Proyecto Timewarp (serie Delta 3, nº 6)
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Ahora, forma parte de una comunidad de razas alienígenas que colaboran por el bien común, y dentro de la cual es, apenas, un modesto miembro más.
Es un tiempo de avances tecnológicos sin precedentes, en el cual los límites de la ciencia son permanentemente rebasados: naves con capacidad de viaje intergaláctico, organismos en parte biológicos y en parte cibernéticos, androides similares en todo a sus creadores, desconocidos seres espaciales e interdimensionales con capacidades que van más allá de la imaginación, viajes en el tiempo y más..., mucho, pero mucho más.
Es allí en donde, el capitán Rigel, la ex-militar Nova y la cibernética Spica, a bordo de la nave espacial Cisne Negro, recorren el espacio en busca de oportunidades y aventura.
Se trata de una pequeña tripulación que vivirá las más grandes historias.
Una simple misión en una muy inestable zona del espacio llevará al Cisne Negro a su más peligrosa aventura, en la cual, Rigel deberá sincronizar el pasado con el presente, o no existirá más futuro para Nova, Spica... y, posiblemente, para todo ese sector de la galaxia.
Delta 3, el futuro es cuando la ciencia ficción se vuelve una realidad...
(toca cada parte y disfrútala)
Estrella del abismo
A 309 años luz del sistema solar se ubica la estrella llamada Thuban, mejor conocida como Alpha Draconis, nombre que obtuvo por formar parte de la constelación del Dragón, y centro del imperio Draconiano, una raza extraterrestre de reptiles inteligentes con miles de años de evolución por delante de la raza humana; seres muy fuertes y agresivos, conquistadores, territorialistas... tal y como son los humanos, y por lo tanto, sus enemigos naturales.
Una civilización de tipo 2, poseedora de avanzada tecnología, capaz de aprovechar toda la potencia disponible de una estrella... y, por lo tanto, también de un hueco negro.
El Cisne Negro viajaba hacia un agujero de gusano natural, un atajo en el espacio entre dos sectores distantes entre sí, el cual, llevaría a su tripulación hasta la frontera de aquel sector, para hacer una entrega de materiales:
—Spica, controla el nivel de carga de energía de toda la nave —le ordenó Rigel.
—¿Otra vez? —se quejó ella.
—¡Sí, otra vez! —le contestó él de mal modo, y al darse cuenta, de inmediato, bajó el tono—... Hazlo, por favor, solo quiero estar seguro de poder hacer la entrega y salir cuanto antes de ese lugar.
—Nunca pensé que los agujeros negros te pusieran tan nervioso, Rigel, es la primera vez que te veo así —le señaló Nova criticándolo.
—Técnicamente no vamos al agujeros negro en sí, sino a un planetoide que lo orbita en su última órbita estable —aclaró Spica.
—No es eso lo que me preocupa tanto, estamos demasiado cerca del territorio draconiano y no quisiera toparme con ninguno de ellos.
—¿Te preocupan los dracos?
Estando en la FDT tuve la oportunidad de combatir contra ellos en una ocasión, y los derrotamos... No creo que sean tan temibles —dijo Nova displicente, recordando sus tiempos en Fuerza de Defensa Terrestre; Rigel la miró de reojo y muy serio le contestó:
—No ha sido esa mi experiencia... Ellos fueron quienes mataron a tu predecesora, y casi destruyeron al Cisne en aquella ocasión.
—¿Es por eso que me obligas a usar mi traje de combate dentro de la nave?, ¿temes que me maten del mismo modo, acaso?
Bueno, te aseguro que eso no pasará...
En aquel entonces, esta nave no tenía ni la décima parte de las armas que tiene equipadas en este momento; y, más importante aún, es que ahora tienes a toda una experta en combate, como yo, para encargarse de ellas —insistió sonriendo confiada, Rigel continuó adusto, y no agregó nada.
El viaje continuó de ese modo, con un ambiente tenso, incómodo... hasta que llegaron al puente Einstein-Rosen que conectaba ese punto del espacio con su destino final, e ingresaron en él...
Minutos después, salieron a unos pocos miles de kilómetros de su objetivo. Aquí todo el panorama era dominado por uno de los objetos astronómicos más temidos por la física: un hueco negro.
La otrora colosal estrella masiva, ahora colapsada por su propia gravedad, al agotarse su combustible natural, lucía como una enorme y amenazante esfera negra, la cual devoraría todo lo que osara atravesar su horizonte de sucesos, el punto de no retorno, de donde nada podía ya escapar a su fuerza de atracción gravitacional, ni siquiera la luz, y a partir de donde el espacio y el tiempo dejaban de tener todo sentido.
Un disco espiral compuesto por gases sobrecalentados y partículas de materia giraba a tremenda velocidad en torno a aquella bestia espacial:
—Estamos ingresando en el disco de acreción... La temperatura del casco se incrementa, así como la radiación, aunque sigue dentro de los parámetros esperados —informó Spica—.
El planetoide ya está en el rango de los sensores —agregó, al tiempo que ponía en la pantalla del puente un acercamiento visual del mismo.
La base hacia la que se dirigían se encontraba desplegada en un gran asteroide capturado millones de años atrás por la inconmensurable gravedad del hueco negro.
Esa gran roca estaba, desde hacía ya eones, en el límite externo de la zona conocida como la esfera de fotones, un brillante anillo de luz compuesto por plasma ardiente que siempre rodea a estos monstruosos objetos astronómicos.
—Supongo que ese enorme domo de metal es la base —dijo Spica.
—Esa estructura discoidal, y apenas cóncava, me recuerda a los búnkeres de asalto de la FDT..., solo que esa cosa es mucho, pero mucho más grande —dijo Nova.
A diferencia de las versiones militares que ella conocía, esta, en realidad, era una, en extremo, poderosa y compleja nave robótica, y completamente automatizada, que solo compartía el mismo aspecto redondo y plano, con la finalidad de incrementar su dureza exterior al máximo.
Para elegir aquel punto como su asentamiento definitivo, primero había hecho una prospección de la densidad del suelo, para luego lanzar una carga explosiva acorde, con la que generó un cráter con su diámetro exacto; el disco bajó recién entonces, y encajó como si fuera una enorme tapa.
Diseñada para asentarse sobre duras y firmes superficies rocosas, disponía de grandes taladros en su base, capaces de cavar y sacar todo el material suelto hacia afuera.
Fue así que creó las cavidades necesarias para terminar su completo despliegue por debajo.
—No sería de extrañar que esta sea una versión evolucionada de lo que tú ya conoces, Nova —señaló Spica—.
Según nos dijo el doctor Barnard, esta instalación le pertenece al Grupo Majestic, y son ellos quienes suelen diseñar mucho del equipo que usa la FDT.
—¡Vaya suerte la nuestra!, usaron a Barnard para contactarnos, apuesto que, a partir de ahora, esos científicos locos del GM nos van a llamar para todo lo que necesiten transportar —se quejó Rigel.
—Pero pagan muy bien, de hecho, sustancialmente mucho más que el promedio de contratos que tenemos habitualmente —apuntó Nova.
—Eso es por lo riesgoso del trabajo —le aclaró Rigel.
—¡Increíble! Nuestro gran capitán quejándose de una recompensa lucrativa, jamás pensé llegar a ver este día —dijo Nova burlándose de él.
Así, luego de que una escotilla se abriera en aquel impenetrable domo, y que el Cisne Negro ingresara por ella hacia un puerto interno, donde atracó, su tripulación fue recibida por una pequeña comitiva, fuertemente armada, e integrada por tres miembros de la base, que se presentó ante ellos:
—Les doy la bienvenida a estas instalaciones. Acompáñenme, por favor, el doctor Kaus quiere conocerlos.
Nuestro personal se encargará, mientras tanto, de desembarcar las piezas que nos trajeron —les dijo la mujer que se encontraba en el medio de aquel trío, una científica, a juzgar por su ropa, quien se encontraba escoltada a ambos lados, y muy de cerca, por dos guardias, mujeres también, que vestían trajes de combate de cuerpo completo y portaban poderosos rifles de asalto en sus brazos...
A medida que caminaban hacia su destino, Rigel no podía dejar de mirar a aquellas dos guerreras, las cuales no le prestaban atención alguna: vestían unas armaduras muy ceñidas a sus curvilíneos cuerpos, eran como una segunda piel, el material se apreciaba resistente, pero flexible, para no quitarles agilidad en sus movimientos, en algunas partes llevaban duras placas, las cuales servían como escudos, y servomecanismos en sus articulaciones principales, para potenciar su fuerza y velocidad en combate.
—Son amazonas de Andrómeda... ¿Es, acaso, la primera vez que ves una, Rigel? —le preguntó Nova con un dejo de celos.
—Sí.
—Pareces embobado con ellas. Bien; te aclaro que son mercenarias, guerreras letales, temibles en combate.
¿Te gustan las mujeres fuertes y violentas... de mal carácter?
—Pues... puede ser —le contestó él mirándola de una manera tan especial que hizo que ella se sonrojara.
—¿Qué insinúas?..., yo no soy así —susurró ofendida.
En ese momento el líder de aquella base los recibió:
—Capitán Rigel, soy el doctor Kaus —dijo estrechándole la mano.
—Doctor, ellas son Nova y Spica, mi tripulación.
—Barnard me habló tan bien de ustedes, que estaba muy ansioso por conocerlos en persona.
Además de que nos urgían las partes robóticas que nos trajeron.
—¿Partes robóticas?, así que ese era el misterioso cargamento.
—Sí, son para los sistemas de defensa que estamos montando en la base, capitán... Complementarán a las mercenarias andromedanas que hemos contratado de emergencia.
—¿Y para qué tantas defensas, en una instalación científica?
—Verá, capitán, este agujero negro marcaba, hasta hace unos años, uno de los límites de imperio draconiano, el cual, como ya sabrá, siempre se encuentra en permanente expansión.
Actualmente, han reclamando esta zona para ellos, y lo han hecho en el peor momento posible, cuando por fín, luego de décadas de una muy ardua investigación, mi más ambicioso proyecto se encuentra en su fase final, en su punto decisivo...
—¿Sería mucha indiscreción el preguntarle de qué se trata su proyecto? —le preguntó Spica curiosa
—Por supuesto que no, además jamás podría negarme al pedido de una androide sigma.
Siganme —le dijo sonriente, y los condujo hacia el laboratorio central de aquel vasto complejo subterráneo: una enorme y luminosa habitación llena de computadoras y científicos por todos lados, y en cuyo centro se encontraba parada una especie de armadura de cuerpo completo, era de la talla de un ser humano promedio y su aspecto, muy vanguardista—...
Les presento: el Proyecto Timewarp.
Eso que ven en la plataforma central es la primera máquina de manipulación temporal creada por el ser humano.
Se trata de un cronotraje con la capacidad de moverse en el tiempo.
Quien lo vista puede desacelerar los acontecimientos que lo rodean a voluntad; también tiene la capacidad de saltar de manera instantánea en la línea del tiempo, aunque esto último solo ha funcionado con viajes hacia el pasado, el salto hacia el futuro es aún una función meramente experimental... En teoría, debería de funcionar con este último modelo, sin embargo, aún no se ha probado; hasta ahora, hemos perdido todos los prototipos previos al intentarlo.
Lamentablemente, los draconianos averiguaron de que se trataba mi desarrollo, y lo quieren para su imperio, si lo consiguen robar lo usarían como un arma, sin dudarlo.
¿Se imaginan lo que sería capaz de hacer un soldado draconiano moviéndose entre sus enemigos 10 000 veces más rápido que ellos?
—Acabaría con todo un batallón en apenas segundos, y sin sufrir ni un rasguño —expresó Nova pensativa, y el doctor Kaus continuó:
—Este invento es mi máxima creación, una auténtica maravilla —dijo orgulloso—; tiene una computadora integrada, dotada con una Inteligencia Artificial, la cual asiste a su tripulante en todo momento; además, su diseño cerrado aísla al piloto del exterior completamente, lo cual no solo es imprescindible para sobrevivir al desplazamiento temporal, sino que también permite el poder desenvolverse en casi cualquier medioambiente, de hecho, posee sistemas autónomos que mantienen la temperatura interna estable y reciclan el aire en un 99 %.
La principal limitación, sin considerar la duración de sus baterías, es el, aún, demasiado alto consumo de su reserva de taquiones; por si no lo saben, los taquiones son unas partículas más rápidas que la luz, y que se mueven hacia atrás en la línea del tiempo. Dotan a la armadura de su capacidad de manipulación temporal, y son justamente el motivo por el cual nos encontramos aquí, orbitando un agujero negro, una fuente natural de estas partículas tan especiales.
Con regularidad, enviamos drones hasta su horizonte de sucesos, para recoger taquiones, allí es donde se acumulan en mayor cantidad...
Perdemos a 99 de cada 100 unidades despachadas, las cuales son absorbidas por la tremenda gravedad de la singularidad; sin embargo, la que retorna, lo hace con una carga completa para el traje.
—Perdóneme que lo interrumpa, doctor, pero el viaje en el tiempo siempre ha sido una fuente de mucha confusión para mí, por lo de las famosas paradojas, principalmente —dijo Rigel—; de hecho, creo que el pasado es algo que nunca podría cambiarse, ¿o sí?
—¡Desde ya que se puede, capitán! No solo se ha hecho, sino que se hace permanentemente, es solo que la mayoría de los seres no lo pueden notar. Piénselo bien, ¿cómo podría saber si el pasado que usted recuerda ahora no ha cambiado ya, y varias veces?
Rigel lo miró pensativo, y un momento después le dijo:
—Entonces debería viajar y arreglar muchas cosas de la historia, doctor —Kaus se rió y le aclaró:
—Por el momento solo se puede viajar unas pocas horas, como mucho. Sin embargo, algún día... estoy seguro que podré, y lo haré, lo haré sin dudarlo.
—Y ¿no le parece eso algo poco ético? —le planteó Nova.
—En absoluto, señorita. Cambiar el pasado es algo tan válido como actuar en el presente cambiando el futuro. En ambos casos se altera el destino de los demás. No veo ningún límite ético al respecto.
Se hizo un profundo silencio al ver como el doctor Kaus trataba con tanta naturalidad algo que usualmente se considera tabú, casi como si fuera sagrado; al notar aquello, el científico les aclaró:
—Miren, la ética es una enemiga natural del progreso y los avances de la ciencia. Si fuera por la ética la humanidad aún estaría en la edad media. De hecho, solo ha servido para que la ciencia ficción inventara una serie de tonterías teóricas, sin ninguna base real, acerca del viaje en el tiempo, les enumeraré las más comunes de esas creencias y algunas consideraciones propias:
1. La línea del tiempo puede ser cambiada en cualquier momento y la cantidad de veces que sea, y eso no implica que el viajero se encuentre en una dimensión paralela.
2. Un viajero del tiempo se puede encontrar consigo mismo, y no solo con una instancia suya, sino con muchas, y el contacto físico entre ellas no implica que se autodestruyan.
Y no, no se llenaría de manera instantánea el espacio con infinitas copias del viajero, ya que cada ciclo sería diferente del anterior por la mera presencia del propio viajero.
3. El pasado nunca se repite exactamente del mismo modo.
Cada viaje que se hace, altera la línea del tiempo, la mera presencia del viajero es ya una alteración que provoca sutiles cambios, aunque este trate de no interferir; así que eso del observador que no actúa para no alterar nada, es solo una decisión propia del viajero temporal.
4. Las paradojas no existen, solo son un producto de la ignorancia y de la fantasía; uno puede viajar al pasado, matar a un ancestro propio, y seguir existiendo, todo forma parte de una cadena de eventos.
6. Cuando se cambia el pasado, el anterior futuro solo queda en la memoria del viajero, así como también de cualquier elemento proveniente de ese futuro que haya, previamente, guardado algún registro de él.
7. Que algo haya sucedido no significa que no deba ser cambiado. Personalmente lo veo como algo similar a lo que hace un médico al salvar la vida de una persona que, de manera natural, moriría, si no fuera por su intervención.
La ciencia existe para ser utilizada, si no, de nada serviría.
8. El alterar los acontecimientos finales de una línea de tiempo ya conocida es más difícil de lo que se puede suponer; los diferentes eventos tienen una tendencia a sucederse de un modo u otro, aunque sea con diferentes matices, por ejemplo: puedes evitar que la muerte de una persona ocurra de un modo y en un momento específico, sin embargo, esa misma persona continuará con un alto riesgo de morir de otra manera, en su futuro cercano, hasta haberse alejado lo suficiente de aquel punto en la línea temporal. Para que no fuera así, tendría que ocurrir un cambio mayúsculo, uno tan grande que generara una línea de acontecimientos lo suficientemente diferente de la anterior.
9. Cambiar el tiempo se parece a arrojar una piedra en un estanque de agua: en el lugar preciso en donde cae la piedra se produce una gran alteración, sin embargo, y a medida que nos alejamos de ese punto, el cambio se vuelve cada vez más, y más imperceptible, hasta que, estando lo suficientemente lejos, todo el movimiento, simplemente, desaparece. Es por eso que, alterar un evento en un pasado distante, casi no tendrá efecto alguno en su futuro lejano.
Espero que con estos puntos haya podido aclarar y, sobre todo, abrir más sus mentes con respecto a este tema —finalizó el científico.
Sus interlocutores se le quedaron mirando sin decirle nada, todas sus creencias sobre los viajes en el tiempo se acababan de derrumbar...
Inesperadamente, el momento fue roto bruscamente por una alarma que se disparó, era una alarma de ataque:
—Son los draconianos, señor... y aún no pudimos poner en línea los nuevos sistemas de defensa —le alertó a Kaus uno de los operadores.
—Pues, que las andromedanas se encarguen de ellos, ¡para eso las contratamos! —le contestó este nervioso.
Muy pronto, el asteroide entero se convirtió en un auténtico campo de batalla...
Las bravías guerreras combatían con furia, eliminando a muchos de sus enemigos; sin embargo, eran superadas en una proporción de 10 a 1 por aquellos reptiles bípedos, seres en extremo fornidos, y de aspecto antropomórfico, con más de 2 metros y medio de altura, y un cuarto de tonelada de peso.
Todos estaban protegidos con duras corazas y portaban poderosas armas, con las que hacían auténticos estragos en las instalaciones... y en las personas.
—Están penetrando en la base. ¡¿Qué vamos a hacer?! —preguntó Spica —, pronto llegarán hasta aquí.
—Despegar en medio de una batalla es un recurso en extremo peligroso y de dudoso resultado —dijo Nova—. No obstante, esto luce como un ataque frontal; en este punto, el quedarnos aquí, no creo que sea una opción.
Ella, al igual que su compañera, también creía que la base sería tomada por los draconianos en cuestión de minutos; a pesar de eso, la decisión final recaía sobre Rigel:
—De acuerdo, primero tenemos que abrirnos paso hasta llegar al hangar donde está el Cisne, y luego veremos como escapar.
Usted, doctor, vendrá con nosotros..., en el Cisne hay suficiente espacio, no tiene por que morir aquí.
—Se lo agradezco, capitán; solo déme un segundo para empacar mi cronotraje y llevarlo, no debe caer en manos de los draconianos.
—Mi hermana y yo los escoltaremos hasta su nave —les dijo una de las dos amazonas andromedanas que estaban allí presentes.
Abriéndose paso por los pasillos, la reducida comitiva logró llegar finalmente hasta el hangar... Sin embargo, aquella zona ya estaba bajo el control de los reptilianos y fue así que se desató una encarnizada batalla.
Lucharon hasta poder parapetarse entre unas pesadas máquinas que les sirvieron de cobertura...
El Cisne Negro aún estaba distante, se encontraba como a unos 20 metros por delante de ellos y lo que era aún peor, en la refriega el doctor Kaus resultó gravemente herido:
—Por favor, capitán, tome el prototipo de mi traje y llévelo al GM, alguno de mis colegas seguramente continuará con mi trabajo... Salve mi investigación, se lo ruego —alcanzó a decir antes de desfallecer.
Spica meneó su cabeza hacia los lados indicándole a Rigel que nada se podía hacer por él, ya había muerto.
En ese momento, se sucedieron una serie de pequeñas explosiones muy cercanas al grupo que parecieron llegar de todos lados.
Los draconianos habían utilizando unos diminutos drones asesinos, eran del tamaño de insectos, y operaban fijándose en los cuerpos de sus objetivos para detonar al contacto.
Spica fue la única que no resultó aturdida, y de inmediato evaluó la situación:
Una de las andromedanas yacía muerta, había sido el foco de casi todo el ataque; Nova presentaba una herida de consideración al costado de su abdomen, por donde sangraba profusamente a pesar de que su traje de combate contenía la hemorragia lo mejor que podía; la otra guerrera y Rigel parecían estar bien.
—Necesitamos que nos abran la compuerta exterior del hangar para despegar —señaló Spica apuntando hacia un punto lejano y elevado, era donde estaba la cabina de control, desde la cual se operaba la gran escotilla.
—La abriré con el Cisne —enfatizó Rigel.
—Ustedes aborden su nave, yo me quedo. Los cubriré desde aquí, y mataré a tantos enemigos como pueda, hasta mi último aliento —dijo la mercenaria restante, al tiempo que tomaba el arma de su hermana muerta, ni una lágrima caía de sus bellos ojos, toda la enorme pena por su pérdida se acumulaba como una incontenible furia en su interior.
—Pero si te quedas aquí, y logro forzar la compuerta exterior del hangar, tú... —le dijo Rigel.
—Moriré, ya lo sé, y todos ellos también —contestó ella sin siquiera mirarlo, al tiempo que sonreía con un dejo revancha, y abría fuego sobre las posiciones draconianas.
Estaba claro que su sed de venganza la mantendría allí hasta el final.
Rigel cargó a Nova hasta la enfermería del Cisne Negro:
—Spica, quiero que te quedes junto a ella y trates su herida —le ordenó—... Yo me encargaré del despegue.
Fue así que el Cisne Negro se elevó dentro del hangar hasta llegar a la enorme compuerta, y comenzó a forzar su apertura...
La nave comenzó a crujir a medida que Rigel incrementaba la potencia de los motores:
«Vamos, maldita cúpula... ábrete ya», pensaba mientras las alarmas le advertían sobre la pérdida de integridad estructural del casco.
Finalmente la compuerta cedió ante la incesante presión, y el Cisne Negro la atravesó; sin embargo, el precio pagado había sido muy alto, la nave sufrió importantes daños durante la brusca maniobra, toda su estructura se había doblado y presentaba múltiples brechas por las cuales se fugaba el soporte vital de la tripulación.
Al mismo tiempo, en el hangar, nadie sobrevivió ante el vacío del exterior, el cual se llevó todo, y a todos, con suma violencia hacia las profundidades del frío espacio...
El Cisne Negro comenzó entonces a alejarse a gran velocidad del planetoide. Sin embargo, una nave draconiana le daba cacería.
«Persíganme todo lo que quieran, asquerosos lagartos de porquería. Una vez que atraviese el agujero de gusano estaré muy lejos de su territorio», pensó Rigel...
—Spica, ¿como vas con Nova?
—Logré estabilizarla; pero, algunos de sus órganos necesitan un reemplazo urgente, espero que tengamos el tiempo necesario para llegar a un hospital y salvarla...
Ella es una mujer muy fuerte, se encuentra inconsciente. ¿Cuál es nuestra situación, capitán?
—Los dracos están detrás nuestro, pero estamos aproximándonos al agujero de gusano por el que llegamos. No creo que nos sigan desde allí —dijo Rigel satisfecho; sin embargo, al acercarse a aquel punto, la nave detuvo sus motores—.
Pero... ¡¿qué pasa ahora?! —exclamó desconcertado.
—¿Qué?, ¿qué es lo que sucede?
—¡¡No lo sé, Spica!!, el sistema de navegación no responde.
—Debe ser por el sistema de seguridad.
El daño sufrido en el hangar seguramente fue demasiado grave: una nave no debería ingresar por un agujero de gusano si su integridad estructural se encuentra comprometida por encima de cierto límite, el casco podría despedazarse —le explicó Spica—.
Tengo que ir al puente y suspender los protocolos —definió.
En ese preciso momento, el Cisne Negro fue alcanzado por la nave draconiana, la cual lanzó un rayo tractor que sujetó a su presa con fuerza, demasiada fuerza para su debilitada estructura.
—¡¡Detente, Spica. No te muevas de allí!!; ¡creo que algunas partes del casco se acaban de desprender!, nos despresurizamos demasiado rápido —le advirtió Rigel—.
Tengo que sellar algunos mamparos cuanto antes o la nave se partirá en pedazos —agregó, mientras procedía a clausurar de emergencia las secciones de la nave afectadas...
Pero su esfuerzo fue completamente inútil, el Cisne Negro, con una gran explosión, se abrió en dos, y entre las múltiples secciones de la nave que fueron destruidas se encontraba la enfermería, los restos de Nova y Spica se perdieron en el espacio.
En lo que aún quedaba de la nave la energía comenzó a fallar y la gravedad artificial se anuló completamente...
Las reservas de oxígeno, prácticamente, se agotaron al instante y la temperatura comenzó a bajar rápidamente.
Para Rigel, el único sobreviviente de aquello, todo se había tornado trágico, apenas si contaba con el poco aire remanente en sus pulmones.
La desolación que lo invadía era abrumadora, en cuestión de segundos había perdido a sus seres más importantes.
Estaba solo, su propia muerte le parecía más un alivio que otra cosa.
No obstante, ante ese deseo casi irrefrenable de abandono que lo invadía, se opuso otro igualmente fuerte: el odio más visceral que alguien pudiera sentir. Aquellos seres alienígenas le habían quitado todo, y ahora también se quedarían con su vida... a menos que hiciera algo desesperado, pero ¿qué podía hacer ya?
Fue en ese momento que las palabras de Spica con respecto al estado de Nova resonaron en su mente: «espero que tengamos el tiempo necesario para llegar a un hospital...», «el tiempo necesario...», «tiempo...», y eso de dio una idea.
Sujetándose ingrávido por las superficies internas de la destrozada nave, se dirigió flotando hacia una de las bodegas secundarias, lugar en donde había dejado el cronotraje.
Apenas contaba con unos dos o, con mucha suerte, tres minutos de aire en sus pulmones antes de perder la conciencia y morir asfixiado.
Mareado, consiguió llegar y se puso aquella flexible armadura con su último aliento, y la cerró herméticamente.
En cuanto detectó a un tripulante, la IA activó los sistemas de diagnóstico y soporte interno:
—¡Advertencia!, la reserva de oxígeno es menor al 0,01 %, el tiempo estimado de supervivencia del piloto es menor a 5 minutos.
«Cinco minutos, tiene que ser suficiente para entender lo más básico de como operar esta cosa», pensó Rigel tratando de calmarse.
Examinó con cuidado la consola que tenía en el antebrazo, con la que parecía controlarse todo el proceso de desplazamiento temporal, y cuando se sintió listo la activó... y saltó en el tiempo.
Reinicio...
El Cisne Negro se encontraba a punto de atravesar un puente de Einstein-Rosen, un objeto astronómico conocido vulgarmente como agujero de gusano, se trataba de atajo natural en el espacio que lo llevaría a una muy lejana, y temible, zona del universo conocido: los límites del imperio draconiano, una raza de reptiles inteligentes, mucho más avanzados tecnológicamente que los humanos, y asimismo en extremo violentos y dominantes.
—Punto de salto espacial al alcance —informó Spica.
—Adelante, ingresa... «Al mal paso darle prisa» —le autorizó Rigel, quién no estaba nada feliz con este contrato, por considerarlo en extremo peligroso.
—Ya deja de preocuparte, Rigel... Si aparece una nave de los draco te aseguro que la acabo al instante, con las armas que tenemos equipadas no hay nada que temer —dijo Nova, él nada le respondió, apenas si la miró fugazmente de reojo.
Minutos después, emergieron por el otro extremo de aquel pasaje...
—Allí está el agujero negro, y también el planetoide hacia el cual nos dirigimos.
Estableciendo curso...
¡Oh, oh! Un momento, los sensores detectan algo pequeño, está a unos pocos kilómetros a estribor. Haré un acercamiento visual.
De inmediato, apareció en la pantalla principal del puente la imagen de un cuerpo flotando, inmóvil... a la deriva.
—¿Un astronauta? —se preguntó Nova extrañada.
—Eso parece... pero es algo extraño, no detecto naves, ni restos de ninguna estructura, ni nada de nada, en las inmediaciones —especificó Spica.
—Como sea, vamos a recogerlo. Si no está muerto, supongo que podremos ayudarlo —ordenó Rigel.
El cuerpo fue introducido al Cisne Negro y llevado a la enfermería...
—¿Qué clase de traje espacial es este?, no lo reconozco —dijo Nova.
—Ni yo, y mi base de datos es muy completa —refrendó Spica—.
Parece muerto, no hay signos de vida. Va a ser mejor que salgan de la enfermería, la sellaré de manera hermética, para prevenir una posible contaminación, antes de quitarle el casco.
Rigel y Nova salieron, y Spica procedió... y en cuanto lo hizo se quedó estática, solo mirando sorprendida el rostro perteneciente a aquel cuerpo.
—¿Qué pasa, Spica? Nos tapas con tu cuerpo, ¿qué tanto estás viendo? —le preguntó Nova.
—Esto es... ¡imposible! Necesito de un momento para hacer una simple prueba —respondió Spica al tiempo que tomaba una muestra de sangre del cuerpo y la introducía en el secuenciador genético...
—¿Qué? ¡ya dinos! —insistió Rigel.
—Va a ser mejor que lo vean ustedes mismos —les dijo entonces Spica—. Pueden pasar, la zona se encuentra completamente limpia de microorganismos. La causa de la muerte fue una simple asfixia.
Ansiosos y curiosos, Rigel y Nova se apresuraron a ver que era lo que tanto intrigaba a Spica, y cuando lo vieron comprendieron la causa de su confusión: ante ellos estaba el cadáver de Rigel.
—El análisis de ADN indica que eres tú, y según sus marcadores de crecimiento tiene tu misma edad —le dijo Spica a su capitán.
—¿Será un clon? —preguntó Nova.
—Es posible, o tal vez sea una versión de Rigel procedente de otra dimensión... u otro tiempo, de un futuro cercano —sugirió Spica.
—Cualquiera de esas dos últimas posibilidades explicaría lo de este traje desconocido —opinó Rigel.
—Sin embargo, no creo que provenga de otra dimensión —opinó Spica—. Este traje, por más extraño que sea, es compatible con nuestros sistemas y protocolos: tiene una computadora integrada con la que puedo comunicarme —agregó mientras establecía un enlace—...
No hay muchos datos útiles, solo parámetros vitales del piloto, y un mensaje de audio que este dejó grabado —finalizó al tiempo que lo reproducía:
—Déjalas ir, solo así las salvarás... —expresó una agonizante voz, similar a la de Rigel, con su aliento final.
Todos se miraron extrañados, sin comprender el significado de aquel breve mensaje.
—Por lo pronto, almacenaremos el cuerpo en frío... luego veremos que hacer con él —dijo Rigel rompiendo el momento—.
Ahora tenemos que concentrarnos en la misión —concluyó tratando de lucir controlado, ya que, internamente, ahora estaba más preocupado que nunca.
De ese modo, el Cisne Negro se encaminó hacia el planetoide que orbitaba el hueco negro y descendió en la base del GM allí establecida, lugar en donde, nuevamente, se reunieron con el doctor Kaus, quien otra vez los condujo a su laboratorio central para mostrarles su maravillosa creación...
—Este es el Proyecto Timewarp, el primer cronotraje creado por el hombre, una máquina del tiempo.
Ahora por fin estaba clara la procedencia del Rigel muerto y su extraña armadura: ambos eran del futuro... un futuro inminente.
La charla prosiguió con el doctor explicando algunas generalidades sobre el funcionamiento del traje y el viaje en el tiempo.
Rigel lo escuchaba muy atentamente, en su mente sabía que pronto el devenir de acontecimientos lo llevaría a estar vistiendo esa máquina del tiempo, necesitaba saber cuanto antes como operarla.
—¡Usted es un auténtico genio, doctor!, y no lo digo por adularlo, créame, esta creación suya es sencillamente ¡admirable! —enfatizó Rigel acercándose al traje—.
El viaje por el tiempo es algo que me ha fascinado desde que tengo memoria —mintió—... y he aprendido cuanto he podido, pero siempre ha sido de fuentes teóricas, nunca algo real..., algo como esto.
Siento mucha curiosidad por saber más; dígame, por favor, cómo se controla el viaje con el cronotraje. Debe ser algo muy complejo, me imagino.
—Al contrario, es muy sencillo, e intuitivo. Déjeme mostrárselo en este simulador —le dijo Kaus tomando un dispositivo similar a la consola integrada en uno de los antebrazos de su creación—.
Todo se opera desde esta pantalla táctil —agregó encendiéndola—.
Con este deslizador, que va del 100 % al 0 %, el operador hace que el tiempo que rodea al traje se vuelva cada vez más lento, tiempo ralentizado, hasta detenerlo completamente, tiempo nulo.
Esta barra, en la parte superior, indica la reserva de taquiones que aún le queda al traje. Cuanto más se altera el flujo del tiempo más rápido se consume... y cuando se acaba, se vuelve al tiempo normal.
—Usted también dijo que puede hacer saltos hacia atrás, o hacia adelante en la línea temporal, ¿cómo los hace?
—Los saltos dependen de la reserva de taquiones que tenga el traje al momento de suceder el evento; hasta el último taquión remanente es consumido en cada salto, lo único que el piloto puede decidir es si salta hacia adelante, o hacia atrás, y para eso están estos dos botones con las flechas.
Fácil, ¿no le parece?
—Sí, realmente... muy fácil —aceptó Rigel pensativo y nervioso.
En ese momento, sonó la alarma de ataque de la base:
—Nos atacan, doctor. Son los draconianos, y los nuevos sistemas de defensa aún se encuentran fuera de línea —le informó a Kaus uno de los encargados de la seguridad.
—Que las mercenarias se encarguen de protegernos, ¡para eso las contratamos! —le contestó este, visiblemente alterado.
Rigel usó ese breve instante para enfocarse en un enorme indicador numérico, mismo que se encontraba en el centro de aquel laboratorio y que parecía ser una especie de reloj local, y memorizó aquella marca de tiempo.
La batalla se volvía a desatar como antes, y en minutos la invasión a las instalaciones se repitió...
—¿Qué puedes decirme del avance de los lagartos? —le preguntó Rigel al hombre que había informado del ataque.
—No mucho, me temo... Solo sé que vienen de la cara oculta.
—Es una típica táctica de los draco —dijo Nova—. Cuando asaltan objetos estelares de pequeño porte, como pueden ser planetoides, satélites y hasta asteroides grandes, se posicionan en el hemisferio oculto, y allí desembarcan.
Luego lanzan un ataque desde todas las direcciones, mientras sus naves principales quedan a salvo, enviándoles refuerzos constantes, para mantener la presión...
—Estamos siendo desbordadas —le dijo una de las mercenarias que acompañaba al doctor; aquella guerrera era una de las comandantes, y estaba al tanto de la situación en tiempo real, recibía todos y cada uno de los reportes directamente en su cerebro a través de un implante que la unía mentalmente a sus subordinadas.
—Nos largamos, entonces —dijo Rigel—. Vamos hasta el Cisne... Doctor, acompáñenos, usted viene con nosotros.
—Se lo agradezco capitán, solo déme un segundo para empacar el cronotraje, no puedo dejarlo aquí.
—Adelante, ya me imaginaba que diría algo así...
De ese modo, nuevamente, aquel grupo se dirigió al hangar, el cual ya estaba en poder de los reptilianos.
Esta vez se detuvieron en la entrada, donde se cubrieron por un fatal instante en el cual el doctor fue acribillado, y murió en el acto sin poder decir nada.
—Salvaré su invento, doctor... Le doy mi palabra —le dijo Rigel al cuerpo sin vida del científico.
—¡Esas máquinas de allí nos servirán de cobertura! —gritó la comandante andromedana, mientras su hermana se adelantaba para tomar aquella posición...
Pero al llegar, fue alcanzada por los drones enemigos que, otra vez, la destrozaron.
—¡¡¡Hermana!!! —gritó la desconsolada líder amazona entre lágrimas de furia e impotencia.
—No, todo será inútil..., no lo vamos a lograr —dijo Spica—. Aún si pudiéramos llegar hasta la nave, la compuerta externa está cerrada, y no hay nadie en el control para abrirnos —señaló mirando a la cabina desde donde se operaban las funciones del hangar.
En ese instante, Rigel recordó el mensaje que el otro Rigel, con su último aliento, había dejado grabado en su cronotraje: «déjalas ir, solo así las salvarás»; y, creyendo finalmente comprenderlo, supuso que el destinatario era nada menos que él mismo...
—Spica, quiero que te dirijas a la cabina de control y que nos abras la compuerta del hangar en cuanto Nova y yo abordemos el Cisne —le ordenó—; y tú —le indicó a la comandante mercenaria—, irás con ella; la protegerás con tu vida, así tengas que ser su escudo, y evitarás que caiga a toda costa. ¿Entendido?
—Rigel, al abrir el hangar al exterior el lugar desde donde se lo controla quedará sellado hasta que vuelva a ser cerrado —le dijo Nova—. Ninguna de ellas podrá volver.
—Lo sé.
—Esa orden implica que... —Nova no pudo completar la oración, casi no podía creer que Rigel la hubiera dado.
Spica los miró con un dejo de tristeza, aceptando su destino, la guerrera amazona, en cambio, se encontraba tan ciega de furia que la aceptó gustosa.
—Despliéguense cuando estén listas; Nova y yo saldremos un par de segundos después, cuando el fuego de los dracos se concentre sobre ustedes —les indicó finalmente Rigel con absoluta frialdad.
Fue así que Spica salió corriendo hacia la cabina de mando, con la guerrera andromedana por detrás de ella, abriendo fuego constante sobre las posiciones draconianas.
Rigel y Nova aguardaron la respuesta inicial de los reptiles... y entonces corrieron hacia la nave tan rápido como pudieron; y, para cuando sus enemigos advirtieron el ardid, ambos ya habían entrado.
—No puedo creer que estemos abandonando a Spica así. ¡¿Cómo pudiste dar esa orden, Rigel?! —le increpó Nova, no hubo respuesta.
En apenas unos momentos, el hangar quedó al vacío; acto seguido, la compuerta principal se abrió, y la nave comenzó su ascenso entre los disparos de sus enemigos...
Al salir, Rigel estableció el curso de la nave directamente hacia el agujero de gusano para abandonar el sector:
—Nos persiguen —advirtió Nova—. Es una... ¡no!, corrección, dos naves draconianas de guerra, y vienen muy rápido, nos alcanzarán antes de llegar.
—Bien. Entonces, tú disparas y yo conduzco, como en los viejos tiempos, cuando nos conocimos —le dijo Rigel.
En cuanto la primera nave enemiga estuvo dentro del rango de las armas del Cisne Negro, Nova la atacó con todo el arsenal que tenía a bordo... y el objetivo no pudo eludir aquel masivo ataque, la nave draconioana recibió múltiples impactos, y estalló en pedazos.
—Una menos —dijo Nova, y en apenas dicho esto fue sorprendida por uno de aquellos enormes reptiles, que la atacó por la espalda.
Con una rápida reacción, Rigel desenfundó su arma y ejecutó al alienígena en el acto, acribillándolo... De inmediato se apresuró a asistir a Nova, quien había quedado en el suelo, malherida.
—Ese maldito —dijo ella hablando con dificultad.
—Tranquila, no te esfuerces.
—Ya veo... ¿tan grave es?
La respuesta de Rigel fue su silencio, el enemigo había usado una especie de puñal con el que le había hecho a Nova una gran herida por la espalda la cual salía por su abdomen, la pérdida de sangre era grande, enorme, su traje de presión apenas retrasaría su muerte por unos pocos minutos.
—No puedo mover mis piernas, creo que tengo seccionada la médula espinal —dijo ella autoevaluándose.
De ese modo, Nova volvería a morir en aquel punto específico de la línea del tiempo, aunque sería de un modo distinto esta vez.
Rigel estaba muy confundido, hasta ese momento pensaba que el haber abandonado a Spica en la base del planetoide había sido lo correcto para salvarla a ella, que terminaría siendo capturada, y a Nova también, con quien él escaparía en el Cisne Negro; ahora, no sabía en que se había equivocado.
En unos pocos segundos, pensó frenéticamente que debía hacer... «déjalas ir, solo así las salvarás», fue el conciso mensaje dado por su otra versión, ¿dónde estaba la clave? ¿dónde?... si es que la había.
Y ahí se dio cuenta, la clave de todo estaba en él, era él quien debía morir para salvarlas a ellas.
Pero ahora ya era demasiado tarde, al menos para Nova, y solo tenía una opción, debía sacrificar todo con tal de sobrevivir, sobrevivir para volver nuevamente, y esta vez hacerlo bien.
Se dirigió a los controles de la nave y detuvo los motores.
—¿Qué haces, Rigel? Si te detienes los dracos nos atraparán —le preguntó Nova.
—Eso ya no importa... volveré atrás en el tiempo para arreglarlo todo.
—Pero, el Rigel que encontramos había muerto asfixiado.
—Spica estuvo revisando la bitácora de su traje, según me dijo, ese Rigel se lo colocó con una reserva de oxígeno mínima, ella dedujo que lo hizo en el vacío. Esta vez será distinto... —finalizó.
En ese momento, se comenzaron a escuchar ruidos provenientes del exterior de la nave.
—Son los dracos... acaban de sujetar al Cisne con un rayo tractor, pronto desplegarán una manga y cortarán el casco para ingresar —dijo Nova—.
¿Me dirás adiós aunque sea?
—No es tan fácil...
—Sí, sí que lo es, Rigel; y además es tu última oportunidad —concluyó ella, quedando a la espera de lo que él quisiera hacer.
Y así, sus rostros se acercaron, y ambos se dieron el más intenso beso que sus labios pudieron concebir... y el más triste que sus corazones sintieran alguna vez.
—Prométeme algo... —le dijo Nova, y le susurró algo al oído.
—Lo haré, te lo juro —le aseguró Rigel; y, de ese modo, se fue hasta la bodega secundaria de la nave, donde había dejado el cronotraje, y se lo colocó... y, una vez más, saltó en el tiempo.
Tiempo relativo
Estando a punto de llegar a un agujero de gusano natural, un túnel en el cosmos formado en los albores del tiempo, el cual unía dos puntos inconmensurablemente distantes entre sí, el Cisne Negro se aventuraba en una, en apariencia, sencilla misión: una simple entrega de materiales; misma que lo llevaba directamente hasta los propios confines del, siempre riesgoso, espacio draconiano... una zona dominada por la más peligrosa raza reptiliana que la humanidad haya conocido jamás.
—Hasta ahora vamos bien —dijo Rigel de manera tensa—. Voy a estar feliz cuando esto termine.
—Y yo también, ¡estoy harta de tu paranoia!
—Será porque nunca te topaste con los dracos, Nova.
—¡¿Qué no qué?! Para tu información, la FDT los ha enfrentado en varias oportunidades, conozco perfectamente sus tácticas, y también sus debilidades.
Rigel guardó silencio, estaba demasiado preocupado como para discutir con Nova.
—Pero... ¿qué rayos es eso? —dijo Spica.
—¡¿Qué?! ¿qué pasó? —le preguntó Rigel alarmado.
—Un objeto acaba de aparecer de la nada, justo delante nuestro, a menos de quinientos kilómetros. Lo pondré en la pantalla...
Es un astronauta, creo.
Así fue que, nuevamente, el Cisne Negro recogió a una versión de Rigel, solo que esta vez estaba con vida.
Manteniéndolo encerrado en la bodega principal, el proceso se llevó a cabo con extrema cautela.
El Rigel del futuro aguardó pacientemente...
La tripulación, conjunta, se reunió al final, justo por fuera de la improvisada celda, en su puerta de observación, para establecer el primer contacto con la misteriosa figura, que los miraba, de pie, desde el centro del recinto.
—Espero que estén listos para lo que estoy a punto de revelarles —les dijo el extraño.
La voz les resultó curiosamente familiar a Nova y Spica, quienes miraron a Rigel extrañadas...
—Por qué me miran así.
—Sonó igual que tú —le dijo Nova.
—De hecho, según mi análisis, su patrón fonético coincide con el tuyo en un 100 % —agregó Spica.
—¡Qué tontería!, yo no sueno así —dijo Rigel, desacostumbrado a escucharse a sí mismo.
En ese momento, el Rigel del futuro se quitó su casco, y todos quedaron atónitos.
Sin embargo, los que les contó, luego, fue todavía mucho más impactante: los viajes en el tiempo, el cronotraje, y sobre todo, el ataque draconiano.
Había que hacer algo, y el Rigel del futuro sabía que era... Había tenido el tiempo suficiente para elaborar un plan.
Minutos después, los dos capitanes se encontraban reunidos en privado:
—¿Para qué querías que habláramos a solas? ¿Me darás algún dato lucrativo del futuro que pueda servirnos, acaso? —preguntó el Rigel del presente.
—No. Es por una promesa, un juramento, que le hice a Nova, a mi Nova.
Mira, sé exactamente como piensas y como actúas, somos iguales en todo, nuestros engramas mentales son similares, sin embargo, en estas pocas horas que nos diferencian, he pasado por unas situaciones traumáticas que me han hecho dar cuenta de que hay cosas en las que nos hemos equivocado.
Te daré un consejo, y es con respecto a Nova: dile lo que sientes por ella.
—¿Para qué?, Ella lo sabe..., eso creo yo, al menos.
—¡Díselo, pedazo de imbécil! Ella desea escucharlo, quiere que se lo demuestres. Ve en este momento al puente, tómala en tus brazos y bésala; hazlo con todas las ganas que sé que tienes de hacerlo, y sin que te importe nada más.
Te juro que iría yo y lo haría, pero esta Nova es tuya, yo ya perdí a la mía... No me corresponde hacerlo.
—¡Hey!, un momento, ¿por qué el apuro? Con el carácter explosivo de Nova, estoy seguro que me dará un puñetazo... o, si tengo suerte, una buena bofetada.
—Mira..., hazlo cuando y como prefieras, pero no lo demores para «algún día», porque no sabes cuando ya no podrás hacerlo nunca más.
Tienes la increíble suerte de que una mujer como ella te ame.
El amor sincero y verdadero de una mujer es un tesoro invaluable, ella daría su vida por ti. Sinceramente, no sé por que, no lo mereces, ¡yo no me siento merecedor de algo así!
—¡Atención!, nos acercamos a la base —les informó Spica por el intercomunicador, terminando así aquella reunión, de súbito...
Finalmente, el momento de arreglar el futuro había llegado.
El Cisne Negro descendió en el hangar de la base, y una vez más su tripulación fue recibida por la misma comitiva que las anteriores veces, solo que, esta vez, la comandante andromedana se alarmó al ver a uno de los recién llegados vistiendo un cronotraje similar al que ella ya conocía, y le apuntó con su arma:
—¡Quieto, no te muevas! —le ordenó... acto seguido se comunicó con el doctor Kaus —.
Tenemos una situación de incursión temporal —informó.
—Ten cuidado con esa cosa; si me matas, estarás terminando con la vida de tu hermana, y decenas de los que se encuentran aquí —le dijo el Rigel del futuro.
Una vez reunidos los protagonistas en el laboratorio central del complejo, fueron necesarios unos minutos para poner a todos al tanto de lo que acontecería en breve, y del plan para evitarlo.
—En este momento las fuerzas draconianas se están desplegando por la cara oculta del planetoide y, según ese indicador de tiempo que está allí —apuntó con su dedo índice—, queda muy poco tiempo para que ataquen —informó el Rigel del futuro.
—Lo de «poco tiempo», aquí es algo relativo —dijo Kaus.
—Precisamente, doctor... Usted ya me explicó a la perfección como funciona este traje.
De la armería del Cisne ya tomé una bomba de antimateria, ahora solo necesito que me facilite los taquiones suficientes para acabar con esos malditos lagartos.
—Bien, solo tenemos tres cartuchos de taquiones, aunque uno de ellos está casi vacío, lo hemos usado ya en varias pruebas —agregó, mientras los tomaba y los colocaba, uno a continuación del otro, en el cinturón del cronotraje de Rigel, reemplazando así al que estaba vacío—.
La computadora integrada los usará automáticamente conforme los vaya necesitando, hasta agotarlos —concluyó.
Sin más preámbulos, el Rigel del futuro se colocó el casco, y lo cerró, activando así a toda la armadura... y lo primero que hizo fue reducir la velocidad del tiempo al 50 %.
Observó entonces por un instante a que velocidad se consumían los taquiones, al costado de la barra aparecía un indicador preciso: 8 horas, con 45 minutos, y 7 segundos.
Ese sería el tiempo del que disponía, a esa velocidad, para llegar hasta el reactor de la nave draconiana, y colocar la bomba que la destruiría... junto con todo lo demás existente en ese hemisferio del planetoide.
Comenzó a trotar por la base; debía detenerse por unos segundos en cada puerta automática con la que se topaba, debido a lo lenta que era la apertura para él.
En esos surrealistas segundos, miraba como se movían las personas, algunas volteaban sorprendidas por su gran aceleración... todo era en cámara lenta.
Una vez fuera de las instalaciones, el desplazamiento se volvió más sencillo, la reducida gravedad del planetoide le permitía dar largas zancadas, lo cual, sumado a su velocidad, le permitió acercarse a su objetivo final muy rápidamente.
Sin embargo, los draconianos ya habían comenzado su despliegue mucho antes y algunas unidades de avanzada se encontraban apostadas cerca de la base, bastante más allá de la zona que sería afectada por la explosión, debía eliminarlos antes.
En ese momento, algunos de los reptiles lo notaron, y le dispararon; sin embargo, la tremenda dificultad de acertarle a un blanco tan rápido lo salvó de los ataques.
Advertido de que estaba rodeado, Rigel disminuyó la velocidad del tiempo a apenas el 1%.
De inmediato, el consumo de taquiones se disparó de una manera no proporcional, y el tiempo restante se redujo a solo 39 minutos, con 16 segundos.
Sin perder ese valioso tiempo, se acercó a uno de los lagartos y probó asestarle un golpe en el estómago; al hacerlo, vio como su puño se hundía en el fuerte cuerpo de su enemigo, y hasta sintió como le aplastaba los órganos, destrozándolos, hasta llegar a la mismísima columna vertebral, la cual se partió en pedazos con aquel golpe.
Recordó que la fuerza de algo es equivalente a la masa del objeto multiplicada por su aceleración, su puño había sido 100 veces más poderoso de lo que hubiera sido a una velocidad de tiempo normal.
No obstante, su mano quedó en extremo dolorida, posiblemente hasta con fisuras en sus huesos, aquel golpe lo sintió casi como si hubiera golpeado un duro conjunto de tablas de madera; y es que a cada acción siempre se opone una reacción igual, pero de sentido contrario.
A pesar de cuanto hubiera disfrutado el matar a todos aquellos enemigos a golpes; algo así, sin duda, también lo habría lastimado a él en una proporción similar..., además, no tenía suficientes taquiones.
Optó entonces por tomar las armas del reptiliano, cuyo cuerpo aún estaba en el aire, evidenciando el letal golpe recibido, y con ellas comenzó a ultimarlos a todos.
Disparándoles en la cabeza, cortándoles los cuellos, apuñalándolos en sus corazones, fue matándolos de a uno, con mucha facilidad...
Cuando se topaba con un grupo cerrado, simplemente le quitaba la espoleta a algún explosivo que llevaran, para que luego este los volara en pedazos.
Fue de ese modo que acabó con la totalidad de la fuerza de avanzada draconiana, y prosiguió hacia el punto de desembarco, lugar donde encontró la enorme nave madre, desde donde los reptilianos estaban saliendo por hordas.
Aún le quedaban un poco más de 20 minutos para cumplir con su objetivo.
Siguiendo las especificaciones dadas por Nova, acerca de como estaban organizadas las naves draconianas por dentro, Rigel llegó al centro de la misma, lugar donde se encontraba el reactor que le daba energía a aquella gigantesca mole, y allí mismo colocó la bomba de antimateria que tenía.
«10 segundos bastarán, serán como 17 minutos para mí», pensó, haciendo un cálculo mental aproximado, y se encaminó hacia la salida... pero, en ese momento, advirtió que la computadora de la nave había detectado su incursión no autorizada en la sala del reactor, ante lo cual había cerrado la salida, y alertado del hecho a sus enemigos, todo lo cual no le había llevado más que un microsegundo.
Rigel estaba encerrado; ahora bien, podía desactivar la bomba, pero eso solo evitaría su muerte inmediata; el destino de la base y de todas las personas allí presentes seguiría siendo el mismo que ya conocía.
No tuvo que pensar mucho para saber que hacer...
Deslizó el control del tiempo hasta el 100 %, necesitaba cuidar hasta el último taquión que le quedara para intentar hacer un salto en el tiempo lo más alejado que pudiera de aquella explosión, un salto hasta ahora teórico, un salto hacia el futuro...
Ahora bien, de conseguirlo, ¿cuanto tiempo lograría saltar?, eso lo ignoraba completamente; podían ser desde decenas de horas..., hasta apenas fracciones de segundo, con lo cual aún moriría en la explosión.
Dada la incógnita, decidió esperar hasta el momento final.
El contador de la bomba se comenzó a mover a velocidad normal: 9, 8, 7..., debía ser rápido al pulsar el botón, en cuanto la cuenta llegara a 0 todo se terminaría en una millonésima de segundo..., 3, 2, 1...
Cuando la detonación de la bomba ocurrió, el reactor de la nave fue destruido, liberando así una tremenda cantidad de energía.
El planetoide entero tembló, hasta su órbita se vio afectada por la brutal fuerza de la explosión, y un hemisferio entero del mismo fue arrasado completamente en su superficie.
La base no sufrió daño alguno...
Ni un solo draconiano sobrevivió al devastador evento, y ningún humano murió allí aquel día, ¿o tal vez sí?
Una segunda oportunidad
Varios días transcurrieron, el Cisne Negro ya se había alejado de aquel sector, y el doctor Kaus estaba ansioso por retomar sus experimentos. Por el momento, debía esperar pacientemente a que los drones recogieran los imprescindibles taquiones del hueco negro.
Mientras tanto, las defensas se estaban desplegando por todo el planetoide, principalmente en su cara oculta...
En el centro del enorme cráter que había quedado, luego de que la nave draconiana explotara, se encontraban varios ingenieros de la base cumpliendo con sus tareas específicas:
—Bien, otra torreta de misiles está operativa —dijo uno de ellos, que se encargaba del armamento.
—Estoy ansioso de que esas lagartijas con esteroides vuelvan para probar estas preciosidades —comentó su compañero operando una computadora.
—No creo que eso vaya a pasar en el corto plazo... Por lo que me enteré, los dracos han tenido varios problemas fronterizos con la AE en otros puntos del sector que dominan, principalmente en la zona de las Pléyades, y se están viendo obligados a reforzar sus posiciones.
—¡O sea que los pleyadianos les están pateando el trasero, o mejor dicho: sus asquerosas colas!, eso me alegra —se burló un tercero.
—Por mí está perfecto, y ojala no vuelvan nunca más, ya tenemos bastante con estar viviendo prácticamente al lado de un agujero negro, como para encima tener que preocuparnos de reptiles alienígenas superdesarrollados que quieran matarnos —señaló otro, que estaba cerca de los anteriores haciendo una prospección del terreno.
En ese momento, el primero de aquellos hombres notó algo extraño:
—¡Oigan todos!, detecto una extraña señal... Está como a 100 metros, en aquella dirección, justo en el centro del cráter, ¿alguien puso algo por allá?
—Yo no fui.
—Ni yo....
—A mí ni me miren.
—Bueno, algo está emitiendo una señal intermitente, es como una baliza. ¡Vamos!, hay que verificarlo —concluyó el primero.
El grupo fue así hasta el punto exacto del origen de la misteriosa señal, y ahí notaron algo que les llamó la atención: cubierto de polvo, se encontraba lo que parecía ser un cuerpo humano en una armadura de tiempo... Era nada menos que Rigel en su cronotraje, que había saltado con éxito hacia el futuro, y pasado los últimos días allí, tirado en la superficie.
Sin demora, lo llevaron hasta la base, al traje aún le quedaba un 3 % de carga en sus baterías, y el oxígeno se encontraba con una calidad del 10 %.
El piloto estaba aún con vida, aunque inconsciente, reanimarlo no fue un problema, su salud se encontraba impecable.
Por su lado, el doctor Kaus se alegró mucho de saber que su creación podía viajar hacia el futuro, y además mantener el soporte vital activo durante varios días.
Ahora, el universo contaba con otro Rigel... y una nueva incógnita por develarse ¿dos Rigel, no serán demasiado para él?
¿FIN?
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