Sirena de otro mundo (serie Delta 3, nº 5)
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Ahora, forma parte de una comunidad de razas alienígenas que colaboran por el bien común, y dentro de la cual es, apenas, un modesto miembro más.
Es un tiempo de avances tecnológicos sin precedentes, en el cual los límites de la ciencia son permanentemente rebasados: naves con capacidad de viaje intergaláctico, organismos en parte biológicos y en parte cibernéticos, androides similares en todo a sus creadores, desconocidos seres espaciales e interdimensionales con capacidades que van más allá de la imaginación, viajes en el tiempo y más..., mucho, pero mucho más.
Es allí en donde, el capitán Rigel, la ex-militar Nova y la cibernética Spica, a bordo de la nave espacial Cisne Negro, recorren el espacio en busca de oportunidades y aventura.
Se trata de una pequeña tripulación que vivirá las más grandes historias.
Durante una operación de terraformación planetaria, el Cisne Negro se verá involucrado en una aventura que llevará a sus tripulantes a descubrir los orígenes de la vida.
Delta 3, el futuro es cuando la ciencia ficción se vuelve una realidad...
(toca cada parte y disfrútala)
Cazadores de cometas
Confines del sistema solar, nube de Oort. Sobre el plano del cinturón de Kuiper, y en su límite externo, un gran contingente de naves convocadas por la Alianza de Especies mediante un contrato abierto contribuían en el proceso de bioformacion de un planeta aún sin nombre, otrora muerto.
Siendo de un tamaño algo menor que la Tierra, se buscaba generar un mundo similar a lo que sería esta en su región ecuatorial, apto para un amplio rango de vida animal.
La tarea había comenzado hacía décadas ya, con la ecoformación del mismo. Este mundo contaba con una rica presencia de vida vegetal, bien diseminada, lo que había generado una atmósfera respirable.
El proyecto se encontraba en su etapa final, la cual era la creación de una vasta superficie, mayormente de tipo acuático, con la existencia de apenas unas islas, no muy grandes, y distribuidas en archipiélagos del tamaño de pequeños continentes; para ello era necesario incrementar la masa líquida de su superficie en un 10% más aún.
Con ese objetivo unas 1 000 naves traerían, cada una, 10 000 000 de metros cúbicos de agua obtenida de asteroides y cometas, mismos que serían acercados hasta la órbita del planeta, donde se procedería a reducirlos a miles de pequeños pedazos, para luego precipitarlos en su atmósfera, desde donde terminarían cayendo, por el natural efecto de la gravedad, como inocuos meteoritos, mismos que se desintegrarían durante el ingreso.
El Cisne Negro era una de esas naves...
—Cargas listas y apuntando —dijo Nova haciendo los cálculos finales— y... ¡fuego!
Tres cargas espaciales detonaron entonces de manera controlada y preprogramada en puntos específicos alrededor de un conjunto de asteroides compuestos en un 99% de hielo, mismos que continuaban así con una ruta directa hacia el planeta.
—Bien, estoy calculando la desviación... Las siguientes cargas serán necesarias en unas tres horas, estimativamente —informó Spica.
—¡Esto es muuuy aburrido! —se quejó Nova.
—Creí que te gustaba disparar armas —señaló Spica.
—Y me gusta, pero cuando hay alguna clase de desafío involucrado, un poco de peligro, donde pueda sentir la adrenalina corriendo por mis venas... Esto es simplemente dispararle a unos enormes témpanos de hielo que flotan por el espacio lentamente. Es... ¡aburrido!
—Personalmente yo nunca me quejo de un trabajo que sea simple y seguro —dijo Rigel—. Nos pagan muy bien, ayudamos a hacer un planeta que será habitado por millones de seres en el futuro... y hasta podemos dormir a mitad de la misión cuanto queramos.
Esto es mejor aún que unas vacaciones —agregó reclinándose en su silla de capitán, al tiempo que cerraba los ojos y llevaba sus manos detrás de la nuca.
Nova advirtió una posible doble intención en las palabras de Rigel, así que, preventivamente, en tono firme le aclaró:
—¡Ni por un segundo pienses que esto es una especie de remplazo de las vacaciones que te vengo pidiendo, Rigel!
—Bueno, bueno. Cuando terminemos este contrato ya veremos.
—Sí, claro... promesas y más promesas. Eso lo dijiste ya varias veces, y mi paciencia se va agotando. ¡Quiero mis vacaciones y las quiero pronto!, o tendrás un motín con el que lidiar, estás advertido —enfatizó levantando su dedo índice.
Rigel no le contestó, solo sonrió confiando en que ella nunca haría algo tan drástico, como sublevarse.
Pasaron así varias horas, en las que el monótono proceso se repitió sin ningún tipo de sobresaltos ni problemas...
—El objetivo final ya se encuentra en rango —advirtió Spica—, el campo gravitacional del planeta hará el resto desde ahora.
—Desplegando entonces cargas para reducción a escombros —agregó Nova, al tiempo que lanzaba hacia el conjunto una serie de explosivos asegurados, mismos que detonaría apenas pocos segundos después.
Todo listo y explosión en 3... 2... 1...
—¡¡Espera un momento, Nova!! —exclamó de manera inesperada Spica—. Detecto un grupo de pequeñas naves ingresando en la zona...
—Adviérteles que se alejen, diles que están en peligro —le ordenó Rigel.
—Eso estoy haciendo, pero no responden, ni siquiera reaccionan; y no puedo identificarlas, parecen ser de una especie ajena a la Alianza.
Creo que es altamente probable que no entiendan el mensaje.
—No podemos detonar las cargas así...
¿De cuanto tiempo disponemos antes de que los fragmentos enteros ingresen en la atmósfera, Spica?
—Los primeros trozos comenzarán a entrar en quince minutos, aproximadamente... y si no los reducimos provocarán un auténtico desastre en la superficie; el cual será tan grande que afectará a un hemisferio entero.
—Bien. Nova, ¿buscabas un desafío?, te daré uno ahora: quiero que les hagas disparos de advertencia a esas naves para que se alejen —le ordenó Rigel.
—Vamos a tener que estar más cerca entonces, hasta meternos entre el conjunto de asteroides —aclaró ella.
—Maniobraré entre ellos, creo que puedo hacerlo con relativa seguridad —agregó Spica mientras procedía a acercarse—. De más está decir que no le des a ninguna de las cargas o volaremos todos en pedazos.
Así, el Cisne Negro se adentró en la peligrosa e inestable nube de rocas de hielo, y Nova se preparó para abrir fuego... sin embargo, las extrañas naves dispararon primero:
—¡¡Alerta!! Inicia maniobras evasivas, Spica. ¡Sácanos de aquí ya mismo! —exclamó Rigel.
—No es necesario... no nos están atacando a nosotros. Lo hacen con uno de los asteroides —le aclaró ella.
Las ágiles naves giraban en torno a uno de los cometas, como si fueran un enjambre de insectos, al tiempo que le disparaban desde todos los ángulos, reduciéndolo de tamaño de una manera muy cuidadosa.
—Pero ¿qué rayos se supone que están haciendo? —preguntó Rigel, y pocos segundos después Spica le respondió:
—En el núcleo del cometa hay algo... Lo pondré en la pantalla principal con máxima ampliación.
Un par de segundos después, todos en el puente de la nave vieron de que se trataba. En el núcleo de aquel antiguo bloque de agua espacial, congelada desde hacía eones, había un cuerpo desarrollado, era un organismo adulto, un ser de aspecto semiantropomórfico, mismo que se encontraba en posición fetal, tal y como está un niño dentro de un útero materno.
—Se ve borroso por la capa de hielo que aún queda rodeándolo, pero se trata de un alien; no alcanzo a reconocer la especie... ¿Estará vivo acaso? —se preguntó Nova.
La situación se había complicado bastante ya, sin embargo esto empeoraría aún más... mucho más:
—Otra nave acaba de aparecer, esta es enorme —dijo Spica—; y no les va a gustar saber de cual se trata... es la Caribdis.
—¡Esos malditos piratas nuevamente! —exclamó Nova.
Se estableció entonces un statu quo, en el que cada parte continuó con lo que estaba haciendo...
Rigel meditó la situación por un instante, y dijo:
—¿Será posible que esas naves estén reduciendo el bloque de hielo para poder ingresarlo en la bodega de los piratas? ¿Estarán trabajando en conjunto?
—De hecho, la Caribdis se encuentra ya con su bodega frontal abierta; con ella que suele engullir, por así decirlo, a las naves de menor porte... Ciertamente, ese bloque de hielo ya le cabría dentro —informó Spica; justo en ese momento, las pequeñas naves cesaron su ataque y los piratas comenzaron su acercamiento para proceder con la maniobra de captura.
—Se trata de un secuestro —dijo Nova—. ¿No lo vamos a permitir, o sí?
—Por supuesto que no —le contestó Rigel—... Nova, quiero que prepares una activación parcial de las cargas de demolición que ya se encuentran desplegadas, y que detones solo las que están rodeando a la Caribdis.
Así, apenas segundos después, varias explosiones controladas redujeron algunos de los grandes bloques de hielo a fragmentos más pequeños, los cuales salieron disparados en todas direcciones, esto sorprendió a la nave pirata, la cual se vio obligada a abortar su objetivo y desviarse.
Sin embargo, en la caótica jugada, el bloque hielo con la forma de vida alienígena dentro fue impulsada hacia la atmósfera...
—¡Oh, no!, surgió un problema —exclamó Spica—. El fragmento con el alien congelado está ingresando... y no creo que con la pequeña capa de hielo que aun lo recubre logre sobrevivir. Si es que está vivo, se incinerará, seguramente.
—¡¡Vamos tras él, rápido!! —dijo Rigel transfiriendo el control de navegación a su silla de mando.
De ese modo, el Cisne Negro se adentro en la atmósfera, en lo que ahora era un peligroso intento de rescate... de dudoso resultado.
El pequeño óvulo congelado empezó a calentarse y, cual cometa, desplegó una larga cola de vapor, a medida que se deshacía con gran velocidad.
—¿En que estás pensando, Rigel? No podemos ingresar con este ángulo, ¡nos incineraremos! —le advirtió Nova al tiempo que la nave comenzaba a vibrar, y su casco se calentaba rápidamente por la fricción del desesperado ingreso.
—Haremos lo que la Caribdis pretendía hacer, lo cargaremos a bordo —le respondió su capitán.
—¿Sí, y cómo lo harás? ¡No entra! es muy grande para nosotros.
—No lo será tanto dentro de unos segundos... cuando comience a quemarse por la fricción atmosférica durante el ingreso, se reducirá.
Spica, pon en pantalla el volumen de la masa de hielo que estamos persiguiendo y la capacidad máxima de nuestra bodega.
De inmediato, aparecieron en la pantalla del puente los datos requeridos por Rigel, Spica agregó, además, la temperatura del casco de la nave, la cual se incrementaba a una velocidad aterradora.
—Vamos, vamos... —decía Rigel entre dientes de manera nerviosa.
Las atentas miradas de los tres tripulantes solo se enfocaban en los indicadores, la persecución se llevaba a cabo dentro de la cola de aquel cometa y la imagen en pantalla era solo de un denso vapor.
Así, de a poco, el bloque de hielo se fue haciendo cada vez menor, acercándose a lo que la bodega de la nave podía cargar; sin embargo, la temperatura del casco del Cisne Negro ya había alcanzado su límite máximo de tolerancia.
—Ya casi tiene el tamaño adecuado —destacó Spica.
—No podemos continuar más —dijo Rigel—, es ahora o nunca.
Fue así que abrió la bahía de carga frontal de la nave y avanzó, casi a ciegas, sobre su objetivo.
Repentinamente, se sintió el impacto contra la forma irregular de hielo, la cual ingresó con violencia, de una manera brusca, y se adaptó a su nuevo contenedor.
De inmediato, Rigel cerró la compuerta de la nave y se elevó para abandonar la atmósfera...
La temperatura del casco descendió a sus parámetros normales en apenas segundos, y Rigel le devolvió el timón a Spica.
—Eso estuvo demasiado cerca para mi gusto —dijo Nova.
—Pero aún no podemos festejar —le aclaró Spica—. La Caribdis viene por nosotros ahora, y casi no hay potencia en los motores, creo que se dañaron en el final de la maniobra... apenas logro mover la nave. No podremos escapar así a espacio abierto, va a devorarnos.
A pesar de ello, Rigel no estaba dispuesto a entregarse:
—Nova, estamos aún dentro del rango de explosión del resto de las cargas que ibamos a activar.
—Afortunadamente, ya no... sin embargo, nos encontramos entre los bloques de hielo y el planeta, y, si las detonamos estando aquí, los fragmentos se precipitarán contra nosotros, nos destruirán y caeremos junto con ellos como unos escombros más.
—Eso lo veremos —dijo Rigel; Nova, desde su puesto de artillera, giró para mirarlo con su rostro desencajado.
—Confía en mí, Nova... Hasta ahora nunca nos maté, ¿verdad? —le dijo él, con humor negro, al ver su expresión.
—La Caribdis nos contacta —advirtió Spica al tiempo que volteaba hacia Rigel, este le asintió con su cabeza, indicándole así que abriera un canal de comunicación, la imagen de Deimos apareció entonces en la pantalla principal del puente:
—¡Rigel, que grata sorpresa encontrarte nuevamente! De haberlo sabido habría aceptado este contrato de manera gratuita; el tener la oportunidad de poder vengarme de ti es una paga más que apetecible para mí.
—Me imaginaba que no habías muerto en la despresurización de aquel carguero, Deimos... Nunca tengo tanta suerte.
—Es muy cierto lo que dices, y el quedar con tu nave prácticamente varada y a mi merced, es una contundente prueba de ello.
No tienes idea lo que tengo preparado para ti y tu bella tripulación para cuando estén a bordo de mi nave. Esas dos hermosuras serán una gran diversión para mis hombres.
—¿Sí?... y tú no tienes ni idea de la sorpresa que tengo reservada para ti —le contestó Rigel—.
¡Detona las cargas, Nova... Ahora! —ordenó a su artillera, quien, de inmediato, quitó los seguros e hizo explotar todo el remanente de las cargas de demolición ya desplegadas, estas generaron una lluvia de fragmentos de hielo de todos los tamaños, mismos que impactaron contra la nave pirata desde atrás.
De es modo, la Caribdis recibió todo el daño y le sirvió de escudo parcial al Cisne Negro, que resultó ileso; sin embargo, con la onda expansiva, ambas naves se precipitaron en la atmósfera del planeta, casi sin control alguno.
—¡¡Estabiliza la nave, Spica!! —le gritó Rigel, al tiempo que ella hacía todo lo posible por lograrlo.
El descenso fue vertiginoso.
Desde la superficie de aquel mundo, todo el drama orbital se veía como una hermosa lluvia de meteoritos...
Ambas naves terminaron finalmente impactando en la líquida superficie, y quedaron flotando a la deriva en un océano sin nombre.
Génesis...
Horas después, Rigel despertó, se encontraba en la enfermería de la nave, en la camilla contigua, junto a él, estaba Nova todavía inconsciente, de Spica no había rastros...
—¡Nova!... ¡¡Nova!! ¡¿Estás bien?! —le preguntó, al tiempo que se sentaba en el borde de su cama.
—Si, al menos eso creo —le contestó ella con voz quejumbrosa, y se incorporó sujetando su cabeza—. Lo último que recuerdo es la nave girando para todos lados. Seguro que nos estrellamos.
—Al menos estamos vivos... y sin nada roto, Spica debe habernos traído hasta aquí.
—Y nos encontramos flotando, a juzgar por el ruido de agua que hay afuera y por como se mece la nave...
Rigel se aproximó hacia las translúcidas ventanas del cuarto y presionando su interruptor las despolarizó, volviéndolas transparentes: ante sus ojos se desplegaba ahora un mar infinito, similar a los grandes océanos de la Tierra, con un sol matinal que se elevaba por el horizonte, en medio de un cielo despejado y diáfano.
En cuanto se recuperaron lo suficiente, apenas segundos después, se encaminaron hacia el puente, y allí encontraron a la tercer miembro del equipo trabajando en la reparación de los sistemas de la nave:
—¡Qué bien, ya despertaron! Los dos sufrieron contusiones leves cuando se desmayaron por causa de la incidencia de las fuerzas g en sus organismos... a las cuales yo soy inmune, obviamente.
Otra de las ventajas de tener por piloto a un ser no biológico.
—Infórmame como está el Cisne —le solicitó Rigel sin más.
—El casco de la nave se encuentra bien, gracias a mi excepcional pericia en los controles, mantuvo el 100 % de su integridad estructural a pesar del impacto.
Nos encontramos flotando en medio de una de las grandes masas de agua del planeta en su región ecuatorial, no hay riesgo de hundirnos.
Aún estoy reparando los motores, ya he logrado incrementar la potencia en un 15 %, sin embargo aún no tenemos la capacidad para salir del planeta, ni siquiera nos alcanza para volar.
—¿Y los piratas? —le preguntó Nova.
—La Caribdis se estrelló como a cinco millas náuticas de nosotros, hacia el oeste... son casi unos diez kilómetros. Parece estar dañada, no se ha movido de esa ubicación, hasta ahora.
—¿Y nuestro huésped? —preguntó ahora Rigel.
—El bloque de hielo en el que se encontraba se terminó de derretir hace como una hora.
—¿Drenaste el agua para que no se ahogara?
—No, de hecho, introduje más agua del océano que nos rodea para completar el volumen de la bodega.
El organismo presenta características morfológicas adaptadas para medioambientes líquidos. Va a ser mejor que lo vean, vamos... y por cierto yo diría que es una ella.
Fue así que se dirigieron a la bodega principal de la nave, convertida ahora en una especie de gran pecera, y por la ventana de la puerta observaron a la criatura... Rigel y Nova se quedaron atónitos, su forma les recordaba muy claramente a unas conocidas criaturas mitológicas, muy presentes en innumerables leyendas marinas de la Tierra: las sirenas, y su contraparte masculina, los tritones.
Por su torso, se apreciaba su claro aspecto femenino, sus senos así lo indicaban; de su cintura para abajo una gran cola, propia de un pez, reemplazaba en su totalidad a las que serían sus piernas.
En su cabeza presentaba característica propias de un ser alienígena, sus orejas eran puntiagudas, de su cabeza, a modo de cabellera, nacían tentáculos, similares a los de los pulpos, así como estructuras que recordaban a las aletas de los seres acuáticos; en su cuello se apreciaban unos delgados tajos que cumplirían la función de branquias.
Sus manos contaban con cinco dedos, eran muy similares a las humanas, hasta tenían un pulgar en oposición, la única diferencia era la membrana que unía los dedos entre sí, volviéndolos palmeados, una clara adaptación para el nado.
Parecía ser una especie de quimera acuática, hecha con pedazos de diferentes criaturas marinas.
—Es una sirena alienígena, ¿o me lo parece a mí solamente? —se preguntó Nova extrañada.
—No hay nada en las bases de datos de la AE que nos sirva para identificar su especie —le aclaró Spica—.
Lo único que puedo deducir es que pertenece a alguna clase de civilización evolucionada, a juzgar por los adornos que lleva en su cuerpo —concluyó.
A pesar de encontrarse prácticamente desnuda, la criatura llevaba puesta cierta clase de elaborada bisutería en su cabeza, torso y cintura, lo cual mostraba su pertenencia a una especie capaz de trabajar metales con avanzada precisión.
En ese instante la sirena se movió...
—Supongo que hasta ahora estuvo en un letargo criogénico. La temperatura del agua aún es baja pero, a medida que se incremente, es esperable que sus funciones vitales comiencen a activarse —agregó Spica, apenas terminó de decir esto cuando la sirena abrió sus ojos... y los miró.
Sus ojos eran carentes de pupilas, sus párpados cerraban como los de los humanos, aunque presentaba un segundo par, por debajo, que operaban de manera transversal...
Con suavidad, la sirena se acercó a la puerta, y los contempló con curiosidad.
Dirigió entonces su mirada hacia Nova...
«Me gusta tu cabello, Nova», le dijo mentalmente.
—¡Acaba de hablarme, y me llamó por mi nombre! —se alarmó Nova.
«¿Puedes escuchar lo que pensamos?», le preguntó entonces Rigel con su mente.
«Sí, Rigel... aunque, de ella no puedo sentir nada en absoluto», fue la respuesta del ser apuntando hacia Spica.
—Es porque Spica es artificial, no está viva —le aclaró Rigel.
—¿Estás dialogando con ella? —preguntó Spica.
—Sí.
—¿Cómo lo haces? Quiero comunicarme yo también.
—Es telepatía... se contacta de manera telepática, tú no podrás.
—También yo la escucho. Esa es otra de las ventajas que tenemos los seres biológicos, una lengua universal, instantánea, mucho más veloz que cualquier otro sistema, y sin errores de interpretación, ni mentiras de por medio —le dijo Nova con un dejo de altivez.
«¿Cómo te llamas, tienes un nombre?», le preguntó Rigel.
«Soy Calipso».
«¿Calipso? ¿igual que una de las ninfas mitológicas de mi mundo? ¿Se trata de una coincidencia, astronómicamente improbable, acaso?».
«No, no es ninguna coincidencia. Tu especie comenzó con uno de los nuestros, fue quien le dio origen a la vida animal en tu mundo; todos nos conectamos en una misma mente, es normal que intercambiemos fragmentos de información cultural, a un nivel mental subconsciente, así como lo es el compartir características físicas.
Sin embargo, también percibo que tu raza en particular no ha seguido una evolución completamente natural, ha sido modificada por otros que le han dado su forma actual».
Rigel y Nova se miraron extrañados, el surgimiento y evolución de la vida seguía siendo un gran misterio, aún insondable, para la ya algo avanzada ciencia humana.
«Pertenezco a los que ustedes conocen como: los Precursores; veo que son conscientes de nuestra existencia, aunque solo lo hacen cuando su ciencia no puede explicar el origen de algo...
«Algunos creen que los Precursores son solo un mito, seres de leyenda», le planteó Nova.
«Déjenme ilustrarlos un poco al respecto:
Habemos distintas clases de Precursores, provenimos de muchas razas diferentes, algunos son iguales a mi, otros solo parecidos, y los hay también muy diferentes, hemos evolucionado tanto ya que eso carece de importancia para nosotros.
Nuestro objetivo primordial es promover la vida y la evolución a lo largo del universo.
Para ello, algunos de los nuestros proveen de avances tecnológicos a especies en vías de desarrollo, otros evitan extinciones masivas en ecosistemas que así lo necesitan... yo formo parte de los que llevan la vida a los planetas aptos para recibirla, vida de tipo animal en mi caso.
Ese es mi destino, hace ya miles de años que espero para cumplirlo.
Contengo en mi interior células de vida autosuficientes capaces de crear diversos tipos de organismos acuáticos. Mi código genético es extremadamente adaptable y propenso a la biodiversidad..., puedo dar origen a todo un ecosistema prácticamente yo sola».
—¿Qué les está informando? Vamos, saben que yo no puedo oírla, díganme —se quejó Spica al ver a sus compañeros absortos, mirando a la alienígena sin pronunciar palabra alguna.
—La antigua teoría de la panspermia, la difusión de la vida a través del universo, parece que es muy cierta, Spica —le dijo Rigel—.
El cometa en el que estaba Calipso, era como un óvulo esperando caer en un mundo con agua líquida en donde ella pudiera liberar sus células, las cuales en poco tiempo evolucionarían, adaptándose, y creciendo como diferentes tipos de animales, acuáticos en principio... así pasó en la Tierra, donde las diferentes especies tienen ancestros comunes.
—La gruesa capa de hielo que la rodeaba, la protegería durante el ingreso en la atmósfera y en el impacto sobre la superficie. Luego se derretiría hasta desaparecer por completo, y entonces ella despertaría para comenzar —dedujo Spica—.
Bueno, solo tenemos que abrir la bodega para liberarla —propuso; sin embargo, no habría tiempo de hacerlo, en ese momento una alarma de advertencia comenzó a sonar.
Rápidamente la tripulación se dirigió corriendo hacia el puente, y cada uno tomó su puesto:
—Detecto varios objetos pequeños acercándose a gran velocidad hacia nosotros, vienen por el agua —reportó Spica.
—No son solo objetos, y se están desplazando por sobre el agua, específicamente —la corrigió Nova—. Se tratan de armaduras mecanizadas de combate de la FDT, según sus transpondedores... y, a juzgar por su dirección, provienen de la Caribdis.
Seguramente fueron conseguidas por esos piratas en algún depósito de reciclaje, ya que ese modelo fue retirado del servicio por tener fallas de diseño.
—Bueno, si tienen problemas de fábrica no serán un gran problema —comentó Rigel.
—¡¿Qué no, qué...?! Estamos por enfrentarnos a enemigos que usan unos trajes militares completamente blindados, que han sido diseñados para operar en ambientes extremos, como el espacio exterior o las grandes profundidades marinas, incluso pueden usarse en lava; son autopropulsados y llevan integrado todo un arsenal —le aclaró Nova.
—De veras que quieren capturar a Calipso —dijo Rigel—. Spica, abre la bodega de carga y libera a nuestra pasajera, que se escape, nunca la encontrarán en la vastedad de estos océanos.
—A la orden, capitán...
Un momento, vamos, ¿qué pasa? La bodega no responde, parece que está trabada. Me imagino que en el impacto se averió, no puedo abrirla.
—¡Repárala entonces! Nova, mientras tanto, tú encárgate de los piratas. Supongo que con nuestro armamento bastará.
—Si fuera solo una escuadra, seguramente, serían solo cuatro, pero esta es ya toda una sección, estoy contando a más de treinta. Son demasiados.
—Entonces pongamos distancia. Spica, olvida la bodega y retoma el timón; Nova, aleja a esos malditos cuanto puedas.
De ese modo, el Cisne Negro comenzó a navegar como si fuera una veloz embarcación en el agua, mientras que los piratas los perseguían, desplazándose a solo un par de metros por sobre la superficie.
—¿Por qué fueron retiradas esas armaduras, Nova? —le preguntó Rigel al tiempo que el intercambio de disparos comenzaba.
—Al estar tan blindadas el soldado no tiene contacto sensorial con el exterior, todo es electrónico, y el sistema de sensores que tienen presenta demasiada latencia, reacciona muy lento ante los cambios bruscos en su entorno.
Rigel pensó en como sacarle partido a aquella debilidad estructural, y tuvo una idea:
—Spica, ajusta el rumbo de la nave de modo que el sol quede delante nuestro. Cuando esos piratas se acerquen a menos de 30 metros, comienza a realizar giros de 45 grados a babor y a estribor de manera alternada; Nova, estate atenta a esos cambios para compensar el sistema de apunte de las armas...
Mientras tanto, sus enemigos no les perdían el rastro:
—¡Ya estamos cerca, prepárense para el abordaje! —les gritó uno de los piratas al resto de sus compañeros; justo en ese momento el Cisne Negro alteró su derrotero y el sol, que les daba de frente a todos, quedó parcialmente de costado...
En ese instante, los visores electrónicos de las escafandras que llevaban aquellos cazadores se apagaron todos de súbito:
—¡¿Qué diablos pasa?! ¡No veo! —exclamó uno de ellos.
—¡Mi armadura falla! —advirtió otro.
—¡La mía también, no puedo ver nada! —Todos habían quedado momentáneamente cegados por el brusco cambio en la iluminación externa que recibían sus sensores ópticos...
El improvisado plan parecía funcionar muy bien, Nova derribaba a los objetivos más cercanos, mientras que Spica evitaba que la nave fuera rodeada y abordada... Sin embargo:
—¡La Caribdis se acerca!, y viene rápido —alertó Spica.
La enorme nave avanzaba navegando por el agua, al igual que el Cisne Negro, dándole así ahora cacería de manera directa... Era como si fuera un gigantesco monstruo marino, persiguiéndolos.
—Spica, quiero que busques archipiélagos, una isla, lo que sea... y llévanos hasta ahí —le ordenó Rigel.
—Bien, ya estamos en rumbo.
La isla más cercana se encuentra a unas cinco millas náuticas, son menos de diez kilómetros... Llegaremos como en siete minutos, a esta velocidad —le respondió Spica.
—La Caribdis nos devorará en menos de uno —le enfatizó Rigel—. ¿Qué velocidad necesitamos para levantar vuelo?
—Si no alcanzamos cien nudos, como mínimo, no despegaremos, y eso es el doble de lo actual.
—¿Cuál es tu plan, Rigel? —le preguntó Nova.
—¡Necesitamos llegar hasta el centro de una masa de tierra!, así escaparíamos, en esa enorme nave ellos encallarían al acercarse.
—Si solo tuviera un poco más de tiempo, creo que podría potenciar los motores, aunque será algo momentáneo, no creo que aguanten por más de un minuto o dos con mucha suerte, y el resto será planear... hasta estrellarnos.
—Enfócate en hacerlo, Spica, yo tomaré el timón; Nova, usa todas las cargas de demolición que nos queden, ¡mantén a esa enorme bestia a raya!
La persecución final dio así comienzo. La nave pirata avanzaba con su gran bodega frontal abierta, como si fueran las fauces de la mítica criatura que le daba su nombre, Nova le disparaba lo más cerca que podía haciendo que, con cada explosión, enormes masas de agua ingresaran en la Caribdis, retrasándola un poco cada vez.
De ese modo, la intensa carrera se prolongó por interminables segundos...
—¡Listo, Rigel. Prueba despegar ahora! —le dijo Spica, y el capitán intentó el despegue.
Rebotando sobre la líquida superficie, el Cisne Negro luchó por unos momentos tratando levantar vuelo con sus alas de metal... hasta que finalmente lo consiguió.
La nave se elevó un centenar de metros y avanzó cuanto pudo hasta que sus motores se detuvieron:
—Ahora a buscar un buen sitio para estrellarse —comentó Nova con ironía—. Por lo que veo la isla está llena de árboles, esto va a ser feo, muy feo —remató sujetándose de su consola.
—Sin embargo, estamos de suerte —dijo Spica, quien ya había retomado el control del timón—. Hay un claro en el centro y parece haber una especie de campamento.
—El planeta está deshabitado. Debe ser una base abandonada usada por los terraformadores iniciales...
De ese modo, tal como había anticipado Spica, la nave continuó planeando, hasta estrellarse en medio de la isla... Afortunadamente, sin mayores consecuencias.
El plan de Rigel había funcionado, Deimos y su nave quedaron atrás... Aunque, para el capitán pirata esto había sido solo un molesto retraso, él nunca, jamás, se rendiría tan fácilmente.
Un paraíso lejano
El Cisne Negro necesitaba aún ser reparado para poder salir de aquel mundo acuático, y Spica era la encargada de hacerlo; en el abandonado asentamiento se encontraba todavía presente una buena cantidad de equipo en condiciones utilizables.
Ubicado en la parte central, la más elevada de aquella montañosa y accidentada isla volcánica, parecía ser un pequeño poblado fantasma, con varios habitáculos portátiles de campaña, destinados a funciones específicas, así como diversas máquinas y algunos vehículos que aún no habían sido retirados por la AE.
Apartada de la nave y sentada bajo la sombra de una palmera, a la vera de un acantilado, Nova miraba aquel paradisíaco espectáculo que se desplegaba ante sus ojos:
—Esto es realmente hermoso, siempre me ha encantado el paisaje de los trópicos. No me desagradaría pasar el resto de mi vida en un sitio como este —le dijo Rigel aproximándose a ella por detrás.
—Me recuerda a las islas Cook de la Tierra, en el océano Pacífico... Estuve allí una vez, y lo disfruté tanto —le contestó ella suspirando.
—Es muy ingenioso como ha procedido la AE para darle luz y calor a este mundo tan alejado de toda estrella. Sabía que existían, pero es la primera vez que veo una luna estrella —dijo Rigel.
El Sol que brillaba en aquel cielo era en realidad un satélite artificial de los apodados luna estrella o estrella satelital.
Se trataba de una clase de naves únicas, las cuales operaban como auténticas estaciones orbitales, y destinaban el 99.9 % de su poder a la producción de luz y calor.
Utilizaban un reactor de fusión nuclear, tal y como lo hace como un astro natural. La potencia era infinitamente menor a la de una estrella verdadera, pero eso lo compensaba su cercanía al objetivo.
Eran de forma semiesférica, la reacción atómica se concentraba en su centro, creando allí una brillante y caliente esfera de energía; el hemisferio estructural tenía su superficie interna espejada y se ubicaba por detrás, reflejando así toda la energía hacia el frente, la cual era focalizada y dirigida hacia el planeta...
Tenían que ser remolcadas hasta su ubicación aproximada, ya que solo contaban con propulsión para maniobras orbitales.
Pertenecían a la AE, no eran creaciones humanas, esa tecnología se encontraba adelantada unos cientos de años a la de la Tierra.
Se usaban principalmente en mundos que se encontraban muy alejados de una estrella verdadera, y que además contaban con poca o nula actividad geotérmica... Sitios que no podían albergar vida, por estar completamente congelados; generalmente eran satélites, planetas errantes u, ocasionalmente, planetas cuya estrella principal ya se había agotado y apagado, o estaba en proceso de hacerlo.
—Observaba la eclíptica —dijo Nova—, la línea por la que el sol se traslada en el cielo.
Sé que las estrellas satelitales orbitan simulando el día y la noche del mismo modo en el que sucede en un planeta que rota sobre su eje alrededor de un astro natural, también están programadas para variar su plano de rotación, producen así las estaciones anuales.
Me gustaría vivir un año entero aquí solo para ver eso...
—Todo ha sido minuciosamente pensado para las especies que poblarán el mundo al que son destinadas; la luz y el calor regulan la mayoría de los ciclos biológicos —comentó Rigel.
—Por cierto, y ya que hablamos de especies y poblar mundos, ¿cómo se encuentra Calipso?
—Bien, la masa de agua en la que estaba flotando dentro de la bodega amortiguó todo el ajetreo que sufrió, casi ni lo sintió... y está ansiosa por salir.
—¿Sabes qué, Rigel?, estaba pensando... Sus descendientes en este mundo, como ocurre casi siempre, comenzarán religiones; ocurrirá dentro de siglos, y lo harán con la información que emerja de su inconsciente colectivo, creerán que fue inspiración divina, seguramente... pero en realidad serán recuerdos, recuerdos de todo esto que está viviendo Calipso ahora.
Vamos a terminar formando parte de las leyendas de los dioses.
Rigel se rió al escucharla:
—¿Dioses?, tal vez... Sin embargo, así como nosotros, creo que los Precursores están lejos de serlo.
Verás, Calipso me reveló que, aunque ellos llevan y promueven la vida en diferentes mundos, cuidándola para que crezca y evolucione con seguridad, como hacen los padres con sus hijos, hay misterios que aún desconocen.
El origen de lo que ellos llaman las chispas de vida, lo que para nosotros son las almas, les es un misterio. Esa fuerza intangible que anima a las células y a los tejidos biológicos en su desarrollo y evolución, no pueden explicarla aún; esa es una de las búsquedas en las que su avanzada ciencia se encuentra todavía.
No son dioses, hay otras entidades por encima de ellos... y eso da mucho que pensar.
—¡Rigel, Nova... vengan de inmediato! —los llamó Spica. Uno de los drones que había desplegado a poco de estrellarse había detectado actividad.
Deimos y sus hombres habían llegado hasta la costa de la isla usando unas lanchas de desembarco. Se encontraban desplegando ahora unos vehículos todoterreno con los que comenzarían a buscarlos en pocos minutos.
—¿Respondió alguien a nuestro pedido de auxilio? —le preguntó Rigel.
—Sí, varias naves de la AE ya se encuentran en camino para asistirnos... pero demorarán varias horas, no creo que lleguen a tiempo.
—¿Podemos alejarnos de la isla?
—No, los motores están semidesarmados, los estoy reparando aún.
—Hay que dejar la nave y ocultarnos en la isla, entonces —sugirió Nova.
—Nosotros nos salvaríamos de Deimos, pero Calipso no —dijo Rigel—. No pienso abandonarla ante ese avaro pirata... ¡Vaya Dios a saber para que la quiere!
Dime, Spica ¿pudiste arreglar la puerta de la bahía de carga?
—Sí, ya funciona... pero ¿por qué?; no podemos sacar a Calipso del agua... ya sabes que tiene branquias, se ahogaría en minutos.
—Tengo una idea y creo que funcionará —susurró Rigel mirando de reojo a un camión cisterna que se había usado para el suministro de agua potable al campamento.
Y así comenzó su plan: luego de bombear toda el agua necesaria desde la bodega del Cisne Negro hacia el enorme tanque de suministro del camión, hasta llenarlo, Rigel tomó en brazos a Calipso y la cargó hasta el vehículo, introduciéndola con mucho cuidado dentro de la cisterna.
«No te preocupes», le indicó él antes de cerrar la escotilla.
«Quien está preocupado eres tú», contestó ella...
A continuación, enganchó un pequeño remolque, que era una simple caja de carga no muy alta, en la parte trasera del camión, quedando posterior a la cisterna.
—Spica, ¿podrías reforzar los laterales de este remolque?
—Por supuesto... le soldaré una placas metálicas.
En minutos, todo estuvo listo. El camión, el cual manejaría Rigel, contaba ahora con un remolque blindado, en el que viajaría Nova con cuanta arma de mano pudiera cargar para repeler a cualquier enemigo que los persiguiera...
—En cuanto los piratas estén por llegar al campamento quiero que te ocultes en la selva, ¿entendido, Spica?
—Sí, pero lo más seguro es que ni se detengan aquí, seguirán tras ustedes; ellos también tienen sus drones con los que ven todo lo que hacemos nosotros —agregó señalando hacia el cielo.
No había tiempo que perder, y Rigel se puso en camino con Nova como su única protección... Ella sería ahora su artillera de cola.
Tal y como predijo Spica, los piratas pasaron de largo por el campamento sin siquiera bajar la velocidad, el camión cisterna era su único objetivo.
—¡Ya vienen, los veo, Rigel! —le advirtió Nova por la radio.
—Bien, no te diré como hacer tu trabajo... Solo cuidate, ¿de acuerdo? —le indicó él preocupado, sabía lo expuesta que ella estaba.
Pocos segundos después, comenzó un intercambio de disparos, mismo que se intensificó rápidamente:
Los piratas, utilizando avanzadas motos con sidecars artillados atacaban sin cesar... sin embargo, el blindaje improvisado por Spica en el remolque aguantaba muy bien el castigo al que era sometido.
Por momentos «cuerpo a tierra», por momentos «rodilla al suelo», Nova respondía la violenta agresión...
El escarpado e irregular terreno hacía difícil las cosas para ambos bandos, los vehículos no dejaban de saltar y sacudirse casi en todo momento...
La experiencia de Nova en combate estaba siendo puesta a prueba, llevándola al límite. Superada por un gran número de enemigos apenas contaba con fracciones de segundo para exponerse y contraatacarlos.
Con fugaces ráfagas, en las que no podía darse el lujo de fallar, ella lograba eliminar uno a uno a sus cazadores, sin embargo, ellos eran demasiados y por cada uno que caía otro lo reemplazaba...
—¡Rigel, tengo que advertirte de algo! —le dijo Spica irrumpiendo en el sistema de radio.
Aunque había quedado atrás, ella monitoreaba de cerca toda la persecución desde el cielo, mediante un dron.
—Espero que sea importante, Spica... estamos un poco ocupados por aquí —le enfatizó Rigel.
—¡Lo es! Te diriges a un acantilado, si continúas por ese camino se despeñarán como treinta metros directamente hacia el agua...
—Imposible, estoy siguiendo el mapa del sistema de navegación del camión... el camino gira y continúa hacia la playa.
—Ese mapa está desactualizado... Esta es una isla volcánica, la actividad telúrica ha de haber cambiado la configuración del terreno.
Hay toda una sección de la isla, más adelante, que se ha hundido en el mar. ¡Créeme, lo estoy viendo ahora con la cámara del dron!
—¿Hay algún camino alternativo que veas?
—Ninguno cerca... tienes que volver por el que vas, regresar al campamento y tomar por otro desde aquí.
Rigel lo pensó sin decir nada, el solo hecho de frenar el camión significaría el final: Calipso caería en manos de Deimos, Nova sería entregada a sus hombres y él seguramente moriría...
—¿Cuánto tiempo nos queda? —preguntó Nova.
—Estimo que menos de un minuto —respondió Spica.
—Rigel, creo que esto ha sido todo, vas a tener que hacer algo —le dijo entonces Nova, ya resignada, y aceptando la inevitable derrota...
En ese momento, sintió como el vehículo realizaba un brusco zigzag, y escuchó como el trailer era liberado del camión cisterna, el cual se alejaba, al tiempo que el remolque, en el que ella estaba, se salía del camino para internarse en aquella jungla tropical.
—¡¿Qué crees que estás haciendo, Rigel?!
—Lo único que puedo hacer a esta altura, lo mejor para todos.
Voy a saltar con el camión y terminar con esto —le contestó él con frialdad, al tiempo que liberaba los seguros de la escotilla de la cisterna, para que así Calipso pudiera salir en cuanto el camión se hundiera en las profundidades.
—¡¿Estás demente acaso?! ¡¡ Te vas a matar!!
—Puede ser, pero este ha sido mi plan desde el comienzo, y es mi responsabilidad llevarlo a cabo... Bien sea de un modo, u otro.
Spica ya está a salvo, y tú también lo estarás, los piratas vienen tras de mí, podrás ocultarte en la selva en cuanto el trailer pierda toda su inercia... y con respecto a Calipso, el agua de la cisterna la protegerá del impacto, como lo hizo cuando se estrelló el Cisne en el campamento, y ella escapará a mar abierto.
—Si el impacto no te mata de inmediato, quedarás inconsciente y te ahogarás, eso es prácticamente seguro.
—De ser así, este es un hermoso lugar para morir —respondió Rigel sonriendo con aceptación a medida que aceleraba, estaba claro que nada lo haría cambiar de parecer.
Momentos después, alcanzó el borde del precipicio y se dejó caer junto con el camión...
El impacto en el agua fue sencillamente brutal. La estructura del vehículo, se dobló, la luneta de la cabina, saltó, y Rigel, a pesar de que tenía el cinturón de seguridad puesto, sintió el violento sacudón, el cual lo dejó a punto de perder la consciencia.
Rápidamente el agua inundó el destrozado habitáculo, él alcanzó a desabrocharse el cinturón de seguridad... sin embargo, ya estaba demasiado mareado, su visión era borrosa y estaba tragando mucha agua.
Sus ojos se cerraron, y se preparó para morir; a los pocos segundos, sintió que era sujetado de sus brazos por alguien, que lo arrastraba hacia afuera...
Instantes después, el oleaje lo arrojó sobre una playa haciéndolo rodar, y comenzó a toser, expulsando así toda el agua que había entrado en sus pulmones. Solo alcanzó a distinguir la difusa silueta de un torso femenino, que se elevaba por sobre la superficie del agua, mismo que al hundirse reveló una larga cola de pez.
La sirena así se despedía de él y, mientras se alejaba, en su mente escuchó las palabras: «Gracias a ti y a tu tripulación por todo lo que hicieron, Rigel. Adiós, y prosperen».
Finalmente, ya agotado y sin fuerzas, perdió la consciencia.
Vacaciones, al fin
Luego de un tiempo imposible de determinar para él, Rigel despertó; se encontraba acostado en la misma playa a la que apenas recordaba haber llegado.
Cerca de él comenzó a distinguir a una hermosa mujer en bikini o, mejor dicho, en ropa interior, recostada y tomando sol... Esa larga y rubia cabellera ondulada y ese curvilíneo cuerpo femenino, bello y atractivo en todo sentido, le resultaron inconfundibles, pronto intuyó de quien se trataba:
—¿Nova?... ¿qué fue lo que ocurrió?
No hubo respuesta...
—¡Nova!, ¿me escuchas? Te estoy hablando.
—Estoy molesta contigo, Rigel... Muy molesta —enfatizó ella.
—¿Otra vez?, ¿y por qué es ahora?
—Si no puedes darte cuenta, es inútil que te lo diga.
Rigel, aún semi inconsciente, demoró un instante en deducirlo:
—¡Oooh! ya sé. Es porque puse en riesgo mi vida y bla, bla, bla... ¡Bien! No morí, aquí estoy, ya puedes alegrarte y ponerme al tanto de todo, en lugar de enojarte conmigo y no dirigirme la palabra.
Nova ni lo miró, solo entrecerró sus ojos con una expresión seria, por un lado quería besar a Rigel y abrazarlo fuerte, sin soltarlo por nada del mundo, estaba feliz de que estuviera bien; por el otro, gustosamente lo golpearía en el rostro por haberse atrevido a arriesgarse de ese modo tan peligroso e inconsulto...
Conflictuada, procedió a darle su reporte:
—Bien. Calipso desapareció, me imagino que se encuentra en algún lado de las profundidades de este océano comenzando con su proyecto de ecosistema.
Deimos y su banda de piratas se fueron, la Caribdis abandonó el planeta ya hace unas horas.
Spica está aún reparando el Cisne en el campamento abandonado, cuenta con la ayuda de una nave de la AE que llegó hace poco.
Tú pareces no tener nada roto, te revisé... y como no te iba a arrastrar hasta la nave decidí esperar a que te despertaras y caminaras.
Mientras tanto, yo asumí que estas son las vacaciones que nunca me darás, y estoy tomando sol, o como sea que se llame esta estrella artificial...no me importa, funciona igual.
Luego iré a nadar, y más tarde disfrutaré de alguna lectura durante el ocaso, y esta será mi rutina por una semana, te guste o no, ¡ya lo decidí!
Así que, para esta noche, quiero que te encargues de que uno de los habitáculos del campamento se encuentre perfectamente limpio y completamente arreglado, con todo funcionando y bien aprovisionado, ¡es lo mínimo que merezco!...
«Te enseñaré a tratar como es debido a una mujer como yo», pensó enojada.
—¿Tienes algún problema con eso? —le preguntó finalmente, mirándolo de reojo y en tono desafiante; Nova decididamente podía ser tan agresiva como hermosa.
—No, no... para nada, lo haré todo. Me parece perfecto; de hecho, yo tomaré esto del mismo modo en que lo haces tú; hasta creo que me fabricaré una caña de pescar.
—¡Pero si todavía no hay peces en los mares de este planeta!
—Me haré la idea de que sí hay... al fin y al cabo, eso no importa en realidad, pescar es una actividad relajante en si, solo el hecho de ir e intentarlo ya es suficiente.
Serán nuestras vacaciones; tenemos todo un hermoso planeta para disfrutar y a nuestra entera disposición —Rigel sabía muy bien cuales batallas librar y cuales no, y ya había corrido demasiados riesgos en ese día como para contradecir a Nova.
¿FIN?
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