Sacrificio (Recuérdame, volumen 2)
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El peligro continúa al acecho, al tiempo que sus enemigos se multiplican.
La implacable Sylvia ahora va tras otro objetivo: Steven y la Corporación no estará sola en esta nueva cacería, contará con los anónimos y peligrosos mercenarios del escuadrón Centurión y la colaboración de la misteriosa sociedad ocultista Íbice, esta vez no habrá lugar en el mundo donde poder esconderse de ellos.
¿Quién encontrará primero la caja de música y... que hará con ella?
Todos tenemos un destino y nadie puede huir de él. No importa durante cuántas vidas lo intentemos.
Una aventura emocionante que atravesará países y continentes... Una historia en la que las vidas pasadas se fusionarán con el presente y en la que la frontera que separa la vida de la muerte, desaparecerá... y que te hará replantear el mismo funcionamiento de tu propia existencia.
¡Prepárate! Porque Recuérdame será una historia que jamás olvidarás.
(toca cada parte y disfrútala)
Sinfonía hibernal
A pesar de ser el último día de otoño en el hemisferio sur, soplaba una cálida brisa que templaba el aire y desafiaba al débil frío que trataba de imponerse por el trópico de Capricornio; al mismo tiempo, el constante sonido de las olas junto con la maresía, inundaban toda la atmósfera costera que rodeaba al Teatro de la Opera de Sídney, en Australia...
Tres meses y pocos días más habían pasado ya desde la última vez en que Armony y Michael estuvieron junto con Daphne y Steven disfrutando de las paradisíacas playas ecuatoriales de Indonesia.
Ambas parejas se habían separado, aunque solo momentáneamente, siguiendo cada una su propio camino.
La tarde promediaba y el interior del gran teatro australiano se encontraba sin público aún, salvo por algunos esporádicos visitantes que se hallaban distribuídos de manera espaciada entre las incontables butacas de la enorme sala principal.
En el escenario estaba ensayando una gran orquesta sinfónica que tocaría esa misma noche en un espectáculo muy especial y alegórico al cambio de estación, mismo que se había dado en llamar: El Concierto de Invierno.
Armony y Michael se encontraban allí presenciando el ensayo final y sentados en las butacas del público:
—La acústica de este gran teatro es perfecta.
Una vez toqué aquí, ¿lo sabías, Michael?
—No, eso debe haber sido antes de que te comenzara a rastrear o lo recordaría... ¿Por qué no me cuentas al respecto?, me interesa.
—Aún recuerdo aquel día: la sala estaba llena de gente, fue uno de las imponentes conciertos en los que yo haya tocado y la selección de obras estuvo entre mis favoritas —suspiró Armony cerrando sus bellos ojos—. Los aplausos aún resuenan en mis oídos... fue algo realmente inolvidable —expresó sintiendo de una manera muy profunda la impronta que aquella noche le había dejado grabada en su memoria.
«¡Qué hermosa se ve Armony cuando recuerda sus momentos felices, interpretando música, dando rienda suelta a su gran talento; su alma brilla con un resplandor inigualable!...
Esa ha sido toda su razón de ser desde que la conocí en su vida anterior siendo Melody; apenas puedo imaginarme cuanto debe estar sufriendo por no poder hacerlo actualmente.
Bien dicen, los que saben, que: “El arte es como un brioso corcel que solo quiere correr incansablemente por interminables praderas, o como un ave que solo desea desplegar sus alas y remontar los vientos por los cielos infinitos...”.
Sin embargo, desde que la Corporación nos persigue solo hemos estado escondiéndonos en esta parte del mundo y ella no ha podido programar ni una sola actuación pública nuevamente. Eso la debe estar haciendo sufrir tanto... ya no es la de misma de antes, lo percibo con claridad y eso me angustia cada vez más.
Me pregunto si habré hecho lo correcto al despertarla», pensó Michael cubriendo con una fingida sonrisa su creciente preocupación por su amada Armony.
—Este director de orquesta me ha dirigido en varias ocasiones, es uno de los mejores del mundo y es un gran honor tocar bajo su dirección... Quisiera saber si alguna vez volveré a hacerlo —agregó ella y suspiró nuevamente con un inocultable tono de triste lamento.
Michael deslizó su mano por encima del hombro de Armony y la acercó hacia él en lo que era un claro gesto de intentar brindarle la contención que parecía necesitar, ella respondió reclinando su cuerpo contra el hombre que amaba y apoyándose suavemente en él de una manera muy romántica y cariñosa.
Este simple acto le recordó a Armony que no todo lo que había sucedido meses atrás había sido una pérdida; el precio de tener que apartarse de su actividad como violinista había sido alto, sin duda... pero, a cambio de eso, ahora tenía a personas en su vida que eran de un valor incalculable: Michael, quien fue su esposo y que haría cualquier cosa por ella; y Daphne, la actual mujer que fue su pequeña hija y por quién ambos lo darían todo.
El sacrificio es una constante en la vida, siempre es necesario sacrificar algunas cosas para conseguir otras...
Todo se paga de algún modo, y al igual que sucede en una balanza, ambos platos finalmente deberán quedar siempre en un perfecto y justo equilibrio: sacrificios de un lado, logros del otro.
Muchas veces el pago que elegimos es dedicar el valioso tiempo de nuestra existencia; en otras ocasiones, el privarnos de actividades placenteras.
Sentimos un extraño alivio al decirle de diferentes modos, usando habitualmente solapados eufemismos que nos satisfacen; en ciertas oportunidades lo llamamos inversión, otras veces responsabilidad... pero en realidad son siempre sacrificios.
—¿Qué crees que estará haciendo Daphne en este momento, Michael? —preguntó Armony susurrando y con su cabeza reposada sobre el hombro de él.
—Supongo que se estará preparando para almorzar con Steven; allí en Singapur ya son casi las trece horas, dado que aquí las dieciséis...
Por cierto, tal vez nosotros podríamos tomar una pequeña merienda, ¿qué te parece?
—Primero quisiera hablar con mi representante, quedamos en encontrarnos aquí, hoy mismo... en la tarde.
También le hice un encargo sumamente especial —agregó ella de manera misteriosa—. Debe estar cerca, buscándome... espero.
—¿Lo pudiste confirmar con él directamente? Tal vez no venga al concierto.
—¡Sí, claro que lo hice!... le envié un correo electrónico hace como una semana. Además, tiene que venir; Giorgio no es solo mi representante artístico, lo es también de varios otros músicos y algunos integran esta orquesta.
Justo en ese instante se escuchó de lejos:
—¡¡Armony, bella, sei qui!!
—¡Giorgio, ciao! ¿Come vai? —respondió ella en italiano al tiempo que se daba la vuelta hacia un delgado y joven hombre, vestido con un elegante traje, quien la saludaba de lejos; mismo que de inmediato se le acercó con paso presuroso.
Giorgio era para Armony su mano derecha en lo que al mundo de la música se refería.
Se trataba de una persona con mucha energía, y que aparentaba tener unos treinta y cinco años, anque esa era menos edad de la que tenía realmente.
Lucía como un caballero distinguido, muy pulcro y refinado, y su trato era cálido, agradable y abierto, su carácter era simpático, efusivo... muy propio de su origen italiano.
Cuando Armony y Michael estuvieron junto a él, primero saludó a Armony: la tomó de ambos brazos y le dio un alegre beso en cada mejilla; Michael, al ver eso, se apresuró a estrecharle la mano antes de que lo intentara saludar del mismo modo... a él no le agradaban para nada esa clase de saludos tan efusivos entre hombres.
—Él es Giorgio. Ha sido mi representante artístico desde hace años, estaría completamente perdida sin él —le aseguró Armony a Michael con una enorme sonrisa en su rostro y agregó:
—Giorgio, quiero presentarte a Michael, mi... —En ese momento se hizo un incomodo impasse, Armony no sabía aún como presentar a Michael: ¿novio? ¿pareja? ¿esposo?... todo le pareció inadecuado.
—Es un placer conocerte, Michael —dijo Giorgio al notar la tensa y extraña situación, rompiendo así el molesto instante que se había generado, y sin más demora abordó un tema que le preocupaba:
—Armony, es una pena no poder contar contigo en este gran concierto —expresó sinceramente apenado—.
Como admirador tuyo que soy, quiero volver a verte actuar ¡y pronto!... Hace ya como medio año que no tengo el gusto de escuchar tu excelso violín; recuerda que tienes muchos seguidores en el mundo entero, seguidores que te extrañan; te ruego en nombre de todos que no nos prives del placer de poder disfrutar tu arte.
—Estoy atravesado por algunas serias complicaciones personales, Giorgio; en mi vida están habiendo algunos cambios importantes, y creo que voy a necesitar tomarme todo lo que resta de este año para asimilarlos bien.
No es nada grave, no quiero que te preocupes por mí...
—¿Te tomaras un año sabático, entonces?
Ella respondió simplemente asintiendo un par de veces con su cabeza, acompañando su ademán con una expresión de pena; sabiendo, muy dentro de sí, que tal vez un año entero no bastaría realmente para que la corporación Rottweiler la dejara en paz de manera definitiva.
—Comprendo... —expresó Giorgio respetando su parquedad—.
Pero, de todos modos, y ya que estamos aquí, ¿por qué no vamos a saludar al director?; estoy seguro de que se alegrará mucho al verte nuevamente —propuso.
A medida de que se acercaban al escenario, algunos de los músicos de la orquesta reconocían a la afamada violinista y la saludaban discretamente desde lejos; Armony les respondía del mismo modo a cada uno de ellos, sonriéndoles, aunque con una profunda tristeza interna que solo ella podía sospesar en su real magnitud... así fue hasta que, en un momento, esa forzada sonrisa quedó en evidencia cuando una lágrima se deslizó por su mejilla sin ella poder contenerla.
—Señorita Heart, es todo un placer para mí el tenerla aquí. Aunque lamento profundamente que solo sea entre el público y no poder contar con su violín en el concierto de esta noche —le expresó el director mientras besaba su mano de manera galante; las palabras del refinado caballero sonrojaron a Armony, quien solo atinó a esquivar su mirada con vergüenza.
—Armony se tomará un tiempo para ella —acotó rápidamente Giorgio, protegiéndola así de tener que dar explicaciones que intuía la incomodarían sobremanera.
—Este gran concierto se brinda en conmemoración del solsticio de invierno, el cual ocurre justo hoy —expuso el director—... y, según sé, los organizadores tienen proyectado continuar haciéndolo durante los años venideros; espero sinceramente que nos brinde su talento el año que viene, señorita Heart —le propuso.
Armony no pudo responder, sentía un nudo en su garganta y era muy mala mintiendo, realmente no sabía cuando podría reincorporarse a su amada actividad.
Sus emocionados ojos mostraban la tremenda tristeza que sentía en ese momento, estaba ya casi a punto de romper en llanto... cuando, inesperadamente, un ayudante de Giorgio llegó apurado con un violín en su estuche cerrado:
—¡¡Finalmente, è qui!! —exclamó Giorgio feliz y contento mientras tomaba el estuche, el cual de inmediato le entregó a Armony diciendo:
—Qui è il tuo Stradivarius...
Giorgio era un excelente representante artístico, siempre se encargaba de todo lo referente a sus representados hasta en el más mínimo detalle, eso incluía a sus instrumentos musicales, objetos por los que los músicos suelen tener una afinidad muy especial.
Después del concierto de fin de año en Copenhague, Dinamarca, fue él quien se había quedado en custodia del preciado violín de Armony, que no solo era un instrumento valioso monetariamente, sino que, además, significaba muchísimo a nivel sentimental para ella.
Cuando Armony había concretado esta cita en Australia, en secreto, le había pedido a Giorgio que le llevara su violín nuevamente, lo añoraba mucho ya... lo necesitaba junto a ella para no perder su propia esencia.
Armony tomó el estuche y lo abrazó con una profunda emoción. Solo un músico sabe lo que siente por su instrumento, la relación que se establece con él va mucho más allá que la de un dueño con un simple objeto. El alma del músico se une a su preciado instrumento dándole un carácter muy especial, llenándolo de una energía etérea que le permite expresarse de un modo diferente, el cual excede su cuerpo; una expresión que hace a su alma vibrar en consonancia con él, una manera de comunicarse que tiene el poder de conmover profundamente a los demás y que se llama, simplemente: música.
En el caso de Armony, su padre, haciendo grandes sacrificios familiares, le había regalado ese violín en cuanto ella comenzó a mostrar su extraordinario talento musical, manifestándose como una niña prodigio en esa área.
Sus padres estaban muy orgullosos de ella, y más aún siendo hija única; siempre buscaron lo mejor para Armony y nunca escatimaron gastos en su educación, su hija fue siempre su tesoro más preciado, e hicieron toda clase de esfuerzos por su bien.
No eran millonarios y, a pesar de tener una solida posición económica, tuvieron que hacer un gran desembolso financiero para comprarle el caro violín.
Armony no entendió nada de eso en aquél entonces, aún era muy pequeña como para comprender esa clase de cosas, las cuales solo la vida, con la experiencia que nos brinda al crecer, nos enseña en su real magnitud.
La gente no sospesa habitualmente el sacrificio que hacen sus padres por ellos hasta que ya son adultos... recién en ese instante se dan cuenta de que los hijos son lo más importante para sus padres y que siempre estarán dispuestos a hacer cualquier sacrificio por ellos, sin importar que tan difícil este sea.
Ahora, siendo ya adulta, Armony se encontraba más apegada que nunca a su amado violín:
—Lo extrañaba tanto —dijo llorando—. Gracias por cuidarlo y traérmelo, Giorgio... ¡Muchas gracias! —agregó al tiempo que Giorgio le respondía con una conmovida sonrisa.
Luego de unos instantes más, Armony y Michael se despidieron de todos y dejaron que la orquesta continuara con su ensayo.
En silencio y solos, salieron del Teatro de la Opera y se detuvieron en su entrada...
Soplaba una brisa permanente y Armony estaba pensativa, sus ojos mostraban cuan lejos se había ido su mente.
Ese fugaz reencuentro con la que había sido su vida, hasta apenas unos meses atrás, la había afectado... y mucho; ahora solo miraba a la distancia, con sus atención perdida en la nada.
¿Qué pensaba Armony? ¿cómo se sentía? ¿cuánto sufría su alma? esas preguntas perturbaban a Michael, quien era el único que sentía su inconsolable llanto interno, sus mudos sollozos, su oculta depresión:
—¿Y bien... Qué haremos ahora, Armony? El sol se va a poner dentro de muy poco, y aún faltan varias horas para el concierto.
¿Por qué no vamos a tomar algo caliente, como un café o un chocolate tal vez? —le preguntó él tratando de animarla mientras caminaban rodeando la gran estructura.
—Tengo ganas de ver la puesta de sol, Michael... eso siempre me trae gratos recuerdos con mi padre —mencionó ella, y se dirigió caminado hasta una baranda lejana, misma que delimitaba el abierto y panorámico patio ubicado en la cara opuesta a la entrada de la fabulosa construcción.
—Bien, mientras tanto, yo iré a conseguir algo rico para tomar —le respondió Michael sin saber siquiera si ella lo había escuchado, y se fue a comprar un par de vasos con café y chocolate caliente para los dos; sin embargo, esa fue realmente una mera excusa para darle a Armony un poco de espacio a solas consigo misma, dejándola así que pudiera pensar y poner algo de orden en sus alborotadas emociones, las cuales solo la abrumaban y le impedían ser feliz.
Como consecuencia de su pequeño núcleo familiar y el temprano despertar de su talento por la música, Armony había crecido siendo principalmente una mujer solitaria.
El brusco cambio por el que atravesaba no era algo fácil de asimilar para ella y Michael no sabía muy bien como proceder, sin embargo, él intuía claramente que la causa del problema era que Armony no quería enfrentarse a su verdadero destino.
Michael sabía perfectamente que el rehuirle al destino acarrea, de manera indefectible, grandes preocupaciones y sobre todo, depresión; el alma siempre conoce lo que tiene que hacer y cual es su objetivo en la vida, es la mente la que se opone, la que obstruye con temores y dudas el camino prefijado por el destino desde antes de nacer; Armony había desistido de continuar averiguando todo lo referente a la caja de música y su auténtico pasado; ella quería alejarse de todo eso porque tenía miedo... y eso la alejaba de su propósito existencial.
El ver así a su amada luchando internamente por no enfrentarse a su destino, le partía el corazón a Michael, pero no sabía que más hacer... En varias ocasiones él ya había intentado convencerla de retomar la búsqueda de su pasado, pero ella se había negado en todas y cada una, y cada vez lo hacía de peor manera. Ahora, Michael se limitaba a esperar con paciencia a que Armony tomara el coraje necesario y se decidiera a hacer lo que con tanto afán evitaba.
Pasaron unos momentos más, y al volver Michael escuchó de lejos la tonada de un violín... el estilo le resultó inconfundible: Armony estaba tocando.
Ella había sacado del estuche a su preciado Stradivarius y de frente a una hermosa puesta de sol, con el puente de la bahía de Sídney de fondo, interpretaba otra vez Ojos Negros, pero esta vez lo hacía de una manera diferente... triste y hermosa a la vez.
La escena era una auténtica postal que mostraba una belleza pocas veces vista: los colores tornasolados del firmamento, con el astro rey atravesando la línea del horizonte; el tranquilo mar de Tasmania, mostrando un profundo tono turquesa... y la silueta de Armony a contraluz, sentada parcialmente en la baranda, e interpretando su instrumento con singular delicadeza, al tiempo que la tibia brisa marina acariciaba su ondulado cabello, moviéndolo al ritmo de la música... y detrás de toda esa apacible hermosura, un gran dolor, invisible a los ojos... pero tremendamente claro para los oídos.
Michael detuvo sus pasos a pocos metros por detrás de Armony, pretendiendo así que ella no lo notara. Extasiado, deseaba disfrutar tanto del momento como éste pudiese durar, no quería interrumpirla, sabía que en la belleza de lo que disfrutaba había también una gran carga de emoción que salía de su amada violinista: pena, melancolía y dolor se entremezclaban en esa triste interpretación, era como escuchar el propio llanto de su alma.
—Dime, Michael, ¿qué te pareció el escucharme? —le preguntó ella deteniéndose y sin mirarlo... pero a sabiendas de que él estaba ahí.
—Fue algo realmente hermoso, Armony; creo que apenas puedo describirlo. Es la primera vez que te escucho tocar tan de cerca tu violín. Sin embargo, tengo emociones encontradas.
—¿Y cuál es la más intensa de ellas? ¿Qué es lo que más percibes al oírme tocar?
—¿Sinceramente?, tristeza. ¿Cómo puedes tocar una melodía tan alegre de una manera tan triste? —le pregunto él desconcertado y preocupado a la vez.
—Cuando un músico interpreta algo, lo hace realmente con su alma... Si mi melodía es triste, es porque así es como me siento.
Siempre he pensado que la música y el alma están íntimamente ligadas, es por eso que la ciencia no puede explicar cabalmente el por que disfrutamos de la música.
Te contaré algo acerca de mí, y que seguramente desconoces:
Como cualquier persona, yo tengo un amplio abanico de temas musicales de diversos artistas que escucho en mis ratos libres. No me importa que sean de otros estilos de música diferentes al mío, o que yo nunca los haya interpretado en toda mi vida... Son simplemente temas que disfruto.
No soy fanática de nadie en particular; de hecho, no tengo una buena opinión sobre los fanatismos; nunca me ha importado el autor ni el intérprete, siempre he separado a las obras de sus creadores.
Así, mi preferencia musical es algo ecléctica. Me gustan temas musicales aislados, sin una relación puntual entre ellos, salvo casuales excepciones... y siempre en sus versiones originales, en eso soy incondicional.
En muchas ocasiones me he preguntado el por que soy así, y luego de meditarlo por un largo tiempo creo que he llegado a saberlo:
Cuando escucho música lo hago por lo que el tema musical me evoca, no me interesa el origen ni el idioma; de hecho, prefiero no entender lo que dice la letra para que no me distraiga de la melodía, y así poder considerar la voz de quien canta como si fuera un instrumento más; incluso, a veces, ni siquiera hay una letra que acompañe a la obra que disfruto. Así, la música, es estado puro, tiene el poder de liberar en mí recuerdos y sensaciones tan intensas que me inspiran, me elevan y me movilizan a un nivel espiritual e ininteligible.
La música es algo realmente especial para mí, Michael...
Algunas canciones tienen el poder de transportarme a ciertos momentos de mi vida en los que fui muy feliz, y por ese breve instante en el que suenan esos temas, puedo volver a experimentar lo mismo que sentí en aquél entonces, a estar en lugares que ahora solo existen en mi mente, en compañía de seres queridos que ya no están conmigo... y vuelvo a ser tan dichosa como lo fuí en ese momento del pasado.
Cuando uno disfruta de una obra musical, y lo hace de una manera verdadera, sintiendo emociones, queda unido a ella de por vida; aún disfruto de cada tema que escuchaba cuando era más joven, y lo hago con la misma intensidad de emoción que en aquel entonces. Una canción que me llenaba de energía, aún puede hacerlo; y una canción que me hacía llorar... también conserva ese poder sobre mí.
La auténtica música es algo que llega hasta el alma y eso, una vez que pasa, ya nunca cambia —sostuvo.
—Entonces, algo ha cambiado dentro de ti, Armony... en tu alma —le señaló Michael al notar un evidente cambio en ella—. Tus lágrimas, las que siempre surgían cuando interpretabas Ojos Negros, desaparecieron, ¿dónde están?... ¿ya no lloras al tocar esa pieza?
—Eso parece, es la primera vez en mi vida que esto me pasa —dijo ella deslizando su dedo mayor por debajo de su ojo, comprobando así que la piel de su rostro estaba seca—. El recordar mi muerte debe haber cambiado esa característica mía en esta vida —reflexionó pensativa y Michael continuó:
—Resultados así son los que se buscan con las terapias de regresión a vidas pasadas; al rememorar ciertos eventos de una vida anterior, ya olvidada, la persona consigue hacer cambios en su vida presente.
En ese momento el sol se ocultó lo suficiente como para que las farolas que iluminaban todas las áreas públicas en el exterior del Teatro de la Operas se encendieran:
—Ahora dime... ¿chocolate o café? —le preguntó Michael al tiempo que le daba a elegir entre una de las dos bebidas calientes que había comprado.
—Ya sabes muy bien cual escogeré —respondió ella sonriendo mientras tomaba el chocolate...
—Está delicioso, gracias —agregó esbozando alegría, aunque en sus ojos se veía la tristeza que contradecía sin mentir a su amable y cortés sonrisa.
El estar juntos, compartiendo ese especial instante, le hizo creer a la pareja que eran los únicos presentes en el lugar, sin embargo, desde hacía ya unos cuantos minutos, estaban siendo observados detenida y atentamente por alguien más... alguien que entonces decidió hacer su aparición:
—¡Michael! Que agradable sorpresa es verte nuevamente después de tanto tiempo —se escuchó a una persona decir desde varios metros por detrás de ambos.
Cuando voltearon pudieron ver que se trataba de un joven oriental, de unos veinte años, y elegantemente vestido con un impecable traje blanco; junto a él se encontraba una hermosa mujer, también oriental y de su misma edad; quien, del mismo modo, vestía de manera formal y aparentaba ser su pareja de esa noche.
Se encontraban escoltados por quienes eran muy claramente dos fornidos guardaespaldas, ambos con trajes... aunque oscuros.
Esos hombres se encontraban justo por detrás de ellos y a pocos metros de distancia, respetando su privacidad, pero protegiendo su seguridad personal al mismo tiempo; asimismo, había otros custodios más alejados, controlando toda la zona y haciendo lo propio, aunque de una manera más discreta. Este joven era, sin lugar a duda, una persona muy importante.
—¡¡Hansuke!! Que gusto encontrarte por aquí —exclamó Michael al tiempo que lo saludaba, y ambos estrecharon sus manos en un efusivo y sincero saludo.
—Lo mismo digo, amigo mío. Hace mucho tiempo que no nos veíamos —respondió Hansuke y, enfocando su atención en Armony, expresó:
—Bien dicen que el lienzo del músico se encuentra en el aire, su arte es exquisito, señorita Heart. Que agradable sorpresa fue el haber podido escucharla hace un momento tocar su violín...
Soy un gran admirador suyo. No sabía que tendría el placer de disfrutar de su talento esta noche, en el concierto.
—Me halagan sus palabras, sinceramente... pero, lamento decirle que hoy no tocaré, no formo parte de la orquesta.
—¡Oh!... que pena escuchar eso —expresó Hansuke, e hizo una breve pausa para luego mirar a su antiguo amigo nuevamente—.
Michael, tenemos que hablar un momento de un tema que te atañe.
—Sea lo que sea, Hansuke, me lo puedes decir delante de Armony; ella y yo estamos juntos en todo... absolutamente todo —le remarcó Michael, dejándole bien en claro a su interlocutor su íntima cercanía con Armony.
—Bien, iré directo al punto entonces: la corporación Rottweiler te está buscando por todos lados y desde hace como dos meses han intensificado sus investigaciones de manera exponencial.
Han llegado inclusive a enviar a sus agentes a este lado del mundo... ¡¿Te lo puedes imaginar?! ¡a nuestro propio territorio! y a pesar del armisticio. Se están arriesgando a un nuevo conflicto entre grupos de poder —destacó.
Michael se quedó en silencio, sabía lo que las palabras de Hansuke encerraban y que no eran solo una mera advertencia, eran claramente un sincero ofrecimiento de ayuda.
Y el joven continuó:
—La última vez, cuando me salvaste, yo era menor edad y no tenía ninguna clase de ingerencia en las actividades de nuestra compañía. Eso ya cambió desde hace unos meses, cuando cumplí veinte años. Actualmente mi padre me ha puesto a cargo de algunos sectores importantes y ahora puedo serte de gran ayuda.
Tengo una deuda contigo, solo te pido que no la olvides... porque yo no lo he hecho, ni lo haré jamás —le dijo al tiempo que le estrechaba su mano nuevamente mientras finalizaba:
—Tu enemigo es poderoso, está decidido a todo y te supera ampliamente en recursos; en esta batalla tendrás que usar todo lo que tengas a tu alcance...
Recuerda las palabras del gran Miyamoto Musashi: «Cuando se lucha a muerte, uno debe emplear todas sus armas al máximo. Morir con la espada aún envainada es lo más lamentable».
—Me sorprendes, Hansuke; esa frase la leí en El Libro de los Cinco Anillos, si mal no recuerdo. Siempre tuve el convencimiento de que tu familia seguía únicamente los preceptos de Sun Tzu.
—Estás en lo cierto, amigo... en todo. De hecho, mi padre nos ha inculcado a mis hermanos y a mí, ya desde pequeños, El Arte de la Guerra.
Él siempre ha sido un hombre práctico y que solo busca lo mejor para nosotros, sin embargo, ahora que puedo comenzar a tomar mis propias decisiones, me he inclinado más por el código de honor de los guerreros samurais: el bushido, en donde se pone el énfasis en aspectos como la lealtad, el sacrificio propio, la justicia y el sentido de la vergüenza.
Percibo en sus palabras un camino mucho más digno y con el cual mi alma se encuentra en comunión —agregó el joven mientras sostenía la mirada con Michael por un instante más... y luego de eso, dirigiéndose a Armony, concluyó:
—Me despido de usted, señorita Heart —dijo y, haciéndole una reverencia, se retiró junto con sus acompañantes.
Hubo entonces un silencio, mismo que se prolongó hasta que la comitiva se alejó...
—¿Y bien?, ¿Qué fue todo eso... se puede saber? —preguntó Armony intrigada y sorprendida por esta parte de la vida de Michael que ignoraba completamente.
—Esta noche te lo contaré todo detalladamente, en el hotel —le respondió él muy serio.
Michael necesitaba algo de tiempo para pensar. Las palabras de Hansuke lo habían dejado preocupado, y no lo escondía para nada.
La noche continuó con toda normalidad. Armony y Michael disfrutaron del hermoso espectáculo que fue el concierto, aunque él estuvo mucho más callado e introspectivo que de costumbre.
Una vez finalizado el evento, se retiraron a su hotel...
Allí, en la privacidad de su habitación, la prometida charla dio comienzo:
—Por fin llegamos... ¿Vas a dejar de estar tan misterioso ahora? —le preguntó Armony mientras entraban a la habitación y se quitaba sus zapatos de tacón para estar más cómoda.
—Dime, Armony, ¿recuerdas la anécdota que te conté hace un tiempo sobre aquella situación de emergencia que dio origen al trágico final de mi unidad de rescate en Alaska? —le preguntó él mientras colgaba su abrigo.
—Fue aquella en la que rescataron a un joven asiático, donde murió tu amigo Scott, ¿verdad?
Michael le respondió asintiendo con su cabeza... y continuó:
—El muchacho que rescatamos aquel trágico día era Hansuke, el joven que se nos acercó hoy.
Es hijo de un hombre muy importante, quien, a su vez, es la cabeza de una poderosa familia que lidera un grupo similar a la corporación Rottweiler.
Se trata de la compañía Ryujin, ellos dominan toda la región del continente asiático y, en conjunto con otro grupo de poder aliado de ellos, la zona de Oceanía también.
—Así que fue por eso que vinimos a esta parte del mundo... «aquí la influencia de la corporación Rottweiler se encuentra muy mermada», eso dijiste —le recordó Armony parafraseándolo—. Estamos más a salvo de ellos en estas tierras y era por esto, ¿no es así?
—Correcto... Verás, Armony: en el mundo hay varios grupos de poder que son, en esencia, muy similares a estas grandes corporaciones y compañías; algunas veces, se convierten en aliados y otras, en enemigos, dando así origen a guerras y conflictos armados, los cuales normalmente son pequeños, aunque también pueden llegar a ser grandes... y hasta mundiales —sentencio Michael mirando a Armony de reojo y prosiguió contándole:
—Cuando rescaté a Hansuke en Alaska, estaba en pie un armisticio, que aún sigue vigente, entre la corporación Rottweiler y la compañía Ryujin. Se trata de un pacto de no agresión ni interferencia mutua.
A pesar de eso, aquellos cazadores anónimos fueron enviados por alguien desconocido con el único fin de secuestrar a Hansuke...
¿Quién pudo haberlo orquestado?
La corporación Rottweiler negó haber estado implicada en el hecho; ¡por supuesto!, jamás lo admitirían...
Fueron muy discretos, usaron un grupo de cazadores mercenarios externo y sin relación con ellos para no quedar involucrados... pero todos saben que estuvieron detrás.
¿Con cuál oscuro propósito lo hicieron?, nunca se pudo averiguar cabalmente...
Lo único cierto es que entre ambos grupos existe una especie de guerra fría, con una muy frágil paz que en cualquier momento podría romperse, dando lugar así a consecuencias que serían devastadoras para muchas personas... y tal vez, hasta para toda la humanidad.
—No entiendo cual es tu punto, Michael. ¿Crees que la compañía Ryujin nos entregaría para evitar un conflicto?
—¡¡No!! ¡por supuesto que no!, bajo ningún aspecto harían eso. El honor para ellos no es ningún juego. La deuda que contrajeron conmigo, luego de aquel incidente, los convierte en nuestros aliados; Hansuke, de hecho, vino a ofrecerme su sincera ayuda —aseguró.
—Con que puedan mantener a la corporación Rottweiler lejos de nosotros, para mí, es más que suficiente —le respondió ella de manera tensa, tajante y forzadamente desinteresada.
—¡Armony! ¡¿Qué no lo entiendes?! La compañía Ryujin maneja los mismos recursos que la corporación Rottweiler, poseen una red global de computadoras con datos de toda la población del mundo, tienen oráculos poderosos, decenas de rastreadores y recursos de búsqueda que nos permitirían reconstruir tu pasado...
—Pero... ¿de qué estás hablando? ¿Quieres retomar la búsqueda de la caja de música nuevamente... Valiéndote de ellos esta vez? ¡¿De nuevo con lo mismo, Michael?! —preguntó Armony manifestando su tácito enojo y antagonismo al elevar el tono su voz...
Ambos se miraron desafiantes por un instante, y ella continuó:
—Ya te dije, y muchas veces, que no estoy para nada interesada en reconstruir los acontecimientos de mi vida anterior...
Quiero dejar bien atrás esa caja que solo me ha traído dolor, sufrimiento y problemas.
Una vez ya traté de borrarla de mi existencia siendo Melody, cuando hice el ritual del olvido ¡y por algo lo realicé, aún sabiendo todo lo que implicaba! —enfatizó—. ¿Por qué se te ocurre que ahora querría hacer exactamente lo contrario?
En ese instante Armony se detuvo de súbito y cerró sus ojos apretándolos con fuerza, era como si algo la estuviera afectando profundamente... estaba visiblemente alterada.
Su existencia parecía tender a desestabilizarse mientras que ella solo pretendía tranquilidad y seguridad, a pesar de sufrir un creciente descontento con su vida actual... el cual empeoraba día tras día.
El desequilibro anímico y mental que le había generado la miríada de cambios que afrontaba era cada vez mayor y más intenso... y en ese momento de tensión pico, al recordar la caja de música otra vez, sufrió un nuevo mareo, se puso pálida y comenzó a tambalearse.
Michael la tuvo que sujetar de sus brazos para evitar que se cayera al suelo y la ayudó a sentarse en la cama del dormitorio.
El sello del olvido, aunque fragmentado, seguía actuando en ella... y estos mareos afectaban a Armony de una manera cada vez más frecuente, sobre todo cuando recordaba algo alusivo a la caja de música.
—Lo único que pretendo es ponerle fin a esto que te pasa, Armony.
Es obvio que el ritual del olvido que realizaste no fue para nada una buena idea, solo lograste alejarte de tu futuro y eso nunca sirve a largo plazo, es siempre algo momentáneo.
Nadie puede escapar de su destino... nuevamente te está alcanzando en esta vida, ¿hasta cuando piensas evadirlo?
—¡Pienso hacerlo todo el tiempo que pueda! Solo quiero vivir feliz con Daphne y contigo. ¡¿Qué no lo entiendes, Michael?!... es algo tan simple —respondió ella llorisqueando.
—Mi única intención es ayudarte; te veo sufrir y... —le dijo él cortando su frase, frustrado y preocupado... y se sentó a su lado en la cama, apesadumbrado por la insistente negativa de ella.
—Si quieres ayudarme, entonces olvídate de esa caja de música y no me la recuerdes nunca más —le replicó Armony con dificultad.
—De acuerdo. ¿No quieres reparar tus memorias?... ¡Perfecto!, no lo hagas, es tu vida y tu derecho, pero aún así, podemos usar a la compañía Ryujin para ayudar a Steven en la búsqueda de su familia... ¿Qué opinas de hacerlo?
Armony se quedó callada, reponiéndose y sin mirarlo, y asintió con su cabeza un par de veces.
—¡Bien! bien... al menos podemos estar de acuerdo en eso —se expresó Michael resoplando; discutir con Armony era algo que siempre lo agotaba rápidamente—.
Ya es demasiado tarde, inclusive en Singapur; mañana temprano llamaré a Daphne y le contaré las buenas nuevas... estoy seguro de que se alegrará mucho.
Va a ser mejor que descansemos, este día fue al final demasiado intenso para los dos —definió Michael como colofón, y así ambos se acostaron a dormir.
La doncella de la oscuridad
Tres días después llegó la fecha en la que ambas parejas se reunirían por la mañana en el Aeropuerto Internacional de Haneda, en Tokio, Japón.
El vuelo de Armony y Michael arribó primero, a las 7.50 AM.
A esa hora, el enorme y moderno aeropuerto se encontraba con muy pocos pasajeros deambulando por él.
—¡Vaya!, que poca actividad veo para un aeropuerto tan grande como este; me imaginaba que en temporada alta estaría mucho más lleno de personas —comentó Armony sorprendida.
—Es que aún es muy temprano —le respondió Michael—, en solo un par de horas comenzarán a llegar muchos más vuelos de cabotaje, y principalmente los internacionales, trayendo a muchos pasajeros de los más diversos países. La situación va a ser muy distinta en un rato; este es uno de los aeropuertos más congestionados del mundo desde hace años...
Para mí, es una suerte haber llegado tan temprano, no me gustan los lugares atestados de turistas —concluyó.
Luego de completar los trámites de entrada al país, ambos se dirigieron a recoger su equipaje en las cintas transportadoras.
—Tal parece que el vuelo de Daphne y Steven se encuentra demorado, su llegada ha sido retrasada hasta las 10.05 AM —comentó Michael mientras leía en la pantalla de su teléfono celular un mensaje de texto que le había enviado su hija.
—Faltan como dos horas aún —se lamentó Armony suspirando resignada, pero de inmediato agregó—. Bueno, eso nos da tiempo suficiente para un rico desayuno, un recorrido por el aeropuerto... y tal vez hasta algunas compras; por cierto, es mi primera vez en Haneda, siempre que vine a Japón mis vuelos aterrizaron en el aeropuerto de Narita.
—Entonces, permíteme ser tu anfitrión aquí —le dijo Michael—; ya he estado en este aeropuerto antes y se muy bien adonde ir... y que es lo que más te va a gustar —sugirió con un aire de misterio.
Fue así que Michael llevó a Armony a una zona temática del aeropuerto muy especial, la cual se encontraba llena de restaurantes, negocios y atracciones, pero completamente ambientada en lo que fue el floreciente período Edo en Japón, durante el cual el arte y la cultura clásica nipona brillaron con todo su esplendor.
La decoración era simplemente encantadora: los frentes de los negocios, todos con acabados en madera a la vista, contaban con las clásicas lámparas japonesas, que pendían delante de sus fachadas; mientras que hermosas flores de estación decoraban los pasillos, los cuales a su vez simulaban ser calles peatonales de un distrito comercial del Japón imperial; dandole en conjunto, a todo el ambiente, un aire especial y único a la vez.
—Este lugar es... hermoso, Michael —dijo Armony embelesada mientras ambos entraban a uno de los restaurantes temáticos para tomar un desayuno típico.
La comida fue breve, pero muy agradable, sobre todo para Armony que la disfrutó a pleno. Todos sus sentidos estuvieron inmersos en las sensaciones que el establecimiento le brindaba.
Cuando terminaron, Michael se retiró por un momento al baño y Armony se quedó sola, mirando por la ventana la decoración exterior al local...
En ese instante vio lo que parecía ser alguna clase de pitonisa, justo en frente del restaurante.
Se trataba de una mujer mayor, quien estaba sentada en un pequeño puesto y le estaba leyendo las líneas de la mano a uno de los turistas que pasaban por allí.
—¡Señorita!... dígame, ¿es esa una adivina, acaso? —le preguntó Armony curiosa a una de las mozas del restaurante.
—Sí, así és. Ella forma parte de las atracciones y de la ambientación de esta zona temática.
Más intrigada aún, Armony no pudo evitar salir del establecimiento y acercarse a la mujer... que al verla la abordó:
—Bienvenida. ¿Quieres que te diga que te depara tu futuro? —le preguntó la amable anciana.
—Sí, por favor —le contestó Armony y le extendió su mano derecha con la palma hacia arriba. La mujer la tomó y comenzó a examinarla cuidadosamente con una gran lupa que tenía para eso:
—Veo que la cabra es tu signo, tienes una predisposición natural hacia el arte; la música es como tu alma se expresa, es tu vida... y veo también... oscuridad, te deprimes con facilidad, eres una persona muy emocional.
Armony quedó estupefacta por la precisión que tuvo la mujer con el simple hecho de mirar su mano, pero su sorpresa pronto cambiaría por preocupación, ya que la anciana agregó:
—Te encuentras huyendo actualmente... pero no podrás hacerlo por siempre, el tiempo se te está agotando y pronto deberás enfrentarte a tus peores demonios.
—¿Demonios? —preguntó Armony asustada.
—Sí, ellos son terribles y se acercan a ti... Sin embargo, el dragón te protegerá, él te cuidará del mal.
En ese instante Michael se acercó por detrás de Armony, y la anciana se detuvo.
—Por favor continúa —le rogó Armony, pero la mujer se negó:
—Lo que tú necesitas saber ahora va más allá de mis capacidades, aunque en pocos días más conocerás a una joven que es mucho más poderosa que yo, ella te está esperando y te dirá todo lo que necesitas saber, pero tendrás que ser valiente para aceptarlo, lo que suceda luego de ese momento dependerá solo de ti...
—Muchas gracias —le dijo Armony a la mujer mientras le pagaba por sus servicios.
A partir de ese instante y aunque Armony trataba de disimularlo, Michael la notó incómoda y confundida, fue entonces que decidió llevarla a un lugar que le ayudaría a despejar su mente: el famoso mirador del aeropuerto.
El mirador se encontraba al aire libre, en lo que era en esencia una enorme terraza; desde allí, los visitantes podían ver de cerca a los aviones partir y llegar durante todo el día.
La vista era sencillamente espectacular y Armony una vez más quedó deslumbrada; se aproximó al cerco perimetral y se detuvo al tiempo que Michael la abrazaba por su espalda.
—¿Qué te ocurre?, ¿vas a decírmelo? —le preguntó él al oído y con delicadeza sabiendo que el carácter introvertido de ella la volvía esquiva y renuente a compartir sus problemas internos, aún con él...
—¿Recuerdas la experiencia ECM que tuve cuando casi morí, Michael?
—Sí, claro que la recuerdo bien; fue en aquel hospital en Spokane, me contaste que estuviste con tu alma en los Registros Akáshicos, donde se encuentra toda la información relacionada con las almas: sus pasados, presentes y posibles caminos futuros y que los viste como si fueran una biblioteca infinita llena de libros por doquier —le respondió él y Armony continuó:
—Allí pude consultar mi propio libro de la vida, pero cuando lo quise leer vi que estaba en blanco y aquel extraño monje que me guiaba me explicó que eso era porque el destino no me permitía verlo...
También dijo que las premoniciones que las personas tienen en este plano de la vida suceden porque, de manera inconsciente, logran atisbar las páginas del porvenir que figura en aquellos libros.
Sabes bien que desde hace un tiempo he comenzado a tener unas terribles pesadillas, y que me suceden cada vez con mayor frecuencia...
He comenzado a pensar que son premonitorias; nunca las recuerdo con claridad, se borran de mi mente demasiado rápido...
Empecé a sufrirlas poco tiempo después de aquella experiencia, creo que he quedado con alguna clase de conexión con ese lugar etéreo, una conexión que antes no tenía, Michael —manifestó preocupada.
—El mundo de los sueños forma parte de un plano intermedio entre este plano y el del más allá. No soy un experto en el tema, Armony, pero sé que en el plano onírico entran en juego tanto la mente como el alma.
Los sueños premonitorios tienen su origen en el más allá, eso es algo seguro y si bien pueden motivarse por la capacidad natural que tiene el alma para la clarividencia, también pueden ser inducidos por espíritus que nos quieren advertir de algo...
—Sea lo que sea, Michael, algo muy malo se está acercando, ya lo sospechaba desde hace un tiempo y esa anciana me lo acaba de confirmar.
—No quiero que te angusties, Armony. Yo estaré contigo y lo enfrentaremos juntos, siempre voy a protegerte, nunca lo olvides —le enfatizó él abrazándola con fuerza para darle seguridad y fueron esas últimas palabras las que hicieron pensar a Armony y preguntar:
—Por cierto ¿sabes cual signo eres en el horóscopo chino?
—Sí, soy dragón —respondió Michael y ella sonrió recordando lo dicho por la anciana adivina sin agregar nada más.
El rato pasó, hasta que finalmente el vuelo de Daphne y Steven arribó y ambas parejas se reunieron nuevamente en un muy emotivo encuentro de lo que ya era virtualmente una familia.
Mientras los cuatro caminaban hacia la entrada del aeropuerto, comenzaron a charlar:
—Cuéntame, Steven, ¿cómo les ha ido con la búsqueda de tu familia hasta el momento? —le preguntó Michael.
—Aún no he tenido resultados positivos —respondió Steven con una mueca negativa, apretando sus labios—... La tarea parece titánica, es algo de nunca acabar, solo he logrado descartar algunos posibles objetivos, sobretodo en lo referente a mi hermano, Peter.
En lo que respecta a mi madre es mucho más difícil, según los registros de la Corporación hay miles de probables personas en las que ella podría haber reencarnado.
—¿Y con respecto a tu padre? —preguntó Armony.
—Nada... mi padre lamentablemente creo que va a ser imposible de localizar, al menos con estos registros que tengo —le contestó Steven con tono de frustración y negando con su cabeza—. En su caso es todo lo contrario a mi madre, tal parece que no hay nadie que pudiera ser mi padre en la actualidad, ni siquiera hay una sola persona con vida a quién pueda investigar.
—Tal vez aún no ha vuelto del más allá, no siempre las almas reencarnan inmediatamente después de morir, a veces esperan muchos años antes de volver —le aclaró Michael.
—No lo creo, papá fue muy claro al respecto... en su lecho de muerte me dijo que tanto él, como Peter y mamá volverían de inmediato para que yo pudiera reconstruir a nuestra familia.
Sé perfectamente que justo él no me fallaría, estoy completamente seguro de eso...
Michael lo miró con ojos de compasión, él había pasado por la misma situación que Steven estaba afrontando; cuando comenzó a buscar a Melody no sabía si la encontraría y hasta que se topó con Nayara, la bella adivina zíngara que tanto lo ayudó, experimentó en carne propia lo angustiante que es buscar la reencarnación de un ser amado sin saber si alguna vez se podrá lograr.
Steven notó de inmediato la mirada de Michael y mientras se aflojaba un poco la corbata, agregó:
—Tengo que estar seguro de las palabras de mi padre, Michael, no tengo otra opción.
En ese instante se hizo un impasse... mismo que fue roto por una pregunta de Daphne:
—Explícame una cosa que no entiendo, papá. Si podías recurrir a esta compañía Ryujin, ¿por qué no lo hiciste antes? Según contaste, cuando comenzaste a buscar a mamá, lo hiciste por tu cuenta y sin la ayuda de nadie.
—En aquél entonces, cuando comencé a rastrear a tu madre, la compañía Ryujin fue mi primera opción; pero, cuando les pedí su ayuda, se negaron y no me dijeron ni siquiera el por que...
Mucho tiempo después me enteré que fue porque la corporación Rottweiler la buscaba también y ellos lo sabían; no quisieron interferir arriesgándose a romper el armisticio que ya tenían.
—Al parecer no se sentían tan obligados por la deuda de honor que tenían contigo por salvar a Hansuke —agregó Daphne irónica e indignada—. No me agradan para nada, desde ya te lo digo, papá... creo que son esa clase de gente que te fallan cuando más los necesitas, no puedes contar con ellos.
—Ahora que Hansuke está a cargo de una parte de la compañía, la situación ha cambiado, hija. Estoy seguro de que él siente una profunda vergüenza por lo que ocurrió antes y ahora, estando también en sus manos, va a tratar de reparar aquello que pasó.
Daphne no dijo nada más, su respuesta fue solamente una femenina mirada de escepticismo.
Cuando llegaron a la entrada del aeropuerto, los estaban esperando tres automóviles: se trataba de una gran limusina secundada por dos autos de escolta, ambos con varios hombres a bordo.
Todo el convoy había sido preparado especialmente para ellos por la compañía Ryujin.
Los cuatro subieron a bordo de la limusina y partieron...
El lujoso transporte los llevaría hasta donde funcionaba el corazón del poderoso grupo oriental.
El camino sería largo, pero a su vez hermoso y eso comenzó a manifestarse en cuanto salieron del área metropolitana; el verano reinaba en el hemisferio norte en esta época del año y la campiña japonesa brillaba con todo su esplendor.
La ruta los condujo hacia Fujigoko, la región de los cinco lagos situados a los pies del monte Fuji.
Aunque la limusina tenía vidrios blindados y con un polarizado muy oscuro, la belleza del paisaje era hipnótica... sobre todo para Daphne, dada su profesión de fotógrafa documental:
—¡Adoro este paisaje, es hermoso! Voy a tomar unas fotos rápidas, solo de referencia —dijo al tiempo que sacaba una de sus cámaras fotográficas de su bolso.
En cuanto estuvo lista, comenzó a pulsar el botón de la ventana eléctrica para que el vidrio bajase y poder así registrar las imágenes con sus colores verdaderos.
—¿Qué raro?... no se abre —dijo mientras lo seguía intentando una y otra vez... y unos instantes después se escuchó al chofer que, a través del sistema de comunicación interna, le dijo:
—Señorita, por favor, guarde su cámara, no está permitido tomar fotos durante el viaje y tampoco le puedo dejar abrir la ventana, es inútil que siga intentándolo.
—Pero... ¡¿por qué no, quién lo prohíbe?! —le preguntó la fotógrafa casi increpándolo indignada.
—Es por motivos de seguridad y es parte del protocolo establecido por la compañía —fue la escueta respuesta del conductor.
Daphne, frustada, no agregó nada más, solo dejó la cámara en su regazo y se cruzó de brazos, reclinándose molesta sobre su asiento.
La belleza natural y el relajante paisaje exterior contrastaban ahora con la cómoda pero asfixiante sensación de encierro que había dentro de aquel lujoso automóvil.
Y así el viaje duró cerca de dos horas más...
El camino se internó finalmente por un denso bosque, y en un punto indeterminado del mismo la limusina comenzó a avanzar por un largo sendero, atravesando incontables y grandes torii rojos, los clásicos arcos arquitectónicos japoneses, que en la religión sintoísta señalan la frontera entre lo profano y lo sagrado, los cuales, espaciados sobre el camino, se fundían con los arboles, formando juntos un bello túnel, mismo que desembocaba en un claro donde había un portón doble, muy alto y de aspecto sólido, grueso y pesado...
Las hojas de la gran entrada eran de madera maciza y estaban labradas con la efigie de un gran dragón oriental.
Esas enormes puertas eran la única entrada que se apreciaba en un gran muro blanco que se extendía hacia ambos costados hasta perderse en el bosque, delimitando así el corazón del imperio de la poderosa compañía Ryujin.
Las puertas se abrieron de manera automática ante la mera presencia de los vehículos...
El ingresar en aquel gigantesco predio, era casi como pasar a un mundo aparte:
Había calles que delimitaban manzanas, en donde se erigían conjuntos de casas de estilo oriental moderno, junto con vanguardistas edificios bajos y que en conjunto parecían conformar una pequeña ciudad amurallada.
También había pequeñas plazoletas, todas muy bien decoradas con elementos tradicionales japoneses, propios de las antiguas dinastías, pero que se fusionaban a la perfección con la modernidad y el estilo futurista de la actualidad.
Allí dentro, el pasado y el futuro de Japón eran una sólida unidad.
Todo el complejo se encontraba muy apartado tanto de la gran ciudad capital como así también de cualquier otro centro urbano por varios kilómetros y estaba inmerso en medio de una reserva natural que era también propiedad de la poderosa compañía, contando con una espectacular y perfecta vista panorámica del imponente monte Fuyi.
El viaje concluyó en un patio circular, en donde había varias estatuas y una gran fuente en medio, frente a la cual se encontraba el edificio principal de la compañía Ryujin, el más grande de todo el complejo.
Allí se bajaron y fueron recibidos por una pequeña comitiva enviada por Hansuke, la cual los condujo al interior de la edificación, en donde los esperaba su joven anfitrión acompañado por la misma mujer con la que estuvo en la noche del concierto, ambos vestidos en esta ocasión con ropa ejecutiva:
—Les doy una formal y cordial bienvenida a la compañía Ryujin; acompañenme, por favor —les expresó Hansuke haciendo la clásica reverencia oriental y los condujo así a una sala destinada a reuniones ejecutivas.
La sala era amplia y con poco mobiliario, solo había una gran mesa larga al centro y sillas dispuestas a sus costados.
En la cabecera de la mesa había un hombre mayor con una adusta expresión y pose de autoridad, vestido con un elegante traje occidental oscuro.
De pie y detrás de él, ubicadas una a cada lado, se encontraban un par de mujeres vestidas con finos kimonos, la clásica y tradicional ropa japonesa, ellas eran sus asistentes personales.
—Él es mi padre, el líder de la compañía Ryujin —dijo Hansuke presentando con orgullo a este hombre y luego se sentó junto a él, a su lado se sentó la joven asiática que lo acompañaba en todo momento.
Finalizados los saludos y las presentaciones de cortesía, todos los demás se sentaron a la mesa y las dos asistentes les sirvieron una taza de té a cada uno.
—Es un honor recibir nuevamente aquí al hombre que salvó la vida de mi hijo. Quisiera saber a que debo su visita en esta ocasión —le planteó el padre de Hansuke a Michael.
—Esta vez quiero solicitar los recursos de la compañía Ryujin para encontrar las reencarnaciones actuales de tres familiares cercanos a un buen amigo mío, aquí presente —le respondió Michael señalando a Steven.
—Como colaboración inicial, podemos proveerles los expedientes existenciales de cada uno de ellos; les serán muy útiles para acotar el trabajo de búsqueda... excepto por uno de ellos, mi padre —agregó Steven poniendo las carpetas sobre la mesa.
—¿Esos son los expedientes que le fueron robados a la corporación Rottweiler? —preguntó el padre de Hansuke, demostrando que estaba muy al tanto de todo el incidente que había ocurrido hacía unos meses en la ciudad de Nueva York.
—Sí, lo son —respondió Steven.
—Ellos tienen mejores registros que nosotros acerca de la población de occidente, así como nosotros tenemos mejores registros que ellos en el caso de oriente. Podemos ayudarlos, pero no les garantizo que obtengamos resultados positivos.
—También tengo algo más y que podríamos utilizar para obtener algo de información extra directamente de la corporación Rottweiler... en caso de ser necesario, por supuesto —agregó Steven sacando la tarjeta chip que le había quitado a Sylvia.
En cuanto vieron la tarjeta, Hansuke y su padre cruzaron una tensa mirada entre ellos. La seriedad con la que el padre de Hansuke miraba a su hijo indicaba claramente que algo no estaba bien.
—Padre, tenemos una deuda de honor con Michael. Por favor no me condenes a cargar con el oprobio de negarle nuestra ayuda otra vez, te lo pido como tu hijo.
—¡Tenemos un armisticio que también nos obliga, Hansuke! —le contestó su padre con tono firme.
Luego de un instante de silencio, que fue todo un debate entre padre e hijo, Hansuke decidió hablar:
—Lo siento mucho, pero no podemos usar esa tarjeta en nuestras computadoras. Tiene un sistema de geolocalización que es imposible de violar y que le permitiría a la corporación Rottweiler saber de inmediato que está siendo usada en una nuestras computadoras... Eso sería una clara violación del armisticio que tenemos acordado con ellos, y podría significar inclusive su ruptura.
El tono de Hansuke era de una profunda vergüenza, y su mirada hacia el suelo la enfatizaba. El hecho de que su padre se ofreciera a colaborar solo parcialmente lo afectaba de manera clara y evidente.
—Realmente es muy extraño el concepto sobre una deuda de honor que tienen ustedes —les dijo Daphne en tono sarcástico, crítico y hasta algo desafiante.
—¡¡Usted no tiene ni la más pequeña idea de lo que aquí está en juego, señorita!! —le respondió el padre de Hansuke irritado—. Usted no ha vivido las implicancias de una guerra entre grupos de poder como los nuestros. Nuestras disputas muchas veces escalan hasta implicar a países enteros, y le puedo asegurar que usted no quiere ver una guerra a nivel global...
No es fácil para mí tomar una decisión como esta... ¡El honor de mi hijo, es mi honor también! y la imprudencia no es un lujo que alguien como yo se pueda tomar... El Arte de la Guerra nos enseña que: «Quien desea luchar debe primero saber el costo.»
Armony tomó la mano de Daphne indicándole que se callara y dijo:
—Estaremos muy agradecidos por cualquier colaboración que la compañía Ryujin pueda brindarnos —el respetuoso y escueto comentario de Armony puso punto final a la reunión y el padre de Hansuke se retiró de la sala acompañado por sus dos asistentes...
—Les pido perdón... sobre todo a ti, Michael; realmente no sé ni que decirte —confesó Hansuke muy triste por no haber logrado convencer a su padre de brindar la total colaboración de su gran compañía, como él deseaba.
—Esta bien, lo entendemos, amigo mío. Esperemos que con los datos que ya tenemos podamos avanzar lo suficiente —le respondió Michael.
—Quisiera que todos ustedes fueran nuestros invitados. Podemos atenderlos en lo que necesiten; aquí en Japón, la compañía Ryujin tiene todo tipo de comodidades: complejos vacacionales de lujo, todo tipo de restaurantes y hasta hoteles cinco estrellas, en los cuales podemos alojarlos cómodamente mientras avanzamos con nuestra investigación sobre los posibles objetivos de tu familia, Steven.
Puedo asegurarte que tendremos nuestra búsqueda bastante avanzada en solo dos semanas, nuestras computadoras operan con algoritmos cuánticos que nos permiten analizar enormes cantidades de datos en muy poco tiempo y nuestro personal se encuentra presente en múltiples países —dijo Hansuke.
—No me quedaré vacacionando como un turista más mientras ustedes hacen todo el trabajo, Hansuke. ¿No puedo colaborar en nada, acaso? No me agrada la idea de quedarme cruzado de brazos mientras otros realizan toda la investigación para mí sin que yo ayude de algún modo —replicó Steven.
—Acepta su oferta, Steven... solo será por un par semanas —le dijo Daphne—. Ellos manejan mucho mejor que nosotros los idiomas y las costumbres de las distintas naciones de toda esta región.
Serán unos días de descanso, que no nos vendrían nada mal... Los últimos meses los hemos pasado de un lado para el otro, y han sido realmente extenuantes, al menos para mí —le expresó acariciándole el brazo, mirándolo a los ojos y tratando de convencerlo de un modo en el que solo una mujer puede hacerlo con un hombre.
Luego de un breve instante, en el que Steven lo pensó, respondió a regañadientes:
—Tal vez tengas razón, no me he concentrado en nada más que en mi búsqueda y no he reparado ni siquiera en ti... perdóname por eso, Daphne.
—Está bien, no te preocupes, yo te entiendo, sé muy bien cuan fuerte puede ser el deseo de recuperar a una familia perdida —le respondió ella tomándolo de las manos.
Así fue como ambas parejas accedieron finalmente a la oferta de Hansuke y pasaron casi dos semanas alojados en un hotel de lujo, propiedad del poderoso grupo y ubicado en la ciudad de Yokohama.
Durante ese tiempo, la compañía Ryujin usó sus computadoras y sus propios agentes para descartar a muchos posibles objetivos de todo el mundo, principalmente los correspondientes a Asia y Oceanía, continentes en donde sus bases de datos y presencia eran mucho más importantes...
Habiendo llegado al último día del plazo establecido por Hansuke, Armony y Michael se encontraban finalizando de almorzar en un hermoso restaurante ubicado en el centro de Tokio.
El establecimiento se encontraba en el tercer piso de un edificio que tenía una vista directa del mundialmente famoso cruce de Shibuya, el paso peatonal más transitado del mundo.
Por ese cruce de calles transitaban miles de personas todos los días. Armony jugueteaba con el sorbete de su helado de chocolate mientras, pensativa, contemplaba ese auténtico mar de gente, que en ese horario tan concurrido no se detenía ni por un instante.
—¿Cuántos de ellos se conocerán de otras vidas sin saberlo?... y pasan unos al lado de otros como auténticos extraños —comentó Armony en voz baja—. ¿Cuántos llorarán por la perdida de un ser amado que está más cerca de lo que se imaginan? —continuó preguntándose de manera retórica, más reflexiva que curiosa, mientras seguía jugando con el sorbete de su postre y su mirada se perdía entre las personas que pasaban sin parar.
—Te puedo asegurar que así sucede con muchos de ellos, Armony... algunos ya hasta se habrán tropezado directamente con seres amados en otras existencias sin darse cuenta.
Cada vez que morimos, nos llevamos deudas de favores que queremos pagar, así como también rencores que no nos dejan en paz en el más allá. Es muy normal y común que queramos volver a encarnar cerca de las personas con las que mantenemos esos fuertes lazos, sean positivos o negativos. Ese es uno de los motivos por el que la mayoría de la gente se siente atraída a pasar toda su vida en el mismo sitio o lugares cercanos, el sentido de pertenencia o arraigo se basa en eso principalmente.
Solo unos pocos viajan por el mundo y se establecen en diferentes lugares...
—Pero, por más que estén cerca, y aún viviendo en la misma ciudad, la mayoría de las personas no llegarán ni a conocerse entre sí nunca en toda su vida —replicó Armony un poco escéptica.
—El destino es mucho más complejo de lo que piensas —le respondió Michael—. No necesita de una interacción directa entre las personas implicadas en un hecho determinado para equilibrar la balanza. Es algo muy frecuente que el destino se valga de las vidas de otros para hacer que las deudas se paguen, los hechos fortuitos son una clara muestra de lo que te digo.
Es como ese juego en el que se forman varias fichas de dominó parándolas una tras otra para que se derriben en cadena, la primer ficha no necesita tocar a la última para hacerla caer; del mismo modo, un buen o mal acto que hayamos perpetrado no necesariamente va a retornar a nosotros por la mano de la persona que lo recibió.
Las cadenas de acciones se extienden entre los seres tanto como la vida misma...
Un momento después, Armony giro su cabeza hacia un televisor que se encontraba en una pared lateral a varios metros de distancia de la mesa en la que estaban, y cambió de tema por algo que se avecinaba:
—No entiendo nada de japonés, pero creo que en ese reporte meteorológico están alertando que se viene una tormenta fuerte.
—Sí... y así es —le respondió Michael preocupado al tiempo que miraba por la ventana hacia el cielo—. Esas nubes son claramente el comienzo de una tormenta tropical que no va a tardar mucho en llegar hasta aquí —aclaró. Él conocía mucho de meteorología por su afición al mar y sabía perfectamente cuan terrible podía llegar a ser una tormenta de esas características—. Va a ser mejor que nos volvamos al hotel antes de que se desate —definió.
—Bien, y, mientras tanto, voy a llamar a Daphne para avisarle de la tormenta —dijo Armony tomando su teléfono celular.
En el corto lapso de tiempo que transcurrió entre que salieron del restaurante y llegaron hasta una terminal ferroviaria, la tormenta se acercó lo suficiente como para comenzar a cubrir toda la ciudad y sus alrededores con su oscura sombra.
Rápidamente, el cielo se torno negro como la noche y las nubes más impacientes comenzaron a dejar caer sus primeras gotas.
Las personas en las calles empezaron a caminar apurando el paso mientras el viento comenzaba a crecer en intensidad y fuerza, indicando de ese modo que la enorme metrópolis se encontraba justo en el medio de un centro de baja presión atmosférica, y que pronto se convertiría en el lugar donde la tormenta descargaría toda su furia.
Armony y Michael se dirigieron al mismo sector de la estación donde los dejó el tren que los había traído desde Yokohama en la mañana:
—¡Mira, Michael! tenemos suerte, hay un tren en la plataforma —le señaló Armony mientras subía impaciente para no mojarse y buscaba un asiento junto a la ventanilla, desde donde podría ver claramente la gran tormenta que se estaba por desatar.
—Voy a comprar un par de pasajes. ¡No te muevas de ahí!, no quiero que nos perdamos —le enfatizó Michael y se retiró por un instante, dejándola sola.
Armony estaba feliz, le gustaba el momento previo a las tormentas, sobre todo las más fuertes, disfrutaba de ver la furia de la naturaleza desde un lugar seguro: los vientos, los rayos y las precipitaciones fuertes siempre le parecieron un maravilloso espectáculo de la naturaleza, algo imperdible y lleno de energía.
Mientras miraba por la ventana, se distrajo; no se percató de que muy pocos pasajeros habían abordado el tren junto con ella, ni siquiera hizo caso a las sirenas que alertaban a los pasajeros de que el tren estaba a punto de partir hasta que, de manera completamente inesperada para ella, las puertas del tren se cerraron...
Giró entonces su cabeza buscando a Michael que no había llegado aún... y en ese momento lo vio corriendo hacia el tren.
Se puso de pie alarmada y se presurosa acercó a una de las puertas:
—¡Michael! ¡¿qué está pasando?!
—Este tren no es el que teníamos que abordar para volver a Yokohama, Armony —le dijo él agitado, desde el otro lado de la puerta y ante la atónita mirada de ella.
El tren empezó a moverse en la dirección opuesta a la que tenían que ir. Michael tomó uno de los boletos que había comprado y lo deslizó por la unión que quedaba entre ambas puertas:
—¡Tómalo y no lo pierdas! —le gritó él corriendo tras el tren.
Armony agarró el boleto confundida y con cara de estupor... A medida que el tren se alejaba, Michael le hizo el clásico gesto con la mano indicándole que la llamaría por teléfono, y un par de segundos después, el móvil de Armony sonó:
—¡¿Y ahora qué hago?!... ¡¿Hacia dónde se dirige este tren, Michael?! —le pregunto ella completamente arrebatada por los nervios.
—Tranquila, no te desesperes... Primero, si viene algún guarda pidiendo los boletos, simplemente le muestras el que te acabo de dar.
—¡¿Y si me pregunta algo del pasaje, como se le explico?! el boleto no coincide con el lugar a donde voy ¡y no hablo nada de japonés!
—Él va a entender la situación, eres una turista y lo tuyo ha sido una simple confusión...
Ahora bien, estás en un tren que es un servicio especial expreso y que va hacia la ciudad de Kawagoe, es una ciudad que está muy cerca de Tokio, en menos de una hora estará arribando.
Escuchame con atención: quiero que te bajes allí, en la primera estación donde se abran las puertas y que me esperes, voy a alquilar un auto y llegaré a recogerte.
—¿Por qué no te vienes en el siguiente tren?
—No habrá más trenes hasta que la tormenta termine, parece que va a ser muy fuerte y están limitando los servicios, me lo dijeron en la boletería cuando compré los pasajes.
Gracias a la rápida intervención de Michael, la situación parecía estar encarrilándose y Armony comenzó a calmarse un poco...
—Dime, ¿por qué me pasan estas cosas a mí, Michael? —preguntó Armony lamentándose, aunque más serena y resignada.
En ese momento el teléfono se quedó sin cobertura, la tormenta se estaba desatando con una furia inusitada y estaba afectando seriamente a toda la región, incluyendo sus comunicaciones inalámbricas.
—Bien, Armony: tu situación es bastante mala... aunque parece estar bajo control, ahora lo mejor es que te sientas y esperes pacientemente a que el tren llegue a la estación y abra sus puertas —se dijo a sí misma en voz baja para darse ánimos y sosegarse un poco más.
«Al menos aún tengo a la tormenta para entretenerme», pensó.
Se sentó nuevamente en su lugar y se quedó así: contemplando el día lluvioso por la ventana del tren y rogando no tener más problemas por el momento.
Tres cuartos de hora después, el tren llegó con una perfecta puntualidad a Kawagoe.
Armony se bajó rápidamente, como le había ordenado Michael y buscó un lugar a reparo de la lluvia que todavía caía con relativa fuerza.
Había muy poca gente y el andén estaba prácticamente vacío.
Recorrió la estación con su vista y entonces caminó hacia la entrada; desde allí contempló la ciudad...
Notó de inmediato el brusco cambio de aspecto con la gigantesca metrópolis que era Tokio.
Kawagoe era una ciudad con un encanto clásico, su arquitectura estaba relacionada con la del Japón antiguo y pintoresco, con su estilo tan particularmente bello; aquí abundaban los edificios con aspecto histórico y su aire era más propio del período Edo.
Al alejar su vista de la zona de la estación, Armony se sintió como si fuera transportada en el tiempo: el paisaje urbano cambiaba de a poco y empezaban a aparecer construcciones bajas, de madera laqueada en negro, con techos de tejas grises y esa tan única semblanza con la época medieval oriental.
Tomó un folleto para turistas que había quedado abandonado en un asiento cercano y comenzó a ojearlo....
Allí se mencionaban los principales atractivos de la ciudad y también había un mapa de la misma; Armony amaba los mapas, siempre le fue muy fácil orientarse con ellos, cada vez que llegaba a una ciudad desconocida, esa era una de la primeras cosas que buscaba.
La tormenta había amainado momentáneamente, apenas caían unas gotas raleadas; en ese instante Armony se sintió algo aventurera y tuvo ganas de hacer un pequeño recorrido muy rápido por la ciudad.
Miró su teléfono una vez más y aún seguía sin cobertura.
«Solo serán quince minutos, volveré a la estación antes de que llegue a recogerme Michael», pensó... entonces subió la capucha de su piloto y entusiasmada comenzó a recorrer los alrededores de la estación...
Aunque aún era temprano, la oscuridad ya se había apoderado del final de la tarde, tornándola así en noche. Las luces de la ciudad ya se estaban encendiendo, sin embargo, eso no amilanó a la curiosa Armony que continuó.
Sin darse cuenta, comenzó a dejarse llevar por sus ansias de explorar y perdió la noción del tiempo. Caminó libremente, confiando solo en su mapa... hasta que, en un momento, se encontró frente a una callejuela muy pintoresca, la cual se internaba dentro de un barrio comercial.
«¿Qué hago ahora? ¿la recorro o no? Michael viene en camino a la estación, tal vez no debería... aunque, ¿cuánto más puedo tardarme? Solo cinco minutos y me vuelvo», pensó sin meditarlo más y se internó en la llamativa callejuela.
Una vez dentro, vio que se ramificaba intrincadamente, dando la idea de ser un auténtico laberinto urbano. Lo estrecho de los pasillos, los carteles luminosos, los edificios de dos o más plantas que la bordeaban le hacían sentir la inexplicable atracción de poder encontrar algo inesperado al girar en cada esquina...
Armony caminó sin rumbo fijo, hasta que finalmente se encontró en un sector que era más oscuro que el resto, ahí había muchos menos carteles luminosos y comenzaban a aparecer comercios que se especializaban en artículos esotéricos; había entrado indudablemente en un sector único del laberíntico barrio, una zona en donde las energías etéreas estaban mucho más presentes.
Se detuvo delante una pequeña tienda muy especial y que le llamó poderosamente la atención...
El establecimiento contaba con una muy elaborada decoración en sus molduras externas, a un costado de la puerta de entrada había una fina y detallada estatua de mármol de una antigua dama japonesa a escala real; tras la vidriera principal, gruesas cortinas negras y rojas impedían ver hacia dentro. Solo un cartel exterior definía a que se dedicaba el lugar: «visión de vidas pasadas».
«Esto no puede ser una casualidad», pensó Armony y tímidamente, aunque fascinada, entró...
Al mover la puerta, una campanilla ubicada en el ángulo superior de la misma alertó de su llegada.
El local no era muy grande por dentro. Se trataba de un ambiente rectangular, de unos tres metros de frente por cinco de fondo; estaba muy oscuro, solamente iluminado por una tenue luz la cual provenía de unos pocos artefactos lumínicos que estaban artísticamente decorados.
Una enorme y gruesa alfombra circular dominaba el centro del ambiente y sobre ella pendía del techo la lámpara principal, un aplique de bronce con dragones que partían hacia los cuatro puntos cardinales.
En las paredes se podían ver colgados algunos pergaminos con inscripciones en caracteres asiáticos que Armony no comprendía y también algunas pinturas que hacían alusión a escenas del Japón antiguo, con rituales relacionados al más allá en ellas...
Todo el ambiente se encontraba inundado por el humo de varios incensarios que aromatizaban el aire y le daban una atmósfera de mayor misterio aún, con sus delgadas columnas de humo que se desvanecían al elevarse, fundiéndose con el ambiente.
Delante de Armony, como a tres metros de distancia, había una cortina colgante, conformada por centenares de eslabones y algunos ornamentos intercalados.
Esa separación daba la sensación de ser decenas de cadenas que protegían al visitante de algo o alguien que se encontraba detrás por de esa cortina, en donde se apreciaba la silueta de una persona.
Armony se detuvo de inmediato al advertir esa presencia... solo había caminado un par de pasos dentro del local:
—Hola... —alcanzó a decir con voz temblorosa, dirigiéndose a la figura desconocida.
Un instante después, las cadenas se agitaron suavemente y de entre ellas surgió una mujer: en una de sus manos tenía un wagasa, el tradicional paraguas de papel japonés, el cual aún estaba cerrado, con su otra mano sujetaba una máscara por delante de su rostro...
La femenina figura caminó lentamente hacia ella como surgiendo de entre esas tinieblas hasta pararse debajo de la lámpara principal, justo en el centro de la habitación.
En ese momento Armony la pudo ver con claridad: se trataba de una mujer vestida al estilo clásico antiguo japones, con un profusamente estampado y hermoso kimono muy oscuro, dominado por los colores negro y bordó principalmente, anque al mismo tiempo bellamente decorado con detalles en dorado y blanco.
Su cabello era de un color tan negro como el ónix salvo por un largo mechón teñido de violeta, mismo que le caía por el costado de su frente rasgando esa oscuridad de su cabello en dos.
El prolijo peinado que ostentaba era muy elaborado y a la usanza antigua: estaba parcialmente recogido y arreglado con bellos kanzashi, ostentosos adornos brillantes que tradicionalmente han usado siempre las mujeres japonesas en sus más finos tocados.
En sus manos llevaba puestos un par de guantes de red negros, decorados con volados y transparencias, pero sin dedos, lo cual dejaba apreciar sus largas y finas uñas, pintadas absolutamente con un brillante esmalte negro.
Su rostro no se podía apreciar a causa de la máscara que sujetaba delante de él, y fue justamente esa máscara lo que inquietó a Armony sobremanera, ya que era una máscara horrible que parecía ser la cara de un furioso demonio.
Esa máscara demoníaca es conocida en el teatro japonés como hannya, tiene dos afilados cuernos saliendo de sus sienes y un par de ojos saltones que observan desde abajo de una abultada frente. La boca es un agujero profundo, con unos dientes caninos grotescamente exagerados y que emergen de ella como los amenazantes colmillos de un animal salvaje.
La máscara representa a un alma torturada por fuertes sentimientos negativos, mismos que la convierten en un peligroso demonio de furia y venganza.
—¿Mi aspecto te atemoriza? —le preguntó la mujer con una sensual voz muy femenina oculta tras la horrible máscara, su tono fue suave y su cadencia, misteriosa.
—Solo un poco —le respondió Armony conteniendo su miedo, y le preguntó—... ¿Por qué la usas?
—Por que me encantan las máscaras. Tengo muchas de ellas aquí en mi tienda.
Siempre he admirado el teatro japonés, especialmente el estilo noh; en él se utilizan diferentes tipos de máscaras... aunque, contrariamente a lo que se acostumbra en occidente, las máscaras que se usan en escena no son para disfrazar a quien las lleva, sino que muestran la verdadera manera de ser del personaje, su auténtico estado anímico... la esencia de su alma.
Armony en ese momento sintió un escalofrío que le recorrió toda su espalda, mientras que su interlocutora continuaba con su explicación:
—Soy una clase especial de adivina; cuando entra un nuevo cliente usualmente tomo la máscara que más me inspira el estado emocional de esa persona y me presento con ella puesta.
Lo que ves en este momento frente a ti es como un espejo de tu espíritu. ¿Debes ser una mujer emocional y celosa, verdad?
—Tal vez... eso me han dicho a veces, aunque yo no me considero así realmente —respondió Armony.
—Deberías de controlar ese aspecto tuyo o terminarás lastimando a quienes más amas.
Esta máscara representa eso justamente; una mujer que puede volverse un demonio a causa de sus celos... y como todo demonio, solo termina generando dolor —expuso la mujer dejando escapar una leve risa—.
Las máscaras son siempre tan mal interpretadas... se dice que son para ocultar algo, pero en realidad la máscara devela el interior de quien la elige, muestra como es la persona por dentro, desnuda su ser al ocultar su rostro.
En ese instante se hizo un impasse de silencio...
—Lamentablemente, llegaste en un mal momento. Estaba a punto de cerrar e irme, en los días de lluvia no suelen venir muchos clientes a verme —comentó entonces la misteriosa adivina.
—Perdón, no lo sabía, solo entré por...
—¿Curiosidad? —preguntó la mujer completando la frase de Armony.
En ese instante retiró la espantosa máscara de su rostro y se mostró al fin: era una mujer joven, de unos veinticinco años, dotada de una hermosura envidiable, la cual se centraba en sus ojos: bellos, exóticos, misteriosos... y que desde sus negros iris transmitían una penetrante mirada que parecía llegar incluso más allá del infinito.
Su maquillaje, cuidadosamente aplicado, estaba principalmente acentuado en sus labios que eran de un color rojo, intenso como el fuego y sus ojos se encontraban delineados por un grueso contorno negro; todo en ella era una combinación perfecta entre una dama japonesa clásica y una mujer de estilo gótico moderno.
—Me llamo Kasumi y te doy la bienvenida a mi humilde tienda —dijo con una inquietante sonrisa mientras guardaba la máscara entre los pliegues de su kimono.
—Yo soy Armony, es un placer conocerte... pero, creo que he sido un poco inoportuna; tal vez sea mejor que vuelva en otro momento —dijo asustada, retrocediendo un paso, casi a punto de irse ya.
—No, Armony, no te vayas aún... este momento es precisamente el que decidió el destino, además, puedo asegurarte que tú no volverás aquí nunca más una vez que salgas por esa puerta; es lo que siento de ti, solo piensas en huir.
Armony la miró intrigada, Kasumi parecía conocer mucho más sobre ella de lo que debería saber una perfecta desconocida.
—Nada es casual, Armony, no lo es ni el hecho que estés aquí en esta fecha ni tampoco el que esté lloviendo —Armony la miró confundida, ante lo cual Kasumi procedió a explicarse mejor—.
En Japón tenemos incontables festividades y tradiciones, este mes celebramos el Tanabata y como casi toda festividad, tiene una antigua historia asociada a ella:
Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, vivió una hermosa joven llamada Orihime; ella era la hija de Tentei, el rey del firmamento.
Orihime disfrutaba creando magníficas telas a orillas del río Amanogawa, que es lo que conocemos como la Vía Láctea.
Sus espléndidas telas se usaban en la confección de las vestimentas de los dioses y ella encontraba en esta actividad casi todo lo que podía desear para ser feliz.
Así, Orihime pasaba plácidamente los días en la llanura alta del cielo, absorta en su tarea y al ritmo del monótono sonido de la lanzadera del telar. Sin embargo, a causa de su absorbente trabajo, la princesa no podía conocer a alguien de quien enamorarse, lo cual la entristecía y preocupaba a su padre enormemente.
Apiadándose de ella, una mañana el destino propició un encuentro entre la princesa y un joven y apuesto pastor de bueyes llamado Hikoboshi, quien vivía al otro lado del río Amanogawa.
Cuando se conocieron, se enamoraron perdidamente y al instante...
Aunque mantuvieron el romance en secreto, el rey del cielo advirtió en su hija el amor que sentía por Hikoboshi y finalmente los unió en matrimonio.
Todos estaban muy felices, sin embargo, la felicidad no iba a durar para siempre, ni siquiera por mucho tiempo.
El apasionado amor y el indescriptible gozo que sentían Orihime y Hikoboshi por el mero hecho de estar juntos provocó que descuidaran sus deberes: Orihime dejó de tejer y los dioses celestiales se quedaron sin telas para sus vestidos; Hikoboshi, por su lado, abandonó a los bueyes a su suerte, los cuales terminaron desperdigandose por el firmamento y provocando destrozos por donde pasaran.
Todo aquello enfureció Tentei. ¡¿Cómo podía ser que su trabajadora hija se hubiese vuelto tan descuidada?! En castigo, el rey del cielo, decidió alejar a los dos amantes entre sí, colocándolos a cada lado del Amanogawa, siendo a partir de entonces Orihime la estrella que llamamos Vega y Hikoboshi la estrella Altair, ambas separadas por la Vía Láctea, quedando así como los podemos ver hoy en día con solo elevar nuestra vista hacia al cielo nocturno.
El rey les prohibió terminantemente que volvieran a juntarse nunca más...
Orihime, muy triste por la pérdida de su esposo, le rogó a su padre entre amargas lágrimas que la perdonara y les permitiera volver a verse. Tentei, conmovido por ella, le prometió entonces que les permitiría reunirse una sola vez al año: el séptimo día del séptimo mes... siempre y cuando ella trabajara con dedicación y tuviera listo su trabajo para ese entonces.
La princesa cumplió con la condición que su padre le había impuesto; sin embargo, la primera vez que intentaron verse con Hikoboshi se dio cuenta de que no podían cruzar el Amanogawa, dado que no había puente alguno.
Orihime lloró tanto que una bandada de grullas vino en su ayuda y le prometieron que harían un puente para que pudieran cruzar; así las aves volaron sobre el río celestial con sus alas totalmente desplegadas y formaron un paso con sus cuerpos por el que Hikoboshi cruzó camino a los brazos de su amada, disfrutando los dos así una vez más de su mutua compañía...
Terminada la noche, él volvió a su trabajo como pastor de bueyes y ella se quedó tejiendo en su telar, anhelando ambos su próximo reencuentro el año venidero.
Desde ese entonces esta noche es la única ocasión que tienen cada año de poder verse los dos amantes.
Sin embargo, y desgraciadamente para ambos, su anual encuentro depende de las condiciones meteorológicas: si la noche del encuentro está despejada, también lo estará el camino que los unirá, pero si esa noche llueve, eso les impedirá a las grullas volar y formar el mágico puente...
La lluvia en esa noche especial es mucho más triste que las de las demás y es por ello que se llama: la lluvia de las lágrimas —concluyó Kasumi.
—¿Esta es, entonces, una de esas noches, esta es la lluvia de las lágrimas?
—Así es, Armony... tristemente hoy los amantes permanecerán separados por otro año más y ¿quién sabe que ocurrirá el año próximo?, la lluvia podría volver a repetirse...
—No entiendo por que me has contado esa historia, Kasumi.
—Es que percibo muchas similitudes con tu propia historia, Armony. Así como Orihime tenía el deber de tejer en su telar, tú también tienes un deber que cumplir, ella también se alejó de sus obligaciones para disfrutar de su amor, al igual que lo haces tú... y ella fue castigada por eso, fue separada de su amor del mismo modo en que tú ya lo has sido en tu vida pasada y como lo volverás a ser en esta si sigues actuando como hasta ahora, eso te lo puedo asegurar.
Se te está dando la oportunidad de enmendar tu camino, pero tu tiempo se esta agotando...
Nadie escapa del destino, Armony y mucho menos por varias vidas. Aún no lo logras aceptar, ¿no es así? —concluyó.
Atónita, con su rostro estupefacto y sin poder articular palabra alguna, Armony solo atinaba a mirar a Kasumi con la boca abierta.
—Déjame contarte algo más sobre mí, Armony: yo tengo una facultad muy especial de nacimiento y es algo en extremo raro de ver...
A mi don único se la conoce como: los ojos del infinito, consiste básicamente en la capacidad innata que poseo de poder ver grandes fragmentos completos de las vidas anteriores en las personas con solo tocarlos y mirarlos directamente a los ojos.
Podría decirse que es una clase especial de videncia, la cual se enfoca en la visualización de vidas pasadas, de existencias olvidadas.
Según dicen algunos sabios, solo nace una persona en el mundo cada cien años con mi don, eso es para que la humanidad solo tenga a un individuo como yo en cada generación.
—¿Tú, entonces, puedes ver quién fuí a pesar de no habernos conocido en una vida previa? —le preguntó Armony titubeando.
—Sí. Puedo ver no solo la vida anterior de cualquier persona, sino remontarme aún más, mucho más atrás todavía... aunque, claro está, eso me conlleva un esfuerzo que es cada vez mayor cuanto más hacia el pasado me interne.
Con solo verte a los ojos puedo decir que eres una gran violinista, talentosa desde niña. También veo que te persiguen desde entonces esas personas de... la corporación Rottweiler.
Percibo, además, que tú quieres recordar algo, pero el olvido sella tus memorias y te lo impide.
Yo puedo recordarlo todo por ti, Armony. Si me das tu mano, puedo llegar a ser absolutamente precisa y detallada, solo necesito hacer un contacto físico y directo contigo; déjame demostrártelo —le propuso Kasumi extendiendo su mano derecha con la palma hacia arriba.
Armony hizo el gesto inmediato de darle su mano izquierda, pero se detuvo en seco, fue un movimiento casi espasmódico, como temiendo algo, Kasumi le parecía peligrosa, algo en ella le inspiraba un profundo temor, todos los cabellos de su nuca se le erizaron juntos; aunque al mismo tiempo, sentía una fuerte atracción por el profundo misterio que de ella emanaba, era algo muy difícil de contener y similar a lo que ocurre cuando un animal se queda mirando hipnotizado a un fiero depredador que esta a punto de devorarlo.
—No hay nada que temer, Armony, esto es seguro para ti y, además, lo haré completamente gratis... esta vez. Siento mucha curiosidad y quiero sinceramente ayudarte —le dijo sonriendo falsamente al tiempo que entrecerraba sus ojos.
Armony le dio su mano de manera inocente y en cuanto la tuvo, Kasumi cerró sus dedos, agarrándola de un modo delicado, pero con firmeza al mismo tiempo.
—Mírame a los ojos y escucha mi voz —le dijo la pitonisa de manera suave y pausada, Armony lo hizo y al mirarla sintió como era envuelta por la misma fascinación que atrapa a la presa ante la mirada de la serpiente.
En la profunda negrura de los ojos de Kasumi se empezaron a vislumbrar escenas de un pasado remoto, un pasado al que Armony no podía acceder con su mente...
—Te veo claramente, Melody, eras una afamada pianista, tu vida era tan feliz y exitosa, aunque huyendo de tu destino... corriendo sin saberlo.
El por que escapabas se encuentra en otra de tus existencias vividas en este plano —en ese momento Kasumi inspiró profundamente y apretó más fuerte la mano de Armony, quien manifestó su incomodidad con una mueca de dolor.
La vidente comenzó a contonear suavemente su cabeza y hombros al tiempo que se agitaba y empezaba a sudar emitiendo cortos y esporádicos gemidos, su esfuerzo estaba manifestándose.
—Ahora, me remontaré a una vida anterior a la que recuerdas parcialmente de cuando fuiste Melody... viajaré aún más atrás —dijo mientras daba una profunda inspiración.
Pasó un instante, y agregó:
—Veo bailarinas de ballet danzando. Estuviste relacionada con el arte clásico... siempre fuiste una mujer muy talentosa y prodigiosa para expresarte con tu alma.
—Me lastimas la mano, Kasumi; suéltame, por favor —le pidió Armony en ese momento, ante la fuerza que estaba ejerciendo la adivina.
Sin embargo, Kasumi no le hizo caso alguno; en lugar de eso, inspiró profundamente de nuevo y apretó su mano aún más, provocando que Armony diera de inmediato un corto quejido de dolor.
—¡Me estás lastimando! —le gritó asustada y comenzó a tironear de su mano para liberarla.
Kasumi continuaba esforzándose y haciendo caso omiso a los incesantes ruegos de Armony al punto de que ya le costaba mantenerse en pie; estaba absolutamente concentrada y decidida a ver cuanto pudiera del pasado de ella.
—¡¡Y veo tu vida anterior a esa ahora!! —gritó Kasumi sonriendo excitada y sin soltarla, hasta que finalmente Armony logró zafar su mano del agarre de la vidente.
Armony retrocedió sujetando su dolorida mano contra el pecho, su rostro estaba pálido y tenía una expresión desencajada, había quedado muy asustada por la actitud de la oscura pitonisa.
—Nadie puede escapar de su destino, Armony. Cada vez que lo intentas mueres. ¿Qué, acaso, no puedes entenderlo? ¡Deja de huir de una buena vez y completa tu propósito existencial en esta vida o tendrás que hacerlo en la siguiente!... No importa durante cuantas vidas insistas en seguir huyendo, algún día tendrás que cumplir con tu destino, shikata ga nai...
Armony la miró confundida, ella no entendía casi ni una palabra de japones, pero esa última expresión de Kasumi la recordaría... y la recordaría muy bien.
Temiendo sin saber bien a que, Armony salió de la tienda de Kasumi y, a pesar de que la lluvia volvía a caer intensamente en ese momento, comenzó a correr aterrada por el callejón, alejándose lo más rápido que podía de ese lugar; no obstante, mientras corría, alcanzó a escuchar a la vidente, quien de lejos le gritaba:
—¡¡¡Corre si quieres y sigue huyendo, pero nunca lograrás escapar de tu pasado, princesa fugitiva!!! —Kasumi coronó esas palabras con una carcajada motivada por una inexplicable satisfacción, misma que se perdió entre el crepitar de las gotas de lluvia.
Armony continuó su frenética carrera sin detenerse, escuchando solamente el chapoteo de sus pisadas en los charcos de agua de la calle; sin embargo, en su mente las palabras de la oscura doncella resonaban sin cesar una y otra vez...
Sin darse cuenta de como lo hizo, logró llegar hasta el andén de la estación. Fue algo casi instintivo, estaba completamente mojada por la lluvia y sin aliento ya; se quedó de pie, exhausta, doblando su cintura y apoyando sus manos en las rodillas, tratando solo de recuperarse...
Instantes después escuchó que de lejos alguien pronunciaba su nombre, alzó su mirada y para su regocijo era Michael que la estaba llamando mientras se acercaba a ella angustiado.
Armony corrió hacia él, abrazandolo más fuerte que nunca esta vez y él la abrazó del mismo modo:
—¿Dónde te habías metido?... y ¿por qué estás empapada? ¿qué te pasó? Te estuve buscando desde hace un buen rato. Creí que te había perdido, me preocupé mucho, Armony.
La aventurera violinista solo atinó a responderle entre lágrimas:
—Quiero que nos vayamos cuanto antes de aquí... por favor, Michael.
Asustada y mojada, se arrepintió internamente por haberse alejado de la seguridad que le brindaba la estación de trenes e internado en ese mundo de misterio, el cual la había estado esperando, tal y como le supo anticipar la anciana del aeropuerto solo un par de semanas atrás.
Una vez en el auto junto a Michael y mientras viajaban de regreso rumbo a Yokohama, Armony permanecía callada, tratando de asimilar su extraña experiencia mientras que las palabras de Kasumi no dejaban de resonar en su cabeza: «cumple con tu propósito existencial en esta vida o tendrás que hacerlo en la siguiente», «shikata ga nai»... «nunca lograrás escapar de tu pasado, princesa fugitiva»; las escuchaba una y otra vez, atormentándose sin poder comprenderlas y dándose cuenta de que su pasado no estaba tan lejos de su vida actual como ella deseaba.
Sin embargo, y aunque aún no lo sabía, las palabras de la oscura pitonisa guiarían sus pasos y la marcarían profundamente en los días venideros...
Algo dentro de Armony había comenzado a cambiar.
El santuario del dragón
El día amaneció parcialmente despejado y con una suave brisa que auguraba una hermosa jornada.
La tormenta tropical del día anterior era ya un mero recuerdo; las negras y densas nubes habían enfilado su derrotero hacia el horizonte y en su retirada dejaban tras ellas un cielo completamente diáfano, con un resplandeciente sol en él, el cual iluminaba con todo su esplendor la oriental mañana nipona.
Armony se había levantado inusualmente temprano y contemplaba el día desde la habitación de su hotel; siempre, el ver como una fuerte tormenta se retiraba, dando lugar a la tranquilidad y bonanza de un cielo despejado, era una sensación que le encantaba percibir...
Parada junto a un gran ventanal que daba al balcón de su cuarto y con una taza de chocolate caliente en la mano, miraba el marcado contrate entre los nubarrones y el cielo despejado... y al mismo tiempo, recordaba su extraño encuentro con Kasumi, repasaba en su mente el perturbador evento una y otra vez, esperando llegar a alguna conclusión que le era esquiva.
—¡Buenos días! Que sorpresa verte levantada antes que yo —le dijo Michael sacándola de su introspección mientras se le acercaba por detrás y la abrazaba con cariño por su espalda, dándole un beso de buenos días en la mejilla.
—Buenos días —le contestó ella mirándolo de reojo.
—Parece que el día de ayer te afectó hasta en tu buen dormir... ¿Vas a contarme finalmente que te ocurrió en Kawagoe? Espero que luego de una noche de descanso ya te sientas con el ánimo suficiente —agregó él tratando de indagar cual había sido el extraño suceso del día anterior, y del cual aún no sabía nada.
Sin embargo, Armony no había podido dormir nada bien; nuevamente, extrañas pesadillas, de las que casi no recordaba nada, la habían torturado durante toda la noche y estaba de mal humor.
El tener esos perturbadores sueños no era algo habitual en ella pero, cuando se daban, la dejaban completamente agotada...
Lo que Armony no sabía era estas pesadillas distaban mucho de ser como cualquier otra que pudiera haber tenido antes.
Kasumi le había ocultado algo un dato muy importante acerca de su tan particular don, una información que posiblemente hubiera hecho que Armony se negara a que ella hurgara libremente en la memoria de su alma; y era que: cuando el poder de la adivina actuaba en alguien, causaba que la propia persona recordara, en ese instante, los mismos pasajes de esa existencia anterior que la propia adivina lograba ver.
Era como un despertar parcial que se enfocaba solamente en la vida y momentos específicos a los que Kasumi accedía en el momento de su videncia.
En Armony, el poder de Kasumi se había visto ofuscado por el sello del olvido que la afectaba, el cual bloqueaba en parte el contacto natural que debía existir entre su mente y su alma; era por eso que, en ella, esas memorias de vidas pasadas se habían manifestado en forma de sueños difíciles de recordar...
Armony, aún reticente a hablar de su experiencia, simplemente guardó silencio mirando al suelo, sabía bien que si le contaba a Michael lo que le había dicho Kasumi, él volvería a insistirle en investigar acerca de su pasado, y eso era algo que ella quería evitar a toda costa.
—Bien... entiendo; cuando te sientas lista tú misma serás quien me lo diga —agregó él resignado.
Fue entonces a servirse algo del desayuno que ella ya había pedido que les trajeran a la habitación, y que en ese momento se encontraba sobre una pequeña mesa con ruedas en el cuarto de estar.
Los siguientes minutos transcurrieron así, en silencio para ambos... hasta que, en un momento, el teléfono celular de Michael sonó, se trataba de Hansuke:
—Michael, quisiera que nos reuniésemos dentro de un par de horas, es para hablar sobre algo importante.
—Sí, no hay problema, Hansuke. ¿Hubo alguna novedad con la investigación de la familia de Steven?
—Es justamente sobre eso de lo que quiero que hablemos todos juntos, ya me comuniqué con Steven y Daphne, y acordamos vernos a las diez en la compañía. Voy a mandar una limusina para recogerlos a ustedes dos también.
—De acuerdo, nos veremos a las diez, entonces —le dijo Michael y colgó.
Un par de horas después, ambas parejas se encontraban reunidas con Hansuke en la compañía Ryujin:
—Han pasado ya las semanas de plazo que propuse para la investigación acerca de tu familia, Steven... y esto es todo lo que conseguimos averiguar —le dijo Hansuke al tiempo que le entregaba unos expedientes y le acotaba:
—De tu madre, pudimos descartar a casi todos los objetivos de Asia y Oceanía, dejando solo algunos posibles en Europa y América.
Con respecto a tu padre, no tenemos nada nuevo...
Y de tu hermano, logramos verificar la totalidad de objetivos que tenía la corporación Rottweiler, pero sin encontrar ninguno positivo, así que tampoco tenemos a nadie a quien buscar.
Esperaba que tuviéramos mejores resultados... Hemos conseguido muy poco, realmente lo siento, Steven.
—De todos modos, estoy muy agradecido por la ayuda que me brindaron, Hansuke. Me ahorraron un gran esfuerzo de mi parte, el cual hubiera sido totalmente en vano —le contestó educadamente su interlocutor, aunque suspirando con resignación y franco abatimiento mientras tomaba los expedientes y veía como la esperanza de recuperar a su familia se mantenía distante.
Daphne lo agarró de brazo y lo acarició con su mano, tratando de consolarlo...
—Hay algo más que quiero agregar —le dijo Hansuke—. En la información que nos diste, encontramos una anomalía con respecto a uno de los posibles objetivos de tu hermano Peter.
—¿Anomalía? —se sorprendió Steven y Hansuke le explicó:
—En su expediente, toda la información sobre uno de los objetivos en los que él se podría haber reencarnado se encuentra omitida.
Se trata de un hombre sobre quien, cuando tratamos de averiguar algo, lo que fuera, no logramos encontramos nada... es como si no existiera, parece que hubiera sido borrado de la faz de la tierra.
—Ya veo —consideró Steven entrecerrando sus ojos.
—¿Qué pasa?... cuéntanos —le planteó Daphne.
—Algunos de los expedientes de la corporación Rottweiler están clasificados y son de acceso restringido. No se permite imprimir nada de ellos, solo pueden ser vistos de manera electrónica...
—¿Podrías consultarlo por vía remota usando la tarjeta chip que le quitaste a Sylvia?
—Lamentablemente sería inútil, Daphne... Para ver esa clase de información siempre termina haciendo falta una contraseña especial; solo los altos mandos pueden hacerlo; aunque estuviera activo en la Corporación y siendo jefe de seguridad, me sería imposible acceder a esa clase de registros.
—¿Sylvia podría hacerlo con su contraseña privada? —le preguntó Armony.
—Sí, ella vería el expediente sin problemas. Simplemente usaría su clave privada; es directora de personal, tiene acceso irrestricto a todo.
Esos expedientes secretos pertenecen a personal especial de la corporación Rottweiler; son personas que la Corporación controla y a quienes recurre en ciertos momentos sin que figure una relación directa con ellos en ningún lado.
—¿Cómo sucedió con aquellos cazadores que enviaron a raptarme hace años? —le preguntó Hansuke— Eran obviamente mercenarios contratados, nunca pudimos relacionar a la Corporación con aquel incidente, aunque siempre supimos que la responsable fue ella.
Steven le respondió simplemente asintiendo con su cabeza un par de veces mientras lo miraba con una expresión seria...
—Solo se me ocurre una persona a quien recurrir para averiguar algo sobre ese expediente: Dylan —sugirió Michael—. Es un hacker que siempre ha colaborado conmigo... y somos amigos.
Si hay alguien que puede usar esa tarjeta y conseguir la contraseña para acceder a ese registro oculto, ese es él —aseguró.
—Habría que viajar hasta Estados Unidos y estar nuevamente en el territorio principal de la corporación Rottweiler —consideró Daphne preocupada y con cara de circunstancia... y luego de un instante sonrió con aceptación, mostrando lo decidida que estaba a hacer todo lo necesario por ayudar a su amado Steven.
—Sí, hija —le respondió Michael en igual tono...
—Tu amigo se va a enfrentar a las mejores medidas de seguridad de la Corporación, esta tarjeta es muy peligrosa, como un arma de doble filo; en cuanto la use, van a rastrearlo de inmediato usando toda su tecnología... ¿Qué tan buen hacker es él, Michael? —le preguntó entonces Steven.
—Dylan ya ha burlado a la Corporación antes, él fue quien me informó que tú y aquella otra agente iban tras a Armony en Dinamarca, así fue como dí con ella, siguiéndolos a ustedes —le respondió Michael orgulloso—. También fue quien colaboró conmigo preparando todo el equipamiento que usé aquella noche en el rescate de Armony... y eso fue directamente en el corazón de la Corporación.
—Esta vez será aún mucho más riesgoso, Michael. Se tendrá que poner él justo en la mira, y te advierto que la Corporación no se anda con considerandos de ninguna clase cuando se trata de proteger su información más sensible —le enfatizó Steven.
—Dylan seguro sabrá que hacer —respondió Michael con una sonrisa de plena confianza en su amigo.
—Vamos a ir directo a la boca del lobo —dijo Armony en tono de aceptación, y aunque se la veía preocupada, también se notaba que estaba haciendo a un lado sus temores, estando dispuesta a ayudar en todo lo que pudiera.
—Ya saben lo que dicen en estas situaciones «el que no arriesga no gana», ¿verdad? —sentenció Michael, y tanto Armony, como Daphne y Steven, asintieron de buena gana, mostrando así su unidad ante el peligro.
Esa última frase, y la actitud colaborativa de esas personas, quienes estaban dispuestas a arriesgarse, a pesar de sus temores, para ayudar a uno de ellos, hizo pensar a Hansuke: recordó como Michael y su unidad de rescate de montaña lo salvaron de aquellos mercenarios enviados por la corporación Rottweiler en Alaska; incluso como Scott, un miembro de aquel equipo y amigo cercano de Michael, murió en ese incidente, desencadenando a la postre la disolución de todo el grupo que lo había ayudado... y el joven reflexionó.
Ante esas muestras de coraje, el sentimiento de profunda vergüenza que sentía por seguir las directrices de su padre y no ayudar en todo lo posible a aquellas personas se le volvió sencillamente... insoportable:
«A veces hay que ser valiente y hacer sacrificios; ahora me toca a mí», pensó al tiempo que tomaba una firme decisión interna.
Recorrió el rostro de todos con su mirada y finalmente les dijo:
—Yo aún puedo ayudarlos un poco más y lo haré...
En la compañía Ryujin, los hijos y futuros herederos de la dinastía, como lo soy yo, nos vamos haciendo cargo de distintos sectores de la empresa desde el primer día en que adquirimos nuestra mayoría de edad, de ese modo se nos enseña responsabilidad y administración.
Mis hermanos ya están a la cabeza de diversas áreas; en mi caso estoy a cargo de todo lo relacionado con nuestro poderoso oráculo.
Nuestra pitonisa principal se llama Sakura, estoy seguro de que ella va a poder ayudarlos usando su gran don especial...
Úsenla bien, porque solo va a poder hacerlo una vez.
—¿Una vez solamente, y por qué? —preguntó Armony intrigada por esa última advertencia.
—El oráculo de la compañía Ryujin es para uso exclusivo de nuestra familia, sin excepción... así ha sido en los últimos tres mil años; está expresamente prohibida su utilización para cualquier otra persona que no forme parte de la Compañía.
Seguramente mi padre me quitará la potestad sobre el oráculo cuando se entere de que lo usé para ayudarlos.
—No podemos pedirte que hagas ese sacrificio, Hansuke —expresó Steven.
—Por favor, les ruego que no me condenen a vivir con la vergüenza de haber podido ayudarlos y no haberlo hecho —replicó el joven empresario bajando su rostro y mirando al suelo.
Steven miró a Michael, y este cerró sus ojos asintiendo con su cabeza, indicándole así que aceptara, sin más, el sincero sacrificio que el joven oriental estaba dispuesto a hacer...
—Gracias, Hansuke. No me opondré, solo quiero que sepas que entiendo hasta donde estás llegando con tu ayuda, y que jamás la olvidaré... te lo prometo —le dijo Steven estrechando su mano.
Estando ya todos de acuerdo, Hansuke dio una orden a sus hombres, quienes rápidamente se hicieron con un par de vehículos de los que eran utilizados para movilizarse entre las grandes áreas que componían el enorme complejo en el que estaban.
Los pequeños autos eran similares a los que se usan en los campos de golf: cada uno contaba con capacidad para cuatro pasajeros y eran de tipo eléctrico para mantener de ese modo el silencio y la calma del medio ambiente.
Así emprendieron su camino hacia el milenario oráculo de la compañía Ryujin, en donde conocerían personalmente a su vidente principal... la poderosa: Sakura.
En el primer vehículo, viajaban como acompañantes Hansuke, Michael y Steven; y en el segundo, Armony, Daphne y la misma joven mujer que escoltaba a Hansuke en todo momento.
El viaje fue breve; en menos de un minuto llegaron a su destino y allí todos descendieron de los transportes...
Ante ellos, la impresionante estatua de un dragón de jade negro, de unos cinco metros de altura y exquisitamente tallado entre grandes olas, se erguía majestuosa e imponente en el medio de un gran patio circular decorado por enormes macetas de piedra, hermosamente labradas y en las cuales crecían vistosas y exóticas plantas con grandes flores.
Este lugar era tanto la recepción como la entrada a una área muy especial y aislada dentro del gigantesco predio en el que se encontraba asentada la compañía Ryujin.
Esa zona única a la que accederían se trataba de un hermoso y antiguo jardín de enormes dimensiones, perfectamente delimitado por una antigua y sólida muralla de piedra, la cual tenía unos tres metros de altura y se encontraba cerrada por un par de enormes portones de madera; allí dentro, en lo profundo de ese parque, se encontraba el Oráculo del Dragón, así han llamado siempre en la compañía Ryujin al oráculo que han estado usado desde los albores fundacionales de la misma.
En ese instante, y parándose junto a la enorme estatua, Hansuke les dijo a todos:
—Esta escultura representa al dragón Ryujin. Cuenta la leyenda que este poderoso dragón marino es la divinidad que rige las aguas. Simboliza el poder del océano.
En el pasado lejano, lo que actualmente es nuestro grupo nació siendo una gran compañía comercial marítima que dominó el comercio en varios mares.
Si bien hemos cambiado de nombre muchas veces a lo largo de nuestra historia, el dragón Ryujin siempre ha estado presente en la identidad de nuestro grupo de poder y representa nuestra esencia, que ha sido siempre el comercio global.
—Es totalmente negro, el color que utiliza la Corporación —le mencionó Armony a Michael en voz baja.
—Sin embargo, su significado es completamente diferente; el jade negro es una piedra de protección, aleja la negatividad, simboliza el poder, la elegancia —le aclaró él susurrando—.
La corporación Rottweiler ha adoptado ese color como elemento principal en su identidad en representación exclusiva del poder oculto que ellos manejan —definió.
—Desde aquí, continuaremos a pie... ningún vehículo puede entrar en el jardín sagrado —comentó Hansuke mientras él y todos los demás se acercaban a los enormes portones de la entrada.
Entonces, con un gesto de su cabeza, el joven líder le ordenó a uno de sus hombres que hiciera sonar el enorme gong que estaba junto a la entrada... y a continuación el instrumento vibró con potencia.
Pasó solo un instante, y se escuchó el ruido de una tabla madera que se deslizaba con suavidad... a continuación, uno de los portones se entreabrió lentamente; de allí surgió una pequeña comitiva de tres mujeres japonesas, todas vestidas con sus ropas tradicionales, mismas que se alinearon rápidamente delante de los presentes.
La fémina del medio aparentaba tener un rango superior a las otras dos y no solo por parecer un poco mayor que ellas, de unos veinticinco años contra los estimativos dieciocho de sus escoltas, sino también por su vestimenta más formal: un elaborado, fino y elegante kimono.
Si bien las otras dos jóvenes vestían un par de yukatas, prendas parecidas a los kimonos, aunque más informales y de uso cotidiano, el colorido de los tres vestidos era alegre y primaveral, con colores brillantes y contrastantes, muy acorde con el paisaje natural que las rodeaba en esa época del año.
El cabello de las tres mujeres se notaba que era lacio y largo, y lo llevaban mayormente recogido, salvo por algunos mechones que colgaban prolijamente peinados y les daban un encanto singular; además, sus tocados se encontraban adornados con coloridas cintas y grandes flores, todas provenientes del bello jardín tras las murallas.
El maquillaje de sus rostros era casi imperceptible, así como el esmalte de sus uñas, el cual era transparente.
La apariencia general de las tres jóvenes estaba en clara sintonía con el aura de paz y tranquilidad que emanaba de ellas, esa energía sutil, pero potente, que las rodeaba, era la misma que acompaña a cualquier sacerdotisa de un santuario japonés... solo que mucho, mucho más intensamente.
—Mi nombre es Ayame y en representación de todas las doncellas del Santuario del Dragón, les doy la bienvenida —expresó la joven del medio al tiempo que ella y las otras dos mujeres hacían una clásica reverencia a modo de respetuoso saludo.
—Ayame, quiero que lleves a nuestros invitados con Sakura, ellos vienen a hacerle unas consultas personales; yo los esperaré aquí —le dijo Hansuke muy serio.
Fue algo casi imperceptible, pero Ayame lo miró por un fugaz instante directamente a los ojos, tratando de disimular su tensión.
El hecho de que cuatro personas, que claramente no pertenecían a la compañía Ryujin, entraran al predio del jardín, era algo ya sumamente inusual... y que, además, accedieran ante la mismísima Sakura, era totalmente inaudito e iba claramente en contra de las reglas que regían al oráculo; sin embargo, y cumpliendo con su deber ante Hansuke, Ayame obedeció.
—Vengan con nosotras por favor —les dijo sonriendo a todos.
Cuando los cuatro foráneos pasaron y mientras se presentaban con su anfitriona, sendas doncellas escoltas cerraron las enormes puertas, asegurándolas con el grueso pasador de madera que se encontraba por detrás.
Una vez cruzado el portón principal y ya dentro de la zona delimitada por la gruesa muralla de piedras, se ingresaba en un mundo aparte...
Aquel predio natural, carente de grandes edificaciones, contrastaba enormemente con la modernidad que lo rodeaba por fuera de su perímetro.
Allí dentro el ambiente era muy distinto: árboles de distintas especies crecían por doquier, siendo los bellos cerezos japoneses los más presentes; había pulcros y apacibles jardines estilo zen conectados por prolijos senderos, los cuales, a su vez, hasta atravesaban arroyos, al cruzarlos mediante cortos puentes de arco hechos de madera; también existían lagunas en donde nadaban centenares de carpas de diversos tamaños... y todo aquello, que contaba con una imponente vista del monte Fuyi como telón de fondo, se fusionaba a la perfección con pagodas y pintorescas casas propias del período Heian, en el cual la filosofía y la religión alcanzaron sus puntos de expresión máximos en la historia de Japón.
A medida que avanzaban por el mágico jardín, la comitiva se dividió en dos grupos alejados unos veinte metros entre sí; por delante iba la amistosa Ayame, liderando el recorrido, quien comenzó a darles un tour guiado a Armony y Daphne, que la acompañaban a su lado:
—Nos dirigimos hacia el centro del jardín, ese es el lugar en el que se erige el Santuario del Dragón.
Se trata de un complejo compuesto por un buen número de pagodas y casas en donde trabajamos y vivimos las doncellas del oráculo.
Allí están todos nuestros templos... y el principal, el gran templo, es el Templo de la Luna; dentro de él, se encuentra la más poderosa de nuestras videntes y nuestra líder, la única que puede portar el título especial de: Oráculo del Dragón; ella es la sagrada Sakura, nuestra sacerdotisa maestra.
El Templo de la Luna se encuentra asentado justo en el punto exacto donde confluyen siete líneas de energía vital del planeta; es el punto de más alto poder esotérico de todo Japón.
Este oráculo es tan importante para la compañía Ryujin que la sede principal fue construida a su alrededor con el fin de protegerlo mejor de cualquier peligro, lo cual es algo que viene haciéndose desde tiempos ancestrales —les aclaró, y luego de hacer una pausa, continuó:
—Sepan que la fortuna los acompaña; han venido en el mejor momento del año para nuestro oráculo: el verano.
—¿A que te refieres con eso, Ayame? —le preguntó Armony intrigada ante el detalle brindado por la doncella, quien le respondió:
—Los oráculos de todo el mundo se diferencian en dos grandes grupos: los oráculos de la luz y los oráculos de la oscuridad.
Los de la luz, alcanzan su máximo poder en el solsticio de verano, mientras que los de la oscuridad, lo hacen durante el de invierno.
En ambos casos su capacidad va disminuyendo paulatinamente hasta el solsticio opuesto, etapa en la que se encuentran más débiles y con su fuerza mermada.
Sakura es un oráculo de la luz, y hace solo unos días pasamos por el solsticio de verano, ella se encuentra prácticamente en su punto de máximo potencial.
—Ya veo, es parte de la conexión que tienen con el planeta, es como lo de las líneas de energía que, por lo que he visto, siempre utilizan para incrementar su poder —comentó Armony.
—Así es —asintió Ayame—... por lo que dices, deduzco que ya has tenido contacto con algún oráculo antes del nuestro.
—Sí, una sola vez... fue a principios de este año y realmente fue una experiencia, impactante para mí, todavía me dan escalofríos de solo recordar aquello —afirmó Armony refiriéndose su experiencia con Nayara en el oráculo del bosque...
—Es porque aún hay residuos de aquello en tu aura. La energía de los oráculos es como cualquier otra, su fusiona con las demás y se termina manifestando en todo lo que los rodea —señaló Ayame.
—¿Será por eso qué la mayoría de plantas que veo son de las que florecen en primavera y verano? —infirió Daphne en tono de pregunta, y mostrando sus conocimientos de botánica.
—Que buena observadora eres —la felicitó Ayame—. La energía de Sakura las favorece.
—Es que adoro la jardinería y este bello lugar, tan bien cuidado y arreglado, y con tantas hermosas flores que tienen creciendo por doquier, excita tremendamente mi afición...
Aunque admito que algunas de las especies que veo aquí son tan exóticas que ni siquiera consigo reconocerlas —continuó, maravillada por ese vergel en el que estaban—.
Me imagino que muchos de estos árboles y plantas les proveen de alimentos y medicinas...
—Sí, en parte así es. Me alegra de corazón que lo disfrutes y lo aprecies tanto, veo que te gustan las plantas, y siento que a ellas tú también les agradas —le respondió Ayame—.
Aquí, una de mis tareas es enseñarles a las aprendices el ikebana, el arte de los arreglos florales japoneses; soy lo que se podría definir como la jardinera en jefe de todo este lugar —concluyó y en ese momento, desviando su atención hacia Armony, le preguntó:
—¿Eres, acaso, cristiana, Armony? Es por el colgante que veo en tu cuello que te lo pregunto —le aclaró la doncella.
—Sí, he sido criada en la fe católica, esta cruz es un regalo que me hicieron mis padres en mi primera comunión —respondió Armony sonriendo, y deduciendo el motivo de la pregunta, agregó:
—El aceptar la reencarnación para mí era algo impensable hasta hace poco; de hecho, he tenido que hacer ciertos ajustes específicos en mis creencias religiosas personales.
—Aquí en el oriente es uno de nuestros pilares fundamentales, muchos de nosotros somos budistas, la reencarnación es aceptada por nuestra religión y creemos en ella desde la niñez.
En ese instante Daphne sintió un impulso por preguntar algo que derivaría en toda una revelación:
—Veo que aquí son todas mujeres y no hay hombres ¿es por algo en especial? —preguntó curiosa.
—Las mujeres tenemos una predisposición innata hacia todo lo esotérico; nos es naturalmente más sencillo el poder desarrollar nuestras facultades extrasensoriales. Es por ello que las doncellas del oráculo siempre hemos sido exclusivamente mujeres, y hemos cuidado de él desde el comienzo de los tiempos.
Al vivir durante años en este jardín, tan cerca del oráculo, nuestras capacidades extrasensoriales se van despertando, y con el tiempo se comienzan a manifestar de distintos modos: algunas, nos volvemos videntes del futuro y otras, del pasado... y cuando llega el momento oportuno, el oráculo elige a su sucesora de entre todas nosotras.
—Tengo una curiosidad, Ayame. Una vidente del pasado ¿puede ver lo que ha sucedido en las vidas anteriores de una persona? —le preguntó Daphne.
—El poder de remontarse a vidas anteriores es un don muy extraño de ver, se trata de una capacidad muy apreciada y que rara vez se manifiesta en una doncella —le respondió la joven nipona.
—Los ojos del infinito —dijo Armony susurrando para sí en voz baja al recordar lo que Kasumi le había contado en su tienda.
Al escucharla, Ayame se detuvo y la miró directo a los ojos de una manera especial, como queriendo indagar algo más acerca de ella...
—¿Te has encontrado con Kasumi, acaso? —le preguntó de manera retórica y casi de inmediato aseveró:
—Sí, lo has hecho... puedo verlo, y fue hace muy poco —Y, luego de un instante de silencio, agregó:
—Ella te dijo la verdad, nadie escapa del destino.
Armony sintió en ese preciso momento como un escalofrío le recorría toda la espalda al comprobar como Ayame podía sentir con tanta precisión lo que le había dicho Kasumi con solo mirarla.
—No te sorprendas, Armony; todas las doncellas nos encontramos conectadas de un modo u otro a nivel espiritual, hemos compartido la energía de este oráculo y Kasumi no es la excepción. Ella fue una doncella como nosotras... una de las más poderosas, de hecho.
Su capacidad para la videncia de vidas pasadas era algo sublime; pensábamos que sería la sucesora de Sakura, pero fue expulsada hace unos años y tiene su retorno prohibido.
Desde aquel entonces la llamamos: la doncella oscura...
—Hay algo especial que ella me dijo con respecto a cumplir mi destino, pero lo dijo en japonés y no la entendí —le comentó Armony, a lo cual su anfitriona replicó:
—Repíteme sus palabras exactas y yo las interpretaré para ti.
—Ella dijo «shikata ga nai»... No sé que significa, ni tampoco como se escribe.
—Es una expresión japonesa que no tiene un equivalente en tu idioma. Significa que te resignes ante algo que esta más allá de tu alcance y contra lo que nada puedes hacer; que no luches inútilmente, enfréntate a la adversidad con honor...
Ella quiso decirte que no te opongas a los designios del destino por más duros que estos sean, adáptate y fluye con ellos, al fin y al cabo, nunca los podrás evitar... del destino nadie huye.
Debes hacer de tu propósito existencial tu ikigai, el motivo por el cual te levantas día a día —concluyó Ayame.
En ese instante, y a pesar de que Armony estaba absorta escuchando muy atentamente a su interlocutora, fue distraída por un pequeño gato blanco con algunas manchas grises y negras en su cabeza, lomo y cola, el cual se le acercó y le rozó las piernas; ella, de manera cariñosa, lo alzó y lo acarició en su cabeza, el felino respondió cerrando sus ojos y disfrutando de los mimos con ronroneos de placer.
—Veo que te gustan los gatos —le dijo Ayame.
—Adoro a los animales en general, desde pequeña he tenido perros y gatos. Lamentablemente, por mi profesión, no puedo darme el lujo de tener una mascota en la actualidad... ¡pero igual los amo!
—Los gatos son animales fascinantes —comentó la doncella—. Este en particular, que tienes en tus brazos, llegó hace solo unos meses al santuario... y esta es su tercera vida aquí, con nosotras.
—¿Tercera vida? —le preguntó Daphne.
—Sí —respondió la doncella—; los gatos son especiales, tienen la capacidad natural de recordar hasta siete de sus vidas anteriores. De ahí viene la expresión popular que alude a las siete vidas del gato... eso originalmente hacía referencia a esa particularidad, ahora, con el correr del tiempo, se ha tergiversado y perdido su verdadero sentido.
Armony la miró entre extrañada y asombrada, aunque con un dejo de incredulidad; Ayame entonces continuó diciendo:
—Déjenme darles una prueba de ello. Como sabrán, en ocasiones, un gato desaparece de su casa sin motivo aparente; sus dueños, por lo general, terminan pensando que se ha ido por su carácter curioso y espíritu aventurero... nada más lejos de la realidad. Lo que ha sucedido con el felino es que ha sentido nostalgia o curiosidad por alguna de sus vidas pasadas, la cual ha recordado, y ha ido en busca de su anterior hogar y sus antiguos dueños para ver como están... a veces vuelven a su nueva vida y a veces no.
El gato es un animal muy independiente y que, aunque no la busca, no le teme a la muerte; es totalmente conciente de su alma inmortal.
—Por eso es que son tan arriesgados, entonces —dedujo Daphne pensativa—. Aún recuerdo a nuestra gata, yo era muy pequeña y siempre me asustaba cuando la veía saltar por los techos de las casas o cuando se subía a los árboles —acotó.
Ayame continuó hablando:
—Siempre que un gato llega a nuestro jardín, Sakura lo reconoce de inmediato; por lo general, se quedan aquí, continuando con su vida anterior, jugando con sus juguetes favoritos y durmiendo en sus lugares predilectos.
La gente, en su ignorancia, dice que los gatos no son fieles; yo diría que su fidelidad va más allá de la propia muerte, es por eso que nuestro oráculo los adora tanto.
Instantes después detuvieron su marcha y fueron alcanzadas por el resto de la comitiva...
A pesar de la larga caminata que habían realizado desde la entrada nadie se había cansado realmente, todo aquel lugar rebozaba de una energía vital, solo Steven se había quitado su saco, colgándoselo del hombro para no sentir demasiado calor en aquel veraniego día.
—Hemos llegado al Santuario del Dragón —dijo entonces Ayame.
Armony se agachó para dejar en el suelo al pequeño gatito, el cual corrió raudo a jugar con otros que estaban por ahí cerca... y mientras se incorporaba, atónita, contempló el imponente complejo de templos que allí se erigían, recorriéndolo lentamente con su mirada.
Siguieron caminando, ahora todos en conjunto...
Pasaron entre templos y pagodas de distintos tamaños y formas, hasta que finalmente llegaron al majestuoso edificio central: el Templo de la Luna.
La impresionante construcción había sido erigida sobre una cuenca lacustre de enormes proporciones, la cual le servía de escenario.
Además de aquel edificio, por encima del espejo de agua del lago se apreciaba una tenue bruma que lo cubría por completo, de costa a costa... dándole así a todo el conjunto, un aire místico.
Todo ese manto acuífero provenía de aguas termales que fluían desde las profundidades de la tierra, las cuales brotaban en distintos puntos del lecho.
El templo se encontraba a escasos veinte metros de la ribera este; al estar tan cerca del borde, el sector específico sobre el que había sido levantado era en realidad una zona de muy poca profundidad.
Por fuera, se trataba de una espectacular edificación, digna de ser considerada un importante tesoro nacional, perteneciente, por su estilo arquitectónico, a los períodos de mayor esplendor del Japón histórico.
La forma de la planta del templo era rectangular, y sus dimensiones realmente enormes. Contaba con dos pisos de altura, el segundo sensiblemente menor que el primero, y techos de tejas negras a cuatro aguas en ambos niveles. Sus paredes eran principalmente blancas, con detalles en madera natural.
El frente miraba hacia el este, donde nacía el sol cada mañana, y allí estaba el único punto de acceso al lugar.
La comitiva cruzó entonces por un corto puente de madera, mismo que unía la costa del lago con la entrada principal del templo.
El puente contaba con dos clásicos arcos de tipo torii en cada uno de sus extremos; era curvo y muy ancho, de unos quince metros de longitud, y estaba profusamente labrado con estatuas e imágenes alusivas tanto a la luna como a los dragones.
La sensación de cruzarlo era como la de estar ingresando a otro mundo. Con cada paso que se daba allí, uno se adentraba en un reino intermedio entre nuestro plano y otro...
Al terminar de atravesarlo, el grupo llegó a una plataforma y subió por una muy ancha escalinata que abarcaba toda la gran entrada frontal de acceso al sagrado lugar.
Y una vez que ingresaron, pudieron apreciar cuan particular era todo en su interior:
Por dentro, ambas plantas se encontraban unidas en lo que era un solo gran ambiente, sin nada que las separara entre sí.
Los techos que se apreciaban desde el exterior cubrían solamente el perímetro de ambas plantas por fuera; la mayor parte del interior se encontraba a cielo abierto, pudiéndose ver de manera directa todo el firmamento y permitiendo, de ese modo, que la luz natural del sol iluminase aquel gran espacio en el día y que, durante ciertas fechas especiales, fuera la luz de la luna llena la que bañase el interior con sus rayos de plata nocturnos.
Las paredes no contaban con adornos de ningún tipo, salvo la posterior; en ella colgaba un enorme gong de hiero fundido, de unos tres metros de diámetro y con la imagen de un dragón labrada en él. Este instrumento parecía ser algo muy especial, ya que no había ningún badajo a la vista que pudiera golpearlo para hacerlo sonar.
El piso era también algo único: la base del templo era en realidad una gran piscina descubierta; todo era como un prístino cristal de agua poco profunda y completamente transparente, misma que dejaba ver un lecho lacustre cubierto por rocas redondeadas, con tonalidades claras y brillantes, y coloridos peces koi, una variedad de carpa muy propia de Japón, que nadaban suavemente por doquier. No contaba con una gran área sobre la cual poder transitar con libertad... en su lugar, había un sólido pasillo, de unos siete metros de ancho, hecho enteramente con tablas de madera, el cual daba una vuelta entera por todo el perímetro de la planta inferior.
En varios puntos, equidistantes entre sí, emergían, desde el fondo lacustre, enormes y sólidas columnas, todas decoradas con dragones enroscados en ellas y que parecían ascender hacia el cielo; aquellos eran los soportes principales de toda esa gran estructura.
En cada uno de los cuatro ángulos internos de esa auténtica piscina natural cercada, se erguía, majestuosa e imponente, la estatua de un dragón de piedra, de unos cinco metros de altura y perfectamente tallada. Cada uno de esos seres mitológicos tenía una pose diferente y portaba una gran esfera de plata sólida en una de sus garras, representando así las fases lunares.
Todas las esculturas miraban hacia el centro en donde, rodeado completamente por el agua, se elevaba hasta un metro de altura por sobre la superficie, un altar hecho de jade imperial, el cual se asentaba firmemente en el fondo del lago, y que con su intenso color verde ha sido siempre un símbolo de poder, estatus, eternidad y buenos augurios.
Esta estructura, separada de todo lo demás a excepción del fondo lacustre, se encontraba compuesta, a modo de escalinata, por círculos concéntricos, uno menor que el siguiente; finalizando el superior, que era de unos tres metros de diámetro... allí, había un gran y mullido almohadón blanco, cuadrado y que lo abarcaba casi por completo.
Finalmente, en el centro de ese almohadón reposaba la sacerdotisa principal del santuario, la sagrada: Sakura, el Oráculo del Dragón.
Ella se encontraba sentada, mirando hacia la entrada.
Vestía una túnica completamente blanca, la cual era tan grande que impedía ver más detalles de su postura.
En su cabeza y con el mismo color que su ropa, tenía puesto un tipo especial de gran kasa, un sombrero tradicional japonés muy ancho, que cubría los dos tercios superiores de su rostro y que solo dejaba apreciar el tercio inferior del mismo; en donde, sus bellos labios, pintados de un intenso color rojo bermellón, eran lo único que destacaba en su níveo rostro. De sus ojos no se podía apreciar nada en absoluto, aunque ella podía verlo todo perfectamente, gracias a la pequeña ventana frontal de su sombrero, hecha de un entramado de tela diferente, más abierto y que le servía de mirador.
Decenas de incensarios inundaban el ambiente con delgadas columnas de humo, las cuales se disipaban permanentemente, esparciendo exquisitas fragancias que invitaban a la meditación y la conexión con otros planos de la realidad...
Las asistentes personales directas de Sakura eran siempre doce y permanecían sentadas en tres márgenes del pasillo perimetral: norte, sur y oeste; cuatro doncellas por cada lado. Todas estaban vestidas como sacerdotisas y en pose de meditación, aunque listas para asistir al oráculo en cualquier cosa que necesitase.
La solemnidad del ambiente era notoria, no se escuchaba ningún sonido salvo los provenientes de la naturaleza, como: el viento, el agua o el canto de las aves.
Ayame condujo a la comitiva hasta llegar justo frente del altar, deteniéndose en el límite de donde terminaba el piso de madera... era lo más cerca al oráculo que se les permitía llegar a los visitantes.
—Bienvenidos al Templo de la Luna, los estaba aguardando —les dijo en ese instante Sakura, acompañando sus palabras con una amable sonrisa.
Por su voz, se podía presumir que trataba de una mujer joven, de unos treinta años de edad; y dado su amistoso trato, que estaba dispuesta a responder las preguntas de cualquiera de los presentes... aunque no pertenecieran a la compañía Ryujin.
Durante un breve instante se hizo un impasse, durante el cual todos miraron expectantes a Ayame, quien los había guiado hasta allí, casi como esperando su permiso para hablar.
—Adelante, expongan sus consultas ante nuestro oráculo —les dijo la doncella, haciendo con su mano derecha un claro gesto de apertura hacia Sakura.
Steven dio entonces un paso al frente y mirando el espacio de agua de varios metros que lo separaba de la poderosa vidente, se dirigió en voz baja a Ayame, que permanecía a su lado:
—En todos los oráculos que conozco, es imprescindible el contacto físico directo con la persona de la que se pretende averiguar cualquier información... es para facilitar el contacto entre las almas ¿debo ir hasta ella y darle mi mano?
—No hace falta hacer eso aquí dentro. La fuerza vital de nuestro oráculo llena todo este templo. Desde que ingresamos, su alma y las nuestras ya se encuentran comunicadas, en estrecha comunión —le respondió la joven.
—Entiendo —dijo él; y con voz firme, desde el lugar en el que estaba parado y mirando a Sakura, expuso su consulta—... Mi nombre es Steven, y estoy buscando a las reencarnaciones de mi familia, la cual perdí cuando era solo un niño.
Sakura demoró solo un breve instante, durante el cual se concentró cerrando sus ojos e inspirando profundamente... y entonces hubo una leve, pero firme, agitación en el aire y en el agua, la cual se evidenció claramente por una onda que surgió desde el altar donde estaba sentada la pitonisa y que atravesó toda la piscina con una suave ola.
La perturbación energética fue tan poderosa que el gran gong del recinto, ubicado a espaldas de la gran vidente, vibró ante el impacto con su clásico y profundo sonido; al mismo tiempo, las puntas de los cabellos más largos de las mujeres presentes se movieron levemente...
El humo del incienso, que flotaba en el aire, comenzó entonces a moverse de una manera antinatural, era como si fuera atravesado por decenas de pequeños dragones etéreos que flotaban en él, todos trazando túneles y nadando serpenteantes en el aire... y unos instantes después, Sakura comenzó a hablar:
—Veo a tu madre, Steven. Ella ha seguido los pasos de su existencia anterior y trata de continuar con su vida del modo en que era hasta que le fue arrebatada.
Sufre por un dolor interno, insoportable, una pena que la tortura desde que era solo una niña...
La podrás encontrar si buscas en la zona central de Europa; veo montañas cercanas y una gran institución. Es una universidad, la cual está en la cima de una de ellas.
Allí es donde está...
—¿Y mi padre, puedes ver a mi padre?
—Sí, también lo percibo, pero vagamente... Su vida no está clara, no comparte esta realidad junto con nosotros.
—¿Quieres decir que... está muerto? —preguntó Steven titubeando y temiendo ya lo peor: que su padre hubiera muerto nuevamente o que ni siquiera hubiera reencarnado aún.
Se hizo entonces una pausa mientras Sakura trataba de ahondar en su visión, hasta que finalmente la pitonisa respondió:
—No, Steven, tu padre está con vida... sin embargo, no puedo verlo existiendo en este plano, su alma está aislada de este mundo.
Steven no supo como reaccionar ante esa tan desconcertante respuesta de la vidente y quedó enmudecido, con su mirada perdida, pensando... Sakura, por su parte, siguió hablando:
—También veo a tu hermano, él es el más claro de todos... El destino ha estado moviendo sus hilos desde hace años para acercarlo junto a ti en esta vida; y, además, lo acerca al que es su propósito existencial desde hace ya mucho tiempo... una caja de música.
En este momento está vistiendo un uniforme con un estampado de camuflaje, es similar al que usan los comandos militares; porta varias armas de fuego consigo y tiene camaradas que viajan junto con él.
Parece que fuera miembro de un pelotón... forma parte integral de una fuerza armada. Es un militar y tiene un rango de importancia, aunque no ostenta escalafón alguno.
Lo rodea la oscuridad, el peligro, y la violencia. ¡Ten mucho cuidado con él!
De entre todos los miembros de tu familia, debes ir primero por tu hermano... aunque no lo encontrarás; sin embargo, tu fracaso es algo imprescindible. Será él quien luego te encuentre a ti.
—¡Haré lo que sea necesario! Dime a donde debo ir para encontrar a mi hermano, por favor —exclamó Steven ansioso.
—Esa decisión ya la has tomado —le aclaró Sakura, dejándolo confundido...
—Se refiere a Estados Unidos, tenemos que ir a ver a Dylan para que él irrumpa en las bases de la corporación Rottweiler. Tu hermano es el del expediente clasificado, te lo apuesto —le susurró Michael en voz baja.
Sakura entonces giró levemente su cabeza en dirección hacia él y le dijo:
—A ti también te aguarda tu futuro allí, Michael... Pero después, tu viaje te llevará a las frías tierras del norte europeo; que es el lugar en donde el destino real de Armony aguarda, con su infinita paciencia, a que ella tome su decisión de ir; lo cual deberá hacer por su exclusiva cuenta, sin ser forzada; aunque, cuanto antes lo haga, tanto mejor será.
«Pero, ¡¿cómo sabe todos nuestros nombres... y quién se cree que es esta mujer para opinar sobre nuestras vidas y recomendarnos sobre lo que debemos hacer o no?!», pensó Armony sorprendida y sintiéndose violada en su privacidad; a pesar de que se seguía encontrando con personas que podían conocer datos de maneras que traspasaban los límites de los cinco sentidos, ella todavía no lograba acostumbrarse a eso...
Irritada, y con tono desafiante e irreverente, Armony le respondió:
—¡Nunca iré allí, Sakura! Recuerdo con claridad a donde fui en mi vida anterior poco antes de morir, y te aseguro que quiero alejarme lo más posible de todo aquello. ¿Qué no ves eso, acaso, con todos tus grandes poderes extrasensoriales?
—¿Cuántas vidas más piensas seguir huyendo? Nadie escapa del destino, y mucho menos de uno de sus nexus —le argumentó Sakura—. Esa caja de música ha sido tu responsabilidad desde que fue creada y deberás asumirla en esta vida u otra, tú solo puedes decidir en cual, pero te advierto que la historia se repetirá una y otra vez hasta que completes tu parte...
La rueda del samsara no dejará de girar para ti, el ciclo de nacimiento, vida, muerte y encarnación seguirá...
El destino de ese objeto es tu propósito existencial —reveló finalmente, ante lo cual su interlocutora reaccionó con encono:
—¡Y ¿cuál es ese destino?! ¡¡Dime que tendré que hacer con esa caja de música y lo haré!! —le gritó exasperada... pero el oráculo permaneció sin responderle, y así, luego de un instante de silencio, Armony reflexionó con sumo pesar:
—Debí suponerlo, aunque lo supieras, a ti tampoco se te permitiría revelármelo, Sakura...
Una vez más, su propósito existencial permanecía oculto ante ella; si quería averiguarlo, debía armarse del coraje suficiente para adentrarse y caminar por un sendero desconocido, un sendero que la aterraba hasta lo más profundo de su alma.
Al verla tan perdida, Sakura se enfocó en el futuro inmediato de Armony, percibiendo algunos flashes de lo que le aguardaba por vivir; así logró sentir una profunda pena que le aguardaba, y una lágrima se deslizó por su mejilla... decidió entonces darle una misteriosa ayuda más:
—A lo largo de cada una de nuestras vidas, las decisiones que tomamos, y las que evitamos, afectan los destinos de otras almas extendiéndose de maneras desconocidas e inimaginables.
Todos, sin excepción alguna, en mayor o menor grado, somos responsables de las consecuencias.
Recién cuando alcances el final de este camino podrás ver cuantos destinos dependieron de ti, Armony...
El comienzo de tu viaje te depara una dicha que anhelas desde hace ya mucho tiempo, y para alcanzarla tendrás que ir con: la dama de las flores; tú la ayudarás a cumplir su propio destino... y te estarás ayudando a ti misma al hacerlo. Tu alma y la de ella siempre fueron muy unidas y nunca dejará de ser alguien muy importante para ti.
Deja que la dama de las flores sea quién guíe tus pasos, escúchala o lo lamentarás —sentenció Sakura.
Esta vez fue Armony la que quedó confundida, mirando al oráculo sin poder articular palabra...
Ya no quedaban más preguntas por responder, así que, antes de que partieran, la pitonisa les dio un último mensaje:
—Recuerden estas palabras:
Así como lo son el día y la noche, la primavera y el invierno, la vida y la muerte; el destino es como una rueda que gira sobre su eje; tiende a repetirse una y otra vez, hasta que todos los sacrificios necesarios sean hechos, sin dejar ni una sola deuda pendiente, y la balanza del karma quede finalmente en un perfecto y justo equilibrio.
No se lamenten por el pasado... y no se angustien por el futuro —sentenció Sakura, y este último mensaje fue tan críptico como inquietante... ¿A quién estaba dirigido con exactitud?, ¿solamente a Armony o era para todos los presentes? Eso intencionalmente no fue aclarado... y el cuando y como se lo comprendería, tampoco.
Se hizo un claro silencio por parte de la adivina, esa actitud marcó el final de la consulta y de su intervención.
—Acompañenme, por favor —les dijo entonces Ayame; así, los cuatro visitantes salieron del templo, siguiéndola.
Daphne fue la que quedó más impactada de entre todos por la experiencia ante la poderosa Sakura. A diferencia de los demás, este había sido su primer acercamiento al mundo paranormal y tenía muchas ganas de hablar al respecto:
—No sé ustedes, pero a mí me quedaron un montón de preguntas pendientes y la que más me intriga es ¿quién será esa misteriosa dama de las flores? —planteó excitada.
—No lo sé, hija... pero tengo un presentimiento, me imagino que es alguien de mi pasado como Melody, y hasta me animo a apostar a que despertará en cuanto la toque.
Va a ser similar a cuando Sylvia me tocó a mí, ya lo verás —le respondió Armony muy segura, e inmediatamente, y cambiando de tema, agregó:
—Por cierto, alguien me puede explicar bien ¿qué son esos nexus del destino que mencionó Sakura?
—Yo te lo diré —le respondió Ayame sin dudarlo—. Nuestras almas proyectan una energía que se transmite a todo lo que nos rodea, sean tanto seres vivos, como objetos inanimados. Esa energía nos une espiritualmente, en mayor o menor medida, a todo.
A lo largo de su existencia, algunos objetos especiales adquieren ciertas características únicas que los vuelven muy importantes para almas específicas, eso ocasiona que ellas formen lazos etéreos con ellos, lazos que, por supuesto, van mucho más allá de la vida.
Cuando la cantidad de espíritus enlazados es mucha, la carga energética del elemento en cuestión puede crecer hasta niveles que son sencillamente... inconmensurables.
A esos objetos, en los que confluye la fuerza espiritual de tantos seres, se les llama vórtices o nexus del destino.
Reciben ese nombre porque es como si ellos unieran dentro de sí los destinos de muchas almas, y lo hacen al grado de afectar hasta la propia realidad.
Todos tenemos cosas que amamos por lo que significan para nosotros; a veces son cosas realmente grandes y por las cuales hemos hecho importantes sacrificios, como pueden ser una casa o un vehículo; otras, en cambio, son pequeñas y personales, como prendas de vestir o elementos favoritos por los que sentimos un gran apego emocional...
En ocasiones los tomamos como amuletos y los consideramos capaces de darnos suerte. ¿Acaso, tú no tienes al menos un objeto que sea especial para ti?
—Sí que lo tengo, ¡es mi violín! Me lo regaló mi padre y es mi posesión más preciada; al tocarlo, mi mente se llena de recuerdos y siento como si mi alma cantara, mis temores se desvanecen y creo, sin dudarlo, que puedo dar lo mejor de mí —respondió Armony de inmediato...
—Como ves, muchos objetos, al igual que tu violín, no son simples objetos. Lo que los vuelve especiales son los sentimientos.
En los objetos la gente deposita sus emociones, en ocasiones desde el preciso instante en el que los compran o los crean, piensan mucho acerca del destino que tendrán. Ven a sus seres amados disfrutandolos, usándolos, valiéndose de ellos, o imaginan ocasiones especiales donde esos elementos serán admirados por muchas personas.
Todos esos sentimientos impregnan al objeto y le dan características que antes no tenía...
Y cuando los objetos son creaciones artísticas, la carga emocional en ellos es muy superior aún, ya que se suma a todo lo anterior lo proveniente de su propio creador —le explicó Ayame y Armony la interrumpió momentáneamente enfatizando:
—Como sucede en el caso de la caja de música a la que se refirió Sakura; es una antigua obra de arte, un objeto único y de gran valor...
—Un artista, cuando crea algo, Armony, vuelca su propia alma en su obra, la considera una parte de él, es la representación de su propia esencia... a veces, hasta es el máximo logro en su existencia.
Su obra se vuelve importantísima para él, al grado de que algunos creadores serían capaces de dar su vida por ella...
Esa alma dedicó su tiempo de permanencia vital en este mundo en esa obra, tiempo que no volverá jamás y que estuvo dispuesta a sacrificar con sumo placer para materializarla.
Sus sentimientos pasaron a formar parte de esa creación y quedaron plasmados en esa obra, que es única e irrepetible. Es por eso que hay creaciones que irradian un aura tan especial y que todo el mundo percibe; la energía que contienen, de manera literal, toca nuestra alma de un modo sutil e inexplicable.
Te contaré una breve historia que me ocurrió hace ya varios años:
Iba caminando sola por una calle de un pueblo cercano a Tokio; era una noche invierno y estaba comenzando a caer una nevisca, no había nadie en la calle... estaba yo sola.
En un momento pasé por un lote en el que habían demolido una vivienda hacía muy poco tiempo, y allí me detuve.
Como era de esperarse, solo quedaban sus escombros regados por todo el lote; no pude evitar el imaginar como había transcurrido la vida de las personas que la habitaron anteriormente, años atrás, décadas tal vez.
Pensé en como habría sido cuando fue nueva, como lucían sus habitaciones, cuantas personas vivieron en ella... cuantos destinos confluyeron allí.
¿Se habrían fundado proyectos de vida en esa casa? Seguramente que sí...
Supuse que las personas que la habitaron habrían reído en ella y llorado también, sufrido y disfrutado juntos. Los imaginé festejado eventos y ocasiones especiales, únicas en la vida... en fin, las cosas normales que todos hacemos en nuestros hogares.
Esas personas, ¿se la habrían imaginado alguna vez destruida y arrasada, yaciendo en pedazos por el suelo? Aunque para esa pregunta tampoco tenía una respuesta, podía imaginármela...
Fue en ese momento que vi entre los escombros algo que me llamó la atención; se trataba de un pequeño objeto que destacaba a pesar de estar cubierto de polvo, lo recogí... era un lápiz, un lápiz común, pero completamente nuevo; un lápiz que no había sido usado nunca, ni siquiera le habían tallado una punta, y no pude evitar pensar ¿cuál habrá sido la historia de este simple lápiz?
Me lo imagine en el anaquel de una tienda, pensé en un padre yendo a comprarlo para su hijo, eligiéndolo de entre muchos y pagando por él, llevándolo ilusionado, tratando de colaborar con su pequeño en la escuela, algo típico que hacen los padres; o tal vez fue comprado para hacer anotaciones sobre las finanzas de un negocio, y llevar así un registro importante, y del cual dependería mucho dinero, o inclusive el futuro financiero de una o más familias...
Tal vez fue comprado para escribir alguna carta de amor, un diario personal, o un poema dedicado a un ser amado ¿alguien habrá pensado en plasmar sus fugaces e inspiradas ideas y sus sentimientos más profundos con él? No lo podía saber, solo sabía que fue comprado con alguna clase de ilusión y propósito... y ¿para qué?, ¿para que terminara de ese modo?... nuevo y entre los escombros de una casa destruida.
¿En algún momento habrá imaginado la persona que lo compró que terminaría así?, ¿qué nunca llegaría a ser usado?
¿Qué podría haber escrito ese lápiz, qué dibujos podría haber hecho? ¿Qué fue lo que pasó? Seguramente fue algo triste.
¿Por qué un objeto completamente nuevo no tuvo ni siquiera la oportunidad de ser usado, y fue olvidado completamente? ¿Cómo se había truncado el destino de aquel simple lápiz?, ¿se habría interrumpido del mismo modo en el que lo hizo la vida, o las ilusiones, de quién lo había comprado? ¿Habrían muerto tal vez todos los ocupantes de la casa sin haber tenido la oportunidad de usarlo? ¿o tal vez habría muerto ese hijo, ese proyecto, o ese amor...?
En ese momento sentí una profunda tristeza por toda la situación que ese inocente lápiz me hacía evocar, le limpié el polvo en un intento de cuidarlo, y me lo guardé en un bolsillo; no pensaba dejarlo ahí tirado entre los escombros para que luego fuera destruido.
Sentí un profundo respeto hacia los propósitos por los que fue adquirido, el destino de ese objeto había cambiado una vez más, pensé.
Ahora su historia continuaría conmigo...
Mira los objetos que te rodean en tu vida, Armony, fíjate en los que tienes en tus bolsillos, todos tienen el poder de evocar en ti recuerdos de tu vida con solo mirarlos y concentrarte en ellos por un instante, hazlo y lo verás...
Nuestros objetos están ligados a nuestros recuerdos y quedarán allí plasmados para siempre, compartirán un lugar privilegiado junto con los seres que hemos amado y los diferentes pasajes de nuestras vidas.
Espero que ahora entiendas que los objetos no son simples cosas que no tienen relación con nosotros, al contrario, todos se relacionan con distintas etapas de nuestras vidas, es solo que la gente no se detiene nunca a pensar en ello —finalizó diciendo la doncella.
El relato de Ayame fue lo suficientemente profundo y sentido como para hacer pensar a Armony que, tal vez, su idea de alejarse de la caja de música no era correcta y que, posiblemente, debería hacer todo lo contrario...
¿Que destinos se unían a esa misteriosa caja de música que tanto deseaba evitar?
Un impasse de meditación quedó así flotando en el aire mientras continuaron caminando en silencio, hasta que Daphne, incómoda ya, decidió sacar un tema que la impacientaba:
—Una pregunta —dijo, dirigiéndose a todos—, ¿seguiremos lo que recomendó la vidente?
—Sí, y lo primero que haremos es ir tras mi hermano —le respondió Steven—; para encontrarlo la única opción que nos queda es ese expediente restringido, el cual guarda la corporación Rottweiler en sus bases de datos.
Con respecto a mi madre, Sakura dijo que ella trata de continuar con su vida del mismo modo en como fue antes, así que, seguramente, debe ser psicóloga y, por su edad actual, tiene que haberse graduado hace poco... y con buenas calificaciones, me imagino; por lo general, el haber alcanzado cierto grado de excelencia, en alguna disciplina, en una vida anterior, nos facilita mucho el poder destacar en la misma área en una siguiente vida.
Solamente tenemos que extrapolar a los objetivos que reúnen las características aportadas por Sakura y, con suerte, apenas van a quedar unos pocos, o inclusive uno solo...
En lo que se refiere a mi padre no tenemos nada, salvo eso de que no está en este mundo ni en esta realidad... ¿A qué se refirió con eso?, ¿alguien tiene idea de que quiso decir? —planteó de manera retórica—... porque yo no la entendí, sinceramente.
Creo que vamos a necesitar mucha suerte con él y, aún así, no sé si podamos lograrlo —sentenció al final preocupado.
—Supongo que la Corporación también va tras tu hermano ¿Acaso, no pueden ellos averiguar lo mismo que acabamos de averiguar nosotros usando sus propios oráculos? —le planteó entonces Daphne y esta vez fue Michael quien le aclaró:
—Los videntes que trabajan para la corporación Rottweiler son muy poderosos, pueden adivinar muchas cosas por sí mismos, sin nada más, pero es bien sabido que, para obtener datos más certeros, es siempre imprescindible un contacto físico directo o un estrecho acercamiento energético con alguien o algo relacionado con lo que se pretende averiguar... eso es debido a la energía presente en las personas y objetos, como comentó Ayame hace instantes.
Lo que mejores resultados brinda, y también lo más difícil de conseguir, son las personas.
Hoy, la presencia de Steven, que fue un familiar directo y sanguíneo de las almas que buscamos, le permitió a Sakura ser muy precisa en la ubicación de ellos en la actualidad. La Corporación no cuenta con esa opción, sus oráculos seguramente les estarán dando datos mucho más vagos y generales, tenemos una clara ventaja sobre ellos —concluyó.
—Es similar a cuando Nayara, la adivina gitana que ayudó Michael, me necesitó físicamente para poder indagar más acerca de lo que me había pasado en mi vida anterior, cuando fuí Melody.
Siempre, el contacto energético del alma del vidente con alguien o algo que se relacione con su búsqueda es esencial para una visión más precisa —enfatizó Armony.
En ese momento llegaron a la entrada del jardín amurallado; se despidieron entonces de la amable Ayame y las dos doncellas que la acompañaban...
Y mientras caminaban hacia los vehículos, Steven dijo:
—Creo que ya no tenemos nada más que hacer aquí en Japón. Ahora, el tiempo corre en contra nuestra, con cada instante que pasa, la Corporación tacha otro nombre de su lista y se acerca más a mi hermano, Peter.
—Así es. Cuanto antes emprendamos nuestro viaje hacia América va a ser mejor —aseveró Michael apoyando sus palabras.
—Si me lo permiten, les puedo programar su vuelo hacia Estados Unidos y hacer todos los arreglos necesarios para su estadía allí —les propuso Hansuke—.
Partirían mañana en el horario que ustedes prefieran, y llegarían en doce horas, aproximadamente.
Todos estuvieron de acuerdo, y así pasaron su último día en Japón, preparándose para el viaje que emprenderían...
Al día siguiente se reunieron en la entrada del aeropuerto de Narita, y mientras se despedían, Hansuke les hizo un obsequio final:
—Esta es, por ahora, la última ayuda que puedo brindarles —en ese instante su bella asistente personal abrió un maletín que les presentó y del cual Hansuke sacó un conjunto de pasaportes, mismos que les entregó a cada uno en mano—.
Estos pasaportes falsos los creamos basándonos en sus actuales pasaportes; todos los registros biométricos concuerdan con los de ustedes y tienen sutiles diferencias en sus identidades, todas fueron diseñadas especialmente para confundir a cualquier computadora que intercepte los datos provenientes de la oficina de migración del gobierno estadounidense, así se podrán mover con mayor facilidad sin que la corporación Rottweiler los pueda rastrear.
—Me da un poco de miedo usar esto... ¿Nos estás diciendo que los avanzados escáneres de los aeropuertos norteamericanos, preparados para interceptar a terroristas internacionales, no van a detectar estas falsificaciones? —le preguntó Daphne con un dejo de incredulidad.
—Un sector tecnológico de nuestra compañía, fabrica la electrónica de esos escáneres, no te preocupes, pasarán como verdaderos... Viajen tranquilos y ¡que tengan mucha suerte en Estados Unidos! —les deseó Hansuke sonriendo, y mientras se despedían agregó:
—Cuídate mucho Michael, cuando llegues allí, tú y los tuyos estarán expuestos, y en territorio enemigo...
Hay una última enseñanza que Miyamoto Musashi nos dejó en El Libro de los Cinco Anillos y que quiero que recuerdes muy bien: «Lo importante en la táctica es ser consciente del sable del adversario, pero no mirar en absoluto ese sable adverso». Siempre ten en cuenta el poder de tu enemigo, pero nunca dejes que ese poder atente contra tu valor y decisión de cumplir tu objetivo.
Y así partieron en su viaje transcontinental. El futuro les deparaba, a todos, eventos que aún no podían imaginar, pero que muy pronto los alcanzarían inexorablemente...
Orquídea de sangre
Mientras tanto, en la corporación Rottweiler, la búsqueda por la reencarnación del hermano de Steven no se detenía ni por un solo instante.
Los últimos meses habían sido solo frustrantes; la investigación demostró ser extremadamente más compleja de lo que esperaban.
Una buena cantidad de los objetivos probables a los que apuntaban sus registros se encontraban en el lejano oriente, una zona del mundo en la que la Corporación no tenía casi nada de poder y en la que le costaba mucho trabajo desplazarse.
Eran las nueve de la mañana, y Sylvia estaba en la sede de la corporación Rottweiler, en Nueva York.
Se encontraba junto a Valery analizando el progreso de la cacería a nivel global que había comenzado.
Ambas estaban en la CCR, la Sala de Control Central del imponente rascacielos negro, su centro neurálgico... por donde pasaba toda la información:
—¿Como vamos hoy con el progreso de la búsqueda? —preguntó Sylvia, por enésima vez.
—Mal. Ese tal Peter es un verdadero problema. Descartamos tantos objetivos como podemos... pero aún así, todavía siguen siendo demasiados; y para empeorar la situación, la gran mayoría se concentran en Asia y por allí, como ya sabes, tenemos que movernos muy discretamente, casi a escondidas; eso nos retrasa demasiado —le respondió Valery.
—¡¡Ese maldito armisticio que tenemos con la compañía Ryujin!!, no nos ha dado más que puros problemas. Ahora nos dificulta hasta el poder encontrar a un objetivo prioritario nuestro —exclamó Sylvia.
—Eso, si es que ha vuelto a este plano, ignoramos fehacientemente si ha reencarnado —dudó Valery...
—La mayoría de nuestros videntes coinciden en que lo ha hecho y que se trató de un retorno inmediato; tenemos que trabajar sobre esa base... Su edad actual debería rondar los 24 años —enfatizó Sylvia y una vez más, trató de enfocarse en todo lo que podía deducir:
—El hermano de Steven tiene que haberse reencarnado en alguien aventurero, al que le guste viajar por el mundo, así era Peter según lo que consta en nuestros registros; también se debe sentir atraído por la caja de música, dado que en su vida anterior se la terminó llevando consigo, eso lo recuerdo muy bien porque yo misma lo vi antes de que Melody me matara; posiblemente, en esta nueva vida suya, se encuentre relacionado con el arte o las joyas de algún modo... tal vez sea un coleccionista privado u opere traficando en el mercado negro.
¡Quiero que se concentren en los objetivos que reúnan esas características! No dejen nada sin revisar —les ordenó a los operadores de la sala y agregó:
—Si al menos tuviéramos a Steven con nosotros no pasaríamos por estas penurias... todo sería mucho más sencillo, podríamos llevarlo con algunos de nuestros oráculos y así obtendríamos alguna precisión... y seguramente acotaríamos mucho la lista de objetivos.
También quiero que se intensifique la búsqueda de él ¡¡Tiene que estar en algún lado!!
—Ya me anticipé a eso Sylvia y puse a Steven en nuestra lista de prioridades; él es actualmente uno de nuestros objetivos principales, nuestros agentes lo buscan por todo el mundo, con orden de capturarlo de inmediato al verlo.
—Excelente, Valery. Espero que demos con él antes que con su hermano; tengo algunos asuntos pendientes con Steven que quiero saldar —espuso Sylvia, acariciando la pequeña cicatriz que había quedado en su pierna luego de que Steven le disparara durante el rescate de Armony—. Sinceramente me alegro de que hayas asumido la mayoría de sus funciones; contigo, como mi segunda al mando de estas operaciones especiales, las cosas van a ser muy diferentes por aquí... tú y yo pensamos, y procedemos, del mismo modo —concluyó con una malvada sonrisa de satisfacción y complicidad al mismo tiempo.
En ese preciso instante, y casi como si fuera una burla del destino, Steven estaba atravesando los controles migratorios del principal aeropuerto de la misma ciudad, el John Fitzgerald Kennedy, pasando por debajo del radar de la Corporación, sin levantar ni la más mínima sospecha, y todo gracias a la identidad adulterada que le proporcionaba el pasaporte facilitado por Hansuke.
Junto con él viajaba Daphne, el vuelo de Michael y Armony llegaría por otra aerolínea y recién seis horas después para maximizar, de ese modo, la discreción en los viajes de los cuatro...
Siendo las cuatro de la tarde, ambas parejas ya se encontraban reunidas en un discreto restaurante de la ciudad, tomando un café y planeando sus próximos movimientos... y tratando de pasar lo más desapercibidos posible.
—Cuéntame un poco más de este hacker en el que confías tanto, Michael. Me gusta saber todo lo posible de las personas que colaboran conmigo —le pidió Steven.
—Dylan tiene un modesto comercio de reparación de artículos electrónicos en esta ciudad.
Pero, ese lugar en realidad es una cubierta para su guarida... Dentro de su local existe una entrada a un sector subterráneo y oculto, en donde lleva a cabo toda su actividad real. Allí cuenta con colaboradores y equipos lo suficientemente sofisticados como para infiltrarse en cualquier base de datos del mundo. Cuando lo veas quedarás impresionado, te lo aseguro —le respondió Michael.
—Veo que confías mucho en ese hacker y su grupo.
—No es para menos. Él me ha ayudado en muchas ocasiones, sin Dylan me hubiera sido imposible localizar a Armony, y mucho menos rescatarla cuando la Corporación la capturó.
—Y ¿como lo conociste? —preguntó Daphne.
—Fue hace años, luego de que renuncié a mi unidad de rescate en Alaska y empecé a desempeñarme como rastreador. Los tiempos habían cambiado desde la última vez que lo fuí, en los años ochenta. La información en esta época se mueve por canales muy diferentes y un rastreador de hoy en día, a pesar de tener conocimientos informáticos, necesita de auténticos expertos en el mundo digital.
Mi búsqueda comenzó en internet, en lo que se conoce como la deep web para ser exacto...
En ese momento la alarma del reloj pulsera de Michael sonó, interrumpiéndolo y recordándole la hora que era. La anécdota quedaría entonces en suspenso y para otra ocasión.
—Es mejor que nos pongamos en marcha; ya falta poco para el horario en el que pacté nuestra reunión con Dylan.
Fue así que ambas parejas partieron juntas, y en cuestión de solo minutos llegaron a la fachada comercial del hacker.
Michael detuvo el vehículo justo delante.
—Chicas, va a ser preferible que ustedes dos nos esperen aquí dentro, en el auto —les dijo Michael a Armony y Daphne—; a Dylan no le gusta recibir muchas visitas extrañas juntas... tiende a ser muy reservado.
Ambas mujeres estuvieron de acuerdo, a ninguna de las dos les entusiasmaba demasiado las cuestiones relacionadas con el mundo de la informática.
—¿Será seguro dejarlas en el auto, Michael? Armony es una figura bastante pública y Daphne también tiene bastante popularidad, alguien podría reconocerlas —preguntó Steven preocupado mientras ellos esperaban en el local a Dylan.
—Estarán bien, no te angusties, el auto tiene vidrios polarizados, nadie podrá verlas con claridad, además, por esta calle no pasa mucha gente...
En ese instante apareció el genio informático.
—¡Dylan! ¿Como estás? Te presento a Steven, es de mi extrema confianza —le dijo Michael al verlo.
—¿Y la tarjeta de la Corporación? —preguntó Dylan sin mediar palabra...
—Aquí está —le respondió Steven sacándola de su bolsillo y entregándosela en la mano.
Dylan comenzó entonces a examinar cuidadosamente la tarjeta...
—¡Vaya! Nunca había visto una tarjeta chip de estas; sabía que existían... por esquemas de circuitos que han llegado hasta mí, pero es la primera vez que tengo una en la mano.
Pasemos al interior, es hora de comenzar —les dijo mientras cerraba con llave la puerta de entrada al local y daba vuelta el pequeño cartel que colgaba en su centro, poniendo la palabra «cerrado» hacia afuera.
El tiempo pasó muy rápido para Armony y Daphne... charlaron de todo, escucharon música y se mantuvieron entretenidas, hasta que, un par de horas después, se cansaron de esperar:
—Pero ¿qué los demora tanto, se puede saber? Hace dos horas que nos tienen aquí esperando, ya quiero salir y estirar las piernas —se quejó Armony.
—Voy a llamar a Steven... a ver que está pasando —dijo Daphne mientras tomaba su teléfono celular y marcaba—. ¿Fuera del área de cobertura? ¡¡Pero si estamos a solo unos metros, y en medio de la ciudad!! —exclamó sorprendida al escuchar la respuesta automatizada en su móvil.
—Me pasa lo mismo con el celular de Michael. No puedo creer que ambos hayan apagado sus teléfonos —le comentó Armony mientras intentaba llamarlo por su lado—. Bajemos, Daphne; tenemos que ir a ver que está pasando, esto ya no me gusta nada...
Mientras tanto, y en la zona secreta de su local, Dylan había introducido la tarjeta chip de Sylvia en una lectora y la estaba examinando minuciosamente con sus computadoras. Llevaba todo el tiempo transcurrido intentando hacer algo que solo él comprendía con claridad, Michael y Steven apenas se limitaban a verlo, en silencio.
En ese instante Dylan se quitó sus anteojos y se reclinó en su silla, llevando sus manos atrás de su cabeza y arqueó su espalda hacia atrás en un claro gesto de enfado y frustración:
—¡Es imposible! No se puede. Cada vez que simulo un acceso al servidor, el chip interno de la tarjeta intenta hacer una geolocalización de sí misma.
Esta es una tarjeta de siguiente generación que va mucho más allá, inclusive, de los más avanzados esquemas que he visto; al conectarla pasa a integrarse como parte del circuito de la computadora que la utiliza y toma el control total de la conexión mientras se accede a la base datos; al mismo tiempo y como parte del protocolo de enlace, envía las coordenadas de donde se encuentra conectada como parte del cifrado de datos, y no se la puede engañar enmascarando la conección.
—Lo cual... ¿qué significa exactamente? —preguntó Michael.
—Que no puedo evitar que, en cuanto se conecte a la red, informe primero donde está ubicada, y recién luego de eso acceda a la base de datos de la corporación Rottweiler.
De no haber hecho, hasta ahora, solo simulaciones en un entorno virtual controlado por mí, la Corporación ya sabría exactamente donde estamos localizados en este momento...
—¡Dylan! Tenemos un par de mujeres en la entrada del local, están tocando el timbre y golpeando la puerta como locas —le advirtió en ese instante uno de sus colabores, todos miraron al monitor de la cámara de seguridad que enfocaba la entrada:
—Son Armony y Daphne. Perdimos la noción del tiempo, deben de estar preocupadísimas —expresó Michael.
—Pero ¿por que no nos llamaron por teléfono? Yo tengo el mío prendido —dijo Steven desconcertado.
—Sucede que estamos en una área blindada contra radiaciones electromagnéticas... No hay comunicación radial de ningún tipo desde o hacia aquí dentro —le respondió Dylan mientras se paraba molesto y a regañadientes agregaba:
—Iré a hacerlas pasar antes de que llamen la atención de algún policía y tengamos que dar explicaciones...
Cuando Armony y Daphne entraron, pasaron al área secreta del establecimiento y Michael les explicó toda la situación...
—¿Cómo es que no se puede desarmar ni modificar esa... cosa? Con todos los aparatos de laboratorio electrónico que veo aquí dentro me imagino que algo podrá hacerse —se quejó Armony escéptica.
—Ya consideramos todas las alternativas; está encapsulada en un polímero resistente a ácidos y altas temperaturas, si tratamos de disolver su capa externa destruiríamos el chip interno.
Está muy bien pensada para no ser violada —le dijo Michael.
—Entonces, ¡hasta aquí llegamos! —sentenció Daphne frustrada.
—Yo no dije eso —la corrigió Dylan—. No pienso dejar pasar tan fácilmente una oportunidad como esta de irrumpir en las bases de datos de la Corporación.
Esta tarjeta representa una situación única para mí...
No va a ser una entrada limpia, ni mucho menos segura, pero algo tengo en mente ya —aclaró mientras comenzaba de pergeñar los detalles de lo que sería un arriesgado plan.
Steven miró en silencio a Michael, intrigado por lo que Dylan tendría en su cabeza; Michael le devolvió una sonrisa de confianza, dado que conocía sobradamente las capacidades del hacker...
Y solo unos instantes después, Dylan habló:
—Como medida principal, vamos a tener que alejarnos de la ciudad porque, en cuanto acceda a su red, van a detectarnos de inmediato... eso es un hecho inevitable; y en cuanto nos detecten, con total seguridad, van a enviar a sus agentes a interceptarnos... No nos arriesgaremos a ser sorprendidos por el tiempo de respuesta que la Corporación pueda tener, así que pondremos una barrera física, la distancia.
Secundariamente, vamos a necesitar usar un telepuerto, dado que cuenta con una enorme capacidad de conexión satelital directa; eso nos va a permitir el poder disimular nuestra ubicación real hackeando a los propios satélites para hacerles creer en la Corporación que estamos en varios lugares del globo terráqueo al mismo tiempo.
Tiene que ser, por lo tanto, un sitio de mi total confianza, el cual nos permita operar con tranquilidad y absoluta libertad... y tengo el lugar perfecto —dijo sonriendo.
—Michael, ¿qué cosa es un telepuerto? —le preguntó Armony susurrándole de costado.
—Un telepuerto es una estación de radio que está en tierra y que se utiliza de manera amplia en telecomunicaciones. Sirve principalmente para la retransmisión de distintos servicios de televisión, voz y datos vía satélite...
Seguramente, alguna vez habrás visto esas enormes antenas parabólicas que muchas veces están rodeadas de otras antenas más pequeñas y que se ubican en zonas apartadas de las grandes ciudades, esos son telepuertos; se los conoce también como estaciones terrestres o estaciones terrenas —le respondió él de manera disimulada.
—Hay una estación satelital como la que necesitamos a unas pocas horas de la ciudad de Nueva York, es pública y está al norte del estado, justo en el borde del lago Ontario —continuó Dylan—. Allí trabaja un hacker colega mío y con quien he hecho ciertos trabajos en el pasado, es de mi total confianza y estoy seguro que va a ayudarnos; a Alexey le encanta violar cualquier clase de protocolo satelital, por eso trabaja allí... y es muy bueno haciéndolo.
Si están de acuerdo conmigo, puedo hacer todos los preparativos hoy mismo y mañana viajaríamos para realizar la operación, ¿qué les parece? —les preguntó a los cuatro mientras los recorría con su mirada.
—Por supuesto que sí, Dylan —dijo Michael al tiempo que Steven asentía con su cabeza; Armony y Daphne se miraban de reojo entre ellas y permanecían calladas sin saber ni que responder.
Así fue como, al día siguiente y siendo las nueve de la mañana, emprendieron el corto viaje que los llevaría hasta el gran lago ubicado en la frontera canadiense.
El vehículo que había elegido Dylan era un camioneta tipo van de uso periodístico en transmisiones de exteriores.
Aunque era blanca y sin identificaciones, su finalidad era imposible de ocultar: su techo estaba cubierto con varias antenas de transmisión destinadas a establecer enlaces entre puntos distantes por los más diversos medios tecnológicos, destacando una gran antena satelital que era la principal y más potente de entre todas.
Internamente, su espacio libre estaba limitado por modernos equipos aptos para transmisiones digitales de alta definición.
No era la opción más veloz en el caso de tener que huir, pero les permitía viajar a los cinco juntos, aunque con muy poca comodidad.
Dylan, que conocía bien la ruta, iba al volante; y el viaje auguraba ser fastidioso, sin embargo, a medida que se acercaban a su destino, el paisaje fue cambiando... y eso lo volvió más agradable.
Toda la modernidad y el ajetreo de la gran metropolis que era Nueva York, fue remplazado por un ambiente más natural, de calma y tranquilidad. Atrás quedaron los grandes edificios y tomaron su lugar pintorescas casas de campo, con grandes superficies de bosques y llanuras que rodeaban el camino; los sonidos de bocinas, sirenas y vehículos en tránsito permanente, ya lejanos, dieron paso al canto de las aves y susurros de suaves y esporádicas brisas.
—Tenemos mucha suerte hoy, el clima nos favorece, el cielo está completamente despejado y el pronóstico meteorológico anticipa que el día permanecerá soleado en toda la región; la comunicación satelital va a ser inmejorable —comentó Dylan satisfecho.
—Somos cinco personas. De haber elegido un autoportante todos viajaríamos más cómodos... me parece a mí al menos, no sé ustedes que piensan —planteó Daphne quejándose.
—Eso es muy cierto —le contestó Dylan sin apartar la mirada de la ruta—. Ustedes ahí detrás tendrían mucho más espacio, pero yo no dispondría de la tecnología que necesito... Este vehículo es ideal para lo que tengo planeado.
—¿Y se puede saber que sería eso con exactitud, Dylan? —le preguntó Daphne en un claro tono de reproche.
—Robar toda la información que pueda de las bases de datos de la corporación Rottweiler en el tiempo del que disponga —respondió el hacker esbozando una media sonrisa confiada y continuó diciendo:
Las bases de datos de la Corporación ocupan pisos enteros de su edificio sede, en donde tienen muchas computadoras especializadas en almacenamiento masivo. Sería imposible copiar toda esa información en una computadora individual, es por eso que tendré que transmitirla lejos, a distintos servidores de alta capacidad.
Este móvil de exteriores me lo facilitó un periodista independiente, quien trabaja para varios medios importantes... usualmente le brindo información sensible sobre políticos y empresarios que me interesa hacer pública. Tenemos una excelente relación profesional.
Uno de los medios para los que él trabaja posee una flotilla entera de camionetas como esta, se usan para las cobertura de notas en vivo.
Las antenas que tiene montada en el techo permiten hacer enlaces vía satélite y de microondas punto a punto con una muy alta velocidad de transferencia de datos...
Una vez que me conecte con las bases de datos de la Corporación y aprovechándome del enorme caudal de información que podré manejar, simplemente, copiaré a mansalva cuanto archivo encuentre para examinarlo luego.
—De acuerdo con este mapa, hay una estación satelital que se encuentra como a una hora de viaje y al este de la ciudad de Rochester ¿es allí hacia donde nos dirigimos? —le preguntó entonces Michael, que sabía leer bastante bien los mapas y estaba examinando uno.
—Correcto —le respondió Dilan.
—¿Y falta mucho para llegar? —repreguntó Armony.
—No, para nada, vamos a estar allí en aproximadamente diez minutos; de hecho, si miras hacia el frente, en lo alto de aquel cerro ya se puede ver la gran antena principal del complejo.
En ese momento pasaban por un pequeño poblado; era de esos que se alojan a los costados de las rutas, sencillo, prolijo... típico de aquella región, y que se encontraba fusionado a la perfección con un bosque y una laguna del lugar.
—Que hermoso ambiente hay en esta zona —expresó Daphne sin dejar de mirar por la ventana—. Es tan apacible, ¡que bello lugar para vivir! —expresó—. Estoy segura de que las personas de por aquí viven a otro ritmo que las de las grandes ciudades.
Sin duda, estos son mis sitios predilectos... Miren por ejemplo ese gran vivero... ¡Qué bellas flores! ¡que colores brillantes tienen! Sería imposible tener algo así en una metrópolis con toda la contaminación y polución que hay allí flotando en el aire.
Cuando Armony miró por la ventana, se sintió de inmediato intrigada por el nombre del vivero: La Orquídea Carmesí, ella amaba las orquídeas y pensó que aquello podría no ser simplemente una coincidencia; eso, sumado al hecho de que sabía que se aburriría tremendamente con todo lo de la intrusión a los sistemas informáticos de la Corporación, la llevó a tomar una decisión del momento:
—Perdón, ¿podemos detenernos en este lugar? Preferiría quedarme aquí recorriendo el vivero mientras ustedes van a la estación terrena y hacen lo suyo... ¿qué te parece, Michael?
Michael lo pensó por un instante...
—Por mí esta bien —le contestó—, pero yo continuaré junto con Dylan, por si surge algo inesperado.
—Yo también seguiré contigo, Michael —agregó Steven.
—Bueno, siendo así, yo me quedaré con mamá. También quiero visitar el vivero —agregó Daphne.
—No se alejen de aquí, chicas... en cuanto terminemos, vendremos por ustedes y desapareceremos, ¿de acuerdo? —les enfatizó Michael.
—¡De acuerdo! —respondieron Armony y Daphne al unísono, ambas con un leve tono de fastidio.
Fue así que se detuvieron en la entrada del establecimiento y ambas parejas se separaron, aunque solo momentáneamente...
El vivero era enorme, contaba con una edificación principal de dos pisos de altura, ubicada al frente de un campo de cinco hectáreas, el cual, a su vez, se encontraba lleno de plantas, flores y árboles de las más variadas especies.
Cuando entraron al lugar, tanto Armony como Daphne, quedaron fascinadas por la exuberancia de las plantas que allí había y la belleza de sus flores: las variadas formas, los intensos colores y las delicadas fragancias, eran algo único.
El ambiente era un gran invernadero, con paneles de vidrio que conformaban sus paredes y techo, dando así un perfecto paso a la luz del sol, misma que iluminaba cada rincón del lugar.
No había mucha gente allí, ni una gran cantidad de empleados tampoco; de hecho, solo vieron a una mujer, quien se encontraba de espaldas y parcialmente agachada, y parecía estar trabajando en un imponente y gran rosal; junto a ella había unas macetas con unos elaborados y hermosos arreglos florales en ellas.
—Ustedes dos... ¡acérquense, por favor! ¿Podrían ayudarme? —les pidió la mujer al verlas de reojo.
—Sí, ¿qué es lo que pasa? —le preguntó Armony al tiempo que se acercaba con Daphne.
—Es este cachorro travieso que se ha vuelto a meter en problemas, como siempre —dijo la florista señalando a un adorable y pequeño perrito blanco con manchas marrones, el cual había quedado atrapado debajo del rosal—. Estaba jugando con su pelota y cuando se metió ahí, una de las espinas de la rosa le hizo un tajo en su patita, ahora está lamiéndosela y con miedo de salir.
—¡Pobrecito! —exclamó Daphne apiadándose del animalito.
—Estoy tratando de sacarlo para curarlo desde hace un buen rato ya, pero sola no puedo con esta gran rosa llena de espinas.
—Dinos como ayudarte y lo haremos gustosas —le respondió Armony sin dudarlo ni un segundo.
—Toma, póntelos —le dijo entonces la florista, sacándose sus guantes de jardinería y dándoselos a Armony—; tú usa ese rastrillo de ahí —le señaló a Daphne—. Entre ambas, levanten y corran, solo un poco, las ramas de la rosa para que yo pueda meterme por debajo y sacar al cachorro.
Armony y Daphne hicieron lo que la florista les pidió lo mejor que pudieron y la joven, agachada, se metió por dentro del improvisado túnel con mucho cuidado, tratando de evitar las grandes y filosas espinas de la planta...
—No tengas miedo —le dijo al asustado cachorro con voz calma—, te sacaré de ahí y te curaré —agregó.
El pequeño animal pareció entenderla y se acercó a sus manos tanto como pudo; lo hizo muy despacio, temblaba de miedo... Ella lo ayudó apartando las pocas ramas que aún quedaban entre ambos con una de sus manos y lo tomó con la otra, sacándolo así lentamente y con delicadeza de la trampa en la que estaba.
Una vez a salvo de las espinas, la florista lo besó en su pequeña cabeza y lo acarició con el dorso de sus dedos, pronunciando suaves palabras que calmaron al cachorro aún más.
—Tienes una empatía especial hacia los animales —le dijo Daphne completamente enternecida al verla.
—Es por mi profesión —dijo la mujer mientras abría un botiquín de primeros auxilios que tenía cerca de ella y comenzaba a desinfectar la herida del perrito.
—¿Eres veterinaria, acaso? —le preguntó Armony
—No.
—Entonces, curas personas; eres enfermera, ¿no es así? —preguntó Daphne.
—Ninguna de las dos cosas —respondió la florista mirando unos rasguños que la rosa le había hecho en su antebrazo durante el rescate y que el cachorro le estaba lamiendo sin cesar... y pensativa, agregó:
—Curar animales o seres humanos, ¿cual es la diferencia real? Sufrimos igual, sangramos igual... y morimos igual.
Afortunadamente, también sanamos igual —sentenció con una sonrisa—.
Quisiera agradecerles por haberme ayudado; por cierto, me llamo Issadora, soy hija de los dueños de este vivero y también trabajo aquí, como pueden ver —dijo mientras se agachaba y vendaba la patita del cachorro.
Issadora era una agradable joven que tenía veinticinco años de edad, recién cumplidos.
Su cabello era de un color rojo intenso y muy ondulado, mismo que habitualmente llevaba suelto, pero que en ese momento estaba atado con un pañuelo azul.
En la mirada de sus bellos ojos celestes se reflejaba su personalidad, que era amable, buena y alegre... pero que, a su vez, entrañaba un aire de profunda tristeza, era como si alguna pena se ocultara en ella.
La blanca piel de su redondeado rostro, cubierto de pecas, le daba un aire de simpatía y calidez. La sonrisa en su expresión, la hacía ver como una joven soñadora y llena de optimismo por el futuro.
En ese momento llevaba puesta la típica ropa de un jardinero: un overol azul, de tela de jean, sujetado por un par de tiradores y ajustado a su cuerpo por un cinturón que marcaba su cintura, mismo que le servía para cargar las herramientas propias de su actividad; finalmente, un par de botas negras completaban su atuendo de trabajo.
Cuando terminó de curar al perrito, Issadora se retiró por un instante para guardar el botiquín de primeros auxilios, dejando a solas a Armony y Daphne, quienes se miraron con complicidad:
—¿Será esta, acaso, la dama de las flores? —le preguntó Daphne.
—Posiblemente —le respondió Armony mientras se quitaba los guantes que le había dado la florista—; pronto lo averiguaremos...
En cuanto Issadora volvió, Armony tomó la iniciativa:
—Mi nombre es Armony y ella es Daphne —dijo al tiempo que adelantaba su mano para estrechar la de Issadora.
Armony estaba completamente dispuesta a comprobar el despertar en ella... Issadora le correspondió de inmediato y estrechó su mano.
En ese instante Armony la miró atentamente a los ojos para detectar cualquier reacción extraña... pero nada pasó, no fue más que un saludo amistoso y normal.
Daphne, intrigada, también decidió probar suerte y le dio la mano a Issadora con efusividad... pero, al igual que sucedió con Armony, no hubo reacción alguna por parte de la florista, más que la de una amistosa sonrisa.
Mientras tanto, Dylan llegaba junto con Michael y Steven a la estación terrena...
Detuvo el vehículo justo delante de la reja y bajó la ventanilla para que la cámara de vigilancia de la entrada lo enfocara claramente; unos segundos después, la reja del frente se abrió de manera remota y entraron al complejo.
Condujo entonces la van hasta la playa de estacionamiento, en donde, luego de aparcar, los tres se bajaron; los estaba esperando allí un joven, conocido por Dylan:
—¡Bienvenido, amigo mío! —exclamó el muchacho con un acento ruso bastante marcado.
—¡Alexey, cuanto tiempo sin vernos! —le respondió Dylan y se dieron un fuerte abrazo, propio de camaradas.
Mientras Michael y Steven se presentaban a sí mismos, Dylan activó los sistemas de comunicación del móvil de exteriores, orientó las antenas y puso todos los equipos a punto para poder operarlos desde su computadora portátil...
Luego, todos entraron y fueron al centro neurálgico de la estación terrena: aquella sala estaba llena de dispositivos, con tecnología de punta y exclusivamente avocada a las telecomunicaciones de todo tipo; ese era sin duda el lugar perfecto para lo que planeaba perpetrar Dylan.
—Bien, amigo, tú dirás ahora que haremos... No me adelantaste mucho en nuestro último contacto.
Dylan le mostró la tarjeta chip robada a la Corporación y Alexey se quedó examinándola asombrado:
—Es una tarjeta de acceso remoto. No obstante su diseño no es nada común, es más gruesa y pesada que las habituales. Creo imaginar que clase de tecnología tiene... Sabía que existían, pero nunca había visto una. ¿Cómo la conseguiste, camarada?
—Yo se la dí —le contestó Steven—. La robé cuando aún era jefe de seguridad de la corporación Rottweiler.
—¡¿La corporación Rottweiler?!... ¿Acaso, planean usar esto para ingresar en sus bases de datos? —preguntó y el silencio que obtuvo fue la respuesta—. Esos tipos se toman su privacidad muy en serio. ¿Qué les hace suponer que no se encuentra anulada ya?
—Estoy bastante seguro de que la Corporación me busca de manera prioritaria y esta tarjeta es la mejor chance que tienen para encontrarme —le aclaró Steven.
—Entiendo... y ¿qué vamos a consultar cuando entremos a su sistema?
—Un expediente en particular —le respondió Dylan—, está clasificado y protegido por una contraseña de acceso. He traído conmigo un conjunto de programas especiales, creados y testeados por mí; valiéndome de ellos he logrado romper claves con nivel de cifrado militar... aunque, claro está, necesitaremos de todo el tiempo que podamos conseguir.
—Ya veo —dijo Alexey—. Bien, vamos a hacer todo lo posible por retrasarlos entonces; en esta estación tengo suficientes puertos de conexión y software como para simular un ciberataque desde varios miles de ubicaciones a nivel global... y eso, solo en principio.
—Comencemos —dijo Dylan encendiendo su computadora. Acto seguido, ambos hackers se pusieron a operar los dispositivos del telepuerto mientras que Michael y Steven se limitaban solo a mirarlos, sin interferir ni comprender muy bien lo que estaban haciendo...
Al cabo de algunos minutos, Dylan miro a Alexey y este, a su vez, le asintió con la cabeza, indicándole de ese modo que ya estaba listo para comenzar.
Entonces Dylan introdujo la tarjeta de Sylvia en un lector, y su computadora se conectó finalmente a las bases de datos de la corporación Rottweiler:
—La tarjeta está activa... ya entré. Comienzo con el rastreo y transferencia automática de datos —dijo Dylan al tiempo que activaba algunos de sus programas especiales—. ¡Listo! y ahora a buscar el expediente.
—Yo, mientras tanto, estoy realizando búsquedas al azar desde ubicaciones fantasma distribuidas por todo el mundo —agregó Alexey.
Para ese instante, en la Corporación, todos los sistemas de alerta ya se habían disparado:
—Señora directora, desde hace un par de minutos su tarjeta ha sido activada —le informó a Sylvia el jefe de operadores de la CCR.
—¡Perfecto!... Ha llegado el día que tanto esperaba, finalmente —le respondió ella con una maligna sonrisa dibujada en su bello rostro—. Geolocalicen la conexión de inmediato, quiero saber en donde se encuentra Steven ahora.
Pasaron unos tensos instantes, durante los cuales los operadores de la Corporación buscaron frenéticamente al perpetrador...
—Tenemos un inconveniente, señora. Parece tratarse de un ciberataque a nivel mundial, detectamos conexiones simultáneas desde todo el planeta... Esto es algo inaudito, se cuentan por decenas de miles.
Quien lo esté haciendo debe ser un hacker experto, se está ocultando tras incontables ubicaciones fantasma... y se está robando una enorme cantidad de datos también.
Solicito su orden para actuar, directora. ¿Anulo la tarjeta y aborto todas las conexiones?
—¡No! Quiero que se comiencen a descartar las ubicaciones falsas —le contestó Sylvia, sin embargo, el operador en lugar de obedecerle le recordó:
—El procedimiento a seguir para un evento de este tipo es...
—¡¡Conozco perfectamente lo que indican nuestras normas en una situación como esta!! —respondió iracunda Sylvia, interrumpiendo al hombre y lanzándole una mirada temible.
—Eso nos va a llevar algo de tiempo, señora, durante el cual se robarán miles de expedientes... tal vez millones. Será la mayor brecha de seguridad jamás sufrida por la Corporación.
—¡Entonces, sugiero que empiecen ya mismo! Si Steven encuentra lo que esta buscando se desconectará al instante y se nos escapará nuevamente —ordenó de manera terminante Sylvia, ya visiblemente irritada.
Al mismo tiempo, en el vivero, el ambiente que imperaba era todo lo opuesto. La simpática Issadora, relajada, disfrutaba con sus dos nuevas amigas... charlando de todo:
—Mis padres le pusieron al vivero La Orquídea Carmesí porque a mi siempre me encantaron las orquídeas, desde que era solo una pequeña niña, y como soy pelirroja; fue solo cuestión de unir ambas cosas...
—Yo adoro las plantas —comentó Daphne—. De haber crecido en un vivero estoy segura de que hubiera sido una dedicada florista como tú.
Issadora sonrió desviando su mirada con un aire de melancolía y le dijo:
—Yo realmente no soy florista... Me apasionan las plantas, aprendí la profesión de florista de mi madre, pero en realidad elegí este sitio para trabajar recién actualmente; y lo hice porque es muy tranquilo, apacible, agradable...
Aquí estamos lejos de cualquier gran ciudad, y lo más importante para mí, lo que más valoro, es que no se escuchan sirenas de ninguna clase. Deseo alejarme lo más posible de mi anterior profesión, no quiero nada que me la recuerde...
Armony y Daphne se miraron extrañadas, el comentario de Issadora encerraba algo muy profundo y que las intrigó sobremanera.
—¿Tu anterior profesión? —le pregunto Armony—. ¿Qué eras, Issadora?
—Yo fui instrumentadora quirúrgica —respondió la joven con naturalidad—, pero ya no más.
—¡¿Instrumentadora quirúrgica?! —exclamaron a dúo y en tono de pregunta sus interlocutoras totalmente sorprendidas.
—Por lo que sé, ese trabajo consiste en colaborar con los cirujanos durante las operaciones pasándole los instrumentos que solicitan, ¿es así, verdad? —preguntó Daphne.
—Sí, básicamente —respondió Issadora, sonriendo ante la simplificación del comentario—. Aunque la tarea es mucho más compleja y extensa. Un buen instrumentador tiene que conocer los procedimientos quirúrgicos y estar atento a lo que le requerirá el cirujano, tratando de preveer cualquier posible alternativa que surja durante la operación y principalmente, no fallar jamas... el tiempo es más valioso que el oro cuando una vida está en juego, y en un quirófano no hay margen para el error.
—Issadora, tu elegiste un trabajo sumamente humanista y muy especializado. ¿Qué te pasó para que quisieras dejar una profesión tan altruista? —le preguntó Armony de inmediato y con su voz angustiada.
—¿Realmente quieren saberlo? Les advierto que la mía es una historia muy dolorosa —les preguntó Issadora mirándolas a ambas.
—Sí, por favor, cuéntanos —respondió Daphne al tiempo que Armony asentía con su cabeza.
—Bien, si es lo que desean, se las contaré...
Desde siempre, he deseado ayudar a los demás; ya siendo solo una niña quería ser doctora cuando fuera grande, jugaba a ser enfermera con mis muñecas, vendándolas y dándoles medicinas.
Con el correr de los años, al crecer, me decidí por seguir con la carrera de instrumentadora quirúrgica; me fascinaba la idea de poder colaborar con un cirujano para salvar una vida y ayudar así a la gente.
Estudié denodadamente... realmente me hacía mucha ilusión soñar en lo que me convertiría y finalmente, cuando me recibí, lo hice con altas calificaciones, eso me facilitó mucho el poder conseguir un lugar para comenzar con mis prácticas hospitalarias. Toda mi carrera arrancó de una manera perfecta.
Sin embargo, durante el segundo año de mi residencia, sucedió algo terrible:
Trabajaba en un pequeño hospital en las afueras de Nueva York, aquél día parecía ser un día normal, rutinario, como cualquier otro, todo transcurría sin sobresaltos... hasta que, de manera repentina, recibimos una alerta.
Había ocurrido un muy grave accidente automovilístico en una autopista cercana y dos de las víctimas ya se encontraban en camino hacia el hospital... Una ambulancia había recogido a las heridas y estaría llegando en pocos minutos más.
Se trataba de una madre, de unos treinta y cinco años de edad, y de su pequeña hija, de unos diez años; ambas estaban en estado crítico.
El nuestro era el único lugar al que podrían llegar a tiempo con alguna chance de salvarse.
De inmediato, todo el equipo de cirugía se preparó para recibirlas.
Aquel era un hospital local, bien equipado, pero con pocas instalaciones, teníamos apenas un par de quirófanos.
Usualmente hacíamos cirugías previamente programadas y no estábamos habituados a atender accidentes en donde hubieran varias víctimas involucradas; ese día, de hecho, solo había un cirujano de guardia, el doctor Stone.
Lo único bueno de aquella terrible situación era que, al tratarse del doctor Stone, las víctimas contarían con el mejor cirujano que teníamos. Yo siempre lo asistía en sus operaciones y les puedo asegurar que ese hombre, cuando operaba, hacía milagros...
Cuando se trabaja en una profesión como la medicina, y específicamente me refiero a las especialidades en las que las vidas de las personas se ponen permanentemente en juego, se establecen lazos emocionales muy fuertes entre los profesionales que intervienen... y eso es especialmente notorio cuando se trata de un cirujano y su instrumentador.
—Una vez leí algo al respecto —dijo Daphne—, ¿es tan así?
—Tendrías que vivirlo para entenderlo —le respondió Issadora asintiendo con su cabeza—. Dentro del quirófano, el cirujano debe contar con las manos de su instrumentador y con toda su atención permanente, de manera ciega; dado que es casi como una extensión de sí mismo. El instrumentador, por su parte, eso lo sabe perfectamente y no puede equivocarse en nada, debe estar atenta a toda la intervención y de serle posible, adelantarse a lo que el cirujano necesitará... un solo error y la vida de un ser humano podría perderse.
En el quirófano no hay lugar para fallas de ninguna clase, allí dentro la situación es de vida o muerte, literalmente.
Cuando ingresaron las dos víctimas recuerdo que una enfermera novata dijo: «no sé si tengamos suficiente O negativo para ambas», refiriéndose al grupo sanguíneo que es dador universal y que se usa siempre en estas situaciones de emergencia, en las que no hay tiempo para hacer una prueba del tipo de sangre...
Lo que sucedió a continuación, quedó grabado a fuego en mi mente —expresó Issadora con su voz quebrada por la emoción, pero continuó con entereza su relato:
—El doctor Stone le respondió que no hacía falta que usáramos O negativo ya que ambas eran A positivo, que es un grupo sanguíneo mucho más común y del que teníamos sangre suficiente.
Quedé atónita y desconcertada al escucharlo, no entendía como el doctor podía saberlo con solo haberlas visto... sin embargo, solo un instante después, en cuanto me acerqué y vi a las pacientes de manera directa, lo comprendí todo perfectamente.
Allí, tendidas en sendas camillas, estaban la esposa y la pequeña hija del doctor Stone, ellas eran las dos víctimas.
Estaban realmente muy graves, presentaban lesiones y hemorragias que les provocarían la muerte en cuestión de minutos si no se las ayudaba...
La que presentaba el cuadro más crítico era la hija, sus signos vitales eran extremadamente inestables... Solo un niño, con sus ansias de querer vivir, podía soportar esa clase de heridas —dijo Issadora entre lágrimas—.
En una situación así, se atiende al paciente que tiene mejores posibilidades de sobrevivir, y en ese momento era sin duda: la madre. Ella estaba aún conciente y preguntaba de manera desesperada por su pequeña hija.
Sin tiempo para hacer más, pusimos a ambas dentro del mismo quirófano, separadas solo por unos pocos metros...
El doctor Stone, ya listo para empezar a operar, se acercó a su esposa y le explicó lo que pasaba; no había tiempo, ni recursos humanos suficientes, como para salvarlas a ambas...
Y fue ella misma, su esposa, la que le pidió «salva a nuestra hija, por favor, ella tiene que vivir, yo resistiré cuanto pueda».
Él le dio un beso, recuerdo que pensé que ese era el beso del adiós —la voz de Issadora se interrumpía por momentos con breves llantos de dolor al contar la dramática historia, pero continuó:
—Fue así que el cirujano comenzó con la intervención de su propia hija. El sonido del monitor cardíaco de la madre evidenciaba el poco tiempo que le quedaba; el doctor trabajaba tan rápido como podía, no se resignaba a perder a ninguna de las dos; nunca lo vi operar con tanta concentración y desesperación al mismo tiempo. En algún lugar muy dentro de él tenía la esperanza de poder salvarlas a ambas, eso era evidente... y desgarrador.
Pero el destino ya había tomado su decisión...
Sin la atención que tanto necesitaba, los latidos de su esposa se fueron espaciando de a poco, al tiempo que su presión sanguínea caía a niveles críticos ante las hemorragias internas, que no se detendrían por sí solas...
Finalmente, su monitor cardíaco marcó la línea mortal con el típico sonido continuo que nos alertó de su muerte.
El doctor me pidió que apagara el aparato y comprobara los signos vitales de su esposa, él continuó operando a su pequeña, ni siquiera volteó a verla.
Obedecí de inmediato: tomé su pulso, pero no lo encontré, entonces mire sus pupilas, estaban dilatadas... sin duda alguna había fallecido.
En ese momento me pasó algo que nunca antes me había ocurrido, ustedes tal vez piensen que fue una locura, pero en mi mente resonó la voz de la mujer pidiéndome que ayudara a su esposo a salvar a su hija, puedo jurar que escuché a su alma llorar desesperada.
Le confirmé al doctor el deceso de su esposa meneando mi cabeza hacia los costados, me encontraba tan dolida que no podía emitir palabra alguna; él, con una fingida frialdad, me respondió: «ya partió, ya no sufre más», y una lágrima se deslizó por su mejilla.
Acababa de perder a su compañera de vida, pero continuó operando a su hija sin detenerse ni por un segundo... no tenía tiempo de llorar por su partida.
Sus manos parecían tan grandes para ese ser tan pequeño; el campo operatorio estaba lleno de sangre y él cerraba tantas hemorragias como podía; aún no sé ni cuantas unidades sanguíneas usamos aquel día en esa niña.
En un momento, cerca del final, nuevamente volví a oír una voz en mi mente, esta vez era la niña que desde el más allá rogaba por volver, pero su cuerpo ya no podía vivir por mucho más tiempo en ese estado terminal. Los ruegos de la pequeña eran desgarradores, ella quería vivir a toda costa, tenía una vida entera aún por vivir y mucho que hacer en ella... pero no podía volver a su destrozado cuerpo, que ya mostraba grandes fallas en sus órganos principales y su padre no podía hacer nada más por salvarla, su vida se le escurría entre sus manos.
Finalmente, escuché como la voz de la niña, aún entre llantos y sollozos, se alejaba y se hacía más difusa... y en el preciso instante en que dejé de oírla, ocurrió el óbito, su cuerpo murió.
Tratamos de resucitarla, sin embargo, no podíamos lograrlo... lo intentamos con desesperación, hasta que finalmente fue el propio doctor Stone quien, abatido por su terrible pérdida, nos ordenó detenernos.
Ese día nos marcó a todos los que estábamos en esa sala de cirugía; para mí, significó un antes y un después...
El doctor Stone no volvió a operar nunca más y su equipo de ayudantes se desmembró por completo. Todos lo queríamos y lo respetábamos, y su dolor lo sentimos como si fuera nuestro. Muchos de nosotros incluso conocíamos a su familia, ya que ellas lo visitaban en el hospital en ocasiones especiales...
No podíamos entender como toda su vida se destruyó aquel día. Algunos de mis compañeros se fueron a trabajar a otros hospitales, lejos de allí... en mi caso, renuncié a mi puesto de instrumentadora, no me sentí capaz de volver a vivir algo tan doloroso nuevamente.
Pensé en dar un paso al costado y dejar que el tiempo limpiara mis recuerdos; sin embargo, desde que me alejé de la profesión, ya no he querido volver más...
Comencé a trabajar como florista aquí, en el vivero de mis padres, y desde entonces, simplemente, sigo haciéndolo —dijo secándose las lágrimas con la palma de su mano.
La dolorosa historia que les había contado Issadora tuvo el poder de afectar tanto a Daphne como a Armony; ninguna de las dos podían contener sus lágrimas y lloraban casi más que la propia Issadora...
Mientras tanto, en la estación terrena, la situación era muy distinta, las caras de preocupación de Dylan y Alexey eran evidentes:
—¿Como va todo, Dylan? —preguntó Michael.
—Estamos conectados a las bases de datos y estoy copiando una gran cantidad de información.
También pude acceder a varios subprogramas... pero aún no logro penetrar en los registros cifrados; romper la clave de acceso está resultando mucho más difícil de lo que anticipé, creo que subestimé la complejidad de este trabajo.
—Es posible que ya nos hayan ubicado y que se encuentren en camino hacia aquí —comentó Alexey.
—Puede ser, pero no lo creo —le contestó Dylan mirando su teléfono celular para asegurarse de tenerlo encendido—. Como una medida de precaución más, les pedí a mis colaboradores en Nueva York que mantuvieran al edificio Rottweiler bajo una estrecha vigilancia; ante la más mínima señal de actividad anormal de su personal, van a darme la alerta...
En ese preciso instante, en la Corporación, lograron finalmente individualizar la conexión de Alexey:
—¡Lo tengo, señora directora! —exclamó uno de los operadores—. La conexión real está ubicada en un telepuerto al norte de este estado, en la costa del lago Ontario, al este de la ciudad de Rochester.
—Bien. ¿Tenemos algún agente allí? —preguntó Sylvia.
—Sí, hay un agente operativo... y podría llegar a la estación terrena en cuarenta y cinco minutos, aproximadamente.
—Contáctenlo y que vaya de inmediato, pero solo para observar; díganle que nos reporte cualquier actividad inusual que vea.
También quiero que alisten el helicóptero con una tripulación mínima, tenemos que despegar ya mismo, no podemos arriesgarnos a que Steven encuentre lo que busca y desaparezca.
¡Tú, Valery! Prepárate, vienes conmigo... y trae la mejor de tus armas... puede ser que necesite de tu habilidad especial.
—Sí, de inmediato —le contestó su segunda al mando, y se fue raudamente a buscar su equipo.
—Con respecto al intruso, de más está decir que no lo desconecten aún, para que no sospeche que lo detectamos, y fíjense muy bien si busca algo en particular —ordenó Sylvia a los operadores.
—Sí, directora —le respondió el operador en jefe.
Pocos minutos después, uno de los anónimos helicópteros negros de la Corporación despegó de la cima del rascacielos Rottweiler, en él iban solamente un piloto junto a Silvia y Valery con rumbo al lago Ontario.
—¿En cuanto tiempo vamos a llegar allí? —le preguntó Sylvia al comandante de la aeronave.
—El clima es perfecto para volar, no hay vientos fuertes y nos encontramos a cuatrocientos kilómetros del destino. Viajando a una velocidad tope de docientos cincuenta kilómetros por hora, llegaremos aproximadamente en una hora y media —le respondió el piloto.
En ese mismo instante, uno de los socios de Dylan en Nueva York, quien estaba monitoreando el rascacielos Rottweiler a través de unos poderosos prismáticos, atestiguó el súbito despegue a toda velocidad del helicóptero y llamó a Dylan de inmediato:
—Van en camino, uno de sus helicópteros acaba de despegar con rumbo noroeste, directo hacia donde estás. ¡Lárgate de allí cuanto antes, amigo! —dijo escuetamente.
—Bien, gracias —respondió Dylan y colgó—. Tenemos una hora y media como máximo, ya vienen hacia aquí.
Mientras tanto, en el apacible vivero, las tres mujeres continuaban conociéndose:
—¿Así que eres violinista profesional, Armony? y ¿qué clase de música tocas? —preguntó Issadora curiosa.
—Interpreto toda clase de música, sin embargo, mi predilecta es la de cámara —le respondió Armony sonriente.
—La adoro —dijo Issadora entusiasmada—. Mi padre tiene toda una colección de los más reconocidos autores clásicos; muchas veces pongo sus discos en el sistema de audio interno del vivero, muchos estudios afirman que a las plantas les encanta... crecen mejor con esa clase de música y embellece aún más el ambiente.
Con cada detalle que brindaba, la personalidad de Issadora quedaba más en evidencia: amaba a las plantas y los animales, disfrutaba de la vida tranquila, la música que prefería era la clásica y también le encantaba leer... Era una joven sensible, con valores altruistas y que solo quería vivir en paz, esa era su felicidad.
—Veo que cuidas mucho a tus plantas, eres muy amorosa con ellas, yo soy igual a ti; mi pasatiempo favorito es la jardinería —le comentó Daphne en ese instante.
—Les contaré un secreto, aquí muchas veces estoy sola y en mis ratos libres, me gusta leer —susurró Issadora al tiempo que sacaba un pequeño libro de un bolsillo de su overol titulado: El árbol de la vida, y lo abrió donde tenía un señalador puesto para leerles un pasaje:
«Las vidas de las personas se unen como las ramas de un gran árbol.
Las más alejadas entre ellas, ni siquiera saben de su mutua existencia... hasta podrías cortar algunas sin que eso afectara a las demás; en cambio otras, están tan estrechamente ligadas entre sí que cortando solo una, morirían todas las que de ella dependen.
Nuevas ramas surgen, mientras que otras se secan; algunas crecen tanto que dan lugar a varias más, volviendo así más frondoso al árbol.
Todas son únicas, no hay dos ramas iguales y a pesar de sus diferencias, todas se unen a una misma raíz que es la fuente de su ser.
Es esa raíz la que las alimenta sin distinción y la que les da la fuerza para que existan...
La vida, en su conjunto, es como ese enorme árbol».
Issadora cerró el libro, lo volvió a guardar y dijo entonces:
—Cuando encuentro un libro que me emociona, me gusta leerlo aquí, y hacerlo en voz alta, experimentando profundamente cada uno de los sentimientos que me evocan lo allí escrito; sé que las plantas no tienen oídos para mis palabras, pero pueden sentir mi energía en ese momento y me gusta compartirla con ellas.
Deseo vivir mi vida como ellas, con paciencia y tranquilidad, esmerándome lo más que pueda en mi crecimiento interno... porque lo principal, así como ocurre con sus raíces, es lo que no está a la vista de nadie —definió.
Quedaba así muy en claro que Issadora era una joven solitaria, con una enorme riqueza interior y que solo buscaba compartir su vida de algún modo...
—Ellas, las plantas, son mis amigas —continuó Issadora mientras pasaba su mano por entre las hojas de un helecho—. Me hacen compañía cuando me siento sola, me prestan toda su atención cuando les hablo con mi corazón. Estoy convencida de que son como las personas en muchos aspectos.
¿Sabían ustedes que algunas plantas, como este helecho, hasta tienen un ciclo circadiano? —preguntó retóricamente—. De noche duermen, como nosotros... cuando pienso en ello siempre me pregunto ¿con que soñarán las plantas?
—Tienes una visión muy poética de la vida, Issadora —expresó Daphne sentidamente.
—Sí, lo sé... es por como me han criado. Mis padres han tenido este vivero desde antes que yo naciera. Toda mi vida la he pasado en contacto con plantas y animales. De niña pasaba mucho tiempo jugando aquí.
Cuando a veces crecían plantas que llegaban de sorpresa a nuestra tierra, plantas que no habíamos plantado, yo las cuidaba con mucho amor porque adoraba esos regalos de Dios.
Y cuando una planta se secaba y moría, siempre le preguntaba a mis padres si había plantas en el cielo... yo también creo en él —aclaró señalando la pequeña cruz de plata que colgaba del cuello de Armony.
Sin darse cuenta, contando anécdotas y compartiendo sentimientos, las tres mujeres se habían vuelto amigas. Sin embargo, el destino las había acercado porque sus almas debían estar juntas para afrontar una experiencia que no olvidarían jamás...
Al cabo de una hora y quince minutos, el tiempo fijado por Dylan para abandonar la estación terrena llegó a su fin:
—Tenemos que irnos ya mismo, no podemos quedarnos ni un minuto más, Dylan —le instó Michael enfáticamente.
—No conseguí la clave todavía, ya falta poco, esperemos solo cinco minutos más —le respondió el hacker, tentando a la suerte.
—¡¡No!!, ya agotamos todo el tiempo, no tenemos ni un minuto más ¡Nos vamos ya mismo! —le respondió Michael inflexible.
—¿Vienes con nosotros o te quedas, Alexey? —le preguntó Dylan a su amigo.
—Me quedo aquí, camarada. Estas instalaciones pertenecen al estado, la Corporación no se arriesgará a un incidente mayor aquí.
Partieron así los mismos tres hombres que habían llegado, esta vez para buscar rápidamente a Armony y Daphne... y desaparecer de aquella peligrosa zona cuanto antes.
—¡Atención, señora directora! Acabo de ver al exjefe de seguridad Steven Wolf. Abordó una camioneta tipo van que acaba de salir del telepuerto con suma rapidez, y va en dirección al sur.
Es blanca y no tiene identificaciones, pero es de las que se utilizan para las transmisiones televisivas en vivo, tiene su techo lleno de antenas de comunicación, le será muy fácil reconocerla —reportó de inmediato por radio el agente que había enviado Sylvia para vigilar la estación satelital.
—O encontraron lo que buscaban, o de algún modo sabían que veníamos.
¡Síguela y no la pierdas!, quiero ver hacia donde se dirige esa camioneta —le ordenó Sylvia desde el helicóptero.
Cuando Dylan llegó al vivero, detuvo la van en la mano de enfrente.
Michael y Steven se bajaron apurados y cruzaron la ruta corriendo, dejando a Dylan en el vehículo, con el motor en marcha...
—¡Armony, Daphne! Nos tenemos que ir ya mismo —les gritó Michael al verlas.
—¿Qué tal salió todo, Steven? —preguntó Daphne entusiasmada.
Él simplemente le respondió meneando su cabeza hacia los lados de modo negativo.
—Pero... ¿qué pasó, por qué tanto apuro? —les preguntó Armony intranquila.
—Ya vienen —le contestó Michael en voz baja y preocupado.
—¿Quiénes vienen, qué es lo que ocurre? —les preguntó Issadora desconcertada por la brusca escena.
En ese preciso instante se escuchó el sonido del helicóptero de la Corporación, al tiempo que proyectaba su oscura sombra al pasar por encima del vivero, volando a baja altura.
El agente espía de Sylvia había hecho muy bien su trabajo: al ver a Michael y Steven entrar al vivero, guió certeramente a Sylvia justo hacia allí...
Solo unos segundos después, la aeronave descendió de manera precisa y en plena calle, quedando así en medio del camino, entre la salida de la florería y la camioneta periodística, con Dylan dentro.
Cualquier posible vía de escape había sido cortada...
Sylvia bajó del helicóptero sola, llevaba únicamente un transmisor de radio en su mano derecha y nada más; de ese modo, haciendo gala de su temerario carácter, entró en el vivero, desarmada:
—¡Vaya!, vaya... vaya. Parece que el destino me ha servido a todos mis enemigos juntos y en una brillante y pulida bandeja de plata —dijo disfrutando el momento—. Sospechaba que no estarías solo, Steven —agregó mirando a Daphne con odio—; sin embargo, no esperaba verlos a los cuatro juntos —remató clavando su ojos en Armony...
El silencio que se hizo en el vivero fue, por un breve instante, absoluto.
Sylvia estaba con vida, y una vez más la Corporación los había encontrado... ¿Cuáles eran sus objetivos ahora? ¿Hasta donde llegaría el rencor de aquella hermosa y letal mujer? Eran solo un par de las preguntas que pronto serían respondidas:
—Antes que nada, Steven, quiero decirte que te he perdonado por dispararme aquella noche y dejarme tirada, desangrándome en el suelo... no te guardo rencor —le acotó Sylvia señalando la pequeña cicatriz que le había quedado en su muslo derecho y continuó:
—Desde nuestro último encuentro hemos estado muy ocupados en la Corporación buscando a tu hermano, Peter... o mejor dicho a su reencarnación, así que seré breve.
Mis prioridades, de momento, han cambiado —comentó mirando de reojo a Armony con odio, y volviendo a mirar a Steven, concluyó—: Ahora, es imperativo que vengas conmigo.
—¡¿Para qué lo quieres?! ¡¡asquerosa bruja desquiciada!! —le gritó Daphne asustada e irritada al mismo tiempo.
—Ella me necesita para llevarme con alguno de los oráculos de la Corporación; de ese modo podrían obtener más datos para localizar a Peter. Su búsqueda seguramente va muy lenta, tal vez hasta esté en un punto muerto... y deben estar desesperados. ¿Estoy en lo correcto, Sylvia? —expuso Steven en forma calmada.
—¡¡Ni se te ocurra ir!! Tú te quedas aquí conmigo... ¡Esa loca va a matarte! Te odia, no lo olvides —le enfatizó Daphne exaltada.
—Quédate tranquila, no pienso ir con ella —respondió Steven sin perder la compostura, y con un tono desafiante le recordó a Sylvia:
—Muerto no te sirvo para nada... ¿Qué harás si me niego?
Sylvia solo sonrió malignamente, ella ya había anticipado esa posible respuesta, así que procedió a desplegar su amenaza:
—Te contaré algo, Steven. Después de tu inesperada partida, tuvimos que reorganizarnos en la Corporación.
Valery es actualmente mi segunda al mando.
Antes de venir aquí, supuse que, de encontrarte, te negarías a acompañarme y fue por eso que la traje conmigo, para que ella te diera un... incentivo.
Estas en lo cierto, muerto no me eres útil, pero tú eres el único a quien necesito con vida de entre los que están presentes aquí...
¿Ves a la francotiradora que está en el helicóptero apuntando hacia nosotros?, ¿la reconoces?... es Valery, y tú ya sabes que tan buena es disparando; tú mismo la entrenaste y descubriste su talento natural con las armas de precisión.
Ella es mejor que yo, inclusive... y está con su rifle favorito —aclaró en tono triunfal—. Es virtualmente imposible que falle a esta distancia —sentenció.
Steven se quedó en silencio, Sylvia había planeado muy bien su estrategia y parecía que lo tenía en jaque...
—¡Tú no te lo llevarás de mi lado!, ¡¡maldita psicópata!! Él no es de tu propiedad, no te dejaré que hagas lo que quieras —la increpó Daphne, pero Sylvia solo la miró de reojo con desprecio y haciéndole caso omiso, le siguió diciendo a Steven:
—Antes de entrar, instruí a Valery para que matara, de uno en uno, a todas las personas que estuvieran aquí presentes... hasta que accedieras a venir.
¿Es necesario que de mi primera orden de ejecución?
Steven se puso realmente nervioso al escucharla y comenzó a transpirar, sabía que Sylvia hablaba en serio y no dudaría en ordenar un asesinato a sangre fría; la vida para ella no significaba gran cosa...
—Valery, centra en tu mira a Daphne; ella será tu primer objetivo a eliminar —ordenó entonces Sylvia para presionarlo aún más.
—¡Entendido!, ya está en la mira... —fue la respuesta de su segunda al mando, la cual todos escucharon por la radio.
Steven llevó, casi de forma instintiva, su mano derecha hacia su revolver, que portaba discretamente en una funda al costado izquierdo de su torso, pero se detuvo de inmediato ante las palabras de Sylvia, quién agregó:
—¿En que estás pensando, Steven?... ¿Amenazarme? ¿Tomarme de rehén para negociar? Ahora que he despertado, la muerte es algo que no me asusta para nada.
Puedes dispararme si lo deseas, al fin y al cabo, es algo que ya has hecho, y tu querida Daphne moriría de inmediato.
¿O tal vez consideras dispararle a Valery? Sería tu mejor opción, pero piénsala detenidamente: ¿podrás acertarle con tu revolver y desde aquí? y por más certero que seas, tu bala no es de un calibre tan alto como para asegurar un disparo limpio, podría desviarse fácilmente en el ventanal de la florería y una vez más, Daphne moriría.
¿Qué harás, Steven?, tú decides...
Todos se quedaron paralizados, la extrema tensión del ambiente se volvió asfixiante.
Steven tragó saliva con nervios y bronca, Sylvia lo había atrapado sin dejarle ninguna posibilidad de escape. Trató de pensar en todas las alternativas posibles, pero simplemente no había ninguna... salvo una, obedecer el mandato de su exdirectora una vez más.
—Por favor, Steven... ¡No!, no te separes de mí —le rogó Daphne llorisqueando sus palabras y haciendo un ademán de acercarse a él, pero Steven la detuvo en seco:
—¡No te muevas ni un milímetro de donde estás, Daphne! Valery ya tiene sus ordenes y no va a dudar en dispararte —le enfatizó; recorrió entonces el rostro de los demás allí presentes... para luego volver a su amada Daphne y le reveló:
—Quiero que sepas por que haré esto. Es algo que no te he dicho hasta ahora, y sé bien que lo has estado esperando pacientemente.
Daphne... yo te amo. Lo hice desde el primer momento en que te vi.
Estoy dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para protegerte y siempre lo estaré, nunca lo olvides...
Esa fue la primera vez que Steven le dijo directamente esas dos simples y tan importantes palabras: «te amo», y lo hacía de una manera absolutamente sincera y abierta... algo que, por su carácter reservado, era muy poco frecuente en él.
Steven era un hombre que estaba firmemente convencido de que esas dos palabras se dicen, de verdad, una sola vez en la vida, y no más... Había evitado hacerlo hasta ahora porque juró que nunca las diría a menos que estuviera absolutamente seguro de ellas. Esta vez lo estaba, y también era probablemente la última oportunidad que tendría de hacerlo.
Daphne, boquiabierta, vio como la miraba, era una mirada especial, una mirada de adiós, una auténtica despedida... Steven se sacrificaría por ella, él haría todo lo posible por mantenerla a salvo de cualquier peligro, aún entregar su propia vida.
—¡No, Steven! Ni se te ocurra confesarme tu amor y alejarte de mí de este modo. ¡¡Ni pienses que te dejaré hacerlo!! —exclamó Daphne entre lágrimas de amor y dolor al mismo tiempo, preparándose para ir a abrazarlo y detenerlo... y olvidando completamente el mortal peligro en el que ella misma se encontraba.
Sylvia sintió un profundo e inexplicable odio hacia Daphne en ese instante, y fue algo tan intenso... que no pudo contenerse:
—¡¡¡Mátala ahora!!! —le ordenó a Valery por la radio.
Sin dudarlo ni un segundo, y con la frialdad de una asesina, Valery accionó el gatillo de su letal arma y disparó una potente bala, la cual atravesó el ventanal del frente de la florería limpiamente, haciendo volar astillas de vidrio por el aire.
Daphne, que había quedado congelada en el lugar, con una expresión de estupor y sus ojos bien abiertos ante la orden de su ejecución, los cerró de inmediato, apretando fuerte sus parpados al tiempo que bajaba su cabeza, girándola hacia el costado y esperando el irremediable y mortal impacto...
Sin embargo, pasó un fugaz instante, y este nunca llegó.
Un segundo después abrió sus ojos y vio, atónita, que delante de ella había sucedido lo inesperado: Issadora, en un impensado acto de arrojo, se había atravesado en el camino del proyectil, protegiéndola con su propio cuerpo y recibiendo de lleno el balazo en lugar de ella.
La joven florista se llevó las manos a su abdomen, bajó su mirada y vio como rápidamente se cubrían de sangre...
La herida se sentía caliente, tan caliente que la quemaba por dentro, era un dolor que nunca había experimentado hasta ese día, algo imposible de describir con palabras.
«Esto no se siente nada bien... estoy malherida, mis piernas se debilitan, ya casi no puedo mantenerme en pie», pensó tratando de autoevaluar su situación...
Rápidamente todo en su campo visual se fue poniendo negro y entonces cayó de cara al suelo.
En ese momento se comenzaron a escuchar las sirenas de unos vehículos de auxilio que se aproximaban y eso sorprendió a todos; Dylan, hábilmente y desde la camioneta, pocos segundos después de que el helicóptero de Sylvia aterrizara, había llamado a los servicios de emergencia, informándoles de un tiroteo con heridos en el vivero; así, un par de móviles policiales, con el apoyo de una ambulancia, fueron despachados con urgencia y estaban acudiendo a la escena.
Sylvia sabía que no podía dejar que la Corporación se involucrara en un enfrentamiento directo con la policía, y mucho menos en territorio norteamericano, que es donde se encontraba su base central...
Frustrada, furiosa y sin tiempo de pensar en nada más, apenas atinó a abandonar el lugar. Salió corriendo rápidamente de la florería y entró al helicóptero.
—¡Vámonos ya mismo! —le ordenó al piloto, y despegaron de inmediato, alejándose a toda velocidad de la escena.
En el vivero, mientras tanto, la situación era desesperante: Issadora, apenas conciente, estaba caída de frente sobre un enorme charco de sangre.
Daphne la ayudó a darse la vuelta:
—¡Issadora!, la ayuda ya viene, no mueras por favor, aguanta solo un poco más —le rogó mientras tapaba su herida con la mano; la agonizante florista trató de responderle algo, pero no pudo... sus ojos dejaron de brillar, y un instante después, se desmayó.
La pérdida de sangre era tremenda y su presión sanguínea caía a una velocidad estrepitosa... la nívea palidez de su rostro lo evidenciaba.
Segundos después, un par de paramédicos bajaron presurosos de la ambulancia con un botiquín de primeros auxilios y al ver a Issadora tirada en el suelo, bañada en sangre, comenzaron a examinarla de inmediato:
—La presión sanguínea es mínima, necesita una trasfusión de inmediato o morirá en pocos minutos —dijo uno de los médicos.
—¡Mira esta hemorragia! Tiene la arteria abdominal cortada —le dijo el otro meneando su cabeza—. Lo lamento profundamente... pero no podemos hacer nada ante esta clase de heridas —sentenció fatalmente ante todos.
Se hizo un instante de silencio...
—¡Pero aún se encuentra con vida! ¡¿Van a dejarla morir así de fácil?! —preguntó Daphne indignada y al mismo tiempo desesperada por preservar la vida de la joven que la había salvado a ella de una muerte segura.
—¿Y qué quiere que hagamos, señorita? Somos apenas una unidad de asistencia local. Esta mujer tiene una arteria mayor comprometida, necesita una cirugía vascular para reparar su herida.
Nuestra ambulancia es de baja complejidad, atendemos pequeñas emergencias y hacemos traslados solamente. No hay tiroteos por aquí, esta es una zona muy pacífica... nunca tenemos heridas de esta clase.
—¡Entonces, no pierdan más tiempo y llévenla a un hospital! Les imploro que no dejen que se muera —insistió Daphne entre lágrimas de dolor.
—El hospital más cercano, en el que se puede realizar esta clase de operaciones, se encuentra en la ciudad de Rochester, y está a cuarenta y cinco minutos de viaje desde aquí...
Por favor, entiendalo: esta paciente, simplemente, no lo lograría a tiempo, moriría desangrada a mitad del traslado —respondió el mismo paramédico con calma y resignación.
—¿Qué, acaso, no llevan sangre en la ambulancia? ¡Háganle una transfusión y llévenla! Pueden mantenerla viva por un tiempo más así. Ella arriesgó su vida por mí, yo soy la que debería estar muriendo en su lugar —respondió Daphne llorando ya desconsolada.
—Con la importante perdida de sangre que tiene... calculo que solo le podríamos dar hasta unos quince minutos más de vida, y eso sería usando la totalidad de las unidades O negativo que llevamos con nosotros —sentenció.
Esa, fue la segunda vez en ese día que Daphne escuchó una mención explícita sobre la sangre tipo O negativo, la primera se dio durante la anécdota de Issadora y ahora la escuchaba nuevamente; era como si el destino quisiera decirle algo... y entonces tuvo una idea que la ilusionó:
—Yo soy O negativo ¡También puedo darle un tiempo de vida extra con mi propia sangre! —dijo señalando su brazo e imaginado en las palabras del galeno una luz de esperanza.
—No, ni lo piense. Lo siento mucho, señorita; me conmueve su altruismo, pero esa es... una virtual locura —le respondió el médico de inmediato, sin siquiera considerar la idea.
Su compañero, en cambio, lo pensó con mayor cuidado:
—Un momento... no es una idea tan loca. Es algo altamente arriesgado, pero también teóricamente posible; de hecho, llevamos con nosotros todo el equipo necesario para hacer una transfusión desde un donante.
—¿No lo estarás diciendo en serio? ¡Vamos a terminar perdiendo finalmente a las dos! No tenemos como cerrar la herida abdominal de la receptora, la sangre de ambas va a terminar desparramada por todo el suelo de la ambulancia... y luego enfrentaríamos cargos, muy bien merecidos, por negligencia profesional y asesinato.
Yo no me pienso hacer responsable de esto —refutó el primero tomando a su colega del brazo.
—Somos médicos, salvamos vidas, esta paciente se muere y tenemos una posibilidad de rescatarla...
Ayúdame, te necesito en esto, no puedo hacerlo solo —le respondió su compañero haciendo caso omiso a su advertencia.
Los dos médicos se miraron a los ojos de una manera tensa, la decisión que tenían que tomar, fuera cual fuera, rayaba en los límites de la ética y la propia humanidad.
Ambos sabían perfectamente que la línea que separa a la vida de la muerte es siempre muy delgada... y también que se puede cruzar con extrema facilidad.
Entonces el médico que estaba reticente a arriesgarse le preguntó a Daphne:
—¿Usted es conciente que puede morir a causa de lo que pretende que hagamos con su sangre?
—Sí, lo soy... completamente —respondió ella de manera ciega y decidida—, y estoy dispuesta a correr el riesgo —sostuvo.
El hombre, que miró a Daphne a los ojos en todo momento, vio su firme convencimiento; luego contempló fugazmente a Issadora, y así tomó su decisión final:
—De acuerdo. ¡¡Todos lo acaban de oír!! Mi advertencia fue clara y ella quiso continuar —dijo en voz alta y mirando a los demás para asegurarse de que habría testigos que relataran lo ocurrido... en el caso de un doble desenlace fatal—.
Ahora, ¡hagámoslo! Cada segundo cuenta.
Tú eres mejor que yo manejando, ve al volante, yo iré monitoreando a la donante... pero te advierto una cosa: en cuanto vea que su vida corra peligro de muerte, la desconectaré de inmediato —definió.
Segundos después, y tan rápido como pudieron, subieron a Daphne y a la moribunda Issadora a la ambulancia.
Primero, bloquearon la mayor parte de la tremenda hemorragia abdominal que tenía la florista, y lo hicieron de la mejor manera que pudieron, usando pinzas y gasas; luego, prepararon el equipo que usarían en esa improvisada transfusión de emergencia... y finalmente, conectaron los torrentes sanguíneos de ambas mujeres.
Y entonces partieron a toda velocidad hacia el hospital.
Una desesperada carrera de vida o muerte, había comenzado...
Las gotas de la vida
A toda potencia, y como si no hubiera límites de velocidad, los vehículos avanzaban por la ruta con sus sirenas encendidas, desgarrando así la quietud del hermoso paisaje, corriendo en medio de una situación desesperante.
Por delante, las dos patrullas de policía le abrían el paso a la ambulancia, la cual los seguía sin perderles el paso; por detrás de ellos, Michael, Steven, y Dylan, conduciendo la van, los seguían muy de cerca, aunque retrasándose de a poco.
En la ambulancia, los roles de los paramédicos quedaron bien diferenciados: al volante, estaba el más hábil conductor de los dos, él se encargaría de todo lo relativo al hospital; atrás, su compañero, controlaba los signos vitales de Daphne e Issadora, velando por la vida de ambas jóvenes mujeres; mientras que Armony, por su parte, colaboraba presionando la herida abdominal de la florista, quien, a pesar de estar conectada al torrente sanguíneo de su donante, agonizaba inexorablemente, y moriría de manera indefectible en cuestión de contados minutos ante una hemorragia imposible de contener.
En su intento denodado de parar la perdida de sangre, Armony ponía más y más gasas sobre el abdomen de Issadora.
—Ella se esta muriendo por salvarme, no voy a poder soportar el vivir con esa culpa —decía Daphne llorando desconsolada—. No es justo que ella muera por mí. Yo no valgo la vida de nadie...
—Tranquila, no hables, trata de conservar tus fuerzas —le respondió Armony.
—¡Atención! Aquí habla la unidad de traslado 501, llevamos a una mujer joven, de unos veinticinco años de edad.
Presenta herida de bala en abdomen; arteria abdominal severamente lacerada, pérdida de sangre profusa. Le estamos haciendo una transfusión de sangre de emergencia, desde una donante...
Estaremos allí en cuarenta minutos, aproximadamente; tengan todo listo para cuando lleguemos —alertó el conductor por la radio al hospital de Rochester más cercano.
—Entendido unidad 501 —respondió una enfermera en el hospital—. Doctor...
—Sí, ya lo escuche todo —dijo un galeno cercano a la mujer, el cual había escuchado la desesperada comunicación—.
Que preparen un quirófano y un equipo completo de cirugía vascular para una intervención de emergencia; y que tengan listas tantas unidades de sangre O negativo como podamos conseguir, si no tenemos las suficientes, pidan a los hospitales cercanos...
Si es que esas dos mujeres llegan con vida, lo van a hacer casi sin una gota de sangre —concluyó preocupado y tragando saliva.
Mientras tanto, en el móvil de exteriores, Dylan miraba el velocímetro del vehículo y conducía tan rápido como podía:
—Los vamos a perder, nos están dejando atrás, no tenemos tanta velocidad como ellos; van demasiado rápido para nosotros, y con todo el equipo que llevamos a bordo es aún peor —comentó lamentándose mientras pisaba el acelerador casi hasta el fondo.
—Me preocupa Daphne, va a querer salvar a Issadora a como dé lugar, aún a riesgo de su propia vida; la conozco y sé como piensa, no le va a importar sacrificarse —dijo Steven.
—Descuida, va a desmayarse antes de morir y si eso pasa, estoy seguro de que la van a desconectar y transfundirla con las unidades de sangre que llevan en la ambulancia.
Armony viaja con ella, Daphne está bien cuidada; no te preocupes, Steven —le respondió Michael para calmarlo, aunque internamente él también estaba muy angustiado por su hija.
Sin embargo, la preocupación de Steven estaba más que justificada...
En la ambulancia, la situación se tornaba cada vez peor, Daphne se estaba poniendo pálida y eso era ya notorio; a pesar de la adrenalina que circulaba por su cuerpo, sus reacciones estaban volviéndose aletargadas y torpes:
—¡Vamos, Daphne! No pierdas la conciencia, no te desmayes, te lo pido por favor —le insistía Armony al verla tan mal; sin embargo, Daphne nada podía hacer...
—Tengo mucho frío —dijo estando ya tan blanca como la nieve.
El médico la escuchó y supo muy bien a que se debía: Daphne se estaba quedando sin sangre y eso la acercaba al temible: shock hipovolémico, una condición crítica que se presenta ante una masiva pérdida de sangre, en la que el corazón es incapaz de bombear el vital fluido al cuerpo, provocando así que los órganos dejen de funcionar.
—Tome, manténgala abrigada y caliente —le dijo el paramédico a Armony mientras le pasaba una frazada térmica.
Armony cubrió rápidamente a su hija con la frazada mientras el doctor le seguía diciendo:
—Manténgala despierta todo lo que pueda. Si llega a entrar en shock por la pérdida de sangre, voy tener que suspender todo esto de inmediato y ocuparme enteramente de ella.
Sin embargo, eso tal vez nunca llegaría a pasar, ya que en ese preciso instante sucedió lo peor... Issadora comenzó a temblar de manera espasmódica, y unos segundos después, su corazón, se detuvo.
—¡La perdemos! —exclamó el médico al tiempo que agarraba un desfibrilador y se preparaba para comenzar con las maniobras de resucitación.
—¡¿Como la puedo ayudar?! —preguntó Armony asustada y entre lágrimas.
—Tome este bombeador de aire, coloque la mascarilla en su cara y comience a bombearle oxígeno —le ordenó el médico mientras desgarraba la ropa de Issadora para exponer la piel de su tórax.
—¡No dejes que se muera! Estamos casi a mitad de camino —le gritó el conductor desde la cabina, acelerando aún más la ambulancia, la cual iba ya demasiado rápido y violando todas las normas de seguridad existentes.
—No lo haré, ella vivirá —respondió su compañero y acto seguido, le aplicó a Issadora una descarga eléctrica tratando de que su corazón volviera a latir...
La descarga, sin embargo, no dio resultado.
Sin perder la calma, le inyectó una dosis de adrenalina intracardiaca para estimular lo más posible su miocardio.
Y entonces volvió a intentarlo con una segunda descarga...
—Vamos Issadora, no nos dejes aún por favor —le rogó Daphne llorando con sus últimas fuerzas, pero Issadora no reaccionaba...
El paramédico efectuó entonces una tercera y última descarga... y esta vez logró reactivar el agonizante corazón de la florista, el cual volvió a latir, aunque con mucha dificultad.
—¡¡La tenemos de vuelta!! —exclamó el galeno— pero no sé por cuanto tiempo más... ¿Cuanto nos falta para llegar?
—Estamos como a veinte minutos del hospital —le respondió el conductor.
—Ya queda poco, Daphne —dijo Armony tratando de darle ánimos, pero su hija no respondió... entonces giró su cabeza y la vio desmayada.
El médico examinó su pulso sin demora:
—Esta débil, apenas lo siento, voy a comenzar a trasfundirle sangre de las unidades que llevamos en la ambulancia —dijo mientras conectaba la primera de las unidades de sangre al otro brazo de la inconsciente Daphne.
Así fueron pasando varios minutos, que parecieron eternos...
La sangre se iba agotando mucho más rápido de lo que esperaban, pocos momentos después, el suelo de la ambulancia ya se había teñido completamente de rojo con el color del vital fluido.
Las bolsas vacías de las unidades de sangre usadas se comenzaron a acumular a medida que eran remplazadas por nuevas... hasta que, finalmente, solo quedó una unidad más, y el médico se detuvo en ella:
—¿Qué pasa? —le preguntó Armony.
—Es la última unidad de sangre que nos queda. Se acabó, hicimos todo lo posible —dijo el galeno apesadumbrado y vencido por la terrible situación límite, que ya lo había desbordado—.
Lo siento mucho, pero tengo que desconectarlas. Estaba reservando esta última unidad para mantener a la donante con vida hasta que llegásemos al hospital.
—Y con respecto a Issadora, ¿qué va a pasar con ella, mientras tanto, hasta que...?
El médico meneó la cabeza hacia los costados, indicándole así que moriría en la ambulancia antes de llegar.
—No, por favor... ya llegamos a este punto, no la abandonemos ahora, estoy segura de que Daphne no querría eso —dijo Armony, con todo el miedo y dolor que eso le causaba.
—¿Es usted pariente de la donante, acaso? —le preguntó entonces el médico.
—Sí, soy... su hermana —le respondió Armony titubeando, su mentira parcial fue obligatoria.
—Si uso esta última unidad de sangre con ambas conectadas entre sí, como lo están ahora, eso será un punto de no retorno.
La sangre se terminará cayendo al suelo, como sucedió con las anteriores dosis... Y si no llegamos a tiempo al hospital, es posible que las perdamos a las dos, desangradas —sentenció entonces el doctor—. ¿Entiende la extrema gravedad de esta situación?
—Sí —dijo Armony con una ahogada respuesta, misma que apenas pudo pronunciar.
—Le dejo, entonces, tomar a usted la decisión final sobre que debo hacer, es lo más lejos que la ley me permite llegar en una situación crítica como esta. Mi recomendación profesional es desconectarlas de inmediato y usar esta última unidad de sangre en la donante solamente.
Armony lo pensó por un instante, de esta decisión dependería la vida de Daphne...
Lo más seguro era claramente hacer lo que aconsejaba el médico. Daphne se salvaría, pero Issadora moriría. ¿Qué consecuencias tendría ese desenlace en Daphne cuando lo supiera?
Si Issadora no se hubiera puesto delante de ella en la florería, la situación hubiera sido fatal para su hija. Issadora no lo dudó cuando tuvo que arriesgarse y lo más justo era pagarle con la misma moneda...
Armony negó un par de veces, con su cabeza temblando, indicándole así al médico que no las desconectara; no podía ya ni hablar del miedo que la invadía, sabía que ella estaba haciendo lo que Daphne querría, pero al mismo tiempo la aterraba el hecho de perderla; fue la decisión más difícil de su vida.
El médico, con la obligada frialdad que su posición le exigía, le colocó a Daphne la última unidad de sangre sin desconectarla de Issadora, y al ver eso Armony apretó con fuerza la cruz de plata que pendía de su cuello, su fe en Dios era todo lo que le quedaba.
De ese modo, esa última ración de vida, gota a gota comenzó, cual reloj de arena, a marcar el tiempo final para ambas mujeres. Cuando se terminase y la última gota de sangre cayese, las vidas de Daphne e Issadora acabarían también...
Los momentos pasaron en cámara lenta para Armony, sus sentidos se silenciaron y así permaneció, atrapada en su mente, repasando todos los momentos de su vida con su hija, los cuales ahora le parecían tan breves, tan fugaces, tan efímeros... Eran tantas las cosas que aún les quedaban por hacer juntas, tantas experiencias por compartir, tanta vida por vivir.
La sensación de que el tiempo se les había acabado la abrumaba como nunca, sentía una desesperación creciente y una angustia por el futuro, una angustia tan grande y desoladora que solo quién la ha experimentado puede entenderla...
Esa tortura se prolongó hasta que, de manera repentina, fue sacada de ese mundo de tinieblas en el que se había adentrado; el agudo sonido de las cubiertas de la ambulancia, que frenaron abruptamente frente al hospital fue, en ese instante, el sonido más gratificante que pudo haber escuchado:
—¿Ya llegamos? —preguntó desconcertada.
—¡Sí! Lo logramos —le respondió el médico que viajaba junto a ella; casi al mismo tiempo, las puertas de la ambulancia se abrieron y varios enfermeros sacaron a Issadora y Daphne para llevarlas a que fueran atendidas de emergencia.
Armony se quedó sentada en el borde de la ambulancia, con sus piernas colgando hacia el exterior y sobre un suelo lleno de sangre aún tibia. Su mirada se perdía en la nada, estaba agotada emocionalmente, al punto de ya no ser capaz ni de reaccionar, no podía ni siquiera llorar para desahogarse, había superado su paroxismo anímico.
Issadora fue llevada directamente a un quirófano para recibir una intervención vascular de emergencia; mientras que Daphne fue trasladada a terapia intensiva para reponer su sangre perdida.
Minutos después llegó el resto del grupo:
—¡Aquí es, ahí esta la ambulancia!... pero está vacía, ya las han llevado adentro del hospital —exclamó Dylan mientras estacionaba la camioneta por ahí cerca, Michael y Steven se bajaron presurosos y corrieron al nosocomio para saber que era lo que había pasado.
—¡Disculpe señorita! ¿Dónde están las mujeres que iban en la ambulancia que está en la entrada? Somos sus parientes —le preguntó Steven a la enfermera que se encontraba en la recepción.
—Una de ellas está siendo intervenida de urgencia, se encuentra en el quirófano tres en este momento; la otra fue llevada a terapia intensiva con un severo cuadro de anemia. Por el momento, no van a poder ver a ninguna de las dos.
Sigan por ese pasillo hasta el fondo y doblen en la esquina. Allí encontrarán unos bancos donde podrán esperar hasta que los doctores tengan novedades.
—¿Y la otra mujer que las acompañaba? Había una tercer mujer que iba con ellas —le pregunto Michael refiriéndose a Armony.
—Fue llevada por mis compañeras a asearse; estaba cubierta de sangre, aunque no presentaba heridas; no se preocupen, ella está bien.
Los dos hombres siguieron las indicaciones de la enfermera y esperaron sentados, impotentes y ansiosos, en silencio, simplemente mirando los minutos pasar...
Transcurrida una media hora de tensa espera, apareció Armony caminando por el pasillo; se la veía abatida, caminaba con pasos cortos y sus hombros estaban caídos, tenía su cabello aún mojado y se encontraba vestida con una bata de hospital, parecía una paciente más.
Michael y Steven se acercaron a ella al verla...
—Las enfermeras me ayudaron —dijo Armony—, estaba cubierta de sangre, mi ropa está siendo lavada en este momento, me dieron esto de manera provisoria —en ese instante rompió en llanto y abrazó a Michael—. La pasé tan mal en esa ambulancia, tuve que decidir por Daphne, ¡arriesgué su vida hasta la última unidad de sangre!, ella pudo haber muerto.
Solo espero que se recupere para pedirle perdón...
—No tienes por que hacerlo. Hiciste lo que ella hubiera querido, Armony; y lo hiciste a pesar de que te rompía el corazón, se requiere de mucho coraje para eso —opinó Michael ignorando los pormenores de lo ocurrido y solo confiando en ella—... Tuviste un valor que yo no hubiera tenido —agregó sujetándole su cabeza contra su pecho.
Regresaron entonces hasta la entrada, en donde los esperaba Dylan... Justo en ese instante se presentó en la escena una pareja de personas mayores, muy preocupadas, y que fueron directamente al escritorio de recepción del hospital; eran los padres de Issadora:
—¿Dónde está nuestra hija? —le preguntó el hombre a la enfermera de allí.
—Nos dijeron que la habían traído aquí de emergencia y con una herida de bala —remarcó la mujer angustiada.
—Su hija se encuentra en el quirófano, está muy grave... En este momento la están operando.
Por favor, siéntense y traten de estar lo más calmados que puedan, los doctores están haciendo todo lo posible por salvar su vida.
La pareja se sentó en un banco, y la mujer comenzó a llorar sobre el pecho del hombre de una manera tan triste e impotente que a todos los que estaban cerca les partió el corazón.
—Son los padres de Issadora —susurró Steven.
El ver a esas dos personas ya muy adultas, quienes seguramente habían pasado por muchas situaciones adversas a lo largo de sus vidas, siendo ahora frágiles ancianos, vulnerables... y teniendo que atravesar por una experiencia tan dolorosa e indescriptible como esa, era desgarrador; y el contemplar sus rostros, que ya mostraban las arrugas que los años les habían marcado, mostrando esas expresiones de gran dolor y temor ante un incierto futuro, conteniéndose mutuamente, resumía todo el amor que sentían por su hija.
—Vamos a hablar con ellos —dijo Armony—. No estarían pasando por esto de no ser por nosotros... Yo soy la principal culpable, nunca debí haber bajado en ese vivero —Como siempre, Armony se echaba encima toda la culpa por cada desgracia que ocurría... como si ella pudiera controlar al destino.
—Disculpen, nosotros estábamos junto a Issadora cuando ocurrió todo —le informó Armony a la compungida pareja.
—¿Conocen a nuestra hija? —le preguntó el padre extrañado al no lograr identificar a ninguno de ellos.
En ese momento una enfermera salió de terapia intensiva.
—Perdone, enfermera. ¿Cómo se encuentra la mujer que llegó para la transfusión de emergencia? —le preguntó Michael.
—Cuando ingresó estaba muy anémica, apenas llegó con vida; si solo hubiera perdido unas gotas más de sangre... no lo hubiera logrado.
Por suerte, está mejorando —agregó sonriendo—, su presión sanguínea ya se ha restablecido y su electrocardiograma muestra un corazón saludable; se va a recuperar bien.
Seguramente mañana va a ser trasladada a una sala común.
Le salvó la vida a la otra chica, de no ser por ella ni siquiera hubiera llegado al hospital... Esa mujer es una heroína.
En ese instante Armony, Michael y Steven sintieron un gran alivio por Daphne... Solo restaba saber que pasaría con la valiente Issadora; el que la joven florista sobreviviese a su cirugía era ahora lo único que importaba.
Muchos actos de valor, heroísmo y sacrificio se habían enlazado entre sí durante aquel incidente, e Issadora merecía ser la principal reconocida, sin embargo, debido a la falta de pruebas para acusar a la poderosa corporación Rottweiler, y a lo imposible que sería el que la policía aceptase la completa verdad de lo que había ocurrido en el vivero, todos estuvieron de acuerdo en guardar silencio con respecto a los detalles del hecho; dejando que las autoridades avanzaran tanto como pudiesen sin su ayuda...
Mientras todo esto ocurría en este plano existencial, Issadora se encontraba lejos, en un lugar que le parecía onírico, pero que sentía más real que la vida misma.
A lo lejos podía ver un puerto que aparentaba estar construido en un bello y largo fiordo, el cual daba lugar a un paisaje que embelesaba todos sus sentidos.
Se trataba de una estrecha y prolongada entrada costera de mar, misma que atravesaba un hermoso valle. A sus costados se elevaban montañas, todas con picos altos y abruptos.
Por doquier crecían coloridas flores silvestres; Issadora se agachó para oler las hermosas fragancias, y las sintió tan intensas que cerró sus ojos para apreciarlas con mayor exclusividad...
Cuando los abrió nuevamente, contempló las impresionantes y caudalosas cascadas que caían de lo alto de las montañas, el agua era de un color azul profundo, y reflejaba, como un espejo, el diáfano cielo que coronaba el paisaje desde lo alto.
En las montañas crecían bosques que se extendían por laderas hasta perderse en el paisaje, y al final de todo: un infinito mar...
Soplaba una suave brisa que parecía acariciar suavemente su enrulado y rojo cabello; en su delicada piel, el sol se sentía más cálido y agradable de lo que jamás recordaba.
La sensación de Issadora era de una absoluta paz, sentía la más pura tranquilidad que había experimentado.
Se quedó extasiada, contemplándolo todo y sintiéndose bien, muy a gusto...
Estaba completamente sola, no había nadie más allí, ni siquiera animales, salvo por algunas mariposas y aves volando a lo lejos... hasta que, en un momento, junto a ella pasó caminando una bella y peluda gata.
—¿Sofía? —le dijo Issadora al verla—... ¡Sofía, ven aquí! —volvió a llamarla, creyendo reconocerla... La gata se detuvo unos metros por delante de ella, y volteó para mirarla.
Ahí pudo verla bien: sus ojos amarillos, su largo pelaje gris y sus patitas y pechera blancas, haciendo juego con esa pequeña manchita blanca de su mentón, le resultaron inconfundibles... era efectivamente Sofía, una preciosa gata que ella recordaba de su niñez.
Feliz de verla nuevamente después de mucho tiempo, Issadora trató de acercarse a ella, pero en ese instante Sofía salió corriendo...
Issadora apuró el paso, siguiéndola con la mirada, y vio que la gata se dirigía hacia un enorme barco de pasajeros que se encontraba a lo lejos, atracado en el puerto.
Continuó así caminando... y a medida que se acercaba, comenzó a ver la nave con mayor detalle:
Se trataba de un barco similar a los grandes trasatlánticos que se usan habitualmente para los cruceros de placer, el color predominante en la embarcación era el blanco, y extrañamente no tenía ninguna inscripción en su casco...
Para subir al barco había una escalera dorada y muy brillante que bajaba de él y llegaba hasta el mismo puerto.
Al pie de la escalera se hallaba una mujer. Estaba vestida con una larga y liviana túnica blanca, misma que se mecía al compás de la brisa.
La fémina era hermosa, su cabello era rubio, largo y ondulado; de ella emanaba un aura de paz indescriptible; y de sus ojos, celestes, la más pura bondad y compasión.
Sofía se había detenido junto a ella...
—Hola, Issadora —la saludó la mujer al verla; su voz era dulce y perfecta.
A Issadora le dio la intensa sensación de reconocer a esta mujer, sin embargo, no pudo identificar de cuando ni de donde.
En ese momento sonó por primera vez la sirena del barco...
—Esto no se trata de un simple sueño ¿verdad? —le preguntó Issadora desconcertada a su interlocutora.
—No, no lo es. La última vez, tu paso por aquí fue muy fugaz, es normal que estes confundida —respondió la mujer.
—Tú estabas aquí cuando vine hace tiempo, yo era solo una niña pero te recuerdo... fue aquella vez que estuve muy enferma, internada en un hospital —comentó Issadora entrecerrando y desviando sus ojos ante un borroso recuerdo que se hacía presente en ella.
—Estoy aquí para acompañarte cuando llegue tu momento de abordar este barco —le aclaró la mujer.
«Me dispararon, lo recuerdo... Estaba en la ambulancia, me vi tendida en esa camilla. Tuve un paro cardíaco y ahora estoy aquí», pensó Issadora mientras volvía a mirar a la bella mujer a los ojos.
La sensación de pureza que emanaba de ella era tan clara que Issadora comenzó a sacar sus conclusiones:
—Desde que empecé con mis prácticas en medicina, he realizado, en infinidad de ocasiones, cuidados paliativos voluntarios a pacientes terminales.
He visto agonizar y morir, muy de cerca, a muchas personas...
Durante ese tiempo que pasé junto a ellas, leí varios libros que trataban de las experiencias cercanas a la muerte. Todo lo que veo aquí me parece ya muy conocido. ¿Tú eres un ángel, acaso? —le preguntó finalmente.
—Sí, lo soy —respondió la mujer, y en cuanto dijo eso, Issadora vio como se desplegaban un par de alas en su espalda, y comenzaba a relucir una brillante aureola sobre su cabeza.
—Estoy muerta... he fallecido finalmente —afirmó Issadora sin expresar sentimiento alguno.
—No, aún no. Esto no es el más allá, estás en una zona que tal vez tú conozcas como: el limbo —le aclaró el ángel.
—Entonces, ¿así es el limbo del que siempre he leído? Nunca lo imaginé de este modo... Un puerto desde donde parten barcos con las almas hacia el más allá.
El ángel sonrió y le aclaró:
—Así lo es para ti, y en esta ocasión, al menos. Todo esto que ves es solo una mera construcción hecha por ti, basada en tus memorias, creencias y experiencias vividas hasta ahora.
—Pero, si es solo una ilusión, ¿cómo puede ser tan real?... No he viajado casi nada, tal vez habré visto algo de esto en fotos, sin embargo, me parece absolutamente verídico, tiene muchos detalles como para ser algo apenas imaginado; no recuerdo haber estado nunca en mi vida en un lugar como este.
—En tu vida como Issadora, ciertamente no... pero en tu vida como Ariadna, sí.
En cuanto el ángel dijo eso, Issadora tuvo un flash de memoria perteneciente a su vida anterior, en el que se vio rodeada de amigos, en lo que parecía ser una excursión de turismo aventura... y reconoció una bandera Noruega, estaba por viajar una lancha inflable, la cual llevaban entre todos para botar.
Entonces notó el hermoso paisaje de su recuerdo, era similar a este que la rodeaba:
—¿Yo estuve en los fiordos noruegos? —preguntó entrecerrando sus ojos ante esas memorias aún difusas.
—Sí, Issadora... y has estado en muchos otros lados más, y en otros tiempos que aún no recuerdas. Todavía te encuentras ofuscada, pero de a poco comenzarás a recordar tus otras existencias también, y lo harás hasta en el más mínimo detalle.
—Ahora entiendo a los pacientes del hospital que han decidido partir a pesar de todos nuestros esfuerzos para que se quedaran. Esto puede ser llegar a ser algo tan bello para quien lo experimente, me siento muy bien en este lugar —dijo sonriendo—... Pero es solo una zona de paso antes de mi siguiente destino —sostuvo:
—¡Quiero ir al más allá! Estoy lista para hacerlo.
Sofía se volvió a acercar a ella y comenzó a frotarse por sus piernas, Issadora se agachó y comenzó a acariciarla.
—Hace tanto que quería volver a hacer esto —dijo derramando lágrimas de alegría mientras escuchaba el ronroneo de su querida gata—. Pero no lo entiendo, no recuerdo haber tenido a Sofía en esta vida, y al mismo tiempo la siento tan cercana —le dijo confundida al ángel.
—Sofía estuvo contigo en tu vida anterior, cuando fuiste Ariadna; ella formó parte de tu niñez en esos tiempos... y desde aquel entonces tuvo un lugar en ti, un sitio en tu corazón que será eterno; un vínculo que nunca desaparecerá.
—Sí, ahora que lo dices... la recuerdo bien. ¡La extrañé tanto cuando murió! Quiero quedarme con ella, acariciándola y cuidándola como lo hice siempre, hace mucho que no la alimento, debe de tener hambre y sed —dijo con sus ojos llorosos.
—Puedes quedarte tranquila, Sofía no necesita que la cuides y estará aquí cuando vuelvas, estoy segura.
Ella retornó al plano terrenal hace años nuevamente, y vivió con tu hermana durante un tiempo...
Desde que volvió de esa vida, las ha estado esperando a las dos; pero la última vez, ambas pasaron por este lugar muy rápido y volvieron a reencarnar, y no tuvieron tiempo de quedarse con ella para jugar y mimarla como lo hicieron siempre...
—¿Mi hermana?... pero si yo no tengo una hermana que haya fallecido —dijo Issadora dudando— ¿o sí?, ¡¿Melody?!
El ángel sonrió cálidamente; con cada segundo que pasaba, Issadora recordaba cada vez con más detalle su vida anterior como Ariadna, al tiempo que su ofuscación se desvanecía.
Y en ese momento el barco sonó por segunda vez su sirena...
Mientras tanto, en el hospital y al día siguiente, Daphne abría sus ojos por primera vez desde que se desmayó en la ambulancia; y la brillante luz del sol, que se filtraba por las cortinas venecianas, le daba justo en el rostro, encandilándola:
«¿Donde estoy?», se preguntó...
Con sus ojos entrecerrados y su visión aún borrosa, recorrió la habitación; todo era tan claro y brillante.
«Ese olor, esto huele como un hospital...», pensó.
Se encontraba desorientada, pero aún así comenzó a recordar lo último que había vivido: «yo iba en una ambulancia con...»
—¡Issadora! —exclamó en voz alta.
—No te alteres, hija; debes recuperar tus fuerzas —le susurró con voz muy calmada Armony mientras se sentaba a su lado y la agarraba de la mano—. Por fin despertaste, estuvimos muy preocupados por ti.
—¿Qué pasó con Issadora?... ¿lo logramos?, ¿se salvó? —preguntó Daphne angustiada solo por la florista.
—No lo sabemos aún, la bala le causó una herida muy grave, no solo le cortó la arteria abdominal, también le dañó algunos órganos, la estuvieron interviniendo durante varias horas.
En este momento se encuentra en terapia intensiva y con pronóstico reservado —le contestó Armony con su voz claramente preocupada, aunque resignada al mismo tiempo.
—Tuvo suerte de no morir en el acto —le aclaró Steven—. Valery le disparó con un rifle de alto poder, la bala perdió bastante de su potencia al atravesar la vidriera de la florería... el vidrio era grueso, de tipo reforzado.
—Se encuentra estable, hija, y eso es importante, confiemos en que se repondrá —agregó Michael, quien estaba parado justo detrás de Armony.
—Lo que hiciste fue uno de los actos de mayor arrojo que he visto en toda mi vida, Daphne. Conozco a muchos hombres valientes que no hubieran llegado tan lejos como tú lo hiciste. Te admiro —le confesó Steven acariciándole su rostro con la palma de su mano—; y también me asustaste mucho —agregó dándole un beso en la frente.
Era la primera vez que Steven se mostraba tan vulnerable, tan sincero; su dura coraza militar estaba completamente quebrada, y a través de ella emergían sus sentimientos más ocultos. A Daphne la enterneció profundamente el verlo así, y sintió como su corazón latía aún con mayor fuerza... y al unísono con el de él; ambos se quedaron mirándose a los ojos, sin decir nada, solo contemplando sus rostros mutuamente y dejando que fueran ellos quienes se expresaran en silencio.
Armony y Michael miraban la sentida escena sin emitir palabra alguna...
Unos instantes después entró una enfermera con la ropa de Armony ya lavada y seca, y se la entregó.
—Muchas gracias —le dijo Armony.
—Fue un placer, señorita; después de lo que se esforzaron para ayudar a esa pobre chica, esto era lo mínimo que podíamos hacer por ustedes —le contestó la enfermera sonriéndole—. Por cierto, la joven se está reponiendo sorprendentemente bien de sus heridas. Creo que las plegarias de sus padres fueron escuchadas...
Si sigue así con su recuperación, mañana la van a pasar a una sala común.
La enfermera se retiró, y Armony se fue al baño de la habitación para cambiarse.
—Tuviste razón con lo que dijiste en Japón acerca de que a los oráculos de la Corporación les vendría bien el tenerte cerca para poder averiguar más cosas sobre tu hermano.
Ahora esa psicópata de Sylvia va tras de ti... ¿Por que no se habrá muerto cuando le disparaste? —le expresó Daphne a Steven mientras lo sujetaba de la mano.
—Era obvio que me convertiría en un objetivo prioritario para ellos en cuanto se enterasen que Peter había sido el último en tener contacto con la caja de música.
Sylvia ahora me necesita para obtener la misma información que nosotros ya averiguamos con Sakura en Japón... Esa es la única ventaja que tenemos sobre ella.
—Hablando de tu hermano, ¿qué fue lo que ocurrió al final en la estación satelital? ¿Lograron conseguir aunque sea algo de la información de ese expediente clasificado? —les preguntó a ambos Daphne sumamente curiosa.
—No, lamentablemente no pudimos obtener nada... la clave resultó ser demasiado compleja como para romperla a tiempo. Dylan tuvo que desconectarse antes de poder verlo —le respondió Steven—. Nos terminamos arriesgando demasiado... e inútilmente.
Fue algo muy peligroso, y tuvimos mucha suerte, a pesar de todo lo que ocurrió —concluyó arrepintiéndose—.
Por ahora vamos a tener que dejar de buscar a mi hermano, debemos alejarnos de América y desaparecer del radar de la Corporación, que seguramente nos está vigilando en este preciso momento; aunque no se atreverán a hacer nada mientras toda esta situación no se calme... Hay demasiados policías dando vueltas por aquí e investigando todo el hecho.
Vamos a enfocarnos en ir a buscar a mi madre, de quien sabemos más precisamente donde podemos encontrarla —concluyó.
—Perfecto, siempre me apetece viajar a Europa —dijo Daphne sonriendo.
En ese momento Armony terminó de cambiarse, y salió del baño obsesionada con un tema que no podía sacarse de la cabeza:
—No entiendo por que Issadora hizo lo que hizo, ¿por qué se sacrificó por una completa extraña como Daphne? ¿Qué es lo que lleva a un ser humano a un acto de semejante dimensión?
Michael lo pensó por un momento, y le respondió:
—El impulso de ayudar a otro ser es algo universal, Armony. Le llamamos de diferentes modos: solidaridad, altruismo, compasión y pensamos que nace en la empatía natural que sentimos por otros, pero tal vez su origen esté en el hecho de que sabemos que nuestras almas provienen de un mismo lugar, un sitio que nos es común... O tal vez tengamos un conocimiento innato de que, en mayor o menor medida, todos compartimos un mismo destino.
—Pero el arriesgar la propia vida va en contra del más básico instinto que poseemos: la supervivencia —le enfatizó Armony reluctante y buscando algún motivo de mayor peso.
—La historia de la humanidad esta llena de ejemplos de sacrificios de ese tipo, los cuales nos conmueven y nos hacen sentir orgullosos de nuestra raza... nos elevan internamente —dijo Michael a modo de preámbulo y continuó:
—Muchos eruditos sostienen que detrás de tales actos de valor existen motivos que el alma recuerda muy bien, y que en esos momentos límite toman el control de nuestras decisiones...
Algunos piensan que el salvar ciertas vidas simplemente forma parte de nuestro propósito existencial... Otros opinan que la vida nos pone en esas situaciones difíciles para que tomemos una decisión, y que el destino no ve a esos actos como pruebas de valor, sino como oportunidades de redención.
Tal vez el alma de Issadora tenía alguna antigua deuda que saldar, y al salvar la vida de Daphne hizo justamente eso... pagarla.
—¿Una deuda entre el alma de Issadora y el alma de Daphne? —preguntó Armony intrigada.
—No necesariamente, como ya te lo expliqué en Japón, el destino no funciona siempre de una manera tan directa y lineal...
Las consecuencias de nuestros actos, sean buenas o malas, dan origen a otros actos, mismos que a su vez generan sus propias consecuencias, y ese gran ciclo se repite extendiéndose... hasta que finalmente se terminan equilibrando todos los platillos de la compleja balanza del destino.
Todo mal perpetrado, se paga de algún modo; y todo acto de bien, recibe su justa recompensa... aunque no necesariamente de una manera recíproca entre las partes involucradas, ni de un modo inmediato tampoco —le respondió Michael.
En ese instante una enfermera entró en la habitación:
—Ya son casi las veinte horas, el horario de visitas está por terminar —les informó cordialmente, y se retiró.
—Estaré muy cerca, en el móvil de exteriores, junto con Dylan; justo allí enfrente, nos puedes ver por la ventana. Mañana a primera hora volveré —le dijo Steven a Daphne.
—Nosotros dos nos quedaremos en la guardia —agregó Michael, refiriéndose a él y a Armony... y así, todos se retiraron, dejando a Daphne sola y descansando...
Al día siguiente y a primera hora, Daphne fue dada de alta.
Para ese entonces Issadora mostraba una recuperación que solo podía calificarse como milagrosa, y debido a ello, tal y como se anticipaba, había sido trasladada a una habitación común, donde ya podía recibir visitas.
Ambas parejas fueron con ella; ahora solo esperaban a que el efecto de los fármacos pasase y que Issadora recobrara su conciencia...
La tensión que se respiraba en ese cuarto era asfixiante: Armony y Michael miraban por la ventana que daba hacia la calle; Steven se encontraba sentado en una silla y pasaba los canales en un televisor que estaba con su volumen bajo para no molestar, mientras que Daphne permanecía sentada en el borde de la cama junto a Issadora, tomándola de la mano y rogando que abriera sus ojos para expresarle toda su gratitud.
Junto a ellos también estaban los padres de la joven que, guardando silencio y sentados en un banco a un costado de la habitación, se consolaban mutuamente.
«Pobres, ver a su hija pasar por esto debe ser algo muy duro para estas personas, son bastante adultos ya... Me Imagino que Issadora debe ser todo para ellos. Desde que llegaron al hospital no se han separado entre sí ni por un segundo», pensaba Daphne al contemplar a la pareja de mayores.
Mientras tanto, en otro sitio, en ese plano etéreo tan cercano y tan lejano al mismo tiempo, un encuentro muy especial llegaba a su fín:
—Aún estoy confusa, pero lo voy entendiendo, estoy recordando toda mi vida anterior, sin embargo... no puedo acordarme de nada más ¿No he vivido, acaso, más veces? —le pregunto Issadora al ángel:
—Sí que lo has hecho, y en muchas ocasiones...
Issadora la miró confundida y el ángel decidió entonces explicarle más:
—Antes de que llegaras aquí, en tu florería, hiciste un gran sacrificio. Arriesgaste tu vida por alguien que fue muy especial para ti cuando fuiste Ariadna... estoy hablando de tu querida sobrina, Daphne.
—¿Daphne fue mi sobrina? Solo la recuerdo como una niña de cinco años.
—Esa niña que conociste cuando eras Ariadna, creció y ahora es toda una mujer; una valiente mujer que no dudó en arriesgar su vida por ti, y le faltó muy poco para venir a este plano también...
Su sangre te mantuvo con vida en la ambulancia hasta llegar al hospital.
Esa misma sangre que circuló por tu cuerpo hará que los recuerdos de esa vida, en la cual ella fue importante, se reaviven en ti. Su sacrificio te despertará, Issadora... y gracias a eso, cuando regreses a tu cuerpo, recordarás los pasajes de la vida que vivieron juntas. El resto de tus vidas pasadas volverán todas a ti el día en que retornes aquí y este barco te deje finalmente en tu destino.
El barco sonó por tercera y última vez su sirena.
—Quiero subir al barco. Ya no quiero volver a mi vida.
—No te apures en morir, Issadora, ya habrá tiempo para hacerlo. No será la primera ni la última vez que lo harás...
Issadora miró al ángel de una manera desafiante, no consideraba que le correspondiera decidir sobre el momento de su muerte, y se estableció un instante de tensión entre ambas.
—No te dejaré cometer el mismo error de la vez pasada —le advirtió entonces el divino ser en tono firme.
—¿De cuál error me hablas?
—Tú despreciaste tu vida. ¡Buscaste morir, Ariadna!
En ese momento y ante esas palabras, Issadora recordó sus últimos sentimientos antes de morir, cuando fue hermana de Melody:
«Cuando murió Melody no pude ni despedirme de ella... yo solo quería poder volver a compartir más tiempo juntas, volver a estar con ella», pensó...
—Melody era mi hermana menor y yo la amé mucho, desde el día en que nació —dijo entre lágrimas—. Después de que murió, ya no me quedaban motivos para vivir... ¡¡Entiéndelo!! yo estaba tan enojada con la vida... Solo quise volver a estar con mi hermana, por eso morí.
—A ti no te correspondía tomar esa decisión, Ariadna. Es el destino el único que tiene el conocimiento necesario para decidir sobre algo de tal importancia. ¿Puedes recordar lo que pasó cuando llegaste aquí en aquella ocasión?
—Sí, supe que Melody ya había vuelto a vivir... y entonces quise volver con ella.
—¿Eso es todo lo que recuerdas?
—Sí. ¿Por qué... hay algo más, acaso?
El ángel simplemente sonrió al ver que Issadora no recordaba con exactitud el motivo principal por el qué había decidido reencarnar con tanta premura; era algo crucial y que no le revelaría, por ser ese su propósito existencial; así que simplemente le dijo:
—Primero, renunciaste a los años que te quedaban de vida, y luego, encarnaste de inmediato como Issadora. De haberte quedado en el plano terrenal como Ariadna, el destino ya las habría reunido a ambas del mismo modo en que reunió a Melody con Daphne...
Desperdiciaste tu vida anterior. No cumpliste con tu propósito existencial... El destino te esta dando la oportunidad de volver con tu hermana ahora, y tendrás la oportunidad de cumplir con tu misión también.
¿Entiendes que es muy pronto aún para morir, Issadora? Estaré aquí esperándote la próxima vez que vengas... y ese día te acompañaré, cuando abordes este barco definitivamente.
Issadora guardó silencio, el ángel era muy vehemente, y estaba muy preocupado por su futuro; se comportaba más como una madre aconsejando a su querida hija.
—No cambiaré de actitud, no te permitiré morir aún, Issadora... Regresa a tu cuerpo, tienes cosas importantes que hacer en tu vida. Todavía puedes cumplir con tu propósito existencial. Tu tiempo aún no se ha acabado, debes volver, tienes que hacer mucho bien... y recuerda: siempre hay tiempo para morir.
—Creo que te equivocas, mi existencia terrenal es una pérdida de tiempo, está llena de esfuerzos inútiles, ¡estoy harta ya! No tengo ningún propósito lo suficientemente importante como para vivir.
En mi vida, el miedo me acecha todos los días, estoy cansada de sentir incertidumbre... aquí, en cambio, experimento paz.
—Todo tiene su razón de ser, Issadora: no te dejé morir cuando eras solo una niña, y no lo haré ahora que estás tan cerca de cumplir con tu destino... Vendrás a este mismo lugar cuando llegue tu hora —le dijo finalmente el ángel.
En ese momento el barco partió y comenzó a alejarse lentamente. El ángel permaneció parado en la escalera, sin dejar que Issadora pudiera abordarlo... y todo se fue poniendo difuso para la joven.
La sensación era en todo similar a la que ella experimentaba cada vez que se dormía, solo que en esta ocasión, por primera vez, despertaba...
En la habitación del hospital reinaba la quietud, nadie decía nada, el silencio era absoluto. Hasta que, en un momento, Issadora entreabrió sus ojos:
—¡¡Despertó!! —exclamó Daphne—. Estás en un hospital, tranquila, te estás recuperando de la operación, vas a estar bien —se apresuró a decirle a Issadora—.
¡Steven, por favor, ve a buscar a un médico! Dile que Issadora ya está conciente. Que venga de inmediato —agregó, pidiéndoselo de manera encarecida y entusiasmada al mismo tiempo; Steven fue de inmediato a buscar a alguien...
Los padres de Issadora se acercaron a la cama:
—Hija, ¿cómo te sientes? —le preguntaron.
—Bien —respondió ella con una sonrisa.
Issadora recorrió con su vista a Armony, a Michael... y cuando llegó a Daphne, se detuvo en ella, mirándola de un modo especial:
—¿Daphne?
—Sí, Issadora —le respondió ella.
—Te vi en la ambulancia, arriesgaste tu vida por mí, y me salvaste. No estaría aquí de no ser por ti... querida sobrina.
En ese instante Armony abrió sus ojos grandes, sorprendida; y casi sin dar crédito a lo que estaba presenciando, en voz baja, apenas pudo susurrar:
—Ariadna...
—Sí, soy yo —le respondió Issadora mirándola—. ¿Quién eres tú?
—Dale tu mano, Armony; así ella te podrá reconocer —le sugirió Michael, suponiendo ya lo que estaba sucediendo con la florista.
Armony entonces tímidamente la tomó de la mano.
En ese instante, y ante el contacto físico, Issadora la percibió tal y como ella la había conocido en su anterior vida:
—Melody... hermana, ¡te extrañé tanto! —expresó entre lágrimas, aún confundida por lo que estaba viviendo.
En ese momento llegó Steven con un médico, quien procedió a examinar a Issadora.
El doctor revisó la reacción de sus pupilas con una pequeña linterna, le tomó el pulso, y le hizo algunas preguntas...
Parecía estar bien, pero en cuanto vio que Issadora insistía en que Armony era su hermana y Daphne su sobrina, y la escuchó hablar de su experiencia sobre haber estado en el más allá junto a un ángel, procedió a sedarla nuevamente y asumió la más simple de las explicaciones médicas:
—Quédense tranquilos —les dijo a todos los presentes en aquella pequeña sala—, seguramente en cuanto le levantemos toda la medicación ella volverá a la normalidad. Esta clase de delirios son causados por los fármacos que le hemos estado administrando, aunados al tremendo trauma físico que tuvo que soportar —dedujo—.
Su mente aún se encuentra confundida...
Por ahora, es mejor que descanse para que reponga sus fuerzas; de todos modos ordenaré una tomografía de cerebro para descartar cualquier posible daño neurológico —resolvió.
Ninguno de los presentes contradijo al galeno, aunque todos excepto por sus padres, sabían lo que le había pasado a Issadora... ella había despertado a su vida anterior.
Satisfecho con la recuperación física de la paciente, el doctor se retiró; los padres de Issadora se fueron junto con él para hacerle algunas preguntas más sobre el estado de su hija y su futura recuperación.
Los demás se quedaron junto con la florista en la habitación, completamente a solas:
—¿Cómo es posible que despertara? Ya la había tocado antes en la florería, le estreché la mano y no mostró ninguna reacción —dijo Armony desconcertada.
—Yo también le dí mi mano, y no pasó nada tampoco... y ahora me reconoció —acotó Daphne.
—También hay algo más... algo que no está bien —dijo Armony mirando a Michael—. ¿Recuerdas cuando acariciaste por primera vez mi rostro, y me hiciste despertar en el restaurante de aquél hotel danés? —le preguntó de manera retórica y continuó:
—Casi me desmayé, y fue por el tremendo caudal de memorias que vinieron a mi mente todas juntas; lo mismo me pasó cuando Sylvia me abofeteó en el edificio de la Corporación... sin embargo, esta vez, con Issadora, no tuve ningún recuerdo nuevo. ¿No debería haber rememorado mi infancia y mi adolescencia con ella, acaso? Todas mis memorias sobre Ariadna siguen siendo solo a partir del momento en que te conocí, siendo Gabriel...
—No siempre el despertar sucede del mismo modo ni de una manera tan intensa, Armony... y con cada persona puede ser una experiencia muy diferente.
Cuando se realiza un contacto físico con alguien, es muy importante que ambas personas deseen recordar al otro mutuamente o que aún perduren los mismos fuertes vínculos que compartieron en esa vida anterior —le respondió Michael.
—Ariadna y yo nos amábamos, estoy segura de ello. Recuerdo que, como hermanas, eramos inseparables —enfatizó Armony.
—Cuando yo te toqué por primera vez, tú estabas sintiéndote profundamente sola en esta vida, Armony, y deseabas, más que cualquier otra cosa, restablecer tus afectos perdidos...
Ignoramos como es la vida actual de Issadora.
No sabemos nada de ella, y tampoco sobre lo que le pasó a Ariadna en los últimos años de su vida; aunque recuerdo que era una mujer muy independiente, vivía la vida a su manera. Era también muy reservada, casi nunca nos contaba todo lo que hacía, y solo nos dejaba saber lo que ella quería que supiéramos.
Es muy posible que Ariadna no deseara recordar su vida pasada por algo que le ocurrió... y que ignoramos.
Cuando Issadora se recupere, seguramente nos podrá dar algún indicio —terminó diciendo Michael.
—Tal vez despertó por haber recibido la sangre de Daphne en la ambulancia —comentó Steven—. La sangre tiene lazos con el alma tan intensos como cualquier órgano del cuerpo. Cuando se dona sangre y esta queda almacenada, los lazos se van debilitando y perdiendo de a poco, con el tiempo... pero, en este caso, la sangre de Daphne pasó directamente a Issadora con todos sus enlaces intactos, la energía de sus almas se ligó íntimamente.
—O tal vez fue al atravesar por una ECM, una experiencia cercana a la muerte —trató de aportar Daphne—. Algo de eso le comentó Issadora al médico hace un momento, habló del limbo y mencionó a un ángel, aunque no fue muy específica...
No sabemos exactamente que le ocurrió a su alma durante la operación —planteó finalmente, y Steven continuó:
—También hay que tener en cuenta que, aunque no sucede de manera muy frecuente, en ocasiones el despertar ocurre al evocar algún hecho que fue trascendental en una vida anterior, por lo general son traumas muy dolorosos y difíciles de olvidar... ¿Alguien sabe como murió Ariadna?
—Ella desapareció durante una expedición al océano Ártico, y su cuerpo nunca fue encontrado; yo solo tenía cinco años, recuerdo muy poco de aquella época... es todo lo que sé —le respondió Daphne con pena.
Entonces, luego de pensar por un momento, Steven les dijo a todos:
—Ya lo averiguaremos, e Issadora será quien nos lo dirá. Por ahora, lo más importante es que, cuando ella despierte, le expliquemos de manera rápida lo que le ha ocurrido; es necesario que entienda lo que le está pasando a su memoria.
Si insiste en contarle a sus padres o a los médicos acerca de su despertar y lo que ahora recuerda, van a pensar que está enloqueciendo, y la medicarán con psicofármacos que solo van a empeorar las cosas.
Tenemos que permanecer junto a ella en todo momento y recién luego, cuando esté en su casa, podremos decirle lo que sabemos con detalle. Allí tendrá tiempo de asimilarlo tranquilamente mientras se recupera de todo esto... y entonces podremos decidir mejor como continuar.
Por su bien, ahora no debemos dejarla sola —enfatizó, hizo una pausa y finalizó:
—He visto despertar a muchas personas y, sin importar sus creencias religiosas, todas siempre han terminado entendiéndolo y aceptándolo a la perfección, sin problemas... Nadie puede negar sus recuerdos. El mayor inconveniente al que todos los que despiertan casi siempre se enfrentan, es a que lo acepten las personas que los rodean y sobre todo, los que más los aman...
Se planteaban ahora diferentes preguntas con respecto a Issadora, y tal vez las más importantes eran las referente a su muerte como Ariadna y su misión, la cual arrastraba aún en esta vida.
Misterios que aún no se habían revelado... pero que lo harían, llegado su momento.
Más allá de los recuerdos
En el hospital, la recuperación de Issadora se produjo de manera muy rápida; en apenas una semana fue dada de alta y se le permitió regresar a su hogar.
La hermosa casa de la joven florista estaba situada a orillas del lago Ontario y a pocos minutos de viaje del vivero en donde trabajaba actualmente, allí vivía sola...
Su vivienda era la típica casa norteamericana y canadiense: de aspecto sólido, bien terminada y completamente revestida en madera pintada de blanco.
Contaba con dos plantas y tenía muchas habitaciones, junto con varios ambientes más...
Se reconocía en ella una clara simetría en el diseño de su fachada; presentando techos inclinados, a dos aguas y recubiertos con tejas negras.
A su puerta principal se llegaba subiendo por unas escalinatas que estaban centradas con respecto al frente.
Era una residencia encantadora y muy acogedora, la cual recreaba el arquetipo representativo del sueño americano desde sus albores, y lo hacía de una manera clásica y contemporánea a la vez.
A pesar de que Issadora vivía sola, la casa era muy grande y espaciosa; había sido un regalo que le hicieron sus padres, albergando la esperanza de que en el futuro, y a diferencia de ellos, su hija formara una gran familia... como la que ellos siempre quisieron tener.
Estaba situada dentro de un gran predio campestre, mismo que abarcaba, inclusive, a un sector perteneciente a una laguna y una pequeña área de un bosque cercano a ella.
Todo el lugar reflejaba el carácter de la florista: era pacifico, abierto y libre.
Desde cualquier punto se podía contemplar un cielo infinito hasta los confines de los cuatro puntos cardinales.
La zona de los alrededores era mayormente llana, aunque con suaves y redondeadas elevaciones que la circundaban.
Con solo estar allí por un instante se percibía de inmediato el ambiente bucólico que impregnaba toda la zona.
La sensación imperante era de bienestar, y era muy fácil imaginar que detrás de cada ondulación y en cada rincón del predio, podía esconderse alguna sorpresa agradable, algo bello que contemplar... y eso invitaba a recorrerlo.
El aire que se respiraba era limpio y puro, solo se escuchaba el agua correr, el viento soplar y las aves cantar durante todo el día.
Issadora era una joven fuerte, y ese ambiente sano y vital era ideal para que se repusiera completamente de lo que le había pasado; pero, aunque podía deambular, debía permanecer bajo un estricto control médico por un mes más ¡como mínimo!... y muchos, muchos cuidados, no podía quedar sola.
Afortunadamente, ella ahora contaba con Armony, Daphne y sus respectivas parejas, quienes se alojarían en su casa, invitados como huéspedes; y que en ese instante se encontraban distribuídos por distintos puntos del establecimiento.
—Dime, Steven, ¿hasta cuando va a quedarse la policía ahí afuera custodiando esta casa? —le preguntó Daphne mientras espiaba por la ventana de la sala de estar a un auto policial, el cual permanecía apostado enfrente de la residencia.
—Van a estar ahí hasta que Issadora se recupere, ya se los pregunté.
El espectáculo que dio Sylvia con su anónimo helicóptero negro y sin identificaciones, atravesado justo en medio de la calzada, frente al vivero; y el uso de una bala de alto calibre, propia de un rifle de francotirador; junto con las declaraciones de los testigos, puso a todo el departamento de policía del condado en alerta máxima.
Esta es una zona tan tranquila que un hecho de ese tipo es algo inaudito para ellos...
Es una verdadera suerte que la casa de Issadora tenga tantas habitaciones y que podamos quedarnos junto con ella hasta que se recupere.
La Corporación no se va a atrever a dar la cara por aquí mientras la policía permanezca apostada ahí afuera; por ahora, creo que estamos seguros —le respondió Steven sonriendo.
El cielo se encontraba soleado y el ambiente, caluroso; sin embargo, el aire era refrescado por una suave brisa campestre, misma que no dejaba de soplar con suavidad y lo volvía muy agradable...
El verano desplegaba toda su belleza en esos días, e invitaba a disfrutar del aire libre.
Eran ya las dos de la tarde, y en ese instante Issadora estaba junto a Armony.
Ambas se encontraban sentadas en un pequeño muelle, construido sobre la costa de la laguna que estaba en el parque trasero de la casa.
Vestían sendos bikinis, pudorosamente ocultos debajo de unas remeras claras, de tela muy liviana y fresca, muy propias de la temporada estival; Issadora tenía puesto un sombrero de paja tejida, con un ala muy amplia para protegerse del sol, ya que su piel era muy sensible.
Las dos mujeres se habían descalzado y mojaban los pies en el agua de manera relajada, como un par de niñas:
—Que increíble casualidad fue el que nos encontrásemos. ¿No lo piensas así, Armony? —planteó Issadora.
—No... antes así lo hubiera creído, pero ahora sé que no lo fue realmente.
Siendo hija única, siempre tuve el deseo oculto de tener una hermana. Michael me dijo que el destino está siempre atento y listo para acercarnos a las cosas que deseamos o tememos, y que cuanto más intensamente lo hagamos, actuará con más fuerza y precisión.
—Michael, o como yo lo conocí: Gabriel —relacionó Issadora—, mi cuñado... Siempre te amó tanto. ¿Fue él quién te despertó a ti?
—Sí, y aún tiemblo de emoción al recordar aquello —le contestó Armony con una fresca y relajada sonrisa.
—¿También tuviste que estar al borde de la muerte, como yo, para recordar tu vida anterior, Melody?
—No, para nada, hermana... Hay muchas maneras diferentes en las que el despertar puede acontecer, por ejemplo: el tocar un objeto con el que se tuviera un fuerte lazo emocional en otra vida, el visitar algún sitio que hubiera significado algo importante; o como me sucedió a mí, el tener contacto físico directo, de piel a piel, con una persona con la que hubieran compartido emociones muy intensas...
—Que paradoja, cuando fuimos hermanas en nuestra vida pasada, yo era la mayor de las dos, y esta vez lo eres tú —destacó entonces Issadora sonriendo—...
Ahora ya tengo dos hermanas —agregó mirando a Armony de costado—. En esta vida tengo una hermana que vive lejos. Tenemos muy poco contacto —agregó con un dejo de pena y tristeza—, no somos muy cercanas.
Desvió entonces su mirada mientras hacía una pausa...
—Me siento tan extraña desde que desperté —reflexionó contemplando el reflejo de su imagen en el espejo de agua del lago—; soy yo, la misma de siempre... y también soy Ariadna; y aunque aún no recuerde toda esa vida, cada día recuerdo más.
—Al principio, a mí me pasó exactamente lo mismo que a ti; es tan especial esto del despertar —expresó Armony suspirando—.
Desde que estamos juntas, también he empezado a tener cada vez más flashes y sensaciones de nuestra vida anterior, principalmente de una parte de la que no recordaba nada: mi infancia.
Michael me advirtió que esto podría pasarme, y que sería algo normal —expuso.
—Aún es un poco confuso para mí el verme como otra persona, Armony.
—Sin embargo, y por lo que veo, algunas cosas siguen siendo igual que antes... según recuerdo —le señaló Armony, apuntando con sus ojos directamente al cabello de Issadora.
—¿Qué te puedo decir?... creo que es obvio que mi color rojo me encanta; ni después de reencarnar me lo cambié —respondió Issadora bromeando acerca de que volvía a ser pelirroja, y las dos rieron; era la primera vez que lo hacían juntas, nuevamente—.
Al recordar como fui, siendo Ariadna, puedo entender mejor el por que soy como soy actualmente —agregó, ahora en tono serio y reflexivo—; es como si hoy fuera una continuación, una consecuencia de mi existencia anterior.
Siempre he amado a este mundo, y lo sigo haciendo con la misma fuerza —dedujo sonriendo con calidez...
—Es que tu alma no solo eligió, también preparó algunos aspectos de esta vida actual tuya; y lo hizo desde el más allá, antes de que nacieras —le explicó Armony—. Es algo común, ocurre en muchas oportunidades. ¿Has notado que, a veces, los padres le dan a sus hijos nombres que pertenecieron a sus abuelos o bisabuelos?
—Sí, es algo que se ha estilado desde siempre, es como una especie de homenaje... eso pienso, al menos —respondió Issadora recordando algunos casos que conocía.
—En ocasiones es así; pero en otras, es porque el alma que está por volver quiere tener el mismo nombre que tuvo en una vida pasada. Es muy entendible que generemos un gran apego por nuestro nombre de pila —concluyó Armony.
—Es tan extraño pensar que un abuelo o un padre puedan terminar siendo descendiente de sus propios hijos —reflexionó Issadora.
—Sí, pero es mucho más frecuente de lo que te imaginas. Es por eso que, a veces, un niño se parece en actitudes y comportamiento más a sus abuelos u otros ancestros que a sus propios padres; en ocasiones ni siquiera los padres lo advierten, ya que no conocieron en profundidad al pariente en cuestión.
A las almas que compartieron experiencias juntas siempre les resulta más simple el volver a encarnar dentro de su mismo grupo familiar que a otras almas más ajenas; de ese modo se pueden continuar las cosas que se comenzaron en otra vida y que no se pudieron terminar; es también un modo efectivo de recuperar el manejo de recursos patrimoniales que pertenecieron a nuestros ancestros, como es el caso de las herencias, y que en realidad fueron cosas nuestras, por las que trabajamos y nos esforzamos en una vida pasada...
No es algo para nada raro que el hijo de una pareja haya sido pariente de alguno de ellos —sostuvo finalmente Armony.
—Entiendo, pero... ¿cómo es que no sucede el despertar en esos casos? Seguramente hay lazos emocionales muy fuertes entre esas almas: padres, hijos, abuelos, nietos... el amor y el contacto físico es algo muy frecuente entre ellos, en su vida diaria.
—Esa es la paradoja del despertar. Michael me reveló, hace poco, que entre las personas que comparten algún parentesco sanguíneo, es casi imposible que surjan recuerdos de vidas pasadas con el solo hecho de tocarse mutuamente. Es como una medida de seguridad, establecida para evitar que rememoremos cosas de nuestras vidas pasadas de manera espontánea; es así como evitamos el tener que vivir con la tremenda carga que significaría el recuerdo.
—¿Carga dijiste? yo no siento que mi vida como Ariadna sea un peso a sobrellevar; al contrario, recuerdo como fui y eso me hace sentir mucho más segura de como soy ahora. Noto también como vienen a mí habilidades y conocimientos que en esta vida no tenía... y me siento más: poderosa, por decirlo de algún modo —afirmó entonces Issadora sonriendo, y marcando en ese punto una clara diferencia con Armony, quien la miró de reojo y le dijo:
—Te entiendo, hermana. Al despertar, vuelven a nosotros, y de manera muy rápida, todas las habilidades aprendidas en esa vida anterior, ya olvidada... ¡yo he vuelto a tocar el piano con el mismo talento que tenía siendo Melody y a pesar de no haber ni siquiera aprendido a hacerlo en esta vida! Sin embargo, no hace falta del despertar para que eso ocurra —indicó sonriendo—. De haberlo querido en esta nueva encarnación, tú hubieras aprendido todo eso que ahora comienzas a recordar... y lo habrías hecho, además, de una manera muy fácil; y las personas dirían que tienes una habilidad innata para ello. ¿En dónde crees que se originan los talentos naturales que ciertos individuos poseen para algo en particular?
Nuestras vidas pasadas están más presentes en nuestra vida cotidiana de lo que pensamos. Nuestros gustos, nuestras carreras, nuestros pasatiempos, todo es influenciado por lo que hemos hecho y vivido antes.
Michael es un buen ejemplo: siendo Gabriel, siempre quiso navegar y nunca pudo hacerlo; en esta vida, tiene un yate de su propiedad y ha navegado con el por todo el mundo.
¡Yo era pianista, y ahora soy violinista!
Muchas veces, hacemos lo que sabíamos hacer... y otras, hacemos lo que nos quedó pendiente.
Aunque también hay almas que prefieren experimentar cosas muy distintas y nuevas para ellas, es así que no repiten casi nada que se encuentre relacionado con su vida previa... esas almas son las más difíciles de localizar para un rastreador, según Michael.
Issadora lo consideró por un instante, tratando de hacer una visión introspectiva de sus sensaciones actuales:
—Me siento mucho más aventurera que antes de mi despertar, me encantaría subirme ahora mismo a una moto de agua y salir a navegar por este lago... ¡y a toda velocidad!
Es curioso, hasta hace unos días me habría aterrado hacer eso, sin embargo, ahora es al revés.
¿Por que será que no he hecho nunca en esta vida lo que tanto hice antes? Recuerdo que, como Ariadna, encontraba una gran emoción en la aventura... sin embargo, como Issadora, he buscado siempre esta tranquilidad en la que vivo, y que a veces hasta me aburre, pero que nunca querría cambiar por nada del mundo —se preguntó con desconcierto, y un marcado tono de lamento.
—Siempre hay un motivo, querida hermana; ese motivo aún no lo recuerdas, pero ya lo harás... créeme, Issadora, ya lo harás —le aseguró Armony en lo que pareció ser más una advertencia que un simple comentario, aunque Issadora lo tomó como una oportunidad:
—Eso espero realmente. De verdad siento mucha expectativa por saber que cosas irán surgiendo en mí ahora que he despertado. ¿Cuáles serán mis gustos y preferencias dentro de poco? Me intriga saber que nuevas habilidades dominaré...
—También tus sueños cambiarán. Comenzarás a tener recuerdos de tu vida como Ariadna; a mí me pasa, de cuando en cuando, el recordar en mis sueños fragmentos de mi vida como Melody... y tal vez no todos tus recuerdos sean agradables; podrías llegar a tener vívidas pesadillas sobre tus peores momentos.
Tampoco te extrañes que, al toparte con personas desconocidas, o al visitar ciertos lugares, tengas flashes de memoria que te asalten de improviso; Michael me contó que eso es algo frecuente en las personas que han despertado, ya que desarrollan una capacidad más allá de la normal para recordar momentos de sus anteriores existencias.
—Sé que en mi vida anterior estuve siempre muy comprometida y ligada con las causas ecologistas, también recuerdo perfectamente que me uní a cuanto grupo ambientalista pude... Sin embargo, y aunque amo a todo lo relacionado con la protección de este mundo y su medio ambiente, en esta vida no he sido tan activa, no apoyo directamente a ninguna causa de esas —mencionó Issadora extrañada.
—Las vidas difícilmente se continúan de manera exacta en como lo eran antes. Es como que al morir nos vemos liberados de ciertas ataduras, las cuales tenemos mientras vivimos y no notamos; así podemos elegir más fácilmente el hacer algunos cambios y ajustes... sin embargo, cada vez que volvemos, siempre conservamos la esencia de lo que fuimos.
No es casual que eligieras nacer en una familia tan ligada a la naturaleza. Tus padres tienen ese gran y hermoso vivero... y ¡mira en donde vives!, esto es un sitio bellísimo, podría quedarme siendo feliz aquí por siempre... —manifestó Armony abriendo sus brazos y echándose lentamente de espaldas sobre las tablas del muelle, como si fuera una joven adolescente, mientras que Issadora la miraba de costado y sonriendo—.
Tu amor por la naturaleza está presente en todo lo que te rodea, hermana... sea cual sea tu propósito existencial, está ligado a la vida de este mundo, eso queda bien claro.
Ante ese último comentario, Issadora miró a Armony con cara de intriga; era la segunda vez en su vida que escuchaba la mención del propósito existencial, y eso la llevaría a indagar más acerca de algo que la inquietaba mucho:
—Hay algo que aún no le conté a nadie en detalle, Armony, algo que recién se aclaró en mi mente hace pocos días... y es algo que quiero compartir contigo.
Cuando me llevaban en la ambulancia, tuve lo que se conoce en el ámbito paranormal como una experiencia extracorpórea —dijo con un dejo de vergüenza y prosiguió:
—Recuerdo haberme visto en la ambulancia, tendida y cubierta de sangre; te vi también a ti, en ese momento, tratando de contener mi hemorragia con tus manos, y vi a Daphne conectada a mi cuerpo, dándome su sangre.
La escena me conmovió y me dio mucha pena, pensé que todos sus esfuerzos por mantenerme con vida serían inútiles.
Fui conciente de que mi cuerpo moriría; sin embargo, me sentía tan bien, tan tranquila... y tan en paz.
Estaba literalmente flotando dentro de la ambulancia y lo único que me molestaba eran el sonido ensordecedor de la sirena y el del motor del vehículo.
Vi cuando mi corazón comenzó a fibrilar, los latidos se hicieron erráticos y arrítmicos, y supe que el momento de partir había llegado; entonces, cuando el monitor cardíaco que tenía conectado a mi cuerpo marcó línea plana, sentí como me elevaba a gran velocidad hacia el cielo; atravesé el techo de la ambulancia como si fuera un fantasma, y salí despedida de allí sin poder controlar nada.
Luego, todo se puso blanco a mi alrededor y perdí la sensación de inercia que llevaba, me quede quieta, inmóvil... y completamente rodeada por esa hermosa luz blanca, tan cálida y agradable.
De a poco, la luz comenzó a atenuarse, y me encontré finalmente de pie, sobre una colina y mirando hacia puerto marítimo construido en un hermoso fiordo.
Sé que fue una experiencia rara, solo espero que no pienses que estoy loca.
—¡¿Loca?!, jamás pensaría eso. ¡Fue una ECM, Issadora! una experiencia cercana a la muerte... estuviste en el umbral hasta donde llega la vida —expresó Armony entusiasmada—.
A mí me ocurrió algo similar hace pocos meses, fue después de que tuve un accidente grave en un tren, y que me dejó en estado de coma.
En mi caso fuí a una especie de biblioteca en el más allá.
—¿Tú también estuviste en el otro lado? —le preguntó Issadora de manera retórica y asombrada a la vez... y eso la animó a contar más de su experiencia:
—En ese lugar, además, me encontré con un ser, un ser divino... un ángel —mencionó de manera tímida—; era una mujer, vestía de blanco y de su espalda surgían un par de alas enormes...
—Y tenía una aureola brillante sobre su cabeza, su cabello era largo, ondulado y de un color dorado... y su rostro era bellísimo —agregó Armony, interrumpiéndola—. De ella emanaba un aura de paz como jamás habías sentido antes, ¿fue así?
Issadora se quedó estupefacta, mirándola atónita y asintiendo con su cabeza; Armony parecía conocer a ese bello ser celestial.
«Me pregunto si todos los ángeles de la guarda serán así, o será el mismo ángel que también me viene cuidando a mí desde que era Melody», reflexionó Armony en sus pensamientos mientras Issadora continuaba:
—Aquel ángel me contó que la última vez que estuve allí, mi permanencia fue muy breve... Eso aún me confunde, ¿cuánto tardamos en renacer?... ¿qué, acaso, las almas no reencarnan de inmediato al morir?
—No, Issadora, eso pasa solo a veces. Sin embargo, es muy común que ocurra cuando una vida queda trunca de manera sorpresiva e inesperada; el alma aún tiene fuertes motivos para estar en este plano terrenal y se produce lo que llaman un: retorno inmediato, el alma reencarna sin haber permanecido en el más allá por mucho tiempo...
Cuando la vida ha sido más plena, al morir, el alma se toma un tiempo en el plano astral y allí espera, contempla el plano terrenal, ve a sus seres queridos vivir sus vidas, y en ocasiones hasta los espera.
Finalmente, llega un día, cuando siente que es el momento adecuado de volver, y entonces elige reencarnar nuevamente.
—El ángel también mencionó otra cosa que parecía ser muy importante, y se refirió a eso usando tus mismas palabras, Armony... el propósito existencial. Dijo que yo no había cumplido aún con el mío, y que todavía estaba a tiempo de hacerlo. ¿Qué sabes sobre eso?, quisiera saber que es el propósito existencial —planteó Issadora curiosa.
—Es el motivo real por el que estas aquí, viviendo tu vida en este mundo, hermana —le respondió Armony—. En la existencia de las personas hay diferentes propósitos, algunos más importantes y otros menos, pero al propósito principal se le llama propósito existencial.
Mucha gente vive y no sabe para que, ellos aun no han reconocido aún su propósito existencial... Es algo que cada uno de nosotros debería descubrir por si mismo y sobre todo, aceptar de manera incondicional.
Hasta hace un tiempo yo también lo ignoraba, pero en mi ECM me encontré con alguien en esa biblioteca etérea, quien también me habló de mi propósito existencial, y luego Michael me lo explicó en detalle:
Antes de encarnar en este plano, elegimos en el más allá la vida que vamos a vivir de entre un conjunto de opciones que se nos brinda. En ese momento el destino nos revela cuáles serán nuestros propósitos existenciales para esa vida y los aceptamos, solo así podemos volver a reencarnar.
Son como objetivos o misiones, si prefieres llamarlos así, que debemos de completar en la vida antes de morir.
Esas metas son lo más importante que debemos hacer, son nuestra responsabilidad, nos comprometemos con el destino a realizarlos, y nos marcan el rumbo que debemos seguir.
Si nuestra vida se acaba antes de haberlos logrado, esos objetivos los arrastraremos a nuestra siguiente vida... y así seguirá siendo hasta que finalmente los cumplamos —terminó diciendo Armony.
—De niña, cuando tuve seis años, estuve muy enferma y debieron internarme en un hospital. Ingresé con un cuadro de apendicitis que se complicó en una peritonitis aguda... Permanecí más de treinta días en terapia intensiva, y tuve que ser operada varias veces.
Me encontraba muy grave, realmente. Los especialistas me dieron apenas el 50 por ciento de posibilidades de sobrevivir; fue como arrojar una moneda a cara o ceca... y que saliera la opción de vivir.
Los cirujanos lograron salvarme; pero, como consecuencia de aquello, mi abdomen quedó lleno de grandes y profundas cicatrices que no me gusta mostrarle a nadie —dijo pasando la palma de su mano por sobre sus marcas—.
Sé que estas marcas me acompañarán hasta el día de mi muerte...
Aquella experiencia definió muchos aspectos en mi vida, y creo que fue la que me hizo optar por volverme instrumentadora quirúrgica. Al comenzar mi carrera, el poder colaborar con un médico cirujano, codo con codo, en un quirófano y en una operación, tratando de ayudar a salvar una vida, fue lo que más me impulsó...
Sin embargo, desde que dejé mi profesión, he tenido mucho tiempo para pensar y replantearme mi vida entera desde otra perspectiva... y me he preguntado: ¿por qué sobreviví de niña a aquel calvario, si me hubiera sido mucho más fácil morir en el hospital?; es más, ¿por qué estoy aún con vida?; en mi existencia no he hecho grandes cosas, el mundo no ha cambiado por mi presencia en él... ¿No hubiera sido todo mucho más sencillo si estuviera muerta, acaso?
A veces, cuando he estado deprimida, he llegado a pensar que me equivoqué al querer seguir viviendo... En aquellos días de mi niñez tuve la oportunidad de irme, pero elegí quedarme por algún motivo.
Gracias a lo que me dijo ese ángel, ahora puedo vivir con la certeza de que lo más importante en mí vida, aún no lo he hecho —expresó con una entusiasta sonrisa—, y me alegra saberlo... realmente me alegra; es un placer vivir así, porque no creo que en esta vida haya hecho lo suficiente todavía.
Siempre he querido ayudar a los demás, por eso elegí pertenecer al campo médico... y desde que lo dejé, sentí un tremendo vacío interno.
No sé como, aún; pero, dentro de mí tengo el convencimiento de que voy a salvar muchas vidas, ese es mi anhelo más grande —concluyó.
Sin darse cuenta, Issadora mostraba parcialmente un profundo secreto que había estado guardando muy dentro de ella: despreciaba su vida actual a pesar de tener tantas cosas bellas en ella; sentía que debía haber muerto de pequeña, y que su vida ya no tenía sentido alguno.
Era muy conciente de que eso angustiaría a sus seres queridos, si lo supieran, y por ello elegía sufrirlo internamente, en la soledad de su introspección, sin decírselo a nadie, en silencio...
Ignoraba que el destino ha estado moviendo sus engranajes durante años, orquestándolo todo, tanto en su vida como en las de otros, para que ella pudiera cumplir con su propósito existencial finalmente.
—A ti lo de tu propósito existencial te entusiasma; en cambio a mí, me preocupa sobremanera. Volvemos a ser exactamente como fuimos antes —reflexionó Armony—; tú siempre tan aventurera y osada para todo; yo, en cambio, retraída e introvertida.
Se hizo un impasse de silencio... mismo que rompió Issadora, un momento después, con una irónica sonrisa:
—No, Melody, ya no somos exactamente iguales. En esta vida me he dedicado a salvar la vida de las personas.
Recuerdo claramente que, siendo Ariadna, despreciaba a gran parte de la humanidad; pensaba que el ser humano era el verdadero problema de este mundo, contaminado todo el medio ambiente, por tierra, aire y agua; destruyendo selvas y bosques... y extinguiendo especies animales, imposibles de recuperar.
Aún no veo con claridad toda mi vida anterior, pero con cada día que pasa, recuerdo un poco más... Espero que eventualmente rememore algún evento especial, uno que me haga entender el por que cambié mi manera de ser —sentenció.
Issadora era una joven con valores altruistas, al igual que lo fue en su vida anterior, pero su manera de actuar era totalmente opuesta: como Ariadna siempre tuvo una personalidad muy confrontativa, con un carácter fuerte y aguerrido; algo la había hecho cambiar, seguramente algún gran trauma, el cual aún se ocultaba en lo más profundo de la memoria de su alma.
—No te apresures, Issadora, date tiempo; los recuerdos ya vendrán solos...
Por cierto, tú aún no lo sabes, pero le inculcaste eso del activismo a favor del medio ambiente a Daphne de pequeña. Ella sí que colabora con muchos grupos ecologistas en la actualidad; de hecho, creo que hasta influiste en su carrera.
—¿En serio?, y ¿a qué se dedica?
—Es fotógrafa profesional, se especializa en fotografía documental de la naturaleza; es bastante reconocida en su profesión, y es muy buena —respondió Armony con tono de madre orgullosa.
—¡Qué hermosa sorpresa! Me alegro muchísimo, mi sobrina es famosa. Tengo tantas cosas por enterarme aún... —en ese instante Issadora se detuvo abruptamente y quedo expectante, como queriendo identificar algo que la extrañaba:
—¿Escuchas eso, Armony?
—No, ¿qué cosa?
—¡La música! ¿De dónde viene? Es la segunda vez que la oigo; la primera vez fue en el hospital, cuando recobré la conciencia en mi habitación; y ahora, nuevamente aquí.
Es como si fuera algo lejana, parece que la trajera la brisa hasta donde estamos, sé que alguna vez la escuché... pero no recuerdo el nombre.
Armony la miró extrañada, ella no escuchaba nada a pesar de que sus oídos eran perfectos y en extremo sensibles; y solo un momento después empezó a sospechar de que se podría tratar.
—¿Puedes tararearla, Issadora? Con solo unos acordes bastarán, estoy segura de que la identificaré, no te olvides que la música siempre fue mi vida.
—La música fue y sigue siendo tu vida, querrás decir, Armony; ese ha sido siempre tu talento especial... pero no el mío; lo siento, hermana, soy muy mala tarareando.
En ese momento Armony comenzó a silbar Ojos Negros.
—¡Esa es! ¿La puedes escuchar entonces?
—No, Issadora, esa música la estás escuchando solamente tú. Una vez me pasó lo mismo; es como un intento de comunicación de algo que desconozco... solo sé proviene de otro plano existencial.
A lo que te sucede se le llama clariaudiencia, Daphne me contó que leyó sobre esto en algunos libros de temas paranormales que le envió Michael. Se trata de la capacidad de escuchar en la mente sonidos y voces que provienen del más allá. Es similar a la videncia, solo que auditiva.
Recuerdo que en la historia que me contaste, donde murió la esposa y la hija de aquel doctor, dijiste que habías escuchado sus voces en el momento de sus muertes...
Tienes un claro y fuerte vínculo con el más allá.
—Pero esta vez no ha muerto nadie —replicó Issadora un tanto incrédula.
—Esta vez es por mi presencia, creo, al igual que lo fue en la sala del hospital, yo estaba allí, contigo, cerca de tu cama, cuando abriste tus ojos —le comentó Armony—.
Lo que estás oyendo fue la última tonada que escuché al morir como Melody, y pertenece a una caja de música muy valiosa... La caja de música que fue el regalo de Daphne en su primer cumpleaños.
—¡Sí, ahora que la mencionas, la recuerdo bien! Esa caja era tan hermosa, me la mostraste y... —En ese momento Issadora se detuvo, mientras dejaba que nuevas memorias de su vida anterior se hicieran presentes en su mente; y, unos instantes después, siguió diciendo:
—Me dijiste que esa caja era especial, que era tu responsabilidad y de nadie más... y que así había sido siempre, desde que fue creada.
Recuerdo que no te entendí claramente en aquel entonces.
Era obvio que la caja de música tenía muchísimos años más que tú; pero, como estabas afectada por la muerte de Gabriel y decías muchas cosas raras, pensé que estabas confundida y preferí no preguntarte nada más al respecto, no quería abrumarte más de la cuenta.
—¿Puedes recordar que más te dije?
—Sí, dijiste que tenías que tomar una decisión muy importante con respecto a lo que debías hacer con ella. Poco tiempo después viajaste sorpresivamente a Suecia, y ocurrió el naufragio donde moriste.
¿Por qué me lo preguntas; tú no lo recuerdas, acaso?
—No, Issadora; no recuerdo nada... —Fue la inexpresiva respuesta de su hermana.
—La incógnita actual es, si pudiste concretar esa decisión que tomaste en aquél entonces, ¿no es verdad, Armony? —le planteó Michael, quien estaba detrás de ambas escuchándolas charlar.
—¿Cuánto hace que estas ahí? escondiéndote por detrás nuestro y... ¡espiándonos! ¿Se puede saber, Michael? —le preguntó Armony un poco molesta por su intromisión.
—Lo suficiente como para lograr escuchar el final de lo que hablaban... y no estaba espiándolas; les traje algo para tomar —le señaló él, indignado, al tiempo que se ponía en cuclillas junto a ellas y dejaba en el suelo una bandeja con tres vasos llenos de refrescos.
El incómodo momento de tensión que se estableció de inmediato entre Armony y Michael no pasó desapercibido por Issadora: sus miradas, el tono de sus voces, y el lenguaje de sus silencios, dejaba muy en evidencia el conflicto que había entre ellos:
—¿Se puede saber qué pasa entre ustedes dos? Ahora que somos familia nuevamente, quiero saberlo todo; ¡tengo derecho! —enfatizó Issadora tratando de mediar entre ambos y distender así la situación.
—Este pequeño conflicto nuestro, se encuentra relacionado con ese misterioso viaje que hizo Melody a Suecia en aquél entonces —le reveló Michael—. Armony y yo simplemente tenemos una diferencia de opiniones con respecto a que hacer ahora.
—¿Y cuáles son la opciones entre las que se debaten? —preguntó Issadora con una sonrisa mientras los miraba a los dos.
—Podemos ir y averiguar por que hizo ese extraño viaje, o podemos olvidarnos de todo el asunto definitivamente —le contestó Michael sin sonreír y sin dejar de sostenerle la mirada a Armony, quien lo miraba del mismo modo.
—Bueno, no quiero que me digan aún cuál de ustedes dos quiere hacer que cosa, así podré opinar libremente y sin tomar partido por ninguno, ¿de acuerdo?...
El tema de aquel viaje a Suecia, personalmente, siempre me intrigó mucho; fue intempestivo, poco planeado, y totalmente inesperado... en definitiva, muy raro.
En aquellos días estabas muy encerrada en ti misma —le dijo a Armony—, y con eso me refiero a: mucho más de lo habitual —agregó bromeando—.
También hablabas de personas extrañas que te visitaban en tu casa; y, a pesar de que habían pasado tres años ya desde la muerte de Gabriel, tu vida entera se venía desbaratando como si fuera un castillo de naipes...
Luego, un día, de la noche a la mañana, tomaste esa extraña decisión de viajar junto con Daphne, ¿¿¿y a Suecia???
Cuando me enteré, quedé completamente desconcertada y no supe que pensar, fue un cambio tan abrupto que supuse que era parte de la crisis por la que atravesabas.
Algo muy extraño rodeó a ese misterioso viaje tuyo.
Si yo fuera tú... iría ya mismo, definitivamente y sin dudarlo. ¡Y de paso conocería Suecia! Que nunca la he visitado y dicen que es bellísima —opinó, rematando con una gracia su comentario.
Armony, quien había estado acumulando su ira hasta ese momento, explotó finalmente; miró a Issadora de manera muy seria, y claramente molesta le dijo:
—No me extraña que te pongas de parte de él, siempre lo hiciste como Ariadna, y ahora también lo sigues haciendo como Issadora...
¡Algunas cosas veo que jamás cambiarán! ¿Verdad, querida hermana? —sentenció y acto seguido, se puso de pie y se fue enojada.
La abrupta reacción dejó a Issadora y a Michael perplejos, ninguno de los dos la pudo entenderla, ya que jamás se percataron de lo que Armony había sentido realmente por ellos en su vida anterior...
La verdad es que Melody siempre estuvo celosa de la relación entre Ariadna y Gabriel; a diferencia de ella, su hermana mayor era muy aventurera, al igual que su esposo; y ambos compartían la misma afición por el mar y los deportes: Ariadna sabía pilotar lanchas, volaba en ala delta y practicaba esquí acuático.
Siempre que salían a vacacionar los tres juntos, su hermana y su esposo disfrutaban a pleno de la amistad que los unía, y ella se sentía relegada.
Esos antiguos celos habían permanecido bien sellados, hasta que, finalmente ahora... hicieron eclosión y desataron su ira.
Habiendo caído la noche, y luego de una tensa cena, Michael y Armony se encontraban a solas en una de las habitaciones de la gran casa de Issadora, ya preparados para acostarse.
Ella, pensativa y solitaria, contemplaba por la ventana a las miles de luciérnagas que con sus parpadeantes y mágicos destellos iluminaban los campos nocturnos, entre el incansable canto de los grillos...
La mutua animosidad de la pareja se había distendido un poco, y eso les daba la oportunidad de poder conversar nuevamente:
—Mi hermana ya no es como la recuerdo, Michael; algo en ella ha cambiado. Ariadna era una mujer mucho más arriesgada, sanguínea, vital... le gustaban las aventuras, los deportes extremos, viajar por todos lados.
Eso cambió bastante esta vez, como Issadora. La percibo mucho más tranquila, pacifista, introspectiva... y solitaria.
Me contó que casi no ha viajado en toda su vida, no ha practicado deportes, ni le atraen tampoco; le gusta leer, la música que escucha también es muy diferente... parece ser otra persona.
—Es normal que las almas cambien algunos de sus aspectos a medida que reencarnan, todas aprenden de sus experiencias, eligen vivir sus vidas de distintos modos... así evolucionan, Armony.
—Michael, estuve pensando durante todo el día... Ahora entiendo por que en esta vida de hija única que elegí, añoraba tanto la presencia de una hermana que nunca tuve.
Ariadna no solo fue mi hermana mayor en mi vida anterior, ella también fue mi primera y mejor amiga; la persona que más me criticaba y también quien más me protegía.
La única confidente de todos mis secretos...
Recuerdo que a veces me sacaba de quicio, y cuando peleábamos me hacía llorar mucho, pero siempre supe que me amaría con todo su corazón, sin importar lo que pasara entre nosotras.
Hoy me comporté muy mal, reaccioné de una manera que ahora me avergüenza, y estoy de verdad muy arrepentida... Te pido disculpas y mañana se las pediré también a Issadora.
Mis celos siempre me juegan malas pasadas, y ese es un aspecto de mí que deseo cambiar para siempre... y no voy a esperar a mi siguiente vida para hacerlo —concluyó Armony bajando su mirada.
Michael simplemente se acercó a ella y la abrazó con comprensión y tolerancia mientras le daba un beso en la cabeza y se la acariciaba a la vez.
Y solo un instante luego, Armony agregó:
—Además, quiero pedirte un favor: prepáranos un viaje a Suecia para los tres. Proyéctalo para cuando Issadora se encuentre ya lo suficientemente recuperada de su operación y pueda viajar de manera segura.
Vamos a volver a realizar uno de esos viajes de vacaciones que solíamos hacer juntos en nuestra vida anterior... y a averiguar, de una buena vez por todas, que es lo que fuí a hacer allí hace veintiséis años.
—¿Estás completamente segura de querer hacer eso, Armony? —le preguntó Michael extrañado.
—Sí, lo estoy... absolutamente —definió ella de manera tajante.
—Y ¿qué te hizo cambiar de idea?, ¿me lo querrías decir?
—Sí, por supuesto. Desde que tomé la decisión de alejarme de mi vida anterior, como Melody, a cada instante alguien me recuerda que estoy equivocada: empezando por ti, en Australia; luego, en Japón, primero lo hizo esa extraña doncella oscura, en aquel callejón de Kawagoe... y al día siguiente, en el jardín de la compañía Ryujin, me lo dijo Ayame y hasta el propio Oráculo del Dragón, esa Sakura, quien lo expresó delante de todo el mundo.
Ahora, aquí, hasta mi propia hermana opina lo mismo que todos los demás... Creo que esto ya es demasiado y empiezo a temer que las consecuencias sean peores; si me quiero sacar el problema de encima, lo mejor que puedo hacer es enfrentarlo de una vez, y dejar de escapar.
—De acuerdo, Armony —le dijo Michael mientras la abrazaba, él sabía perfectamente cuando ella necesitaba de la cálida contención de un abrazo—.
Según lo último que hablé con los médicos, Issadora va estar lo bastante bien de salud, como para hacer actividades, tales como viajar, recién dentro de algunas semanas... eso si es que se cuida bien.
Disponemos de tiempo suficiente como para poder planificar tranquilamente nuestro viaje y programarlo para ese entonces.
Por ahora, es mejor que nos vayamos a dormir y mañana, cuando estemos todos juntos, lo charlaremos con los demás...
Al día siguiente, cuando Armony y Michael bajaron, se encontraron con que todos estaban esperándolos para desayunar.
Daphne mantenía el café caliente mientras que Issadora le estaba terminando de contar a Steven la historia de cuando ella dejó su profesión de instrumentadora quirúrgica:
—Y fue después de aquella experiencia que me volví mucho más solitaria y depresiva...
Desde aquel entonces, cuando conozco a alguien de quién podría llegar a enamorarme, no puedo evitar el preguntarme como sería mi vida si algún día esa persona dejara de estar en ella... y así termino finalmente cerrando mis sentimientos, todo por el temor a sufrir el dolor por la pérdida de un amor.
A veces creo que he aprendido a disfrutar de mi tristeza...
—Nadie aprende jamás a disfrutar de las penas, Issadora —le dijo Michael—; uno simplemente se acostumbra a vivir con ellas.
Armony se sentó al lado de su hermana con una marcada actitud de vergüenza y culpa... y mirándola a los ojos, le dijo:
—Tenemos que hablar, Issadora —hizo así una pausa buscando las palabras adecuadas, hasta que las encontró y prosiguió:
—Ayer en la tarde reaccioné de una manera muy injusta contigo y con Michael.
Con él ya me disculpé y quiero hacerlo también contigo...
Te haré una confesión: viví toda mi vida como Melody sintiendo celos de ti y... lo siento mucho, de verdad.
Aún en esta vida, continúo siendo una mujer celosa, y ese es un defecto que quiero corregir, no lo soporto más.
Recién ahora que estamos juntas, me doy cuenta de que toda mi vida te he extrañado sin haberte conocido.
El destino me ha dado la oportunidad única de volver a compartir esta hermosa relación tan especial que siempre tuvimos... y esta vez lo voy a hacer mejor.
Ya no tendré más celos de ti, eso te lo prometo, hermana —expresó finalmente rompiendo en llanto.
—Yo también cometí mis errores en aquel entonces —le dijo Issadora abrazándola—. Nunca me detuve a pensar en como te sentías acerca de mi relación de amistad con Gabriel, y lo lamento mucho... fui una desconsiderada.
Cuando moriste, Melody... quedé completamente destrozada por dentro; fue tanto mi dolor que mi vida dejó de importarme.
Recuerdo que cambié mi forma de ser, y lo hice para mal; mi odio hacia la humanidad empeoró, me volví mucho más temeraria...
Creo que deseaba morir de algún modo, y todo para estar contigo nuevamente.
No me sentí capaz de criar a Daphne, y mucho menos en ese estado tan confuso en el que me encontraba.
Esa pequeña niña, tu querida hija, tu gran tesoro... era sencillamente demasiada responsabilidad para mí.
Yo también la amaba con todo mi corazón, pero de un modo diferente; nunca quise ser su madre, ese papel no me correspondía... Yo quería ser la tía que la malcriara, quería ser cómplice en sus travesuras, su amiga incondicional; y una madre de crianza no puede darse el lujo de ser así...
Por lo que me dijo ese ángel en el más allá, logré acabar con mi vida de algún modo absurdo y que todavía no recuerdo.
Fuí tan débil y egoísta con Daphne; por mitigar mi tremendo dolor interior con mi muerte, terminé abandonando a mi amada sobrina... quien para ti era aún más importante que tu propia vida —concluyó Issadora entre lágrimas también.
Daphne, que escuchaba todo aquello, no sabía ni que decir, sentía un nudo en su garganta... Ella no culpaba a su tía Ariadna por nada de lo ocurrido, y sin embargo veía como su alma sufría por aquello.
Steven se le acercó, y tomándola del brazo, con un discreto gesto le dio a entender que era mejor guardar silencio.
Ante la forzada separación que nos impone la muerte de quienes hemos amado realmente y de corazón, todo tipo de recriminación deja de importar para darle lugar al perdón más puro e incondicional, y al único deseo de volver a estar juntos nuevamente, casi a cualquier costo...
El reencuentro resultó, de ese modo, siendo muy emotivo para todos los presentes, aunque principalmente para las dos hermanas.
Tanto Melody como Ariadna habían terminado sus vidas pasadas con diferentes y profundas heridas abiertas, heridas que, recién ahora, comenzaban lentamente a sanar...
Enemigos del pasado
Mientras tanto, y a casi cuatrocientos kilómetros de distancia hacia el sudeste, en la ciudad de Nueva York, la situación que se vivía era muy diferente...
Luego del violento incidente en el vivero: La Orquídea Carmesí, Sylvia había regresado al edificio central de la corporación Rottweiler, no sin antes haber dejado a varios de sus agentes controlando de cerca, aunque muy discretamente, todos los movimientos de Steven y sus allegados.
La situación había estado a punto de exponer las actividades clandestinas de la Corporación ante las autoridades del país y, por el momento, las siguientes acciones a tomar debían ser mucho más discretas... y sobre todo, cautelosas.
Al mismo tiempo, Dylan, antes de desconectarse de sus bases de datos, les había dejado, activos, varios programas perniciosos en sus servidores. Estos códigos malignos generaron múltiples brechas de seguridad y un verdadero caos informático, mismo que había obligado a los ingenieros encargados de la reparación a desconectar a la propia Pandora; así, sin el sistema de inteligencia artificial que administraba a toda su vasta información, la Corporación se quedó prácticamente estancada.
Desde aquel día, sus mejores técnicos, junto con el personal más calificado que tenían, trabajaban por turnos y sin descanso en todas las computadoras del gran edificio, limpiándolas completamente de esos programas dañinos... y muy de a poco, la situación comenzaba a normalizarse en algunas áreas.
Esa misma noche, en el rascacielos Rottweiler, Sylvia, junto a su actual segunda al mando, Valery, planeaba el curso de acciones a tomar:
—¿Hubo alguna novedad en el día de hoy, Valery?
—No, todo sigue igual, no ha habido ningún cambio. Por ahora, no podemos acercarnos a ninguno de ellos sin llamar la atención de las autoridades.
Todos permanecen juntos en la casona de la florista y la policía local continúa con su vigilancia permanente de veinticuatro horas, en turnos rotativos... además, están controlando el vivero y la casa de los padres de la chica.
Si bien no manejan ninguna hipótesis del por que fue todo lo que pasó aquel día, toda la policía del condado quedó en estado de alerta y quieren evitar otro incidente similar —le respondió Valery.
—Tendremos que esperar pacientemente entonces, no hay más opciones al respecto —acotó Sylvia frustrada, apretando sus labios y negando con su cabeza—.
No importa, esto es solo un retraso, eventualmente la policía les va a levantar la vigilancia, o Steven se alejará de ellos en algún momento... y en ese instante será nuestro —agregó con frialdad—.
Por lo pronto, quisiera saber que fue lo que estaban tratando de obtener de nuestras bases de datos. ¿Cómo sigue el tema con nuestras computadoras?, ya hace una semana que no podemos acceder a la información. Pensé que teníamos a los mejores expertos informáticos trabajando con nosotros, ahora creo que son apenas un montón de aficionados demasiado bien pagados —agregó molesta.
—Aquí tengo un reporte preliminar del sector de informática. Según parece, el atacante fue un hacker, o más probablemente un grupo de hackers, con bastante experiencia.
En el corto tiempo que estuvieron conectados, contaminaron todo el sistema con programas desconocidos y nunca antes vistos... Fue una clase de software a medida que, si se ha utilizado antes, ha sido de una manera muy acotada para así evitar el desarrollo de contramedidas.
Sin embargo, no pudieron ocultar lo más evidente: durante la incursión, casi toda la actividad se centró en intentar acceder a un archivo en particular, y fue uno de nuestros expedientes clasificados, del cual no pudieron romper la clave de acceso antes de abortar su conexión.
La hipótesis que es que se fueron con las manos vacías.
—¿Un expediente solo? Que interesante... eso nos podría dar una ventaja, entonces —destacó Sylvia, interrumpiendo así por un instante a Valery, quien continuó con su reporte:
—El expediente al que intentaron acceder le corresponde a un miembro del escuadrón Centurión: es un grupo externo, integrado por comandos mercenarios; son independientes de la Corporación, pero han trabajado con nosotros... en algunas ocasiones —señaló mientras le pasaba a Sylvia una carpeta con toda la información, la cual era solo era para sus ojos.
—Conozco muy bien al escuadrón Centurión —reveló Sylvia—. Su líder y fundador, Ryker, me tuvo bajo su mando y tutela durante mis primeros años, cuando comencé a trabajar en la Corporación como cazadora.
Él permaneció trabajando con nosotros hasta hace cinco años, cuando renunció para crear una fuerza especializada y propia. Así comenzó a trabajar de manera independiente, ofreciendo sus servicios al mejor postor.
Tenemos una muy buena relación con él y su grupo; de hecho, la Corporación, muchas veces, se beneficia del anonimato extra que le brinda el contar con un grupo externo y de elite, con una capacidad tan grande como la del escuadrón Centurión —concluyó mientras examinaba cuidadosamente la información... y no tardó en obtener la respuesta a la pregunta clave: ¿por qué Steven se expondría tanto, irrumpiendo en las bases de datos de la Corporación, para buscar a un mercenario con quién nunca tuvo contacto?
Sylvia comenzó a elucubrar en voz alta:
—Según lo que dice este reporte, el expediente que buscaba Steven corresponde a Erick Strand, el segundo al mando del escuadrón de Ryker... y su nombre figura en el expediente existencial del fallecido hermano de Steven.
Al escuchar eso, la expresión de Valery fue de confusión y sorpresa, y Sylvia continuó:
—La noche en que Steven nos traicionó y se fue de aquí, se llevó impresos los expedientes existenciales de toda su familia, en donde figuraban, de manera detallada, los posibles objetivos que serían las reencarnaciones de sus familiares en la actualidad.
Encontrarlos y reunirse con ellos es todo lo que él ha pretendido desde que los perdió siendo un niño; debe haberse avocado solamente a eso durante estos últimos meses...
Sin embargo, por una de nuestras directivas de seguridad, cualquier información que se encuentre relacionada a un expediente clasificado no se puede imprimir, así que le faltaron todos los datos de Erick.
Calculo que no ha podido reunir a su familia completa aún y que, de algún modo que ignoramos, ya ha descartado a casi todos los objetivos que tenía... caso contrario, no se habría arriesgado a esto —opinó.
—¿Reunir a toda su familia en un período de tiempo tan corto?; eso es algo casi imposible para una sola persona, o para un grupo tan reducido como el que lo acompaña. Agotar una lista de objetivos es una tarea que le llevaría mucho más que solo unos pocos meses —agregó Valery.
—Seguramente ha estado recibiendo alguna clase de ayuda extra que desconocemos; ya lo investigaremos con más detalle, Valery...
Lo importante aquí, es que Steven se expuso mucho en su intento de conseguir esta información; por lo tanto, lo más probable es que esté casi seguro de que Erick pueda ser...
—Su hermano: Peter, a quien tanto buscamos —refrendó Valery, y Sylvia finalizó su deducción con una pregunta retórica:
—¿Acaso, será posible que Steven nos brindara a nuestro objetivo principal actual servido en una bandeja de plata?
—Dicen que la suerte esta con los ganadores —susurró Valery sonriendo y entrecerrando sus ojos.
Luego de un momento, en el cual meditó muy cuidadosamente y en silencio su siguiente movimiento, Sylvia procedió a dar sus órdenes:
—Bien, Valery, ya tomé una decisión. Quiero que contactes al escuadrón Centurión, dile a Ryker que tenemos un trabajo para él y sus hombres, pero no le brindes detalles sobre nada específico, no quiero que sospeche que necesitamos a su segundo al mando.
Valery la miró extrañada y le manifestó:
—Creí que podíamos confiar en Ryker...
—Sí, y así es, Valery, pero «la información es poder» y el poder es siempre mejor que esté bajo el control de uno.
Ryker y sus hombres tendrán toda la información que yo crea conveniente que deban saber —le contestó Sylvia con frialdad, demostrando así que ella anteponía su estrategia ante todo y todos, sin importarle nada ni nadie.
Acto seguido, agregó:
—Por cierto, cuando contactes a Ryker, enfatízale que se trata de una operación encubierta.
No sé en que lugar del mundo se encuentre ni para quién esté trabajando en este momento, ni me interesa saberlo tampoco; sea lo que sea que esté haciendo, quiero que lo termine o que lo cancele y que venga de inmediato para aquí, a nuestra sede central en Nueva York; no podemos perder más tiempo.
Establece el encuentro para dentro de tres días...
También quiero que en esa reunión esté presente Wendy; voy a hacer uso de sus capacidades especiales.
Y otra cosa importante, Valery, quiero que durante esa noche luzcas especialmente seductora; si el tal Erick resulta ser la reencarnación del hermano de Steven, voy a necesitar que permanezcas muy cerca de él, y tú ya sabes muy bien lo fácil nos resulta manipular a los hombres cuando les resultamos atractivas.
Las órdenes de la directora se cumplieron al pie de la letra...
Tres días después, y bajo una fuerte tormenta nocturna, en el edificio de la corporación Rottweiler, se estaba a punto de llevar a cabo la reunión que Sylvia requirió.
En su oficina privada, ella se encontraba junto con Valery y Wendy, todas a la espera del inminente arribo de Ryker y su grupo mercenario.
Tal y como se lo había ordenado Sylvia, Valery llevaba puesto un provocador traje de ejecutiva: era muy escotado, para exhibir con un mínimo de pudor su bello busto, y bien ceñido al cuerpo, evidenciando así su atractiva figura; por debajo, una falda muy corta, dejaba ver claramente sus piernas, las cuales lucían aún mucho más esbeltas, gracias a un par de zapatos con tacos altos y afilados.
Su cabello castaño, lacio y largo, que llegaba hasta la mitad de su espalda, se encontraba suelto y brillaba con las luces del edificio.
En su rostro, perfectamente maquillado, destacaban sus sexis ojos café, mismos que ocultaban, tras su atrapante y felina belleza, la auténtica naturaleza de ella, la cual era la de una mujer: manipuladora, mentirosa y avasallante.
Wendy, por su lado, con su acostumbrado aspecto de mujer gótica y su carácter parco, contrastaba en parte con Valery, aunque no por resultar menos impactante... En ella, su fuerte aura de misterio imponía cierta distancia a cualquiera que no la conociera previamente.
—Señora directora, aquí en la recepción hay un grupo de hombres que acaban de llegar. Dicen tener una entrevista acordada con usted para esta noche —le informaron a Sylvia por el intercomunicador de la oficina.
—Que esperen allí —respondió ella—. Ve a recibirlos, Valery; quiero que pasen solamente Ryker y su segundo al mando, Erick; él es quién me interesa realmente y el principal motivo para esta reunión, así que recuerda seducirlo, aunque discretamente, como tu sabes...
—Déjalo en mis manos —expresó Valery sonriente, confiando plenamente en sus encantos; y se retiró.
Sylvia aprovechó así el momento de intimidad para tener una pequeña conversación privada con la misteriosa sombra:
—¿Y bien? ¿Cómo has estado, Wendy? No nos hemos visto desde aquel día en ese hospital de Spokane.
—He estado como siempre, Sylvia: buscando cualquier dato nuevo sobre Cedric... Por cierto, ¿hay alguna novedad acerca de él? —le preguntó Wendy secamente.
—Aún no. Tú sabes que encontrar a la reencarnación de alguien puede llevar muchísimo tiempo en ocasiones, Wendy.
De todos modos, aún lo tenemos en nuestra lista de búsquedas prioritarias... No te preocupes, mientras tú sigas siendo tan buena colaboradora con la Corporación, él continuará como uno de nuestros objetivos más importantes —le respondió Sylvia con una falsa sonrisa.
Wendy odiaba estar atrapada en el puño de Sylvia, pero así estaban dadas las cosas, por eso prefirió guardarse de hacer algún comentario desafiante que, con seguridad, no la ayudaría para nada...
—Quiero usar este momento a solas para hacerte una pregunta, Wendy. Es acerca de alguien que es ahora un exmiembro de la Corporación: Steven Wolf; resulta que él...
—Estoy al tanto de lo que ocurrió —la interrumpió Wendy—. Sé que ayudó a aquella violinista, Armony Heart, a escapar, y que la Corporación lo busca ahora por robo de información... También sé que te disparó en una pierna.
—Bien... Lo que no sabes es que tengo muy serios problemas personales para asimilar aquella experiencia.
He notado que, con el correr de los días, mi odio y rencor hacia Steven han ido creciendo de una manera tal que se me dificulta el poder controlarlos. Y todo comenzó luego de aquella noche... cuando él decidió traicionarnos.
Al no estar Steven por aquí, cerca de mí, siento una fuerte necesidad de encontrarlo. Es como si hubiera algo dentro de mí que no puede terminar con él y olvidarlo definitivamente.
No sé a que pueda deberse, solo sé que no es algo normal en mí.
—Bueno, Sylvia, él te disparó en la pierna, te dejó desangrándote en el suelo, y sin ayuda hubiera muerto... Tu rencor actual hacia Steven me parece un normal sentimiento de venganza.
—Eso no es todo, Wendy. En los últimos tiempos he comenzado a tener sueños en los que Steven aparece de manera recurrente; son como pesadillas muy intensas.
Me despierto con visiones muy difusas y no las recuerdo con claridad... No parecen sueños comunes, sospecho que hay algo más detrás de todo esto. ¿Tú qué opinas?, ¿a qué podrían deberse?
—Dime, ¿te despiertas cansada de esos sueños?
—Realmente no... al contrario. De hecho, solo son perturbadores y extraños —le aclaró Sylvia, y con ese último dato, Wendy elaboró su deducción:
—La ciencia afirma que los sueños surgen a partir de nuestros recuerdos cotidianos. Sin embargo, esa no es toda la verdad...
A veces, los sueños se componen de información proveniente del alma, por ejemplo: de los típicos viajes astrales que suceden mientras dormimos, así como de las distintas comunicaciones que se establecen con otras almas... y también de memorias de vidas pasadas, las cuales se pueden recordar durante la etapa onírica.
En esas situaciones especiales, en las que la información que recibe no se origina en ninguno de sus cinco sentidos físicos, el cerebro intenta interpretar los datos de algún modo; es así como termina deformándolos, y tienen lugar esos sueños que calificamos como: raros o surrealistas, y que luego, al despertar, sabemos bien que no fueron sueños comunes...
Una característica habitual, en este tipo de sueños, es la carga de energía que se retroalimenta desde el alma hacia el cerebro, la cual favorece su descanso y reposo... es algo similar a lo que sucede al meditar; es por eso que la persona no se despierta extenuada, como puede suceder con algunos sueños normales, sino todo lo contrario...
Cuando alguien logra despertar a una vida anterior, como es en tu caso, Sylvia, se vuelve mucho más permeable a recordar cosas de sus vidas pasadas.
Opino que eso es precisamente lo que te está sucediendo en tus sueños —le remarcó Wendy muy seria—.
Tal vez Steven y tú ya se habían relacionado en otra existencia... Eso no sería algo raro, hasta es posible que tu cercanía con él se remonte a una vida anterior, incluso, a la que recuerdas actualmente.
—Y dime, ¿tienes alguna idea sobre como puedo saberlo con mayor certeza? —le preguntó Sylvia muy interesada.
Wendy lo consideró por un instante:
—Déjame preguntarte algo más, ¿has hecho contacto físico directo con Steven alguna vez, sobre todo luego de que despertaste?
Sylvia se quedó recordando...
Debido a la directiva de la Corporación que prohíbe el contacto físico entre miembros sin parentesco sanguíneo, Sylvia nunca había tocado a Steven... ni viceversa. Siempre, cuando trabajaron juntos, ambos habían llevado puestos sus guantes reglamentarios, y el contacto directo nunca había ocurrido.
En ese momento Sylvia se concentró en el instante inmediato posterior a su despertar. Recordar aquellos pasajes le resultaba muy difícil ya que, cuando acontecieron, ella se encontraba bajo el efecto de fuertes sedantes... sin embargo, comenzó a hacerlo:
—Aquella mañana, luego de que desperté, me descontrolé a causa de mis recuerdos —contó—. Steven me ayudó a calmarme, dándome unas píldoras tranquilizantes y llevándome a una oficina, donde él se quedó a solas conmigo.
Tuvo entonces la idea de ponerme más cómoda usando música relajante, y quitándome los zapatos...
Recuerdo que yo no llevaba mis medias puestas aquel día, y que en ese instante él estaba sin sus guantes, ¡se los había quitado! —dijo asombrada y pensó:
«¿Por qué hizo eso?, ¿el pretender ayudarme con mis zapatos habrá sido solo una excusa para tocarme directamente en mis tobillos y observar mi reacción?»
Steven me confesó, esa misma noche, que él siempre había tenido la sospecha de que hubiera existido una posible relación entre nosotros dos... algo proveniente de una vida pasada; aunque, de algún modo, logró convencerse de que no había sido así —concluyó Sylvia.
—Es muy posible que él comprobase su suposición de ese modo, tocando directamente tu piel desnuda y viendo tu reacción —señaló Wendy—. El momento que se le presentó fue inmejorable; tú ya habías despertado y desde ese instante cualquier recuerdo de una relación anterior con alguien se manifestaría con mayor intensidad en ti, incluso hasta podrías desencadenar el despertar en otra persona, y todo eso Steven lo sabía.
—Sin embargo, nada pasó, Wendy... No tuve ni siquiera un flash de memoria.
—Tanto sea por amor o por odio, el lograr alguna reacción al hacer un contacto físico directo, solo es efectivo cuando ambas personas han compartido un mismo y fuerte vínculo emocional; eso, siempre que aún conserven ese lazo. De no ser así, el tocarse entre ambos sería inútil.
Eso, sin embargo, no quiere decir que no existan antiguos recuerdos compartidos entre tú y él, mismos que, gracias a tu despertar y a ese simple contacto físico, ahora hayan comenzado a manifestarse... y que lo hagan como sueños —agregó Wendy, y terminó diciendo:
—Puedes intentar una regresión hipnótica; en la Corporación hay muy buenos profesionales que podrían ayudarte a hacerla, Sylvia.
—No creo en las regresiones, Wendy. Siempre arrojan resultados inciertos. Necesito a alguien que tenga un don especial para conectar con mis vidas anteriores, y que, además, lo haga de una manera precisa y completa; ya lo he intentado con los oráculos de la Corporación y no me ha servido de nada —respondió seria.
—La visión de vidas pasadas nunca fue mi especialidad, Sylvia; ni siquiera cuando pertenecí a la Hermandad; cada vez que la he intentado apenas he logrado obtener sensaciones, y hasta esporádicos flashes de la vida inmediata anterior, pero no mucho más... y nunca recuerdos completos.
Ahora que soy solo una sombra, y que no cuento con el apoyo de los otros miembros de la Hermandad, mis debilidades son aún mucho más evidentes —se lamentó Wendy, pero agregó:
—Existe una clase especial de videncia, la cual se ha dado de manera natural en muy pocos individuos a lo largo de la historia; se la conoce como los ojos del infinito. Se dice que quienes la poseen tienen la capacidad de ver las vidas pasadas de cualquier persona y, además, de reavivar esas memorias ocultas.
He escuchado rumores que hablan de una mujer que tiene esa clase de poder en la actualidad, viviría en oriente... Lamentablemente, es todo lo que sé de ella; creo que con esos datos solamente no podrás ubicarla, Sylvia.
En ese momento la charla fue interrumpida:
—Señora directora. Los líderes del escuadrón Centurión ya se encuentran en la sala de espera —le informaron a Sylvia por el intercomunicador de la oficina, a lo cuál ella respondió:
—Que pasen de inmediato...
Y en ese breve momento, justo antes de que lo hicieran, Wendy le preguntó:
—¿Escuadrón Centurión? ¿A qué se debe todo lo de esta noche, Sylvia? Sé que la Corporación solo recurre a personal externo cuando no quiere aparecer implicada en algún acto público.
—Esta vez es un poco diferente, nuestro objetivo es justamente uno de los hombres que entrarán en instantes a esta oficina. Su nombre es Erick Strand, es el lugarteniente del escuadrón Centurión, y ni el ni su superior deben sospechar nada de lo que logres averiguar.
Tú solo limítate a sentir todo lo que puedas, y permanece en absoluto silencio. ¿Está claro eso, Wendy? —le instó Sylvia en tono intimidante; Wendy simplemente la miró, guardándose su curiosidad.
Un instante después, y acompañando a Valery, entraron a la oficina dos hombres: el más adulto y fornido, de unos cuarenta y cinco años era Ryker, el líder del escuadrón Centurión; su aspecto infundía respeto, su mirada inspiraba temor.
Sus ojos azabache eran el digno espejo de un alma igual de oscura.
Tenía una tupida barba negra, no muy larga y bien recortada que acentuaba su dura expresión, la cual era la de una persona sin escrúpulos, dispuesta a hacer casi cualquier cosa a cambio de una buena paga.
El hombre que lo acompañaba era mucho más joven que él, de poco más que la mitad de su edad, cabello castaño, ojos marrones, rostro varonil y bien parecido; destacaba en él una delgada cicatriz, misma que atravesaba su mejilla izquierda y terminaba en su cuello.
Su expresión era seria... pero, a diferencia de su líder, no inspiraba nada negativo.
Era tan alto como Ryker y su cuerpo un poco menos musculoso, no obstante, su aspecto era fuerte, atlético y ágil, propio de alguien muy bien entrenado y completamente listo para realizar cualquier esfuerzo físico que le demandase su actividad.
Ese era Erick Strand, el segundo al mando del escuadrón Centurión, y actual objetivo de Sylvia.
La ropa de ambos hombres, si bien los acompañaba en su carácter, los diferenciaba en su estilo:
Ryker vestía más al estilo de un comando militar: con una campera cazadora, marrón oscura, que cubría una remera de color pardo; ambas prendas debajo de un chaleco de tipo táctico y estampado con un diseño de camuflaje, al igual que su pantalón, el cual se introducía dentro de un par borceguíes militares. Dos mitones de tela reforzada, que para ese momento ya se había quitado de sus manos, remataban su aspecto.
Erick, por su lado, tenía una apariencia un tanto más rebelde: vestido mayormente de negro, con un piloto corto, mismo que cubría una chaqueta de cuero, con cuello alto y muchos cierres plateados; todo sobre una remera gris, de cuello redondo. Unos pantalones tácticos, similares a los jeans, pero con muchos más bolsillos, y finalmente, unas botas con hebillas laterales, las cuales hacían juego con su cinturón, completaban su atuendo.
El heterogéneo aspecto de sus dos máximas furas y representantes, dejaba entrever la naturaleza básica del escuadrón de Ryker, que fue conformado originalmente por unos pocos cazadores y rastreadores provenientes de todo el mundo, los cuales se separaron de diferentes grupos similares a la corporación Rottweiler; aunque, con el correr de los años, el escuadrón Centurión ha ido creciendo, reclutando e incorporando también a otros miembros, privados e independientes, y con habilidades en diferentes áreas.
Ryker, quien ostenta el honor de haber sido uno de los más eficientes cazadores que la corporación Rottweiler haya tenido, y mentor de la mismísima Sylvia, en la actualidad brinda los servicios de su escuadrón al mejor postor, sin importarle quién este sea, ni tampoco la naturaleza del trabajo; aunque, el más habitual y lucrativo, es la búsqueda y venganza por cuestiones relacionadas con vidas pasadas.
La corporación Rottweiler lo suele contratar cuando requiere de apoyo extra o absoluto anonimato en alguna operación encubierta; y ya han trabajado en conjunto, en múltiples oportunidades...
—¡Volvemos a vernos, Sylvia! Como siempre, es un placer para mí —le dijo Ryker, estrechándole la mano.
—Lo mismo digo, Ryker. Déjame presentarte a Valery, mi brazo derecho en la actualidad, y Wendy, una colaboradora externa.
—El es Erick, mi segundo al mando —respondió Ryker.
En ese momento todos se saludaron estrechando sus manos entre sí normalmente... Sin embargo, cuando Wendy tomó la de Erick, usó su percepción extrasensorial con énfasis en él: lo miró a los ojos de un modo especial, su mirada fue breve, pero tan intensa y penetrante que aún a alguien como Erick, acostumbrado a situaciones de gran peligro, le hizo correr un escalofrío por toda la espalda.
Un instante después, Sylvia, Ryker y Erick, se sentaron en sus respectivas sillas, mientras que Valery y Wendy, permanecieron de pie, en un segundo plano.
—Bien, tú dirás, Sylvia. ¿Para qué necesitas a mi escuadrón en esta ocasión? —le preguntó Ryker, yendo así directo al punto.
—Estamos tras un exmiembro de nuestra corporación que decidió traicionarnos y nos robó información sensible.
Actualmente se ha convertido en un objetivo prioritario.
Se trata de quien fue, hasta hace unos pocos meses, nuestro jefe de seguridad: Steven Wolf —le dijo Sylvia al tiempo que le entregaba a Ryker una carpeta con el expediente de Steven, en el cual habían varias fotos suyas y mucha más información, aunque con algunos datos de su pasado personal adulterados, de manera previa, por la propia Sylvia, todo según su propia conveniencia y ocultos motivos—.
Te necesito para que nos brindes apoyo en su búsqueda y captura, con vida. La paga será la habitual para un trabajo de este tipo. Valery estará a cargo de la operación.
Ryker miró el expediente hojeándolo... lo cerró y le respondió:
—No hay ningún problema, Sylvia. Mis hombres están siempre listos. ¿Cuándo comenzamos?
—Esta misma noche. En el aeropuerto tengo un jet privado de la Corporación, se encuentra listo para partir rumbo a Hawái.
La reunión concluyó así rápidamente.
Ryker se retiró junto con Erick y ambos acompañados por Valery, dejando de ese modo a Sylvia a solas con Wendy:
—¿Y bien, Wendy? ¿Qué fue lo que lograste percibir?
—Ese tal Erick tiene profundos lazos familiares con Steven, lo sentí como si fuera su hermano.
—¿Estás completamente segura de eso?
—Sí, percibí claramente la cercanía de sus almas, pero no pude ver imágenes de ellos juntos en ningún momento, ni en su niñez, ni con sus padres tampoco... y eso no tiene ningún sentido.
—Al contrario, Wendy, sí que lo tiene. Erick no es hermano de Steven en esta vida. Él es la reencarnación de su fallecido hermano: Peter Wolf... ¿Qué me puedes decir ahora de su vida anterior?
—De su vida anterior no pude ver casi nada, solo tuve flashes de su final... algo sobre una muerte violenta, en un accidente de auto, y nada más —respondió Wendy—.
Lo que sí te puedo asegurar, Sylvia, y con total certeza, es que el destino lo está acercando a Steven... y, además, lo está atrayendo directamente hacia la caja de música; su vida actual sigue muy fuertemente ligada a ella.
—Excelente trabajo, Wendy. Como siempre, tus habilidades paranormales son simplemente... impecables.
Le comunicaré a Valery lo que has podido confirmar: Erick es definitivamente el objetivo al que estábamos buscando —sentenció Silvia con una maligna sonrisa de satisfacción.
—También tengo que advertirte algo, Sylvia; lo percibí de Ryker, sentí un profundo odio proveniente de una vida pasada... no puedo saber desde que tan atrás viene, solo sé que se trataba de una vida muy antigua, tal vez un siglo, aproximadamente. No logré sentir mucho más, pero el destino lo está acercando también a él hacia otra alma, y esta vez no es por amor fraterno, sino por una antigua venganza.
Es una deuda de sangre tan fuerte que, en algún momento, podrías hasta perder el control que tienes sobre él; ten mucho cuidado con ese hombre... —concluyó la sombra.
Poco después, al filo de la medianoche, y con Valery comandando la operación, comenzó lo que realmente era una simple fachada para despertar los recuerdos de Erick.
Sylvia, haciendo gala de todo su pensamiento estratégico, había ideado un muy astuto plan: con la excusa de encontrar a Steven, se aseguró de que Valery condujese a Erick hasta la que fue la casa de sus padres en su vida anterior.
Una vez allí, y rodeado de tantos elementos suyos, las posibilidades de que despertase se maximizarían.
La fuerte tormenta que afectaba a toda la costa este de los Estados Unidos esa noche ya había amainado y ahora solo se trataba de una lluvia común. Las condiciones para volar atravesando todo el país con rumbo hacia el oeste eran aceptables y el equipo de la Corporación despegó en un muy moderno avión jet, de tipo ejecutivo, desde un aeropuerto privado, ubicado en Nueva York.
Se embarcaron así en un vuelo directo, el cual que duraría nueve horas hasta el aeropuerto de Honolulu, en Hawái.
A bordo de la aeronave, Valery daba sus primeras órdenes, de ese modo simulaba el preparar la operación:
—Al llegar, formaremos dos unidades; tú, Erick, estarás conmigo en todo momento, entraremos juntos para revisar la casa de Steven; mientras que tú, Ryker, comandarás al resto de tus hombres, y nos brindarás cobertura desde el exterior del inmueble —les dijo.
—Me parece bien —respondió Ryker y se alejó para comunicarle lo anterior al resto de su equipo. Mientras tanto, Erick, quien se quedó a solas con Valery, comenzaba a tener algunas incómodas dudas acerca de toda la operación:
—Dime, Valery, ¿cuál es el motivo real de este viaje a Hawái? —le planteó manifestando ciertas sospechas.
—Vamos a recoger todos los datos que podamos sobre Steven, allí está su casa —le respondió Valery sin darle más detalles.
—Esa información tiene que ser incorrecta. Ese no puede ser el lugar en el que vive actualmente; si trabajaba hasta hace poco en el edificio de la Corporación, en Nueva York, Steven debe haber estado viviendo en otro sitio, algo mucho más cercano, me imagino.
—Tu observación es correcta, Erick... Steven ha estado viviendo en un departamento céntrico de Nueva York, cerca de la Central, el cual estuvo alquilando hasta hace poco tiempo. Ya lo revisamos y no encontramos nada de él allí... nada que nos fuera útil, al menos —le respondió Valery, improvisando así una rápida mentira y disimulando muy bien su tensión—.
En Hawái está la casa en la que Steven se crió desde niño hasta que fue mayor de edad; ese fue el hogar de sus padres, ambos fallecieron hace años; la casa nunca fue alquilada, ni vendida, nadie más ha vivido allí hasta la fecha... y está deshabitada actualmente.
Creemos que en ella, tal vez, logremos encontrar información de personas de su pasado, con quienes tenga contacto actualmente; o datos de lugares en donde Steven podría estar ahora...
—Ya veo —dijo Erick aún sospechando—, y ¿por qué no enviaron a un equipo de agentes de la Corporación para revisar esa casa, al igual que hicieron con su departamento de Nueva York? Si está deshabitada, irrumpir en ella es algo igual de sencillo.
—Eso, Erick, se lo tienes que preguntar a Sylvia... ella es mi superior y toma esa clase de decisiones estratégicas —sentenció Valery mirando seriamente a su interlocutor, ya sensiblemente molesta por las preguntas que Erick le estaba formulando, aunque, lo que más la incomodaba era el tono en el que él se las hacía.
Quedaba claro para Valery que sus armas de seducción femenina no surtían efecto alguno en Erick, él se mantenía frío y distante de ella, casi, como si le rehuyera... ¿Por qué ella no podía ni siquiera conectar con sus deseos masculinos más básicos? ¿Qué le sucedía exactamente a él? La respuesta era esquiva, se trataba de un oscuro trauma, el cual nublaba los sentimientos de este hombre hasta sus entrañas.
Erick no volvió a preguntarle nada más por el resto del vuelo; sin embargo, la huidiza actitud de Valery, lejos de tranquilizarlo, lo hizo sospechar aún más que la Corporación les estaba ocultando algo...
Al día siguiente, a las diez de la mañana, el grupo de Ryker llegó hasta la vivienda de los padres de Steven en dos vehículos utilitarios deportivos, de color negro.
La casa estaba ubicada en un hermoso y moderno barrio residencial. Era grande, tenía dos plantas y espacios verdes al frente y fondo. A pesar de no vivir nadie allí, el aspecto de la residencia era excelente, estaba muy bien cuidada y lista para ser habitada.
Quedaba claro que Steven, a pesar de no habitarla, se encargaba del mantenimiento de la propiedad con regularidad, y se esforzaba en preservar todo como fue siempre, su pasado era algo, en extremo, importante para él y no soportaba la idea de perderlo, ni siquiera en lo más mínimo.
El momento para la operación estuvo muy bien pensado; en ese horario, la mayoría de las personas se encontraban en sus trabajos y sus hijos en las escuelas, reduciéndose así al mínimo la cantidad de miradas indiscretas...
—Bien, Ryker. Que tus hombres aseguren el perímetro de la vivienda sin levantar las sospechas de los vecinos. Tú, Erick, ven conmigo, vamos a entrar por detrás de la casa —ordenó Valery; segundos después, ella y Erick se infiltraron por la parte posterior de la vivienda, y usando una ganzúa, Valery comenzó a abrir una puerta que daba acceso desde el patio y jardín posterior de la casa.
—Explícame algo, Valery, ¿por qué la Corporación necesita de un grupo comando tan especializado como el nuestro para solo localizar a un exmiembro suyo? Creo que estamos demasiado calificados para una operación de este tipo.
La intempestiva pregunta sorprendió a Valery, pero no podía ignorarla...
—Simplemente porque, habiendo sido jefe de seguridad, él ha tenido acceso a los expedientes de todos los que trabajamos en la Corporación; y teniendo en cuenta que Steven conoce demasiado bien nuestros métodos, si nos acercásemos a él, es más que seguro que nos reconocería al instante de vernos, y escaparía nuevamente. A ustedes, en cambio, no los puede identificar, sus identidades han estado siempre reservadas —le respondió ella con hartazgo, molesta al ver que Erick continuaba con sus sospechas.
En ese momento la puerta abrió... y entraron por la cocina. Una vez dentro, comenzó la verdadera operación de Valery:
Recorrieron juntos los ambientes de la planta baja, revisando los cajones de los muebles y las fotos en las repisas, aunque Valery realmente no dejaba de prestarle atención a Erick. Ella estaba expectante por ver alguna reacción de parte de él, la cual podría ser el principio de un despertar.
—¿Que opinas de esta casa, Erick? —le preguntó Valery tratando de hacer que su mente se enfocara en sensaciones que, ella sabía, yacían dentro de él.
—Es un lugar bastante grande —respondió Erick ante la extraña pregunta—... Creo que me agrada, y mucho. Este es definitivamente un buen sitio para vivir —definió.
—No pensé que a alguien como tú le gustara una ciudad como Honolulu —mencionó Valery intentando darle charla y que Erick se soltara un poco más acerca de como era él actualmente, tratando así de que surgieran puntos en común con su vida anterior, cuando fue Peter.
—Y ¿por qué no me gustaría? No sé que idea te he has hecho acerca de mí, Valery... Un lugar como Hawái reúne dos de las cosas que más me agradan en la vida: la playa y la montaña —reveló él mientras terminaba de revisar una agenda.
Valery vio en esa respuesta una clara continuidad de la que fue su vida anterior, como Peter, y no le contestó nada, solo siguió con su papel, dejando que Erick revisara la mayor parte de todo... hasta que finalmente creyó que no llegaría a ningún lado:
—Bueno, Erick; aquí no nos queda mucho más por investigar. Tú, ve arriba y revisa en todas las habitaciones; el hermano mayor de Steven, Peter, de quien desconocemos su paradero actual, también vivió en esta casa; busca muy bien cualquier cosa que puedas sobre él; enfócate en sus efectos personales y no dejes nada sin revisar... Si logramos encontrar a su hermano, es muy probable que nos conduzca finalmente con Steven; yo terminaré de mirar por aquí, y subiré en un momento más —le indicó Valery.
Sin sospechar nada, Erick fue a la planta alta de la casa y se dirigió instintivamente a la que en su vida pasada fue su propia habitación.
Al entrar en el cuarto, de inmediato se sintió muy a gusto allí y, además, extrañamente entusiasmado... De hecho, desde que había entrado en la residencia, todo lo de allí le parecía inusualmente agradable, era como una acogedora calidez.
Sin saberlo, se sentía en casa, ese fue su hogar una vez, un lugar en el que se sintió sumamente feliz, en donde vivió muchos momentos de dicha, y esa era una sensación que desde hacía años no sentía en esta nueva vida.
Revisando el cajón de una cómoda, encontró un álbum de fotos y comenzó a mirarlo. Le llamaban la atención principalmente las fotos de Peter junto a Steven, y también en las que Peter estaba con sus padres.
No sabía cual era el motivo, pero le costaba dejar de mirar esas fotos, le transmitían una poderosa sensación de amor familiar y felicidad... aunque, al mismo tiempo, también le inspiraban unos sentimientos de profunda melancolía y gran pena, mismos que lo invadían y abrumaban.
En un instante se detuvo en una foto en particular; era una imagen en la que aparecía una hermosa joven de etnia polinesia, sonriendo adorablemente; vestía solamente un bikini y un pareo, y se encontraba de pie, en una playa, contemplando un atardecer.
Sin saber el por que, acarició con su dedo índice la foto, fue un impulso que sintió, como si quisiera tocar a la muchacha... su sonrisa le parecía sumamente bella, también le llamó la atención una pañoleta roja que ella sostenía en su mano.
En ese momento se percató de que esa pañoleta estaba en el mismo cajón, junto al álbum de fotos, solo que se encontraba doblada a modo de vincha; lo atrajo de inmediato y la agarró...
El gran pañuelo tenía un nombre bordado en una de sus esquinas, con letras doradas decía: Leilani... «debe ser el nombre de la chica de la foto», pensó.
La textura de la seda era suave y delicada al tacto, y estaba impregnada de un perfume especial, uno que le pareció muy llamativo, Erick la llevó hasta cerca de su nariz y cerrando sus ojos, aspiró su fragancia profundamente; le resultaba conocida, sin embargo, por más que se esforzaba, no podía identificarla...
En ese instante vino a su mente, como un flash, la imagen de la joven mujer de la foto; fue de un modo muy vívido, hasta le pareció casi escuchar su risa; sintió, al mismo tiempo, que esa chica era alguien de quien fácilmente podría enamorarse, y soñando despierto, se preguntó: «¿Dónde estarás ahora, Leilani... justo en este preciso instante?»
—¿Encontraste algo interesante, Erick? —le interrogó de manera sorpresiva Valery, sacándolo bruscamente de ese estado de ensoñación en el que se encontraba.
Ella lo observaba atentamente desde la puerta de la habitación, con la sola esperanza de que sus recuerdos se disparasen en cualquier instante.
—No, aquí no hay nada que nos sea útil —respondió él volviendo así a la realidad de su misión; aunque ahora pensativo y tratando de imaginar, al mismo tiempo, el por que se sentía tan extraño.
—Sigue buscando, Erick, sigue buscando...
Esta parece ser la habitación de Peter, seguramente encontrarás algo sobre él... eso, si te concentras y prestas la debida atención, en lugar de distraerte, por supuesto —le enfatizó Valery presionándolo con tono desafiante.
La respuesta de Erick fue inmediata y molesto se giró hacia ella diciéndole:
—Si dudas de mi pericia, tú misma puedes buscar en este sitio también. ¡Yo aquí terminé! y no vi nada —concluyó de manera seca y amenazante.
Valery caminó hacia él y se le puso cara a cara entonces:
—Que te quede bien claro que aquí las ordenes las doy yo, Erick... Formas parte de un grupo paramilitar, y en esta operación, yo soy tu superior; así que: ¡¡buscarás de nuevo, y esa es una orden!!
Continuarás haciéndolo una y otra vez hasta que yo diga que te detengas —le insistió enojada.
Erick le devolvió una penetrante mirada de odio; pero, como todo un profesional, que debe respetar la cadena de mando establecida, le obedeció, y volvió a revisarlo todo...
Luego de ese intercambio de palabras, el ambiente en la habitación fue de mucha más tensión, la cual y de a poco, se fue disipando...
Al rato de revisar por enésima vez lo mismo, Erick, ya más calmado, analizó:
—Veo que esta siempre ha sido una familia muy unida y cariñosa, se percibe en cada rincón de esta casa, está todo tan lleno de pequeños detalles... los envidio.
—¿Tu familia no ha sido así, acaso, Erick?
—Soy un mercenario... ¿tú que crees? —le repreguntó él de manera retórica en lugar de dar una respuesta que era obvia.
Valery, sintiéndose tonta, simplemente guardó silencio... y, al cabo de un instante, Erick le aclaró:
—Digamos que no he sabido nada de mi familia desde que cumplí quince años.
—Y ¿por qué? ¿Te escapaste de tu hogar, o... todos murieron, tal vez? —le preguntó ella tratando de adivinar.
Esta vez fue Erick quien prefirió guardar silencio y cambiar de tema...
—Tengo una intriga, Valery, ¿qué pasó con los padres de Steven? El expediente decía simplemente que fallecieron y no aclaraba nada más.
—Fue en un accidente de tránsito, el automóvil en el que viajaban cayó por un barranco. Sucedió aquí mismo, en Hawái...
Ambos hermanos quedaron huérfanos, fue un golpe muy fuerte para ellos, pero esa tragedia también los unió profundamente; es por eso que buscamos con tanto ahínco a Peter —mintió ella, contándole así una verdad a medias.
—Entiendo... Supongo que los dos de esa foto son ambos hermanos juntos, Steven y Peter, ¿estoy en lo cierto? —preguntó Erick señalándole a Valery una foto que estaba sobre una mesita de luz.
—Sí, esos son ellos. ¿Por qué?
—He notado algo muy curioso y que no logro entender aún. En todas las fotos en las que aparece Steven junto con su hermano, él es solamente un niño.
Si me baso en la edad actual de Steven, calculo que esas fotos deben de tener más de veinte años de antigüedad... ¿Por qué será que no hay fotos más nuevas de ambos hermanos juntos? Es más, ¿por qué no he visto ni una sola foto actual de Peter?
De hecho, es bastante extraño que la Corporación no nos facilitase una foto de Peter; siendo el único familiar cercano que le queda, es alguien fundamental para localizar a Steven.
Valery no supo que responder, toda la experiencia de Erick como rastreador de personas, la estaba acorralando... La mentira acerca de que Peter continuaba con vida en algún lado del mundo estaba quedando comprometida; y para empeorar las cosas, Erick siguió mostrando sus suspicacias:
—Por lo que veo, esta familia ha sido siempre muy asidua a tomarse fotografías, hay muchas de ellas por toda la casa...
En el living de la planta baja, he visto algunas fotos de Steven con uniforme militar... Según lo que leí en su expediente, supongo que serán de cuando se graduó hace algunos años; sin embargo, en ellas está solo, no lo vi en ninguna junto con Peter, y me pregunto: ¿por qué habrá sido que, siendo tan unidos, su hermano mayor no asistiría a una ocasión tan especial para él?
—Tal vez Peter estaba demasiado lejos, o enfermo... o ¡accidentado en un hospital! y no pudo ir a la graduación de Steven. ¡¿Cómo voy a saberlo, Erick?! —le contestó Valery, remarcando sus palabras con sumo desagrado.
Las mentiras de Sylvia quedaban cada vez más en evidencia, y a Valery le costaba mantener ya la mascarada...
Erick decidió entonces ponerle fin a la incómoda situación:
—No soy una persona fácil de engañar, Valery. Es obvio que la Corporación nos está ocultando información, y eso no me gusta para nada —sentenció, desafiándola de ese modo abiertamente.
Estando ya en clara evidencia, no era necesario usar más artimañas ni tapujos, así que Valery le contestó sin ellos:
—Lo que te guste o no, me tiene sin ningún tipo de cuidado, Erick. Se les ha brindado toda la información que necesitan saber y nada más. ¡Por algo será!, ¿no te parece?
Erick guardó silencio, se limitó simplemente a sonreír satisfecho; el engaño había sido admitido, y quedó establecido que Valery no le diría nada más.
—¿Sabes qué, Erick?, creí que alguien con tu cargo sería mucho más profesional...
Haznos, a partir de ahora, un favor a ambos y limítate a realizar tus funciones; deja de pensar y solamente obedece mis órdenes —le enfatizó Valery frustrada.
Y así continuaron: Erick, tratando de saber el verdadero por que de la misión en la que estaba involucrado; y Valery, esperando algún signo del despertar en él... algo que cada vez le era más esquivo, y que con cada instante que pasaba, parecía más y más difícil.
Una joven idealista
Las semanas pasaron, y la recuperación de Issadora se concretó lo suficiente como para permitirle viajar, con los cuidados del caso, sin que hubiera un mayor peligro para ella.
Michael había hecho todos los arreglos necesarios para que Issadora, junto con Armony, Daphne, Steven y él, viajaran a Europa; una vez allí, tendrían que ir tanto a Suecia, para averiguar más sobre el pasado de Armony, como a Austria, lugar donde, según el Oráculo del Dragón, se encontraba la mujer que era la reencarnación de la madre de Steven.
El viaje de los cinco hacia el aeropuerto no pudo ser más seguro: dos autos de policía los acompañaron como escolta de su vehículo con el fin de evitar cualquier chance de que se repitiese un incidente como el que había ocurrido en la florería, para el cual aún no tenían explicación alguna... ni hipótesis siquiera.
Eran ya casi las nueve de la noche, el vuelo que tomarían partiría en solo una hora y desembarcaría en Amsterdam, Holanda.
Steven, Daphne y Michael, estaban sentados en la gran sala de espera del aeropuerto, cuidando el equipaje de mano; mientras que Issadora y Armony, se habían ido juntas a comprar algunos chocolates.
—Explícame, Steven, ¿por qué sugeriste a Holanda como nuestro punto de ingreso a Europa? —le preguntó Michael.
—Básicamente, porque equidista de nuestros dos objetivos: Austria y Suecia; al llegar, podremos optar entre si seguir juntos o separarnos...
Siempre que puedo, me gusta mantener mis opciones abiertas, es por una cuestión de estrategia ante imprevistos —le respondió Steven.
—A mí me encantó la idea; nunca visité Holanda, y pienso tomar muchísimas fotos cuando lleguemos —comentó entonces Daphne, muy entusiasmada, mientras revisaba y preparaba su copioso equipo fotográfico.
—¿En serio es necesario que lleves todo eso, Daphne? Cuando viajo, siempre prefiero hacerlo con un mínimo de equipaje, y sobre todo, sin cosas caras y frágiles que se puedan romper, como: cámaras fotográficas profesionales —le enfatizó Steven con un tono de leve reproche—. Esas lentes y ese teleobjetivo deben valer una fortuna, me imagino —señaló.
—Un fotógrafo nunca se desprende de su equipo, nuestra profesión la ejercemos durante cada minuto del día; los momentos pasan y son irrepetibles... Alguien como yo tiene que estar lista para capturarlos siempre —sostuvo Daphne convencida y le tomó una foto a Steven de cerca, como broma, solo para desafiarlo, e hizo varios disparos más, al azar y en varias direcciones.
—¡No tomes fotos aquí, Daphne! Nos encontramos en una área donde está prohibido hacerlo —le reprochó de inmediato Steven mientras le señalaba un cartel que así lo advertía—. Vamos a tener problemas con el personal de seguridad aeroportuaria, si te ven —le advirtió mirando de reojo hacia ambos lados.
Steven no estaba equivocado en su afirmación, sin embargo, lo que había hecho Daphne, provocó una singular y sospechosa reacción en algunas de las personas allí presentes, quienes, de manera instintiva y sospechosa, ocultaron sus rostros disimuladamente... bien tapándolos con sus manos o bien girando el cuerpo en otra dirección. Esa reacción refleja no pasó inadvertida ni para Steven ni para Michael; ellos estaban muy atentos y en la búsqueda de potenciales espías de la Corporación que los estuvieran siguiendo.
—¿Lo notaste, Steven? ¿Serán agentes? —le preguntó Michael.
—Sí, claro que los vi, pero no creo que sean elementos de la Corporación. En el ejército me entrenaron para memorizar los rostros de mis camaradas, así lo hice mientras trabajé como jefe de seguridad en la Corporación... y estoy seguro de nunca haber visto a estos sujetos.
—No hemos tenido novedad de ellos durante semanas, y estuvimos muy atentos a que no nos siguieran hasta aquí —comentó Daphne.
—Tampoco creo que puedan estar al tanto de nuestro viaje; con los pasaportes falsos que nos dio tu amigo, Hansuke, es virtualmente imposible que se nos puedan haber adelantado, interceptando los datos de las reservas de pasajes —concluyó Steven palmeando sobre el bolsillo interno de su saco, donde llevaba su documentación.
—De todos modos, me siento vigilado. Tal vez me encuentre un poco paranoico —dudó Michael de sí—. De todos modos, voy a estar más tranquilo cuando hayamos partido en el avión.
En ese momento llegaron Issadora y Armony con una gran bolsa de chocolates.
—En Holanda venden chocolates también, Armony... ¿lo sabías? No hacía falta que te llevaras todos los que pudieras comprar aquí —le mencionó Michael, bromeando sarcásticamente, al ver el tamaño de la bolsa.
—¡Muy gracioso! Somos cinco personas y traje para todos, estoy segura de que para cuando aterricemos ya casi no va quedar ni uno —se justificó ella mientras abría una de las deliciosas golosinas.
En ese momento anunciaron la partida del vuelo que tomarían hacia Holanda y todos fueron juntos para abordarlo tranquilamente...
Sin embargo, los peores temores de Michael y sus sensaciones, una vez más, estuvieron en lo cierto...
Varios miembros del escuadrón Centurión, efectivamente, estaban en la terminal aérea, todos convenientemente mezclados entre la gente y controlándolos muy de cerca.
Estos mercenarios se caracterizaban por utilizar alta tecnología y sofisticados elementos de espionaje en la mayoría de sus operaciones. Habían logrado seguirlos hasta el aeropuerto de una manera discreta, usando avanzados drones, equipados con cámaras de largo alcance.
—Parece que se dirigen todos juntos a Holanda, van en un vuelo directo al aeropuerto de Schiphol, en Amsterdam. El avión tardará siete horas y media —les informó Erick a los demás, usando un transmisor oculto en el cuello de su camisa, mismo que lo mantenía en contacto permanente con el resto de sus camaradas y su líder, Ryker.
—Perfecto, la operación progresa sin problemas... podremos llegar antes que ellos a Europa; un jet privado de la Corporación va a estar listo para despegar en quince minutos.
¡Quiero que todos se reúnan conmigo, de inmediato, en el hangar siete! —les ordenó Ryker a sus hombres desde un improvisado centro de comando montado dentro de un automóvil de la Corporación, el cual se encontraba estacionado a pocos metros del avión al que se había referido.
Allí se encontraba también Valery, quién mantenía a Sylvia al tanto de todo lo que ocurría...
—En Holanda, podremos atrapar a Steven sin tener que cuidarnos de nada. Una vez que estemos fuera de territorio estadounidense, Sylvia nos ha dado carta blanca para hacer lo que queramos —le enfatizó Valery a Ryker.
Inocentes del peligro que los esperaba en su arribo en Europa, Steven y los demás despegaron tranquilos y entusiasmados hacia su destino:
Steven viajaba sentado junto a una de las ventanillas del avión, Daphne se encontraba a su lado e Issadora completaba la fila; Armony y Michael viajaban juntos y en la misma hilera, en la columna de asientos contigua; los dos grupos estaban separados solamente por el pasillo.
—Faltan más de siete horas para llegar... Espero que tengamos suficientes anécdotas entretenidas para el viaje —comentó con entusiasmo Daphne al tiempo que miraba a Steven, pero él no le respondió nada; giró entonces su cabeza para mirar a Issadora y la vio ensimismada en sus pensamientos, sin prestar ninguna atención a lo que ella había dicho...
Issadora miraba fijamente a una mujer, la cual estaba acomodando en una maleta un gran y peludo abrigo de piel blanca.
—¿Qué te pasa, Issadora?, ¿por qué esa cara? —le preguntó Daphne al ver la expresión que tenía.
—Ese abrigo, Daphne... míralo, es de piel de zorro ártico —dijo en voz baja.
—¿Sí, y cómo lo sabes? —le preguntó Daphne intrigada.
—La reconozco... de hecho, la recuerdo demasiado bien —le respondió Issadora de una manera escueta.
—Es horrible que la gente todavía use piel de animales en sus ropas, es como si fueran unos... ¡salvajes! —expresó Daphne sinceramente indignada—. Cada vez que veo algo así me dan ganas de montar un escándalo; pero si lo hacemos, nos pueden echar del avión. De todos modos, si quieres, le podemos ir a decir algo; esa mujer no se da cuenta de que gente como nosotros la vemos con asco y repulsión, como si fuera una asesina.
—No, Daphne... no es eso exactamente. Ese abrigo me ha hecho recordar un pasaje de mi vida como Ariadna; un acto horrible, algo que preferiría olvidar.
—Sea lo que sea, eso pasó ya hace mucho, Issadora —reflexionó Steven—. No tienes por que angustiarte y retener tus malos recuerdos dentro de ti. Mis padres eran psicólogos, y parte de la terapia que usaban con sus pacientes se enfocaba en las regresiones a vidas pasadas mediante hipnosis.
Según lo que leí en sus investigaciones, cuando una persona recuerda eventos que la marcaron en una existencia anterior, es bueno que los comente y los exteriorice. Eso era fundamental en la terapia que aplicaban a sus pacientes.
—¿De verdad, Steven? ¿Aunque se trate del recuerdo de un homicidio perpetrado con mis propias manos? —comentó Issadora inexpresiva—. Un asesinato que parte de mí cree justo... y que volvería a cometer, de estar en la misma situación.
En ese momento todos se quedaron pasmados: Issadora, la inocente florista, humanista en todos sus aspectos, avocada a salvar vidas como instrumentadora quirúrgica... les estaba confesando abiertamente que había asesinado, y de manera intencional, a una persona, en su vida anterior... y, además, que no se arrepentía.
—Cuando fui Ariadna, yo era diferente a como soy ahora, no en mi esencia, sino más bien en la intensidad con la que enarbolaba mis ideales. Siempre fui una gran defensora de la naturaleza y la ecología.
—Sí, tu me inculcaste eso de pequeña, y te estoy infinitamente agradecida por habérmelo enseñado; el amor por la naturaleza es lo que me caracteriza, mi profesión se basa en ello —manifestó Daphne.
—Lo que no te conté nunca, sobrina, era hasta donde llegaba por defender a este mundo: yo integraba una brigada ecológica, así nos definíamos a nosotros mismos; sin embargo, algunos nos calificaban como ecoterroristas... —reveló.
En ese instante los labios de Issadora esbozaron entonces una leve sonrisa, y quien comenzaba a hablar a partir de ahora sería realmente Ariadna:
—Como nos calificaran, nunca nos importó; al fin y al cabo, los que nos llamaban así eran nuestros enemigos... y no solamente nuestros, sino del mundo entero.
Estábamos en una guerra no declara, pero tácita, y ellos eran quienes la habían comenzado: talando bosques enteros, aniquilando ecosistemas completos y llevando a especies, que existieron en este mundo desde sus albores, al borde de la extinción —expresó Issadora sin advertir como el tono de sus palabras cambiaba dramáticamente. Toda la furia e indignación de Ariadna por aquellas atrocidades contra la naturaleza, surgía como una intensa llama... misma que se avivaba en ella con el mero recuerdo.
—Nuestro grupo era pequeño, pero lográbamos hacer mucho daño a esos monstruos: introducíamos clavos de acero en los troncos de los arboles, para que así las sierras de cadena de los taladores se rompiesen al intentar cortarlos; saboteábamos los motores de los barcos balleneros, para que no pudieran zarpar de cacería; cortábamos las redes de los atuneros, que mataban delfines al pescar en sus mismos bancos de alimentación... y cosas así.
También pintábamos el pelaje de animales que eran cazados por el valor de sus pieles... —en ese momento Issadora derramó una lágrima, y se detuvo por el traumático recuerdo que tanto la afectaba.
Armony la tomó de la mano sin decirle nada, dejando que ella sola decidiera si continuar o no...
Issadora demoró un instante, durante el cual se repuso, y comenzó a contar, en detalle, una historia que la marcó hasta lo más profundo de su alma:
—Había viajado, junto con toda mi brigada, hasta el circulo polar ártico, al norte de Canada; era invierno...
Al igual que hoy día, el zorro ártico era una especie protegida en varios países; ha estado en vías de extinción ya en varias ocasiones desde hace más de un siglo.
La piel de esos animales siempre ha sido muy codiciada porque es rara y hermosa... Presenta un fenómeno que se conoce científicamente como homocromía estacional, cambia de color; así ellos se mimetizan mejor con el medio ambiente: en los meses cálidos, se vuelve marrón; pero, en invierno, es blanca como la nieve y es cuando se vuelve mucho más cotizada.
Desde siempre, los cazadores han preferido no dañar sus pelajes, ya que tienen mucho más valor aún cuando permanecen prístinos y son perfectos para ser usados en la confección de prendas de vestir.
Así que, para matar al zorro, en lugar de dispararles con sus armas de fuego, los cazadores ponen tramperas que les destrozan las patas, los ahorcan con lazos o los golpean hasta matarlos... a veces, hasta usan las culatas de sus rifles.
¡Tienen que liquidar a cuarenta de esos bellos animales para hacer un solo abrigo de piel!
No hacen distinción entre zorros adultos o cachorros, eso a los cazadores ilegales no les importa para nada. Son solo unos crueles y avaros asesinos que no reparan en el hecho de que están destruyendo a una especie entera para satisfacer su asquerosa ambición.
Y para hacer todo esto aún más monstruoso, cuantos menos zorros árticos queden, más caras todavía serán sus pieles.
Cuando acaben con todos y ya no quede ninguno para cazar, no les importará para nada; los cazadores no extrañaran a los zorros árticos, ellos simplemente buscarán a otra especie que matar, siempre y cuando les reditúe el suficiente dinero...
Issadora tuvo que hacer una pausa para calmarse; sin pretenderlo ni poder evitarlo, se estaba enojando sobremanera al recordar aquello.
Un instante después, continuó:
—A fin de que la piel de los zorros no les sirviera de nada, nosotros tratábamos de adelantarnos a los cazadores, y salíamos a buscar a los zorros árticos para hacerles un par de rayas con aerosoles de pintura de secado rápido; eso era suficiente como para volverlas inútiles a los peleteros esa temporada.
Lo mejor que podían hacer los cazadores, era dejar que esos animales pintados se siguieran reproduciendo, sin matarlos... y volver a intentarlo más adelante, al otro año, cuando renovaran su piel.
Recuerdo que en aquella ocasión, y para cubrir más territorio, nos habíamos separado en pequeños grupos de dos y tres miembros...
Promediaba la tarde y yo iba con un compañero; estábamos en una gran planicie helada; había algo de viento y nevaba un poco.
En un momento avistamos a una hembra con sus dos cachorros corriendo en campo abierto, lo cuál es algo muy raro de ver en invierno, supusimos que intentaba escapar de algún peligro.
La pobre madre no podía correr fácilmente en la nieve porque los cachorros la retrasaban, y ella no estaba dispuesta a abandonarlos... Un momento después vimos de que huía: apareció un cazador que los perseguía, era uno solo.
Mi compañero se separó de mí para llamar la atención del hombre; mientras tanto, yo me fui acercando a los zorros con mucho cuidado para no asustarlos.
El cazador divisó a mi compañero... y en ese momento ocurrió lo inesperado. No sé si el hombre pensó que era un cazador rival o si se dio cuenta de nuestras intenciones, pero comenzó a dispararle.
Casi de inmediato, vi a mi amigo caer al suelo... se sujetaba la pierna con dolor. ¡El maldito cazador lo había herido!
Yo, por mi lado, seguí tras la familia de zorros.
—¿No lo fuiste a socorrer? —preguntó Armony asombrada.
—La prioridad eran los zorros. Todos los miembros de la brigada lo sabíamos —le respondió Issadora—. Mi propio compañero caído me hizo señas de que siguiera y salvara a los animales, él podía esperar... y estaba dispuesto a hacerlo.
Armony la miraba con su boca abierta, sin poder dar crédito a lo que Issadora le contaba... Ni siquiera podía discernir si aquello había sido una locura o todo lo contrario.
—Entiéndelo, hermana. Cuando te encuentras comprometida con una causa, del modo en que lo estábamos nosotros, las prioridades cambian; salvar a la naturaleza era algo más importante que nuestras propias vidas. Sé que es difícil que lo entienda alguien que no lo ha experimentado —le enfatizó Issadora y continuó con su relato:
—Al acercarme a los zorros, el cazador pudo verme claramente y me disparó también... pero falló.
Corrí desesperada hacia los zorros, con mi aerosol en la mano y llegué a la improvisada madriguera en donde se ocultaban: era una simple depresión en el terreno, de unos cinco metros de diámetro; ahí los pude ver bien, era la primera vez que apreciaba a unos cachorros de zorro ártico tan de cerca, eran tan hermosos, tan pequeños e indefensos... y estaban aterrados, ocultándose tras su madre que, por más que tratara de defenderlos, no podría hacer nada contra el cazador.
Sin perder ni un segundo de tiempo, tracé varias rayas de pintura en todos ellos... recién en cuanto lo hice, me sentí aliviada; lo había logrado, los había salvado.
En ese momento sentí un duro golpe, muy fuerte, justo detrás de mi cabeza; caí al suelo, atontada y dolorida.
No tardé mucho en recuperarme, había sido el cazador quien me había golpeado con la culata de su rifle, directamente en mi nuca.
El hombre miraba a los tres animales pintados.
«Ya no te sirven para nada... ¡Déjalos irse! Vas a tener que esperar a que muden su pelaje; el año que viene podrás intentar cazarlos nuevamente», le enfaticé...
No reaccionó, tampoco me respondió nada, tal vez ni siquiera entendió mis palabras, no se si hablaba mi lengua... aunque recuerdo que me miró con mucho odio, y por la manera en que tomó su arma, pensé que se disponía a matarme.
Sin embargo, el maldito le apunto a la madre de los zorros.
«¡¡No!! ¡Los cachorros son muy pequeños aún como para valerse por sí solos!», alcance a gritarle... pero fue inútil. En ese instante mató a la madre de un disparo.
Los pequeños zorros, ahora huérfanos, se acercaron de inmediato a su madre muerta; uno de ellos, comenzó a lamerle la herida, mientras que el otro, gemía sin cesar.
Yo me puse a llorar, estaba desolada por la muerte de la zorra y el trágico futuro que les aguardaba a las crías.
El cazador se quedó mirándome por un instante, era como si disfrutara de mi dolor, como si se regocijara en su posición de poder... y entonces, sin más, mató a los dos cachorros de un disparo a cada uno.
Creo que lo hizo solo para demostrarme que todo mi esfuerzo había sido algo inútil.
En ese momento sentí un odio tan profundo por aquel despreciable hombre; y no sé si fue por el insensato acto de crueldad que había cometido o por el temor de que yo fuera su siguiente victima, pero... tomé una daga de puño, la cual llevaba enfundada en mi bota, y salte con todas mis fuerzas, gritando contra él.
Le clave la hoja de mi arma totalmente y hasta el fondo, justo en el medio de su estómago...
Aún recuerdo su mirada mientras yo giraba mi cuchillo para hacer más grande su herida y que no le dejara de sangrar.
Me dí cuenta de que ese hombre no esperaba morir ese día, ni de aquel modo. Yo, por mi parte, no quería que viviese ni un solo instante más, estaba absolutamente convencida de que ese malvado ser no podría traer más que dolor a este mundo.
Saqué mi cuchillo ensangrentado y empujé al cazador, quien cayó de espaldas al suelo, soltando su rifle.
Me acuerdo que le dije: «Si la vida vale tan poco para ti, no te importará perder la tuya. Ya no volverás a matar nunca más».
Tomé su rifle del suelo y le apunté a la cara, dispuesta a ejecutarlo... pero, justo antes de dispararle, me detuve; retrocedí un par de pasos y me senté en la nieve, quería que su agonía se prolongara tanto como fuera posible, así que esperé a que se desangrara hasta morir.
Aquella fue la primera y única vez que maté a alguien, por lo que recuerdo hasta ahora... y una parte de mí aún no lo lamenta en lo más mínimo —concluyó Issadora.
Todos se quedaron en silencio...
—¿Soy una asesina y no me arrepiento? Me desconozco. ¿Cómo es posible que no pueda distinguir entre el bien y el mal? ¿Qué me está pasando?
Nadie supo que decirle, se la veía muy contrariada consigo misma...
—Tal vez por eso quise ser instrumentadora quirúrgica en esta reencarnación, para ayudar a salvar a las personas en lugar de matarlas; tal vez por eso el destino me ha hecho sufrir, y dos veces ya, a lo largo de esta vida, severas heridas en mi abdomen... para que supiera lo que se siente.
Creo que se equivocaron al salvarme, ¡¡yo debería haber muerto como aquel hombre al que maté!! ¡Lo que hice en mi anterior vida estuvo simplemente mal, muy mal! —exclamó finalmente llorando y cubriéndose el rostro con ambas manos.
—Daphne arriesgó su vida por ti, hermana; que no se te ocurra volver ni siquiera a pensar eso que acabas de decir —la reprendió Armony mientras se acercaba a ella y la abrazaba.
Michael, quien intencionalmente había permanecido callado, luego de meditarlo por un instante, miró a Issadora a los ojos y rompió su silencio:
—Es muy posible el que eligieras en esta encarnación una profesión avocada a salvar vidas para redimirte de aquel acto, Issadora; y también que el hecho de haber sufrido un dolor similar al que infligiste en tu anterior existencia se encuentre directamente relacionado con la historia que nos acabas de contar... al fin y al cabo, para el destino «la intención es lo que cuenta».
Sin embargo, con respecto a calificar que es lo que está bien y que es lo que está mal, debo decirte que esos son conceptos que suelen cambiar de acuerdo a la persona que los evalúa —le aclaró tratando de ser frío y ecuánime en su análisis—. Solamente la conciencia y el sentido común, sin estar bajo ningún tipo de apasionamiento, puede llegar a una conclusión acertada.
—Lo que hiciste fue absolutamente en defensa propia, hermana; al menos, yo lo veo así —la consoló Armony—. Ese cazador te hubiera matado con seguridad; ya había herido a uno de tus amigos. Cuando le disparó, lo podría haber matado y eso no le importó, ¡no lo olvides!...
—Ahora que miro de lejos lo que hice, estoy segura de que no lo hice temiendo por mi vida, yo quería castigar a aquel hombre por lo que había hecho, por haber sido tan sádico y cruel... y le apliqué el castigo máximo.
—¿Cuál castigo máximo?... ¡¿La muerte?! —le preguntó Michael en sentido retórico y con una corta risa cargada de sorna—. Estás muy equivocada, Issadora, ese no es el castigo máximo, y dista mucho de serlo.
Déjame ilustrarte un poco acerca de la vida y la muerte:
Las almas vienen a este plano existencial a aprender, a depurarse... a evolucionar.
La vida no es un premio y por lo tanto, morir no es un castigo.
Todos moriremos en algún momento, sin importar que tan buenos o malos hayamos sido.
Una vida más larga no es necesariamente una bendición ni una prueba de haber vivido con rectitud...
El aplicarle la pena capital a un criminal es algo que ha sido teñido de falsos conceptos, y todo por el temor que tiene la mayoría de la sociedad al hecho de morir.
Un criminal debería sufrir en vida por el daño que ha causado.
Lo cierto es que matar a alguien es el camino más rápido de ponerle fin a una vida completamente descarriada y de maldad, la cual solo tendería a empeorar con el tiempo hasta convertirse finalmente en una existencia que traería únicamente dolor y pena a otras almas...
En el más allá hay una infinidad de almas muy poco evolucionadas, las cuales simplemente no estuvieron listas para encarnar en una existencia con tanta libertad como la que fue otorgada. Al forzarlas a irse de este mundo, se les hace un auténtico favor, evitando que su karma empeore más de lo que ya lo ha hecho.
Luego, en aquel otro lado, evaluarán como fue toda su vida, tendrán todo el tiempo que necesiten para hacerlo... y créeme que lo harán, sobre todo cuando tengan delante de sí las opciones que el destino les brinde para reencarnarse, las cuales serán opciones terribles.
En esta vida, cuando un ser humano comienza a actuar sin prestar atención a su conciencia, sin meditar nunca en las consecuencias de sus acciones y sin ponerse límites de ningún tipo, cada acto que comete tiende a ser más contundente que el anterior, y sus efectos aún más trascendentes.
Tú piensas en lo que hiciste, Issadora, pero no en lo que ese cazador pudo haber hecho previamente... No sabes tampoco hasta donde se podrían haber extendido sus atrocidades en el futuro. ¿Cuánto tardaría en matar a un ser humano?, ¿y si ya lo había hecho?
Quizás su violenta muerte la decidió el destino y fue simplemente una consecuencia de su comportamiento cruel, o fue para prevenir futuros males. El que la mano ejecutora fuera la tuya, pudo ser solo un mero hecho circunstancial.
—¿O tal vez no, Michael? ¿Quién fuí yo para impartir justicia? —le preguntó entonces Issadora llorando.
—¿Y quién lo és, Issadora? ¿Un juez, acaso?... ¡Por favor! Todos conocemos ya a esta altura las tremendas arbitrariedades que se comenten a diario en el nombre de la ley.
La sociedad humana es tan inmadura y primitiva aún que a la gente le cuesta tener un pensamiento libre de sus egoístas puntos de vista personales.
Por eso se han diseñado elaborados sistemas legales, que llegan a ser tan complejos e imperfectos, que se contradicen en varios puntos.
¡¿Cuantos culpables quedan libres de toda pena gracias a los tristemente célebres tecnicismos legales?!
Luego se le da a alguien el poder de aplicar discrecionalmente esas leyes confusas, incompletas y llenas de arbitrariedades... y se le llama pomposamente: juez.
De ese modo, la sociedad somete a su propia conciencia natural, acallándola con una obediencia dogmática a ese imperfecto y amañado sistema legal...
No es la mejor solución, ¡es la solución más cómoda! —definió.
—Te entiendo, Michael... pero, por más imperfecto que sea, ¿cuál opción tendríamos a nuestro sistema legal?, la ley del talión, acaso, el famoso «ojo por ojo y diente por diente, sangre por sangre y muerte por muerte».
—Eso tampoco es justicia, Issadora; no es lo mismo perder un ojo para una persona que tenga los dos que para otra a la que le quede solamente uno; del mismo modo, las vidas de las personas no siempre son iguales en su importancia...
De todos modos, nuestras leyes actuales son mucho más injustas aún.
Lo que llamamos justicia, a un nivel institucional, no tiene nada que ver con la justicia verdadera: la que se basa en el karma.
Encerrar a alguien en una cárcel por un tiempo, hacerle pagar una suma de dinero o incluso, ejecutarlo... son solo penas arbitrarias. No hay una equivalencia real entre el daño causado y el castigo recibido, por lo tanto ¡no es justicia!, no hay ninguna balanza que se equilibre.
Y para empeorar las cosas aún más, el sistema judicial se convierte, muchas veces y a la vista de todos nosotros, en una parodia de lo que pretende ser, cuando los jueces se vuelven cómplices de los criminales... y sin que nadie haga nada al respecto, todo porque los ampara: la ley.
—Pero no podemos concebir una sociedad sin leyes, Michael. ¿Qué nos regiría entonces?
—La conciencia, Issadora... Nuestra conciencia nunca puede ser silenciada. Todos sabemos, en el fondo de nuestras almas, que es lo que está bien y que es lo que está mal...
El sentido común, el cual siempre tenemos y con el que nacemos, cuando está libre de todo tipo de concepto previo, puede discernir lo justo de lo injusto, y hacerlo muy fácilmente.
—Pero las personas ven la realidad de diferentes modos. Cada cual lo hace desde su perspectiva personal —dijo entonces Issadora, a lo que Michael le respondió:
—Lamentablemente, el ser humano, cuando obra injustamente, no quiere prestar atención a su propia conciencia y busca silenciarla, justificándose hasta quedar satisfecho; y eso es mucho más evidente cuanto más imperfecta es la persona, dado que su alma es menos evolucionada.
A pesar de ello, las consecuencias de sus actos siempre quedarán a la vista de todos, como prueba indeleble de la maldad que las desató...
—Pero, Michael, sin un juez que evalúe todo, que lugar queda para el arrepentimiento, el perdón... y la piedad —le planteó Issadora.
—Ninguno, el destino no los considera para nada.
La verdad es a veces terrible... pero es la verdad, Issadora.
En el otro plano no existen los tecnicismos, ni los atenuantes, ni hay contemplaciones de ninguna clase... solo hay verdadera y pura justicia.
Además, cuando el arrepentimiento es real, no se anhela el perdón ni se pide piedad... se acepta el castigo sin condicionamientos, porque no es considerado como algo inmerecido, sino más bien como una consecuencia lógica.
Por otro lado, ser bueno, entendiéndolo como ser piadoso, no es ser justo. Puede haber tanta injusticia en esa clase de bondad como en la maldad más pura.
Hay mucha gente que no merece ningún tipo de piedad.
La clemencia mal aplicada, puede ser tan perniciosa como el mal más desalmado. La misericordia puede provocar mucho daño cuando se usa con injusticia; de hecho, es más peligrosa que la propia maldad, porque tiene el agregado de que el daño que provoca solo se descubre mucho tiempo después... y a veces nunca.
Los sistemas legales del mundo entero dan muestras a diario de todo lo que acabo de decir; un buen ejemplo es cuando vemos jueces que, por motivos ideológicos o tecnicismos legales, desestiman pruebas de culpabilidad evidentes, y dejan en libertad a criminales de toda clase y tipo, quienes vuelven a cometer los mismos crímenes por los que debían haber estado encerrados, haciendo sufrir así a otras personas, y generando aún más mal.
La verdadera justicia la aplica solamente el destino, como y cuando lo hace, es cuestión suya; es algo que está mucho más allá de nuestro simple entendimiento... pero ten por seguro una sola cosa: siempre lo hace.
En casos como el que te ocurrió a ti, Issadora, el poder diferenciar nuestro libre albedrío del accionar del destino es solo menester del sentido común, y mi sentido común me dice que no tienes nada por que reprocharte; así que deja de torturarte por aquello —concluyó Michael.
Ninguno agregó nada más a todo lo expuesto...
En ese instante las azafatas comenzaron a servir la cena a bordo del avión; pronto, los carritos con la comida, el sonido de las bandejas, y el ajetreo propio de ese momento, le brindaron al grupo el impasse necesario para distender una situación que se había vuelto intensa para todos, y en donde las palabras ya claramente sobraban...
Luego de cenar, se durmieron: Armony, escuchando música clásica; Issadora y Daphne, mirando un documental; Michael y Steven, sin hacer nada.
Horas más tarde, nuevamente fueron las azafatas las encargadas de ir despertando a los pasajeros con un desayuno liviano de media mañana, según la hora de Amsterdam, tratando así de adaptarlos, aunque fuera solo en parte, al cambio de huso horario.
Finalmente, el avión arribó a las once y treinta al aeropuerto de Schiphol en Amsterdam, Holanda.
¿Que camino tomarían a partir de ese punto?... eso pronto dejaría de importar, dado que allí los esperaba el peligroso escuadrón Centurión, el cual, trabajando para la Corporación y estando lejos del territorio norteamericano podía actuar como quisiese, y sus métodos, así como sus rostros, eran algo completamente desconocido hasta para el propio Steven.
Así, y creyendo estar seguros, ahora todos se encontraban en un peligro mucho mayor que antes.
Cacería sin cuartel
Si bien era cierto que a la hermosa y moderna terminal aérea holandesa llegaban, durante el día entero, turistas provenientes de todo el mundo, en ese horario en particular, no se encontraba tan concurrida.
—Parece que no hay mucha gente —señaló Daphne extrañada—. Creo que tuvimos suerte de no llegar en una horario pico.
—No fue solo suerte, Daphne... recuerda que ayudé a Michael a seleccionar este vuelo en especial —le dijo Steven—. Anticipé que en este momento del día no tendríamos demoras con los trámites de migración.
Conozco muy bien el funcionamiento de varios aeropuertos europeos, ya he estado aquí en otras ocasiones.
—En cambio, yo nunca antes había pasado por aquí, ni siquiera con vuelos de conexión —destacó Daphne—.
Me siento tan ansiosa de empezar a tomar fotos —agregó, sacando nuevamente una de sus cámaras, y comenzó a tomar algunas fotos, al azar, de la gente que los rodeaba.
—¡Basta, Daphne! No tomes más fotos hasta que salgamos del aeropuerto, está prohibido... Ahí están los carteles ¡¡mira!! —le reprochó Steven tenso y susurrándole molesto.
—Solo tomó un par de imágenes, Steven; no es para tanto —le respondió Issadora defendiendo a su sobrina—. ¿Siempre sigues las reglas tan a rajatabla?... pareces un obediente soldado —le preguntó reflexionando con sorna.
—De hecho, Issadora, serví en la milicia durante varios años —le contestó él.
—Con razón eres tan... así. A ustedes, en ese sitio, los acostumbran a no cuestionar absolutamente nada, ¿no es así, Steven? —Issadora se volvía a cada instante más rebelde y desafiante ante la autoridad, el tono de sus palabras y su actitud, lo denotaban claramente.
—Se llama cadena de mando y disciplina militar, Issadora. Eso es lo que vuelve eficiente a una fuerza armada —le respondió Steven, cada vez más irritado ante sus burlas solapadas.
—¿Eficiente, o adoctrinado... querrás tal vez decir, Steven? En lo personal, opino que con esos principios militares, de los que tanto se enorgullecen ustedes, solo los convierten en herramientas sin ningún sentido crítico.
Es exactamente lo mismo que los gobiernos pretenden hacer con toda la población: seres esclavos e incapaces de pensar por sí solos —le replicó ella enojada.
Armony y Michael miraban la discusión entre Issadora y Steven, y se sonreían al volver a escuchar las mismas palabras de Ariadna surgir tan enfáticamente en ella.
Quedaba claro como a medida que el tiempo pasaba, los rasgos más fuertes de su anterior personalidad, se hacían cada vez más presentes en la vida actual de ella.
—Si ya terminaron de discutir, ¿qué les parece si recogemos nuestro equipaje y nos vamos a tomar un tren hacia la ciudad? —les preguntó Michael, bromeando un poco, para así distender la tensa situación.
—En lugar de ir hacia el centro de Amsterdam, lo más eficiente sería que ya mismo compremos los pasajes hacia nuestro próximo destino y partamos sin más demora —les aconsejó Steven con seriedad... e Issadora reaccionó nuevamente:
—¡Claro! eso lo dices porque tú ya conoces esta ciudad; en cambio, Daphne y yo es la primera vez que la visitamos y queremos recorrerla... al menos, como turistas.
¿No te parece que estás siendo un poco egoísta, Steven?
—A ver, Issadora, ¿tú qué propones?, ¿qué nos quedemos una semana, acaso? ¡¿o dos tal vez?! —le enfatizó él sarcásticamente—.
No vinimos a hacer turismo —remató.
—Mira Steven, cuando llego a una ciudad por primera vez, tengo una regla que llamo «la regla de los tres días» —dijo Issadora, y todos la miraron extrañados...
—Va a ser mejor que les expliques a todos en que consiste tu regla, hermana —le aconsejó Armony sonriendo al recordar que eso era algo que solía decir Ariadna.
—Por supuesto: básicamente, toda estadía en una ciudad debería de durar tres días, ni más ni menos; ese es el tiempo justo para recorrer lo más hermoso y destacado de cualquier lugar, sin llegar a aburrirse en lo más mínimo... y por lo tanto, irse de allí deseando volver a visitarlo.
A mí, esta regla me ha funcionado a la perfección las veces que he viajado —sostuvo Issadora.
—Tres días no es mucha demora para nuestros objetivos, y me daría la oportunidad de tomar un montón de hermosas fotos —le señaló Daphne a Steven, tomándolo del brazo románticamente y poniéndole cara de súplica—... y tú podrías ser nuestro guía —le propuso.
Todos miraron en silencio a Steven, esperando a que accediera sin poner más objeciones, y ante la presión del grupo, él finalmente tomó su decisión:
—De acuerdo, está bien —aceptó a regañadientes—. Quedémonos tres días en Amsterdam...
Steven había vivido, desde que era un niño, con el único objetivo de lograr reunir a su familia, esa obsesión provocaba que actualmente le costara el siquiera considerar vivir pensando en él, o en las personas que lo rodeaban.
—Entonces, me encargaré de arreglar el tema del hospedaje —dijo Michael, sacando su teléfono celular para hacer las reservas de hotel.
El viaje en el tren que los llevó al centro de Amsterdam duró treinta minutos.
Se dirigieron directamente al hotel y allí dejaron su equipaje.
Fueron luego a un restaurante, para almorzar algo ligero y comenzar así a disfrutar de esa bella «Venecia del norte», apodo que recibía la ciudad gracias a la profusión de hermosos canales fluviales con los que contaba y a su situación geográfica.
El restaurante que eligieron se encontraba en una ubicación idílica.
Se sentaron en una mesa que estaba afuera del establecimiento y desde donde se podían apreciar los principales aspectos de la ciudad: la pintoresca arquitectura de las casas, muy propia de los siglos XVI y XVII, con edificaciones angostas y de varios pisos de altura, óptimas para una concentración urbana en una pequeña superficie; los extensos y laberínticos canales navegables, que recorren toda la ciudad de una manera encantadora y mágica, con sus incontables puentes y su flujo constante de lanchas y barcos; y la gente, sencilla y educada, que se apreciaba por doquier, bien caminando o bien circulando en sus bicicletas, durante todo el día...
Issadora había tomado de la recepción del hotel varios folletos para turistas y los estaba leyendo, muy enfocada en la información:
—Según lo que dice aquí, Holanda tiene más de 4.400 kilómetros de vías fluviales y lagos navegables... Por eso hay tantos canales en Amsterdam, y los holandeses los usan casi como si fueran calles.
—Me encantaría si más tarde hiciéramos un paseo en un tour fluvial por toda la ciudad... ¿Qué te parece mi idea? —le propuso Armony a Michael en tono picaresco y sensual.
—Sería perfecto, me encantaría —le contestó él mirándola a los ojos y reaccionando, embelesado, a sus femeninos encantos...
—¿Sabían ustedes que el 26% de Holanda se encuentra por debajo del nivel del mar? —siguió diciendo Issadora concentrada solo en lo que leía.
—Eso explica por que tienen compuertas como aquella —le señaló Michael apuntando a una que estaba bajo un puente cercano.
—Así que eso se llama compuerta... y ¿para qué sirve esa cosa? —le preguntó Armony.
Michael sonrió y le respondió:
—Son grandes puertas que se ubican en vías fluviales y actúan como auténticos diques momentáneos. Se pueden abrir, para el paso de embarcaciones, o cerrar, cuando el clima hace aumentar demasiado el caudal hídrico.
Aquí, sirven para regular las crecidas de agua de los canales de la ciudad y así evitar inundaciones —definió.
—Algunas, están construidas por debajo de los puentes que cruzan por sobre los canales; otras, en cambio, forman un puente peatonal al cerrarse —agregó Steven—. Las hay de dos tipos básicos: mecánicas y eléctricas... y todas se pueden cerrar individualmente; algunas de manera local, activando unos controles cercanos y otras de manera remota, desde un control centralizado que tiene la ciudad.
—Parece que sabes bastante acerca de todo esto, Steven —opinó Michael.
—En diversas ocasiones, fui asignado a misiones en Europa cuando trabajé para la Corporación y me vi obligado a aprender muchos detalles del funcionamiento urbano de las ciudades de aquí.
Este continente no está ni clara ni enteramente dominado por ninguno de los principales grupos de poder; en lugar de ello, hay varias organizaciones similares, pero de menor tamaño e importancia, que se disputan su control desde hace mucho tiempo...
Se suelen dar bastantes escaramuzas entre ellas —le aclaró Steven.
En ese momento tanto la mirada de Michael como la de Issadora se desviaron hacia una lancha deportiva, equipada con dos poderosos motores fuera de borda y pintada con un llamativo color amarillo, la cual circulaba paseando suavemente por un canal, casi frente a ellos.
—Miren esa lancha que está navegando por allí —dijo Issadora—. Es tan hermosa; que asombroso debe ser ir en ella a toda potencia...
—Creo que nunca visitaste una ciudad como esta, ni siquiera siendo Ariadna, creo... ¿verdad, Issadora? —le preguntó Michael al verla tan cautivada por todo lo que la rodeaba.
—No que yo me acuerde... de haberlo hecho, seguramente no lo habría olvidado. ¿Recuerdas como me gustaba pilotar lanchas? —le expresó ella en forma de pregunta.
—Yo sí que me acuerdo... ¡y muy bien! —respondió Armony con tono de reproche—. Te gustaba conducirlas como si fueran autos de carrera; yo prefería no viajar cuanto tú piloteabas.
—Siempre fuiste una exagerada, Melody —la criticó Issadora...
—Oigan, ¿qué les parece si nos vamos a ver algunos museos? Hay varios que están por aquí cerca —propuso Daphne que estaba leyendo uno de los folletos de Issadora.
Todos estuvieron de acuerdo...
Finalizaron así de almorzar, y comenzaron a recorrer la bella ciudad como si fueran un grupo de turistas.
Sin embargo, mientras ellos disfrutaban de este pequeño descanso vacacional, los asechaba un peligro que no habían advertido; Valery y el equipo de Ryker, que habían arribado antes que ellos, los estuvieron siguiendo desde su salida del aeropuerto, y ahora controlaban cada uno de sus pasos muy de cerca, alistándose para secuestrar a Steven en el mejor momento.
En esta misión el escuadrón Centurión estaba compuesto por diez hombres que entrarían en acción de manera sincronizada; se habían dividido en cuatro vehículos, tres autos de calle normales, aunque elegidos de entre los modelos más potentes y maniobrables, con dos hombres en cada uno de ellos, y una camioneta de tipo van, equipada con la más alta tecnología, misma que servía como centro de comando; a bordo de esta última y en estaciones computarizadas individuales, especialmente montadas para esta misión, se encontraban los cuatro miembros restantes, los cuales eran expertos en tecnología avanzada y contaban con una muy alta capacitación en informática.
Desde allí, Ryker y Valery comandarían toda la operación:
—Se estén moviendo en grupo, permanezcan atentos, en cuanto el objetivo se separe de los otros, procederemos con su captura —apuntó Ryker a sus hombres...
Sin sospechar nada, Daphne, era la más activa del grupo; llevaba consigo tres de sus cámaras de fotos colgadas del cuello y buscaba las mejores tomas de la ciudad que pudiera encontrar. Steven, como si fuera su asistente, cargaba su bolso de fotógrafa, lleno con accesorios fotográficos y lentes de todo tipo.
En ese momento era ella la que actuaba como líder del grupo.
Su recorrido turístico los condujo rápidamente hasta uno de los clásicos canales fluviales internos de la ciudad, por el cual en ese momento transitaban diferentes vehículos acuáticos, algo que era completamente normal durante el día entero...
El tráfico era tan profuso en ese sector que daba la ilusión de que aquellas embarcaciones fueran auténticos automóviles circulando por calles de agua.
Daphne corrió feliz hasta el centro de un puente, el cual cruzaba por sobre el canal, y allí se apostó mientras preparaba una de sus cámaras alistándose para hacer unas tomas panorámicas:
—¡Que bella ciudad! —exclamó sacando fotos de todo lo que veía—. Hoy voy a agotar mis tarjetas de memoria —agregó, pero se detuvo de improviso...
—Que raro —murmuró al tiempo que tomaba una cámara con teleobjetivo y la apuntaba hacia un automóvil que estaba detenido como a cien metros de donde se encontraba.
—¿Qué ocurre, Daphne? —le preguntó Michael de inmediato.
—El conductor de aquel auto, se me hace muy familiar... tengo una excelente memoria fisonómica, nunca olvido un rostro una vez que lo veo —En ese instante se puso a examinar las fotos que había tomado en los aeropuertos en los que estuvieron...— ¡Miren las pantallas de las cámaras! ¿Lo ven ahora? Es el mismo hombre; aquí está, en el JFK de Nueva York, luego aquí, en Schiphol, y finalmente, en aquel auto de allá.
—No pueden ser de la Corporación. No es uno de sus vehículos típicos —planteó Steven.
—¿Es posible que contrataran a personal externo? —le preguntó Michael.
Steven le respondió asintiendo con su cabeza un par de veces.
—Entonces: están usando mercenarios... Es igual que aquella vez en Alaska —dedujo Michael entre dientes.
—Nos han estado siguiendo desde que salimos de Estados Unidos ¡Es posible que ya hayan montado una trampa aquí! ¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Armony asustada.
—En primer lugar, permanezcamos en una área pública y no nos separemos, tal vez no se atrevan a hacer ningún movimiento que llame la atención de las autoridades holandesas —fue la fría, aunque tensa respuesta que Michael dio, en un débil intento de no desencadenar los acontecimientos y ganar algo de tiempo para pensar en que hacer; sin embargo, el brusco cambio en la actitud del grupo, alertó a Valery:
—Descubrieron a tus hombres, Ryker; estoy segura. ¡Ordénales que entren en acción antes de que puedan planear algo!
—Estoy de acuerdo —le respondió el paramilitar líder al advertir lo mismo que ella... y su orden fue terminal—. A todas las unidades: ¡Capturen al objetivo de inmediato!
En ese momento los tres automóviles del Escuadrón comenzaron a cercar la zona para así bloquear cualquier potencial vía de escape...
Dos de los vehículos cortaron una de las salidas del puente. Los cuatro hombres, que iban en ellos, se bajaron y comenzaron a caminar hacia el grupo con una actitud claramente amenazante... Su única instrucción era secuestrar a Steven a como diera lugar, y la iban a cumplir.
En ese instante el tercer automóvil, conducido por Erick, comenzó a acercarse desde el otro lado del puente para completar el cerco y asegurar la captura.
—Esos individuos lucen peligrosos, apuesto a que se encuentran armados y, ¡ya vienen hacia nosotros! Nos acorralaron... ¿Cómo escaparemos ahora? —preguntó Daphne asustada.
—¡¡Vamos hacia esa lancha!! —exclamó Issadora señalando a la misma hermosa lancha que había visto antes y que ahora se encontraba amarrada en un pequeño embarcadero, a los pies del puente.
Sin demora ni más opciones, se encaminaron por una pequeña rampa lateral, paralela al puente y que descendía desde su punto medio justo hasta el amarradero.
Una vez allí, todos se subieron a la lancha...
Michael y Steven soltaron sus cuerdas de anclaje mientras que Issadora tomaba el timón.
—Issadora, ¿qué estás haciendo? Nunca pensé que supieras pilotar lanchas —le planteó Armony.
—¿Qué, acaso, no lo dijiste tú misma, hace un rato, cuando comentaste que te acordabas la manera tan arriesgada en la que yo timoneaba? —le respondió Issadora sorprendida por su comentario.
—Pero... ¡¡eso fue cuando eras Ariadna!! —exclamó Armony sobresaltada y Michael le recordó:
—No te preocupes, es igual a cuando tú pudiste tocar el piano con la misma maestría con la que lo hacías cuando fuiste Melody.
—Recuerdo esto de mi vida anterior como si hubiera sido ayer; te lo aseguro, hermana... Ten fe en mí —sostuvo Issadora con una gran sonrisa de confianza—. ¡¡Sujétense todos!! —gritó, y de inmediato aceleró a fondo la embarcación, que, haciendo rugir sus poderosos motores gemelos de alta cilindrada, salió disparada del puerto como si fuera un auténtico torpedo.
En cuestión de segundos, la veloz embarcación comenzó a alejarse de los hombres de Ryker...
—El objetivo está huyendo en una lancha potente, es amarilla, de clase deportiva, y está siendo pilotada por la mujer pelirroja —reportó Erick por su radio mientras trataba de seguirla por las calles de la ciudad.
Una frenética persecución anfibia acababa de comenzar... y no tendría cuartel.
—¡Miren! Ese es uno de sus vehículos, y no nos pierde el rastro. El conductor parece muy bueno —señaló Steven al ver el automóvil manejado por Erick viajando casi paralelo a ellos.
—¿Sí? Veamos que tan hábil es entonces; voy a ponerle un desafío a su destreza —dijo Issadora, quien ya parecía totalmente poseída por la fuerte y temeraria personalidad de Ariadna.
Al llegar a un cruce, y con un rápido golpe de vista, observó el sentido de circulación de los autos y tomó rumbo justo en la dirección contraria...
«¡Maldita mujer!», pensó Erick al ver lo que pretendía Issadora: forzarlo a ir en contra del tráfico urbano.
Sin importarle lo angosta que era la vía ni el peligro de un choque frontal, Erick tomó la calle a contramano y a toda velocidad para no perderla...
—No vas a ganarme —dijo susurrando concentrado.
—¿Qué está pasando, Erick? —le preguntó Valery por la radio al escucharlo.
—¡El objetivo se me está escapando! ¡¡Eso pasa!!... Apenas puedo seguirlo —le respondió Erick mientras esquivaba a los autos y motos que se encontraba en su camino, mismos que circulaban hacia él con total normalidad... hasta que, entre furiosos bocinazos, se escuchó el ensordecedor chirrido de los neumáticos de su auto sobre el pavimento, cuando se vio obligado a clavar los frenos de súbito, justo delante de un pequeño camión que le fue imposible esquivar, y con el que casi chocó de frente.
—¡¡La perdí!! —gritó Erick por la radio mientras que, frustrado, golpeaba con ambas manos el volante.
—Nunca pensé que volvería a verte pilotar así —le confesó Armony a Issadora, sorprendida por la gran habilidad que mostraba nuevamente su hermana.
Mientras tanto, en el puesto de control móvil, Ryker y Valery solo seguían escuchando malas noticias:
—¡Aquí unidad dos! El tráfico nos retrasa... ya no vemos a la lancha, el objetivo quedó fuera de rango.
Y solo unos segundos después:
—Unidad tres a punto de perder el rastro. Llegamos a un camino sin salida. Objetivo perdido.
—¡Se nos escaparon, Ryker! —le gritó Valery furiosa.
—No tan rápido. ¡Desplieguen a los drones aéreos, y busquen a esa lancha desde el aire! —ordenó entonces Ryker.
Rápidamente, tres drones equipados con cámaras de largo alcance y dispositivos con tecnología especial para operaciones de seguimiento y captura, despegaron; y salieron de la camioneta con un patrón de abanico, en direcciones separadas para así cubrir mejor toda la ciudad.
Los hombres del escuadrón Centurión los controlaban desde allí mismo, usando sus estaciones computarizadas...
—Esos drones están enlazados a los GPS de los automóviles, podremos seguirlos en tiempo real, en cuanto los encontremos... y ya no se nos van a escapar de ningún modo —concluyó Ryker.
Creyendo inocentemente que el peligro se había disipado, a bordo de la lancha el ambiente era de alegría:
—Buen trabajo, Issadora —le dijo Steven impresionado.
—Siempre pilotaste lanchas mejor que yo —agregó Michael apoyando su mano en el hombro de la joven a modo de felicitación.
—Gracias... —les respondió ella sonrojándose y sonriendo de una manera tímida y orgullosa a la vez; no estaba muy acostumbrada al reconocimiento de otros, sus logros usualmente los celebraba en soledad.
El momento de extrema tensión que se había vivido en la rápida embarcación, había sido reemplazado por uno de felicidad; circulando ahora a una velocidad normal, todos se estaban relajando ya... Sin embargo, muy pronto, eso cambiaría:
—¿Qué es esa cosa que está allí? —preguntó Armony extrañada y señalando hacia el cielo.
—Parece un dron —le respondió Daphne mientras lo enfocaba con el teleobjetivo para largo alcance de una de sus cámaras.
—Los tengo localizados, señor —informó en ese momento a Ryker el piloto del pequeño vehículo de seguimiento.
—Excelente. Ahora, envía la posición del dron a los automóviles para que retomen la persecución de inmediato, y acércate todo lo que puedas a esa lancha para que las coordenadas sean lo más precisas posible... y no la pierdas por nada del mundo —le ordenó Ryker.
—Sí, señor —respondió el piloto, he hizo descender rápidamente su aeronave, ubicándola a veinte metros por detrás de la lancha y a solo cinco metros por encima de ella.
—Son ellos, nuevamente —dijo Steven preocupado—. Ese dron debe estar trasmitiendo su ubicación... y la nuestra por lo tanto. Los vamos a tener encima, en cualquier momento. Estos comandos están bien equipados —agregó.
—Tú eres un buen tirador. ¿Por qué no le disparas y lo derribas? No está tan lejos —le preguntó Daphne.
—Porque no tengo mi arma, no podía viajar con ella usando una identidad falsa, hubiera tenido problemas en los aeropuertos, así que, cuando estábamos en Japón, la envié por correo a Austria, anticipando que en algún momento iríamos hasta allí y la recogería —respondió él ofuscado y descartando la sugerencia de ella; sin embargo, la pregunta le dio una idea:
—Dime, Daphne, ¿llevas en tu bolso el arma de electrochoque que te regalé?
—¿La pistola eléctrica? Sí, por supuesto, la llevo siempre conmigo, como me lo indicaste —respondió Daphne—. ¿Piensas dispararle con ella al dron? —le preguntó entusiasmada mientras hacía el ademán de agacharse para sacar el arma de su bolso.
—¡Quieta, Daphne! —le dijo Steven, sorprendiéndola, al tiempo que la tomaba con fuerza del brazo— No saques tu pistola del bolso; ese dron está equipado con una cámara; si el piloto ve el arma, deducirá mi plan y se alejará...
Así, Daphne apenas entreabrió su bolso para que Steven viera la posición del arma con toda claridad.
—¡Issadora!, no cambies la velocidad y toma por ese canal —le indicó Steven señalando hacia uno que tenía un tramo largo y recto, y que era perfecto para lo que tenía en mente.
En cuanto la lancha comenzó a navegar por la vía de agua, Steven le ordenó:
—¡Acelera ahora a toda potencia! Conduce lo más recto que puedas... y no te detengas hasta que yo te lo diga. Quiero que el piloto crea que pretendemos dejarlo atrás.
Issadora obedeció, y aceleró nuevamente al máximo; los motores de la veloz lancha volvieron a rugir con toda su furia.
—¡Qué ilusos! Tratan de huir de nosotros. Síguelos manteniendo la misma distancia —le dijo Ryker a su hombre, sonriendo confiado y sabiendo que el maniobrable dron no los perdería.
—Bien —susurró Steven satisfecho, al ver que el pequeño vehículo aéreo igualaba la velocidad de la lancha—. La pistola que te compré dispara un par de dardos que se unen al arma mediante dos cables —le comentó a Daphne—. El alcance de los cables es de siete metros y medio; ese dron está como a veinte metros de distancia. Necesito que se acerque más a nosotros para poder acertarle —agregó mientras esperaba el momento oportuno...
—¿Lista para detenerte, Issadora?
—¡Lista!
—Sujétense todos y... ¡¡¡Ahora!!! —gritó Steven e Issadora cortó de inmediato toda la potencia de los motores; la lancha desaceleró bruscamente, y en pocos metros quedó flotando, estática, en medio del canal.
Todos a bordo sintieron la sacudida en la maniobra y perdieron, apenas por un instante, el equilibrio... recuperándolo casi de inmediato.
El hábil piloto del escuadrón Centurión fue tomado desprevenido y, por más rápido que reaccionó, detuvo el dron a escasos cinco metros de la lancha, sin entender que era lo que había pasado.
En ese momento el tiempo pareció ralentizarse para todos...
Steven introdujo su mano en el bolso de Daphne y la sacó empuñando el arma eléctrica.
Durante ese fugaz instante que demoró Steven en apuntar la pistola hacia el pequeño vehículo, el cual flotaba ingrávido frente a él, el piloto lo entendió todo: había caído en una trampa.
Trató entonces de realizar, de manera espasmódica, una acción evasiva con su aeronave; al mismo tiempo, Steven disparaba...
Los dos dardos cruzaron el aire a toda velocidad, como si fueran un par de pequeños misiles buscando su objetivo mientras el dron se inclinaba sobre su eje.
Uno de los proyectiles falló por muy poco, rebotando en la estructura del pequeño vehículo aéreo; sin embargo, el otro, pasó casi rozando el centro de una de las cuatro hélices del aparato que, de inmediato, quedó enredándose en su cable de corriente y terminó trabándose completamente.
Al perder uno de sus propulsores, y con ello toda su estabilidad, el drone se precipitó en el canal como si fuera una pesada piedra.
Steven arrancó el cartucho descartable del arma y lo arrojó al agua para que se hundiera junto con el artilugio volador.
—¡Ahora, Issadora. Sácanos de aquí cuanto antes! Tenemos que alejarnos lo más que podamos de este área —exclamó nuevamente Steven, y la lancha comenzó a huir de la zona rápidamente.
Pasaron así unos tensos segundos en los que no hubo ninguna señal de sus implacables perseguidores...
—Esta vez sí que los perdimos. No los veo por ningún lado —dijo Daphne feliz... pero sus palabras se vieron ahogadas en cuanto las pronunció.
De un callejón, surgió a toda velocidad, uno de los automóviles de sus enemigos.
—Uno de ellos nos acaba de encontrar —advirtió Steven con preocupación.
En ese instante apareció otro de los autos por una calle distinta, sumándose así al primero, que no les perdía el rastro—. ¡Ahora son dos!
Issadora aceleró más aún, llevando a su embarcación al límite...
La deportiva lancha demostraba ahora su gran agilidad, y la mujer que la piloteaba hacia gala de toda la habilidad que había cultivado en su anterior vida, como Ariadna: navegando a toda velocidad mientras esquivaba a las embarcaciones que se le cruzaban, atravesando por debajo de puentes por más pequeñas que fueran sus arcadas y girando en ángulos de noventa grados sin bajar su velocidad.
—En unos momentos más los voy a perder. Estos sujetos no van a ser mejores que yo... ¡Se metieron con la mujer equivocada! —afirmó Issadora mostrando así como el carácter competitivo y desafiante de Ariadna ya se había apoderado por completo de su personalidad.
Y tal como lo había dicho, luego de pasar por debajo de algunos puentes más y doblar en un par de cruces extra, consiguió nuevamente dejar atrás a sus perseguidores, y burlarlos.
—¡Bien hecho, Issadora! o mejor dicho, Ariadna. Sin duda conservas tu estilo; continúas siendo igual de salvaje en el agua a como te recuerdo —la felicitó Armony, Issadora sonrió contenta al escuchar esas palabras provenir de su hermana y con ese cariz...
Sin embargo, y una vez más, el triunfo fue apenas fugaz y se vio ofuscado por la repentina aparición de sus persistentes cazadores.
—¿Cómo es que nos encuentran tan rápido? —se quejó Issadora acelerando otra vez y retomando la frenética huida.
—¡Son esos malditos drones! Nos están siguiendo nuevamente, allí puedo ver a dos más —le respondió Daphne al divisarlos en lo alto del cielo con su cámara, justo encima de ellos.
Los hombres de Ryker esta vez dirigían sus dos drones restantes desde una distancia segura.
—Ya no tenemos manera de derribarlos. Esta vez no vamos a poder escapar de ellos... a menos que los forcemos a alejarse lo suficiente de sus estaciones base para que se queden fuera del alcance de control de sus pilotos —señalo Michael.
—Podríamos lograrlo si salimos a mar abierto —sugirió Steven—... El Noordzeekanaal se conecta directamente con el Mar del Norte, solo tenemos que llegar hasta él.
—¡Alguien va a tener que guiarme! No tengo idea de como salir de este laberinto de canales —exclamó Issadora mientras timoneaba sin detenerse.
—Voy a usar mi teléfono como si fuera un GPS integrado a la lancha, yo te guiaré —le dijo Steven al tiempo que manipulaba su móvil activando la geolocalización del mismo.
—El objetivo está cambiando su patrón de huida, pareciera estar siguiendo una ruta —reportó Erick, al notar que las caóticas y azarosas maniobras de Issadora habían cambiado ahora por un patrón más ordenado.
Steven estaba dirigiendo el escape hacia el canal central, y esto fue rápidamente descubierto por Ryker:
—Están usando sus teléfonos celulares para guiarse. Creo que tratan de llegar al Canal del Mar del Norte... para luego salir al mar.
¿Qué alcance tienen nuestros drones? —le preguntó a sus hombres:
—Me temo que no el suficiente, señor; si logran salir a mar abierto, los perderemos definitivamente —le respondió uno de ellos.
—Vamos a impedírselo entonces... Quiero ver la disposición del sistema de compuertas fluviales de toda la ciudad —ordenó Ryker—. Las utilizaremos para bloquearles cualquier ruta de escape.
A los pocos segundos, uno de sus hombres, el más experto en violación de sistemas informáticos, consiguió acceder al sistema de computadoras ubicadas en la torre Montelbaanstoren, sede del control de niveles hídricos de Amsterdam:
—Señor, aquí tiene la información que solicitó —le dijo mientras se desplegaba en el monitor de su estación un completo mapa de la ciudad, en el cual veían todas las compuertas disponibles en la urbe: las principales, que se podían activar por vía remota, aparecían destacadas con marcas verdes, y las de menor importancia, que solo se podían operar de manera local y mecánica, en color rojo.
Ryker examinó cuidadosamente el mapa, trazando en su mente las posibles rutas de escape que debían bloquear:
—¿Podemos manejar las compuertas de manera remota, desde aquí? —le preguntó a su experto.
—Solo las de color verde, señor; las rojas únicamente se operan localmente, in situ.
—Bien, no hay problema, tenemos el mismo control que las autoridades holandesas entonces. Quiero que cierres estas de aquí y aquí... y estas otras también —indicó Ryker seleccionando un conjunto de compuertas en el mapa—.
También quiero que coordines a nuestros tres vehículos, y les envíes la ubicación de estas otras compuertas a sus GPS —agregó señalando varias más—. Que los comandos las cierren manualmente para así cortarles el paso.
De este modo, Ryker comenzó con su ataque definitivo.
Una tras otra, las barreras fluviales de los canales comenzaron a ser cerradas por los hombres de Ryker que, de ese artero modo, le iban impidiendo el avance a la lancha por diversos puntos.
—Pero ¿qué es lo que está ocurriendo? No lo entiendo —manifestó Issadora sumamente extrañada—. Cada vez nos topamos con más canales bloqueados... aunque parece que ya no nos siguen.
—Es porque están ocupados cerrando las compuertas fluviales para bloquearnos, es por eso que no los vemos persiguiéndonos... nos están encerrando —le respondió Steven mientras trataba de trazar nuevas rutas de escape lo más rápido que podía, pero Ryker pasó a la etapa final de su plan:
—Acerquen los drones a distancia de supresión y activen los inhibidores de señales radiales. Vamos a dejarlos sin sus mapas virtuales y aislarlos en esa lancha —les ordenó a los pilotos de las aeronaves.
—¿Usarán bloqueadores de celulares? ¿Qué, acaso, esa clase de interferencia no va a dejar a los comandos en los autos incomunicados también? —preguntó Valery.
—No, para nada. Nuestros transmisores operan en unas bandas de frecuencias muy diferentes —le respondió uno de los operadores...
Pocos segundos después, la exótica tecnología del escuadrón Centurión se hizo notar:
—Perdí la señal de mi teléfono —manifestó Steven sorprendido.
—Yo también —le confirmó Michael, igualmente desconcertado.
—Esos drones que nos siguen... deben tener agregado algún tipo de dispositivo inhibidor de señales. Cuando serví en el ejército eran apenas prototipos en desarrollo. Estos sujetos tienen equipamiento militar avanzado —consideró Steven con evidente preocupación.
—Estoy completamente perdida, no sé por donde ir —se quejó Issadora, muy desorientada ya, mientras continuaba navegando... ahora, sin un rumbo determinado.
Hasta que, en un momento, luego de atravesar una compuerta y avanzar un poco más, bajó la velocidad de la lancha abruptamente, casi deteniéndola del todo.
—¿Qué pasó, Issadora... por qué paras? —le preguntó Steven.
—Creo que estamos en una especie de gran estanque artificial, no veo una salida por ningún lado —contestó ella mientras hacia virar la embarcación, describiendo un semicírculo por el centro de la cuenca acuífera.
Issadora tenía razón, habían llegado a un pequeño lago interno de la ciudad, el cual tenía aproximadamente cien metros de diámetro.
No había ninguna embarcación navegando por allí en ese momento; en un sector de su margen, como a unos cincuenta metros de distancia, se podía apreciar un gran embarcadero y allí se encontraban atracados varios botes recreativos de muy diferentes tipos.
La única salida, por vía acuática, de ese lugar era por donde habían entrado...
—¡Tenemos que irnos de aquí! —exclamó Armony al ver, en ese preciso instante, como uno de los vehículos que los habían estado persiguiendo se detenía a lo lejos.
Se trataba del auto conducido por Erick, quien había sido el primero en llegar:
—Los tenemos —reportó el comando por su radio al tiempo que se dirigía hacia una gran rueda metálica, con aspecto pesado, de medio metro de diámetro, y que mediante un antiguo, aunque sólido, sistema de engranajes controlaba manualmente la compuerta de acceso al lago...
Segundos después comenzó a cerrar la única vía de escape que le quedaba a la lancha.
—Ese maldito nos está cerrando la salida. ¡¡Sujétense!! —gritó Issadora, y sin pensarlo dos veces, aceleró la veloz embarcación, enfilándola directamente hacia la compuerta.
La lancha salió así disparada con toda su potencia... aún podía lograr escapar; sin embargo, su advertencia llegó demasiado tarde para Steven que, en el brusco movimiento, fue derribado y cayó por la borda, directo al agua.
—¡¡¡Steven!!! —gritó Daphne al verlo caer, e Issadora detuvo la nave nuevamente.
El tiempo pareció congelarse para todos. Steven no podría escapar nadando, y el simple acto de volver con la lancha por él y subirlo nuevamente abordo, le daría tiempo de sobra a Erick para cerrar completamente la compuerta del lago, bloqueándoles de ese modo la salida.
El objetivo del escuadrón Centurión se encontraba completamente a su merced...
—Toma el timón, Michael —dijo Issadora.
—¿Qué piensas hacer? —le preguntó él.
—Confía en mí, salvaré a Steven... te lo prometo. Tú solamente saca a esta lancha de aquí antes de que se cierre esa compuerta —definió sin dar lugar a una discusión, saltó por la borda y comenzó a nadar hacia Steven.
Michael debía confiar en Issadora, no le quedaba otra opción. Obedeciéndole y tomando el timón, aceleró la embarcación sin saber si lograría pasar o no por el estrecho espacio que ya quedaba...
A la compuerta solo le tomaría unos pocos segundos más el estar cerrada lo suficiente como para impedir el paso de la lancha.
—¡No vamos a pasar, Michael! Mejor volvamos, saquemos a Issadora y a Steven del agua, lleguemos a la orilla... y tratemos de escapar a pie —le sugirió Armony sumamente turbada por la situación.
—Sería inútil. Nos rodearían en segundos: tienen automóviles, son más que nosotros, y seguramente... están armados —le respondió Michael apretando los dientes—. ¡Vamos a lograrlo! Además, confío en tu hermana; lo vi en sus ojos, tenían el mismo brillo que los de Ariadna cuando se proponía algo.
Al ver la lancha aproximarse, Erick comenzó a girar la rueda de control lo más rápido que podía...; empezó a respirar agitado mientras transpiraba y los músculos de sus brazos se calentaban por el tremendo esfuerzo:
«De aquí no saldrá nadie hasta tanto no completemos nuestra misión de captura», pensó dándose ánimos...
Michael, por su lado, llevaba a los motores de la embarcación a su límite de potencia, conduciendo justo hacia el centro de la pequeña brecha que aún dejaba la compuerta... y segundos después, la lancha la atravesó, casi rozándola con sus bordes, para luego alejarse a toda velocidad.
—El objetivo cayó al agua junto con una de las mujeres, los demás continúan huyendo en la embarcación —alcanzó a reportar Erick por su radio, aunque estaba casi sin aire y muy agitado...
—Lo estamos viendo todo. La mujer no me interesa. Procede con la captura del objetivo, y olvídate de los demás —le respondió Ryker.
En ese momento Issadora llegó junto a Steven:
—¿Se puede saber qué crees que estás haciendo? —le preguntó él ofuscado y criticándola, casi como si fuera un reto.
—¿Qué no es obvio, acaso? Vengo a rescatarte —respondió ella con un marcado aire de autosuficiencia.
—¿Tú me rescatarás a mí, Issadora? —repreguntó él enfatizando ambos pronombres al pronunciarlos.
—Por favor, no me salgas ahora con un comentario machista, Steven; este, de verdad, no es el momento oportuno...
—¡¿Machista?! ¡Estamos encerrados en esta laguna!... ¿Cómo supones que vamos a escapar? En cuanto nademos hasta la orilla, nos van a atrapar —le recalcó él muy irritado—. Esos hombres son comandos entrenados y bien equipados.
Se acabó, Issadora... es un hecho. ¡Nos derrotaron!
Un soldado debe saber cuando rendirse.
—A mí no me derrotaron todavía —le contestó ella enojada y reprochando su actitud—. ¿Ves aquél bote inflable de allá... Ese que está amarrado en el muelle? —señaló.
—¿Cuál? ¿El que tiene esa especie de ala delta montada encima?
—¡Sí, ese justamente! Se trata de un bote inflable volador; es similar a un avión ultraliviano anfibio, y lo vamos a usar para salir de aquí: volando, obviamente —sentenció ella, y lo hizo con la firmeza propia de un comandante que insta a un subordinado a continuar luchando sin detenerse, a pesar de la adversidad—.
¡Ahora, empieza a nadar... y no te conviertas un estorbo para mi plan!; ya es bastante con tener que lidiar contra esos sujetos.
Sin poder argumentar, ni hacer sugerencia alguna, Steven optó por guardar silencio y seguir las órdenes que le daba Issadora.
Comenzaron así a nadar lo más rápido que podían...
—El objetivo trata de llegar al puerto, procederemos a interceptarlo de a pie. ¡Cerquen la zona! —les ordenó Erick a sus subalternos por la radio.
Segundos después, los seis hombres del escuadrón Centurión, como si fueran una jauría de lobos cazando una presa, coincidieron juntos en distintos puntos del embarcadero, y fue casi al mismo instante en que Issadora y Steven llegaban hasta la pequeña aeronave flotante.
—Tú, sube en el asiento de atrás, Steven. Yo lo pilotaré desde el frente.
—¿Qué tramo de recorrido necesita esta cosa para levantar vuelo, Issadora?
—No mucho, recuerdo haber despegado varias veces con algunos de estos en las playas del Caribe... siendo Ariadna, claro —dijo sonriendo y guiñándole un ojo mientras arrancaba el motor de la aeronave. Steven, por su lado, tragó saliva y se sujetó lo mejor que pudo a su asiento.
—Señor, parece que están tratando de escapar... volando. Han abordado una especie de bote adaptado para vuelos recreativos. Es todo lo que se puede ver desde aquí —le informó a Ryker uno de sus pilotos de dron basándose en su perspectiva casi cenital.
—¡Es un tipo de ultraliviano anfibio! —gritó Erick, especificando, al tiempo que corría por el muelle hacia ellos para tratar de evitar lo que, ya suponía, intentarían hacer.
—No es posible que escapen en eso —cuestionó Ryker exaltándose por el inesperado giro de la situación—; no tienen el espacio suficiente para un despegue.
—Tal vez lo tengan, señor. Ese tipo de vehículos son muy versátiles, los conozco... he volado en algunos —le respondió otro de sus pilotos.
Issadora aceleró el motor del ultraliviano a régimen pleno mientras lo sujetaba amarrado, y recién entonces soltó la cuerda que lo mantenía unido el muelle.
El pequeño bote comenzó a desplazarse rápidamente en dirección hacia la compuerta de salida, que era el punto más distal, tomando cada vez mayor velocidad...
A medida que avanzaba, empezaba a rebotar sobre la superficie lacustre, y las puntas de sus alas comenzaban a vibrar al compás de los saltos...
Steven estaba haciendo un tremendo esfuerzo por ocultar su temor ante Issadora. Él nunca había volado en ala delta en toda su vida, y este vehículo le parecía algo... frágil; aunque, en realidad, no lo era para nada.
En ese momento el bote llegaba al centro del lago, y a pesar de iba ya con algo de velocidad, todavía no daba signos de poder despegar del agua...
—Nos vamos a estrellar contra la compuerta de salida —advirtió Steven.
—Solo necesitamos un poco más de velocidad y saldremos de aquí... ten algo de fe —le respondió Issadora impertérrita, a pesar de que ella también veía claramente como se acercaban con rapidez al final de su improvisada pista acuática.
Así, los segundos finales comenzaron a pasar más lentos que nunca para todos: Erick y los demás operativos que estaban junto a él, contemplaban la escena desde el puerto, sin poder hacer nada más. Desde el puesto de control, las miradas se concentraban en los monitores de los drones, los cuales registraban todo desde el cielo...
—No lo van a conseguir, se van a estrellar —opinó Valery al ver los escasos treinta metros que les quedaban de recorrido.
Issadora, sin embargo, no cedía ni un ápice, redoblando su apuesta a cada momento. Concentrada al máximo, trataba de sentir, con sus manos apoyadas en la barra de control del ala delta, el flujo de aire necesario para conseguir la sustentación que le permitiese elevarse.
La velocidad del bote era ya bastante alta y aún así, parecía que no bastaría...
Ante la inminente colisión, Steven se preparó para lo peor... pero, en ese instante, una ráfaga de viento, salida de la nada, embistió justo de frente al bote:
—¡¡¡Ahora sí!!! —exclamó Issadora, y cambiando el ángulo de ataque del ala delta, intentó despegar del agua... y lo logró.
El ultraligero levantó vuelo, planeando como un ave, y sorteó la compuerta que bloqueaba la salida del lago por escasos centímetros.
Así, la audaz joven se salió finalmente con la suya, escapó de sus perseguidores, y esta vez, de una manera definitiva; consiguiendo arrebatarle a la corporación Rottweiler su presa, prácticamente, de entre sus garras...
Sus impotentes cazadores solo pudieron atinar a contemplar como se alejaba de ellos, por los cielos:
—¿Los seguimos, señor? —le preguntó uno de los pilotos de dron a Ryker.
—No, sería inútil —respondió él serio, teniendo que contener toda su furia debido la frialdad que su puesto le imponía—. Volando en esa cosa pronto saldrán fuera del alcance de nuestros drones:
Abandonen la persecución. Que regresen todas las unidades al puesto de comando. Por ahora, se nos han escapado...
Veinte minutos después, Issadora y Steven aterrizaron en una pequeña y pintoresca laguna que estaba formada en medio de un campo de tulipanes cercano a un pueblo rural; todo ubicado al norte de la capital holandesa.
Desde allí, llamaron por teléfono a Michael y aguardaron cerca de una ruta a que los fuera a recoger en un automóvil rentado para llevarlos luego a una zona segura...
Esa noche, todos juntos, y ya mucho más relajados, fueron a un parador de ruta para celebrar la asaña del día transcurrido.
Allí decidirían la estrategia a seguir a partir de ahora:
—Creí que la Corporación no podría rastrearnos con los pasaportes falsos que nos dio Hansuke —mencionó Armony.
—Tal vez nos estuvieron siguiendo desde que salimos de la casa de Issadora —teorizó Michael.
—Ninguno de estos hombres pertenecen a la Corporación, de eso estoy seguro; si así fuera, por lo menos habría visto alguna vez a uno de ellos —afirmó Steven mientras miraba las fotos que les había tomado Daphne.
—Eso es porque pertenecen a un grupo de mercenarios conocido como el escuadrón Centurión —reveló Michael—. Acaba de llegarme un mensaje de Dylan; los pudo identificar gracias las fotos que Daphne tomó de ellos luego de cruzarlas con nueva información procedente de las bases de datos de la corporación Rottweiler.
Me dio a entender que, el día de la intrusión, ademas de robar varios datos, logró instalar en los servidores de la Corporación algunos programas de los conocidos como spyware, los cuales le han permitido acceder nuevamente a sus bases de datos; pero ahora, sin usar la tarjeta chip de Sylvia y por ende, sin ser detectado.
—El escuadrón Centurión... Había escuchado de ellos, aunque nunca los había visto. Solo sé que han sido contratados en contadas ocasiones por la Corporación, y siempre ha sido para operaciones clasificadas como encubiertas —comentó Steven.
—Aquí tengo las fotos de todos los miembros de ese escuadrón. Este hombre es su líder, se llama Ryker —dijo Michael exhibiéndole la pantalla de su teléfono celular a los demás.
Este otro es su lugarteniente —agregó a continuación mostrándole la foto nuevamente a todos... pero deteniéndose en Steven, a quien se quedó mirando fijamente y a los ojos.
—¿Por qué me miras de ese modo, Michael? —le preguntó Steven desconcertado.
—El nombre de este hombre es Erick Strand. A él pertenece el expediente clasificado que fuimos a buscar a América.
Con todos los indicios que tenemos, y como rastreador que soy, estoy prácticamente seguro de que se trata de la reencarnación de Peter; me baso en tres elementos:
Primero, su edad coincide perfectamente con la fecha de muerte de tu hermano, lo cual sería compatible con un regreso inmediato.
Segundo, en esta vida se encuentra relacionado con la Corporación, y por lo tanto, con la caja de música. Eso es una clara evidencia de continuidad con su vida anterior, según lo relatado por Armony.
Y tercero y último, las palabras del Oráculo del Dragón parecen confirmarse a rajatabla: tiene un puesto de importancia y es un militar sin escalafón, o sea... un mercenario.
Steven lo meditó por un instante y recordó:
—También Sakura dijo que yo fracasaría en encontrarlo, pero que eso sería necesario para que él me encontrase finalmente a mí.
Es muy posible que la Corporación haya recurrido a este grupo de mercenarios para mantener su anonimato durante mi secuestro, y eso lo desencadenamos con el incidente ocurrido en Estados Unidos.
Michael expuso entonces una arista extra a considerar:
—No podemos descartar tampoco que la Corporación llegase a la misma conclusión que nosotros, y que a esta altura ya sepan que Erick es la reencarnación de Peter; podrían estar buscando que su contacto físico contigo lo despierte —le planteó a Steven.
En ese instante la camarera se acercó a la mesa con los pedidos de cada uno de ellos, y los sirvió...
Cuando la mujer se retiró, Issadora tomó unas papas fritas, y mientras las comía, aprovechó para molestar a Steven:
—Es la segunda vez que las fotos de Daphne fueron de gran ayuda hoy... ¿No piensas decirle nada, Steven? Una disculpa en este momento estaría muy bien —le dijo echándole en cara las veces que él le había reprochado el tomarlas.
Steven la miró de reojo, prefirió ignorarla y contarles a todos lo que sabía del escuadrón Centurión:
—Nos enfrentamos a un grupo de hombres altamente capacitados, casi todos con algún grado de entrenamiento en la milicia. Cuando la Corporación los ha contratado siempre lo ha hecho para colaborar en sus operaciones más secretas, como personal de apoyo externo o para mantenerse en el más absoluto anonimato: son profesionales de élite...
No hay mucho más que decir de ellos; hoy los vimos en acción: usan alta tecnología, actúan como auténticos comandos militares y, dado su anonimato, no le temen a la exposición pública.
No puedo anticipar su modus operandi, solo puedo concluir que la Corporación planea ser mucho más temeraria esta vez, es por eso que ha recurrido a estos mercenarios...
—Y te buscan solamente a ti —le destacó Daphne tomándolo de la mano y con expresión preocupada—. Ni siquiera intentaron seguirnos cuando quedaste flotando en el agua.
—Creo que tenemos que decidir, y con mucho cuidado, que vamos a hacer a partir de ahora... ¿Vamos a ir hacia el norte, a indagar sobre el pasado de Armony; o vamos ir hacia el este, en busca de la madre de Steven? —planteó Issadora.
—Vamos a hacer ambas cosas al mismo tiempo —le respondió Michael, que ya había estado pensando en todo ello:
—El continuar viajando juntos nos va a poner en una posición demasiado visible y muy fácil de rastrear, principalmente en los controles fronterizos de los países que debemos atravesar.
Por otro lado, al viajar en grupos menores, podremos avanzar en ambos asuntos al mismo tiempo.
Armony, Issadora y yo vamos a ir a Suecia, mientras que Steven y Daphne van a viajar hacia Austria... ¿Qué les parece?
Todos estuvieron de acuerdo.
Mientras Michael ultimaba los detalles de su plan con los demás, muy lejos de allí, en la Central de la corporación Rottweiler, Sylvia también calculaba sus siguientes movimientos.
En ese preciso instante mantenía una videoconferencia con Ryker y Valery, quienes le acababan de reportar todo lo acontecido durante el día:
—Tal vez me equivoqué al confiarle esta operación a ustedes dos. Esperaba mucha más eficiencia, sobre todo de ti, Ryker. Tú y tus hombres fueron burlados por una simple florista; una jovencita, sin ninguna clase de entrenamiento ni preparación para situaciones de este tipo, los dejó en un absoluto ridículo... Estoy sumamente decepcionada y ustedes deberían estar avergonzados —les enfatizó Sylvia—.
Ahora, quiero hablar a solas con Valery —agregó, y desactivó la videoconferencia para mantener una breve conversación secreta con su segunda al mando:
—¿Estamos en un canal privado, Valery?
—Sí, solo audio y por mi móvil.
—Bien, porque lo que voy a decirte es solo para tus oídos. Estuve evaluando los posibles motivos para este viaje hacia Europa que hizo Steven acompañado por Armony y los otros... y llegué a dos posibles conclusiones, ambas son de nuestro interés:
La primera, sería que Steven esté tras alguno de sus familiares... de ser así, es importante dejar que intente encontrarlo sin interferir con él. Si lo logra, esa persona podría luego servirnos para que Erick despierte a su vida anterior, lo cual sería muy útil en el caso de que algo nos saliera mal con Steven.
La segunda, sería que Armony se dirija tras sus recuerdos como Melody. Cuando la tuve cautiva, ella argumentó tener un despertar parcial; su memoria se encontraría fragmentada a causa del sello del olvido, el cual bloquea sus recuerdos. Es posible que esté intentando reconstruir su vida pasada con lo poco que recuerda...
Sé que, cuando morí junto con Melody en aquel naufragio, el barco en el que viajábamos, y donde vi por última vez la caja de música, regresaba de Suecia, por lo tanto, es muy posible que allí encontremos valiosa información sobre su ubicación actual.
—Creo que, entonces, deberíamos de optar por desplazar toda nuestra operación hacia Suecia y seguir a Armony.
Es el camino más directo que tenemos a nuestro objetivo principal: la caja —opinó Valery.
—¡No! —fue la respuesta tajante de Sylvia—. Yo personalmente cubriré esa posibilidad. Estoy mucho mejor calificada que Ryker y que tú juntos para actuar allí.
La Corporación tiene contactos con algunas organizaciones aliadas que operan por toda Europa... Ya estoy en tratativas con miembros de la sociedad Íbice; con ellos conseguiré el personal y el equipo necesario para actuar en la región nórdica del continente —concluyó.
Íbice era una sociedad ocultista muy secreta, creada a finales de la segunda guerra mundial.
Fue conformada en sus comienzos por miembros del, para ese entonces recién caído, régimen nazi avocados a temas paranormales, en conjunto con espías y científicos; y enriquecida, a posteriori, por investigadores y psíquicos, provenientes en su mayoría del final de la Unión Soviética, en 1990.
La sociedad Íbice se enfocaba plenamente en todo lo relacionado con las almas y el más allá.
Era frecuente que colaborara con la corporación Rottweiler, con quien tenían fuertes vínculos, dándole apoyo de todo tipo y siempre dentro del territorio europeo.
Acto seguido, Sylvia reactivó la videoconferencia, volviendo a un canal abierto para dar sus nuevas órdenes y que así Ryker, y Erick también, las escucharan directamente:
—Desde ahora, el escuadrón Centurión deberá encontrar a Steven y vigilarlo de cerca... pero no capturarlo. Para ello, se distribuirá entre las regiones: central, occidental y mediterránea de Europa. Una vez desplegados allí, quedarán a la espera.
—¿A la espera de qué? ¿se puede saber, Sylvia? —le cuestionó de inmediato Ryker molesto con esa orden, la cual era demasiado pasiva para su gusto.
—¡Esperarán mi arribo! Una vez localizado el paradero de Steven, se limitarán a seguirlo sin hacer contacto con él; luego, yo viajaré y dirigiré personalmente su captura. Ustedes ya han demostrado suficiente incompetencia...
Estamos seguros de que Steven se encuentra buscando a las respectivas reencarnaciones de sus padres. La información que robó de nuestras bases de datos nos permite anticipar cuales serían sus posibles destinos.
Según los expedientes existenciales de su familia, existe una gran concentración de probables objetivos en varias locaciones, todas distribuidas por Europa central y meridional.
Basándose en cálculos estadísticos, posibilidades y densidad poblacional, Pandora ha extrapolado seis países a los que es más seguro que se dirija en primer término... les enviaré la lista.
Quiero que ustedes se dividan en grupos de a dos elementos y se apresten en las capitales de cada uno de ellos.
Estamos intensificando la vigilancia electrónica en casi todos los pasos fronterizos, y tenemos ya cubiertas las principales terminales aéreas, terrestres, marítimas y fluviales.
Si Steven o alguno de los que viajan con él, es visto, podremos enviar a la pareja de ustedes que se encuentre más cercana a ellos, y así comenzar a seguirlo de inmediato... para acoplar al resto, luego.
¿Tienes alguna objeción, Ryker?
—No, Sylvia... no tengo ninguna —respondió el líder del escuadrón Centurión fastidiado y mascullando con bronca por el trato de novato que recibía.
Y fue así que, finalmente, ambas facciones se dividieron: una, tratando de eludir y protegerse, mientras perseguía sus objetivos; la otra, asechando, como un cazador implacable tras su presa... dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias para lograr su, tan largamente anhelada, meta final.
Sueños destrozados
Al día siguiente, en una moderna y solitaria ruta al noreste de Holanda, cerca de la frontera con Alemania, llegaba el difícil momento de la separación.
Era martes, cinco de septiembre... y el grupo, que hasta ahora había permanecido unido, se dividiría en dos.
Ninguno lo intuía, pero el destino les tenía preparadas unas muy peligrosas aventuras, mismas que vivirían estando alejados entre sí.
Los esperaban un par de historias únicas, inimaginables y, sobre todo, llenas de peligro; y en las que sus vidas penderían de un delgado hilo, donde la muerte se les acercaría como nunca antes, haciéndoles sentir el frío eterno de su aliento...
Eran ya casi las nueve de la mañana. El cielo estaba despejado, salvo por algunas escasas nubes, las cuales se desplazaban velozmente por el firmamento. El escenario era en una zona muy llana y abierta, de tipo campestre, en donde el viendo no dejaba de soplar...
Michael y Steven habían alquilado sendos autos para dirigirse cada uno a su objetivo de manera independiente.
En ese instante se habían detenido al costado del camino; era el momento de cruzar unas últimas palabras:
—No me gusta la idea de separarnos —le dijo Armony a Daphne.
—Permanecer juntos no es una garantía de seguridad —le recordó Michael—. Lo que sucedió en Amsterdam lo demostró claramente.
—Vamos a estar bien, mamá; no te preocupes —expresó Daphne dejando escapar una lágrima mientras la abrazaba.
—Cuídate, querida sobrina —le encomendó Issadora escondiendo su tristeza tras una fingida sonrisa—. Aún tenemos muchos viajes que hacer. Quiero que, las tres juntas, recorramos el mundo entero y vivamos grandes aventuras. Hay tantos lugares hermosos que ahora recuerdo de mi vida como Ariadna y que deseo volver a visitar.
—Y lo haremos, hermana... ya lo haremos —le aseguró Armony, y las tres se abrazaron llorando emocionadas al tiempo que los hombres se estrechaban la mano:
—Cuídense mucho —le recomendó Michael a Steven dándole una palmada en el hombro.
—Ustedes también —fue la respuesta de su interlocutor.
Ambos estaban muy serios y trataban de mantenerse enteros, sin embargo, dentro de ellos, las preocupaciones por los demás los torturaban...
Segundos después, todos se subieron a los vehículos y partieron.
Los automóviles transitaron juntos, a la par, por menos de un kilómetro, hasta que llegaron a un punto final, en donde la ruta se dividía en dos; los conductores cruzaron una fugaz mirada de reojo, y cada uno tomó por un rumbo distinto.
A partir de ahí, comenzó a escucharse el silencio...
La tranquilidad del bucólico y monótono paisaje invitaba a divagar y perderse en los pensamientos propios de cada uno.
Al rato de estar circulando por la relajante ruta, Daphne comenzó a sentirse incómodamente sola, a pesar de estar acompañada; Steven permanecía muy callado, ensimismado solo en su objetivo.
Ella lo miraba de reojo sin interrumpirlo, hasta que, ya demasiado aburrida, decidió romper la quietud y le preguntó:
—¿Qué recuerdas de tus padres?
—Por lo que ellos me contaron, se conocieron siendo niños y desde entonces nunca se separaron. Se criaron en la misma ciudad, sus casas estaban muy cerca una de otra... y también fueron a las mismas escuelas.
Al crecer, ambos estudiaron psicología juntos; luego de graduarse, se casaron y comenzaron a trabajar como psicólogos.
Eran también muy bohemios, aficionados a todo lo artístico; en casa siempre hubo pinturas y esculturas; y era muy habitual que visitáramos pinacotecas... Así fue como Peter descubrió su veta artística, de ahí surgió su amor por el arte.
—Definitivamente, tus padres eran verdaderas: almas gemelas —le comentó Daphne con un dulce aire romántico—. Una vez leí algo al respecto en un libro. Decía que las almas gemelas son almas que se han amado desde siempre, y que su amor es tan grande que no pueden separarse nunca; reencarnan juntas y viven sus vidas repitiendo ese idílico amor que las une, una y otra vez... por toda la eternidad. ¿No es algo hermoso eso?
—Sí, el amor siempre lo es —respondió él con frialdad.
Ella lo miró extrañada, y hasta un poco molesta; Steven advirtió su mirada y decidió entonces explicarse mejor:
—El amor, Daphne, es un sentimiento sumamente peligroso, te vuelve vulnerable y lo peor es que, al final, siempre les depara una gran pena a los amantes...
Cuando la muerte los separa, y eso es algo que ocurrirá de manera inexorable en algún momento, el dolor que sobreviene es proporcional a todo el amor sentido entre ambos.
¿Te imaginas lo que es amar con todo tu corazón y tu alma... y que ese amor se convierta finalmente solo en dolor de pérdida?
—No es correcto vivir temiendo amar para no sufrir, Steven. Esa es una actitud cobarde. Tal vez, ni siquiera valga la pena vivir así.
—Lo sé, Daphne... es algo en lo que he pensado mucho —respondió él con un aire de introspección y sin agregar nada más, cosa que hacía siempre cuando hablaba de sus sentimientos.
Ella se quedó mirándolo, esperando un intercambio mayor entre ambos y sin saber muy bien como continuar abordando la charla...
A pesar de haber compartido una infancia parecida, con terribles tragedias que los habían dejado huérfanos, en temas de sentimientos los dos eran muy diferentes.
El dolor de haber crecido soportando la pérdida de su familia más cercana había hecho que Steven se replanteara el tema del amor una infinidad de veces... y así aprendió finalmente a temerle.
Como defensa, intentaba denodadamente ocultar al más hermoso de los sentimientos tras impenetrables murallas de una esquiva actitud.
Ante el silencio que se estableció, Steven prefirió volver a encausar la charla hacia su origen:
—Mis padres también tenían una particularidad única y la cual recuerdo que siempre estaban mencionando... Ambos presentaban unas extrañas marcas de nacimiento, las cuales eran totalmente coincidentes entre sí.
Ellos las llamaban su lazo eterno. Decían que eran resabios de una vida pasada en la cual compartieron un hecho que los había unido profundamente.
—Las marcas de nacimiento son algo bastante frecuente de ver en casos de reencarnación; sobre todo, luego de una muerte violenta...
He leído al respecto en varios de los libros que tengo en casa. Tal vez habían muerto juntos en su vida anterior —comentó Daphne.
—De ser así, una vez más repitieron su destino en 1993, cuando volvieron a morir juntos en aquel accidente en la ruta; no es raro que cosas como esa sucedan —agregó Steven.
—Suponiendo que renacieran al poco tiempo, ambos deberían tener la misma edad ahora: veinticuatro años... año más, año menos... al igual que Peter.
—Así es, Daphne. El tal Erick Strand, del escuadrón Centurión, la tiene, y la mujer que vamos a ver ahora, también...
Según lo que nos reveló Sakura en Japón, ella es el objetivo con más posibilidades de ser mi madre. Por lo que he investigado, todo parece coincidir con su videncia a la perfección.
—¿Qué más sabes acerca de ella?
—Su nombre es Karen Acker, nació en Alemania, se graduó con honores en la carrera de psicología. Trabaja para una universidad privada, y muy exclusiva, en Austria; está becada actualmente y se encuentra haciendo la tesis para su doctorado.
—Así que es psicóloga, como en su vida pasada, tal y como nos dio a entender el Oráculo del Dragón. ¿Te parece que tu madre volvería a hacer exactamente lo mismo?
—Sí, absolutamente, y no me parece nada inusual, de hecho, sería lo esperable. Es muy común que las almas, si su vida anterior fue truncada, o cuando sienten que dejaron tareas importantes pendientes, vuelvan a repetir su existencia pasada casi exactamente del mismo modo...
—¿Y en que área de la psicología se enfoca esa mujer?
—Parece que versa sobre el mundo de los sueños. Ha asistido a muchos congresos en donde se ha tratado el aspecto onírico de la psique humana. Su investigación actual se titula: La psicología y los sueños recurrentes, y la tesis en la que trabaja se encuentra bastante avanzada —le contestó él sin dejar de mirar los espejos retrovisores; en ese instante consultó el GPS del vehículo y trazó una nueva ruta.
—¿Qué es lo que ocurre? —le preguntó Daphne preocupada al ver su actitud de sospecha.
—Nada, solo tomaremos por una ruta más... pintoresca —le dijo él mintiéndole para no alarmarla.
Steven estaba siendo en extremo meticuloso, prefería alejarse de la ruta principal, tomando por secundarias, para así asegurarse de no estar siendo seguido por ningún vehículo.
El viaje continuó de modo, normal, sin sobresaltos...
Las tranquilas rutas alemanas comenzaron ahora a brindarles sus más hermosos paisajes, con bellas casas y poblados, mismos que Daphne no perdió la oportunidad de fotografiar... hasta que en un momento miró su reloj:
—¡Hace tres horas que partimos, Steven!, ya es casi mediodía... ¿a qué hora vamos a llegar?
—Tenemos que cruzar casi toda Alemania, estimo que estaremos dentro de territorio austríaco en seis horas más. He reservado un hotel en Saltszburgo, se encuentra cerca de la frontera austro-alemana.
Daphne tomó entonces su teléfono y activando la geolocalización del mismo, dijo:
—Estamos en Limburg an der Lahn. Aparenta ser una hermosa ciudad... No sé tú, pero yo tengo hambre. Podríamos detenernos para almorzar algo, el tramo de viaje que aún nos queda por recorrer es algo largo. ¿Qué te parece?
—Estoy de acuerdo —le contestó él sin objetar su sugerencia; Daphne se sorprendió, esperaba algo de resistencia; no obstante, de inmediato entendió el motivo, ya que Steven agregó—: De paso veré si estamos siendo seguidos por alguien...
Pocos minutos después, y luego de que Steven diera varias vueltas por la ciudad, sin rumbo fijo, para asegurarse de que no hubiera riesgo alguno, fueron a un pequeño restaurante, y se sentaron en una mesa para dos comensales justo al lado de una ventana.
El lugar era hermoso y muy típico de un pueblo alemán.
La luz provenía de diversos apliques luminosos, todos de estilo medieval y muy bien distribuídos, los cuales, junto con la iluminación natural, que se filtraba por los grandes ventanales del frente, invitaban a hacer una pausa y descansar.
Los muebles y los detalles decorativos, así como el revestimiento interior, eran principalmente todos de madera, dando así un ambiente muy cálido y acogedor a todo el establecimiento.
En ese momento había muy pocas personas, por lo tanto, fueron atendidos de inmediato, y ordenaron un almuerzo rápido...
—Steven, hay algo importante sobre lo que debemos hablar —le dijo Daphne entonces—... Estuve posponiendo esta charla hasta que tuviéramos la oportunidad de estar solos y en un lugar propicio para hacerla, creo que aquí es perfecto.
—Es sobre lo que te confesé en la florería de Issadora; que te amaba, ¿verdad?
El silencio de Daphne y su femenina mirada, fue la respuesta.
—Lo que te dije es cierto, pero no debí haberlo hecho, no aún al menos... Lo hice porque creí que esa sería la última oportunidad que tendría. Sabía que al irme con Sylvia ya no volverías a verme con vida, jamás.
—Hace meses que estamos juntos, Steven. No sabes cuanto he deseado escucharte decir esas palabras. ¿Por qué no lo hiciste antes?
—Es porque... no logro estar seguro de que yo sea lo mejor para ti, Daphne, lo siento.
Ella solo lo miró, sin poder articular palabra, mientras se irritaba:
—¡A ti no te corresponde en absoluto decidir eso! —le respondió entonces ya enojada—. Que yo te elija a ti o no, es solo una decisión mía y de nadie más... ni siquiera tuya. ¿Entiendes eso?
—No es únicamente eso. Este momento tampoco es exactamente el mejor en mi vida, Daphne. La misión de encontrar a mi familia lo ha sido todo para mí... y estoy por lograrlo; ahora no puedo entregarte la atención que mereces. Nuestros tiempos no son los mismos, y no es justo pedirte que me esperes.
—Nuevamente, esa es mi decisión y no tuya, Steven. Estoy dispuesta a emprender esta búsqueda contigo, y llegar hasta las últimas consecuencias.
Te esperaré el tiempo que yo sienta que es necesario —finalizó ella tomándolo de la mano y demostrándole lo decidida que estaba a permanecer a su lado.
En ese momento la mesera se acercó con el almuerzo para ambos y se los comenzó a servir...
Lo que Steven no le dijo a Daphne, fue que también sentía que algo había estado cambiado dentro de él; todo comenzó a partir de aquel día en el rascacielos de la Corporación, cuando Armony fue rescatada.
Una persistente sensación de que algo no había concluido aún lo abrumaba cada vez más... y la imagen de Sylvia venía a su mente, cada vez con mayor fuerza.
Sylvia le provocaba un efecto de atracción que al mismo tiempo lo asustaba... confundiéndolo; aún había algo que resolver con ella, ciertos lazos que cortar, y cuando eso sucediese temía que tuviera sus muy serias consecuencias.
Steven sabía que aún no había logrado dejar definitivamente atrás su pasado y no quería exponer a Daphne a ningún riesgo, ella casi había muerto hacía muy poco y él tenía una persistente sensación de culpa que no lo dejaba en paz.
Le negaba su compromiso total solo para protegerla; temía que su cercanía con ella la involucrara a un peligroso juego, mismo que lo incluía tanto a él, como a la volátil Sylvia...
Sin embargo, era demasiado tarde ya para hacer algo al respecto; un letal triángulo de relaciones se había formado entre estas solitarias almas... un triángulo que en algún momento tendría un desenlace fatal.
En cuanto la mesera se retiró, Steven sacó su teléfono móvil y marcó un número:
—Hola. Quisiera hablar con la señorita Karen Acker.
Al escuchar eso, Daphne paró de comer y se quedó escuchando, muy atenta, la charla de Steven.
—Señorita Acker, mi nombre es Steven Wolf . Pertenezco a una fundación que se interesa en promover cierto tipo de investigaciones enfocadas en distintos aspectos de la psicología humana...
Estuvimos analizando los trabajos preliminares de su tesis doctoral, y quisiéramos reunirnos con usted para poder colaborar con un apoyo financiero extra en su desarrollo y conclusión.
Daphne lo escuchaba con la boca abierta, no podía creer lo bien que mentía Steven... ella se hubiera puesto tan nerviosa que hubiera cortado la llamada.
—Muy bien, señorita Acker. Perfecto... Entonces, nos reuniremos en su oficina del campus universitario, en el día de mañana, a las diez horas —concluyó Steven, y cortó la llamada guardando nuevamente su teléfono en el bolsillo interior de su saco.
Al notar la manera en como lo miraba Daphne, él le expuso con seriedad:
—Estoy acostumbrado a esta clase de artimañas. Trabajando para la Corporación he tenido que mentir y engañar muchas veces.
Es algo a lo que te acostumbras, con el tiempo... y, aunque nunca me agradó, he aprendido que siempre es preferible una mentira creíble a una verdad de difícil aceptación —finalizó diciendo y recién entonces comenzó a comer.
Luego de almorzar continuaron con su viaje...
Al finalizar la tarde llegaron a su hotel en Salzburgo; allí se acomodaron en su habitación.
—Daphne, mañana tenemos que levantarnos temprano, hay que partir a las siete y treinta para llegar a tiempo al encuentro —le indicó Steven.
—Pero si la cita es las diez... ¿Qué, acaso, la universidad no se ubica en la ciudad? —preguntó ella, extrañada.
—No, se encuentra a dos horas de viaje de aquí, esta es la ciudad más cercana. Está asentada precisamente en la cima de un macizo montañoso, el cual se localiza, a su vez, prácticamente en la frontera entre Austria y Alemania, sobre el lado austríaco.
Pareciera que quiénes la fundaron querían mantener la privacidad de sus estudios al máximo y, además, aislarse del mundo... —concluyó.
Como si fuera un predestinado evento de sincronicidad con ellos, en ese mismo momento, a docientos cincuenta kilómetros hacia el este, en la capital de ese mismo país, la ciudad de Viena, Erick y Valery también se estaban alojando en un hotel:
—¿Se puede saber que te pasa ahora, Erick? Desde que partimos de Amsterdam no haz dicho casi nada. ¿Eres así de callado siempre? —le reprochó Valery.
—Si quieres que sea sincero, entonces lo seré. Estoy molesto con todo lo de esta misión, desde que comenzó: primero, se nos ocultaron datos; segundo, la estrategia de dividir a nuestro escuadrón en parejas y distribuírlo por toda Europa, me parece una supina tontería... y tercero, tú no me agradas para nada, Valery.
Ella se quedó mirándolo atónita, pero él aún no había concluido y sería todavía más sincero:
—No soy un hombre tonto, tu eres una mujer manipuladora y mentirosa, Valery... lo sentí desde el momento en que te conocí, cuando te vi usar tus armas de seducción conmigo...
Lamento el estar haciendo pareja junto a ti —concluyó.
Ofendida, pero sobre todo impactada ante la crudeza y la completa falta de delicadeza con la que Erick le había hablado, Valery reaccionó como mujer:
—¿Sabes que, Erick?, te recomiendo que tus apreciaciones se las digas a alguien a quien le importen —le increpó con tono de profundo odio—.
Por mi parte, soy toda una profesional perfectamente calificada, y el agradarle o no a mis compañeros, no es algo que me afecte en modo alguno. Steven fue un claro ejemplo de esto que te digo: a pesar de trabar juntos, nunca tuvimos una relación cercana; siempre existió una barrera entre ambos.
Era esperable que fueras como él... De hecho, ¡no me extraña que sean iguales! —remató con desprecio.
Sin siquiera advertirlo, en su furiosa respuesta, Valery había realizado un comentario muy sospechoso, el cual no pasó inadvertido por su interlocutor:
¿Qué había querido decir ella exactamente con esa última oración?, ¿era, acaso, otro de los secretos que la Corporación estaba ocultando?, esas preguntas se hicieron presentes en la mente de Erick... sin embargo, en lugar de pedir aclaraciones, prefirió guardar silencio para así poder seguir indagando todo al respecto, aunque de una manera sutil, sin que Valery levantara su guardia...
Al día siguiente, cerca de las diez de la mañana, Steven y Daphne se dirigían camino de la exclusiva academia universitaria ubicada en lo alto de los hermosos alpes austríacos.
Él era quien manejaba, y lo hacía muy atento a las curvas del serpenteante camino, ya que, a pesar del perfecto estado de la ruta y que contaba con todos los elementos de seguridad que una autovía pueda ofrecer, se encontraban a una altura de decenas de metros, con vertiginosos precipicios que los rodeaban; Daphne, por su parte, tomaba una foto tras otra al tiempo que disfrutaba del bellísimo paisaje natural con una perspectiva única, misma que solo se podía apreciar desde la privilegiada posición elevada en la que se encontraban.
Finalmente llegaron a la cima de la montaña, y allí el camino los condujo directamente hacia el campus universitario...
La aislada universidad era muy moderna, contaba con una amplia distribución de sus edificaciones en enormes espacios verdes, todos muy bien cuidados, los cuales la asemejaban a una pequeña ciudad.
Su arquitectura de vanguardia, con edificios futuristas, dejaban apreciar su carácter subyacente: el estar avocada de manera íntegra a la investigación y el avance en campos relacionados con las fronteras de la ciencia.
El tipo de proyectos que en ella se llevaban a cabo se enfocaban en el área de la biomedicina y las neurociencias, aunque con un marcado énfasis en todo lo referente a la mente humana, principalmente sus capacidades supranormales y áreas paranormales.
La mayoría de las investigaciones se dedicaban a campos como: la telepatía, la telequinesis, los distintos tipos de precognición, los sueños y las pesadillas, los viajes astrales y la visión remota, las vidas pasadas, la conciencia y el alma...
La naturaleza de sus objetivos era posiblemente la causa de su tan particular ubicación: asentada en la cima de una montaña y aislada de todo centro urbano. Esa característica, sin duda, la diferenciaba de cualquier universidad clásica, ya que, aunque tenía un suministro regular de toda clase de insumos y equipos, su acceso por vía terrestre desde las ciudades más cercanas implicaba horas de viaje por carretera, algo muy engorroso tanto para su personal como para sus estudiantes.
Desde su creación, la financiación recibida por la institución siempre había sido de carácter privado, exclusivamente; sus estatutos internos prohibían, de manera taxativa, el aceptar fondos provenientes de cualquier gobierno o entidad oficial. Así, su status económico dependía solo de diferentes tipos de empresas y fundaciones, mismas que permanecen anónimas para el público.
El dinero para la beca de Karen era aportado regularmente por una empresa privada de la que se sabía muy poco, llamada: Returner, la cual financiaba mediante estas becas a muchas otras investigaciones, casi todas relacionadas con el mundo de los sueños y las vidas pasadas, principalmente.
Faltando solo diez minutos para la entrevista acordada, Steven dejó el auto aparcado en la playa de estacionamiento y junto a Daphne, se dirigió a la oficina de Karen para su reunión...
Daphne lo miraba preocupada, estaba visiblemente nerviosa.
—¿Por qué te pones así? —le preguntó él en voz baja.
—Es que no soy muy buena mintiendo, siempre me asusto en una situación como esta... Nunca se que decir.
—No te preocupes; tú simplemente déjame hablar a mí. Se supone que yo estoy a cargo en esta reunión, tú eres como mi... asistente.
—¡¿Asistente?! —destacó Daphne sorprendida.
En ese momento llegaron a la oficina, y en la puerta los estaba esperando Karen:
Al ver la manera en la que vestía la psicóloga, Steven recordó de inmediato la elegancia y sobriedad de su progenitora, la cual transmitía un aire cosmopolita y urbano al mismo tiempo; y al mirarla mejor, se percató de que no solo era su vestimenta, sino también el estilo con el que llevaba su cabello... era similar a como lo hacia su madre: de mediana longitud, ondulado y con un corte estilo bob, la única diferencia era el color, que en el caso de Karen era castaño, su madre era rubia.
Sus ojos eran claros, grises con un toque de celeste y gozaba de la belleza propia de una mujer joven, con rasgos regulares y bien proporcionados. El estilo simple de sus anteojos, con un marco muy delgado y cristales ovalados, destacaba su mirada, que era fresca y penetrante, muy propia de una psicóloga.
Estaba perfectamente maquillada, pero con discreción. Sus labios lucían un color rojo intenso y se encontraban muy bien delineados, resaltando su sonrisa, que era luminosa y alegre.
—¿Ustedes son de la fundación, verdad? —les preguntó Karen al verlos.
—Así es, señorita Acker; yo fui quien hablé con usted.
—Por favor, Steven... llámame Karen, no hace falta que seamos tan formales.
El carácter abierto y sincero era evidentemente la característica principal de Karen; a pesar de ser una mujer avocada a las ciencias, ella demostraba poseer una empatía singular.
Steven se entusiasmó al percibir que ella podía ser fácilmente la reencarnación de su madre, y adelantó su mano para estrechar la de ella, esperando ansioso el poder observar alguna reacción...
El apretón de manos fue breve, propio de un saludo formal; a pesar de ello, Steven aprovechó ese fugaz instante para mirarla directamente a los ojos, atento a cualquier comportamiento atípico por parte de la psicóloga... sin embargo, nada fuera de lo normal pasó y Karen, acto seguido, saludó a Daphne con la misma naturalidad que a él.
Luego, los hizo pasar a su oficina; y una vez sentados, Steven dio comienzo a la conversación:
—Cuéntanos un poco más acerca de tu investigación actual, Karen. Siempre prefiero la información de primera mano.
—Me parece perfecto...
Desde que era pequeña, siempre me han fascinado los sueños: ¿cuál es su origen?, ¿qué función cumplen?, ¿cómo deben interpretarse?
Hay muchos misterios aún en ese plano de nuestras existencia, y la verdad es que no sabemos casi nada al respecto... a pesar de que pasamos un tercio de nuestras vidas inmersos allí.
Es por eso que me avoqué a investigarlos a fondo.
Actualmente me encuentro becada por la universidad para dedicarme a tiempo completo en mis investigaciones; también estoy siendo financiada por unas personas interesadas en colaborar con mis trabajos, son de una fundación llama Returner.
Tengo muchas teorías innovadoras con respecto a los sueños, y las cuales estoy segura que van a revolucionar a la psicología en los años venideros.
—Entonces, ¿has dedicado toda tu carrera solo a los sueños? —le planteó Steven.
—Sí, prácticamente así fue; desde que comencé con mis estudios, quise especializarme en la investigación psicológica de los sueños —le respondió Karen sin dudarlo—.
El mundo onírico ha sido una gran incógnita para la humanidad desde tiempos ancestrales.
En mi profesión, la psicología, ocupan un lugar preponderante, ya que se consideran como una manera de conectarse con la parte oculta de nuestras mentes... sin embargo, yo creo que hay mucho más detrás de los sueños.
Me refiero a ciertas capacidades cerebrales que la ciencia actual es muy reticente a aceptar, y eso es principalmente por su incapacidad de mensurarlas... Estoy hablando específicamente de todos los llamados: fenómenos parapsicológicos y poderes extrasensoriales.
Steven y Daphne la escuchaban atentamente y sin interrumpirla.
—En mi caso particular —continuó Karen—, tengo un interés muy personal, ya que poseo una... peculiaridad. Desde niña, he tenido una pesadilla recurrente, la cual me ha aquejado desde que tengo memoria.
Mi pesadilla es algo especial, dado que no cumple con los patrones establecidos en los cánones clásicos...
Por ejemplo, en lugar de desaparecer con el paso del tiempo, se ha hecho cada vez más clara e intensa a medida que he crecido; en los últimos años, a adquirido, incluso, la característica de manifestarse con una regularidad y cadencia propias de un trauma psicológico; lo cual es algo muy curioso, ya que sería de un trauma que nunca tuve...
Todo eso, aunado a otras características que aún no les he contado, me ha llevado a ahondar en algunas facultades de la mente que no han sido exploradas con la rigurosidad científica adecuada.
—¿A cuales facultades te refieres? —preguntó Steven.
—Principalmente a la percepción extrasensorial... la precognición específicamente, el saber de antemano hechos que ocurrirán en el futuro.
Sé muy bien, y de manera empírica, que el cerebro tiene capacidades de percepción que van mucho más allá de los cinco sentidos estudiados por la fisiología.
Desde niña, siempre he sido una persona muy perceptiva. En muchas ocasiones he tenido sueños premonitorios y sensaciones diurnas ante acontecimientos de los cuales no podía saber nada por una vía normal.
La psicología tradicional solo considera a los sueños como un reflejo del estado mental, emocional y físico del soñador. Yo creo que eso es algo incompleto...
Es sabido que cuando dormimos se desactiva parcialmente el lóbulo frontal de nuestro cerebro, que es la parte que más utilizamos en nuestras funciones conscientes.
Sin embargo, nuestra mente sigue trabajando y reproduciendo el mundo que nos rodea y nuestro comportamiento en él.
Para ello, durante el sueño, emplea recuerdos adquiridos durante el estado de vigilia, como imágenes, sonidos, y sensaciones que, debido a los engramas mentales que se han desactivado, por lo general se nos presentan de manera caótica o carente de un sentido lógico.
No obstante, hay sueños que poseen características diferentes y que, de una manera natural, percibimos como especiales.
Siempre he teorizado que esos sueños se originan en regiones del cerebro que, al no estar el lóbulo frontal tan activo, pueden hacerse notar con mayor intensidad. De ahí provienen las corazonadas y los sueños premonitorios.
Comprobar eso es el objetivo primario de mi investigación...
—Entonces, ¿piensas que todos los fenómenos parapsicológicos provienen de zonas inexploradas del cerebro? —le preguntó Steven tratando de ver hasta donde llegaba la apertura mental de Karen hacia la existencia del alma y la reencarnación.
—¡Por supuesto!, ¿de dónde más podrían venir? —exclamó ella.
—Algunos dicen que del alma —señaló él y aclaró—. Hay muchos casos reportados en los que se menciona a espíritus que manifiestan facultades como la clarividencia o la telequinesis; los poltergeist son claros ejemplos... y ahí no habría un cerebro ni nada físico implicado.
Karen lo miró reluctante, y escogió con cuidado sus palabras para disentir con él de una manera profesional:
—Steven, el alma humana es solo... un hermoso concepto, del cual, lamentablemente, no tenemos pruebas irrefutables de su existencia.
Algunos de mis colegas en esta universidad siguen distintas líneas de investigación relacionadas con su teórica existencia... pero ese no es mi caso —concluyó Karen.
En ese momento una extraña incomodidad se estableció en la oficina; Daphne decidió intervenir para atemperar la charla:
—¿Y de que se trata tu pesadilla, Karen? —le preguntó.
—Es un tema clásico, con el que muchas personas sueñan de vez en cuando... un accidente de auto —le respondió ella con toda naturalidad y sin darle mayor importancia; por su parte, Steven sintió un escalofrío que le recorrió toda la espalda, ya que para él, su madre, sin saberlo, recordaba el momento de su muerte... solo que en sus sueños.
—Y dinos, ¿quiénes son tus sujetos de investigación? —repreguntó nuevamente Daphne.
—Tengo varios; sin embargo, la principal... soy yo misma.
Daphne miró de reojo a Steven y lo vio tenso, se hizo entonces un silencio que rápidamente fue roto por Karen:
—De hecho, si lo desean, pueden presenciar mi siguiente sesión de investigación, será este viernes en la noche.
Es así porque, desde hace unos años, mi pesadilla recurrente se ha comenzado a manifestar exclusivamente en los días viernes; esa es una parte de su rareza, junto con otras particularidades que... es preferible que las comprueben personalmente para que las crean.
Ese último comentario de Karen fue tan inquietante como intrigante, ¿qué podría ser tan extraño que ameritara ser visto para ser creído?
—Por supuesto que sí, Karen. Nos encantaría poder ver como realizas tu investigación —manifestó Steven.
—Excelente —dijo la psicóloga—; entonces mañana, un poco después de que anochezca, los espero aquí mismo. Intenten dormir una siesta en la tarde para poder permanecer despiertos durante la noche, mientras yo duermo... y les garantizo que serán testigos de algo impactante.
Comenzaremos a las veintidós horas, me gustaría que estuvieran aquí una hora antes, al menos, para así poder presentarles a mi equipo de colaboradores.
Por cierto, antes de que se retiren, les quiero hacer una pregunta, ¿han visto alguna vez un fenómeno paranormal de tipo físico?
La pregunta pareció por demás extraña, ¿a qué se podría estar refiriendo, Karen? Steven y Daphne se miraron sin saber que responderle.
—No importa, ya lo verán... ¡Los espero mañana! —sentenció la psicóloga con una sonrisa de confianza y misterio al mismo tiempo.
Steven y Daphne se retiraron.
Quedaba en claro que Karen era una profesional totalmente dedicada y comprometida con su trabajo; una mujer de gran capacidad, interesada en develar los misterios de la naturaleza humana... misterios que la afectaban en carne propia.
Además, quería hacer algo importante con su vida, algo que dejara una prueba de su existencia marcada para siempre en este mundo.
Durante años, había elaborado teorías de las que estaba firmemente convencida, y las cuales quería convertir en leyes científicas.
Cualquier persona avocada al área de la investigación tiene que estar segura de lo que teoriza para así buscar con afán el poder demostrarlo todo de una manera irrefutable a pesar de los escoyos con los que se encuentre; y eso tiene una terrible consecuencia: la convierte en alguien terco e inamovible de sus creencias que tiende a descartar cualquier idea que se les oponga al grado de utilizar casi cualquier tipo de justificativo.
Exactamente así era Karen...
Ya en el auto y camino al hotel, Steven permanecía muy callado, se lo notaba muy afectado por todo lo que había pasado:
—¿Quieres hablar sobre lo que te ocurre, Steven? No has dicho ni una sola palabra desde que salimos de la oficina de Karen.
—Es ella, Daphne... es ella. Esa mujer, a quien acabamos de ver, fue mi madre.
Y no solo lo afirmo por su aspecto y manera de comportarse... Ella, sin saberlo, sueña con la escena en la que murió y no sé como decírselo.
¿Sabes en que día perdí a mi familia en aquel accidente?
—¿Un... viernes, tal vez? —dedujo Daphne titubeando y con tono de pregunta.
—Sí, fue un viernes —le reveló Steven, he hizo una pausa—. Por lo que mencionó de la clarividencia, ella cree que esta teniendo alguna clase de advertencia del futuro, pero no es así... ella recuerda el pasado de su alma.
—Ya habrá tiempo para explicarle todo en detalle. Vamos a tener que ir muy de a poco; por lo que dijo, ni siquiera cree en la existencia del alma. Hubiera sido muy chocante para ella que le hubieras contado la verdad al momento de conocerla...
Cuando Michael me reveló que él y Armony eran mis padres reencarnados, mi primera reacción fue de gran escepticismo, me rehusé a creerles hasta que vi una prueba que pudo convencerme —le comentó Daphne, Steven la miró entonces de reojo y le dijo:
—También me siento frustrado porque en cuanto la vi reconocí a mi madre en Karen, y pensé que con solo tocarla podría hacer que sintiera algo de su vida anterior... sin embargo, no vi reacción alguna en su rostro; sus manos permanecieron inmutables, sin temblar ni transpirar. Ni siquiera sus pupilas se dilataron en lo más mínimo... ¡debería haber notado algo en sus ojos, al menos! —agregó desesperándose.
—Entiendo tu ansiedad —lo consoló Daphne de una manera suave, tratando de transmitirle algo de calma—. Pero a veces las cosas no son tan fáciles como quisiéramos... Karen es muy escéptica a todo esto, eso podría estar bloqueándolo todo.
—El problema no es Karen, el problema soy yo, Daphne. Nunca he despertado, mi capacidad para provocar el despertar en otros es similar a la de cualquier persona normal —infirió Steven culpándose.
—Papá siempre repite que el despertar sucede de maneras muy diferentes, y tú eso lo sabes bien —le recordó Daphne—; en cada persona es distinto. Él despertó a mamá simplemente tocándola; pero con Issadora fue de otro modo, ella no despertó al tocarla, solo recordó su existencia anterior en el hospital; aún no estamos seguros de cual fue el disparador que la hizo recordar su vida pasada.
—¿Y si no despierta, Daphne?, ¿qué tal si no encuentro la manera de hacerla recordar?, ¿cómo voy a recuperar a mi familia entonces?
Aún no tengo idea de donde está mi padre, ni como ubicarlo; y ahora no pude hacer despertar a mi madre a pesar de saber que era ella...
—Tranquilo, no te deprimas... todavía quedan otras cosas por hacer, podrías llevarla a la que fue la casa donde vivió, y ver que le ocurre en ella... solo tenemos que pensar como hacerla ir hasta allá.
—No, Daphne... no hará falta eso, creo que cuento con una alternativa mejor. Ya había pensado que podría necesitar recurrir a algo como lo que sugieres —le dijo él al tiempo que sacaba una lapicera dorada de su bolsillo, y mostrándosela a Daphne agregó:
—Esta era la lapicera favorita de mamá, se la regalaron sus padres al entrar en la universidad, fue con la que cursó toda su carrera de psicología, y la usaba siempre en las sesiones con sus pacientes. Sé muy bien que estaba extremadamente apegada a ella; a veces, hasta nos contaba anécdotas relacionadas con su lapicera.
Se encontraba entre sus efectos personales cuando recuperaron su cuerpo de aquel barranco donde cayó el auto... La acompañó hasta el momento de su muerte —dijo mientras una lágrima se deslizaba por su rostro—.
Si el despertar de mi madre es posible, esta lapicera es el objeto que mejor oportunidad tiene de conseguirlo, más que cualquier otra de sus pertenencias, incluida la que fue su casa... Tal vez, hasta sea la única chance que tenga para lograrlo.
Daphne no respondió nada, no sabía que decir, veía como a Steven se le escapaban sus metas apenas a solo un paso de conseguirlas. Luego de años de una ardua y constante búsqueda, y de haber llegado tan lejos para reunir a su familia, el destino parecía ensañarse con él y negárselo.
En el rostro de Steven, y tras su seria expresión, se podía ver como se asomaban el miedo al fracaso... y la resignación.
La madre de Steven era ahora una joven entusiasta y decidida a avanzar en su carrera, misma por la que se esforzaba mucho, sacrificando, sin pensarlo dos veces, una parte importante de su vida, y todo lo hacía por sus objetivos.
Su profesionalismo y compenetración con sus creencias era absoluta, y la convertían en una férrea escéptica, cerrada a aceptar nuevas posibilidades que contradijeran sus teorías... y eso estaba claro que sería un serio problema a la hora de intentar el hacerla despertar.
La ansiedad distorsionaba la apreciación del paso del tiempo, y la noche del viernes llegó de una manera lenta... exasperante, pero finalmente lo hizo; y así, Steven junto con Daphne, se reunieron con Karen, tal y como habían quedado.
La psicóloga los llevó hasta un sector de la universidad en donde se realizaban las investigaciones relacionadas con los sueños.
Desde que se internaron en esas instalaciones, comenzaron a ver computadoras y máquinas de todo tipo, aunque principalmente había equipos médicos y biométricos, todos relacionados con la medición de parámetros vitales.
—Como podrán ver, gracias al patrocinio que tenemos, contamos con tecnología de punta en este edificio; no nos hace falta nada, aquí poseemos: electroencefalógrafos, para medir las ondas cerebrales; electrocardiógrafos, para monitorear la actividad cardíaca; oxímetros, que miden la oxigenación de la sangre, y demás equipamiento estándar... sin embargo, nuestro dispositivo principal, el que más utilizamos, es el polisomnógrafo —les contaba Karen mientras les brindaba un pequeño recorrido por las instalaciones.
—¿Que es un polisomnógrafo? —preguntó Daphne.
—Es un equipo especializado, el cual dispone de varios tipos de sensores que registran muchas constantes biológicas durante toda la etapa onírica —explicó Karen—. Los datos que más nos interesan son: las ondas eléctricas cerebrales, el nivel de oxígeno en la sangre, la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria, el movimientos de los ojos, los movimientos de las piernas, la posición del cuerpo y cualquier clase de sonido que el sujeto de observación emita mientras duerme.
En ese momento llegaron a lo que era la sala de control, donde estaba todo el grupo de personas que ayudaban a Karen en sus sesiones de investigación:
—Este es mi equipo de colaboradores —dijo Karen, y los presentó con las tres personas que allí se encontraban...
Eran dos hombres y una mujer. Todos daban el aspecto de ser intelectuales y al estar vestidos con sus típicas batas blancas de investigadores dejaban intuir que poseían, como mínimo, un grado científico en alguna área.
—Les presento a Steven y a Daphne. Ellos pertenecen a la fundación de la que les conté y esta noche estarán presenciando la sesión...
¡Tratenlos bien!, recuerden que necesitamos tantos fondos como podamos conseguir —remató bromeando con sus colegas.
Luego, Karen se fue a cambiar de ropa...
Cuando volvió, entró en un cuarto adosado a la sala de control. Era una habitación parecida a un pequeño dormitorio, pero especial: estaba insonorizada y completamente aislada de cualquier estímulo externo; no contaba con ventanas y su único acceso era una puerta, misma que daba a un pasillo; no contaba con un gran mobiliario, salvo una cómoda cama, en la que se acostó Karen, y unas pequeñas mesas, donde se encontraban avanzados equipos científicos y demás elementos propios de la investigación.
Sus colegas procedieron a colocarle sensores de todo tipo en el cuerpo, principalmente en su cabeza y tórax... y los conectaron en conjunto a un polisomnógrafo que allí había.
Cuanto terminaron, apagaron las luces del cuarto, la dejaron sola y al cerrar la puerta la sesión comenzó.
En la sala de control, Steven y Daphne quedaron con uno de los miembros del equipo de Karen. El hombre les comenzó a contar detalladamente lo que sucedía:
—Desde estas tres pantallas podemos ver todo lo que pasa en la habitación, y lo hacemos a través de cámaras de video infrarrojas, de ese modo mantenemos el cuarto a oscuras; mientras que en estos otros monitores tenemos datos, en tiempo real, de todos los parámetros vitales de Karen.
Vamos a poder registrar todo lo que va a acontecer esta noche. Por cierto, hay algo muy especial que ocurrirá, y que van a tener que ver para creerlo, no se lo pueden perder...
—Algo mencionó Karen al respecto, pero omitió darnos más detalles —dijo Daphne—. ¿De qué se trata?
—¿Saben lo que es la psicoquinesis? —les preguntó el investigador.
—Sí, según dicen, es la capacidad de mover objetos solo con el poder de la mente; es algo que aparece mucho en películas de terror... Creo que todos hemos visto alguna vez un documental, o videos por internet al respecto de eso —respondió Daphne un poco escéptica al respecto.
—Hoy verán algo más que un simple video —le replicó el hombre.
—Parece que va a ser intenso —apuntó Steven esperando saber más, aunque algo temeroso, y el investigador continuó contándoles:
—Durante el sueño de muchas personas suceden eventos difíciles de explicar científicamente, cosas que desafían a la lógica y al sentido común, y que están claramente dentro del terreno paranormal.
El más habitual es el fenómeno de la clarividencia.
Todos hemos sabido, alguna vez, de anécdotas sobre personas que sueñan con eventos futuros; ya es vox populi el clásico sueño premonitorio que antecede a un accidente, o los que suceden previos a grandes catástrofes públicas.
De hecho, es muy común que en estaciones radiales, televisivas, y hasta en servicios de emergencia oficiales, se reciban llamados telefónicos de diversas personas reportando tener terribles y vívidas pesadillas, todas advirtiendo sobre algún tipo de evento luctuoso cercano, justo antes de que una catástrofe ocurra.
Las grabaciones que quedan son fieles constancias que no se pueden negar...
Steven y Daphne escuchaban atentamente y asentían con la cabeza al unísono, sin interrumpir al científico, quien prosiguió diciendo:
—La psicoquinesia es otro de los tantos fenómenos que pueden suceder, aunque en más rara ocasión...
Esta noche, cuando Karen alcance la etapa de sueño profundo MOR, que es cuando sucede el movimiento ocular rápido y ocurren los sueños propiamente dichos, sucederá algo extraordinario: en el punto clímax de su pesadilla, ella liberará una tremenda ola de energía psicoquinética... y todo objeto de vidrio que se encuentre dentro de en un radio de hasta tres metros de distancia a su cuerpo, estallará en mil pedazos.
Si prestan atención, en la habitación donde ella está no hay nada que sea de vidrio, salvo por ese pequeño vaso testigo; es de vidrio, y lo dejamos dentro de esa caja de plástico transparente para contener las esquirlas de su estallido...
La primera vez que esto sucedió, nos tomó por sorpresa; las ventanas del cuarto que usábamos, en ese entonces, volaron en mil pedazos y las lentes de las videocámaras se astillaron por completo. A partir de aquella noche trasladamos las sesiones a una habitación sin ventanas y tuvimos que alejar las cámaras a más de tres metros de distancia de Karen para así evitar perderlas.
Sabemos que ese fenómeno está relacionado con la pesadilla que ella sufre todas las semanas, no obstante, esto comenzó a manifestarse hace solo unos meses...
—Karen nos contó que su pesadilla ha ido cambiando con el tiempo, se ha intensificado —comentó Daphne.
—Sí, así es —corroboró el investigador—. Cuando ella era una niña, apenas era un mal sueño que no recordaba muy bien, solo se despertaba llorando asustada; a medida que fue creciendo, empezó a vivirlo con más intensidad y persistencia en su memoria... ya entrada en su adolescencia, su pesadilla comenzó a volverse más constante y a suceder casi siempre los días viernes. Ahora, desde hace unos meses, empezó a ocurrir esto de los vidrios, lo cual es algo que nunca antes había pasado.
Mis colegas y yo hemos elaborado muchas teorías... En lo que a mí respecta, coincido con Karen: creo que trata de un sueño premonitorio, y que la intensificación del mismo, indica la cercanía e inminencia del suceso en el mundo real.
—Karen y tú están teorizando demasiado... Cuando suceda ese tan vaticinado accidente, recién ahí lo creeré —bromeó, con humor negro, uno de sus colegas, el cual era más escéptico—. Vayamos mejor a algo concreto; les contaré, en detalle, por cuales momentos pasará nuestra sesión de esta noche:
Cuando dormimos, se distinguen dos etapas bien diferenciadas entre sí durante el período de sueño, denominadas: fase de sueño lento, o no MOR, y fase de sueño rápido, o MOR, siglas que corresponden al movimiento ocular rápido que hacen velozmente los ojos a pesar de estar con los párpados cerrados y durmiendo.
El sueño no MOR, se divide a su vez en cuatro fases que presentan características distintas, y que se alternan de forma cíclica mientras la persona permanece dormida.
Cada noventa a cien minutos, aproximadamente, comienza un nuevo ciclo de sueño, en el cual los últimos veinte a treinta minutos se corresponden con la fase MOR.
En el caso de Karen, su pesadilla es tan intensa que solo se presenta una vez y sucede siempre durante el primer ciclo de la noche.
Su pesadilla la afecta tanto que no vuelve a alcanzar su estado MOR por segunda vez hasta la noche siguiente.
Mientras el científico les contaba todo esto, Karen se durmió...
—Acaba de entrar en la etapa uno del sueño —les advirtió el otro investigador mirando las pantallas—. En este momento Karen es aún capaz de percibir la mayoría de los estímulos auditivos y táctiles; observen como el tono muscular ha disminuido en comparación con su estado de vigilia; también aparecen movimientos oculares lentos.
El tiempo continuó transcurriendo... y más tarde, Karen pasó al siguiente estado de su sueño:
—Esta es la etapa dos —señaló el mismo científico—; en esta fase el sistema nervioso comienza el bloqueo de las vías de acceso a la información sensorial, el sujeto se desconecta de su entorno. Esta modalidad ocupa alrededor del 50 porciento del tiempo de sueño en el adulto. El tono muscular es menor que en la etapa uno y desaparecen los movimientos oculares.
Siguieron esperando mientras tomaban algunas tazas de café, hasta que Karen entró en la tercera parte de su ciclo de sueño:
—Ahora empieza lo bueno, la etapa tres —enfatizó el otro investigador—. Comienzan las ondas delta, esto ya es una etapa de sueño más profundo, el bloqueo sensorial se intensifica. En esta fase Karen todavía no sueña; observen su presión arterial, ha bajado un 15 porciento, al igual que su ritmo respiratorio. El tono muscular es aún más reducido que en la etapa dos y aún no presenta movimientos oculares.
Esperaron así ansiosos la siguiente etapa... hasta que llegó y el anterior científico apuntó:
—La etapa cuatro. Esta es la fase de mayor profundidad del sueño, la actividad cerebral es aún más lenta, predominan las ondas delta. En esta fase el tono muscular está muy reducido. No es la fase típica de los sueños, pero en ocasiones pueden aparecer en forma de imágenes, luces, o figuras... aunque sin una línea argumental.
En esta parte del sueño es en la que se manifiestan las alteraciones más comunes, como el sonambulismo o los terrores nocturnos.
El tiempo siguió avanzando...
A pesar del café que habían tomado y de haber descansado en la tarde, Steven y Daphne estaban ya adormilados, pero repentinamente fueron despertados por uno de los investigadores, quién exclamó en vos alta:
—¡Atención a todos! Karen ha entrado en la última etapa.
—Este es el momento que esperábamos, la fase MOR —destacó su colega—. Miren como se disparó repentinamente toda su actividad nerviosa. En esta parte es cuando se presentan los sueños en forma de narración, con un hilo argumental definido, aunque sea absurdo... ¡Ella esta soñando ahora!
La actividad eléctrica cerebral en esta parte del sueño es muy rápida.
El tono muscular es ahora nulo, eso impide que la persona dormida materialice sus alucinaciones oníricas y pueda hacerse daño físico.
Las alteraciones más típicas de esta fase son: las pesadillas y la parálisis del sueño.
Mientras tanto, en la mente de Karen, su pesadilla había empezado:
Todo comenzaba siempre igual; ella estaba junto con dos personas a quienes sentía que eran su esposo y su hijo.
Su esposo vestía estilo sport moderno, con un saco de cuero, color marrón muy oscuro, mismo que cubría a una desprolija camisa blanca, desabotonada en el cuello y que, además, llevaba por fuera de su pantalón; una corbata contrastante, y asimismo completamente floja, la complementaba; sus pantalones eran de tela de jean azul oscura; y sus zapatos, de estilo deportivo, negros y de cuero.
Su hijo vestía parecido a su padre, aunque con un aire mucho más rebelde; sin embargo, lo más llamativo en él eran dos graves lesiones que tenía a la vista: una era en su antebrazo y la otra en su pierna, y a pesar de que ninguna dejaba de sangrar, él no parecía prestarles importancia alguna; tenía, además, un tatuaje en su muñeca, el cual era muy distintivo: la silueta de un casco propio de los antiguos soldados del imperio romano... un casco de centurión.
Su expresión era seria y sus ojos, lo más impactante de todo su rostro, estaban muy nítidos. Su mirada era inconfundible, evidenciaba: firmeza, decisión y una profunda convicción.
Los tres huían a toda velocidad en un auto...
Su marido iba al volante y manejaba por un camino sinuoso en lo alto de una montaña; ella viajaba sentada en el asiento del acompañante y su hijo en el de atrás. Sus perseguidores eran dos autos negros, los cuales no les daban respiro, y se les acercaban tras cada curva.
Su esposo conducía tan rápido como podía, y lucía muy asustado; el chirrido ensordecedor de las cubiertas de los vehículos en el pavimento y los motores al máximo de potencia, eran ensordecedores; parecía que iban a estallar en cualquier momento.
Repentinamente, uno de esos automóviles les daba alcance y comenzaba a impactarlos por el costado; con cada impacto, su marido parecía perder el control del auto, aunque lo retomaba rápidamente.
Así sucedía cuatro o cinco veces... hasta que, en un momento, se empezaban a escuchar disparos.
En ese instante la actividad cerebral de Karen se volvió tremenda, su encefalograma comenzó a arrojar toda clase de lecturas erráticas, su ritmo cardíaco había subido, al igual que su presión sanguínea, su respiración era agitada, y había comenzado a transpirar profusamente.
Mientras tanto, su pesadilla empeoraba aún más:
La mayoría de los disparos que les hacían no impactaban en nada, parecían ser solo de advertencia, hechos para asustarlos y forzarlos a detenerse, sin embargo, su esposo no lo hacía.
En un momento, una de las balas atravesaba la luneta trasera del auto y se incrustaba en la delantera, astillandolas a ambas; en ese instante ella se aterraba como nunca, presintiendo la muerte inminente de sus seres queridos... y la suya propia.
De golpe, el automóvil comenzaba a dar trompos frenéticamente, parecía como si alguno de los neumáticos se hubiera roto y su marido ya no pudiera mantener el control del vehículo.
El automóvil continuaba así, girando vertiginosamente, hasta que sentía un impacto muy fuerte al golpear en el guardarraíl de la curva; el auto volcaba, pasándole por arriba, y quedaba colgando verticalmente, con su parte trasera apuntando a un abismo espeluznante; el metal retorcido del guardarraíl era lo único que lo mantenía enganchado, sosteniéndolo precariamente.
Debajo de ellos solo podía ver un insondable y oscuro precipicio, el cual parecía ser, interminable...
Karen comenzó a murmurar cosas ininteligibles, aunque se podía distinguir claramente que eran como pedidos de ayuda y quejidos de dolor.
—Este es el clímax de la pesadilla —destacó la investigadora del equipo, quien había permanecido en silencia hasta ese momento—, está a punto de suceder... presten mucha atención a la cámara tres, la que enfoca al vaso de vidrio de la habitación.
En la pesadilla, su esposo estaba inconsciente y con su cabeza sangrando.
Al igual que ella, él se encontraba firmemente sujeto a su asiento mediante su cinturón de seguridad... sin embargo, su hijo estaba caído sobre la luneta trasera del auto, la cual se estaba rompiendo de a poco por el peso de su cuerpo.
El ruido del cristal rajándose y los ruegos de su hijo por algo de ayuda eran todo lo que podía escuchar, él casi no podía moverse.
Desesperada, ella soltaba su cinturón de seguridad para poder alcanzarlo y socorrerlo.
Luego de un tremendo esfuerzo, siempre conseguía alcanzarlo y sujetar sus manos, pero nunca lograba levantarlo a pesar de hacer todo lo que podía... su fuerza física, simplemente, no le alcanzaba.
Al ver que no lo lograría, lo agarraba tan firme como podía, casi clavándole las uñas en los antebrazos; sin embargo, repentinamente la luneta trasera estallaba en mil pedazos.
Su hijo y ella caían así juntos hacia el abismo sin fin...
Fue en ese preciso instante, justo cuando su muerte sucedió en el sueño, que el vaso de vidrio cercano a ella en la habitación estalló en mil pedazos dentro de su urna de plástico, y Karen se incorporó gritando aterrada.
Los investigadores encendieron las luces del cuarto, y dos de ellos fueron a asistirla de inmediato.
Todas las lecturas anormales de su cuerpo volvieron lentamente a parámetros más estables...
Su pesadilla había terminado, por esa noche.
Varios minutos después, y ya más recuperada, Karen conversaba con Steven y Daphne:
—¿Qué les pareció lo que acaban de ver? —les preguntó.
—Apenas puedo creerlo, jamás había visto un fenómeno de psicoquinesis en acción —dijo Steven sosteniendo en sus manos la urna de plástico con los restos del vaso dentro.
—Fue algo impresionante, supera todo lo que yo conocía sobre las pesadillas. Nunca había visto algo así; no sabía que un sueño pudiera ser tan, intenso...
Por cierto, ¿el viernes que viene todo esto volverá a repetirse? —le planteó Daphne.
—Sí, y tal vez hasta empeore —respondió Karen—. ¿Ven ahora por qué estoy tan comprometida con mi investigación? Si no logro ponerle fin a esto, voy a pasar así el resto de mi vida.
En ese momento se acercó uno de sus colaboradores y le dio unas planillas con las lecturas de la sesión, era para que las firmara y así poder archivarlas.
—Ten, Karen... usa esta lapicera —le dijo Steven súbitamente, dándole la que le perteneció a su madre.
—No me hace falta, tengo la mía... De todos modos, te agradezco por tu amabilidad —le respondió la psicóloga sin hacerle mayor caso.
—Por favor, ¡insisto! —replicó él, y lo hizo en un tono vehemente, poniéndole la lapicera delante de la planilla, casi como obligándola.
—De acuerdo —dijo Karen y accedió... a pesar de que la actitud de Steven le pareció muy extraña y poco habitual; pensó que era alguna clase de demostración de caballerosidad demasiado efusiva y algo torpe—. Muchas gracias —agregó mientras procedía a firmar los papeles...
Daphne lo miró de reojo incómoda y sin decirle nada. La actitud de Steven era demasiado sospechosa para cualquiera que no supiera lo que él pretendía.
—¡Listo, terminé! Te devuelvo tu lapicera, Steven —dijo Karen al finalizar, y quedó con la lapicera en su mano, ofreciéndosela a él para que la volviese a tomar.
Steven, por su lado, se quedó mirándola, expectante por ver alguna reacción de parte de ella... pero Karen solo lo miraba extrañada, y eso era todo.
Así, sostuvieron sus miradas por un instante, el cual se prolongó mucho más de lo normal.
Steven no podía concebir como los recuerdos de su madre no emergían en Karen de algún modo, la respuesta que él tanto esperaba, no llegaba... hasta que finalmente su esperanza, solo, se desvaneció.
Frustrado, tomó nuevamente la lapicera de su madre y la guardó en su bolsillo, ni siquiera pudo sonreír para disimular su desazón.
«Tal vez ella no sea mi madre», se dijo internamente tratando de obviar todas las pruebas que demostraban que Karen era ella; «tal vez en sus sueños solo se conecta con los recuerdos del alma de mamá en el plano astral», pensó...
Pero entonces observó las planillas que Karen acababa de firmar, y recordó la firma de su madre; por su entrenamiento en la Corporación, él sabía que algunos rasgos, como la caligrafía, tienden a repetirse vida tras vida, y esa firma era casi idéntica a la de su madre... no era igual, pero tenía su inconfundible impronta en varios puntos:
—¡¿Por qué?! —susurró apenas y entre dientes, con bronca.
Karen lo miró extrañada y entreabrió su boca como para preguntarle a que se refería, pero, antes de que pudiera decir algo, fue interrumpida:
—Creo que estamos un poco cansados —expuso Daphne tratando de justificar la extraña actitud de Steven.
—Es comprensible —les dijo Karen—, es mejor que se vayan a dormir un poco, el lunes podremos hablar con respecto a todo lo que nos atañe.
Reservaré un horario a media mañana para que nos reunamos... Si les parece bien, claro.
—Sí, por supuesto —respondió Daphne, y de ese modo todos se retiraron...
Había sido una noche muy larga, sobre todo para Steven, quien ahora debía replantearse que hacer con su madre...
¿Existiría alguna manera de hacerla despertar?, y si así no fuese, ¿era conveniente revelarle toda la verdad? ¿Valía la pena continuar con su misión de toda la vida ante esta terrible realidad?
Esas eran las principales preguntas que asaltaban su mente, llenándolo de dudas y destrozando su ánimo.
Aguas turbulentas
Habiéndose recién separado el grupo en dos, y ajeno a lo que les depararía el destino a Steven y Daphne cuando se reunieran con quien sería la madre él, en Austria, Michael conducía directamente hacia la alemana ciudad de Hamburgo; el viaje en automóvil duraría tres horas; allí planeaba pasar el resto del día junto con Armony e Issadora al tiempo que haría los preparativos para viajar a Suecia.
Era martes, cinco de septiembre...
—Hay algo que quiero saber —planteó Issadora—, ¿de dónde viene este conflicto con esa poderosa corporación que mencionan a cada rato?
—Todo se relaciona con aquella caja de música que le compramos como regalo a Daphne... La corporación Rottweiler la busca desde hace muchos años; creemos que, inclusive, se remonta a antes de que yo naciera en mi vida pasada, como Melody —le respondió Armony.
—Recuerdo que esa caja era impresionante y lujosa, parecía ser obra de un orfebre muy talentoso, tenía elementos de oro, plata y varios tipos de joyas. Seguramente debe valer una fortuna... ¿Es por eso que es tan importante para ellos? —siguió preguntando Issadora.
—No creo que a la corporación Rottweiler le importe en absoluto su valor económico —le aclaró Michael—. Sus directivos ya tienen cuantiosas fortunas.
Ellos buscan la caja por otro motivo, uno que es aún mucho más valioso para ellos, y que todavía desconocemos. Solo sabemos que el obtenerla es su objetivo principal, y que están dispuestos a hacer cualquier cosa para lograrlo —sostuvo.
Así, el viaje continuó con tranquilidad, anécdotas interesantes, y por un escenario en el cual la naturaleza brindaba sus más hermosas vistas, permitiendo que los tres se relajaran y volvieran a sentirse tan unidos como en esa vida anterior, la cual compartieron juntos, y olvidasen los momentos de gran tensión por los que habían atravesado hasta ahora...
La llegada a Hamburgo fue normal, sin sobresaltos. No hubo indicio alguno de la presencia de la Corporación.
Sin embargo, en la noche, Armony no podía dormir...
Ella se había levantado cerca de las dos de la mañana y, desvelada por sus recuerdos, miraba hacia un mágico cielo estrellado, pensando desde la ventana del comedor de un hermoso y amplio departamento perteneciente a un apartotel que Michael había conseguido rentar hasta el día siguiente.
Se sentía inquieta; su mente, pesimista, no dejaba de traerle los viejos recuerdos de su muerte como Melody y plantearle los peores escenarios futuros... No conseguía dejar de pensar en ese corto viaje en ferry que se preparaban a realizar los tres juntos, al día siguiente, hacia Suecia.
—¿No puedes dormir, hermana? —le preguntó Issadora al verla levantada, sola, y observando por la ventana...
—No —respondió Armony—, y tú tampoco, por lo que veo...
—Todo ha cambiado tan rápido para mí —agregó Issadora sonriendo e hizo una pausa...
Internamente, ella siempre había sostenido una lucha entre su formación académica, en el campo de la medicina, y su experiencia personal. El suyo era un conflicto que había comenzado hacía ya muchos años tratando de encontrar la verdad sobre lo que era la vida realmente:
—¿Sabes qué Armony?, durante toda mi vida he querido creer en ese mundo que está más allá de nuestros cinco sentidos.
En mi práctica médica, donde estuve tan en contacto con la lucha de la vida por continuar, finalmente me terminé convenciendo de que nuestra conciencia no es solo una mera ilusión de la mente tal y como nos lo plantea la ciencia...
Con el tiempo, comprobé que muchos de mis compañeros de profesión también creían que hay algo más allá de esta simple y finita existencia terrenal.
Desde que comencé a estudiar medicina, y luego, cuando ya trabajaba en el hospital, pasaba mis ratos libres con pacientes en estado terminal, brindándoles cuidados paliativos.
Algunos de ellos estaban solos, y yo sentía que era algo altruista, noble... y hasta piadoso, el permanecer acompañándolos en sus últimos momentos de vida.
Charlaba con ellos, cuando podían hablar conmigo... y cuando no, les leía pasajes de libros que los reconfortaran, siempre con la ilusión de que me escucharan.
Fue en aquellas ocasiones, cuando mi contacto con lo paranormal comenzó.
Recuerdo que algunos pacientes me contaban que veían en la habitación a sus seres amados que habían fallecido; en ocasiones los veían en sueños. Esto posó muchas veces, y casi siempre que ocurría... era días antes de que muriesen.
Siempre fuí algo reticente a creerles, dudaba de sus testimonios, me debatía entre mis deseos naturales de que todo fuera real, y mi sospecha de que lo que veían pudiera ser solo un producto de su imaginación, motivado por sus temores a la muerte mezclados con una esperanza de continuar con su existencia, de algún modo, en ese anhelado más alla.
Ahora, estoy segura de que todo lo que me contaron era real, y que el no creer en la existencia del alma es simplificar demasiado a esto que llamamos vida.
Solo veo en ese escepticismo el temor natural que tenemos a lo desconocido...
No creemos en lo que no podemos comprobar a ciencia cierta, y con una férrea necedad evitamos el detenernos a considerar que tan ignorante es nuestra ciencia y cuan limitado es su real avance, sobre todo en ciertas áreas.
Puedo imaginarme lo que argumentaría un colega mío, un científico académico, sobre mi experiencia en la ambulancia: diría que mis ojos estaban cerrados, pero que mis oídos escuchaban todo lo que pasaba a mi alrededor, y así afirmaría que toda la ECM, esa experiencia cercana a la muerte tan real, que tuve... fue solo una recreación mental basada en los libros que he leído o películas que he visto; y que ocurrió como un delirio, consecuencia del poco flujo sanguíneo a mi cerebro aunado a los fármacos que me administraron.
De hecho, una vez sostuve una charla con un médico que pensaba así...
Le insistí en que explicaciones como esa no podían estar bien, porque de ser así, toda persona a la que le bajara su presión sanguínea, o que pasara por una situación de hipoxia, que es como le llamamos a la privación de oxígeno —aclaró—, o que estuviera bajo la influencia de psicofármacos, experimentaría exactamente lo mismo... y eso, es algo que sabemos bien, no ocurre.
No quiso ni siquiera analizar lo que le dije...
A nosotros, como personal médico, nuestra formación científica y técnica no nos prepara para aceptar lo sobrenatural en ninguna de sus formas, es más bien todo lo contrario.
Sin embargo, a medida que ejercemos nuestra profesión, muchos de nosotros nos encontramos con situaciones en las que la vida se debate con la muerte, y en las cuales vemos cosas que nos hacen comenzar a sospechar que hay algo más allá de lo que conocemos y aceptamos, y a lo que la ciencia actual no puede ni siquiera analizar...
Ahora, ya sabes el por que me levanté, hermana. Estaba recordando pasajes de mi vida, y pensando demasiado, creo.
Preferí venir a tomar un refrigerio nocturno, en lugar de seguir desvelada en la cama —reveló Issadora—.
Ya que estamos las dos despiertas, podemos compartir un chocolate caliente —propuso—. Supongo que eso aún te gusta con locura, ¿no es así?
—Sí, ¡por supuesto! —le respondió Armony sonriendo—. Algunas cosas no cambian ni siquiera en otra vida.
—Recuerdo que siempre tuviste un buen dormir. Las únicas veces que te he visto desvelada fueron las ocasiones en las que algo te preocupaba y mucho... ¿Hay algo de lo que quieras compartir con tu antigua hermana mayor? —le pregunto entonces Issadora mientras preparaba el chocolate sobre la mesada de la cocina.
—Es el viaje de mañana a Suecia; la última vez que viajé por el mar Báltico fue cuando ocurrió aquel terrible naufragio en el cual morí. De hecho, vamos a estar partiendo de la misma ciudad en donde todo pasó: Kiel.
—Te entiendo —expresó Issadora con tono de pesar—. Aquel fue un accidente terrible, la noticia tuvo alcance a nivel mundial, hubo tantos muertos...
—¿Accidente dijiste? No fue solo un simple accidente —la corrigió Armony—. No me importa lo que los medios periodístico dijeran, lo que causó todo fue un sabotaje.
La verdadera responsable de aquella tragedia fue una mujer llamada Evelyn. Ella me perseguía, trataba de obtener la caja de música para la corporación Rottweiler. Dañó intencionalmente los motores del barco en el que viajábamos para tener tiempo de robármela, y eso fue lo que desencadenó el accidente.
Nada hubiera pasado de no haber sido por ella...
Esa mujer murió conmigo aquel día, y ahora ha vuelto; se llama Sylvia Arrow.
—¿Sylvia? ¿Es, acaso, la mujer rubia que vimos aquel día en la florería de mis padres?, ¿la que ordenó ejecutar a Daphne?... ¡¿Esa Sylvia?! —preguntó Issadora sorprendida.
—Sí, esa misma Sylvia, yo la he tratado poco, Steven la conoce mucho mejor, dados los años que trabajaron juntos en la Corporación. Es una mujer tenaz, implacable, y muy violenta...; es de las que no se detienen ante nada para obtener sus metas.
—¿Y piensas que nos vamos a topar con ella durante este viaje, mañana? ¿Crees que otra vez se repetirá todo como hace veintiséis años? Me parece que estas un poco paranoica, hermana —bromeó Issadora riendo.
—Michael me dijo que el destino tiende a repetirse hasta tanto no se cumplan los propósitos existenciales que tenemos pendientes. Es como un ciclo interminable que se sucede una y otra vez, aunque con diferentes matices... y eso me aterra.
No puedo evitarlo, a medida que pasan los días, cada vez me siento más incómoda. Ya desde hace un tiempo, tengo un mal presentimiento de todo esto de venir hasta aquí, a buscar mi pasado y volver a revivir tantos recuerdos trágicos.
Nada de esto me gusta, Issadora... nada.
—Te preocupas demasiado; no has cambiado, Melody —le recordó Issadora retándola con cariño mientras terminaba de preparar las tazas de chocolate para ambas.
—Posiblemente tengas razón —aceptó Armony—. Es solo que la vida me ha dado esta segunda oportunidad de estar junto a las personas a quienes he amado con toda mi alma y no quiero perder el tiempo recordando cosas dolorosas.
Ahora, que los vuelvo a tener conmigo, me doy cuenta la tremenda falta que me hacían. Tú misma no tienes idea de lo importante que has sido siempre para mí, Issadora. Te extrañaba tanto, querida hermana... y ni siquiera lo sabía.
Desde que estamos juntas, he empezado a tener muchos más flashes de mi vida contigo, de cuando fuimos Ariadna y Melody. Son principalmente pasajes de mi infancia...
Siento que nuestra relación fue injustamente truncada antes de tiempo.
Quiero disfrutar de esta nueva vida a pleno, como si fuera la última; deseo que pasemos muchos momentos juntas, que podamos compartir experiencias y vivencias que nos acompañen por el resto de nuestras existencias...
Anhelo verte tener una familia, y hasta poder disfrutar de ser tía... del mismo modo en como tú pudiste hacerlo con Daphne. Me encantaría poder malcriar a una sobrina o dos —concluyó Armony entusiasmada; e Issadora riendo le contestó:
—Por favor, Armony... ¿Realmente me ves en el futuro casada, y encima con hijos? Cuando viví como Ariadna yo era una persona muy independiente, no quería ataduras de ningún tipo, y jamás me sentí con la suficiente responsabilidad como para criar a un hijo.
Todo eso ya lo sabes.
—Pero ahora eres Issadora... no tienes por que vivir esta vida del mismo modo que la anterior.
—Es cierto lo que dices; pero, dado como soy, no sé si debiera dejar algo de mí en este mundo, o a alguien que me recordara. A veces creo que solo quiero pasar por esta vida... y simplemente desaparecer, sin dejar rastros —expuso la joven con pena—.
Sé muy bien que mis padres quieren que yo tenga una familia, y no tengo el valor de confesarles que en realidad no quiero ni siquiera una vida que sea larga —concluyó.
Las palabras de Issadora le rompían el corazón a Armony, que veía a su hermana resignada ante la soledad... y entonces le insistió:
—Hasta donde yo sé, nunca tuviste una pareja estable, y a menos que algo haya sucedido después de mi muerte, tampoco tuviste hijos...
¿Piensas dejar esta existencia del mismo modo en que lo hiciste antes?, ¿sin haber disfrutado del placer de ser madre?
Te perderás de algo hermoso, te lo aseguro por experiencia propia, Issadora.
—No he aprendido a vivir aún, Armony... ¿cómo podría pretender enseñarselo a un hijo?
Se hizo un largo momento de silencio en la charla, el semblante de ambas había cambiado, se miraron indirectamente, y entonces Issadora habló:
—Te confesaré algo... Cuando eramos Melody y Ariadna, yo vivía muchos aspectos de mi vida a través de ti. Daphne fue la hija que nunca tuve; mi estrecha relación de amistad con Gabriel llenaba el hueco que llevaba en mi interior por no tener a un hombre con quién poder compartir actividades...
No eras solo mi hermana, eras aún más que mi amiga, tu vida era parte de mi propia vida, Armony.
El día en el que murió Gabriel, mi vida también quedó destrozada, y cuando moriste tú... se derrumbó del todo, prácticamente quedé muerta en vida.
Solo me quedó Daphne, la presencia de esa pequeña, huérfana, fue el único pilar en el que pude apoyarme para mantenerme en pie y no tomar una decisión fatal que aliviara el dolor de mi alma —Los ojos de Issadora se volvieron llorosos, giró entonces su cabeza para que Armony no la viera llorar; y con el dorso de su mano secó una incipiente lágrima que pretendía rodar por su mejilla.
Ambas se quedaron pensativas, hasta que fue Issadora quien decidió romper el silencio nuevamente:
—Hay algo que va a interesarte... Yo también debería estar asustada por el viaje en barco que haremos —dijo tratando de desviar un poco el tema y así evitar que ambas se deprimiesen—. ¿Sabes que también compartimos el mismo tipo de muerte? Hasta hace poco no la recordaba; sin embargo, en estos últimos días, mi memoria se ha ido aclarando al respecto y ahora lo recuerdo todo. Es curioso, pero yo también morí ahogada...
No tenías ni idea de eso, ¿verdad, hermana?
—No —respondió Armony sorprendida—. Daphne solo nos contó que desapareciste en el Ártico, eso es todo lo que dijo saber al respecto.
—Es lógico, dadas las circunstancias en como todo aquello pasó. Fue un hecho tan clandestino que... ¿Quieres que te cuente la historia completa de como sucedió?
Armony asintió con su cabeza, curiosa y temerosa al mismo tiempo, e Issadora comenzó su relato:
—De acuerdo, era 1992... Por aquellos días, yo me encontraba más comprometida que nunca con las actividades de la brigada ecológica a la que pertenecía.
En aquel año, durante la temporada de caza de ballenas en el hemisferio norte, pensábamos hacer lo que muchos gobiernos debían hacer, pero que, por culpa de algunos políticos, jamás hacían... ¡Detener la caza de ballenas a como diera lugar!
Durante años, habíamos intentado varios métodos para sabotear a esos malditos barcos balleneros.
Todas las temporadas lográbamos retrasarlos un poco al generarles algunas averías menores en los muelles, y así les dábamos un año más de vida a muchas ballenas.
Pero ese año no pudimos, así que tendríamos que hacerlo en pleno mar...
Acercarse a esas enormes embarcaciones siempre fue una tarea peligrosa y lo sabíamos bien, pero nuestro objetivo bien valía el riesgo.
Normalmente las organizaciones ecologistas legales trataban de estorbar el avance de los balleneros poniéndose delante de ellos, esperando que así se desviasen de su ruta para no convertirlos en mártires.
Siempre pensamos que ese era un método estúpidamente civilizado de lidiar contra esos criminales. Para nosotros, esa manera blanda de oponerse ante esos crueles asesinos, simplemente, no era suficiente.
Debíamos hacer algo mucho más contundente para combatirlos, y aquel año decidimos levantar sus propias armas de caza en contra de ellos...
¡Esos asquerosos barcos balleneros! Aún hoy día los odio tanto que no me arrepiento para nada de lo que les hicimos; lo volvería a hacer gustosa todo... y multiplicado —El odio en los ojos de Issadora ante aquel recuerdo encendía su mirada de una manera tan intensa que fácilmente podía infundir miedo en quien la contemplase.
Sin vacilar, ella continuó con su historia:
Nuestra brigada había conseguido tres pequeños botes neumáticos, eran rápidos y muy maniobrables, cada uno contaba con dos motores. Habíamos montado un lanzador de arpones en el centro de la proa de cada uno de ellos, a los arpones les habíamos atado cables de acero flexibles de varis metros y los habíamos unido a grandes boyas al final.
Con eso planeábamos atacar a los balleneros.
El plan era navegar con nuestros botes hasta ponernos paralelos y a pocos metros de distancia de la popa de cada uno de ellos... La popa es la parte trasera de la embarcación; allí, las enormes hélices de esos barcos provocan una turbulencia muy importante; la maniobra era difícil, solo podían realizarla los mejores timoneles de la brigada...
Desde esa posición, dispararíamos a ciegas los arpones, apuntando por debajo de su línea de flotación, justo en la zona donde estaban sus propelas.
La idea era que el arpón se clavase en un punto tal que los cables de acero que llevaban atados se enredasen en las hélices del barco, dañándolas, o mejor aún... trabándolas.
En cada bote íbamos cuatro tripulantes: dos que se encargaban de preparar los arpones, un tirador y un piloto; yo siempre fui muy buena conduciendo lanchas, así que timonearía...
Recibimos el informe por radio de un grupo de cacería compuesto por dos barcos balleneros que perseguían a una familia de ballenas jorobadas en el mar Ártico, dentro de aguas Canadienses...
A aquellos desgraciados no les importaba nada, ni el estar violando límites territoriales, ni que fuera una pequeña familia de ballenas... ni siquiera que se tratase de una especie en peligro de extinción. ¡Su caza estaba ya prohibida desde hacía décadas!
Los barcos que usaban eran del tipo factoría, de los que se desplazan continuamente en mar abierto. Navíos depredadores, auténticas máquinas de matar...
¿Sabes cómo lo hacen, y cómo son realmente?
—No, realmente —respondió Armony con su boca entreabierta y visiblemente impactada por lo que su hermana le contaba.
—Primero hieren a las ballenas con sus arpones, ralentizándolas hasta alcanzarlas, pero no las matan... eso les llevaría mucho tiempo; luego utilizan grúas muy potentes para subirlas a bordo, y una vez allí, las descuartizan totalmente, estando aún vivas.
Algunas partes especiales se cuecen en ollas para extraerles la grasa y el aceite. La carne en general se trocea en pedazos de unos veinte kilos, y la de mejor calidad, se congela para consumo futuro.
Todo el cuerpo de la ballena es utilizado, hasta los residuos, que se terminan empleando como abono.
Esos barcos son de unas proporciones enormes, desplazan decenas de miles de metros cúbicos de agua al navegar, tienen esloras con más de cien metros de largo, y pueden cargar varios miles de toneladas.
Ahora tienes una idea más precisa de a que clase de monstruos nos enfrentábamos —dijo Issadora y continuó con su relato:
—Para cuando los alcanzamos, ya habían comenzado con su ataque...
El macho líder de la manada estaba herido con tres arpones en su lomo; eso lo retrasaba considerablemente, y no solo a él, también a toda su familia, que lo seguía de cerca, impotente.
En poco tiempo más, eso iba a ser una auténtica masacre... teníamos que actuar de inmediato.
Decidimos dividirnos. Dos de nuestros botes se quedaron atacando al ballenero más retrasado, y evitar así que llegara hasta el otro para darle apoyo; mientras tanto, yo fui por el de adelante, sola.
Cuando lo alcancé, igualé su velocidad para que nuestro tirador pudiera apuntar con mayor precisión; recuerdo que me coloqué a estribor, que es a la derecha —aclaró—. No podíamos perder tiempo, cada segundo contaba para salvar a esa ballena. «¡¡Comienza cuando quieras!!», le grité a mi tirador al completar mi maniobra, y él disparó casi de inmediato.
El arpón se hundió como una saeta en el mar, vimos como el cable de acero era arrastrado desde nuestra cubierta con fuerza hasta acabarse... y cuando la bolla del extremo final se hundió tras él, nos confirmó que, al menos, una de las hélices del barco había sido enredada completamente.
Todos nos alegramos, gritamos de júbilo al unísono; siempre lo hacíamos cuando obteníamos alguna victoria sobre esos inhumanos cazadores.
Unos instantes después, el barco comenzó a virar hacia nosotros, era claro que le habíamos dañado la propela de estribor, pero no la de babor. Bajé la velocidad para evitar el impacto, y dejé que se nos adelantara un poco...
En esa situación, un capitán normal hubiera desistido en su cacería, he intentado dirigirse a puerto para solucionar el problema, o se hubiera detenido y pedido ayuda por radio... Pero aquellos cazadores no lo hicieron.
Con una corrección del timón, el ballenero compensó el cambio en su curso y siguió avanzando, aunque más lentamente...
Los muy desgraciados aún pretendían matar a la ballena herida a pesar de necesitar reparar su barco.
No querían retirarse ese día con las manos vacías.
«¡Sujétense todos, vamos a darle el tiro de gracia!», le grité a mi tripulación. Entonces me coloqué a babor del barco para tener una mejor línea de tiro hacia la hélice izquierda, que aún le funcionaba.
En ese instante comenzamos a escuchar pequeñas detonaciones; algunos marineros del barco comenzaron a dispararnos con rifles y pistolas desde la cubierta; tuve que alejarme para quedar fuera del alcance de sus armas. Se habían dado cuenta de lo que les estábamos haciendo.
Afortunadamente, el agitado mar nos volvía un blanco difícil para ellos, de todos modos la situación se había tornado por demás peligrosa para nosotros.
Todo parecía indicar que no podríamos salvar a esa ballena... sin embargo, nuestros compañeros, que habían deshabilitado totalmente al otro barco, llegaron justo para ayudarnos.
Poniéndose dentro del alcance de las armas de fuego, uno de ellos se colocó por detrás del ballenero y el otro a estribor, todo para intentar distraer a los hombres armados de la cubierta.
La maniobra funcionó, atrajeron los disparos hacia ellos... y eso nos dio vía libre para continuar con nuestro ataque al ballenero.
«¡Vamos a tener que hacer esto rápido! En cuanto dispares me alejaré de inmediato», le dije a mi tirador; recuerdo que él levantó su dedo pulgar, indicándome así que había comprendido.
Logré acercarme y emparejarme con la popa del navío bastante rápido, y mi amigo disparó el arpón.
Parecía que la suerte estaba con nosotros, el disparo dio de lleno en el blanco, y la propela comenzó a enrollar rápidamente el cable de acero.
Inmediatamente hice mi maniobra y comencé a alejarme del barco factoría... sin embargo, fue ahí donde vino el gran problema.
La bolla del extremo final del cable se enredó en un cabrestante de nuestra cubierta, sentí el fuerte tirón repentino, y nuestra proa se enfiló directo hacia donde estaba la hélice del ballenero.
Con la fuerza de la gran hélice tirando de nosotros, el cable de acero se trabó de una manera tal que hacía completamente imposible el poder destrabarlo a mano. Una buena opción hubiera sido cortarlo, pero no teníamos herramientas para hacerlo...
Habíamos quedado unidos, atrapados, y nuestro pequeño bote sería, literalmente, engullido por la hélice del gigantesco buque en pocos segundos más.
Saltar de la cubierta al mar, estando a una distancia tan corta de la enorme propela de esa poderosa máquina naval, era igualmente un suicidio, se tragaría, con seguridad absoluta, a cualquiera que lo intentase, tal y como lo hacía con el agua que la rodeaba...
Sin dilación, por la radio les avisé de la situación a nuestros botes compañeros para que vinieran a evacuarnos de emergencia.
Puse mis dos motores en reversa total, recuerdo como rugieron a la par... tenía que intentar contrarrestar, aunque fuera solo un poco, a esa poderosa hélice del ballenero.
Nuestros compañeros no tardaron mucho en llegar, fueron muy veloces realmente, y comenzaron a evacuar a toda mi tripulación.
Mientras tanto, yo trataba de mantener estable mi bote, quería evitar que alguien cayera al mar, pero la turbulencia del agua, dada la corta distancia a la enorme propela de aquel barco, era ya tremenda... y empeoraba con cada metro que me acercaba.
Me mantuve así hasta el final...
Podía ver pasar a mi tripulación; parecía que todo transcurría tan lento; gritaban, llamándome desesperados; sin embargo, yo no podía distraerme, tenía que pilotar, mantener mi nave estable todo el tiempo que pudiese, un solo error que cometiera y alguno de mis amigos podía morir.
Me acuerdo del instante en que giré mi cabeza y vi cuando la última de mis compañeras era sujetada desde otro de los botes... por un momento pude intentar huir yo también, pero no quise... tu imagen vino a mi mente, Melody, y sentí que sería una buena oportunidad de volver a estar juntas... solo tenía que sostener el timón por un segundo más... y así lo hice, lo quise hacer.
En ese último momento la proa de mi nave se sumergió en el agua, y mi embarcación fue succionada hacia el fondo del mar... mi tiempo se había acabado.
Mientras me hundía junto con mi nave hacia aquella muerte segura, tuve una extraña sensación de alivio, al saber que estaba muriendo por una causa justa... Sería una heroína, mis amigos me recordarían por mi valor, por haber dado mi vida por ellos.
Por fin me volvería a reunir con Gabriel, y sobre todo contigo, mi amada hermana —concluyó con sus ojos llorosos.
Armony tomó las manos de ella para darle contención, aunque sabía que Ariadna siempre había sido muy fuerte y ese rasgo afloraba en Issadora, también sabía que la fortaleza de su hermana siempre fue solo una apariencia, la cual ocultaba su sufrimiento interno...
A la mañana siguiente, cuando Michael despertó, se levantó y encontró a las dos hermanas durmiendo plácidamente, una al lado de la otra, ambas tiradas sobre el sillón de la sala de estar y tapadas con una frazada.
La imagen no le extrañó para nada; de hecho, la recordaba muy bien de su vida anterior, cuando fue Gabriel:
—¡Vamos, despierten las dos! Ya es hora de levantarse. Se quedaron charlando hasta tarde, ¿verdad? Como en los viejos tiempos...
—Sí, algo así —dijo Issadora estando aún semidormida mientras entreabría sus ojos y se los restregaba con los dorsos de sus dedos índices—. Y tú aún nos sigues despertando temprano, sin dejarnos dormir lo suficiente.
Todo sigue tal y como lo recuerdo —se quejó.
—Así vas a conseguir que nos pongamos viejas antes de tiempo, Michael —le reprochó Armony mientras bostezaba y se desperezaba.
—¿Les parece que es temprano, chicas? ¡Ya es mediodía!... Creo que las dejé dormir más que suficiente —les respondió Michael mientras preparaba un café bien cargado para las dos—.
Parece que tuviéramos mucho tiempo, pero no es así: a las dieciocho horas tenemos que estar en la terminal del puerto para abordar el ferry que sale hacia Gotemburgo, descontando un par de horas de viaje en auto que tenemos que hacer hasta Kiel..., eso nos deja solo con cuatro horas para prepararnos.
—¿Es siempre así? —le preguntó en voz baja Issadora a Armony, quien le respondió asintiendo un par de veces con su cabeza y con cara de resignación.
—Creo que cuando era Gabriel nos dejaba dormir más... Como sea, ya me desperté lo suficiente como para no poder volver a dormir. ¡Voy a darme una ducha y a cambiarme! —expresó Issadora resignándose.
Y así empezó la jornada...
El viaje hasta Kiel fue muy tranquilo. Ese día, el cielo estuvo despejado ya desde la mañana, no soplaba más que un suave viento.
Issadora viajaba sola en el asiento trasero del auto, viendo pasar el paisaje; el bucólico recorrido, atravesando la campiña alemana, disparó en ella un sentimiento de melancolía, mismo que la hizo extrañar su hogar; estuvo callada durante la mayor parte del viaje, simplemente pensativa, mirando por la ventana con ojos de tristeza.
Un par de horas después arribaron a su destino.
Cuando llegaron, Issadora se quedó maravillada. Kiel, con su aire de ciudad marítima y costera al mismo tiempo, y barcos de todo tipo por doquier, la hizo sentirse como en un lugar ideal, su tristeza se esfumó rápidamente, tornándose en entusiasmo:
—Que hermosa que es esta ciudad —dijo mientras Michael daba un pequeño recorrido panorámico con el auto, previo a llegar al puerto en donde se embarcarían.
—Sí, es hermosa... Eso exactamente pensé yo cuando vine aquí hace unos meses —le contestó Armony con un marcado tono de circunstancia—, por supuesto que eso fue hasta que recordé lo que me paso aquí, siendo Melody.
¿Ves aquel faro a lo lejos?
—Sí, hermana, lo veo. ¡Me encantan los faros!
—Bueno, yo morí prácticamente a los pies de ese faro. El barco donde viajaba terminó chocando contra las rocas de los riscos sobre los que está construido.
Se hizo entonces un vacío de silencio...
—¿Qué puedo decirte, Armony? Definitivamente elegiste un mejor lugar que yo para morir —le respondió Issadora bromeando con un poco de humor negro para romper el impasse.
La pequeña broma de Issadora no le hizo ninguna gracia a Armony que volteó para mirarla seria..., su hermana la ignoró y le habló a Michael:
—Quisiera volver aquí con más tiempo para poder recorrer mejor todo esto. ¿Qué te parece mi idea, Michael; me acompañarías?
—Si Armony no tiene objeciones, por mí está bien —respondió él diplomáticamente.
—Ustedes hagan lo que quieran. A mí no me importa para nada, siempre han estado de acuerdo en todo —expresó Armony resoplando y cruzándose de brazos.
—Solo lo dije para molestarte, ya sabes que siempre me gustó hacerlo —le recordó Issadora al tiempo que la abrazaba desde el asiento trasero y le daba un efusivo beso en la mejilla, como toda una amorosa hermana mayor.
—¡Bien chicas, llegamos! Bájense del vehículo que voy a meterlo en la bodega del barco...
Ambas descendieron y fueron hasta el área de espera, en donde aguardaron a que Michael terminara para así abordar el ferry los tres tranquilamente.
Sin embargo, mientras esperaban, su presencia no paso inadvertida para un par de miembros de la sociedad Íbice que estaban allí con la sola misión de controlar el paso fronterizo; las reconocieron de inmediato y lo reportaron a sus superiores.
Minutos después, Sylvia fue informada:
—Señora directora, dos de nuestros colaboradores en Alemania acaban de avistar a Armony, fue en la ciudad de Kiel.
Indicaron que está viajando junto a la florista pelirroja, la tal Issadora, y ese sujeto de nombre Michael; se preparan para abordar un ferry con rumbo a Gotemburgo, Suecia. Estarían arribando mañana a las 9:15 a.m.
—Así que Armony va tras su pasado —dijo Sylvia de manera deductiva—. Ordénale a los agentes que aborden ese barco, y que se limiten solamente a seguir sus pasos... ¡Qué no los pierdan!
Mientras tanto, tú —le indicó a otro de sus subordinados—, comunícate con el aeropuerto, quiero que preparen uno de los aviones ejecutivo de la Compañía; que sea el más rápido de nuestra flota, lo abordaré de inmediato. Espero llegar a Estocolmo mañana por la mañana...
Una vez allí, comandaré la operación personalmente.
—Entendido, señora directora.
—Tal parece que el destino nos reunirá nuevamente en Suecia, Armony —susurró Sylvia en voz baja—; «creo que se exactamente hacia donde te diriges... y tal vez, solo tal vez, con tu ayuda voy a encontrar la caja mucho antes de lo que esperaba», pensó mientras esbozaba una maligna sonrisa de satisfacción en su bello rostro.
Esa noche, en el ferry que había partido de Kiel y sin sospechar que su mayor enemiga se acercaba directamente hacia ella, Armony se durmió profundamente...
Aquel viaje en barco no hizo más que azuzar en ella recuerdos que la hicieron soñar vívidamente, y lo que soñó esa noche no fue nada placentero.
Despertaría por la mañana, alterada y sobresaltada, recordando solo fragmentos vagos de una pesadilla inquietante...
—¡Dios mío, no... no por favor, no! —balbuceaba entredormida y quejándose.
—Vamos... despierta, Armony, vamos ya... Estas soñando, es una pesadilla —le recalcó Michael, que se encontraba a su lado, mientras la sacudía suavemente del hombro.
—¿Qué pasó, Michael... ya llegamos? —preguntó ella.
—No, todavía nos falta una hora más de viaje.
—¿Donde está Issadora?
—Fue a buscar unas tazas con bebidas calientes y algo para que comamos los tres como desayuno.
Creo que no descansaste nada bien... estuviste murmurando cosas toda la noche.
—Tuve unos sueños horribles; soñé con barcos, la caja de música, un hombre anciano... también estabas tú, e Issadora... ella lloraba, necesitaba de nuestra ayuda, pero nos alejábamos ¡y la abandonábamos!
—Fueron solo pesadillas, tranquila... no les hagas caso.
En ese momento llegó Issadora a la cabina, y lo hizo trayendo una bandeja con refrigerios:
—¡Aquí traigo algo sabroso para empezar el día! —les dijo sonriente—. ¡Que bien!, veo que despertaste, hermana. Casi como si intuyeras que iba a traerte chocolate.
—Sí, eso creo —le contestó Armony desperezándose y fregándose los ojos.
—En una hora vamos a desembarcar y una vez que lo hagamos, ¿a donde vamos a ir? —planteó Issadora mientras dejaba la bandeja en una pequeña repisa y Michael le contestó:
—Según lo que Armony recuerda, cuando vino a Suecia por última vez, siendo Melody, en 1991, viajó a una localidad llamada Åre.
Estuve investigando un poco en internet, y encontré que se trata de uno de los principales centros de esquí del norte de Europa.
La ciudad se encuentra ubicada en la zona media del país, casi sobre los Alpes escandinavos, que separan a Suecia de Noruega, y a los pies de la montaña Åreskutan, una de las más famosas de Suecia...
—A Daphne seguramente le hubiera encantado haber venido con nosotros, ella adora la nieve y el esquí —agregó Armony y Michael continuó:
—Ya hice las reservas en un hotel de Åre. En esta época estival del año, es relativamente fácil encontrar habitaciones en una urbe que es típicamente invernal.
El viaje en auto desde Gotemburgo nos va a llevar unas diez horas. Tenemos que partir de inmediato, en cuanto desembarquemos; no quiero llegar muy tarde esta noche.
—Y una vez que lleguemos allí, ¿qué haremos? —insistió en preguntar Issadora mientras le daba un sorbo a su café caliente.
—Bueno, creo que todo dependerá de que los fragmentos que tengo en mi memoria nos alcancen para encontrar al maestro espiritual que selló mis recuerdos —le respondió Armony.
—¿Es por ese maestro espiritual que no recuerdas tu vida anterior completa? —le preguntó Issadora; sin embargo, fue Michael quién le respondió:
—Así es. Melody acudió hace veintiséis años con ese hombre para que la ayudara a librarse de la Corporación, que la perseguía, y no sabemos por que ella terminó con la memoria de su alma sellada.
—Hay algo que no entiendo. Si esas personas querían tanto esa caja de música, y tú ya la tenías en tu poder, ¿no hubiera sido más sencillo deshacerse de ella, dándoselas?... o mejor aún, ofreciéndola en una subasta pública. Esa hubiera sido una solución elegante, y lucrativa también; al fin y al cabo, si los líderes de esa corporación tienen tanto dinero como tú dijiste, Michael, bien podrían haberla comprado, y se habría terminado todo el problema —analizó Issadora.
—No era tan simple, hermana... yo, específicamente, no quería que la caja cayera en poder de la Corporación —le reveló Armony—, y no recuerdo ni siquiera el por qué... solo sé que eso era por algo muy importante.
—Apenas con fragmentos de tus recuerdos es bastante complicado armar este rompecabezas de tu pasado —reflexionó Issadora—. ¿Qué recuerdas exactamente de aquel viaje que hiciste a Suecia?
—Muy poco, lamentablemente... Cuando vine en ese entonces, lo hice siguiendo las indicaciones que me había dado Peter, el fallecido hermano de Steven.
Me contacté con una mujer joven, fue en su casa. Dijo ser la aprendiz de un maestro espiritual que había sido expulsado de la hermandad de los Guardianes de la Eternidad.
El nombre de aquel hombre era Aldair... y era una sombra, a los miembros que son secularizados de esa orden se los denomina así.
—¿Cómo se llamaba la mujer? —volvió a preguntar Issadora.
—La aprendiz se llamaba... era... ¿cómo se llamaba?... No puedo recordar su nombre. Solo me acuerdo que fuí a verla para que ella me llevara con su maestro.
Tengo imágenes en mi mente de la aprendiz conduciéndome por un largo camino, intrincado, muy oscuro... era como un túnel o algo parecido; luego fuimos caminando por un valle rodeado de montañas.
Recuerdo haber visto también un gran lago, y lo que parecía ser un antiguo monasterio que emergía de la cara de una montaña, era algo surrealista, parecía como si parte de ese lugar continuase por dentro de algún ignoto sistema de cavernas...
Lo siento, pero no puedo recordar más —concluyó Armony luego de forzar su memoria tanto como pudo.
—No importa. Mañana vamos a intentar ubicar la casa de aquella mujer —dijo Michael.
—De aquello, hace ya muchos años... La fisonomía entera de la ciudad podría haber cambiado, y aunque así no fuera, ¿que tal si esa mujer no viviera más allí, qué haremos en ese caso? —planteó entonces Issadora mirándolos a ambos.
—Si no encontramos a la mujer, intentaremos averiguar todo lo que podamos sobre aquel extraño monasterio oculto en ese valle entre las montañas, y trataremos de ir hasta él —le contestó Michael.
—¿Y si nadie sabe nada de ese lugar? —temió Armony pensativa... esa pregunta quedaría sin una respuesta.
La búsqueda del pasado de Melody se acercaba a un momento definitivo... y todas las dudas inherentes a él resonaban ahora más fuertes que nunca: ¿quedaría aún alguna manera de averiguar algo?, y si así fuera, ¿con qué sorpresa se toparían?, ¿hasta donde podría llegar a extenderse la magnitud del misterio que envolvía a la misteriosa caja de música?
Armony, contando apenas con sus escasos recuerdos, aún fragmentados y parcialmente sellados por aquel poderoso ritual del olvido, intentaba en este momento recuperar su pasado, ese mismo pasado que aún la perseguía, cazándola desde alguna remota existencia anterior.
Ella aún lo ignoraba, pero el suyo era un antiguo propósito existencial, mismo que ella alguna vez quiso sepultar para siempre... y del cual el destino nunca la dejará huir.
Espíritus del norte
El día siguiente había comenzado despejado en la abierta ciudad de Åre. La temporada estival destacaba toda la belleza escandinava de las latitudes nórdicas europeas.
Siendo verano, la nieve ya no cubría los verdes prados, que en esta época del año lucian con todo su esplendor.
Las diversas flores y los distintos árboles de toda la región ya se encontraban bien plenamente florecidos, bien completamente verdes; consecuencia del paso previo de la primavera.
La localidad no estaba llena de turistas; claramente la temporada más concurrida era la invernal, aunque, en esta época del año, el clima templado continental, propio de la zona central de Suecia, invitaba a hacer hermosos recorridos, tanto de a pie como en bicicleta, por sus hermosos paisajes...
Armony, Michael e Issadora, se habían hospedado en un céntrico hotel, el cual pertenecía a un complejo turístico que estaba lindero al enorme lago Åresjön; y, luego de pasar la noche, desayunaban en el restaurante del mismo, preparándose para comenzar su búsqueda:
—He estado mirando toda esta información y no dice nada sobre ningún monasterio en una montaña, ni valle... ni dada parecido —les comentó Issadora, quien había estado examinando meticulosamente los folletos turísticos que había tomado de la recepción del hotel.
—Lamentablemente, tampoco yo logré encontrar nada al respecto por internet, y eso que estuve investigando en varios sitios específicos para rastreadores —agregó Michael—...
Bien, Armony; creo que ahora dependemos completamente de tu memoria. ¿Hacia dónde crees que deberíamos de dirigirnos para encontrar a aquella mujer? —le preguntó.
—Mis recuerdos no están del todo nítidos... y ciertamente la ciudad ha cambiado mucho, es probable que su casa, tal y como yo la conocí, ya no exista más; sin embargo, me acuerdo muy claramente que estuve, junto con la aprendiz, en una pequeña iglesia medieval, y ese lugar se encontraba en una zona urbana.
—Según esto, hay una antigua iglesia que data del siglo doce, y está prácticamente en el medio de la ciudad —señaló Issadora mostrando su ubicación en uno de los folletos que tenía—; estamos muy cerca de ella. La iglesia se encuentra activa, podemos ir a ver que nos dicen allí; con suerte, tal vez hasta encontremos a la mujer.
Así, poco después terminaron de desayunar y partieron...
En solo minutos, y simplemente caminando, llegaron hasta la iglesia y entraron en ella.
El recinto no era muy grande, sin embargo, todo estaba muy bien cuidado y adornado.
—¡Qué bonita iglesia! —expresó Issadora.
—Sí que lo és... Desde niña siempre me han gustado mucho las iglesias cristianas —le comentó Armony—.
Más allá de mi fe, todo el simbolismo que encierran lo encuentro en extremo fascinante —agregó mientras sumergía la punta de sus dedos en la pila de agua bendita que se encontraba junto a la entrada y se santiguaba—.
Observa esta pila bautismal, por ejemplo; tiene tallado un pelícano, eso es porque ese ave simboliza el sacrificio definitivo por los seres amados: el dar la propia vida.
Antiguamente, existía una leyenda según la cual, en tiempos de escasez de alimentos, el pelícano, con su pico, arrancaba sangre de su pecho para alimentar a sus crías —contó.
—Iré a ver si hay alguien en la sacristía —les dijo Michael al notar que allí no había nadie presente... sin embargo, tampoco encontró a ninguna persona en ese lugar.
—Alguien se tiene que encargar de mantener todo esto tan limpio y arreglado, las flores de estos jarrones son frescas —destacó Issadora.
Comenzaron entonces a recorrer los alrededores de la iglesia... y en la parte posterior vieron que había un modesto cementerio:
—Parece que no hay nadie por ningún lado —comentó nuevamente Issadora al ver a ese sitio también sin ningún visitante.
—¡Miren, allí hay alguien! Tal vez nos pueda ayudar —exclamó Armony al divisar a una mujer que se encontraba a la distancia, delante de una tumba, y casi de espaldas a ellos.
La joven aparentaba tener unos veintiún años; tenía una complexión delgada; su cabello era lacio, aunque levemente ondulado y de color castaño claro.
Se encontraba parada frente a una lapida, misma que contemplaba absorta en sus recuerdos...
—Perdona que te interrumpa. Hemos viajado desde muy lejos y necesitamos hablar con alguna persona que haya estado relacionada con esta iglesia por el año 1990, aproximadamente.
Es para hacerle algunas preguntas sobre aquella época —le dijo Armony.
La joven volteó apenas, y los miró a los tres sin responderles durante un instante en el cual pareció estar examinándolos; era como si tratara de sentir algo intangible acerca de ellos...
—¿Hablará nuestro idioma? —planteó Issadora.
—Eso espero, porque nosotros de sueco... —dijo Armony.
—Sí, lo hablo y perfectamente. Pueden preguntarme todo lo que quieran saber a mí —les indicó con amabilidad, pero seriedad, y un marcado acento francés...
Armony miró de reojo a Michael extrañada; la joven claramente no tenía la edad suficiente como para conocer de primera mano nada sobre aquella época.
—Disculpa, pero tú no pareces tener la edad adecuada como para respondernos con el suficiente nivel de detalle acerca de las cosas que queremos saber de aquellos años —le planteó Michael.
—Ustedes tampoco parecen tener la edad adecuada como para hacer preguntas muy específicas de esos años —respondió la joven con un suave tono desafiante, y manteniendo su fría distancia.
Armony, Michael e Issadora, cruzaron miradas de reojo...
—En aquel entonces aquí vivía una mujer joven que sabía como llegar hasta un monasterio erigido en un valle de esta zona y que estaba cerca de un lago... sobre la ladera de una montaña.
Queremos hacerle una visita a ese monasterio, y pensamos que si pudiéramos ubicarla a ella, tal vez, nos podría llevar hasta allí, o indicarnos como llegar —le dijo Armony.
La joven volvió a mirar por encima de su hombro, pero esta vez hacia la lapida que estaba contemplando solo unos instantes antes:
—Es posible que ustedes se refieran a ella —comentó dando un paso al costado para que todos miraran hacia la tumba—. Era mi madre, murió ya hace varios años.
En ese momento el tiempo pareció detenerse para Armony; el nombre escrito sobre la lápida le recordó de inmediato al de aquella mujer, era ella... sin duda alguna:
—Es la mujer —le dijo a Michael con tono de pesar, y se quedó callada.
La única persona que podía conducir a Armony nuevamente al misterioso monasterio, donde aquella sombra había sellado sus recuerdos, se encontraba muerta; y junto con ella sus esperanzas de poder continuar...
—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Issadora perdida; sin embargo, esa pregunta no sería necesario responderla, ya que la hija de la mujer en ese momento agregó:
—Ella me adelantó, hace unas pocas noches, en mis sueños, que pronto volverías, Melody... y que lo harías junto con tu hermana y tu esposo, esta vez.
El maestro Aldair y yo los estábamos esperando...
Los llevaré con él —concluyó la joven.
Armony quedó estupefacta, atónita, sin saber que decir, mientras un escalofrío le recorría su espalda al comprobar, una vez más, como las fuerzas del más allá están siempre presentes en nuestras vidas, y mucho más de lo que imaginamos...
Los tres acompañaron a la joven, quien los condujo hasta dentro de un recinto cercano a la iglesia.
Allí, la joven se aseguró de que nadie más los observara; se paró delante de una pared hecha de piedras, tomó una antorcha apagada que estaba en la pared, y la encendió; a continuación, presionó una roca falsa, la cual estaba debajo del soporte de la antorcha.
Se activó, de ese modo, un antiguo mecanismo que, luego de un leve chasquido, hizo que se abriera un pasaje perfectamente camuflado, aparentando ser una parte integral de la pared.
Una vez que todos pasaron, la joven cerró la secreta entrada...
—Tengan cuidado con los escalones, y miren en donde pisan —les recomendó.
Así, los condujo por una escalera caracol, la cual descendía algunos metros por debajo de la superficie.
—El túnel —susurró Armony al ver aquello.
—Este es el Laberinto de las Almas... lo recuerdas, ¿no es así? —le preguntó la joven de manera retórica—. Esta es la única ruta de acceso que existe por tierra al valle escondido.
Nos encontramos dentro de un complejo de túneles, de los cuales no conozco casi nada. Solo sé la ruta que debo seguir para llegar hasta la salida.
Aquí debajo no hay ninguna otra fuente de luz, más que esta antorcha, tampoco pasan las señales radiales... y eso incluye a los teléfonos celulares.
Si se separan de mí, no sé con que se toparían, y tampoco sabría como encontrarlos, así que quédense muy cerca de mí —les advirtió la joven.
Los pasillos por los que comenzaron a transitar no eran espaciosos, solo lo suficientemente amplios como para que un pequeño grupo, de hasta unas cinco personas, circulase por ellos.
Las paredes estaban revestidas con rocas, tenían un acabado sólido, y había bajorrelieves de aspecto medieval, lo cual dejaba intuir que la construcción del laberinto podía datar de la edad media.
La oscuridad y el olor a humedad, y encierro, propio de las cuevas, reinaba por todo el ambiente; no se veían animales ni insectos, pero se escuchaban inquietantes sonidos que resonaban desde la profunda oscuridad... extraños sonidos que no parecían provenir de este plano de la realidad.
Armony e Issadora estaban muy asustadas, mientras que Michael disimulaba muy bien su preocupación...
Durante todo el largo camino nadie dijo absolutamente nada; todos estuvieron concentrados en no tropezarse en la asfixiante oscuridad del sistema de túneles.
Caminaron por un trecho imposible de estimar con certeza...
Lo único que importó, cuando emergieron finalmente de aquel laberinto subterráneo, fue que lo hicieron en el valle que Armony recordaba.
El paisaje allí era indescriptiblemente bello.
Se trataba de un amplio reducto, donde había suaves lomadas de verdes praderas, y pequeños lagos que reflejaban el cielo como cristalinos espejos.
Pequeños conjuntos de árboles crecían a modo de bosques, los cuales, a su vez, albergaban a animales propios de la región.
Todo aquello se encontraba enmarcado por altas montañas de roca sólida que lo rodeaban completamente, manteniéndolo así apartado del resto del mundo.
En ese instante unas pocas y densas nubes atravesaban el cielo a gran velocidad, proyectando sus sombras sobre el idílico paisaje, dando lugar así a un juego de luces cambiantes que lo tornaban aún más surrealista.
El impacto de la brillante luz exterior fue un choque para todos, necesitaron de un instante para atenuar los efectos encandilantes del brusco cambio...
Durante ese momento la joven aprovechó para apagar y dejar la antorcha en un soporte que estaba a la salida del laberinto.
—Disculpa por mi tardía pregunta, pero... quisiera saber cuál es tu nombre —le pidió Michael a la misteriosa joven.
—Pueden llamarme Lynette, ese es el nombre que me fue dado al nacer... y lo seguirá siendo hasta que realice mi ceremonia de ascensión. Ahí adoptaré el mismo nombre que pensaba usar mi madre cuando realizara la suya.
—¿Eres una de las aprendices del maestro Aldair? —le preguntó entonces Armony.
—Sí, así es... actualmente soy la única que queda y, como tal, también cuido de él.
He tomado el lugar que ocupaba mi madre, antaño... Estoy siguiendo todos sus pasos —definió Lynette con mucha seriedad, y un sesgo que evidenciaba un profundo dolor...
—¿Por qué lo haces?, ¿por qué sigues el camino de tu madre? —le preguntó Armony—. Tú tienes una vida propia que podrías vivir.
—¿Vivir?, ¿vivir como?... ¿extrañando a los que se fueron?, ¿recordando lo feliz que fui al lado de ellos?, ¿añorando el compartir momentos con quienes ya no puedo? ¿Vivir así?, ¿a eso le llamarías vivir? A mi me parece más una cruel condena.
Nunca fueron muchos, y se la muerte se los fue llevando de a uno, cada pérdida fue peor que la anterior —Para Armony el escuchar a Linette era como estar escuchándose a sí misma—.
Con el tiempo y medida que me quedaba sola, que las voces a mi alrededor se silenciaban con cada fallecimiento, comenzaron a surgir preguntas en mi mente, preguntas que me entristecían y me hacían sufrir: ¿cuantos conocimientos se habrán perdido con las muertes de mis abuelos?, ¿cuántas enseñanzas y consejos con las de mis padres? ¿Cuántas anécdotas, con sus matices únicos e irrepetibles... ya no conoceré? ¿De cuánto me habrá privado la muerte con cada uno de ellos que arrebató de mi lado? —expresó con secas lágrimas en sus ojos, hizo entonces una pausa, y continuó:
—Y cuando todos murieron, cuando quedé totalmente sola en la vida surgió otra pregunta aún más triste que las anteriores: ¿cuántos sueños tenían que ya no podrán completar, que quedaron truncos?... Tal vez hasta creyeron que yo al crecer completaría algunos; ¿los estaré defraudando?
Mis noches se hicieron de ese modo largas... y mis días, mucho más largos aún. No quise marearme con una vida propia, llena de trivialidades y banales preocupaciones, para alejarlas.
Fue así que me acerqué al maestro Aldair, él vio el dolor en mi interior y lo alivió... Gracias a él pude contactarme con el otro lado.
Encontré a algunos de los míos, a otros no, ya habían vuelto y tenían sus nuevas vidas.
La última en irse de este mundo fue mamá, yo tenía quince años; cuando hablé con ella en el más allá me reconfortó, volví a ser feliz como antes... o algo así; añoraba sentir felicidad, creo que casi la había olvidado por completo.
Hubo tanto que mi madre no pudo hacer, que deseaba, que anhelaba, cosas importantes como llegar a convertirse en una maestra espiritual; pero no tuvo el tiempo necesario... le faltó ese tiempo de vida que sacrificó en criarme.
Ahora yo lo haré por ella, y ella me seguirá guiando, como siempre fue, solo que ahora será a través de mis sueños.
Esta es la manera que encontré de sostener los pedazos de mi destrozada vida —terminó y luego de darles un instante de descanso les consultó:
—¿Se encuentran listos para proseguir? Aún nos falta un buen tramo para llegar hasta el monasterio —Todos respondieron que sí, estaban más curiosos que cansados por la larga caminata—. Entonces, continuemos —agregó retomando así el camino que los llevaría por un sendero bien marcado en el suelo, todo tapizado por rocas planas...
La actitud de Lynette era muy extraña para una joven de su edad: carente de la espontaneidad y alegría de sus años, parecía haber tenido que madurar de una manera forzada, por acontecimientos en extremo dolorosos para ella...
Era evidente que trataba de lidiar así con la profunda pena por la muerte de su madre, a quien extrañaba mucho.
Continuar con el que fue el camino de su progenitora, abortado por una temprana muerte, era su forma de llenar el hueco que había quedado en su vida luego de perderla... Lynette buscaba, simplemente, mantener viva la figura de su madre, sacrificando sus propios deseos y convirtiéndose de algún modo en ella.
Durante la vida, no es de extrañar que los más grandes compromisos que se asumen se encuentren ligados a experiencias dolorosas.
El modo de caminar de Lynette, recto y altivo, marcaba lo decidida que estaba en todo lo que hacía, también en su manera de hablar se notaba algo atípico, era completamente lacónica, sin comentarios extra ni palabras de más; seguramente se encontraba bajo una férrea disciplina proveniente de quien la estaba guiando en su camino... y esa persona era: Aldair, quien, al ser ella su única aprendiz remanente, la estaba preparando para ser una gran maestra espiritual; todo, con la esperanza de que alcanzara un nivel similar al que había obtenido él.
En ese momento se encontraron ante un gran lago que se extendía a lo lejos, terminando en la ladera de una montaña; sobre su superficie del mismo reinaba una tenue bruma.
Allí, encallado y parcialmente hundido, se podía ver un antiguo barco vikingo, el cual seguramente había llegado atravesando por una enorme grieta, misma que se abría en la montaña y conectaba la cuenca lacustre con los gélidos mares del norte de Europa.
Junto al lago se erguía lo que evidentemente fue otrora un antiguo y muy importante monasterio... aunque ahora se encontraba solitario, ruinoso y prácticamente abandonado.
—Hemos llegado finalmente.
Ese es el Monasterio del Lago Boreal —dijo Lynette—. Allí podrán ver al maestro Aldair.
A medida que se acercaban más y más a la estructura podían ir tomando mejor conciencia de las reales dimensiones del gigantesco emplazamiento.
Era de un inconfundible estilo medieval tardío, prerenacentista.
Su frente emergía de la propia montaña y lo hacía de una manera que parecía casi irreal... fundiéndose con ella.
La mayor parte de aquella enorme edificación se encontraba construida por dentro del macizo montañoso.
La montaña era el verdadero monasterio... Se trataba de un auténtico complejo, realizado tallando directamente en la roca sólida, y compuesto por incontables pasillos y salas; algunas, destinadas al diario vivir; otras, al estudio y la meditación... y finalmente, unas muy especiales, en las que se habían celebrado ocultos rituales esotéricos, secretos y prohibidos para la mayor parte de la humanidad, reservados solamente para unos pocos elegidos.
Todo el lugar daba la extraña sensación de que allí había una antigua magia, olvidada, poderosa... y que se podía sentir al recorrerlo.
Dada la magnitud de la obra, ese era un emplazamiento de gran poder natural, donde se concentraba una gran parte de la energía de la Tierra.
—No se alejen del camino central, al igual que el laberinto subterráneo, es muy fácil perderse por aquí dentro —les instó Lynette mientras subían por la gran escalinata de la entrada, y agregó:
—El interior de este lugar fue construido cavando y agrandando lo que, desde tiempos ancestrales, ha sido un intrincado sistema de cuevas naturales, las cuales desembocan todas en una único lugar central... donde se encuentra el Altar de Fuego.
El extraño nombre del altar les pareció inquietante a todos, y pronto comprobarían el por que del misterioso nombre; Lynette los conducía directamente hacia allí...; el Altar de Fuego era donde el maestro Aldair pasaba la mayor parte de su tiempo.
Internamente, el monasterio lucía como cualquier otro.
La iluminación provenía de antorchas y otras luminarias flamígeras muy hábilmente ubicadas.
El nivel de detalle con el que se había esculpido la roca le daba a esta un aspecto similar al de las paredes construidas con bloques de piedra y en las partes superiores semejaba ser auténticos techos con bóvedas de crucería; además, por doquier había grandes pasajes hechos con la forma de arcos apuntados... elementos arquitectónicos muy típicos de los edificios eclesiásticos góticos.
A medida que avanzaban por dentro de aquel complejo, pasaron junto a enormes salones, actualmente desiertos, pero que, en los tiempos de esplendor de ese sitio, supieron estar llenos de monjes y mucha actividad.
Pudieron atisbar, aunque de lejos, grandes bibliotecas, llenas de polvo y telarañas, que aún conservaban una buena parte de sus libros...
Finalmente, llegaron hasta un par de grandes portones dobles; eran de madera maciza y tenían un aspecto muy sólido. Estaban tallados con extraños grabados y símbolos que parecían más pertenecer a una orden secreta que ser meramente decorativos.
Esas enormes puertas separaban dos realidades, marcaban la entrada a otro reino... uno donde las fuerzas de diferentes planos confluían con mayor facilidad.
Cuando Lynette se paró por delante, uno de los pesados portones, solo y sin que nadie lo tocara, se entornó lo suficiente como para que todos pasaran.
Avanzaron por un pasillo bastante largo, muy ancho, recto y con una inclinación levemente descendente, y que obviamente los conducía hacia las entrañas de la Tierra; desde el final del mismo emanaba un extraño resplandor...
Prosiguieron caminando hasta que alcanzaron el sector en el cual todo el místico poder se concentraba desde hacía eones.
En ese punto exacto confluían varias líneas de energía natural del planeta, y era donde se realizaban los rituales que requerían de una mayor fuerza espiritual.
Al llegar allí quedaron boquiabiertos ante la magnitud de lo que vieron:
El recinto central del monasterio era una cavidad de enormes proporciones; sus dimensiones aproximadas parecían ser de unos cien metros hacia las cuatro direcciones.
Por su parte superior, a unos treinta metros de altura, se podía apreciar el firmamento a través de una abertura circular de unos veinte metros de diámetro, misma que era en realidad la boca de un antiguo volcán...
El aire caliente, con olor a azufre y sulfuros que inundaba todo el ambiente; el rojo resplandor, que parecía venir de las profundidades reflejándose en los grandes y oscuros cristales que forraban todas las paredes; y el negro suelo, que parecía haber sido hecho con piedras derretidas y solidificadas, enfáticamente así lo sugerían.
—¿Estamos, acaso, adentro de un volcán? —preguntó Issadora, tartamudeando asustada, al notar el aspecto interno del recinto.
—Sí, así es... pero no hay nada por que temer, se encuentra extinto desde hace ya centurias —le respondió Lynette.
Visto tangencialmente, el lecho de roca de la gran cámara semejaba ser una gran planicie pétrea; sin embargo, en realidad se trataba de un conjunto de anchas y altas plataformas que se asentaban, cual gigantescas columnas, en el abisal fondo, ubicado decenas de metros abajo; había unas enormes grietas que separaban esas placas entre sí y eran atravesadas por rústicos puentes colgantes que permitían pasar de una a otra, interconectándolas.
En ese momento se encontraban parados sobre una gran saliente de roca sólida, lugar en donde terminaba la cueva.
Por debajo de ellos, a unos cincuenta metros de profundidad, había un auténtico lago de magma brillante, esa era la fuente de la luz rojiza de todo el recinto.
Michael se acercó al borde de aquel abismo, miró hacia abajo y, preocupado por la situación, comentó:
—Seguramente, el pasillo por el que llegamos es lo que se conoce como un conducto secundario y, si no me equivoco, esta es la cámara magmática de un volcán de escudo, básicamente, una clase de volcán que tiene mucha más base que altura... y no está precisamente extinto, yo más bien diría que se encuentra inactivo —aclaró.
—La lava es solo una manifestación normal de toda la energía natural que fluye con gran intensidad en este punto —opinó Lynette sin darle mayor importancia—.
Aunque creo que hoy la noto un poco más intranquila que de costumbre —agregó.
—¡¿Lava?! —repitió Armony en tono de pregunta, asustándose un poco más—. ¿Qué es ese sonido que se escucha sin cesar? Parece que fueran pedazos de vidrio crujiendo —preguntó al notar un extraño ruido que retumbaba por todo el lugar.
—Es el magma del fondo... ese es el típico sonido que produce la lava al moverse —le aclaró Michael.
—Así que todo esto es el Altar de Fuego —comentó Issadora.
—No, esta es solo la cámara que lo contiene... Aquel, es el Altar de Fuego —la corrigió Lynette, señalando hacia una enorme planicie de roca sólida, la cual era la plataforma más grande de todas y ocupaba la parte central de la cavidad; se encontraba justo frente a ellos, aunque separada por unos cincuenta metros de distancia.
La explanada se extendía hasta una buena parte de las paredes del volcán, y se conectaba con la saliente de roca en la que se encontraban por medio de un largo puente colgante hecho de sogas y maderos.
—¡Síganme! —les dijo Lynette— y no se preocupen, este puente muy es seguro; ya tiene cientos de años... y nunca ha sido necesario repararlo.
—Justamente eso es lo que me preocupa, ya le toca... —comentó Armony, con mordacidad y en voz baja, mientras se sujetaba con fuerza de las cuerdas y daba sus primeros tímidos pasos.
Al cruzar el puente, y luego de dar unos pocos pasos, entraron en el sector de la explanada que recibía directamente la luz del exterior a través del cráter del volcán, el cual se abría justo por encima de ella.
Esa zona iluminada tenía tallada en su suelo un complejo círculo mágico, coincidente tanto en tamaño como en posición con la luz cenital que recibía... Su intrincado diseño estaba lleno de antiguos y herméticos símbolos, propios de la época de los alquimistas.
—Estamos en el origen de toda la fuerza de este lugar. Justo aquí, en este círculo, debajo de la gran boca del volcán, se encuentra un gran epicentro de poder, en donde la energía del planeta fluye como un manantial —remarcó Lynette a medida que atravesaban el círculo y se acercaban hacia un trono de piedra volcánica, el cual, elevado sobre una plataforma de cristales, parecía presidirlo todo dentro de la mística cámara.
El imponente asiento pétreo se encontraba por fuera del círculo de rituales, y estaba tallado con una decoración muy elaborada, con conocidas e ignotas deidades, y criaturas pertenecientes tanto a mitos y leyendas celtas como vikingas.
Allí, una figura encapuchada los esperaba...
Lynette se detuvo a pocos metros por delante del trono:
—Maestro Aldair, aquí están ellos —dijo, inclinando su cabeza en señal de respeto.
Aldair tomó su báculo y se puso de pie.
El maestro espiritual vestía una túnica larga que llegaba hasta el suelo y se encontraba encapuchado, a la usanza clásica de los monjes, su rostro permanecía oculto por la sombra.
Era similar, en todo aspecto, al anciano que Armony había visto en aquella biblioteca etérea, cuando ella estuvo internada en estado de coma y a punto de morir. Las únicas diferencias eran que el color de su túnica no era blanco, sino negro, y que en su mano derecha portaba un impresionante báculo de madera, hermosamente decorado en toda su longitud, y con la figura de la cabeza de un lobo tallada en su extremo superior.
—¿Por qué has vuelto a mí, Melody? —le preguntó Aldair con un tono duro y serio, casi de reproche, al tiempo que se quitaba su capucha, descubriendo así su rostro.
En cuanto Armony lo vio, lo recordó de inmediato, y quedó aún más sorprendida de lo que ya estaba:
«No puede ser, luce casi igual a como lo recuerdo... Este hombre debería de ser mucho más viejo», pensó ella.
—No luzcas tan sorprendida —le dijo Aldair—. ¿Qué esperabas ver, Armony?, ¿a un hombre de unos noventa años, tal vez?
Armony simplemente asintió con su cabeza... y Aldair le explicó:
—Nosotros, desde que ascendemos a maestros espirituales, pasamos a envejecer solo un año por cada siete de una persona común.
—No lo sabía —balbuceó ella, tímidamente...
—Tu viaje hasta aquí ha sido completamente en vano. Como te lo advertí aquel día, ni si quiera yo puedo romper el sello del olvido —sentencio Aldair de manera tajante.
—No lo recuerdo —respondió ella, titubeando avergonzada.
—¡¡Por supuesto que no lo recuerdas!! Del mismo modo en que no deberías de recordar absolutamente nada de tu vida anterior —exclamó Aldair irritado—, pero tú no has sido la responsable de esta situación...
¡Tú, en cambio, tienes la culpa de todo esto. Fragmentaste el sello del olvido, y ahora una parte de sus recuerdos se han filtrado a su mente! —le recriminó a Michael, acusándolo de mala manera.
—Oiga, no me grite... yo solo quise recuperar a mi esposa —le respondió Michael defendiéndose.
—Sí, Gabriel... lo sé, puedo ver cuanto la amas aún, pude verlo ya hace veintiséis años, y se lo advertí claramente a ella. El amor es como la vida misma, busca trascender ante todo obstáculo... y un amor como el de ustedes, de más de un siglo, no se iba a extinguir tan fácilmente.
Melody acudió a mí portando aquel poderoso nexus, esa antigua caja de música, tan hermosa... y tan terrible.
Lo hizo porque vivía un auténtico infierno. Aquejada por terribles pesadillas que sufría casi todas las noches; extraños sueños que habían comenzado justo tres años antes... y visiones diurnas, no menos inquietantes, que se intensificaban durante sus quehaceres cotidianos, día tras día.
Ya había intentado todo lo que la ciencia le podía ofrecer, y nada le servía para mitigar aquella tortura.
Ella no sabía el motivo de su padecer... yo, sin embargo, lo intuí.
Todo se había desencadenado en el momento en que su alma se conectó con el más allá a través de aquella bella y atrayente artesanía: la caja de música que portaba con ella, cuando de manera inocente la tocó con sus manos desnudas.
Así supe quien era ella realmente, o mejor dicho... quien había sido.
Pero ahí no terminaba su padecer: quería dejar de ser el objetivo de unos tenaces perseguidores, y pretendía que eso fuera para siempre; incluyendo, sus futuras reencarnaciones.
Le dije que el único modo de evitar ser localizada por los oráculos, los videntes y hasta por los maestros espirituales... era haciendo una de las más peligrosas ceremonias prohibidas, el ritual del olvido.
También le advertí que no se desharía de un nexus, ni siquiera apelando a ese poderoso ritual.
Pero ella no quiso escuchar mi aviso, siempre tuvo ese carácter testarudo, arrogante, tan propio de la Realeza...
Rechazó mis consejos y aquí está nuevamente, ¡queriendo deshacer lo ya hecho! ¡¿Verdad, Armony?! —le increpó el maestro, cambiando el foco de su atención nuevamente hacia ella—. ¡¿Has venido a recuperar tus recuerdos?! ¡¡Casi me costó la vida hacer aquél ritual para pagar mi deuda contigo!!
—¿Cuál deuda? —preguntó Armony desconcertada.
—¡No tengo por que revelarte eso, princesa! —le respondió Aldair de mala manera—. Ya no le debo nada a tu familia...
—¡Vinimos aquí a buscar respuestas! —le expresó Michael, usando el mismo tono agresivo con el que el maestro trataba a Armony.
—Si quieren respuestas, entonces van a tener que encontrar la caja de música, y cuando Armony la toque, todo tu pasado volverá a ella... esa fue la condición que establecí cuando hice el ritual del olvido en Melody —le expuso Aldair adusto... y volviéndose hacia Armony, le enfatizó, mirándola directamente a los ojos, casi como queriendo ejercer una sugestión hipnótica en ella—. Esa fue tu idea y tu decisión aquella vez... ¡Recuerda ese momento, Melody!
En ese instante los ojos de Armony se abrieron grandes y su rostro adquirió una expresión de estupor al tiempo que un flash de memoria se hacía presente en su mente; y un vívido recuerdo del día en el que se sometió al ritual del olvido volvía a ella...
Fue hace veintiséis años y en este mismo lugar, parada Melody casi donde estaba ahora, cuando Aldair le dijo:
—Olvidarás, en esta vida, y paulatinamente, todo lo referente a la caja de música y tu unión ancestral con ella; día a día recordaras cada vez un poco menos... hasta olvidarla por completo, en el lapso de un año.
En tus siguientes encarnaciones no recordarás ni esta existencia ni ninguna otra la cual te hayas relacionado con esta caja de música.
Tus recuerdos quedarán sellados por el olvido, para siempre...
¿Estás de acuerdo con esto, Melody?
—Sí, lo estoy —respondió ella.
—Para que el sello sea perfecto y que nadie, ni siquiera yo mismo, pueda ser capaz de romperlo, tienes que decidir cual será la única condición para que se destruya... elige con sabiduría, princesa, ya que esa se convertirá en la única manera de vuelva a tu mente todo lo que ahora recuerdas —le enfatizó Aldair.
—Bien... ya tengo planeado como deshacerme de la caja de música cuando salga de aquí —señaló Melody—. Si alguna vez, en el futuro, caigo en manos de mis perseguidores tengo que serles completamente inútil... Por lo tanto, quiero que la condición para que el sello del olvido se rompa sea: el volver a tocar la caja de música, físicamente.
¿Puedo elegir eso como condición?
—¡Sí, claro que puedes! Cuando este ritual termine, deshazte de la caja de inmediato y no vuelvas a tener contacto con ella nunca, o todo esto habrá sido algo inútil —sentenció Aldair, y así procedió a realizar el ritual...
Ese día, Melody se retiró con la caja de música envuelta en un grueso paño de tela, mismo con el que la cubrió Aldair para que ella pudiera manipularla sin riesgo de volver a tocarla.
—Ahora recuerdo aquel día —dijo Armony pensativa y apenada al mismo tiempo... y Aldair le dijo:
—Viniste a mí hace veintiséis años para deshacerte de ese pasado que te perseguía, y que ya no querías ni recordar. Arriesgué mi vida haciendo, en solitario, una ceremonia prohibida... y tuve éxito.
Y ahora que ignoras aquel pasado, pretendes recuperarlo.
¿Quién te entiende, princesa?
Espero que te quede bien claro que si logras destruir el sello del olvido por completo no volveré a rehacerlo... y eso te lo juro —le sentenció Aldair entrecerrando sus ojos de manera amenazante.
—¿Qué te hice para que odies tanto así? —le preguntó Armony, con lágrimas en sus ojos, al ver la marcada hostilidad de Aldair hacia ella.
—No te odio —le respondió el maestro, cambiando el tono de su voz por uno más piadoso y comprensivo—. Tú y yo, nos conocimos por primera vez mucho antes de que fueras Melody; cuando solo eras una pequeña mujer, casi una niña, una joven que cargaría con un terrible peso...
Jamás tuve nada en tu contra, sin embargo, esa caja de música es algo que me ha perseguido desde que fue hecha, hace más de cien años.
Tienes que entender que con todo lo que pasó, actualmente se ha convertido en un nexus... y no se puede jugar con un objeto así, muchos destinos confluyen en ella, hay demasiadas almas interesadas en su futuro —definió Aldair.
Armony lo miró desconcertada, le faltaban muchos datos como para poder sopesar lo que el maestro le decía.
—¿Sabes por qué ahora soy solo una sombra, Armony?
Boquiabierta, ella le respondió atónita, negando con su cabeza hacia los lados un par de veces... y Aldair prosiguió:
—Te contaré por que me expulsaron de la Hermandad:
Sucedió hace veintinueve años, en 1988. Yo era uno de los más poderosos maestros espirituales de la hermandad de los Guardianes de la Eternidad.
Mis capacidades eran tales que estaba señalado para ser uno de los sucesores dentro del Concejo de los Nueve.
Ese mismo año, sucedió el incendio del teatro donde perdiste a tu esposo, Gabriel.
La corporación Rottweiler, al ver que sus oráculos eran incapaces de dar con el paradero de la caja, estaba desesperada; y trataba saber a toda costa si la caja de música había sido destruida en aquel incendio.
Fue así que, unos meses después, acudieron a la Hermandad para que los ayudásemos en su búsqueda, a pesar de que sabían muy bien que siempre hemos sido neutrales.
De todos modos, hicimos una rápida investigación y nos dimos cuenta de que el destino estaba haciendo todo lo posible por evitar que la Corporación obtuviese la caja...
El tremendo y ominoso daño desencadenado por un antiguo miembro de ellos era el motivo de aquello.
Había mucha energía espiritual, toda proveniente del más allá, que se oponía con una tremenda furia a la Corporación; la energía negativa en contra de ellos, y de cualquiera que los ayudase en sus objetivos, era inconmensurable, algo inaudito, inclusive para nosotros...
Demasiados habían sufrido por lo que la Corporación había hecho con aquella caja de música, y eso ya la había convertido en un poderoso nexus del destino.
Por supuesto que el Concejo a pleno y por unanimidad, les negó de inmediato toda clase de ayuda al respecto; uno de los principales preceptos de la Hermandad siempre fue el de no intervenir en contra del más allá.
Fue entonces que la Corporación comenzó a tratar de presionar, en secreto, a nuestros maestros más novatos y aprendices destacados...
Querían realizar un ritual clandestino, a espaldas del Concejo y con el único objetivo de saber que había pasado con la caja de música.
Fue recién cuando trataron de convencer a una exdiscípula mía, llamada Wendy y que hacía poco tiempo había sido ascendida a maestra espiritual, que me enteré de lo que querían hacer.
Realizar un ritual relacionado con un nexus y sin el apoyo de los miembros del Concejo de los Nueve, era ya algo extremadamente peligroso... Mucho más aquel, que se oponía a los designios del más allá.
Sin embargo, los miembros de la Corporación intentaban lo que fuera, llegó a mis oídos que estaban recurriendo a toda clase de ofertas y amenazas... Temí que tarde o temprano, lograran convencer a algunos de los nuestros de hacer aquel ritual.
De entre todos los maestros de la Hermandad, yo era el único que recordaba el haber cruzado su destino con la caja de música en algún momento de su pasado... Fue así que, sabiendo a lo que me arriesgaba y las posibles consecuencias que tendría, decidí proteger a nuestros miembros más expuestos realizando yo mismo el ritual... y lo hice, por supuesto, a escondidas del Concejo, de manera clandestina.
Estuve investigando mucho, busqué las mejores condiciones que pude para hacer aquella ceremonia; necesitaba obtener todo el apoyo que pudiera, usaría tanto la energía presente en la Tierra como en las estrellas...
El lugar que elegí fue un centro de poder energético ubicado en medio del desierto; específicamente en la cima de una montaña conocida como Corona de Reina. Es llamada así porque a lo largo de todo el borde de su cumbre, se yerguen filosos pináculos de roca, cada uno con varios metros de altura, lo que hace que todo el conjunto se asemeje a una enorme corona.
En toda la parte central, dentro de ese gran círculo natural de la cima, confluyen distintas líneas de poder del planeta. Es un lugar donde se han celebrado rituales desde tiempos inmemoriales.
Teniendo ya el lugar solo me faltaba la fecha...
Realicé complejos cálculos astronómicos, buscando la posición perfecta de los orbes celestes...
Pude ver que en solo tres meses más ocurriría una alineación planetaria muy especial, la cual incluía tanto a la constelación de la Osa Menor como a la Estrella Polar.
Una alineación que sucede solo tras varias décadas, ese sería el mejor momento para hacer aquel ritual; sobre todo, dada la estrecha relación que guarda esa constelación con la caja de música.
Afortunadamente la Corporación estuvo dispuesta a esperar ese tiempo, y cesaron en sus intentos de presionar a nuestros miembros.
Durante esos meses, me preparé muy bien tanto física como mentalmente; sabía que sería una ceremonia difícil y peligrosa.
Además, tuve que mantener todo mi plan en el más absoluto secreto...
Para aquel ritual teníamos que ser siete personas, un alma por cada estrella de la constelación de la osa menor. Creí que con el poder de tres maestros espirituales, sumado al de cuatro de nuestros mejores aprendices, sería suficiente.
Procedí a convencer a dos maestras espirituales más para que me acompañaran. Una de ellas fue Wendy, la más talentosa aprendiz que he tenido —en ese instante Aldair hizo una pausa, dejando intuir que aún se lamentaba profundamente por algo que tal vez nunca podía perdonarse, y un momento después, continuó:
—Aunque tenía solamente veinte años, en aquel entonces Wendy ya era una maestra espiritual en toda la regla.
También convencí a cuatro de mis estudiantes más avanzados, uno de ellos fue Cedric, el hermano menor de Wendy; él también estaba a punto de ascender, como lo había hecho su hermana.
Cuando la fecha llegó, nos reunimos en la cima de la montaña, y esperamos a que anocheciera...
Aún recuerdo aquella noche, las condiciones climáticas eran perfectas. Polaris, la Estrella del Norte, la principal de la Osa Menor, brillaba hermosa como nunca en el firmamento.
Los tres maestros y los cuatro estudiantes nos colocamos en círculo...
Conmigo portando el báculo de mando, este mismo que tomo ahora, y estando, por lo tanto, a la cabeza de toda la ceremonia, el ritual dio comienzo normalmente...
A poco de empezar ya me di cuenta de que, a pesar de todos mis preparativos, completar aquello sería una tarea muy difícil...
Traté de comunicarme con algunas entidades del más allá, con las que siempre había mantenido un intercambio fluido... pero no pude, algo se me oponía, y cuanta más fuerza empleaba, más difícil se me volvía.
Pocos minutos después empecé a sentir el esfuerzo. Era como si alguien drenara toda mi energía vital. Nunca me había sucedido algo así.
Tuve que buscar apoyo en mi báculo para mantenerme en pie...
Una brisa sobrenatural comenzó a levantarse y a arremolinarse alrededor nuestro, y se fue intensificando con rapidez.
En un momento, con toda la arena que volaba en la cumbre, se nos volvió difícil hasta el simple acto de poder respirar, tuvimos que usar nuestras túnicas, poniendolas frente a nuestros rostros para filtrar el aire que inspirábamos.
Las ráfagas de viento nos comenzaban entonces a golpear de una manera despiadada, dándonos fuertes azotes.
Debí haberme detenido en ese instante... pero no lo hice, fui necio y obstinado, me negué a aceptar lo que estaba presenciando.
¡¡Fui un estúpido arrogante!! Había llegado tan lejos ya... Creí que podría, aunque fuera solo por un instante, conseguir saber que había sucedido con la caja de música —dijo apretando los dientes, y se detuvo por unos segundos... y luego continuó:
—De los siguientes minutos no recuerdo absolutamente nada...
Me dijeron que, en un momento, mis ojos se pusieron en blanco y comencé a sangrar por mi nariz, y que mi cuerpo temblaba sin control, como si fuera a colapsarse en cualquier instante.
Al verme en ese estado, Cedric, mi propio discípulo, quien estaba a mi lado, decidió relevarme y me arrebató el báculo de mando, tomando así mi lugar como cabecera de la ceremonia... y haciendo que todo el poder que yo había desatado recayese sobre él.
Lo siguiente que recuerdo es que desperté, y vi que el ritual había terminado.
Casi todos estaban rodeándome, tratando de hacerme volver en mí, excepto por Wendy y Cedric...
Wendy se encontraba a solo unos metros de donde yo estaba; ella permanecía en el suelo, llorando de manera desconsolada, a su lado y tendido sobre la tierra, inerte, se encontraba el cuerpo de Cedric.
Ella sostenía la cabeza de su hermano apoyada sobre sus piernas. Nunca olvidaré aquella escena —la voz de Aldair se quebraba por momentos—. Cedric murió ese día, en aquel ritual, por ocupar mi lugar, por salvarme... Todo aquello fue culpa mía, y aún hoy no puedo perdonármelo.
Por supuesto que el desastre que ocurrió esa noche fue imposible de ocultar, y de inmediato se supo en toda la Hermandad.
Los tres maestros espirituales que intervinimos, fuimos expulsados y desterrados... así nos convertimos en sombras.
Tanto a Wendy como a mí, se nos practicó el ritual del olvido que, en nuestro caso, por haber sido maestros espirituales, no nos afectará durante esta existencia, sino a partir de la siguiente.
Nosotros dos perderemos el don que adquirimos de poder recordar nuestras vidas anteriores cuando volvamos a reencarnar, nuestros recuerdos quedarán sellados, y probablemente jamás volvamos a ser miembros de la Hermandad.
Tal vez para mí esa sea una bendición más que un castigo... no quisiera volver a recordar lo que les provoqué a aquellos dos jóvenes.
Como verás, Armony... todo esto es mucho más serio de lo que te hayas podido imaginar, el destino se opone con fuerza extrema a que la corporación Rottweiler se apodere de la caja de música. El Concejo de los Nueve lo supo, y lo que nos pasó a quienes les desobedecimos aquel día, fue por tratar de colaborar con la Corporación.
Las fuerzas del más allá harán todo lo posible por impedir que la Corporación obtenga lo que sea que busque con la caja...
En ese momento, y de manera completamente inesperada, todo el volcán comenzó a temblar.
El movimiento telúrico duró pocos segundos; no fue tan intenso como para provocar ningún derrumbe, pareció ser solo una advertencia provocada por fuerzas que se encuentran más allá de la comprensión humana...
Fuerzas que se manifestaron, apoyando, de ese modo tan evidente, todo lo expresado por el maestro Aldair.
—Dijiste que este volcán estaba extinto, ¿verdad, Lynette? —le preguntó Issadora intranquila y atemorizada.
—Es la primera vez en mi vida que veo a este lugar temblar —le respondió la aprendiz, pálida por el miedo.
Aldair permaneció en total silencio por un instante, con sus ojos cerrados, como si estuviera percibiendo algo que los demás no podían ni siquiera imaginar...
—Nos queda poco tiempo. Los engranajes del destino ya están en marcha.
Les diré algunas cosas importantes y quiero que me presten mucha atención —el preocupado rostro de Aldair intimidó a todos aún más que el fugaz temblor. Algo malo se avecinaba, y llegaría pronto:
—El destino de mis existencias, se ha conectado, en mayor o menor medida, con la caja de música desde hace más de un siglo.
Actualmente puedo decirles donde hallarla...
En este momento se encuentra oculta dentro del camarote número 701 de un barco abandonado hace ya muchos años.
El navío en cuestión se llama Andrómeda, y está rodeado por el hielo.
Ese barco se encuentra muerto, y olvidado junto a otras muchas embarcaciones, en una gran isla... y es ¡¡en aquella dirección!!
Lo veo todo muy claramente —enfatizó, apuntando con su báculo en dirección Oeste—. Dependerá sobre todo de ti el encontrarlo —le destacó a Michael, y entonces desvió su mirada hacia Issadora:
—Hace centurias yo fui un importante alquimista.
Una de las leyes fundamentales de la alquimia siempre fue la ley del intercambio equivalente. Se puede resumir en que, básicamente, todo lo que existe puede ser intercambiado por algo de igual valor e importancia... incluida la vida misma, es fundamental que recuerdes eso.
Issadora lo miró desconcertada, enmudecida, y Aldair continuó:
—El destino gira como una rueda y la historia siempre buscará repetirse, podrás hacer el sacrificio exigido, pero para ello tendrás que ser valiente y decidirlo por ti misma.
Todo dependerá de tu coraje en este ciclo... Solo ten en cuenta que si nada cambia, el futuro volverá a ser igual —concluyó.
Ante esas palabras, Issadora sintió como un fuerte escalofrío le subía desde la base de su columna hasta detenerse su nuca:
—No entiendo a que se refiere... ¿Qué es lo que tendré que hacer? ¿De cuál sacrificio me está hablando? —le preguntó ella.
—Lo siento, pero no me corresponde decirte más, solo te revelaré que dentro de poco tendrás la respuesta a tu antigua pregunta —le respondió Aldair de manera misteriosa.
—¡No sé de cuál pregunta me habla! —exclamó ella, desconcertada y asustada al mismo tiempo.
—Me refiero al por que has permanecido en este mundo todos estos años, en lugar de haber muerto, siendo solo una pequeña, en aquel hospital.
Lo entenderás todo cuando llegue el momento; la vida de muchos dependerá solo de tu decisión...
Ya no hay más tiempo —concluyó Aldair.
En ese instante se escuchó el sonido de un helicóptero que se acercaba.
—La Corporación los ha encontrado, y están aquí —les advirtió Aldair.
—Pero ¿cómo nos encontraron? No vi que nadie nos siguiera. ¿Sabían, acaso, del pasaje secreto y del camino para llegar hasta este lugar? —le preguntó Armony a Lynette, ya desesperándose.
La respuesta nunca llegaría...
En ese momento se pudo ver la negra silueta de un helicóptero situándose sobre el cráter del volcán, justo encima de ellos. Se generó entonces una enorme turbulencia de aire y el ambiente se inundó con el ensordecedor ruido de su motor, el cual se concentraba en la cavidad, resonando entre sus paredes...
De inmediato, fueron lanzadas seis líneas de cuerdas desde la aeronave, tres por cada lado, y con la velocidad propia de un perfecto entrenamiento militar, seis comandos armados bajaron por ellas atravesando vertiginosamente la garganta volcánica... y al tocar la base amenazaron a todos los presentes con sus armas, tomando así el control inmediato del recinto.
El helicóptero descendió tras ellos, aterrizando en el medio del círculo de rituales... y Sylvia bajó de él con una soberbia y maligna sonrisa triunfal:
—Parece que mi deducción fue correcta, después de todo... Así que aquí fue donde realizaste aquel ritual del olvido, hace veintiséis años, Armony.
—¿Cómo nos encontraste, Sylvia? —le preguntó Michael.
—Simple deducción —respondió Sylvia—... Cuando la interrogué, Armony me confesó que, siendo Melody, había hecho el ritual del olvido; obviamente, para ello tuvo que haber recurrido a alguien con la suficiente capacidad y sobre todo, poder... un maestro espiritual, seguramente.
Pero el olvido es una de las ceremonias prohibidas por el Concejo de los Nueve y no hay antecedentes de que haya practicado jamás en un no iniciado.
Un miembro de la Hermandad nunca la hubiera realizado; tendría que haber sido, entonces, alguien expulsado de la Hermandad, alguien que ya no se regía por el Codex... alguien como: una sombra.
Es sabido que, las sombras no tienen la misma fuerza espiritual que un maestro activo... por lo tanto, el ritual se tendría que haber hecho en una zona con el poder natural suficiente como para compensar aquello: un lugar como este —agregó, regodeándose en su inteligencia mientras caminaba pausadamente hacia Armony... y cuando estuvo cara a cara con ella, concluyó:
—Afortunadamente, en la Corporación hacemos un seguimiento de las sombras distribuidas por todo el planeta, y en nuestros registros también disponemos un muy completo mapa del mundo, con todos los centros de poder conocidos... y muy bien cartografiados.
En el día de ayer, unos colaboradores nuestros los siguieron hasta Suecia y luego hasta aquí, Åre.
Con eso ya fue suficiente; en cuanto pusimos los datos juntos en nuestras computadoras, Pandora apuntó de inmediato a este lugar como tu destino más probable, Armony.
—Creí que tu objetivo actual era Steven, no nosotros —le planteó Michael nuevamente.
—¡Mi objetivo final es la caja de música!... Busco a Steven solo porque el último que tuvo contacto con la caja fue Peter, su fallecido hermano; Steven nos podría servir para dar con su reencarnación más fácilmente.
Sin embargo, aquí hay alguien que también estuvo estrechamente ligado con Peter... ¿No es así, Aldair?
El maestro quedó atónito. ¿Cómo podía Sylvia concatenarlo con Peter?, ¿qué clase de deducción podría estar elucubrando en su inteligente y retorcida mente?
Sylvia continuó:
—Recuerdo que cuando fui Evelyn, en mi vida anterior, había escuchado rumores de alguien muy poderoso, y que estaba tratando de ayudar a Melody.
Cuando finalmente la intercepté, en aquel entonces, ella viajaba con la caja de música, en un barco que había partido desde Suecia... y en el mismo barco viajaba también Peter.
Lo sé muy bien porque yo lo vi, y allí morí. ¡Fuí una de las victimas de aquel doble naufragio! —exclamó irritada mirando a Aldair y prosiguió:
—Últimamente me he hecho algunas preguntas: ¿cuál motivación habrá tenido aquella persona poderosa en todo este asunto?, ¿de qué manera habrá tratado de ayudar a Melody?, ¿por qué viajaba Peter junto con Melody en el mismo barco aquel día?
Aldair no le respondió nada, solo se quedó mirando a Sylvia de una manera completamente inexpresiva.
—Sé muy bien lo que pasó en aquel fracasado ritual que ocasionó tu expulsión de la Hermandad —continuó diciendo Sylvia—. Tratabas de localizar la caja de música para nosotros, y uno de tus aprendices se sacrificó para salvar tu vida.
La pregunta es: ¿lograste, acaso, conectarte con lo que buscabas de algún modo?
¡¡Vamos, Aldair, di algo. Todo apunta hacia ti!!... ¿o tal vez sea necesario que la muerte de alguien más pese en tu conciencia?
Sylvia agarró del brazo a Issadora, y zamarreándola, la arrastró hasta ponerla delante del maestro.
—¡¡¡Suéltame!!! —gritó Issadora, y sin quererlo, al dar un brusco giro, le asestó con su codo un fuerte golpe en la cara a Sylvia, quien la liberó de inmediato.
Al instante, y por un artero culatazo en la nuca que le propinó uno de los comandos, Issadora cayó al suelo casi desmayada.
—¡¡Qué nadie haga nada!! Yo me encargo de esto —les ordenó Sylvia a sus hombres, cuando vio como tres de ellos le apuntaron sus armas hacia Issadora, con la intención de dispararle.
—Me tomaste desprevenida. No me esperaba que una mujer con tus antecedentes laborales fuera tan... aguerrida —le destacó Sylvia mientras limpiaba con sus dedos un incipiente hilo de sangre que brotaba de la comisura de sus labios.
—Y puedo hacerte mucho más daño aún —respondió Issadora, algo mareada, mientras se ponía de pie, a pesar del fuerte golpe recibido.
—¿Por que no me lo demuestras, entonces? —la desafió Sylvia.
Los ojos de Issadora ardieron con una mirada que mostraban toda la furia de Ariadna haciéndose presente en ella.
—Si me miras con tanto odio, entonces disfrutaré matándote —le señaló Sylvia sonriendo mientras mordía suavemente su labio inferior y gozaba del tenso momento.
Enojada, Issadora intentó lanzarle a oponente un potente puñetazo a la cara, usando todas sus fuerzas... pero el gran entrenamiento de su rival, en combate mano a mano, la ubicaba en una posición claramente dominante.
Con una limpia patada circular que le asestó en el rostro, Sylvia hizo volar el cuerpo de Issadora un par de metros hacia el costado, derribándola por el suelo.
El furibundo golpe recibido habría amedrentado sin dificultad a la pacífica Issadora, pero ahora, con la personalidad de Ariadna manifestándose cada vez con mayor intensidad en ella, causó el efecto contrario.
Completamente fuera de sí, Issadora se puso de pie de inmediato, haciendo caso omiso a todo su dolor, y nuevamente arremetió contra su enemiga... Sin embargo, Sylvia la frenó en seco, mediante una firme patada lateral aplicada en su abdomen; el taco de su bota se hundió fácilmente en el cuerpo de su objetivo, lastimándola por dentro...
Sin haberse recuperado aún lo suficiente de su operación, el golpe resultó devastador para la pobre Issadora que cayo de rodillas al suelo y sujetando su dolorido cuerpo con sus brazos.
—No deberías de intentar combatir en tu estado —le aconsejó Sylvia con un sádico tono, y caminó lentamente alrededor de ella hasta ponerse a sus espaldas:
—Casi falleciste hace apenas unas semanas, tal vez sea tu destino morir hoy —le susurró mientras se agachaba...
Acto seguido, agarró del cuello a su indefensa oponente, y usando su brazo fuerte, comenzó a estrangularla desde atrás, palanqueándole cabeza hacia adelante con su otra mano.
Issadora empezó a forcejear con todas sus fuerzas, pero Sylvia la apretaba sin piedad del cuello mientras se ponía de pie junto con ella...
Eso le redujo a Issadora rápidamente el suministro de oxígeno, así como también la circulación sanguínea, a su cerebro, debilitándola con rapidez.
Su reflejo primario fue tratar de quitar el brazo de su agresora con sus manos para aflojarlo, pero el experto agarre de su rival era perfecto e imposible de contrarrestar.
—No puedo... respirar —manifestó entonces Issadora con su voz entrecortada por la falta de aire.
Armony hizo el ademán de ir en su auxilio, pero Michael la sujetó del brazo; los cazadores de Sylvia los tenían muy bien apuntados con sus armas, y no dudarían en dispararle si hacía algo.
La vida de Armony ya no era una prioridad para Sylvia, eso estaba muy claro para Michael.
—Esta bien —dijo Aldair—. ¡Suéltala ya! No es necesario recurrir a toda esta violencia... Te diré lo que quieres saber.
El día en que realicé aquel ritual clandestino, mi intención era poder ver el paradero de la caja, o ver quien la tenía; pero fui interrumpido y nunca pude terminarlo...
Cuando algo así sucede, se le llama ritual abierto o inconcluso. El ritual pareció no haber dado ningún resultado, fue por ello que no le presté mayor importancia a ese hecho.
Sin embargo, al cabo de tres años de aquel fatídico día, comencé a tener diferentes visiones de la caja de música.
Fue así como la vi a Melody con ella, también vi a Peter buscándola denodadamente, y sentí que debía ayudar a reunirlos de algún modo...
—Apura tu relato, Aldair... a esta joven se le está acabando el aire, ya está a punto de desmayarse —le instó Sylvia, en tono cruel, mientras continuaba asfixiando a Issadora.
—Le pedí a quien era mi aprendiz en aquel tiempo, tu madre —le aclaró a Lynette—, que se encargara de ponerlos en contacto y así lo hizo.
Ella fue la que se encargó de encontrar a Peter y hablarlo todo con él.
Lamentablemente, y hace ya seis años, ella, quien era la única que podría hoy saber donde había ido Peter luego del naufragio, también falleció —concluyó, bajando su cabeza con pesar.
Sylvia lo miró seria, y siguió estrangulando a la pobre Issadora, que se empezaba a desvanecer de a poco...
—¡Es la verdad!, mi madre esta muerta. ¡¡Puedes ir a ver su tumba si no lo crees!! El maestro no sabe nada de ese tal Peter —le gritó Lynette a Sylvia, desesperándose.
—Esa no es toda la verdad. Dime, ¿cómo supo tu madre a donde ir a buscar a Peter, en primer lugar? —le cuestionó Sylvia, desafiante, mientras disfrutaba con sadismo su rol de ejecutora.
—¡¡Está bien, está bien, ya basta. Yo le dije exactamente a donde tenía que ir!! —gritó Aldair—.
Desde el día en que realicé aquel ritual, y a medida que el tiempo pasó, mi vínculo con la caja de música se fue haciendo cada vez más intenso...
Al comienzo eran solo imágenes vagas, pero eso fue cambiando; luego comencé a ver a las personas cuyos destinos se enlazaban con la caja, junto con los lugares precisos en donde estaban...
En la actualidad puedo ubicar a la propia caja de música en cualquier lugar del mundo en el que se encuentre —confesó finalmente el maestro, sin poder ya ocultarle nada a Sylvia.
—¡Excelente, Aldair! eso nos lleva a mi última pregunta: ¿dónde está la caja ahora?
Dímelo antes de que esta joven muera —planteó Sylvia, cruel e impiadosa, sin ceder ni un ápice, y apretando un poco más todavía el cuello de Issadora, el cual parecía estar ahora a punto de romperse.
Aldair recorrió con su mirada los ojos de todos, deteniéndose en los de Armony, quien parecía rogarle que hiciera todo lo posible por acabar con aquella inmisericorde tortura a la que estaba siendo sometida su hermana.
El maestro ya no podía oponer más resistencia, contarle a Sylvia lo mismo que le había dicho a Michael, apenas minutos antes, era ahora su única opción...
Y en el preciso instante en el que Aldair iba a comenzar a hablar, el volcán entero comenzó a temblar nuevamente, solo que en esta ocasión lo hizo con mucha más fuerza que la vez anterior.
—Pero ¡¿qué es lo que ocurre?! ¡Se supone que este volcán esta extinto! —exclamó Sylvia soltando el cuerpo de Issadora, quien cayó al suelo... inconsciente.
—¡¡¡Esto, es el destino oponiéndose con fuerza a los designios de tu corporación nuevamente!!! —exclamó Aldair con enojo—. ¡¿Qué no lo ves, acaso?! Algo así sucedió cuando realicé aquel ritual donde murió mi alumno, luego pasó lo mismo con la tempestad en la que moriste junto a Melody... y ahora vamos a terminar sepultados aquí por tu presencia.
¡Las fuerzas del más allá van a hacer todo lo posible para que la Corporación no obtenga la caja! —sentenció fatídicamente.
Como si se tratase de un furioso titan intentando hacer colapsar aquella enorme bóveda natural, enormes pedazos de roca comenzaron a caer por todos lados...
El temblor era tan fuerte que algunos de los cazadores no pudieron ni siquiera mantenerse de pie, y cayeron al suelo; Sylvia, confundida, buscó rápidamente refugio debajo del helicóptero.
En ese momento de caos y confusión, Lynette sujetó a Aldair y, ayudándolo a caminar, aprovechó para escapar junto con él por una grieta camuflada en la pared de roca, la cual unía, de manera discreta, la cámara de rituales con una parte secreta del sistema de cavernas.
—¡¡Aldair se escapa, deténganlo de inmediato, lo necesitamos con vida!! —les gritó Sylvia a sus subordinados.
Los cuatro hombres más cercanos obedecieron raudos y fueron tras él a la carrera... aunque trastabillando y esquivando las rocas que caían del techo.
Sin embargo, en cuanto pasaron por la misma grieta, la sección del túnel se colapsó sepultándolos a todos con incontables piedras... de Aldair y Lynette no se supo más.
Sylvia casi no podía dar crédito a como denuevo la caja de música parecía escapársele de entre sus dedos.
Sin embargo, su estupor pronto se convirtió en miedo... Varias piedras cayeron sobre el helicóptero partiéndole las aspas en diferentes puntos y astillándole su cabina, finalmente una enorme roca, de varias toneladas, cayó sobre la cola, aplastándola completamente.
Sylvia salió corriendo entonces hacia Armony... Creyó que las fuerzas a las que Aldair había hecho referencia la estaban tratando de matar a ella para ayudar así a su odiada enemiga, y tal vez no se equivocaba; apenas pudo correr unos pocos metros, cuando, justo por delante por de ella, el suelo se dividió en dos, cortándole así el paso y marcándole una frontera infranqueable, la cual ya no podría atravesar.
La enorme planicie de roca solida, misma que había permanecido incólume por centurias, estaba ahora partida limpiamente en dos.
Una franja de suelo, de varios metros de ancho, desapareció de manera abrupta, dando lugar a una enorme grieta que prácticamente atravesaba toda la gran cámara de punta a punta...
De un lado había quedado Armony, junto a Michael, y del otro Issadora, con Sylvia y lo que aún le quedaba de sus devastadas fuerzas.
El colosal abismo, que ahora los separaba, tenía decenas de metros de profundidad, y en el fondo, brillaba, roja y a miles de grados de temperatura, lava en estado liquido...
—¡¡¡Hermana, hermana... hermana!!! —comenzó a gritar Armony sin parar, desesperada, mientras Michael la arrastraba del brazo por la fuerza, llevándola a través del puente colgante hasta hacerla llegar a la boca del pasillo por el que habían llegado.
—¡No podemos hacer nada por ella, Armony! Tenemos que irnos de aquí antes de que la ruta de salida se colapse —le instó Michael, quien sentía como, por dentro, su corazón se partía en dos al igual que suelo de la cámara. Su imperiosa necesidad de proteger a Armony implicaba el abandonar a Issadora a su suerte...
Parecía que ese iba a ser un fatal desenlace, pero en el preciso instante en el que terminaron de cruzar el puente, el temblor cesó por completo.
—¡¡Armony, Armony!! —le gritó la despiadada Sylvia de lejos, desde el otro lado de la grieta—. ¡¿Así que esta chica fue tu hermana, Ariadna?! —agregó riéndose de manera desalmada mientras sujetaba el cuerpo, prácticamente desmayado, de Issadora por el cabello.
En un precario equilibrio, la había llevado hasta el borde mismo del abismo ígneo, y estaba a punto de soltarla:
—¡Quiero que veas bien esto que haré... y que lo recuerdes por siempre! —exclamó sádicamente.
—¡¡¡No, Sylvia... por favor, no lo hagas... te lo ruego!!! Mátame si quieres, pero no a mi hermana —clamó Armony llorando exasperada, pero Sylvia quería tener la malsana satisfacción de verla sufrir ante la muerte de Issadora; las lágrimas de dolor de su odiada enemiga, eran un dulce néctar para ella, y sus ruegos, la más exquisita música...
Ambas mujeres quedaron por un instante mirándose a la distancia, y cuando Sylvia comenzó a abrir su mano para que Issadora cayese al fondo del abismo, Armony le gritó:
—¡¡Todavía puedo darte lo que buscas... solo te imploro que no mates a mi hermana!!
—¡Habla pronto! —le respondió Sylvia volviendo a cerrar su puño en los cabellos de Issadora.
—Poco antes de que llegaras, Aldair nos reveló en donde está ubicada la caja de música.
Te propongo que hagamos un trato: iré por ella... y te la daré a cambio de la vida de mi hermana.
—¡¡No!! Tú no irás a ningún lado, iremos las dos juntas, y recién cuando tenga la caja en mis manos liberaré a la rehén.
—¡De ningún modo, maldita psicópata! —le gritó ahora Michael, interviniendo así en la negociación—. Si alguien de la Corporación viniera con nosotros, lo más probable es que terminásemos todos muertos. ¡¡Mira a tu alrededor, estúpida. Este desastre se generó por tu presencia aquí!!
Si quieres la caja, será con nuestras reglas y no las tuyas...
Sylvia podía ser una mujer irascible, pero no era nada tonta, así que lo consideró por un instante... Las palabras de Michael, lejos de ser una simple e improvisada excusa, le recordaron las que Aldair le había dicho hacía solo unos instantes: fuerzas más allá del alcance humano conspiraban en contra de la Corporación, y Sylvia empezaba a creerlo.
Comenzó entonces a esculcar entre las ropas de Issadora, y en cuanto encontró su teléfono celular, lo tomó...
—¡De acuerdo, tenemos un trato entonces! Tres días les doy, tres días a partir de mañana, solo tres días y ni uno más... para que nos comuniquemos por este teléfono, y me digan que consiguieron la caja de música —les gritó Silvia y agregó:
—Espero que te haya quedado eso bien claro, Armony, porque te advierto que, si no cumplen conmigo, la próxima vez que veas a tu querida hermana, será en el más allá, o en su siguiente vida...
Sin decir nada más, Armony y Michael se fueron por el pasillo del antiguo monasterio, en busca, ahora, de la única manera posible de salvar la vida de Issadora: obtener la caja de música en el perentorio lapso fijado, y dársela a su peor enemiga... cueste lo que cueste.
Pesadillas peligrosas
Por su lado, en Austria, Steven y Daphne acababan de desayunar, y se encontraban ahora haciendo un breve recorriendo por la ciudad de Salzburgo.
Era lunes, once de septiembre, y ambos esperaban ansiosos a que se hicieran las diez de la mañana, hora pactada para reunirse nuevamente con Karen en el campus universitario y tratar, esta vez, de abrir su mente a un universo de hechos que excedía, por mucho, toda su gran comprensión académica y sus teorías científicas.
Caminando por los Jardines de Mirabell, Daphne estaba tomando cuantas fotos podía, aprovechando la tan especial iluminación que brinda el sol matutino, mientras que Steven pensaba en como abordar a Karen para revelarle que ella era la reencarnación de su madre:
—No se me ocurre ni como empezar a decírselo, Daphne; su mente está tan cerrada a todo esto que sabemos... Ella simplemente va a pensar que es una total locura.
—Yo voy a estar ahí para apoyarte, puedo empezar a contarle mi propia historia, tal vez eso la vuelva más permeable a lo que vas a decirle —le propuso Daphne.
—O puede que piense que ambos estamos dementes —le respondió él, incrédulo—. Es una psicóloga, ten en cuenta eso...
Como sea, va a ser mejor que continuemos pensando en como tocar el tema con ella, en el auto. Aún nos esperan dos horas de viaje hasta la universidad, ya casi es la hora de partir —apuntó finalmente, mirando su reloj.
Durante estos últimos días, Steven había sido en extremo cuidadoso al ocultar tanto su presencia como la de Daphne de la exposición pública; sin embargo, y a pesar de todo, en ese preciso momento, justo cuando se preparaba para emprender su camino hacia la universidad, su localización fue detectada.
Estando a 6600 kilómetros de distancia la corporación Rottweiler pudo verlos claramente:
La Corporación tenía desplegados, en algunas ciudades de Europa, drones aéreos automáticos de siguiente generación.
Se trataba solamente de un proyecto, mismo que se encontraba recién en sus primeras fases de desarrollo, y aún en etapa de prueba...
El funcionamiento de estos futuros y discretos dispositivos de espionaje era completamente autónomo: contaban con varios puntos para recargar sus baterías, todos bien distribuidos por la ciudad entera, y casi no tenían requerimiento de manutención; se dedicaban solo a recorrer, durante todo el día, lugares públicos y bien delimitados por la Corporación, gracias a su tecnología GPS incorporada.
Los pequeños robots voladores se encontraban equipados con potentes cámaras de alta resolución, enlazadas vía satélite a poderosas computadoras, en las cuales operaba la más avanzada tecnología de reconocimiento facial.
Habiendo sido diseñados para desplegarse en núcleos urbanos, su única limitación operativa se encontraba focalizada en su tiempo de funcionamiento entre recargas, eso restringía su alcance solamente a la ciudad en la que se encontraban, y algunos pocos kilómetros a la redonda, pero no más...
Desde la Corporación solo tenían que agregar las fotos de sus objetivos a sus programas de búsqueda.
En cuanto los drones encontraban alguna coincidencia, lo avisaban de manera automática y comenzaban a seguirlos, al mismo tiempo enviaban sus imágenes constantemente e informaban su ubicación vía coordenadas.
En ese momento y a solo tres horas de viaje de Salzburgo, en Viena, Erick y Valery fueron alertados de inmediato:
—Tal parece que nuestra espera por fin ha llegado a su fin. Me acaban de confirmar la presencia de Steven y Daphne en Salzburgo. Nosotros somos los más cercanos, tenemos que ir de inmediato —le dijo Valery.
—¡Vaya! ¿Qué casualidad... verdad, Valery? Justo nosotros somos los más cercanos a Steven —enfatizó Erick, con un marcado tono detectivesco, mientras tomaba las llaves del auto.
—Sinceramente no entiendo a donde apuntan tus sospechas esta vez; explícate mejor —le respondió ella, de manera seca y tratando de indagar un poco mejor a que se refería.
—Puedes llamarlo instinto, si prefieres... pero desde hace años, cuando observo que suceden estas casualidades del destino, y que me involucran, pienso que estoy siendo como una pieza en alguna clase de complejo juego de ajedrez, el cual va mucho, mucho más allá de mis conocimientos, Valery.
Erick no dijo más nada, dentro de él ya se habían comenzado a plantear dudas, y esto había sido prácticamente desde que la misión había comenzado... Ahora había preguntas que ya no podía apartar de su mente: ¿por qué sentía cierta empatía hacia Steven, a pesar de no conocerlo?, ¿cuál era el motivo para que la información que Sylvia les había proporcionado estuviera sesgada y amañada? y ¿por qué sentía que Valery lo estaba examinando permanentemente?
Sin saberlo, los lazos familiares que unían su alma a la de quien fue su hermano estaban manifestándose, haciéndolo dudar de toda la naturaleza de esta misión.
De una manera inexorable, el destino estaba acercando a ambos hombres, nuevamente...
Al cabo de una hora de viaje, Valery recibió una actualización de la información de los drones de rastreo, directamente en su teléfono móvil:
—Es necesario que aceleres más, Erick. El objetivo ha comenzado a desplazarse hacia el oeste, tenemos solo un dron urbano siguiéndolo, y su alcance es limitado... ¡No podemos arriesgarnos a que lo pierda!
—Voy tan rápido como puedo, Valery. ¡¡No me distraigas!! y deja de irritarme —le respondió él, de mal modo, mirándola apenas de reojo, y dejando claro que la relación entre ambos era bastante ríspida.
Dos horas después, Steven y Daphne ya habían llegado al campus universitario, y se encontraban reunidos junto a Karen en una cafetería de la universidad.
Los tres sentados en una mesa, disfrutaban de un café... mientras conversaban:
—Díganme, ¿qué les pareció lo que vieron el viernes? Quiero saber sus impresiones al respecto —dijo Karen.
—Personalmente, quedé muy sorprendida. No sabía nada acerca de la manifestación de fenómenos paranormales de tipo físico, como la psicoquinesis, durante el sueño —le respondió Daphne.
—De hecho, cosas así no deberían de extrañar; el estado MOR ocurre bajo las fases de ondas alfa, que justamente son las mismas que se generan durante los eventos de telequinesis.
Del mismo modo, la mayoría de los que habitualmente llamamos fenómenos paranormales se encuentran más relacionados con nuestro estado onírico que con el de vigilia —señaló Karen entusiasmada.
—¿Supones que tu pesadilla es un augurio de la que será algún día tu propia muerte, Karen? —le preguntó Steven.
—Sí, de hecho, estoy totalmente convencida de eso —respondió ella de una manera tajante—. Creo que específicamente es una potente manifestación de clarividencia.
Estoy segura de que ocurrirá tal cual lo sueño: ocurrirá en un día viernes; iré con mi hijo y mi esposo. Mi hijo tendrá para ese momento entre veinte y veinticinco años de edad; será en nuestro auto familiar, y terminaré cayendo con él por un barranco al intentar salvarlo de morir...
Afortunadamente, aún tengo mucho tiempo para intentar evitar esa tragedia... ¡ni siquiera estoy casada, todavía! —destacó sonriendo tranquila mientras le daba un sorbo a su taza.
—Perdóname que discrepe contigo, Karen... pero, honestamente creo que te equivocas al mirar hacia el futuro, en lugar de indagar tu pasado. No se te ha ocurrido pensar que toda tu pesadilla podría ser un recuerdo proveniente de una vida anterior tuya.
Karen levantó su perfil y lo miró reluctante, y Steven continuó:
—Te diré lo que sé de los sueños: el cerebro es un órgano muy eficiente al incorporar datos que provienen de nuestros cinco sentidos físicos, pero tiene grandes dificultades al momento de recibir todo tipo de información extrasensorial...
Lo que soñamos, tal y como lo recordamos al momento de despertar es, en su origen, algo muy diferente.
Esa información proviene, a veces, de memorias pertenecientes a vidas pasadas, y en otras ocasiones, se origina por experiencias y percepciones astrales de nuestras almas que, durante la etapa onírica, son captadas por nuestras mentes, y deformadas usando elementos presentes en nuestra vida cotidiana...
Es por eso que generalmente los sueños carecen de un sentido lógico, y usualmente se terminan interpretando de una manera completamente equivocada —afirmó Steven.
Karen sonrió incrédula y le respondió:
—Sé muy bien que algunos de mis colegas, amigos a quienes quiero y respeto, investigan en áreas como esa... pero, como ya les dije en nuestra primera entrevista, yo no creo que tal cosa exista.
He investigado por años, y mucho, el tema de la espiritualidad, y lo he hecho desde diversos puntos de vista... y nunca ¡nada! ha podido convencerme de la existencia del alma, al menos como creen en ella las religiones y las paraciencias.
—¿Y si yo te asegurara que te equivocas en eso, Karen? y que te equivocas terriblemente —le planteó Daphne, tomando la palabra en ese momento—. Sé que te resultará difícil de creer, tan difícil como le resultaría a alguien escéptico de tu investigación el creerte a ti, pero te pido que abras un poco más tu mente a esa posibilidad, solo un poco.
Karen la miró extrañada, la actitud de Daphne era la propia de alguien que hablaba desde una experiencia empírica, ella sabía reconocer muy claramente esos signos...
Daphne entonces prosiguió:
—En mi caso, me he encontrado con las reencarnaciones de mi padre y mi madre. Ambos murieron cuando yo era solo una niña, y hace unos meses ellos me volvieron a encontrar —expuso.
—Hay todo un submundo detrás de esto, Karen... y que ignoras absolutamente —le aclaró Steven, retomando así la palabra—. Aunque no lo puedas creer, existen organizaciones enteras que se dedican principalmente a buscar las reencarnaciones de ciertos individuos... son lideradas por personas muy poderosas, y tienen recursos que ni siquiera te imaginas.
Lo se muy bien, porque trabajé durante años en una de ellas: la corporación Rottweiler.
Karen los miró durante un instante, sorprendida por lo que ambos le decían, pero sacando conclusiones al mismo tiempo, y entonces les dijo:
—Ustedes dos no vinieron hasta aquí a verme por mi investigación, ¿verdad? Hay todo un trasfondo detrás de esto, puedo darme cuenta.
—Sí, Karen... te mentimos —confesó Steven—. No trabajamos para ninguna fundación, y no vamos a patrocinar tus investigaciones tampoco. El verdadero motivo por el que vinimos es otro, uno muy diferente.
Procedimos de este modo porque tenía que asegurarme de lo que voy a revelarte, antes de hacerlo —Steven miró a Karen a los ojos, dudando mucho en contarle una verdad que tanto deseaba hacerle saber. Las palabras, simplemente, no salían de su boca...
Daphne lo tomó en ese instante de la mano, como muestra de su apoyo permanente y para recordarle que no estaba solo; él la entendió, y continuó:
—Cuando yo era solo un niño de nueve años, toda mi familia estaba integrada por mi padre, mi madre y mi hermano.
Un día, ellos tuvieron un trágico accidente de tránsito. Los perdí a los tres a causa de aquello.
El auto en el que viajaban quedó colgando de un barranco.
Mi madre y mi hermano cayeron al vacío... murieron en el lugar; mi padre agonizó durante unas pocas horas en el hospital, en donde pude despedirme de él —En ese momento la voz de Steven se quebró por la emoción del recuerdo... pero continuó:
—Antes de morir, mi padre me encomendó una tarea muy especial: que volviera a reunir a nuestra familia.
Desde aquel momento he dedicado mi vida entera a hacerlo...
El fatídico día de aquel accidente fue un viernes, y ocurrió hace veinticuatro años...
Tu pesadilla sucede todos los días viernes, y esa es tu edad, Karen; te puedo asegurar que eres la reencarnación de mi madre.
En tus pesadillas recuerdas el día de tu muerte en tu existencia anterior. No me cabe ninguna duda al respecto —definió.
Karen se quedó mirándolo, sin poder creer lo que Steven le decía.
En los ojos de él, ella podía ver la verdad más absoluta, no le estaba mintiendo; pero, al mismo tiempo, todo esto que él contaba, de esa manera tan segura, contradecía sus más profundas convicciones profesionales, y alteraba su principal hipótesis de investigación, a la que ella también le había dedicado su vida entera.
De aceptar lo que Steven le decía, todo su trabajo tendría que ser reestructurado... hasta sus cimientos.
Karen lo dudó en silencio durante un instante, un instante muy prolongado. Hasta que al final decidió hablar:
—Lamento ser tan fría en lo que voy a decirles... pero, lo que veo aquí es a un par de huérfanos, ya adultos, profundamente dolidos por la perdida de sus progenitores en sus tempranas infancias.
Entiendo que ambos se han encontrado en la vida, y se han dado apoyo mutuamente en sus fantasías, potenciándolas. Así han logrado creer en lo imposible... que las almas de sus familiares hayan regresado de la muerte.
Lo lamento, Daphne, pero tus padres ya han fallecido y no van a volver jamas; y lo mismo te digo a ti, Steven. Es un dolor que tienen que superar, como lo hace todo el mundo, con madurez... y no creyendo en cuentos de hadas.
—No, Karen... estás mal, ¡te equivocas! Dime, ¿no tienes, acaso, una marca de nacimiento circular en el medio de tu pecho, casi sobre tu corazón?
Al escuchar eso, la psicóloga lo miro diferente, extrañada de que él supiera algo tan íntimo de ella...
—Mi madre tenía una marca así, es lo que se llama una marca de arrastre. Ese tipo de marcas provienen de una vida anterior; ocurren cuando el cuerpo sufre un trauma severo, usualmente mortal; un acontecimiento de tal importancia, y que impacta tanto al alma, que esta lo plasma en su nuevo cuerpo, cuando reencarna.
—Es probable que la vieras cuando nos conocimos, Steven; no lo recuerdo exactamente, pero creo que llevaba un escote ese día —dijo ella tratando de entender como su interlocutor sabía de su marca, sin aceptar nada de lo que él le informaba.
—Tengo más elementos que apoyan todo lo que te estoy diciendo... puedo mostrarte registros donde figuran: las personas implicadas, los años transcurridos, y hasta el día del accidente, con todos sus detalles —enfatizó entonces Steven, contando con sus dedos cada uno de los puntos que mencionaba—. Todo coincide perfectamente con tus pesadillas... y eso no es ninguna ilusión, ¡¡son hechos tangibles!!
La desesperación de Steven solo obtuvo como repuesta una distante mirada de lástima por parte de Karen que, más incrédula aún, le argumentó de modo desafiante:
—Déjame preguntarte una simple cosa, Steven... suponiendo que yo fuese la reencarnación de tu madre, como afirmas con tanta certeza, ¿de qué te serviría contactarme, si no puedo recordar nada de esa vida pasada? Sin recuerdos, no hay sentimientos y sin sentimientos... no hay vínculos.
—Hay un evento que se conoce como el despertar, Karen. Es el momento en que una persona recuerda, parcial o totalmente, una vida pasada —le reveló Daphne—. El contacto físico con alguien que haya sido importante en esa vida anterior, es una de las mejores maneras de intentar despertar los recuerdos de las vidas pasadas de las personas. Así fue como mi padre despertó a mi madre.
—Recuerdo bien que nos hemos dado la mano en varias oportunidades ya... y nada extraño me ha sucedido —respondió Karen, refutándolo todo.
—Para que el despertar suceda, es necesario que ambas partes se encuentren dispuestas a aceptarlo y que lo deseen de corazón, los sentimientos son fundamentales en la comunicación de las almas —le enfatizó Steven—.
Quiero pedirte que me des tu mano, Karen... solo una vez más, una última vez; y que en esta oportunidad trates de sentir, pero sentir de verdad, que quieres recordar a tu hijo, un niño de nueve años, quien te amó como a una de las personas más importantes de su vida, y que siempre estuvo dispuesto a entregarlo todo para volver a estar contigo...
Por favor, para mi es importante, y no tienes nada que perder —rogó finalmente, extendiendo su mano.
Karen, disimulando su escepticismo, y dispuesta a demostrar que su punto de vista era la única verdad, tomó la mano de Steven, y lo miró a los ojos.
La mirada que Steven le devolvió fue de expectativa... pero, al cabo de unos segundos, se tornó en pena y frustración.
—No recuerdo nada nuevo, Steven —le señaló Karen y también tomó la mano de Steven con su otra mano, demostrándole así lo inútil que era todo esto—... Sigo igual, ni siquiera siento algo diferente.
¿Es suficiente con esto para refutar tus suposiciones sobre mí?
Steven bajó su mirada y cerró sus ojos al tiempo que meneaba su cabeza hacia los costados con bronca y frustración. Despertar a su madre era algo que estaba más allá de su alcance; con su actitud, Karen lo volvía algo realmente imposible.
Daphne lo tomó del hombro tratando de contenerlo...
Mientras tanto, en ese momento, Erick recorría su auto en la playa de estacionamiento del campus universitario.
—El dron tuvo que abortar el seguimiento de vehículo de Steven hace casi treinta minutos, pero la carretera conduce solo hasta aquí, a esta universidad privada...
Este es el automóvil que buscamos, fueron las últimas imágenes que recibimos —comentó Valery, mostrándole la pantalla de su teléfono celular a Erick.
—¡Mira allí!, hay un auto similar estacionado —le marcó entonces él señalando con un gesto de su cabeza.
—Estos nuevos datos indican que Steven se estaría dirigiendo a un encuentro con una mujer que figura en la lista de posibles objetivos que él busca. Según Pandora, sería la reencarnación de su madre.
Se llama Karen Acker, tiene 25 años, es una psicóloga... Aquí tengo su foto —agregó ella, exhibiéndole nuevamente la pantalla de su móvil.
Erick estacionó, y abrió la puerta del auto...
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Valery exaltada.
—Voy a bajar y buscaré a Steven; por donde estacionó su vehículo, supongo que estará en esa cafetería —respondió él.
—Nuestras órdenes son muy específicas: solo seguirlo y observar sus movimientos, sin ser notados —le recordó Valery.
—Nuestro objetivo de fondo siempre fue su captura —le respondió Erick, desafiante—. No temas, si me lo encuentro ahí dentro no tengo pensado iniciar ningún disturbio, aquí hay demasiadas personas como para tomar alguna acción directa.
De pensar en hacer algo, yo esperaría a que Steven se retirase del campus; en la ruta sería mucho más fácil secuestrarlo...
Voy simplemente a hablar con él. Si tiene entrenamiento militar, como dice su expediente, le haré entender que no tiene más posibilidades que entregarse de manera voluntaria. En su situación actual, resistirse sería inútil —concluyó.
—Bien. En ese caso iré contigo... como apoyo —sugirió Valery, apresurándose, aunque su verdadera intención era ver que reacción tendría Erick de producirse algún contacto físico con Steven.
—¡¡Tú te quedarás aquí!! Estoy harto de verte pegada a mí en todo momento... es como si fueras mi sombra.
Además, me muevo mucho mejor solo... detesto tener a alguien acompañándome. El trabajo en equipo nunca ha sido mi estilo —le enfatizó él mientras se arremangaba su campera, descubriendo la mayor parte de sus antebrazos, con actitud intimidante.
Quedaba claro que Erick era un individuo solitario, al que ni siquiera los encantos de una seductora y manipuladora mujer, como Valery, podían disuadir de cambiar; sin embargo, en su actitud se ocultaba un secreto personal y que él guardaba muy bien, un secreto que lo condenaba a aislarse en los momentos de mayor peligro para proteger a los demás... un secreto que, de manera inevitable, pronto saldría a la luz.
—Si intentas bajar del auto, Valery... sacaré mi arma y te dispararé, ¡te lo juro! —concluyó el mercenario, en tono amedrentador, al tiempo que miraba a su interlocutora a los ojos, de manera penetrante y con su rostro adusto, reforzando así su amenaza.
Mientras tanto, en la cafetería, la frustrada reunión llegaba a su fin:
—Bien, creo que esto ha sido todo... Debo retirarme ya —dijo Karen como excusa—, tengo obligaciones que cumplir —argumentó.
Corrió entonces su silla hacia atrás, y se puso de pie; justo en ese instante entró Erick a la cafetería... y ella lo vio.
Daphne y Steven notaron de inmediato como cambió la mirada de Karen, quien se quedó estática, con sus ojos fijos en Erick, y una expresión de estupor:
«No puede ser, aunque su cara no se corresponde, los ojos de ese hombre... son los mismos que los del que percibo como hijo mío en mis pesadillas; pero, esa es una incongruencia, no debería ni siquiera haber nacido, mucho menos ser un adulto.
¿Será posible que mis sueños no fueran una manifestación de mi clarividencia, como he supuesto toda mi vida?... ¿Habré estado equivocada?», pensó.
En ese instante todas las teorías de Karen se tambalearon, y su férrea resistencia a creer en las vidas pasadas se fisuró por primera vez.
Erick se acercó a Steven y se presentó:
—¿Steven Wolf? Yo soy...
—Erick Strand —agregó Steven, completando así su frase, y prosiguió:
—Segundo en la cadena de mando del escuadrón Centurión, ¿estoy en lo correcto? —preguntó retóricamente mientras se ponía de pie.
—Creí que la Corporación guardaba mi expediente de manera clasificada, sin acceso para nadie más que a sus directivos —le respondió Erick.
—Es correcto, así es —dijo Steven, analizando minuciosamente a quien, él suponía, era su antiguo hermano, Peter.
Daphne se paró, y tomó a Karen del brazo, retrocediendo con ella un par de metros. Ambas habían percibido la tensión que se había generado entre los dos hombres, y sabían que era prudente darles espacio... al mismo tiempo, comenzaron entre ellas una charla privada y en voz baja:
—Daphne, ese tal Erick coincide, en su aspecto general, con el que es hijo mío en mi pesadilla recurrente... también tiene una marca en su antebrazo, justo donde, en mi sueño, le veo una profunda herida.
—Y parece ser una marca de nacimiento. Algo que es frecuente en las reencarnaciones —apuntó Daphne, apoyando sus dichos previos.
—Mira el tatuaje, en su muñeca: es el mismo tipo de casco antiguo que le veo tatuado, a mi hijo, en mi pesadilla... y hasta se encuentra en el mismo lugar, en su muñeca.
¿Cómo es todo esto posible? —le preguntó Karen extrañada y sorprendida al mismo tiempo.
—Tal vez tu sueño te ha estado mostrando fragmentos de una vida pasada mezclados con el presente —le respondió Daphne.
Steven alcanzó a escuchar la charla de ambas mujeres, a eso le sumó las palabras de Sakura, el Oráculo del Dragón, acerca del orden en el que debía buscar a su familia, y las cuales recordó de inmediato:
«... debes ir primero por tu hermano [...] no lo encontrarás; [...] tu fracaso es algo imprescindible. Será él quien luego te encuentre a ti.»
Y en ese instante todo encajó perfectamente. El hombre que estaba delante de él era, sin lugar a duda, su hermano: Peter.
—Como ya debes saber, soy militar... aunque no de carrera, como lo eres tú, Steven. Vine para manejar esto entre camaradas, de una manera profesional —le dijo Erick—.
Te encuentras en una posición muy vulnerable, alejado de una vía de escape clara, y junto a dos potenciales rehenes que deberías proteger, y que solo te retasarían en una hipotética huida, me refiero a Daphne y a la doctora Acker...
Por cierto... ¿resultó ella ser tu madre, como esperabas?
—Veo que la Corporación sigue haciendo tan bien su trabajo como siempre. Te han brindado una profusa información acerca de mí.
Dime, Erick, ¿también han sesgado y manipulado los datos que te han brindado? La Corporación suele hacerlo, y a su entero antojo; considera a sus operarios como simples peones dentro un complejo juego de ajedrez... que ellos administran.
—¿A que te refieres, específicamente? —le repreguntó Erick y Steven le respondió con otra pregunta:
—¿Te dijeron, acaso, que yo te buscaba desde antes de que tú comenzaras a buscarme a mí? Ya hace prácticamente dos meses que estoy esperando a que me encuentres... Sabía de buena fuente que este momento llegaría tarde o temprano, lo que no tenía idea era como sería realmente.
Erick lo miró sin entender de que hablaba. A todas las sospechas que venía juntando desde que la misión había comenzado, se les sumaban ahora las palabras de Steven y su extraña actitud, la cual no era parecida a ninguna que él hubiera podido anticipar.
—Estás confundido, ¿verdad? Dame tu mano y lo entenderás todo de inmediato —le aseveró Steven extendiendo su mano, y quedó a la espera de estrechar la de su hermano para así poder despertarlo y que lo entendiera todo.
Erick lo miró por un instante, tratando de entender que pretendía... y cuando lo dedujo, le dio su mano sin evidenciar temor alguno, fue casi como un desafío, el cual aceptó sin titubear.
El apretón fue firme y fuerte, propio del carácter de ambos hombres, sin embargo, y una vez más, Steven se vería frustrado en su intento de recuperar a otro miembro de su familia...
«¿Qué pasa? Vamos, Peter... ¡despierta ahora! Dame aunque sea una señal.
No puede ser que con mi hermano me ocurra lo mismo que con mi madre...
¡¿Por qué no puedo despertar a ninguno de mis familiares?! ¡¿Estoy maldito por el destino, acaso?!»
—¿Qué se supone que ocurra ahora?, ¿debería despertar tal vez, Steven? —le preguntó Erick, exponiendo sus propias conclusiones—.
Sé que intentas reunir a tu familia, la que perdiste siendo niño, y asumo que pensabas que yo era la reencarnación de alguno de ellos; tal parece que no es así... lo siento —agregó, con frialdad, ante la incrédula e impotente mirada de Steven, quien, frustrado, veía nuevamente como le era imposible cumplir con la misión que le había encomendado su padre, y a la cual le había dedicado su vida entera, solo para fallar al final... aparentemente.
—¡Daphne! Lleva a Karen al auto, yo iré en un momento —dijo Steven muy serio; las asustadas mujeres obedecieron sin dudarlo...
—¿Qué está pasando, Daphne? Todo esto me está dando mucho miedo —le planteó Karen mientras subía al asiento del acompañante.
—No te preocupes, Steven sabe como lidiar perfectamente con una situación como esta. Confío plenamente en él —le respondió Daphne mientras se subía al asiento trasero.
Mientras tanto, en la cafetería, la situación llegaba a su clímax:
—Te encuentras a tres horas de la ciudad más cercana, Steven. En este instante el resto de los miembros de mi escuadrón están viajando hacia aquí desde diferentes puntos. Cercaremos la zona entera... ya es virtualmente imposible que logres escapar.
Vine a darte esta información, solo para que comprendas tu real situación y abandones cualquier inútil esperanza de huir.
—Yo también tengo información para darte, Erick...
¿Sabes quién es el verdadero objetivo de esta misión tuya? ¡¡Tú mismo lo eres!!
Yo soy solamente un objetivo secundario...
¿Sabes para qué me quiere la Corporación?, para despertarte a ti, porque eres la reencarnación de mi fallecido hermano: Peter.
Luego de eso, ya no les seré de utilidad. Sé demasiado sobre ellos, y con lo que les he hecho ya, me he convertido en su enemigo.
Entregarme sería, al final de todo esto, mi propia sentencia de muerte —definió.
—Ven conmigo de manera pacífica. No arriesgues la vida de esas dos mujeres, piensa en ellas al menos —le propuso Erick, sin darle mayor crédito a lo que Steven le decía.
—¡¡Una de esas dos mujeres fue tu madre, Peter!! ¡La doctora Karen Acker! Deberías intentar ponerla a salvo tú también. Si la Corporación logra despertarte sentirás por ella lo mismo que sientes por tu madre en esta vida, te lo aseguro.
Ellos no dudarán en amenazarla para presionarte... Te garantizo que serán muy eficientes haciéndolo y te arrepentirás de no haberme escuchado —lo conminó Steven.
—Lamento defraudarte, pero no he forjado muchos lazos con mi madre en esta vida. Ella murió siendo yo demasiado pequeño y la conocí muy poco, casi ni la recuerdo —le respondió Erick con calma y una forzada frialdad... y, luego de una pausa, agregó:
—Por otro lado, acabas de comprobar que no soy tu hermano; quien, por cierto, se encuentra aún con vida, aunque desconocemos su paradero.
Todas tus suposiciones se desbaratan como un castillo de naipes. ¡Acéptalo de una buena vez! y no opongas más resistencia...
Te enfrentas a un grupo de comandos entrenados, y perfectamente equipados, ¡no tienes ninguna oportunidad!
Esas últimas palabras que Erick pronunció, le recordaron a Steven las que él mismo le había dicho a Issadora en Amsterdam, cuando ambos flotaban en el agua; aquel día, aprendió de esa joven, lo poco que significaban ante la firme y decidida oposición de una sola persona.
Quedaba bien claro que Steven y Erick no llegarían a un acuerdo, y su enfrentamiento era un hecho inevitable...
Poco después se escuchó un fuerte ajetreo junto con estruendos provenientes de la cafetería, y en un instante, Steven salió corriendo a toda velocidad.
Se subió a su auto y tomó el volante, detrás de él, salió Erick y corrió a su vehículo, haciendo lo mismo.
Ambos automóviles arrancaron y partieron a toda velocidad, cual si fueran disparados del estacionamiento de la universidad, como dos auténticos bólidos; iniciando así lo que sería una persecución frenética y que, con cada instante que transcurriese, se asemejaría cada vez más a la mortal pesadilla de Karen.
—¡¡¡Abróchense los cinturones!!! —les ordenó Steven a sus dos acompañantes, anticipándoles así que este sería un peligroso escape a alta velocidad.
«De este modo comienza mi pesadilla, solo que con algunas diferencias... ¿Podrían tener razón en lo que me dijeron?», pensó Karen, mientras todo su sistema de creencias se caía ante la irrebatible realidad que estaba viviendo.
—¿Estuviste peleando, Steven? —le preguntó Daphne al notar que tenía un golpe en el rostro.
—Solo fue una amistosa charla entre camaradas —respondió él, restándole importancia al hecho, y concentrándose solo en manejar.
Pronto, el auto de Steven se alejó tanto que el vehículo de Erick desapareció de su espejo retrovisor.
Su tanque de nafta estaba casi lleno y la carretera despejada, si no ocurría ninguna eventualidad, lograría escapar de su perseguidor sin duda.
—¡Te felicito, Erick! —expresó Valery de manera sarcástica—. Le hiciste saber a Steven que lo estamos siguiendo y ahora lo hemos perdido.
—No se me ha escapado aún —le respondió él, entre dientes, y pisó el acelerador hasta el fondo—. Te recomiendo que abroches tu cinturón de seguridad —agregó mientras él abrochaba el suyo.
El camino era peligrosamente sinuoso, y discurría por la misma escarpada ladera montañosa por la que habían venido...
—Tienes un poco de sangre en la comisura de tu boca, Erick. ¿Qué fue lo que pasó ahí dentro? —le preguntó entonces Valery esbozando una sonrisa con sorna.
—No pasó nada —contestó él, secamente, mientras se limpiaba la sangre son el dorso de su mano—. Pensé que podría hacerlo entrar en razones, ¡pero ese tipo está totalmente loco! Me dijo que su hermano Peter estaba muerto, que yo era su reencarnación y que la tal Karen Acker era la mujer que fue nuestra madre.
Los autos tomaban las curvas a toda velocidad y sin importar cuan cerradas fueran, el chirrido de las cubiertas mordiendo el pavimento era estremecedor al tiempo que el rugido de los motores no paraba de crecer con cada cambio de velocidad.
Y por si fuera poco, la situación se tornaría aún más peligrosa...
Al irse acercando a la ciudad, comenzaron a aparecer vehículos y camiones en el camino, los cuales obligaron a Steven a reducir su velocidad para poder esquivarlos, sin estrellarse contra ellos... así se mantuvo huyendo hasta que, en un momento, se encontró con un camión con doble acoplado, demasiado ancho, y que no le dejaba lugar para rebasarlo.
Sin tiempo que perder, Steven se cruzó al carril opuesto para realizar su maniobra y así superar al enorme vehículo; pero, cuando estaba rebasándolo, vio que otro auto venia en la dilección contraria, por el mismo carril.
En lugar de retroceder y volverse a colocar detrás del camión, pisó su acelerador a fondo para adelantársele... y lo logró, recuperó su carril justo a tiempo y evitar la fatal colisión; el único vestigio que quedó de su arriesgada maniobra fue el fuerte bocinazo que el otro conductor le propinó al cruzarse con él.
Pocos segundos después, Erick llegó hasta el mismo camión que lo comenzó a retrasar a él, ahora...
Al igual que había hecho su hermano, Erick cruzó su auto al carril contrario para rebasarlo; pero, casi de inmediato, se topó con un auto que venía circulando en él... Tuvo que abortar instantáneamente su maniobra, y colocarse nuevamente por detrás del camión.
En cuanto el auto pasó, volvió a intentarlo, pero otra vez se vio frustrado en su intención por otros vehículos que venían en sentido contrario... el caudal vehicular se estaba intensificando.
—¡Ya es suficiente, esto se acaba aquí y ahora! —balbuceó el mercenario, hastiado... mucho más enojado que frustrado.
Valery lo miró de reojo, y vio algo que la desconcertó: Erick había desabrochado intencionalmente su cinturón de seguridad.
«Pero ¿qué está haciendo?», se preguntó extrañada... y no tuvo tiempo de pensar en nada más, porque en ese instante Erick volvió a cruzarse de carril... y esta vez acelerando a fondo, a pesar de todo el tráfico que venía de frente.
Maniobrando hacia izquierda y derecha, esquivó eficazmente uno tras otro a los diferentes autos, los cuales calvaban sus frenos y volanteaban desesperados tratando de evitar una fatal colisión...
Finalmente, rebasó así al camión, aunque dejando un tendal de autos atravesados en la ruta, y retomó su carril de circulación.
—¡¡¡Estás completamente demente, Erick!!! ¡¡¿Quieres morir, acaso?!! —exclamó Valery temblando asustada y con su corazón en la boca.
—¿Morir yo? —le respondió él con una sonrisa—. El destino no me deja hacerlo —concluyó con un extraño dejo de retorcida frustración.
Su arriesgada y temeraria manera de conducir, le fue dando a Erick la chance de acercarse a su presa, y en poco tiempo, la ventaja que llevaba Steven se fue reduciendo constantemente... hasta que la distancia que se separaba sus autos pasó a ser de menos de diez metros.
Ambos vehículos tenían una potencia similar, y los hombres que los manejaban eran excelentes pilotos, la persecución iba a ser sumamente reñida; a partir de ahora, cada error marcaría la diferencia.
—No vas a ser mejor conductor que yo —dijo Erick, dejando entrever que esto era ya era un duelo personal para él.
Steven miraba permanentemente sus espejos retrovisores, atento y listo para obstaculizar cualquier maniobra que intentara su hermano.
Erick trató de ponerse a la par de Steven en varias ocasiones, pero en todas Steven le impidió el avance, sin dejarlo...
Por momentos, los autos estuvieron a punto de chocar en línea y con fuerza, pero los rápidos reflejos de Erick lograron evitar cada uno de los impactos. El chirrido de los neumáticos en cada frenada era agudo y corto así como las marcas que dejaban en la carretera.
—¡¡Nos vamos a matar, esto es igual a mi pesadilla!! —exclamó Karen, aterrada al ver el abismo que los rodeaba a escasos metros.
—Hasta aquí llegó mi cortesía profesional —definió Erick para sí.
En ese momento ocurrió un leve impacto entre los vehículos; desde atrás, Erick trataba de amedrentar a Steven, golpeándolo suavemente, para que desistiera de su escape.
—¡Detente, por favor! —le rogó Karen llorando asustada—, no quiero morir —Pero Steven no le prestó atención.
Instantes después, Erick les dio un segundo impacto, y luego un tercero, pero que no tuvieron el efecto esperado, salvo en Karen, quien revivía su pesadilla con cada maniobra... solo que, esta vez, era real.
—Parece que estás siendo demasiado blando, Erick —opinó Valery, criticándolo con sorna—. Te mostraré como se hace esto —agregó mientras bajaba la ventanilla de su puerta y esgrimía su pistola automática—. Solo hay que herir a alguna de las mujeres y Steven se detendrá, ya lo veras...
En cuanto Valery abrió del todo su ventanilla, recibió en su cara una fuerte ráfaga de viento, misma que la obligó a entrecerrar sus ojos; en ese momento se dio cuenta de lo complicado que sería hacer un disparo certero.
Pero su gran arrogancia era proporcional a su natural habilidad con las armas de fuego, y lo tomó como un desafío.
Trató entonces de centrar su mira en Daphne, quien era su objetivo más claro; sin embargo, le resultaba bastante difícil... a esa velocidad la corriente de aire en su contra era tan intensa que movía su mano sin cesar.
Pero Valery era una excelente tiradora, y a pesar de que no podía ver con claridad, finalmente logró tener a su blanco en la mira... y en ese momento, sin dudarlo, disparó.
La bala pasó casi rozando la cabeza de Daphne, y terminó astillando la luneta frontal del auto. Daphne se agacho de inmediato, al igual que Karen, quien lloraba asustada al ver como su pesadilla se cumplía paso a paso.
—¡¿No puedes mantener el auto recto, acaso, Erick?! ¡¡Me hiciste fallar!! Moviste el volante justo cuando disparé —se quejó Valery airada.
—Fallaste por la fuerte turbulencia de viento contra la que tienes que lidiar; vamos a más de docientos kilómetros por hora.
Es mejor que guardes tu arma... bajo estas condiciones podrías incluso llegar a matar a Steven.
Manténte al margen a partir de ahora, y no hagas ninguna otra estupidez, Valery —le recomendó Erick, desafiándola.
—¡Tú no das las ordenes aquí! ¿Ya olvidaste quién esta a cargo de esta operación? —refutó Valery furiosa, y comenzó a disparar a las cubiertas del auto de su presa.
—¡¿Estas demente, acaso?! ¡A esta velocidad, si Steven llega a perder el control de su auto, se van a matar todos! —le gritó Erick mientras desaceleraba para hacerla desistir.
—Estamos en una recta, este el momento perfecto para dañar sus neumáticos —respondió Valery, quien continuó disparando de manera imprudente... hasta que, en un momento, una de las balas impactó de lleno en uno de los neumáticos del vehículo de Steven, el cual comenzó a destrozarse, soltando pedazos de sí.
Al ver como el auto se comenzaba a sacudir, exactamente igual que en su pesadilla, Karen se sujetó de su asiento clavando sus uñas en él.
Para Steven, el control de su auto se volvió crítico; volanteando hacia ambos lados, de manera cada vez más brusca, trató de retomarlo, pero todo fue inútil y entonces clavó los frenos...
El mecanismo antibloqueo incorporado al sistema de frenado entró en acción, sin embargo, eso solo no alcanzaría para retomar el control del vehículo, a esa tremenda velocidad era necesario hacer algo más.
Steven realizó un rápido rebaje de cambios para tratar de frenar también con la ayuda del motor; necesitaba bajar la potencia a como diera lugar... pero todavía faltaba lo peor:
El automóvil comenzó a lateralizarse de a poco, el tren trasero aún permanecía descontrolado... Quedaba solo una cosa por intentar, y Steven aplicó el freno de mano.
El ruido de las cubiertas de atrás fue entonces ensordecedor, así como denso el humo resultante de la fricción de las mismas por sobre el pavimento...
No quedaba ya nada más por hacer, solo esperar hasta el final... y rezar.
El auto no comenzó a dar trompos, en lugar de eso, continuó con su avance de manera casi lateral, perpendicular a su trayectoria... hasta que llegó a una curva, y allí impactó con gran violencia contra el guardarail del camino.
En el brutal choque, el vehículo se elevó en el aire, pasando por encima de la retorcida barrera, arrancándola parcialmente y quedando enganchado en ella.
La pesadilla de Karen se había repetido, y era también un déjà vu casi perfecto del mismo accidente que había ocurrido veinticuatro años atrás...
Karen quedó semi inconsciente, se había golpeado la cabeza... su visión estaba nublada; a pesar de ello, rápidamente intentó ubicarse en la situación en la que se encontraba.
El automóvil había quedado colgado, mirando con su frente hacia el abismo; Daphne y Karen estaban sostenidas por sus cinturones de seguridad, pero Steven no.
En su apuro, al subirse al auto, ni siquiera había pensado en abrocharse el suyo; ahora, por esa imprudencia, él había recibido los más fuertes golpes, tanto en su cabeza como en su pecho...
Steven estaba inconsciente; su cuerpo, había quedado parcialmente salido del auto, quedó volcado sobre la destrozada luneta delantera, la cual estaba parcialmente desprendida... y con su burlete cediendo ante su peso.
—¡¡Vamos... despierta ya, Steven!! —le comenzó a gritar Karen sin cesar—. ¡¡¡El burlete del parabrisas se está rompiendo. Reacciona, te vas a caer!!! —insistía, pero Steven no despertaba, a pesar de que los gritos de Karen eran cada vez más fuertes y desesperados.
La que si comenzaba a reaccionar, aunque de a poco, era Daphne, que había quedado en el asiento trasero, solo mareada por el golpe.
«¡Tengo que hacer algo!», pensó Karen, su impulso por salvar a Steven era más fuerte que el recuerdo de su pesadilla, en donde ella terminaba cayendo junto con su hijo al vacío, y todo por hacer lo que estaba a punto de realizar...
Soltó su cinturón para poder moverse con más soltura, y trató de sujetar a Steven...
—¡Te tengo! —dijo entre dientes.
En ese momento la luneta frontal se desprendió totalmente... cayendo al vacío.
El cuerpo de Steven quedó colgando como peso muerto, y se hubiera precipitado también al abismo, de no ser por que Karen había logrado, justo a tiempo, asirlo firmemente de sus antebrazos.
—¡¡Casi no puedo sostenerte!! ¡¡¡Te me estas resbalando, Steven!!! —le comenzó a gritar mientras hacía un tremendo esfuerzo para sostenerlo por ambos brazos.
Aferrándose a sus últimas esperanzas, y tratando de ganar unos segundo más de tiempo, Karen apretó tan fuerte sus manos que sus uñas se clavaron las muñecas de Steven, las cuales comenzaron a sangrar.
En ese momento él comenzó a reaccionar ante el dolor, aunque solo dijo algo ininteligible.
Quedaba claro que Steven empezaba a recuperar la conciencia, pero no con la velocidad necesaria para evitar el fatal desenlace...
Ante los ojos de Karen, aún conmocionada, las imágenes de su pesadilla se mezclaban con la realidad, haciendo que le fuera imposible el separarlas.
La antigua tragedia se repetía con escalofriante precisión: su vida pasada, sus sueños, y su presente, se mimetizaban juntos... y si nada cambiaba, todo terminaría igual...
Sin poder agarrarse de nada, el cuerpo de Karen comenzó entonces a resbalarse, el peso era demasiado, pero ella no soltaba a Steven, quien apenas reaccionaba y en ese estado de paroxismo en el que se encontraba inmersa, algo cambió drásticamente en ella:
—¡¡Vamos, yo sola no puedo levantarte!! ¡¡¡Peter, reacciona de una vez... tienes que ayudarme o ambos vamos a morir, hijo!!! —exclamó Karen, despertando así finalmente a su vida anterior; en ese momento habló por primera vez como la madre que fue, y el desesperado grito de su alma resonó por todo el abismo.
Steven la escuchó y, en una fracción de segundo, se dio cuenta de que el accidente la había despertado, por fin su madre comenzaba a recordar su pasada existencia, aunque aún sus recuerdos estaban entremezclados en su mente: pesadilla y realidad se confundían, generando una incontrolable vorágine de sentimientos.
Sin embargo, su alegría no duraría más que por un fugaz instante... ya que, en ese momento, su mano derecha se zafó de la de su madre.
Karen lo sujetó con ambas manos de su antebrazo izquierdo, haciendo un esfuerzo sobrehumano por salvarlo.
Sin embargo, en ese movimiento espasmódico, ella se condenó a una muerte segura: la mitad superior de su cuerpo quedó por fuera de la cabina del destrozado automóvil, sostenido apenas por sus piernas, que no tenían modo de asirse a nada.
La única esperanza de salvarse para Karen era ahora el soltar a Steven, y tratar de volver a entrar por su cuenta al auto...
Steven trataba de agarrarse de algo pero todo era inútil, no había nada de que hacerlo. Su cuerpo colgaba solo de su brazo, como un péndulo, sobre el vacío y lejos de todo.
Pronto él caería y su madre lo haría con él... a menos que lo soltara.
—Déjame ir, mamá. No hay otra opción. Ya estoy perdido, no mueras conmigo, por favor —le rogó Steven.
—¡¡No, jamás!! Ni lo digas... nunca te soltaré, hijo —le respondió ella llorando; tal y como lo había hecho con Peter en su momento...
Karen estaba totalmente dispuesta a morir del mismo modo, nuevamente. El destino parecía repetirse para la madre que volvería a finalizar su vida tratando de salvar a uno de sus hijos.
Así como el tiempo se escurre entre las mitades de un reloj de arena... el último grano finalmente cayó y el tiempo, para ambos, llegó inexorablemente a su fin.
Sin embargo, en ese último instante, mientras el cuerpo de Karen comenzaba a resbalarse fatalmente, y estando ya a punto de caer ambos, sucedió algo que lo cambio todo:
Daphne sujetó a Karen por la cintura, y comenzó a tirar de ella con todas sus energías...
El pasado no volvía a repetirse, en este ciclo algo había cambiado, el destino de otra alma estaba interviniendo... y esta vez, las fuerzas combinadas de ambas mujeres, pudieron levantar a Steven lo suficiente como para que él lograra agarrarse del vehículo y volviera a meterse en la cabina del mismo.
Desde la carretera, Erick y Valery observaban el accidente junto a otros conductores que habían detenido sus automóviles y bajado también a mirar.
Algunos de ellos habían ya dado parte del siniestro a las autoridades austríacas, y solo unos instantes después se comenzaron a escuchar las sirenas lejanas de vehículos de emergencia que se aproximaban.
—¡Vámonos de aquí, Erick!, no debemos quedarnos, los golpes en el frente de nuestro auto podrían delatarnos; ya tendremos otra oportunidad, más adelante —recomendó Valery.
Fue así que ambos se subieron a su automóvil... y se alejaron rápidamente de la escena, manteniendo así su anonimato.
Latitudes perdidas
El destino muchas veces nos alerta del peligro inminente, mismo que puede acechar tanto a nuestros seres más queridos como a nosotros mismos; lamentablemente, casi siempre, esas advertencias pasan inadvertidas o son malinterpretadas...
Dos días antes del incidente en la ruta austríaca, donde su amada hija, Daphne, terminaría arriesgando su vida durante una peligrosa carrera de vida o muerte, Armony contemplaba, a través de la ventana de su hotel, uno de los más hermosos espectáculos que la naturaleza pueda brindar: la aurora boreal; que esa noche se desplegaba por los cielos de Suecia, iluminándolos con sus tornasoladas cortinas de luz etérea.
Paradójicamente, y como consecuencia de su ansiedad, todo ese día viernes, había transcurrido con exasperante lentitud, parecía que iba a ser interminable...
—Son de verdad hermosas, ¿no te parece así, Armony? —le comentó Michael, compartiendo su opinión, al tiempo que la abrazaba por la espalda.
—Sí que lo son... Solo desearía no estar tan nerviosa y preocupada.
Es la primera vez que veo auroras directamente, y... no puedo dejar de pensar en Issadora —expuso llorisqueando—. Quisiera que ella estuviera ahora aquí, viéndolas con nosotros.
—Hace unas horas me contacté con Dylan, le pedí que buscara todo lo referente al barco que mencionó Aldair, el Andrómeda.
Le expliqué muy bien la situación... Confío en que él lo encontrará pronto.
En cuanto sepamos su ubicación actual, iremos a recuperar la caja de música, y rescataremos a Issadora —sostuvo Michael mientras le acariciaba los hombros para intentar relajarla un poco.
Armony se giró, y lo miró a los ojos:
—¿Y si el barco está hundido; qué haremos... bucear hasta llegar a la caja? ¿Sabes tú, acaso, algo de buceo en aguas heladas, Michael?, porque yo no se absolutamente nada —mencionó, abrumándose y se apoyó en el pecho de él.
—¿Por qué eres tan pesimista, Armony? Esa clase de pensamientos solo te dañan internamente... No creo que el Andrómeda se encuentre hundido, y te explicaré el por que:
Aldair mencionó que la caja estaba oculta en la habitación 701 del barco, ¿lo recuerdas?
—Sí, eso dijo.
—Con esa cantidad de camarotes, podemos deducir que se trata de un gran barco de pasajeros.
También dijo que el Andrómeda estaba abandonado junto a muchos otros, en una isla. Supongo, entonces, que debe de tratarse de un gran cementerio de barcos...
¿Sabes como se abandona un gran barco en un lugar así?
—No tengo ni idea.
—Es una ceremonia muy triste, y con un profundo significado para las personas de mar:
Una vez divisado, el capitán enfila la embarcación hacia su lugar de reposo final y acelera los motores a toda máquina. Cuando está a punto de llegar, hace sonar la sirena por última vez, como despedida... y el barco encalla con todas sus fuerzas en la costa... en donde queda ya varado, a veces para ser desmantelado y a veces para ser olvidado.
Así es la muerte de un gran navío, y es por eso que supongo que no estará hundido, sino encallado... con su popa, aún en el agua, y su proa, en tierra firme.
—Entiendo —comentó Armony pensativa... Se podía percibir, en su lacónica respuesta, como el miedo y la depresión la estaban afectando hasta lo más profundo de su corazón, y Michael sintió que debía distraerla de algún modo, así que, mirando al cielo, le contó:
—Cuando viví en Alaska, aprendí muchas leyendas pertenecientes a tribus de aquella zona y que hablan de las auroras.
Sus historias al respecto, están siempre asociadas con su visión de la vida en el más allá.
Según una antigua leyenda esquimal, la aurora boreal es un sendero estrecho, sinuoso y muy peligroso... pero que conduce finalmente hacia las bellas regiones celestiales.
Algo que no mucha gente sabe, es que a las auroras las acompañan también sonidos, los cuales suenan como silbidos y chasquidos.
La creencia popular afirma que son los susurros del más allá, y dice que son las voces de los espíritus intentando comunicarse con las personas vivas de la tierra.
—Es curioso que algo tan bello se asocie ancestralmente con la muerte —le comentó entonces Armony—.
Como ya sabes, Michael, soy bastante aficionada a la mitología griega y germánica. En la música clásica, priman las historias de las mitologías europeas, y siempre me han gustado...
Según el mito vikingo, las auroras son causadas por la cabalgata de las valkirias, las doncellas guerreras de Odin.
Sus armaduras y escudos están hechos de oro puro, y relucen cuando cabalgan surcando los cielos en sus corceles... en busca de las almas de los caídos —aclaró—.
Curiosamente, en casi todos los países donde se pueden ver estas bellas auroras, las personas siempre les han otorgado un significado de mal augurio... un augurio de muerte... de la muerte de muchos —fue especificando—. Algo así como una guerra, una catástrofe, o una gran tragedia —concluyó.
—¿No piensas hacer ni el más mínimo esfuerzo por dejar de pensar de una manera tan deprimente, verdad? —le preguntó Michael, casi en tono de reproche, al ver que ella intentaba buscarle el lado más negativo a un espectáculo natural tan bello.
Armony simplemente guardó silencio, un silencio que respondía de manera afirmativa a la pregunta retórica formulada por él.
Un instante después, el teléfono de Michael sonó, y él atendió presuroso...
Era Dylan, y se comunicaba para brindarle datos muy importantes acerca del barco que buscaban.
Armony, expectante, aguardó a que terminaran de hablar... y en cuanto finalizó la llamada:
—¿Qué te dijo, lo encontró? —le preguntó ansiosa y con sus ojos bien abiertos, casi desorbitados.
La cara de Michael, lamentablemente, no auguraba buenas cosas.
Mientras examinaba la información que Dylan le había enviado a su correo electrónico, y buscaba datos complementarios por internet, él comenzó a responderle, aunque de manera pausada y entrecortada:
—Tal parece que existe un antiguo cementerio de barcos al norte de Islandia; se encontraría abandonado y sin uso en la actualidad...
Hay muy pocos datos al respecto. Se supone que estaría ubicado casi en este mismo paralelo, solo que un poco más hacia el norte de nuestra latitud actual.
Allí fue llevado un barco con la denominación de Andrómeda, y se lo dejó encallado hace ya muchos años.
—¡Lo encontramos entonces! —exclamó Armony entusiasmada.
—No estoy seguro, tal parece que Dylan no ha podido encontrar casi ningún dato sobre ese barco. El nombre «Andrómeda» no es tan original ni único, podría ser fácilmente otro barco, Dylan ni siquiera pudo averiguar si se trata de un barco de pasajeros o no.
Y hay algo muy extraño, además... y es que casi no hay ningún registro previo del Andrómeda encallado allí, en ese cementerio, es como si no hubiera existido antes —planteó.
—Presiento que tiene que serlo, Michael. El nombre y la ubicación coinciden con lo que dijo Aldair... ¡para mí con eso basta!
No seas tú el negativo ahora. Vamos a ir y comprobarlo —le recalcó Armony.
—Sí, en eso estoy —respondió él, escuetamente, concentrado solo en planificar el viaje que los llevase lo más rápido posible hacia allí.
Armony lo entendió y aguardó en silencio, permaneció haciéndole compañía, pero sin interrumpirlo para nada... hasta que finalizara.
Al día siguiente ambos se despertaron muy temprano, se levantaron sin demora, y partieron sin siquiera desayunar.
Casi no habían dormido: Armony, desvelada por su ansiedad, y Michael igual, pero por haberse pasado casi toda la noche planificando el itinerario de su travesía...
El primero de los, apenas, tres días que les había dado Sylvia de plazo para recobrar la caja de música estaba ya corriendo, y nada debía salir mal: tendrían ocho horas de viaje en auto desde la ciudad de Åre hasta la capital de Noruega, Oslo; una vez allí, tomarían un avión que los levaría directo hasta Reikiavik, en Islandia, en un viaje que duraría solo tres horas.
Al llegar al país insular, pasarían la noche hospedados en su capital, y al día siguiente, alquilarían un auto para viajar hasta la ciudad de Dalvik, ubicada en el norte de la isla, a ocho horas de viaje.
Una vez allí, deberían contar con tener mucha suerte para obtener los datos precisos de como llegar hasta el cementerio de barcos, ya que no había más información al respecto, salvo por unas muy vagas coordenadas cartográficas, las cuales parecían ser solo orientativas.
Luego de cruzar el límite fronterizo entre Suecia y Noruega, y mientras se dirigían por una solitaria ruta hacia Oslo, Armony le preguntó a Michael acerca de algo que la llenaba de curiosidad:
—Cuéntame, Michael... ¿Qué sabes acerca de esa hermandad a la que perteneció Aldair?
El anciano que me encontré en aquella biblioteca etérea del más allá, cuando tuve mi ECM, también era un maestro espiritual y me habló de una hermandad, dijo pertenecer a ella, ser un iniciado y, por lo que recuerdo, su manera de vestir era similar a la de Aldair; creo que ambos están relacionados —relacionó.
—Sé poco sobre ellos, y dudo que alguien que no pertenezca a su cofradía sepa más. Los Guardianes de la Eternidad son una antiquísima orden, muy secreta y también muy poderosa. Desconozco desde hace cuanto tiempo existan, solo sé que tienen milenios en este mundo...
—¿A qué se dedican? —preguntó ella sin dejarlo acabar.
—Se supone que cuidan la existencia de todas las formas de vida de este mundo... También se dice que son como intermediarios entre el más allá y nuestra realidad. Algunos los han llegado a considerar como: embajadores del plano de la vida.
Se rigen por un antiguo libro que no tiene ni siquiera nombre, y al que ellos se refieren, simplemente, como el Codex Magnus...
Allí figuran sus preceptos, aunque sus objetivos son decididos por sus líderes.
—El Concejo de los Nueve que mencionó Aldair, ¿verdad?
—Así es, ellos son su máxima autoridad, y de los que menos se conoce también.
Cuando necesitan un miembro nuevo, cosa que sucede en muy raras ocasiones, lo seleccionan de entre todos los maestros espirituales que hay en ese momento.
El elegido, sea hombre o mujer, a partir de ese momento se convierte en poseedor de una serie de ocultos conocimientos arcanos, específicos a un área del saber existente.
Los integrantes del Concejo no envejecen en absoluto... De hecho, todos los miembros de la Hermandad son muy longevos, se dice que los maestros espirituales solo envejecen un año por cada siete de una persona común.
—Ahora entiendo por que Aldair luce casi igual que cuando lo conocí como Melody hace veintiséis años... no tendría ni cuatro años más de edad que en aquel entonces.
—Sin embargo, no son inmortales —le aclaró Michael—; solo su manera de envejecer es diferente. Son vulnerables a enfermedades y a todo tipo de daño físico, como sucede con cualquier persona común.
—Es por eso que permanentemente forman a miembros nuevos, como Lynette —infirió Armony, ante lo cual Michael comentó:
—Algo que yo ignoraba era que los aprendices podían ser formados tanto por maestros espirituales como por sombras.
Lo que sí sabía, era que recién cuando llega el momento de ser ascendidos a maestros espirituales es cuando adquieren sus poderes plenos, como el de la longevidad, y la capacidad de recordar sus vidas pasadas al reencarnar...
El viaje continuó así, tratando de distraerse, aunque con una tensa calma, hasta llegar a Oslo, ciudad donde abordaron el avión que los llevaría a su destino.
Para cuando arribaron a Islandia, era ya de noche...
Se hospedaron en un hotel de Reikiavik, dispuestos a partir al día siguiente, a primera hora de la mañana.
—Tengo que ir hasta el centro de la ciudad para hacer algunas compras, Armony. No demoraré más de una hora... te lo prometo —le dijo Michael.
—Adelante, vete tranquilo... Yo, mientras tanto, me encargaré de ver que podemos cenar —respondió ella.
Aunque no era tarde aún, la noche cubría desde temprano, con su oscuro manto, aquellas nórdicas latitudes, y Reikiavik mostraba ya sus luces nocturnas.
La capital islandesa siempre fue muy especial en su estilo, al tratarse de una ciudad moderna, ordenada y prolija a la vez.
A diferencia de otras capitales europeas, desde su creación, ha carecido de edificios altos que obstruyan el cielo, dándole así un carácter abierto a toda su fisonomía.
Tampoco se han construido grandes monumentos históricos en ella, ni ha gozado de un centro clásico, al estilo de los países continentales de Europa.
Las casas de son, en general, bajas y muy coloridas; algunas, con sus decoraciones de elfos y flores, recuerdan a los cuentos de hadas y le dan un encanto especial a la urbe.
El típico ruido del tránsito también ha estado siempre ausente en su atmósfera, dejando que el viento y el agua sean los protagonistas en los sonidos del ambiente...
En conclusión, Reikiavik es una ciudad diferente, llena de vida, donde se respira un aire limpio, y que está muy cercana a la naturaleza, al estar rodeada por el mar en tres partes diferentes.
Michael encontró rápidamente un comercio dedicado al turismo de aventura, allí pudo comprar todo que él suponía que necesitaría en la siguiente etapa de esta auténtica carrera contra el tiempo, en la que se encontraba junto con Armony para salvar la vida de Issadora.
Luego, regresó al hotel...
—¡Justo a tiempo!, como siempre —dijo Armony mirando su reloj pulsera—. ¿Conseguiste todo?
—Sí —respondió él, sin darle más detalles.
—¿Y qué cosas compraste, puedo saberlo?
Michael simplemente la miró, dejándole en claro que prefería no darle detalles al respecto:
—No importa... tal vez ni siquiera lo necesitemos —le respondió finalmente, con una fingida sonrisa.
—¿Sabes qué, Michael?, me aterra cuando me ocultas cosas para no preocuparme... Solo espero que en esta oportunidad tengas razón —concluyó ella.
Tanto Armony como Michael estaban exhaustos, y necesitaban reponerse lo mejor posible. La enorme tensión vivida y el cansancio acumulado para ese momento, ya estaban haciéndoles mella en todo aspecto... y el día siguiente no les daría respiro alguno.
Cenaron rápido, y se acostaron a dormir...
La noche pasó veloz, como un suspiro.
A la mañana siguiente, y apenas repuestos, ambos se levantaron sin demorarse, desayunaron algo ligero... y partieron hacia Dalvik a las nueve de la mañana.
El viaje duraría cinco horas, y el clima no los ayudaba; el día había amanecido nublado, con un gélido viento norte que no dejaba de soplar un frío polar sobre toda la región, al tiempo que lloviznas intermitentes le daban al llano paisaje de Islandia un aire de tristeza inusitado...
—En días nublados, como el de hoy, suelo ponerme algo melancólica, creo —señaló Armony mirando al cielo—.
Recuerdo que con mi hermana, siempre, ya desde pequeñas, nos complementamos muy bien; recién ahora que ha vuelto a mi vida me siento entera nuevamente —agregó....
En ese instante se dispararon antiguas memorias, mismas que asaltaron su mente; eran pasajes dolorosos de su vida anterior, de culpas por heridas que no cerraron en su momento, y todo eso la hizo llorar...
—¿Qué te pasa, Armony; por qué lloras? Puedes contármelo, el viaje es bastante largo, y soy bueno escuchando —le propuso Michael, invitándola de ese modo a desahogarse.
—Quisiera que Issadora estuviera aquí, así le podría pedir perdón por todas las veces que hemos peleado, siempre fui yo la que empecé nuestras rencillas.
Nunca he podido controlar bien mi carácter, y he sido muy injusta con ella... Ariadna no fue solo mi hermana mayor, ella también fue mi mejor amiga.
—Según me parece, las almas de ustedes dos, son almas que suelen encarnar juntas, y lo hacen vida tras vida, a veces como hermanas, a veces como amigas... Es muy posible que se conozcan de muchas otras existencias previas —le comentó Michael.
—Recuerdo un día de campo en el que papá y mamá nos llevaron a un mirador, cerca de un acantilado.
Íbamos a almorzar, y a pasar toda la tarde allí... Ariadna y yo éramos solo unas niñas, teníamos como diez años.
Fue en primavera, el cielo estaba hermoso y soleado.
Me acuerdo, perfectamente, que ese día peleamos por unos dulces, y yo me escapé con todos los chocolates para comérmelos sola, era una bolsa realmente enorme —confesó Armony riéndose y mordiéndose el labio inferior—. Me escondí entre unas rocas, muy cerca del borde del precipicio, para que no me viera nadie... y empecé a comerme todo mi botín lo más rápido que podía.
Estaba tan apurada y distraída comiendo que no me di cuenta de lo peligrosamente cerca que me encontraba del borde hasta que me resbalé.
Quedé colgada de mi tobillo, y con mi pie atrapado entre las rocas; entonces me puse a llorar asustada...
Ariadna escuchó mi llanto y fue a buscarme, corrió lo más rápido que pudo, y cuando me vio se asustó mucho. Por suerte me pudo sacar de ahí justo antes de que papá y mamá nos encontraran. ¡Me habrían castigado de por vida!
Quedamos todas sucias, con nuestros vestidos raidos... Ninguna de las dos contó nada de lo que había pasado, pero nuestros padres nos retaron por jugar de una manera tan brusca.
Ariadna cargó con toda la culpa de aquello, por ser la hermana mayor... Ese día se quedó sin nada de postre.
Pero, cuando nuestros padres no me vieron, le pasé a escondidas los dulces que aún me quedaban; y como siempre, terminamos siendo las mejores amigas.
Ahora que Ariadna ha vuelto a mi vida nuevamente, puedo sentir lo feliz que me hace... ya, ahora mismo, no me imagino viviendo sin ella a mi lado —sostuvo finalmente Armony muy conmovida.
La experiencia del reencuentro entre ambas hermanas era sin duda algo muy especial, y sobre todo para Armony, quien había renacido siendo una hija única. La sensación de tener una hermana, era algo que siempre la había intrigado, y que ahora abrazaba con todo su corazón.
—Tal vez su propósito existencial siempre ha sido el de cuidarme, ahora me toca a mí retribuirle eso, y hacer lo mismo por ella —agregó Armony, ignorando cuan acertada, y equivocada al mismo tiempo, estaba...
El viaje continuó en ese tono ameno, iterando entre sentidos recuerdos y pintorescas anécdotas...
Hasta que, al final, llegaron a Dalvik, donde se encontraron con un típico pueblo costero, aunque bastante desarrollado:
La bahía sobre la que se asentaba la ciudad le permitía ostentar una gran zona portuaria, con muchos embarcaderos.
Había grandes galpones por doquier, la gran mayoría destinados a guardar y acondicionar barcos de todo tipo, aunque principalmente terminaban siendo los pesqueros quienes los usaban.
Se podían encontrar pequeños barcos privados por todos lados, algunos con redes de pesca, otros con cañas... Allí, casi todos sus habitantes han vivido, por generaciones, solo del mar.
Nunca se erigieron grandes edificios, las residencias han sido siempre casas bastante similares entre sí, todas de no más de dos pisos de altura, con techos a dos aguas, y grandes espacios verdes rodeándolas.
En general, reinaba allí un ambiente con un carácter marcadamente marítimo.
Dada su extrema latitud, tan nórdica, nunca ha habido mucha gente circulando por las calles, y con el mal tiempo imperante, eso se acentuaba aún más.
Eran apenas las dos de la tarde de un día domingo, y la ciudad parecía casi desierta.
—No hay nadie por ningún lado... ¿y ahora qué hacemos, hacia dónde nos dirigimos, Michael? —le preguntó Armony preocupada.
—Me imagino que cualquiera en la ciudad sabrá al menos algo acerca del cementerio de barcos que buscamos.
Lo ideal sería preguntarle a los marinos, y los lugares más típicos donde se reúnen son por lo general los bares cercanos a los puertos.
Vamos a recorrerlos uno tras otro hasta dar con alguien que sepa exactamente donde está ubicado, y como llegar hasta ese sitio —le respondió Michael—. Comencemos por aquel —agregó, señalando hacia un pequeño bar que estaba allí cerca.
El comienzo fue problemático; al entrar, se encontraron con que el pequeño establecimiento estaba, al igual que las calles de la ciudad, casi sin gente.
Los atendió una simpática mujer, muy gorda, que parecía ser la dueña del lugar.
El idioma mostró entonces ser una barrera de comunicación importante, ya que ni Michael ni Armony sabían ni una sola palabra en islandés...
Con bastante dificultad, y una confusa mezcla entre otros idiomas, y sobre todo muchas señas, lograron comunicarse y darse a entender... pero, para sorpresa de Michael, la amable mujer no sabía nada del cementerio naval.
Así fue como empezaron a recorrer bar tras bar, preguntando y sin llegar a nada durante más de una hora, hasta que entraron en uno de los últimos que les quedaban en su limitado abanico de opciones:
—Perdone, ¿habla nuestro idioma? —le preguntó Armony al hombre que atendía en la barra del bar.
—Algo —respondió, de manera escueta, un poco efusivo hombre que obraba como barman del lugar.
—Estamos averiguando acerca de un antiguo cementerio de barcos de esta zona —le planteó Armony.
—No sé nada.
—Actualmente se encontraría abandonado, creemos que estaría en una isla al norte de aquí —insistió ella.
—Como ya le dije, no sé nada, señorita.
—¿Conoce de algún marino que sepa algún dato al respecto y que pueda ayudarnos? —preguntó Michael entonces.
—No, lo siento mucho. ¿Desean servirse algo? —les preguntó el hombre, sin darle ninguna importancia al tema, mientras limpiaba una copa.
—Sí, por favor... un par de tazas de café caliente nos vendría muy bien a los dos —respondió Armony mientras se sentaba en uno de los taburetes de la barra.
Sin mediar palabra, ni sonreír tampoco, el barman se retiró por un momento para servirles el pedido...
—Te veo muy cansado, Michael; manejaste más de trece horas entre ayer y hoy... y sé que has dormido mal. Tu expresión es terrible, estas agotado, tenemos que parar por un momento.
—A Issadora se le acaba el tiempo, Armony. Hoy es el segundo día del plazo que nos dio Sylvia, y todavía tenemos mucho que hacer hasta encontrar lo que necesitamos para salvarla.
Si no logramos obtener la caja hoy mismo... —apuntó él, cortando su frase intencionalmente al final.
—Lo sé muy bien, Michael; yo más que nadie quiero lograrlo.
—No podemos ni siquiera encontrar el cementerio; ¿cómo vamos a conseguir dar con el barco? —le recalcó él, ya abatido y subiendo el volumen de su voz, con marcada frustración.
—Si no logramos hallar a tiempo al Andrómeda, aún podemos pedirle a Sylvia, una prórroga. ¡Somos la mejor opción que tiene ella para encontrar la caja de música!
Era paradójico ver que, cuando Michael decaía en sus fuerzas, era Armony quien cambiaba su habitual actitud derrotista y negativa para apoyarlo y tratar de levantar su ánimo.
—Issadora es mi hermana y la quiero salvar a como de lugar, pero... Nunca te he visto así, Michael... esforzandote de esta manera tan desesperada.
Me estoy empezando a preocupar mucho por ti, yo sola no podría seguir. ¿Eso lo sabes, verdad? —argumentó Armony con una pregunta reflexiva, tomándolo de la mano y acariciándole el brazo, mientras el barman les acercaba sus cafés en la barra.
La escena marcó un impasse, durante el cual el escaso tiempo con el que contaban parecía escurrirse, sin embargo, la charla entre ambos no fue solo una inútil pérdida de valioso tiempo:
A solo un par de metros por detrás de ellos y sentado en una mesa, completamente solo, estaba un viejo marino que los había escuchado a poco de empezar, prestando especial atención a la charla final que mantuvieron...
—¡¿Andrómeda dijo usted, señorita?! Mis oídos ya no son tan buenos como antes —le preguntó el extraño desde lejos a Armony, sin pararse de su silla.
Sorprendida, ella se giró, y lo miró por sobre su hombro...
El aspecto de ese hombre lo presentaba claramente: los años no le habían hecho mella más que en su aspecto, su cuerpo era delgado, pero su contextura física mostraba lo que aún era un rudo hombre de mar, acostumbrado a los rigores de la navegación en solitario, y que, en su mejor momento, seguramente había sido un fuerte marinero.
Años de exposición al sol y al aire salino del mar, le habían curtido la piel, dándole a sus facciones un aspecto agreste.
Una tupida barba blanca, no muy larga, y que se continuaba en sus patillas, le cubría parte de su rostro...
Finalmente, una gran pipa, y una gorra de capitán de barco, completaban su aspecto.
—¡Usted se refiere al Medusa! —expuso el viejo marino desde su mesa.
—Perdón... ¿cómo dijo? —le preguntó Armony intrigada.
—El barco que mencionó hace un instante ¡es el Medusa! Ese fue su nombre originalmente, cuando fue bautizado.
Luego de oír a ese extraño capitán afirmar eso con tanta certeza, Michael y Armony se acercaron a él.
Aquel hombre parecía estar seguro de lo que hablaba.
—¿Usted sabe donde está ahora el Medusa? —repreguntó Armony.
—¡Claro que lo sé! Ese navío fue encallado hace mucho tiempo en un antiguo cementerio naval ya olvidado, en una pequeña isla al norte de aquí.
—¡¡Es el que buscamos!! —exclamó Armony.
—Hay una leyenda que dice que lugar esta maldito desde hace siglos, señorita...
—¿Y... y lo está? —preguntó Armony abriendo sus ojos.
—¡Puras tonterías! Son solo cuentos de mar, hechos para asustar a los más cobardes —opinó el viejo marino, riéndose—. Ese lugar fue elegido como cementerio de barcos por lo poco concurrida que ha sido siempre la navegación por esas aguas.
—¿Sabe por qué el cementerio fue abandonado? —volvió a preguntar Armony intranquila.
—Desde hace años las corrientes oceánicas han ido cambiando, y con ellas el clima de toda esa isla.
Actualmente el frío es tan intenso que la bahía que servía para encallar a los barcos se encuentra parcialmente congelada, y no se puede a utilizar para nada.
—¿Podría señalarnos en este mapa donde está ubicado? —le preguntó Michael sacando una carta náutica que había comprado la noche anterior.
—Por supuesto, está justo aquí —dijo el marino apoyando la boquilla de su pipa en el lugar exacto.
—Pero ahí no hay nada, es mar abierto —indicó Armony extrañada.
—Confíe en mí, señorita... ahí está. Es una isla que ha sido borrada de los mapas, por ser una trampa mortal para navegantes inexpertos.
Llegar hasta allí siempre ha sido muy peligroso: las costas cercanas son rocosas y traicioneras como pocas; las corrientes marinas, que rodean a toda la isla, han hundido a incontables navegantes que no conocían bien la zona, estrellándolos sin piedad contra afilados y sólidos riscos, hechos de una roca volcánica tan negra como la túnica de la muerte...
Se sucedieron así una infinidad naufragios de manera imprevista, y todos sin darles a sus capitanes ni una sola oportunidad de huir.
—Ahora lo entiendo. Es por eso que nos ha costado tanto obtener datos de ese lugar —reflexionó Michael—. La gente de mar es muy supersticiosa... con seguridad, los marineros le temen tanto a la isla como al cementerio, es por ello que prefieren negarlos.
—¿Cómo es que usted sabe tanto de ese lugar? ¿No le da miedo ese sitio, como a los demás? —le preguntó Armony titubeando y asustada por las palabras del marino.
—Señorita, tengo tantos años navegando ya... que nada me asusta. Soy un viejo lobo de mar, curtido en infinidad de tempestades y situaciones que le helarían la sangre de solo oírlas.
Además, conozco demasiado bien esa zona del mar... una vez tuve que llevar a un barco a morir a esa isla, y fue precisamente en ese cementerio donde lo dejé.
Michael y Armony se miraron entre sí, sin pronunciar palabra; dudaban si creerle, o no... y el viejo capitán lo advirtió:
—¿Quieren escuchar la historia completa del barco que están buscando? Nadie les contará lo que les contaré yo —les preguntó.
—Sí —dijeron ambos, y tomaron asiento en la mesa del hombre, quien comenzó así con su relato:
—Hace veintiocho años había dos hermosos y lujosos barcos de pasajeros: el Perseo y el Medusa.
Ambos llevaban ya trece años navegando, habían sido construidos en el mismo astillero...
Los dos navíos pertenecían a la misma empresa.
Durante años, brindaron placenteros recorridos turísticos por el mar Caribe y América Central.
Miles de personas se maravillaron y disfrutaron de esos hermosos viajes en aquel tiempo.
Todo siempre fue muy tranquilo y paradisíaco, lleno de lujo y encanto; así fue... hasta que un fatídico día ocurrió lo imprevisto:
El Medusa, lleno de pasajeros, sufrió una muy grave avería en sus motores, la cual lo dejó a la deriva, en mar abierto.
Los ingenieros a bordo, luego de mucho trabajo, pudieron arrancar nuevamente los motores, pero no consiguieron arreglar bien la falla y el barco solo podía avanzar a velocidad mínima.
El peligro se desató poco tiempo después, cuando una gran tormenta tropical comenzó a formarse en la zona.
El desesperado capitán pidió socorro en toda la banda de radio a cualquier barco remolcador que pudiera asistirlos; sabía que con su velocidad actual no lograría escapar del voraz temporal... sin embargo, ningún barco respondió; nadie se atrevía a acercarse, y todo por la tormenta que, para peor, iba a golpearlo de lleno.
El Perseo operaba en la misma ruta marítima... Aquél día navegaba solamente con su tripulación y sin pasajeros en ese momento. Se encontraba a pocas millas náuticas de su colega en peligro.
El capitán, al escuchar el pedido de socorro, puso rumbo directo hacia el Medusa para ayudarlo.
Al mismo tiempo, solicitó, aunque solo fue por una cuestión protocolar, la autorización de la compañía dueña de ambos barcos para asistir en el rescate.
Para su sorpresa, el permiso le fue rotundamente denegado; los dueños de la compañía naviera preferían arriesgarse a perder un barco que perderlos a los dos juntos.
El capitán del Perseo decidió entonces desobedecer la orden de sus superiores, y continuó directo hacia el Medusa para evacuarlo.
Cuando ambos barcos estuvieron cerca, la tormenta estaba ya arreciando. El intentar un rescate de los pasajeros, pasándolos de barco a barco, era ya muy peligroso. La única opción viable era remolcar al Medusa fuera de la zona.
El Perseo era potente, pero no estaban diseñado para operar como un remolcador y mucho menos para intentar arrastrar a un navío con las dimensiones del Medusa.
Una vez que los dos barcos estuvieron a la par, ambas tripulaciones tuvieron que ponerse atrabajar en conjunto para improvisar algún plan de emergencia...
Mientras tanto, el epicentro de la terrible tormenta, que estaba ya a pocas millas de los barcos, se transformó en una poderosa tromba marina...
El diámetro de aquella monstruosa columna de agua, que unía el cielo con el mar, era titánico. Cuando los alcanzase el torbellino, y los alcanzaría sin duda, enviaría directamente hasta el fondo del mar a ambas embarcaciones.
Para el Medusa, el quedarse ahí era simplemente una sentencia de muerte, y para el Perseo, el rescatarlo... una misión suicida. Sin embargo, el capitán de este último no titubeó: decidió permanecer allí, y ayudar a su colega hasta las últimas consecuencias.
Sin alternativas, y en una atrevida maniobra, los ingenieros de ambas naves decidieron que: la única manera de poder traccionar el enorme peso del Medusa era enlazando la cadena de su ancla con la del Perseo para así, con los motores de este último funcionando al máximo de sus capacidades, poder remolcarlo y salir de la zona de peligro a tiempo.
Con muchísimo esfuerzo y corriendo el fatal peligro de caer al mar durante la maniobra, las dos tripulaciones a pleno, trabajando en conjunto y usando los cabrestantes de ambas naves más varios malacates individuales, pudieron lograr la asaña de enlazar las pesadas cadenas justo a tiempo, y sin perder ni un solo hombre.
Mientras tanto, la tormenta les dio alcance...
Los vientos comenzaron a soplar con mucha fuerza, mantenerse en cubierta era ya muy difícil para los marineros. Las aguas se agitaban con furia, moviendo a los dos colosos marinos decenas de metros, a su entero antojo... y cuando la tromba los alcanzara, la fuerza destructiva se multiplicaría por cientos.
Los motores del Perseo se encendieron a potencia plena, y los del Medusa, hasta donde pudieron; segundos después, las gruesas cadenas de sus anclas se estiraron, poniéndose tensas, como las cuerdas de un violín, y ambas embarcaciones comenzaron a huir de esa voraz tempestad, que significaría la muerte para todos, con el hundimiento ineludible de ambas naves.
Mientras escapaban de ese auténtico monstruo marino, ambos barcos trataron de mantenerse a una distancia segura para no estrellarse entre sí.
Los dos capitanes eran lo suficientemente experimentados y se mantuvieron estoicos, tras timón de sus naves, ambos sin moverse de sus puestos y dirigiendo toda la maniobra....
Aunque estaban preocupados por el peligro, lucían calmados.
—¡Qué hombres valientes! —expresó Armony conmovida.
—No es valor, señorita... es responsabilidad. Un capitán de barco jamás debe mostrarse asustado ni evidenciar duda alguna, él es el pilar principal de su tripulación, la cual confía plenamente en sus ordenes —le aclaró el hombre y prosiguió con su historia:
—El Perseo, finalmente, remolcó al Medusa a una zona segura, la tromba pasó casi rozandolos, pero sin darles de lleno, y culminó siendo un rescate exitoso, aunque en extremo peligroso para ambos barcos.
Ni una sola baja hubo que lamentar aquel día...
La compañía celebró el arrojo del capitán del Perseo con bombos y platillos, y se hizo una gran celebración, en la cual lo condecoraron...
En todo momento se ocultó tanto la cobarde orden que le habían dado, como la desobediencia del capitán.
En esa ceremonia fue también donde le cambiaron el nombre al Medusa por el de Andrómeda.
—No debieron hacer eso —mencionó Michael en voz baja.
Armony lo miró desconcertada, sin entender a que se refería, y él le aclaró:
—Hay una antigua creencia entre la gente de mar, la cual advierte que no debe cambiarse el nombre de una embarcación jamás, bajo ningún concepto.
—Sin embargo, aquellos empresarios no eran marinos ni creían en las tradiciones... nada de eso les importó nunca —reafirmó el viejo capitán—. Dijeron que así, todo el acto en conmemoración por la asaña del riesgoso salvamento, sería mejor recordada y aún más pintoresca.
Según ellos, había una semblanza entre las cadenas de las anclas de los barcos, enlazadas entre sí, con las que sujetaban a la princesa Andrómeda en el mito griego, y el acto heroico de Perseo al rescatarla del monstruo marino.
Fue todo muy rimbombante, y la empresa naviera aprovechó al máximo la publicidad derivada del rescate para aumentar su éxito...
Sin embargo, tiempo después, ya todo había quedado en el olvido.
Fue entonces que los dueños decidieron que un hombre tan temerario como para desobedecerles, arriesgando un barco tan caro como el Perseo, no debía estar al mando de ninguno de sus navíos.
El capitán fue despedido de un día para el otro, sin aviso previo; condenándolo a no volver a timonear ningún navío importante, ni para ellos ni para ninguna otra empresa naviera.
No les importó en absoluto que solo tuviera treinta y cinco años de edad ni que llevara sirviendo en ese barco diez años...
El tiempo pasó, y la maldición por su cambio de nombre alcanzó al Andrómeda, el barco comenzó a tener averías cada vez con mayor frecuencia, volviéndolo inoperativo durante muy largos periodos de tiempo, aumentando así su costo de manutención.
Finalmente, cinco años después, fue retirado del servicio y llevado al cementerio de barcos, donde fue encallado y abandonado.
Hace doce años, en el 2005, el Perseo también fue retirado del servicio... y para su último descanso, se lo colocó a su lado, en el mismo cementerio naval —terminó diciendo...
Armony se quedó mirando al hombre, tenía la sensación de que había algo importante que él aún no les había contado. Además, algo no encajaba con su aspecto rústico de marino pescador. Las palabras que usaba tenían un claro aire de refinamiento y erudición que no cuadraba con su imagen...
—Dígame una cosa, ¿cómo es que sabe todos estos datos, y con tanto detalle? —le preguntó ella.
El hombre la miró por un instante, entrecerrando sus ojos, mientras aspiraba su pipa y soltaba una bocanada de humo... y le respondió:
—Porque el capitán del Perseo, durante aquel rescate del Medusa, fui yo, señorita.
Comencé en 1980 sirviendo en él, como segundo al mando. Me mantuve en ese puesto por seis años, luego fui su capitán durante tres años más, hasta aquel incidente...
Volví a ser su capitán recién años después, y por un breve período, cuando sus dueños finales me volvieron a convocar para timonearlo por última vez y llevarlo a su lugar de reposo final.
Se hizo un momento de silencio, hasta que Michael tomó la palabra:
—¿Podría usted llevarnos hasta el cementerio de barcos, capitán? Necesitamos llegar al Andrómeda lo antes posible. Puedo pagarle muy bien por su ayuda...
El hombre lo pensó por un instante y le contestó:
—De acuerdo. Es sencillo llegar allí, solo hay que navegar directo hacia el norte desde donde estamos. Los llevaré en cuanto pase esta ventisca.
—¡No! Tiene que ser ahora. No podemos esperar. Es una cuestión de vida o muerte —le especificó Armony.
—Usted no lo entiende, sería una locura adentrarse en esas aguas con este clima. Cualquier barco pequeño terminaría chocando contra los riscos y hundiéndose, eso se lo aseguro.
—¡¡Tenemos que ir hoy!! —enfatizó Michael de mala manera.
—¡¡Yo no los llevaré hoy!! ¡No estoy loco! —le respondió el capitán del mismo brusco modo.
—Entonces, iré solo. También sé navegar, y muy bien... ¡Vámonos, Armony! No perdamos más el tiempo por aquí —concluyó Michael parándose de la mesa, y se retiró del bar.
—Creí que un viejo lobo de mar como usted ya no le temía a nada, capitán... Con todo mi respeto, ahora pienso que esa no fue más que otra de esas exageraciones de un marino, de las que tanto se habla —le manifestó Armony, sinceramente decepcionada, y entonces salió del bar, tras Michael:
—¿Qué es lo que vamos a hacer ahora, Michael? —le preguntó, al darle alcance, mientras levantaba la capucha de su abrigo para protegerse de la ventisca, que ahora soplaba mucho más fuerte que antes.
—Ya sabemos la ubicación exacta del cementerio naval. Vamos a alquilar un barco para ir hasta allí, y terminar con todo esto de una buena vez por todas —le respondió Michael mientras caminaba con paso firme y decidido... sin parar—. ¡Disculpe, señor! —le gritó de lejos a un hombre, el cual estaba asegurando una lancha en un trailer.
—Sí, ¿qué se le ofrece?
—Quisiera saber donde puedo alquilar un barco por aquí.
—Con este clima nadie le va a alquilar un barco. ¿Por qué no espera a que mejoren las condiciones meteorológicas?
Michael se quedó atónito, sin saber que decir... Acababa de darse cuenta de que nadie en toda la ciudad accedería a su pedido, por más desesperado que fuera; ninguna persona se arriesgaría a perder su nave por causa del mal clima.
—¡¡Porque no tiene tiempo!!, ¡porque es una cuestión de vida o muerte! ¡¿Fue eso lo que dijo, verdad?!, necio, arrogante —gritó de mala manera y desde atrás el viejo capitán, quien había salido del bar tras ellos, en su búsqueda—. Solo una persona muy desesperada o muy loca intentaría navegar por estas aguas sin conocerlas... y mucho menos con un clima como el de hoy.
Quiero pensar que ustedes no son ningunos locos, y no soy de los que abandonan a nadie en una situación de necesidad. Los llevaré en mi barco —remató.
—¿Qué lo hizo cambiar de parecer, capitán? —le preguntó Armony.
—¿La verdad?, fue usted. Me dolió en mi orgullo la manera en la que se despidió de mí.
Vi la mirada de decepción en sus ojos, señorita... A ningún hombre, que se precie de serlo, le gusta que una bella mujer piense que es un cobarde... y a mi edad, uno de los pocos tesoros que uno conserva aún, es el amor propio —respondió el marino.
—Gracias, capitán, no tiene idea de cuan necesitados estamos de su ayuda —le confesó Armony emocionada y lagrimeando.
—No me lo agradezca, señorita... les pienso cobrar una muy buena suma de dinero por llevarlos en este peligroso viaje —respondió el viejo capitán, riendo fuerte, mientras Michael le estrechaba la mano para cerrar el trato, como hacen los hombres de palabra.
El barco de cristal
Se dirigieron, raudos, hacia el puerto de la ciudad... Una vez allí, el capitán comenzó a alistar su embarcación para zarpar en medio del mal tiempo.
El navío era un viejo barco de pesca, de aspecto robusto y bien construido, aunque también tenía sus años... y las marcas dejadas por sus viajes; con solo verlo, quedaba claro que se había adentrado en los mares del norte infinidad de veces; parecía tener más años navegando que su propio capitán.
Al cabo de pocos muy minutos el viejo marino tuvo a su barco perfectamente en condiciones para empezar con su travesía por las gélidas aguas boreales.
Michael, por su lado, sacó del baúl del auto un par de mochilas bastante grandes y pesadas, repletas con las cosas que había adquirido en Helsinki, y cuyo contenido había mantenido en secreto.
—Eso es lo que compraste anoche, ¿verdad? ¿Qué llevas ahí dentro, lo puedo saber ahora? —le preguntó Armony nuevamente.
—Nada por lo que debas preocuparte —fue la escueta respuesta que recibió.
—Ahora sí que debo estar más preocupada que nunca —reflexionó ella, y así subieron al viejo barco pesquero.
Armony miró ansiosa su reloj, eran ya las dieciséis horas...
—¿Estamos muy lejos del cementerio de barcos? No quisiera llegar de noche —preguntó angustiada por la posibilidad de quedarse sin la luz de día para ver con claridad.
—Eso, señorita, no es algo por lo que deba temer —le respondió el capitán—. En el lugar al que nos dirigimos no existe la noche en esta época del año...
El cementerio de barcos esta ubicado apenas pasando la frontera del círculo polar ártico, el sol no se ocultará allí hasta dentro de unos meses... y estamos solo a tres horas de nuestro destino.
A pesar de estar en verano, en las latitudes por las que navegaban, el aire se sentía tan frío como el hielo.
Los tres estaban bien abrigados, especialmente Armony, quien era la más friolenta; ella llevaba un par de gruesos guantes y un pesado abrigo, además de una bufanda que le cubría la mitad de su rostro; a pesar de eso, no paraba de temblar...
—En caso de que tenga mucho frío, señorita, en ese termo que está al lado de usted llevo siempre café caliente; puede servirse si lo desea, le ayudará a entrar en calor —le sugirió el capitán.
—Gracias —respondió ella, tiritando, y rápidamente se sirvió una taza...
A medida que el viejo barco se acercaba a su destino, comenzaron a aparecer témpanos de hielo, que circulaban por el área siguiendo las rutas por las que las caprichosas corrientes marinas los llevaban.
De a poco, la visibilidad se fue reduciendo, la ventisca marina con la que partieron del puerto se fue convirtiendo en intensas ráfagas de viento, las cuales arrastraban gotas de aguanieve y partículas de hielo con ellas.
Comenzaron entonces a toparse con pequeños islotes rocosos, los cuales marcaban claramente el peligro de encallar que acechaba por toda la zona; el capitán los esquivaba con toda la habilidad que su experiencia en esas aguas le había otorgado.
—Estas malditas islas de rocas son lo más peligroso de esta región, están por todos lados y a pocas brazas de profundidad, algunas casi al ras de la superficie, el agua las oculta y son filosas, como los dientes de un tiburón... destrozan los cascos de las naves y las hunden.
¡Miren allí, a estribor! Si uno no sabe como navegar por estas aguas, puede terminar como ellos —dijo apuntando con su rostro hacia el costado derecho de la nave.
Armony trató de mirar, pero la ventana de la cabina estaba demasiado empañada y apenas alcanzo a ver un bulto borroso, la limpió entonces con el reverso de su manga, y fue recién ahí que vio a lo que el capitán se refería:
Al costado de ellos, yacía encallado y semidestruído un barco pesquero similar al que los llevaba; se notaba que estaba desde hacía años allí... y ese no era el único naufragio de la zona: a la distancia se podían distinguir mástiles inclinados y pedazos de quillas de otras embarcaciones, todas víctimas de los mortales arrecifes de la zona.
Armony quedó paralizada por la fuerte impresión... Se encontraban rodeados por decenas de barcos que habían naufragado allí; sus restos eran la mejor advertencia de lo peligrosas que eran esas aguas y del fatal destino que le esperaba a cualquiera que se atreviese a navegar por ellas...
Finalmente, llegaron al macizo rocoso principal, la gran isla que era el lugar donde estaba el cementerio de barcos abandonado.
Dijo entonces el capitán:
—La bahía que buscan se encuentra del otro lado y es inaccesible por mar. Voy a tener que rodear parte de la isla para llegar a un lugar donde los pueda desembarcar. Quedarán un poco lejos del cementerio naval, pero es el único lugar donde podrán bajar...
A medida que navegaban bordeando la isla, los naufragios de barcos pequeños, y que vieron al principio, comenzaron a convertirse en restos de barcos más grandes, hasta ser finalmente barcos completos, todos encallados en sus sepulturas de roca y hielo para ser olvidados eternamente.
—El cementerio está emplazado en el golfo de Dreki, significa dragón en islandés —comentó el capitán—. Ni se molesten en buscarlo en ningún registro existente, ese sitio ya ha sido borrado de todo mapa actual y cualquier bitácora escrita... No queda más que en la memoria de viejos marinos como yo.
Nadie tiene que volver a navegar por estas aguas malditas, y es mejor que así sea; aquí solo reina la muerte... y el olvido —sentenció.
Armony estaba ya muy asustada, y con esas últimas palabras del capitán, sintió un escalofrío que le trepó por toda su espalda y hasta le erizó los cabellos de su nuca.
La isla infundía un temor sobrenatural, y el ver los oscuros restos de tantos barcos abandonados allí, desde tiempos remotos, hacía pensar en historias de fantasmas y apariciones...
—No le tema a estos barcos, señorita —le aconsejó el capitán, al verla pálida del miedo—. La gente cuando ve un gran barco abandonado siempre se asusta, imaginan fantasmas deambulando por sus cubiertas, y tonterías de ese tipo... yo, en cambio, en cada uno de esos navíos, veo todo un pasado, el cual debe respetarse.
La vida de cada barco es como la de una persona: cuando es recién construido, comienza siendo vigoroso, robusto, nuevo... y sale a surcar los mares, lleno de energía; a medida que el tiempo transcurre, vive aventuras e historias únicas, mismas que solo él y su tripulación conocerán...
Finalmente, cuando el tiempo ha hecho mella en su estructura, es remplazado por nuevos navíos que toman su lugar... y ya, sin nadie que se ocupe de su manutención, el viejo barco es olvidado en algún remoto paraje, allí termina sus días, hundiéndose en soledad... en las mismas aguas en donde pasó toda su existencia.
Por eso es que creo que cada barco tiene derecho a tener su propia historia...
En el caso del Medusa es una historia triste, desde que fue construido, compartió con la figura mitológica de quien heredó su nombre, un destino similar en muchos aspectos.
Nació siendo una de las más hermosas naves que yo haya visto en toda mi vida, así como bella era Medusa y al igual que ella, fue condenado por otros, quienes nunca se lamentaron por su destino.
—Pero ¿acaso, Medusa no era una gorgona, un escalofriante monstruo mitológico, perteneciente al inframundo y que petrificaba con su mirada? —preguntó Michael.
—No siempre fue así —le respondió el capitán, sonriendo—. Toda mi vida he disfrutado de las leyendas de la mitología griega. Los griegos siempre fueron grandes navegantes y muchas de sus historias están relacionadas con el mar:
Medusa originalmente era una dedicada sacerdotisa, quien servía en el templo de la diosa Atenea.
Era hermosa como pocas mujeres, y así la aspiración de muchos hombres, que eran sus pretendientes. Su belleza fue tan grande que llegó a deslumbrar al mismísimo Poseidón, el dios de los mares.
Al sentirse tan atraído por Medusa, Poseidón decidió seducirla y hacerla suya en el propio templo de Atenea...
Esa blasfemia terminaría provocando una escalada en la rivalidad, que ya existía, entre la hija de Zeus y el dios de los mares.
Al enterarse de lo ocurrido, la ira de Atenea contra los perpetradores no se hizo esperar, pero solo la descargó contra la más débil de los dos.
Castigó cruelmente a Medusa, transformando su hermosas cabellos en serpientes, y como corolario, para evitar que enamorase a alguien más, hizo que la mirada de sus bellos ojos convirtiera en piedra a cualquiera que se atreviese a verlos.
Así, temida por todos y condenada a vivir en soledad, la otrora bella Medusa pasó a ser igual que sus dos hermanas, Esteno y Euríale, dos monstruosas criaturas, con serpientes en sus cabezas, y desterradas a vivir en las tierras hiperbóreas.
La verdadera historia de Medusa es muy triste porque, en esencia, fue condenada por su belleza, y por culpa de otros, quienes jamas mostraron remordimiento alguno, ni piedad por ella.
Del mismo modo, el barco que terminó llevando su nombre, fue condenado por sus insensatos propietarios, al cambiárselo por el de Andrómeda, dejándolo así maldito.
—¿El Medusa es un barco maldito, entonces? —preguntó Armony titubeando.
—Verás Armony, el nombre de una embarcación es, posiblemente, su atributo principal —le comentó Michael, quien estaba muy atento a la charla del capitán—. Supongo que alguna vez habrás visto como es la ceremonia de bautismo de un navío.
—Sí, sé que se rompe una botella contra su casco —respondió Armony sin ahondar en ningún detalle más.
—Así es —asintió Michael sonriendo—. Esa costumbre es muy antigua; data, prácticamente, de cuando el hombre comenzó a aventurarse en los mares.
Fue recién a partir del siglo diecinueve que se implementaron algunas reglas para los bautismos, por ejemplo: que la botella deba romperse en la proa, y ser de champagne, por ser esta una bebida asociada a festejos y celebraciones; también, que deba ser una mujer la encargada del procedimiento de romperla.
Sin embargo, hay una superstición muy importante durante la ceremonia: la botella debe romperse al primer intento...
En ocasiones, eso no sucede, y significa que ese barco está maldito.
Algo similar pasa cuando, luego de ser bautizado, a un barco se le cambia su nombre original por algún otro.
—¿Como hicieron sus dueños con el Medusa, al rebautizarlo como Andrómeda? —infirió Armony.
—Sí, señorita. Las tradiciones del mar nunca deben ser tomadas a la ligera —agregó el capitán—, los hechos así lo demuestran...
Un barco maldito en una isla olvidada... y todo enmarcado en un desolador paisaje de muerte. Parecía que se habían adentrado en su surrealista cuento de terror.
A medida que avanzaban, el viejo y fuerte barco pesquero golpeaba con trozos de hielo que flotaban a la deriva junto con algunos pequeños restos de las embarcaciones abandonadas, mismos que el tiempo y las olas despedazaba sin descanso.
—No se preocupen, este barco es fuerte, ha navegado mucho por estas aguas, su casco está reforzado y puede soportar los embates de estos pedazos de hielo y escombros, puede incluso romper el hielo más delgado de las grandes superficies heladas que nos rodean —les aclaró el capitán... Sin embargo, pocos metros después, el barco se detuvo en seco y con un fuerte golpe.
—Hasta aquí los puedo traer, parece... No tenemos la potencia de un rompehielos para continuar. Desde este punto tendrán que caminar hasta el Andrómeda, si aún quieren llegar a él —dijo el viejo capitán, Armony y Michael lo miraron, asintiendo con sus cabezas.
Entonces el marino agregó:
—Yo los esperaré aquí mismo, y no se preocupen... no me iré sin ustedes.
Avancen en esa dirección, sin desviarse para nada —les indicó, señalando son su brazo y su mano abierta, justo hacia el centro de la isla—. Cuando encuentren la Columna Helada, estarán cerca del Camino del Viento, deberán atravesarlo, es el única ruta que los conducirá a la Grieta de la Noche; tendrán que internarse en ella y cuando emerjan, habrán llegado al cementerio de barcos.
—¿Cómo reconoceremos esos hitos que mencionó? —le preguntó Armony.
El capitán sonrió, y le dijo:
—Créame, señorita... cuando los vea, le aseguro que lo sabrá.
—Y, una vez que estemos en el cementerio, ¿cómo encontraremos al Andrómeda entre todos los barcos que están allí? —preguntó Michael.
—Cuando dejé al Perseo encallado, me aseguré de hacerlo junto al Andrómeda, a babor... a su izquierda.
Simplemente, busquen dos enormes trasatlánticos juntos, uno al lado del otro, y habrán encontrado a su barco.
—¿Los dejó juntos? —le preguntó Armony curiosa e intuyendo que tras ese gesto había todo un simbolismo.
—Desde aquel día, en el cual rescaté al Medusa con el Perseo, comencé a pensar en esos barcos como si fueran dos amantes...
Tal vez solo fui un tonto sentimental, pero me pareció adecuado que ambas embarcaciones, que nacieron juntas, y que navegaron durante toda su vida por las mismas rutas, compartieran también su destino final, haciéndose mutua compañía, como la inseparable pareja que siempre fueron —reflexionó sonriendo el viejo marino...
En cuanto Michael y Armony se bajaron del barco, el capitán decidió darles un último aviso:
—Quisiera recordarles algo, mientras aún estemos a tiempo: sean muy cuidadosos en el Andrómeda, ¡no se fíen de esa nave! Tengan en cuenta, en todo momento, que el barco al que ustedes se dirigen se encuentra condenado, su destino final es yacer en el fondo del océano.
Y con esa última advertencia, partieron...
Michael cargaba, él solo, las dos pesadas mochilas, Armony iba siguiéndolo a la par, así comenzaron a transitar por la vasta llanura de hielo.
El viento soplaba sin cesar, la visibilidad estaba reducida por las pequeñas gotas de agua helada que eran arrancadas de la superficie... y no sabían cuanto tendrían que caminar hasta llegar a su destino.
El tenue sol ártico, parcialmente cubierto por unas débiles nubes, lo iluminaba todo con una pálida luz dorada... era como si aquel fuera un atardecer eterno.
El suelo de toda la isla era sólido y conformado por grandes extensiones de piedras planas, con una textura rugosa, propia de la corteza de un árbol... tan duras y negras como la obsidiana; y esa profunda negrura contrastaba con la nieve y el hielo, que se veían por doquier, blancos y brillantes.
Al adentrarse en este enorme reino pétreo, comenzaron a ver que la isla en su parte central se elevaba, como si fuera un sistema montañoso, aunque con formaciones rocosas extrañas, caprichosas, las cuales no parecían ser producto de la erosión natural.
—Que lugar tan surrealista es este, parece salido de una pesadilla de algún escritor de terror —dijo Armony.
—Es una isla volcánica, es común que... —le contestaba Michael, cuando, de golpe, se escuchó un gran estruendo que los sorprendió a ambos:
Una enorme columna de vapor caliente y agua hirviendo se elevó, fue a pocos metros por delante de ellos. No los lastimó, pero Armony reaccionó con un brusco movimiento y se cayó sentada.
—¿Estás bien? —le preguntó Michael
—Sí, eso creo, al menos —respondió ella, titubeando.
—Ese geiser nos deja en claro que esta isla puede no ser del todo estable, es mejor que continuemos con mucho cuidado —le enfatizó Michael mientras la ayudaba a ponerse de pie.
Siguieron caminando, y a medida que avanzaban, se topaban con un terreno cada vez más escarpado e irregular, eso les dificultaba el progreso en su marcha, al tener que trepar por rocas en algunos sectores para proseguir...
—No te separes de mí, Armony —le recomendó Michael al verla retrasarse—. Tal vez prefieras volver y quedarte junto al capitán.
—¿Y dejarte solo aquí? ¡No! La preocupación me mataría. Estoy bien, Michael, no te preocupes por mí, piensa mejor en Issadora, ella es quien está en un verdadero peligro...
Daría mi vida por salvar a mi hermana, y sé que ella haría lo mismo por mí —le respondió Armony firme y decidida.
La zona de la isla en la que se habían adentrado, presentaba ya claramente una topografía montañosa, con paredes escarpadas y llenas de aristas, mismas que parecían haber sido esculpidas por algún gran coloso.
La ruta que debían seguir a partir de ahora, se complicaba... era tanto hacia adelante como hacia arriba.
El color negro de las rocas se veía, mezclado con el verde, aportado por las diferentes especies de pasto y musgo, los cuales eran los únicos vegetales que se atrevían a crecer bajo esas rigurosas condiciones.
Finalmente encontraron el primer hito de su travesía...
Delante de ellos, caía desde lo alto, y pegada a la pared de la montaña, una enorme cascada de agua cristalina... solo que estaba completamente congelada.
Su origen se perdía en una densa bruma que coronaba la cima del macizo rocoso.
—Aquí está la Columna Helada. El Camino del Viento debe estar cerca, según dijo el capitán —enfatizó Michael, y tenía razón:
Unos cincuenta metros por delante de ellos, comenzaba un desfiladero estrecho, largo y muy profundo, el cual discurría sinuoso entre las paredes de las montañas... y por debajo, se abrían las fauces de un abismo que finalizaba en el mar.
En ese punto, alguien, en alguna época remota, había construido un ruta con maderos y cuerdas a lo largo de él. Era como un puente y también el único camino posible para pasar por ese despeñadero.
—¿Tenemos que atravesar por ahí? —preguntó Armony, pálida del miedo, mientras miraba a las olas romper en el fondo del precipicio.
—Sí, y lo haremos muy lentamente. Yo iré adelante y tú me seguirás muy de cerca —le respondió Michael.
Sin separarse de él, Armony comenzó a cruzar, completamente aterrada...
Con cada paso que daban, las antiguas maderas crujían y rechinaban como si estuvieran a punto de romperse, a pesar de ello, ese no era el verdadero peligro de aquel temible paso...
En ese momento un fuerte viento, salido de la nada, los golpeó de frente, y el impacto fue muy fuerte. Michael tuvo que detenerse y agacharse levemente para poder mantenerse de pie, a Armony le arrancó la capucha de su cabeza.
Las ráfagas de viento que circulaban por aquel desfiladero eran tremendas, y se disparaban en intervalos.
—¡¡¡El aire se acelera en este paso, como en un túnel —gritó Michael—. Sosténte fuerte de mí, Armony!!!
Armony lo abrazó por detrás y de la cintura, y usó a Michael como escudo, ante ese furioso viento, el cual podría hacerla volar por los aires fácilmente, al ser ella más liviana.
Y así continuaron avanzando, con lentitud y cuidado extremo, paso a paso; deteniéndose ante cada nuevo embate que las potentes ráfagas de viento les propinaban.
Finalmente lograron cruzar, y llegaron a una saliente en donde había una cueva con una entrada estrecha y alta, y que era tan negra y oscura por dentro como la roca en la que estaba abierta.
—Esta debe ser la Grieta de la Noche, entremos —dijo Michael; Armony lo agarró fuerte de su brazo, sin atreverse a pronunciar palabra alguna.
De ese modo, y ayudándose con una linterna, Michael continuó liderando el avance, con Armony prácticamente pegada a él.
La negrura de la caverna era tan absoluta como el silencio sepulcral que en ella reinaba, parecía como si fuera el pasaje a un reino diferente...
Ni siquiera el aire parecía atreverse a desplazar por allí dentro.
—No me gusta nada esta oscuridad —susurró Armony en voz baja, como si quisiera evitar que sus palabras fueran escuchadas por algo que los asechara entre aquellas tinieblas.
—A mí tampoco, pero ahora debemos continuar hasta salir —le respondió Michael, en su voz se notaba la tensión.
Cuando estaban en el medio de esa noche eterna, comenzaron a escuchar lo que parecían ser lamentos que se ahogaban en la nada...
—¿Qué son esas voces, Michael?
—No lo sé, creo que el viento se estará filtrando por algunas grietas lejanas y silbará de ese modo tan especial, resonando justo en este punto... eso quiero suponer al menos.
La explicación de Michael, aunque parecía ser la única lógica, no convenció a ninguno de los dos.
Así continuaron caminando, hasta que lograron emerger de esa espesa oscuridad... y lo que vieron los dejó pasmados.
Delante de ellos se abría ahora una playa oscura, sin arena, formada por millones de pequeñas piedras volcánicas, y con solo algunos pocos sectores tapados por nieve.
La mayor parte del suelo estaba cubierto por grandes placas de hielo, mismas que se adentraban en el mar.
Enormes y filosos peñascos, espaciados entre sí por decenas de metros, emergían del agua y se elevaban hacia el cielo, como si fueran los filosos colmillos de alguna clase de gran bestia marina.
Por todos lados, incontables barcos yacían encallados allí...
Ese era el golfo de Dreki, el abandonado cementerio de barcos estaba allí, olvidado y atrapado en el tiempo... para siempre.
Podían verse navíos de todo tipo, aunque los que más destacaban, por sus enormes dimensiones, eran los grandes barcos, como los transatlánticos de pasajeros, o los grandes petroleros y cargueros... Todos encallados a lo largo de la línea costera.
El lugar en el que se estaba a punto de adentrar, se encontraba inmerso en una dimensión de surrealismo aterrador. La soledad imperante y la quietud de todos esos barcos congelados era, simplemente... sobrecogedora.
El aullido del viento y el sonido del mar, se fusionaban, dando la sensación de que algo, que no pertenecía a este plano de la realidad, moraba entre los restos se aquellos navíos.
—Tengo mucho miedo, Michael. Siento como que nos quieren por aquí... algo me dice que nos vayamos cuanto antes.
—Quédate tranquila, estamos solos... De todos modos no pretendo permanecer aquí ni un segundo más de lo necesario —le aclaró Michael mientras sacaba un par de prismáticos de su mochila y comenzaba a otear en toda la extensión:
—Allá a lo lejos veo la silueta de dos grandes barcos de pasajeros que están juntos. Deben ser los que buscamos —dijo y comenzaron a caminar hacia ellos.
A medida que avanzaban, pasaban entre embarcaciones de todas las épocas, algunas, las más antiguas, eran de madera y cuerdas, con los restos de sus raídas velas ondeando de manera fantasmal al viento... y todos, absolutamente todos esos navíos, atrapados en sus tumbas de hielo eterno, los miraban desde su interminable agonía.
Minutos después, y mientras se aproximaban hacia las dos gigantescas naves, pudieron verlas claramente: allí estaban, eran el Perseo y el Andrómeda, uno al lado del otro, tal y como había dicho el viejo capitán.
Menos de diez metros los separaban...
Visto desde la playa, el Perseo estaba a la derecha, aún en buenas condiciones, recto y firme. Se encontraba bien encallado en las rocas.
La línea de flotación del Andrómeda se encontraba algo inclinada, unos quince grados aproximadamente, con su popa más hundida en el hielo que su proa. Sin embargo, y a pesar de su inclinación, el barco parecía intacto, con la totalidad de su quilla firmemente sujeta por la superficie helada.
Ambos barcos estaban rodeados de una gruesa capa de hielo, eso les permitió a Armony y Michael llegar hasta ellos caminando y sin mayores problemas.
—Estos barcos son realmente enormes —expresó Armony, al estar al lado de ellos—, deben de tener como veinte pisos de altura. ¿Cómo vamos a subir? — preguntó y Michael procedió a responderle:
—Según lo que pude investigar, el Medusa se construyó con un total de dieciocho cubiertas y una altura de, prácticamente, setenta metros.
Desde el comienzo me imaginé que nos podríamos encontrar con algo así...
Lo que no esperaba fue que el barco estuviera inclinado —comentó, dejando las mochilas en el suelo.
—Por fin voy a saber que es lo que traes en esas misteriosas mochilas. ¿Es algo para subir a abordo... verdad, Michael?
—Así es —contestó él—. Cuando estábamos en Helsinki, fui a una tienda especializada en turismo de aventura, y compré equipo de alpinismo —agregó, sacando unos picos y arneses con púas para los zapatos.
—Yo no voy usar esas cosas para subir. No tengo el entrenamiento necesario... ni la fuerza. ¡Si lo intento, me voy a caer! —exclamó Armony asustada.
—Nunca te arriesgaría a subir de este modo. Este equipo lo usaré solo yo... Si aún deseas subir al barco, traje para ti un arnés de seguridad y una cuerda para poder elevarte luego, desde la cubierta.
Yo ascenderé primero, usando estos picos y crampones con púas en mis zapatos —le aclaró Michael.
Armony lo pensó por un instante, se quedó inmóvil y mirando a la nada... podía percibir como un miedo profundo intentaba apoderarse de ella; pero, luego de haber llegado hasta este punto, también se sentía impelida a continuar sin importarle nada más.
Finalmente, y sin mediar palabra alguna, asintió con su cabeza un par de veces...
—¡Bien!, te pondré el arnés, entonces —le dijo Michael, y la ayudó a colocárselo—. Cuando yo llegue a la parte superior, te lanzaré esta cuerda, tiene un mosquetón ya preparado para ti, tú simplemente engancharás el arnés al mosquetón, y te sujetarás fuerte de la cuerda con ambas manos, yo me encargare de subirte.
—Bueno —le respondió ella, sumamente preocupada.
Michael tomó un pico en cada mano y comenzó a clavarlos en la quilla del Andrómeda de manera alternada... y, como si de una gran montaña se tratase, comenzó a escalarlo, un paso a la vez.
A medida que Michael subía, cada golpe de sus picos retumbaba por todo el silencioso paraje, dejando al mismo tiempo una hilera de marcas al costado del barco...
En pocos minutos, llegó a la cubierta superior sin problemas, y le lanzó la cuerda a Armony, quien, siguiendo las instrucciones de él, se enganchó y empezó a ser subida.
A medida que tomaba altura, Armony comenzó a tener vértigo... pronto, su miedo se exacerbó tanto que no atinó, ni siquiera, a cerrar sus ojos.
El ver como el interminable cementerio de barcos se perdía en la bruma, desde esa posición, era aún mucho más inquietante y sobre todo... aterrador.
En cuanto Armony subió a la cubierta, se abrazó a Michael por un momento buscando calmarse:
—¡¡Abrazame con todas tus fuerzas, Michael... por favor!! No sé como voy a bajar, me muero de miedo de solo pensarlo —dijo y por fin cerró sus ojos, tratando de tranquilizarse...
En ese momento de quietud, Armony se percató de que escuchaba algo en el viento, esta vez era algo distinto... una tonada musical que ya había escuchado mucho antes, era una música que conocía muy bien.
De a poco, notó como esa pieza se volvía más clara y nítida, aunque sonaba distante, opacada, como si proviniese de algún lado muy por dentro del Andrómeda... era nuevamente Ojos Negros, la melodia de la caja de música que, una vez más y de manera fantasmal, volvía a ella.
«Está aquí, la caja de música me está llamando», pensó y miró a Michael.
—Si ya te encuentras mejor, podemos continuar —le dijo él, sin percatarse de nada...
Era obvio que esta vez Michael no escuchaba la etérea tonada, y Armony prefirió no decirle nada para no darle algo más en que pensar, y así dejar que él se concentrara solo en la búsqueda.
—Vamos a comenzar por ir al puente de mando, allí espero encontrar algún plano del barco o algo que nos sirva para orientarnos por dentro, eso nos permitirá encontrar más fácilmente el camarote 701.
Entre el hielo y la inclinación de la nave, a Armony se le dificultaba mantenerse en pie, y se resbalaba por momentos al caminar; Michael, con las púas que llevaba adosadas a sus zapatos, podía asirse sin problemas.
—Sujétate de mí, Armony, aquí afuera hay mucho hielo, está por casi toda la cubierta... parece una pista de patinaje.
Ten cuidado, no quiero que te caigas —le recomendó él—, te va a resultar mucho más sencillo moverte una vez que estemos dentro del barco —agregó mientras ambos subían por unas escaleras externas.
Cuando llegaron a la cabina, y haciendo un poco de palanca con uno de sus picos, Michael logró abrir la puerta de acceso.
Encendieron sus linternas, y luego de un breve reconocimiento del lugar, comenzaron a hurgar entre los papeles que allí había tirados por doquier, buscaban cualquier cosa que pudiera ayudarlos.
—¡Michael, mira esto que encontré...! creo que es la bitácora del capitán —comentó Armony mientras hojeaba un pequeño libro manuscrito.
—Yo encontré el manifiesto de pasajeros... Pero no veo ningún plano por aquí —le dijo Michael lamentándose.
En ese momento todo el barco crujió y se movió levemente.
—¡¡¿Qué fue eso?!! —preguntó Armony asustada y con sus ojos bien abiertos.
—Este barco es enorme, supongo que el viento lo mueve de vez en cuando —le contestó Michael.
—Quiero irme de aquí, Michael. Te juro que este lugar me pone los pelos de punta.
—Lo sé y lo lamento, Armony... pero, sin un plano, vamos a estar más que un buen rato dando vueltas por aquí dentro, estos barcos son auténticas ciudades flotantes —sostuvo.
Comenzaron entonces a deambular por los espectrales pasillos del lujoso navío.
Una luz de penumbra penetraba por las ventanas, dándole un aspecto interior tétrico, a lo que otrora fue un hermoso e idílico crucero de placer... y todo, todo allí parecía estar suspendido en el tiempo.
Avanzaron sin tener un rumbo fijo, bajaron incontables escaleras, caminaron por interminables corredores y abrieron infinitas puertas...
Hasta que, finalmente, se encontraron con una escalera que daba a todo un sector del barco, el cual estaba sumergido bajo el agua y completamente congelado.
—¡¡No puede ser!! Si la caja se encuentra ahí abajo, va a estar atrapada en un bloque de hielo macizo —exclamó Michael enojado y frustrado—. ¡¡¡Nunca vamos a poder llegar hasta ella usando simplemente picos!!! —agregó golpeando insistentemente el hielo con sus herramientas.
—Tal vez ese no sea el camino y exista otro —mencionó Armony, aunque con dudas...
—¿Eso crees? ¿y cual sería, se puede saber?
—Tendremos que hacer un rodeo, es por allí —le contestó ella, señalando hacia un pasillo lateral—. Creo que sé como llegar hasta la caja de música.
Michael la miró extrañado, esperando una aclaración de su parte...
—Escucho su música nuevamente, Michael; la caja me esta llamando... ¡Vamos, el camino es por aquí! —dijo entonces Armony, quien comenzó ahora a liderar la búsqueda.
Dejándose guiar por la melodía, que solo ella escuchaba, Armony se encaminó hacia el origen, desde donde parecía provenir la música, internandose cada vez más en las entrañas del Andrómeda.
A medida que bajan, se encontraban cada vez con más fisuras y rajaduras en el casco del barco, todas causadas por la presión externa que el hielo ejercía sobre él...
—Estamos por debajo de la línea de flotación. A partir de este punto hay que tener mucho cuidado, todo esto podría colapsarse en cualquier momento e inundarse muy rápidamente, atrapándonos —le advirtió Michael muy preocupado.
Así, llegaron a una cubierta donde el agua había comenzado a hacer estragos significativos: se podían ver algunos sectores, parcialmente congelados, donde el agua, ahora como hielo sólido, había entrado a través de rupturas en el casco que a su vez había sellado.
Los números de las habitaciones estaban oxidados, algunos al grado de ser completamente ilegibles... sin embargo, Armony continuó avanzando sin detenerse hasta pararse por delante de un camarote sin identificación, el cual estaba con su puerta firmemente cerrada.
—Es aquí... la música viene de aquí dentro, Michael. La escucho sonar tras esta puerta. La caja está dentro de este camarote.
Michael trató de abrir la puerta, pero estaba congelada. Empezó entonces a golpearla fuerte con su pico, tratando de romper el hielo de ese modo.
Sus golpes eran tan potentes que, con cada uno, el pasillo entero del barco parecía dar pequeños temblores... Finalmente la puerta cedió y la abrió.
Al ingresar, vieron el estado derruido de todo el camarote:
Parte del techo se había caído, las paredes estaban abombadas hacia adentro. Había entrado agua, y la mitad de la habitación se encontraba inundada, aunque congelada...
Con la inclinación del barco, el agua se había acumulado en una de las esquinas, formando allí un cristalino y solido bloque de hielo que, al ser iluminado con las linternas, resplandeció... mostrando el antiguo tesoro que dentro de él se encontraba.
En el fondo del hielo, la hermosa caja de música brillaba una vez más, como la joya de incalculable valor que era.
—¡¡¡Ahí está, Michael... ahí está, es la caja!!! ¡¡Por fin la encontramos!! —exclamó Armony emocionada.
—Voy a romper el hielo, con mucho cuidado, para no dañarla —le dijo Michael y comenzó a golpear con delicadeza alrededor de la valiosa artesanía hasta conseguir desprenderla de su helada prisión.
Luego refinó su trabajo, picando algunas salientes un poco más hasta dejar solo algunos centímetros de hielo a su alrededor, mismos que se derretirían solos, a su tiempo, cuando estuviera en un ambiente más cálido.
—Sujétala, Armony, mientras yo la meto en la mochila —le pidió él... pero ella se detuvo y lo miró, reticente a tocarla.
—¿Recuerdas lo que dijo Aldair?, ¿lo que me pasaría cuando la tocara? —le preguntó Armony de manera retórica.
—No tengas miedo, el sello del olvido no se romperá hasta que la toques directamente con tu piel, tienes guantes puestos y la caja aún está rodeada de hielo. Puedes agarrarla sin temor, nada pasará —le aseguró él.
Armony, temerosa, la sujetó y lo ayudó a introducirla en la mochila... recién en ese momento suspiró aliviada, Michael había tenido razón.
Sin embargo, su tranquilidad le duró muy poco...
Un instante después, el barco comenzó a crujir por todos lados y a moverse mucho más fuerte que antes.
Todo parecía indicar que el hecho de separar la caja de música del Andrómeda también hubiera separado sus destinos; y ahora, ya sin ningún motivo para permanecer a flote, el enorme barco era alcanzado finalmente por su antigua maldición...
—¡¡¡Se está hundiendo!!! ¡¡Tenemos que salir de aquí, Armony o nos hundiremos con él!!
Así, comenzaba una desesperada carrera por sobrevivir...
El hielo que sujetaba al Andrómeda comenzó a quebrarse por todo su alrededor, y el enorme navío empezó a hundirse en la heladas aguas del océano Ártico.
Michael cargaba la mochila con la caja de música dentro.
El agua comenzó a entrar por las incontables fisuras que se abrían por todo el casco.
Correr por los resbalosos, y cada vez más inclinados pisos, se volvió casi imposible, solo Michael podía traccionar en ellos, gracias a sus crampones, las botas de Armony nada podían hacer:
—¡¡¡Me resbalo, Michael, ayúdame!!! —gritó ella cuando empezó a deslizarse hacia la popa del barco.
De inmediato, Michael la sujetó del brazo, agarrándola firmemente para que no cayera, y así continuaron con su huida...
A medida que avanzaban, se podía percibir como la enorme nave se iba a pique sin remedio. El ruido de toda la gigantesca estructura, colapsándose, era ensordecedor, y su vibración, espeluznante.
Concentrado, y casi como si tuviera un plano de la embarcación en su mente, Michael recorrió todo el camino que habían seguido, solo que en sentido inverso...
No se equivocó para nada, y lograron rápidamente llegar al exterior.
Sin demorar ni un segundo, Michael pasó la cuerda en el arnés de Armony, alistándose para bajarla... pero, en cuanto miró por la borda hacia abajo, se detuvo ante la visión de algo terrible: todo el hielo que rodeaba al barco había desaparecido a causa del movimiento de la nave.
Armony vio su estupefacta expresión y se asomó también, solo para ver como ahora varios metros de agua líquida, y gélida como el hielo, los rodeaba por completo, separandolos de una superficie firme.
Si alguno de los dos caía allí, sería arrastrado por el agonizante navío, y moriría en pocos segundos, ahogado y congelado.
Claramente ya no podían bajar de la nave de la misma manera en la que habían subido...
—¡¡Por Dios!! Quedamos atrapados aquí, Michael. ¡¿Qué vamos a hacer ahora?! —le preguntó ella desesperada y tapándose la boca con su mano.
Sin poder pensar demasiado en un plan fiable, Michael, casi por descarte, optó por la única cosa que le vino a la mente:
—¡¡Escaparemos por el Perseo!! —exclamó.
El navío aún permanecía firmemente encallado en su tumba de roca solida y en posición casi horizontal, a pocos metros de su moribunda compañera.
En su intento de evitar formar parte de la tragedia del Andrómeda, Michael arrastró a Armony hacia la proa, que era la parte del barco que permanecería por más tiempo elevada y la última en hundirse...
A pesar de eso, el Andrómeda había descendido varias brazas, y un salto directo entre las cubiertas de ambos barcos era ya imposible:
—¡Está muy alto, Michael! Debemos estar como a diez metros por debajo. ¿Cómo piensas llegar hasta la cubierta del otro barco?
—Tú solo sujétate fuerte de esta baranda de la cubierta.
Yo saltaré con mis picos, y con ellos me sujetaré del casco del Perseo, luego escalaré... llegaré hasta arriba del mismo modo en el que lo hice por el Andrómeda.
Cuando me encuentre en la cubierta del Perseo te lanzaré la cuerda para sacarte de aquí, tú solo tendrás que encargarte de sujetarla en tu arnés, ¿entendido, Armony? —le indicó mientras le pasaba la mochila donde llevaba la caja de música para reducir su peso al máximo.
Armony lo miró con una mirada de gran temor, la cual parecía más que nada una despedida. Ambos intuían las pocas posibilidades que tenían de salir vivos de aquella crítica situación.
Michael colgó el rollo de cuerda en su torso, cruzado, mientras trataba de mensurar el salto que tendría que dar:
«Ahora son como siete metros los que separan a ambos barcos... Es un salto difícil», pensó al tiempo que retrocedía para tomar toda la carrera posible, sabía que no podía fallar o ambos estarían condenados a morir ahí mismo... y en ese día.
Una última y fugaz mirada a su amada Armony, ese fue su intento final por hacerse con las fuerzas necesarias para lanzarse a lo que estaba a punto de intentar.
No podía darse el lujo de demorar ni un solo segundo más, con cada instante que pasaba, el Andrómeda se internaba cada vez más en las oscuras profundidades del océano y sus posibilidades de escape se reducían inexorablemente.
Con todas sus fuerzas, Michael corrió con un pico en cada mano y saltó tanto como pudo...
«No sé si consiga llegar, ese barco está tan lejos», pensó por última vez mientras estaba en el aire y comenzaba a caer...
Sin embargo, aún quedaba una delgada luz de esperanza, y solo un instante después llegó hasta el Perseo.
El impacto de su cuerpo contra el casco de la nave fue tremendo, así como el tamaño de las chispas que saltaron de uno de sus picos, al rozar contra la superficie de la quilla intentando clavarse en ella... el otro pico, por su lado, quedó clavado con firmeza y hasta el fondo.
Michael sufrió un duro golpe en su cabeza, mismo que lo mareó por un instante, y comenzó a sangrar por un corte que se hizo al costado de su frente.
«Tengo que mantenerme conciente, no puedo desmayarme ahora», pensó, apretando sus manos con todas sus fuerzas.
De manera rápida, se recuperó parcialmente y comenzó a escalar...
En pocos segundos, logró ascender hasta la cubierta del barco.
Ahora necesitaba hacer llegar la cuerda que llevaba consigo hasta Armony, tomó uno sus picos, que eran lo más pesado que tenía a mano, y lo ató a uno de los extremos de la cuerda.
—¡¡Armony!!, ¡¿estás lista?!... ¡¡te lanzaré la cuerda!! —le gritó como última advertencia mientras hacía girar el pico varias veces en el aire para que tomara envión, y entonces se lo arrojó con la cuerda bien atada a él.
La idea funcionó perfectamente, el pico cruzó con facilidad la distancia que los separaba; terminó enredándose en la baranda del Andrómeda varias vueltas y clavándose en un sector de la cubierta, muy cerca de donde estaba Armony, quien lo tomó de inmediato y comenzó a manipularlo.
—¡¡Vamos, Armony... apúrate!! —la apresuraba Michael, mientras ella trataba de desclavarlo para proceder a separarlo de la baranda.
—No puedo, los dientes no se desenganchan... ¡Listo, ya está!, lo hice —exclamó repentinamente Armony, y continuó liberando el pesado pico de la baranda...
—¡¡Muy bien hecho!! ¡Ahora, en cuanto puedas, engancha tu arnés al mosquetón, como lo hiciste anteriormente, con eso ya estarás segura... y te sacaré de ahí! —le gritó Michael.
Sin embargo, Armony no tendría tiempo de hacerlo, dado que, justo en ese momento, sucedió lo impensable: el Andrómeda llegó a un punto de desequilibro y se inclinó cuarenta y cinco grados, apuntando con su popa directamente hacia el fondo del océano, acelerando así su ritmo de hundimiento... exponencialmente.
En el violento y sorpresivo movimiento, Armony cayó al suelo, y aunque no soltó el pico, su cuerpo comenzó a deslizarse por la cubierta, resbalando sin control hacia la popa del barco.
—¡¡Sujétate fuerte, Armony!! —le gritó nuevamente Michael, y tensó la cuerda desde su lado, deteniendo su caída casi de inmediato.
En un segundo movimiento, y como continuación del anterior, el Andrómeda se reclinó de costado, apoyando todo su peso contra el Perseo, eso provocó todo un cimbronazo en ambas naves, ya que sus enormes estructuras chocaron entre sí con fuerza.
De ese modo, mientras continuaba hundiéndose, el Andrómeda comenzó a friccionar su casco contra el Perseo, haciendo que saltaran chispas por el roce entre ambos...
Parecía como si el desfalleciente barco tratase de sujetar a su compañero en un pedido de socorro, el cual en realidad era una despedida, un inevitable adiós.
Con el brusco choque de las colosales naves, la mochila, en donde Armony tenía la caja de música, se abrió inesperadamente y la caja cayó fuera, deslizándose a toda velocidad por la cubierta, en dirección hacia la popa.
Parecía que las fuerzas del más allá se empeñaban en que la Corporación no obtuviese la caja, aunque para ello tuvieran que terminar sepultándola en el fondo del océano... en donde se perdería para siempre.
Cuando Armony vio la caja de música cayendo, el tiempo se ralentizó para ella, vio a su propia hermana cayendo al mismo tiempo; sabía muy bien que perder la caja significaría la muerte de Issadora.
Todo parecía perdido ya, pero en ese instante la caja frenó su caída al chocar contra un aplique lumínico de la cubierta, en el cual quedó apoyada, aunque de una manera inestable...
El destino les estaba dando así una última oportunidad de salvar a Issadora, y Armony lo entendió. Tuvo entonces una idea temeraria que tal vez podría funcionar...
Sujetó el pico de escalar firmemente con una mano mientras que con la otra, del bolsillo de su abrigo, tomó un pequeño cuchillo plegable, mismo que Michael le había regalado hacía poco, y usando sus dientes desplegó la hoja de corte.
Rápidamente procedió a seccionar la cuerda que estaba atada al pico; la filosa hoja no tardó más que un par de segundos en hacerlo, y en ese instante Armony cayó por la inclinada cubierta, deslizándose tras la caja de música... a toda velocidad.
—¡¡¡No, Armony!!! —fue lo único que le alcanzó a gritar Michael al verla soltarse. En ese instante creyó que el pasado volvería a repetirse y Armony moriría del mismo modo en el que lo había hecho Melody y esta vez él lo contemplaría todo, impotente...
«Te juro, Muerte, que... si te la llevas ¡¡saltaré tras ella y me tendrás que llevar a mí también!!», pensó mientras corría hacia la popa del Perseo, tratando de permanecer lo más cerca posible de la mujer que amaba todo el tiempo que pudiese... aunque temía que solo fueran apenas unos instantes más.
Una vez más, las fuerzas del más allá parecieron intervenir, cuando el precario equilibrio de la caja llegó a su fin, y el preciado objeto continuó precipitándose, directamente hacia el abismo oceánico.
El recorrido de Armony duraría pocos segundos más, pero parecería eterno.
Deslizándose directamente hacia su muerte, y con su mano libre estirada en dirección hacia la caja de música, trataría de agarrarla, creía que, tal vez, lo lograría...
Se fue acercando así rápidamente a la caja, hasta que sus guantes comenzaron a rozarla, y luego de un par de intentos fallidos, finalmente logró apoyar su mano sobre ella, y la pudo sujetar con firmeza al rodearla con su brazo.
En ese momento, y ya segura de que no la perdería, con su otra mano clavó el pico de escalar en la cubierta del barco de un fuerte golpe, deteniendo de ese modo su caída, en seco.
Armony lo había conseguido, pero su osada acción la había dejado al borde de la muerte; a pocos metros por debajo de ella, el agua, sin mostrar piedad alguna, ya había cubierto la estructura del Andrómeda... y en pocos segundos la alcanzaría a ella también.
Con el corazón aún en la boca, y casi sin poder creer lo que veía, Michael, aún corriendo por la cubierta del Perseo, acercó la cuerda al lugar donde Armony había quedado colgada y le gritó:
—¡¡Rápido, Armony... enrolla la cuerda en tu antebrazo que yo te levantaré!!
No había tiempo para nada mejor, Armony le hizo caso, sujetando la caja de música entre su cuerpo y la cubierta del barco, pasó la cuerda alrededor de su brazo libre, soltó con su otra mano el pico y agarró con firmeza la caja, apretándola contra su pecho:
—¡¡¡Ahora, Michael, súbeme!!! —gritó ella, y él la levantó con todas su fuerzas de un fuerte tirón, separandola finalmente del Andrómeda... y de su muerte.
Debajo de ella, a pocos metros, el gigantesco trasatlántico, que durante toda su existencia había surcado sin miedo por las aguas del mundo, se hundía finalmente en ellas... desapareciendo en sus oscuras profundidades, devorado por el poderoso océano.
Colgada a pocos metros sobre aquel desastre, y mientras Michael la izaba de a poco, Armony contempló como hubiera sido su final, de haber permanecido solo unos segundos más a bordo de ese frágil barco de cristal.
La muerte, sin duda, la había acariciado en el rostro nuevamente con sus fríos dedos.
Cuando Michael logró subir a Armony a bordo del Perseo la abrazó con más fuerza que nunca... solo instantes antes, cuando creyó que la perdería, había estado dispuesto a tomar una decisión fatal; ahora en cambio, estaba feliz porque el destino le había concedido un poco más de tiempo para permanecer juntos en esta vida:
—Armony, jamas te vuelvas a arriesgar de ese modo. Te necesito conmigo, no voy a continuar sin ti... Lo más importante en mi vida es cuidarte y protegerte, nunca lo olvides —le dijo.
A pesar de esta rodeada de un frío polar, las palabras de Michael, que brotaron de lo más profundo de su corazón, le hicieron sentir a Armony una calidez imposible de comparar.
Cuando los ánimos de ambos se calmaron, y pudieron recuperarse lo suficiente, Michael procedió según su plan original: bajó a Armony de la enorme nave usando la cuerda, y luego, detrás de ella, bajo él del mismo modo...
A pesar de ser el mismo, el camino de retorno hacia la barcaza que los había traído les pareció mucho más corto que el de ida.
Las emociones vividas al borde de la muerte, les habían dado la adrenalina necesaria como para no sentir el tremendo esfuerzo que habían hecho ya...
—¿Cómo les fue? —les preguntó el viejo capitán cuando llegaron.
—Lo logramos, tenemos lo que vinimos a buscar —le contestó Michael.
—¿Como están el Perseo y el Andrómeda?
—El Perseo está bien, pero el Andrómeda... lamentablemente se hundió en el océano.
—Ese era su destino —dijo el capitán, con un sentido tono de tristeza y maneando su cabeza hacia los costados—. El fondo del mar es siempre la tumba más digna para un barco —reflexionó—. Lo lamento por el Perseo, desde ahora tendrá que permanecer en soledad, esperando su momento.
Luego de poner sus motores en reversa, el barco pesquero se alejó de la helada planicie... y una vez en mar abierto, tomó rumbo a Islandia nuevamente.
Cuando volvían, Armony abrió la mochila, quería contemplar más detenidamente la caja de música, la cual, a pesar de estar atrapada en un estuche de hielo, lucía tan hermosa como ella la recordaba.
Acarició entonces la capa de agua congelada, una extraña atracción por ese poderoso objeto, olvidada vidas atrás, volvía a hacerse presente en ella, su alma la recordaba bien lo que su mente aún no...
Y miró hacia el firmamento una vez más, feliz por la asaña que había logrado junto a Michael ese día.
Ahora, solo restaba rescatar a Issadora y dejar atrás toda esa pesadilla de acontecimientos...
Mientras tanto, el barco prosiguió con su rumbo hacia el sur, con su negra silueta recortada sobre un cielo tornasolado, iluminado todo por el sol de medianoche.
La caricia de una madre
En Austria, el rescate de Steven, Karen y Daphne se había prolongado por varias horas. Por más que los servicios de emergencia austríacos actuaron muy rápido, fue necesario traer un helicóptero y tres equipos de rescate para sacarlos de aquella peligrosa posición en la que el auto había quedado sobre el mortal precipicio.
Todos habían sido trasladados al mismo hospital; Karen y Daphne solo para una evaluación, ya que no presentaban más que contusiones leves; Steven, en cambio, había recibido fuertes golpes, y tenía algunas fisuras que requerían de cierta atención médica.
Siendo ya las cinco de la tarde, Karen y Daphne esperaban en un pasillo a que finalizaran de hacerle unos análisis por imágenes a Steven:
—Estoy tan confundida aún, Daphne. Me siento como si fuera dos personas diferentes al mismo tiempo... Así debe sentirse un paciente con doble personalidad —comentó Karen tratando de analizarse; su veta de psicóloga estaba fascinada con su propio estado actual—.
Voy a hablar con varios de mis colegas. Ellos tienen pacientes diagnosticados con trastornos de este tipo, y contarles todo lo que sé ahora, sé que va a resultarles fascinante.
Tienen que comenzar a considerar la posibilidad de que algunos casos se relacionen con reencarnaciones y recuerdos de...
—Por mi experiencia, te sugiero que no trates este tema con cualquier persona, Karen...
Considera con mucho cuidado con quien lo harás, y principalmente: evita a tus colegas —le recomendó Daphne, interrumpiéndola—. No te olvides lo que tú pensaste de Steven y de mí, cuando te contamos lo que sabíamos sobre la reencarnación, en la cafetería de la universidad. No quisiste, ni siquiera, considerar lo que te dije sobre mi experiencia con mis padres...
Como reza el dicho «no hay peor sordo que el que no quiere oír».
Karen detuvo su entusiasmo, y lo meditó por un instante...
Daphne tenía razón: sus colegas seguramente pensarían que el trauma psíquico, generado por el accidente, le había provocado alguna clase de delirio, y la intentarían medicar con psicofármacos, de eso no había duda.
En ese momento comprendió el por que es que los temas alusivos al alma son evitados de manera sistemática por muchos científicos, sobre todo los de renombre, relegándolos a un terreno meramente teórico y filosófico...
La falta de medios para analizar el plano donde existe todo lo espiritual, lo vuelve una área que se encuentra más allá del limitado alcance de la ciencia actual; quedando, todo aquello, solo en manos de la religión, e investigadores no oficiales.
Su introspección fue breve; en ese momento el sonido de la camilla en la que traían a Steven para dejarlo en su cuarto, la interrumpió de súbito.
Karen y Daphne entraron junto con él:
—¿Cómo se encuentra, doctora? —le preguntó Daphne a la joven médica que lo acompañaba.
—Tiene algunas contusiones y fisuras que requieren reposo, algunos cuidados, y una observación cercana...
Va a ser preferible que permanezca internado por unos pocos días más, y si evoluciona favorablemente, cerca del fin de semana próximo, estimo que podrá volver a su vida habitual.
Cuando le dé el alta, simplemente le recetaré analgésicos, solo por si siente dolor durante su período de recuperación. Eso es todo... creo que tuvo mucha suerte —terminó diciendo la facultativa, y se retiró para hacer su habitual ronda nocturna.
El diagnóstico sobre Steven fue alentador, y ahora que los tres habían quedado a solas, podían charlar con absoluta libertad de todo lo sucedido:
—¿Cómo te sientes? —le preguntó Karen a su hijo, acariciando su rostro de un modo muy especial.
Steven cerró sus ojos por un instante, y a continuación los entreabrió lentamente; en su borrosa visión pudo ver a su madre delante de él, era tal y como la recordaba de niño, el modo en el que Karen lo mimaba era idéntico en todo aspecto... y volvió a sentir lo mismo que no sentía desde hacía tantos años, la caricia de su madre.
Recién en ese momento él vio concretado su primer éxito. Luego de años de esfuerzo e incertidumbre, había encontrado a su madre, quien por fin lo recordaba... y ahora estaban juntos nuevamente.
—Estoy bien, gracias —respondió Steven sonriendo, y luego de un instante le preguntó:
—¿Qué tanto es lo que recuerdas de tu vida anterior?
—Lo recuerdo casi todo —le contestó ella, con lágrimas en sus ojos—. Aún no logro entender todo esto, y sé que voy a necesitar de bastante tiempo para aceptarlo, pero... recuerdo perfectamente a tu padre, también a Peter y por supuesto a ti, hijo.
¿Cómo es que puedo saber todo esto de una vida pasada, si este cuerpo es algo completamente nuevo? Mi cuerpo anterior murió hace años, y mi cerebro murió con él... ¿De donde vienen todos estos recuerdos a mi mente? Son tan claros y nítidos como los de mi vida actual —se preguntó Karen en voz alta, buscando una explicación científica a todo lo que ella siempre tachó de simples creencias.
—Es porque todo reside en tu alma, Karen. A diferencia de lo que creen los científicos, la memoria no se encuentra en el cerebro... tanto los recuerdos, como los sentimientos, y la propia conciencia, se encuentran en el alma —le señaló Daphne, y Steven continuó:
—Para entenderlo todo mucho más claro podemos hacer una analogía básica con una computadora:
Dime, si tu computadora personal, en donde tienes tus datos más importantes: tus investigaciones, todo lo que has creado, y tus proyectos futuros, estuviera a punto de ser destruida y pudieras salvar una sola de sus partes, ¿cuál rescatarías? —le preguntó.
—Su disco rígido, por supuesto —contestó Karen sin dudarlo ni un segundo—. Allí es donde esta toda la información almacenada, lo único importante... Luego podría, simplemente, ponerlo en otra computadora diferente y continuar con todo, sin problemas.
—Así es exactamente como estamos diseñados los seres vivos, de esa misma manera funcionan nuestras almas y nuestros cuerpos... En esencia, somos seres inmortales, sin saberlo —definió Steven—. El cuerpo está destinado a morir eventualmente, el alma no.
—Eso va contra todo mis principios académicos —comentó Karen mirando hacia abajo, casi como excusándose por su incredulidad previa y su perplejidad actual.
—Lo sé, pero la ciencia no es algo fijo, al contrario, cambia con el tiempo; aprende de sus errores, los corrige y expande sus fronteras... solo así puede evolucionar —enfatizó Steven mientras le acariciaba el brazo de manera comprensiva.
—Pero entonces, si todo está en el alma y no en el cerebro, ¿por qué existe la amnesia postraumática o por qué cuando envejecemos, a veces, perdemos la memoria? ¿Qué, acaso, se degrada el alma?
—No, Karen, el alma no se degrada... ni se daña, pero el cerebro sí y cuando eso ocurre, tiene problemas para acceder a los recuerdos que se encuentran en el alma, de ahí provienen las fallas que mencionas.
Algo similar sucede con la personalidad, dado que los sentimientos también residen en el alma. Así es como se explican también ciertos cambios de conducta que muestran a veces algunas personas luego de un trauma agudo de cerebro —agregó Steven.
—Pero entonces... ¿quién estaría a cargo de nuestra vida cotidiana? ¿El cerebro o el alma? —repreguntó Karen.
—Ambos lo están, solo que a un nivel diferente... El cerebro toma el control mientras estamos conscientes. Al dormir, desmayarse o entrar en un estado de inconsciencia profunda, como sucede en una ECM, o durante el estado de coma, el alma se encuentra mucho más libre de su confinamiento físico.
Como regla podemos decir que: a menor consciencia física, mayor libertad espiritual.
La realidad que percibimos, y también todo lo que recordamos conscientemente, no es más la interpretación que hace nuestro cerebro de la información que recibe de nuestros cinco sentidos físicos... y también del sexto, que es el extrasensorial.
Lo que englobamos llamándolo sexto sentido es toda la información que proviene de nuestras almas, se compone de: las sensaciones, la intuición, la inspiración... y también las memorias de vidas pasadas; y todo eso proviene únicamente de nuestra alma —finalizó Steven.
—Eso justificaría muchas de las fobias y las manías presentes en los niños, la cuales no tienen una causa aparente —dijo Karen de manera pensativa—. Siempre asumí que venían de alguna clase de memoria instintiva, que serían como recuerdos grabados en nuestros genes... aunque no hay de pruebas tangibles de que algo así exista tampoco, solo meras suposiciones.
Definitivamente la certeza de que el alma existe lo cambia todo, absolutamente todo.
A lo largo de mi carrera, siempre consideré al cerebro como el lugar donde estaba lo que sabemos y lo que percibimos, en definitiva: lo que somos. Nunca lo vi como a un órgano intermediario entre lo físico y lo espiritual...
Mientras esta charla tenía lugar, y madre e hijo estrechaban sus lazos, en las cercanías del hospital, el escuadrón Centurión ya se había desplegado, y mantenía todo el sector bajo una estrecha vigilancia.
En el quinto piso de un hotel ubicado en frente al nosocomio, habían montado un improvisado centro de mando, donde Erick sostenía una airada charla en privado con su líder, Ryker:
—La Corporación nos ha estado ocultando datos desde el comienzo de esta operación —dijo Erick enojado.
—¡Eso es algo normal, Erick! No lo tomes como personal.
—Steven me dijo que yo era la reencarnación de su hermano; ¡hasta trató de despertarme!, también aseguró que la doctora Acker era mi madre... ¡Creo que todo eso lo vuelve bastante personal!
—¿Y lo consiguió, acaso? Dime, ¿recordaste algo, aunque sea una simple imagen? ¡No!, ¿verdad, Erick? —le planteó Valery entrando en la habitación e interrumpiendo la airada discusión que había entre ambos camaradas—.
Puedes ver, claramente, que Steven se equivocó...
Ahora comprenderás el por que les dimos información sesgada. Si la Corporación te hubiera proporcionado esos datos, seguramente hubieran interferido en tu misión de capturarlo —justificó y agregó:
Sin embargo, podrías tener razón en algo que me dijiste antes. El destino te colocó muy cerca de Steven por algún motivo... podría ser que en alguna otra vida ambos fueran enemigos y que aún mantengan una deuda que saldar. ¡Piénsalo...!
Confundido, Erick no supo que argumentar. La persuasiva Valery sabía muy bien como manipular los acontecimientos a su favor para forzarlo a ser el obediente miembro que siempre fue...
A pesar de todo ella estaba más preocupada por otra cosa:
—Ryker, hay algo que quiero aclarar antes de poner mi vida en peligro nuevamente, a manos de algún otro demente miembro de tu escuadrón: Erick casi nos mata en la persecución que hicimos de Steven... y no fue por un error, ¡fue intencional!
Tu hombre padece de tendencias suicidas. ¿Lo sabías, acaso?
Al escuchar eso, Ryker comenzó a reírse a carcajadas...
—No me parece algo gracioso; inclusive lo vi desabrocharse su cinturón de seguridad, lo hizo justo antes de arremeter a toda velocidad contra el tráfico que venía en sentido contrario —agregó Valery, sumamente airada.
—Parece que viste a Erick, el blindado en acción —le dijo Ryker.
—¿Erick, el blindado? —preguntó ella desconcertada.
—Es el apodo que me han puesto por hacer cosas arriesgadas como la que viste en la ruta —le aclaró Erick.
—¡¿Arriesgadas?! Suicidas más bien, diría yo —comentó Ryker y le dijo a Valery:
—He presenciado como este hombre se metía en auténticas lluvias de balas, que eran propias de un pelotón de fusilamiento, sin ninguna protección... y pasaba sin recibir ni una sola herida de gravedad.
Lo he visto sobrevivir a accidentes de vehículos en donde han muerto todos excepto él... saliendo con apenas algunas fracturas.
—Y cuanto mayor es el riesgo que corro más ileso resulto —agregó Erick—. Fue por eso que desabroché mi cinturón de seguridad, quería estar más expuesto a morir para reducir las posibilidades de un accidente. Así funciona esto.
Deberías de darme las gracias, Valery, tal vez fue por eso que no chocamos; la muerte realmente no me quiere —concluyó.
Así, casi sin dar crédito a lo que le relataban, Valery escuchaba atónita a los dos hombres hablar y reírse de que sus más extremas misiones...
Y volviendo al hospital, Karen continuaba analizando sus creencias y repasando sus errores:
—Al final, resulta que me equivoqué durante años; siempre pensé que mi sueño estaba relacionado con el futuro, cuando en realidad era con respecto mi pasado.
—No exactamente —dijo Daphne—; como yo lo veo, tu pesadilla tenía tanto elementos de tu vida pasada como anticipos de lo que te deparaba tu vida actual, solo que combinados entre sí, mezclados...
Tu cerebro interpretaba toda esa información, pasada y futura, que venía de tu alma, y la elaboraba lo mejor que podía, creando esas pesadillas recurrentes —aclaró, y Steven continuó diciendo:
—Ten en cuenta, Karen, que las capacidades extrasensoriales no provienen de la mente, como sostienen algunos, sino del alma, y eso incluye a las premoniciones.
Sabes bien que durante el sueño el cerebro no se apaga, de hecho, por momentos, está más activo que nunca; eso es porque recibe datos que vienen directamente de nuestras almas, y al querer interpretarlos, por lo general, los termina confundiendo con elementos de nuestra vida cotidiana, dándoles así ese carácter surrealista, tan propio de lo que soñamos.
Este tema ya ha sido ampliamente investigado y se encuentra bien desarrollado, en el ámbito paranormal.
De hecho, tanto es así que, en su clasificación más básica, hay solo dos grandes clases de sueños, bien diferenciadas entre sí: la primera, son los sueños normales, se componen principalmente de datos triviales de nuestra vida diaria, algo que los define con claridad es que se olvidan muy fácilmente... la segunda categoría, son los sueños astrales, que son muy diferentes a los anteriores; estos últimos se sienten mucho más reales que los otros, los elementos que los componen no son tan comunes, y al despertar sabemos intuitivamente que han sido algo muy distinto.
Esos sueños tan especiales, contienen una gran información que viene de nuestras almas; en ocasiones esos datos se originan en el más allá, por el contacto de nuestra alma con otras; también pueden ser recuerdos de una vida anterior... y a veces, son visiones del futuro.
Una manera muy sencilla de reconocerlos está en el hecho de que, al despertar de un sueño astral, no solemos estar cansados, como nos sucede con los sueños comunes; además, esos sueños perduran... no se olvidan —finalizó.
—Sé de algunos de mis colegas en la universidad que siguen esas líneas de investigación, en las que el alma es el eje central de todo. Deberé ponerme más en contacto con ellos, si colaboramos juntos, estoy segura de que vamos a poder ayudarlos a avanzar mucho más en sus investigaciones —les propuso Karen.
En ese instante ingresó una enfermera, la cual les dijo que faltaban ya solo quince minutos para las diecinueve horas, el horario de visitas estaba a punto de terminar... En cuanto la mujer se retiró, Steven aprovechó para ultimar detalles con Karen y Daphne, antes de que se fueran:
—De más está decirles que no deben abandonar este hospital por ningún motivo; busquen cualquier excusa para quedarse dentro, y si es cerca de algún guardia, mejor. Es seguro que la Corporación nos tiene rodeados y bajo vigilancia, es mejor permanecer juntos —sostuvo.
Ambas mujeres asintieron con sus cabezas, Karen se acercó para darle un beso en la mejilla y le decirle:
—Hijo, gracias por encontrarme, me alegra mucho poder verte convertido en todo un hombre. Tu padre estaría tan orgulloso como yo lo estoy, te lo aseguro.
—Papá... —suspiró Steven— solo espero no defraudarlo en todo esto. Fue él, precisamente, quien me encomendó reunir a nuestra familia nuevamente, lo hizo justo antes de morir... fue lo último que me pidió —le reveló.
Karen se quedó estupefacta al escuchar eso; por un instante se imaginó a su pequeño hijo, de apenas nueve años, viendo morir al último miembro de su familia y recibiendo esa carga tan pesada en su vida.
Simplemente no supo ni que decir...
—Pensé que al primero que encontraría sería a papá —continuó diciendo Steven—. Es curioso, pero justamente de él, es de quien no tengo rastro alguno —concluyó, cabizbajo.
—¿Y de Peter? ¿Sabes algo de él?
—Tu ya viste a Peter, mamá... es solo que no lo reconociste —sonrió Steven con ironía—. El hombre que entró en la cafetería es su actual reencarnación, se llama Erick Strand, y ahora es nuestro enemigo.
—No... no lo entiendo, ¿por qué dices que es nuestro enemigo? —le preguntó Karen titubeando desconcertada.
—Yo te lo explicaré todo, Karen. Es mejor que nos vayamos ahora y dejemos que Steven descanse —le dijo Daphne tomándola de la mano y conduciéndola a la puerta; pero, mientras se iban, Karen volteó por un breve instante para expresarle a Steven:
—A partir de ahora yo también te ayudaré a reunir a nuestra familia. Los dos juntos recuperaremos a tu hermano y también a tu padre, eso te lo prometo, hijo —terminó diciéndole.
Con esas últimas palabras, Karen y Daphne se retiraron del cuarto...
En ese instante, desde el pasillo del hospital, controlando cada movimiento y disfrazada como una enfermera más, Valery estaba en comunicación con Sylvia, reportándole todo cuanto podía observar:
—Acabo de ver salir a Daphne y la doctora Acker de la habitación donde se encuentra Steven internado... está solo ahora; podría intentar traer a Erick y confrontarlos a ambos, sin hacer mucho alboroto, pero creo que sería algo inútil; por lo que sé, y a pesar de haber logrado hacer contacto físico con él, Steven fracasó en su intento de despertar a su hermano hoy —dijo.
—Sabemos que el despertar no es una ciencia exacta, depende de muchos factores, Valery. Es posible que el vínculo afectivo de ambos se encuentre obnubilado por algún motivo que aún desconocemos.
Es imperativo ahora que nos aseguremos de que Karen Acker sea la reencarnación de su madre. Ella podría lograr despertar a Erick...
—¿Y cómo lo haremos, Sylvia?
—Esta noche partirá un vuelo de línea hacia Europa, el cual estará arribando mañana por la mañana a Viena. En él te enviaré toda la ayuda necesaria para que puedas confirmar, con certeza absoluta, si la doctora Acker debe ser ahora nuestro objetivo o no —sostuvo...
Sylvia, absolutamente fiel a su estilo de sesgar la información, hasta con sus propios aliados, decidió no revelarle a Valery que era probable que, al día siguiente, ella misma y por su lado, recuperara la caja de música.
Aún no estaba segura de que Michael y Armony la hubieran conseguido y por lo tanto, no podía darse el lujo de descartar el hallarla por otra vía, la cual sería despertando y usando a Erick para tal fin.
Todo indicaba que aquella sería una noche tranquila en el hospital; las ordenes de Valery eran claras: mantenerse a la espera de que llegara su apoyo al día siguiente.
Sin embargo, en la profundidad de la noche, sus sueños le deparaban una sorpresa a Karen...
Ahora que ella había despertado, los poderes de clarividencia de su alma se comenzarían a manifestar con mayor intensidad en su vida, y como siempre le sucedió, lo harían principalmente en el plano onírico:
Karen dormía... y en su sueño ella se encontraba viajando en un tren, sola, sentada, y mirando el paisaje.
En un momento, el tren arribó a una estación que extrañamente estaba desierta, salvo por un solitario hombre.
Al detenerse la formación, el asiento en el que ella va, quedó justo al lado de él, y ahí pudo verlo en detalle... era el mismo hombre que ella había percibido como su esposo en su pesadilla recurrente del accidente en la ruta.
Cuando la vio, él la reconoció de inmediato, y comenzó a hablarle entusiasmado; pero era imposible entenderlo con claridad; para escucharlo mejor, Karen trató de abrir su ventanilla... y no pudo, parecía trabada; se dirigió entonces hacia la puerta más cercana, pero tampoco consiguió abrirla por más empeño que puso.
El tren se encontraba completamente cerrado, con ella atrapada dentro, y su esposo, por fuera.
Al comprobar eso, la mirada de él adoptó un cariz de profunda pena, al tiempo que ambos apoyaban las palmas de sus manos en el vidrio de la puerta, como queriendo tocarse... para despedirse.
En ese momento el sueño terminó de súbito, la actividad del hospital estaba comenzando, junto con el nuevo día:
La luz de la mañana, misma que se filtraba por las ventanas; el sonido del personal, el cual realizaba sus tareas cotidianas, caminando por los pasillos; y los teléfonos, que comenzaban a sonar sin cesar, la trajeron a este plano de la realidad... y Karen entreabrió sus ojos.
Lo primero que sintió al incorporarse, fue su cuerpo dolorido por haber pasado toda la noche durmiendo en un duro banco, de inmediato, una sensación de frío le recorrió todo el cuerpo, instándola a abrazarse a si misma, pretendiendo entrar en calor.
En ese momento se acercaba a ella Daphne, que venía caminando por uno de los pasillos, directamente desde la cocina del hospital.
Traía una pequeña bandeja, con dos vasos de café caliente en ella y algunas galletitas para que desayunaran juntas:
—Buenos días, Karen... ¿Pudiste descansar bien? —le preguntó mientras le ofrecía uno de los cafés.
—Sí, creo que sí; gracias, Daphne —le respondió la psicóloga, tomando uno de los vasos—, aunque me la pasé soñando...
—Yo también soñé, y bastante; estoy exhausta. Supongo que es algo normal después de todo lo que nos ocurrió ayer.
—Por cierto, ¿qué hora es ya? —se preguntó Karen verbalizándolo mientras miraba su propio reloj... y, al verlo, sugirió:
—El horario de visitas empezó hace diez minutos, comenzaba a las siete, si mal no recuerdo...
Podemos ir con Steven y tomar allí el desayuno junto a él.
Ambas estuvieron de acuerdo, y fueron a la habitación de Steven; sin embargo, justo en la puerta de entrada, se encontraron con Valery que las estaba esperando.
La bella agente de la Corporación estaba vestida, esta vez, con su ropa habitual, aparentando ser una simple visita más...
Daphne la reconoció de inmediato en cuanto la vio. La recordaba muy bien del incidente en la florería de Issadora; había sido solo por un momento, pero la intensidad de lo vivido allí, había dejado su rostro grabado de manera indeleble en la memoria visual de la fotógrafa.
—¿Qué te ocurre, Daphne? —le preguntó Karen al ver como se detenía de súbito y miraba, con su rostro desencajado, a aquella mujer.
—Veo que me recuerdas, Daphne —le dijo Valery.
—Nunca olvidaría los fríos ojos de una asesina... como tú —le increpó Daphne con un profundo tono de odio.
—Tu epíteto es infundado... después de todo, yo no maté a nadie aquel día, ¿verdad? —respondió Valery con un marcado cinismo.
—Solo tengo que ponerme a gritar, y estaremos rodeadas por el personal de seguridad en cuestión de segundos —amenazó Daphne.
—Y eso haría que nuestros hombres, que están afuera y rodeando el hospital, tuvieran que entrar en acción. Las consecuencias serían... como mínimo, desafortunadas para muchos inocentes.
Solo vine a ver como se encontraba Steven, aunque no lo creas, me interesa su salud —agregó Valery, esbozando una malvada sonrisa que se dibujaba en su rostro, mientras abría la puerta.
Al verla ingresar, Steven se sobresaltó, pero su sobresalto cambió a una expectante tensión en cuanto vio a Daphne y Karen entrar tras ella.
En ese instante una enfermera estaba terminando de abrir las cortinas de la ventana del cuarto para que los rayos matinales del sol lo iluminaran con su luz natural.
Todos permanecieron en el más absoluto y tenso silencio, con falsas miradas que se sostenían, hasta que la mujer terminó de acomodar algunos elementos de la habitación y se retiró para continuar con sus tareas en otro lugar...
—¿Viniste a establecer tus términos y condiciones, Valery? —le preguntó entonces Steven.
—¡Te advierto que no permitiré que te lo lleves de aquí!, ¡¡maldita, loca!! —exclamó Daphne furiosa.
—Tranquilícense, por favor... solo vine a averiguar algo, y luego me retiraré con absoluta paz —les respondió Valery de manera calmada y manteniendo su falsa sonrisa, e hizo una pausa—. ¿Es ella tu madre o no, Steven? —agregó finalmente mirando a Karen.
—No, lamentablemente no lo es, la doctora Acker no es mi madre, aunque eso era lo que yo esperaba, Valery... Cuando menos puedo tachar otro objetivo más en mi larga lista —respondió él, mintiendo...
Steven había deducido lo que la Corporación pretendía: si Karen era su madre y había despertado, eso la convertiría en alguien óptimo para desencadenar el despertar en las personas que ella hubiera conocido en otra vida... así Karen pasaría a ser un objetivo prioritario para despertar a Erick.
—No me estarás mintiendo, ¿verdad, Steven? Discúlpame si no te creo —le comentó Valery, sacando su teléfono celular—. Puedes venir ahora —le dijo a alguien que aguardaba su llamada...
Esa persona era Wendy, quien en ese instante entró al hospital por el frente.
Una vez más, el marcado estilo dark de la bella sombra resaltaba en un nosocomio. Su sensualidad, subyacente debajo de su particular atuendo gótico, absolutamente negro, como una noche sin luna, la hacía verse atractiva y temible al mismo tiempo.
Ella, sin darle importancia a las miradas de los demás, caminó con paso decidido hacia la habitación de Steven.
En cuanto Wendy ingresó, el ambiente del cuarto cambió...
La poderosa energía etérea que rodeaba a aquella hermosa mujer, podía ser percibida por todo el mundo, principalmente por las personas con mayor sensibilidad, como Karen, quien sufrió un escalofrío en todo su ser.
—Wendy... —dijo Steven al verla, sin poder ocultar su tensión.
—Steven... Me alegra poder comprobar que no tienes heridas graves. Tu aura se encuentra fuerte, te repondrás pronto —le dijo ella.
Inmediatamente desvió sus penetrantes ojos celestes hacia Karen, mirándola de costado...
Karen sintió como se le erizaban los cabellos de su nuca al instante.
—Doctora Acker, ¿sería usted tan amable de tomar las manos de mi amiga? —le ordenó Valery en tono de amable sugerencia...
La nerviosa mirada de Karen se dirigió hacia Steven, no sabía bien lo que aquello implicaba, pero no obtuvo respuesta alguna.
Steven estaba aún más temeroso que ella, él sabía muy bien que a Wendy no le podría ocultar nada, sus poderes extrasensoriales eran tan grandes y agudos que, en cuanto tocara a Karen, detectaría que era su madre y también que ya había despertado.
—Adelante, no tienes nada que temer... solo tocaré tus manos —le afirmó Wendy mientras extendía las suyas.
Temerosa y temblando, Karen tomó las frías manos de la sombra que la agarraron con firmeza.
El tiempo pareció detenerse para todos...
Los ojos de Wendy se clavaron en los de Karen, como si tratara de ahondar en lo más recóndito de su alma.
Para la psicóloga, la sensación era indescriptible; se sentía como una presa siendo examinada por un depredador. Un miedo paralizante la invadió de pies a cabeza, impeliéndola a huir, al presentir el peligro que la acechaba.
El alma de Wendy entró en comunión con la de Karen, y comenzó a ver imágenes de Steven siendo pequeño junto a ella en su otra vida, de inmediato percibió el lazo de madre e hijo que los unía más allá de la muerte.
También pudo percibir algunos fragmentos del futuro inmediato que les deparaba el destino, de seguir juntos... y esta vez fue Wendy quien se estremeció por la fuerte emoción que sintió, la cual fue tan intensa que sus ojos se humedecieron de inmediato, y hasta hubiera derramado una lágrima de no ser porque la pudo contener con todas sus fuerzas.
Ahora debía decidir si decir la verdad o mentir... todo dependía exclusivamente de ella.
Su relación con la corporación Rottweiler la obligaba a colaborar sin condicionamientos, a pesar de que la odiaba profundamente. Internamente culpaba a la poderosa organización por la muerte de su amado hermano: Cedric, pero la Corporación eran también su mejor oportunidad para encontrar a su reencarnación en esta vida.
Finalmente, Wendy soltó las manos de Karen y volteó hacia Valery, quien de inmediato le preguntó:
—¿Y bien, Wendy... es?
—No percibo ninguna relación entre sus almas... sus destinos corren por vías separadas —le contestó la sombra, tan inexpresiva como acostumbraba a estar siempre.
Valery se quedó atónita, mirándola extrañada...
Siendo ella una hábil y consumada artífice del engaño, estaba segura de que Steven le había mentido, y ahora no podía creer que se hubiera equivocado.
Pero ¿por qué Wendy había mentido? Lo que fuera que hubiera visto había sido tan intenso para ella que decidió traicionar a la Corporación esta vez... ¿Qué pudo haber sido?
—Bien, Wendy... ¡Vámonos! No tenemos nada más que hacer por aquí, entonces —ordenó Valery, y ambas mujeres se retiraron.
Una vez lejos de la habitación de Steven, y mientras caminaba junto a Wendy hacia la salida de hospital, Valery llamó a Sylvia para reportar lo ocurrido:
—Estamos saliendo del hospital, el resultado fue negativo —dijo de manera escueta.
—Que extraño... estaba segura de que Wendy confirmaría que la doctora Acker era la madre de Steven —respondió Sylvia mientras pensaba: «¿Podrá Wendy estar mintiéndonos? Tal vez he subestimado su odio hacia nosotros, y sea mayor que su deseo de encontrar a su hermano. Va a ser mejor que la comience a controlar mucho más de cerca», y entonces dio sus siguientes ordenes:
—Infórmale a Wendy que viajará hasta Suiza; esta tarde enviaré a un auto para recogerla y llevarla hasta Zurich, irá directamente a la central de la sociedad Íbice, donde aguardará por mí.
Tú, mientras tanto, Valery, quiero que continúes junto con el escuadrón Centurión, controlando todos los movimientos de Steven y manteniendo máxima discreción... hasta nueva orden —concluyó.
Sylvia movía sus piezas de ajedrez con estrategia absoluta, sabía que esta era una partida que estaba a punto de ganar, y en la que tenía un dominio total del tablero, ya solo era cuestión de tiempo para que la caja de música cayera finalmente en sus manos, de un modo u otro...
La última flor de primavera
Durante el trascurso de la noche, las nubes de mal tiempo se habían retirado de Islandia, y lo habían hecho todas con rumbo hacia el este... la mañana estaba ya despejada.
Armony y Michael pudieron hospedarse y dormir en un pequeño pero moderno y cómodo hotel de Dalvik.
Una vez más, él se había despertado antes que ella, y estaba levantado desde temprano...
—¿Qué hora es? —preguntó Armony con sus ojos entrecerrados y desde la cama mientras se desperezaba y bostezaba.
—Son las ocho —le respondió Michael hablándole desde la zona de cocina que tenía aquel monoambiente.
En ese momento él se encontraba reclinado sobre la mesada, con su teléfono celular en la mano, y lucía muy ansioso:
—Estoy tratando de comunicarme con el móvil de Issadora, pero parece que Sylvia lo tiene apagado...
¡¡Maldita sea esa mujer manipuladora!! No nos va a dar ni un respiro de tranquilidad —expresó frustrado.
—Nuestra parte ya se terminó, Michael, no temas —le dijo Armony mientras se levantaba—. Cumpliremos con el trato e Issadora va a estar a salvo.
Michael la dejaba hablar para que se quedara tranquila, mientras le ocultaba el hecho de que no tenía ni la más mínima intención de entregarle la caja de música a Sylvia. Él aún pensaba en la manera de rescatar a Issadora, engañando a la Corporación de algún modo...
—No hay por que desesperarse; esta vez hazme caso tú a mí. ¡Mírame!, tanto que me preocupé por conseguir la caja y ya la tenemos en nuestro poder... por cierto, ¿dónde está? —le preguntó Armony.
—La dejé en la bañera, estuvo descongelándose durante toda la noche. Esta mañana la terminé de secar y ahora se encuentra allí, bien guardada —le contestó Michael, señalando a una mochila que estaba en una silla.
—Sylvia la quiere más que a nada en el mundo, la necesita... es lo más importante para ella. Hay ocasiones en las que solo resta confiar en que todo saldrá bien, Michael y esta es una de ellas...
Hoy el café lo prepararé yo —agregó Armony, con un marcado tono comprensivo por verlo tan preocupado, al tiempo que le daba un cálido beso en la mejilla.
Armony estaba algo extraña esa mañana, no era la de siempre, de algún modo su cercanía con la caja de música la estaba haciendo cambiar. Se la notaba mucho más confiada y menos pesimista que de costumbre.
Ese poderoso objeto, fragmento importante de su pasado, avivaba en ella actitudes olvidadas, sepultadas en una antigua existencia que, de a poco, se haría cada vez más presente... ¿Qué antigua faceta de ella afloraría a partir de ahora?, solo el tiempo brindaría la respuesta.
Una hora más tarde, el teléfono de Armony sonó; Michael lo atendió de inmediato, y activó la función del altavoz para que Armony también escuchara la conversación:
—Hoy se cumple el plazo que les di... espero, por el bien de esta chica, que hayan logrado encontrar la caja de música —dijo Sylvia, directamente, sin ningún preámbulo.
—Tenemos la caja, Sylvia. Ahora ¡quiero hablar con Issadora! —le respondió Michael de manera seca y tajante.
—Muy bien, te la pasaré —le contestó Sylvia, y dirigiéndose a Issadora, se escuchó que le ordenaba—. ¡Tú, habla... quieren saber lo bien que te he estado tratando por aquí!
—Hola —dijo Issadora entre lágrimas y muy asustada.
—Issadora, ¿estás bien? —le preguntó Michael preocupado y apenándose por ella.
—Sí, Michael, estoy bien; pero, me tienen con las manos atadas por la espalda y... —En ese momento Sylvia retomó la conversación sin dejarla terminar:
—¡¡¡Es suficiente!!! Se encuentra sana y salva, como lo has oído de sus propios labios; ahora depende solo de ustedes que ella siga así.
Terminaremos con esto en la ciudad de Kiel, Alemania... en el Faro de las Almas Perdidas, específicamente; creo que todos ya sabemos donde se encuentra, ¿no es así?
—Sí, por supuesto... —respondió Michael de una manera tensa, escueta y apretando fuerte sus dientes para contener así su furia.
—El intercambio lo haremos mañana, justo a las diez de la noche —estipuló Sylvia de manera unilateral—. Por cierto... ni se les ocurra llegar tarde —remató con tono sádico y cortó la llamada, apagando el teléfono, como siempre.
—¡Un momento, Sylvia...! —exclamó Armony tomando su teléfono de las manos de Michael—. ¿Y si necesitamos de más tiempo por cualquier contingencia? —volvió a decir mientras trataba de llamar al teléfono de Issadora... en vano.
—¡¡¡Maldita sádica, la odio tanto. Volvió a apagar el teléfono!!! No puede ser tan, tan... —gritó, frustrada y resignada, mientras se apoyaba en el pecho de Michael.
Michael esta vez no la consoló y la dejó sola; sabía que no podía perder ni un segundo de tiempo, y eso lo preocupaba sobremanera.
El plazo que Sylvia les había dado era muy corto, y necesitaba encontrar la ruta más rápida para llegar lo antes posible a su destino... y tenía que lograrlo sin peder ni uno solo de los transbordos que harían.
En menos de media hora, hizo por internet todas las reservas de pasajes, trazando un plan de viaje que incluía ir en auto desde Dalvik, que era donde estaban, hasta la capital de Islandia, Reikiavik; desde allí, tomarían un avión en vuelo directo hasta la portuaria ciudad sueca de Gotemburgo, y finalmente, un ferry hasta Kiel, en Alemania.
Si todo salía bien, la travesía les daría tiempo para arribar a las veintiuna horas del día siguiente, con apenas una hora de sobra para llegar hasta el faro.
Sin poder perder más tiempo, salieron presurosos de su hotel y emprendieron el primer tramo del viaje, mismo que les llevaría ocho horas por carretera.
Esta vez, el clima los acompañaba; el día estaba hermoso para manejar por ruta, el sol brillaba en todo su esplendor, y el viento casi no se percibía.
No se veían autos circulando, ni siquiera en la distancia; el camino lucía solitario y despejado; sin embargo, el viaje no sería tranquilo ni placentero, sino más bien todo lo contrario.
Después de haber escuchado a Sylvia por teléfono, Armony y Michael se habían distanciado emocionalmente, separándose en sus actitudes, las cuales ahora ya no eran complementarias: él, estaba completamente enfocado tanto en el viaje como en el intercambio que harían en Kiel, mientras que ella, permanecía callada, preocupada y absorta en sus pensamientos fatalistas.
El silencio que imperaba dentro de ese vehículo era tan desolador como el que los rodeaba por fuera, en toda la extensión de aquel frío paisaje islandés.
—¿Vas a estar callada todo el viaje? Desde que dejamos el hotel, no has dicho nada, Armony... Todavía nos esperan seis horas más dentro de este auto, y así va a ser un viaje interminable.
—¿Qué quieres que te diga? Estoy completamente devastada por dentro, Michael. Mis nervios estallan cada vez que tengo alguna clase de contacto con Sylvia, no quisiera saber nada más de ella en lo que me resta de vida.
—Te entiendo, pero enfocándote en Sylvia solo lograrás lastimarte aún más, y ella estaría feliz si lo supiera...
—¿Y qué me sugieres que haga? La vida de mi hermana está en sus manos. ¿En que otra cosa podría enfocarme ahora?
Michael demoró por un instante su respuesta, había algo que quería decirle, pero no sabía como reaccionaría ella:
—Hay una cosa que podrías hacer, y se trata de algo que es muy importante para ti...
Por primera vez tenemos la caja de música en nuestro poder. ¿Recuerdas lo que dijo Aldair sobre el sello?
—¿Qué si la tocaba directamente recordaría todo... qué solo así se rompería de manera definitiva el sello del olvido?
—Sí, eso exactamente. ¿Qué piensas hacer? Ten en cuenta que una vez que le hayamos dado la caja a la Corporación, seguramente ya nunca más podrás tocarla, y el sello se quedará fragmentado para siempre.
Armony lo pensó cuidadosamente mientras miraba la mochila que estaba en el asiento trasero del auto, en donde llevaban la caja de música... y unos instantes después, la tomó, y la puso sobre su falda, corrió el cierre lentamente y la abrió...
La caja de música lucía esplendorosa; a pesar del escudo de hielo que la había mantenido encerrada durante años, la excelsa nobleza y extrema calidad de los materiales con los que estaba confeccionada, habían evitado hasta el más mínimo deterioro.
Delante de Armony, y conservado en perfecto estado, reluciente, como si fuera nuevo, estaba aquel poderoso nexus del destino, el cual, dentro de sí, encerraba todos los recuerdos que con tanto ahínco Melody había tratado de olvidar...
¿A que mundo de memorias olvidadas le abriría las puertas el simple hecho de tocar esa maravillosa obra de arte?
Lentamente, con cautela y miedo, por un lado; así como expectativa y curiosidad, por el otro, Armony acercó su mano hasta llegar a solo centímetros de la caja.
Debía decidir que hacer en ese último instante.
Lo dudó, y lo dudó mucho; su mano temblaba, hasta que finalmente tomó su decisión final: sin tocar la caja, cerró el bolso y lo volvió a poner en el asiento trasero del auto.
—¿Así quieres que sea todo? —le preguntó Michael mirándola de reojo, a lo que Armony respondió convencida:
—Esta fue mi decisión hace veintiséis años, por algo realicé aquel viaje a Suecia y fui a ver a Aldair; no sé por que lo hice, pero es seguro que tuve mis motivos y que fueron de mucho peso.
Vinimos hasta aquí porque todos me insistieron en hacerlo, y mira lo que ha pasado hasta ahora... Voy a honrar lo que decidí siendo Melody, tengo miedo de recordar lo que quise olvidar —sostuvo.
Michael guardó silencio, aún contaba con que algo se le ocurriera para conservar la caja de música, sin tener que entregársela a Sylvia a cambio de Issadora.
Él, posiblemente más que nadie, quería saber cuales eran los secretos que se ocultaban en las vidas pasadas de Armony, pero ella volvía a negarse a averiguarlos.
¿Cuáles serían los recuerdos que ella tanto quería evitar?
Tal vez en el futuro Armony depondría su actitud. Por el momento, lo mejor era respetar su decisión, aunque Michael no la compartía...
Él la miró entonces a los ojos y vio que, con su mirada, ella le pedía todo su apoyo...
—Está bien, Armony... lo que decidas está bien para mí —le dijo, y sonriéndole apoyó su mano derecha sobre la izquierda de ella.
Así continuaron su viaje hasta el aeropuerto de Reikiavik...
Una vez que llegaron a su primer destino, y tras una hora de espera, abordaron un avión hacia Suecia.
El vuelo despegó sin problemas, pero a medida que avanzaban, todo a su alrededor se fue oscureciendo y nublando... alcanzaron a unos negros nubarrones, imposibles de eludir, y se internaron en un oscuro y poco amistoso cielo, totalmente plagado por nubes de mal tiempo.
El sistema de tormentas que había asolado el norte de Islandia había virado y se estaba desplazando hacia el sudeste ahora, era casi como si se les adelantara a su camino...
Todo el avión comenzó a vibrar por la turbulencia creciente en la zona.
—Tenga cuidado con el café, señorita, está caliente —le recomendó una azafata a Armony mientras le servía solo media taza para que no se le derramara.
—¿Cuanto cree que dure esta turbulencia? —le preguntó Armony preocupada.
—No lo sé, el piloto comentó que el clima está muy inestable; ha estado cambiando en las ultimas veinticuatro horas. Se suponía que esta tormenta se dirigía hacia el este, y que se disiparía antes de tocar la costa noruega; pero ahora, por lo que me dijeron, va a acompañarnos durante todo el día.
No se preocupe, el viaje solo durará tres horas... vamos a aterrizar antes de que llegue a Gotemburgo y se desate con fuerza —terminó diciendo la azafata sonriendo confiada y se retiró.
—Michael, dime, ¿tenemos alguna oportunidad de llegar hasta Kiel con la caja y hacer el intercambio por Issadora? Si nuestra intención es dársela a la Corporación, ¿qué, acaso, el destino no actuará en contra nuestra?
Michael, simplemente, guardó silencio.
Luego del extraño temblor ocurrido en el monasterio y del peligroso escape del Andrómeda, con lo cerca que habían estado en ambos hechos de morir, él había reflexionado sobre esa misma pregunta y se había convencido de que las fuerzas del más allá estaban dispuestas a hacer todo lo posible por evitar que la Corporación consiguiese apoderarse de la caja de música... y eso incluía el matar a Armony y al él de ser necesario.
Michael, con sinceridad absoluta, ya no tenía ni la más mínima intención de entregarle la caja a Sylvia, pero aún continuaba tratando de elaborar un plan para salvar a Issadora...
Confiaba con que eso fuera suficiente para mantenerlos a salvo y no podía decírselo a Armony; sin embargo, lo único seguro era que a medida que se acercaran al final de su viaje, y ante la inminencia de que la Corporación se apoderase de la caja de música, era completamente imposible saber que podría llegar a ocurrir con las fuerzas del más allá...
Aproximadamente una hora después, Michael notó que Armony permanecía demasiado callada, mirando por la ventana el cielo gris que los rodeaba.
—¿En que piensas, Armony?
—¿Recuerdas en nuestra vida anterior a la gatita que adoptamos unos años antes de que naciera Daphne? Aquella hermosa gata gris con patitas blancas, de pelaje fino, largo, y pose distinguida.
—Sí, claro que la recuerdo. Siempre rondaba la casa y se escabullía por dentro, curioseando... hasta que un día se quedó encerrada en la cocina, le dimos de comer y se quedó a vivir con nosotros.
Tú fuiste quien le puso su nombre, la llamaste Sofía...
Recuerdo cuanto la amabas, siempre decías que te encantaba su actitud, que era como si perteneciera a la realeza, aunque en realidad era muy traviesa —dijo Michael sonriendo—. Hasta adorabas como maullaba, decías que tenía su «miau en mi bemol»...
También me acuerdo que siempre fuiste reticente a tomarle fotos, aunque nunca entendí el por que.
—Ese fue uno de mis secretos mejor guardados... era para olvidar con más facilidad, Michael. Las fotos de los seres que había amado y perdido siempre me recordaban los momentos felices que ya no volvería a disfrutar con ellos y eso me dolía, me dolía mucho.
Aun en esta vida sigo pensando igual, me resulta más fácil olvidar el dolor de sus partidas si nada me los recuerda.
La muerte siempre les da su pincelada de tristeza a los más bellos recuerdos que tenemos —destacó.
—La pérdida de un ser amado nunca se olvida, Armony, solo podemos hacerla a un lado, pero es algo que nos acompañará durante toda la vida.
—Una vez lei, Michael, que el corazón es como el salón de una hermosa y mágica fiesta, en la que dejamos entrar solamente a quienes consideramos especiales... Sus presencias allí nos dan seguridad, variedad y alegría... y cuando ese lugar se va vaciando, todo va quedando paulatinamente en silencio, triste y solitario... y ese vacío es ocupado por los recuerdos y la melancolía.
Ese es el precio que se paga al final por amar, y el quedarse solo con los restos de lo que fue aquella hermosa celebración, no tiene sentido alguno —respondió Armony con una apagada mirada de tristeza, y siguió diciendo:
—Hace unas noches tuve un muy extraño sueño, en él me sentí confundida al pensar cuanto hacía que no jugaba con Sofía, la buscaba por casa y no la encontraba; me desesperé y ni siquiera me percaté de que la última vez que la vi fue en mi vida pasada, siendo Melody.
Creo que un pedazo de mí aún la añora y la sigue necesitando... ahora sé que la extrañare en esta vida también.
—Perder a una mascota amada es una de las situaciones más dolorosas que uno puede atravesar en la vida, Armony. Esos pequeños seres, son almas buenas, en quienes depositamos todo nuestro amor incondicional y ellos nos devuelven toda la atención que les damos, multiplicada por su inocencia —le comentó Michael sentidamente, a lo cual Armony agregó:
—Nunca nos detenemos a pensar en que no podremos disfrutar de su amor durante toda nuestra vida, hasta que ese día inexorablemente llega... y cuando ya no están con nosotros, nos sentimos devastados por dentro, sin saber donde depositar todo ese enorme cariño que llevamos dándoles durante tantos años...
Ese día es algo tan traumático que solo quienes hemos pasado por el dolor de haber perdido a una mascota sabemos que la recordaremos por siempre, sin importar lo que ocurra —expresó, con su voz quebrada y conteniendo su llanto.
—Te entiendo, Armony. Cualquiera que haya enterrado a una mascota sabe lo especial y única que es esa pena. Aunque los años pasen, el mero recuerdo de esos días felices que hemos disfrutado con ellos nos arrancará siempre una sentida lágrima de nuestro corazón.
—Los animales no nos hablan con palabras, Michael... no las necesitan, ellos nos hablan con sus ojos y con sus actitudes.
Los amamos y ellos nos aman, y el suyo es un amor sincero, libre de mezquinos condicionamientos, carecen de maldad...
No nos piden casi nada y nos dan todo lo que tienen.
A veces pienso que la vida es muy injusta, ellos deberían poder seguir acompañandonos por siempre, hasta el final de nuestros días.
Son irremplazables, no hay nada equivalente al hecho de tener una mascota —dijo Armony mientras una lágrima rodaba por su rostro y continuó:
—Nunca te conté por que le puse de nombre Sofía a aquella gatita, ¿verdad, Michael?
—Jamás pensé que hubiera un motivo especial —le respondió él.
—Sí que lo había, y hace poco lo he recordado... Me lo anticipaste, tenías razón: a medida que transcurren los días, recuerdo cada vez más acerca del tiempo que compartimos juntas Issadora y yo en nuestra vida anterior, cuando fuimos hermanas.
De niñas, ambas tuvimos una gata que se también se llamaba Sofía, y era prácticamente igual a la que adoptamos contigo...
En aquel entonces tendríamos solo siete u ocho años de edad.
Nuestra familia era pequeña, papá, mamá, nosotras dos y... Sofía, que era la mascota del hogar.
Nos criamos junto a ella desde que nacimos, siempre fue nuestra amiga incondicional...
La queríamos mucho, sobre todo Ariadna, ella siempre jugaba con Sofía; recuerdo que siempre le estaba cepillando el pelaje, eso a Sofía le encantaba... también me acuerdo perfectamente como mi hermana corría preocupada tras ella cuando se subía a un árbol, y como se desesperaba cuando se ausentaba por uno o dos días.
Toda su vida amó a los animales, ya desde pequeña...
Pero Sofía tenía sus años cuando nosotras nacimos, no era una cachorra; el tiempo pasó y, por aquel entonces, de repente, un día, Sofía enfermó y murió. Fue algo muy rápido, nuestros padres no tuvieron tiempo ni de recurrir a un veterinario...
Aún recuerdo aquel día en que Sofía nos dejó... la vimos morir, estuvimos junto a ella en todo momento. Yo la puse sobre una cobija para que estuviera más cómoda y calentita, y Ariadna le sostuvo su cabecita entre sus manos hasta que su alma se fue.
Ese día lloramos tanto...
Papá y mamá enterraron a Sofía en el jardín trasero de casa.
Mi hermana y yo estuvimos tristes por mucho tiempo. Los primeros días, Ariadna iba a su tumba y pasaba horas allí sentada, a veces hasta llevaba los juguetes de Sofía, o el cepillo con el que la cepillaba... y le hablaba como si la escuchara.
Nuestros padres, preocupados, quisieron comprarnos otra gata para remplazar a Sofía, pero no quisimos... ambas nos negamos; Ariadna se enojó mucho con ellos aquel día.
Sofía había dejado un hueco en nuestras almas y el lugar que era de ella lo sería para siempre, nada ni nadie lo ocuparía jamas.
Un día, Ariadna volvió del jardín muy contenta, y me llevó con ella a ver algo especial... En la tumba de Sofía, justo en el medio, había crecido una pequeña planta. Se trataba de una orquídea miniatura de tipo silvestre, daba unas flores muy hermosas en primavera.
Ariadna comenzó a cuidar de esa planta con todo ese amor contenido, el cual ya no podía darle a Sofía...
Recuerdo que cuando la primavera pasaba, las flores de la planta se marchitaban. Ariadna se desesperaba con cada flor que perdía, pero siempre una flor duraba mucho más que las otras, era como si quisiera quedarse para permanecer junto con ella...
Mi hermana comenzó a pensar que la planta era Sofía, que había vuelto de esa forma y trataba de quedarse con ella todo el tiempo que pudiese.
Así era todos los años y Ariadna cuidaba de esa última flor todo lo que podía. La protegía de los embates del sol de verano, tamizando su luz, y cuando llegaban los vientos del otoño, la cubría parcialmente con una copa de cristal para resguardarla.
Finalmente llegaba el invierno y la flor se terminaba marchitando. Ariadna estaba melancólica esos días y sufría mucho, recordaba a Sofía, hacía dibujos de ellas jugando juntas y así era hasta la primavera siguiente, cuando todo volvía a empezar de nuevo.
Ahora, siendo adulta, me parte el corazón este recuerdo, siento pena por el dolor de aquella pequeña niña...
Gracias por escucharme —le dijo a Michael que, conmovido, la tomó de la mano con mucho cariño y le secó las lágrimas del rostro con el dorso de sus dedos.
—¿Sabes lo que pienso, Michael?, viéndolo en retrospectiva, todo tiene tanto sentido ahora.
Ariadna siempre luchó en causas imposibles, tratando de oponerse a lo inevitable, peleando con todas sus fuerzas, y soportando el tener que vivir con su ánimo destrozado tras cada uno de sus fracasos.
Siempre que cayó de rodillas fue solo para juntar del suelo los pedazos de su corazón roto, unirlos lo mejor que podía, y volver a ponerse de pie para continuar...
En ese momento se escuchó la voz del piloto que anunciaba el pronto arribo al aeropuerto de Gotemburgo.
Minutos después el avión aterrizó en Suecia sin problemas.
La tarde daba ya lugar a la noche.
Armony y Michael se hospedaron en un céntrico hotel de la ciudad. Decidieron cenar temprano algo muy liviano, ya que al día siguiente el barco partiría a primera hora de la mañana:
—¿Qué opinas, Michael?, ¿sería conveniente que llamase a Daphne y Steven para saber como les está yendo por su lado en Austria?
—Si lo haces, no les digas nada de lo que pasó con Issadora.
—¿Y por qué no?
—No hay nada que puedan hacer al respecto, nunca llegarían a tiempo para ayudarnos, los preocuparías inútilmente... sobre todo a Daphne, que siente una empatía muy especial por Issadora.
Es preferible que acabemos con esto nosotros dos, solos, y luego les contemos la historia completa.
Mañana a esta hora, si no surge ningún problema, ya todo habrá acabado.
En ese momento el teléfono de Armony sonó:
—¡Es Daphne! —exclamó, sorprendida por la sincronicidad, y lo atendió—. Hola, hija, justo en este instante estábamos hablando de ustedes... ¿Cómo les están yendo las cosas con la búsqueda de la madre de Steven?
—Todo salió bien, mamá; logramos encontrarla y también despertarla.
Steven está muy feliz, aunque fue bastante difícil; nos topamos con Erick, el hermano de Steven, y ahí se complicó todo.
—¿La Corporación los encontró?, ¿cómo pasó eso? —exclamó Armony sorprendida.
—No lo sabemos... pero ¡no te preocupes!, todo está bajo control ahora. Cuando le den el alta del hospital a Steven vamos a volver con ustedes, y te contaré todo lo que nos pasó... y con lujo de detalles.
—¡¿Hospital dijiste, pero qué le ocurrió?!
—Nada que fuera muy grave, ¡por suerte!... tranquila, mamá.
Steven solo sufrió unos golpes y algunas fisuras; tuvimos un accidente en la ruta, eso fue todo —le respondió Daphne, tratando de minimizar el hecho, a pesar de ello, Armony se puso pálida:
—¿Un accidente? ¿Tú estás bien? —le preguntó.
—Sí, yo tenía el cinturón de seguridad puesto y no me pasó nada...
Mira, mejor olvídate del tema y cuéntame cómo les va por allí. ¿Encontraron ya al maestro espiritual que buscabas?
—Sí, lo encontramos —respondió Armony escuetamente, sabía que mentía muy mal y tenía miedo de hablar de más.
—¡Bien!, me alegro mucho... por cierto, ¿me puedes pasar con Issadora?; la extraño y quiero saludarla —le pidió entonces Daphne.
—Issadora... se fue a dormir ya.
—Pero si es temprano aún. ¿Se encuentra bien?
—Sí, Daphne, es solo que está cansada, puede ser debido al cambio horario y tantos viajes que estamos haciendo, de un lado para el otro... ella no está tan acostumbrada a viajar como tu padre y yo.
Mañana vas a poder hablar con ella, eso te lo prometo, hija.
—Bueno, esta bien —dijo Daphne un poco cabizbaja—. ¿Tú estás bien, mamá?; te escucho con la voz un poco temblorosa.
—Sí, estoy bien... ¿Quieres hablar con tu padre? Él se encuentra aquí, a mi lado.
—Claro... dame con él, por favor.
—Hola, Daphne —le dijo Michael tomando el teléfono que le pasó Armony.
—Hola, papá. Escucho a mamá con la voz quebrada. ¿Qué está ocurriendo allí?
—Nada, hija; no te preocupes, todo está bien por aquí...
Escúchame atentamente, quiero que cuando salgan de Austria, viajen a Francia y nos reunamos en París. Confío en que Steven sabrá como asegurarse de que el viaje sea seguro...
Al arribar, hospédense en un hotel del centro y cuando lo hagan, contáctame para decirme en cual están, así nos hospedamos en el mismo que ustedes, de ser posible, en el mismo piso, así estaremos todos juntos nuevamente, ¿de acuerdo?
—Sí, papá... bueno, me despido. Saludos a tía Issadora.
—Se los daré, hija —respondió Michael con su mirada perdida, y cortó la llamada.
La cara de Armony lo decía todo, en su rostro confluían la angustia por la vida de su hermana y la preocupación por la seguridad de su hija, junto con la incertidumbre de su propio futuro...
—Ven aquí —le dijo Michael y ambos se abrazaron juntos, los dos necesitaban de su mutuo apoyo para soportar los momentos de oscuridad por los que estaban pasando.
El día siguiente sería el más difícil de todos, y ambos lo sabían muy bien; un momento crítico se aproximaba.
Ahora necesitaban descansar lo mejor que pudiesen para reunir todas las fuerzas que, sin duda... necesitarían.
Amigas para siempre
El día siguiente amaneció con mal clima, el cielo estaba gris y con lloviznas, el pronostico meteorológico auguraba fuertes lluvias por la tarde, y un temporal que se extendería a lo largo de toda la jornada.
Para Armony y Michael, la noche había pasado como un suspiro, y casi no habían descansado por la preocupación...
De todos modos, ambos se habían levantado muy temprano y esperaban en el puerto de Gotemburgo para abordar el ferry que los llevaría hasta su destino final... una vez más: la ciudad alemana de Kiel.
—¿A que hora estimas que vamos a llegar al faro, Michael? —le preguntó Armony.
—Vamos a estar llegando recién para esta noche, alrededor de las veintiuna horas, eso si este clima no nos retrasa.
Armony se quedó en silencio, mirando simplemente como las gotas se deslizaban por los vidrios de la ventana de la sala de espera; por momentos, su mirada se perdía a lo lejos, en el horizonte del mar Báltico, casi como queriendo alcanzar a la distancia a Issadora, su amada hermana.
Michael, por su parte, llevaba la caja de música consigo, segura dentro del mismo bolso de mano en el que la había estado guardando desde que la recuperaron del Andrómeda.
Minutos después, la tripulación del ferry comenzó a embarcar a los pasajeros, y Armony, junto con Michael, subieron a bordo...
Los rostros alegres, y el bullicio de las personas y familias que los rodeaban, contrastaban con la parquedad y silencio de ellos.
Sin duda alguna, aquella sería una larga travesía, más que nada, por que tenían que soportar la espera, con la incertidumbre por el desenlace de la terrible situación a la que se estaban enfrentando.
Se encontraban en medio de tanta gente, y al mismo tiempo... tan solos.
Mientras tanto, en el faro de Kiel, la otra parte del mismo drama tenía lugar.
En el piso más alto del faro, donde funcionaba la potente y gran linterna que alumbraba a la distancia al poderoso mar, se encontraba Issadora.
La joven estaba sentada sobre el suelo, a un costado del piso y apoyada contra la pared; no estaba amordazada, pero había sido firmemente atada de manos por su espalda.
Junto a ella se encontraban Sylvia con uno de sus hombres, ambos armados, ella, con una pistola automática oculta entre sus ropas, y él, con una amenazante ametralladora colgada de su hombro y bien a la vista.
El acceso al faro había sido vedado para los turistas ese día, dos hombres de la Corporación, vestidos como personal de mantenimiento y con la excusa de estar trabajando en el faro, cuidaban celosamente la puerta de entrada del piso inferior, evitando así que cualquier extraño ingresase allí.
La sala de la linterna era un ambiente circular, de unos ocho metros de diámetro; su parte central estaba ocupada por la gran linterna que giraba emitiendo su haz de luz.
En un sector de la pared había una repisa de madera sobre la cual se podía ver una antigua radio de onda media; el dispositivo se encontraba perfectamente conservado y era totalmente operacional, permanecía encendido las veinticuatro horas, sintonizado en la frecuencia de 2.182,5 kHz, la frecuencia internacional de llamada y socorro para la radiocomunicación marítima.
Las únicas entradas al piso eran: una puerta, misma que daba a un balcón exterior de observación, que lo circundaba, y una escotilla en el suelo, por la cual se accedía desde una escalera ubicada abajo.
«La escotilla del piso está abierta, y es la única salida que tengo. Si tan solo pudiera llegar hasta ella, creo que podría lograr escapar... solo tendría que tirarme por ahí, y tener la suerte de caer sin lastimarme demasiado —pensaba Issadora al tiempo que movía sus manos con la intensión de aflojar las ataduras de sus muñecas—. ¡¡Maldita sea!! así, atada no voy a poder asirme a nada... aunque lograse caer bien, no estoy segura de poder mantenerme estable corriendo por la escalera caracol todo el camino hasta abajo.
Primero, voy a tener que pasar mis manos al frente de mi cuerpo, sí o sí... y voy a tener que hacerlo todo muy rápido, antes de que reaccionen y me detengan». A pesar de su situación, Issadora intentaba llevar a cabo un temerario plan para huir.
—¿Estas pensando en como escapar, verdad? —le preguntó Sylvia de manera retórica y en tono sádico.
Issadora no le respondió, pero se quedó quieta de inmediato, en un intento de que Sylvia no notara lo que pensaba hacer...
—Déjame evitarte el hacer un esfuerzo tan inútil —siguió diciéndole su captora, esbozando ahora una malsana sonrisa en sus bellas facciones—.
Aunque lograses tirarte por la escotilla, sin lastimarte al caer, y consiguieses bajar por la larga escalera, sin rodar escalones abajo, en la base del faro tengo apostados más hombres, ellos te detendrían antes de que pudieras salir y te regresarían hasta aquí, conmigo nuevamente.
Atada como estás, correr de manera desesperada en un lugar como este es muy peligroso, hasta podrías matarte... y no quiero que eso ocurra, aún —agregó mientras sacaba su pistola y le apuntaba al rostro.
Prosiguió entonces recorriendo todo su cuerpo con el cañon de su arma... hasta detenerse a la altura de sus rodillas, y culminó diciendo:
—Tal vez debiera dispararte en una pierna... así no pensarías más en huir de aquí.
Te ahorraría todo ese esfuerzo mental; pero, claro está que luego debería vendarte y llamar a tu hermana para decirle lo que me forzaste a hacer, y de verdad que no quisiera hacerlo... sobre todo luego de asegurarle que estarías bien —remató, con cinismo puro, al tiempo que le mostraba a Issadora su teléfono móvil, burlándose de ella.
—Quedándome quieta y dócil sobreviviré hasta esta noche, ¿no es así, psicópata? —le respondió Issadora con un agresivo sarcasmo, aunque temblando de miedo al mismo tiempo—.
Armony ya me había advertido de cuan manipuladora y fría podías llegar a ser, por no decir cruel y sanguinaria también —agregó con una forzada sonrisa desafiante.
—¿Así qué Armony me difama a mis espaldas?... No me extraña.
Desde su sesgada visión debe considerarme un monstruo; así como la corporación para la que trabajo le parecerá una institución maligna y codiciosa...
Ella seguramente piensa que estoy siendo dirigida por un grupo de ambiciosos seres desalmados —dijo riendo—; ese estereotipo solo denota lo fatuo, superficial y simple que es su modo de pensar.
Grupos como la corporación Rottweiler existen desde hace siglos; desde entonces se vienen encargando de cuidar de la civilización y la evolución de la humanidad.
Somos como ingenieros de la realidad; planificamos y construimos el progreso de la humanidad —dijo orgullosamente Sylvia, y agregó:
—Nuestra misión nunca será apreciada se manera directa, y nuestros métodos jamás serán aceptados por los cobardes, debido a lo duros que tienen que ser en ocasiones, sin embargo, en esa dureza reside justamente su eficiencia...
La raza humana se ve a sí misma como: evolucionada. ¡Vaya supina tontería!, siempre lo ha hecho, aún en las épocas que ahora considera como barbáricas —reflexionó al tiempo que lanzaba una pequeña carcajada irónica—; y la verdad es que todavía carece de los valores más básicos... De hecho, es tan arrogante que no entiende, ni siquiera, la importancia de los sacrificios.
Aún hoy día, en la Corporación, nos vemos obligados a tomar métodos extremos, como la realización de ciertos asesinatos puntuales, los cuales sabemos disimular muy bien, y hasta el inicio de pequeñas guerras, mediante operaciones de bandera falsa, por supuesto.
Todo ello es para lograr nuestros más altos propósitos, los cuales, finalmente, son siempre en pos de la humanidad... Sin embargo, claro está, nos vemos obligados a mantener el más absoluto anonimato.
—¡Qué buenos ejemplos eliges para apoyar tus creencias! —dijo Issadora indignada y sarcástica—. ¿Realmente crees que estás en tu sano juicio diciendo esas barbaridades?
—No me negarás que, en muchas ocasiones, eliminando a una sola persona o a todo un grupo, se puede evitar un mal mayor.
Es como apagar la mecha de un explosivo... y no es algo de lo que haya que lamentarse si entiendes el verdadero funcionamiento de la reencarnación.
—Veo que eres solo una demente. ¿Cómo puedes defender el asesinato y la guerra? —la increpó... y entonces Sylvia, de manera airada, le preguntó:
—¡¿Eso piensas sobre matar a un dictador o un líder revolucionario, quien usando la fuerza de las armas terminaría sumiendo a un país entero en décadas de atraso, con el sufrimiento y muerte concomitante de miles de vidas entre sus pobladores?... ¿o de la eliminación de líderes terroristas, que a medida que crecieran solo esparcirían muerte y destrucción a incontables víctimas inocentes?! —No hubo respuesta, y entonces continuó—: No analizas la historia, ni como funciona la realidad, florista.
Tu concepto sobre la guerra también está errado, porque el progreso solo se consigue ante la adversidad. ¿Acaso, la raza humana no ha visto sus mayores logros científicos en todas las áreas a causa de los conflictos bélicos? —replicó sosteniendo seria y convencida cada una de sus palabras.
—Dime, Sylvia, ¿cuántos sacrificios fueron hechos para ese progreso del que tanto te enorgulleces?, ¿cuánto dolor fue necesario para evolucionar como tú dices?... y ¿cuántas vidas de gran valor se perdieron por esos logros? —le rebatió Issadora enojándose.
—¡¡Vidas que han reencarnado y han renacido en la actualidad, en un mundo mejor!! Almas que actualmente disfrutan de existencias más largas y prolíficas.
Todo ese sacrificio fue necesario para equilibrar la balanza del karma; ¿o piensas que el destino nos dejaría avanzar como raza así de rápido sin dolor alguno?
¡Grandes progresos requieren de grandes sacrificios!
Por otro lado, la gran mayoría han sido muertes insignificantes; si hay algo que realmente sobra, y cada vez más, en el mundo, son las almas reencarnadas.
Casi todas son almas jóvenes, sin la experiencia que dan las sucesivas vidas, tienden a ser salvajes y destructivas... o cómodas e inútiles.
Sus existencias suelen ser solamente perniciosas o fútiles; y el mundo está lleno de gente así, ¿no me lo negarás, verdad?
¿Acaso, las guerras no son un modo de reducir ese nocivo exceso de población de una manera eficiente y rápida... llenando, además, de gloria y dignidad a los caídos? —le contestó Sylvia con una absoluta frialdad y al ver como Issadora la miraba, agregó:
—Eres tan insignificante que no puedes ni siquiera considerarlo, una pobre necia...
¿Qué harías tú en lugar nuestro?, ¿dejar que esas personas muriesen de hambre, de enfermedades, por el crimen y en la miseria... o de viejos tal vez; para que luego al reencarnar no tuvieran otra opción que volver a un mundo inmerso en el oscurantismo y la degradación social?
Sinceramente, ¿te parece que vivimos peor que siglos atrás? ¿No, verdad? Bueno, esa es la demostración más evidente de que grupos como el nuestro hacen lo mejor para todos...
Déjame decirte que aún hay lugares en el mundo donde todavía no hemos podido expandir nuestra influencia lo suficiente... ¿Adivinas cuáles son, florista? ¡¡¡Los más incivilizados!!! En esos lugares la humanidad muestra su verdadero rostro, con la crueldad, el salvajismo, la avaricia y abusos de toda clase. Ese es el auténtico ser humano; así es en bruto, abusa de su poder cuanto puede cuando no tiene límites ni guías.
Es nuestra ausencia en sus vidas y no nuestra presencia la causa de los males de esa parte de la humanidad —finalizó Sylvia apoyando todas sus creencias.
—También en el mundo civilizado se cometen atrocidades de esas, Sylvia... y a todo nivel —contestó Issadora con un nudo en su garganta.
—¡¡Pero no es por nosotros!!, es justamente por culpa de quienes nos combaten, de quienes se nos oponen... ¡Ellos son los monstruos!
¿Sabes cuál es el problema del mundo civilizado? —le preguntó de manera retórica y se respondió:
—El exceso de piedad con quien no la merece; en honor a esa injusta misericordia es que hoy en día se cometen los más indignantes actos, la hipocresía y la doble moral de los que nos detractan están a la vista de cualquiera que las quiera ver.
El caos que existe es porque nosotros todavía no tenemos el control necesario para evitarlo... pero ya lo tendremos, es solo cuestión de tiempo, y tiempo es lo que nos sobra.
No importa cuantas vidas necesitemos reencarnar, nuestra victoria total es, simplemente, inevitable —sentenció.
Se hizo entonces un impasse de silencio, mismo que Sylvia rompió a los pocos segundos, desviando el tema:
—Seguramente Armony no te dijo que ella también ha sido una insensata asesina, y tampoco te contó que yo fui su victima, ¿verdad, florista?
Issadora guardó un tenso silencio de duda al tiempo que miraba a su interlocutora con desconfianza y sorpresa a la vez.
—Así fue, ella me mató innecesariamente en mi vida pasada, y sin pensarlo dos veces, debo agregar...
Déjame ilustrarte un poco sobre todo aquello que tu hermana no te ha contado, al fin y al cabo, tenemos todo el día —siguió diciendo Sylvia mientras dejaba su pistola y el teléfono de Issadora juntos sobre un muy largo estante de madera, el cual estaba adosado al borde del cuarto, copiando su circunferencia—.
Este viejo faro es conocido como el Faro de las Almas Perdidas, lo empezaron a llamar así hace prácticamente veintiséis años; fue por un trágico incidente en donde dos barcos de pasajeros chocaron entre sí y se hundieron durante una fatídica tempestad.
En aquel doble naufragio, murió mucha gente, entre las victimas estuve yo... en mi anterior vida, claro está.
Y morí por culpa de Melody, quien me impidió escapar de uno de los barcos a tiempo; ella fue la verdadera responsable de mi muerte... ¡Así es, florista! ¡¡La que fue tu hermana, me asesinó!!
Mi cadáver fue rescatado junto con el de ella de entre los restos del naufragio del barco en el que viajábamos, el cual se terminó estrellando contra estos mismos riscos..., ¡justo al pie de este faro! ¿Lo sabías? ¿Armony no te lo contó?
—Según lo que yo sé, tú fuiste la culpable de aquel accidente al sabotear los motores del barco en el que viajaban.
A mí me parece que hubieras muerto en aquel naufragio de todos modos. ¿No dijiste, acaso, que murió mucha gente en ese accidente? Tal vez tu destino era simplemente morir aquel día... y ya sabes lo que dicen, Sylvia: «contra el destino nadie puede».
—¡¿Destino?! ¡¡No era mi destino ni siquiera el estar allí!! Eso también fue por culpa de Melody.
Ella comenzó toda la cadena de acontecimientos cuando decidió mentirme con respecto a la caja de música, la cual ocultaba en su casa; de haberme sido sincera, yo simplemente la hubiera robado de su domicilio y no me habría visto obligada a seguirla hasta aquel barco para hacerlo; ¡ni siquiera hubiera muerto toda esa gente!
Déjame decirte que el destino siempre se alimenta de nuestras decisiones...
Hace ya algunos años, investigué a fondo los acontecimientos de aquella tragedia de los dos barcos y todo lo que ocurrió aquel fatídico día. En mi investigación descubrí como el destino y las decisiones de varias personas trabajaron al unísono, juntas, como los engranajes de una elaborada maquinaria de relojería, para terminar con las vidas de tantos —aclaró al tiempo que entrecruzaba los dedos de sus manos para ser más gráfica...
Sylvia hizo una pausa en la que miró al suelo, pensativa y sonriendo con ironía, y dijo:
—Con lo que te contaré a continuación, verás como lo que se consideran grandes valores altruistas pueden desencadenar las peores desgracias...
Este fue uno de los primeros faros que se construyeron en esta zona, es realmente muy antiguo.
La edad del faro se puede apreciar en toda su ingeniería. ¿Ves ese gran contenedor que se encuentra justo por debajo del mecanismo de la linterna? —le remarcó Sylvia como pregunta y señalando hacia una enorme esfera de hierro fundido, color negro, de un metro de diámetro y que formaba parte inferior de la estructura en donde se encontraba asentada la linterna del faro—. Eso es un tanque de reserva que contiene gas acetileno a alta presión. Se conecta por medio de una larga tubería, que recorre toda esta estructura, con el tanque principal, el cual está ubicado en la base del faro. Desde allí abajo se recargaba, cada cierto tiempo, el gas licuado que, con su brillante llama, iluminaba a la distancia desde esta gran linterna...
Claro que eso fue hasta hace unos años, cuando el sistema de iluminación fue remplazado por el de luz eléctrica, que es mucho más seguro y autónomo.
Sin embargo, cuando todo fue remodelado, dejaron intacto el viejo mecanismo de gas acetileno, lo hicieron por motivos históricos y para que los turistas tomasen sus fotos —agregó mientras caminaba hacia la gran garrafa—.
Aquí hay una placa conmemorativa, misma que verás cuando finalice mi relato —dijo parándose delante de la pequeña inscripción, y continuó:
—La saliente de roca en la que se encuentra este faro, marca uno de los puntos más peligrosos del canal de acceso que tienen que tomar los barcos que ingresan por aquí.
Si no fuera por el destello de esta linterna, el entrar atravesando por esta vía, navegando en un barco bajo condiciones de poca visibilidad, sería prácticamente un suicidio... y mucho peor aún, durante una terrible tormenta.
En la actualidad, el faro opera casi sin mantenimiento; un solo control al mes es más que suficiente para asegurarse de que todo funcione de manera automática; sin embargo, antes había aquí un guardián de faro, el cual se encargaba del mantenimiento de estas instalaciones y de las recargas del peligroso gas que debía alimentar la eterna llama de la linterna... la cual nunca debía apagarse.
El farero de aquel entonces vivía aquí mismo, el faro era también su casa. El hombre tenía una sola hija, una niña, quien estaba junto a él.
Era viudo, su esposa había muerto siete años antes al dar a luz a su pequeña, y desde entonces la había criado él solo.
Su hija y el faro eran todo lo que aquel solitario hombre tenía en el mundo... La niña creció aquí, este era el único hogar que conocía, y su padre era todo para ella también.
Un día la pequeña enfermó. Al principio, el guardián pensó que era una simple gripe. Fue así que su padre no le dio mucha importancia a la poca fiebre que ella tenía, pensó que se le pasaría en dos o tres días, así que, por comodidad, decidió esperar y no la llevó al médico... Esa fue su primera decisión.
Al cabo de una semana, la pequeña se puso realmente muy mal de salud y justo en el día de aquella gran tormenta, cuando sucedería el doble naufragio donde Melody y yo morimos ahogadas, la niña prácticamente volaba de fiebre.
El padre estaba realmente preocupado, amaba tanto a su hija que prefería perder su propia vida antes que a su pequeña... tenía que llevarla con un médico, y tenía que hacerlo urgente; pero no podía dejar a nadie en su lugar cuidando el faro, y sabía muy bien que no debía abandonar su puesto con ese clima.
Finalmente, la vida de su hija terminó pesando más que todo, y entonces tomó su segunda decisión: la llevó esa misma noche al hospital de la ciudad, abandonando el faro en el peor momento que podía hacerlo... durante una noche de tormenta.
En su apuro y desesperación, tomó una tercera decisión: no quiso chequear el estado de las ventanas del faro para no perder más tiempo.
Fue así que no advirtió un simple error que había cometido, dejó mal cerrada una de las ventanas de la cúpula del faro; fue alguna de estas ventanas que ves aquí.
Las ráfagas de viento a esta altura y durante un temporal, son tremendas, realmente muy poderosas... y aquel día no fue la excepción.
En uno de sus embates, el brutal viento finalmente abrió la ventana mal cerrada, azotándola y destrozándola en pedazos... y por ese lugar comenzó a entrar como si fuera un animal salvaje y fuera de control.
Al perder su cohesión de estructura cerrada, varios vidrios de la cúpula fueron rotos y arrancados de sus marcos, dejando entonces que el viento soplara libremente, hasta que en un fatídico instante apagó la vital llama de la linterna, y la cúpula del faro quedó completamente a oscuras...
El resto ya es historia, los dos barcos no se vieron entre sí y chocaron, desencadenando una de las más luctuosas tragedias que se han conocido en esta zona.
La hija del guardafaro, por su lado, se recuperó de su enfermedad y se repuso completamente.
Como verás, toda decisión acarrea sus consecuencias... una niña se salvó, decenas murieron y todo, por el amor de su padre.
El guarda decidió socorrer a su hija, y como resultado de aquello, condenó a casi la totalidad de la tripulación y los pasajeros de dos barcos repletos a morir en las profundidades del mar.
Es por eso que este faro sigue prácticamente igual que en aquel entonces, se ha preservado como un monumento póstumo, es como una gran lápida en homenaje a todos los que perecieron en ese fatídico accidente.
Puedes leerlo en lo que reza esta placa conmemorativa —dijo Sylvia, descubriendo, en ese momento, la placa dorada de bronce que estaba adosada a la base de los espejos de la linterna del faro, la cual, a modo de epitafio, decía:
«Todas las decisiones que tomamos en nuestra vida acarrean sus consecuencias y lo único que podemos hacer después de tomarlas es vivir con ellas».
El día en que Melody me mató, también tomó una decisión, una que la acompañaría más allá de su muerte... y hoy va a enfrentarse a las consecuencias de aquello.
Hoy tu hermana va a morir aquí, en este faro, pero esta vez yo no moriré con ella, eso te lo aseguro.
La confesión de Sylvia asustó por primera vez a Issadora, quien podía ver en sus los ojos toda la furia contenida que albergaba en su alma, todo su rencor y su sed de venganza no podían ser ocultados.
A medida que el día transcurrió, el tiempo fue empeorando, hasta que anocheció y aquella gran tormenta, azuzada por las fuerzas del más allá, comenzó a mostrar la magnitud de todo su poder...
El barco donde viajaban Michael y Armony era uno de los más grandes que surcaban el mar Báltico en ese momento, y en su puente los oficiales a cargo observaban muy de cerca los cambios del sistema meteorológico:
—Capitán, si seguimos con el rumbo actual nos adentraremos en el medio de la tormenta en pocos minutos . El mar ya esta muy picado, nos estamos topando con olas de varios metros. Los radares se volverán casi inútiles. ¿No le parece que sería prudente el retornar hacia una zona más segura, señor? —recomendó el timonel en tono de pregunta.
—Tranquilícese, teniente; ya nos falta muy poco para llegar —le respondió el capitán con frialdad, pero el teniente insistió:
—Capitán, con todo respeto, estamos a punto de ingresar en el canal de acceso y esa es una zona crítica, los riscos son...
—¡Teniente! —exclamó entonces el capitán visiblemente molesto e interrumpiendo a su subordinado—. Este es el barco más grande que está navegando por esta zona ahora... y por si no lo ha notado, no somos la única nave que se encuentra circulando en el área; hay varias embarcaciones de menor tamaño que nosotros que siguen nuestra misma trayectoria, tomándonos como guía... Algunas inclusive se encuentran demasiado cerca nuestro, si mira por las ventanas hasta podrá ver sus luces.
No podemos ponernos a dar vueltas como se nos dé la gana. Le recomiendo que mantenga la calma.
He realizado esta ruta incontables veces durante los últimos años... Mientras tenga la luz de ese faro guiándome, podré llegar a puerto seguro —concluyó.
Mientras tanto, no muy lejos de ellos, los pasajeros comenzaban a preocuparse por la fuerza del mal tiempo y una de las más angustiadas era Armony:
—Tengo miedo, Michael. Todo se esta repitiendo como en aquel día en el que morí. Fue exactamente así, lo recuerdo claramente. El destino no nos va a dejar llegar con la caja para dársela a la Corporación, estoy segura de eso...
Michael solo la miró sin decirle nada; él sabía que Armony podía tener razón, pero confiaba en que su intención de engañar a Sylvia y rescatar a Issadora sin entregar la caja a cambio, los mantendría a salvo; sin embargo, y como recurso final, estaba dispuesto a tirar la caja por la borda, directamente hacia el fondo del mar. Era claro que, en una última instancia, el salvar la vida de Armony sería lo que primaría en él.
Mientras tanto, en el faro, las enormes olas comenzaban a golpear la estructura con furia creciente... y al comprobar aquello, Issadora le recordó a Sylvia las advertencias de Aldair:
—Esta tormenta se está volviendo monstruosa. A pesar de que estaba casi desmayada, alcancé a escuchar lo que ese anciano te advirtió en el monasterio: el destino no va a dejar que le pongas las manos encima a esa caja de música que tanto buscas, antes va a hundir el barco donde viene, como pasó hace veintiséis años... ¿Qué no lo puedes ver, acaso? ¡Tienes que alejarte de aquí cuanto antes y renunciar a obtenerla esta noche o la perderás; encima, todos los pasajeros que viajan en ellos morirán... y eso excede por mucho tu venganza personal con mi hermana! —le gritó Issadora en un fútil intento de que Sylvia razonara.
—Tal vez sea el destino de algunos el morir hoy, ¿no te parece?... y otros tal vez se salven; sea como sea, no me interesa en lo absoluto. Sus muertes no pesarán en mi conciencia... Para mí, esta tormenta es la plena confirmación de que Armony trae la caja de música junto con ella en su barco, y eso significa que yo la obtendré.
¡¡¡Adelante destino, hunde ese barco si quieres, y cuando la tormenta pase, rescataremos la caja del fondo del mar!!! —le gritó Sylvia a la tempestad en un arranque de locura.
—¡¿Vas a sacrificar a todas esas personas, acaso?!
—Sacrificar a una persona, o a muchas, no es algo de lo que uno deba preocuparse realmente.
La vida no es algo tan importante como se cree, la muerte no es el final de nada, es solo un cambio en la existencia... es lo más parecido a nacer —definió Sylvia.
Issadora la miraba horrorizada, quedó atónita ante aquello, todo le parecía una terrible pesadilla surrealista... entonces pensó:
«Aldair me dijo que la vida de muchos dependería de mi coraje, ¿se referiría a esto?», fue justo en es momento que se dio cuenta de que todo lo que pasara a partir de ahora estaría ligado a su decisión de actuar o no...
Subrepticiamente deslizó sus manos por debajo de sus piernas para poder tenerlas al frente de su cuerpo... quedó así a la espera del momento adecuado en el que Sylvia y su hombre quedaran alineados por delante de la escotilla del suelo.
Mientras tanto, Sylvia, disfrutando a pleno de su venganza y completamente distraída, miraba con prismáticos tratando de ver al gran barco donde viajaba su odiada enemiga:
—¡Vaya, vaya... parece que esta vez el espectáculo que nos brindará el destino va a ser más catastrófico que hace un cuarto de siglo! Puedo ver a varias embarcaciones de distintos tamaños en camino hacia aquí... todos tratan de huir de la tormenta; deben estar desesperados.
Me imagino que, a pesar de que el temporal interfiera, a esta altura seguramente tendremos una buena recepción radial. ¡Rápido, enciende tu radio de onda corta! quiero que comiences a buscar en todas las frecuencias, vamos a escuchar lo que dicen todos esos marineros —le ordenó a su hombre—. Estoy segura de que están aterrados, y quiero oírlos.
—Sí, directora —dijo el cazador y comenzó a buscar transmisiones en toda la banda náutica.
Uno a uno, se comenzaron a escuchar los angustiosos mensajes de varias embarcaciones que, a medida que se acercaban, se declaraban en emergencia y pedían ayuda; todos sonaban diferentes y aunque eran en distintos idiomas, la desesperación y el miedo en las voces era algo universal.
—¡¡Ahí está, lo veo, es el barco de Armony!! Mira como lo sacuden las olas, parece un juguete a punto de ser destrozado —exclamó Sylvia riéndose malsanamente e instando a su hombre a que mirara también por la ventana en la dirección que ella le señalaba...
Y ese fue justo el instante por el que Issadora estuvo esperando durante el día entero.
Su plan había cambiado: sabiendo que no podría escapar del faro, su idea era ahora el encerrarse en la cima y pedir ayuda usando su teléfono celular.
Con toda la agilidad que su juventud le daba, se puso de pie y arremetió contra Sylvia, empujándola junto con el cazador hacia la escotilla del suelo.
Su sincronismo fue perfecto, los logró sorprender a ambos y no pudieron hacer nada... salvo caer directamente hacia el piso inferior.
Sin embargo, en la violencia caótica del impacto, la ametralladora del cazador se disparó accidentalmente, liberando así una corta ráfaga de balas sin control que buscaron sus blancos al azar, y lo hicieron con tanta desgracia que algunas de ellas impactaron de lleno en la lámpara del faro, destrozándola y apagando su vital luz...
Sylvia y su hombre cayeron por la escalera de acceso a la escotilla, aterrizando uno encima del otro y dándose ambos un fuerte golpe... quedaron atontados por unos segundos.
Issadora aprovechó ese breve instante para cerrar la trampilla del suelo, trabándola desde su lado y aislándose así en la habitación de la linterna.
En ese momento todos los barcos que navegaban por el canal de acceso vieron con horror las consecuencias de lo que había pasado:
—¡¡Capitán!! El faro ya no está... desapareció. ¡¿Qué fue lo que pasó?! —exclamó sorprendido el timonel del enorme buque donde viajaban Armony y Michael.
—Oficial de comunicaciones, envíe un mensaje de socorro en la frecuencia de emergencias e informe de la situación ¡Ese faro tiene que volver a encenderse, sí o sí! Es nuestra única esperanza de salir de esta situación —ordenó de inmediato el capitán.
—¡¡Mayday, mayday, mayday!! Atención: faro de Kiel... aquí navío de pasajeros en situación de emergencia; necesitamos su luz.
Estamos llegando al canal de acceso, navegamos sin instrumentos, solicitamos su atención de manera urgente, repito: ¡barco de pasajeros en emergencia solicita su ayuda inmediata!
Mensaje terminado —concluyó el marino.
—Desde hace unos años ese faro opera de manera automática; es probable que no haya nadie allí para escucharnos —acotó el timonel.
—¡¡Déme esa cosa!! —le ordenó el capitán a su oficial de comunicaciones, arrebatándole bruscamente el micrófono de la mano y abandonando ya todo tipo de protocolo establecido—. ¡Tenemos a bordo a más de mil almas que se perderán si ese faro no enciende nuevamente! ¡¿Está claro eso?!
¡¡Quién sea que logre escuchar esto, por piedad, vuelva a prender la luz el faro. No podemos cambiar de rumbo... tenemos que poder ver para sortear los riscos del canal de acceso; no hay otra opción!!
El llamado de socorro fue escuchado por Issadora a través de la radio del faro...
Mientras tanto, el desesperado drama continuaba en el navío:
—Aunque sea muy peligroso, tenemos que detenernos aquí... No podemos arriesgarnos a estrellarnos contra los riscos.
¡¡Lancen el ancla y detengan los motores de inmediato!! —ordenó el capitán, a sabiendas de cuan arriesgada era esa maniobra, en esa situación: desplazándose en medio de una furiosa tempestad y estando su nave rodeada por barcos más pequeños que probablemente no reaccionarían a tiempo y se terminarían estrellando contra ellos...
—¡A la orden, señor! —respondió uno de sus subordinados, tenso, pero obedeciendo a su comandante sin dudarlo... sin embargo, unos instantes después, alertó:
—Hay una falla, capitán... parece que el ancla se ha trabado; no se despliega... el sistema no responde, no logro hacer que caiga.
—¡¡Manden personal e inténtenlo manualmente!! —volvió a ordenar el capitán—.
Timonel, mantenga el curso basándose en su estimación de la última ubicación del faro...
—¿Estimación, capitán?... Señor, estoy navegando completamente a ciegas, a duras penas puedo adivinar hacia donde se encuentra el Norte.
—¡¡Haga lo mejor que pueda para evitar estrellarnos, timonel!!
Si ese faro no vuelve a encenderse pronto... solo un milagro podrá salvarnos.
En medio de aquel nerviosismo por la crítica situación que atravesaban, la radio del barco permaneció abierta y toda la charla de la cabina fue escuchada por Issadora, quien decidió responderles en un intento desesperado de hacer algo por ellos...
Trató entonces de pararse para alcanzar la radio... pero, para su sorpresa, sus piernas no le respondieron y cayó de bruces al suelo, casi sin fuerzas para levantarse nuevamente.
En ese momento sintió un ardiente dolor en su abdomen, pasó su mano por él y la sintió tibia, húmeda...
Trató de observar en la penumbra que la rodeaba y en ese instante, gracias al destello de un relámpago, vio la palma de su mano cubierta de un líquido oscuro; asustada, miró mejor... y entonces pudo ver que estaba prácticamente bañada en sangre desde la cintura para abajo de su cuerpo.
Recién ahí se dio cuenta de que una de las balas la había herido, y su herida era realmente muy seria...
A pesar de todo, y arrastrándose como pudo, consiguió llegar hasta la radio, pero al tomar el micrófono se dio cuenta de que una de las balas perdidas le había cortado el cable.
Rodeada de tinieblas y solo iluminada por los esporádicos relámpagos que surcaban los cielos, Issadora se comenzó a desesperar al no saber que hacer para salvar a su hermana...
Sola ante el destino, y en ese instante crítico, escuchó una voz etérea que de algún lugar más allá de este mundo le dijo:
«Issadora, aún estás a tiempo. Tendrás que ser la luz que guíe a tu hermana, dale sentido a tu vida; lucha hasta el final, hija... aquí te estaré esperando».
Al escucharla, Issadora reconoció de inmediato esa voz. Era la voz de una mujer, muy calmada y dulce, la cual conocía...
Era la misma voz de aquel ángel que la había recibido en el limbo al que había ido en su experiencia cercana a la muerte, solo semanas atrás, y que en este momento volvía para ayudarla.
La divina entidad permitió entonces que viniera a ella un recuerdo que le había sido negado hasta ese instante... un recuerdo que era la respuesta a su más grande duda existencial: el motivo real de su venida a este mundo, algo que tanto atormentaba a Issadora.
Fue justo luego de morir siendo Ariadna que tuvo la oportunidad de ver el destino que le aguardaba a Melody, encarnada ya como Armony: su amada hermana moriría en su nueva vida en una situación como esta... y fue ese el motivo principal por el que ella decidió volver, para sacrificarse en su lugar.
Mientras tanto, en el gran ferry, la intranquilidad cundía ahora entre los tripulantes, quienes corrían de un lado para el otro tratando de sumar más personal para liberar el ancla del barco y evitar así correr el riesgo de estrellarse contra los mortales riscos de la costa.
—Busquemos unos chalecos salvavidas. Si no logran encender ese faro nuevamente, estamos condenados a chocar —le escuchó Armony decir a uno de los tripulantes, el cual pasó corriendo con otro junto a ella.
—No quiero morir otra vez del mismo modo —expresó Armony entre lágrimas. Michael, que ya intuía el fatal desenlace de la situación, la abrazó con fuerza, tomando así una decisión final que no pensaba revelarla hasta haberla concretado:
«No hay nada más que hacer. Iré al camarote, tomaré la mochila con la caja y la tiraré por la borda... y espero que eso alcance para hacer que todo esto termine sin víctimas», pensó.
Decidido a no esperar ni un solo momento más y preparado para el peor final de los acontecimientos, él ya había asumido que el destino hundiría al barco con tal de evitar que la caja cayera en manos de la Corporación.
En este punto, solo deshaciéndose de la caja de música tal vez se podría evitar el desastre, aunque ello significase la casi segura muerte de Issadora.
—Quiero que me esperes justo aquí, Armony. Hay algo que tengo que hacer... No tardaré, te lo prometo —le dijo Michael y justo en ese momento el teléfono de Armony sonó.
—¡Es Issadora! —exclamó ella sorprendida y atendió activando el altavoz, Michael se detuvo por un instante para escucharla:
—Hola... Armony... ¿me escuchas? —le dijo su hermana con la voz temblorosa y entrecortada.
—¿¿¿Issadora???, ¿eres tú, acaso? —preguntó Armony extrañada de escuchar a su hermana en lugar de Sylvia y preocupándose al notar que no sonaba bien.
—No quiero que sufras por mí, hermana. Es solo que la última vez no tuvimos la oportunidad de despedirnos y esta vez quiero que sea diferente.
Armony cruzó su mirada con la de Michael, quien estaba tan desconcertado como ella, e Issadora prosiguió:
—Solo llamé para... decirte adiós. Espero que el destino nos vuelva a reunir en otra vida.
—Pero... ¡¿qué dices?! —le preguntó Armony sin entender que era lo que estaba pasando con Issadora.
En ese momento se empezaron a escuchar unos fuertes golpes que el hombre de Sylvia le daba con la culata de su arma a la escotilla del faro en un intento de abrirla usando su fuerza bruta.
—¿Cuál es tu situación, Issadora? ¿Qué es lo que está pasando ahí? ¿Te encuentras herida, acaso? —le preguntó Michael, interviniendo así y tratando de ayudarla de algún modo.
—Estoy encerrada en la cima del faro, en la habitación de la linterna; los golpes que escuchan son de Sylvia y uno de sus hombres que intentan ingresar... pero no lo lograrán.
Se disparó un arma de fuego, una ametralladora; el reflector fue alcanzado por algunas balas y su luz se apagó, está destruido... y yo tengo herido mi abdomen; ignoro cuanto, solo sé que es grave.
—Haz presión en la herida, aunque sea con tus manos, detén la hemorragia —le indicó él, olvidando en ese instante que ella, dada su profesión médica, ya habría anticipado toda posible acción de emergencia a tomar.
—Lo estoy haciendo, Michael, gracias igual. Sin embargo, el hecho es que estoy malherida, y me desangro de todos modos...
Mi diagnóstico no es nada bueno si no recibo una cirugía a tiempo.
—¡¿Llamaste ya a emergencias, Issadora... pediste ayuda. Avisaste a las autoridades alemanas?!
¡Michael, llámalas tú, por favor, y pídeles que envíen a la policía y una ambulancia al faro, explícales bien la situación!
Sin dudarlo, Michael lo hizo de inmediato, y usando su propio teléfono llamó...
Al mismo tiempo, Issadora le decía a su hermana:
—No es tan simple Armony, nada es tan simple... En esto hay mucho más en juego que solamente mi vida.
Aquí tengo una radio encendida y acabo de escuchar un llamado desesperado del capitán de barco en el que ustedes viajan: necesita que la luz de este faro brille esta noche una vez más; es la única manera en la que podrá sortear los riscos y sobrevivir a esta monstruosa tormenta. Y no solo se trata de él, sino también de muchos otros que en este momento navegan junto a ustedes —dijo con su voz ahogada mientras trataba de imaginar un plan para lograr hacer eso.
—La ayuda ya va en camino —informó Michael en cuanto cortó su llamado a emergencias.
—¡¿Oíste eso Issadora?! ¡Te salvarás, hermana... te lo prometo! Tú solo, por favor, no te rindas. Continúa haciendo presión en la herida y simplemente ¡¡resiste!! —le rogó Armony tratando de darle ánimos y esperanza.
Sin embargo, en ese momento, Issadora tuvo una idea para hacer que el faro volviera a marcarle la ruta a los barcos... aunque eso le costaría la vida.
Bajó su celular y trató de armarse de valor para tomar su decisión final, de la cual sabía... ya no habría vuelta atrás.
No quería morir aún; tenía sensaciones que la estorbaban...
«Pero ¿por qué lo dudas tanto? ¿A qué le temes, Issadora? —le planteó la calmada voz del ángel en su mente—.
Cuando alguien cumple con su propósito existencial no tiene miedo a nada, ni siquiera a la muerte; ese valor sobre el final de la vida es la manera en la que el destino le hace saber al alma que está cumpliendo con lo que vino a hacer a este plano, y que luego de eso ya no tendrá por que permanecer por más tiempo en este mundo de dolor...», sostuvo.
—No siento temor alguno, tengo pena, una profunda lástima por no poder quedarme junto a las personas que amo, por no poder mantener unidas nuestras vidas durante un tiempo más. No quiero irme de este mundo, no deseo morir aún —contestó la joven llorisqueando, a lo cual el ángel replicó:
«El tiempo es algo que no se puede separar de la vida, Issadora... y eventualmente, de un modo u otro, la muerte siempre sucede.
Sea en el más allá o en futuras vidas, tus seres amados se reunirán contigo nuevamente y así sera por toda la eternidad... Toma este momento por venir como un simple impasse, y nunca digas adiós sino hasta pronto».
Mientras incontenibles lágrimas discurrían libremente por sus redondeadas y blancas mejillas, Issadora luchaba por dominar sus emociones, las cuales a esa altura la sobrepasaban...
Hasta que, armada de valor y decisión, con el dorso de su mano secó su rostro y rogó en voz alta:
—¡¡De acuerdo, lo haré!!
Con toda mi alma te imploro, ángel: ¡dame las fuerzas para seguir hasta el final y poder cumplir con mi propósito existencial!
Así Issadora activó el altavoz de su teléfono y lo dejó apartado en el suelo; retiró la mano de su herida, y dejando que su sangre fluyera libremente, comenzó a arrastrarse.
«Si estoy en lo cierto, a partir de ahora solo me quedarán unos pocos minutos más de conciencia», pensó... y un instante después le dijo a su hermana:
—Armony. Si dentro de algunos años te encuentras con una niña que ame las flores y las plantas, por favor, tratala con mucho cariño... esa pequeña podría ser yo —le indicó y agregó—: ¡Michael!, una vez moriste para salvar a mi hermana, esta vez me toca a mí —sentenció finalmente.
Ante esas decididas palabras, Michael enmudeció con su rostro pálido, presintió que muy pronto Issadora moriría y que ya nada podría evitarlo...
Los confundidos ojos de Armony se dirigieron hacia los de Michael, buscando, en un ruego desesperado, que convenciera a su hermana de que no hiciera algo que solo podía intuir... pero la mirada que él le devolvió, solamente le confirmó sus peores temores; Michael estaba tan desconcertado como ella, aunque a diferencia suya, él se encontraba de acuerdo con lo que Issadora fuera a hacer, por más terrible que eso fuese...
—Recién ahora puedo comprender por que he vivido todos estos años extra, luego de haber estado a punto de morir siendo niña en aquel hospital —continuó diciendo Issadora—.
Siempre soñé con ayudar a la gente, fue por eso que abracé con tanta dedicación mi carrera médica, es mi naturaleza —agregó mientras contemplaba con temor la pistola que había dejado Sylvia sobre la repisa—.
Hoy tengo una oportunidad más de hacerlo, aunque sea por última vez... ¡y lo haré! Los salvaré a ustedes dos y a todas las demás personas que viajan en ese barco, así como a las otras naves que los rodean en este momento. Todos van a obtener la oportunidad de continuar con lo poco que me queda de vida —agregó, y forzándose a hacerlo, tomó el arma.
El frío metal se sintió como el propio toque de la muerte en su mano, ella apretó la cacha con todas sus fuerzas para no soltarla...
Acto seguido, se acomodó en el suelo, apoyándose contra la única pared que definía todo el borde de la habitación.
Su visión estaba ya algo borrosa y se sentía muy mareada por la intensa pérdida de sangre, a pesar de ello apuntó, aunque con extrema dificultad, y puso en la mira al gran depósito de gas acetileno, mismo que estaba solo a unos pocos metros enfrente de ella...
Aún en su estado, era imposible que fallara a un blanco de ese tamaño, tan de cerca.
«Solo espero que no lo hayan vaciado aún», pensó y entonces, con sus lágrimas aún humedeciendo sus ojos y dispuesta a morir, disparó.
La bala rebotó en la superficie del tanque, apenas arañándola y dejando una brillante marca plateada en él.
Al oír el disparo, Armony se sobresaltó:
—¡¿Eso fue un disparo, Issadora?! ¡¿Qué pasó?!
—Estoy tratando de detonar el gas a presión —le respondió su hermana, sin más...
Al oír eso, Armony se tapó la boca con su mano y su rostro se transfiguró con una confusa expresión de indescriptible horror, no podía ni siquiera llorar.
Michael, sin embargo, entendió de inmediato lo que la valiente joven trataba de hacer. Había escuchado suficientes historias del mar como para saber acerca de como operaban los antiguos sistemas de iluminación de los faros:
—Armony, sé fuerte —le dijo mirándola a los ojos y sujetándola de ambos brazos, sabiendo ya del inevitable desenlace que tendría la decisión de su hermana.
Issadora disparó entonces por segunda vez... y nuevamente el proyectil rebotó en el tanque, dejando otra brillante marca en él.
—¿A qué le está disparando esa mujer? —se preguntó en voz alta el cazador que estaba tratando de forzar la escotilla...
—¡¡El gas!!, ¡quiere hacerlo explotar! —le gritó Sylvia a su hombre luego de pensar por un instante y deducirlo todo—.
El depósito de acetileno nunca fue vaciado, creo que esa florista demente está tratando de volarlo en mil pedazos.
¡Vámonos de aquí, ya mismo! —exclamó con su rostro demudado y así ambos comenzaron a correr escaleras abajo, alejándose lo más rápido que podían de la cima del faro.
—¡No, Issadora! Por favor, detente... no me dejes —le rogó Armony llorando. Aunque no sabía exactamente que era lo que pasaba, ella se encontraba ya completamente desconsolada y no pensaba en nada más que en su querida hermana, quien se alejaba de su vida...
Michael, por su lado, enmudecido y con su rostro pálido, sabía que pronto Issadora moriría y ya nada podría evitarlo.
Las temblorosas manos de Issadora, eran un reflejo de su lucha interna: su instinto de supervivencia la conminaba a detenerse, y al mismo tiempo, su amor la hacía continuar...
Sus dedos estaban tan pálidos como helados, ya casi no podía ni sostener el arma, la cual apenas sentía.
El miedo a dejarlo todo atrás la invadía y crecía con cada disparo que efectuaba... que eran como acabar con su vida una y otra vez:
«¿Cuántas veces más vas a forzarme a disparar, Dios? Quiero terminar de una vez.
Por favor, te lo imploro... apiádate de mí y déjame completar mi propósito existencial», pensó, rogando así por un acto de misericordia divina.
Exhausta, hizo una pausa para rejuntar lo poco que le quedaba ya de sus postreras fuerzas y decidió dedicarle sus últimas palabras a su amada hermana para armarse así del valor necesario antes de intentar presionar el gatillo una vez más:
—Sé que previamente a reencarnar en esta vida supe que mi destino sería morir de este modo... y lo acepté.
Ahora entiendo por que nunca soñé con llegar a vivir muchos años.
No quiero que llores por mí, Armony... sé muy bien que seremos amigas para siempre —susurró con su aliento final, y entonces disparó una tercera... y última vez.
En esta ocasión, el destino escuchó su plegaria y aceptó finalmente su sacrificio; el mismo sacrificio que el guardián del faro no quiso hacer veintiséis años atrás lo concretó Issadora al ofrecer de manera voluntaria su vida para salvar las de otros.
La bala dio de lleno en el tanque, rompiéndolo y generando al mismo tiempo la chispa necesaria para que el volátil gas a presión detonara con toda su potencia.
De manera casi instantánea, una enorme bola de fuego, intensa como el sol del mediodía, voló por los aires toda la cúpula del viejo faro, rasgado la oscuridad de la noche con su deslumbrante furia y desafiando a la tormenta con un rugido tan potente como uno de sus más poderosos truenos...
Nuevamente la posición del faro era visible para todos los barcos.
En los ojos de Armony se reflejó la brillante explosión y en ese instante cayó de rodillas al suelo llorando sin consuelo, Michael se arrodilló junto a ella y la abrazó tan fuerte como pudo.
—¡¡Capitán, mire eso. Es el faro de Kiel!! —exclamó el timonel del gran ferry—. Ahí está... pero ¡¿qué le pasó?!, su cúpula se encuentra en llamas.
Parece que hubo una explosión...
¿Habrá sido alcanzado un rayo? —se preguntó desconcertado ante lo ocurrido.
—No vi ninguno, teniente... pero, fuera lo que fuera, es el milagro que todos necesitábamos. Ajuste nuestra trayectoria hacia ese punto con una desviación de quince grados, lo rodearemos por babor usando esas llamas como guía.
Y avance a toda máquina, no sé cuanto tiempo durará ese fuego —le contestó el capitán.
—¡¡Atención!! Aborten el lanzamiento del ancla y enciendan los motores a máxima potencia —ordenó el timonel a la tripulación, obedeciendo de inmediato.
Por la cima del destrozado faro quedó saliendo el acetileno a presión que provenía directamente desde el gran depósito principal del fondo de la instalación, iluminando con una enorme llama los restos de la linterna. Su potencia era tal que las furiosas ráfagas de viento no podían ni torcerla siquiera y la lluvia se evaporaba con solo acercársele...
Así, continuó ardiendo el tiempo suficiente como para que todos los barcos entraran con seguridad al canal de acceso, sin chocarse entre ellos y esquivando a los letales y amenazantes riscos de la costa.
Una tras otra, las diferentes embarcaciones fueron llegando al puerto de Kiel, atracando en cada sector disponible que encontraban.
Pronto, el puerto entero se llenó con el caótico trafico marítimo, mismo que arribó casi todo junto, de una manera arrebatada y repentina, causando un desorden jamas visto allí.
Minutos después de que llegaran todas las naves, el puerto se convirtió en un auténtico mar de gente, quienes, felices y alegres, le agradecían a Dios por seguir con vida luego de aquella peligrosa aventura en la que estuvieron envueltos y a punto de morir.
Al final de todo fue solo un alma la que partió aquella terrible noche... ¿Cuántas vidas había logrado salvar Issadora con su sacrificio?, ¿cuántas almas podrían continuar ahora con sus propósitos existenciales gracias a ella?, ¿cuantos destinos había tocado esa noche?, eran definitivamente incontables e imposible saberlo...
Lo que sí se podía afirmar era que todas esas personas ignoraban el valiente sacrificio que una joven mujer había hecho por cada una de ellas.
Solo una pareja sabía la verdad de la anónima heroína que los había salvado a todos, aunque entregando su vida a cambio... y ellos guardarían su nombre en silencio, alejándose para llorar su profunda pena en privado, lejos de todos y en un lugar donde no existieran los festejos ni el júbilo de los demás.
Y así, una vez más, la caja de música volvía a estar en las manos correctas, y a salvo...
Cuando llora el corazón
Casi una semana entera había pasado ya desde la fatídica noche del martes, en la cual Issadora había entregado su vida.
Siguiendo las indicaciones de Michael y en cuanto recibió el alta de los médicos, Steven había viajado junto con Daphne y Karen hasta la ciudad de París, la capital de Francia... y no había tenido incidentes de ningún tipo.
Junto con Armony y Michael, todos se habían hospedado en el piso más alto de un concurrido hotel céntrico de la ciudad, construido justo sobre el borde del río Sena y con una gran vista de la torre Eiffel.
La noticia de la reunión de Steven con su madre y el fugaz encuentro con su hermano, habían pasado a un segundo plano... La inesperada muerte de Issadora los había afectado a todos, aunque la más lastimada era Armony, quien estaba destrozada anímicamente.
Desde la terraza del imponente penthouse, en donde los cinco se encontraban reunidos esa mañana, una solitaria Daphne contemplaba como despertaba la ciudad aquel día lunes:
—¿En que piensas, Daphne? —le preguntó Steven mientras la sujetaba desde la espalda y por la cintura de una manera cariñosa.
—Contemplo lo hermosa que es la vista de la ciudad desde esta altura. ¿No te parece que es así? —le respondió ella.
—Sí... además, el día está despejado, la brisa se siente suave y la temperatura es agradable —opinó él.
—Hay tanta gente allí abajo, Steven... y todos ajenos al drama que vivimos nosotros aquí arriba.
—Ellos tienen sus propios problemas, Daphne, sus crisis privadas, con sus dramas y tragedias. Son cosas que nosotros ignoramos, pero te aseguro que es así —contestó él conteniéndola—. Cada una de esas vidas sufre con sus propias penas sus agonías personales.
—Sí, todo eso lo entiendo... es solo que el dolor que uno siente en carne propia siempre parece ser el más grande de todos.
La veo a mamá tan afectada... y yo también extraño mucho a Issadora. Sabiendo como había sido su vida como Ariadna, pensé que llagaríamos a ser grandes amigas.
Ya me había hecho un montón de ilusiones con ella; tenía tantas expectativas de poder unir el camino de nuestras vidas por muchísimos años más.
Creí que viviríamos incontables aventuras y también que compartiríamos viajes exóticos... serían hermosas experiencias que tendríamos juntas —dijo Daphne con lágrimas en sus ojos.
—Es lamentable pero así llega la muerte algunas veces a nuestras vidas... de improviso, y el tiempo se nos acaba de golpe, dejando planes truncos y relaciones sin concluir.
La pena y el dolor por la pérdida irreparable de un ser amado es un dolor incomparable con cualquier otro, y que, además, parece no tener fin... Pero el tiempo pasa y el dolor se hace soportable, aunque la herida deja una cicatriz en nuestra alma y se convierte en un recuerdo que nunca desaparecerá.
Muchos creen que solo con nuestra propia muerte y recién en el más allá, sanamos definitivamente —le aclaró el.
—No pude ni siquiera despedirme, la última vez que la vi no imaginé que ese sería el recuerdo final que me quedaría de ella.
La muerte es algo tan terrible —reflexionó Daphne, estallando en un llanto desconsolado.
—Sí que lo es, siempre lo es... Aunque para los que quedamos vivos y con esos recuerdos, la vida lo es mucho más aún —concluyó Steven abrazándola.
Mientras tanto, allí mismo y cerca de ellos, en el cuarto de estar del departamento, Karen y Michael charlaban sobre otro tema:
—Es tan extraño el poder rememorar dos vidas al mismo tiempo, Michael.
El haber recordado mi vida anterior me ha abierto a un mundo de recuerdos, los cuales no tenía hasta hace solo unos días... y con cada día que pasa, recuerdo más cosas aún y con más detalles también.
Como psicóloga, el poder vivir una experiencia como esta es algo... privilegiado —confesó Karen.
—Ese es el efecto que suele provocar el despertar en todos lo que lo experimentan. Al principio, es un poco confuso y produce algo de desorientación, pero con el correr del tiempo, las personas aceptan su vida pasada como una parte inicial de su vida actual y entonces ven claramente como esta vida no es más que la mera continuación de la vida que transcurrió antes —le expuso Michael—. Fue una suerte que tu desorientación fuera mínima y que pudieras ayudar a Steven para que no cayera en el abismo.
—No creas que fue mínima, Michael; confundí a Steven con su hermano Peter, y hasta me vi como su madre ¡en la actualidad!
¿Te lo puedes imaginar? —expresó Karen soltando una breve carcajada y continuó:
—Se mezclaron mis recuerdos pasados con mis pesadillas, y lo hicieron durante un evento presente y real.
Aún no sé ni como sucedió, todo sigue estando bastante confuso en mi mente, y eso que ya pasó casi una semana entera de aquello.
Supongo que eventualmente me adaptaré... De hecho, también tendré que hacerlo con algunas otras cosas que claramente han cambiado en mi vida.
Mis pesadillas, por ejemplo; me estaban afectando los días viernes de todas las semanas, este viernes que pasó no me torturaron por primera vez desde hace años —dijo sonriendo—. Desde niña he tenido una predisposición especial para la precognición onírica —reveló.
—Ese es un don digno de ser apreciado, Karen; no todo el mundo tiene la capacidad de acceder a los poderes y sentidos de su alma —le comentó Michael.
—En realidad preferiría no tenerlo, Michael. Por momentos pienso que es más bien una maldición...
Verás, desde que llegamos a este hotel, he comenzado a tener otro sueño extraño que ya ha sucedido durante tres noches seguidas.
No le he contado nada de esto a Steven, ni a Daphne tampoco para no preocuparlos:
Mi sueño comienza en una habitación muy similar a esta, me encuentro junto a Steven y a Daphne, estamos los tres solos.
Ellos discuten entre sí y él se termina yendo...
Al rato, Daphne recibe una llamada de Steven diciendo que está en una estación de trenes y que necesita ayuda urgente, se encuentra en un grave peligro.
Salgo corriendo desesperada... y cuando finalmente consigo llegar a la estación veo a Steven muerto y a Erick de pie, frente a él y con un arma de fuego humeando en su mano.
Comienzo a llorar desconsolada, dándome cuenta de que yo podía haberlo evitado.
Y en ese instante me despierto sobresaltada...
Temo que sea otro sueño premonitorio, Michael —terminó diciendo Karen con un claro semblante de preocupación.
—Tal vez solo sea una pesadilla motivada por los acontecimientos vividos en estos últimos días... Sin embargo, dados tus antecedentes con la clarividencia durante el sueño, es mejor estar atentos.
Creo que sería recomendable que se los contaras, al menos a Steven, lo pondrías sobre aviso —le recomendó Michael.
—También tuve otro extraño sueño que sucedió justo en la noche posterior al accidente que tuvimos en la ruta. No se trató de una pesadilla, pero fue uno de esos sueños especiales, surrealistas, de los que se sienten distintos y quedan grabados en la memoria:
El sueño contenía una serie de iconografías claramente alegóricas a un viaje, había un tren y una estación.
En ese sueño vi a un hombre al que reconocí de inmediato como mi esposo, tenía el mismo rostro y complexión física que el que estaba en mi vieja pesadilla, manejando aquel auto que se accidentaba en la ruta, y al que también percibía como mi marido; hasta se encontraba vestido de manera similar: un saco de cuero marrón oscuro, una camisa blanca con una corbata, unos pantalones de mezclilla azules, zapatos de cuero negro... su camisa también estaba por fuera de su pantalón, con su corbata floja y desarreglada.
Me quise acercar a él, pero no pude ni tocarlo... el tren estaba todo cerrado, era como si fuera una barrera infranqueable que nos separaba, algo tan poderoso que no se podía hacer nada ante eso.
Tuve la fuerte sensación de que ese hombre me estaba esperando desde hacía mucho tiempo y que me necesitaba de algún modo.
Luego de eso desperté...
Michael la escuchó atentamente, lo meditó por un momento y entonces le dijo:
—Creo que ese sueño no dependió enteramente de ti, Karen. Para muchos estudiosos, algunos sueños, pueden ser una conexión con el más allá.
Desde la antigüedad, se creía que a veces los espíritus de las personas fallecidas nos visitaban en nuestros sueños para darnos un mensaje, un consejo o hasta una advertencia —le propuso Michael.
Reluctante a aceptar eso de una manera dogmática, sin pruebas más tangibles, Karen expuso su posición al respecto:
—¿Comunicaciones con los muertos a través de los sueños? No lo creo.
En psicología, pensamos que el soñar con alguien fallecido refleja simplemente que aún no se ha superado el duelo por su muerte. Creemos que es una manifestación de tristeza o depresión de nuestra parte.
Sería nuestro inconsciente el que escenifica esos momentos oníricos junto a nuestros seres queridos ya fallecidos, y lo haría como una forma de desahogo, de alivio emocional, para liberarnos del dolor por su pérdida y hacer que recuperemos así el control sobre nuestra esfera afectiva cotidiana —finalizó, demostrando que su mente solo se abriría ante hechos que pudiera comprobar de algún modo.
Ante su suficiencia, Michael le respondió:
—Pero claro está que de todo eso tampoco existe ninguna evidencia científica, solo meras elucubraciones y sin una base firme...
Por lo que sé, los sueños hay que separarlos en dos grupos, los cuales son muy diferentes entre sí, unos son los sueños mentales y otros los sueños astrales.
Los expertos en comunicación psíquica, aseguran que el mundo de los sueños actúa como una especie de puente intermedio entre el plano de la vida y el mundo espiritual; por lo que en ese ámbito les es mucho más fácil a las almas el poder manifestarse desde los planos etéreos y también el comunicarse con otras almas... sin importar el que se encuentren encarnadas o no.
Durante la vigilia, la persona está más sumida en sus cinco sentidos físicos y no tiene la concentración mental necesaria para establecer el contacto astral. Prueba de ello que, en la meditación, siempre se intenta minimizar la carga sensorial de nuestro cuerpo, acallando a los sentidos...
Mientras dormimos, nuestros sentidos físicos se encuentran bajo muy poca estimulación y la mente es mucho más receptiva a mensajes provenientes de los sentidos del alma y del mundo sobrenatural.
Todas las noches, luego de que nos dormimos, llega un momento en el que nuestra alma literalmente sale de nuestro cuerpo físico y viaja por su plano natural, que es el astral.
Por lo general, no recordamos estos viajes astrales que hacemos, eso es propiciado por un mecanismo natural de nuestra mente que tiende a ignorar toda la información que no provenga del plano físico.
Dadas las características que me comentas, Karen, alguien que se encuentra en el mundo etéreo trató de comunicarse contigo aquella noche, y es alguien que ha sido muy importante para ti. El factor que facilita la comunicación con otras almas lo constituye el lazo emocional, mismo que no desaparece con el fallecimiento del ser.
Por lo que me has contado recién, ese sueño reunió todas las características típicas y propias de un sueño astral:
Siempre son muy diferentes a cualquier otro sueño, se presentan mucho más vivos y claros.
El mensaje puede ser una larga conversación o una simple advertencia del futuro, principalmente del inmediato; ten en cuenta que los principales sentidos de las almas son la clarividencia y la precognición.
A veces puede percibirse una sensación de frío alrededor; se cree que los espíritus necesitan tomar energía del plano físico para interactuar en él.
Se recuerdan fácilmente y al despertar, la persona siente como si simplemente abriera los ojos y no el típico cansancio de una noche cargada de sueños confusos y desgastantes.
El recuerdo de ese contacto espiritual dura mucho más tiempo que el recuerdo de un sueño normal; de hecho, hay quienes lo recuerdan claramente por años y hasta durante toda la vida. Esto no sucede nunca con los sueños físicos, los cuales se olvidan a los pocos minutos u horas, tras despertarnos.
Y por último, generalmente no aparecen otros personajes en el sueño, sólo el soñador y la otra alma...
¿Aún no estás lista para aceptar todo lo que te digo, verdad? —le preguntó Michael al ver la cara de escepticismo con la que ella lo miraba.
Karen sonrió y se sinceró:
—La mujer que fuí hasta hace una semana hubiera pensado que eras una persona muy crédula, Michael; sin embargo, ahora estoy dispuesta a considerar tus hipótesis... en cuanto encuentre el más mínimo atisbo de una prueba sobre ellas, por supuesto; y eso te aseguro que ha sido un gran cambio en mí.
Toda la percepción de mi misma está cambiando —reflexionó—, ya no me reconozco como antes; sin embargo, me siento mejor... es como si hubiera ganado algo importante en mi vida.
—Y vas a comenzar a notar muchas cosas más con el paso de los días, Karen.
Volverás a incorporar habilidades que nunca tuviste en esta vida, pero que sí dominaste en tu vida anterior; deseos pasados se volverán a hacer presentes, sensaciones y sentimientos también lo harán.
Es toda una vida a la que has despertado Karen. El despertar marca un antes y un después en todos los que lo experimentan —definió Michael.
—De hecho, ya he notado algo que me viene sorprendiendo... mi caligrafía ha cambiado, mi estilo de letra ahora es completamente diferente; en esta vida siempre utilicé dispositivos electrónicos como agendas y grabadoras de voz y por eso siempre tuve una letra muy fea, nunca me gustó realmente; sin embargo, en mi vida anterior, siempre tomé anotaciones manuales y mi letra era hermosa, estilizada, elegante... ¡mira esto! —le dijo a Michael al tiempo que le pasaba un par de pequeños papeles donde había escrito algunas cosas: uno era de la semana anterior y otro de hacía solo un día... eran totalmente diferentes.
Entonces Karen continuó diciendo:
—Toda mi coordinación neuromotora ha sufrido un cambio dramático... ¿Me pregunto si ahora podré jugar al tenis? —expresó bromeando— Recuerdo que lo hacía muy a menudo en mi vida anterior, y era bastante buena, modestia aparte. En esta vida no he practicado ningún deporte, jamás —destacó.
—No sería extraño que ahora no solo sientas deseos de volver a hacerlo, sino que, además, mantengas tu nivel pasado. Los deportistas tienden a seguir siéndolo vida tras vida, es solo que no siempre se inclinan por la vía profesional —le aclaró Michael.
—¿Cuantas de nuestras motivaciones en la vida vendrán signadas por nuestras vidas pasadas? —se preguntó Karen—. Seguramente que muchas —se respondió a sí misma y agregó—: Incluso nuestros traumas, ¿verdad?
—Sí, Karen, especialmente los traumas —enfatizó Michael—. Los casos de muertes violentas o accidentes graves en la vida tienen profundas consecuencias para el alma y dejan secuelas que a veces hasta se manifiestan físicamente al renacer en vidas posteriores, como por ejemplo extrañas marcas de nacimiento.
—Yo tengo una marca de esas en el pecho, está justo sobre mi corazón... y ahora recuerdo que esa marca también la tenía en mi vida anterior —acotó Karen mientras tocaba el centro de su pecho con su mano.
—¿Dos vidas consecutivas con la misma marca? Sin duda alguna se debe a algo que afectó con mucha fuerza a tu alma y lo hizo en un pasado distante —dedujo Michael.
Se hizo entonces un corto instante de silencio... hasta que Karen preguntó:
—¿Es algo común que la persona tenga que pasar por un hecho tan traumático como el revivir su propia muerte para poder despertar?
—No, de hecho es bastante inusual y peligroso lo que te ocurrió a ti.
Tu experiencia no es la única manera de despertar, lo más común es que el despertar suceda de una manera mucho más sutil y con consecuencias menos intensas —le contestó Michael—.
El visitar un lugar que marcó algo importante para una persona es lo más común; usualmente, las personas viajan a sitios que les atraen por algo que no saben que es un recuerdo procedente de una vida anterior y allí les sucede... despiertan.
El tocar objetos que fueron significativos es otra de las maneras más habituales de despertar. Es muy común la atracción que las personas sienten por ciertos objetos antiguos, en muchas ocasiones hasta los coleccionan... sin saberlo, buscan algo que les perteneció en otra vida y a veces, hasta lo encuentran.
—Situaciones, lugares y objetos... —dijo Karen enumerando con sus dedos, tratando así de resumir los factores que propiciaban el despertar.
—Y personas —agregó entonces Michael—. En el caso de Armony su despertar ocurrió de una manera que es muy especial y a su vez una de las más intensas e impactantes que existen: el ser tocado físicamente por alguien con quien se han compartido fuertes lazos emocionales.
—Siempre sospeché que el contacto físico transmitía mucho más que lo que sentimos con el tacto de nuestra piel. Desde un beso hasta una cachetada, las emociones más fuertes siempre tienen su clímax expresivo en el tacto: tanto el amor, como el odio —aseveró Karen.
—Así es, y el despertar por contacto físico es aún mucho más intenso cuando una de las personas implicadas ya recuerda su vida pasada, como es mi caso.
También hay otras maneras menos frecuentes, como pudo ser en el caso de Issadora, que supongo fue posterior a experimentar su ECM, una experiencia cercana a la muerte que tuvo hacía poco tiempo.
—Issadora... —espresó Karen meditabunda.
En ese instante su actitud profesional desvió toda su atención hacia la persona que más ayuda psicológica necesitaba allí— Dime, Michael, ¿Armony estaba muy unida ella, verdad? La veo muy afectada por la muerte de esa mujer.
—Sí, Karen. Issadora y ella fueron hermanas en su vida anterior y se estaban volviendo buenas amigas en ésta. La muerte de Issadora nos ha afectado a todos, pero a Armony más que a nadie... su corazón está hecho pedazos.
—El amor entre hermanos puede ser uno de los vínculos más fuertes que existen —recalcó Karen—. Ahora que he despertado, recuerdo la infancia de Steven y su estrecha relación con Peter.
Me duele mucho el verlos enfrentados de este modo, en bandos opuestos... nunca fueron así. ¿Están completamente seguros de que ese tal Erick es la reencarnación de Peter? Ellos tuvieron contacto físico en la cafetería de la universidad, los vi estrecharse la mano y nada pasó.
—El estado mental cuenta mucho al momento de despertar. El sentimiento vivido debe ser rememorado nuevamente para que un alma despierte.
Tu escepticismo, Karen, demostró ser un claro ejemplo de eso: funcionó como una barrera y evitó que despertaras de una manera simple. El enfrentamiento actual entre Steven y Erick está haciendo exactamente lo mismo —le aclaró Michael.
—Cuando Steven nació, en 1984, Peter tenía quince años y lo adoró desde el primer día. Fueron siempre muy cercanos y los mejores amigos. Peter lo cuidaba con el mismo cariño y devoción que su padre y yo, nunca se separó de Steven hasta que...
Karen hizo una pausa al recordar algo que fue traumático para ella y que sacudió a todo su núcleo familiar en aquel entonces.
—Siéntete libre de continuar con tu relato, Karen. Soy bueno escuchando y tal vez, te haga bien contármelo —le sugirió Michael, animándola a relatar ese doloroso recuerdo.
—Te lo agradezco, aunque creo que solo voy a contribuir a deprimir aún más el ambiente y aquí ya hay bastante dolor, Michael...
Recordé la historia de la primera novia que tuvo Peter, era una joven polinesia que se llamaba Leilani.
—¿Acaso, murió? —le preguntó Michael al ver su expresión, Karen asintió con su cabeza y continuó diciendo:
—Todos adorábamos a Leilani, era una chica tan hermosa y alegre, perfecta para él que siempre fue algo introvertido.
Aún me estremezco al recordar como falleció... fue algo terrible.
Peter casi murió con ella aquel trágico día; él sobrevivió pero necesitó de varias operaciones para recuperarse de sus heridas, y todo un año de tratamiento psicológico, el cual su padre y yo misma condujimos.
Intentamos proteger a Steven de todo esto que te cuento, Michael; él era muy pequeño aún, sin embargo, vio como su hermano cambió desde aquel accidente y eso lo afectó mucho.
Toda muestra familia sufrió la muerte de Leilani... —dijo Karen conmoviéndose hasta las lágrimas—. Prefiero no hablar de aquello ahora, aún no me siento lista.
—Está bien, Karen, no lo hagas...
Sin duda Steven percibió los fuertes lazos de amor y protección que tenían entre todos ustedes. Ahora entiendo por que para él es tan importante la familia.
Creo que el pedido que le hizo su padre en el lecho de muerte, acerca de reunirlos nuevamente, fue solo un catalizador del destino para un propósito existencial adquirido en esta vida —agregó Michael pensativo.
—¿A que te refieres con eso de propósito existencial adquirido? —le preguntó Karen al escuchar ese término que le era tan ajeno.
—El propósito existencial es el verdadero motivo por el cual vivimos la vida, es el objetivo de nuestra vida actual.
Una vez que el destino le asigna al alma un propósito existencial, esta debe cumplirlo en su vida física.
Cuando encarnamos, lo hacemos para cumplir con esa tarea primaria; sin embargo, a lo largo de nuestra vida es posible que se nos planteen nuevos objetivos, mismos que podrían hasta convertirse en propósitos existenciales de vidas futuras.
Esos son los propósitos existenciales adquiridos.
Cuando el propósito existencial se cumple, el principal motivo de vivir ya no existe y simplemente, morimos... Sin embargo, si seguimos con vida es porque aún hay propósitos secundarios, por lo general más ligados a las vidas de otros, los cuales requieren de nuestra presencia en este mundo, nadie permanece en este plano sin un motivo —terminó diciéndole él.
—Todo lo que me cuentas, Michael, expande las fronteras de mi profesión de una manera que jamas imaginé. Creo que he pasado mi vida entera y basado todas mis investigaciones, en hechos erróneos.
Nunca consideré la existencia del alma y mucho menos de la reencarnación, me temo que voy a tener de empezar todo desde cero —analizó Karen pensativa...
—No Karen, solo vas a tener que ajustar algunos parámetros; aunque, con todo este nuevo mundo que se abre ante ti, las posibilidades que tienes son infinitas —le respondió él.
—Ahora que recuerdo mi vida pasada, me encantaría viajar a la que fue mi casa. Steven me contó que allí siguen guardadas todas mis investigaciones. Algo recuerdo sobre ellas, pero quisiera leer mis palabras, plasmadas con mi puño y letra... y si pudiera leer un diario intimo, algo tan profundo y escrito por mi misma, sería simplemente fascinante —agregó Karen entusiasmada—. Deseo tanto el poder recuperar mi pasado hasta el último detalle...
—Yo que tú tendría mucho cuidado con desear algo así, Karen —le recomendó Armony viniendo de la cocina con una taza de café caliente en la mano—. El pasado puede acarrear también mucho dolor y sufrimiento para tu futuro, te lo digo por experiencia propia —agregó con un tono extremadamente negativo.
La energía que emanaba de Armony era oscura, producto de su dolor y depresión...
—¡Armony, por favor! —le reprochó Michael en un intento de que ella controlara sus emociones.
—No, no... déjala expresarse, Michael.
El dolor que ella ha padecido por la perdida de su hermana ha sido algo terrible, ni tú ni yo podemos mensurarlo; es mejor que todo eso salga o la va a terminar lastimando por dentro —lo corrigió Karen firmemente plantada en su rol de psicóloga—.
Cuéntame, Armony, ¿te arrepientes de haber recuperado algo de tu pasado? Me interesa saberlo, realmente.
—No es que me arrepienta con exactitud, Karen; es más bien que ahora tengo miedo de como mi pasado pueda afectar a mi futuro, y no solo el mío, el de quienes me rodean también —le contestó Armony sosteniéndole la mirada y se sentó a solo un par de metros de ella, desde donde continuaría con su catarsis:
—Issadora es un claro ejemplo: ella seguramente estaría viva y feliz en la florería de sus padres hoy... si no se hubiese topado conmigo, claro está... ¡¡y en lugar de eso, está muerta!!
Si lo piensas, verás que fue todo por mi culpa; yo comencé con la secuencia de acontecimientos que la llevaron hasta su muerte, y lo hice desde el día en que decidí conocerla en su vivero...
¡¿Y todo para qué?!, ¡¡para recuperar mi pasado!! ¡¡¡Mi maldito pasado!!!
Ariadna luchó por hacer de este mundo un mejor lugar para todos y murió por eso, regresó como Issadora queriendo ayudar a los demás y volvió a morir por hacerlo... y esta vez murió por ayudarme a mí, lo hizo para salvarme —expresó al borde de las lágrimas—.
Estuvimos juntas, pero solo por unos días... La he perdido. ¿Cuándo nos volveremos a encontrar? —preguntó retóricamente y continuó:
—Ahora mi corazón está destrozado, se ha vuelto a romper en mil pedazos nuevamente...
¡¿Cuántas veces más debo soportar el dolor de perder a alguien a quién amo?! —agregó con sus ojos llorosos.
La tristeza y la furia de Armony se entremezclaban con las lágrimas contenidas dentro de su corazón.
Pasó solo un instante, en el que se hizo un incomodo silencio para todos, y Armony se puso de pie con una perturbadora mirada en sus ojos.
—Un déjà vu —dijo un momento después extrañada, susurrando en voz baja y con su mirada perdida...
—Ten cuidado con lo que estás a punto de hacer, Armony —le remarcó Michael—. Los déjà vu no son eventos que deban tomarse a la ligera. Suceden cuando está a punto de ocurrir algo que va a traer serias consecuencias, es la manera en la que percibimos que están a punto de suceder grandes cambios en el destino.
Los déjà vu, casi siempre los notamos en trivialidades que son el comienzo de una cadena de acontecimientos sinérgica, el vulgarmente llamado efecto mariposa...
Son como el viento que se levanta precediendo a la tempestad... una última advertencia de que luego ya no habrá retorno.
—¿Ah sí, conque eso son?, es bueno saberlo, Michael; porque ahora va a pasar algo que tuvo que ocurrir hace décadas —afirmó Armony, con un tono temible—. Me hubiera venido muy bien un déjà vu del destino antes de visitar a Issadora en su vivero —sentenció desafiante.
Entonces, haciendo caso omiso a las advertencias recibidas y absolutamente convencida de lo que estaba a punto de realizar, se dirigió raudamente hacia su equipaje, tomó el bolso en donde estaba guardada la caja de música y al volver expresó:
—Esto es lo mejor que puedo hacer ahora para que podamos vivir seguros por el resto de nuestras vidas —enfatizó mientras caminaba con paso firme y decidido hacia la terraza.
Michael y Karen la siguieron de cerca, ambos estaban sumamente preocupados por su actitud violenta e intempestiva...
—¿Qué vas a hacer, Armony? —le preguntaba Michael desde tres metros por detrás, sin embargo, ella no le respondía nada.
Michael insistió varias veces con preguntas similares que no obtuvieron respuesta por parte de Armony, quien, muy alterada, simplemente pasó por delante de Daphne y Steven con un semblante serio e ignorándolos completamente... hasta que llegó a un metro de la baranda del borde de la terraza.
Una vez allí, se detuvo por un instante y miró hacia el cielo:
—¡¡¡Escúchame muy bien, destino. Voy a tirar esta caja al río desde aquí mismo y si la corporación Rottweiler la quiere... que la vaya a buscar al fondo del Sena y la saque de allí en pedazos!!! —en cuanto gritó eso comenzó a soplar un fuerte viento en su contra, el cual la hizo alejarse del borde varios pasos hacia atrás.
La constante ráfaga de viento no cedía y era tan potente e inusual que parecía ser provocada por fuerzas más allá del entendimiento humano.
Todos los presentes, guardando su distancia, miraron atónitos la extraña escena... todos, excepto Armony. Ella, desafiante, cerró sus ojos entreabriéndolos apenas y expresó:
—¡¿No quieres que me deshaga de ella, destino?! Pues lo haré de todos modos. ¡¡¡Esta es mi vida, y la viviré como me plazca!!! —gritó con una sonrisa forzada.
Furiosa, abrió el bolso y tomó la caja con sus manos, levantándola por encima de su cabeza y dispuesta a arrojarla tan lejos como pudiese... y justo en ese momento de máxima tensión, cuando se disponía a tirarla con todas sus fuerzas hacia el abismo, se detuvo inexplicablemente.
La expresión de su rostro era similar a la que tuvo la noche que Michael la había despertado.
En su arrebato, Armony no se había percatado que había tomado la caja de música directamente con sus manos desnudas... y el haber hecho contacto físico con la caja estaba disparando en ella flashes de memoria pertenecientes a una vida mucho más antigua que la de Melody... una existencia ya olvidada en el pasado distante de su alma.
—¡¿Mamá, qué te pasa?!, ¡¿estás bien?! —le preguntó Daphne preocupada al ver como permanecía parada, temblando estática y sin poder soltar la caja...
Hizo entonces un ademán de acercársele para asistirla, pero Michael la detuvo sujetándola del brazo con firmeza:
—Deja que todo esto continúe hasta el final, hija. Ya no hay nada que podamos hacer por ella —le dijo—.
¡¡Qué nadie la toque!! El sello del olvido de Armony acaba de destruirse, ahora hay que dejar que todo el proceso termine —les aclaró a los demás, quienes ya se habían reunido rodeándola a solo un par de metros, absolutamente confundidos por la situación.
Así pasaron unos tensos segundos, durante los cuales Armony no podía controlar el caudal de recuerdos fragmentados que llegaban a su mente, todos cargados de tensas emociones y sensaciones que nunca había experimentado en esta vida, ni en la anterior... hasta que finalmente sus piernas no pudieron sostenerla más en pie y sus ojos se cerraron, desplomándose así desmayada.
Michael la sujetó al verla desfallecer, justo antes de que cayera al suelo y Steven agarró la caja de música al mismo tiempo.
En ese momento el viento se detuvo de súbito y pudo escucharse un extraño sonido que viajaba en el aire, mismo que había permanecido oculto hasta entonces...
—¿Qué es ese ruido? Suena como un... ¡¡helicóptero!! —exclamó Daphne extrañada.
En ese preciso instante, un moderno helicóptero de tipo ejecutivo, negro y sin identificaciones, muy propio de la Corporación, emergió de manera inesperada, elevandose por el borde de la terraza, justo frente a todos.
Una vez más, delante de ellos aparecía la corporación Rottweiler; demostrando que el poderoso grupo era como una implacable sombra que, al menor descuido, les pisaba los talones y era imposible de dejar atrás...
Trampa perfecta
Sylvia los había encontrado nuevamente; fue gracias a que el escuadrón Centurión estuvo siguiendo a Steven, Daphne y Karen en su derrotero desde Austria sin perderles el rastro... y esta vez los tenía cercados a todos en la cima de un edificio.
Volando a baja cota y siguiendo el curso del río Sena, el anónimo helicóptero de la Corporación se había mantenido perfectamente oculto de los radares franceses, internándose así en la ciudad de una manera clandestina, sin haber notificado ni siquiera su plan de vuelo.
A bordo del mismo, Sylvia comandaba toda la operación.
Viajaba sentada delante justo al lado del piloto, mientras que en la parte trasera de la aeronave iba Valery, lista para actuar.
En tierra, sus fuerzas las conformaban el escuadrón Centurión de Ryker y una división entera de hombres pertenecientes a la sociedad Íbice, todos enlazados por radio y equipados con transmisores GPS, lo cual le permitía a Sylvia el desplazarlos por la ciudad y ubicarlos en posiciones estratégicas de modo rápido y preciso.
Desde una órbita geoestacionaria baja, en el espacio, un satélite espía perteneciente a la corporación Rottweiler, equipado con potentes ópticas de largo alcance, brindaba información detallada de toda en la superficie, con una vista en tiempo real de París que era enviada directamente a la computadora portátil de Sylvia; gracias a eso, ella podía ver hasta el más mínimo detalle de la ciudad, y todo desde una estratégica perspectiva cenital para coordinar así sus fuerzas.
Para Sylvia era como si de un gran juego de ajedrez se tratara...
En ese momento el escuadrón Centurión a pleno se concentraba en los alrededores del hotel, rodeándolo completamente. Valiéndose de varios autos, controlaban todas las posibles rutas de escape, mientras que Ryker los comandaba desde la misma camioneta que había usado como centro de mando móvil en la fallida operación de Amsterdam.
Así se cerraba la trampa, evitando que alguien pudiera escapar de ella.
—La Corporación nos encontró. ¡¡Rápido, hay que salir de aquí... Métanse adentro del hotel!! —gritó Steven y todos corrieron para refugiarse en el penthouse... todos a excepción de él mismo, que se quedó en la terraza sosteniendo la caja de música entre sus manos y por encima de su cabeza:
—¡¡¿La quieres, Sylvia?!! Pues... ¡¡vas a tener que quitármela primero!! —gritó llamando toda la atención hacia sí y poder de este modo darle tiempo a los demás para ponerse a salvo.
La puerta lateral del helicóptero se abrió de inmediato; tras ella apareció Valery armada con un poderoso rifle de alto poder y gran precisión.
—Manténlo estable —le ordenó Sylvia al piloto—. Encárgate de él, Valery.
—Será todo un placer —mencionó Valery susurrando sus palabras mientras apuntaba hacia Steven y se relamía el labio inferior, sonriendo sádicamente...
Una fracción de segundo después, Steven quedó en el centro de la retícula de su mortal rifle y en ese instante, con la frialdad de un cazador, Valery disparó.
La bala fue directo a su objetivo, empero, su presa no sería tan sencilla de matar.
Esperando el momento justo y con un rápido salto, Steven esquivó el certero ataque, logrando ocultarse por detrás de una de las grandes macetas con plantas que decoraban la idílica terraza.
—Solo retrasas lo inevitable, Steven —dijo Sylvia disfrutando del letal juego del gato y el ratón que había comenzado... y en donde ella era la depredadora:
—Rodéalo —le ordenó a su piloto y el helicóptero comenzó a dar una vuelta para proporcionarle a Valery otra línea de disparo directa hacia su blanco.
Steven abrió su saco tomándolo de la solapa e hizo el gesto de agarrar su revólver, pero grande fue su sorpresa al comprobar que la funda de su arma, la cual llevaba bajo el brazo, se encontraba vacía, recordó en ese instante que lo había dejado en su habitación junto con el equipaje.
Tenía que improvisar algo, su situación se había vuelto ahora muy comprometida: su adversario era una francotiradora experta y se encontraba en una posición elevada, mientras que él estaba en terreno abierto... y no podía ni siquiera devolver el fuego.
Claramente se encontraba indefenso y a merced del enemigo.
—De mi no escaparás, Steven —sentenció Valery mientras pasaba otra bala a la recámara de su arma y se aprestaba para eliminarlo.
Con el tiempo justo para una reacción desesperada, Steven pensó «el helicóptero se esta moviendo para tener un vector de disparo limpio, no voy a tener otra oportunidad como esta. ¡¡Ahora es cuando... ahora o nunca!!»
En ese instante salió corriendo en zigzag para dificultarle el ataque a su letal agresora.
Al verlo escabullirse, Valery no quiso esperar a que el helicóptero terminase su maniobra y comenzó a dispararle, al tiempo que, Steven, guareciéndose entre los objetos sólidos de la terraza, trazaba una ruta de escape hacia el penthouse.
El blanco móvil realmente le complicó su tarea a la mortal Valery quien disparó una y otra vez fallando en cada ocasión por centímetros a su objetivo.
—¡¡Por Dios, va a matarlo!! —exclamó Daphne desesperada desde el salón del cuarto.
Sin embargo, Steven era muy rápido y su entrenamiento militar muy bueno, con agilidad, astucia y arrojo, finalmente logró llegar con los demás y ocultarse en la precaria seguridad que les brindaba la habitación del hotel.
—¡Aléjense de las ventanas! —les indicó Steven a todos mientras él cerraba las cortinas.
—¡¿Estás completamente loco, Steven?! ¡¿Por qué los provocaste de ese modo?! ¡¡Creí que te iban a matar!! —le reprochó Daphne aterrada y con su rostro desencajado.
—Alguien tenía ser el señuelo para mantenerlos ocupados mientras los demás se ponían a salvo... yo simplemente era la mejor opción —le contestó él con fría serenidad militar, aunque bastante agitado como consecuencia de su temeraria acción—.
Estamos solos aquí arriba, si Sylvia logra arrinconarnos en este punto, en la privacidad de esta cima, no se va a contentar simplemente con obtener la caja de música: ¡nos va a matar a todos!... la conozco muy bien y no me cabe duda de eso —agregó mientras aflojaba su corbata e iba por su bolso de mano.
Acto seguido, se lo entregó a Michael diciéndole:
—Aquí está mi revólver completamente cargado y hay una caja con balas extra, quiero que mantengas a ese helicóptero a raya... no lo dejes descender en la terraza y ten mucho cuidado con Valery, es una francotiradora muy buena, si te atrapa en su mira, aunque sea solo por una fracción de segundo, te asesinará sin dudarlo.
Entonces, mirándolos a todos, les planteó:
—Sé perfectamente como son las tácticas de la Corporación en sus operaciones, Silvia no se hubiera mostrado ante nosotros si este edificio no se encontrara ya cercado.
Acto seguido, Steven tomó el teléfono de la habitación y llamó a la recepción del hotel...
—Aló, ¿recepción? Hablo desde el penthouse, quiero alertar que en este momento un helicóptero sin identificación rodeando la terraza y apunto de descender...
¡Me parece ver a varios hombres armados dentro, creo que son terroristas y que planean algún tipo de atentado!
¡¡Den aviso a la policía y que sea urgente; el hotel entero se encuentra en un grave peligro!! —exclamó y colgó.
De este modo, Steven pretendía complicar el avance de los hombres de Ryker imponiéndoles un límite de tiempo para completar su operación...
—Necesito ahora cinta adhesiva transparente —solicitó Steven.
—Yo tengo un poco en mi cartera —le respondió Daphne y juntos, fueron al dormitorio del cuarto.
Daphne comenzó a buscar la cinta en su cartera... sin embargo, al ver que se demoraría, Steven se la quitó de las manos y volcó todo su contenido sobre la cama.
En cuanto vio la cinta la tomó y con ella comenzó a sujetar su propio teléfono celular de su antebrazo, dándole varias vueltas para que quedara sujeto de manera bien firme y no se cayera con facilidad.
—Pero ¿qué es lo que estás pensando hacer? —le preguntó Daphne preocupada, agarrándolo fuertemente del brazo y temiendo ya algo muy peligroso.
—Esta es la única manera, Daphne... acéptalo por favor.
—¡¿Manera de qué, se puede saber?! ¡¡Habla claro, por favor!! —le repreguntó ella lanzándole una mirada de reproche.
—Estamos rodeados de enemigos, lo primero que hay que hacer es romper su cerco. Tengo que salir de este hotel y continuar siendo su señuelo para alejarlos de aquí lo más que pueda.
—¡No! De ningún modo. ¡¡Definitivamente no!! Casi te mataron recién, ahí afuera. Ni se te ocurra alejarte de mí ahora —le ordenó entonces Daphne levantando su dedo índice—.
Tú te quedarás aquí, atrincherado junto con nosotros y esperaremos a que llegue la policía —enfatizó finalmente entre asustada y enojada por lo arriesgado del plan de Steven.
—Daphne, no tenemos munición suficiente como para contener a todo un escuadrón de ataque de la Corporación.
Los conozco bien... tomarán esta habitación por asalto, nos matarán a todos y luego huirán en el helicóptero; las fuerzas de seguridad parisinas nunca llegarían a tiempo.
¡Toda esta operación habrá finalizado en menos de cinco minutos!
El plan de Sylvia es perfecto, y ya nos tiene en jaque, por favor entiéndelo.
Daphne, impotente y asustada, lo miró a los ojos sin saber que decirle y solo atinó a rogarle lagrimeando:
—Dame tu palabra de que no morirás... ¡Júralo, Steven!, y te dejaré ir. Sé que no vas a mentirme.
—Solo te puedo asegurar que los salvaré, Daphne —le contesto él sosteniéndole una mirada cargada de tristeza y pena.
La tomó entonces del rostro con ambas manos y con sus pulgares apartó las lágrimas que rodaban por el rostro de ella... Entonces acercó sus labios dispuesto a besarla... pero fue interrumpido de súbito:
—Perdón por esta intromisión, pero no pude evitar escuchar lo que discutían —dijo Karen parada junto al marco de la puerta—.
Dime, Steven, ¿cómo piensas hacerlo? Tendrás un plan en mente, me imagino —agregó y entró en la habitación para intentar averiguar si una vez más otro de sus sueños premonitorios se estaba convirtiendo en una escalofriante realidad.
—Voy a usar el GPS de mi móvil para poder guiarme por las calles de París —le respondió Steven al tiempo que activaba la función de geolocalización de su teléfono y comprobaba el mapa de la ciudad—.
La caja de música es lo que buscan por sobre todas las cosas. Bajaré con ella en mis brazos y en cuanto me vean es seguro que todos irán tras de mí como una jauría de lobos hambrientos.
Para escaparme, robaré una moto, que es un vehículo pequeño, rápido y maniobrable, perfecto para escabullirse por las calles de una ciudad atestada de tráfico como esta.
Me alejare hacia el norte; ellos me seguirán, pero los perderé en el tránsito; son las nueve de la mañana, estamos en hora pico y me aprovecharé de ello.
—No... creo que no lo vas a lograr, Steven —le manifestó Daphne buscando cualquier falla en su arriesgado plan—. Ellos van a usar sus drones nuevamente y te seguirán con ellos, no los vas a perder tan fácilmente.
—¿Se te ocurre algún otro plan, amor? —le preguntó él en tono de reproche.
—El tuyo no es un plan, ¡es un sacrificio! ¡Te van a matar y lo sabes bien! —le respondió ella enojada y desafiante.
—Una vez dije que con gusto moriría por ti, Daphne... tal vez sin saberlo me estaba anticipando al día de hoy.
—¡No pienso dejar que salgas de aquí con ese plan suicida! —le gritó ella llegando a un paroxismo de desesperación.
—No hay nada que puedas hacer para evitarlo —fue la calmada respuesta de él.
En ese instante Daphne sintió como si su corazón fuera estrujado en un fuerte puño que lo apretaba sin piedad y se puso a llorar desconsolada... Steven tenía razón y de estar ella en su lugar, sin dudarlo haría lo mismo.
—¿Cómo piensas volver cuando los pierdas, Steven? —le preguntó Karen mientras tanto.
—Iré rumbo a la Gare du Nord, conozco bastante bien esa estación de trenes; a esta hora va a estar lo suficientemente concurrida de gente como para mezclarme entre ellos y volver sin problemas.
En las grandes estaciones ferroviarias de París, el sistema de trenes se fusiona con el de metro, así que desde allí volveré en un subterráneo y me reuniré con ustedes aquí nuevamente.
Según el mapa, en la esquina noroeste de la cuadra en la que estamos hay una estación de metro... Para ese momento, estimo que la policía francesa ya habrá llegado aquí; este hotel estará sitiado por las fuerzas de control oficiales y será una zona segura.
—Que tengas suerte entonces, Steven —le dijo Karen calmada y con una fingida sonrisa, dejándolo irse de la habitación junto con Daphne, quién salió llorando desconsolada detrás de él.
Daphne parecía ser la más angustiada por Steven, pero no era así; Karen estaba mucho más preocupada aún... basada en su sueño, ella sabía que él se dirigía directamente hacia su muerte.
Luego de su despertar, Karen había comenzado a sentir un fuerte e inexplicable impulso por protegerlo y su deseo iba mucho más allá del de preservar su propia vida; sin darse cuenta, sus recuerdos como la madre que fue de él estaban tomando las riendas de sus sentimientos, solo que, a diferencia de Daphne y detrás de su aparente frialdad, Karen elucubraba un plan para ayudarlo, adelantándose al futuro.
Habiéndose quedado sola y sin que nadie hiciera hincapié en ella, fue hasta la cama, en donde habían quedado las cosas de Daphne todas desparramadas y tomó prestado su teléfono celular.
Mientras tanto, sujetándolo del saco, Daphne estaba dispuesta a retener a Steven por la fuerza...
—¡Mientras perdemos el tiempo aquí, los hombres de Sylvia seguramente ya vienen subiendo por el ascensor, Daphne!
Si me quedo, todos moriremos; si me voy, habrá al menos una esperanza —le planteó Steven apoyando su frente contra la de ella, en lo que podía ser su despedida final.
Con su rostro cubierto por lágrimas, Daphne lo besó, fue un beso rápido y corto, el cual esperaba ser continuado en el futuro bajo mejores condiciones... y entonces, con todo el dolor de su alma, lo soltó.
—Una vez que salga por esa puerta quiero que la cierren con llave y la traben por dentro con algunos muebles. No dejen que nadie entre por ella hasta que llegue la policía —ordenó Steven finalmente; Michael asintió con su cabeza para que retirara con la tranquilidad de que él se encargaría de toda la situación en el penthouse.
Así, Steven salió de la habitación con cautela y avanzó por el pasillo con paso presuroso, con él llevaba la tan buscada caja de música.
Se dirigió raudo hacia las escaleras y bajó unos pisos para despistar a los hombres de Sylvia en el caso de que estuviesen controlando los ascensores; luego tomó un ascensor directamente hasta la planta baja para huir más rápido.
Al llegar al vestíbulo del hotel, y con varias vías de escape a su alcance, se dio cuenta de que había actuado más rápido que sus enemigos... no había señales de los hombres de Sylvia por ningún lado.
Se aseguró entonces de ir con la ostentosa caja de música a la vista de todo el mundo, con la esperanza de que alguno de los elementos de la Corporación, que deberían estar seguramente desplegados por toda el área, lo viese y se lo informase a Sylvia, para que así ella ordenase su persecución y captura inmediata...
Su intención no tardó en concretarse, aunque de un modo que Steven no esperaba, ya que cuando estaba llegando a la entrada principal del hotel, se encontró con que del otro lado de la puerta y como a veinte metros de distancia, también estaba concurriendo su hermano Erick, quien en ese instante comenzaba a subir por la escalinata del frente.
En cuanto ambos hermanos se vieron, quedaron inmóviles, sus ojos se enfocaron entre sí y el tiempo se detuvo para los dos mientras se evaluaban mutuamente...
Las que otrora fueron miradas de amor fraternal e incondicional, eran ahora de encarnizada rivalidad. El incidente vivido por ambos en Austria había sido solo un preámbulo... Ahora, entre ambos estaba a punto de desatarse una lucha total, en la que solo uno prevalecería...
Steven salió corriendo por dentro del vestíbulo del hotel, directo hacia el estacionamiento del edificio.
—Acabo de hacer contacto visual con Steven. ¡Está en la planta baja del hotel y lleva la caja de música con él! —notificó Erick de inmediato por radio mientras subía por la escalinata de a trancos.
La orden de Sylvia no se hizo esperar, fue clara y contundente:
—¡La caja es el único objetivo ahora! Quiero que cerquen la zona y procedan con su obtención... no importa nada más.
Mientras tanto, Steven buscaba desesperadamente un medio de escape:
«Ahora solo necesito una moto», pensó mientras recorría el primer piso del estacionamiento, sin embargo, no había ninguna...
«No puede ser... necesito algo para huir», pensó y en ese instante vio a un joven que estaba dejando su motocicleta estacionada.
Aunque no era deportiva, se trataba de una moto de gran cilindrada, era un modelo clásico y algo antiguo que seguramente había recorrido infinidad de rutas pero que estaba en excelentes condiciones y era perfecta para poder huir.
De improviso, Steven sorprendió al joven, y sin darle tiempo ni de quitarse el casco, lo arrojó al suelo de un fuerte sacudón, atontándolo con la caída; aseguró la caja de música en el pequeño portaequipajes trasero de la moto y salió huyendo.
—¡El objetivo acaba de salir del estacionamiento del hotel! Se desplaza en una moto potente; la caja va en ella —reportó Erick al verlo escapar.
En ese momento Steven pasó a toda velocidad junto a la camioneta de Ryker, pero lo hizo en sentido contrario a la circulación del tránsito para así dificultar cualquier maniobra de persecución.
—¡¡Ryker!! Consigue esa caja de música a como de lugar y ¡no midas las consecuencias!; haz lo que sea necesario para obtenerla —le ordenó Sylvia, dando de ese modo su autorización para el uso de fuerza letal en una zona pública.
—Todos a sus vehículos: ¡rápido, lancen los drones aéreos o lo perderemos! —ordenó Ryker de inmediato.
—No lo perderás —le dijo Sylvia sonriendo— y puedes guardar tus juguetes aéreos, Ryker... aquí tengo algo mucho mejor.
Steven ya no podrá escapar de nosotros, el satélite lo ha captado y lo está siguiendo. Puedo verlo perfectamente y ahora tú, y tus hombres, también lo harán —dijo mientras pulsaba una tecla de su ordenador, empezó así a retransmitir a todos los vehículos del escuadrón Centurión la ubicación de su presa, en vivo.
De ese modo había comenzado una cacería humana que abarcaría rodo París...
Guiados certeramente por la información de Sylvia, los hombres de Ryker comenzaron a aparecer ante Steven de manera imprevista bloqueándole con sus vehículos todas sus vías de escape; por su lado, él, con la agilidad que su moto le brindaba, lograba sortear a los autos fácilmente... aunque con mucho riesgo de colisionarlos.
De a poco, el plan de Steven parecía funcionar: al ver a los autos del escuadrón Centurión acercársele, solo le bastaba una fugaz mirada de reojo a su antebrazo para ver la pantalla de su teléfono móvil para cambiar de ruta, trazando de ese modo un nuevo curso alternativo hacia la estación de trenes mientras dejaba a sus enemigos atrapados en el tráfico.
El centro parisino estaba mucho más atestado de tránsito que de costumbre y pronto la huida se volvió frenética para Ryker y sus hombres, quienes, al no poder acercarse a su objetivo, comenzaron a perderlo...
Sin embargo, el helicóptero de la Corporación sería mucho más difícil de burlar. Gracias a la certera información del satélite, su hábil comandante pronto dio con Steven.
—Ahí va Steven con la caja —señaló Sylvia en cuanto lo divisó—. ¡Síguelo, qué no se te escape! —le instó a su piloto.
—Entendido —respondió el comandante mientras bajaba la altura de vuelo para acercarse a Steven, él no le perdería el rastro...
«Bien, sígueme y alejate del hotel, Sylvia. En cuanto llegue a la estación no me verás más ni tú ni tus malditos esbirros», pensó Steven al verla mientras continuaba huyendo confiado.
Sin embargo, a poco de llegar a la Gare du Nord, su plan sería anticipado por la astuta Sylvia, que siempre intentaba estar un paso por delante de su oponentes:
«¿Hacia donde te diriges, Steven? No me imagino que te estes aventurando al azar, ese no es tu estilo... ¿Cuál es tu plan de escape?», pensaba mientras deslizaba su dedo índice sobre la pantalla táctil de su computadora, moviendo el mapa de París:
—No puedes huir por siempre. La mejor jugada que tienes sería bajarte de la moto y... ¡Lo tengo! —exclamó eufórica y al instante ordenó—. ¡Atención, división Íbice! Separense en dos unidades y diríjanse a las estaciones Gare de Nord y Gare de l'Est y controlen sus principales ingresos.
Steven se dirige hacia alguna de ellas, planea mezclarse entre el público y desaparecer en el sistema de metro de la ciudad. No se lo permitan. ¡Deténganlo en cuanto lo vean!
La deducción de Sylvia fue devastadora para el plan de Steven que, en cuanto llegó a la Gare du Nord, reconoció a sus enemigos y no pudo descender de su vehículo, emprendiendo ahora una huida sin destino.
—¡¿Dónde están tus hombres Ryker; se puede saber?! —preguntó iracunda Sylvia por la radio.
—Nos retrasa el tránsito, nuestros vehículos no pueden avanzar con velocidad, Sylvia. ¡¿Qué quieres que haga?!—le respondió enojado el líder del comando.
—Olvídate de una persecución directa y dirige a tus hombres a estas coordenadas que te estoy pasando ahora —le indicó Sylvia enviándole varias ubicaciones—. Iremos conduciendo a Steven hacia las afueras de París y cuando se encuentre en una zona de menor tráfico, estará a nuestra merced.
La eficaz estrategia de Sylvia funcionó a la perfección. Los vehículos del escuadrón Centurión fueron obligando a Steven a escaparse de una manera sistemática hacia el extremo norte de París.
En menos de un minuto atravesaron el bulevar periférico de la ciudad y la abandonaron definitivamente.
Ahora, circulando por la autopista A1 la situación se había vuelto mucho más favorable para Sylvia, aunque el tiempo se le agotaba:
—¡Vamos, Ryker... acelera! Esta persecución no la vamos a poder mantener por mucho más tiempo. Las autoridades francesas ya están en alerta total, los escucho en todas las bandas de radio. En cualquier momento enviarán helicópteros para interceptarnos y tendremos que abortarlo todo —dijo presionando al máximo.
—¡Aún hay mucho tránsito, Sylvia, no tenemos una moto como él!... ¡¡Hacemos lo mejor que podemos!! —le replicó Ryker frustrado.
—¡¡¡Sin tu asistencia por tierra, Steven se nos escapará!!! —le gritó entonces Sylvia ya furiosa.
—¡Yo lo atraparé! A mí no me eludirá —se escuchó en ese momento por la radio. Se trataba de Erick que, al igual que Steven, había robado una potente moto, muy moderna y deportiva en su caso, y con la cual se unía a la cacería de su hermano.
Sin poder salirse de la autopista y con el helicóptero de la Corporación siguiéndolo de cerca, Steven no podía hacer mucho ya... salvo huir sin detenerse.
Había logrado con éxito alejar a las fuerzas de la Sylvia de sus seres queridos, el hotel ya se encontraba asegurado por comandos de élite de la policía francesa; ahora, solo le faltaba mantenerse a salvo por unos pocos minutos más para poder salir vivo de esta situación...
Sin embargo, esos pocos minutos serían también tiempo suficiente para que sus perseguidores se le acercaran y a casi cuatro kilómetros de los límites de la capital francesa, en la ciudad de Saint Denis, los vehículos del escuadrón Centurión le dieron alcance nuevamente; y esta vez, en una zona con muy bajo tránsito, Steven ya no podría escapar de ellos...
Una a una, sus rutas de escape fueron bloqueadas hasta quedar completamente rodeado en un radio de no más de treinta metros, en el medio de una plaza, la place aux Étoiles, justo delante de la entrada principal de una estación de trenes: la Gare du Stade de France.
El lugar era un área llana, despejada y muy abierta, en donde era imposible esconderse... allí Steven se detuvo para evaluar su situación.
«Parece que esto es todo, me atraparon», pensó Steven rindiéndose al fin.
—¡Lo tenemos! De a pie ya no podrá huir —dijo Sylvia—... Cuando aterricemos, yo personalmente me acercaré a él y tomaré la caja de música, tú me cubrirás con tu rifle, Valery —agregó al tiempo que su helicóptero se acercaba, listo ya para descender.
Se escuchó entonces una alarma ferroviaria y varias luces rojas se encendieron en la señalización de la estación:
Un tren se acercaba desde el norte y la advertencia era para mantener las vías despejadas, ya que el mismo no se detendría en la estación, continuaría de manera directa hasta la ciudad de París.
En ese momento, donde solo le restaba claudicar o dar hasta el último aliento, Steven observó el intrincado sistema de rampas de la estación y tuvo una idea que tal vez podría funcionar...
Consultando el mapa de su celular con rapidez, pudo ver que las vías de trenes que pasaban por ese lugar, también conducían directamente hacia su frustrado objetivo inicial: la Gare du Nord y allí se conectaban con el sistema de metro de la ciudad.
«Si logro llegar hasta los túneles del subterráneo parisino ya no podrán seguirme, solo tengo que alcanzar las vías y luego ir por ellas hasta la estación central», pensó.
Sería un peligroso trayecto de casi cuatro kilómetros en donde quedaría a merced de Valery y su arma, en una ruta descubierta y sin salidas laterales... pero ya no tenía más opciones.
En ese instante vio una puerta de acceso a los andenes por la que podría pasar con su moto, y sin más preámbulos aceleró directo hacia ella.
El motor de su vehículo rugió de una manera ensordecedora, como nunca antes lo había hecho y con un fuerte golpe las atravesó.
Con ese simple acto, ya había dejado atrás a los rodados de Ryker que no podrían seguirlo allí por ser demasiado grandes para pasar por las puertas.
—Pero... ¿qué está haciendo ahora? —se preguntó Valery mientras veía maniobrar a Steven por las rampas hasta descender a las vías con la moto—; en las vías está acorralado, no hay salidas laterales a lo largo del trayecto. No podrá escaparse así.
—Al contrario. Estas vías llegan hasta la Gare du Nord. Se dirige hacia ella, si logra llegar hasta allí, entrará en el sistema de túneles del subterráneo en donde lo perderemos con seguridad —le respondió el piloto mientras se elevaba y comenzaba a perseguirlo.
—¿Cuanto falta para que llegue? —le preguntó Sylvia.
—¿A la velocidad que va?... estimo que no más de cinco minutos, pero lo puedo tener en rango de ataque para la francotiradora en menos tiempo —respondió el piloto.
—¡Pues hazlo, entonces! —le ordenó Sylvia sin dudarlo.
Fue así que el piloto se concentró solo en ganarle esta mortal carrera a Steven.
—Valery, ¿crees que a esta distancia podrías darle? —le preguntó Sylvia visiblemente tensa.
—Por supuesto que sí —fue la respuesta confiada de su subalterna.
—¡Adelante! Ejecútalo y terminemos con todo esto cuanto antes —dijo Sylvia con absoluta frialdad.
El piloto se posicionó en un vuelo bajo, con su trayectoria paralela a las vías férreas y al costado izquierdo de ellas para así darle un ángulo de ataque a Valery, quien apuntó... y disparó, pero falló... nuevamente disparó, y volvió a fallar...
—Creo que te sobrestimas, Valery —comentó Sylvia, disimulando su irritación con un sarcasmo.
—No es fácil apuntar a un blanco en movimiento desde un helicóptero en avance... y mucho menos con este viento en contra, son muchos los factores que tengo que considerar —le respondió Valery defendiéndose mientras se alistaba para su siguiente ataque.
A medida que el helicóptero se acercaba a su objetivo, los disparos de Valery se fueron haciendo cada vez más certeros.
«¡Maldita sea...! Si no logro ocultarme en un túnel, Valery va a terminar acertándome con alguno de sus disparos, está afinando su puntería», pensó Steven al ver como las balas impactaban en el suelo alrededor de él... y cada vez más cerca.
Fueron así tres tensos minutos los que transcurrieron hasta que el helicóptero logró acercarse a Steven a una distancia apropiada para un disparo efectivo.
—Estamos en rango de ataque, voy a estabilizar el helicóptero para facilitar el disparo —dijo una vez más el piloto y detuvo el avance de su aeronave en el lugar, manteniendolo en la altura lo más quieto posible.
Valery apuntó cuidadosamente, sabía que podría disparar de tres a cinco veces antes de que Steven huyera definitivamente por los túneles del metro.
Su primer disparo impactó en las vías de acero, a solo diez centímetros de la rueda trasera de la moto, saltaron chispas con el impacto del acero.
Volvió entonces a apuntar y disparó, pero nuevamente falló.
—¡¡¡Acierta de una buena vez por todas!!! —le gritó Sylvia impaciente.
Valery disparó por tercera vez... y esta vez la bala fue directamente hacia el cuerpo de Steven; pero, faltando pocos metros para darle, impactó en un poste, desviándose.
—¡¡No puedo!! No tengo una línea de disparo limpia, todos esos cables eléctricos y postes de los bordes de las vías me estorban —se quejó Valery desesperándose.
—Desciende al ras del suelo y ponte en el medio de la vía —le ordenó Sylvia al piloto.
—No puedo. Viene un tren hacia la estación, ¿qué no lo ve, acaso?
—Haz lo que te ordeno —le recalcó Sylvia desoyendo al hombre.
—Es una locura ponerse delante de un tren que va a estar aquí en menos de un minuto.
Aunque el conductor nos viera, nos embestiría. Nunca podría frenar a tiempo —le respondió el piloto.
—Acabo de darte una orden... cúmplela —le dijo Sylvia bajando el tono de su voz.
—Con todo respeto, señora directora, no pienso morir por una orden suya.
—Te facilitaré tu decisión entonces —propuso Sylvia sacando una pistola automática y apuntándole directamente a la cabeza—. ¿Crees que ese tren es peligroso?... yo lo soy más.
O te arriesgas con el tren, o te mataré aquí mismo.
—Si yo muero, el helicóptero caerá... y los tres moriremos —le respondió el asustado hombre titubeando.
—No soy una experta, pero creo que yo también podría pilotar esta aeronave si lo intentara —sugirió Sylvia, tomando la palanca de mandos del copiloto con su mano libre—. Creo que correré el riesgo luego de dispararte —sentenció.
Ante esa alternativa y habiendo escuchado una infinidad de historias sobre cuan impulsiva y temeraria era Sylvia, el piloto decidió acatar la suicida orden y puso su helicóptero justo sobre las vías del tren, perpendicular a ellas; y lo estabilizó nuevamente, solo que a menos de un metro de altura esta vez.
—Ahora sí... tengo una línea de disparo absolutamente perfecta, no fallaré —dijo Valery, sonriendo con malicia.
—Tenemos pocos segundos antes de que ese tren nos arrolle —le enfatizó el piloto a la francotiradora, apurándola...
Segundos después, el maquinista del tren distinguió al helicóptero a varios cientos de metros por delante de él, detenido en el aire y casi sobre las vías férreas...
Era una inevitable trayectoria de colisión que solo podría retrasar un poco. Confundido y desesperado, el hombre accionó los frenos de la locomotora y comenzó a hacer sonar la bocina de manera intermitente, pretendiendo así alertar así al comandante de la aeronave para que se apartase cuanto antes de allí.
«Si, lo sé... ya te vi», pensó el piloto mirando directamente al tren que se le venia encima. Comenzando a transpirar de los nervios, estaba con sus manos listas en los controles, dispuesto sacar su helicóptero de allí en cuanto Sylvia esbozara solo la primer sílaba de su orden.
Valery apuntó cuidadosamente, contuvo su respiración esperando el momento justo y cuando tuvo la oportunidad perfecta, disparó una vez más, la letal bala fue hacia su objetivo, pero el disparo arranco el espejo retrovisor izquierdo de la moto.
—¡¡No...!! ¡¿Por qué?! —exclamó frustrada—. ¡Fallé apenas, casi por nada! —agregó pasando otra bala en su arma.
—¡¡Pero fallaste, estúpida!! —le reprochó Sylvia.
El tren comenzó a hacer sonar su bocina de manera continua para advertir del inminente impacto mientras estelas de chispas saltaban de todas las ruedas de la formación.
—En menos de diez segundos el tren nos embestirá —dijo el piloto sin sacar la mirada del bólido que se les aproximaba y una gota de sudor se deslizaba por el costado de su frente.
—Último disparo, Valery... no puedo darte más tiempo —sentenció Sylvia.
—Eso es todo lo que necesito —respondió la letal francotiradora.
Valery apuntó directo al centro de la espalda de Steven, la bala atravesaría su corazón sin duda. Apoyó su dedo en el gatillo, tomó aire una vez más y esperó el instante oportuno para disparar... pero, en ese momento, otro hombre en una moto se cruzó en su retícula, era Erick que aún continuaba con su persecución y estaba dispuesto a atrapar a Steven por amor propio.
—¡Perdí el blanco, ese idiota se cruzó en medio de mi línea de ataque! —exclamó Valery abortando su disparo.
—¡¡¡Sacanos de aquí, ya mismo!!! —ordenó Sylvia al piloto, quien le obedeció al instante, elevando el helicóptero justo unos segundos antes de ser chocado por el tren; la turbulencia lo sacudió bastante haciéndole pegar unos coletazos, pero el hombre pudo controlarlo...
Encendiendo sus luces, las motos se metieron en los peligrosos tuneles del subterráneo y la persecución continuaría así, solamente entre ambos hermanos.
«No vas a escapar de mí», pensó Erick mientras aceleraba.
«Nunca me atraparás, si hay algo en lo que soy bueno es en pilotar motos, no sabes a quien te enfrentas, querido hermano... pero pronto lo averiguarás», pensó Steven por su lado.
El duelo entre los dos había comenzado nuevamente y esta vez la persecución se tornaría más peligrosa que nunca.
Del mismo modo en como las serpientes se mueven veloces en la oscuridad de sus cuevas, saliendo inesperadamente para atacar a sus presas, los diferentes trenes subterráneos surgían de los tuneles parisinos, sin previo aviso... y a toda velocidad.
En varias oportunidades las motos estuvieron a punto de ser embestidas por los bólidos ferroviarios, pero gracias a su agilidad de maniobra, la habilidad de sus pilotos y mucha suerte, pudieron saltar de vía en vía esquivando a la muerte.
Cuando atravesaban las estaciones, los pasajeros veían atónitos a los vehículos pasar en aquella frenética cacería subterránea.
Algunas personas intentaban tomarles fotos mientras que otros notificaban a las autoridades lo que estaba ocurriendo.
«Tengo que salir de aquí, solo es cuestión de tiempo para terminar chocando con alguno de estos trenes subterráneos», pensaba Steven sin saber hacia donde dirigirse.
Repentinamente, vio entre las penumbras y a lo lejos, un túnel en donde había una balizas colocadas en medio de las vías.
«Seguramente es una zona que está en mantenimiento», pensó y se dirigió directamente allí.
Consiguió así llegar hasta una estación que se encontraba cerrada al publico y en remodelación, aunque con Erick pisándole los talones.
Viendo que no podía atraparlo y que Steven seguramente terminaría huyendo, Erick decidió hacer una jugada muy peligrosa y de dudoso resultado:
Confiando en el extraño blindaje que el destino le daba ante situaciones extremas, aceleró a tope su vehículo y embistió desde atrás a la moto de Steven con toda la fuerza que pudo.
El choque fue simplemente, brutal... perdiendo completamente su estabilidad las motos cayeron...
Saltaron chispas y pequeños pedazos de carrocería por todos lados mientras los vehículos rodaban sin control dando tumbos por el suelo al tiempo que sus pilotos eran despedidos con violencia de ellas.
Todo se volvió confuso y caótico para ambos hombres que, luego de rodar por decenas de metros y golpearse por todos lados, quedaron casi desmayados... recobrando la conciencia pocos segundos después del impacto.
Steven, con su visión aún borrosa, trató de identificar donde había quedado su moto, la pudo ver tirada como a diez metros de donde el había él quedado, su motor estaba detenido y la caja de música permanecía firmemente asida a ella.
Trató entonces de levantarse del piso pero un agudo dolor en su pierna derecha se lo impidió, casi no podía ni moverse del lugar en donde estaba.
Distinguió entonces la figura de un hombre que se aproximaba rengueando hacia él, era Erick, quien había corrido con una suerte algo diferente; sus heridas no parecían ser tan graves, aunque su cabeza sangraba y se sujetaba con su mano izquierda el costado derecho de su tórax.
Dolorido por los golpes recibidos y mientras caminaba, Erick comenzó a quitarse trabajosamente su raída campera de cuero para comprobar como estaba su brazo derecho que era el que más le dolía.
Cuando llegó a un metro delante de Steven, sacó su arma, una pistola automática de grueso calibre y le apuntó, el brillante punto rojo de su mira láser quedo fijado sobre la frente de Steven:
—Lo atrapé y lo tengo bajo mi control. Estoy en una estación del metro que se encuentra en remodelación —dijo a través su radio con su respiración entrecortada—. Solicito ordenes...
—Esperanos allí, Erick. Tenemos la señal de tu geolocalizador, ya estamos en camino —le contestó Sylvia satisfecha.
—Entendido —respondió Erick sin quitar la mirada de Steven que, desde el suelo y apoyado contra la pared del andén, miraba impotente como su propio hermano era usado por sus enemigos para cumplir con su oscura agenda.
—Tal parece que no te importase morir, hermano —le expresó Steven.
—Hace mucho que tiento a la muerte y siempre fallo, no importa lo que haga, el destino quiere que siga en este... purgatorio que llamamos mundo —respondió Erick con un aire reflexivo.
—¿Purgatorio? ¿Odias tu vida, acaso? —preguntó Steven soltando una ahogada risa con sorna— Eso es porque estás en el bando equivocado, Peter —le aclaró hablando dolorido y con bastante dificultad.
—¡¡Mi nombre es Erick!!
—¡Pero fuiste Peter en tu vida pasada!, ya es tiempo de que aceptes esa verdad; nosotros fuimos hermanos en tu vida anterior.
Erick lo miró incrédulo aunque internamente sentía y cada vez con mayor intensidad, los lazos que unían su alma a la de Steven... aunque Valery le había sugerido que esos lazos, lejos de ser fraternales, podían ser de rivalidad, enemistad y hasta odio.
La semilla de la duda intentaba echar raíces en su mente... ¿Podían realmente ser antiguos enemigos que volvían a cruzar sus caminos para saldar una vieja deuda de sangre?
—La corporación Rottweiler te ha estado utilizando para obtener esa caja de música que está allí —le reveló Steven señalando a la moto que el conducía.
Es un objeto muy importante para ellos y la buscan desde hace años, décadas... y tu fuiste el último en tener contacto con ella antes de morir en tu vida anterior.
Te mandaron por mí en un intento de que despertaras y recordaras su ubicación.
En cuanto la obtengan ya no te necesitarán más... ni a mí tampoco.
La mirada de Erick no cambió para nada, ni siquiera volteó para mirar hacia la caja, los esfuerzos de Steven por convencer a su hermano demostraban ser inútiles una vez más; la trama era demasiado críptica para que Erick la creyera en tan poco tiempo... y sin duda Sylvia llegaría antes... ya todo parecía perdido.
Sin embargo, el destino aún tenía una dramática carta más para poner en juego:
—¡Lo sabía! Así que aquí estás, Steven —dijo Karen apareciendo por un acceso lateral de la estación.
Erick, casi de manera automática, cambió su posición para tenerlos a ambos delante de su arma y su mira láser se posicionó sobre el pecho de Karen esta vez.
—Tranquilo, hijo... le estás apuntando con tu arma a quien fue tu madre.
Vine sola y estoy desarmada; no tienes nada que temer de mí, soy inofensiva para un hombre como tú —le informó Karen con tono seguro.
Erick lucía ahora sumamente nervioso y confundido.
La certeza en la mirada de Karen y su actitud de familiaridad lo hacían comenzar a dudar de su incredulidad acerca de todo lo que le estaban diciendo.
—¿Estas bien, Steven? —le preguntó Karen preocupada mientras se le acercaba y se agachaba junto a él en un rol de madre protectora.
—No lo creo, mi pierna... me duele mucho; es posible que tenga una fractura, no puedo ni siquiera ponerme de pie.
¿Cómo me encontraste aquí? —le preguntó él confundido.
—Tomé, digamos que prestado, el teléfono celular de Daphne... después se lo pediré —bromeó—. Supuse que ambos compartían sus ubicaciones por GPS. Luego me escabullí del hotel, tomé el metro y vine hasta la Gare du Nord... sabía que llegarías aquí tarde o temprano; hace ya varias noches que vengo teniendo un sueño premonitorio del que no te dije nada:
En él, vienes aquí y necesitas de mi ayuda... pero yo no estoy para dártela y siempre mueres.
No iba a dejar que eso pasara en la vida real.
Fui tu madre y ese sentimiento no ha cambiado para nada, hijo.
—No veo como podrás ayudarlo. Deberías haber traído algunos refuerzos contigo para eso. Lo tuyo no ha sido más que un error estratégico —analizó Erick, criticándola.
—No, hijo... no ha sido ningún error. Esto es un problema familiar nuestro y lo vamos a solucionar como la familia que fuimos —le respondió ella volteando hacia él y mirándolo directamente a los ojos... y esa mirada tenía algo que le provocó a Erick un leve escalofrío en toda su espalda.
La actitud de Karen, así como sus palabras, era relajada a pesar de la tensa situación... hasta manifestaban una inexplicable seguridad.
Podía ser tal vez por su entrenamiento como psicóloga o por la personalidad proveniente de su vida anterior manifestandose ante quienes fueron sus hijos, pero ella no lucía como una extraña ante ambos, sino más bien todo lo contrario.
—Erick, hijo... dejame decirte algo, si despertaras, como lo he hecho yo, te darías cuenta de que te han estado utilizando a su antojo quienes son tus verdaderos enemigos.
Veo que dudas de lo que te digo pero te demostraré que te hablo con la verdad... sé más de ti de lo que te imaginas.
Por ejemplo, a diferencia de Steven, tú siempre fuiste una persona muy independiente, Peter; tu padre y yo te apoyábamos en eso; te gustaba viajar, adorabas la playa y el clima tropical... Me imagino que en esta vida debes seguir siendo así —le expuso ella.
Erick meneó su cabeza hacia los costados, rechazando el intento de Karen de convencerlo, dada su vaguedad... pero ella insistió:
—Mira esa marca de nacimiento que tienes en tu antebrazo. ¿No tendrás otra en tu pierna, acaso? Me recuerdan a un accidente que tuviste a los quince años, ese día te rompiste el antebrazo izquierdo y la pierna derecha, tuviste fracturas expuestas, necesitaste de varias operaciones y más de un año para sanar completamente —sostuvo entonces Karen.
Erick quedó mirándola boquiabierto, la marca en su brazo estaba a la vista, pero... ¿cómo era posible que ella supiera sobre la marca en su pierna derecha?
Al ver su expresión, Karen continuó:
—En ese accidente también perdiste al amor de tu vida, Leilani. ¿La recuerdas a ella? Era una joven que conociste en Hawai...
En ese instante vino a la mente de Erick el pañuelo que había visto en la casa de los padres de Steven y recordó la foto de la chica polinesia.
Atónito y sin saber que decir, Erick dudaba cada vez más en como debía actuar.
La actitud de Karen era tan extraña para él; a pesar de estar encañonada por alguien que podría matarla simplemente moviendo su dedo, ella aparentaba no temerle en absoluto y sus palabras eran congruentes con los detalles de ese pasado que le estaban contando...
Cada vez más, todo parecía encajar como las piezas de un complejo rompecabezas.
En ese momento de extrema tribulación, las representantes del resto de las fuerzas en pugna llegaron a la escena para el desenlace:
—Parece que finalmente he triunfado —dijo Sylvia haciendo su aparición junto con Valery desde otra de las entradas de la estación—.
Hiciste un buen trabajo Erick —agregó al tiempo que se dirigía hacia la moto de Steven y la levantaba del suelo, parándola en su soporte:
—Por fin te encontré, era mi destino prevalecer donde todos los demás habían fracasado —expresó satisfecha y orgullosa mientras acariciaba la caja de música con una expresión de sumo placer.
—Ganaste, Sylvia. Te felicito... parece que el mal no siempre pierde, como todos creen —comentó Steven sarcásticamente.
—¿El mal, dices... La corporación para la cual trabajaste tantos años es el mal. Yo soy la mala en todo esto? —preguntó riéndose—. Te equivocas; aunque es comprensible, el débil siempre confunde al poder con el mal. Desde hace décadas la corporación Rottweiler solo trata de enmendar un antiguo error que ahora, con esta caja de música, llegará a su fin.
¿Realmente crees que nosotros somos los malos, Steven?
—El poder ejercido de manera despótica, siempre es algo maligno... y tú eres así, Sylvia, abusas de tu posición dominante —le replicó él.
—La tuya es una burda observación subjetiva. El poder es para ser usado por quien tenga el coraje necesario, y punto.
El destino es muy sabio, nunca se equivoca. ¿Por qué crees que el poder recae siempre en personas como yo y no en gente como tú? —le preguntó ella, desafiante y con desprecio.
—Como siempre hiciste, tergiversas la verdadera intencionalidad del destino y su accionar. El poder que ostentan las personas como tú es efímero, Sylvia... es solo un efecto secundario del libre albedrío influenciado por la ambición.
—Va a ser mejor que nos retiremos ahora que tenemos la caja en nuestro poder —sugirió Erick—. Con el alboroto que hicimos, la policía francesa no va a tardar en llegar hasta aquí, muchas personas nos vieron pasar con las motos corriendo en varias de las estaciones del meto, seguramente algunas de ellas ya lo habrán denunciado.
—Además, nos están buscando por todo París como si fuéramos terroristas —reafirmó Valery.
—Es una verdadera lástima no poder regodearme por más tiempo delante de ti, Steven —agregó Sylvia—. Sin embargo, aún voy a poder disfrutar de un último placer antes de irme...
¡Erick! Mata a Steven y a la mujer —con esa orden el pervertido sadismo de Sylvia la había llevado al extremo de querer hacer que el propio hermano de Steven lo matase, a ese punto llegaba el rencor que ella le guardaba en secreto.
—¿Matarlos...? Pero, ¡¿para qué?! En este momento asesinarlos a sangre fría ya es algo inútil.
No sé como seas tú, pero yo no mato sin un buen motivo, Sylvia... Es mejor que nos vayamos de aquí, ya conseguiste lo que querías, no hace falta derramar sangre —le respondió Erick negándose a obedecerle.
—Lo harás porque es una orden mía, Erick. ¡Obedece! —le enfatizó Sylvia entrecerrando sus ojos.
—No obedezco insensateces, no soy tu lacayo. Hasta ahora no ha muerto nadie, todo ha sido un simple desorden. ¡La policía nos va a buscar con mayor ahínco si hay cadáveres, idiota!
—¡¡Le estas hablando a tu superior!! —le reprochó Valery con una actitud agresiva al tiempo que se le acercaba a solo tres metros de distancia, haciéndole frente.
—¡Ella no es mi superior!, Ryker lo es —concluyo él bajando su arma.
—En esta operación, yo soy tu superior de mayor rango. Tu comandante trabaja para mí. ¡Obedece mi voluntad de inmediato, maldito mercenario rebelde! —exclamó Sylvia enfureciendose.
Desenfundó entonces de su muslera su pistola automática y se la lanzó a Valery, quien la tomó sin dudarlo y le apuntó a Erick directo al rostro para presionarlo aún más.
Las miradas que se cruzaban entre todos eran muy tensas...
A esta altura, Erick ya se cuestionaba absolutamente todo, en sus ojos, reinaba la desconfianza... Lo único que se tornaba cada vez más claro en su corazón era que no quería matar ni a Steven ni a Karen.
—¡Estúpido! ¡¿Por qué dudas?! No te das cuenta de que estos dos ya están muertos... Ejecútalos o lo haré yo misma, y luego te dispararé a ti también, por rebelarte —sentenció Valery.
Al ver como estaba planteada la situación, Karen se dio cuenta de que prácticamente ni Steven ni ella tenían ya salvación alguna, solo le quedaba una oportunidad, misma que de no funcionar sería el epitafio de ambos:
Recordó su charla con Michael en el hotel acerca de como sucedía el despertar por contacto físico directo.
Ya había visto como Steven lo había intentado con ella y con Erick en el restaurante de la universidad... y como había fracasado; sin embargo, Michael le había dicho que despertar de ese modo es mucho más factible cuando ambas personas comparten sus sentimientos y máxime, cuando uno de los que se tocan entre sí ya recuerda su vida anterior...
Ambas condiciones estaban ahora dadas: el estado mental de Erick lo había vuelto mucho más permeable en este momento y ella ya había despertado.
Karen podía ver la duda en la mirada de Erick y decidió apostar a que sus conocimientos sobre la actitud humana no fallarían.
Fue así que se dispuso a jugar su ultima ficha.
A sabiendas de que ella no representaba un peligro evidente para ninguno de los presentes, caminó hacia Erick con paso firme y decidido... y cuando llegó hasta él, tomó suavemente el cañón de su arma y lo dirigió hacia ella misma, colocándolo sobre su pecho, apuntando directamente a su corazón:
—Dispárame, hijo... si es lo que quieres, mátame. Haz lo que sientas que tengas que hacer —le dijo mirándolo a los ojos y en ese momento tomó la mano con la que él empuñaba su arma entre las suyas propias asegurándose de tocarlo bien... y simplemente esperó.
Era ahora o nunca, Erick tenía que despertar para ayudar a su familia o todo terminaría trágicamente.
El letal disparo se retrasó por un instante...
Luego por dos...
Erick comenzó a transpirar de una manera muy profusa, su respiración se alteró visiblemente, se volvió superficial, entrecortada y aceleró su ritmo; su mano comenzó a temblar y su rostro, ahora pálido, adoptó una expresión de estupor.
Miraba a los ojos de Karen fijamente y en ellos comenzó a ver la mirada de su madre... todo el caudal de recuerdos de su vida anterior, como Peter, empezó a manifestarse en su mente, abrumándolo y dejándolo paralizado momentáneamente.
—¡¡Está despertando!! ¡¿Qué no te das cuenta, Valery?! —le gritó Sylvia de lejos a su segunda al mando.
Valery estaba impactada, veía el despertar de alguien por primera vez en su vida y no entendía bien que era lo que estaba pasando con Erick.
—¿Mamá, eres tú... también volviste, estamos juntos nuevamente? —le preguntó Erick a Karen, titubeando en cada silaba.
—Sí, hijo, lo estamos.
—¡¡¡Mata a Erick ahora, antes de que reaccione, Valery!!! —gritó entonces Sylvia.
—Demasiado tarde, ¡asquerosa víbora!... Dispárale a ella, Peter —le respondió Karen guiando la mano de su hijo hacia Valery.
Erick, aún confundido por todos los recuerdos que invadían su mente, alcanzó a disparar una sola vez, pero eso fue suficiente.
La bala atravesó limpiamente el hombro de Valery y el disparo del arma, a quemarropa, fue tan potente que la hizo caer de espaldas y soltar la pistola que empuñaba al mismo tiempo, la misma rodó por el suelo y quedó muy lejos de ella, dejándola indefensa.
—¡Maldita sea! —dijo Sylvia entre dientes al ver que la situación se tornaba ahora en su contra.
Sin dudarlo ni un segundo, se montó en la moto que había robado Steven, la puso en marcha y aceleró al máximo, escapando así con la caja de música a toda velocidad; en contados segundos salió de aquella estación, perdiéndose de manera definitiva en el oscuro túnel del subterráneo para ya no volver a ser vista...
La gruta del tiempo
Solo tres días después y en la hermosa cuidad de Zurich, Suiza, se organizaría un evento especial, privado, reservado únicamente para una élite, pero que con los años afectaría al mundo entero...
Se trataba de un poderoso ritual, el cual se encontraba dentro de la infame lista de las calificadas como ceremonias prohibidas, y que la corporación Rottweiler había tenido que demorar por casi cien años.
Luego de que Sylvia lograra el éxito obteniendo la caja de música, varios preparativos tuvieron que hacerse con suma premura, dada la cercanía a la fecha en la cual ocurre anualmente uno de los cuatro grandes sucesos astronómicos estacionales terrestres: el equinoccio de septiembre.
Equinoccio significa «noche igual» y solo hay dos por cada año. En esas fechas el balance energético entre las fuerzas de la luz y las fuerzas de las sombras se encuentran en un equilibrio perfecto.
En el hemisferio norte, con el equinoccio de otoño comienza un ciclo donde los días se acortan, mientras que las noches se alargan paulatinamente y las tinieblas prevalecen por los próximos tres meses hasta alcanzar su clímax en el solsticio de invierno.
Eran las siete de la tarde y el sol ya se ocultaba en la helvética ciudad... Esa noche y en esa misma urbe, se celebraría la hermética ceremonia, misma que iniciaría toda una nueva etapa de gloria y esplendor para la corporación Rottweiler.
A bordo de un lujoso auto blindado de color negro, que circulaba por la ostentosa calle Bahnhofstrasse, con rumbo a la plaza central de Zurich, viajaban Wendy y Sylvia, ambas vestidas para la cena de gala que la Corporación había organizado como celebración por el gran y tan esperado acontecimiento:
—Tal parece que nos dirigiésemos a una fiesta de la alta sociedad —mencionó Wendy.
—Solo será una cena previa al ritual... el cual, por cierto, está programado para las diez de la noche; esa será la hora exacta del equinoccio en este meridiano —le contestó Sylvia.
—Y me imagino que tú eres la invitada de honor, ¿estoy en lo cierto, Sylvia?
—¡Por supuesto!... y no es para menos. Esta noche por fin liberaremos a un antiguo miembro nuestro, el más grande líder que hemos tenido; él fue quien supo llevar a la Corporación a su punto de mayor poder y esplendor... y cuando retorne lo volverá a hacer; y esto solo es posible gracias a que yo obtuve la caja de música.
Creo que merezco el reconocimiento y la gloria después de todo mi esfuerzo y las penurias por las que he tenido que pasar... —sostuvo la bella directora.
El ver como para su interlocutora todo giraba en torno suyo, sin mostrar la más mínima empatía ni consideración por los demás, era algo que asqueaba a Wendy, quien disimulaba muy bien lo que sentía:
—Es tanta cierto lo que dices, Sylvia —le contestó con una fingida sonrisa y despreciándola por dentro—. Por cierto, ¿ya se aseguraron de que la caja de música fuera la auténtica? Me imagino que una antigüedad tan valiosa y preciada como esa debe contar con numerosas falsificaciones.
—Mira a tu alrededor, Wendy —apuntó Sylvia con una sonrisa de confianza—. ¿Puedes ver cuantas joyerías hay aquí, en esta calle? —le preguntó entonces retóricamente y continuó diciendo:
—Casi todas... y de hecho, las más importantes, pertenecen a la sociedad Íbice.
Sus expertos joyeros ya confirmaron que se trata de una artesanía que data de principios del siglo veinte y que fue confeccionada en los prestigiosos talleres de la casa Fabergé, lo cual coincide exactamente con nuestros registros históricos...
Por otro lado y contrario a lo que crees, la caja se trata de una obra casi desconocida; dada la secreta naturaleza de su creación, casi no existen registros fotográficos.
Además, los materiales usados en ella: metales preciosos y gemas, son auténticos y puros... Ninguna persona invertiría una suma de dinero tan grande para realizar una falsificación.
No solo es la caja de música original, sino que su valor monetario también es... incalculable.
—¿Es por eso que estamos aquí, en Zurich?, ¿para que los expertos en joyería realizaran sus evaluaciones sobre la caja?
—No es solo por eso, Wendy —le respondió Sylvia manteniendo su sonrisa y procedió a darle unos detalles más:
—En esta ciudad, la sociedad Íbice tiene su sede. Si bien la corporación Rottweiler tiene su central en América, a mediados del siglo veinte se alió con esta sociedad secreta, que es uno de los principales grupos de poder europeos...
Desde ese entonces nos brindamos apoyo mutuamente.
La sociedad Íbice comparte con nosotros su oráculo, el cual es posiblemente el más poderoso de este mundo: el Oráculo del Tiempo.
—¡¿Entonces... existe?! —exclamó sorprendida Wendy con una pregunta retórica—. He escuchado muchas menciones acerca de ese oráculo, pero creí que era solo un mito.
Se dice que, a diferencia de la mayoría de los oráculos, este no se encuentra conformado por una sola pitonisa... sino por tres.
—Y así es, la sociedad Íbice las llama: las tres dísir y esta noche las verás actuar... en esta misma ciudad.
Desde Zurich la sociedad Íbice proyecta su poder a nivel mundial. Los principales bancos suizos le pertenecen total o parcialmente; de hecho, nos estamos dirigiendo hacia uno de ellos.
Allí se hará la tertulia y celebraremos el ritual.
—¿El ritual se hará en un banco? Supuse que, dada la importancia de los preparativos, se realizaría en un centro de poder natural... eso sería lo más habitual, al menos.
—Y así será, Wendy... Aunque el ritual no se hará exactamente dentro del banco; será, más precisamente, cerca y por debajo de él.
El edificio del banco fue construido para proteger el único acceso a un antiguo lugar llamado la Cámara del Más Allá, que es uno de los más poderosos centros de energía natural del mundo —concluyó Sylvia.
Wendy se quedó boquiabierta, a pesar de sus vastos conocimientos, la existencia de este centro de poder era totalmente desconocida para ella.
—No te sorprendas tanto, Wendy. Los miembros de la sociedad Íbice se caracterizan por ser herméticos, mantienen sus secretos muy bien guardados del resto de las personas... y eso incluye a la orden a la que perteneciste.
En ese momento llegaron a su destino: Paradeplatz, la gran plaza principal de la ciudad.
Un botones les abrió la puerta y ambas bajaron del vehículo.
La dos mujeres en conjunto eran un deleite para la vista, brillaban como un par de joyas contrastantes.
Sylvia había elegido un vestido blanco, el cual mostraba en todo su esplendor su peligrosa y atractiva hermosura; Wendy, por su lado, había escogido uno negro, que no ocultaba ni un ápice su sensual estilo gótico, siempre presente en ella; ambos atuendos se encontraban estrechamente ceñidos a sus cuerpos, como si fueran una segunda piel, delineando perfectamente sus figuras y estaban adornados por una infinidad de brillos, además, contaban con transparencias y cortes en sectores estratégicos que resaltaban cada detalle de sus bellos cuerpos.
El imponente banco, que de por sí era ya lujoso, había sido especialmente decorado esa noche para lucir como un hotel cinco estrellas.
Una alfombra roja les daba la bienvenida a los invitados, quienes en su mayoría eran comitivas integradas por directivos de la corporación Rottweiler y sus numerosos grupos asociados.
Al ingresar sendas mujeres, el más poderoso hombre de toda la Corporación se acercó a ellas sonriente y exultante:
—Lo lograste, Sylvia... ¡Mis más sinceras felicitaciones! Muchos creían que esta era una misión imposible, pero yo no perdí mi fe en ti ni por un solo instante.
Siempre supe que estabas llamada algo grande, algo como esto... y que dejarías tu nombre grabado en la historia de la Corporación.
Por fin, luego de casi un siglo entero, romperemos el bloqueo del velo y podremos traerlo de vuelta a este plano, y todo será gracias a ti.
Dentro de unos años, bajo su liderazgo, es seguro que volveremos a tener el mismo poder a nivel mundial que siempre debimos tener —le dijo este hombre, quien era nada menos que el presidente del concejo directivo.
—Muchas gracias, señor. Es un gran honor el recibir su felicitación directa, no se imagina cuanto significa para mí —le respondió Sylvia, mostrando una falsa modestia.
—Con este éxito te has asegurado un puesto en el máximo escalafón del concejo directivo, luego del mio propio. Personalmente, propondré tu candidatura en nuestra siguiente reunión...
Ahora comencemos con tu merecido reconocimiento; te propongo que entremos juntos al salón principal —concluyó, ofreciéndole su brazo para que ella lo enlazara al suyo y así entraran juntos.
Wendy fue completamente dejada de lado, ignorada... algo que ella ya suponía que ocurriría.
Así, los tres tomaron el ascensor y subieron hacia el piso en donde la celebración tenía lugar... y cuando las puertas se abrieron delante de ellos, la deslumbrante opulencia de un gran salón, que era de uso exclusivo para las reuniones del poderoso banco, los recibió:
Enormes arañas de cristal pendían del techo haciendo juego con los apliques lumínicos de las paredes; bellas cortinas, todas con hermosos volados, decoraban una larga fila de grandes ventanales que cubrían toda la pared que daba directamente a la plaza central de la ciudad, brindando así una hermosa vista nocturna.
El piso estaba totalmente alfombrado, de pared a pared, con una gruesa alfombra; sobre ella había mesas redondas, las cuales estaban dispuestas de una prolija manera esquemática y todas se encontraban perfectamente arregladas con una prístina mantelería blanca, cubiertos de plata y copas de cristal.
Finalmente, una suave música endulzaba los oídos con su agradable melodía... completando así el ambiente perfecto para la ocasión.
El movimiento dentro del salón era fluido; incontables mozos atendían permanentemente a los exquisitos paladares de los invitados que, distribuídos por doquier, se contaban por decenas en aquella velada.
Al notar a la pareja que ingresaba, el bullicio proveniente de las charlas se detuvo de súbito, generando así un impactante silencio de las voces, el cual, solo un instante después, fue reemplazado por un fuerte y unánime aplauso...
Por primera vez en décadas todas esas poderosas y cuasianónimas figuras, se habían reunido juntas en un único acto, así de importante había sido la asaña de Sylvia; que era, sin lugar a duda, algo que quedaría registrado en los anales de la Corporación... y para siempre.
Detrás de ellos ingresó Wendy, quien, de manera solitaria, fue totalmente ignorada por los asistentes, los cuales únicamente se enfocaron en la pareja que la precedió.
Con una lenta mirada panorámica, la hermosa sombra gótica recorrió todo el salón... sin embargo, su atención se detuvo en el escenario que había en la cabecera del mismo:
Cual si fuera un pequeño teatro, todo el sector se encontraba un poco más elevado del suelo, destacándose; tenía cortinados decorativos oscuros de color carmín y una iluminación propia; su brillante piso era de madera pulida y contaba con un atril lateral que podía ser usado por un orador para hacer discursos.
En el centro de aquello se había instalado, para esta ocasión en especial, un pesado pedestal de madera, mismo que obraba de soporte para un exhibidor único: una vitrina cúbica, hecha de un grueso cristal blindado, y que era iluminada por varios focos cenitales, dentro de ella se encontraba bien resguardada la valiosa caja de música.
Wendy se acercó para contemplarla de cerca...
Los detalles y la belleza de la hermosa obra artística atraían la atención de cualquiera que la viese.
Sin embargo, al aproximarse se percató que de ella emanaba un aura muy particular y extremadamente poderosa... era una energía sutil, la cual claramente procedía del más allá, y se podía sentía tan potente que muy pocas personas que supiesen del tema se atreverían a intentar controlar...
Quedó paralizada, mirándola a través del vidrio que la protegía y tratando de percibir algo más...
—Es impresionante, ¿no te parece? —le preguntó una voz femenina que la sorprendió.
Wendy se giró, delante de ella estaba una hermosa joven que aparentaba tener entre veinte y veinticinco años.
Su altura era promedio y su rostro agradable.
Vestía de una manera simple, adecuada para la ocasión, pero sin llegar a ser nada llamativa.
De ella emanaba un aura de equilibrio absoluto, mismo que se reflejaba en su aspecto, ningún rasgo de la joven era exagerado, salvo por su cabello de color castaño claro, el cual era extremadamente largo y ella lo llevaba atado en una impresionante trenza que llegaba hasta sus pantorrillas.
—Es temible diría yo —le contestó Wendy.
La joven sonrió ante el comentario y le expresó:
—Salvo por mis hermanas y yo, creo que eres la única de aquí que puede percibir el verdadero poder de este nexus.
Por cierto, mi nombre es Faith, soy una de las videntes que esta noche intentará canalizar todo este gran poder que percibes para así romper el bloqueo impuesto desde el más allá.
—Es un gusto conocerte, Faith; mi nombre es Wendy... Así que tú eres una dís, no pensé que esta noche estaría en presencia de una entidad divina —agregó con un toque de ironía.
Faith se sonrió disimuladamente y sonrojándose un poco, le aclaró:
—A lo largo de las centurias, tanto a mis hermanas como a mí nos han llamado de diferentes modos dependiendo de las creencias propias de cada cultura.
Para la sociedad Íbice, dada su ascendencia germánica, somos dísir: deidades femeninas estrechamente relacionadas con el destino y el más allá... es parte de su mitología nórdica europea. Personalmente, jamás me he sentido como un ser divino.
A pesar las palabras de la joven mujer, a Wendy le quedó muy en claro que se encontraba ante la presencia de un alma muy antigua, que había reencarnado ya múltiples veces y que seguramente entrañaba muchos conocimientos arcanos, junto con un gran poder:
—Dime, Faith, ¿tú estarás a cargo del ritual de esta noche?
—¡No! —le respondió la joven sin perder su hermosa sonrisa—, a pesar de mis capacidades, yo sola jamás podría manejar todo este tremendo caudal energético... Seremos las tres, Serenity y Grace estarán conmigo.
Son ellas, mis hermanas —agregó señalando a un par de mujeres tan jóvenes como ella y que se encontraban a varios metros de distancia conversando con unos invitados.
Al igual que Faith, sus hermanas compartían el mismo rasgo peculiar con respecto a la gran longitud de sus cabellos, que en el caso de ellas eran rubios y llegaban hasta por debajo de sus corvas; la única diferencia residía en sus peinados: una, llevaba su ondulado cabello prácticamente suelto, la otra, lo tenía liso y atado en una cola de caballo.
—¡Vaya! Nunca me imaginé que el Oráculo del Tiempo estuviera compuesto por tres mujeres tan jóvenes... y mucho menos aún que fueran hermanas —confesó Wendy.
—Aunque les diga hermanas, en realidad entre ellas y yo no tenemos parentesco sanguíneo.
Nacimos el mismo día del mismo año, pero en familias distintas; y como puedes ver, ellas son gemelas... yo no.
Nuestra cercanía real se da a otro nivel, estriba en nuestras almas; en el plano espiritual se podría decir que somos como trillizas.
Siempre encarnamos las tres juntas, a veces hasta en el mismo parto. Sin embargo, yo soy la más rebelde de las tres y en algunas vidas reencarno sola, lejos de ellas —dijo sonriendo y continuó:
—Hace ya centurias que nuestras almas comparten existencias en este plano, las tres juntas... como una unidad.
Las capacidades que poseemos son complementarias.
—¿A qué te refieres con eso? —le preguntó Wendy extrañada y Faith procedió a explicárselo en detalle:
—Resulta que las tres tenemos un notable don para la clarividencia, pero con un importante matiz de diferencia:
Serenity, la del cabello ondulado, tiene la capacidad de ver hacia el pasado, así como Grace puede ver todo en el presente... y yo, el futuro.
Es por eso que se nos conoce como el Oráculo del Tiempo y hemos estado sirviendo a los miembros más antiguos de la sociedad Íbice desde hace siglos ya.
Sin embargo, para que el total de nuestras capacidades funcionen a pleno, debemos cumplir con una condición: el estar cerca; separadas no podemos hacer cosas... digamos, extraordinarias.
Wendy la miró curiosa, Faith comprendió la curiosidad implícita en su pregunta tácita y continuó dándole algunos detalles más:
—Al unirnos, nuestros poderes se maximizan exponencialmente, con una sinergia tal que nos permiten operar en el más allá de una manera que incluso a alguien como tú, una maestra espiritual excomulgada, sorprendería.
Quedaba claro para Wendy que Faith podía percibir cosas de ella que nadie más allí podía. Tal vez la cercanía a sus hermanas le permitía hasta poder ver fragmentos de su propio pasado y su presente... y dado su don personal, también de su futuro.
En ese instante el pertinaz tintineo entre una copa de cristal y un cubierto de plata se hizo sentir. Era justamente el propio presidente del concejo directivo de la Corporación, quién de este modo convocaba la atención de todos los presentes...
—Damas y caballeros: esta noche es de gran regocijo y no solo para nosotros, para toda la humanidad también.
Hoy, quién supo ser nuestro más glorioso líder será finalmente liberado y podrá volver a este plano junto a nosotros... y en unos años más, cuando haya despertado y tome el control de nuestro grupo nuevamente, el orden y el progreso volverán a este mundo sumido en la decadencia.
Y la artífice de este gran logro, el que muchos creían que era una tarea imposible, se encuentra aquí... La mujer que llevó a esta empresa a su éxito es ella, ¡¡la directora de personal, Sylvia Arrow!! —expresó dando un paso al costado al tiempo que la señalaba con su mano abierta.
Un fuerte y prolongado aplauso se hizo sentir...
—Esta ovación es solo para ti, Sylvia —le susurró el presidente al oído.
«Lo sé...», pensó ella sonriendo orgullosa y sintiendo un placer indescriptible mientras observaba como los principales miembros de la Corporación la reconocían.
Y a continuación el presidente prosiguió:
—Quiero agradecer también y especialmente, a la sociedad Íbice por brindarnos su incondicional apoyo en todo momento y por poner a nuestra entera disposición a su poderoso oráculo, el cual se encuentra integrado por estas tres jóvenes y bellas mujeres: ¡Serenity, Grace y Faith! Acérquense, por favor.
—Me agradó charlar contigo, Wendy —le dijo Faith despidiéndose y mirándola con ojos de tristeza. La joven ocultaba algo que solo ella sabía del futuro y que no deseaba compartir con nadie... Wendy lo percibió, pero no pudo preguntarle que era.
Los aplausos continuaron para las tres pitonisas, quienes luego fueron llevadas a una mesa especial junto a los directivos de la sociedad Íbice.
En otra mesa, por su lado, Wendy junto con Sylvia y otros directivos de la corporación Rottweiler se sentaron a cenar.
La velada transcurrió sin inconvenientes ni interrupciones. Todo fue según lo planeado, hasta que, faltando solo media hora para las diez de la noche, comenzaron los preparativos finales para el gran ritual.
Las tres hermanas serían las primeras en retirarse del gran salón... y cuando pasaron cerca de su mesa, Wendy sintió como se le erizaban los cabellos de su nuca.
Tal y como le había anticipado Faith, el poder de la tríada se multiplicaba de una manera inaudita al estar juntas...
El nivel le parecía infinito inclusive a ella, que muchas veces había estado en presencia de fuerzas inconmensurables; esta vez tuvo un respetuoso miedo ante la energía que emanaba de estas tres jóvenes.
Pero antes de retirarse, Faith se volvió hacia Wendy por un fugaz instante. Se quitó su amuleto, un hermoso cristal transparente de forma alargada, mismo que llevaba colgando del cuello con una cadena de oro... y se lo entregó diciéndole:
—Toma, Wendy, te lo regalo. De ahora en más, no te separes de este amuleto ni por un instante... en un futuro cercano, lo entenderás.
—Gracias —dijo Wendy tímidamente y sin más; intuyó que Faith había tenido una visión sobre ella, pero no se atrevió a preguntar por ningún detalle ahí delante de todo el mundo...
En ese instante la joven vidente se le acercó al oído y le dijo en secreto:
—Hay un aspecto de tu futuro que percibo con absoluta claridad y que mereces saber: la Corporación no te ayudará jamás a reunirte nuevamente con tu hermano.
Lo lamento, Wendy, ellos solo te están utilizando...
Estoy segura de que él también te extraña mucho —le dijo con pena y volvió con sus hermanas a prepararse para el ritual.
Wendy se quedó simplemente sentada en la mesa con su mirada perdida, lo que Faith le había confirmado era algo que ella sentía en lo más profundo de su alma y que siempre se negó a aceptar.
Sylvia la miró de reojo molesta, odiaba que alguien hablara en secreto en su presencia; sin embargo, nada podía hacer... su plena autoridad no se extendía sobre ninguna de las dos mujeres.
Minutos después, un selecto grupo de treinta personas, integrado por los principales invitados, fueron convocados:
—¿Vamos, Wendy? Tú vienes conmigo —le dijo Sylvia con una falsa sonrisa mientras se paraba.
—De acuerdo... y ¿a dónde nos dirigimos? —preguntó la hermosa sombra poniéndose asimismo de pie.
—A la bóveda del banco... presenciaremos el ritual en primera fila.
Me imagino que tú serás la más interesada en hacerlo y también quien mejor apreciará el poder del Oráculo del Tiempo en acción —le contestó Sylvia, aunque su verdadera intención era que Wendy captara todo con su percepción extrasensorial para de ese modo poder ella enterarse de detalles que de otro modo no podría.
Luego de bajar por el ascensor hasta el subsuelo, en donde se encontraba la enorme bóveda bancaria, comenzaron a caminar por unos laberínticos pasillos llenos de cámaras de vigilancia y sensores de todo tipo.
—La bóveda de este banco es realmente enorme, Wendy. Ocupa varios pisos de altura, dentro de ella se alojan miles de cajas de seguridad en las que se guardan documentos y artículos de incalculable valor.
En este piso, todo el ambiente se encuentra controlado, tanto su temperatura como su humedad son reguladas en todo momento.
—Ahora entiendo. El ritual se hará allí entonces... la bóveda del banco es en realidad la Cámara del Más Allá —dijo Wendy.
—No... no lo es para nada —le contestó Sylvia con una misteriosa sonrisa—. En la bóveda hay oculta una puerta que da acceso a un sistema de cavernas, el cual se extiende por debajo del lago de Zurich... es allí donde se encuentra la Cámara del Más Allá.
Para cuando las dos mujeres llegaron a la bóveda, ya había varios invitados que estaban colocándose unas pesadas túnicas rojas, las cuales se encontraban a disposición de todos.
—Tenemos que ponernos esas prendas encima de nuestra ropa —le dijo Sylvia a Wendy y le aclaró:
—Debajo, en la gruta, hace mucho frío y todos, sin excepción, debemos ir encapuchados... es parte del ritual.
Mientras Wendy se colocaba la túnica, notó como varios de los asistentes dejaban sus relojes y dispositivos electrónicos portátiles en unas bandejas similares a las que se usan en los aeropuertos durante el control de los pasajeros...
—Ningún dispositivo electrónico portátil funciona en las profundidades de la gruta; allí abajo hay algo que drena la energía de las baterías en solo cuestión de minutos.
Si tu reloj no es a cuerda te recomiendo que lo dejes, Wendy... si no lo haces mañana deberás concurrir a una relojería para cambiarle la pila, aunque aquí en Zurich eso no será problema —le dijo Sylvia bromeando al final mientras ella se quitaba el suyo de la muñeca.
—¿Y esto qué es? —preguntó Wendy al tiempo que tomaba con su mano una pequeña barra cilíndrica de una canasta donde había decenas de ellas.
—Eso es una barra de luz química —le contestó Sylvia agarrándola por un momento y doblándola hasta escuchar un leve chasquido, luego la agitó para mezclar sus reactivos que comenzaron a brillar y se la devolvió—. Producirá una luz fluorescente que durará unas horas sin necesidad de combustión ni baterías.
En el pasado se usaban antorchas... ahora se usa esto.
A pesar del incordio energético, la gruta se encuentra en su mayor parte modernizada: cuenta con iluminación eléctrica proveniente de la superficie y un prolijo camino que conduce hacia la Cámara del Más Allá...
La sociedad Íbice tuvo que hacerlo así porque no solo este, sino todos los rituales del Oráculo del Tiempo, se llevan a cabo allí —le reveló.
Cuando los presentes estuvieron listos, fue activado un mecanismo por vía remota y un conjunto de cajas de seguridad, que servían también como fachada, comenzaron a deslizarse por la pared.
Detrás de ellas, había un conjunto de tres ascensores que, con sus brillantes puertas plateadas de acero pulido, aguardaban para conducir a los participantes hacia las profundidades de las grutas.
Las personas comenzaron a entrar y descender en tandas...
A medida que bajaban, las luces, por momentos parpadeaban, dejando en evidencia como la energía eléctrica sufría de extrañas fallas al internarse en las profundidades telúricas.
—Enciendan los generadores de respaldo... parece que tendremos una noche con especial actividad hoy —solicitó el ascensorista a la superficie utilizando el sistema de comunicación del ascensor.
Cuando la comitiva estuvo completamente reunida, comenzaron a caminar por la misteriosa gruta. Pronto se toparon con un camino prefijado:
Se trataba de un moderno, largo y sinuoso puente de un metro y medio de ancho, el cual se elevaba apenas medio metro por sobre el suelo y se adentraba en las entrañas del sistema de cavernas.
El camino prefijado estaba construido con tablas de madera pulida y brillante, asentadas sobre una firme estructura metálica que contaba con unas prolijas barandas a ambos lados para evitar que alguien se saliese de él.
Tal y como sucede en muchas cavernas turísticas, la vista del recorrido era tan bella como surrealista; la iluminación, asistida solo por las luces artificiales, era de penumbras y brindaba un espectáculo hermoso.
Entre luces y sombras, el colorido de las paredes variaba del blanco hasta el marrón rojizo.
Las estalactitas y columnas naturales se contaban por miles, y las había de los más diversos tamaños, desde algunas, tan delgadas como estacas, hasta otras, de más de un metro de diámetro.
Por algunas paredes se filtraba agua, la cual se escurría por grietas coleccionándose en estanques naturales de distinto tamaño, algunos realmente grandes, para luego desaparecer rumbo a napas más profundas.
—En este momento nos encontramos caminando por debajo del lago de Zurich. El agua que se filtra proviene de allí —les contó uno de los guías al grupo y continuó:
—En la cámara central de este sistema de grutas se encuentra uno de los principales centro de poder natural del planeta.
Es por eso que este banco fue construido sobre la única entrada existente: para protegerla.
Algunos antiguos relatos afirman que la ciudad completa fue fundada aquí por ese mismo motivo.
Historiadores paranormales aseguran que el poder que emana de ese punto la protegió de ataques durante toda su historia, principalmente en la segunda guerra mundial —señaló.
A medida que continuaron avanzando, comenzaron a verse destellos en las paredes... y cada vez con mayor frecuencia, mismos que llamaron la atención de todos:
—La zona central de este sistema de cavernas tiene cristales de cuarzo transparente, el más raro de todos los tipos de cuarzo y también el más apreciado —dijo entonces otro de los guías—.
Este mineral amplifica los poderes de nuestras tres videntes y al igual que sus largos cabellos, les facilitan el contacto con el más allá.
Este tipo de cuarzo en particular debilita las barreras que separan los distintos planos que componen la realidad.
Los destellos que ven provienen de los reflejos de la luz sobre esos cristales —concluyó.
En ese momento Wendy comenzó a percibir como un intenso frío de origen sobrenatural inundaba el ambiente...
—Este frío no es algo normal, Sylvia. Están absorbiendo el calor de nuestros cuerpos —le susurró Wendy de cerca mientras caminaban—.
Noto la presencia de millones de almas que nos rodean...
Las entidades espirituales tienden a absorber ciertos tipos de energía para manifestarse... es por la presencia de ellos y estos cuarzos que no funcionan los aparatos eléctricos aquí debajo —dedujo.
Instantes después llegaron a la cámara principal de la gruta, en donde el ritual se llevaría a cabo.
El ambiente era como un domo enorme; por toda la superficie de aquella gran bóveda emergían esos cristales de cuarzo traslúcidos, algunos gigantescos, de hasta varias toneladas.
Asimismo, el suelo contenía numerosas vetas del raro mineral, y se concentraban en un enorme cristal central el cual, a modo de altar, había sido pulido, cual si fuera una gran laja circular, en un área con un diámetro de unos diez metros, aproximadamente.
En el lugar se podían apreciar diversos elementos que remitían a antiguas religiones nórdicas: un enorme bajorelieve del gran arbol Yggdrasil, el mitológico árbol de la vida que mantiene unidos los diferentes mundos, había sido esculpido con gran detalle en una de sus paredes, en las demás, imágenes de valquirias rindiendo culto a su líder Freya, diosa asociada, entre otras cosas, con la muerte, la magia, la profecía y la riqueza, completaban aquella elaborada decoración.
En el centro de todo aquello estaba la caja de música, ubicada en el altar sobre una gran roca de forma irregular, la cual obraba como su pedestal.
Como a veinte metros por encima de ella se concentraban, en el techo de la cámara, algunos de los cuarzos de mayor tamaño, los cuales, gracias a un sistema de iluminación indirecta, proveniente de múltiples y poderosos reflectores eléctricos, distribuían la luz por toda la cavidad, aunque concentrándola principalmente por debajo de ellos.
—Durante el día, este sector cuenta con una hermosa iluminación natural, la cual le llega a través de los cristales de cuarzo que conducen la luz desde el fondo del lago...; por la noche, la luz la tenemos que proporcionar nosotros de manera artificial —comentó el primero de los guías mientras ayudaba a los invitados a disponerse en forma de media luna para que observaran el ritual con total claridad, aunque ubicándolos, por su propia seguridad, a varios metros de distancia del altar.
Las tres jóvenes pitonisas estaban ya paradas justo en el borde del sector pulido del suelo y estaban encapuchadas, vistiendo unas largas túnicas blancas, del mismo modo estaban sus asistentes, solo que las suyas eran negras.
Cuando todos estuvieron acomodados se hizo un silencio sepulcral y el ritual comenzó:
Las jóvenes se quitaron sus capuchas y extendieron sus brazos separándolos de sus cuerpos con las palmas mirando hacia arriba.
Con sus ojos cerrados, inclinaron sus cabezas hacia atrás arqueando ligeramente sus espaldas; simbólicamente, era como si expusieran sus corazones para que alguna fuerza invisible descendiera desde lo alto y se conectara directamente a ellos.
Los parámetros vitales de las tres féminas comenzaron de ese modo a sincronizarse: primero, fue su respiración; luego, sus latidos cardíacos y finalmente, sus ondas cerebrales...
Y así se fusionaron, volviéndose mucho más poderosas; las tres almas parecían ser ahora una sola entidad.
A los pocos segundos, el suelo de la cámara comenzó a brillar con un halo fantasmal y pronto todos los cristales entraron en resonancia.
Las túnicas de las tres dísir comenzaron a moverse y ondular de manera lenta, paranormal; parecía que una densa corriente de aire las rodeara, haciéndolas lucir sumergidas en un mar etéreo.
Los asistentes se sorprendieron ante aquella manifestación de poder sobrenatural que surgía ante ellos.
Se empezó a escuchar una espectral tonada vibratoria que comenzó a recorrer todo el ambiente. Era como si incontables voces espirituales se unieran en un coro, entonando una canción proveniente de todos los rincones de la inmensa gruta.
Wendy sintió un escalofrío que le recorrió todo su cuerpo y comenzó a tener una muy extraña sensación que hacía años no tenía, un angustiante sentimiento que solo había experimentado una vez en su vida: la fatídica noche en la que perdió a Cedric, su hermano menor.
De algún modo, el amuleto que le había dado Faith las conectaba y le permitía a Wendy sentir algo de lo que Faith sentía en ese momento, compartiendo así una parte de su conexión con el más allá:
«Wendy, no hables ahora; solo escúchame, soy yo... Cedric», fueron las palabras que sonaron en su mente.
Wendy no pudo evitar reaccionar, sus ojos se abrieron y una lágrima se deslizó por su rostro; era la voz de su querido hermano, que hacía años no escuchaba y que desde el plano etéreo la contactaba...
«Escúchame, hermana, yo también formé parte de aquel pecado nuestro, cuando tratamos de ir en contra de los designios del más allá. Mi muerte fue solo el comienzo de mi castigo, aún estoy siendo penado por ello...
Esta es una oportunidad única que se me ha brindado para poder contactarme brevemente contigo y hacerte una advertencia: tienes que dejar de ayudar a la corporación Rottweiler de inmediato; no sigas ayudándolos o solo arruinarás tu futuro.
Intenta enmendarte cuanto antes y colabora con el destino...
Si lo haces, deberá estar dispuesta a hacer grandes sacrificios en el tiempo por venir, Wendy... pero créeme: cualquier cosa es preferible a afrontar las consecuencias de no hacerlos.
Estando aquí haré todo lo posible para que algún día volvamos a estar juntos.
Te amo, hermana... siempre te amaré», terminó diciéndole y luego se silenció.
La voz de Cedric se había apagado y para Wendy fue devastador, el gozo de haberlo escuchado una vez más fue también la confirmación de que su alma aún no había reencarnado.
Así, sus esperanzas de volver a estar con su amado hermano en esta vida y poder compartir experiencias juntos se alejaron en ese instante...
—¿Qué te ocurre, Wendy? —le preguntó Sylvia susurrándole de cerca al ver como el cargado maquillaje de la bella sombra estaba completamente corrido por incontables lágrimas de dolor que trataba de contener sin lograrlo.
—Algo... algo no va bien con el ritual, creo que va a fallar —fue la escueta respuesta que Wendy pudo dar con su voz completamente quebrada por la emoción.
—¿Por qué lo dices? ¿Qué puede estar saliendo mal?
—No lo sé, Sylvia... el destino se opone con mucha fuerza. Tengo una sensación de ausencia, algo importante falta aquí —le respondió Wendy—. Así es como lo percibo, no me pidas más detalles...
Sylvia enfocó su atención de inmediato en las tres jóvenes y entonces notó el esfuerzo que estaban haciendo:
Las túnicas ocultaban muy bien la gran tensión a la que estaban siendo sometidos sus cuerpos, los cual solo se podía apreciar en los pequeños temblores, casi imperceptibles, de sus largos cabellos... Sin embargo, sus rostros mostraban toda la verdad: lucían transpirados, con sus facciones tensas y sus ojos apretados en un rictus de esfuerzo poco habitual en una ceremonia normal.
Sylvia conocía bien esos signos, los había visto antes en los oráculos de la Corporación y algo definitivamente no estaba andando nada bien.
El ritual se prolongó de ese tenso modo por varios minutos más, en los que el esfuerzo de las jóvenes las terminó agotando tanto física como espiritualmente...
De a poco, la resonancia de los cristales comenzó a debilitarse, el canto de la gruta se fue atenuando y el brillo del suelo fue perdiendo su intensidad... hasta apagarse por completo.
La ceremonia estaba acabando y las tres hermanas rompieron finalmente su conexión sobrenatural, bajaron sus brazos y adoptaron una pose de pie mucho más relajada.
Las tres quedaron igual, con la cabeza inclinada hacia adelante; la respiración, agitada y entrecortada; el corazón, a punto de estallar... y la piel, totalmente transpirada.
Realmente lucían agotadas, sus asistentes les subieron rápidamente sus capuchas y el ritual terminó.
Así, todos los presentes se retiraron y nadie notó el fracaso de la ceremonia... salvo un selecto grupo de pocos, quienes mantendrían la verdad en el más absoluto secreto.
Una vez en la bóveda y entre el ajetreo, mientras todos entregaban las túnicas y recuperaban sus pequeños dispositivos electrónicos, el presidente del concejo directivo de la Corporación se acercó a Sylvia y susurrándole al oído le ordenó:
—Sylvia, quiero que mañana vengas a verme a este mismo banco a las diez AM. Será una reunión privada, tengo que tratar un tema muy delicado contigo...
No hace falta que te enfatice que mantengas máxima discreción —concluyó.
Ante la mirada seria del presidente, Sylvia dedujo que Wendy había estado en lo cierto, el ritual había fallado; ¿qué otra cosa podría ameritar una reunión tan intempestiva y sobre todo... secreta?
Sylvia asintió con su cabeza una sola vez y sin decir ni una palabra se retiró.
Al día siguiente, de manera puntual y en un despacho a puerta cerrada, se realizó el encuentro pactado por el presidente:
—Sylvia, lo que te estoy a punto de decir es una información que manejamos muy pocos en un círculo muy cerrado y tenemos que mantenerla en el más absoluto secreto.
—Lo sé, señor... el ritual de anoche falló.
Wendy ya me lo había adelantado en cuanto percibió que algo andaba mal —le contestó ella con frialdad.
—Entiendo —dijo él, y luego de una pausa agregó:
—Hay muchas personas que anhelan estar a la cabeza del concejo directivo de nuestra organización, de más está decir que si este fracaso se llegase a saber, lo aprovecharían para destruírme y sería apartado de mi cargo al instante, y por unanimidad... y tú, como mi mano derecha, también serías removida de tu puesto.
—Me encargaré personalmente de hablar con Wendy y explicarle lo delicado de esta situación y lo importante que es su absoluto silencio al respecto —dijo Sylvia—; no se preocupe... ella lo entenderá.
—¡Excelente!, entonces eso lo dejo en tus manos.
Ahora, pasando al siguiente punto y enfocándonos en lo de anoche, específicamente en el por que de la falla del ritual, según lo que dijeron las tres hermanas, la caja de música... —alcanzó a decir el presidente justo antes de ser interrumpido por un sonido que no se escuchaba casi nunca por allí, salvo en simulacros... y fue algo que lo dejó atónito.
La alarma principal del banco había comenzado a sonar y casi de inmediato, lo hizo también el teléfono de la oficina.
Sylvia miró al presidente con incredulidad y confusión mientras que él atendía la intempestiva llamada...
—¿Sí, qué está ocurriendo? —preguntó.
—Señor, ha habido una brecha en la seguridad. Alguien ha entrado en la bóveda y... la caja de música, ha sido robada —fue la titubeante respuesta que obtuvo de su interlocutor.
Los ojos del presidente se abrieron con asombro y su expresión de puro estupor ante ese inaudito hecho fue algo imposible de ocultar; uno de los más importantes bancos suizos estaba siendo robado y el objeto más preciado para la corporación Rottweiler había desaparecido.
De este modo tan audaz, una fuerza desconocida hasta ahora había entrado en escena, irrumpiendo en una de los lugares más seguros del mundo entero, y logrado escapar con un poderoso y valioso artefacto, codiciado por los más peligrosos y oscuros personajes que la humanidad haya conocido en toda su historia.
¿Quién se atrevería a hacer algo así? y ¿cuáles serían sus objetivos?... ¿Qué harían a continuación? Preguntas que tomaron por asalto el tablero de esta peligrosa partida de ajedrez, en el que el futuro de muchos destinos estaba entrando en juego.
Una nueva etapa, sin duda alguna, había comenzando...
FIN
Destino incierto
El que sería mi éxito más grande ha sido opacado... ¡Mi victoria se ha convertido ahora solo en una vergonzosa fachada! Una vez más tengo que retrasar mi momento de triunfo. ¡¿Hasta cuándo el destino jugará conmigo y me hará luchar para alcanzar la gloria que tanto merezco?!
Ni siquiera he podido satisfacer aún mi sed de venganza contra Armony.
Y para empeorar mi vida un poco más, mis pesadillas con Steven... van en aumento. Cada vez son más vívidas, más intensas, ya a esta altura estoy necesitando recurrir a medicamentos para poder conciliar el sueño.
Al menos ahora estoy segura que se relacionan con él y tengo un perturbador presentimiento al respecto. Creo que estamos unidos por una vida anterior... tengo que estar preparada para encontrarme con un pasado que podría reavivar la furia de mis peores demonios internos.
Pero, entre tantos problemas que me abruman, he tenido al menos un alivio. Se ha puesto en contacto con nosotros una extraña mujer japonesa, dijo llamarse Kasumi y afirma saber algo que podría ser de nuestro interés.
La hice investigar y encontré un vago registro que la relaciona con la compañía Ryujin... nuestros antiguos enemigos.
Si es una traidora de ellos, entonces podría ser una interesante aliada nuestra. Aunque debo ser cuidadosa, últimamente he recibido unos inquietantes informes que hablan acerca de una infiltración que hemos sufrido en el seno mismo de nuestra organización.
Ya en el pasado hemos tenido que lidiar con espías provenientes de fuerzas y organismos gubernamentales que han intentado ahondar en nuestros secretos... aunque ninguno lo ha logrado, jamás.
La corporación Rottweiler, infectada. ¿Quién podría lograr tener éxito en algo así? Es algo casi inconcebible para mí, pero que, de ser cierto, debemos purgar cuanto antes.
Creo que nos aguarda una compleja tarea llena de estrategias y sorpresas... como en un juego de ajedrez.
El futuro de la humanidad depende de nuestro éxito y una tarea así jamás recaería en almas débiles.
El destino nos está poniendo a prueba, no me cabe duda de ello y es un desafío que, por mi parte, acepto gustosa.
Aún no sé como, pero prevaleceremos; así lo hemos hecho siempre y así lo volveremos a hacer... y llevaremos finalmente al mundo entero a una etapa de esplendor, con orden y justicia.
A partir de ahora, responderé directamente a la autoridad máxima dentro de nuestra organización: el presidente del concejo directivo y tendré que manejarme de manera clandestina entre mi propia gente...
Por un lado, tendré mucha mayor libertad, aunque por otro, contaré con menos recursos.
Solo una cosa era segura de momento: todas mis capacidades serán llevadas hasta sus límites... y tal vez, mucho más allá.
Pero me conozco bien, soy una mujer fuerte, podré con todo.
Internamente sé que mis esfuerzos serán recompensados, y estoy segura que, además, obtendré mi tan anhelada venganza sobre Armony, y la disfrutaré, la disfrutaré con todo placer.
El invierno ya se acerca... y con él llegará el tiempo de mi victoria absoluta, nada ni nadie me detendrá.
Sylvia
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