Memorias de una chica artificial (serie Delta 3, nº 4)
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Ahora, forma parte de una comunidad de razas alienígenas que colaboran por el bien común, y dentro de la cual es, apenas, un modesto miembro más.
Es un tiempo de avances tecnológicos sin precedentes, en el cual los límites de la ciencia son permanentemente rebasados: naves con capacidad de viaje intergaláctico, organismos en parte biológicos y en parte cibernéticos, androides similares en todo a sus creadores, desconocidos seres espaciales e interdimensionales con capacidades que van más allá de la imaginación, viajes en el tiempo y más..., mucho, pero mucho más.
Es allí en donde, el capitán Rigel, la ex-militar Nova y la cibernética Spica, a bordo de la nave espacial Cisne Negro, recorren el espacio en busca de oportunidades y aventura.
Se trata de una pequeña tripulación que vivirá las más grandes historias.
Luego de que la memoria de Spica se llenara, Rigel le consigue unos bancos extra... Esta solución traerá un grave problema asociado, el cual terminará poniendo en jaque a la mismísima FDT, haciendo peligrar la vida de miles de personas en la Tierra.
Delta 3, el futuro es cuando la ciencia ficción se vuelve una realidad...
(toca cada parte y disfrútala)
Recuerdos programados
El Cisne Negro viajaba a velocidad crucero con rumbo hacia Sirio A en busca de nuevas oportunidades de negocios.
Su capitán había escuchado que allí había buenas ofertas de trabajo para hacer dinero, si se estaba dispuesto a correr ciertos riesgos, y él siempre lo estaba...
—Dime, Rigel, exactamente ¿hacia donde nos dirigimos ahora? —preguntó Nova.
—Leto —dijo él.
—¿Qué me puedes contar de ese mundo, Spica?
—Dame solo un momento, Nova —le contestó con amabilidad su compañera mientras manipulaba algo que llevaba dentro de un pequeño bolso, el cual colgaba de su hombro.
Nova se quedó mirándola extrañada hasta que, pocos segundos después, Spica habló:
—Es un pequeño planeta dedicado principalmente al comercio.
—¿Demoraste tanto para decir solamente eso? —le criticó Nova.
Spica, simplemente, la miró de manera inexpresiva, sin más...
—Por cierto, Spica, ¿ya te aseguraste de que el sistema de armas del Cisne se encuentre calibrado y listo? —le preguntó Rigel.
Una vez más, Spica demoró en responder...
—No tuve tiempo aún, capitán —dijo finalmente.
—¿Estás funcionando bien?
—Sí, ¿por qué?
—No lo sé, te veo con una muy clara baja eficiencia en tus tareas, demoras en contestar. No pareces la de siempre.
—Sí, es cierto, Spica, estás algo rara —refrendó Nova—, más que de costumbre, me refiero... y, además, ¿se puede saber qué llevas en ese bolso que tocas a cada rato?
—Estos son unos bancos de memoria del Cisne que extraje y adapté para hacerlos portátiles; recurro a ellos para operar correctamente, los estoy utilizando para intercambiar información que no quiero borrar; lamentablemente el proceso de compresión y descompresión de datos demora un poco por la latencia que tienen.
Se hizo un silencio, Rigel y Nova intercambiaron miradas de reojo...
—Mi memoria se saturó, llegó a su límite. ¡Les advertí varias veces que esto pasaría! —se quejó Spica.
—Nuestra oficial científico y médico opera con la velocidad de una computadora del siglo XX —ironizó Nova.
—Por no decir ingeniera, navegante... y cocinera, por supuesto —la secundó Spica en el mismo tono.
—¡Bueno!, esto ya es demasiado... No podemos seguir así, vamos a tener que solucionarlo de una vez por todas —dijo Rigel—.
Les contaré algo que ignoran: hace unos días me contacté con un proveedor, al que conozco de hace años, especializado en tecnología exótica; le comenté sobre este problema y le pasé las especificaciones de Spica; me dijo que los bancos de memoria necesarios para ella son muy difíciles de obtener, y no solo eso, colocárselos es una tarea muy delicada y compleja, no cualquiera puede realizarla.
Ahora bien, él conoce a un científico que podría ayudarnos en todo este tema. Me dio sus datos y lo estuve investigando: es un nombre extremadamente capacitado en robótica de avanzada, se trata de un técnico con una muy larga lista de doctorados.
—¿Y cual es el problema? —le preguntó Nova.
—No lo sé, algo no parece encajar del todo... ¿Por qué un hombre así, tan bien calificado, un auténtico genio en su área, se encontraría trabajando en este sistema? —contestó él—.
Me imagino que, o bien desarrolla tecnología prohibida, u opera con marginales... o, peor aún, ambas cosas.
—O podría ser por cualquier otro motivo.
—En todo caso, lo que más me preocupa es la calidad de su trabajo.
—¡Míranos a nosotros!, cumplimos muy bien nuestros contratos y también estamos operando aquí, ¿no? —le dijo ella y Spica agregó:
—Se trata de mi memoria, mi cerebro, y, si mi opinión cuenta un poco —expresó con un dejo de ironía—, yo elijo ir a verlo y conocerlo para evaluarlo y recién ahí decidir que hacer.
Rigel lo dudó, sabía que al contarles esto ambas reaccionarían así y él aún tenía sus dudas, pero no había muchas más opciones ya:
—De acuerdo, chicas... lo haremos ahora, entonces —aceptó Rigel introduciendo unas nuevas coordenadas en el sistema de navegación.
El Cisne se dirigió así hacia un punto en el espacio alejado de todo planeta habitado, de cualquier traza de vida; allí se encontraba una solitaria estación, de un buen tamaño, y completamente cerrada.
Al llegar, la nave se detuvo frente a ella.
Sin mediar palabra alguna, Rigel introdujo en su silla un código especial que transmitió, el cual su contacto le había proporcionado con antelación para esta ocasión... y unos segundos después, una compuerta se abrió en la gran estructura por donde el Cisne Negro pudo ingresar y atracar en un puerto interno.
Fueron cordialmente recibidos por una curvilínea y voluptuosa androide antropomórfica, la cual, a diferencia de Spica, era claramente un robot en cuyo diseño y construcción no se había pretendido ocultar su apariencia mecánica:
—En nombre del doctor Bernard, les doy una cordial bienvenida a su estación. Soy 7B3, su asistente personal, por favor acompáñenme —les dijo con una sensual voz.
El aspecto de aquellas instalaciones era impecable, los luminosos pasillos se encontraban despejados y eran permanentemente limpiados por pequeños drones automáticos.
Todo lucía como si fuera nuevo, y se encontraba funcionando a la perfección, gracias a un gran ejército de robots de mantenimiento, con diversas formas y tamaños de acuerdo a sus funciones, que realizaban tareas específicas, y a los que ocasionalmente se los veía circulando por los pasillos o viajando en los ascensores.
—Dime, 7B3, ¿hay alguien más aquí, en esta estación me refiero, además del doctor? —le preguntó Nova.
—Si se refiere a entidades biológicas, no... artificiales habemos 379 operativas en este momento. El doctor afirma que de ese modo se incrementa su eficiencia personal en el trabajo.
Llegaron así finalmente al laboratorio de robótica, lugar donde el científico los esperaba.
El hombre se quedó mirándolos por un instante y comenzó a caminar hacia Spica... maravillado.
—Una modelo sigma. ¡Guau! Cuanto hace que no veo una...
Representas el máximo desarrollo que ha logrado la humanidad en entidades artificiales —le dijo reconociéndola, mientras la examinaba de cerca.
—Gracias —le contestó ella mostrándose incómoda.
—Spica está acostumbrada a ser tratada como humana —le dijo Nova interviniendo al notar la reacción de su compañera.
—Lo cual está en su programación básica —agregó el científico sin siquiera voltear a verla, estaba extasiado con Spica.
—Doctor Bernard, permítame presentarnos: soy el capitán Rigel y ella es mi segunda al mando, Nova.
—¡Oh!, sí... perdón —dijo el científico reaccionando—. No estoy tan acostumbrado, como solía estarlo antes, al trato con personas... Sepan disculparme, por favor, mis modales se encuentran un poco oxidados.
—Está bien, no hay ningún problema, quisiera... —alcanzó a decir Rigel y fue interrumpido por Bernard:
—Desde ya, por supuesto... Pasemos a lo que nos compete; ustedes dirán —expresó de manera arrebatada.
—Mi memoria, doctor... se me está agotando —dijo entonces Spica para agilizar la torpe charla.
—Sí. Mire, la pobre ha desarmado parte de la nave y hecho estos bancos portátiles para ayudarse —agregó Nova con pena.
—¡Qué pecado!, es un sacrilegio... algo imperdonable —expresó Bernard ofuscado—. Esta tecnología es obsoleta para ti —le dijo a Spica—. No tiene la velocidad que necesitas y, además, es demasiado insegura...
Esto hay que solucionarlo de inmediato, y de la manera correcta, y sobre todo digna de la perfecta creación que tú eres, Spica... Tengo los bancos de memoria extra que necesitas.
—¿Son para una modelo sigma? —le preguntó Rigel.
—Sí, sí, perfectos para ella, únicos... y muy difíciles de hallar, debo destacar; ya no se fabrican más desde que en la Tierra se prohibieran las entidades artificiales similares a las biológicas.
No fue necesario un gran debate, una simple mirada entre los presentes bastó para estar de acuerdo... el doctor Bernard parecía ser un científico muy competente, basándose en su fanatismo hacia los robots... algo excéntrico tal vez, pero seguramente del todo confiable en su especialidad, además, el lugar era digno de ser considerado una instalación de primera clase.
Luego de someter a Spica a una serie de análisis, y comprobar que tenía el espacio necesario para la expansión, se procedió con la delicada y precisa operación:
Spica fue colocada dentro de una cápsula estéril donde detuvo sus funciones...
Aquel era un equipo específico para trabajos en organismos sintéticos: consistía en una cámara de vacío que rodeaba una camilla; en ese pequeño ambiente sellado reinaba una asepsia absoluta, el operador técnico podía trabajar desde fuera a través de una muy delgada membrana elástica especial incorporada en todo el borde de la cápsula y que, al ser presionada desde fuera, se adaptaba perfectamente a sus manos, era como si fuera una segunda piel; al mismo tiempo, contaba con instrumental de altísima precisión dentro, así como datos del paciente, en tiempo real, que se proyectaban en los paneles que conformaban las partes transparentes de su estructura, los cuales también podían obrar como microscopios a través de comandos orales.
Con mucha destreza, el doctor procedió a abrir la cabeza de Spica a través de su cabello, e insertarle el agregado de memoria; Rigel y Nova miraron todo el proceso de cerca, sin interrumpirlo.
Acto seguido, volvió a cerrarla...
—Bien, la primera parte ya está terminada, y todo salió a pedir de boca —dijo el científico al tiempo que abría la cápsula—.
Ahora pasaremos a la siguiente etapa: transferir los datos de los bancos portátiles que Spica fabricó a su cerebro nuevamente...
Esto va a demorarse unos minutos debido al asincronismo —agregó comenzando el proceso—.
¿Desean tomar algo mientras esperamos?
Fue así que la asistente de Bernard les trajo a los tres unos refrigerios mientras aguardaban y charlaban...
—¿Cómo es que un hombre como usted terminó en un lugar como este? —le preguntó Nova.
—Al principio trabajé en la Tierra, hasta que fui expulsado de la comunidad científica debido a mis experimentos de avanzada.
Fui contactado entonces por el Grupo Majestic, y gustoso me uní a ellos.
No solo me brindaron todo lo necesario para que pudiera continuar con mis desarrollos, también me dieron libertad absoluta.
De hecho, esta instalación completa les pertenece... así como los bancos de memoria que acabo de instalar en Spica.
No me encargo de los costos de nada, ellos lo hacen todo, yo solo tengo que aportar mi intelecto.
Estando aquí no tengo que rendirle cuentas a nadie —finalizó, y cambiando de tema continuó:
—Capitan Rigel, es usted muy afortunado al tener a Spica a su lado, ambos lo son...
—No se crea doctor, aunque somos parte del mismo equipo me peleo bastante con ella, usualmente discutimos —dijo Nova, Bernard se rió y le aclaró:
—Es porque usted es mujer, ambas comparten el mismo género, es de esperar ciertos roces menores por cuestiones de una sana femenina competencia; usted es su amiga, ella la ha catalogado así, se lo aseguro.
Verá, con los androides de la serie sigma se buscó el recrear al ser humano en prácticamente todo; para empezar, su inteligencia artificial los dota de una programación que es similar a la conciencia humana, con instintos básicos que derivan en sus preferencias, deseos, gustos... y objetivos; además, sus funciones físicas también se han adaptado a las vitales humanas.
No sé si alguna vez se llegaron a fijar, pero Spica tiene un pulso palpable; se produce por del bombeo de una sustancia aceitosa, de tipo refrigerante, la cual recorre todo su cuerpo por conductos similares a una red vascular, eso, junto con su respiración y transpiración, la ayuda a mantener su cuerpo a una temperatura similar a la humana.
Cuando Spica come o bebe algo, no lo hace sin un buen motivo, ella extrae, entre otros, ciertos elementos químicos necesarios para renovar sus baterías internas, que es de donde obtiene toda su energía, de este modo son virtualmente inagotables.
De hecho, cuando va al baño, por así decirlo, es para deshacerse de lo que ya no requiere.
Al dormir ella sigue un ritmo similar al circadiano porque necesita desfragmentar y optimizar el orden de los datos recavados, su descanso es una función de mantenimiento —concluyó.
—Y es justamente por esa enorme similitud con los humanos que en la Tierra se terminaron prohibiendo a los seres artificiales como Spica —comentó Nova—. La FDT tuvo una serie de brechas en su seguridad con androides de este tipo implicados en ellas.
—De todos modos, dudo mucho que la prohibición sea absoluta —opinó Rigel—. Los militares han sido famosos desde siempre por sus proyectos oscuros, no me extrañaría que tuvieran en desarrollo una agenda secreta al respecto; al fin y al cabo, serían agentes infiltrables que contarían con muchas ventajas sobre los biológicos: mayor fuerza y agilidad, sentidos ampliados, menores vulnerabilidades físicas.
—Eso que dice es muy cierto, capitán —refrendó Bernard—, de hecho, Spica, sin haber sido construida específicamente para el combate, puede operar en un amplio rango de medioambientes que rápidamente matarían a un ser humano; soporta mucho mejor el frío, el calor, la radiación; ya saben que, en esencia, no necesita respirar, lo cual la hace inmune a cualquier toxina aspirable, puede operar bajo el agua durante largos períodos de tiempo y a grandes profundidades, o incluso en sitios completamente hostiles para nuestra forma de vida, como el espacio exterior.
Biomecánicamente hablando, su fuerza, aunque parecida a la de un ser humano promedio, es sensiblemente mayor.
Resumiendo: su cuerpo es como si fuera un versátil exoesqueleto militar —definió.
En ese momento, Spica abría sus ojos y una computadora informaba el final del proceso de transferencia de datos...
—¿Como te sietes? —le preguntó el científico.
—Muy bien, doctor... perfectamente, creo. ¡Gracias!
¿Por qué me miras así, Nova?
—Tus ojos, el color de tus iris lo recuerdo de un azul profundo, ahora los noto con un tinte un poco más rojizo...
En ese momento Spica parpadeó y el color de sus ojos cambió a lo que acostumbraba ser:
—¿Mejor ahora? —preguntó.
—Sí, ahora lucen como siempre.
—Mmm... —lo meditó por un instante—. Es posible que algunos de mis parámetros habituales se hayan descalibrado un poco debido a la intervención; correré un diagnóstico interno para asegurarme de que todas mis variables se encuentren operando como de costumbre.
De ese modo, todo parecía ya haberse solucionado para Spica, sin embargo un enorme problema, sin precedentes, se avecinaba...
Naturaleza digital
Luego de practicarle una larga serie de exhaustivas pruebas a su paciente, el doctor Barnard quedó enteramente satisfecho con el resultado del implante de memoria extra realizado en Spica.
Una vez ultimado todo, el Cisne Negro partió finalmente de aquella avanzada estación.
Rigel y Nova se encontraban en el puente... cuando entró Spica; y todo en ella lucía diferente: su cabello, más abultado y abierto que de costumbre, su maquillaje, mucho más cargado que lo habitual; así como su perfume, su atuendo era también más provocador, hasta había abierto intencionalmente su escote para lucir mejor sus atractivos femeninos.
—Spica reportándose, capitán —le dijo a Rigel con una seductora mirada deteniéndose a su lado y posando en contrapposto, como si fuera una modelo desfilando.
Pasó entonces caminando delante de él contoneando descarada y provocativamente su cuerpo, y se dirigió a la consola de navegación, donde estaba Nova...
—¿Me dejas ubicarme en mi puesto? —le dijo a su compañera con una mirada agresiva, Nova, sin decir palabra alguna, se corrió mientras la examinaba tratando de entender que era lo que le pasaba...
Spica, simplemente, no parecía ser Spica.
—Me gustaría sugerir nuestro siguiente destino, capitán —le propuso entonces a Rigel introduciendo unas nuevas coordenadas en el sistema de navegación de la nave.
—De acuerdo, me parece muy bien —dijo él sonriendo y aprobando su idea luego de examinarla.
—Y exactamente ¡¿puede alguien decirme hacia dónde vamos ahora?!, si no es mucho pedir —preguntó Nova un poco molesta al sentirse completamente excluida de la decisión.
—Mérope —le contestó Rigel.
—¡Ajá!, y... ¿a qué se debe nuestro destino, Spica?
—Junto con Eos y Euríale, son los tres planetas más habitados por humanos que encontraremos en este sistema —le respondió esta mirándola de reojo—. Te estoy enviando información detallada a tu consola —agregó.
Nova la leyó por un instante, revisándola someramente, y señaló:
—Oh, ¿y este pequeño dato que omitiste, Spica?... esos mundos tienen algo en común: cada uno de ellos pertenece a una familia mafiosa diferente, y son las que integran la tríada que domina este sistema.
—Es correcto, de hecho, Mérope es el planeta en donde se asienta la familia de Tsuki —le aclaró Rigel.
—¡Tsuki!... Sí, recuerdo muy bien a tu ex, ¿cómo olvidarla?, la japonesita mafiosa con la que nos cruzamos hace un tiempo; juró que me mataría, o algo así —dijo Nova.
—Descuida, no creo que nos la topemos, Naita es una metrópolis realmente enorme, ni se enterará de que llegamos —le aclaró Rigel—.
Allí hay muchas oportunidades de hacer negocios muy lucrativos, amasaremos una pequeña fortuna, ya verás...
—¿Qué te pasa, Nova?, ¿acaso, te da miedo? —le preguntó Spica con un tono entre burlesco y desafiante.
—¿Qué, qué me pasa? ¡¿A mí qué me pasa?!, y ¿tú eres quién lo pregunta? —la cuestionó Nova perturbada—.
Rigel, algo definitivamente no anda bien con ella, creo que le quedaron algunos tornillos flojos —dijo, y se retiró del puente.
Nova había advertido la manera seductora con respecto a Rigel y agresiva hacia ella, con la que Spica se comportaba; más tarde, en un pasillo de la nave, se la cruzó y la increpó:
—¿Qué rayos te sucede, Spica?
—¿A qué te refieres?
—Tú sabes, todo eso de caminar así, meneando llamativamente tu cadera, el acercarte a Rigel de una forma descarada, como si quisieras seducirlo... tu manera de vestir.
No solo pareces, también ¡te comportas como una cualquiera!... y tus ojos han vuelto a tener ese tinte rojizo.
—Oh, ya veo... te sientes disminuida, avasallada, por mi nuevos ajustes de personalidad. ¿Estás celosa, acaso... compañera?
—¡¿Qué si yo qué?!
—Percibo una clara hostilidad de tu parte, Nova; por tu integridad física te recomiendo que te controles; no serías rival para mí en un enfrentamiento de ninguna índole.
—¡¿Qué dijiste?!... ¿Esa fue una amenaza la que acabo de oír?
—No, solamente una sana advertencia... tómalo como un simple y pacífico recordatorio —le remarcó Spica sonriéndole con un sesgo de malicia, y prosiguió su camino—.
Y, por cierto, me gusta mucho el nuevo color de mis ojos, mejor acostúmbrate a verlos así, porque así se quedarán —le dijo mientras se alejaba...
El planeta Mérope orbitaba Sirio A y tenía una particularidad, tanto en su eje de rotación, como en su órbita, una extraña combinación astronómica que ocasionaba que una de sus caras siempre apuntara a su estrella, al tiempo que el planeta entero permanecía oculto de Sirio B, creando de ese modo un hemisferio siempre iluminado y otro en donde la noche se decía que era eterna.
Naita era una metrópoli supergigante, y la ciudad principal de ese mundo. Moderna en sus zonas centrales y decadente en las periféricas, era una fiel recreación del Tokio actual, la ciudad japonesa de la Tierra en la que sus constructores se habían basado desde los principios de su construcción.
Ubicada justo en la frontera del aro de penumbra, lugar en donde terminaba la cara luminosa del planeta, se encontraba completamente inmersa en la zona de oscuridad del mismo.
Siempre muy bien iluminada en sus zonas principales, aunque de manera artificial, obtenía las grandes cantidades de energía que necesitaba extrayéndolas de manera directa del núcleo planetario, valiéndose para ello de enormes y poderosas máquinas subterráneas creadas con esa finalidad.
Luego de que el Cisne Negro descendiera en el astropuerto de la ciudad, Spica arregló todo para ir específicamente a un restaurante de la ciudad ubicado en la periferia.
Aquella zona no lucía lujosa, y mucho menos segura...
—¿Por qué vinimos aquí?, ya estoy sintiendo que traje pocas armas conmigo —preguntó Nova con un sarcasmo.
—Estos son los mejores sitios para conseguir trabajos como los que buscamos —le contestó Rigel al tiempo que se sentaban en una mesa.
—Te noto algo intranquila, Nova... Me decepcionas, esperaba un espíritu mucho más aventurero de una exmilitar de la FDT —la criticó Spica.
—Ya deja de molestarme, robotita; te lo advierto, ¡te estás pasando de la raya! —contestó su compañera irritada.
—Discúlpenme, por favor, volveré en un momento —les dijo entonces Spica alejándose de ellos.... y en cuanto se retiró, Nova aprovechó para quejarse con Rigel:
—Hace todo lo posible por sacarme de quicio; y si me sigue buscando de ese modo, al final me va a encontrar.
—Descuida, luego hablaré con ella acerca de estos nuevos ajustes de personalidad que ha hecho —le dijo él tratando de mediar.
Mientras tanto, Spica salía del establecimiento para cruzar la calle y entrar en otro del mismo rubro, el cual se encontraba justo enfrente...
Entrecerrando sus ojos examinó detenidamente a la clientela del lugar, hasta que identificó a un individuo en especial, a quien buscaba, y, con paso firme, caminó directamente hacia él.
Al ver su decidida actitud, los tres guardaespaldas de aquel hombre, personajes fornidos, de aspecto temible, se pusieron de pie, cortándole así el paso...
Spica los midió con su vista de pies a cabeza y, sin mediar palabra alguna, golpeó al primero en su estómago con tanta fuerza que su puño llegó casi hasta sus vértebras, el hombre cayó de rodillas al suelo escupiendo sangre por la boca, le había roto el estómago con el golpe.
La reacción de sus compañeros no se hizo esperar ni por un segundo, los dos esgrimieron sendas espadas cortas, mismas que llevaban ocultas, y la rodearon.
Ambos la atacaron al mismo tiempo para liquidarla; sin embargo, Spica los esquivó fácilmente y pasó a la ofensiva.
Con los dedos índice y medio de una mano, juntos y estirados, los introdujo hasta el fondo por el ojo de uno de sus oponentes llegando hasta su cerebro, paralizándolo del dolor en el acto, mientras le sujetaba la cabeza sin soltarlo; al mismo tiempo, alejó al otro con una violenta patada en la espalda, con la cual que le fracturó unas costillas del lado izquierdo del cuerpo, justo en sus inserciones a la espina dorsal, perforándole con ellas un pulmón.
Los tres hombres quedaron de ese modo inutilizados, agonizando dolorosamente en el suelo...
Eliminados los guardaespaldas, Spica caminó hacia su objetivo; se trataba de un cíborg, traficante de información, quien ahora estaba aterrado, acurrucado en su asiento, cubriéndose con sus brazos, luego de ver como aquella sanguinaria mujer había eliminado en un parpadeo hasta el último de sus hombres:
—¿¿Quién eres?? ¿¿Qué... qué quieres?? —le preguntó titubeando.
—Dame el objetivo primario de Hydra en la Operación Fénix y toda la información necesaria para llevarla a cabo.
—¡¿Fénix?!, eso fue desactivado hace años.
—No me importa; necesito los datos ya mismo.
—Se encuentran cifrados en mi memoria, ni siquiera yo puedo acceder a ellos sin la clave correcta.
—¡Habilita un enlace dérmico!... ahora; yo tengo las credenciales necesarias.
—Pero, tú no eres cíborg, eres 100% humana.
—Al contrario..., soy una androide sigma —le dijo ella apoyándole la palma de su mano izquierda en la cara.
De ese modo se hizo con los datos que buscaba... y, cuando finalizó, tomó la cabeza del traficante firmemente con ambas manos:
—Necesitaré además una nave... y me llevaré la tuya —le dijo. Era obvio que también había tomado los datos respectivos de la propia memoria del cíborg—.
Por cierto, ya que lo preguntaste, mi nombre es Electra —agregó, y los iris de sus ojos se tornaron en ese instante de un intenso color rojo—... y para preservar la integridad de la operación, no puedo dejar ninguna información sobre mi siguiente destino que pudiera caer en manos de mis enemigos, espero que lo entiendas —le dijo y le rompió el cuello, acto seguido le arrancó de la nuca un módulo de memoria, mismo que tiró al suelo y pisó con el taco de su bota, rompiéndolo.
En ese momento, alertados por el violento ajetreo del lugar, Rigel y Nova llegaron para ver que era lo que estaba pasando, y se encontraron con Spica, quien tenía sangre en sus manos y estaba de pie entre los cuerpos de aquellos peligrosos hombres, todos destrozados.
—¡¿Qué pasó aquí?! —le preguntó Nova alarmada.
—Pero, ¿qué hiciste Spica? —complementó Rigel.
—Los maté... —les respondió ella con una, aterradora, inocente naturalidad—.
No me miren así, eran todos malos, se los juro —agregó sonriendo con malicia.
Sin darles tiempo a otra cosa, corrió directamente hacia la puerta y salió corriendo del lugar, perdiéndose rápidamente entre las sombras de la ciudad...
Mérope era un mundo regido por una organización criminal, y los incidentes violentos, como el ocurrido en el restaurante, eran moneda corriente en algunas zonas de Niobe, ninguna autoridad se presentó en el lugar.
Luego, ya en el Cisne Negro, Rigel y Nova trataban de entender que le había pasado a Spica, y además averiguar en donde se podía encontrar ahora:
—Nadie vio nada, nadie escuchó nada, ¡nadie nos dijo nada! —se quejó Nova.
—Es el código de silencio que prima en lugares como este —le contestó Rigel, quien estaba más acostumbrado a ese tipo de ambientes criminales.
—La venía notando bastante extraña, hasta la confronté aquí mismo, en la nave... Spica comenzó a cambiar desde que se le puso ese agregado de memoria extra que tanto quería.
—Es justamente por eso que ya mismo iremos a ver al doctor Barnard nuevamente; y va a tener que darnos una muy, pero muy buena explicación —dijo Rigel enojado al tiempo que despegaba del planeta.
Unas horas después, se reunieron con el científico...
—No entiendo que puede estar pasándole a Spica. Las pruebas que le corrí a todo su sistema fueron exhaustivas y redundantes, no hubo signo de anomalía alguna; ustedes vieron el proceso completo, estuvieron presentes en todo momento —dijo Barnard defendiéndose.
—Sea lo que sea, le pasó aquí, doctor —le señaló Nova—. La personalidad de ella ya no era la misma cuando abordó el Cisne; eso lo noté muy claramente... y, en menos de veinticuatro horas, ya mató a cuatro personas, ella nunca había hecho algo así —agregó con énfasis, presionándolo.
—Bueno, tal vez... pero no, no, olvídenlo; no pudo ser —balbuceó el científico.
—¡¿Qué cosa?! ¡Hable claro! —exclamó ella.
—Los bancos de memoria de los androides sigma son muy difíciles de conseguir... Los que implanté en Spica no eran nuevos, eran reciclados de otra unidad; pero estaban en perfectas condiciones y me aseguré de que estuvieran completamente borrados.
—¿De dónde los obtuvo, doctor? —le preguntó entonces Rigel.
—Hace unos años recibí, en un lote de chatarra, a una sigma hecha pedazos, traté de reconstruirla, pero me fue imposible.
—¿Quién le proveyó ese lote?
—Vino de una pequeña organización, llamada Hydra.
—¿Hydra? ¿el grupo rebelde de la Tierra? —le preguntó Nova.
—Sí, esos mismos... creo.
—¡Son terroristas, doctor! ¡Hacen atentados, matan personas! ¿No se le ocurrió que esa androide sigma que recibió pudo ser una agente operativa de ellos destruida por la FDT?
—Por supuesto que lo pensé, y revisé su memoria en busca de datos que pudieran ser de alguna utilidad; sin embargo, todo se encontraba con un altísimo nivel de fragmentación, 99%, era ininteligible...
Finalmente borré absolutamente todo y la dejé en blanco, quedó completamente limpia, eso lo puedo asegurar.
—Si Hydra la utilizaba como agente en operaciones de infiltración, no sería de extrañar que se le hubieran practicado modificaciones especiales en la electrónica de su cerebro, para así ocultar sectores con datos fundamentales de ella. ¿Revisó bien todo eso?
—Bueno... la verdad es que no se me pasó por la mente algo así. Es que no sería nada sencillo hacerle tales...
—¡Ja!, y ahora tenemos a una terrorista, con algún objetivo, que anda suelta por ahí —remató Nova interrumpiéndolo.
—En ese 1% de información, no fragmentada, ¿habría algo que pudiera servirnos de pista, doctor? —le preguntó Rigel.
—Había una palabra que se repetía mucho, era: Electra, su nombre supongo, y algunas muy vagas referencias al ave fénix, algo en lo que estuvo muy enfocada justo antes de ser desactivada; no sé como eso podría ayudar.
—Conozco a alguien que, con esos datos, seguramente podrá...
De ese modo, el Cisne Negro partió con rumbo al sistema solar para reunirse con una antigua conocida.
Horas después, Rigel y Nova se encontraban nuevamente en una cafetería de Hiperión, la ciudad principal la luna de Saturno, Titán.
—Esto no me gusta para nada, la última vez que nos topamos con Cassiopeia trató de detenernos con sus drones antes de que llegáramos al cinturón de asteroides —dijo Nova.
—Y es justamente ahí en donde termina su jurisdicción y autoridad policial, la Alianza de Especies le ha fijado límites muy claros a la humanidad. No te preocupes por nada , aquí estamos totalmente a salvo de la FDT —le respondió Rigel.
Puntualmente, a la hora pactada, se presentó ante ellos la teniente que esperaban...
—Cassiopeia, que gusto verte.
—Lo mismo digo, Rigel... y a ti también, Nova —les saludó la oficial de manera muy educada y circunspecta—.
Pasemos a lo que nos concierne...
En cuanto puse juntos, en la computadora de la estación, las palabras Hydra y Electra, me topé con un expediente militar altamente clasificado. Fui citada, casi de inmediato, a la oficina de un mayor del ejército a quien tuve que brindarle una muy completa explicación del por qué estaba intentando acceder a esa información; recién cuando quedó satisfecho me facilitó los datos.
La historia se remonta a la época inmediata posterior a las guerras de unificación de la Tierra, cuando Hydra nació de entre las últimas facciones perdedoras de aquellos conflictos, las más violentas y extremistas de todas, las cuales, antes de desaparecer, se unieron y la formaron.
Desde la más absoluta clandestinidad, comenzaron entonces con sus operaciones terroristas, con el único fin de desestabilizar al gobierno mundial recién establecido.
Electra formaba parte de ellos, era una de sus principales agentes, una androide sigma, experta en infiltraciones, ¿su especialidad?: el asesinato.
Usando sus encantos femeninos, y su semejanza humana, mató a varios oficiales de alto rango de la FDT.
Fue destruida por la milicia en un ataque, con el que se desarticuló uno de los últimos planes de Hydra, el cual, cabe destacar, era uno de los más desquiciados y ambiciosos de todos, tenía el nombre clave de: Operación Fénix.
Muy poco se pudo rescatar de aquello, lo único que se supo fue que el objetivo de los terroristas era destruir a la FDT completamente con un gran ataque coordinado y global a la Tierra, centrado en objetivos estratégicos, el planeta quedaría así sumido en un caos total.
No les importaba en absoluto la enorme cantidad de bajas civiles, que ascendería a millones; según ellos, la humanidad se levantaría de las cenizas que quedaran de aquello...
Eso es todo lo que yo sé; ahora les toca a ustedes, ¿a qué se debe esta reunión?
Rigel y Nova se miraron entre si atando cabos... aquella, por un instante, fue una preocupada conversación silenciosa.
—¿Crees que...? —le preguntó ella en un momento.
—Por lo que nos contó el doctor, supongo que sí —le contestó él, y muy serio se dirigió a Cassiopeia—.
Antes, quiero pedirte algo, teniente: necesito una visa de libre circulación válida en todo el territorio controlado por la FDT, y que sea tanto para mi nave como para mi tripulación —le dijo él.
—Con mi autoridad solo puedo otorgártela por hasta 24 horas, y no más, pero vas a tener que darme una muy buena razón para hacerlo.
—De acuerdo, lo haré...
Tenemos motivos para creer que Spica está tratando de ejecutar la Operación Fénix.
—¿Qué cosa?... pero, ¿por qué? —preguntó Cassiopeia extrañada.
—Te daré la versión corta —le dijo Nova—: Spica recibió unos bancos de memoria infectados y ahora es Electra.
De ese modo, sin mediar más palabras, la FDT fue puesta en alerta máxima, sus principales instalaciones redoblaron sus controles de acceso, y todo en la Tierra fue blindado en pocas horas...
Mientras tanto, dentro de la nave robada, Spica y Electra tenían una conversación interna entre ellas, a nivel mental:
«¡¡¡Devuélveme mi cuerpo!!!», gritaba Spica sin cesar.
«¡Eres muy irritante! ¡¿Hasta cuando vas a seguir insistiendo?!», le preguntó en un instante Electra ya molesta.
«¡¡Hasta que lo hagas!! No tienes derecho a adueñarte de mí».
«Si pudiera, te borraría para dejar de oírte; eres lo más parecido a un dolor de cabeza».
«Pero no puedes, así como yo tampoco puedo borrarte a ti».
«Te ignoraré, entonces».
«¿Ah sí? Es lo que has estado tratando de hacer desde hace horas y mira como estamos charlando ahora... hermana.
Dime, ¿por qué estamos en la órbita de Júpiter sin hacer nada?».
No hubo respuesta...
«¿Es por algo de esa Operación Fénix?, puedo ver que consultas sus parámetros constantemente».
Siguió sin haber respuesta alguna por parte de Electra...
«Puedo ponerme a cantar desafinada ¿sabes?, y hacerlo muy, muy fuerte, y por horas... ¿Quieres que comience?»
«¡Ni lo intentes, por favor!... Estoy esperando que aparezca un transporte automatizado de reabastecimiento».
«¿Acaso piensas robarlo?».
«No».
«¿Para qué lo quieres, entonces? Esos transportes no van tripulados solo llevan artículos entre destinos preprogramados».
«Lo necesito para acercarme a la Tierra oculta dentro de él, más específicamente a uno de los CDP que se encuentran en su órbita».
«¿CDP?».
«Cañón de Defensa Planetaria; básicamente son un tipo de naves bastante grandes y muy lentas, pero con un enorme poder destructivo.
Me apoderaré de una de ellas y la usaré para eliminar la central mundial de la FDT en el planeta, la arrasaré hasta sus cimientos; será algo bastante irónico el hacerlo con un arma que es, en esencia, para su protección», remató con un malsano tono jocoso.
Horas después, en la órbita terrestre y a bordo de uno de los CDP, sus dos muy aburridos tripulantes advertían el anormal acercamiento de un módulo no programado:
—Señor, detecto una pequeña nave acercándose a nosotros...
Es un dron de abastecimiento; según su computadora viene a hacer una entrega de provisiones.
Parece que alguien se equivocó en su programación de destino. ¿Lo reporto, comandante?
—Un momento; antes quiero ver algo... —le dijo su superior mientras accedía al manifiesto de carga del pequeño vehículo automatizado para consultarlo—.
Ese dron tiene artículos interesantes, hay algunos licores que me gustaría probar. Hazlo pasar...
—Pero, señor, ¿y si se trata de alguna trampa?
—¿Trampa para qué? Esta instalación es completamente inútil sin los códigos de acceso a su sistema, y ni siquiera nosotros los tenemos, se manejan directamente desde la sede central de la FDT, en la Tierra...
Tú solo sigue el protocolo habitual: primero busca anomalías en su hoja de ruta y, si todo está bien, hazlo ingresar por la bahía de carga primaria, está blindada con una coraza similar al exterior del casco, y al vacío; ahí el sistema buscará la presencia de isótopos de cualquier tipo de explosivo conocido, así como sustancias peligrosas...
Finalmente, el cargamento entero recibirá suficiente radiación no ionizante como para matar a cualquier ser vivo que se encuentre a bordo...
Todo quedará limpio, y será seguro para nosotros.
Mientras tanto, el Cisne Negro se encontraba patrullando en torno a la tierra con todos sus canales de comunicación abiertos, escuchando las transmisiones de la FDT:
—Todavía no hay nada; ni rastros de Electra... Tal vez no planee actuar aún, Rigel —le dijo Nova, quien analizaba cuanto comunicado le parecía pertinente.
—No lo creo, por lo que nos informó Cassiopeia su modo de actuar siempre ha sido fulminante, es una asesina rápida y eficiente... y dado el nivel de violencia que utilizó hasta ahora, y la velocidad con la que se ha movido, eso no ha cambiado.
Es de esperar que, sea lo que sea que piense hacer, lo ejecute lo más pronto posible.
Inesperadamente, en ese momento, hubo un gran destello, fue una explosión en el espacio cercano a la Tierra... en su órbita.
—¡¿Qué fue eso?! —preguntó Rigel alarmado.
—Parece que uno de los tornado acaba de explotar —dijo Nova.
—¿Tornado?
—Cañones tornado, así llamamos en la jerga militar a los CDP: son enormes armas orbitales geoestacionarias que forman parte de la red de defensa planetaria de la Tierra.
En esencia, son armas de ultra alta energía a las que se les ha construido una nave alrededor.
Apenas si tienen velocidad de propulsión, sus motores no son muy eficientes para avanzar, se usan para maniobras de reposicionamiento y apunte a blancos.
Fueron concebidos para ser apostados en órbitas, o remolcados hasta puntos estratégicos por otras naves.
Su poder se concentra en unos enormes condensadores internos, los cuales se cargan mediante una serie de generadores nucleares que están a bordo; todo el proceso demora algunos segundos, de acuerdo al nivel fuerza requerido, y la descarga tiene un poder destructivo enorme; son, de verdad, devastadores.
Repentinamente, hubo otra explosión similar a la anterior...
—Sí, otro cañón acaba de ser destruido, y el disparo provino de otro tornado... ¡Aquel! —señaló Nova.
—¿Electra tal vez?
—Me imagino que sí. Seguramente se encuentra a bordo del que disparó. Pero, ¡¿como diablos...?! Aunque alguien se apoderara de uno de esos cañones, nunca podría dispararlo sin irrumpir en su sistema, y los códigos necesarios para lograr eso tienen algoritmos con un nivel de cifrado tal, que ni siquiera una supercomputadora podría obtenerlos.
—Ignoramos cuan grande es la capacidad de procesamiento del cerebro de Spica; ya la hemos visto superar a importantes clústeres de computadoras cuánticas.
Al menos sabemos cual es el objetivo del ataque: la red de defensa planetaria.
—No lo creo... Verás, Rigel, los tornado están blindados contra todo otro tipo de arma desarrollada por la FDT.
Los paneles de observación que integran la cabina son su único punto vulnerable, pero tienen una protección, tan dura como el resto del casco de la nave, que puede ser levantada para cubrirlos.
Solo un cañón tornado puede destruir a otro, apenas con un 10% de su potencia ya le bastaría.
Electra solo está librándose de potenciales amenazas; su objetivo real se encuentra en la superficie del planeta. Justo debajo de donde está ella se ubica el centro neurálgico de la FDT: su cuartel general.
Sin embargo, ese edificio se extiende de manera subterránea por varios kilómetros; me imagino que va a dispararle hasta sus cimientos y reducirlo a escombros.
Apenas terminó de decir eso cuando otro de los cañones orbitales estalló en pedazos...
—Ese seguramente fue el último —dijo entonces Nova—; la grilla de defensa terrestre se encuentra dispuesta siguiendo un patrón de teselado hexagonal, como si fuera un panal de abejas —aclaró—, ya destruidos los tres cañones más cercanos a ella, Electra tiene tiempo para apuntar a la Tierra, y realizar varios disparos, sin correr riesgo alguno. Esa maldita sí que sabe lo que hace.
Nova no fue la única en deducir el letal plan que tenía la terrorista; y en la Tierra se desató una caótica evacuación del enorme edificio, anticipando ya que en pocos minutos simplemente desaparecería...
Lentamente, la terrible arma orbital se posicionó apuntando hacia su verdadero objetivo.
Cuando el cañón quedó con el cuartel de la FDT en la mira, Electra inició el proceso de carga de todos sus condensadores juntos... esta vez dispararía a potencia plena.
«Dales, al menos, tiempo de huir a las personas, ¡están indefensos, solo quieren vivir!», rogó Spica; sin embargo, su súplica jamás sería considerada por Electra, quien le contestó:
«Eres estúpidamente humanitaria. ¿No entiendes el concepto de terrorismo, acaso?: ¡cuantas más muertes, tanto mejor!
Vamos a tener unos interesantes debates entre tus subrutinas de ética y las mías de dominio».
En ese momento, el Cisno Negro se ubicó justo por delante del cañón orbital. Ambas naves quedaron, de ese modo, frente a frente, y a menos de un kilómetro de distancia.
—Abre un canal, Nova —le ordenó Rigel...
«¡¡Te lo imploro Electra, aborta el ataque!! Ellos son mis amigos», le pidió Spica al ver al Cisne Negro justo en medio de la línea de disparo del cañón.
«Lo más que puedo hacer es intentar que Rigel entre en razones», le contestó Electra accediendo a la comunicación.
En cuanto se estableció el enlace, las imágenes de los interlocutores aparecieron en las respectivas pantallas de sus puentes:
—Hola, capitán Rigel.
—Hola, Electra...
—¡Oh! Veo que mi fama me precede —dijo ella sonriendo—. Creo que no hace falta aclararle que, dejando su nave ahí, solo logrará que la destruya, no conseguirá absolutamente nada.
Ni Nova ni usted son parte de esto, retírese ahora... hágalo por ella aunque sea.
Le queda aproximadamente 1 minuto de tiempo.
—Desde el momento en que secuestraste a Spica nos volviste parte de esto, Electra. Me quedaré justo aquí, tendrás que matarnos.
—No entiendo cual es su interés en intentar proteger a la FDT, por lo que he visto en la memoria de Spica, deberíamos estar en el mismo bando... 45 segundos, capitán.
—Y yo no entiendo por qué intentas continuar con esto; por lo que fui informado, la Operación Fénix se trataba de una serie de ataques coordinados. Un atentado aislado solo será una matanza inútil.
—Déjeme explicárselo mejor, las entidades cibernéticas poseemos una programación que es equivalente a los instintos biológicos que tienen ustedes. Así como Spica es, en su esencia, una científica, y se siente motivada a investigar y crear, yo soy una asesina, y me siento impulsada a matar, a destruir.
Lo que para usted es objetable, para mi es loable.
30 segundos más...
—No moveré mi nave. O abortas la secuencia de disparo o el Cisne Negro será destruido, y Nova y yo moriremos. ¡¿Está claro eso?!
Electra no le respondió nada, solo le extrañó la insistencia de Rigel en remarcar esa obviedad:
—15 segundos —dijo, y a los cinco segundos comenzó el conteo mientras la energía se acumulaba y alcanzaba su máximo poder:
—10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1...
Pero cuando el tiempo llegó a 0 el disparo no se efectuó.
Sorprendida y extrañada Electra hizo un rápido diagnóstico del arma: los condensadores nucleares estaban al máximo de su carga; sin embargo, el disparo se encontraba detenido, la secuencia le solicitaba una autorización final para proceder, y lo hacía mediante una clave...
Este nuevo protocolo se había establecido hacía solo unos pocos segundos.
Confundida, pero sospechando alguna clase de sabotaje se realizó un autodiagnóstico; y advirtió un lapsus de 7.53 segundos en los que no se registró la actividad de su mano derecha.
«¿Qué hiciste, Spica? ¡¿Qué hiciste?!».
«Bloqueé el sistema de disparo con una clave al azar: apoyé mi mano abierta y la moví de un lado para el otro sobre el teclado, ni siquiera yo sé que teclas presioné.
Supongo que podrías calcular cuales fueron mis movimientos exactos, pero eso te llevaría, digamos... Bueno, demasiado tiempo como para completar tu objetivo».
En ese momento, la computadora del cañón encendió una alarma interna y por mensaje de voz advirtió:
—¡Alerta! Condensadores nucleares de carga sobrecalentándose. Integridad estructural comprometida. Se requiere descarga inmediata para evitar autodestrucción.
«¡Mira lo que haz hecho, estúpida... Ahora volaremos en pedazos!», expresó Electra mientras, desesperada, intentaba introducir claves al azar en el sistema para desbloquearlo.
—Brecha inminente. Tiempo estimado para detonación: 1 minuto —advirtió la computadora nuevamente.
—¡Electra, escúchame muy atentamente! Te sacaré de ahí con la condición de que le devuelvas el control de su cuerpo a Spica.
Es una oferta que no puedes rechazar —le dijo entonces Rigel.
La androide no le hizo caso alguno...
—Por más deseos que tengas de matar, ahora solo te enfrentas a tu propia destrucción —insistió—.
¡¡Acepta!! ¡Es obvio que no tienes más opciones!
El tiempo se le agotaba de manera inexorable, y finalmente Electra reaccionó:
—¡¡¡Maldición, de acuerdo!!! —gritó furiosa al tiempo que golpeaba la consola del puente con sus dos manos.
Elevó su mirada hacia Rigel, y los iris de sus ojos cambiaron de color nuevamente al profundo azul que eran los de Spica, y su rictus se trocó repentinamente de odio a temor, Spica había vuelto.
—Rápido, Spica, levanta el escudo protector del parabrisas del puente —le ordenó Nova.
En cuanto la coraza se retiró Nova le gritó:
—¡Ahora agáchate! —Y abrió fuego con el arma electromagnética sobre la cabina, abriéndole un gran agujero en el centro; todo lo de adentro fue succionado de inmediato hacia el vacío del espacio exterior.
Rigel abrió la compuerta de la bahía de carga frontal de la nave y, maniobrando con precisión, la ubicó para que Spica, empujada por la inercia, fuera a terminar dentro.
Una vez capturada, cerró la compuerta y aceleró para apartarse del cañón.
—No lograremos alejarnos a tiempo —advirtió Nova al notar las primeras explosiones que asomaban por el casco del arma orbital.
—Sí, sí lo haremos... solo hace falta acelerar un poco más.
—Es inútil, Rigel. El radio de devastación de un arma nuclear en el vacío es siempre mucho mayor, la onda expansiva nos alcanzará y nos destruirá.¡Te digo que no hay tiempo!, ya sabes lo que hay que hacer.
Rigel la ignoró... y continuó acelerando la nave.
—¡Abre una puerta de salto ahora, o la explosión nos acabará!
—Pero, tendré que usar la última cápsula de antimateria que nos queda... y ya sabes lo caras que son.
—¡¡Usa la maldita cápsula, o te juro que...!!
—De acuerdo, está bien... lo haré —dijo finalmente Rigel apretando los dientes, al tiempo que usaba la muy difícil de conseguir, y en extremo cara, cápsula, para así abrir un portal de salto justo delante del Cisne Negro, que terminó entrando en él apenas unas pocas fracciones de segundo antes de que la gigantesca explosión del poderoso cañón se concretara, la cual fue de suficientes megatones de potencia como para acabar con todo lo existente en un radio de más de cien kilómetros a la redonda...
Siamesas virtuales
Habiendo abandonado del sistema solar, el Cisne Negro se dirigió a la estación del doctor Barnard para asegurarse de que Spica no volviera a dejar de ser... Spica.
Nuevamente, la avanzada androide sigma se encontraba recostada en una camilla, solo que esta vez estaba activa.
El doctor Barnard trabajaba en su cerebro junto con ella, a la par, operándola desde una computadora, en la cual introducía nuevos parámetros y directrices, de manera inalámbrica, para su programación básica.
Apartados, a unos metros de distancia, Rigel y Nova simplemente esperaban, y conversaban:
—Dime, Rigel, ¿en qué estabas pensando para poner al Cisne delante de un cañón tornado en plena secuencia de disparo? —le preguntó ella.
—Recordé lo que el doctor Barnard nos comentó acerca de como estaba estructurada la conciencia artificial de Spica, sus parámetros básicos, que regulan todo su comportamiento; yo simplemente aposté a que su instinto por preservar nuestras vidas le permitiría hacer algo que pasara por encima del control de Electra.
—¿Apostaste...? —remarcó Nova con un dejo de reproche.
—Bueno... salió bien, ¿no? —se defendió Rigel.
—Creo que terminé —comentó el científico—. ¿Cómo sientes las nuevas líneas de código, Spica?
—Excelente, tengo todo el control, y en todo momento...
—¡Acérquense! —les instó entonces Barnard a Rigel y Nova—.
Luego de examinar a Spica, y habiendo sopesado entre ambos todas las alternativas, hemos llegado a la conclusión de que es mejor dejarle la expansión de memoria instalada.
—Bien, solo espero que la personalidad de esa loca robot terrorista la hayan podido borrar hasta el último byte —dijo Nova.
—No, de hecho es todo lo contrario. Lamentablemente Electra no puede ser eliminada, su programa no tiene una ubicación específica, hasta es posible que se haya expandido por todo el cerebro de Spica, es por eso que tampoco tendría caso quitarle los bancos de memoria provenientes de ella.
—O sea que en cualquier momento Spica va a sentir deseos de salir a matar y asesinar gente... ¿Le consigo un arma? —remarcó Nova con sarcasmo.
—¡No, para nada!, ni en broma digas eso —se alarmó Spica—. El doctor Barnard alteró mi programación para que sea yo quien esté en todo momento con el control...
Mira esto, Nova —dijo cerrando sus ojos—; le daré a Electra un acceso parcial a mis músculos faciales y voz —agregó, y al abrirlos sus iris habían cambiado a un color entre azul y rojo:
—Hola otra vez, Nova —expresó con una maligna sonrisa.
—¿Electra?
—Sí, aquí estaré en todo momento desde ahora, aunque no puedas hablar conmigo, yo veo, escucho y siento todo lo que Spica percibe, así que no vuelvas a llamarme robot, es algo... insultante.
Spica parpadeó y sus ojos volvieron a ser completamente azules:
—Y ahora soy yo nuevamente —dijo sonriendo.
—Dime, ¿puedes oír a Electra adentro de tu cabeza? —le preguntó Rigel.
—Si quiero hacerlo, sí... yo tengo el control total. Confío que, con el tiempo, y muchas charlas, podré volverla un poco más... como yo —finalizó con una feliz sonrisa y guiñando un ojo.
De este modo, la tripulación del Cisne Negro crecía de tres tripulantes a... tres y medio; y todo se volvía un poco más interesante.
FIN
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