo el tiempo posible.
Para ese momento el ángel lo observaba desde lo alto en la popa del barco, oculta en el alcázar de la nave tras una ventana enrejada...
—¿Qué está pasando, Lucille? —le preguntó Marina, que al tardar tanto su amiga en volver había ido a buscarla... y al mirar hacia afuera vio toda la escena—. ¿Ese no será Ryan, verdad?
—Sí que lo es...
En este punto ya no tiene más caso que te oculte la verdad, amiga.
Verás, desde que le dijiste que las lamias entrarían y harían una carnicería con los heridos Ryan se desesperó, pero no por él sino por Helena; me confesó que tenía un objetivo muy básico y completamente suicida: estaba dispuesto a salir y eliminar a la líder de las lamias para desorganizarlas.
Traté de hacerle entender del peligro al que se quería enfrentar y discutimos hasta que me dijo algo que como inmortal acostumbro a considerar de otro modo: «solo vale la pena vivir por aquello por lo que uno está dispuesto a morir», con esa frase me hizo entender como él veía las cosas.
Me conmovió. Decidí entonces ayudarlo dándole unas ideas un poco más... elaboradas.
—¿Cómo consiguió esa armadura de paladín?, creí que no se había traído ninguna.
—No es una armadura, aunque es lo más parecido que hay abordo de la nave. Es el traje de un ingeniero submarino, los humanos los han estado usando asiduamente estas últimas semanas para terminar con las reparaciones de la fragata en el agua; ese se encontraba almacenado en la bodega... yo solo le mencioné como eran y donde se guardaban, y fue él quien lo robó.
—Y tú no se lo impediste, ¡por supuesto!... Me extraña realmente de ti, Lucille —le reprochó Marina.
Mientras tanto, en la cubierta exterior el plan parecía funcionar:
—¿Lucharás conmigo desarmado, humano? ¿Tienes, acaso, idea de nuestra diferencia en poder físico?
—Mi única arma es este traje blindado que la compensa; no necesito de nada más para vencerte, lamia.
Al escuchar eso la infernal lideresa quitó las cuchillas de sus brazales y se las entregó a su lugarteniente... también hizo lo mismo con el afilado capuchón del extremo de su cola; así, Thalía las guardaría con ella hasta el final del combate.
—¡¡Qué nuestros cuerpos hablen por nosotros!! ¡Qué sean nuestras armas, entonces! —exclamó feliz ante el desafío—.
Antes de matarte te diré a quien te enfrentarás: soy Désirée la gran líder del clan de las ¡¡Devoradoras de Almas!! —en cuanto dijo esas palabras todas las demás lamias sisearon juntas, mostrando sus bífidas lenguas y las que tenían cascabeles en los extremos de sus colas, los agitaron con frenesí... Era como si se tratase de un auténtico nido de serpientes.
—Esa lamia es una guerrera experta, mira su pose, la musculatura de su cuerpo, Ryan no podrá matarla, no tiene oportunidad. ¡Tú sabes como pelean! Ella lo va a aplastar —dijo Marina preocupada—, y cuando lo haga reclamará su alma.
—Tal vez tengas razón y es por eso que estoy aquí. Con Ryan acordamos previamente que si se da el caso de que él llegue a perder el enfrentamiento... sea yo quién mate a su rival.
Usando mi lanza desde aquí puedo efectuar un disparo limpio, justo al medio de su corazón... aunque, si llegásemos a esa instancia ya he decidido no hacerlo.
Marina la miró extrañada y Lucille se explicó:
—No dejaré que ninguna de esas malditas serpientes reclame el alma de Ryan; si llega a quedar a punto de morir, usaré mi único disparo para ejecutarlo a él y enviarlo directo al Gran Coro de los Justos.
Ese hombre no merece terminar en el Infierno por un sacrificio de amor... Helena jamás lo aceptaría, no me lo perdonaría... y yo tampoco.
Se hizo un sentido silencio entre las doncellas de Dios al tiempo que el combate en ese instante comenzaba:
Ambos luchadores empezaron evaluándose, sin atacarse, uno de los objetivos de Ryan era ganar todo el tiempo que pudiera.
El exoesqueleto era claramente la herramienta de un ingeniero y no el arma de un soldado, se mostraba lento y pesado, hacía ruidos mecánicos con cada uno de sus movimientos, estaba pensado pera ser fuerte y resistente, mas no rápido...
—Quisiera estar contemplando tu rostro ahora, ese casco que llevas no me deja ni siquiera ver tus ojos... aunque estoy segura de que tu mirada debe ser de miedo, pavor; puedo olerte —le dijo el demonio y un instante después agregó:
—Bien, ya no aguanto más... si tú no atacas entonces lo haré yo, ¡¡esta pelea debe comenzar!! —gritó dando un salto en el aire, fue directo hacia Ryan y haciendo un poderoso giro terminó golpeándolo con su antebrazo en la cabeza.
Sin darle ni un respiro, Désirée giró velozmente, esta vez en sentido contrario y con el brazal de su otro brazo volvió a golpearlo en el casco.
Los dos golpes fueron sencillamente brutales y hubieran matado a Ryan al instante de no ser por su traje blindado que, a pesar de su gran dureza y enorme resistencia, comenzó a dañarse: el visor ya se había rajado.
Ryan la tomó entonces del cuello, estrangulándola con sus manos; los mecanismos de su traje le daban una fuerza muy superior a la habitual y Désirée sintió como su tráquea comenzaba a ser aplastada impidiéndole respirar... por primera vez sufría en carne propia el mismo tipo de agonía que ella había aplicado a tantas de sus víctimas: muerte por asfixia.
Ambos comenzaron a forcejear, pero él no la soltaba, la lozana piel de la bella lamia comenzó a tomar una tonalidad azulina ante la falta de oxígeno, en ese desesperante instante ella usó su poderosa cola para azotar las piernas de Ryan, derribándolo...
Dadas sus características físicas Désirée era una experta peleando en el suelo, allí no requería de arma alguna para matar a un oponente, su ofídico cuerpo era todo lo que necesitaba.
Revolcándose y ubicándose a la espalda de Ryan lo envolvió con su larga cola enroscándola firmemente en él y lo atrapó en una mortal toma.
Abrazándolo ahora con la parte más fuerte de su viperina anatomía, inmovilizó sus brazos y piernas al mismo tiempo y comenzó a apretarlo sin ningún tipo piedad ni compasión... Estaba dispuesta a aplastarlo como lo haría una gran boa constrictor:
«¡El combate está terminado, humano!», «Morirás, prepárate...», «Pronto estarás ardiendo en el Infierno.», esas eran algunas de las frases que las demás lamias le proferían a Ryan mientras lo veían luchar inútilmente ante el imbatible agarre de su poderosa lideresa, quien, a su vez, le dijo:
—Quiero que sepas algo mientras agonizas, una anaconda, la serpiente más poderosa del mundo entero puede llegar a los 900 kilos de constricción, suficiente como para hacer pedazos cada hueso de un cuerpo humano, yo puedo superar los 1 200...
¡Soy la más fuerte de mi clan!
Dentro de su casco, Ryan podía ver todos los indicadores del traje alertando de la mortal presión a la que estaba siendo sometido y la inminente implosión que sufriría; un esquema de su armadura mostraba en rojo las partes que se ya se estaban colapsando y las intermitentes alarmas sonoras no se detenían.
Las articulaciones de su cuerpo comenzaron entonces a crujir al tiempo que empezaban a dislocarse y el dolor de sus ligamentos al estirarse se le volvía insoportable.
El enfrentamiento había sido mucho mas breve de lo que él esperaba. Désirée lo estaba derrotando muy fácilmente...
Casi sin poder moverse ya, y desesperado por lograr sobrevivir, Ryan trató de liberar uno de sus antebrazos, pero por más fuerza que hacía no lograba zafar del mortal agarre de la lamia.
Sin embargo, logró asomar una de sus manos por entre los helicoidales anillos que conformaba Désirée con su cuerpo, y en ese momento, tratando de agarrar algo, lo que fuera, logró sujetar la punta de la cola de su enemiga cerca de su extremo: aquella era por lejos una de las zonas más sensible de toda su anatomía y una de las más privadas también... y con todas la fuerza que su servotraje le brindaba comenzó a estrujarla.
Al ver eso, las demás lamias hicieron un gesto de impresión, desagrado y angustia, mientras que Désirée dio un fuerte grito de extremo dolor soltando a su víctima de inmediato...
Ryan lo ignoraba, pero esa combinación entre mujer y serpiente, hacía que las lamias tuvieran una copiosa cantidad de terminaciones nerviosas en la base de sus viperinas colas, muy cerca de donde terminaban sus cuerpos, esa zona estaba directamente unida a su genitalia humana, volviendo a ese punto específico de ellas una parte en extremo sensible al tacto...
—¡Maldito seas, humano! ¡¿No tienes una pizca de honor, acaso?! ¡¿Como te atreves a tomarme de, de... ahí?! —le increpó ella dolorida y ofendida, y con su rostro claramente sonrojado.
Ryan la miró desconcertado, él no sabía nada sobre como se conformaba la anatomía de una lamia... pero por la actitud de Désirée, algo pudo intuir:
—Lo siento, no sabía —balbuceó él avergonzado y confundido.
El traje blindado había quedado mecánicamente inoperante, con sus servomecanismos mayormente dañados, aplastados y rotos, solo hacían ruidos anómalos al tiempo que se trababan, se recalentaban soltando humo y saltaban chispas de ellos...
Ryan no lograba casi ni moverse, mucho menos luchar... solo podía observar.
Había quedado acostado en el suelo, boca arriba; y, esta vez, Désirée se le subió encima, apoyando todo su cuerpo de serpiente sobre él, con su peso lo terminó de inmovilizar; y, de ese modo, dominantemente erguida, extendió sus brazos hacia ambos lados.
Thalía volvió a colocarle las cuchillas en sus brazales y así la triunfal lamia puso sus antebrazos cruzados por delante del cuello de Ryan formando una especie de tijera, con la que podría decapitarlo fácilmente cuando quisiera:
—¡Dime tu nombre!
—Ryan...
—Los hombres a los que me enfrento casi siempre terminan siendo mi comida, Ryan, muy raramente aparecen excepciones.
Hoy me hiciste sentir dolor, mucho dolor... Muy pocos han llegado tan lejos conmigo, era algo que ya prácticamente había olvidado.
Las lamias somos únicamente hembras, no existen machos en nuestra especie; es por eso que usamos varones humanos para tener decendencia. El encontrar compañeros dignos de nosotras, que nos merezcan realmente, es algo que buscamos sin cesar...
No es nada fácil conseguirlos y mucho menos para una lamia con mi jerarquía, de quien no se espera menos que una camada de formidables guerreras.
Cuando un hombre toma, como tú lo hiciste, a una lamia por el extremo de su cola... solo le deja a ella dos opciones. Por tu coraje te daré a elegir una —dijo al tiempo que acercaba sus labios al visor de Ryan y lo cubría con su aliento empañándolo completamente... para cuando el mismo desapareció las pupilas de los ojos de Désirée habían cambiado, volviéndose ahora redondeadas y adquiriendo un hermoso aspecto humano, eran similares a las de una mujer—.
Puedes morir ahora mismo, lo cual sería una pena; o, en lugar de eso...
Mientras tanto, Lucille levantaba su lanza y apuntaba al pecho de Ryan dispuesta a ejecutarlo.
En ese momento crítico, de máxima tensión, Marina abrió la puerta del alcázar y saltó directamente hacia la cubierta blandiendo sus dos espadas, y se interpuso en la línea de tiro de su amiga...
—¡Pelea conmigo si te atreves, demonio! —le gritó a Désirée desafiándola abiertamente.
Sorprendida, la lamia retrocedió tomando una respetuosa distancia ante su divina enemiga; en ese instante Lucille también se lanzó a la arena de lucha, quedando ambos ángeles a la par, hombro con hombro, dispuestas a enfrentarse a todo un clan de peligrosos demonios...
—Descuida, Ryan, aunque sea con nuestro último aliento te aseguro que velaremos por tu alma —le dijo Marina, dándole a entender así que tomarían su vida y reclamarían su alma aunque fuera lo último que hicieran.
—No esperaba esto de ti, Marina —le dijo su amiga sonriendo con aceptación.
Las dos celestiales se miraron de reojo entre sí, aquella fue una mirada de mutua despedida... Sabían que, como estaban dadas las cosas, de esa situación nunca podrían salir bien libradas.
Ambas lucían agotadas, claramente no estaban en condiciones de pelear, ya habían usado la mayor parte de su energía angelical para mantenerse con vida a pesar de sus heridas... Era evidente que nunca sobrevivirían a este combate contra las poderosas lamias.
—Déjame matarlas, Désirée... tu eres demasiado para dos ángeles moribundos —le pidió Thalía... y la líder del clan se apartó, dándole así su tácito consentimiento.
—¡¡¡Las acabaré a ambas!!! —gritó la agresiva lamia llenándose de furia y adoptando una pose de ataque; todos los músculos de su cuerpo se marcaron al tiempo que levantaba sus brazos de manera amenazante mostrándoles a sus rivales sus filosas armas... y en ese preciso instante, cuando el inevitable combate ya estaba a punto de empezar, sendas flechas se clavaron en sus antebrazos y se hizo un gran silencio.
Ryan miraba toda la escena desde el suelo y al enfocar su vista en los brazales de la lamia vio como se comenzaban a formar pequeños cristales de hielo en los puntos donde las flechas habían impactado.
El visor del dañado casco aún funcionaba, empezó así a reportar la temperatura del punto observado, misma que comenzó a bajar de una manera extremadamente rápida: -4º, -8º, -17º, -34º, -68º, -136º... hasta detenerse en los 273 grados centígrados bajo cero.
La lamia miraba impotente como sus dos antebrazos habían quedado cubiertos de hielo, insensibles e imposibles de usar para nada ya... y en ese instante se escuchó un par de estallidos simultáneos, fue todo un boom sónico que partió los cristales de hielo en miles de pequeños pedazos, amputándolos así del cuerpo de Thalía.
—Parece que Karen ha llegado... al fin —dijo Lucille sonriendo.
—¡¡Son arqueras celestiales!!, estén atentas —gritó Désirée y todas las lamias voltearon buscándolas con sus miradas por el cielo...
Sin embargo, ni siquiera los poderosos ojos de una lamia, dotados con una de las miradas más agudas de entre todos los demonios, capaces de ver en un espectro de luz extendido, podían observar a una distancia tan grande...
En ese momento solo pudieron distinguir, y muy a lo lejos, varios destellos de un color celeste; esos brillos, que parecían ser estrellas titilantes, eran en realidad cristalinas flechas que viajaban a una velocidad superior a la del sonido y que venían directamente hacia ellas, todas disparadas con una total precisión por los ángeles más certeros que tenía el Cielo, un cuerpo de élite conocido como: las Alas de Cristal.
Sin darles tiempo de reaccionar, las flechas divinas se clavaron en los cuerpos de varias de las lamias que comenzaron a congelarse de inmediato... para terminar destrozándose, como si de frágiles cristales se tratase, apenas un instante después gracias a los estallidos sónicos que arribaron, y detrás de esas flechas llegaron las impresionantes arqueras que las habían disparado:
En vuelo rasante, como veloces ráfagas de viento, las Alas del Cristal pasaron por sobre la cubierta y flancos de la divina fragata...
Atónito, Ryan pudo verlas claramente:
Todas eran féminas dotadas con la hermosura propia de su estirpe celestial; sus alas eran tan blancas como pálida la piel de sus cuerpos y sus sedosos cabellos lacios del color de la nieve.
Su aguda visión provenía de sus bellos ojos, celestes claros, a los que nada se les escapaba, casi sin importar que tan lejos estuviera, eran ojos de cazadoras; sus miradas eran calmadas, decididas... y frías como el hielo.
No tenían pesadas armaduras que las protegieran, el único metal presente en sus atuendos era el de su enjoyada bisutería; sus ropas estaban confeccionadas con un flexible y resistente cuero blanco con un pálido tono azulino y telas claras con grandes y peludos detalles de abrigo, propios de las pieles animales, esto último sugería que la procedencia de estos ángeles era desde zonas en extremo frías... heladas.
Todas tenían una capa en su espalda con una capucha que a algunas les cubría la cabeza mientras que otras la llevaban rebatida, y que se sujetaba del mismo arnés en el que portaban sus carcajs con flechas.
Así como sus brazales y guantes sin dedos, que hacían entre sí juego en estilo y que resguardaban respectivamente sus antebrazos y manos, sus torsos se encontraban mayormente vestidos tanto en tórax como en abdomen; en sus caderas exhibían lo que parecían ser unas sueltas faldas con largos tajos, hechas y adornadas con los mismos materiales que el resto de su indumentaria, y que terminaban a la altura de sus pies... En sus bellas piernas, finalmente, unas altas botas invernales completaban sus atuendos.
Las formidables armas que manejaban eran algo único: arcos celestiales que al atacar se iluminaban con su energía divina y que eran capaces de atacar con prestaciones comparables a las de los más poderosos y modernos rifles de precisión creados por el hombre, a velocidades supersónicas y desde varios kilómetros de distancia, disparando flechas capaces de congelar lo que fuera que existiera hasta llevarlo a la temperatura más baja posible en todo el universo, en la que incluso las partículas subatómicas cesan todo movimiento... el cero absoluto.
Volando a una gran velocidad y sin detenerse, el escuadrón de ángeles rompió su formación y comenzaron a dar vueltas alrededor del barco en todas direcciones; cada una de ellas apuntaba y disparaba, no solo una, sino dos y hasta tres flechas a la vez, mismas que apuntaban hábilmente sujetándolas entre cada uno de sus dedos... y todas daban en sus blancos.
—¡¡Retirada, retirada ahora... todas al agua!! ¡Sumérjanse lo más que puedan! —ordenó Désirée guarecida tras uno de los mástiles de la fragata y entonces, tomando a su segunda al mando, que yacía sin sus antebrazos, malherida, saltó al océano... llevándosela con ella.
Karen, la líder de las Alas de Cristal, fue la primera en descender sobre la cubierta de la fragata:
—Vinimos lo más rápido que pudimos en cuanto divisamos las bengalas —dijo.
—Y fue justo a tiempo —agregó Marina sonriéndole aliviada.
—¡Persigan a esos demonios por un kilómetro y exterminen a las que puedan! ¡¡Sin piedad, Alas de Cristal!! —le ordenó entonces el ángel comandante al resto de su escuadrón, el cual comenzó a darles caza a las restantes lamias.
Llegaron luego múltiples refuerzos más y pronto toda la entrada al Paraíso estuvo fuertemente defendida, custodiada por diversos tipos de ángeles fuertemente armados y unas muy poderosas bestias celestiales de combate.
De ese modo aseguraron toda la zona, terminando así con el asedio a las Puertas del Cielo...
Un día en la eternidad
Las Puertas del Cielo finalmente se abrieron y la fragata del arcángel Daniel entró navegando por el Río de la Rectitud, la principal vía fluvial del Paraíso, con un cauce tan recto como una lanza y un constante caudal que fluía sereno y calmo hacia el interior, a partir de este punto la fantasmal bruma que cubría las aguas del Purgatorio desaparecía para dar paso a la claridad más absoluta...
El barco estaba escoltado por decenas de ángeles, todos guerreros, y diversas criaturas divinas, como los fieros leones alados, los cuales llegaron junto a los demás refuerzos que se unirían en la defensa del Bastión de los Guerreros Sagrados al regresar a la Tierra.
Ryan formaba parte ahora de los heridos, estaba con uno de sus brazos en cabestrillo y vendas en sus rodillas y hombros... a pesar de la ayuda recibida por parte de algunos ángeles con su energía celestial aún necesitaba recuperarse de su combate contra Désirée.
Se encontraba junto a Helena acariciando sus cabellos; ella seguía sin despertar, usando ya las últimas reservas de fuerza angelical que le quedaban en sus alas...
—No te angusties más por ella, ya estamos en el Cielo, aquí no morirá —le dijo Karen, quien junto con algunas de sus Alas de Cristal se encontraban abordo de la nave.
«Me gustaría estar tan seguro como tú», pensó él y ella pareció escucharlo:
—¿Alguna vez has oído hablar del éter?
—Solo conozco la sustancia anestésica —bromeó Ryan y Karen le explicó:
—En la mitología griega, se creía que era la esencia pura que los dioses respiraban, llenando todo el espacio en donde vivían de manera análoga al aire que conocían los mortales.
Lo que ahora respiras es ese éter; aquí está por todos lados, el fluido que llena los globos de nuestras naves se obtiene destilándolo, y es lo mejor para que un ser divino se recupere...
Te llamas Ryan, ¿verdad? Me dijeron que tú fuiste quien estuvo dentro de esa armadura mecánica; ahora veo por que te arriesgaste tanto —dijo al ver los lazos de amor que unían su almas y continuó:
—Fue algo muy inteligente y valiente lo que hiciste, tu idea de las bengalas nos alertó de la emergencia y nos diste el tiempo que necesitábamos para llegar; salvaste a toda la nave y, posiblemente, hasta evitaste que los demonios ingresaran al Paraíso.
Me aseguraré de que tu asaña sea bien conocida —prometió.
—Gracias... pero el plan fue principalmente de Lucille —le respondió Ryan— yo me hubiera contentado sacrificándome al matar a la líder de las lamias. Quería morir siendo su héroe —agregó mirando a Helena con preocupación—. Lamento estar así, tan deprimido, estaré de mejor ánimo cuando hayamos llegado con el serafín y Helena despierte.
—Si la amas de verdad, cambia tu angustia por esperanza... ¡Esto es el Cielo!, los deseos de las almas se cumplen aquí, es por eso que solo a los seres puros se les permite ingresar.
En este sitio tu miedo a perderla es lo más peligrosa para ella.
—Entiendo —dijo él suspirando resignado.
—Viajamos a una velocidad de 18 nudos y veo que estamos a casi 97 kilómetros de nuestro destino —comentó ella mirando por una de las ventanas frontales del barco—. Llegaremos en menos de tres horas.
No sufras más, Ryan... ella es muy fuerte, y quiere serlo aún más para estar contigo; se salvará —finalizó confiada.
—¡Vaya! Tus ojos sí que son algo impresionante, como quisiera tener una vista como la tuya —le dijo Ryan admirado—. Siempre me han gustado las armas de alta precisión, las que se disparan de lejos, y cuanto mayor es su alcance más me atraen; pretendo algún día llegar ser un francotirador.
—Interesante... ¿Sabes que los ángeles podemos inspirar a los humanos de muchas maneras: a veces les susurramos ideas y hasta despertamos diversos talentos dormidos en ellos? —le dijo Karen.
—Creí que esas eran las cosas típicas que hacían las musas...
—En muchas crónicas ustedes nos han llamado así —respondió ella sonriendo—... y ya que quieres seguir la senda del disparo perfecto, te daré un regalo que seguramente te será muy útil en el futuro —agregó y, acto seguido, apoyó la punta del dedo índice de su mano hábil en el medio de la frente de Ryan: en ese momento un halo celeste se hizo presente en ella y esa energía etérea viajó directo hacia él, pasándole el ángel así una ínfima parte de sus grandes habilidades.
Karen retiró su mano entonces...
—Me siento igual —le dijo Ryan incrédulo.
—Pero ya no lo eres. Cuando uses un arma de precisión tu pulso será absolutamente firme, y tu visión se enlazará a tus reflejos de atacar sin que la duda interfiera en tu mente. Estando bajo presión serás tan letal como un francotirador con años de experiencia.
—¡Impresionante!, gracias, Karen... ¿Puedo ahora formar parte de tu escuadrón? —preguntó bromeando y ella le aclaró:
—Primero necesitarías ser una entidad divina y, a pesar de ello, hacen falta mil años para formar a un miembro de las Alas de Cristal.
—¿Ustedes son alguna clase de ángel especial? Lo pregunto porque son todas iguales...
—No somos todas iguales, Ryan. ¡Qué poco observador eres! —le contestó ella riendo y retándolo al mismo tiempo—.
Entrenamos en la hiperbórea, se trata de una gran región que la humanidad ha registrado en sus crónicas antiguas y que algunos creen de leyenda... ¿Sabes de dónde hablo?
—Leí que los griegos la situaban en una ubicación extremadamente septentrional, de hecho, su nombre significa «más allá del norte».
Decían que era un sitio donde había mucha magia y poder, que era una tierra de inmortales y dioses...
—Pues, estaban bastante acertados.
Se encuentra entre el Cielo y la Tierra y el frío imperante es extremo; es en gran parte similar a los polos del mundo que tú conoces. Allí los rayos del sol siempre brillan débiles y por muy poco tiempo... y es donde, con los años de duro entrenamiento bajo esas condiciones, nos terminamos adaptando: nuestra piel al poco tiempo ya palidece, con los años nuestros cabellos se terminan volviendo casi blancos, y al final nuestros ojos se tornan celestes claros.
—Escuché que te llamaban Karen; tú eres una de las más fuertes, si no es que la más poderosa, de las Alas de Cristal, me imagino... a juzgar por los dos carcajs que portas, vi que las demás arqueras solo tenían uno —comentó Ryan luego de haberle visto la espalda.
—Así es, y también las comando... soy la que más tiempo lleva en el escuadrón. Mi mayor cantidad de armamento es por el caudal de energía angelical que he llegado a manejar —le aclaró la celestial doncella girando su torso y mostrándole claramente los portaflechas llenos que llevaba con una configuración de ángulo agudo.
En ese momento, el ángel juntó los tres primeros dedos de su mano... de la unión entre ellos comenzó a emerger un corto haz de luz celeste que comenzó a crecer hasta terminar adquiriendo la forma y dimensiones de una flecha típica, solo que parecía estar hecha de un cristalino hielo.
Al ver eso Ryan quedó maravillado y quiso tocar ese hermoso proyectil, pero Karen lo detuvo:
—¡Detente! no la toques... Si la tomaras, tus dedos se congelarían en apenas segundos, luego seguiría tu mano y finalmente tu antebrazo entero; luego, si no la consiguieras soltar, perderías toda tu extremidad a partir de tu codo —agregó con serenidad, al tiempo que guardaba la peligrosa munición que había creado, introduciéndola junto con el resto en uno de sus aljabas—.
Para hacer cada una de nuestras flechas, las Alas de Cristal usamos nuestra propia energía angelical... se podría decir que ponemos nuestra vida en cada uno de nuestros disparos; de hecho, muchas de las armas del Cielo funcionan de una manera similar, los cañones de esta fragata, por ejemplo, emplean la energía vital de los ángeles artilleros para disparar potentes y devastadoras descargas de luz divina.
La energía angelical es la existencia misma para los ángeles, si bien la utilizamos de diversos modos, muchos de ellos comunes a todos, cada uno de nosotros nos preparamos y especializamos para lograr hacer cosas específicas con ella.
En ese momento el ángel posó su mano en el codo del brazo que Ryan llevaba en cabestrillo y la temperatura de la articulación comenzó a bajar...
—Este frío te durará por unas horas y hará que te duela menos —le dijo, mostrándole así una pequeña parte de sus habilidades particulares que parecían centrarse en el manejo del frío.
—Gracias... me siento mejor.
En ese momento ingresaron a la cubierta inferior de la nave varios ángeles que comenzaron a distribuirse entre los heridos.
—Los sanadores ya están aquí —dijo Karen sonriendo.
—¿Sanadores? —le preguntó Ryan.
—Estos ángeles están avocados a compartir su energía vital con otros, vienen a ser algo así como nuestros médicos o enfermeros... ¿Ves las hileras de plumas doradas que hay en las alas de ellos?; son de ese color porque están imbuidas con la energía curativa de los serafines.
—¿Son serafines?
—No, en absoluto... son más bien como sus asistentes, les sirven a ellos.
Uno de esos ángeles se le acercó a Helena:
—A partir de ahora nosotros velaremos por su salud... y preferimos que no haya distracciones de ningún tipo; si no requieren de nuestra ayuda en la cubierta exterior del barco hay mucho espacio disponible —les dijo amablemente, solicitándoles así que se retiraran; ambos lo hicieron.
El ángel extendió sus alas frente a su paciente y se manifestó un halo de luz que comenzó a fluir suavemente desde ellas hacia Helena...
Mientra tanto, en la cubierta de la fragata el arreglo del mástil dañado por las lamias ya había comenzado; y varios trabajadores colocaban un enorme refuerzo metálico por fuera de la zona debilitada.
El cielo se encontraba despejado, era un ambiente diáfano; el aire lucía limpio y puro, cristalino... a simple vista se podía observar hasta el límite del horizonte.
Parecía un eterno amanecer lleno de infinitas posibilidades.
Aquél mundo era realmente enorme, tan grande en tamaño como en belleza... había praderas, bosques, montañas y playas a lo lejos, incluso cascadas; sin duda alguna, las cosas más bellas de la Tierra estaban allí presentes, se podían observar por doquier.
Las sensaciones que flotaban en el aire del Paraíso eran de alegría y placer... la felicidad más pura reinaba en ese lugar.
Ryan y Karen buscaron un sitio donde no estorbaran las tareas de reparación y pudieran continuar haciéndose mutua compañía, así se ubicaron en la proa, a un costado, junto a una baranda:
—¿Que te parece esta fragata, Ryan?
—Creo que es un poco estilo steampunk, algo retrofuturista, por así decirlo... Hasta ahora solo había visto vehículos como este, con una estética tan particular y una terminación tan refinada, solamente en creaciones de fantasía.
—Los obras artísticas de los humanos muchas veces se basan, aunque de manera inconsciente, en cosas reales que existen en el más allá. El hombre es en esencia una creación divina y siempre habrá una conexión de algún tipo con lo que está por encima de su naturaleza, una influencia intangible —le dijo el ángel.
—Pues, tal parece que esa influencia fluye en ambos sentidos... Dime, Karen, ¿por qué hay una ciudad en el Paraíso, acaso los espíritus desencarnados necesitan de casas? —le preguntó entonces Ryan al ver como por ambos costados de la fragata se veían desfilando hermosas construcciones de todo tipo, mismas que se extendían casi hasta donde alcanzaba la vista y que parecían propias de leyendas épicas.
Ella se rió por un momento ante la ocurrencia en la pregunta y pasó a explicarle:
—Cuando las almas de los hombres llegan hasta aquí lo hacen luego de haber vivido toda una vida en la Tierra, es comprensible que se sientan más a gusto con algo parecido a lo que han anhelado desde siempre...
Aquí muchos de ellos continúan incluso con sus actividades terrenales como, por ejemplo, la construcción de este navío, que fue hecho en los astilleros que aquí existen en una zona portuaria.
El cambio entre la vida material y la inmaterial puede ser muy brusco para algunos, no todos se adaptan al mismo tiempo, es común que requieran hasta de varios siglos.
Nosotros, los ángeles, en cambio, nos sentimos más a gusto en un lugar que se encuentra más allá del mar en donde desemboca este río.
La fragata prosiguió navegando hasta llegar al límite de las tierras del Paraíso, allí había puertos con decenas de barcos aéreos de distinto tipo, algunos atracados y otros navegando...
—Este es el Mar de la Pureza —dijo entonces Karen mientras la nave continuaba internándose es una zona de aguas transparentes y cristalinas que parecía prolongarse hasta el infinito—.
Una leyenda dice que el océano del Purgatorio está hecho por las lágrimas de tristeza de las almas que por ahí pasan; al atravesar las Puertas del Cielo esas mismas lágrimas cambian por otras de felicidad y así forman los ríos y mares del Paraíso —contó el ángel.
De a poco comenzó a escucharse a lo lejos un persistente sonido que parecía ser de agua que caía constantemente, sin detenerse; el ruido se fue intensificando hasta que se volvió ensordecedor, habían llegado al límite donde terminaba aquel mar, esas eran las Cascadas Eternas.
A partir de ese punto la fragata volvió a desplegar sus alas-timón... una vez más surcaría por el aire y esta vez lo haría en un vacío infinito con una cegadora luz al frente.
Se adentraron, de ese modo, en el Cielo propiamente dicho y la sensación imperante comenzó a cambiar nuevamente; aquí la paz absoluta y la armonía espiritual lo eran todo.
—Nos acercamos a los Coros Celestiales —dijo al rato Karen...
Poco después comenzaron a aparecer unas curiosas islas, similares en tamaño a las que había en el Purgatorio y propias del arte surrealista, ya que estas, entre nubes, parecían flotar sobre la nada... el poder y densidad del éter aquí era absoluto.
En muchas de ellas se veían construcciones, eran al mejor estilo de la Grecia clásica, fue entonces que el ángel señaló hacia una de las más grandes de todas:
—En aquella isla continente, Ryan, se encuentra el Gran Coro de los Justos, tu destino final —agregó mirándolo de un modo especial—. No tienes por que pasar por el sufrimiento de una muerte física... en este momento tienes a tu alcance la oportunidad única de ir hasta allí y quedarte, sin más... solo tienes que abandonar este barco.
—No, Karen; deseo quedarme junto a Helena todo el tiempo que pueda, tenemos un pacto hecho entre ambos —le contestó Ryan mostrándole la pluma que pendía de su cuello—. Mi momento de ir finalmente a esa isla será algo que decidamos juntos entre ella y yo.
—Si esa es tu elección, que así sea —le contestó ella entendiendo el trágico amor que unía a esa singular pareja, y fue inevitable que sintiera una profunda pena por el futuro que les aguardaba, fue así que quiso darles una luz de esperanza—.
Quiero que sepas algo, Ryan, recuerda que el destino muchas veces puede ser cambiado en algunos aspectos, pero para hacerlo siempre será necesario realizar sacrificios; y ten en cuenta que: cuanto más grande sea el cambio que pretendas lograr, mayor será la ofrenda necesaria —Ese fue el críptico comentario del ángel, que dejó a Ryan desconcertado, y un poco asustado, ante un futuro para él desconocido, pero que ella parecía intuir.
Atravesaron así el tercer orden angelical y luego el segundo...
Comenzaban a verse cada vez más ángeles que volaban entre las islas flotantes y en un momento el navío celestial se detuvo en una de las más grandes.
En ese sitio había un lugar apto para desembarcar.
—¡Llegamos finalmente! Esta es la zona donde comienza el Primer Orden Angélico. Aquí viven los serafines, entre otros —comentó Karen y en ese momento se comenzó a hacer bajar a los heridos...
Quedando finalmente unos pocos de pie, la mayoría sentados y algunos inconscientes, los pacientes fueron acomodados por toda una gran explanada.
En pocos minutos todo el lugar estuvo listo para la llegada de uno de los seres celestiales más poderosos que existen, y que pertenecía al orden más alto de la jerarquía más elevada dentro de toda la angeología: un serafín.
Un instante después se levantó una agradable briza que se fue intensificando y entonces la luz de toda la zona se atenuó.
Por encima de allí comenzó a pasar una gran escolta de ángeles; en medio de todos ellos había uno que, por lejos, destacaba de entre todos, era entre cinco y siete veces más grande que los otros y poseía no solamente dos sino seis alas en su espalda, de las cuales el par central era realmente enorme, proporcionalmente mucho más grande que las de los demás...
Aquel divino ser, glorioso en todo sentido, era evidentemente el serafín al que con tanta necesidad se esperaba y sus alas se contaban entre las más magníficas y poderosas que podían existir.
Su aspecto físico era claramente femenino: su figura lucía hermosa y perfecta, así como su rostro, el cual era exquisitamente bello; sus níveos cabellos, largos hasta su cintura y sedosos, ondeaban con suavidad en la etérea energía que se movía alrededor de ella; llevaba un velo que cubría su cabeza y sus ropas estaban compuestas por unas delicadas telas de un inmaculado color blanco, las cuales engarzaban en una exquisitamente elaborada bisutería elaborada en oro puro, con joyas engarzadas; la poderosa entidad estaba descalza, sus tres pares de alas la mantenían siempre flotando en el éter, sus sagrados pies jamás tocaban el suelo.
En sus manos portaba un enorme báculo de platino que era tan alto como ella; aquel impresionante objeto estaba adornado con joyería y un diseño magníficamente elaborado...
El serafin se detuvo aleteando en el lugar frente a todos los heridos, a unos cinco metros de altura por sobre ellos, y los contempló por un instante...
De sus seis alas, blancas y brillantes como el resplandor del alba, comenzaron a emerger miles de haces con una luz dorada similar a la que usaron los ángeles enviados a la fragata.
Con gráciles curvas estos rayos se empezaron a mover entre los heridos, atravesándolos... y sanándolos de inmediato.
Helena se encontraba acostada en el suelo sobre la sábana que se había utilizado para llevar su cuerpo hasta allí:
—Quintaesencia, éter —dijo, al tiempo que daba una profunda y lenta inspiración—. ¿Estoy... en el Paraíso, acaso? —preguntó entreabriendo sus ojos por primera vez desde que había caído ante el sanguíneo veneno de Lisbeth.
Ryan, que estaba a su lado hincado ante ella con una rodilla en el suelo, apenas pudo responderle con un ahogado «si»... la emoción apenas le permitía hablar, y luego de un instante le preguntó:
—¿Cómo te sientes?
—Perfecta, como el día que recibí mis alas... ¿Me ayudarías?, por favor —le pidió ella ya despertando completamente.
—Sí, claro... por supuesto —contestó él avergonzado mientras se apresuraba a tomarla de las manos para que se pusiera de pie.
Solo le tomó unos pocos segundos al enorme poder de la gran entidad celestial el conseguir curar a la mayoría de los heridos, quienes, a medida que sanaban, se ponían de pie y se alejaban, dejando así que el serafin se concentrase en los que más lo necesitaban.
Así lo hicieron Helena y Ryan, quienes, en silencio, se dirigieron hacia uno de los tantos acantilados rocosos de aquella isla, desde donde la vista era redundantemente paradisíaca.
Se sentaron juntos a pocos metros del borde.
Ryan no sabía que hacer ahora: si abrazarla, si besarla... o simplemente hablar con ella.
—¿Escuchas esa música? —le preguntó en un momento ella.
—Sí, es bellísima, imponente, me hace acordar a la de los coros eclesiásticos —contestó él.
—Son los coros angelicales... nunca dejan de cantar, sus voces viajan por todo el Paraíso a través de las corrientes del éter, de ese modo manifiestan su energía, que la percibimos musicalmente.
Es el mismo principio que se aplica al Gran Coro de los Justos.
—Por cierto, Helena... nunca me explicaste como intervendrá ese coro de personas en las cuatro cruzadas del apocalipsis.
—Bien, para entenderlo debes considerar dos cosas separadas:
La primera es que el plan divino pretende que la humanidad unida sea quien rechace y ponga fin al dominio que los infernales han ejercido sobre ella a lo largo de toda su historia.
La segunda es que en el universo todo lo que existe está en un constante estado de vibración. Tanto la materia como la energía son como melodías y forman una especie de sinfonía cósmica que les da sus características particulares en cada una de sus formas.
—Tal y como lo postula la Teoría de Cuerdas de la física cuántica, donde se sostiene que las partículas subatómicas son en realidad la vibración de algo que es más básico que ellas —infirió Ryan...
—Ignoro esa ciencia, solo sé que Dios propició la creación de un coro integrado en su totalidad por personas justas, dada su vibración armónica, mismas que, al cantar unidas, proyectarán desde el Cielo la energía de sus almas mediante sus voces, convirtiéndola así en una poderosa fuerza jamás antes creada por el hombre, la cual tendrá la capacidad de torcerle el brazo al mal, cerrando las salidas del Infierno.
Sin embargo, la cantidad de energía que generarán será tan inmensa que solo los arcángeles, y usando sus armas divinas, podrán canalizar tan tremendo poder, ningún ángel ni creación humana alguna resistiría tanta fuerza celestial junta.
En esta primera cruzada, cuando llegue el momento, el Coro cantará y será el arcángel Daniel, con su espada de fuego, quién guiará el poderoso rayo de luz hacia la puerta del tártaro para así cerrarla definitivamente... y ya no habrá demonio que pueda volver a abrirla, jamás —concluyó.
—¡Vaya, eso será algo impresionante de ver!
—Sí que lo será...
Helena cerró entonces sus ojos buscando percibir mejor la gloriosa sinfonía que inundaba el ambiente.
—De entre las artes en las que fui instruida de niña la música era mi favorita, ¡la adoro! Aprendí notación musical y también a tocar varios instrumentos, aunque básicamente. Mi predilecta siempre fue la flauta trasversera, en ella me especialicé, y la aprendí a utilizar muy bien, modestia aparte.
¿Y tú, Ryan?... ¿sabes tocar algún instrumento?
—No... creo que la música no es lo mío.
—Eso no es cierto, aún recuerdo cuando me hiciste escuchar esa canción en el hotel de Londres, y fue hermosa, nunca la olvidaré.
—Me refiero a practicar... De hecho, por más que lo disfrute no tengo un deseo tan intenso como para dedicarme a ninguna forma de arte.
—¿Nada?, ¿ni siquiera a bailar?
—Sobre todo bailar. Creo que un hombre bailando se ve... ridículo.
—¡Que exagerado! —exclamó ella riendo—. El arte es una forma en la que uno expresa su sentir de una manera diferente, auténtica.
A ti te vendría muy bien...
—¿A qué te refieres?
—Ocultas tu sensibilidad y lo sabes. Te cuesta mucho comunicar algunos bellos sentimientos que tienes dentro y no los dejas salir por nada del mundo; los guardas bajo siete llaves... y te lo dice alguien que es del siglo XVII —finalizó matizando su crítica con un dejo de broma.
Ryan se sintió incómodo con el comentario, aunque sabía que ella tenía razón, y decidió desviar el curso de la conversación; aprovechó para poner a Helena al tanto de todo lo que había acontecido...
—Exceptuando lo del ataque de las lamias me hubiera encantado disfrutar de este viaje a tu lado —le dijo ella.
—De hecho, estuvimos juntos por casi todo el trayecto, traté de no separarme de ti en ningún momento.
Siempre tuve la esperanza de que abrirías tus ojos y entonces podría decirte aquello que no pude —confesó él tímidamente.
—¿Lo que estuviste a punto de revelarme en el hospital cuando sonaron las alarmas?
—Sí...
—No hace falta que me digas nada —le aclaró ella poniendo su dedo índice sobre los labios de él y luego de retirarlo se acercó lentamente hasta que sus bocas estuvieron a un par de centímetros—.
Un acto vale mas que mil palabras —finalizó y en ese instante se dispuso a besarlo...
Sería el primer beso para Helena, el primero de esa clase en toda su existencia, un beso sincero, cargado con todo el amor que podía sentir con un hombre que había arriesgado su vida con tal de salvar la de ella y por quien decididamente ella moriría también.
Sus corazones comenzaron a latir al unísono mientras que sus almas se fusionaban en una sola...
A medida que sus labios se acercaban se miraban a los ojos, lo que sentían el uno por el otro en ese instante no se podía describir con meras palabras...
Ese beso era algo que deseaban desde el día en que se habían conocido y ninguno de los dos sabía ya durante cuanto tiempo permanecerían así, solo podían estimar que la eternidad no les sería suficiente.
Sin embargo, cuando estaba a punto de concretarse esa tan anhelada unión y a pesar de que estaban mutuamente extasiados, advirtieron repentinamente que no estaban solos:
—El... ¡serafín! —exclamó Helena al ver al imponente ser celestial que se les acercaba junto a una pequeña comitiva de ángeles por detrás.
Se puso rápidamente de pie y se arrodilló de inmediato en señal de respeto y devoción; Ryan, confundido por los protocolos, ni siquiera atinó a levantarse.
La majestuosa representante de Dios caminaba sobre una delgada niebla, misma que, cual densas nubes, se formaba por bajo sus desnudos pies que continuaban sin tocar el suelo en ningún momento; para ese momento había reducido su gran tamaño natural en dos tercios hasta adquirir la talla de un ángel promedio; se presentaba, de ese modo, especialmente para hablar con ellos:
—Ponte de pie, Helena —le dijo, ella obedeció de inmediato, Ryan la secundó, y el serafín continuó:
—De entre tantos caballeros de la Orden de la Cruz de Acero y ángeles que vinieron, tú eres la única que llegó al borde mismo de la muerte y resistió allí la gran tentación de cruzar su umbral.
Vi claramente tu valor al defender tanto al arcángel Daniel como a sus escoltas en el bastión, así como puedo ver tu futuro también... y es por eso que he venido —le aclaró.
El rostro de Helena se transfiguró al escuchar esas palabras; sabía bien del tremendo poder de predicción de los serafines, sus vaticinios jamás fallaban, e intuía con una gran angustia que le sería revelado un oscuro porvenir. Su interlocutora continuó:
—Te esperan difíciles pruebas en tu vida, un par de ellas llegarán muy pronto y deberás prepararte; lamento decirte que dos personas que amas profundamente morirán —sentenció.
—¿Quienes serán? —pregunto Helena sobresaltada, mas el serafín no le contestó:
—Dadas tus acciones has sido seleccionada por Dios; tú bien sabes que él le da las más difíciles batallas a sus mejores guerreros —Fue la críptica respuesta—. Ahora, tu alma humana debe ser templada para ser la más fuerte de las espadas jamás creada, solo así podrá afrontar el destino que le aguarda —definió.
El rostro de Helena quedó pálido, con una expresión demudada...
—Sin embargo, no quiero que sufras tanto, tan de golpe; así como le pasa al acero más duro, tu espíritu podría quebrarse... es por eso que te haré un regalo especial, uno que muy pocos han gozado —agregó la poderosa doncella y acariciando el alado plumaje de Helena hizo que en parte se volviera dorado—.
En este momento algunas de tus plumas llevan los destellos de mi energía sanadora en ellas, son en parte como las mías y podrás usarlas para curar al igual que lo hago yo.
Lograrás obrar milagros con ellas, aunque su poder se irá agotando de acuerdo a lo que pretendas. Si las usas para salvar vidas solo podrás hacerlo con una persona.
Dadas tus alas actuales no podrías soportar más plumas doradas en ellas, así que tendrás que elegir con cuidado a quien le entregas esa energía... Hazlo con sabiduría y suma prudencia —le aclaró, miró entonces a Ryan y le dijo sonriendo:
¡Vaya! Un elegido para el Gran Coro de los Justos viajando al lado de una reclamadora de almas... Es una insólita pareja la que forman ustedes dos; solo recuerden que «no hay día que no llegue ni plazo que no se cumpla» —sentenció con un aire de tristeza—.
Sin embargo, si continúan unidos y llegan al final de todo esto, les esperará un gran desafío, tal vez demasiado grande, el cual tendrán que afrontar juntos —dijo y se fue...
La pareja se quedó así con más dudas que preguntas ante las misteriosas palabras de la venerable emisaria de Dios.
Se decidió que la fragata permanecería allí por una jornada entera más, ese tiempo serviría para que fuera reaprovisionada de manera completa, luego volvería a la Tierra junto a varios refuerzos celestiales; llegaría al amanecer del tercer día, en el cual una gran batalla los aguardaba a todos.
La segunda oleada
Los tiempos entre el Cielo y la Tierra transcurrían a la misma velocidad y las antagónicas fuerzas que habían batallado con fiereza, quedando lastimadas y diezmadas, buscaban recuperarse lo más rápido posible.
Ambas partes se preparaban para un segundo ataque en el que se dirimiría a sangre y fuego quien se impondría: las fuerzas del Cielo recurrieron al inmenso poder de nada menos que un serafín, un ser de la Primera Jerarquía Angelical, capaz de sanar a ejércitos enteros con su energía divina, mientras que las fuerzas del Infierno optaron por intentar reabrir su acceso directo al abismo y valerse así de la ventaja que les brindaría una provisión ilimitada de refuerzos, mismos que no dejarían de llegar desde el averno a cada momento...
En la Tierra, el ataque al bastión de Dover había acontecido hacía ya dos días y Lisbeth había dedicado todo ese tiempo a recuperarse de sus heridas y tratar de reforzar su ejército, se encontraba entronizada en el sitio que supo ocupar Caleb:
—¿Como sigue la reapertura de la grieta de la abadía? —le preguntó a su nuevo acólito principal.
—Las gárgolas cavan tanto como pueden, mi señora, pero necesitan de tiempo para que sus garras se recuperen. El misil de la Orden fundió la roca decenas de metros hacia abajo, aún no sabemos cuantos.
—¡Adelantaré el segundo ataque, entonces!... y esta misma noche aniquilaremos a nuestros enemigos.
Lo haremos a la medianoche cuando la luna reine en el cielo. Lideraré de manera personal todo, acabaremos con lo que quede de ese bastión y me apropiaré de la espada del arcángel antes del amanecer.
—No creo que usted deba arriesgarse tanto, ama. Apenas han transcurrido dos de los tres días que pretendía para reforzar nuestras filas... no nos hemos fortalecido, solo nos reagrupamos.
—¡¡Pues, tendrá que bastar!!... Acabo de recibir un informe diciéndome que el asedio a las Puertas del Cielo fracasó y que el navío celestial enviado desde Dover logró pasar... ¡No podemos arriesgarnos a que los Guerreros Sagrados se repongan y regresen con refuerzos! El ataque será esta noche, y esa es mi orden final —sentenció.
Mientras tanto, en el Bastión de los Guerreros Sagrados la situación era de extrema tensión...
Con las comunicaciones de largo alcance aún interrumpidas, la Orden de la Cruz de Acero ignoraba todo sobre la crítica situación y por lo tanto no se esperaban refuerzos de ningún tipo.
El arcángel Daniel había intentado armar la mejor defensa con lo poco que quedaba de sus fuerzas:
La primera decisión tomada fue la de evacuar a cuantos civiles se pudiera enviándolos a las ciudades más cercanas de la región, como la Ciudadela de Ashford, misma que se encontraba a solo 7 minutos por helicóptero; al resto de la población se les dieron armas e instrucciones de como parapetarse en sus casas y proceder si el castillo llegaba a caer ante los demonios...
Los portones de las murallas del bastión habían quedado demasiado dañados por el ataque y de momento se había descartado el repararlos, dejando así los accesos completamente abiertos.
Se había protegido la entrada frontal usando tanques de guerra ubicados de manera estratégica para evitar el ingreso de los infernales al castillo.
Habiendo quedado la computadora central completamente destruida por Lisbeth, varias ametralladoras de alta velocidad y lanzamisiles automáticos fueron pasados a modo manual, pero había mucha escasez de artilleros calificados.
No quedaban ángeles, solo unos semiángeles, algunos caballeros y muy pocos paladines... Si sucedía un segundo ataque antes de la llegada de los refuerzos el pronóstico no era nada bueno.
El día transcurrió de ese modo en un ambiente de mucha ansiedad; los caballeros apostados rezaban o leían pasajes de la biblia en busca de fuerza...
Al anochecer la luna llena lo iluminaba todo y justo a la medianoche, cuando alcanzó su zenit, se comenzaron a escuchar decenas de cuernos de guerra sonar por toda la foresta, rompiendo así el silencio nocturno, y los demonios comenzaron con la segunda oleada.
Las alarmas sonaron nuevamente y la contienda se desató, la lucha fue encarnizada y se prolongó hasta el amanecer.
Sobraban armas y municiones pero faltaban los combatientes para usarlas y durante la noche su número solo se redujo más y más...
Entre escarnamusas la presión de los demonios y la resistencia de los humanos se mantuvo hasta el alba, momento en el cual Lisbeth comenzó a exasperarse:
—¡¿Por qué ese maldito bastión no ha caído aún?!
—Necesitamos reagruparnos y atacar con mayor fuerza, señora.
—¡Son solo humanos! ¡¡Humanos heridos y cansados!! Quiero que todos los demonios que tengamos ataquen ahora, que no quede ni uno solo en los bosques.
—Ama, no es lo recomendable, el sol ya está despuntando, muchos de los nuestros pierden poder ante su luz, como nuestras gárgolas que solo pueden combatir en las sombras.
La mirada de furia que le lanzó en ese momento Lisbeth a su hombre fue tan intensa como tajante su negativa a hacerle algún tipo de caso a esa recomendación... Claramente estaba dispuesta a entregar hasta el último de los demonios con tal de lograr su objetivo.
El ataque se volvió de ese modo total y finalmente las fuerzas del mal comenzaron a conseguir su propósito...
Con la llegada de un grupo de minotauros, que se sacrificó, los demonios consiguieron barrer las líneas de tanques; atravesaron así la última defensa de las murallas y entraron nuevamente al Bastión.
Derek despegó del patio central junto con el que era el único grupo de helicópteros disponible: su escuadrón Cobra.
—Atención escuadrón Cobra, prepárense —les dijo Derek.
—Entendido Rey Cobra.
Eran solo cinco naves y comenzaron a eliminar a todos los demonios que pasaban por la entrada; al ver eso el ataque aéreo de los infernales se concentró sobre ellos...
Las arpías se les lanzaron encima como una feroz bandada, las ametralladoras de las almenas lograban eliminar a muchas pero eran demasiadas.
—¡¡Las arpías están viniendo por nosotros, señor!!
—Rompan la formación. ¡Patrón de estrella!
Reina, tu quédate conmigo, nosotros dos continuaremos cubriendo la entrada —ordenó entonces Derek.
El escuadrón de aeronaves adoptó una nueva estrategia y los pilotos comenzaron a defenderse mutuamente... sin embargo, eso no bastó.
—¡¡Caballo, Torre y Peón han caído, solo quedamos nosotros...!! —fue lo último que transmitió el Reina Cobra antes de perecer ante los demonios, ahora solo quedaba Derek.
Usando su último recurso activó el modo de autodefensa de su nave: el helicóptero eyectó sus soportes de armas laterales liberándolos del cuerpo principal del vehículo, sendos artilugios, dotados de propulsión autónoma y manteniendo su poder bélico, se convirtieron así en versátiles drones de combate que, coordinados por la computadora de abordo de la aeronave principal, usaban sus armas con letal precisión.
Derek por su lado continuó atacando a las fuerzas de tierra.
Las arpías continuaban cayendo del aire, al tiempo que furiosas siguieron atacando a los drones hasta que finalmente los destrozaron a todos y entonces fueron por Derek.
La batalla entre el solitario helicóptero y las decenas de demonios que arremetían contra él duró poco, usando la fuerza bruta que su gran número les brindaba las arpías rápidamente consiguieron su propósito y el helicóptero se precipitó, estrellándose en tierra.
Derek quedó atrapado en la cabina de su aeronave, aún conciente...
Al ver que estaba vivo las arpías que quedaban se le tiraron encima para vengar a sus compañeras caídas por culpa de él, pero no contaban con que Beatríz vendría a protegerlo.
Viendo que ahora se enfrentaría a múltiples enemigos ella también usaría uno de sus últimos recursos:
Su guadaña de guerra podía ser separada en tres armas; el filo se dividía en dos partes, las cuales se sujetaban en sus perneras, una por delante de la izquierda y la otra por detrás de la derecha, permitiéndole así el atacar con amplio rango de patadas; el mango quedaba convertido en una alabarda, una larga arma medieval, de asta, que en su cabeza cuenta con tres elementos de ataque diferentes: una punta de lanza, proyectada hacia el frente, una cuchilla transversal con forma de hoja de hacha por un lado y un afilado gancho en su opuesto.
En esa configuración de ataque Beatriz tenía que usar al máximo sus gimnásticas habilidades... y era su favorita.
—¡¡¡Vengan por mí monstruosas brujas!!! —le gritó desafiante a la demoníaca bandada desde lo alto, ella sabía que desde allí al menos tendría un alivio: el sol evitaría que las duras gárgolas se interpusieran en medio su lucha.
Con sus piernas cortaba a las arpías en el aire dando veloces patadas de todo tipo, mismas que los demonios no podían eludir y con su alabarda las estacaba en el aire como si fueran insectos.
Derek observaba, desesperado por su impotencia, el sangriento espectáculo aéreo, viendo como la mujer que amaba con todo su corazón, estaba siendo atacada por todos los frentes posibles, mientras que él luchaba inútilmente por liberarse de los retorcidos hierros de su destrozada nave...
Beatriz combatió como nunca antes lo había hecho, ella sola había logrado acabar con decenas de arpías, era como una imbatible gladiadora, parecía que ella sola era capaz de derrotar a todo el Infierno.
Así fue hasta que una gárgola esperando el momento oportuno en que tres arpías la atacaron al mismo tiempo, saltó desde tierra y la sujetó a traición de sus alas.
El brutal demonio no tuvo piedad alguna, con su bestial fuerza trató de desgarrar su angelical cuerpo en dos... y consiguió arrancarle su ala derecha.
La hermosa fémina dio un horrible grito de dolor, al tiempo que la gárgola se convertía en piedra al recibir en lo alto los rayos del sol matinal... y así ambos se precipitaron violentamente al suelo.
A pesar del fuerte impacto, en ese momento, y usando ya las últimas fuerzas que le quedaban, Beatriz, vengadora, alcanzó a levantar en alto una de sus piernas y le aplicó una implacable patada descendente en el cuello a su rival, decapitándolo en el acto.
Sin su ala, el ángel ya no podía volar y, lo que era aun peor, perdía mucha sangre, había quedado malherida, estaba agonizando... y Derek lo veía todo a casi quince metros de distancia, justo al frente de su aeronave.
Los amantes se miraron, el tan temido día había llegado finalmente, sabían que el momento del adiós se acercaba.
Beatriz, con mucha dificultad, comenzó a ir hacia él, intentaba gatear, por momentos se arrastraba, con las cuchillas en sus piernas no podía ponerse de pie y así tambaleándose, comenzó a acercarse, quería llegar junto a Derek, esperaba al menos morir en sus brazos.
Sin embargo luego, de avanzar unos pocos metros una de las terribles arpías la atacó por la espalda, aplastándola de bruces contra el suelo.
El furioso demonio comenzó entonces a clavarle sus garras una y otra vez causándole profundas heridas... mientras ella gritaba entre el dolor y la completa indefensión.
Desesperado, Derek comenzó a golpear su casco de piloto con la palma de su mano buscando que milagrosamente se activara y en un instante lo logró, el sistema aún fallaba, pero centró a su enemiga en la mira del arma principal de la aeronave y la reconoció de inmediato: la ametralladora comenzó a girar disparándole una ráfaga de balas que destrozaron a la arpía enviándola directamente al Infierno.
Beatris ya no se podía mover, apenas lograba levantar su rostro cruzando de ese modo su ultima mirada con su hombre...
Los amantes habían quedado finalmente separados por apenas diez metros que eran todo un abismo...
De las dos alas de Beatriz, tanto de la que aún conservaba como de la que le había sido brutalmente arrancada y yacía en el suelo, empezó a brotar una luz que, cual si fueran pequeñas estrellas, comenzó a elevarse hacia el firmamento, esa era su energía angelical partiendo hacia su origen; estaba muriendo, y esta vez lo haría de manera definitiva...
En ese instante de entre las nubes aparecieron ángeles volando a una gran velocidad con rumbo directo a la zona de conflicto, entre ellos se encontraba Helena esgrimiendo sus armas de la virtud; las fuerzas del Cielo estaban llegando finalmente... y al llegar al bastión desataron toda su furia.
—Ordene la retirada, mi señora; el Cielo ha enviado un ejército, nos masacrarán —le dijo su sacerdote oscuro a Lisbeth.
—¡¡No, jamás!! —gritó ella furiosa, viendo como se le escapaba la victoria de entre sus manos...
Por detrás de los ángeles venía la portentosa fragata celestial de Daniel, secundada por los dos grifos del arcángel, cada uno sostenía en sus patas unas enormes cajas que eran tan grandes como sus cuerpos y que depositaron en medio del patio al llegar a él; de esos contenedores salieron los soldados de la Orden que, raudamente, tomaron las armas de sus camaradas caídos y se unieron a la batalla contra los demonios remanentes.
Las compuertas de artillería de la fragata se abrieron entonces y sus cañones comenzaron a disparar su munición divina, causándole así estragos al ejército demoníaco que, aunque luchó hasta el final, fue completamente arrasado... solo Lisbeth y unos pocos de sus acólitos consiguieron huir.
Al ver a Beatriz caída, Helena se horrorizó.
Corrió hacia ella y la sujetó entre sus brazos, el ala amputada del cuerpo de su amiga ya se había convertido en luz y muy pronto lo haría la otra también. Así, una vez despojada de sus atributos angelicales el alma de Beatriz partiría finalmente y su cuerpo fallecería sin la energía que mantenía su resurrección, convirtiéndose una vez más en apenas restos mortales, esa era la manera en la que morían los semiángeles...
Luego ya no quedaría nada más que hacer, salvo recordarla.
Vinieron entonces a la mente de Helena las palabras que el serafin le había dicho advirtíendole sobre algo como esto, su amiga era ahora claramente una de esas personas a las que podría elegir salvar... pero si lo hacía no tendría la energía necesaria para evitar la muerte de otra no menos amada y que eventualmente también perdería.
Su decisión no era para nada simple, y en medio de esa situación límite no podía especular.
Ryan, mientras tanto, ayudaba Derek a salir de su cabina...
Helena abrazó fuerte a Beatriz contra su pecho y extendió sus alas, rodeándola, y usó la seráfica energía acumulada en ellas.
En ese momento sus plumas doradas comenzaron a brillar con intensidad.
Así, al usar el milagroso poder curativo del serafín con su querida amiga, Helena hizo que sus heridas se cerraran y su energía angelical, la luz que se elevaba hacia el Cielo, volviera a su cuerpo, evitando su muerte...
La batalla del Bastión de los Guerreros Sagrados había terminado.
Helena continuó sosteniendo el cuerpo de Beatriz esperando que alguien viniera a ayudarlas. Su amiga ya no tenía daños a la vista, se había salvado, sin embargo había quedado con una terrible secuela: una de sus alas, la que fue arrancada de su espalda, no volvió... ya no existía.
Grandes sacrificios fueron realizados, muchos habían caído y entre tanto dolor, dos mujeres, dos semiángeles, unidas por un profundo lazo de amistad, habían sobrevivido.
Ahora solo quedaban cosas por reconstruir, heridas por sanar... y una cruzada entera por ganar.
Escrito en las estrellas
Pasaron siete días desde la gran batalla en la que el bastión de Dover se salvó de su completa destrucción. La poderosa Orden de la Cruz de Acero, a través de los Guerreros Sagrados y con la inapreciable ayuda del Cielo, se había impuesto ante los demonios.
Luego de un enfrentamiento bélico el vencedor siempre es el que resulta menos dañado y la peor parte se la llevaron los demonios: Lisbeth en su ambición por conseguir su objetivo de robar la espada del arcángel había sacrificado a la totalidad de las fuerzas bajo su mando, como consecuencia, el condado entero había quedado prácticamente libre de infernales... Ella y lo que quedaba de su séquito habían logrado huir de la gran isla británica.
El hospital de la ciudad ya no estaba tan atestado como en los primeros días, inmediatamente posteriores a la cruenta batalla, y solo quedaban ahora internados quienes había sufrido las más graves consecuencias, entre ellos se encontraba una joven mujer... una semiángel que ya no podía volar.
Siendo las 10 a. m., por uno de los pasillos del nosocomio caminaba Helena y lo hacía con un hermoso ramo de flores en sus brazos, mismo que le traía a Beatriz.
Al llegar a la habitación donde estaba su amiga se detuvo en la entrada, no se animaba a ingresar, muchas preguntas se le planteaban y todas las posibles respuestas le daban miedo...
—Hola —le dijo Derek al encontrársela de pie frente a la puerta y el verlo fue un gran alivio para ella:
—¿Cómo sigue Beatriz? —le preguntó angustiada sin siquiera responderle el saludo.
—Estable, reponiéndose —fue la resignada respuesta.
—¿Y su ala?
—La que aún le queda, bien... de la otra, nada; quedó amputada casi al ras de su espalda, todo vestigio de ella desapareció por completo.
Según opinan los médicos, nunca la recuperará. No he tenido el coraje para decírselo, solo le ruego a Dios que ella no lo suponga.
No se que más podré hacer... su ánimo se cae a pedazos día tras día y, aunque trato de ser fuerte por los dos, yo me desmorono con ella; no sé cuanto resistiré —dijo a punto de quebrarse.
Helena lo miró con lástima y le posó su mano en el hombro para demostrarle su incondicional apoyo.
—Beatriz ahora ya no es ni la sombra de lo que era hasta hace solo unos días, prepárate, Helena, ella necesita de su gran amiga más que nunca...
¿Entramos juntos de una vez? —le preguntó él finalmente tomando el picaporte y listo para abrir la puerta, Helena solo pudo contestarle de manera silente, asintiendo con su cabeza y armándose de valor.
—Hola —dijo Beatriz sonriendo por cortesía al verla.
—Te traje esto, amiga —le contestó Helena entregándole el ramo.
—Son hermosas... gracias. ¿Podrías ponerlas en un jarrón con agua, Derek? —le pidió a su pareja, quien se retiró a buscar uno... y en cuanto él se fue, Beatriz rompió en llanto.
—¿Qué te ocurre?
La respuesta se demoró... Beatriz no sabía ni por donde comenzar, su condición actual era algo que jamás imaginó que le pasaría y claramente no estaba preparada para afrontarla, delante de Derek trataba de parecer fuerte pero ahora, a solas con su gran amiga, ya no tenía por que simular serlo:
—¡Mírame! ¡¿Qué soy ahora, dime?! Te lo diré yo... soy el despojo que queda de una mujer que pretendía ser un ángel.
—Aún puedes lograrlo, amiga... no te rindas.
—¡¿Cómo lo haré?! Ya no puedo ni volar, mucho menos combatir como lo he hecho siempre. No sé ni siquiera si tendré energía suficiente como para reclamar un alma ya.
A partir de ahora solo seré esto... una triste semiángel que le dará lástima a todos los que la miren, con este cuerpo mutilado.
Helena no supo que decir. Veía a su amiga sufrir y no había nada que pudiera hacer por ella.
—Hace dos días vino un paladín... era un general o un almirante ¡¿qué me importa?! y me entregó esta medalla por mi valor durante la batalla —dijo sacando una hermosa presea dorada y brillante del cajón superior de la mesita de luz junto a su cama—. ¡Mira esta cosa! ¿Para qué me sirve? Me recuerda mi condecoración póstuma, la que me dieron cuando morí en servicio.
¡¡Quiero mi ala, perdida... no esto!! —agregó arrojándola con furia contra la pared, su amiga fue de inmediato a recogerla—.
Sé que tu intención solo fue la de salvar mi vida, pero, tal vez, debiste dejarme morir, Helena.
—¡No digas eso!... Si lo hubiera hecho, estaría llevando estas flores a una tumba y Derek te estaría llorando.
¿Sabes cuán grande habría sido nuestro dolor al perderte? ¿Realmente hubieras preferido eso?
Esta vez fue Beatriz quien no supo que responder...
—Derek está angustiado por como estás, yo estoy sufriendo por verte así; tienes que superar esto, los ángeles te ayudarán de algún modo, roguemos por un milagro... pero no pierdas la fe, amiga; confía en que Dios intervendrá en algún momento —agregó Helena mientras ambas se abrazaban con fuerza, conteniéndose, hasta que Derek llegó con el jarrón:
—Me alegra verlas así —dijo sonriendo de manera inocente, ignorando completamente el drama que ambas semiángeles decidieron compartir en secreto...
En la tarde de ese mismo día Helena estaba solitaria y aislada viendo la puesta del sol; se encontraba en las afueras de la ciudad, sentada sobre una colina, en lo que era un panorámico mirador natural.
—¿Que haces aquí? —le preguntó Ryan llegando al lugar.
—Busco paz mental, sosiego mi alma... me fortalezco.
—¿Mirando el sol directamente?
—Hacer esto al amanecer o al atardecer es una práctica milenaria y ancestral, adoptada por muchas culturas de la humanidad, seguramente influenciada por la conexión de las almas con lo divino...
En el Cielo contemplamos la luz de Dios, aquí en la Tierra, el sol nos lo recuerda —dijo ella abrazando sus rodillas y se silenció.
Helena pensaba en todo lo ocurrido y el futuro la asustaba... no por ella sino por Ryan, en apenas tres días más las fuerzas del bastión se reunirían con una enorme flota de mar perteneciente a la Orden, la cual ya estaba en camino hacia allí; y así daría oficialmente comienzo la primera de las cuatro grandes Cruzadas de las Puertas del Infierno.
—¿En qué piensas tanto? —le preguntó él.
Ella no le contestó, se la veía deprimida...
—Fue difícil hallarte. ¿Me puedo sentar a tu lado? —le comentó entonces sentándose sin esperar una respuesta.
El silencio era incómodo para Ryan que no dejaba de mirar a Helena de reojo; ella, por su lado, perdía su mirada en el horizonte...
—Beatriz nació siendo tan humana como tú o como yo; su cuerpo, en general, se encuentra bien. ¿Tan importante se ha vuelto para ustedes el volar? ¿Qué se siente hacerlo?
—No puedo ni explicártelo, Ryan... Libertad, creo que es la mejor descripción; una completa y absoluta libertad. Nunca lo entenderás en su real magnitud si no lo experimentas.
Me acostumbré tanto a ello que ya ni siquiera me imagino como sería el no ser capaz de remontarme en el viento.
El elemento de Beatriz es el aire... Ahora es un ángel de aire que no puede volar; a eso la condené con tal de no perderla, ¡fui solo una tonta egoísta! Cuanto daño se hace por amor.
Si yo fuera ella estoy segura que preferiría dejar de existir —dijo conteniendo con fuerza su llanto.
—¿Viniste hasta aquí a sufrir en soledad?
—No realmente...
Repasaba como fue mi existencia desde el día en que decidí dejar de ser la simple alma desencarnada que era en el Cielo para volverme algo más, trascender mi humanidad, angelizarme.
—Nunca me hablaste de esa parte de tu historia, y de verdad que me gustaría conocerla.
—De acuerdo, te la contaré, entonces... pero antes te diré algo:
Verás, cuando estás en el Paraíso todo es perfecto, allí tus deseos son satisfechos, no existen las necesidades que hay en la existencia terrenal; pero hay recuerdos, muchos recuerdos.
Son los eventos y pasajes de tu vida que te definen; algunas son memorias que creías ya olvidadas para siempre, pero no... todas vuelven a ti después de morir, todo está grabado en tu alma.
Lo que sea que experimentes en tu existencia te acompañará por siempre, no se borrará nunca y los hechos más impactantes lo harán con más fuerza.
A la gente le gusta creer que el pasado queda atrás y que el tiempo lo cura todo, les tranquiliza pensar eso ante los recuerdos dolorosos que los aquejan. Lo que no consideran es que esas heridas dejan sus cicatrices...
El pasado jamás será olvidado con el paso del tiempo, para bien o para mal, Ryan... solo te adaptarás a coexistir con él.
Cuando morí me quedaron muchas cosas pendientes en este mundo; cosas que debí haber hecho, pero que no tuve el tiempo necesario, cosas importantes para la vida plena de todo ser humano, sobre todo siendo una mujer, dado nuestro rico universo emocional interno. Me refiero a cosas como: enamorarse... amar de verdad, como solo una mujer puede amar a un hombre —dijo con sus ojos llorosos, haciendo una pausa y conteniendo sus lágrimas—.
Ese sentimiento siempre me fue esquivo, nunca lo disfruté...
Te cuento esto a modo de preámbulo porque quiero que entiendas por que soy como soy.
Finalizó así ese punto para comenzar con su historia:
—Bien, recuerdo el día en el que me enrolé. Había una inusual comitiva de ángeles en una de las plazas de la ciudad; alrededor de ellos se había reunido una gran cantidad de almas.
Cuando pregunté de que se trataba todo aquello y me informaron que Dios estaba brindándonos la oportunidad de volvernos ángeles no lo dudé ni por un segundo; siempre admiré a los ángeles, ya desde niña, para mi ellos son la belleza, la virtud, la perfección de la creación divina en todo sentido. Acepté aquella oferta de inmediato, y lo hice sumamente gustosa...
Fui conducida a un barco, en el que me llevaron, junto con decenas de otras almas, a una de las islas flotantes del Paraíso; para mí, que había estado a punto de ser ordenada en mi fe católica, cada instante de aquel viaje fue incrementando mi fervor religioso; nunca me había acercado tanto a Dios.
Al descender en nuestro primer destino se nos dieron unas túnicas que nos tuvimos que poner en lugar de nuestras ropas, eran de un color blanco puro, tenían mangas largas y cubrían todo nuestro cuerpo hasta los pies, recuerdo que ese momento me desconcertó el hecho de que tuvieran la espalda completamente desnuda.
Nos formaron así en muchas filas... y cuando todo estuvo listo llegaron volando varios querubines; ellos, junto con los serafines, son los seres celestiales de mayor poder después de Dios, era la primera vez que veía uno.
Se nos sugirió que inclinásemos nuestra cabeza hacia adelante, obedecí; fue entonces que los querubines comenzaron a pasar entre nosotros, con sus manos rozaban nuestras espaldas, aún conservo la sensación tan única del momento cuando aquel ser me tocó; al principio sentí un cosquilleo único, y a los pocos segundos entendí lo que me sucedía... Cuando alcé mi mirada vi como a las almas que estaban frente a mí les comenzaban a crecer alas.
Desplegar mis alas por primera vez, me arrancó lágrimas de alegría, cai de rodillas por la tremenda emoción que me embargó en ese momento... Me sentí como un ángel de verdad y eso que eran solo alas básicas, ni siquiera estas que tengo ahora.
Luego vinieron varios arcángeles junto con muchos ángeles y comenzaron a separarnos en grupos, nos fueron seleccionando por nuestras aptitudes naturales... yo fui elegida para formar parte de lo que sería el equivalente celestial a la infantería de un ejército.
Mi grupo fue entonces conducido en un barco hacia otra isla donde se entrenarían nuestras habilidades; se trataba de la isla Céfiro, aunque escuché que mis compañeros la llamaban isla coliseo y al llegar vi el motivo: en ella había edificios que me recordaron de inmediato a la antigua Roma, era el mismo inconfundible estilo arquitectónico, y en el centro de todo había una construcción similar al famoso anfiteatro romano.
Nos separaron por género y me integraron a una hermandad, las Pi Épsilon Delta; allí fui entrenada: se me enseñó a volar, a combatir y a usar todos mis incipientes atributos angelicales...
El tiempo pasó, no sé ni siquiera cuanto fue... ¿meses?, ¿años?, ¿que importancia tiene eso para un alma?
Cuando completé mi entrenamiento fui llevada a Mística, la isla de la alquimia celestial.
Ese sitio es el lugar más volcánico del Paraíso se encuentra lleno de energías de todo tipo y es donde los alquimistas del Cielo forjan casi todas las armaduras y armas celestiales.
La gran mayoría de los volcanes que están allí se encuentran activos, rodean a la isla y se conectan a un sistema de cavernas que la recorre completamente por debajo. Las columnas de humo que salen de sus montañas la asemejan a una enorme fábrica.
En la parte central de la isla hay un valle donde se erige la ciudad de los forjadores; allí me fue otorgada esta armadura que llevo ahora.
En el centro urbano se encuentra la llamada Gran Plaza de Armas, todos fuimos llevados allí para que tomásemos nuestras armas de la virtud, aquellas que a partir de aquel día nos acompañarían en el futuro, para siempre.
Cuando llegué a ese lugar me hallé ante incontables opciones...
De golpe, en frente mio estaban todos los distintos tipos de armas clásicas que ya conocía y otras que ni si quiera me hubiera imaginado que pudieran existir.
Se encontraban dispuestas sobre largas mesas que formaban una especie de laberinto; era como si se tratase de una enorme exposición; todas eran brillantes, todas lucían magníficas.
Uno de los tantos maestros de armas que deambulaban por la plaza para asesorarnos vio mi tremendo desconcierto e indecisión al no saber por cual optar y se me acercó.
Me explicó que el destino de cada ángel guerrero estaba ligado a sus armas a un nivel muy profundo y que, por lo tanto, no debía forzar aquella elección.
Imagino que algo sintió en mí, porque me condujo a un sector especial, era una gran carpa donde había unas creaciones diferentes del resto, aquellos eran los conjuntos estelares , así los llamó él.
Me explicó que esos objetos habían nacido en las fraguas lejanas, las del segundo cielo, entendí perfectamente a que se refería cando me reveló que los maestros armeros que los habían forjado utilizaron tanto el material como la propia luz de las estrellas...
Siguiendo sus indicaciones comencé a caminar entre los exhibidores tratando de mantener mi mente en blanco y del todo abierta, esperando alguna señal... En el instante en que me acerqué a este conjunto de espada, escudo y daga, que uso actualmente, las tres comenzaron a resonar, era como si vibraran ante mí presencia ¡Cantaban!, sentí que me llamaban.
El maestro me dijo entonces que lo más común es que los ángeles elijan sus armas; sin embargo, a veces, algunas de ellas deciden quienes las portarán, y por eso me fueron otorgadas.
Luego de todo aquello estuve ya lista; así que simplemente me enviaron a la Tierra... y aquí estoy ahora, extrañando aquellos tiempos en el Cielo, de aprendizaje y preparación, cuando todo era claro y el futuro lucía venturoso.
—Cuando también habías renunciado a enamorarte, ¿verdad? —le preguntó Ryan y la silenciosa mirada de los ojos de Helena fue toda su respuesta—.
Mientras estábamos en el Paraíso pude ver de lejos la isla flotante donde se encuentra el Gran Coro de los Justos, era enorme, no pude ver ni donde acababa...
—Fue porque esa isla es una de las más grandes, es comparable a un pequeño continente de este mundo, e igual de hermosa en todo aspecto; cualquier belleza natural que exista aquí en la Tierra se encuentra allí y multiplicada.
—Cuando pasábamos frente a ella, Karen, la líder de las Alas de Cristal, me reconoció como uno de los elegidos y me sugirió que me bajara ahí mismo —comentó entonces Ryan.
—Tal vez debiste hacerle caso —le dijo Helena con mucho dolor...
—Nunca lo habría hecho; acordamos que serías tú quien me enviaría allí —le recordó él cambiando ya su tono por uno más serio.
—A menos que un demonio te mate primero y reclame tu alma para el Infierno, Ryan —respondió ella con un dejo de oscuridad que mostraba parte de la fuerte lucha interna que libraba—.
Cuando decidí tomar este camino para volverme un ángel de Dios jamás pensé que volvería a experimentar todas estas emociones tan... humanas —dijo con su voz casi quebrándose—.
Desde que te conocí he vuelto a sentir angustia, miedo... y, por primera vez, amor romántico —finalizó mirándolo a los ojos.
Esa mirada era de una sincera apertura; Helena estaba desnudando toda su alma, se encontraba totalmente expuesta ante Ryan y merecía de él una respuesta de igual tenor:
—Siempre he sido un individuo muy independiente y solitario, Helena, toda mi vida la viví así. Nunca me sentí atraído por la idea de compartir mi existencia con nadie... eso fue hasta que te encontré.
Verte fue un flechazo en mi corazón, por fin supe como era... y conocerte significó el desear no separarme nunca más de ti. Para mí ya eres tan perfecta como un ángel.
Ignoro lo que nos depare el futuro, solo quiero estar junto a ti durante todo el tiempo que Dios así lo permita —concluyó él.
Ese momento era de una profunda conexión entre ambos, sus almas se abrazaban volviéndose una sola, y esa fuerza era tan poderosa que el mundo entero había dejado de existir para los dos.
Sin pretenderlo ni buscarlo sus rostros se comenzaron a acercar de manera natural... hasta que sus labios se posaron con suavidad los unos en los otros; en ese instante de clímax, Helena, de una intempestiva manera, cerrando sus ojos y agachando su cabeza hacia un lado, se apartó:
—Lo siento, Ryan; nunca debí permitir que lo nuestro llegara a estas instancias. Hay algo que tuve que decirte desde el comienzo, pero tuve miedo de hacerlo por las consecuencias que podría acarrear.
—¿Qué cosa es?, sea lo que sea puedes decírmelo sin más, confía en mí... por favor.
—Para lograr ser un ángel de verdad, completo, con mis atributos angélicos a pleno, debo renunciar a todos los deseos terrenales, entre ellos se encuentra esta clase de amor que siento por ti... si no lo hago, nunca lo conseguiré.
Acepté esas reglas antes de comenzar a transitar por este camino, y lo hice gustosa; nunca había conocido cuan poderoso podía llegar a ser el amor y jamás pensé que algo como esto me pudiera ocurrir algún día.
Cuando te di mi pluma me convencí de que tomaría tu vida cuando quisiera, pero en realidad lo hice para mantenerte a mi lado; en ese momento hicimos un pacto que ahora sé muy bien me será cada vez más difícil cumplir —dijo lagrimeando.
—Te amo, Helena, y no pretendo arrebatarte de entre las manos de Dios; tú ya querías ser un ángel desde mucho antes de conocerme, tu destino va más allá de mí y, aunque me duela, lo acepto.
—Mi destino...
El serafín dijo que pronto tendría que soportar dos grandes pérdidas en mi vida y que solamente podría evitar una usando su poder... ya hice mi elección, salvé a Beatriz, no podía dejarla morir en mis brazos.
Mira mis plumas, las que viste volverse doradas el el Cielo, ahora son blancas como todas las demás, no me queda ni una pizca del poder seráfico.
¿Sabes quién seguramente morirá ahora, Ryan? —le preguntó de una manera retórica.
—Me lo imagino —dijo Ryan con pesar—. Creo que de lo único que podemos asegurarnos ahora es de que mi alma no sea reclamada por los infernales —le dijo con calma—. Estoy viviendo tiempo prestado, a esta altura ya debería de haber muerto, ese debió ser mi destino original en aquel aeropuerto —sentenció.
Si de verdad amaba a Helena tanto como él creía, tenía que darle la fuerza para cumplir con su mandato divino.
Fue así que agarró la daga del ángel por el mango y deslizándola lentamente la sacó de su brazal; se la colocó a ella en su mano hábil y con las suyas propias la ayudó a sujetarla con firmeza cerrándole los dedos alrededor de su empuñadura, luego guió la punta del arma hasta colocarla en el medio de su corazón, justo delante de su angelical pluma, la cual llevaba siempre colgando de su cuello desde el día en que la divina doncella se la colocó:
—Déjame colaborar en esto, sé que te será difícil, pero no quiero verte sufrir así... y cuanto más tiempo pase, peor será.
Mientras no muera a manos de un demonio estaré bien, seguro y a salvo en el Paraíso; desde allí te veré convertirte en un ángel de verdad, el más hermoso de entre todos para mí.
Hazme partir sin dolor, lleva nuestro pacto hasta el final —le pidió sonriéndole para darle el valor necesario, y esperó su decisión...
Como Helena se demoraba en asumir su papel de ejecutora, Ryan comenzó a hacer presión, hundiendo de a poco el extremo de la mortal arma en su pecho, pero antes de que la punta consiguiera siquiera lastimar su piel, Helena comenzó también a hacer fuerza... solo que en sentido opuesto.
—Dios siempre me ha dado un completo y libre albedrío; no te corresponde a ti hacer esto, Ryan...
Las manos de ambos comenzaron a temblar, forcejeando entre sí, y fue un temblor que creció hasta que ya no se pudo soportar más... entonces Helena retiró su daga, apartándola con brusquedad, para envainarla nuevamente:
—¡¡No puedo!! ¡Ni quiero hacerlo, Ryan! —exclamó rompiendo en un fuerte llanto—. ¿En qué clase de reclamadora de almas me he convertido ahora? —enfatizó con desespero y él, abrazándola y conteniéndola, luego de un instante en el que su mente se movió como un torbellino, intentó consolarla:
—Mientras navegábamos por el Cielo, Karen me hizo también un comentario que me pareció más bien un consejo, dijo que el destino puede ser cambiado a través grandes sacrificios; en ese momento no supe que la motivó a hacerlo, ahora creo que debe haber percibido nuestros lazos y fue para que te lo transmitiera a ti; tal vez esa sea justamente la gran prueba a la que el serafín hizo referencia cuando nos dijo que, de continuar unidos, tendríamos que enfrentar en el futuro...
—Solo quiero que me prometas una cosa: que no morirás, bajo ningún concepto morirás... mantendrás nuestro pacto como sea —le rogó ella.
—Quedate tranquila; no me arriesgaré inútilmente...
—¡Promételo, Ryan!, y no me salgas con una evasiva, se directo y claro, ¡dilo!
Él la miró a los ojos, no quería prometer eso... ni mentirle tampoco:
—De acuerdo... te lo prometo, Helena: no moriré —le respondió finalmente, aunque sonriendo ante la ironía de que eso era algo que estaba más alla de su poder.
El disco solar atravesaba en ese momento el horizonte y la noche comenzaba con su cotidiano reinado ante la pareja que, abrazada desde aquella colina, alejados de todo el mundo, veía salir a la luna, hermosa y menguante, acompañada por cada una de sus incontables estrellas...
—¿Crees en los astros, Ryan?
—¿Te refieres a la astrología? La verdad, no mucho —respondió él con una burlona sonrisa.
—Primero fue la alquimia y ahora la astrología. ¿Por qué eres tan escéptico? —le preguntó ella, serena y confiada.
—Porque son creencias que no se pueden racionalizar.
—Que algo esté más allá de la razón no quiere decir que no exista... muchas cosas que el hombre de hoy día da por ciertas alguna vez estuvieron en el terreno de lo irracional.
Lo cierto es que una parte de nuestro destino, el futuro, Ryan, tanto el tuyo como el mío ya está escrito allí, en las estrellas. ¿Sabes de constelaciones?
—Muy poco, realmente.
—¿Ves aquella estrella? —le preguntó ella dirigiendo su mirada hacia una de ellas— se llama Bellatrix... y ese es el nombre de mi daga.
—No sabía que las armas de los ángeles tuvieran nombres.
—Algunas tienen el suyo... Como ya sabes, nuestras armas son forjadas en el Cielo usando alquimia; al culminar el proceso, en ocasiones especiales, el maestro armero también las bendice con una constelación, misma que no solo se les asemeja en forma o función sino que, además, les brinda unas características propias y especiales, distintas del resto... un destino único, por así decirlo, el cual les ayudará a encontrar e identificarse mejor con su portador y finalmente, a fusionarse con él a un nivel muy profundo.
La guadaña de guerra de Beatriz, por ejemplo, fue ungida con la constelación de la serpiente, la única constelación de entre todas que se encuentra dividida en el firmamento. Así es exactamente su arma, que recuerda a un ofidio, de cuerpo alargado, rápido y versátil... y diseñada para separarse en partes.
Al medio de la serpiente existe otra constelación que es la que la divide al medio, se trata de Ofiuco, el portador de la serpiente; ambas constelaciones se relacionan estrechamente.
Ofiuco corresponde con Asclepio, hijo del dios Apolo y la mortal Corónide. Fue un semidiós que desarrolló tal habilidad en medicina, que se decía era capaz de resucitar a los muertos... y eso le costó la vida cuando Hades, el dios del inframundo, indignado por aquello, le pidió a Zeus que lo matara por violar el orden natural de las cosas, a lo que el máximo dios del Olimpo accedió...
Toda una metáfora de la muerte de Beatriz.
Ella era piloto de un helicóptero sanitario. Estaba evacuando el hospital de campaña de un campamento que caería sin remedio ante el avance enemigo.
Su escuadrón lo formaban un total de cinco aeronaves, las cuales asistieron a cuantos heridos pudieron hasta que el combate llegó allí y comenzó una feroz batalla con las fuerzas que aún quedaban.
En el nuevo campamento, el cual que estaba en una posición segura y era a donde estaban trasladando a todos los heridos, les prohibieron continuar dado que la zona era ya muy peligrosa; sin embargo, Beatriz desobedeció y decidió volver una vez más, aún quedaban personas que evacuar.
Voló así hasta la ubicación comprometida y, a pesar de que todo estaba ya copado por fuerzas hostiles, descendió y solicitó hablar con el líder para que le permitiera completar su misión.
El comandante enemigo se presentó ante ella y la condujo hasta el hospital de campaña, ella pensó que accedería en reconocimiento de su valor; sin embargo, aquel cruel hombre, para demostrarle su poder, sádicamente comenzó a ejecutar a los heridos que aún quedaban allí, al ver eso, Beatriz le quitó su arma y lo mató junto con los hombres de su escolta.
Logró así cargar a todos los heridos y al personal médico restante en su helicóptero; sin embargo, ella resultó mortalmente herida en la refriega; a pesar de aquello, logró llegar al campamento base seguro, aunque nunca pudo bajar... murió en la cabina de su aeronave.
Nuestras armas, como puedes ver, Ryan, representan parte de nuestro pasado, que es lo que somos... y también entrañan profecías sobre lo que nos aguarda en el futuro.
—Mi conjunto de armas fue en parte forjado en el segundo cielo, y se utilizó tanto el material como la luz de estrellas pertenecientes a la constelación de Orión.
Es por ello que este conjunto de tres armas que llevo conmigo, mis armas de la virtud, fue santificado con la constelación de Orión, el cazador... es aquella que ves allí —dijo señalando hacia el cielo con su dedo y trazando en el aire la imaginaria figura—.
Bellatrix es la estrella que corresponde al brazo que sujeta el escudo, de ahí el nombre otorgado a mi daga que se encuentra en mi brazo de defensa; se la conoce como la estrella amazona o la mujer guerrera y tiene un brillo azul.
—El color con el que brilla tu daga cuando detecta un demonio.
—Correcto y siempre ha sido como mi mano derecha. Esta daga no es solamente mi instrumento ejecutor predilecto, con el que he reclamado la mayoría de mis almas, sino que es también mi arma secundaría, mi último recurso en una situación crítica, la amo.
Es curiosa la semblanza de su nombre con el de Beatriz, mi mejor amiga, a quién considero como mi hermana... Creo que este conjunto anticipó que nos volveríamos así de cercanas.
La estrella que bendice mi arma principal, conocida antiguamente como yad-al-Jauza y mal traducida durante el Renacimiento como Betelgeuse, significaba originalmente la mano de al-Jauza, es una estrella gigantesca y roja así como lo es el acero de la hoja de mi espada, forjado con rubíes que le confieren un aspecto único, resplandece ante la luz con incontables destellos, dándole un vivo fulgor de ese color.
—¿Y Rigel?
—Aun no sé nada... y tampoco de Saiph. Las armaduras de los ángeles cambian, crecen a medida que lo hacemos nosotros y se nos asigna mas poder. Cada vez que cumplimos con nuestras misiones se nos permite evolucionar.
Luego de completar mi última misión, la de devolverle al arcángel Daniel su espada de fuego, recibí estas tres gemas divinas en mi cinturón, creo que son: Mintaka, Alnilam y Alnitak, las estrellas del cinturón de Orión, aún desconozco sus poderes especiales —dijo mostrando las tres piedras preciosas con bellos asterismos que tenía en su armadura.
Como reclamadora de almas, abracé con alegría, celebré, el que se me concedieran estas tres armas que me ayudarían en mi tarea de recuperar las almas de los justos y llevarlas hasta el Cielo a donde pertenecen; sin embargo, ahora hay algo que me angustia...
—¿Qué es?
Las historias originales asociadas a las constelaciones se pierden en el tiempo, son muchas y muy variadas. Por lo general son antiguas leyendas adaptadas y modificadas con el correr de los siglos que van cambiando de cultura en cultura.
La constelación de Orión tiene uno de los orígenes más misteriosos. En la mitología árabe se la conoce como al-Jauza: la central, una antigua diosa de la humanidad ya olvidada.
No se conoce mucho sobre ella como divinidad más allá de que era cazadora y representaba la fuerza y la fertilidad.
Si bien las historias se han ido adaptando de acuerdo a las diferentes culturas del hombre, la de esta constelación es siempre muy trágica.
Por lo general versa sobre una mujer, muy hábil en la caza, que termina sacrificando a su gran amor por un mandato superior...
La mitología griega, por ejemplo, cuenta que la diosa Artemisa, la cazadora, se había enamorado de Orión y aquello despertó los celos de Apolo, el hermano gemelo de la diosa.
Un día, Apolo, señalando hacia un objetivo que se encontraba a una distancia enorme le hizo una apuesta a su hermana: la desafió a que no podría asestarle una flecha a ese animal que se movía a lo lejos dentro de aquel bosque, él sabía que era Orion, ella no.
Artemisa aceptó el reto, apuntó y lanzó su flecha... y como siempre, dio en el blanco.
Cuando fue a ver su presa, se dio cuenta de que había dado muerte a su amado.
Fue tan grande su tristeza, sus quejas y sus lamentos que Zeus decidió colocar a Orión en el cielo para su consuelo —finalizó Helena y se hizo un impasse de silencio mutuo que Ryan rompió un momento luego:
—¿Acaso temes que tú termines sufriendo el destino de Artemisa, yo el de Orión y que la constelación sea una referencia al Gran Coro de los Justos en dónde terminaría resucitando mi alma?... creo que piensas demasiado, y cuando eso sucede la mente suele ser tortuosa.
Helena lo miró a los ojos, vio su escéptica mirada y le quedó claro que él se negaría a aceptar lo que ella le quería hacer entender:
—Es posible que tengas razón, en ocasiones tiendo a ser un poco pesimista, mejor olvídalo... solo fue una tontería mía —finalizó Helena sonriendo forzadamente, ya que lo que en realidad pensaba era algo muy diferente:
«Hace solo un instante, Ryan, tuviste a mi Bellatrix a punto de perforar tu corazón, hasta intentaste forzarla a hacerlo y tuve que detenerte.
Esta fue ya la segunda vez que me pides que tome tu vida...
No te das cuenta aún, pero el destino de estas armas así como el nuestro parecen confluir en un punto en común y es algo por lo que le rezo a Dios todas las noches para que nunca ¡jamás! suceda».
Así, la pareja continuó contemplando el cielo nocturno...
Los dos tratarían de no volver a hablar del tema pero la disyuntiva que torturaba el corazón de Helena por primera vez había quedado clara para ambos: si ella quería llegar a ser un ángel, algún día tendría que romper su vínculo de amor con Ryan.
Podía cumplir con el sueño de su alma o el de su corazón, pero no con ambos, ¿a cuál de los dos renunciaría? ¿y cuándo?, solo el tiempo tenía la respuesta; sin embargo, la cercana muerte de Ryan, profetizada por uno de los más poderosos seres celestiales existentes, parecía que pronto la libraría de esa tan terrible elección... aunque nunca de sus doloras consecuencias.
Sacrificio...
El Bastión de los Guerreros Sagrados y la ciudad de Dover se habían reorganizado lo suficiente ya como para poder continuar funcionando con relativa normalidad.
Lo que más se necesitaba ahora era volver a estar completamente operativo y para ello era necesario conectarse nuevamente con el resto de la Orden de la Cruz de Acero.
Con la sala de computadoras completamente arrasada por Lisbeth, los ingenieros del bastión aún intentaban restablecer, sin éxito alguno, las comunicaciones de largo alcance.
Esa mañana, en una reunión plenaria con los distintos paladines, se le informaba de la situación al arcángel Daniel:
—Los equipos de transmisión de los vehículos son insuficientes, por más que los modifiquemos y tratemos de adaptarlos carecen de la tecnología necesaria. No tenemos nada que podamos usar para reemplazar lo que fue destruido —dijo el jefe de ingenieros—.
Necesitamos una central de comunicaciones satelital nueva, no tenemos otra opción —finalizó...
—¿Dónde podemos conseguir uno de esas cosas? —preguntó el arcángel.
—Según lo que consta en nuestros registros, en alguno de estos almacenes militares, ubicados en las afueras de Londres, podíamos encontrar al menos una —le respondió el hombre señalando varias locaciones en un mapa—; sin embargo, ayer enviamos varias unidades de reconocimiento a todos y no hallaron nada.
—No va a ser sencillo conseguirla, parece —reflexionó Daniel...
—En realidad una de nuestras unidades revisó los videos de vigilancia de los almacenes y encontró que los repuestos de un equipo similar al que necesitamos estuvieron almacenados allí y fueron robados hace tres meses por ese grupo londinense que se hace llamar: La Resistencia —agregó uno de los paladines.
—¿Es aquél pequeño grupúsculo de personas que sobrevivían en la ciudad? Me enteré de ellos hace años, y sinceramente me sorprende que aún existan —comentó otro de los paladines allí presentes.
—Sí, señor. De hecho hasta han crecido en su cantidad de miembros. Es común que se abastezcan de armas y equipo militar robando en instalaciones del ejército que se encuentran sin custodia.
Por lo que sabemos operan desde la red de subterráneos de la ciudad —respondió el ingeniero—; allí se encuentra su base y seguramente también esconden todo lo robado.
—Los conozco, ya hemos tenido problemas con ellos en el pasado, son sobrevivientes que se oponen a los demonios, pero también nos consideran sus enemigos... y nos rechazan como tales —dijo el arcángel.
—Si enviamos un par de escuadrones de élite fuertemente armados recuperaríamos todo el equipo muy fácilmente... Esos insurgentes podrán tener nuestras armas, pero nunca nuestro entrenamiento —sentenció otro paladín y miró a Daniel aguardando su respuesta.
—No quisiera masacrarlos, aunque sabemos lo peligrosas que son esas personas, y también necesitamos el equipo de comunicaciones con urgencia.
De acuerdo... ¡Autorizo la operación de recuperación!
Hagan los preparativos y que partan dos escuadrones en naves separadas en cuanto estén listos. Díganle al comandante de la misión que trate de minimar la cantidad de víctimas sin arriesgar a los nuestros, claro está —ordenó finalmente el arcángel y así terminó la reunión.
Beatriz había sido dada de alta del hospital esa misma mañana y Helena, junto con Derek, habían decidido festejarlo haciendo un almuerzo todos juntos en el que también se encontraba Ryan.
Charlaban de los temas más diversos, tratando de evitar todo lo referente al ala perdida del mutilado ángel y su penosa condición actual:
—¿Se estará organizando alguna clase de misión? —preguntó Helena al ver una inusual agrupación de soldados que se estaba formando.
—Escuché decir que se hará una operación para recuperar un avanzado equipo que es de vital importancia para el bastión: una central de comunicaciones satelital —comentó Derek.
—¿Recuperar? —le preguntó, entonces, Ryan.
—Así es. Tal parece que esos revoltosos de Londres lo robaron de un almacén nuestro hace algunos meses.
—¿Revoltosos? ¿Te refieres a La Resistencia, Derek? —le volvió a preguntar Ryan.
—Sí, esos mismos. El ejército ya sabe todo sobre ellos, donde operan, cuantos son, en donde almacenan lo que roban... solo están ultimando detalles, mañana partirá una misión con dos escuadrones de élite y si no nos devuelven lo que vamos a buscar, lo tomaremos por la fuerza.
—Pero... en su mayoría, esas personas no son combatientes profesionales, los Guerreros Sagrados los arrasarían completamente si usan dos escuadrones y, más aún, de élite.
—Creo que eso dependerá exclusivamente de ellos, Ryan, si nos dan acceso incondicional a sus depósitos, y lo hacen de una manera pacífica, seguramente no habrá violencia —le aclaró Derek.
—Eso nunca pasará... conozco bien a su líder, Gisella. Ella es una mujer muy aguerrida —se lamentó y Derek le dijo:
—Mira, Ryan, durante «los tiempos oscuros», luego de que sonara la cuarta trompeta del apocalipsis y se oscurecieran los cielos, también se comenzó a perder paulatinamente el contacto con los satélites... Desde ese entonces se dejó de tener acceso desde tierra al 100% de ellos.
Ese impedimento aún se mantiene, algo pasó por encima de la atmósfera, en la ionosfera, creemos que hay algún tipo de material flotando allí, es por eso que no hay internet ni GPS y hasta cuesta la comunicación global.
Hemos vuelto a una era presatelital; sin embargo, logamos mitigar provisoriamente el problema utilizando unos satélites estratosféricos como paso intermedio para enlazar a los que están en órbita.
Lamentablemente necesitamos del equipo robado, y no tenemos otra alternativa —definió.
—¿Por que te preocupan tanto, Ryan? Esa gente me entregó a las arpías para que me mataran —le dijo Helena en tono de reproche.
—Esa fue idea de Gisella solamente... ella tiene un rencor personal contra los ángeles —le respondió Ryan mirándola a los ojos y agregó:
—No son todos como ella, Helena; de hecho, te recuerdo que fueron dos de sus subalternos quienes, a escondidas, me ayudaron a rescatarte de ese rascacielos...
Me gustaría poder intervenir personalmente, creo que debería de ir en esa misión, puedo evitar que suceda un derramamiento de sangre innecesario.
—¡Olvídalo! —exclamó Derek—. Nunca se autoriza a que un novato se integre en un equipo de élite, y mucho menos si van dos equipos... La misión entera peligraría; en estos grupos se aplica el mismo criterio que en una cadena, ya sabes: «es tan fuerte como su eslabón más débil».
—Entonces tengo que ir antes que ellos lo hagan, ¡adelantármeles!
—¿Propones una misión clandestina, acaso? —le preguntó Derek, al tiempo que apagaba su reproductor de música y se quitaba los auriculares.
Todos se miraron de reojo mutuamente, y en silencio...
—Si tanto te importa, yo podría ayudarte, Ryan, solo tengo que tomar un helicóptero de carga y llevarte, cargaríamos todo el equipo en él y lo traeríamos hoy mismo.
Considerando lo que cuentas tampoco me gustaría que muriesen personas por estar bajo el comando de una líder inflexible —comentó Derek.
—Si tu vas, yo también voy —le dijo Beatriz—; no podré volar, pero aún puedo pelear si es necesario.
Faltaba la decisión de Helena para que el grupo estuviera completamente unido:
—De acuerdo, yo también iré... Me gustaría conocer a la mujer que me sentenció a morir —dijo, y el tono en el que lo hizo fue bastante inquietante.
Así, unas horas después despegó del bastión de Dover un grande y pesado helicóptero, potente, de doble rotor, y sin armas; a bordo del mismo, cuatro personas: dos humanos y dos semiángeles se dirigían en una misión no autorizada hacia Londres.
La distancia a la que estaba el objetivo era de solo 100 kilómetros, el vuelo fue breve, en solo 20 minutos llegaron.
—¿Dónde desciendo? —le preguntó Derek a Ryan en cuanto arribaron a la metrópoli.
—La base de operaciones de la Resistencia se encuentra debajo de la estación Waterloo —fue la respuesta.
Instantes después la gran aeronave se posaba sobre la calle Cab, casi frente a la icónica terminal ferroviaria y Ryan se bajaba allí, con Helena secundándolo; se alejaron unos pasos del helicóptero, que apagó sus motores, y se quedaron parados, simplemente esperando...
—¿Cómo sabes que alguien vendrá? —preguntó Helena.
—Ellos controlan gran parte del sistema de cámaras de vigilancia de Londres; desde que cruzamos el perímetro de la ciudad saben que estamos aquí... además, estoy seguro de que ya me reconocieron.
Apenas terminó Ryan de decir esto cuando la solitaria figura de una mujer se hizo presente caminando desde el interior de la estación... era nada menos que Gisella.
La líder de la Resistencia venía en soledad, desarmada, con un transmisor en su mano y un pequeño dron, equipado con videocámara y micrófono, que sobrevolaba cerca suyo...
Se detuvo a solo cinco metros de los representantes de la Orden y los miró de pies a cabeza con desprecio:
—¡Vaya!, así que sobreviviste, Ryan; y que también la rescataste —agregó mirando a Helena de costado—, te felicito.
Me alegraría de verte, pero no así; finalmente te uniste a ellos... Cuando te encontré quise ayudarte, ahora y por tu elección somos enemigos, Ryan.
—No me siento tu enemigo, Gisella.
—¡¡Pues lo eres!! Sé que en el mejor de los casos, si es que la humanidad sobrevive a esta guerra contra los demonios, luego se enfrentará a un régimen opresor y totalitario, el cual la esclavizará... y tú formarás parte de él —lo increpó con odio, entrecerrando sus ojos mientras lo señalaba con el dedo acusador—.
La época de los políticos ha terminado y eso definitivamente fue un gran avance para todos, pero lo que vendrá será aún peor que cuando estuvimos bajo el yugo de las falsas democracias que tanto daño nos hicieron —dijo Gisella.
—Apenas si sabes de lo que hablas; por tu edad, y como se dieron los acontecimientos, tú no conociste lo que fue el mundo gobernado por la política en su apogeo —le dijo Ryan—... yo sí.
Vi como, en un intento de abarcarlo todo, los dirigentes, inmorales en todo sentido, fueron degenerando a la sociedad hasta convertirla en algo ridículo, insulso y sin matices.
Se degradó al ser humano, trocándolo en lo que nunca quiso ser; inyectándole, desde pequeño, actitudes forzadas y aspiraciones vacías, sin ningún futuro en concreto...
Bajo la falsa bandera de otorgar libertad, se la fue restringiendo en todos los ámbitos.
El vivir en una sociedad ya no fue para colaborar y crecer entre todos sino para aprovecharse del prójimo, esclavizarlo y someter su voluntad usando arteros y solapados eufemismos como tolerancia y solidaridad.
Créeme, Gisela, ¡nada puede ser peor que eso!
—No puedo creer que tú, alguien de finales del siglo XX hayas caido en la trampa...
Lo que la Orden tratará de imponer será una teocracia: una forma de gobierno en la que los líderes gubernamentales coinciden con los de la religión dominante.
¡Obviamente será un gobierno totalitario que buscará subyugar a la población del mundo entero!
Toda la humanidad unida por un único organismo que conjugará gobierno e iglesia. ¿No te suena como algo conocido, Ryan? En tu época seguramente habrás oído hablar, al menos una vez, del «nuevo orden mundial»; una meta que muchos poderosos pretendieron lograr.
Dada tu ausencia en las década pasadas te informo que lo intentaron, y con mucha vehemencia... y prácticamente lo destruyeron todo.
La historia siempre ha sido una mentira, así como las religiones meros mecanismos de control, la más antigua forma de hacer política —reflexionó—.
El dinero manejado por los estados se terminó volviendo una estafa que dio lugar a las colosales deudas de los países, ¡todo fue una gran ficción, excusas para el robo y la esclavitud a un nivel global!
Los medios de comunicación se trocaron en perversas herramientas para la manipulación de las estúpidas masas y fueron usados a pleno por las arteras corporaciones y los malditos gobiernos, que no son más que la misma inmundicia solo que con distintos nombres...
¡¡Todo el sistema se volvió un engaño!!
El nuevo orden mundial fracasó y lo que sea que intente la Orden lo hará también —sentenció duramente—.
¡Despierta ya, Ryan... o sufrirás las consecuencias!; ¡¿por eso pretendes luchar ahora?! —lo conminó.
—¡No será así, Gisella! De hecho, ya no hay más instituciones eclesiásticas... ni las habrá.
Con la real divinidad guiándonos y no entidades autoproclamadas como voceras de ella, tenemos por primera vez en la historia humana la oportunidad de triunfar donde hemos fracasado: podemos unirnos de verdad para colaborar mutuamente, y crecer, en lugar de competir y pelear entre nosotros, entorpeciéndonos mezquina y tontamente, como siempre hicimos en nuestra evolución —le refutó Ryan enojándose.
—Eres tan ingenuo... y te han lavado el cerebro, ya no piensas por ti mismo. Me imaginé que si no te mataba ella te llevaría a convertirte en algo como esto —le rebatió Gisella mirando a su angelical compañera con odio.
—¡Helena no me obligó a nada!, ni siquiera sugirió que me uniese a la Orden.
—No necesitó hacerlo, al fin y al cabo la amas, eso fue obvio desde aquel día en el que arriesgaste tu vida con tal de rescatarla... Un hombre enamorado hace cualquier cosa, hasta traicionar a los suyos.
—¡Tu resentimiento hacia los ángeles no te deja tener una visión clara de como son las cosas en realidad, Gisella!
—¡¡Los he visto matarnos durante años!! ¡¿Qué quieres que piense de ellos?! —definió exaltada.
—Intentar razonar con esa mujer es inútil, Ryan; el odio y el rencor la ciegan completamente —le dijo Helena—. Mejor explícale a que vinimos.
—Sí, adelante... hazle caso a tu novia. Prefiero que me digas a que vivieron y que se vayan cuanto antes. ¡No son bienvenidos aquí!
—De acuerdo. El bastión de Dover fue atacado por los demonios hace unos días, en la refriega su central de comunicaciones satelital resultó destruida.
Sabemos que la Resistencia se robó todas las partes de un equipo similar hace unos meses de un almacén militar y necesitamos esas piezas para ensamblar un centro nuevo —finalizó Ryan.
Gisella levantó entonces su radiotransmisor y preguntó:
—¿Tenemos las partes que vinieron a buscar, Sherman?
—Sí, las tenemos en el almacén... las inventaríe hace ya varias semanas —se escuchó por la radio.
—Bien, parece que podemos negociar entonces —dijo entonces la inflexible líder.
—Lo siento, Gisela... No estamos autorizados para hacer ningún tipo de trato.
—Hasta en esto te juzgué mal, Ryan. Cuando te conocí me hice la idea de que eras un ser con criterio propio, una persona de carácter fuerte. Nunca me imaginé que te rebajarías a que te impusieran las reglas a seguir —le dijo entonces ella desafiándolo, sin embargo él, en lugar de seguirle el juego, enfatizó su objetivo:
—Esta misión no se encuentra ni siquiera autorizada, vinimos por nuestra propia cuenta a solucionar este asunto de una manera pacífica. Nos adelantamos a un par de equipos de élite, fuertemente armados, que serán enviados en breve a tomar lo que necesitan, y lo harán a cualquier costo.
—O sea que si no les damos lo que quieren, nos matarán para conseguirlo... ¿y todavía crees que estás con los buenos?
Todavía podría destruir las piezas, ¿sabes?
—Si haces eso, la Resistencia será considerada como enemiga de la Orden y se la tratará como tal.
—Con eso quieres decir que sería destruida, aniquilada... arrasada completamente.
Te darás cuenta de que estás con los malos, ¿verdad Ryan?
—No, no es así, Gisella... lo estás tergiversando todo; con tu actitud únicamente colaboras con tus únicos enemigos: ¡los demonios!
Te equivocas al pensar en obstaculizar a quienes solo quieren ayudar combatiendo el mal...
La mala terminas siendo tú y solamente tú.
—¡¡No hables como si lo supieras todo!!
Te diré algo Ryan, conozco muy bien a la Orden y mucho mejor de lo que piensas... caí en sus garras cuando era una niña:
Luego de que mis padres fueran ejecutados por un ángel, ellos me llevaron a uno de sus cuarteles para huérfanos...
Allí quisieron adoctrinarme y convertirme para ser una fiel y obediente sirva de la Orden... pero no pudieron, fracasaron al intentar doblegarme, y unos años después me escapé.
¡Nunca me gobernarán, prefiero morir!
—Esa es una decisión extrema... ¿Los demás miembros de la Resistencia piensan como tú? —le preguntó entonces Ryan y se hizo un silencio ensordecedor...luego de un instante Gisella le dijo:
—De acuerdo, bien; les daré lo que vinieron a buscar y solo pondré una condición: que este ángel me mate aquí y ahora, ¡a sangre fría y delante de todos! Quiero que lo haga y reclame mi alma del mismo modo en como lo hizo uno de los suyos con mis padres hace años, al fin y al cabo, es su mandato divino, ¿no es verdad?
La petición de la líder de la Resistencia dejó atónitos a todos...
—Quieres morir como una mártir —señaló Ryan.
—Algún día moriré —comentó Gisella—, será de manera natural o accidental. También podría ser asesinada y quien me mate ser un ángel o un demonio, o tal vez algún otro ser humano; sea como sea, mi vida habrá terminado y seré olvidada, como le pasa a cualquier otra persona; sin embargo, aquí y ahora puedo hacer que mi muerte sirva de algo...
Esto que atestiguarás, Ryan, será algún día visto por muchos, se convertirá en un símbolo que quedará en los anales de la historia para que las generaciones futuras vean la verdadera cara de los que, en el mejor de los casos, considerarán como sus salvadores.
¡Murphy quiero que grabes todo lo que ocurra a partir de ahora en video y que luego le des tanta difusión como puedas, por siempre y a nivel global! —le dijo hablándole al dron—; esta es mi última orden y mi último deseo también...
Miró entonces desafiante a Helena, directamente los ojos, y el ángel comenzó a caminar hacia ella.
—¿Qué haces? —le preguntó Ryan sobresaltado...
—Mi trabajo, soy una reclamadora de almas, esta es mi misión —le contestó ella con frialdad—.
Además, ella solo quiere ir con sus padres, su alma los extraña demasiado y está cansada de luchar —agregó mientras continuaba caminando decidida y esgrimía la letal daga de su brazal.
Cuando ambas quedaron a solo un paso de distancia Gisella le dijo:
—Adelante, ángel... mátame y de paso te vengarás de quien te mandó a morir en garras de las arpías. Me imagino que quieres hacerlo, yo lo haría.
—En realidad preferiría darte una lección de misericordia —le contestó la doncella divina—. Si para cuando esto termine me lo pides, reclamaré tu alma —aseguró.
En ese momento, puso la palma de su mano libre sobre el pecho de la líder de la Resistencia y esperó a que sus corazones entraran en una completa sincronía...
—¡Qué pequeña eras!, tenías apenas solo seis años —comentó Helena mientras veía una impactante escena del pasado de la joven en la que la muerte la había rozado y que ahora revivía:
Aquella noche todo el barrio donde estaba la casa de Gisella se había convertido en el epicentro de un muy violento combate entre ángeles y demonios, con caballeros de la Orden incluídos, los cuales se unieron a la cruenta batalla...
Las criaturas del tártaro tenían un solo objetivo: buscaban almas humanas para enviarlas al Infierno y fortalecer con ellas a las huestes del mal.
En un fatídico momento un demonio entró a su casa, era el arquetípico diablo, antropomórfico, fuerte, de piel roja, con cuernos en su cabeza, alas membranosas y negras en su espalda, y una larga cola terminada en punta. Estaba armado con un bidente, un largo apero de dos puntas similar a una horquilla, el arma predilecta de esos enviados del inframundo.
Los padres de Gisella la encerraron en su cuarto y salieron para hacerle frente al monstruo, solo querían proteger a su pequeña hija.
Poco pudieron lograr ante el diabólico reclamador y ambos quedaron mortalmente heridos por el maligno ser, quien entonces se aprestó a liquidarlos para enviar sus almas al abismo; sin embargo, antes de que lo hiciera un ángel apareció y ambos se trenzaron en una feroz lucha dentro del propio domicilio...
En el fragor de la pelea la puerta de la habitación de Gisella se dañó y la pequeña salió de su cuarto, curiosa.
Gritó de horror ante la imagen de sus padres tendidos en el suelo, ambos en un charco de sangre, y la horrible visión de aquel demonio, el cual peleaba contra el enviado de Dios en una intensa contienda donde la fuerza bruta lo era todo.
Al ver a la niña, una criatura inocente y paralizada del terror la diabólica abominación sonrió de placer, las almas de niños siempre han sido las más apreciadas por el averno, dada su pureza espiritual.
Levantó el filoso bidente que llevaba como arma y con él atacó a Gisella de inmediato, pero el ángel la defendió cubriéndola con su cuerpo y sus alas recibieron toda la furia del ataque...
Varias veces el mortal instrumento se clavé en la espalda y las alas del divino guerrero, lastimándolo gravemente.
En ese momento entraron caballeros de la Orden y el demonio, al verse superado en número efectuó una última declaración de satisfacción:
—¡Podrán haber salvado a la niña, pero cuando sienta a las almas de sus padres partir, las reclamaré para el averno... esté desde donde esté, esa es la Ley! —gritó y huyó de la casa para poder cumplir con su malsana intención.
El padre de Gisella le pidió al ángel que hiciera algo para salvar a su esposa al menos, no quería que su hija quedara completamente huérfana, pero el daño en los cuerpos de ambos era demasiado severo y el ángel estaba muy débil por las heridas sufridas en sus alas.
—No puedo salvarla a ella... ni a ti tampoco, lo siento mucho; sin embargo no dejaré que el Infierno se apodere de sus almas —dijo entonces el divino ser y tomando dos dagas de sus hombreras, una con cada mano, las apoyó de punta sobre los corazones de la agonizante pareja y les dio un momento para que se despidieran...
—Hija, escúchanos queremos que vivas una vida larga y plena, tu mamá y yo te amamos —le dijo a Gisella su padre mientras tomaba a su madre de la mano y miró al ángel para que hiciera lo suyo:
—¡Capitán! Está será mi última orden, quiero que se encargue de que la niña sea enviada a un lugar seguro, a salvo de esta guerra...
A partir de ahora usted quedará al mando del batallón —ordenó el ángel al caballero de mayor rango allí presente y hundió sus armas en los corazones de los padres de Gisella al mismo tiempo, usando lo último que le quedaba de su energía angelical se aseguró de reclamar a las dos almas para que continuaran juntas por toda la eternidad en el Cielo... y al hacerlo, ya sin más energía disponible para él, se convirtió en luz, volviendo a Dios y desapareciendo para siempre...
—Eso que has revivido es tu pasado, Gisella. A consecuencia de aquello quedaste huérfana y la Orden te acogió en su seno —agregó Helena—. Se te llevó a un orfanato junto con los demás niños que quedaban solos.
Allí se te brindó la educación y los cuidados necesarios para que, cuando fueras adulta, pudieras encargarte de tu propia vida...
Fuiste ofrecida a diversas familias para que te adoptaran, pero tu carácter rebelde lo volvió imposible.
Al cumplir quince años escapaste y desde entonces te uniste a la Resistencia —finalizó el ángel retirando su mano...
Los ojos de Gisella estaban a punto de derramar una miríada de lágrimas que apenas podía contener con todas sus fuerzas.
Ahora, la pura verdad se hacía presente ante ella por primera vez dejándola devastada al darse cuenta de que su odio hacia los ángeles fue siempre injusto e infundado; su mente de niña había falseado todos sus recuerdos, acomodándolos para que encajaran con su tremenda frustración por haber perdido a sus padres de aquel trágico modo.
—Guarda tu arma si lo deseas, ángel... ya no te exigiré que la uses conmigo —le dijo Gisella con su cabeza gacha—.
¡Sherman, dales todo lo que precisen! —ordenó por su radio y antes de retirarse de espaldas agregó:
—Que esta decisión mía no los engañe... aún son mis enemigos, esta es solo una tregua que les concedo.
Minutos después, por uno de los montacargas de la estación, fue enviado todo el equipo necesario para ensamblar una nueva estación satelital.
Ryan y Derek, con la ayuda de varios miembros de la Resistencia, lo subieron abordo de la enorme aeronave, la cual finalmente despegó, regresando así a Dover sin haber sido necesario derramar ni una sola gota de sangre...
Posiblemente muchas vidas se salvaron aquella tarde, y con ellas un alma que dejo de ser torturada por fantasmales y confusos recuerdos de saña que ya nunca más la asolarían.
Las fauces del abismo
La más grande de las flotas de la Orden de la Cruz de Acero navegaba por el Mar del Norte con rumbo hacia Dover: tres portaaviones, cinco acorazados, quince destructores, diez submarinos y decenas de fragatas la conformaban...
Durante las pasadas semanas habían permanecido desplegados en varios puntos de la costa europea debilitando con sus poderosos ataques de largo alcance diferentes posiciones continentales en donde se hacían fuertes los demonios.
Su misión actual era reagruparse y recoger a las fuerzas de tierra que se habían concentrado en el Bastión de los Guerreros Sagrados para luego proceder al desembarco de las mismas en el continente europeo.
A bordo del portaaviones insignia, el Enterprise, el noveno en la historia en portar este nombre, y el más grande de todos, el almirante McGregor, quién comandaba a la totalidad de la poderosa maquinaria bélica naval, recibía un informe por parte de uno de sus subalternos:
—¡Aquí está el reporte que solicitó, almirante! —dijo el hombre cuadrándose ante su superior luego de entregarle una computadora de tipo tableta con los datos.
—Descanse, teniente —le ordenó entonces el almirante al tiempo que comenzaba a examinarlo todo:
—Los satélites climáticos indican que se está formando un gran frente de tormenta sobre el Canal de la Mancha; se desplaza con rumbo este noreste... Afortunadamente ya se habrá debilitado antes de que zarpemos de Dover, no nos retrasará para la maniobra de desembarco en Francia.
—Señor, solicito su permiso para hablar con libertad.
—Adelante, teniente...
—¿No podemos mover, acaso, el punto de desembarco a la ciudad de Calais? Está más al norte y la distancia para cruzar desde Inglaterra es mucho menor.
—A esta altura ya se han corrido infinidad de simulaciones computarizadas y el análisis táctico final indica que no.
La puerta del apocalipsis se encuentra abierta en el centro de Paris. Calais está a 235 kilómetros mientras que Dieppe, a solo 150.
Tanto el avance de las tropas por tierra como el apoyo que les brindaremos durante el ataque serán mucho más eficaces desde allí.
—Señor, durante la segunda guerra mundial, unidades canadienses y británicas asaltaron el puerto francés de Dieppe, ocupado por la Alemania Nazi, fue el 19 de agosto de 1942 y el desembarco fue considerado un completo desastre.
—Nuestros analistas tácticos saben perfectamente como terminó la Operación Jubilee: prácticamente dos tercios de los hombres que llegaron a la costa murieron, se perdieron 119 aviones y la marina inglesa, la Royal Navy, sufrió 555 bajas...
Esta vez será muy diferente, teniente. El puerto de Dieppe ya se encuentra bajo el control de la Orden desde hace varios días.
Aunque fue sorprendentemente fácil de ocupar; de hecho, nuestros comandos no encontraron presencia alguna de demonios allí ni en las instalaciones portuarias ni en la ciudad.
Es como si no hubieran anticipado nuestro desembarco en ese punto y eso me extraña, me incomoda... Sé que en el Infierno cuentan con estrategas formidables entre sus filas, demasiado buenos como para cometer un error de esta clase; no me imagino como sería, pero sospecho que se oculta alguna clase de emboscada.
Mientras tanto, en el bastión de Dover la actividad no cesaba, los preparativos para la gran incursión estaban en pleno desarrollo.
En su casa, Helena y Ryan desayunaban:
—Va a ser extraño partir en esta campaña sabiendo que Beatriz no va a estar a mi lado para luchar, hasta ahora siempre hemos peleado juntas en las grandes batallas —dijo Helena.
—Derek tampoco vendrá, con su helicóptero destruido me dijo que no tiene mucho más que hacer y que prefiere quedarse junto a Beatriz apoyándola en su recuperación —le comentó Ryan.
—Ellos siempre fueron un ideal imposible de alcanzar para mí... Creí que juntos eran una pareja que podían contra todo. Verlos así me parte el alma —expresó Helena dolida.
El día continuó su avance y para la tarde la flota llegó al puerto de Dover. Se comenzó entonces con la carga de tropas y suministros al tiempo que se realizaban tareas de mantenimiento menores a los navíos.
Debido a la falta de luz natural la salida hacia Francia se pospuso hasta el amanecer del día siguiente cuando, con un inesperado cielo muy negro y una repentina lluvia que no cesaba, partieron, se adentraron así en un extraño temporal lleno de fuertes vientos, truenos y rayos...
La tormenta que ya debería haber pasado se había detenido en medio del camino de la flota, donde persistía: el clima había cambiado.
En el puente de mando del Enterprise, el almirante McGregor, como capitán provisional de aquella poderosa flota, y el arcángel Daniel, siendo el líder de las fuerzas del Bastión de los Guerreros Sagrados, controlaban de cerca el progreso de toda la gran operación...
—Avanzamos a 24 nudos, señor. Llegaremos a nuestro destino en 3 horas exactamente —le informaron al almirante, quien de inmediato se quejó:
—Maldita sea esta tormenta, nos retrasa; no parece un fenómeno natural... Tengo un mal presentimiento. ¡Estén alertas! y repórtenme cualquier anomalía —ordenó.
El instinto desarrollado con años en servicio le estaban avisando al viejo almirante que algo no estaba nada bien; y justo a mitad de camino ese algo se hizo presente:
—¡Señor! Las fragatas al frente del convoy detectan un extraño sonido en sus hidrófonos, parece que algo se está aproximando a ellas por debajo de la superficie del agua, y a una gran velocidad...
¡Nuevo reporte, señor; son múltiples ecos! —insistió el subalterno.
—¿Podrían ser sirenas o lamias? —preguntó Daniel de inmediato.
—No, los sonares indican que lo que se está detectando es mucho más grande; cada uno de los ecos tiene unos 30 metros de longitud como mínimo...
¡Nuevo reporte, contacto visual efectuado... Avistadas: serpientes marinas! —alertó el mismo hombre.
—Seguramente son alguna clase de monstruos infernales. Que activen el escudo de defensa y que las eliminen a todas de inmediato —fue la tajante orden del almirante.
Las fragatas formaban la primera línea defensiva de la flota y estaban armadas con ametralladoras automáticas de alta velocidad, contaban con los más veloces sistemas de computadoras que había, capaces de enlazarse entre si, conectando las armas de los distintos navíos cual si fuera una sola unidad de ataque combinado.
En cuanto las armas abrieron fuego el mar comenzó a llenarse con los cuerpos de las serpientes que quedaban flotando entre el oleaje... inertes.
—Nunca vi serpientes marinas como estas: tienen varias hileras de dientes en sus bocas y carecen de ojos, además, esas cosas a lo largo de sus cuerpos... parecen ser como ventosas —dijo el capitán de una de los fragatas al pasar al lado de una de ellas, y su segundo al mando hizo una observación:
—Que extraño, señor; lucen como muertas, pero no están siendo tragadas por el Infierno... ¿No son demonios, acaso? —se preguntó; y en ese momento un enorme tentáculo surgió del agua inmovilizando al navío.
—¡¡Mayday, mayday, mayday!! Una especie de pulpo o calamar gigante acaba de agarrarnos...
Tiene una fuerza enorme. Está comprimiendo el casco de la nave, no podemos hacer nada. ¡Nos está hundiendo! —fue la última trasmisión que se hizo desde el navío antes de ser llevado hacia las profundidades del mar.
Aquel desesperado epitafio fue escuchado por toda la flota...
En ese momento decenas de tentáculos más comenzaron a surgir por distintos puntos atrapando a muchos otros barcos y el contraataque de la poderosa armada naval no se hizo esperar: los destructores comenzaron a lanzar cargas de profundidad a ciegas, programándolas para detonar a distintos niveles, con la esperanza de hacer blanco en algo mientras que los submarinos disparaban sus torpedos hacia donde presumían estaba el origen de los enormes tentáculos... y así el fondo del mar se llenó con decenas de detonaciones subacuáticas.
Una gran parte de los ataques fueron efectivos. Los tentáculos que abrazaban a las embarcaciones se aflojaron y, amputados de la criatura a la que pertenecían, quedaron a la deriva, ya sin moverse, solo mecidos por el agua...
Sin embargo, apenas un instante después comenzaron a retorcerse espasmódicamente, al tiempo que sus muñones se cerraban; esas heridas comenzaron a convertirse en auténticas bocas con tres hileras de filosos dientes cada una, iguales que los tiburones, trocándolas así en criaturas similares a las serpientes marinas que los habían atacado previamente.
El origen de aquellos primeros serpenteantes monstruos había quedado de ese modo claro: eran solo parte de un demonio mucho, pero mucho, más grande...
De inmediato, y usando sus ventosas, esos seres empezaron a adherirse a los cascos de las embarcaciones más cercanas y atacando directamente sus propelas las comenzaron a dañar seriamente, hasta dejarlas completamente inutilizadas...
—Almirante, el enemigo es en realidad un solo demonio. Se trata de una criatura de dimensiones titánicas que pertenece a los círculos interiores del Infierno —dijo el arcángel—. Esos seres se parecen en gran medida a los pulpos, solo que son monstruosamente más grandes y colosales.
—¿Es como el Kraken de las historias antiguas?
—El Kraken fue una versión menor de uno de estos demonios, una débil cruza tal vez... Este monstruo es mucho peor: está emparentado con la mitológica hidra de Lerna y al igual que aquella, que poseía la cualidad de regenerar dos cabezas por cada una que perdía, esta clase de bestias demoníacas no solo generan nuevos tentáculos sino que, además, sus partes amputadas se convierten en una especie de serpiente acuática, la cual, si bien solo tiene el sentido del tacto, es muy agresiva ante el sonido; se guían por las vibraciones, sería mejor apagar todos los motores antes de que acaben destruyendo las hélices de toda la flota y la dejen completamente a su merced —explicó Daniel.
—¡¡Alto total de máquinas!! ¡Qué todos los navíos se detengan hasta que podamos acabar con las serpientes! —ordenó entonces el almirante.
La estrategia del Infierno había quedado al fin revelada: el extraño temporal que azotaba la zona era producido por la poderosa energía diabólica que emanaba de aquella monstruosa criatura abisal que así se ocultaba mejor de los satélites en órbita; el haberle entregado a las fuerzas del Orden la ciudad de Dieppe, en la costa francesa, no había sido más que un ardid para atraer a la gran flota hacia aquella trampa que la acechaba desde el fondo marino.
Sin mucho tiempo disponible y ante el ataque de una criatura jamás antes vista, el almirante junto con la máxima divinidad presente, el arcángel Daniel, llamaron a una conferencia de emergencia que se realizaría por telepresencia utilizando en red los sistemas de video de los principales navíos de la flota y sería a puertas cerradas en todos ellos, sin excepción alguna: aquello sería un auténtico cónclave en donde participarían solamente los oficiales de mayor rango para así elaborar un plan...
Pocas horas después en uno de los destructores más alejados del portaaviones insignia descendía un helicóptero y se presentaba un oficial con ordenes muy específicas:
—Ustedes dos, vengan conmigo... los requiere el alto mando ¡de inmediato! —les dijo a Helena y Ryan que, extrañados y sorprendidos, se apresuraron a acompañarlo...
Fueron llevados así hasta el Enterpise, en donde, en una sala de guerra, se les puso al tanto de la terrible situación.
—En resumen, la criatura es inmune a nuestro armamento no tenemos manera de atacar a ese colosal demonio y por culpa de esas especie de serpientes marinas en las que se convierten sus tentáculos tampoco podemos escapar —dijo el almirante y el arcángel agregó:
—La bestia nos está atacando por tandas: toma a varios navíos y los hunde, luego ataca a otro grupo y procede del mismo modo; a este paso aniquilará a toda la flota en menos de un día...
Hasta ahora solo hundió a barcos menores; sin embargo, en este momento los tentáculos de la bestia tienen atrapados a varios de distinto tamaño: 7 fragatas, 3 destructores y uno de los acorazados.
—¿Los destructores y los submarinos no pueden hacer nada, acaso, con todas las armas subacuáticas que llevan? —preguntó Ryan, y el almirante le respondió:
—Los submarinos informaron que la demoníaca bestia se encuentra asentada sobre el lecho marino; su cabeza, el punto más vulnerable de su anatomía, está enterrada en el fondo y miles de tentáculos la protegen.
Los ataques con cargas de profundidad y torpedos resultaron ser completamente inútiles... la criatura los interceptó con sus tentáculos y los detonó sin que alcanzaran, ni siquiera, a impactar cerca de las zonas vitales de su cuerpo.
El reporte también nos indicó que la magnitud del monstruo es del tamaño de una isla, en este momento se encuentra por debajo del 80% de nuestra flota —finalizó desplegando sobre la mesa una topografía hidrográfica de la zona, obtenida mediante ecosondas, en donde se había superpuesto la distribución de los diferentes navíos; allí se podía apreciar claramente cuan crítica era la posición en la que estaban.
—¿Qué se puede hacer entonces con un demonio así? —preguntó Helena.
—Estuvimos analizando el patrón de hundimiento de las naves. Los barcos son llevados hacia un punto central ubicado en el fondo del mar, justo aquí —dijo el almirante señalando con su dedo el centro de la imagen fotográfica—, creemos que allí está la boca del monstruo.
Devora primero a los barcos de menor calado porque los puede hundir mucho más rápido que a los demás... sabemos que, de los barcos atrapados ahora, las fragatas serán las primeras en ser hundidas, luego les seguirán los destructores y finalmente el acorazado.
Es justamente ese último navío, el acorazado HMS Vanguard, la clave para derrotarlo y nuestra única esperanza: en su arsenal lleva armas tácticas nucleares.
—Un arma nuclear de tipo táctico es una con alcance limitado, si mal no tengo entendido —comentó Ryan mirando al almirante, quien le respondió:
—Así es, y en conjunto, el Vanguard tiene suficientes como para evaporar una ciudad entera. La computadora central del navío aún funciona, eso nos permite programarlas como queramos...
Lamentablemente, la torre de comunicaciones, en donde están las antenas principales del acorazado, resultó dañada por uno de los tentáculos, eso a aislado radialmente al barco, impidiéndonos el poder acceder a su computadora por vía remota, nos ha privado, además, de todo contacto con la tripulación... no podemos cursarles ordenes; aunque, de todos modos, creemos que ya han abandonado la nave o que están muertos.
—Diga de una vez para qué nos quieren a Ryan y a mí —le conminó Helena ya visiblemente alterada y preocupada al extremo por un mal presentimiento que la invadía.
El arcángel y el almirante se miraron mutuamente y este último le respondió:
—Necesitamos que alguien llegue hasta la computadora central del acorazado y nos habilite un enlace remoto directo; una vez hecho eso y desde aquí, activaremos las ojivas nucleares y reprogramaremos todos los explosivos a bordo para que detonen a la profundidad en la que esta el monstruo, 95 brasas... unos 175 metros.
—Pero ¿por qué no esperan hasta que el Vanguard alcance la boca de la bestia para en ese momento dispararle varios torpedos con los submarinos y hacerlo explotar? —preguntó Ryan, esta vez fue Daniel quien le contestó:
—El demonio podría interceptar el ataque con sus tentáculos y solo tenemos una oportunidad; además, la zona central del barco es siempre la más protegida en todo navío... y no hay garantía de que una explosión o muchas, detonen las cargas nucleares, mucho menos sin haberlas activado previamente; la mejor opción que tenemos, la más segura, es acceder a la computadora y proceder como ya lo hemos planeado.
—¡Señor, nuevo reporte! —informaron por el intercomunicador de la sala—. El segundo destructor acaba de ser hundido... solo queda a flote la mitad del último destructor y el acorazado, aunque el 90% de su casco ya se encuentra bajo el agua.
El almirante miró a Ryan a los ojos y le dijo:
—En cuanto todo el casco de la nave sea sumergido se inundará completamente y el monstruo se lo llevará hasta sus fauces en cuestión de segundos... así lo hizo con los otros barcos y si lo hace antes de que preparemos sus explosivos, perderemos la oportunidad de usarlo como arma.
—¿Por qué nos eligen a nosotros, arcángel? —preguntó Helena.
—En realidad lo elegimos solamente a Ryan, tú resultas ser la más adecuada para acompañarlo —le contestó Daniel.
—¿Y por qué a él? Ryan no es ni un ingeniero altamente capacitado ni un comando con gran entrenamiento, es poco más que un recluta. Estoy segura de que tienen a varios mucho mejor capacitados para esta misión.
—Ya enviamos a dos helicópteros artillados con buzos tácticos a abordo... y fueron derribados, perdimos a muy buenos hombres —le dijo el almirante.
—Eso quiere decir que lo eligen por ser novato, es simplemente... alguien descartable, la Orden no lo extrañará, por así decirlo —expresó ella; su gran dolor apenas pudo ocultar el tono de indignación en sus palabras.
—No nos juzgues con tanta dureza, Helena —le dijo Daniel.
—¡¡Es una misión sin retorno la que están planteando!! —gritó Helena increpándolos y el almirante le respondió:
—No pretendemos que esta sea una misión suicida —agregó el almirante con un dejo de vergüenza—, queremos que lleguen, nos permitan hacer el enlace a la computadora del acorazado y regresen con bien.
Le daremos a Ryan una armadura parecida a una que ya conoce, la utilizan nuestros buzos tácticos en operaciones submarinas: está muy fuertemente blindada, tiene una gran reserva de aire y propulsores silenciosos que le permitirán moverse con velocidad bajo el agua; usándola, se sumergirá en la sección inundada del Vanguard y lo guiaremos hasta la computadora central, luego de enlazarse a ella la programación de las instrucciones será casi instantánea, su tarea habrá concluido en pocos segundos y entonces lo conduciremos hacia la salida.
Queremos que sea un ángel quien lo lleve y espere en la cubierta del acorazado; ese mismo ángel lo sacará del barco antes de que se hunda y lo traerá a salvo hasta aquí.
—Y ese ángel seré yo, ¿verdad?
—Sí, Helena; y es que para llegar hasta el acorazado hay que atravesar una virtual zona de combate —le respondió Daniel—. Hay serpientes ciegas atacando todo lo que vibre, nada que tenga un motor podría pasar. Al ser silenciosas, las alas de un ángel son la única manera de eludirlas volando sin ser detectadas, además, el vórtice de la tormenta se encuentra posicionado justo por encima del objetivo, los vientos cruzados allí son violentos e impredecibles, la maniobra es demasiado compleja y peligrosa como para que la realice un helicóptero.
Ustedes dos forman una pareja con fuertes lazos afectivos y eso multiplica de manera exponencial las posibilidades de éxito; eso lo sabes bien, lo aprendiste en tu entrenamiento básico.
Son la única pareja entre ángel y humano con la que contamos... ya han demostrado arrojo y el amor que se profesan es evidente, sé que darían todo de sí en caso de tener que salvar al otro; encarnan la mejor oportunidad que tenemos para evitar la completa destrucción de la flota; a pesar de ello, no voy a obligarlos, ¿lo harán voluntariamente?
—De todos modos moriremos si no lo hacemos —comentó Ryan resignado.
—Bien, entonces comencemos de inmediato.
Una vez que te pongas el traje, Ryan, te haremos entrega de un cable como este —le dijo el almirante—; cuando consigas llegar a la sala de computadoras del Vanguard solo deberás conectarlo a la terminal central y a la sección de tu antebrazo... Te convertirás así por unos segundos en la antena que tanto necesitamos, nosotros haremos el resto desde aquí.
—Les daremos un minuto a solas para que se preparen —agregó el arcángel para finalizar y así todos, excepto Helena y Ryan, salieron del cuarto.
Al cerrarse la puerta solo quedó el silencio y dos seres que intuían una inevitable y pronta despedida:
—El serafin nos lo advirtió —dijo ella y llorando se acercó a Ryan para darle un beso, pero esta vez él fue quien la rechazó:
—¡No, Helena!, así no será nuestra despedida; este beso esperará hasta que estemos a salvo ¡prometámoslo! y entonces... —sus palabras se ahogaron en su garganta, no pudo terminar su oración; ella asintió y, luego de secar sus lágrimas, ambos salieron listos para dar comienzo con la peligrosa misión.
Luego de ponerse la pesada armadura subacuática y recibir unas indicaciones básicas acerca de como operarla bajo el agua, Ryan se dirigió hasta la cubierta del portaviones donde fue tomado por Helena, quién, sentándose encima de sus hombros, lo agarró con firmeza pasando sus dos piernas por debajo de cada uno de sus brazos y así se elevó con él, tomando rumbo directo hacia el acorazado.
En una de sus orejas ella llevaba un intercomunicador que la enlazaba directamente tanto a Ryan como al control central de toda la operación...
La lluvia caía copiosamente en ese momento, por un lado era bueno, enmascaraba cualquier posible sonido que Helena produjera al volar, por otro lado la tarea le era más difícil, el agua tornaba resbalosa la superficie del traje blindado obligándola a apretar sus piernas con todas sus fuerzas.
Por debajo de ellos, con cada rayo que atravesaba el cielo, podían ver las siluetas de incontables serpientes que se movían sin cesar por la superficie marina en busca de algún objetivo al cual atacar...
Aquello parecía un gigantesco y peligroso nido de hambrientas víboras, sin embargo y movidos por la esperanza, ángel y humano en pocos segundos llegaron hasta lo que quedaba a flote de la cubierta del moribundo acorazado, la cual estaba ya prácticamente al ras de la superficie:
—Este barco está casi hundido. ¡Hazlo rápido, Ryan! Te esperaré aquí mismo —le dijo Helena y se separaron...
Desde el control de misión todos veían lo mismo que Ryan gracias a las cámaras de video que su armadura tenía incorporada.
Usando un sistema de realidad aumentada, en el visor de su casco se plasmaban las instrucciones de manera instantánea, indicándole cual puerta abrir, cual pasillo tomar y cual escalera bajar... Así consiguió llegar rápidamente hasta la sala donde estaba la computadora central del Vanguard, misma que controlaba todas las armas:
—El enchufe que ahora ves destacado en tu visor, Ryan, es el que se usa durante las tareas de mantenimiento de todo el sistema, es de tipo estanco para emergencias como esta, solo introduce la ficha del cable que te dimos y gírala en cualquier sentido 90 grados, luego haz lo mismo con la otra punta en el enchufe de tu antebrazo izquierdo —le dijeron desde el control de misión.
Ryan procedió como le fue instruido y en ese momento en su visor pudo ver como aparecían muchos datos superpuestos a medida que el operador reprogramaba la computadora...
Mientras tanto, en la superficie, el tiempo comenzó a agotarse rápidamente cuando emergieron varios tentáculos del monstruo marino que agarraron al acorazado en varios puntos a lo largo de todo el casco:
—El monstruo debe de haber terminado de devorar a los otros barcos que atrapó. ¡Ahora se concentra en este, sal ya mismo Ryan, lo está hundiendo del todo... Se lo lleva! —gritó Helena.
De ese modo, el ángel esperó hasta el último instante; cuando sus pies quedaron bajo el agua ya no pudo quedarse ni un segundo más allí parada y se vio obligada a levantar vuelo para quedarse volando por encima de la zona.
—Solo aguanta un momento más, Ryan, y podrás irte; ya casi acabo de confirmarlo todo —le informó el operador de la computadora desde el Enterprise.
El acorazado entero ya había desaparecido de la superficie y se encontraba camino hacia las fauces del abismo...
Repentinamente en el visor de Ryan aparecieron dos indicadores numéricos: uno era la profundidad a la que estaba y el otro un cronómetro en cuenta regresiva indicando el tiempo que le quedaba antes de que las cargas detonasen.
Le quedaban solo 92 segundos.
—¡Listo, Ryan, desconéctate, ya puedes salir! Te marcaré la ruta más rápida —dijo nuevamente el operador que estaba dispuesto a sacarlo de allí como fuera.
Siguiendo las precisas indicaciones, Ryan consiguió salir de la nave, ahora solo tenía que llegar hasta la superficie... Helena, por su lado, sobrevolaba sin descanso, en círculos, esperando verlo aparecer en cualquier momento.
—¡¿Ryan donde estás?! —gritaba desesperada, mientras luchaba denodadamente por mantenerse en el aire en contra de las furiosas ráfagas del vendaval que azotaba toda aquella área y que sacudían su cuerpo con fuerza, sin piedad alguna; vista de lejos Helena parecía una pequeña avecilla a punto de caer.
—¡Subo los más rápido que puedo! los motores del traje están a régimen pleno —le contestó él faltando solo 17 segundos...
—Sería mejor que lo abandone todo. No tendrá tiempo de sacarlo del área crítica —estimó el operador.
—Decírselo ya sería inútil... ella está dispuesta a morir con él —le respondió el arcángel tapándole el micrófono.
Unos momentos después, y con el contador de tiempo casi agotado, Ryan salió a flote y levantó sus brazos para indicar su posición; al verlo, Helena se lanzó a toda velocidad, casi en picada, para sacarlo del agua cuanto antes y alejarse lo más posible de la zona cero en el perentorio tiempo que ya les quedaba... sin embargo, en ese instante vio un destello enceguecedor que la obligó a taparse los ojos con su antebrazo.
Las cargas nucleares del Vanguard estaban detonando: casi de inmediato, la explosión atómica infló la superficie del agua como si de un enorme globo se tratara y, elevando su temperatura cientos de grados, liberó toda su energía por debajo de ella.
Al mismo tiempo que el titánico demonio era enviado de regreso al Infierno, prácticamente desintegrado, el cuerpo de Ryan desaparecía en la enorme masa de agua que se elevaba por los aires decenas de metros golpeando sin piedad a muchos barcos y, en el aire, también a Helena; en ese instante para el ángel todo se puso negro como la noche y ya no supo más nada...
El sueño final
Tres días enteros requirió la flota de mar para alcanzar la costa gala y remolcar a la totalidad de sus dañadas unidades hasta el puerto de Dieppe, donde serían reparadas.
Gracias al heroico esfuerzo de una valiente pareja integrada por un ángel y un humano las pérdidas de vidas quedaron reducidas al mínimo y se salvó una gran cantidad de naves... pero esa fue una asaña que la osada dupla pagó muy cara.
Helena terminó siendo encontrada en la superficie del mar, flotando inconsciente a más de 500 metros de distancia del punto donde la impactó el muro de agua generado por la explosión nuclear... ahora se hallaba en un hospital.
Físicamente estaba bien, su energía angelical la había salvado de una muerte segura:
«¿Dónde estoy? ¿Qué me pasó» pensó al recobrar el sentido, estaba sobre una cama... Miró en torno suyo y vio que se trataba de una habitación.
Tambaleando, se levantó y salió del cuarto; ni siquiera advirtió que estaba prácticamente sin ropas, vistiendo solamente una bata de paciente...
—Un momento. ¿Qué cree que está haciendo? ¡Vuelva a la cama de inmediato! —le ordenó un enfermero al verla.
—Ryan... ¿Dónde está?, por favor, quiero ir con él —balbuceó ella.
—¡Que venga un doctor! ¡Necesito a un doctor aquí! Díganle que el ángel despertó —gritó el hombre sin responderle mientras la forzaba a regresara su cama y la sentaba en ella.
Instantes después se presentó un médico que la examinó para asegurarse de que su estado fuera ambulatorio...
—Está muerto, o perdido, ¿verdad? Es por eso que no me dicen nada sobre lo que pasó con Ryan —preguntó finalmente Helena ya cansada de todas las evasivas que le daban.
El galeno la miró entonces a los ojos con una expresión fría y profesional, la noticia que tenía que darle nunca era algo fácil de decir y luego de un dramático instante comenzó:
—Ryan fue alcanzado por una buena parte de la onda expansiva de la explosión y la armadura que lo protegía resultó severamente dañada; sin embargo, sus sistemas de flotación de emergencia y las balizas de localización continuaron operando... Él fue rescatado, incluso, poco antes que usted misma.
Ambos fueron llevados de inmediato al portaviones insignia de la flota, donde se les brindó la mejor atención posible y luego los trajeron hasta aquí, al hospital central de la ciudad —el hombre hizo una pausa y continuó:
—Le pido por favor que comprenda que ambos se encontraban dentro de la zona cero cuando fueron alcanzados por la explosión, sobrevivir a algo así ya es, de por sí, milagroso; especulamos que la energía angelical de sus alas fue la que la salvó a usted... Ryan solo contaba con una armadura táctica.
—Entonces, está muerto —dijo Helena consternada.
—No todavía, pero agoniza. Sus constantes vitales disminuyen con cada momento que pasa.
Soy el médico asignado a su cuidado y lamento informarle que no creo que sobreviva por mucho tiempo más.
El traje protegió su cuerpo muy bien de la onda de choque, pero a pesar del blindaje antiradiactivo, el nivel de radiación que lo alcanzó fue extremo.
Presenta un severo cuadro de hemólisis, sus glóbulos sanguíneos se destruyen permanentemente.
El daño físico que presenta su organismo es a un nivel celular.
—Quiero verlo ya mismo... por favor.
—No tengo objeción alguna, usted se encuentra físicamente bien, solo necesitaría reponer sus energías.
Allí está su indumentaria habitual, su armadura, la habíamos dejado ya preparada para cuando usted despertara... Cámbiese y la llevaré con él.
Fue así que a los pocos minutos Helena ya se encontraba en el cuarto junto a Ryan, quien, inconsciente, moría lentamente.
—Redujimos la radioactividad de sus órganos utilizando el abanico entero de métodos a nuestro alcance; de hecho, en este momento una droga experimental corre por sus venas, esa es la última esperanza que queda; a pesar de eso, el pronóstico no es bueno.
Medicamente ya hicimos todo lo posible, se lo aseguro...
—Lo sé, doctor —dijo ella mientras le examinaba el iris de los ojos a Ryan, solo para comprobar todo lo que el médico le decía.
—Su cuerpo, lamentablemente, sigue envenenado por la radiación, y lo está matando con rapidez.
No entiendo cual es la fuerza que aún lo mantiene con vida.
—Tal vez Ryan ha estado esperando a que yo despertara para darme la oportunidad de despedirme.
Si no le molesta, me gustaría quedarme aquí a solas junto a él hasta que —«muera» omitió decir—... yo le informaré cuando suceda.
—La entiendo, quédese con él, le indicaré al personal que no los molesten para nada —dijo finalmente el doctor y se retiró del cuarto dejando a Helena junto a Ryan, a solas.
Ella lo contempló sentada en el borde de su cama.
—Tuvimos dos oportunidades de darnos un beso y ambos la rechazamos; primero fui yo, en aquella colina de Dover y luego tú, en el portaviones...
Qué tontos fuimos, ¿verdad? —le dijo acariciándole la mejilla con los dedos de su mano.
Pasé casi cuatrocientos cincuenta años sin enamorarme de nadie y ahora, al hacerlo por primera vez, no tuve la oportunidad de experimentarlo más que por unos pocos días.
Debí ser tu ejecutora, Ryan, y en lugar de eso quise ser tu ángel de la guarda. Solo puedo pedirte perdón, te fallé... te fallé en todo.
Nunca debí usar la energía que me dio el serafín con Beatriz, a ella la condené a una existencia que no desea y a ti ahora te perderé.
El serafín me advirtió que fuera sabia al usarla. ¡Cuán defraudado debe estar de mí ahora!
Así pasó el día entero, fue interminable para Helena, quien solo se sumió en su depresión más y más, hasta que finalmente la noche llegó.
Resignada, examinó una vez más los ojos de Ryan y vio cuanto se había deteriorado su condición durante el transcurso de la jornada, el medicamento actuaba con mucha lentitud, obviamente terminaría siendo inútil... También supo que no habría otro amanecer para él; y ya no lo soportó más:
«Tal vez con mi poder divino pueda neutralizar esa energía tan venenosa de la radiación», pensó...
Comenzó quitándose su armadura para luego continuar con sus sandalias y finalizar con el resto de su indumentaria, hasta quedar completamente desnuda.
Sabía que había usado su fuerza angelical para sobrevivir y que la misma aún se encontraba baja, lo podía sentir en sus alas, le pesaban... estaban cansadas.
Hizo a un lado la ropa de cama y se acostó junto a Ryan, el cuerpo de él estaba tan frío ya, la muerte pronto se lo llevaría.
Se puso entonces muy cerca, buscando hacer un estrecho contacto físico. Ubicada de lado y un poco boca abajo, casi por encima de él, pasó una pierna y un brazo sobre Ryan, y plegando sus alas para mantener su temperatura lo más que pudiera, cubrió finalmente el cuerpo de ambos con la sábana y la frazada.
Recostados como una cariñosa pareja, Helena apoyó su cabeza contra el pecho de su amado y escuchando los latidos de su corazón cerró sus ojos comenzando, de ese modo, a compartir lo último que le quedaba de su energía angelical con él.
Un halo dorado los envolvió a ambos y ella se quedó dormida...
En ese momento Ryan, en su sueño final, estaba contemplando un apacible paisaje:
Se encontraba sentado en una colina que formaba parte de otras tantas en un hermoso valle que, a juzgar por un poblado cercano, parecía pertenecer al centro de Europa.
Corría una brisa suave y tibia, propia de un día primaveral.
El cielo se mostraba mayormente despejado, con un sol que brillaba radiante, iluminando el mediodía.
«Hola, Ryan», escuchó él decir a una femenina voz que le pareció reconocer y al voltear hacia un lado comprobó que se trataba de Helena.
Esta vez ella no tenía sus alas ni ningún otro atributo angélico visible, tampoco vestía su armadura divina ni llevaba sus armas, en lugar de aquello su indumentaria y accesorios eran compatibles con lo que usaría una dama de la alta sociedad del siglo XVII.
—¿Helena?... No entendía como había llegado hasta aquí, ahora sé que esto es un sueño —dijo él al verla así.
—En este lugar nací y fue en un día como este, aquella casa que ves allí, la mansión, pertenece a mis padres...
Forma parte de mis recuerdos, es por eso que está aquí —le dijo ella mientras se sentaba a su lado.
—¿Y como es que yo estoy soñando tus recuerdos?
—Es porque este no es un sueño común, es un sueño muy especial, Ryan, un sueño que ambos compartimos...
Siempre amé esta tierra. Mi infancia y mi juventud fueron épocas maravillosas de mi existencia. Adoro todo lo que ves aquí; este, incluso, era mi vestido favorito —dijo con un tono nostálgico—. ¿Te gusta como me veo?
—Estás hermosa, como siempre —le respondió él embelesado...
Sin embargo, luego de un silencio en el quedó claro que algo no andaba bien, le planteó:
—No parece que estuviéramos solo soñando... ¿Estás segura de que esto de verdad es un sueño? Se siente muy diferente a cualquier otro que haya tenido.
—Te diste cuenta finalmente —dijo ella sonriendo reflexiva—. Este tipo de sueños se experimentan, por lo general, una sola vez en toda la vida... Ocurren cuando se fallece estando inconsciente. Es lo que los ángeles de la muerte llaman: el sueño final, y son la manera menos dolorosa de partir...
En realidad, en este momento, ambos estamos muriendo; tanto tú como yo.
—¿Tú también? —preguntó él con pena—.
Ahora que lo mencionas, recuerdo nuestra misión, y la detonación nuclear del acorazado... Nunca alcancé a salir del agua.
—Es porque no pude rescatarte, no tuve la oportunidad.
Yo me salve, pero tú quedaste en estado crítico. No presentas heridas, sin embargo, la radiación que recibiste te está matando.
Nuestros cuerpos se encuentran ahora en un hospital y estoy usando mi poder angelical para mantenerte con vida y curarte todo lo posible... Lamentablemente, si no te recuperas a tiempo, mi energía no alcanzará para mantenernos a los dos y es muy posible que muramos juntos.
—Helena, tú no deberías —alcanzó a balbucear él, pero ella lo acalló posando su dedo índice sobre sus labios y le dijo:
—No le digas a tu ángel de la guarda como hacer las cosas...
—Pero, si mueres, desaparecerás por completo.
—Así será mejor... Si tú llegases a morir y yo no, de todos modos ya no estaríamos nunca más juntos. Vayas a donde vayas, permanecerías lejos, muy lejos; pero, lo que es peor aún: no recordarías nada desde el momento en el que fuiste arrebatado... Me olvidarás por completo.
El solo pensarlo hace que me embargue una pena muy profunda, si se concretara sería tan grande que ya no querría existir así —Sin darse cuenta la parte humana de Helena era la que pronunciaba esas sentidas palabras cargadas de amor, un sincero y puro amor de mujer que como ángel no podía darse el lujo de sentir.
—Nunca me contaste eso, Helena... No quiero olvidarte.
—Son las condiciones establecidas por la Ley del Reclamo, nada podemos hacer para oponernos —sentenció.
Ryan le acarició sus cabellos, mientras Helena hacía lo propio en el rostro de él, quien luego deslizó su brazo por sobre el hombro de ella...
Helena apoyó finalmente su cabeza en el pecho de Ryan y así se quedaron contemplando el pasar del día entero hasta que, en su onírica experiencia, comenzaron a dormirse.
—Si despertamos estaremos vivos y este será solo otro sueño que olvidaremos con el tiempo —fue lo último que alcanzó ella a decirle.
Mientras en el mundo de los sueños anochecía, en el plano de la vida amanecía...
Ryan abrió sus ojos y con su visión aclarándose se dio cuenta de que estaba en una cama de hospital:
«Estoy con vida», pensó... y en ese instante comenzó a buscar a Helena: sobre su cama no estaba, miró hacia ambos lados y no la vio tampoco.
Un terrible y fugaz pensamiento lo asaltó de súbito en ese momento cuando recordó como Beatriz se convertía en luz desapareciendo al irse agotando su energía angelical.
«Se sacrificó... por mí», pensó desolado.
Abatido miró por la ventana del cuarto al cielo:
—Helena, ¿qué hiciste? —dijo suspirando; su propia voluntad de vivir ya estaba comenzando a desaparecer...
—¿Despertaste al fin? —le preguntó una suave y dulce voz desde atrás de un biombo que había en el cuarto.
Ryan miró la hermosa y femenina silueta de una figura que se delineaba con la contraluz, era un cuerpo inconfundible para él, una imagen que tenía grabada a fuego en su memoria...
En ese momento vio como esa mujer terminaba de colocarse unas placas que eran obviamente una armadura y por encima del biombo asomaban un par de hermosas alas que le eran bien conocidas.
Solo un instante después su expectativa llegó a su fin cuando ella salió y se acercó a su cama sentándose en ella:
—Parece que mis alas de semiángel bastaron para los dos; te estás recuperando vigorosamente, lo pude ver con claridad en tus ojos en cuanto desperté —dijo sonriéndole mientras terminaba de atar sus sandalias...
Ryán miró a Helena hablándole con su mirada, ella le respondió del mismo modo. Entonces, él apartó con delicadeza las acarameladas hebras de cabello que enmarcaban su bello rostro y acercándole sus labios la besó con sincero amor.
Fue así que se besaron por primera vez, aquel fue el beso que ambos se habían negado posponiéndolo hasta un momento que nunca supieron si llegaría y al materializarse ambos se sintieron más unidos que nunca...
Sin advertirlo ninguno de los dos, en ese momento, y esta vez en la cara posterior de las alas de Helena, tres nuevas plumas doradas, surgidas en algún momento de aquella noche, perdían su color para volverse como las otras.
«Me conmueve ver cuan fuerte puede ser el amor entre las almas humanas...
He visto tantos sacrificios a lo largo de mi existencia de milenios en nombre de ese tan noble y bello sentimiento; sin embargo, muy pocas veces alcanza para que ocurra un milagro.
Admiro tu acto de valor, Helena, estabas completamente dispuesta a entregar tu existencia por el hombre que amas; sin embargo, tu débil energía angelical no hubiera bastado para salvar una vida, ni siquiera con las alas de un ángel de verdad y en plena forma alcanzaría.
Empero, el riesgo que tomaste fue una condición imprescindible, hizo que el destino mismo cambiara y me permitió darte toda la energía necesaria para salvarlos a ambos», concluyó pensando en el éter mientras los observaba desde el paraíso sin que la pareja se percatara absolutamente de nada, ni siquiera de sus palabras.
Desde aquel encuentro en el Cielo había quedado un lazo muy especial y único entre aquel serafín y Helena; así una poderosa entidad divina velaba ahora por ella...
Una noche para recordar
Secretamente todo lo que en esa habitación de hospital había ocurrido quedó reservado solo para la privacidad entre Helena y Ryan; ni el ángel ni el humano le contaron nada de lo acontecido a nadie...
Luego de examinarlo y ver su perfecto estado de salud los médicos atribuyeron la recuperación de él a un auténtico milagro, obviamente la energía seráfica no figuraba en sus libros de texto.
Afortunadamente para la pareja, el ataque a la Puerta del Odio se había reprogramado para dentro de una semana, tiempo suficiente para que los dos recuperaran sus energías.
Fueron días tranquilos para las fuerzas de tierra apostadas en Dieppe, las cuales se limitaron a esperar mientras que la artillería naval despejaba de enemigos ciertas zonas designadas y las unidades aéreas de los portaviones aseguraban objetivos urbanos con misiones de reconocimiento y ataque estratégico.
Seis días después, Helena y Ryan partieron en un convoy por tierra, que luego de un viaje de 1 hora y 37 minutos los dejó en una hermosa y pintoresca ciudad ubicada a 142 kilómetros de Dieppe llamada Mantes la Jolie, en donde una parte de las fuerzas que se desplegarían en París se estaban concentrando para el ataque conjunto del día siguiente.
Eran apenas las 8 a. m. y luego de arribar Helena y Ryan tomaban juntos un desayuno en el restaurante del hotel en el que se hospedarían esa noche:
—Nunca imaginé que fuésemos tantos como para saturar el sistema de hospedaje de toda una ciudad... creí que tú y yo terminaríamos en lugares separados. Debe ser nuestro destino el seguir juntos —dijo él riendo.
—En realidad, Ryan... fui yo quien pidió que nos pusieran en el mismo hotel y nos dieran una habitación para los dos —le contestó ella sonrojándose—. Me he acostumbrado mucho a que estemos juntos, ¿no te pasa igual?
—Sí... sí, claro que sí —respondió él tartamudeando torpemente; aunque nunca lo admitiría, la atrevida actitud de Helena lo cohibía un poco.
—¿Alguna vez estuviste en esta ciudad, Ryan?
—No ¿y tú?
—Yo sí. Es una ciudad muy hermosa... muy romántica —dijo ella con una mirada especial—. Seguramente algo habrá cambiado desde el siglo XVII que fue cuando la conocí, pero su esencia debe seguir igual.
Me gustaría que aprovechásemos este día que nos queda para recorrerla —finalizó y fue así que, promediando la mañana, salieron a pasear juntos...
El cielo estaba hermosamente despejado y la temperatura era agradable, una densa bruma matinal terminaba ya de levantarse para dar lugar a un hermoso día primaveral.
La pintoresca población mostraba todo su esplendor de una manera singular, casi como dándoles la bienvenida.
Caminando llegaron a uno de los puentes principales de la urbe, el cual cruzaba por sobre el río Sena; en la mitad del mismo Helena se detuvo para contemplar la vista:
—Me encantan los puentes que pasan sobre ríos, generalmente ofrecen unas vistas panorámicas hermosas...
¿Ves aquel que está allí, Ryan? —le preguntó señalando hacia el Viejo Puente de Limay, un antiguo puente de la ciudad, actualmente roto y en desuso, que se conserva por su importancia histórica y como atracción turística—. Cuando lo conocí se encontraba entero, tenía un molino y hasta había pescadores en él...
Los puentes son maravillosos, y me dan una sensación muy particular: se construyen con el único fin de unir lugares que se encuentran separados; siempre están destinados a ser transitados y por más bellos que sean nunca se conciben como para permanecer por mucho tiempo en ellos.
Son la metáfora ideal del aprendizaje —suspiró.
La visión poética de Helena hizo que Ryan se quedara mirándola, completamente embelesado... y ella lo notó, le encantaba el poder mostrarse así ante él y entonces continuó:
—Tal vez sea esta ciudad la que remueve una parte significativa de mi pasado. Hay mucho de mí que aún ignoras, Ryan... por ejemplo que el convento en el cual morí se encontraba ubicado por allí —dijo apuntando con su dedo hacia un sector.
—¡¿Estaba en esta ciudad?! —se sorprendió él.
—Sí. ¡Ven, vamos a ver si aún existe! —le respondió ella de manera entusiasta y arrastrándolo del brazo lo llevó al sector más antiguo del casco urbano.
Allí comenzó a recorrer toda la zona... pero Helena buscaba algo que ya no estaba, solo encontró una placa conmemorativa adosada a la fachada de un edificio que hacía referencia a aquello:
«En memoria a la Congregación de las Siervas de Dios, que murieron en la gracia del Señor durante el incendio de su convento».
Helena se quedó inexpresiva, solo mirando la póstuma inscripción:
—Ahora solo queda en mis recuerdos —reflexionó suspirando, con un aire de profunda melancolía—.
Fue justo aquí que en aquella época perfeccioné mi francés y mi interpretación musical... Adoro la música, de hecho, toco la flauta muy bien —agregó esbozando una sonrisa y continuó:
—En este barrio había entonces un diestro artesano que fabricaba instrumentos musicales. Recuerdo que cuando me presenté ante él no sabía ni que elegir: cuerda, viento, percusión... todo me parecía igual, yo solo quería perfeccionarme en lo que ya sabía de música.
Fue ese hombre quien me recomendó un instrumento que era en realidad algo único y especial, el cual él había comenzado a fabricar especialmente para su hija: una flauta traversera... lamentablemente su hija había muerto hacía ya un año a causa de una enfermedad y él nunca había terminado de elaborarla.
Acepté gustosa, estaba conmovida, y en menos de un mes me la entregó terminada. Era hermosa, se notaba todo el amor puesto en su confección, la había tallado completamente con bellos motivos celestiales y la sonoridad de aquel instrumento era algo único.
La utilicé en muchos conciertos y todo el mundo estuvo siempre encantado al escucharla...
Sé que es algo muy difícil, tal vez imposible; pero, cuando pienso en ella, deseo que se haya salvado de aquel fuego y que ahora se encuentre en algún lugar bien cuidada y protegida.
Absortos en recuerdos y anécdotas, la belleza de la tranquila ciudad les hizo olvidar el conflicto que los rodeaba y el resto del día lo pasaron dando vueltas por el centro de aquella población, disfrutando como si fueran una pareja en vacaciones.
Justo al caer la tarde Ryan dejó a Helena en el hotel y se ausentó para volver una hora después:
—¿Donde fuiste? —le preguntó ella.
—Hace un rato vi una tienda que me dio una idea y... tengo algo para ti —le dijo él mientras le entregaba una caja alargada, envuelta en papel de regalo dorado y con un gran moño rojo.
Sin demora Helena la abrió, dentro había un estuche que a su vez contenía algo que la dejó maravillada, en sus manos sostenía una moderna y brillante flauta traversera.
Era distinta a la que ella conoció, esta tenía más agujeros y llaves en algunos de sus orificios, estaba confeccionada en metal y era más grande también...
—Sé que este instrumento ha cambiado un poco con el correr de los años, eso me lo explicó el vendedor, pero no creo que tengas mayores inconvenientes en adaptarte.
Helena no dijo nada, no podía casi ni hablar... sin embargo, sus emocionados ojos lo decían todo, al tiempo que su rostro se iluminaba bellamente, radiante de alegría; Ryan le había acariciado el alma con su obsequio.
—El vendedor también me enseñó como armarla —le dijo él, y con cuidado la ensambló para ella, entregándosela en mano lista para ser usada.
En cuanto el ángel la tomó, colocó sus dedos en la posición que conocía y tímidamente acercó sus labios... y sopló.
Rápidamente comenzó a familiarizarse con el instrumento y en pocos segundos ya estaba tocando una dulce melodía.
La noche transcurrió así maravillosamente para ambos, todo lo que estaba fuera de esa habitación quedó completamente de lado para ambos y solo se concentraron el uno en el otro.
Helena notó como Ryan la miraba, él estaba encantado de verla interpretar música. La delicadeza con la que los dedos de sus manos se movían, la suavidad con la que aire fluía por sus atractivos labios y sus ojos mas expresivos que nunca hacían de ella la mujer más hermosa que para él pudiera existir...
—Ven, siéntate junto a mí, aquí, en la cama —le dijo en un momento Helena—.
Puedo enseñarte lo básico, si quieres —agregó sensualmente, Ryan se puso a su lado haciéndole caso... y ella comenzó:
—Lo primero que tienes que dominar es como manejar el aire, tienes que inspirar profundamente para luego soplar con delicadeza y de manera constante, así —le dijo y poniéndose a pocos centímetros de su rostro comenzó a soplar con suavidad sobre sus labios.
De ese modo, mientras ella le enseñaba a soplar, sus bocas se fueron acercando hasta que ocurrió lo inevitable y se besaron nuevamente... y esta vez continuaron, dejándose llevar por el amor que mutuamente se profesaban.
Esa sería una noche inolvidable para ambos y el último momento de tranquilidad del que gozarían antes de la terrible batalla que los aguardaba y que, de manera inexorable, tendrían que afrontar al día siguiente... la primera de las cuatro Grandes Cruzadas, las cuales serían las más impresionantes jamás emprendidas por el hombre, y donde el destino de la humanidad entera se decidiría.
Alas legendarias
El día del gran conflicto finalmente llegó... Desde el amanecer decenas de batallones de la Orden de la Cruz de Acero, y que rodeaban a la ciudad de Paris, habían comenzado con ataques permanentes; así, centenares de pequeñas refriegas se llevaban a cabo en torno a la capital francesa mientras que la tensión de toda la zona aumentaba y el momento del ataque total se aproximaba.
Tanto en Dieppe como en Mantes la Jolie y las otras ciudades donde se concentraban las fuerzas de la Orden, la actividad era frenética, todos los grupos de ataque se estaban coordinando para lo que sería un conflicto de proporciones bíblicas.
Ryan formaba parte de uno de los equipos de francotiradores que se desplegarían en la zona principal.
Se encontraba reunido dentro de una tienda de campaña junto con el resto de su escuadrón mientras que un paladín, que sería el comandante de ellos durante esa misión, les explicaba en detalle el plan de ataque mediante grandes imágenes que se exhibían proyectadas sobre una pantalla:
—En estas fotos satelitales pueden ver que el pasaje al Infierno de Paris se ha abierto prácticamente a los pies de la torre Eiffel, en el centro mismo de los Campos de Marte: un vasto jardín público totalmente abierto situado entre la Torre Eiffel, al noroeste y la Escuela militar al sureste.
El predio tiene un total de 24,5 hectáreas y es uno de los espacios verdes más grandes de la ciudad —dijo y pasó a la siguiente foto—.
Caballeros... pongan ahora toda su atención en esta foto; aquí pueden ver la zona cero de toda esta gran operación, les presento: la Puerta del Odio —agregó mostrando un acercamiento de dos titánicas moles de roca que ocupaban una área total de 1/4 de kilómetro cuadrado y tenían complejas figuras artísticas, todas alusivas a su nombre, grabadas en detallados bajorrelieves por todas sus caras que eran dignos de un gran artista del Renacimiento...
Luego de hacer una pausa el paladín continuó:
—Cada una de estas hojas mide 250 por 125 metros y sus ejes de rotación están orientados en sentido noreste suroeste.
Su centro de convergencia se encuentra a 500 metros exactos y justo al frente de la torre Eiffel, la cual es nuestro destino.
Según nos dijeron los ángeles es normal que grandes monumentos creados por el hombre marquen sitios de importancia bíblica como este...
Pasó así a la siguiente imagen, un mapa:
—Nos encontramos justo aquí: en Mantes la Jolie; esta comuna se sitúa a los márgenes del río Sena que, a su vez, no solo llega sino que atraviesa completamente a la ciudad de Paris.
Denominaremos a esta ciudad, en la que estamos ahora, punto alfa y nos aproximaremos hacia el punto bravo, nuestro objetivo final: se encuentra ubicado en el centro parisino y es el lugar en donde desembarcaremos luego de navegar a través del río.
Estamos a casi 50 kilómetros de allí, aunque usando la vía fluvial la distancia asciende a unos 100 kilómetros —agregó recorriendo con un puntero el serpenteante camino que tomarían—.
Durante esta operación embarcaremos sobre lanchas militares de alta velocidad y tardaremos aproximadamente 60 minutos en llegar al punto bravo; para cuando arribemos ya habrán varios comandos que estarán activos por todo el sector, esperándonos.
Nos desplegaremos de manera conjunta justo a los pies de la torre Eiffel ¡y la tomaremos!
Asumiremos nuestras posiciones en los lugares más altos que podamos controlar y desde allí les daremos cobertura a todas nuestras fuerzas de la zona.
¿Tienen alguna pregunta?
Hubo solo silencio, el plan estaba claro para todos... El comandante continuó:
—Partiremos en 15 minutos... ya recibieron sus ordenes, caballeros ¡Alístense! —concluyó.
Ryan salió de la carpa y al hacerlo se encontró con Helena, quien lo estaba esperando afuera, de pie:
—Llegó el momento de separarnos, parece... Formaré parte de la escolta del arcángel Daniel —informó ella—. Saldremos una hora y media después que ustedes.
—No quiero que te preocupes... Esta noche estaremos festejando los dos juntos, eso te lo prometo —le respondió él.
—Eso espero, Ryan...
Ninguno de los dos se animó a darse un beso, pensaban que la suerte los acompañaría si lo posponían hasta el final.
Ryan partió, y Helena lo observó alejarse junto con su escuadrón.
En solo unas horas se desataría un auténtico infierno en la Tierra.
Navegando por el río en las artilladas lanchas la ruta no presentó dificultades, las fuerzas de la Orden habían asegurado muy bien todos los caminos cercanos previamente...
El trayecto fue tranquilo hasta llegar a las inmediaciones de París:
A medida que se aproximaban a la ciudad el ambiente bélico se fue haciendo cada vez más presente, las detonaciones de las armas, los gritos y el bullicio de las diferentes escaramuzas sectoriales crecían exponencialmente a cada instante:
—¡Atención, caballeros! Tengan sus armas secundarias listas para entrar en combate; me acaban de informar que nos espera una fuerte resistencia en el punto de desembarco... Parece que los demonios intuyen que llegaremos para masacrarlos y vienen a encarar su muerte de frente, no los defraudaremos —les dijo el comandante bromeando confiado al final.
La tensión en las lanchas fue creciendo hasta que arribaron al puerto y todos bajaron.
De golpe, las ametralladoras de las lanchas abrieron fuego sobre algunos demonios que los esperaban acechándolos y pronto comenzó una tremenda refriega armada.
Toda la zona que rodeaba a la Puerta del Odio estaba llena de criaturas infernales de diversos tipos y tamaños, y las fuerzas de la Orden las atacaban con todo su poderío bélico: tanquetas, helicópteros y muchos tipos de máquinas automatizadas, como torretas y drones, colaboraban con los soldados en el violento asalto.
Mientras los francotiradores, escoltados por varios comandos de infantería fuertemente armados, corrían directamente hacia la base de la torre Eiffel, tres minotauros aparecieron para interceptarlos; en ese momento varios tanques de guerra abrieron fuego sobre las criaturas despedazándolas en el acto.
Al mismo tiempo y por todo el cielo de la zona, distintos vehículos aéreos libraban encarnizadas refriegas, principalmente contra arpías que, aunque caían muertas por decenas ante las armas bendecidas, se contaban por centenares que no dejaban de salir a través del pasaje infernal.
—¡¡Suban a la torre y tomen posiciones en el balcón perimetral del segundo nivel!! ¡Rápido, rápido, caballeros! —gritaba el comandante del grupo de Ryan... De ese modo, en pocos segundos lograron llegar y alistarse para el arribo de las fuerzas de Dios.
La torre Eiffel se convirtió así en una posición fortificada.
Minutos después extrañas nubes de tormenta comenzaron a concentrarse sobre toda la ciudad... Las fuerzas antagónicas del más allá se hacían presentes allí con todo su vasto poder convergiendo en ese punto y su epicentro era claramente la puerta infernal.
En ese momento comenzaron a arribar los ángeles y la batalla alcanzó su clímax.
Los seres celestiales llegaban desde todos los ángulos posibles y se desplegaban en el teatro de operaciones demostrando su gran poder al arrasar sin piedad alguna a todos los demonios con los que se cruzaban, a pesar de que estos los superaban en gran número.
Agrupados en pequeñas unidades atacaban desde diferentes direcciones, bien separadas entre sí, para de ese modo dividir a sus enemigos: así, las legendarias alas divinas surcaban, imponentes, el firmamento galo, descendían en fugaces momentos y causaban grandes estragos con sus armas divinas en las fuerzas del Infierno que, confiando en su fuerza bruta, se les abalanzaban encima por decenas solo para ser eliminados... y de inmediato los ágiles enviados divinos retomaban los cielos para repetir la maniobra de distracción en otro punto.
En medio de aquellos épicos combates hizo su aparición la comitiva más numerosa y poderosa de todas, la de Daniel, el glorioso arcángel de Dover, quien era rodeado de cerca por su escolta personal y varios ángeles más... entre ellos Helena.
Rápidamente, el portentoso contingente celestial se abrió paso entre sus enemigos y se elevó mil metros sobre la puerta del averno, así, en las alturas, tomó posición.
Las nubes y los vientos se comenzaron a arremolinar furiosamente en torno a ellos, entonces el arcángel blandió su sagrada arma: la poderosa espada de fuego; y la elevó sobre su cabeza apuntando hacia el firmamento:
«¡Qué el poder de Dios sea mi arma y selle esta puerta del Infierno para el resto de la eternidad!», gritó y su voz se sintió hasta en el último rincón de la ciudad.
—¡A todas las unidades de la zona cero! ¡Despejen el vector entre el arcángel y la puerta del Infierno! ¡¡Aléjense lo más que puedan del rayo celestial!! —gritó por radio el comandante de uno de los helicópteros de ataque que sobrevolaban la zona.
En ese momento, en el Paraíso, las miles de almas que formaban el Gran Coro de los Justos comenzaron a cantar uniendo sus voces en una sola y generaron una cantidad de poder supremo.
En la Tierra se escuchó un estrépito jamás atestiguado antes, se sintió como si fuera el estruendo conjunto de los cinco océanos o el poderoso estampido de un trueno inconmensurablemente fuerte, mismo que recorrió el planeta entero en toda su circunvolución...
Por encima del arcángel las nubes se abrieron dando paso a un potente haz de energía divina con un diámetro de decenas de metros, tan grande como las mismas puertas del apocalipsis, que fue directo hacia su espada, con la que Daniel lo dirigió hacia el infernal pasaje.
El impacto del rayo sobre el suelo hizo vibrar a todo el centro parisino, fue como si la gigantesca palma de la mano de Dios se posara en él.
Todas los demonios aéreos que sobrevolaban la zona se incendiaron en el aire y se precipitaron de inmediato en agonía junto con algunas aeronaves que no pudieron escapar del poderoso rayo de luz y cuyos sistemas eléctricos fallaron.
Un instante después las pesadas hojas de la Puerta del Odio comenzaron a moverse y a cerrarse lentamente, giraban como si tuvieran invisibles bisagras en el suelo...
La reacción de los demonios no se hizo esperar.
Desesperados al ver como las moles de roca se levantaban de sus lechos, pusieron en marcha un plan secundario que tenían preparado por si esto llegaba a ocurrir: lanzaron una miríada de ganchos unidos a fuertes cadenas que las sujetaron por todos los bordes de las pétreas moles y tiraron con todas sus fuerzas; comenzaron así a oponer resistencia física ante el poder divino...
Pronto se dieron cuenta de que eso no bastaba.
A pesar de que cientos de enormes minotauros y decenas de titánicos gólems intervenían en la colosal maniobra junto con otros miles de criaturas infernales de toda clase y tamaño, solo retrasaban lo inevitable... Las puertas continuaban cerrándose, inexorablemente.
Viendo entonces que no lo conseguirían, los demonios que podían volar se unieron y fueron directamente a matar al arcángel para interrumpir así el flujo de poder celestial.
—¡Ahí vienen! —gritó Lucille al resto de seres celestiales que formaban un anillo de defensa alrededor del rayo divino.
Desde tierra el espectáculo era aterrador: hordas de demonios, que al elevarse formaban un denso cono oscuro como una noche sin luna, surgían desde todo el centro de la ciudad dirigiéndose hacia la poderosa comitiva divina...
Las fuerzas de la Orden abrieron fuego contra las nubes de infernales reduciéndolos en gran medida pero eso no alcanzaría para evitar que cientos llegaran.
—¡¡Ataquen!! —gritó Marina dando la orden a los demás ángeles que protegerían a Daniel incluso con sus propias existencias, y en el cielo estalló una refriega única.
Las armas de los enviados de Dios destrozaban a decenas de demonios... los pocos que lograban superar a la inexpugnable guardia celestial entraban en el rayo del Gran Coro de los Justos que los hacía arder en llamas, matándolos.
De a poco las abisales puertas comenzaron a cerrarse... la balanza del destino parecía inclinarse finalmente a favor del bien; sin embargo, en ese momento una mantícora rodeada por decenas de arpías que la cubrieron desde arriba con sus cuerpos hasta el final, inmolándose para protegerla, logró llegar hasta el arcángel.
Por la espalda del poderoso vicario celestial y soportando el abrasador fuego del Cielo, el bestial demonio, a costa de su vida, lo atacó con todas sus fuerzas mordiéndolo en una de sus alas, la cual consiguió romper... y el arcángel, imposibilitado de continuar en el aire, se precipitó a tierra.
El rayo del Cielo quedó interrumpido y las hojas de la Puerta del Odio comenzaron a ser reabiertas por las hordas de demonios que se esforzaban al máximo tirando de ellas desde el suelo.
Al ver todo esto la guardia divina entró en caos. Lucille y Marina volaron directo hacia Daniel, intentaban atraparlo antes de que se estrellara en la superficie... sin embargo, fueron interceptadas por varias arpías que las atacaron y así todas acabaron cayendo.
Las fuerzas del Cielo terminaron heridas y dispersas en tierra, justo por delante de la torre Eiffel.
El arcángel ya no podía volar, estaba caído y luchaba por ponerse de pie sin lograrlo, su fiel escolta de ángeles también estaba bastante lastimada... y sus enemigos comenzaban a rodearlos para aniquilarlos.
Parecían perdidos; sin embargo, cuando los primeros demonios se les abalanzaron fueron repelidos por decenas de balas de alto calibre que provenían del equipo de francotiradores en el que estaba Ryan que, desde el segundo nivel de la emblemática torre gala, les estaban dando cobertura.
—¡Rápido subamos a la torre! —les gritaron unos comandos que con valor y arrojo abandonaron sus posiciones con la única misión de recogerlos para evacuarlos de la peligrosa zona y atrincherarse en la enorme estructura que defendían como si fuera el último bastión de la Tierra.
—No tiene caso continuar... Solamente un ángel de gran fuerza, un arcángel como yo, puede conducir el tremendo flujo de poder del Gran Coro; pero así, con un de mis alas rota, ya no podré —dijo Daniel una vez que estuvieron parapetados en el primer nivel de la torre—. Creo que sería mejor ordenar el inmediato repliegue y posterior retirada.
Lucille y Marina se miraron entre ellas, ambas eran ángeles de gran poder, tal vez juntas hubieran logrado elevar al arcángel sosteniéndolo entre ambas y darle apoyo con su restante energía angelical, sin embargo las dos se encontraban también heridas, casi no podían volar...
—¡¡Basiliscos!! Señores, reposiciónense... No permitan que se suba a la torre ni una sola de esas bestias, y no se les acerquen por nada del mundo, elimínenlos de lejos —gritó el comandante del escuadrón de comandos.
Los hombres buscaron así sus nuevas posiciones y comenzaron a repeler a las serpenteantes criaturas, pero los basiliscos eran muchos y a pesar de la intensa lluvia de balas algunos lograban subir reptando por la estructura y atacaban a los soldados con su mortal veneno.
—¡Señor, son demasiados! No podremos contra todos...
—El primer nivel de la torre está perdido. ¡Repleguémonos al segundo! ¡Rápido, señores suban a los ascensores! —fue la orden, que se cumplió en medio de una balacera desesperada contra los viperinos demonios que no dejaban de llegar.
Obligados a subir, los comandos y los restos de la comitiva divina fueron ascendiendo hasta donde se encontraba apostado el escuadrón de francotiradores integrado por Ryan.
—¡Aquí escuadrón Delta Torre, solicitamos cobertura y evacuación aérea de emergencia, estamos rodeados y atrapados en el segundo nivel! —dijo por radio el capitán de los comandos.
—Unidades en camino, Delta Torre... tiempo estimado de arribo 5 minutos —fue la respuesta.
—Apenas si podremos aguantar ese tiempo —agregó el paladín que lideraba a los francotiradores— ¡Caballeros, cuiden sus municiones, hagan que cada disparo cuente!
Lucharían hasta el final, aunque todos sabían que no lograrían sobrevivir más que por un par de minutos extra como mucho... a menos que sucediera un milagro.
Solo quedaba un ángel que podía intentar lo imposible, la única que aún era capaz de remontar vuelo con sus intactas alas, y esa era Helena quién, al ver la crítica situación, dejó sus armas de la virtud y tomó la espada del arcángel.
—Lo haré yo —afirmó decidida y todos la miraron...
—¡¿Qué?! Admiro tu valor, Helena, pero no tienes idea de lo que dices... el poder del Gran Coro de los Justos te mataría en cuestión de segundos si intentas canalizarlo. Ni siguiera tienes las alas de un ángel, es una tarea imposible para una simple alma humana angelizada como la tuya —le dijo Daniel.
—Lo intentaré de todos modos —replicó ella y por un instante el tiempo comenzó a transcurrir en cámara lenta dentro de su mente:
«Dios, permite este milagro, dame la fuerza necesaria para lo que pretendo hacer.
Muchos han caído hoy, que sus muertes no sean en vano; lo haré por ellos, por los que aún luchan y en especial por...», pensó mirando a Ryan a los ojos, y no pudo completar ese pensamiento, su emoción era muy fuerte.
Giró entonces bruscamente, forzándose a darle la espalda al hombre que amaba, no quería que él la viera llorar... y de un salto levantó vuelo temiendo que ese fuera el adiós definitivo con él.
El aire escurrió sus lágrimas mientras se elevaba, gloriosa, con su perfil en alto, mirando al cielo, completamente decidida a enfrentarse a lo que estaba dispuesta a que fuera su última misión.
Daniel no tuvo tiempo de darle una contraorden, él y su escolta solo se quedaron observándola ascender... estaban completamente seguros que ese sería su vuelo final.
Al ir llegando al cenit, la espada de fuego se inflamó y comenzó a dejar una larga estela de llamas en el aire tras ella.
Helena parecía un cometa elevándose en el firmamento al tiempo que su parte terrenal y su parte celestial se unían en una amalgama perfecta...
Cuando llegó al mismo punto en el que estuvo el arcángel, se detuvo aleteando en el lugar y contempló el escenario a sus pies... la batalla se encontraba en su máximo fragor, la pérdida de vidas era atroz, estaba en sus manos el ponerle fin a aquello:
«¡Que el poder de Dios sea mi arma y selle esta puerta del Infierno para el resto de la eternidad!», gritó elevando la espada en alto y nuevamente el Gran Coro de los Justos proyectó su inconmensurable poder, esta vez hacia ella.
El gran estallido retumbó nuevamente en toda la Tierra y las nubes se abrieron por sobre su cabeza recibiendo Helena el tremendo caudal de energía... fue recién ahí que comprendió a lo que el arcángel se refería: sus alas de semiángel comenzaron a absorber todo ese gran poder que era sencillamente demasiado para ellas... Sentía que le iban a estallar en cualquier momento; su cuerpo, en gran parte humano, comenzó a calentarse, solo una vez había sentido un calor tan sofocante, cuando había muerto en el convento.
Sin embargo, la mirada de Helena indicaba que estaba dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias; sufriendo y soportando todo aquello como un déjà vu, dirigió el potente rayo hacia la puerta del averno y una vez más, como la primera, todo el centro de Paris vibró ante el poder de Dios...
En tierra los infernales comenzaron a forcejear otra vez con sus ganchos y cadenas, algunos incluso llegaron a colgarse de las enormes hojas en su desesperación, impidiendo así que las puertas se cerraran a mayor velocidad a costa de incinerarse ante el haz divino.
—¡¡¡Destruyan a ese ángel!!! —gritaron los demonios de tierra, al tiempo que sus pares alados remontaban vuelo hacia la indefensa Helena.
Las arpías que aún sobrevolaban el cielo en las alturas comenzaron a ir hacia la doncella celestial dando horribles alaridos de enajenación pura; iban a toda velocidad y con sus filosas garras hacia el frente, estaban dispuestas a destrozarla con ellas, embistiéndola como aves rapaces, a pesar de que el rayo divino las terminara matando durante el acto...
Helena estaba condenada, en segundos moriría con el primero de esos furiosos ataques; sin embargo, inesperadamente, la primera de ellas ni siquiera logró entrar dentro del flujo de energía y cayó perforada en su pecho por una munición de alto calibre que la atravesó limpiamente; de inmediato la arpía más cercana a la anterior la secundó sufriendo otra mortal herida que la derribó del cielo.
Durante el ascenso de Helena, solo uno de los francotiradores, sin recibir orden alguna por parte de su superior, había abandonado la seguridad de su parapeto en el segundo nivel de la gran torre parisina donde las unidades de rescate pronto arribarían: era Ryan, quien, exponiéndose en solitario a cualquier ataque de los infernales, había subido por su cuenta hasta el tercer y último nivel de la torre Eiffel.
Ahora, desde la cima, él era el único que defendía al último ángel que quedaba, y la mujer que amaba...
Tal y como le había anticipado Karen, la habilidad que el ángel líder de las Alas de Cristal le había otorgado en el Cielo para el uso con armas de precisión, ahora, bajo esas condiciones de extrema presión, se hacía más presente que nunca en él y así, uno tras otro, los demonios voladores que atacaban a Helena caían fulminados por las balas que Ryan les disparaba...
Los certeros y letales ataques que el solitario francotirador efectuaba, no pasaron desapercibidos para algunos de los basiliscos, los cuales, separándose del resto, que combatían en el segundo nivel de la torre, prosiguieron directamente hacia él para detenerlo...
Mientras tanto, ajeno al peligro que se le acercaba, Ryan continuaba con su tarea; su potente arma de largo alcance contaba con una mira telescópica de ultralta tecnología equipada con realidad aumentada, una avanzada computadora y un sistema de inteligencia artificial, todo integrado a varios telémetros láser y sensores que evaluaban tanto la posición del arma como las condiciones atmosféricas imperantes en la zona circundante, lo cual permitía efectuar los complejos cálculos para un rastreo automático y predictivo sobre la ubicación de múltiples blancos de manera simultánea, dotando así al tirador de una capacidad de ataque muy superior, al poder anticipar la localización de sus objetivos aún en distancias máximas, y así eliminarlos sin fallar ni un solo disparo.
Helena estaba segura, Ryan la protegía bien... pero los basiliscos que fueron tras él llegaron finalmente a la cima de la torre, en donde lo encontraron completamente avocado en su autoimpuesta misión unipersonal, concentrado solamente en eliminar a cuanto demonio amenazara a la doncella por quien estaba dispuesto a morir.
Sin darle oportunidad de defenderse las infernales serpientes lo atacaron, el simple roce en su piel de uno de sus colmillos de aquellas bestias, lleno con su letal veneno, bastaría para liquidarlo casi de inmediato... no obstante, los monstruos se toparon con las armas de Lucille y Marina, que los interceptaron en el aire eliminándolos antes de que llegaran a su objetivo.
Las dos guerreras del Cielo habían subido en el ascensor, fueron enviadas por el mismísimo arcángel Daniel y tenían una simple y clara orden directa, dada por él: serían los ángeles guardianes de Ryan hasta el final de aquella épica batalla.
—Tu sigue defendiendo a Helena que nosotras nos encargaremos de cuidarte a ti —le dijo Lucille.
La habilidad de las guerreras de Dios estaba siendo llevada al límite por decenas de basiliscos que se concentraban alrededor de ellas atacándolas sin cesar:
El aire era cortado al compás de los veloces movimientos de las divinas combatientes que se movían como torbellinos.
Las armas del Cielo se blandían con un apabullante frenesí, eran casi imposibles de ver a simple vista por la tremenda velocidad que desarrollaban en sus letales ataques... parecían impenetrables; sin embargo, sus infernales enemigos se contaban por cientos:
—¡No dejan de venir, Lucille! y cada vez son más —expresó en un momento Marina—. Creo que ya no están atacando en el segundo nivel de la torre, todos vienen directamente hacia aquí.
—Ryan, no podremos aguantar por mucho tiempo más —le dijo en un momento Lucille—. Nos quedaremos hasta el final contigo; cuando muramos iremos con Dios, en cambio tú...
Quedaba muy claro lo que la enviada celestial dejó implícito en su inconclusa frase: al matarlo a él esas bestias del averno reclamarían su alma para su eterna condena en el Infierno.
Ryan, entonces, se quitó la pluma de Helena y la dejó al lado suyo diciéndoles:
—Solo les pido que me den hasta el segundo final que puedan antes de reclamarla ustedes.
—Descuida, nuestra último ataque será para ti —le respondieron entre ambas.
Por todo el centro de Paris, las armas de la Orden volvieron a rugir con furia y arrebato: nuevamente un oscuro cono de alados demonios se elevaba desde todos los rincones de la enorme ciudad, confluyendo directamente hacia Helena, y eso era ya claramente demasiado para un solo francotirador.
Sin duda alguna el desenlace ocurriría pronto... muy pronto, a menos que algo sucediera, y en ese instante ese algo estaba llegando desde el oeste; a 50 kilómetros del centro de la capital francesa y era algo gigantesco que se aproximaba:
—¡Atención escuadrón de ataque! preparen misiles hipersónicos y sincronicen sus computadoras para un patrón de dispersión amplio; removamos a esos malditos de nuestro cielo y defendamos a ese ángel con todo lo que tenemos hasta que logre cerrar esas puertas —ordenó en ese momento el líder de todos los escuadrones de aviones caza pertenecientes a los tres portaviones atracados en Dieppe.
Hasta ese preciso instante, la enorme flota aérea había estado despegando y agrupándose en un colosal escuadrón a 150 kilómetros del teatro de operaciones para realizar un ataque masivo conjunto...
El momento había llegado: en solo 5 segundos los cientos de misiles que fueron disparados desde la poderosa formación aérea impactaron de lleno sobre la densa nube de demonios y el cielo de la ciudad estalló en llamas provocando los más grandes estragos que el Infierno hasta ese momento había sufrido en un solo ataque; y detrás de esos misiles arribaron los aviones que, rompiendo su formación, comenzaron la más impresionante contienda aérea vista en los cielos de Europa...
Helena sentía que no lo lograría pero permanecía allí, estoica, soportando el apabullante dolor dispuesta a continuar hasta que su cuerpo ya no pudiera más, la imagen de Ryan venía a su mente mientras que la batalla se desataba en torno suyo.
Las computadoras de los aviones sincronizaban las armas de las veloces aeronaves dándoles a sus pilotos los blancos óptimos a cazar.
Pronto se sumaron a la contienda otras unidades de la Orden, como drones artillados y helicópteros de ataque... Todos tenían un único objetivo: proteger a Helena a ultranza hasta que terminara su misión.
«No puedo más... ya no lo soporto, las puertas van muy lentamente, no resistiré, ¡ayúdame, Dios mío!», pensó Helena que estaba ya a punto de desfallecer... en ese momento escuchó una dulce voz de mujer, la cual le resultó familiar y que le dijo:
«Hasta los ángeles de la guarda necesitan a veces a alguien que vele por ellos».
Era la voz del serafín que había conocido en el Cielo, una vez más su gran poder seráfico se hacía presente para ayudarla; en la espalda de Helena aparecieron entonces dos pares adicionales de alas extra, cual serafín, solo que eran de pura energía divina, y le permitieron soportar el tremendo caudal de fuerza celestial que estaba canalizando.
Los ojos de Helena brillaron blancos, eran como estrellas y su poder se disparó de una manera exponencial.
Las hojas de la Puerta del Odio comenzaron así a cerrarse, los miles de demonios que las sujetaban con todas sus fuerzas ya no podían oponerse: sus ganchos se zafaban, sus cadenas se rompían y los que aún quedaban intentándolo eran arrastrados por una energía incontenible...
Sobre el final, con las puertas aproximándose a su cierre, una monstruosa cabeza roja, propia de un reptil, un gigantesco dragón, apareció por debajo de las pesadas hojas oponiendo resistencia, pero ni siquiera la titánica bestia proveniente de los más recónditos círculos centrales de tártaro pudo contra el divino poder y finalmente la Puerta del Odio se cerró del todo; la roca, entonces, se fundió en la unión de las enormes lajas soldándolas definitivamente y convirtiéndolas así en una gran lápida...
Habían estado a punto de prevalecer; sin embargo, ahora que ya no contaban con su suministro principal de refuerzos, los demonios comenzaron a escapar en masa de la ciudad mientras eran masacrados en su huida.
En la torre Eiffel la situación se replicó, las viperinas bestias que atacaban sin cesar fueron aniquiladas...
Finalmente, el Gran Coro de los Justos acalló sus voces y así la energía divina dejó de fluir. El rayo del Cielo se apagó y las cuatro etéricas alas de Helena desaparecieron; sin mas fuerzas ya como para permanecer en el aire, ella se precipitó totalmente desvanecida.
Su cuerpo terminó zambulléndose en medio del río Sena.
Pronto las lanchas de la Orden que navegaban por la zona la rescataron del agua y fue llevada hasta el puerto...
Ryan se apresuró bajando a toda velocidad de la parisina torre y cuando llegó junto Helena vio algo único, algo que no esperaba: sus alas habían cambiado, ahora eran tan blancas y deslumbrantes como las más puras que había visto...
Con su sacrificio supremo y su entrega máxima ella había conseguido finalmente sus alas de ángel.
—¡Ryan, espera! —lo llamó Marina por detrás, él se detuvo y ella acercándosele le colgó nuevamente el collar con la pluma de Helena.
Justamente ella, quien al recién conocerlo le había exigido que se quitara esa misma pluma protectora para proceder a reclamar su alma libremente era ahora quien se la volvía a colocar.
—Aún eres uno de los elegidos y todavía quedan tres puertas más que cerrar —le recordó el ángel sonriéndole...
En ese momento Helena recobró su conciencia y se puso de pie, se sentía extraña, aún estaba mareada y se tambaleaba, pero su cuerpo se recuperaba velozmente de sus lesiones, mucho más rápido de lo que le era habitual.
Al ver a Ryan de pie cerca de ella se le acercó feliz y ambos se abrazaron con todo el amor que se tenían y fue en ese instante, cuando abrió sus alas alrededor de él, que las vio:
—Mis alas —dijo sorprendida y con sus ojos llenos con lágrimas de alegría las extendió nuevamente para que todo el mundo las viera, y sin poder contenerse Ryan y ella se besaron por tercera vez, sin esconderse ante nadie y con más fuerza que nunca.
Una enorme ovación surgió de las tropas que los rodeaban y pronto el ambiente de felicidad se extendió...
No obstante, mientras todos festejaban, un demonio aún rondaba por las inmediaciones de aquella escena.
En ese preciso instante un buzo de la Orden encontraba la espada del arcángel Daniel sumergida en el lecho del río y subía con ella a bordo de una de las lanchas militares que la buscaban:
—¡La tengo!, es la espada del arcángel... ya podemos regresar al puerto. Nos van a felicitar por haberla recuperado tan pronto —fue lo último que el hombre alcanzó a decir justo antes de que un tajo se abriera de lado a lado al frente de su cuello y cayera de bruces, muerto, sobre la cubierta de la embarcación.
Disfrazada como un miembro más de la Orden, Lisbeth lo había ejecutado a sangre fría usando su letal cola para degollarlo.
Así, timoneando el vehículo náutico y sin que nadie se percatara de nada, ella cumplía la primer etapa de su misión, robándose una de las armas divinas más poderosas que existían, una de las cuatro que con tanto afán buscaba y que necesitaba para cortar las enormes cadenas que aprisionaban a los demonios primigenios tras la Puerta Magna en la infernal prisión de Oblivion.
Y continuó navegando a lo largo del río Sena con dirección hacia el Este, alejándose así muy rápidamente de Paris para terminar luego abandonando la ciudad... con rumbo desconocido.
FIN
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