Recuérdame
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Sin embargo, ellos no son los únicos que quieren hallarla, Armony también tendrá un aliado, un protector... alguien que no dudará en arriesgar su propia vida con tal de salvar la de ella.
Armony pronto aprenderá que en nuestra existencia intervienen fuerzas que están mucho más allá de lo que perciben nuestros sentidos. Se enterará de que no estaba tan sola en el mundo como ella pensaba. Comprobará que la muerte no es el final que ella creía...
¿La vida nos va dejando realmente solos o quiénes murieron están más cerca de lo que pensamos? ¿Volveremos a estar juntos algún día o no nos encontraremos jamás? ¿Es la muerte el final o es solo el comienzo de una vida nueva?
Todos tenemos un destino y nadie puede huir de él. No importa durante cuántas vidas lo intentemos.
Una aventura emocionante que atravesará países y continentes... Una historia en la que las vidas pasadas se fusionarán con el presente y en la que la frontera que separa la vida de la muerte, desaparecerá... y que te hará replantear el mismo funcionamiento de tu propia existencia.
¡Prepárate! Porque Recuérdame será una historia que jamás olvidarás.
(toca cada parte y disfrútala)
Lágrimas olvidadas
Era la última noche del año 2016 y en pocas horas más todos los relojes del corazón de Europa alcanzarían esa hora mágica que marcaría la medianoche a lo largo de todo el noveno meridiano oriental, indicando el inexorable y eterno cambio de año.
Como sucede todos los años, incontables fiestas y celebraciones daban la vuelta al mundo entero, desde las más pequeñas y privadas hasta las más grandes y concurridas.
Entre tantos festejos, uno muy especial tenía lugar en el norte de Europa, específicamente en Dinamarca. Allí y para esta ocasión en particular, la Casa Real del Príncipe Edward había organizado una elegante fiesta, que era tan suntuosa como imponente.
En la celebración no se habían escatimado gastos de ningún tipo.
El lugar elegido era uno de los más bellos y grandes castillos de la región, el cuál, vestido con todas sus galas para la tertulia, lucía esplendoroso y era perfecto para una noche inolvidable.
A pesar de estar en invierno, la noche no era tan fría y, aunque nevaba ocasionalmente, este invierno en particular había sido bastante benigno en toda la zona; el cielo estaba despejado, con una bella luna creciente reinando entre las estrellas; por debajo se encontraban los hermosos y grandes Jardines Imperiales, siempre cuidados a la perfección y listos para deleitar a sus visitantes.
Todo había sido minuciosamente pensado. El Palacio Real estaba construido sobre el borde de un enorme y bello lago que lo rodeaba parcialmente, eso lo convertía en un lugar privilegiado esa noche, ya que brindaba una vista despejada de la bóveda celeste, lo cual le permitiría a los concurrentes el poder disfrutar en todo su esplendor de los grandiosos fuegos artificiales que esperaban con impaciencia el comienzo del nuevo año, justo a la medianoche, listos para iluminar el cielo durante su fugaz pero intensa vida.
La ubicación geográfica del castillo era asimismo inmejorable, el estar a pocos minutos de viaje y al norte de la capital danesa le facilitaba un rápido acceso a todos los invitados. Decenas de limusinas habían desfilado durante toda la noche trayendo a importantes personalidades nacionales y extranjeras que habían concurrido a la velada de gala.
El imponente salón principal del palacio era el epicentro de la noche. Había sido seleccionado especialmente no solo por su gran tamaño y estilo renacentista, repleto de obras de arte y detalles lujosos, sino también por estar dotado de una excelente acústica, ya que en él tendría lugar el evento principal de la noche: un gran concierto de música clásica.
En la cabecera del salón se había montado el escenario y una gran orquesta sinfónica había sido contratada especialmente para la ocasión.
Durante toda la velada se dio un hermoso concierto, con la interpretación de los fragmentos más conocidos de diversas obras clásicas de los principales compositores europeos.
A pesar de sus enormes dimensiones, el gran salón estaba lleno de asistentes por doquier.
Entre los invitados destacaban los pertenecientes a la Realeza, que habían concurrido de diversos países y entre ellos el anfitrión principal: el Príncipe Edward, quien vestía su uniforme militar de gala Real, con su banda cruzada, su gorra bajo el brazo, sus guantes blancos y todas las condecoraciones propias de su estatus.
La noche era perfecta y todos disfrutaban de un espectáculo que sería inolvidable.
Faltando ya pocos minutos para la medianoche y luego de haber tocado durante toda la tertulia, la orquesta finalizó la pieza musical de despedida del año. Los asistentes aplaudían efusivamente y el director agradecía exultante el reconocimiento, en nombre suyo y de la orquesta.
En medio de los aplausos, el Príncipe anfitrión tenía una charla privada y en voz baja con su única hermana:
—Espero que la cerebración sea de tu agrado, querida hermana.
—Es sin duda una noche memorable, Edward.
—Y aún no se acaba, falta el broche de oro... Si los rumores que han llegado hasta mis oídos son ciertos, tengo una sorpresa interesante esperando aún, es algo que quiero presenciar y estoy seguro de que te impresionará —le respondió él con una misteriosa sonrisa.
Los mozos habían salido ya con sus brillantes bandejas de plata llenas y recorrían el salón mezclándose entre los invitados, distribuyendo las copas con champagne para el acostumbrado brindis de medianoche. En ese momento, Edward levantó su copa y dirigiéndose a la principal violinista de la orquesta, la talentosa Armony Heart, le dijo delante de todo el mundo:
—¡Señorita Heart! Quisiera tener el placer de escuchar su interpretación de una de mis melodías favoritas: Ojos Negros. —El, en apariencia, inocente pedido de Edward, ocultaba algo que iba mucho más allá del simple deseo de oír una melodía en particular.
Armony había sido convocada esa noche para ser la violinista estrella de la velada a pedido especial del Príncipe anfitrión.
Con apenas veinticinco años, la virtuosa concertista se encontraba considerada ya como una de las más talentosas violinistas del mundo entero...
Era una bella joven de rostro angelical; su cabello enrulado y cortado hasta la altura de sus hombros, de un color dorado, entre rubio y castaño claro, le daba un aspecto aún más jovial a su hermosa figura; sus ojos celestes reflejaban su personalidad en su mirada, que era simpática y amable.
Esa noche estaba vestida con una discreta bisutería y un elegante traje de gala azul oscuro, de cuello alto, ceñido a su cuerpo, que cubría completamente sus piernas y dejaba sus brazos desnudos, para poder interpretar con más soltura su violín. Su hermoso vestido reflejaba incontables y pequeños destellos de luz que la hacían destacar en el escenario... Armony era, en sí misma, una bellísima joya que brillaba en medio de la imponente orquesta.
Ante la inesperada requisitoria del Príncipe, la nerviosa mirada de Armony buscó de inmediato los ojos del director de la orquesta, que le devolvió una expresión de confianza y una cálida sonrisa asintiendo discretamente con su cabeza, ya que, a pesar de no estar incluida en el repertorio de esa noche, toda la orquesta conocía muy bien esa popular canción rusa.
El salón quedó en silencio durante un eterno instante...
—Debo confesarle que soy uno de sus más grandes admiradores —le aclaró Edward al percibir el impasse de tensión que se había generado por su inesperado pedido.
Armony recorrió rápidamente con una nueva y fugaz mirada todo el salón, para terminar mirando nuevamente al Príncipe:
«No puedo negarme y mucho menos ante el pedido del anfitrión, pero no quiero volver a tocar esa canción en público; va a ocurrir de nuevo lo que pasa siempre, estoy segura... Y esta vez delante de toda esta selecta audiencia ¡Que vergüenza me da!». Este pensamiento se disparó inmediatamente en la cabeza de Armony agobiándola y abrumándola mientras sostenía su mirada en Edward, sin responder ni una sola palabra.
Pero ¿por qué Armony pensaba esto justo en ese momento?, ¿por qué una concertista consumada, como ella, titubeaba ante este sencillo pedido?, ¿qué era lo que tanto quería ocultar de todo el mundo?
Era un secreto a voces, aunque no muchas veces visto en público, que esa corta pieza musical que le había solicitado el Príncipe emocionaba profundamente a Armony, al grado de hacerle brotar lágrimas de sus ojos y que, además, la interpretaba con una exquisitez absoluta, inefable, la cual, según decían quienes la habían escuchado, podía conmover el alma de cualquier persona.
Con una discreta y mal fingida sonrisa, la ya resignada Armony finalmente respondió:
—Será un honor para mí, príncipe.
Acto seguido, puso en posición el arco sobre las cuerdas de su violín y se prometió internamente contener esta vez la tremenda e inexplicable emoción que la invadía cada vez que tocaba esa melodía:
«Esta vez no lloraré, no delante de toda esta audiencia», pensó tomando una firme decisión interna.
El brillo de su violín le daba seguridad y calma antes de ejecutar una obra; Armony hizo una pausa mientras lo contemplaba, inspiró profundamente, concentrándose y desvió su mirada suavemente hacia el director indicándole que estaba lista...
Tres golpes de la batuta del director sobre su atril bastaron como preámbulo y Armony comenzó su interpretación al recibir la orden.
Las notas comenzaron a fluir de su violín con una magia particular y que solo podían apreciar quienes la escuchaban en vivo, la orquesta la acompañaba en ciertos momentos, haciendo énfasis cuando el director así lo indicaba.
A medida que la ejecución de la obra avanzaba, Armony se dejaba llevar más y más por ella. Su cuerpo acompañaba cada compás y cada nota con suaves y rítmicos movimientos, al tiempo que sentía esa emoción creciendo desde el centro de su pecho, era como un calor inexplicable que la envolvía finalmente de pies a cabeza...
La obra proseguía y la emoción crecía, hasta que en un momento sucedió lo inevitable, lo que ella nunca pudo en toda su vida controlar, lo que ella tanto quería evitar; sus ojos se llenaron de lágrimas, esas inexplicables lágrimas que empezaron a recorrer su rostro una vez más sin poder ser contenidas. Inmutable por esto y aceptándolas una vez más, siguió tocando la melodía con una belleza sublime.
Los asistentes la observaban guardando un respetuoso silencio de admiración y sorpresa, con sus sentidos inmersos en la belleza de su interpretación que invadía todo el ambiente del salón, hasta el último rincón del mismo.
Quiso el destino que el acorde final, con el que concluyó la obra, coincidiera con la medianoche exactamente. En ese instante todos aplaudieron en una gran y potente ovación que brotó de lo más profundo de sus corazones; al mismo tiempo, el cielo se iluminó completamente con cientos de fuegos artificiales de todos colores que marcaron el fin del año anterior y el comienzo del siguiente.
Los enormes ventanales del castillo ofrecieron una vista perfecta de la ciudad y de los hermosos fuegos artificiales que, cual estrellas creadas por el hombre, brillarían sin cesar durante varios minutos en un gran desfile lleno de gracia y color por los cielos nórdicos.
El director de la orquesta le acercó a Armony un pañuelo blanco, para que secara las lágrimas de su rostro, mientras ambos agradecían con sonrisas y reverencias al público por sus aplausos.
Acto seguido, comenzó el tradicional brindis de año nuevo, donde todos intercambiaron sus buenos deseos para el año que acababa de comenzar. La orquesta hizo un receso para brindar con los asistentes, los músicos dejaron sus instrumentos en el escenario y se mezclaron con el público. Armony colocó con cariño y mucho cuidado su violín Stradivarius en su estuche y le agradeció con una tierna mirada llena de gratos recuerdos; su violín era el más valioso regalo que su padre le había hecho y esto era un ritual que ella acostumbraba a hacer siempre en los conciertos.
En cuanto Armony bajó del escenario, Edward se le acercó para expresarle su más sentida admiración y respeto por su talento:
—Señorita, es usted tan bella como la música que interpreta, quiero darle mi más profundo agradecimiento por hacer que esta noche brille aún más con su arte —dijo el Príncipe, que sabía elegir muy bien sus palabras, mientras la miraba directamente a los ojos.
—Gracias por sus palabras —dijo ella tímidamente y desviando su mirada. Armony no podía evitar sonrojarse cada vez que era felicitada, no importaba cuantas veces lo hubieran hecho ya; y esta vez viniendo de parte de un Príncipe, acostumbrado a deleitarse con la mejor música y los más talentosos artistas, el halago era aún mayor. La modestia de Armony era sincera y simplemente encantadora...
—Debo admitir que sabía de esta singular reacción que le produce a usted el interpretar esa pieza en particular que le solicité, le pido disculpas, pero era algo que quería experimentar en persona y de lo que no me arrepiento sinceramente, usted ha conmovido mi alma.
—No tiene por que disculparse conmigo, príncipe. Mi llanto no ha sido de dolor —le respondió ella amablemente—. Aún no sé a qué se debe, pero desde pequeña, cuando aprendí a tocar Ojos Negros, no he podido evitar que broten lágrimas de mis ojos al interpretarla... Cuando toco esa melodía, algo dentro de mi hace surgir una emoción que no puedo controlar por más que lo intente, me es imposible explicarlo con palabras y es algo que me pasa solo con esa melodía en especial.
—«El corazón guarda recuerdos a los que la mente nunca podrá llegar», esa frase me la decía mi abuela cuando yo era un niño y como todas sus frases, encierra mucha sabiduría —le comentó Edward.
En ese momento un invitado se acercó por detrás a Armony y la sorprendió.
Este hombre, a quien ella nunca había visto, era unos siete años mayor que Armony; su cabello era rubio, con un corte de pelo muy prolijo y un sesgo cuasi militar; era, además, muy bien parecido, de facciones regulares; vestía un traje a medida de color gris, con un chaleco haciendo juego y una corbata a rayas que lo hacía lucir muy elegante; su impoluta presencia era rematada por un par de zapatos tan bien lustrados que parecían ser dos espejos negros.
El hombre se presentó:
—Perdón por interrumpir, me llamo Steven y soy un gran admirador suyo, señorita Heart ¡Que talentosa violinista es usted! No se imagina que gran placer es para mí el presenciar una de sus actuaciones en vivo —le dijo mientras extendía sus manos hacia ella y agregó:
—Me haría muy feliz si me concediera el honor de dejarme tocar una de sus manos, con las que expresa el don de producir tan bella música.
Armony sonriente y continuamente sonrojada por esas palabras, al sentirse tan halagada nuevamente, con inocencia y sin decir nada, extendió su mano derecha, la cual fue tomada por ambas manos de Steven, que en ese momento la miró fijamente a los ojos de un modo perturbador, casi como queriendo averiguar algo más profundo...
Steven buscaba una reacción en ella, su mirada iba más allá de una mirada normal, era inusual, especial, penetrante y muy atenta, casi expectante.
Armony lo miraba a los ojos también y desviaba por momentos su mirada a las manos de Steven, que eran más grandes que las de ella y la apretaban con firmeza, y cada vez con más fuerza. En ese momento advirtió que él tenía una alianza de compromiso, pero ubicada no en el clásico dedo anular de la mano, sino en el dedo meñique; meticulosa como era ella ante esos detalles, esto le resultó algo extraño de ver, ya que el anillo no estaba suelto, sino que encajaba bien en su dedo; le pareció algo fuera de lugar, pero no le dio mayor importancia, ya que empezaba a sentirse incómoda por la efusividad de Steven.
Pasados unos pocos segundos, que le parecieron eternos, él finalmente soltó su mano, liberándola.
—Muchas gracias por todo, señorita Heart. Espero poder verla nuevamente algún día —dijo Steven sonriente y se retiró, perdiéndose entre los asistentes; Armony se quedó sin palabras, simplemente siguiéndolo con su mirada.
—Que agradable debe ser el sentirse tan admirada por todos —le dijo Edward haciéndola reaccionar, a lo cual, entre confundida y aliviada, ella respondió:
—Aún no me acostumbro, príncipe y, sinceramente, creo que nunca podré hacerlo. —El misterioso admirador había dejado a Armony un tanto inquieta y sorprendida.
Por su lado, Steven, que se había apartado unos cuantos metros ya de Armony, se puso a conversar en voz baja con una mujer joven y con quien había venido a la fiesta.
Ella era un poco más baja que él; su cabello era de color castaño claro, largo hasta sus pechos y ondulado; de sus ojos, color café, proyectaba una mirada aguda e inquietante, que concordaba con la fingida sonrisa de sus labios... Claramente era una mujer manipuladora y mentirosa, experta en engañar a cualquiera; parecía ser otra simple invitada a la fiesta, pero, al igual que Steven, no lo era.
En cuanto se sintieron libres de cualquier mirada indiscreta, el cariz de la conversación entre ellos adoptó un semblante especial y muy serio:
—¿Y que pasó, Steven, es ella o no lo es? —le preguntó la mujer.
—No pasó absolutamente nada, ni la más mínima reacción —le respondió él visiblemente molesto— y estoy seguro de que tuvo contacto físico con el anillo, lo sujeté muy firme contra su mano y la miré bien a los ojos, pero no pasó nada, ni siquiera se dilataron sus pupilas... No puedo creer que nos hayamos vuelto a equivocar, estaba seguro de que la habíamos encontrado esta vez.
—Hay muchas posibilidades: ¿será el anillo correcto el que nos dieron?, ¿significaba algo tan importante para ella como suponemos?, ¿se aseguraron bien de esos datos los expertos de la Central acaso? —preguntó ella de manera un tanto retórica y con un claro tono despectivo—. En estos dos años que llevo trabajando en el área de inteligencia he visto tantas fallas que ya he perdido la cuenta.
—Mira, Valery, por más equivocaciones que hayas visto, la Corporación no comete esa clase de errores y mucho menos en una operación de esta magnitud e importancia. Este anillo fue recuperado directamente del cuerpo de ella; la inscripción del interior, además, lo confirma claramente: «Nada nos separará jamás, Gabriel» —respondió él irritado y con frustración.
—Entonces, simplemente, no es ella y punto. No sería la primera vez que nos equivocamos de objetivo a pesar de todo —replicó Valery respondiendo a la irritación de él del mismo modo.
—La edad proyectada es compatible con un retorno inmediato, su talento es evidente y el resto de las características personales son adecuadas; ella tiene una aproximación del 90 por ciento y, que sepamos, nadie más en el mundo reúne esas características en este momento ¡Tiene que ser ella, sí o sí! Además, casi no nos quedan otras opciones viables —sentenció Steven.
—¡Tal vez se equivocaron y ella aún no ha vuelto! —dijo Valery enojada y sosteniendo una mirada directa a los ojos de Steven, y ambos quedaron así, estáticos, durante unos segundos.
—¡Bueno, está bien, ya basta! Yo no pienso llenar el reporte final sin haberlo intentado todo. Nos enviaron especialmente para confirmar si se trata de ella o no y tenemos que ser concluyentes y definitivos; así que no vamos a regresar aún —dijo Valery y continuó con una media sonrisa que se dibujó en su rostro—. Tú ya lo intentaste, ahora me toca a mí ¡Vamos!
Valery y Steven entonces se acercaron nuevamente a Armony, que había quedado sola por un instante.
—¡Señorita Heart! Quisiera presentarle a una muy querida amiga mía y que la admira tanto como yo —dijo Steven, que fue interrumpido por Valery quien, con mucho entusiasmo, prosiguió diciendo:
—Mi nombre es Valery y admiro tanto su talento. Me encantaría si usted accediera a pasar una tarde con nosotros, invitarla a un recorrido, o a un paseo, o a realizar algo que sea de su agrado...
Armony, como consecuencia de su don para el violín, desde niña tuvo una vida muy solitaria y aunque viajaba mucho por su talento musical, siempre le había costado el poder conocer las ciudades que visitaba del modo en que a ella le hubiera gustado hacerlo, apreciando los pequeños detalles y las sensaciones que transmiten a través de sus ciudadanos, comercios, construcciones y actividades recreativas. Sus viajes habían pasado entre hoteles y auditorios, sin darle la oportunidad de disfrutarlo todo como una simple turista.
Aunque había mucha gente que la rodeaba y la cuidaba en su trabajo, organizando su hospedaje, transporte y presentaciones, tampoco tenía amigos; todo su tiempo siempre se lo había dedicado a las prácticas con el violín o a sus actuaciones.
El ver a dos admiradores tan amistosos, cordiales y efusivos, como lo eran Steven y Valery, fue para ella algo irresistible:
—¡Me encantaría! Hace años que no me tomo un descanso, realmente es algo que no suelo hacer y que siempre tengo ganas de poder disfrutar; va a ser un placer para mí —dijo Armony con una efusiva sonrisa mientras se iluminaba su rostro—.
Y, por favor, llámenme Armony, «señorita Heart» suena muy distante.
—No se diga más entonces, yo tengo la excursión perfecta para este lunes próximo..., suponiendo que tengas el día libre, Armony —le dijo Valery.
—Sí, de hecho, la orquesta se toma vacaciones desde mañana mismo y no tengo proyectada ningún tipo de presentación privada tampoco, así que... estoy completamente libre —aclaró Armony.
—¿Conoces la ciudad de Kiel?; es en Alemania y está a pocas horas de aquí en auto —preguntó entonces Valery.
—No..., no la conozco y de verdad que me encantaría hacerlo —le respondió Armony; Valery, muy entusiasta, agregó sin hacer ni una pausa:
—Es una ciudad marítima, bellísima y con unas vistas que te van a enamorar ¡Hasta hay faros navales cerca! Yo adoro los faros, me causan una emoción única y quisiera que visitáramos uno de ellos.
En ese momento, y aunque no lo dijo, Armony sintió un escalofrío que le recorrió toda su espalda, desde la cintura hasta la nuca. Se trataba de un secreto que ella ocultaba muy bien de todo el mundo y es que, desde pequeña, siempre le tuvo un inexplicable miedo al agua, sobre todo al agua helada. De niña no podía ni acercarse a ella sin aterrarse... Fue por aquel entonces que sus padres le hicieron aprender a nadar para combatir ese temor. Con el tiempo y las repetidas prácticas y lecciones logró convertirse en una gran nadadora y hasta dominar varios estilos, pero a pesar de todo y aunque consiguió controlar esa fobia irracional al agua, aun hoy día y aunque haga calor, Armony prefería ducharse o bañarse con agua tibia y nunca fría, de hecho, en algunas noches el estar rodeada de agua helada formaba parte de sus peores pesadillas.
—Por supuesto que sí, Valery; nunca estuve en un faro, va a ser una experiencia nueva para mí y estoy segura de que la voy a disfrutar —respondió Armony con una nerviosa sonrisa muy bien disimulada.
—Entonces, el lunes por la mañana, a las nueve, Valery y yo pasaremos a buscarte por la puerta de tu hotel; si te parece bien, Armony, claro está —dijo Steven.
—De acuerdo, es perfecto, el lunes entonces nos encontraremos. Me estoy hospedando en el...
—Ya sabemos donde te hospedas, Armony —acotó Valery interrumpiéndola y prosiguió con una sonrisa y guiñándole un ojo—, cosas así las conocemos siempre los admiradores.
Steven y Valery se retiraron finalmente, dejándola sola. Aunque Armony estaba acostumbrada a los reconocimientos, la cercanía y el entusiasmo amistoso de estos dos fanáticos fue algo poco habitual y muy placentero para ella.
¿Qué era lo que planeaban hacer Steven y Valery en Kiel?, ¿por qué esa insistencia de Valery en visitar el faro?; eran incógnitas que solo se develarían dentro en un par de días...
Sin nadie más con quien hablar, Armony se acercó a uno de los grandes ventanales del salón, el cual daba a los grandes jardines y desde donde aún se veían algunos fuegos artificiales que, aunque solitarios, aún iluminaban el cielo nocturno por momentos.
—Los Jardines Reales son mucho más hermosos en primavera, pero aun así nuestros jardineros se esfuerzan para que en invierno muestren una belleza singular ¿Le gustaría recorrerlos, señorita Heart? —le preguntó Edward, que nuevamente se había acercado a ella.
—Por supuesto, esos jardines son de ensueño, me encantaría —respondió Armony sonriente y aceptando la propuesta del Príncipe, y se dirigieron al exterior del castillo prestos a realizar un recorrido nocturno por los hermosos Jardines Imperiales.
En cuanto salieron del palacio, el Príncipe, en un acto de galantería clásico, se quitó su capa y la colocó sobre los hombros de Armony para protegerla del frío exterior.
—Gracias —dijo ella esbozando una sonrisa y mirando al suelo, sonrojada.
Edward enlazó su brazo al de Armony y la empezó a guiar por el paseo más típico.
Los grandes jardines del castillo eran de libre acceso al público durante todo el año. Siempre estaban perfectamente cuidados y eran muy completos.
Ese año los jardineros habían tallado los setos formando un gran laberinto, un poco más alto que una persona promedio y que podía ser recorrido por quien quisiera hacerlo:
Había pasillos anchos y en algunos sectores tenían banquetas, donde los visitantes se sentaban a leer en el día; durante la noche, las luces de decenas de hermosos faroles los iluminaban muy bien. Puertas de reja muy ornamentadas daban un aire de misterio y descubrimiento al recorrido. En sectores especiales había árboles de diferentes especies que servían de hitos dentro del laberinto y hermosas estatuas clásicas complementaban el paseo.
—Que hermosos jardines tienen aquí, príncipe, parecen de cuento de hadas.
Edward sonrió y agregó:
—Sí, así es. Los jardineros hacen un trabajo excelente y los felicito a menudo, me hacen sentir orgulloso de ellos; siempre se nota cuando alguien pone amor y dedicación en sus labores, personalmente los considero artistas.
Edward condujo a Armony, en primer lugar, al enorme invernadero del jardín en donde, protegidas del frío y resguardadas de las inclemencias climáticas, esperaban a la primavera, listas para ser trasplantadas, las más variadas, bellas y delicadas flores de toda la región, como así también algunas especies exóticas, con sus hermosos colores y formas.
Dentro del invernadero el ambiente se percibía muy distinto, era cálido y la humedad agradable al tiempo que las fragancias de las flores inundaban todo el aire.
En cuanto las luces se encendieron Armony lo pudo ver en todo su esplendor. Quedó extasiada de inmediato, delante de ella hermosas y variadas plantas crecían por doquier. Sus ojos casi no podían dar abasto y no paraban de recorrer la gran cantidad de especies allí presentes.
—¡Este lugar es bellísimo! ¡Me encanta! Adoro las plantas, siempre me han gustado desde que era una niña; sus colores son tan vivos y sus perfumes, tan intensos. Siempre quise dedicarme a la jardinería como un pasatiempo, pero nunca tuve la oportunidad —comentó con tono de lamentación.
Edward, al verla tan fascinada y entusiasmada entre las plantas como al más dedicado de sus jardineros, no pudo evitar el buscar un motivo y le dijo:
—Tal vez usted fue jardinera profesional o estuvo muy relacionada con la botánica en alguna otra vida.
En ese instante, Armony, que estaba inclinada y oliendo la fragancia de una flor, esbozó una media sonrisa con escepticismo, ya que ella no tenía esas mismas creencias...
—No lo creo, príncipe —le respondió suavemente—, yo he sido criada en la fe católica y, como usted sabrá, la reencarnación no tiene lugar en ella. De hecho, personalmente no creo que volvamos a este mundo después de morir, aunque sí creo en la existencia de un alma inmortal dentro nuestro. ¿Usted cree en la reencarnación acaso?
Edward hizo una pausa buscando las mejores palabras para disentir con ella cordialmente y manifestarle su opinión al respecto...
—Yo creo que, para la humanidad, el que la reencarnación fuera algo cierto sería el más justo premio y castigo a la vez.
—¿Y cómo es eso? —preguntó Armony intrigada.
—Mi concepto es muy simple de entender: si hiciéramos de este mundo algo mejor en nuestra vida, volveríamos para disfrutarlo y si lo empeorásemos, retornaríamos para padecerlo; eso sería verdadera justicia y a nivel global... Al fin y al cabo, todos estamos conectados entre nosotros de un modo u otro y somos responsables en mayor o menor medida de la realidad que nos rodea.
—Nunca lo había pensado de ese modo. Siempre he considerado a la vida desde un punto de vista más individual y no tan colectivo.
—A veces el cambiar de perspectiva nos ayuda a ver mejor nuestras vidas y nuestro verdadero rol en el mundo, señorita Heart.
—Sinceramente, no me gusta meditar demasiado sobre mi vida. Por fortuna me siento cómoda y feliz evaluando mi presente, pero me angustia a veces pensar en mi futuro. Dicen que para considerar la vida de una persona como completa esta debería plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro... Yo aún no he hecho ninguna de esas tres cosas, el tiempo va pasando y no me imagino haciéndolas nunca.
Sin darse cuenta, Armony abría sus sentimientos más profundos y dejaba ver los temores que la torturaban secretamente en su perfecta y admirable vida.
Ambos se quedaron en silencio por un instante... Repentinamente la mirada de Armony se desvió hacia una flor en particular, que llamó su atención especialmente y se acercó para mirarla con más detenimiento.
—Esa es una de las especies más raras de orquídeas mariposa que existen en Europa; fue traída directamente de las islas Azores y es una de nuestras más nuevas incorporaciones, ¿le agrada?
—Sí, es hermosa, príncipe. Siempre me gustaron las orquídeas, son mis flores favoritas, tan variadas y vistosas... Aunque por algún motivo me hacen sentir melancólica, cada vez que las miro experimento el mismo y singular placer que se siente al escuchar una triste melodía. Que paradoja, ¿verdad?
Sin que pudiera aún saberlo, había un profundo dolor dentro de Armony. Esas emociones contradictorias y sin fundamento aparente, por las que se sentía tan atraída, eran en parte resabios de un pasado ya olvidado y también un anticipo de su propio porvenir; antiguas y futuras penas que, sin conocerlas a conciencia, las podía presentir y que, sin tener más opciones, las debía de sobrellevar.
Armony se quedó un instante con su mirada perdida en el enorme laberinto del jardín, que se encontraba a continuación del invernadero.
—Acompáñeme, visitemos el laberinto —le dijo Edward y salieron juntos a recorrerlo.
—Como en invierno los jardineros no pueden exhibir las hermosas plantas del invernadero en el exterior, trabajan en él todo lo que pueden y con mucha imaginación recortan algunos setos y arbustos con formas muy creativas; ¿le agradan este tipo de jardines?
—Sí, desde pequeña me fascinaron los grandes jardines en los que se hacen estos laberintos. Una vez cuando yo tendría unos ocho años de edad y durante unas vacaciones, mis padres me llevaron a conocer uno en Italia. Recuerdo que estuve jugando allí dentro por horas. En el centro tenía una pequeña torre que servía de mirador y desde donde se podía apreciar todo el laberinto; cuando llegamos a esa torre me subí hasta la cima y me sentía como una princesa de verdad —dijo ella recordando su infancia con una sincera y suave risa; Edward la escuchaba sin interrumpirla, ya que disfrutaba mucho de su encantadora expresión.
—Dígame, señorita Heart, ya que lo acaba de mencionar... ¿tiene usted acaso sangre Real de alguna familia nobiliaria?
La pregunta sorprendió a Armony, ya que ella realmente nunca había investigado mucho acerca de su genealogía.
—No que yo sepa, mis padres nunca me dijeron nada, así que no lo creo.
—Usted tiene un aire especial, un je ne sais quoi que parece encajar a la perfección con este ambiente que nos rodea.
Armony se sonrojó nuevamente y solo atinó a sonreír mientras dirigía su mirada hacia el suelo, avergonzada una vez más por las palabras de su compañero de paseo.
—Es usted muy amable conmigo, príncipe.
En ese momento llegaron a una de las salidas del laberinto que los dejó frente al lago.
Edward, que conocía el camino a la perfección, la había llevado intencionalmente hasta allí, donde la vista nocturna era esplendorosa: la hermosa luna creciente se reflejaba en la superficie de las calmadas aguas lacustres dando un espectáculo nocturno de esos que perduran por toda la vida.
—Es una vista hermosa, ¿no le parece?; tiene la misma magia que el ver una puesta de sol... uno nunca la olvida y la recuerda de por vida —le dijo Edward.
Armony, atónita, respondió asintiendo con su cabeza mientras caminaba hacia una muralla muy baja que delimitaba el borde del lago; Edward la seguía de cerca.
En ese instante, un grupo de grandes y bellos cisnes de cuello negro se acercaron a ella al verla.
—Están malacostumbrados a que los visitantes les den de comer y cada vez que alguien se acerca al borde ellos simplemente vienen, esperando algo de comida —le aclaró el Príncipe y agregó—. Mi hermana los adora y le encantan, viene muy seguido a verlos.
Fascinada con la belleza de los cisnes, Armony se agachó para ponerse a su altura y les dijo, lamentándose y disculpándose al mismo tiempo:
—No tengo nada para darles, me encantaría pero no... Lo siento cisnes.
Extendió delicadamente su mano y acarició a uno de los cisnes en su cabeza, el dócil animal la dejó hacerlo sin alejarse.
—Es tan hermoso —dijo mientras Edward, de pie y detrás de ella, miraba la tierna y bella escena sin decir nada para que perdurase todo lo posible.
Armony se puso de pie y girando hacia él le dijo:
—Gracias por todo esto, príncipe. Esta noche es mágica para mí.
—Es mágica para todos, señorita Heart, cada uno en su rol, todos hacemos que esto sea inolvidable para todos nosotros; yo también he disfrutado esta noche de su arte con el violín y ahora de su encantadora compañía...
Por cierto, tenemos unos pequeños barcos para recorrer el lago; permítame brindarle un paseo acuático.
«Entrar en el lago y quedar rodeada tan de cerca por toda esa masa de agua helada... No puedo ¡Me aterra! Creo que no debería de aceptar; no me gusta la idea de desairar al Príncipe, pero es preferible eso a que me note tensa e incómoda en el barco», pensó Armony...
Por suerte para ella, y a pesar de que su mente no dejaba de centrarse en su antiguo temor, pudo hilar rápidamente una excusa:
—Me encantaría aceptar su oferta, pero en pocos minutos comenzará la segunda parte del concierto y debo regresar con la orquesta.
—Entiendo —respondió Edward un poco decepcionado, pero respetando, como todo un caballero, los deseos de ella.
Inesperadamente, en ese instante una estrella fugaz cruzó el cielo y ambos la vieron.
—¡Vaya!... es la primera vez que observo una estrella fugaz ir directamente hacia la constelación de la Osa Menor —mencionó Edward demostrando su afición por la astronomía.
—Mi estrella favorita es la Estrella Polar —acotó Armony de inmediato y sin quedarse atrás.
—La mía también —dijo Edward sorprendido por la coincidencia en el comentario de ella—. La estrella del norte: Polaris, la estrella más brillante de la constelación Ursa Minor. De chico pasaba horas mirándola con el telescopio del observatorio astronómico del castillo, conocía todas las historias y leyendas asociadas a ella.
—Cuando uno ve una estrella fugaz, según reza la sabiduría popular, se dice que hay que pedir un deseo —agregó Armony.
—Así dicen, señorita Heart... Mi abuela me contaba esas cosas de chico. Aún recuerdo una vez que vimos una lluvia de estrellas; yo estaba encantado y le pregunté que eran esos destellos en el cielo que pasaban dejando fugaces líneas, ella me dijo que eran mensajeros que nos visitaban y que podían traer a veces buenos augurios y a veces malos. Pero lo que sí era seguro es que siempre anticipaban eventos importantes para quienes los veían... Supongo que este año que acaba de comenzar nos traerá eventos destacables a ambos.
—Mi abuela también tenía un interesante acervo de mitos y leyendas. Comenzar un año con una luna creciente como esta, augura que será un año propicio para la conclusión de cosas inacabadas; «es la mejor luna para terminar algo» recuerdo que me decía ella, cuando yo era niña —comentó Armony suspirando pensativa y sonriendo sin quitar la vista del cielo.
En ese mismo instante Edward se quedó un momento en silencio y también mirando al infinito agregó:
—Extraño las historias y la sabiduría de mis abuelos. De chico los escuchaba siempre y ahora de grande desearía tenerlos para que me contaran mucho más de lo que sabían. Me pregunto cuántas otras cosas conocerían y que ya no podré saberlas. Muchas veces pienso que la vida es muy injusta, uno de adulto debería de poder disfrutar de sus abuelos como lo hacía de pequeño; todo sería igual solo que los vería de otro modo en que un niño no puede, aprovecharía mucho mejor el tiempo en su compañía —comentó suspirando—. Me han quedado tantos recuerdos y tantas sensaciones hermosas; quisiera volver a vivir más momentos con mis seres queridos nuevamente... La muerte es muy cruel para quienes quedamos vivos en este mundo, extrañando a quienes se fueron.
El tono triste y melancólico de Edward era evidente y Armony lo respetó con un instante de silencio y atenta escucha... Luego, tomándolo del brazo le dijo:
—Es mejor que volvamos al castillo, príncipe; el concierto va a continuar en solo unos instantes más y tenemos que estar presentes.
—Tiene usted razón, señorita Heart, es nuestro deber y es mejor que volvamos sin más demora.
Y ambos regresaron al castillo, quedándose dentro por el resto de la velada.
Soledad
Dos días habían pasado ya de la fiesta en el palacio y Armony estaba esperando en el vestíbulo del hotel a sus dos admiradores, dispuesta a disfrutar de una jornada que hacía tiempo anhelaba. A pesar del entusiasmo que la invadía también se sentía muy relajada.
El sillón en el que estaba era muy cómodo y el vestíbulo, a su vez, moderno, lujoso y bien iluminado; además, y como un detalle especial, una exposición de pinturas de un artista actual decoraba las paredes durante esa semana, dándole a todo el ambiente un toque de distinción.
Aunque era de mañana y los turistas solían llegar en esas horas no había mucha actividad aún, todo estaba inusualmente muy tranquilo y apacible.
A través de los grandes ventanales que daban a la calle se podía ver a la perfección la gran plaza que estaba frente al hotel: el pavimento aún estaba mojado por la escarcha de la mañana, los peatones iban muy abrigados y el viento gélido que soplaba en el exterior había convertido en estalactitas de hielo a las gotas de agua que se atrevían a caer fuera de las fuentes y los bebederos, donde aún no daba el sol.
Resguardada del frío exterior, Armony estaba tomando un café caliente que se había servido de una de las máquinas expendedoras que estaban ahí, en el vestíbulo y a pocos metros cerca suyo.
«Una de las cosas que más me gustan del invierno es el poder tomar algo caliente, bien abrigada y a reparo del frío», pensó mientras contemplaba la ciudad, aún cubierta en algunos sectores con la fina capa de nieve que se había precipitado fugazmente la noche anterior.
Entonces dio un largo suspiró mientras veía el hermoso y enorme árbol navideño, de más de veinte metros de altura, que se encontraba en medio de la plaza y que le traía recuerdos de sus navidades pasadas.
El carácter solitario de Armony la había vuelto una experta en disfrutar de los detalles que por lo general pasan desapercibidos para las demás personas, así como en la interacción introspectiva con sus sensaciones y recuerdos.
A pesar de que la mañana había empezado con pocas nubes, en una pantalla de televisión que colgaba en una de las paredes del vestíbulo se podía ver el pronóstico del tiempo, que anticipaba un día frío, con un cielo mayormente despejado, pero desmejorando hacia la noche.
Armony estaba llena de energía y preparada para las actividades del día, sin embargo en el fondo de su corazón sentía tristeza por su soledad..., la cual sabía que volvería indefectiblemente cuando este día finalizase. Ya se había acostumbrado a ser melancólica y a estar triste en ciertos instantes de su vida que se mezclaban con su felicidad.
En lo referente a la soledad, y principalmente por ser hija única, su carácter la había vuelto más impermeable a sus embates y hasta había aprendido a disfrutarla por momentos, sacándole buen partido en ocasiones. Usualmente la aprovechaba para concentrarse en sus interminables prácticas de violín y para aprender cosas nuevas; «el crecimiento interno es amigo de la soledad» era una frase que solía repetirse a sí misma.
Mientras esperaba la llegada de sus admiradores y simplemente para pasar el rato, Armony tomó una revista de variedades que se encontraba sobre una pequeña mesa cercana y comenzó a hojear someramente los diversos artículos que estaban escritos, sin darles mucha importancia; hasta que uno en particular le llamó la atención. En él se abordaba un tema que siempre la había inquietado desde pequeña: el artículo trataba sobre la diferencia entre los niños que eran hijos únicos con respecto a los que tenían hermanos.
«¿Cómo sería tener una hermana, me pregunto?; ¿sería como tener una amiga incondicional con quién compartir todo desde la infancia? Creo que me hubiera gustado tener a alguien así en mi vida... Me sentiría más acompañada, de eso no me cabe ninguna duda; tendría a alguien con quien charlar de mis sentimientos más íntimos, a alguien en quien buscar apoyo en los momentos más difíciles... No tendría que afrontarlo todo sola. Seguramente la estaría llamando por teléfono en este mismo instante, para conversar de cualquier cosa mientras espero. En fin, creo que eso nunca lo sabré», pensaba Armony en silencio mientras leía y su mente divagaba.
En lo más recóndito de su alma, esos deseos insatisfechos la acompañaron desde que era pequeña, pero siempre esa tristeza que sentía era combatida por pensamientos que la consolaban:
«¿Mi vida sería más feliz ahora? Me imagino que sí, pero solo si nuestra relación fuera buena, no todos los hermanos se llevan bien entre ellos, también podría tener una relación muy mala y conflictiva. Podría haber envidia y celos sin sentido... Esos sentimientos siempre llevan a cometer los peores actos imaginables y terminan arruinando la convivencia y cualquier clase de relación, por más fraternal que sea.
También debería de considerar cómo habría sido mi vida sin la atención exclusiva de mis padres. Todos los recursos que ellos tenían estuvieron siempre, y de manera exclusiva, a mi entera disposición: todo su amor, sus cuidados y su preocupación en mi educación... La vida de ambos comenzó a girar en torno mío desde el día en que nací. Tanto su tiempo como sus expectativas se enfocaron absolutamente en mí; claro que también fue siempre mucha la presión que soporté, pero me acostumbré y la pude manejar sin problemas... He reído más veces de las que he llorado y todos mis esfuerzos han valido la pena, me siento tan orgullosa de mí misma ahora y de lo que he logrado. ¿Cómo habría sido mi personalidad actual de no haber vivido así?»
Al leer la revista se sintió respaldada en sus convicciones:
«Siempre los hijos únicos sienten una separación de los hijos que tienen hermanos. El ser hijo único forja el carácter de un modo especial y diferente sin duda. La crianza es muy distinta también: la atención de los padres es completa, no existe la rivalidad ni la competencia con un hermano, pero como contrapartida hay siempre presente una exigencia total y en todo aspecto, tanto externa como internamente. Se siente soledad en muchos momentos, pero también un orgullo muy grande por afrontar el rol de hijo sin ayuda, en solitario y lograr salir airoso.
La carga y la presión que ejerce la soledad sobre la persona es grande “la presión convierte el carbón en diamante, aunque también en polvo” y esa metáfora es cierta, todo depende del peso de la carga y de la persona que la sobrelleva.
La soledad también implica libertad. Cuando se está solo no se rinden cuentas a nadie ni se ocupa uno más que de uno mismo, suena egoísta y lo es, pero “el egoísmo es una de las facetas de la libertad”, no se puede ser completamente libre si no se es absolutamente egoísta... y el egoísmo conduce finalmente a la soledad.
Estar solo también es peligroso, es mejor tener un gran crecimiento interno, con buenas y sólidas bases de conducta, para evitar desviaciones hacia rumbos negativos y autodestructivos.»
El artículo le resultó sumamente interesante, ya que iba en sintonía con esos pensamientos recurrentes y que volvían cada tanto a su mente cuando divagaba en soledad. El tema realmente la obsesionaba y pensaba muy seguido en ello...
—¡Armony!, ya estamos aquí, ¿estas lista? Steven nos espera en el auto; se detuvo momentáneamente aquí cerca, enfrente; ¿nos vamos? —le preguntó Valery, haciéndola reaccionar, ya que Armony estaba absorta en sus pensamientos y ni siquiera había notado su presencia en el vestíbulo del hotel.
—¡Hola, Valery! Me sorprendiste, estaba distraída —dijo Armony mientras se ponía de pie—. Veo que acerté con mi vestimenta —agregó al notar el abrigado atuendo de ella que llevaba puesto: un tapado pesado, guantes y unas botas cortas— ¿Hace mucho frío afuera?
—Sí, pero va a mejorar para cuando lleguemos a Kiel, según lo que vi en internet... No te preocupes, así estás bien abrigada —Armony vestía igual que ella salvo por los guantes, que no llevaba, y la capucha que su abrigo tenía incorporada—; Kiel es una ciudad costera, el mar regula su temperatura de manera diferente a una ciudad como esta, hace al clima más estable y benigno.
Cuando salieron del hotel sopló una ráfaga de viento y Armony sintió el brusco cambio de ambiente, el frío era realmente intenso.
—¡Que frío hace! —dijo Armony escondiéndose más aún dentro de su abrigo.
—¡Sí, vamos rápido, Armony, sígueme, es ese auto gris! —le gritó Valery y fueron corriendo mientras se reían de la situación.
Armony se sentó en la parte trasera del auto mientras que Valery lo hizo en el asiento del acompañante, con Steven al volante.
—Buenos días, Armony.
—Buenos días, Steven. Que hermoso auto tienes, es tan espacioso y bien equipado... y nuevo también, por lo que veo.
—No es mío, Armony, es de la compañía. Siempre nos dan vehículos de última generación —le respondió él mientras emprendían el viaje.
La mañana soleada hizo que el viaje de cuatro horas desde Copenhague hasta Kiel pasara muy rápido para Armony. Durante el panorámico recorrido cruzaron grandes puentes y ciudades muy pintorescas, las anécdotas que compartieron fueron divertidas y originales, rieron mucho y se entretuvieron, hasta que finalmente llegaron a la ciudad de Kiel en Alemania.
Cuando bajaron del auto, Armony pudo ver lo bien vestido que estaba Steven; a pesar de estar abrigado con un sobretodo y guantes, su impecable ropa continuaba siendo a medida y le quedaba perfecta. Indudablemente la elegancia era el sello distintivo de él.
—Bien, Melody, ya estamos aquí —dijo Steven sin percatarse de su desliz al pronunciar el nombre con el que la había llamado.
—«¿Steven me acaba de llamar Melody? Que extraño, se confundió con mi nombre», pensó Armony sin darle mayor importancia al hecho, «¿Será por la semblanza que hay entre Melody y Armony? Supongo».
Steven continuó diciendo:
—Déjame hacerte una pequeña reseña de la historia más reciente de esta bella cuidad: a través de todo su sector noreste Kiel tiene una gran salida al mar Báltico; esto le ha dado, ya desde su fundación, las características propias de una ciudad marítima. Fue desde 1860, y continúa siendo hasta la actualidad, uno de los principales puertos de Alemania. Eso provocó que durante la segunda guerra mundial, en diciembre de 1943, fuera prácticamente arrasada y reducida a escombros por los bombardeos de las fuerzas aliadas... Sin embargo, una vez finalizada la guerra, la ciudad fue completamente reconstruida; es por eso que en la actualidad tiene un carácter moderno al tiempo que se encuentra llena de diversas industrias.
—Veo que te gusta la historia, Steven.
—Me fascina, Armony; de hecho, toda la historia me apasiona, y no solo la de las grandes naciones, sino también las pequeñas historias, las que pertenecen a personajes no tan conocidos y a objetos que históricamente no aparentan tener gran importancia. Es increíble pero muchas veces, a lo largo de la historia, cosas que en apariencia han sido intrascendentes han cobrado una importancia superlativa y que ha pasado desapercibida hasta para los principales protagonistas...
Steven parecía hablar de algo más de lo que expresaba con sus palabras, parecía estar haciendo referencia algo en concreto y que no quería mencionar específicamente. Se lo veía en su mirada, que había cambiado de manera sutil... y continuó diciendo:
—El tema es profundo y viene de la más remota antigüedad. No sé si lo conoces, Armony, pero hay un proverbio chino que dice: «El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo».
—Sí, conozco ese proverbio y lo he escuchado muchas veces; hace referencia a como se enlazan los hechos unos con otros generando a veces acontecimientos de mayor magnitud.
—Todos estamos en este mundo por algún motivo, Armony, y nuestra estancia en esta vida es siempre por alguna razón valedera que habitualmente ignoramos. Todo lo que sucede tiene implicancias y consecuencias, tanto en nuestras vidas como en la de los demás; a veces de manera inmediata y en otras ocasiones a muy largo plazo. Hay muchos pequeños eventos que pasan inadvertidos en nuestro día a día, pero que provocan reacciones en cadena, que pueden crecer en intensidad y terminar desencadenando eventos mucho más grandes; son auténticos nexos en los que la historia puede cambiar de rumbo, para bien o para mal...
—Se también una antigua leyenda inglesa que dice algo por el estilo y que seguramente tú conoces —agregó Armony—. Si mal no recuerdo dice algo así como:
«Por culpa de un clavo, se perdió la herradura;
por culpa de la herradura, se perdió el caballo;
por culpa del caballo, se perdió el jinete;
por culpa del jinete, se perdió el mensaje;
por culpa del mensaje, se perdió la batalla;
y por culpa de la batalla, se perdió el reino».
Steven asintió con su cabeza sonriendo y agregó:
—Como verás, Armony, muy diversas culturas conocen ancestralmente como los pequeños hechos llevan implícita una sinergia tal que finalmente desencadenan grandes acontecimientos. Siempre hay que ser muy cuidadosos con los detalles, nunca sabemos hasta donde se pueden extender las consecuencias.
En ese instante se hizo un impasse que generó una extraña tensión casi imperceptible.
—Muero de hambre, ¡Vamos a almorzar algo! —dijo Valery rompiendo completamente el momento, y los tres se dirigieron a un restaurante de la zona, que Steven conocía de antemano.
—En este lugar sirven los más tradicionales platos alemanes que te puedas imaginar, te van a encantar, Melody —dijo Steven sin pensarlo y equivocándose otra vez.
—¿Melody? Es la segunda vez que me llamas Melody —dijo Armony confundida y un poco molesta ahora, como toda mujer cuando un hombre se equivoca con su nombre.
—Perdón por el acto fallido; es que se trata de una amiga mía a quien tú me recuerdas mucho... Ella también ama la música y es encantadora y hermosa, como tú —replicó él tratando de justificarse y disculparse al mismo tiempo con solapados halagos.
—No comamos nada muy pesado porque, cuando terminemos, quiero recorrer la ciudad y visitar el faro —interrumpió enfáticamente Valery cambiando de tema con rapidez.
El almuerzo fue breve, pero satisfactorio, y los tres partieron a recorrer la ciudad.
El sol brillaba y aunque se sentía cálido y agradable, Armony llevaba puesta la capucha y sus manos en los bolsillos porque era muy friolenta.
Por todos lados se veían embarcaciones de diversos tamaños y formas, algunas a motor y otras a vela; inclusive había grandes barcos antiguos que estaban tan bien conservados que parecían nuevos y recién construidos.
Armony estaba tan encantada con todo lo que veía en Kiel que ni se acordó de su fobia por el agua helada, estaba disfrutando de la espectacular ciudad a pleno.
Al verla tan absorta con las embarcaciones, Steven aprovechó para hacer uno de sus comentarios pintorescos:
—El evento más importante para esta región es la Semana de Kiel, que se celebra en la última semana completa de junio. Es, junto con la Semana de Cowe, una de las competiciones de barcos a vela más importantes del mundo y la fiesta popular más grande del norte de Europa.
Steven parecía todo un guía de turistas, sabía mucho de la ciudad y no paraba de hablar:
—Por allí están los astilleros Howaldtswerke-Deutsche Werft, son algo realmente impresionante, se encuentran comprendidos entre los más grandes del país; para que te hagas una idea, Armony, en ellos se fabrican los más modernos submarinos del mundo.
Armony, mientras tanto, disfrutaba la ciudad a su particular modo. Lejos de los nombres y hechos históricos, el espectáculo para ella pasaba por otro lado muy diferente: los distintos tipos de embarcaciones a vela, una más impresionante que la otra; los paseos públicos, que eran hermosos y bien cuidados; los edificios antiguos y modernos, que coexistían llenos de un encanto marítimo especial; la suave brisa marina, que soplaba apacible; y los tibios rayos del sol que daban el calor justo... Estaba relajada y muy feliz contemplando todo esto, sin advertir lo que a pocos metros de ella y en voz baja Steven le decía a Valery:
—No es la reacción que se supone debería tener, está alegre y lo está disfrutando. Esto confirma que no se trata de ella.
—Sí, es cierto, algo no encaja... No me importa si ella llena el perfil en un 90 por ciento, no parece ser nuestro objetivo. Debería sentirse sumamente incómoda después de lo que le pasó aquí —reafirmó Valery—. Vamos a hacer la prueba definitiva y a terminar con esto de una buena vez por todas, llevémosla al faro y acabemos con esto, es lo más cerca que podemos llegar.
Steven asintió con la cabeza una vez discretamente y desviando la mirada hacia Armony le gritó:
—¡Armony, vamos a visitar un faro especial que les va a encantar a las dos!
Armony sonrió inocentemente y apuró el paso hacia ellos.
—¡Sí, vamos! Quiero verlo, todo es tan hermoso hoy. Adoro los barcos, el ambiente marítimo y todo esto; tengo muchas ganas de ver un faro...
En ese momento Armony se detuvo de súbito.
—¿Qué te pasa, Armony? —le preguntó Valery.
—No lo sé... Me sentí espiada por un instante, creí que alguien me estaba observando —respondió dándose la vuelta y mirando en todas direcciones.
—Yo no noto a nadie que nos esté espiando —le dijo Steven.
—Fue solo algo que te pareció, Armony; no le des importancia, mejor vamos al faro —sentenció Valery tomándola de la mano y apurando el paso.
Y fue así que se dirigieron a ver un faro en particular, que era un lugar muy especial, al cual Steven y Valery habían decidido llevar a Armony con un oculto propósito.
El faro era bastante antiguo, muy alto y grande, de aspecto sólido y pesado, seguramente pensado para resistir los embates de las más furiosas olas por años. Se encontraba ubicado en un peñasco alto, una saliente de roca que estaba unida con el continente por un sinuoso estrecho rocoso de varios metros de ancho, se llegaba a él por un prolijo camino de cemento construido sobre la roca sólida y que copiaba su caprichoso diseño natural; todo el recorrido estaba cercado a ambos lados por una valla que protegía a las personas de caer al mar, lo que significaría una muerte segura contra las filosas rocas de la orilla.
Rodeando la base del faro había un gran patio, era un sector muy amplio que servía de mirador a los visitantes y contaba con la misma valla protectora que el camino de acceso, tenía dispuestos varios bancos para que la gente se sentara y telescopios para mirar a la distancia. En ese momento había unos pocos turistas por allí.
Una vez dentro del faro se podía ver que estaba muy bien restaurado y pensado principalmente para ser una atracción turística además de preservar su funcionalidad original; se apreciaba también que alguna vez había sido la vivienda de un solitario guardián, que se encargó de cuidarlo y mantenerlo durante largos años, seguramente.
Subieron entonces por una interminable escalera caracol que conducía hacia la parte superior, cada ventana por la que pasaban daba una vista más imponente que la anterior; durante todo el ascenso en las paredes se podían apreciar fotos antiguas y modernas del faro durante tempestades colosales, con olas altísimas que rompían en los riscos de roca sólida con una fuerza impresionante, algunas fotos eran de día y otras, las más aterradoras, de noche... Armony sintió escalofríos solo de verlas.
—Que tormentas impresionantes ¿Verdad, Armony? —le dijo Valery al verla pálida—. Por cierto, y hablando de impresionarse, no mires hacia abajo... si tienes vértigo. —De inmediato Armony, como pasa habitualmente ante esa clase de advertencias, miró hacia abajo:
—¡Oh, por Dios! —dijo agarrándose fuerte de la baranda y poniéndose más blanca aún del susto, al ver el recorrido de la escalera en espiral desde arriba.
—Te advertí que no miraras —le recalcó Valery tarareando sus palabras y ambas terminaron riéndose.
El sonido de los pasos sobre los escalones de metal resonaban por toda la estructura. Cuando llegaron a la parte superior salieron al balcón circular que rodeaba al faro y que ofrecía una vista sin igual, el aire olía a mar y la brisa soplaba permanentemente, acompañando el sonido de las olas que no dejaban de llegar en ningún momento.
—Estoy impresionada, nunca lo imaginé así ¡Es tan hermoso! ¡Gracias por haberme traído a ver todo esto! —dijo Armony extasiada y sin advertir las miradas que Steven y Valery cruzaban en silencio por detrás de ella, moviendo sus cabezas con sutiles señales de negación.
Recorrieron la parte superior del faro completamente, tanto por dentro como por fuera, hasta que al final bajaron nuevamente por la larga escalera caracol, y se detuvieron a descansar por un momento en el gran mirador al pie del faro.
Armony disfrutaba a pleno cada etapa del recorrido, no dejaba de sonreír y eso incomodaba mucho a Steven, que disimulaba muy bien su frustración. En un último intento de averiguar lo que él y Valery tan secretamente pretendían, miró a Armony a los ojos y le dijo:
—A veces el visitar algunos lugares que no conocía previamente avivan en mí imágenes, que son como memorias olvidadas; dime, Armony, todo esto ¿No te recuerda nada acaso? ¿No evoca algo especial en ti?
Armony lo pensó un momento y aunque la pregunta le resultó bastante extraña, le respondió con sinceridad:
—No, salvo algunos recuerdos de mi niñez, que son muy placenteros, el día de hoy es algo único que disfruto en tiempo presente y sin recuerdos alegóricos a nada en particular. Este será un día que atesoraré entre los mejores, por el resto de mi vida. —Las palabras de Armony acompañadas por una alegre sonrisa, calmada y feliz, terminaron de convencer a Steven de que ella no era la persona a quien ellos buscaban con tanto afán.
—Bien, entonces... —dijo él asintiendo con la cabeza y la miró fijo durante un instante más, buscando una reacción que no iba a encontrar.
—¡Steven! —le dijo Valery al notar lo extraña que parecía ser su actitud y temiendo que Armony sospechara algo.
—Señoritas, voy a comprar un café para los tres; así tomaremos algo caliente antes de irnos ¿Qué les parece?
Ambas asintieron.
—Ve, Steven; yo me quedaré aquí junto con Armony mirando a los barcos pasar.
Steven se retiró dejándolas a solas por unos momentos más.
—Cuan caballeroso es Steven, es además muy bien parecido, y luce siempre tan elegante vestido con sus trajes a medida; no pude evitar observar que inclusive su abrigo es a medida también. Dime, Valery, ¿Ustedes son solamente amigos o hay algo más? —preguntó Armony curiosa y con un tono picaresco.
—Somos estrictamente amigos y colegas de trabajo también —respondió Valery riéndose con picardía—. Steven siempre ha sido así desde que lo conozco, le encanta vestirse bien, es muy cuidadoso cuando elije su ropa y tiene muy buen gusto.
—Por cierto, Valery, no les pregunté aún y es hasta ahora que lo mencionas que recién lo noto, dime ¿De que trabajan ustedes dos? Steven mencionó algo de una compañía, que era las que les proveía de los autos...
Valery quedó en silencio por un instante, no había pensado que decir en una situación así y no podía decirle la verdadera naturaleza de su trabajo a Armony.
Nerviosa, tuvo que improvisar algo con rapidez:
—Trabajamos en una compañía internacional que está relacionada con inversiones por todo el mundo. Steven y yo nos encargamos del procesamiento de datos... Es una tarea de oficina bastante aburrida, por eso no hay mucho que contar realmente. —La tensión en el rostro y la voz de Valery eran difíciles de disimular.
Se hizo un silencio incómodo para ambas.
En ese momento Valery se dio cuenta de que debía decirle a Steven acerca de esta nueva mentira que acababa de improvisar para así evitar caer en alguna contradicción delante de Armony.
—¡Cuánto tarda Steven! Y solo fue a buscarnos un café —se quejó Valery y agregó—. Espérame un momento aquí, Armony, voy a buscarlo y a ver que lo demora tanto... No te vayas —le dijo con una falsa sonrisa y se retiró con paso presuroso, dejando a Armony sola y apoyada en una baranda al pie del imponente faro.
Pasaron unos instantes solamente...
—¡Qué hermosos que son los barcos! ¿No le parece así, señorita? —Un hombre desconocido le hizo esta pregunta a Armony queriendo establecer una conversación con un aire de familiaridad que era un tanto inusual.
Armony desvío su mirada hacia aquel desconocido, que estaba apoyado en la misma baranda que ella a solo un par de metros hacia su derecha y lo recorrió de pies a cabeza.
Era un hombre que vestía zapatos náuticos color beige, un pantalón vaquero azul, un pesado abrigo negro y guantes de cuero haciendo juego; parecía casi de su edad, apenas unos tres años mayor que ella, así como también un poco más alto, de contextura física fuerte y rostro agradable; sus facciones, regulares y masculinas, eran resaltadas por una bien delineada y muy corta barba negra; su cabello asimismo era de color negro y corto, levemente ondulado, prolijo y bien peinado... Todo su aspecto era muy atractivo, sin embargo fue su voz la que le resultó particularmente seductora a Armony.
—Los barcos para mí representan la libertad de recorrer el mundo, de atracar en cualquier puerto, de conocer paisajes paradisíacos y destinos exóticos, de ver puestas de sol inolvidables y cielos nocturnos con más estrellas de las que jamás se podrían ver desde las grandes ciudades —agregó él.
A pesar de ser más bien tímida, sobre todo con extraños, a Armony este hombre le transmitía algo distinto, algo especial, algo que la atraía irresistiblemente a conocerlo más y las palabras brotaron de sus labios sin dificultad:
—Estoy de acuerdo a mí también me parecen fascinantes; aunque nunca antes los había podido contemplar como hoy... Es la primera vez que visito una ciudad costera de este modo, como turista me refiero —dijo con una sonrisa encantadora.
De una manera muy seductora, ella volvió a mirar hacia el mar invitándolo a continuar con la conversación.
—Me imagino que con la dedicación que le exige su talento poco tiempo le debe de quedar para estos recorridos recreativos —le respondió el extraño.
Armony se sintió halagada al saberse reconocida por este hombre y de inmediato se sonrojó, como le ocurría habitualmente.
—¿Conoce algo de mí acaso? —preguntó ella suponiendo de antemano su respuesta y flirteando un poco con este extraño que le resultaba tan atractivo.
—Por supuesto, señorita Heart, me encanta la música clásica y es usted toda una estrella en ese ámbito. La he escuchado y tiene un don único para tocar el violín.
Armony, avergonzada y orgullosa al mismo tiempo, en silencio solo atinó a mantener la sonrisa que tenía desde que vio a este hombre, el cual prosiguió diciendo:
—Cuando estoy en presencia de talentos como el suyo no puedo evitar preguntarme... —Hizo una pausa— ¿Cree usted que su don pueda venir de algún otro lado? Digamos ¿Una vida anterior por ejemplo?
Ella entonces rio disimuladamente.
—¿Le parece graciosa mi pregunta acaso? No me diga que no cree en la existencia del alma.
—Es simplemente que usted es la segunda persona que me ha sugerido en estos días que pueda haber tenido una vida anterior y la verdad es que no lo creo, hay gente que cree en eso y gente que no —le dijo Armony mirándolo a los ojos y luego, desviando su mirada al horizonte, continuó—. Creo firmemente en la existencia del alma, ella es nuestra esencia, es eterna y no se extingue con morir; tiene que ser así, hacemos cosas tan bellas, sentimos con tanta pasión, disfrutamos tanto de la vida que...
Armony entonces volvió a mirarlo:
—He sido educada en la fe católica y en mi religión la reencarnación no tiene cabida —sentenció finalmente al tiempo que sacaba de entre sus ropas una pequeña cruz de plata, que llevaba colgada del cuello con una delicada cadena y se la mostraba—. Creo en el alma, pero no creo en que volvamos del otro lado una vez que nos vamos de esta vida.
El extraño la miró son una leve sonrisa ante sus palabras y le dijo:
—Le voy a contar algo que seguramente le va a resultar muy interesante; conozco muy bien esta ciudad. Kiel es uno de los puertos más importantes de Alemania. Cada día salen ferris y cruceros internacionales hacia Gotemburgo y Oslo, hay servicios regulares a Lituania y San Petersburgo. Durante el verano, el puerto de Kiel es el punto de salida para cruceros por todo el mar Báltico. Hay mucho tráfico marítimo por estas aguas y es por eso que toda la zona está llena de faros como este, para proteger a las embarcaciones.
A veces, desde el momento de su propia construcción y en otras ocasiones, como consecuencia de acontecimientos importantes o asiduos, algunos de estos faros adquieren nombres o apodos especiales... A este faro en particular se lo conoce como: el Faro de las Almas Perdidas.
Al escuchar ese nombre tan inquietante Armony sintió un escalofrío que le recorrió todo su cuerpo de pies a cabeza...
Y el extraño siguió diciendo:
—En este hermoso lugar hubo un terrible doble naufragio. Sucedió hace veinticinco años, en una trágica noche.
Una traicionera tormenta se desató con furia inusitada y casi sin aviso al noreste de este punto, cerca de Suecia —dijo señalando con un movimiento de su cabeza.
De inmediato se envió una alerta a todos los barcos que navegaban por la zona para que buscaran refugio urgente en el puerto más cercano o lejos de las costas.
Lamentablemente el aviso llegó demasiado tarde para dos barcos de pasajeros; se trataban de un crucero grande y, a veinte millas náuticas de él, un ferri más pequeño que se dirigían hacia aquí llenos de pasajeros, y que ya estaban navegando por la entrada al golfo... Dada su posición, no podían retroceder ni buscar refugio alguno.
La tormenta se desplazó muy rápido y con rumbo sudoeste, justo hacia aquí; era como si fuera una terrible bestia cazando a dos indefensas presas, que sabía que estaban huyendo atemorizadas.
Las olas comenzaron a ser cada vez más altas y empezaron a sacudir a los barcos a su antojo, los radares se volvieron inútiles para ambos navíos en medio de la tempestad, la visibilidad se redujo drásticamente, los capitanes no tenían opciones ni instrumentos de navegación que los ayudaran... La luz de este faro era lo único que los guiaba en un oscuro mar embravecido y con olas de varios metros de altura, que rompían en los enormes riscos con una furia pocas veces vista.
Cuando el enorme crucero llego a una corta distancia del faro y se disponía a ingresar en la zona más peligrosa del estrecho, de manera inesperada sufrió una avería en su sistema eléctrico. El navío quedó prácticamente a oscuras, además el fallo afectó a sus motores, deteniéndolos por completo; el barco quedó al garete y a merced de las aguas. El capitán ordenó entonces tirar el ancla para quedar varado justo en ese punto y evitar que las olas arrojaran a la nave contra las mortales rocas que rodeaban la costa.
El faro se convirtió en ese momento en su único protector, con cada giro que daban sus luces lo iluminaban advirtiendo de su presencia a cualquier otro barco que se acercara.
La situación ya de por sí era critica, pero empeoraría aún más... Repentinamente la luz del faro se apagó, dejando todo sumido en la más negra oscuridad.
Enfrentando un mar furioso, con olas de decenas de metros y sin ninguna guía ni advertencia el capitán del pequeño ferri, que se aproximaba al mismo punto, solo atinó a mantener el rumbo como pudo... Siguió navegando y a la espera de que el farero encargado del faro consiguiera reparar la luz que lo había guiado hasta entonces, ignorando completamente que se dirigía en una trayectoria de colisión directa con el enorme crucero, anclado en el medio de su misma ruta.
El tiempo pasaba, la luz del faro no volvía y la tormenta no amainaba; la costa se acercaba peligrosamente. El capitán del ferri sabía bien que sin la luz de este faro sería necesario un milagro para poder sortear los riscos sin estrellarse en ellos, pero aún confiaba en que la luz del faro fuera reparada a tiempo.
Mientras tanto, los ingenieros del gran crucero, aún varado y con sus motores detenidos, buscaban desesperadamente la avería para repararla lo antes posible y poder volver a navegar.
Al cabo de un buen rato de estar prácticamente a ciegas, los ingenieros del crucero lograron restablecer la iluminación del barco. El júbilo invadió a la tripulación pero su alegría duró solo unos instantes, el tiempo justo en que tardaron en advertir lo cerca que estaban de la otra nave... El capitán del ferri, siguiendo la misma ruta que el capitán del crucero, había conducido a su barco a una confluencia en el mismo punto del mar.
La tripulación del crucero no había podido reparar completamente la falla de los motores y, cuando llego el momento crucial, el enorme barco permaneció como un escollo, inerte y sin poder navegar. El ferri trató de reaccionar en cuanto lo vio, pero a pesar de ser un barco más maniobrable y rápido, todo fue inútil...
Segundos después, sucedió lo inevitable y lo embistió de lleno, fatalmente.
El ferry, al ser más chico, fue despedazado en el acto; su fin llego rápido y se hundió en pocos minutos... En cambio el crucero, siendo mucho más grande y pesado, tuvo una muerte lenta y dolorosa.
En el impacto la cadena de su ancla se rompió y el barco quedó a la deriva, severamente dañado y con un gran agujero en su casco, por donde entraba el agua con furia, arrasando todo a su paso.
Los miembros de la tripulación comenzaron a evacuarlo lo más rápido que pudieron; en un último esfuerzo desesperado, lograron botar algunas de las balsas de escape, donde comenzaron a salvar a los pasajeros que podían... Así fue hasta que la enorme embarcación empezó a escorarse de lado, inclinándose y dificultando el rescate de las personas. Entonces las brutales e implacables olas la arrojaron contra los riscos, que la terminaron de destrozar; para hundirla finalmente en las negras y heladas aguas.
Fue solo cuando el enorme crucero ya se hundía sin remedio que el faro volvió a encender su luz y la tormenta amainó. Los que sobrevivieron contaron que fue casi como si el destino dijese de ese modo que la tragedia era inevitable.
Y todo eso sucedió justo aquí, delante nuestro, al pie de este faro...
—Que historia tan terrible —dijo Armony compungida.
—Casi todos los tripulantes de aquellos barcos murieron, muy pocos se salvaron. Fueron tantas las vidas perdidas aquel día, familias truncadas, proyectos extintos, talentos desaparecidos —agregó el extraño y finalizó diciendo:
—Cuando pienso en todo eso, en lo que esas personas podrían haber hecho en sus vidas, por ellos y por los demás..., en sus esfuerzos y sacrificios; creo que la vida no puede ser una fuerza tan frágil como para desaparecer o alejarse, así como así. La vida tiene que tener alguna manera de volver a ser, una manera que no sabemos aún a ciencia cierta, pero que intuimos de un modo ancestral, una forma de subsistir, de continuar, de perpetuarse tanto en el más allá como en este plano terrenal.
El alma tiene que tener el poder de hacer que los sentimientos sigan interactuando, fluyendo entre las personas; permitiendo que los sueños se cumplan, que las metas se alcancen, si no es en una vida, en la siguiente...
En ese momento una sirena de un barco lejano sonó y ambos quedaron callados, pensando y sintiendo el momento mientras la brisa marina soplaba suavemente.
—¡Armony, Armony! Ya lo encontré —gritó Valery desde lejos y por detrás de ella, mientras volvía con Steven y tres vasos de café caliente—. Perdón por la demora, lamento haberte dejado sola —le dijo Valery un tanto agitada por haber apurado el paso.
—No te disculpes, Valery; de hecho, estaba charlando con...
En ese momento Armony se dio vuelta y el extraño que estaba a su lado había desaparecido.
—No importa, parece que ya se fue —agregó sintiendo algo de desconcierto y tristeza por la fugaz aparición de ese hombre, que le había hecho sentir algo especial.
Pasaron las horas y con ellas la tarde entera, y el paseo por la ciudad de Kiel llegó a su fin.
—Sí no queremos llegar muy de noche, es mejor que emprendamos el viaje de retorno a Copenhague —dijo en un momento Steven y así fue que, junto con Valery, llevaron a Armony hasta su hotel nuevamente.
Durante todo el viaje de retorno Armony estuvo distraída y callada; no pudo quitarse de su mente el encuentro con ese anónimo hombre, que de algún extraño modo la había impactado de una manera especial... Realmente habría deseado conocerlo más en profundidad. El por qué desapareció tan de improviso fue un misterio para ella, hasta llegó a considerar que todo fue solo un producto de su imaginación.
Finalmente llegaron al hotel donde se hospedaba Armony y los tres se despidieron:
—Gracias por este hermoso día que pasamos juntos. Espero que alguna vez podamos repetirlo —les dijo Armony al bajar.
—Fue un honor para nosotros dos y nos volveremos a ver en el futuro, con seguridad, Armony —respondió Steven por cortesía.
—¡Hasta la próxima, Armony! —gritó Valery saludándola con su mano mientras el auto se iba con ambos a bordo.
Armony se quedó mirándolos a medida que el auto se alejaba y se perdía de su vista.
Pasó un instante... Todo quedó en calma y silencio.
—Nuevamente sola —susurró Armony mientras suspiraba y sintió otra vez como la soledad regresaba para hacerle compañía.
En el auto, mientras tanto, se vivía una situación muy diferente. Sin nada que disimular ya, Steven le decía a Valery:
—Al final solo perdimos el tiempo. Tenía la esperanza de que ella pudiera ser Melody.
—Yo también, pero en ningún momento vi ni la más mínima reacción de su parte, ni siquiera en el faro. Evidentemente volvimos a fallar —concluyó Valery tan seria como Steven.
—Quiero que te encargues de hacer el reporte final, Valery; y también que lo mandes a la Central esta misma noche.
—Lo haré.
—Quiero que quede bien claro que recomiendo que quiten a Armony Heart de la lista de objetivos potenciales... Definitivamente ella no es la persona a la que buscamos. También recomiendo que se enfoque la investigación en los objetivos menos probables y además que se intensifique la vigilancia sobre Daphne Reef. Tal vez en algún momento tengamos suerte... Debemos continuar con la búsqueda, hasta encontrarla.
El despertar
Estaba ya anocheciendo... En latitudes tan septentrionales y más aún en invierno los días son muy cortos; el cielo se había nublado durante la tarde y el hermoso día soleado se había convertido en una noche sin estrellas.
Las luces navideñas, que aún decoraban la hermosa capital danesa por doquier, se habían encendido y vestían la noche con sus brillantes colores.
Antes de entrar en su hotel Armony contempló el enorme árbol de navidad que reinaba en el centro de la plaza y decidió ir a verlo más de cerca.
Toda su vida había disfrutado de la tradición de decorar el árbol navideño. Le fascinaba la idea de que cada año todos los árboles del mundo fueran distintos y únicos, ya que la decoración siempre era diferente de la del año anterior; los consideraba como hermosas joyas efímeras.
Adoraba la Navidad desde pequeña y eso era algo a lo que había decidido no renunciar nunca, a pesar de haber crecido...
Aunque no había casi nadie en la plaza, el gran árbol de navidad adornado con sus luces de colores parpadeantes y sus recuerdos eran una cálida compañía para ella. Se sentó tranquilamente en un banco a pocos metros y justo frente a él, para contemplarlo y disfrutar del momento mientras se perdía en sus pensamientos, sus sensaciones y sus recuerdos... Y así pasó un buen rato, hasta que inesperadamente escuchó a alguien que le hablaba de cerca:
—Buenas noches, señorita Heart.
Armony giró su cabeza y ahí estaba él, era nuevamente el extraño hombre del faro que se le aparecía, aparentemente, de la nada.
Ella lo recorrió con sus ojos de pies a cabeza nuevamente, tal y como lo había hecho unas horas atrás en el faro de Kiel; era sin duda él, hasta estaba vestido del mismo modo que en la tarde. La situación parecía un déjà vu, una vez más ella a solas con él...
La primera reacción de Armony fue de sorpresa y hubiera sido de un comprensible temor de no ser por que aquel hombre le resultaba tan inexplicablemente atractivo. Armony desvío su mirada del extraño para parecer más interesante y volvió a mirar al enorme árbol navideño del centro de la plaza, aunque su atención se quedó totalmente enfocada en el extraño:
—Estamos muy lejos de Kiel, ¿Acaso me está siguiendo? —le preguntó Armony mirándolo de reojo por un instante.
Reza la frase popular que «los ojos son el espejo del alma» y en esa fugaz mirada él vio en sus ojos esa misma mirada que esperaba, la de ella, esa mirada que tanto extrañaba y que tanto buscaba ver nuevamente.
Él consideró que la pregunta de Armony era retórica y solo atinó a responder simplemente esbozando una sonrisa y sin decir palabra alguna.
—Parece que es su costumbre aparecer y desaparecer como por arte de magia —le dijo ella reprochando de una manera delicada y femenina su súbita desaparición en la tarde— ¿Es usted ilusionista profesional acaso, o tal vez solo sea un producto de mi imaginación? —remató con ironía.
—No —respondió él con una sutil risa y desviando su mirada al suelo con algo de vergüenza—, de hecho, yo... —En ese instante hizo una pausa pensando rápidamente que decir—. Soy una persona que viaja mucho, recorro el mundo principalmente en mi yate, me gusta navegar, podría decirse que soy un marinero. Quisiera disculparme por mi brusquedad al ni siquiera presentarme educadamente hoy y desaparecer tan de improviso, me llamo Michael.
—¿Y viniste hasta aquí para disculparte y enmendar tu error, Michael? ¡Cuán caballeroso eres! Acepto tu disculpa, y como premio te permito que me llames por ni nombre de pila.
Ambos se rieron mientras se rompía rápidamente el hielo entre ellos y entraban en confianza por mutuo deseo.
La expresión en el rostro de Armony, esa frescura femenina de pura alegría era lo que Michael tanto esperaba ver de ella, una vez más..., eso simplemente lo embelesaba.
—¿Sabes que, Michael? Lo presentía, por lo que charlamos esta tarde me imaginé que estabas relacionado con el mar; la manera en que me contaste la historia de los barcos y algunos términos que usaste me dieron los indicios —le dijo Armony suavemente mientras le regalaba otra hermosa sonrisa y se acomodaba el cabello.
—¿Qué estas haciendo sola aquí y a esta hora, Armony?
—Contemplaba el árbol de navidad, adoro todo lo alusivo a estas fechas festivas.
—Siempre te ha gustado esta época del año —dijo él sin pensarlo.
Armony lo miró extrañada, ese comentario le pareció demasiado familiar y un tanto fuera de lugar; Michael se había expresado como si la conociera de siempre.
—¿Qué te parece si caminamos un poco mientras charlamos? Así no vamos a sentir tanto el frío, Armony.
Ella estaba deseosa de conocerlo mucho más y mejor, así que continuando con su flirteo accedió simplemente estirando su mano hacia él y doblando levemente su muñeca hacia abajo.
Michael la tomó gustoso y la ayudó a pararse. Recorrieron primero la plaza y luego las calles aledañas al tiempo que conocían más el uno del otro, intercambiando historias, riendo y charlando mientras miraban vidrieras.
Repentinamente en una esquina Armony se detuvo y lo miró a los ojos como esperando que Michael adivinara algo...
—¿Qué pasa? —le preguntó él.
Ella sonriendo extendió su mano con la palma hacia arriba y un delicado copo de nieve se posó suavemente en ella.
—Esta empezando a nevar —dijo y su rostro se iluminó por el recuerdo de una historia que encerraba una emoción importante para ella:
—Cada vez que esto sucede me recuerda la primera vez que vi nevar y me rememora lo mágico de aquel momento. Nunca voy a olvidar el primer copo de nieve que vi en mi vida, fue una tarde nublada en un pueblo muy pintoresco en las afueras de Manchester en Inglaterra; hacía mucho frío y estaba parada justo en un cruce de caminos. Me encontraba junto a mi padre y aún recuerdo lo mágico que fue ver flotar sinuosamente en el aire ese delicado copo de nieve; mi primera reacción fue justo como la de recién, extendí mi mano para que se posara sobre ella y pudiera contemplarlo detenidamente, de inmediato noté que había muchos más como él cayendo por todos lados y ahí me di cuenta de que estaba nevando... Lo primero que pensé fue que los copos de nieve eran mucho más pequeños de lo que imaginaba. —En ese instante desvió su mirada con un sentimiento de nostalgia.
—Mejor sigamos caminando, Armony —le dijo Michael al notar el cambio en su semblante.
Pasaron horas charlando, los temas parecían no agotarse nunca y perdieron la noción del tiempo caminando juntos bajo esa suave nevada, que caía como en una postal.
La sonrisa de ella era tan hermosa, tal y como él la recordaba de siempre, aunque no era el rostro que estaba en sus recuerdos, sí era su misma expresión: alegre, feliz y tan cálida. Sus ojos eran, en esencia, iguales a los de ella. Armony era tan perfecta como Michael suponía que debía ser, tal y como él la rememoraba. Cuanto más la conocía más convencido estaba de que se trataba de ella, no podía ser otra, tenía que ser ella con toda seguridad.
Cerca de la medianoche y cuando mejor lo estaban pasando, comenzó a nevar con más fuerza y, por más hermosa que fuera la nevada, ambos sabían que en poco tiempo más ya no sería tan agradable como para seguir paseando por las calles:
—Creo que es un buen momento para ir a tomar algo caliente a un restaurante —mencionó Armony.
Con una rápida mirada recorrieron todo cuanto su vista pudo mientras la nevada se hacia más intensa minuto a minuto.
—No creo que haya muchos lugares abiertos al público a esta hora de la noche —dijo él.
—Pero yo sé de uno que sí lo está —le replicó ella haciéndose la misteriosa—. Estamos muy cerca de mi hotel y el bufé permanece abierto durante toda la noche. Vamos a esperar allí hasta que pare un poco de nevar.
Entonces fueron corriendo, riéndose de la situación por momentos, como un par de adolescentes, y cuando llegaron se sacudieron la nieve en la entrada del hotel.
Una vez dentro y en el restaurante, ya en un ambiente más cálido, se quitaron su pesados abrigos; Michael, como todo un caballero, ayudó a Armony con el suyo, colgó el tapado en la silla y se la corrió para que se sentara.
Ella agradeció con una sonrisa y un simple «gracias», como si estuviera acostumbrada a estos actos de galantería que desfrutaba enormemente y sobre todo viniendo de Michael, que a cada minuto le gustaba más y más.
El restaurante era estilo art déco, hermoso y propio de un hotel cinco estrellas como en el que estaban: bellas y elaboradas arañas vestían el techo e iluminaban todo el ambiente con una cálida luz atenuada; una enorme chimenea, que servía tanto de calefacción como de adorno, dominaba uno de los laterales; murales y cuadros de afamados artistas decoraban las paredes; imponentes espejos biselados daban la sensación de más espacio aún; y grandes ventanales brindaban una vista preciosa de la calle y la plaza de enfrente, con el gran árbol navideño brillando en medio y la nieve cayendo.
Casi no circulaban autos y no habían peatones tampoco, la romántica escena era perfecta para el disfrute de una pareja y parecía pensada solo para ellos.
A pesar de que las mesas estaban todas arregladas ya era muy tarde y no había servicio alguno. Estaban solos y no había nadie más, ni publico ni ningún mozo que los atendiese.
—¿Y ahora como vamos a hacer para conseguir algo de beber y que nos caliente un poco? ¿Asaltamos la cocina? —bromeó Armony.
—Yo sé que hacer, ya vengo —dijo Michael y se ausentó por un instante...
Armony se quedó sola, pensando y con sus sentimientos alborotados, dándose cuenta de que tal vez se estaba enamorando de Michael... pero ¿Cómo era eso posible? No era propio de ella; apenas lo conocía de esa tarde ¿Enamorarse de alguien que era prácticamente un extraño? Ella no era propensa a los flechazos amorosos; su carácter era más bien reservado e introspectivo, pero este hombre era diferente, algo tenía, algo que ella no se podía explicar; confiaba en él, la hacía sentirse abierta y segura, era casi como si lo conociera de toda la vida.
Para Armony, el amor era un sentimiento que no muchas veces había experimentado, pero que, en las contadas ocasiones en las que esto había sucedido, lo había hecho con una intensidad tan grande que había dejado una impronta muy bien marcada en sus recuerdos... Estos signos le resultaban inconfundibles: se estaba enamorando de Michael.
Quedó absorta, observando a la nada, con su mirada perdida... hasta que de golpe fue sorprendida:
—Aquí está, ¡Chocolate caliente! —Michael había ido hasta una de las máquinas automáticas que estaban en el vestíbulo del hotel y trajo un par de vasos con chocolate caliente para ambos.
—¡Chocolate, me encanta!
—Lo supuse —respondió él con un dejo de misterio, como guardándose algo más; Michael sabía muy bien lo que hacía y lo del chocolate había sido una pequeña prueba más.
—¿Ah, sí..., y como es eso? —le preguntó Armony.
—Una vez conocí a una concertista que adoraba el chocolate. Era una hermosa pianista y dado que compartes con ella tanto tu belleza como tu arte, supuse que también compartirías esto —contestó él entre broma y flirteo.
—¿Una hermosa pianista, debería de estar celosa de ella?
—No realmente, ella lamentablemente murió hace muchos años ya.
—Que triste —dijo Armony cambiando su semblante—. Siempre que muere un artista se pierde algo único. Al igual que los copos de nieve, nunca hay dos artistas iguales; es por eso que el arte de cada uno es en verdad algo irremplazable.
—Afortunadamente siempre nacen nuevos artistas, Armony, y heredan lo hecho por otros que los precedieron, se inspiran en sus obras... El estilo de un artista no es algo fijo e inmutable, cambia con el tiempo, evoluciona y crece como un ser vivo. A mí me gusta pensar que el estilo de un nuevo artista a veces puede ser que sea la versión evolucionada del estilo de algún otro que lo precedió y que le transmitió lo esencial de algún modo, casi como si fuera su hijo y heredero —acotó él.
El ver que Michael tenía una apreciación tan especial por el arte enamoraba a Armony sobremanera, ya que tocaba sus fibras más íntimas.
—La interpretación musical no es lo mismo que la música escrita, Michael, no las confundas. La manera en la que un músico interpreta una obra es efímera y se desvanece en cuanto se detiene, esa es la diferencia con la pintura, la escultura y la escritura, que permanecen para ser apreciadas en el tiempo.
A mí me gusta pensar que el músico, cuando despliega su arte, es como un relator de canciones. Al tocar una melodía el intérprete le imprime énfasis, pausas y sentimientos que no figuran escritos en la partitura y que le dan un carácter personal y especial a la obra; un brillo que solo puede ser apreciado en ése momento y en vivo... Es como una comunicación entre el alma del músico con las almas de su audiencia.
El sonido de las notas musicales puede ser grabado, pero un artista musical interpretando una obra es algo que no puede ser completamente registrado en su verdadera dimensión; hay que presenciarlo en persona para apreciarlo...
Sé que mi estilo al tocar el violín es algo propiamente mío y que no puede reproducirse. Mi manera de sentir no puede ser grabada en ningún medio. Cuando interpreto música lo hago sintiéndola con mi alma, y todo mi ser transmite algo intangible que, así como mis sentimientos, se esfuma en el aire y desaparece.
Se podía apreciar en las palabras de Armony que esto era un tema en el que ella había meditado anteriormente y Michael aprovechó eso para hacer énfasis en algo específico, algo que él quería volver a charlar con ella:
—Tal vez las obras plasmadas no sean la única manera en las que el arte perdure o se transmita, Armony, ¿Recuerdas que esta tarde en el faro te pregunté si creías que tu talento pudiera venir de otro lado?
La pregunta retórica de Michael no ameritaba una respuesta explícita.
—Como ya te dije Michael, no creo en la reencarnación, aunque sí creo en la existencia del alma. Desde niña tuve mucha facilidad para tocar el violín. Podría ser que desde que nací esté siendo inspirada por alguien desde el más allá y que mi talento sea en realidad gracias a seres que me ayudan desde ese plano etéreo. Tal vez eso sean las musas, almas de artistas que se conectan con nosotros para ayudarnos y continuar haciendo lo que ellos en vida han amado tanto. Los antiguos griegos creían en ellas, me encantaría tener la certeza de su existencia, si así fuera no me sentiría tan sola en esta vida —dijo desviando su mirada hacia la nada.
En ese momento se hizo una pausa y la charla cambió de matiz; una gran tristeza empezó a surgir con fuerza develando esa oscuridad que existía en lo más recóndito del interior de Armony:
—Siempre pensé que la vida de las personas se compone de dos vidas diferentes y que son como dos mitades: la primera mitad es la vida que heredamos, esa vida está compuesta por la familia en la que nos criamos y todo lo que deriva de ella; la segunda mitad es la vida que construimos, en esa están las personas que elegimos y lo que hacemos a medida que vivimos. Yo no he hecho casi nada por tener a personas especiales en esa segunda mitad... Estoy prácticamente sola, Michael; no tengo a casi nadie...
—¿Eso es lo que sientes, Armony?
—Mi futuro me angustia cada vez más. Mi familia se ha ido reduciendo con los años, nunca he tenido realmente una pareja, no tengo hijos y sinceramente no siento que esos aspectos de mi vida vayan a cambiar jamás. Me siento estancada desde hace años en mi crecimiento personal y sigo así... No hay nada nuevo, ya nada cambia... Mi vida se ha convertido esencialmente en una reiteración de sí misma.
Los ojos de Armony se humedecieron, la emoción brotaba con fuerza de su ser, a pesar de que ella hacía un gran esfuerzo por detenerla.
—Soy hija única, toda mi vida he sido una persona solitaria y sin amigos. Siempre he dado lo mejor de mí, he sido admirada y felicitada desde que tengo memoria y he disfrutado del éxito..., pero sola, siempre sola.
Si muriera hoy mismo, no creo que alguien me fuera a extrañar realmente. La vida me va dejando cada vez más aislada, me ha ido quitando a quienes amo, uno por uno y cada vez que pierdo a alguien que amo mi corazón se rompe en mil pedazos, y en cada ocasión con más fuerza que en la anterior... A veces siento que no podría soportar ni una sola pérdida más.
Por un lado tengo miedo de establecer nuevas relaciones, ya no quiero sufrir el dolor de la pérdida, y por otro lado no se que voy a hacer cuando ya no me quede absolutamente a nadie a quien perder, tengo miedo, Michael, mi futuro me aterra.
A veces pienso que el recuerdo de la muerte de mis seres queridos hará que el momento de mi partida de este mundo sea algo agradable para mí... En esos momentos solo le ruego a Dios que, de ser ese mi futuro, haga que mi vida sea breve, no quiero esperar inútilmente.
Armony giró su torso hacia el costado y se tapó el rostro con las manos para evitar que Michael la viera llorar frente a él. Ella siempre fue así, no le gustaba mostrar su dolor ante nadie, estaba acostumbrada a sufrir en soledad.
Las dolorosas palabras de Armony se clavaron como filosos puñales en Michael, instándolo a develar un secreto que apenas podía contener ya a estas alturas. Él la había buscado con tanto afán y por tanto tiempo, con la esperanza de verla feliz y compartir su felicidad, pero en lugar de eso ahora, al tenerla frente a frente, la veía sufrir de este modo tan desgarrador.
Michael guardaba un secreto, algo que solo él podía intentar, pero de lo cual no estaba seguro que funcionase, podría fallar... ¿Sería posible que el sentimiento más bello que existe pudiera iluminar la oscuridad de la muerte?
Sabía que en sus manos estaba la posibilidad de terminar con este dolor que torturaba a Armony de una manera rápida y esa misma noche. Sin embargo el paso que podía dar para ayudarla no debía ser tomado a la ligera; ella ya no volvería a ser la misma después y eso él lo sabía muy bien, pero quedarse en la inacción y dejarla con ese dolor, que era una lenta muerte en vida, no era una opción aceptable. Él podía hacer algo para ayudarla y entonces tomó la decisión de hacerlo.
—¿Realmente eso es lo que piensas, Armony? Ya es hora de que todo eso cambie —le dijo Michael y se puso de pie caminando un par de pasos hasta ponerse en cuclillas delante de ella:
—¿Y si te dijera que ya tienes esa familia que anhelas, pero que no la recuerdas?
Esa última pregunta de Michael descolocó a Armony que lo miró con cara de confusión y sin decir nada. No sabía como interpretar su comentario. Michael con calma se quitó el guante de su mano izquierda y la miró a los ojos con un semblante serio y decidido:
—Es el momento adecuado, Armony. Quiero que estés tranquila, todo va a estar bien... —Y con esas palabras tocó suavemente la mejilla derecha de ella con la palma de su mano desnuda.
En ese momento, Armony sintió algo como un flash que invadió todos sus sentidos... Fue casi como una descarga eléctrica, pero diferente. Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza; por un instante todo se puso en blanco para ella, sus pupilas se dilataron, su rostro quedó con una expresión de sorpresa tremenda. Trató de articular alguna palabra, pero no pudo; intentó entonces ponerse de pie, pero sus piernas estaban flojas y no le respondían como debían... A pesar de ello se pudo parar de la silla, que hizo a un lado de un empujón, y retrocedió un par de pasos tratando de mantener un precario equilibrio, hasta que finalmente trastabilló y cayó sentada en el suelo y se quedó temblando como una hoja que flota en un caudaloso río mientras es arrastrada por la correntada, sin control alguno...
De a poco empezaron a aparecer en su mente toda una serie de fragmentos pertenecientes a una vida anterior, olvidada... Las imágenes pasaban cada vez a mayor velocidad y en mayor cantidad, y se encontró inmersa en un proceso que era ya irreversible.
Recuerdos, sentimientos, rostros, voces, hechos, alegrías y tristezas, todo se arremolinaba en su conciencia abrumándola y dejándola estupefacta ante tal espectáculo.
El toque de Michael en su piel había obrado como una llave que había abierto la cerradura de una puerta bloqueada desde hacía mucho tiempo.
Michael la miraba de pie y frente a ella, estoico, impertérrito, y dándole tiempo para asimilarlo todo. Sabía muy bien lo que le estaba pasando a Armony y que, aunque en cada persona era diferente, siempre se necesitaba de tiempo para asimilarlo.
De a poco Armony fue recuperando el control de sí misma.
Titubeando y pálida, con los ojos desorbitados y su rostro aún desencajado por la revelación que tuvo, ella lo miró a los ojos y le preguntó:
—¿Gabriel, eres tú?
—Sí, Melody, soy yo —respondió Michael con calma—; déjame ayudarte a pararte —le dijo y extendió sus manos para que ella las tomara y se pusiera de pie.
En cuanto Armony se paró se puso a llorar por todo el caudal de emociones que la invadían. Abrazó a Michael buscando la protección de sus brazos, esos mismos brazos que le dieron tanta seguridad y resguardo en otra vida y que habían vuelto generándole los mismos sentimientos en esta. Él la abrazó brindándole esa misma calidez y apoyo que ella recordaba. Armony, al ser un poco más baja que Michael, reposó suavemente su cabeza contra su pecho y quedaron así durante un tiempo, que subjetivamente les pareció eterno a ambos.
—Por favor, siéntate, Armony, necesitamos hablar de muchas cosas ahora.
Michael le acercó la silla y ella se sentó, él entonces acercó otra silla y se sentó a su lado, y tomándola de las manos, con voz muy calma y hablándole lentamente comenzó a decirle:
—Se que aún estás confusa, lo irás recordando todo con el tiempo, yo solo te ayudaré. Lo que acabas de experimentar se conoce como el despertar, así le decimos al momento en que alguien recuerda una vida anterior a la que vive actualmente...
Hay diferentes maneras en las que esto puede suceder, en este caso fue una de las más intensas que existen; se trata del contacto físico con alguien con quien se han compartido sentimientos muy intensos y que aún perduran, es aún más fuerte cuando uno de los dos ya recuerda su vida anterior, como es en mi caso, que fuí tu esposo cuando eras Melody y que recuerdo toda esa vida nuestra, juntos.
Armony lo miró mientras asimilaba lo poco que podía de toda la información que Michael le daba. Sus recuerdos se mezclaban y sus sentimientos la asaltaban mientras intentaba retomar el control de sí misma nuevamente:
—¿Yo era pianista? —preguntó repentinamente.
—Sí, y una muy buena, de hecho. Siempre amaste la música, hasta tu nombre te acompaña en ese aspecto —le respondió él con la certeza de alguien que realmente sabía de lo que hablaba.
—Pero, ahora soy violinista —replicó ella titubeando.
—Las vidas no se continúan exactamente del mismo modo en el que finalizaron, el hecho de que fueras pianista o violinista no es el aspecto fundamental, sino tu amor por la música. El destino es una fuerza muy poderosa y hace que algunos aspectos de la vida se adapten a los deseos más intensos del ser.
Esa fuerza del destino no solo te afecta a ti, sino también a los que te rodean y a quienes están contigo; tu nombre es un claro ejemplo de eso, fue algo que siempre te gustó, antes fuiste llamada por tus padres Melody, alegóricamente a uno de los atributos de la música y en esta vida Armony, que deriva de armonía y es otro atributo musical ¿Logras alcanzar a entender lo que te digo claramente? —le preguntó Michael, pero sin darle tiempo a responder decidió aclarárselo mejor él mismo:
—Fuiste tú quien, desde antes de tu nacimiento, influenciaste las decisiones y destinos de tus padres en esta vida, así como ellos lo hicieron contigo después, al criarte como su hija. Las vidas de todos se entrelazan de este modo, así como los destinos de cada uno con los de los demás. Las personas no advierten estos detalles porque contemplan la vida desde su particular y estrecho punto de vista.
En la vida estamos todos conectados en mayor o menor medida, el destino es el que nos une y quien administra esta especie de complejo juego de ajedrez en el que todos somos piezas y jugadores a la vez.
Nosotros influenciamos al destino con nuestros deseos, temores y acciones, al mismo tiempo el destino administra los recursos para cumplir con todos nosotros, en todo sentido y mantener el equilibrio entre los premios y castigos.
Las palabras de Michael que eran cálidas y seguras tranquilizaron a Armony rápidamente, sin lugar a dudas, él sabía mucho del tema.
—Si ya sabías quien era yo ¿Por qué no me despertaste antes, Michael?
—Yo no sabía quien eras, Armony, ni donde estabas. Te buscaba pero me fue imposible encontrarte con mis recursos, a pesar de que utilicé todos los medios y personas a mi alcance durante años... Solo sabía que estabas relacionada con el violín de algún modo.
En cuanto me llegó el rumor de que había otros que te buscaban averigüé quienes eran y tuve que esperar a que ellos te encontraran primero —dijo Michael con una mirada seria y entrecerrando sus ojos—. Ellos tienen acceso a recursos a nivel mundial mucho más grandes que los que un simple rastreador como yo podría tener.
—Espera un momento, cuando dices «ellos» ¿A quiénes te refieres? ¿Quiénes son y por qué me quieren encontrar? —preguntó Armony, ya más recuperada de la conmoción inicial.
—Esas dos personas que te acompañaron durante toda la tarde en tu viaje a Kiel, son agentes de una corporación internacional que está buscándote desde hace años; mejor dicho, buscan a la reencarnación de Melody, sospechaban de ti y vinieron a confirmar si eras ella, pero no pudieron hacerlo y se fueron, yo simplemente los seguí.
—¿Steven y Valery? Ahora entiendo un par de actos fallidos que tuvo él llamándome Melody... Sin embargo nunca mencionaron nada extraño ¿Cómo pretendían averiguar si fuí Melody?
—¿Pero que no es obvio, Armony? ¡Te llevaron al faro, querían ver tu respuesta! —En ese momento, Michael se detuvo y quedó mirándola fijamente a los ojos, esperando alguna reacción de ella, la cual no ocurrió, solo obtuvo de Armony una mirada de expectativa. Un instante después se dio cuenta de que algo no estaba bien con ella:
—¿No recuerdas lo que te pasó allí, Melody? —le preguntó e hizo una pausa— ¿No recuerdas tu propia muerte, verdad? —Las palabras de Michael fluyeron de una manera muy pausada, con calma y con un dejo de desconcierto.
La memoria de Armony estaba, aparentemente, fragmentada; algo muy extraño de ver y de lo cual hay muy pocos antecedentes; inclusive para Michael, a pesar de su gran experiencia como rastreador, esto era algo que nunca había presenciado personalmente. Supo de inmediato que necesitaría de ayuda extra para solucionarlo.
—No recuerdo nada del faro ni de mi muerte, solo recuerdo mis momentos contigo, ni siquiera recuerdo mi infancia como Melody. Recuerdo toda mi vida desde que te conocí hasta que... —Armony dejó de hablar, sus ojos se llenaron de tristes lágrimas y comenzó a llorar con un llanto desesperado; sujetó las manos de Michael con mucha fuerza y apoyó su frente sobre ellas desahogándose, había recordado uno de los momentos más dolorosos y desesperantes que le había tocado vivir en su vida pasada:
Corría el año 1988 y Melody daba un concierto como solista en un importante teatro en el centro de la ciudad, completamente lleno de espectadores.
A pesar de su edad, veintisiete años, Melody era ya una afamada pianista y se encontraba en el pináculo de su carrera; cuando actuaba convocaba siempre a una gran cantidad de personas, que en cada presentación disfrutaban la belleza de la música clásica.
En la función no se habían escatimado gastos en la escenografía. Los arreglos del enorme escenario estaban inspirados en los antiguos anfiteatros grecorromanos. La decoración y ambientación la daban un hermoso paisaje alegórico, pintado sobre un gran telón de fondo que estaba complementado por enormes macetas con plantas, estatuas clásicas y enormes columnas con capiteles dóricos que rodeaban al escenario. En el centro, un piano de cola era el único instrumento presente y Melody lo interpretaba con una soltura sin igual.
Ella llevaba puesto un hermoso vestido de gala blanco, con un solo bretel y pliegues rectos, y una falda que llegaba hasta el suelo, con un gran tajo que la recorría en toda su longitud; un broche en su bretel y un ancho y ornamentado cinturón junto con otros bellos adornos de bronce complementaban el vestido inspirado en la usanza de la Grecia clásica.
Su largo cabello dorado y ondulado estaba recogido con un elaborado tocado. Melody lucía hermosa y espectacular.
Entre el público de esa noche y sentados en el centro del patio de butacas, estaban Gabriel y la pequeña hija de ambos, Daphne, que ese día cumplía su primer año de vida.
La pequeña dormía plácidamente junto a su padre, acostumbrada a la música que tocaba su madre habitualmente... para ella era el más plácido arrullo que podía existir.
Durante toda la velada Melody había interpretado los principales fragmentos de muchas y reconocidas obras de famosos compositores; y cada vez que culminaba con una, el público aplaudía de manera apasionada, algunos asistentes hasta lloraban de la emoción; la fama de Melody estaba bien merecida, sus interpretaciones llegaban a lo más profundo del alma, siempre eran impactantes e inolvidables.
Cuando terminó su última obra musical, Melody se puso de pie para agradecer al público. En ese instante el anfitrión de la velada, que era también el dueño del teatro, se le acercó con un enorme ramo de hermosas rosas rojas y se lo entregó en el escenario en medio de la ovación final, y tomando un micrófono le dijo al público:
—¡Damas y caballeros! Tengo un anuncio que hacerles esta noche, ya que este concierto tiene un motivo muy especial: es un regalo de cumpleaños para la hija de Melody que...
El anfitrión se quedó callado súbitamente.
Melody lo miró extrañada y desconcertada por su actitud y vio que él, con su rostro desencajado, miraba fijamente hacia el fondo del escenario, justo por detrás de ella.
En ese instante se hizo un silencio absoluto, Melody se dio media vuelta y vio como el enorme telón de fondo caía en llamas sobre el escenario, develando un enorme incendio que se había desatado tras bambalinas. Al caer, el telón golpeó con fuerza todo el decorado y una de las pesadas columnas se desplomó sobre el piano rompiéndole su pata principal y haciéndolo caer sobre la propia Melody, que estaba demasiado cerca; el piano atrapó sus dos piernas debajo de él con todo su enorme peso.
El silencio fue roto de inmediato por los gritos y alaridos de la gente, que comenzaron a correr despavoridos hacia las salidas de emergencia como una estampida de animales salvajes y aterrados.
El teatro se incendiaba y el fuego avanzaba con voracidad.
—¡Melody, ya voy! —Eran los gritos desesperados de Gabriel que corría hacia el escenario al rescate de su esposa en contra de la marea humana que se movía en dirección contraria y que le dificultaba su avance. En sus brazos cargaba a Daphne, que lloraba asustada y en su hombro llevaba colgada una mochila, en la que tenía el regalo que pensaba entregarle a nombre suyo y de Melody a la pequeña en el escenario.
—¡Gabriel, estoy atrapada, no puedo sacar mis piernas, el piano es muy pesado! —Gritaba Melody mientras trataba infructuosamente de mover el enorme instrumento que, para empeorar aún más las cosas, tenía apoyada, encima suyo, a una de las macizas columnas del decorado.
El humo comenzaba a enviciar el aire, que olía ya a distintos materiales quemados y empezaba a volverse tóxico e irrespirable.
Para cuando Gabriel llegó junto al escenario, el piano ya había comenzado a arder parcialmente por las brasas que caían del techo y Melody, exhausta, seguía intentando, aunque sin lograrlo, liberar sus piernas que habían comenzado a entumecerse; el agudo borde del piano le estaba cortando la circulación sanguínea haciendo que empezara a dejar de sentirlas.
Irónicamente, el piano, el instrumento que ella tanto amaba y al que le había dedicado toda su vida, la estaba condenando a su muerte.
—¡Ya estoy aquí, Melody! No te preocupes, te sacaré —Le dijo Gabriel agitado al tiempo que dejaba en el suelo del escenario a la pequeña Daphne que no paraba de llorar y junto a ella la mochila.
Comenzó entonces a tratar de levantar el piano, pero el peso era tremendo y apenas podía moverlo unos milímetros. Miró alrededor en busca de ayuda, pero las pocas personas que quedaban ya solo pensaban en salvar sus vidas y nadie reparaba en ellos para socorrerlos.
—¡Vete, Gabriel, es inútil, pesa demasiado para que una sola persona pueda moverlo! —Habiendo agotado sus fuerzas, entre lágrimas y dolor, Melody se daba ya por vencida y aceptaba su fatal destino.
—¡No! Jamás te voy a dejar morir...
—Tienes que dejarme y salvar a Daphne ¿Qué no lo entiendes? Yo estoy perdida, nuestra hija no ¡Déjame y vete ya! Aún estas a tiempo —el instinto maternal de Melody podía más que su deseo de vivir.
Pero Gabriel no quería perder a ninguna de las dos y seguía haciendo fuerza por levantar el piano lo suficiente como para liberarla, solo necesitaba elevarlo un par centímetros y Melody quedaría libre.
Sus dedos comenzaban a sangrar por la fuerza que hacía intentando levantar el pesado instrumento... En ese momento de desesperación alguien salió de la nada, era una persona extraña que parecía ser una mujer a la que no se podía identificar por el intenso humo, solo se podía ver que vestía de blanco.
—Vamos a intentarlo una vez más, Gabriel; esta vez yo te ayudaré. —Fue todo lo que dijo esa persona desconocida con una voz calmada y apacible, entonces Gabriel, haciendo un esfuerzo tremendo, logró levantar el pesado piano y los escombros lo suficiente como para liberar a Melody que, con mucho dolor, se pudo poner de pie y de inmediato tomó a Daphne entre sus brazos y comenzó a consolarla en un intento de calmar la desesperación de la pequeña.
—Gracias por la ayuda... —alcanzó a decir Gabriel, pero sus palabras se desvanecieron en el aire, al igual que la extraña figura que desapareció entre el humo, sin que pudiera agradecerle.
Melody y Gabriel se detuvieron entonces solo por un instante al contemplar el infierno que los rodeaba.
En la gran sala ya no quedaba nadie más que ellos con su pequeña hija, el fuego había bloqueado todas las salidas del nivel inferior del teatro y en algunos sectores salían llamas, inclusive, del suelo; todo indicaba que pronto el edificio entero se vendría abajo cuando ya sus cimientos no lo soportaran más y colapsaran, sucumbiendo a las llamas que lo devoraban ferozmente.
El segundo piso aún no estaba tan comprometido y todavía le quedaban salidas despejadas, Gabriel entonces tomó la mochila del suelo:
—Vamos hacia los palcos, tenemos que subir, Melody.
Corrieron hacia los pies del palco más cercano...
—Vamos, Melody, apóyate en mí, tienes que subir primero... No importa el dolor que sientas en tus piernas —le dijo y la ayudó a trepar al palco.
Con mucho esfuerzo, Melody logró subir a salvo, entonces Gabriel le pasó a la pequeña Daphne:
—Toma a Daphne con cuidado.
Melody tomó a su aterrada hija y la puso con delicadeza en una butaca cercana, al lado de ella.
—¡Ahora sube tú! —Le dijo ella. Gabriel comenzó a intentar trepar, pero el palco estaba muy alto para ser alcanzado por una persona sola, trató de dar un par de saltos entonces, pero no llegaba a asirse a nada.
—¡No puedo, Melody, no llego! —gritaba él mientras lo intentaba.
—Tienes que hacerlo ¡No me iré sin ti! —le replicó ella mientras se estiraba para tratar de alcanzarlo con sus manos, pero todo parecía inútil... Gabriel había quedado atrapado debajo, solo unos pocos centímetros le impedían llegar.
A pesar del esfuerzo que ambos hacían era imposible lograrlo, por momentos los dedos de ambos se rozaban, casi como despidiéndose.
El teatro comenzó a crujir por todos lados a medida que pedazos del techo caían en llamas. Todos los materiales se inflamaban: maderas, telas, plásticos y papeles eran engullidos por el fuego con voracidad y furia creciente, tornando el aire en un gas cada vez más venenoso e irrespirable.
—¡Vete, Melody, vamos a morir los tres si no te vas ahora con Daphne!
—¡No por Dios, no quiero perderte, Gabriel! —gritó ella apretando sus dientes con bronca y frustración.
Las miradas de ambos se entrelazaron en una despedida que ninguno deseaba. Minutos antes estuvieron en la situación inversa, ambos sabían lo que había sentido el otro, parecía que el destino se empeñaba en separarlos aquella fatídica noche y solo les había dado la opción de decidir quien sería el que partiría. Al menos uno de los dos tenía que morir y todo indicaba que Gabriel pagaría con su vida el haber salvado la de Melody...
Ya se oían las sirenas de los bomberos que habían llegado rápidamente y que por fuera del teatro trataban de controlar la furia del fuego. Las mangueras de agua se activaban y se escuchaban los chorros de agua entre las voces, los gritos y el desorden del caos reinante.
Todo parecía indicar que se abriría una luz de esperanza... Pero pocos instantes después se escucho un gran crujido y todo el teatro se sacudió; parte del techo empezó a desplomarse y una enorme viga de madera cayo en llamas sobre Gabriel que con un rápido movimiento apenas pudo esquivarla, saltando hacia atrás.
—¡Dios mío, no, por favor, danos solo unos minutos más! —Melody, impotente, no podía hacer nada más que rogar al cielo por un milagro.
Ahora un muro de fuego separaba a Gabriel, aún en el piso inferior, de sus mayores motivos para vivir, sus amadas Daphne y Melody que lo miraban llorando desde el palco del segundo piso..., ese palco que, cada vez, estaba más lejano.
—¡Gabriel, tienes que subir por otro lado! —Le gritó Melody desesperada.
Él, sin embargo, la miraba sin decir nada, ya intuía lo peor... Sabía que su tiempo se estaba acabando.
—¡No nos dejes, no me dejes, por favor, Gabriel! No te rindas, no quiero vivir sin ti... —Le dijo Melody llorando.
Con una rápida mirada Gabriel comprobó que el fuego lo cercaba por todos lados a escasos metros ya, no había escape posible para él.
En ese momento miró hacia arriba y vio que justo sobre él pendía del techo la enorme araña principal del teatro.
La portentosa y lujosa luminaria medía siete metros de diámetro y pesaba una tonelada y media.
Por más que era de bronce y cristal, ya varios pedazos del techo, prendidos fuego, habían caído sobre ella haciéndola arder en llamas, convirtiéndola en una gigantesca antorcha que colgaba de un anclaje que se debilitaba con cada segundo que pasaba...
El humo hacía muy difícil el poder respirar ya y el tiempo se agotaba; había que tomar una decisión, por más dolorosa que fuera y Gabriel sabía que Melody no lo haría, el decir adiós solo dependía de él:
Descolgó de su hombro la mochila con el regalo para Daphne y miró a Melody con la mirada más triste de su vida.
—¡Melody, dale a Daphne su regalo, yo no podré hacerlo! —Dijo con toda la entereza de un padre que se despedía y que solo quería que su hija y su esposa se salvaran de ese auténtico infierno.
Le arrojó entonces a Melody la mochila con el regalo de Daphne dentro y ella la agarró fuerte entre sus manos, estrujándola contra su pecho y con todo el dolor de su alma; sin dejar de mirar a Gabriel, enmudecida y con un nudo en su garganta.
Un instante después la impresionante araña principal del teatro, que había soportado todo su gran peso hasta ahora, llegó a su límite de resistencia y ya no pudo más. Con un gran estruendo, su anclaje se partió y se desprendió del techo dejándola caer como un gran meteoro en llamas que arrasó con todo lo que quedaba del piso bajo ella, y se llevó a Gabriel para no devolverlo jamás.
—¡Recuérdame! —Fue el grito desgarrador de Melody en ese instante que, entre lágrimas, se despidió así de su compañero y amor de toda la vida...
Repentinamente Armony detuvo su llanto desconsolado y levantó su mirada hacia Michael.
—¡Daphne! ¿Dónde está nuestra hija? Tengo que saber que fue de ella... Debe tener como treinta años ahora.
Michael la miró un instante; los ojos de ella estaban cubiertos de lágrimas así como todo su rostro. Armony estaba muy alterada aún y con sus emociones apenas controladas.
—Ella tiene veintinueve años ahora, vive en Estados Unidos, en una localidad montañosa cercana a la ciudad de Aspen, y está bien —le respondió Michael con mucha calma.
Las manos de Armony estrujaron el suéter de él con fuerza y cerrándose como puños.
—Quiero verla, hablar con ella, lo necesito, por favor, llévame con ella, Michael —el ruego de Armony era el conmovedor pedido de una madre que quería ver a su amada hija a toda costa luego de años de separación.
Los espacios en blanco de la memoria de Armony le planteaban a Michael muchas preguntas que aún no era el momento de sacarlas a relucir.
—De acuerdo, pero debemos ser precavidos —dijo él tratando de calmar a Armony que sufría un torbellino de emociones.
—Yo me encargaré de los pasajes aéreos, ahora que la Corporación ya no te tiene en su mira seguramente sus agentes se van a centrar más en Daphne.
Ellos esperan desde hace años que, quien sea Melody actualmente, la contacte de algún modo en algún momento y, aunque no saben cuando eso pueda suceder, tienen mucha paciencia...
Después del fracaso que tuvieron contigo hoy quizás enfoquen su vigilancia sobre ella más que de costumbre: teléfonos, computadoras, correspondencia, su casa, todo... No va a ser fácil permanecer anónimos.
Armony se puso de pie y en un arranque de ansiedad dijo:
—¿Vigilan a Daphne también? Pero ¿Quiénes son? ¿Qué es lo que quieren conmigo? —Inesperadamente sus piernas se aflojaron nuevamente y se tuvo que apoyar en la mesa para evitar caer al suelo.
Michael la tomó de sus hombros para sostenerla:
—Vamos a tu habitación, ya fue demasiado por hoy, Armony. Tu presión sanguínea seguramente está baja y necesitas descansar, fue un día muy intenso. Mañana por la mañana, cuando hayas repuesto tus energías, estarás mejor.
Fueron así a la habitación de Armony; ella, sin fuerzas, ya estaba casi dormida. Michael la cargó entonces en su brazos y la llevó hasta la cama, le quitó las botas y la recostó con dulzura.
Mientras la arropaba con la frazada, Armony le pidió entre dormida y despierta:
—Quédate, cuídame, te necesito, Gabriel... Ya he estado mucho tiempo sola, sin ti.
Michael le susurró al oído:
—Siempre lo haré, Melody... Nunca te dejare sola nuevamente.
Y con un cálido beso en la frente la dejó dormir.
Océano de nubes
La luz de la mañana entraba por los ventanales de la hermosa habitación del hotel, se filtraba por las cortinas e iluminaba todo con la cálida luz de un día despejado, realzando la elegancia y el refinamiento de su decoración estilo victoriana.
Armony entreabrió sus ojos apenas y con mucha dificultad y se desperezó en la cama sin levantarse. A pesar de haber dormido profundamente toda la noche, eso no le había bastado para que su mente se pudiera reponer de la extraordinaria experiencia que pocas horas antes había vivido y que, sin ella saberlo, la cambiaría para siempre.
Aún medio dormida trataba de analizarlo, pero todo le parecía como si fuera un sueño. Los recuerdos que tenía de su vida como Melody eran tan reales como incompletos y eso la confundía, era como tener un extraño tipo de amnesia. Por otro lado ya no estaba sola, esa horrible sensación de vacío que tanto la torturaba se había ido y eso le llenaba el alma, Gabriel, su esposo, había vuelto a su vida y estaba muy ansiosa por saber todo acerca de la vida actual de su hija, Daphne.
Entusiasmada, se levantó de la cama. Estaba todavía medio dormida y fue trastabillando al baño privado que tenía en su dormitorio para mojarse el rostro y despertarse mejor. Luego de enjuagarse la cara y secarse con una toalla se miró en el espejo y por primera vez en su vida le costó trabajo reconocerse; contempló cuidadosamente su rostro, era Armony a quien veía pero también era a Melody, aunque con un rostro diferente; se sentía igual que siempre, pero distinta al mismo tiempo. Con experiencias vividas muy intensas y traumas dolorosos, veía a una mujer que ha sido esposa y madre, ya no sentía la fragilidad con la que se había acostumbrado a vivir, su concepto de sí misma estaba cambiado drásticamente y para bien, porque había sumado nuevas experiencias... La línea que la separaba de su otra vida era tan delgada que casi no existía.
Ya más repuesta, caminó fuera de su dormitorio hacia el cuarto de estar donde vio a Michael haciendo algo en su computadora portátil; él, al verla, le sonrió y le dijo:
—Buenos días, dormilona. Algunas cosas no cambian, ni siquiera en otras vidas —bromeó refiriéndose al buen dormir que ella siempre tuvo cuando fue Melody.
—Sí adelante, búrlate de mí... Siento como si no hubiera dormido nada en toda la noche ¿Qué hora es? —preguntó retóricamente mientras sacudía la muñeca y miraba su reloj pulsera.
—¡Las diez y media! No puede ser ¿Qué tarde es? Nunca duermo tanto... y lo que es peor, aún estoy exhausta —se lamentó confundida y cansada.
—Tranquilízate —dijo Michael con una delicada risa—, no es nada que no se solucione con un buen café bien cargado —señaló mientras le servía una taza de café caliente y negro, con un exquisito aroma muy fuerte.
—Café cargado, tu especialidad según recuerdo —respondió ella sonriendo pícaramente mientras tomaba la taza y probaba el café—, y aún lo sigue siendo... Está delicioso, Michael o Gabriel ¿Cómo es correcto que te llame? Me confunde todo esto aún.
—Es mejor que me llames «Michael» la mayoría del tiempo, así como yo a ti «Armony». De este modo es como se acostumbra a hacer, es mejor para evitar confusiones delante de otros.
—Dime entonces, Michael ¿Cómo es posible que te haya reconocido como Gabriel cuando me tocaste? Tú no tienes las mismas facciones en esta vida, sin embargo lo percibí de algún modo.
—La mente es un mundo de sensaciones, Armony; todos nuestros datos sensoriales se convierten en sentimientos que de ese modo llegan hasta nuestra alma. A nivel mental, si los analizas, aun los más fríos y lógicos razonamientos matemáticos son sentimientos y sensaciones.
Nuestro tacto puede transmitir mucho más que las sensaciones físicas. Expresamos nuestras emociones con miradas y palabras, pero nuestra máxima expresión la hacemos siempre con el tacto...
¿No has observado acaso como expresamos cariño y a amor a través de nuestro tacto? Las caricias, los besos y los abrazos son la prueba de ello...
Los animales son un claro ejemplo de lo que digo; ellos están en comunión con sus espíritus sin que sus cerebros los distraigan. Nuestras mascotas lo perciben de inmediato, por más que no seamos de la misma especie ellos disfrutan de nuestras caricias y mimos, las buscan, las necesitan...
Tú misma lo puedes comprobar; no es lo mismo cuando tú acaricias tu cuerpo que cuando lo hace otra persona ¿Sabes por qué es diferente? Porque falta el mensaje de cariño proveniente de otra alma.
El tacto es una manera de comunicación que va mucho más allá de lo meramente físico. Cuando rocé la piel de tu rostro con mi mano desnuda, me sentiste directamente con tu alma; y a tu alma no la pueden engañar tus ojos.
—¿Esto del despertar es como una regresión a una vida pasada de esas que se hacen bajo hipnosis?
—No exactamente, el despertar es algo muy diferente, Armony; en esencia sí es lo mismo, pero en intensidad es mucho mayor. Una regresión a una vida anterior bajo hipnosis, se parece más a una fantasía o un sueño; interviene un terapeuta, que trata de forzar recuerdos; también la persona que trata de recordar podría tener preconceptos, que terminarían falseando sus memorias, eso tiene que ser reconocido previamente... Todo depende de la calidad profesional del que guía la regresión, si es bueno algunos recuerdos son bastante fiables.
—Entonces ¡Que suerte la mía! De tener a todo un rastreador para ayudarme en esto de recordar mi vida anterior... Así te definiste a ti mismo si mal no recuerdo ¿Verdad? Por cierto y ya que estamos en el tema, quisiera saber más ¿Qué es todo eso de ser un rastreador y que apenas mencionase anoche? Me quedé muy intrigada —le preguntó Armony mientras lo abrazaba de la cintura como una adolescente enamorada.
La pregunta de ella le confirmó a Michael que algo definitivamente no estaba bien con sus recuerdos; hasta ese momento él había abrigado la esperanza de que luego de haber descansado toda una noche ella estuviera mejor, recordando más, pero no era así; Armony estaba igual y eso ya era evidente que no cambiaría con el simple correr del tiempo.
Cuando Michael vivió siendo Gabriel, él ya era un rastreador de segunda generación, lo cual implicaba que esta era su tercera vida siendo rastreador. Su experiencia ya era basta en aquel entonces y Melody sabía perfectamente todo lo que él le había contado acerca de las reencarnaciones, de hecho, ella sabía tanto como él y ahora debería de recordar todos esos datos o al menos casi todos, sin embargo no recordaba nada sobre el tema, ni siquiera habiendo formado todo eso parte de sus recuerdos estando juntos.
Una amnesia como la de ella, tan grande, tan fuerte y tan específica, no era algo normal de ver en quienes despiertan a sus vidas pasadas.
Michael prefirió guardar para sí sus pensamientos y responder a todas las preguntas de Armony, al menos hasta tener más indicios de lo que le podría haber pasado, no quería cargarla con más preocupaciones aún:
—En el mundo hay muchos que nos dedicamos a buscar a las personas que reencarnan... En ciertos ámbitos especiales se nos conoce como rastreadores. La mayoría trabajamos por nuestra cuenta, algunos pocos trabajan en grupos reducidos. Recorremos todo el planeta y usamos todos los medios que te puedas imaginar para lograr nuestros objetivos.
Encontrar a quienes han vuelto e individualizar quienes son ahora es siempre una tarea muy difícil y que, en ocasiones, puede llevar años de arduo trabajo.
—¡Es algo casi imposible diría yo! No me imagino ni por donde se puede empezar —exclamó ella interrumpiéndolo.
—Los rastreadores tenemos muchos recursos, sobre todo hoy en día con las redes informáticas, las publicaciones en diarios y revistas, y las bases de datos que proliferan por todo el mundo; cada vez hay más información de las personas dando vueltas por muchos más lugares. Todo se nos ha simplificado en gran medida desde el siglo veinte y mucho más desde hace algunos años; sin embargo aún la intuición y el instinto siguen siendo fundamentales para rastrear efectivamente a alguien... Y si todo falla, siempre nos quedan los oráculos —dijo Michael con una sonrisa.
—¿Oráculos dijiste? ¿Cómo en la antigua Grecia? —preguntó Armony riéndose y creyendo que Michael bromeaba, pero al ver que él no se reía dejó de hacerlo también— ¿Es en serio, verdad? Lo que acabas de decir de los oráculos —preguntó curiosa.
Michael simplemente la miró y como no quería hablar del tema, por las posibles implicancias que tendría, simplemente guardó silencio al respecto, y cambiando el tema le informó:
—Mientras dormías yo estuve llamando a varias aerolíneas y compré un par de pasajes para ir a la ciudad de Aspen en Estados Unidos... y no fue nada fácil, casi todo se encuentra reservado en estos primeros días del año.
El viaje lo tuve que programar para dentro de tres días y el vuelo no será directo, tendremos que hacer un par de escalas: el primer avión saldrá el viernes próximo, será por la mañana temprano, a las seis, del aeropuerto de Copenhague; y llegaremos a Toronto, Canadá, el mismo día y también por la mañana, solo dos horas después, considerando la diferencia horaria, claro está; el vuelo durará realmente ocho horas. Luego tomaremos un par de aviones más; con el primero arribaremos al aeropuerto de Denver, en los Estados Unidos y con el segundo a la ciudad de Aspen, donde llegaremos en la tarde.
Es preferible que yo use mis tarjetas de crédito en todo momento, para así evitar, dentro de lo posible, levantar sospechas. Es probable que la Corporación aún te esté vigilando, aunque con seguridad mucho menos intensamente, dado el fracaso que tuvieron ayer en el faro de Kiel.
—¿Por qué estas tan seguro que me descartaron como su objetivo principal?
—Muy simple, porque aún estas aquí. Si ellos hubieran tenido la seguridad de que eras Melody, te habrían secuestrado de inmediato y sin dudarlo; habrías desaparecido sin dejar ningún rastro. La corporación Rottweiler no se detiene ante nada ni ante nadie cuando quiere lograr algo.
—¿Rottweiler? Así se llama esa misteriosa corporación. Y se puede saber por qué están interesados en mí. No se nada de ellos en esta vida ni los recuerdo para nada en mi vida como Melody tampoco.
—Eso no lo sé aún. Tampoco me explico como es posible que fallaran al identificarte, pero puedo averiguarlo ahora que sé quien eres con certeza —le dijo Michael guardándose datos y haciéndose el misterioso.
—¿Si? ¿Y como lo harás? —le preguntó ella ansiosa.
—Es un secreto, ya te enterarás a su tiempo... Primero lo primero, visitemos a Daphne —le respondió él tocándole la punta de la nariz con su dedo índice y cambiando de tema nuevamente, esa era una de las cosas que mejor sabía hacer.
—Esta bien, no me lo cuentes todavía... Te la dejo pasar esta vez, pero ni pienses que no me doy cuenta cuando me cambias el tema, no soy tonta —lo retó Armony con una sonrisa muy femenina para suavizar su reproche—. Recuerdo que siempre hacías lo mismo siendo Gabriel y que nunca me gustó.
Armony caminó entonces hacia un piano de cola que había en la habitación y mientras lo acariciaba delicadamente por el borde con sus dedos preguntó:
—¿Por qué olvidamos nuestra vida anterior? ¿Tienes una respuesta a esa pregunta, Michael?
—Desde que me he introducido en todo lo referente a las reencarnaciones he leído muchos libros al respecto y esa es una de las preguntas que uno se hace primero ¿Te imaginas como sería nuestra vida como sociedad si recordásemos nuestras vidas pasadas a la perfección? La forma en la que vivimos cambiaría dramáticamente; todo nuestro sistema organizativo se basa en la finitud de la existencia terrenal: relaciones interpersonales, derechos y propiedades, en fin, todo... además, el miedo a la muerte, a la extinción de la conciencia es la manera de amedrentar más poderosa que existe, la forma de control final del ser humano.
—Recordaríamos todo lo aprendido y no perderíamos tiempo aprendiéndolo nuevamente, sumaríamos nuevas habilidades o nos volveríamos mejores aún en lo que ya eramos buenos de antes, y sobre todo, no volveríamos a cometer los mismos errores... Creo que sería un gran adelanto evolutivo —replicó ella.
—Estás en lo cierto, habría mucha más información en las mentes de todos, pero también emociones que aún no podemos controlar y debemos de temer...
Los sentimientos negativos nos estorbarían demasiado: venganzas, odios, ambiciones, envidias; arrastradas vida tras vida, haciéndose cada vez más fuertes y engendrando en las demás personas más negatividad, que traería aún más dolor...
Esas emociones nos impedirían aprender, mejorar y arruinarían el progreso de otras almas que buscan evolucionar hacia sentimientos y actitudes más nobles... El mundo sería un lugar más caótico sin duda.
Algunos estudiosos del tema creen que el olvidar nuestras vidas pasadas es un recordatorio permanente de lo que aún necesitamos evolucionar como raza y del camino que nos falta por recorrer hasta erradicar nuestros defectos internos; algún día, cuando estemos listos, tal vez comenzaremos a recordar nuestras vidas pasadas.
—No había pensado en eso.
—Es porque eres un alma buena, Armony; con el correr de tus diferentes existencias te has ido depurando y creciendo... Sin embargo también los sentimientos buenos pueden ser un estorbo para la evolución si no se les puede controlar...
—No lo entiendo ¿Cómo sería posible eso?
—Las personas son reticentes a los cambios y cuanto más tiempo viven es aún peor. Pasamos toda nuestra vida forjando relaciones y proyectos: nuestras familias, nuestros trabajos y nuestros patrimonios se convierten en lo más importante de nuestras vidas, porque se entremezclan con la necesidad natural de nuestras almas de adquirir nuevas experiencias.
Nos aferramos a sentimientos hermosos y nobles como el amor, la amistad y la lealtad, y lo hacemos con toda nuestra energía, sin pensar en nada más, ni siquiera en que algún día puedan terminar. Nos negamos a pensar en que no se puede vivir aferrado a algo por siempre, ni siquiera a las cosas buenas... Morir y olvidar es la manera en la que la vida nos fuerza a cambiar y avanzar.
—No me gusta lo que estás diciendo Michael, no me gusta para nada la idea de olvidar a quienes amo.
—Es porque no estás lista para aceptarlo, Armony; ni yo tampoco, solo parafraseo lo que he leído... Sin embargo nuestro caso es un claro ejemplo de lo que acabo de decirte: en cuanto tomamos conciencia de nuestra vida pasada, buscamos ayudar a quienes hemos amado y protegido, me refiero a Daphne; pretendiendo continuar en esta vida con lo mismo que hacíamos en la anterior.
Nuestros propios sentimientos de amor nos llevan a estancarnos. Podemos luchar contra los malos sentimientos, pero contra los buenos es imposible; el olvido del nacimiento es necesario para la nueva vida que se inicia.
—No quiero dejar de sentir nunca lo que siento por Daphne ni por ti, Michael.
—Ni yo, Armony. Nadie quiere dejar de sentir... Es por eso que al nacer solo nuestros recuerdos nos son negados y no así los sentimientos, que son lo que cultivamos con tanto ahínco durante toda nuestra vida. Esos sentimientos son imborrables y los llevaremos con nosotros vida tras vida, para bien o para mal.
Aunque reticente a aceptarlo, Armony comenzó a entender como todo está perfectamente regulado en la vida, inclusive lo más doloroso, como lo es el separarse de un ser querido; sin embargo aún no era el momento para ponerse a considerarlo, Michael tenía razón, ella aún no estaba lista para alejarse de las personas a quienes ha amado, como tampoco podía dejar la música, que era parte de su esencia...
—Me pregunto si todavía podré tocarlo —dijo Armony mirando al piano de manera pensativa—. En esta vida elegí el violín en lugar del piano.
—¿Por qué no lo intentas? —le contestó Michael deseando verla tocar nuevamente.
Armony se sentó en el taburete, apoyó sus pies en los pedales, puso sus manos en las teclas de una manera especial, cerró sus ojos y elevó su cabeza, como si sintiera algo que descendía hacia ella proveniente desde el cielo.
Para Michael, que la observaba extasiado y sin que ella lo advirtiese, era la viva imagen de Melody: sus mismos gestos y el mismo modo en como lo hacía cuando tocaba el piano.
Con suavidad, Armony comenzó a interpretar una hermosa melodía que brotaba de lo más profundo de su corazón...
Al escucharla, Michael se conmovió de inmediato. Veía en ella a su amada esposa tal y como la recordaba: los delicados movimientos de su cuerpo, la manera en que hacía sonar cada nota, su cadencia al tocar cada tecla, todo era algo tan único y personal como una firma, y esa era sin lugar a dudas la firma de Melody.
En un momento Armony se detuvo y miró sus manos.
—¿Cómo puedo tocar así el piano sin haber aprendido ni practicado nunca en la vida? —se preguntó en voz baja confundida y asombrada a la vez. Por su experiencia musical, ella sabía muy bien que esa calidad con la que había tocado el piano era propia de un concertista consagrado y que solo con años de mucha práctica y un talento innato se podía lograr—. Mis manos se movieron solas, fue como cuando toco mi violín —remarcó desconcertada y maravillada al mismo tiempo.
—La música proviene del alma, Armony. Algo tan arraigado en ti nunca se te olvidaría fácilmente, ni siquiera con la muerte.
Armony se quedó un momento en silencio y pensando...
—Esto no es una simple casualidad ¿Verdad, Michael?
—¿A que te refieres?
—Cuando vi este piano aquí, en la habitación, pensé que había sido un refinado detalle del personal del hotel; supuse que cuando se enteraron de que yo era una concertista invitada a una gala Real me habían reservado esta habitación, con todo su hermoso estilo victoriano tan artístico y que hasta la habían decorado como para ser la de un músico, con un piano de cola..., aunque yo no fuera pianista.
Nunca imaginé que solo unos días después estaría yo misma tocando este piano con mis propias manos. —Un escalofrío recorrió la espalda de Armony al darse cuenta de las fuerzas invisibles que la rodeaban y de las que apenas estaba empezando a tomar conciencia.
—Estas en lo cierto, Armony, tu suposición es correcta... El destino sabía lo que podría acontecer, él ya había trazado sus planes, todo esto estaba ya ideado por él, desde hacía tiempo... El destino nunca hace magia, debe preparar los acontecimientos para que tengan una secuencia lógica.
Hay mucho que tienes que aprender aún, Armony. Las personas no prestan atención a los detalles en sus vidas, pero si lo hicieran a veces podrían atisbar el futuro que se les avecina, aunque fuera apenas someramente.
Los menos inteligentes terminan pensando que esas intervenciones del destino son meros golpes de suerte o simples casualidades... No ven las acciones sobrenaturales tras los acontecimientos de sus vidas.
—¿Estás diciendo que todos somos como simples marionetas de una fuerza superior? —preguntó ella muy seria—. No me gusta pensar que nuestras vidas estén ya escritas, Michael.
—Y no lo están, Armony..., al menos no del todo. Nuestro libre albedrío es algo sagrado, siempre podemos decidir que hacer en todo momento, pero con cada acción o inacción hacemos que el destino prepare nuestro futuro de un modo u otro.
Las cosas no se dan espontáneamente, todo lleva un proceso. Hay muchos parámetros que deben cumplirse y esos parámetros afectan a las vidas de otros también; por eso debemos de ser tan meticulosos en nuestros objetivos y no hacer nada que los contradiga, concentrarnos en ellos y no desviarnos; hasta el más sutil de nuestros pensamientos puede acercarnos o alejarnos de nuestras metas.
Armony comenzaba a entenderlo de a poco y Michael le terminó diciendo:
—El destino se encarga de organizar todo esto de una manera tan compleja y perfecta, que es imposible conocerla cabalmente. Solo podemos aspirar a tener leves indicios del futuro, si es que prestamos mucha atención y tenemos suerte.
—Bien, entonces el qué estemos aquí, en esta bella ciudad, tal vez sea porque siempre he deseado una cita romántica, como de cuento...
—Y no solo tú, Armony —le respondió él, dándole a entender que sus deseos íntimos eran recíprocos.
—Ya que pasaremos unos días en Copenhague ¡Salgamos a recorrerla! Hay mucho que quiero ver aquí aún —dijo ella de manera simpática y jovial para distender la charla, que se había vuelto demasiado profunda.
—De acuerdo, hagámoslo, Armony.
Fue así que los pocos días de espera para el viaje transcurrieron como unas breves y relajantes vacaciones. Michael y Armony no pararon de charlar y no se separaron ni un solo instante, caminaron y recorrieron la hermosa Copenhague como una feliz pareja de recién casados en su luna de miel y se volvieron a conocer, otra vez...
Finalmente el día previo a su viaje llegó. Al terminar la tarde, y siguiendo el concejo de Michael, cenaron temprano y se fueron a dormir tratando de empezar a adaptarse al cambio horario que les traería su vuelo hacia América.
Unas horas después, a las tres de la mañana, sonó el despertador. Michael, que apenas había podido dormir, se levantó rápidamente, en cambio Armony continuó profundamente dormida y sin inmutarse por nada. Él la dejó dormir un rato más mientras preparaba un café caliente y bien cargado para ambos, y cuando estuvo listo se lo llevó hasta la cama para despertarla:
—¡Armony, vamos, despierta! Tenemos que madrugar para llegar a tiempo al aeropuerto —le dijo moviéndola del hombro.
—Todavía es de noche ¿Qué hora es? —preguntó ella frotándose los ojos.
—Las tres y cuarto, es de madrugada ¡Vamos, arriba! El avión no nos va a esperar, partirá en menos de tres horas y tenemos que estar en el aeropuerto con tiempo suficiente.
A regañadientes, Armony se levantó... Luego de una ducha y un desayuno apurado llegaron con tiempo de sobra al aeropuerto.
—Podíamos haber dormido una hora más, yo todavía estoy cansada y media dormida —se quejó ella de mal humor.
—O podríamos estar llegando tarde también, si hubiera surgido algún inconveniente —le replicó Michael con autosuficiencia—. Vamos a realizar el check in, y mejor déjame hablar a mí, que estoy bien despierto.
Una simpática y muy bonita empleada los atendió en la terminal de la aerolínea:
—Buenos días ¿Desean despachar alguna maleta? —preguntó la atractiva empleada sonriéndole a Michael.
—¡No gracias! Viajamos con muy poco equipaje, vamos a casa de unos parientes. —La interrumpió Armony con un dejo de agresividad, muy despierta y celosa también, al tiempo que abrazaba a Michael como si fuera algo de su propiedad.
—Y en esta pequeña valija llevo dispositivos electrónicos muy frágiles: computadoras, cámaras digitales y esas cosas... No puede ir en la bodega del avión —agregó Michael a la empleada.
Armony siguió molesta y no volvió a soltarlo del brazo hasta que abordaron la aeronave, Melody siempre fue muy celosa y ese aspecto de ella se había hecho presente en Armony de manera muy notoria. Michael se daba cuenta de como el carácter de Melody, que él recordaba tan bien, afloraba cada vez más en Armony.
Una vez a bordo y habiendo despegado ya, Michael hojeaba una de las revistas del avión mientras que Armony disfrutaba de uno de los canales de música clásica de a bordo, con sus auriculares puestos y sus ojos cerrados; cuando sintió que Michael le tocaba el hombro para llamar su atención:
—Si ya estás más tranquila, tengo una sorpresa que quiero mostrarte —le dijo e hizo una pausa— ¿Quieres ver su rostro? Tengo una foto de Daphne conmigo... Es de hace solo unos meses, la tomé con un teleobjetivo y se la puede ver muy claramente.
Los ojos de Armony se abrieron grandes y su corazón empezó a latir con mucha fuerza:
—Sí, por supuesto ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¡Quiero verla ya! —dijo apresurada mientras se quitaba los auriculares.
—Ansiosa como siempre —le recalcó él sin dejar de sonreír mientras sacaba del bolsillo interno de su abrigo la foto de una bellísima mujer joven, de veintinueve años; delgada y atractiva; sus rasgos faciales eran muy armónicos y destacaban sus enormes ojos verdes, que reflejaban bondad e inocencia; su cabello castaño muy oscuro, largo y lacio, aunque levemente ondulado, le llegaba hasta su cintura.
Mirando esa foto se podía adivinar que se trataba de una persona apacible, su expresión denotaba que era una mujer con mucho equilibrio y paz interior.
—Ella es Daphne en la actualidad, nuestra hija es una hermosa mujer ahora.
Armony se quedó en silencio contemplando la foto y sus ojos se llenaron de lágrimas.
En la foto, Daphne estaba por emprender un safari fotográfico con unos amigos suyos; se encontraba vestida con ropa de turismo aventura, llevaba una enorme cámara de fotos y estaba sentada sobre el guardabarros de un jeep.
«La última vez que la vi era solo una niña, tenía apenas cuatro años», pensó Armony y rompió en llanto, apoyándose en el hombro de Michael.
—El viaje se me va a hacer eterno, Michael... Mi niña es ahora toda una mujer ¿Cómo habrá sido su vida hasta hoy, desde aquel entonces? ¿Cuántas veces me habrá necesitado, sin yo saberlo? ¿Cuánta falta le habremos hecho a nuestra hija? —decía Armony mientras lloraba.
—Tranquilízate, son muchas emociones juntas; es por esto mismo que no te la había mostrado antes. Tienes que ir incorporando todo de a poco, Armony, y aún falta mucho más... Es mejor que descansemos durante el vuelo, mañana va a ser un día muy intenso y especial —le recalcó él mientras le acariciaba la cabeza con cariño.
Armony se durmió presionando la foto de Daphne contra su pecho y recostada en el hombro de Michael, y durante el resto del vuelo descansó muy feliz.
Faltando una hora para llegar a su destino, y aún en vuelo, fue despertada por el sonido del carrito de las azafatas que servían el desayuno a los pasajeros; el aroma del café, del chocolate y las galletitas eran deliciosos.
—Buenos días —le dijo Michael, que había despertado antes que ella nuevamente— ¿Qué deseas tomar de desayuno, Armony?
—Buenos días, chocolate, por favor —respondió ella y se quedó mirando por la ventana uno de los paisajes más surrealistas y espectaculares que se pueden ver desde un avión: un hermoso cielo nublado... Debajo de ellos, las densas nubes cubrían todo hasta el horizonte; acantilados de nubes blancas y brillantes, iluminadas desde arriba por el sol y en un cielo diáfano, simulaban una topografía de fantasía; y picos de montañas nevadas reales, que emergían de entre ese océano de nubes infinito, completaban la ilusión.
A pesar de que no era la primera vez que veía algo así, Armony quedó extasiada ante tanta belleza, real y mágica a la vez. Sus ojos no daban abasto para contemplarlo todo, solamente se distrajo un momento para tomar la bandeja que le acercó la azafata, a quien le respondió con un simple «gracias».
Michael pudo entender en la actitud de Armony lo que pasaba por su mente y le susurró:
—Mirando este hermoso cielo solo puedo pensar en que es un buen augurio empezar el día así. Siempre me ha gustado cuando comienza el día... El amanecer es mi momento favorito; la sensación de un día nuevo, lleno de alternativas nunca antes vistas, me abre la mente a nuevas opciones, frescas, innovadoras, y pienso que todo es posible —dicho esto hizo una pausa...
—Por cierto ¿Pudiste descansar, Armony? —La pregunta de Michael la trajo de vuelta de ese mundo de fantasía que brindaba la naturaleza.
—Sí y muy bien, gracias —respondió ella con una sonrisa espléndida—. Soñé con nuestro encuentro, los tres juntos; aunque en mi sueño Daphne era una niña.
—En los sueños reconocemos a las personas y los objetos de la vida real no por como son en su aspecto, sino por la sensación que nos evocan. Aunque luzca como una mujer de edad adulta, Daphne siempre va a ser nuestra pequeña hija amada.
En ese momento, Armony recorrió con su mirada a los pasajeros del vuelo que los acompañaban; veía como las azafatas los atendían; los niños, que jugaban entre ellos; algunos adultos, que charlaban, mientras que otros estaban indiferentes a todo y absortos en sus cosas privadas:
—Dime, Michael, toda esta gente que nos rodea podrían ser...
—Sí, Armony, podríamos conocer a cualquiera de ellos de otra vida y no saberlo. Inclusive entre ellos mismos podrían haberse conocido en el pasado y a pesar de eso ser totalmente extraños ahora; o podrían tener relaciones nuevas actualmente, sin sospechar lo que fueron antes. Podríamos tener parientes aquí mismo, buenos amigos o seres amados y no lo sabríamos... De hecho, eso es mucho más habitual de lo que uno puede suponer—hizo una pausa y continuó diciendo:
—¿Nunca te preguntaste por qué algunas personas te agradan y otras te desagradan sin motivo alguno? A veces uno piensa que es por su actitud o por algo que han dicho, y eso puede ser cierto, pero no siempre es así. Nuestras almas reconocen mucho más allá de lo que nuestra mente puede analizar concientemente, esa percepción está más allá de nuestro razonamiento y la llamamos instinto, pero en realidad son recuerdos inconscientes de otras vidas, sentimientos que perduran en lo profundo de la memoria de nuestras almas, modelando muestras actitudes hacia los demás.
Hay una ley fundamental en todo esto que dice que: el destino siempre tiende a acercar a las almas que se han conocido, y cuanto más fuertes han sido las emociones y lazos establecidos entre las personas en sus vidas pasadas la atracción es aún mayor.
El cariño y el amor son las emociones más fuertes que podemos sentir y perduran por siglos. Hay que tener especial cuidado en como tratamos a los demás, sobre todo a los desconocidos, nunca sabemos cuando un extraño ha sido un pariente, un buen amigo o un ser amado.
—O un antiguo enemigo...—agregó Armony sin pensarlo, con su rostro inexpresivo y la mirada perdida; las palabras brotaron con tanta naturalidad de sus labios, que le indicaron a Michael que algún fuerte sentimiento negativo hacia alguien se ocultaba en cierto lugar de su alma, algo que inclusive él mismo ignoraba, ya que nunca vio a Melody odiar a nadie en toda su vida.
—Sí, Armony, eso también es cierto... Efectivamente, podría ser un enemigo; el resentimiento, el odio y la venganza son emociones muy poderosas, que suelen acompañar a las personas vida tras vida y también tienen la capacidad de acercarlas; el destino no hace diferencia entre amor u odio, simplemente acerca a las personas para que ellas decidan que hacer y como interactuar entre sí.
De hecho, algunos eruditos en la materia creen que uno de los más grandes beneficios de olvidar lo ocurrido en una vida pasada es justamente el no arrastrar esos sentimientos tan negativos y devastadores a la nueva vida.
Se pierde mucho tiempo y se gasta mucha energía valiosa en destruir ¿Te imaginas lo que puede llegar a sentir una persona al recordar a quién la asesinó? La fuerza y poder de ese sentimiento oscuro es algo muy difícil de contener, de controlar y de reprimir.
Las palabras de Michael le dieron mucho en que pensar a Armony, todo un mundo nuevo se abría ante sus ojos...
—Damas y caballeros, en menos de una hora estaremos arribando al aeropuerto de Toronto, en Canada; la hora local son las 8 a. m.; la temperatura es de 5 grados Celsius; y no se esperan nevadas hasta la noche. —La voz del piloto anunciaba que ya faltaba poco para el final del viaje transcontinental.
Cuando el avión aterrizó, los pasajeros con vuelos de trasbordo fueron conducidos a una zona donde esperarían por sus respectivos vuelos.
—Nuestro siguiente avión parte en una hora y media. Espérame aquí, Armony, quiero ir a comprar algo especial y es una sorpresa —le dijo Michael guiñándole un ojo mientras la dejaba momentáneamente sola, esperando en un banco del aeropuerto. Armony lo siguió con la mirada, vio que fue hasta un puesto donde vendían revistas y luego de hojear algunas las compró.
Cuando Michael regresó, ella se sentía muy curiosa al respecto, así que le preguntó:
—¿Y esas revistas, para que son?
—Lectura para el siguiente vuelo —le dijo él haciendose el misterioso.
A Michael le gustaba verla curiosa y jugaba a ocultarle cosas delante de su cara; Armony no le reprochó nada, solo lo miró entrecerrando sus ojos y a continuación le dijo:
—De acuerdo, entonces vamos a recorrer tiendas y a tomar algo rico; siempre me gusta hacer esas cosas en estos lugares mientras espero.
Así pasaron una hora y media, que era el tiempo de espera para su siguiente vuelo, hasta que finalmente lo abordaron y partieron hacia el aeropuerto de Denver, en el estado de Colorado, en Estados Unidos.
A poco de despegar, Michael sacó las revistas que llevaba consigo ocultas en una bolsa mientras que Armony nuevamente iba escuchando la música de uno de los canales de radio de a bordo, con sus auriculares y mirando por la ventana, aparentemente distraída..., pero en realidad estaba atenta a todo lo que él hacía:
—Por fin voy a saber de que se tratan esas revistas misteriosas que compraste —dijo ella mirando de reojo a Michael mientras él le pasaba una de las revistas.
Armony comenzó a hojear la revista sin leer nada, solo pasando una página tras otra.
—Es solo un revista documental, trata de ecología y naturaleza ¿Y por esto tanto secreto? —preguntó ella con un aire de sorprendida y decepcionada.
—Hay una sorpresa muy especial en estas revistas que quiero mostrarte, Armony ¿Ves estas fotos? —le dijo Michael mientras le señalaba unas hermosas fotos de animales que estaban en sus hábitats naturales y que figuraban en uno de los artículos de la revista.
—Sí, son muy lindas ¿Qué hay con ellas? —preguntó Armony sin darles mayor importancia.
—Que las tomó nuestra hija —le respondió Michael con orgullo.
La actitud de Armony cambió bruscamente:
—¿Daphne es fotógrafa? —preguntó entusiasmada y elevando la voz mientras se quitaba los auriculares y le sacaba las demás revistas de las manos a Michael de manera arrebatada, y mirando las fotos nuevamente agregó— ¡Son hermosas! ¡Me encantan, las adoro!
Armony pasaba las páginas de las revistas con entusiasmo, mirando las fotos atentamente, como si el contemplar el trabajo de Daphne la acercara más a ella.
Michael sonrió y la dejó seguir así por el resto del viaje, le encantaba darle gratas sorpresas y verla reaccionar.
El vuelo duró cuatro horas, hasta que finalmente el avión arribó a su destino. Allí, Michael y Armony completaron los tramites de entrada a Estados Unidos.
Era la primera vez que Armony aterrizaba en el aeropuerto de Denver, que estaba bastante concurrido en esa época del año; era la temporada invernal y mucha gente iba a disfrutar de las vacaciones de invierno en los resorts y centros de esquí de la región, había turistas prácticamente por todos lados.
—Va a ser preferible que pongas ya tu reloj con la hora actual de esta zona, Armony; estuvimos viajando contrareloj y aquí en Denver tenemos ocho horas menos que en Copenhague... Cuanto antes nos acostumbremos a la hora local, va a ser mejor; son las trece en punto aquí —le dijo él mientras ajustaba su propio reloj.
—¿Ya es la una de la tarde? Tengo mucha hambre, aprovechemos que tenemos que esperar para el siguiente vuelo y vayamos a almorzar algo, Michael. —El gran entusiasmo de Armony era evidente, estaba llena de energía y eso le había despertado el apetito.
Fueron a un restaurante interno del aeropuerto, donde Armony pidió una enorme hamburguesa con papas fritas y un refresco, Michael solamente pidió un café para acompañarla, ya que él no tenía nada de hambre.
Hacía ya media hora que habían arribado y su siguiente vuelo partiría en una hora y media más. Mientras esperaban, Michael consultaba información en su computadora portátil. Armony lo veía y sintió curiosidad por saber más acerca de la vida de él, sobre todo de las cosas que más curiosidad le generaban:
—¿Así que esta es tu vida? Viajas por el mundo buscando personas que han reencarnado... Dime, Michael ¿Eres bueno en lo que haces?
—Creo que lo suficientemente bueno, puedo decir que siempre he encontrado a quienes he buscado. Aunque no siempre he sido rastreador.
—Pero a mí me interesa saber ahora de tu faceta como rastreador ¿Qué se siente ser un rastreador? ¿Cómo te contratan? ¿Quiénes lo hacen? ¿Te pagan bien?
Ante tantas preguntas que hacía Armony era evidente que tenía muchas ganas de charlar, así que Michael cerró su computadora y empezó a responderle sus inquietudes para satisfacer su curiosidad:
—Para ser rastreador hay que amar el viajar; se recorre todo el mundo y se conocen a muchas personas diferentes, de distintos lugares y culturas; se aprenden nuevos idiomas y costumbres, aunque no en profundidad. Por lo general quienes me contratan lo hace a través de un tercero y tienden a mantener el anonimato. Hay personas específicas que se dedican a contactar rastreadores y encargarles sus trabajos, yo conozco a varias, se podrían considerar como representantes de rastreadores. La paga es siempre muy buena y cuando se obtienen resultados satisfactorios es aún mucho mejor.
—¿Eres rico entonces, Michael? —preguntó ella entusiasmada.
—Tengo lo suficiente para lo que necesito y algo más aun... Aunque el dinero no es mi principal meta en la vida —le respondió él con un aire de profundidad.
—Eso solo lo dice la gente rica —bromeó Armony.
—Cuando uno sabe como es la mecánica de las vidas múltiples y de las reencarnaciones, empieza a considerar la posibilidad de recordar una vida anterior en sus siguientes vidas y comienza a tomar ciertos recaudos financieros que harán que sus vidas posteriores puedan ser más simples —dijo Michael y agregó—. En el pasado muchos rastreadores guardaban oro en lugares secretos y que solo ellos conocían, luego, al recordar su vida anterior, simplemente iban por ese tesoro oculto y lo usaban.
Posteriormente, con la proliferación de bancos, empezaron a haber muchos instrumentos financieros, como ciertos bonos, que permiten hacer lo mismo y funcionan como los cheques al portador; se pueden guardar en un lugar seguro, esperando a que alguien los cobre y hasta rinden intereses con los años.
Actualmente, con las finanzas electrónicas todo se ha hecho aún más sencillo; usando una computadora y con solo recordar una contraseña, basta para acceder a fondos desde cualquier sector del planeta. Como ya te lo había dicho: a los rastreadores los avances tecnológicos nos favorecen en todo aspecto.
—¡Eres rico! Lo sabía —dijo Armony riéndose—. Pero también es dinero muy bien ganado, es bueno que existan personas que hagan lo que tú haces, Michael —agregó recordando con su corazón una vez más el por que se había enamorado de Gabriel en su vida anterior; a diferencia de su mente, nada se había olvidado allí dentro y aún sentía exactamente la misma admiración por él y por lo que hacía: reunir a las personas más allá de la muerte.
—Gracias, pero no todos los rastreadores son como yo, Armony. El mundo de los rastreadores tiene lados oscuros también:
Algunos solo buscan apropiarse de fortunas olvidadas y perdidas, por personas que en su actual vida ni saben que las han tenido en una vida anterior. Esos rastreadores caza tesoros carecen de escrúpulos y son muy crueles, llegan inclusive a forzar a las personas a despertar con el solo fin de quedarse con los bienes que han tenido esas personas en otra vida. Muchas de las desapariciones inexplicables de personas son por ese motivo.
Otra clase de rastreadores son los contratados para vengarse de alguien. Muchas veces cuando te enteras de algún asesinato absurdo y sin un motivo específico, es porque un rastreador vengador ha encontrado a la reencarnación de alguien por quien tenía un contrato de asesinato y lo ha llevado a cabo.
Es todo un submundo muy complejo y peligroso, Armony; tiene sus cosas buenas pero también sus cosas malas.
La charla fue interrumpida por los altoparlantes del aeropuerto, en los que se anunciaba la partida de su siguiente vuelo. El tiempo se les había pasado muy rápido charlando.
Tomaron el último avión, que los llevó hasta el aeropuerto de Aspen; esta vez el vuelo fue bastante breve, de solamente una hora.
Cuando llegaron ya eran las tres y media de la tarde, y no quedaba tiempo que perder si querían conseguir un alojamiento adecuando antes de que atardeciera:
—Bien, Armony, ya estamos aquí. Voy a alquilar un automóvil, lo vamos a necesitar para movernos. Lo que queda del día de hoy lo usaremos para los preparativos necesarios, y mañana temprano iremos a visitar a Daphne.
«¿Preparativos necesarios? ¿A que se referirá?», pensó Armony, pero prefirió no preguntar; era obvio que Michael ya tenía algo en mente y que se lo explicaría llegado el momento oportuno.
Michael rentó un auto y se dirigieron a una pequeña ciudad que estaba a media hora de viaje desde el aeropuerto.
El recorrido en auto fue de una belleza sin igual... Las montañas, que se elevaban majestuosas, con hermosos bosques de pinos en sus laderas y la nieve, cubriéndolo todo por sectores, hicieron que Armony tuviera una pauta clara del por que su hija había elegido un lugar así para vivir.
En su viaje, pasaron por la ciudad de Aspen. Su pintoresca arquitectura era simplemente encantadora; a diferencia de una gran metrópolis aquí reinaba un encanto clásico y muy propio de la región en la que se encontraba emplazada, era un hermoso lugar para vivir evidentemente.
Al salir de la ciudad, tomaron una carretera que se abría paso a través de frondosos bosques, que parecían interminables. El ambiente encajaba perfectamente con la personalidad de Daphne, que era una gran amante de la naturaleza en todo su esplendor.
Armony se relajó y se imaginó, por un instante, viajando con su pequeña hija en el asiento trasero del vehículo, como si de unas vacaciones familiares se tratasen. Así continuó el recorrido, hasta que finalmente llegaron al destino que Michael había planeado y una vez allí rentaron una habitación en un motel cercano a la ruta. Estaban ya a pocos kilómetros de la casa de Daphne.
—Armony, tú esperame aquí en la habitación; tengo que ir a comprar algunas cosas que vamos a necesitar mañana cuando vayamos a ver a nuestra hija. Ya son casi las cinco de la tarde y en un par de horas más va a oscurecer, no me tardo —le dijo Michael y se fue presuroso.
—Adelante, te espero —respondió ella escuetamente. Armony estaba ya acostumbrándose a los secretos de él y sabía que seguramente todo formaba parte de un plan que Michael ya había elaborado desde hacía tiempo; él era un hombre que planificaba muy bien las cosas y ella estaba muy a gusto con esa faceta masculina, que le daba seguridad y confianza.
¿En que consistiría el plan de Michael? ¿Tendría pensado contarle a Daphne toda la verdad? Y si así fuera ¿Sería acertado?
El tiempo vivido por ambos junto a ella había sido tan breve, solo un año junto a su padre, Gabriel y cuatro junto a su madre, Melody. Los recuerdos compartidos con su pequeña hija no fueron muchos, y seguramente ya no estarían presentes en su mente de adulta ¿Qué pruebas se le podrían aportar a Daphne ahora, para confirmarle una aseveración tan increíble como la de que sus padres habían vuelto con ella para continuar con la familia que fueron tras sus muertes? Tal vez lo más prudente sería no decirle nada y tratar de cultivar una buena amistad en esta vida, antes que arriesgarse a cortar todo posible lazo.
El día siguiente traería la respuesta adecuada...
El rato a solas le vino bien a Armony, que se puso a mirar por la ventana pensando en el momento en que se encontraría con su hija, aunque no imaginaba ni remotamente lo que le esperaba.
Contempló la habitación en la que estaba; era la típica de un agradable motel estadounidense: moderna, espaciosa y muy bien equipada; sobre un lateral, tenía una cocina con una pequeña mesada para preparar alimentos y una heladera; en el centro, un gran sillón ancho y de dos plazas, definía el área de estar y había, además, una mesita delante de él, que se podía usar como mesa de comedor improvisada, en el caso de que alguien prepara algo para comer...
Y fue recién entonces que reparó en que la cama del monoambiente era de tipo matrimonial:
«Seguramente el recepcionista creyó que eramos una pareja de novios o que estábamos casados», pensó... No había meditado, hasta ese momento, en su actitud frente a su relación actual con Michael.
Para ella, desde que había recordado su matrimonio con Gabriel todo había sido como una continuación de aquello, pero ¿Cómo debía de ser su actitud actual hacia Michael? ¿Eran aún marido y mujer? La muerte los había separado, así fue su juramento sagrado ante Dios el día de su casamiento en la iglesia, el sacramento de su matrimonio, que los unía de por vida, había terminado para ambos hacía ya muchos años...
Era evidente que él la seguía amando, si no ¿Por qué la buscó por todo el mundo hasta encontrarla? Y ella aún lo amaba igual que siempre, sus sentimientos no habían cambiado para nada. Como Melody sintió que la muerte le había arrebatado a su esposo y ahora sentía que lo había recuperado.
Pero ¿Tenía aún los derechos que tuvo ante él como su esposa? ¿Tenía él acaso alguna obligación para con ella? Quería oírlo de sus labios, necesitaba verlo en sus actitudes.
Armony estaba muy confundida, toda su vida había cambiado tan rápido. Pasó de ser una solitaria mujer, a tener un esposo y una hija adulta, en una sola noche. Angustiada, sintió el impulso de hacer algo que siempre hizo cuando, siendo Melody, quería agasajar a su esposo.
Mientras esperaba a que Michael volviera, fue a comprar un poco de comida a un almacén cercano y así poder preparar algo de comer para sorprenderlo.
Cuando Michael volvió, se encontró con la sorpresa de ver a Armony con un delantal puesto y un guante de cocina en una de sus manos: había preparado unos deliciosos bocadillos.
—¿Y como te fue? —le preguntó ella con naturalidad.
—Bien, conseguí todo lo que vamos a usar mañana: cámara de fotos, block de notas, lapiceras, una grabadora, libros, etc... Por cierto ¿Aún tienes las revistas que te mostré en el avión? Después de que las agarraste ya no me las devolviste.
—Por supuesto que las tengo, son mi tesoro... Son lo primero que supe de Daphne después de toda una vida —dijo Armony riendo.
—Bien, porque tal vez las vayamos a necesitar mañana.
Armony miró desconcertada a Michael de reojo mientras terminaba de poner en una bandeja lo que había preparado:
—¿Por qué no nos sentamos a la mesa y me cuentas cuál es el gran plan para mañana mientras comemos algo?
Verla con un delantal y sirviendo la cena, le trajo hermosos recuerdos a Michael, que estaba siendo muy feliz al lado de ella nuevamente, reviviendo tantos recuerdos que parecían olvidados en el tiempo; sin darse cuenta se quedó mirándola embelesado y sin reaccionar:
—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?
—Por nada en especial —respondió él reaccionando.
—Es gracioso, Michael, no soy de cocinar habitualmente... De hecho, no suelo cocinar nunca nada; normalmente no tengo tiempo de hacerlo, sin embargo preparar esto me resultó muy sencillo y gratificante —le dijo ella sonriendo hermosamente.
—Te encantaba cocinar, siempre fue una de tus virtudes y también fue una de las cosas que me enamoraron de ti.
—Prueba un bocado, quiero ver si aún recuerdo como hacerlo —le replicó ella mientras, sensualmente, ponía uno de los bocadillos en la boca de él.
Las miradas y el flirteo entre ambos se incrementaban a cada momento, sin pretenderlo ni darse cuenta... Y así pasaron toda la noche, conversando y compartiendo, como si fueran una feliz pareja de recién casados.
En ningún momento se quedaron sin charla, Michael le contó sus planes para abordar a Daphne al día siguiente y finalmente se fueron a dormir. Necesitaban descansar lo mejor posible, ya que el siguiente día les traería emociones que serían muy fuertes y profundas para ambos, y debían de estar preparados para afrontarlas.
Daphne
Después de una apacible noche Michael despertó y se encontró con la sorpresa de que Armony había preparado un delicioso desayuno, como los que preparaba siendo Melody, todo eso le trajo muy gratos recuerdos.
—Buenos días, dormilón; esta vez me levanté yo primero —bromeó ella mientras corría las cortinas para que la tibia luz de sol iluminara toda la habitación con sus rayos matinales.
En ese momento quedó maravillada por el hermoso paisaje que se desplegaba ante sus ojos; el amanecer en Aspen era bellísimo: el sol despuntaba por el horizonte y de entre las montañas, trayendo una sensación de paz y energía para el nuevo día que comenzaba y la nieve reflejaba esos primeros rayos de sol con incontables destellos; los árboles a lo lejos formaban grandes bosques, que trepaban con fuerza por las laderas de las montañas hasta donde podían; y las pintorescas casas, con sus techos a dos aguas, completaban perfectamente esa bella postal.
Armony comprendió entonces perfectamente por que Daphne había elegido ese lugar para vivir.
Michael la miró estando aún entredormido y con su visión algo borrosa, por un momento le pareció ver a Melody a solo unos metros de él, estuvo a punto de llamarla Melody, pero se detuvo al reconocer que era Armony quien le traía una bandeja a la cama, llena con las deliciosas cosas que había preparado.
—Buenos días, siempre fuiste una gran cocinera —le dijo él mientras probaba algo de lo que ella había hecho—, y aún lo sigues siendo —agregó.
—En realidad nunca le dedico mucho tiempo a preparar el desayuno, más que nada por pereza; hoy sin embargo me siento diferente ¡Tengo tantas ganas de hacerlo! —enfatizó ella dándole a entender a Michael que el estar con él era algo que la hacía muy feliz.
El romanticismo entre ambos crecía con cada instante que pasaban juntos, las dudas de Armony acerca de como debía ser su relación con Michael se disipaban rápidamente a medida que ganaba confianza con él.
De manera sutil la personalidad de Melody volvía a manifestarse en algunos detalles de la conducta de Armony; con cada momento que transcurría, su vida actual se fusionaba cada vez más y con mayor fuerza, con su vida anterior.
Desayunaron lo que Armony había preparado como si ambos fueran una mezcla entre novios y marido y mujer. Luego se prepararon y se abrigaron muy bien, ya que había nevado durante la noche y hacía mucho frío.
Emprendieron entonces el viaje hacia la casa donde vivía Daphne, en las afueras de la ciudad. El viaje no duraría mucho, pero le daría tiempo a Armony para despejar algunas dudas que la empezaban a invadir:
—Michael, dime ¿Nunca trataste de contactar a Daphne de manera directa?
Con una media sonrisa y sin quitar la vista del camino, él respondió:
—Por supuesto que sí, de hecho, hasta la conozco personalmente; en algunas ocasiones me he presentado fugazmente, haciéndome pasar por un simple admirador de su trabajo como fotógrafa, en concursos en los que ha participado y exposiciones que ha realizado. Es una mujer encantadora. Las primeras veces solo me limité a verla desde lejos, me era muy difícil contener mi emoción al estar cerca de ella sabiendo que era mi hija y sin poder decírselo abiertamente; una vez hasta le pedí un autógrafo en un libro recopilatorio de fotos suyas y que editó ella misma. Nunca me he alejado de nuestra hija, Armony, como su padre tengo que velar por su seguridad.
—¿Velar por su seguridad, y como es posible que hagas eso? —preguntó Armony con un dejo de incredulidad pero mucha curiosidad al mismo tiempo intuyendo que las palabras de Michael ocultaban algo más.
—Como te había comentado antes, la tecnología nos hace todo mucho más simple a nosotros, los rastreadores.
Afortunadamente, Daphne está acostumbrada a recibir regalos de sus admiradores, por su trabajo de fotógrafa; aprovechándome de eso, en ocasiones le mando regalos por correo asiéndome pasar por un admirador más... Generalmente le envío peluches, algunos son enormes, sé que le encantan, pero esos hermosos peluches no son simples muñecos de adorno, en su interior oculto cámaras y micrófonos muy bien disimulados y que, además, puedo utilizar por internet de manera remota. Algunos de los muñecos tienen fotocélulas que recargan sus baterías para que duren más, otros tienen alguna función electrónica y es la misma Daphne la que los recarga de vez en cuando.
Son una gran ventaja, me ayudan a sentirme cerca de ella y me permiten saber como está, aunque yo no me encuentre ahí a su lado; puedo inclusive grabar conversaciones para revisarlas en cualquier momento y saber así con que clase de personas se junta, y de ser necesario hasta intervenir, para ayudarla.
Mientras Michael hablaba tranquilamente, no se percató de que Armony lo miraba con sus ojos y boca bien abiertos, y una expresión que era una mezcla entre asombro e indignación:
—¡Pero, Michael, esa es una violación a su intimidad y a su privacidad también! ¿Cómo te atreves a hacerle eso a nuestra hija? Ella es ya una mujer adulta —le reprochó enojada.
—¡Soy su padre y es por su bien! Además, te lo prometí, Melody, cuando estabas embarazada de ella: siempre cuidaré de ti y de Daphne; y ya sabes que nunca falto a mis promesas —le contestó él en tono firme y decidido, y con la seguridad de que estaba haciendo lo correcto. Se hizo un instante de silencio...
—Que sea nuestro secreto ¿De acuerdo? —remató entonces Michael guiñando un ojo y con una sonrisa cómplice.
Armony prefirió no agregar nada...
—Desde que recordé a Daphne en esta nueva vida investigué todo acerca de ella, necesitaba saber como había sido su infancia y como vivía actualmente. Intenta comprenderme, Armony, me sentí igual que tú cuando la recordaste.
Trato de inmiscuirme al mínimo en su vida privada, pero investigo quienes son los que la rodean, sus amistades, quienes la contratan y a donde viaja.
Daphne es muy reservada y muy solitaria, al igual que su madre —agregó mirando a Armony de reojo— y, aunque no tiene muchos amigos y prefiere vivir apartada de las grandes ciudades, tiene un gran defecto...: es muy confiada y es fácil de engañar, especialmente por cualquiera con malas intenciones... Definitivamente necesita a alguien que la proteja.
Luego de la sorpresa inicial, Armony comenzó a comprender mejor a Michael; la posición de él no había sido cómoda ni fácil, tuvo que encargarse, en soledad, de cuidar a Daphne desde las sombras mientras que al mismo tiempo la buscaba a ella por todo el mundo, sin saber si la encontraría ¿Qué habría hecho ella de haber estado en su lugar y haber contado con sus medios? Muy posiblemente habría hecho lo mismo...
—Nuestra hija también es una mujer muy culta —siguió diciéndole Michael—. Le gusta leer mucho, está suscripta a infinidad de revistas y recibe bastante correo habitualmente; he aprovechado eso para enviarle libros que quería que leyera, sé que lo ha hecho y espero que eso nos facilite las cosas hoy... Siempre supe que este día llegaría en algún momento, desde hace años lo vengo preparando todo. —Estas últimas palabras de Michael le resultaron curiosas a Armony, pero prefirió no preguntar a que se refería exactamente, la tensión en él era evidente, a pesar de su apariencia fuerte e inmutable estaba tan nervioso o aun más que ella por el inminente encuentro.
—Hemos llegado, aquí vive nuestra hija —dijo Michael y detuvo el auto en un punto del camino del cual nacía un sendero que atravesaba lo que en la primavera es un hermoso jardín verde, con plantas de diversos colores y que en invierno es también un bello jardín, aunque nevado, adornado con pinos y demás plantas que florecen durante las estaciones frías del año. A un costado el jardín tenía un invernadero donde había aun más plantas protegidas de las inclemencias climáticas, era muy evidente que Daphne amaba la naturaleza y que las plantas no eran tan solo un simple pasatiempo para ella, sino que, además, eran su mejor compañía.
Al final del sendero se encontraba una casa grande, de dos plantas, muy moderna y con enormes ventanales, esa era la casa de Daphne.
Las vistas que tenía desde su hogar eran simplemente hermosas: montañas, bosques y mucha naturaleza, alejada de todo vestigio de civilización, solo se veían las ciudades cercanas muy a lo lejos y una que otra solitaria vivienda por ahí perdida.
—En que bello y pacífico lugar vive nuestra hija —dijo Armony sonriendo emocionada al contemplarlo todo.
—Y es ella sola quien lo cuida y embellece. Daphne ama la naturaleza, es ecologista, apoya toda causa relacionada con el cuidado del planeta y pertenece a varias organizaciones ambientalistas; también es una gran aficionada a las plantas y a la jardinería. Ella, sin ninguna clase de ayuda, preparó este jardín para que fuera hermoso todo el año —le comentó él con orgullo.
Se hizo un momento de silencio... Michael inspiró profundamente.
—Antes de que bajes del auto quiero que subas la capucha de tu abrigo y que no te la quites hasta que estemos dentro de la casa ¿Entendido? —Michael quería mantener el rostro de Armony lo más oculto posible de cualquier mirada indiscreta.
—De acuerdo, aunque creo que estás exagerando —le dijo ella.
—Comencemos entonces ¿Recuerdas bien el plan?
—Sí, Michael —respondió Armony nerviosa.
—¿Estas lista para lo que sigue?
—No, pero estoy más ansiosa que preparada ¿Tú estas listo acaso?
Él simplemente le contestó con una muda sonrisa y ambos se dirigieron al esperado encuentro. Michael tocó el timbre y un instante después Daphne los atendió por el intercomunicador:
—¿Si?
—Hola, somos de la revista, venimos a hacerle la entrevista —dijo él usando la excusa que había planeado.
—Un momento, ya voy a abrirles.
Michael miró de reojo a Armony y movió su cabeza hacia los costados haciendo un claro gesto que demostraba su desagrado con lo inocente y confiada que era su hija.
En cuanto Daphne abrió la puerta, Armony se quedó absorta, contemplándola, tratando de percibir hasta el más mínimo detalle de su rostro; se vio a sí misma como Melody y a Gabriel al mismo tiempo reflejados en ella.
—Buenos días y disculpen la pregunta, pero ¿De que entrevista se trata? No recuerdo haber concretado ninguna con nadie —preguntó Daphne desconcertada.
—¿Qué acaso el editor no se contactó con usted? —le replicó Michael con seguridad y reforzando su mentira ante una confundida Daphne.
—No, no me contactó nadie ¿Están seguros de que es aquí, conmigo? ¿No se habrán equivocado tal vez?
—Usted es Daphne Reef, la fotógrafa ¿No es así? —afirmó Armony en tono de pregunta mientras sacaba una de las revistas que Michael había comprado en el aeropuerto y le mostraba las fotos tomadas por ella.
—Sí, soy yo. Ese trabajo lo hice el año pasado. Pasen, hace mucho frío aquí, mejor charlemos dentro.
—Muchas gracias, señorita Reef, es usted muy amable —le dijo Michael mientras él y Armony entraban en la casa.
—Por favor, llámenme Daphne, «señorita Reef» suena muy formal y distante.
—Bien, él es Michael y mi nombre es Armony.
—Gusto en conocerlos, sean tan amables de darme sus abrigos para colgarlos.
—¡Vaya! Pero que agradable es el aire aquí dentro, no se percibe nada de humedad —remarcó Armony mientras se quitaba su abrigo y sorprendida por la diferencia tan marcada con el ambiente del motel donde habían pasado la noche.
—Es porque aquí la calefacción central es completamente eléctrica, al igual que todo artefacto que genere calor en esta casa; de hecho, no uso gas para nada, por un lado es mejor para resguardar parte de mi material fotográfico y por otro lado padezco de pirofobia.
—¿Pirofobia? —preguntó Armony.
—Sí, se trata de un extraño trastorno... Es temor al fuego, es algo que me aterroriza desde niña.
—Bueno, creo que todos le tenemos miedo al fuego, es natural temerle a las cosas peligrosas —replicó Armony justificándola.
—Pero no como yo, en mi caso es algo extremo; la simple llama de un fósforo, una vela o un encendedor me pone nerviosa. No me gusta ver llamas de ninguna clase y si el fuego es grande me paraliza por completo —comentó Daphne mientras colgaba los abrigos en un perchero—. Nunca supe la causa y aunque he tratado de superarlo, todo ha sido inútil.
—Ya veo —agregó Armony intuyendo que el temor de Daphne se debía a un trauma de su niñez y que seguramente se había originado en el incendio donde murió Gabriel cuando ella tenía solo un año.
—Sinceramente no estaba al tanto de una entrevista, pero dispongo de tiempo suficiente y no tengo ningún inconveniente en que la hagamos. Voy a traer algo caliente para tomar, ya vengo, pónganse cómodos —dijo Daphne y fue a la cocina a preparar algo para los tres.
—Te lo dije, es muy inocente y confiada, nos dejó pasar así como si nada, podríamos ser ladrones o algo peor —le dijo Michael a Armony en voz baja y enojado; pero las palabras de él solo se desvanecieron en el aire, Armony no escuchaba lo que le decía concientemente, ya que toda su atención se centraba en su hija. Daphne era tal cual ella la había soñado, una mujer de quien emanaba un aura de empatía hacia el mundo entero: bondad y belleza se fusionaban en ella.
A pesar de su solitaria vida, Daphne no era para nada arisca, su trato era amable, cordial y delicado. Al estar junto a ella se percibía de inmediato que se trataba de una persona dada y dispuesta a ayudar a todos los demás. Su expresión era la de una mujer especialmente buena y que confiaba en las demás personas, sus modales eran muy educados y respetuosos. Con solo ver su casa se notaba que también era muy pulcra y ordenada.
Armony empezó a recorrer con la vista la sala de estar de la casa; se apreciaban elementos venidos de todo el planeta, obviamente eran recuerdos de los diversos viajes que Daphne había hecho: en una pared colgaba un hermoso y elaborado tapete persa, en una esquina había una fina y delicada escultura de China, en otra pared destacaba un rústico y delgado escudo de cuero, junto con un arco y un carcaj con flechas y que parecían ser de alguna tribu del Amazonas o de África, y había mucho más para ver en los distintos ambientes de la enorme casa seguramente.
Era evidente que Daphne había recorrido bastante el mundo, su profesión la había hecho viajar y conocer muchas culturas y haber estado en incontables lugares, la mayoría de ellos recónditos y poco explorados.
En ese momento advirtió también los peluches que le había mencionado Michael, los más grandes estaban sobre los sillones y los más pequeños colocados en repisas y mezclados entre los demás adornos por todos lados.
El ambiente era amplio y luminoso dando la sensación de ser más grande aún de lo que era; a Daphne le gustaba la luz, sobre todo la de origen natural, tal vez por su profesión de fotógrafa o tal vez simplemente por la esencia de su carácter.
Si bien la decoración del lugar era bastante ecléctica, al mismo tiempo todo era muy moderno y no faltaba ninguna de las comodidades de una vivienda actual; se apreciaba un enorme televisor y un gran equipo de audio en la sala, también computadoras y pequeños dispositivos digitales muy actuales, casi todos interconectados entre sí de manera inalámbrica y al mismo tiempo a internet, que en esa remota zona era satelital y era la principal conexión de Daphne con el resto de las personas del mundo.
El mobiliario era minimalista, con colores contrastantes y de estilo europeo moderno, había también hermosos cuadros de muy buen gusto en las paredes, donde también se veían ampliaciones de las fotos favoritas de Daphne, con certeza cada una de esas imágenes le evocaban diversos sentimientos que rememoraba al verlas.
En el centro de la sala había una gran y gruesa alfombra blanca sobre la que estaban los muebles principales y en una esquina, y aún armado a pesar de la fecha, con todas sus luces, guirnaldas, globos y adornos: un gran árbol navideño, que llegaba casi hasta el techo y que llamó la atención de Armony, que se acercó a contemplarlo.
En ese instante Daphne volvía de la cocina portando una bandeja con tres grandes tazas de leche chocolatada caliente y galletitas; al verla mirando su árbol de navidad, comentó:
—Amo la Navidad, es mi época favorita del año desde que era niña. Todos los años saco una foto del árbol que armé ese año y la guardo en un álbum para recordarlo, se podría decir que las colecciono. Aún no tomé la foto de este árbol y es por eso que todavía está armado —terminó diciendo mientras ponía la bandeja con todo lo que había traído en la pequeña mesa central del cuarto.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Armony, ya que pensó en silencio que ese amor por la Navidad sin duda lo heredaba de ella.
—Nunca me resigné a ser adulta del todo, hay cosas que he decidido conservar desde mi niñez y no estoy dispuesta a dejarlas ir nunca —siguió diciendo Daphne con una sonrisa mientras tomaba una de las tazas y agregó:
—Siempre sostuve que nuestra niñez afecta a toda nuestra vida como adultos, a veces pienso que hasta mi profesión es debida a eso.
Soy hija única, debido a cuestiones familiares me mudé varias veces, por eso nunca me sentí realmente arraigada a ningún lugar y tampoco me hice de muchos amigos, como hacen los niños normalmente; fue así que los animales se volvieron mis amigos. Desde niña amé a todos los animales, me maravillaba con las pequeñas aves del jardín, jugaba con los insectos, me encantaban los perros y los gatos. Luego, cuando crecí, surgió en mí el afán de viajar y me sentí fascinada por las culturas más exóticas del mundo, entonces quise conocer todos y cada uno de los lugares más remotos de este hermoso planeta. Por eso me volví finalmente una fotógrafa documental, y también fue por ese motivo que me vine a vivir aquí, donde se puede apreciar tanta belleza natural —concluyó mientras, de pie y mirando por la ventana, sostenía su taza con ambas manos, para luego darle un sorbo al tiempo que su mirada se perdía en el hermoso paisaje que había más allá de los grandes ventanales de su casa.
Junto al árbol navideño había un par de esquíes nuevos con todo su equipamiento completo, estaban apoyados en una esquina contra la pared y con un gran moño rojo de regalo.
—¿Y este regalo de quién viene, Daphne; de algún admirador tal vez, o de alguien más especial aún? —le preguntó Armony curiosa.
—Ese fue el regalo de navidad que me compré este año para mí —acotó Daphne riendo y continuó diciendo:
—Yo adoro esquiar y lo hago bastante bien, modestia aparte. De hecho, pensaba salir más tarde para estrenar esos esquíes nuevos y aprovechar la nevada que cayó por la noche. Aprendí a hacerlo en Suecia y Noruega hace ya varios años, cuando estuve recorriendo los países del mar Báltico debido a un trabajo de fotografía que tenía que hacer.
—Me encantaría aprender a esquiar, algún día —dijo Armony mientras la miraba orgullosa a los ojos, pero repentinamente su mirada se desvió y quedó contemplando una foto antigua que estaba sobre una repisa por detrás de Daphne. Era una foto de ella misma cuando vivió siendo Melody; en la foto estaba feliz, riendo junto a Gabriel en unas vacaciones. Armony recordó aquél día de inmediato, que volvió a ella como un flash dejándola sin palabras y cambiando la expresión de su rostro.
Daphne, que notó inmediatamente el interés de Armony en la foto, le dijo:
—Esa es una foto de mi madre, ella fue una reconocida pianista hace como treinta años, esa foto es una de mis favoritas porque nunca fue publicada en ningún medio y es solo para mí... Lamentablemente mis padres fallecieron siendo yo muy chica; mi padre murió cuando yo tenía solo un año y tres años después mi madre también murió y me quedé sola, huérfana.
—Lo siento —dijo Armony susurrando sus palabras y mirando al suelo, casi como con un sentimiento de culpa.
—Yo también —le respondió Daphne.
La mirada de Daphne se perdió, su tono de voz denotaba una tremenda tristeza, una pena que la acompañaba desde siempre.
—Cuando miro esa foto, dejo volar mi imaginación y me siento como si estuviera con ellos; los veo tan felices, me siento en familia... Me hubiera gustado tanto recordar sus voces al escucharlos reír. —Una lágrima se deslizó por la mejilla de Daphne, que rápidamente se la secó con el dorso de su dedo, pero no pudo cambiar el sentido triste de sus palabras:
—La muerte aleja de nuestras vidas a nuestros seres amados y con cada pérdida nuestro corazón se rompe cada vez más...
La separación irremediable y el saber que ya no vamos a poder contar con ellos en lo que nos queda de existencia en este mundo ni compartir más experiencias creo que es el dolor más grande que podemos sufrir en esta vida —dijo con voz quebrada y ojos llorosos.
Las conmovedoras palabras de Daphne, dichas con tanta tristeza, eran desgarradoras. El impasse que las siguió fue necesario para todos...
Un momento después, fue la misma Daphne quien le puso fin:
—Ella era una mujer muy hermosa ¿No les parece así? —comentó mientras se sentaba en un sillón individual, invitando, de ese modo, a Armony y a Michael a hacerlo también y a comenzar a tomar la leche chocolatada que había traído para los tres, antes de que se enfriara.
¿Cuánto dolor acarreaba Daphne en su corazón? Ella convivía con esos sentimientos que ya se habían vuelto parte de su vida, los llevaba como una carga permanente, era tan difícil guardar silencio ante esto; Armony miró a Michael y vio que él estaba tan afectado como ella por la situación de su hija.
—Sin duda alguna era muy bella —respondió Armony con su voz entrecortada y visiblemente afectada por las sentidas palabras de Daphne; esta vez ella estaba experimentando en carne propia esa urgencia incontenible por develar todos sus secretos, era la misma necesidad que había sentido Michael esa noche en que la despertó a su vida anterior. En ese momento, su atención se dirigió a la gran biblioteca que tenía Daphne en una de las paredes de la sala.
—Me encanta leer aunque no lo crea. Leo muchísimos libros al año, a pesar de tener tanta tecnología por aquí. Nada se compara a poner buena música y leer un libro —bromeó Daphne riéndose un poco y tratando de distender el ambiente de nostalgia que se había generado con sus recuerdos.
Armony leyó los títulos en los lomos de un grupo de libros que se encontraban apartados en un extremo de la biblioteca y que parecían ocupar un lugar especial. Esos libros trataban del tema de vidas pasadas, en ese momento Armony recordó las palabras de Michael en el auto acerca de que él venía preparando este encuentro desde hacía ya varios años y se dio cuenta de que esos libros, seguramente, los había mandado el propio Michael, en un intento de hacer que Daphne tuviera una mente más abierta hacia el tema de las vidas pasadas y las reencarnaciones, todo previendo un encuentro como este que se estaba dando; Michael era, con claridad, un gran planificador y su plan de contarle toda la verdad a Daphne ese día era evidente.
Pero ¿Bastarían esos libros para que Daphne fuera más receptiva hacia el tema de las reencarnaciones? ¿Los casos que allí figuraban habrían sido suficiente para que su probable escepticismo se convirtiera en creencia? A pesar de todo lo tratado sobre el tema, en el mundo hay mucha gente que aún no cree; Armony misma no creía en la reencarnación, hasta que tuvo pruebas que comprobó per se...
¿El dolor de Daphne en su soledad como hija, la ayudaría de algún modo a creer, o sería contraproducente? El riesgo de develarle la verdad era alto ¿Y si fallaba, tendría Michael algún as en la manga aún o tal vez, en su afán de padre, habría decidido arriesgarlo todo en este día y dejarlo en manos del destino?
—Dime, Daphne ¿Crees en estos temas de vidas pasadas? Veo que tienes varios libros al respecto —le preguntó Armony tratando de abordar el tema mientras se sentaba en el largo sillón principal y tomaba una de las tazas que Daphne había traído.
—La mayoría de esos libros en particular me los han regalado admiradores, que al enterarse de mi historia, supongo, han querido reconfortarme de alguna manera y... sí, por supuesto que creo en el tema de las vidas anteriores; he leído tantas historias ya que me imagino que algo tiene que haber, y si hay aunque sea solo algo entonces no hay motivo para dudar del tema —le respondió con convicción absoluta.
Una sensación de gran alivio recorrió internamente a Armony y a Michael al escuchar a su hija decir eso...
—Por favor, sírvete tú también, está muy sabroso. Espero que te guste el chocolate —le dijo Daphne a Michael con una hermosa sonrisa.
Michael entonces se sentó en el mismo sillón, junto a Armony y tomó la última taza que quedaba:
—¿Entonces, has considerado que tal vez tus padres hayan reencarnado y que estén en algún lado del mundo? De hecho, y por su edad actual, tal vez podrían ser admiradores de tu trabajo inclusive —le dijo Michael en lo que parecían frases sueltas que había repasado cientos de veces.
Daphne pasó su mano sobre un hermoso y antiguo camafeo que pendía de su cuello y lo presionó contra su pecho.
Armony miró con un dejo de reproche a Michael; estaba un poco sorprendida por la velocidad y crudeza con la que avanzaba en el tema, sin embargo a él no pareció importarle en lo más mínimo.
La familiaridad con la que estos dos extraños abordaban este tema, tan delicado y sentido para ella, incomodó un poco a Daphne, que de todos modos y por su educación les respondió, aunque tímidamente:
—Sinceramente, nunca me puse a pensar en eso. Si quieren podemos empezar con la entrevista...
—De hecho, ya la comenzamos —le aclaró Michael y continuó diciendo de una manera insistente y un tanto arrebatada por su ansiedad—. Dime, Daphne ¿Extrañas a tus padres? Porque debe de haber sido muy duro criarse sin ellos. Seguramente te amaban más que a nada en el mundo; tú eres hija única y fuiste su tesoro más valioso, aún más importante incluso que sus propias vidas. —Sin darse cuenta Michael le decía cosas que guardaba muy dentro suyo y que durante años quiso decirle.
Daphne empezó a quebrarse emocionalmente por las palabras de Michael, ya que el tema la afectaba mucho... y un par de lágrimas rodaron finalmente por su rostro.
—¡Michael, no seas tan directo! —le reprochó Armony, elevando esta vez el tono de su voz— ¿Qué no te das cuenta acaso cuánto la afecta? La estás haciendo llorar.
Daphne volvió a agarrar su camafeo con la mano y a apretarlo en su puño:
—No, está bien, sucede que soy muy sensible con respecto a este tema... Realmente nunca me repuse del hecho de haber perdido a mis padres, jamás me acostumbraré a vivir sin ellos, a pesar de que se perfectamente que no puedo hacer nada al respecto.
Siempre me he preguntado como sería mi vida si estuvieran conmigo...
¿Qué tonta debo de parecerles, verdad? ¿Qué caso tiene torturarme con esos pensamientos y esas preguntas sin respuesta? Al fin y al cabo, eso nunca será posible, no pasará... El destino ya me sentenció a vivir de este modo y debo aceptarlo —finalizó diciendo Daphne tratando de controlar sus lágrimas y secándose los ojos con un pañuelo.
Michael se puso entonces de pié, totalmente desbordado por el dolor de su hija:
—¡Basta, voy a decirle, Armony! Ya no puedo contenerme ni por un segundo más. —Las palabras de Michael y su rostro decidido se unieron con los propios deseos de ella de hacer lo mismo, dejando a Armony sin palabras... y sin reacción.
—¿Decirme qué? —preguntó Daphne confundida y un poco asustada por lo extraño de la situación que se había planteado.
—Adelante, Michael, dile todo. —Fueron las palabras de Armony, calmadas, aunque tensas por la inesperada reacción que tendría Daphne al escuchar la verdad que estaba a punto de revelársele.
Michael hizo una pausa que pareció eterna, luego miró a Daphne de frente y a los ojos, con un semblante serio:
—Daphne, no hay una manera delicada para decir esto... Hija, somos tus padres.
El silencio que reinó en ese momento fue absoluto. Un instante después Daphne se puso de pie y, entre enojada y asustada, les replicó:
—No se que pretendan, pero no puedo creer que traten de engañarme de una manera tan burda. Quiero que se retiren de mi casa ¡Ahora mismo!
Entonces Armony se paró e intervino:
—Hija, no tratamos de engañarte, ni tampoco me imagino como puedo hacer para convencerte de que lo que Michael te acaba de decir es la más pura verdad. Cuando nos separamos eras muy pequeña y no compartimos tantos recuerdos que puedas evocar en tu mente; tu padre murió en aquel terrible incendio, salvándonos a ambas, cuando tenías solo un año y yo morí, apenas, tres años después...
A pesar de su enojo, en las palabras de Armony hubo un dato que hizo pensar a Daphne, y fue el hecho de enterarse de que ella había estado presente junto con sus padres en el incendio del teatro en el que su padre murió:
«¿Yo estuve en aquél incendio acaso? Nunca nadie me dijo eso, ni leí jamás nada al respecto en ningún reporte, a pesar de que busqué toda la información posible en las hemerotecas de los diarios de aquella época».
La extraña fobia al fuego que Daphne padecía era muy real y la aquejaba desde que tenía memoria, si lo que Armony le acababa de contar era cierto, tendría una perfecta explicación... El haber estado en un teatro incendiado y con solo un año de edad, justificaría perfectamente su trauma.
La actitud de Daphne cambió por un instante y la duda se reflejó en su rostro, esto no pasó desapercibido por Michael, que en ese momento decidió usar un dato que esperaba fuera el que terminara de convencer a su hija. El camafeo que llevaba Daphne colgando de su cuello era clave para esto:
—Ese camafeo, Daphne. Sé que lo llevas siempre contigo y sé también por que ¿Es el que te regalamos el día en que naciste, verdad? Estoy seguro, lo recuerdo claramente —afirmó Michael.
—¡Este camafeo es el único regalo que tengo de mis padres! —respondió Daphne enojada y cada vez más confundida al tiempo que apretaba al camafeo en su puño con fuerza esta vez.
—En su interior, hija, hay una foto de tu madre y mía contigo, cuando naciste... Fue tomada en el hospital —dijo Michael.
Daphne le sostuvo la mirada sin decir nada, ya que era cierto, ¿Cómo había acertado Michael con ese dato, si ella no le había mostrado el interior de su camafeo jamás a nadie? ¿Podría haber sido simplemente una casualidad y Michael estar, simplemente, adivinándolo? La familia reunida siempre ha sido un tema común en las fotos de los camafeos. Sus dudas crecían ahora rápidamente...
Michael advirtió que la mirada de asombro, en el semblante de su hija, aumentaba en intensidad, borrando su enojo inicial y se dio cuenta de que tenía la manera de probarle definitivamente que sus palabras eran verdad.
Inmediatamente y con calma absoluta le dijo:
—Daphne, si giras la tapa posterior del camafeo un cuarto de vuelta y en sentido antihorario, se va a abrir una segunda tapa secreta que tal vez no conozcas; por debajo de ella vas a encontrar una nota que tu madre y yo te escribimos el mismo día en el que naciste.
Hazlo, por favor, hija...
Las manos de Daphne temblaban de la emoción. Dudando, ansiosa, curiosa y esperanzada en que el milagro que soñó toda su vida se materializara.
Tomó el camafeo con ambas manos, se lo quitó del cuello y giró la tapa posterior como su padre le había dicho... Con un leve chasquido, vio como se abría un compartimiento secreto del camafeo, que dejaba ver un pequeño papel plegado en su interior y que había esperado treinta años allí dentro, tomó la pequeña nota y la desplegó para leerla.
—«Querida Hija, tú eres nuestro más grande tesoro y nunca te vamos a abandonar» —dijo Michael mientras Armony lo tomaba de la mano:
—«Te amamos más que a nuestras vidas y siempre estaremos contigo, juntos por toda la eternidad» —agregó Armony completando la frase que figuraba en el papel del camafeo de manera exacta.
Al ver que las palabras eran textualmente las que decía el papel, Daphne lo plegó de nuevo y lo volvió a guardar dentro del camafeo.
Sus dudas habían desaparecido, lo imposible estaba sucediendo. Durante un instante se quedó mirando a sus padres mientras una tremenda emoción crecía dentro de ella, hasta que finalmente estalló en lágrimas de alegría y los abrazó como siempre quiso hacerlo.
«Dios mio ¿Es esto posible? ¿Realmente está pasando? ¿Los he recuperado en mi vida de nuevo? Es un milagro», eran los únicos pensamientos en la mente de Daphne.
El conmovedor abrazo se prolongó por un tiempo indefinido, un tiempo que sirvió para que sus almas se uniesen nuevamente, era como si en ese sentido abrazo los tres quisieran recuperar todo el tiempo que no pasaron juntos...
Pasada la emoción del primer encuentro y ya más calmados se sentaron, los tres muy cerca esta vez, tenían tanto que contarse, tanto por compartir..., sobre todo sentimientos y emociones guardadas, que esperaron hasta ese día para liberarse.
Tres vidas no podían ser resumidas en solo una tarde. A medida que conversaban y pasaban el día juntos, comenzaron a contar historias y anécdotas diversas, que parecían no agotarse en ningún momento; se rieron, se emocionaron y sin advertirlo los lazos que unían sus almas comenzaron de una manera sutil pero intensa a estrecharse, volviéndolos una familia... nuevamente.
—¿Por qué recién me contactas ahora? ¿Por qué esperaste hasta este momento? —le preguntó en un momento Daphne a Michael.
—En realidad te vengo siguiendo desde hace años, hija. He visto todas tus exposiciones y, aunque caracterizado para no resaltar entre el público, me he acercado a ti muchas veces, como un admirador más; hasta hemos cruzado algunas palabras. Inclusive, algunos de los regalos que tienes aquí te los he mandado yo anónimamente. Siempre estuve cerca tuyo sin que lo supieras.
Armony lo miró de reojo y con una sonrisa cómplice, ya que sabía que él no le diría nada acerca de los micrófonos y cámaras ocultas en los regalos, y ella tampoco lo haría.
—¿Por qué la sonrisa? —le preguntó Daphne a Armony demostrando que, por su profesión de fotógrafa, era muy observadora.
—Por nada, hija... Es que por un instante me imaginé a un hombre como tu padre comprando peluches y me pareció algo gracioso, eso es todo.
Michael siguió diciendo:
—Además, está el hecho de que quería encontrar a tu madre primero. Sabía muy bien que para lograrlo tenía que mantenerme en las sombras, sin revelar mi verdadera identidad ante nadie. El acercarme demasiado a ti hubiera levantado sospechas en ciertas personas de las que debía ocultarme y hubiera perdido, tal vez, la única manera de encontrar a Melody.
Ese último comentario de Michael preocupó a Daphne de inmediato:
—¿A cuáles personas te refieres? Hay algo más de lo que no me han dicho nada aún ¿Verdad?
Armony y Michael se miraron entre sí y ella decidió contarle:
—Sí, hija. Hay una corporación muy poderosa que me busca, más bien buscan a la persona en la que se reencarnó Melody, o sea yo. Sospechaban acerca de mí, pero no pudieron descubrirme. Por ahora han dejado de seguirme, sin embargo saben de ti, saben que eres la hija de Melody y seguramente te vigilan, esperando que en algún momento me contacte contigo, como lo hice hoy.
—Por eso es que nos vimos obligados a aparecernos sin avisarte por ningún medio electrónico, ni teléfono, ni correo ni nada; es seguro que vigilan todas tus comunicaciones y nos hubieran descubierto al instante —dijo Michael con un tono muy serio.
—¿Y que es lo que quieren esas personas? —les preguntó Daphne alarmada, mirándolos a ambos de manera preocupada y asustada al mismo tiempo.
—Eso no lo sabemos aún, pero es algo que vamos a averiguar muy pronto, te lo aseguro —le respondió Michael con decisión, ya que tenía algo planeado como siempre...
En ese momento la tarde daba lugar a una hermosa puesta de sol, con la cual la noche comenzaría. A lo lejos las luces de la ciudad se encendían lentamente y las primeras estrellas empezaban a destacar en un bello cielo nocturno completamente despejado.
—Tenemos que irnos —dijo Michael.
—¡No, por favor, quédense a cenar, al menos! He querido tener una cena en familia desde hace muchos años —les rogó Daphne juntando sus manos.
—No deberíamos, hija. Tengo tantas ganas como tú de hacerlo, pero no es seguro que nos quedemos tanto tiempo, ya fue demasiado por hoy, cuanto más nos quedemos, más riesgo corremos de que nos descubran —replicó Michael sin dudarlo.
—No seas tan inflexible, Michael, ya nos quedamos prácticamente todo el día ¿Qué más da si nos quedamos a cenar? —le dijo Armony—. Yo también deseo que tengamos una cena juntos, aprovechemos para festejar el que estemos reunidos nuevamente aquí y ahora.
Ante la requisitoria insistente por parte de ambas mujeres, Michael finalmente aceptó, aunque a regañadientes:
—Esta bien, tal vez deba de relajarme un poco —dijo riéndose de sí mismo y disfrutando del momento en familia que por tantos años había deseado también él.
La cena se prolongó hasta casi la medianoche. Cerca del final, Armony se enteró de una noticia triste cuando quiso saber algo más sobre la niñez de Daphne:
—Dime como fueron los primeros años de tu vida, Daphne, quiero saber todo lo que me perdí después de mi partida ¿Quedaste sola? ¿Quién se encargó de ti?
—No hay mucho que contar realmente. Al principio quedé al cuidado de la tía Ariadna, hasta que murió.
—¿Mi hermana murió? Tenía casi mi edad ¿Cómo fue, que le pasó?
—Sí, lamentablemente así fue, pero ahora no quiero hablar de eso... Fue algo muy triste, según me contaron; yo era aún muy pequeña y no recuerdo casi nada. Luego quedé bajo el cuidado de mis abuelos, que se encargaron de mí hasta que tuve edad suficiente para independizarme.
La vida de Daphne había sido muy triste sin duda, y no era el momento para recordar esos años dolorosos.
La conversación tomó entonces otros rumbos y hablaron de temas menos traumáticos, ya habría tiempo para ahondar en el pasado, sobre todo en los eventos dolorosos.
Poco después de pasada la medianoche llegó el momento de despedirse:
—¿Cuándo volveré a verlos? Siento que hemos compartido solo un instante, tenemos muchos años que recuperar aún —les preguntó Daphne.
—Primero tenemos algunos otros asuntos que solucionar, cuando los hayamos resuelto podremos empezar a organizar nuestras vidas, para volver a vivir juntos como una familia —le respondió Michael.
Armony y Michael se retiraron y se fueron al motel, sin decirle a Daphne sus planes, pero prometiéndole regresar en pocos días más.
La reunión había terminado siendo perfecta para los tres, pero eso fue solo en apariencia, ya que los temores de Michael no pudieron estar más acertados, una vez más su instinto no se había equivocado.
La corporación Rottweiler sabía como ser muy discreta, desde hacía ya varios años, y con mucha habilidad, había manipulado las cosas para asegurarse de poder vigilar la casa de Daphne en todo momento, de una manera inteligente y sin levantar la más mínima sospecha.
Daphne vivía sola y su profesión de fotógrafa la obligaba a viajar y a ausentarse de su casa en muchas ocasiones durante el año. Para vigilar su casa, cuando no estaba, ella tenía contratado un servicio de seguridad privada permanente, que con cámaras externas controlaba su domicilio durante todo el día, todos los días del año...
Ese servicio de seguridad privada era provisto por una empresa subsidiaria, que pertenecía a la corporación Rottweiler sin ella saberlo.
Michael había sido discreto y cuidadoso, se aseguró de que nadie pudiera rastrear a Armony desde que salieron de Dinamarca y de que no hubiera personas en las cercanías de la casa de Daphne también, sin embargo las cámaras de vigilancia de la Corporación habían alertado la presencia de un auto sospechoso, que estuvo estacionado durante toda la tarde y la noche afuera de la casa de Daphne, algo para nada habitual.
Ante tal inusual evento, y como las cámaras no pudieron identificar claramente a los visitantes, un agente especial había sido enviado para que hiciera una comprobación minuciosa del domicilio, esa misma noche.
Desde decenas de metros de distancia y escudándose tras el velo de la oscuridad nocturna, el agente de la Corporación estuvo vigilándolos a los tres durante toda su cena con unos poderosos prismáticos; en cuanto Armony y Michael salieron, aprovechó para tomar varias fotos con un teleobjetivo de largo alcance y a pesar de que Armony llevaba su capucha puesta, la reconoció fácilmente.
De inmediato y utilizando una radio de onda corta, se comunicó directamente con la sede central de la corporación Rottweiler en los Estados Unidos, en la ciudad de Nueva York:
—¡Atención Central! Aquí el puesto de vigilancia especial. Me encuentro controlando visualmente la casa de Daphne Reef. Acabo de divisar a uno de los objetivos potenciales, descartados, de manera clara e inequívoca: se trata de Armony Heart, aparentemente vino a visitarla; hasta hace unos minutos estuvieron cenando juntas y se acaba de retirar con rumbo incierto.
Se encuentra viajando en compañía de un hombre desconocido, su actitud era compatible con la de una persona muy cercana, es probable que se trate de alguien perteneciente a su otra vida como Melody.
Mi evaluación es que ha despertado, queda claro que recuerda toda su vida anterior. Recomiendo que a partir de ahora Armony Heart sea designada como el objetivo principal de nuestra búsqueda y se proceda con su captura inmediata.
El oráculo del bosque
El día había comenzado tranquilo y apacible; el cielo se encontraba completamente despejado, con un luminoso sol que despuntaba de entre las montañas y dando lugar a un hermoso espectáculo. Todo el escenario parecía augurar una jornada llena de buenos acontecimientos.
Armony y Michael ya se habían levantado desde temprano y compartían el desayuno en una pequeña cafetería, muy cerca del motel donde estaban hospedados.
Mientras disfrutaba de una taza de café caliente, Armony pensaba de manera introspectiva, sin decir ni una palabra; mientras que Michael consultaba su tablet, buscando datos que solo él sabía para que le serían útiles.
El silencio entre ambos dejaba intuir cierta tensión, finalmente Armony decidió romperlo:
—Y bien, Michael ¿Puedo saber que sigue ahora? Has estado demasiado misterioso al respecto, y ya me estoy preocupando... Además, no has dejado de mirar esa cosa desde que nos levantamos ¿Se puede saber que buscas?
—Hoy vamos a conocer a alguien especial, ella es la única que puede ayudarnos en este punto en el que nos encontramos varados ahora.
—¿Dijiste ella acaso? —preguntó Armony tocándose el cuello y con un dejo de celos.
—Sí, así es. Nayara es una adivina, vidente o como prefieras llamarla; es una de las más poderosas excluidas que conozco. Ella vive cerca de aquí, a pocas horas de viaje, en el bosque.
—¿Y que significa ser una excluida, se puede saber? —siguió interpelando ella, sospechando que él le estaba ocultando algo de su relación con la misteriosa pitonisa. Armony era puro instinto femenino en acción.
Michael percibió de inmediato su actitud inquisidora y prefirió hacer como si no notara nada, para no cometer errores que luego le serían difíciles, por no decir imposibles, de subsanar:
—En esta línea de trabajo en la que estoy, como rastreador, es bastante habitual que se utilice la ayuda de personas con facultades extrasensoriales, para la averiguación de datos que están más allá de la realidad que manejamos habitualmente.
La corporación Rottweiler tiene cuantiosos recursos económicos y los usa discrecionalmente para contratar a los mejores videntes del mundo, pero siempre para su uso exclusivo y privado, desde luego.
Casi todas son mujeres, porque tienen más facilidad para el don de la clarividencia. Las usan para averiguar cosas que de otro modo no pueden saberse. Esas videntes forman parte de su personal y, por regla general, se las trata muy bien a cambio de sus servicios.
Pero hay videntes que, a pesar de sus grandes dotes psíquicos, son rechazadas por diversos motivos. Para los rastreadores independientes, como yo, son muy importantes, ya que no solo son poderosas, sino que, además, son confiables, les llamamos: excluidas.
Nayara es una de esas psíquicas. Ella me ayudó mucho en tu búsqueda, gracias a ella pude saber que eras violinista y que la Corporación te buscaba; fue ella quien me dio los primeros indicios, sin ella no habría podido saber ni siquiera por donde empezar.
—Por lo que veo, has pasado mucho tiempo con ella y también le tienes mucha confianza ¿Por qué sera, Michael? —preguntó Armony entrecerrando sus ojos.
El pequeño interrogatorio que Armony había comenzado, así como el tono de celos que claramente expresaba al referirse a Nayara, le resultaron tan graciosos a Michael, que terminó esbozando una pequeña sonrisa al notarlo:
—Siempre fuiste muy perceptiva, Melody... Veo que esa es otra característica que te acompaña vida tras vida —le respondió él siguiéndole el juego.
—Mas que una característica es porque soy mujer. Ninguna de nosotras necesita ser vidente para entender como funcionan nuestras relaciones con ustedes, los hombres —sentenció ella en tono risueño para suavizar la situación, y agregó:
—Estoy más que ansiosa por conocer a tu amiga —le recalcó con un tono desafiante y femenino al mismo tiempo—. Por cierto, yo ya terminé mi desayuno, podemos ir a verla cuando te sientas listo.
Michael disfrutaba de la actitud desafiante de ella, le resultaba encantadora, aunque sabía que jugaba con fuego, pero aun así le gustaba la situación.
—Bien, entonces ¡Vamos! —dijo él dándole el último sorbo a su taza de café y partieron.
Comenzaron un viaje que duraría un par de horas y por una ruta muy pintoresca, que bordeaba a un gran y espeso bosque, serpenteando entre hermosos paisajes nevados, con montañas a lo lejos:
—Dime, Michael ¿Por qué me llevas contigo y no tratas de ocultarme a tu amiga, Nayara?
—Primero y aunque no lo creas, porque no hay nada que ocultarte y segundo, porque es necesario que vengas en persona; sin tu presencia no se podría hacer lo que se hará.
Michael seguía haciéndose el misterioso y eso solo avivaba aún más la curiosidad de Armony que, con preguntas indirectas, trataba de armar el rompecabezas acerca de la vida que Michael había llevado hasta ahora.
En un momento llegaron a un punto del recorrido en el que Michael detuvo el auto a un costado del camino. En ese preciso lugar nacía una vereda perpendicular a la ruta; se trataba de un sendero bien cuidado, aunque silvestre y que solo podía ser transitado caminando.
—Desde aquí seguiremos a pie, Armony; vamos.
Se internaron así en el bosque, transitando por el oculto sendero que parecía tener una belleza mágica, a pesar de ser invierno; frondosos pinos lo bordeaban por ambos lados, junto con arbustos, entre los que se ocultaban ardillas y conejos, que los miraban pasar sin miedo y expectantes, era casi como si fueran espíritus guardianes del bosque, que los estaban controlando.
Llegaron a un pequeño puente corto y de madera, que era antiguo pero sólido y cruzaba sobre un estrecho, aunque caudaloso río.
—Dame la mano y no te separes de mí —le dijo Michael.
Armony lo tomó fuerte de su mano y del brazo también. En este punto se percibía un ambiente diferente al del resto del bosque, parecía ser un reino aparte en el que se estaban internando, un reino gobernado por fuerzas distintas y que no se conocían del todo.
Al cruzar el puente se encontraron con la sorpresa de que el sendero cambiaba abruptamente: la nieve, presente durante todo el trayecto, ya casi no se veía por ningún lado; arbustos verdes y de diversas especies, bordeaban el camino; y hasta se mostraban algunas flores de invierno, con sus vistosos colores en todo su esplendor; los árboles, que formaban una bóveda verde sobre sus cabezas, filtraban los rayos de sol, que se colaban entre sus hojas; y una delgada bruma matinal se desvanecía a sus pies, mientras avanzaban sin detenerse.
Ya no había ningún animal a la vista, pero se sintieron más observados que nunca, y así continuaron hasta que llegaron a un gran claro, de unos treinta metros de diámetro y donde terminaba el sendero.
En el centro del lugar había una muy pintoresca cabaña de madera parecida a la que figura en los cuentos de hadas.
Armony se detuvo y quedó extasiada, contemplando la hermosura del lugar, en el que ahora nuevamente había animales del bosque: hermosos conejos blancos, que parecían jugar entre ellos; ardillas, que escalaban los árboles y rompían nueces con sus diminutas manos; y pequeñas aves de colores, que saltaban de rama en rama y adornaban el aire con sus cantos.
Su mirada se detuvo en una mujer que estaba parada, de espaldas y a varios metros por delante de ellos. Se encontraba parada junto a la cabaña y portaba un bolso alargado, que colgaba de su brazo. En el bolso llevaba hierbas, con las cuáles alimentaba a un hermoso ciervo de gran cornamenta. Al advertir la presencia de sus visitantes, la mujer se dio media vuelta para mirarlos.
Esa mujer era, a las claras, la envidia de cualquier otra. De su bello rostro, cuidadosamente maquillado, emanaba un aura enigmática y exótica, que invitaba a conocerla. La mirada de sus hermosos ojos negros era tan intensa y seductora, que ningún hombre podría evitar quedarse contemplándola, extasiado, todo el tiempo que ella quisiera.
Una gran pañoleta decorada y de un vivo color rojo cubría ajustadamente su cabeza, dejando asomar por los costados y por detrás a su abultado cabello ondulado, que llegaba hasta la mitad de su espalda y cubría sus pechos, y que era de un color negro azabache tan profundo, como una noche misteriosa...
Tenía puesto un vestido de estilo español antiguo, a la clásica usanza de las gitanas, con vivos y llamativos colores, principalmente blancos, negros y rojos.
La confianza en sí misma, así como su carácter desenfadado y atrevido, se anticipaban a su presentación con el solo hecho de observar lo ceñido a su cuerpo que llevaba la ropa, describiendo su figura a la perfección y sin ocultar detalle alguno; o su falda, con amplios volados que llegaba casi hasta el suelo, pero con un largo e indiscreto tajo que la recorría en toda su longitud, hasta perderse en la enorme pañoleta roja que adornaba su cadera, exhibiendo sin vergüenza ni pudor alguno la belleza de su pierna, cuando asomaba fugazmente por ese lugar.
A ella, obviamente le gustaba hacer gala de toda su hermosura y atraer las miradas y la atención de los demás.
Su bisutería era ostentosa, sonora y llamativa: una diadema con brillantes lentejuelas en su borde decoraba su frente, de sus orejas pendían enormes aros, que hacían juego con su elaborado collar y sus pulseras; el dorado era el color predominante en todos sus accesorios.
Al ver a Michael, la zíngara esbozó una gran sonrisa y dejó el bolso en el suelo; sus movimientos eran suaves y ondulados, parecían fluir con el aire.
—¡Nayara, cuanto tiempo sin vernos! Perdón por llegar así de improviso —dijo Michael dejando atrás a Armony y acercándose a la hermosa gitana, la cual lo recibió con un efusivo y cariñoso abrazo.
—Ya sabía que venías a visitarme hoy, Michael; te he dicho muchas veces que mis sueños premonitorios nunca fallan —respondió riendo y en tono picaresco la pitonisa.
—Amiga, sí claro ¿Cómo no? —dijo Armony en voz baja y enojada mientras se acercaba también.
—Veo que la encontraste finalmente —agregó Nayara sin perder su sonrisa mientras miraba a Armony.
—Así es, y no lo habría logrado sin tu ayuda —le respondió él.
—Siempre estaré para ayudarte cuando me necesites —le dijo Nayara en tono sensual y acercando su rostro a pocos centímetros del de él. La actitud confiada y abiertamente desenfadada de esta mujer le daba cada vez más celos a Armony, que disimulaba muy mal su tensión:
—Ya que Michael no me presenta tendré que hacerlo yo sola, me llamo Armony.
—Es un placer conocerte, Armony, mi nombre es Nayara —dijo la zíngara mientras la tomaba de las manos y la besaba en la mejilla.
—Sí, eso ya lo sé. Michael me lo había dicho.
—Ya veo ¿Y que más te contó de mí? —le preguntó la pitonisa en tono de complicidad mientras miraba de reojo a Michael.
—No mucho más y me gustaría que me lo contaras tú, Nayara; si es que tienes tiempo y ganas.
—Por supuesto que sí. Sé bien que seremos muy buenas amigas, Armony.
—¿Ah sí, y como lo sabes? —replicó Armony.
—Soy adivina ¿Acaso Michael no te lo dijo? A veces puedo atisbar lo que nos depara el destino —le aclaró Nayara mientras le guiñaba un ojo y los hacía pasar a su casa.
Conversaron entonces durante un buen rato de todo lo que había pasado hasta ahora mientras tomaban un té caliente, preparado especialmente por su anfitriona, con hierbas naturales del bosque.
La casa de Nayara era tan hermosa por fuera como por dentro, y muy acogedora, además.
Tenía una chimenea donde el fuego estaba siempre encendido, con sus leños crujiendo; y una alfombra con símbolos mágicos de protección en el centro del ambiente principal; a un costado había una gran biblioteca, que ocupaba casi toda una pared y que estaba llena de libros esotéricos, de los cuales algunos estaban escritos en lenguas ya olvidadas o solo eran conocidas por unos pocos iniciados; en las demás paredes, extraños adornos, pertenecientes a antiguos rituales, esperaban en las repisas el momento oportuno de ser usados.
Al lado de una de las ventanas que daban al frente de la cabaña estaba una pequeña mesa con dos sillas enfrentadas y que parecía ser un lugar especial; encima y en el centro de esa mesa había una bola de cristal cubierta por un pañuelo, un mazo de cartas a un costado y otros elementos propios de diversas artes adivinatorias, que Nayara sabía usar con destreza.
Velas aromáticas perfumaban el aire, creando un ambiente de paz y misterio a la vez, y daban una iluminación que no era muy intensa, sino más bien tenue.
—¿Te llaman la atención mis velas, Armony? Veo que las miras con interés.
—En realidad me preguntaba por que no usas luz eléctrica, de hecho, no veo ningún dispositivo electrónico, a pesar de que tienes un generador afuera ¿No funciona acaso?
Nayara se rió delicadamente ante su pregunta y pasó a explicarle:
—El generador funciona sin problemas, pero prefiero no usarlo, asusta a los animales con su ruido y perturba el ambiente del bosque. Las llamas de las velas son silenciosas e iluminan todo de un modo en el que una lámpara eléctrica jamás podría... Aplacar a nuestros sentidos nos ayuda a estar en contacto con nuestro interior. —Hizo una pausa y desviando la mirada hacia Michael continuó diciendo:
—A diferencia de Michael, yo no soy muy amiga de la tecnología —con estas palabras Nayara dejó en claro para Armony que lo conocía bastante bien y que habían compartido varios momentos de sus vidas en el pasado.
—Por suerte para esta ocasión, Nayara, y considerando tu aislacionismo tecnológico, vine preparado para seguir conectado con el mundo, aun desde esta ubicación remota en la que nos encontramos —dijo Michael mostrándole un pequeño dispositivo portátil que llevaba consigo y que servía para intensificar la recepción de los teléfonos celulares que él y Armony llevaban.
—Yo no necesito de ningún aparato electrónico para saber lo que pasa a mi alrededor —le respondió Nayara seductoramente.
En ese instante Michael decidió cambiar el rumbo de la conversación e ir directamente al tema que los convocaba allí:
—Nayara, necesitamos de tu ayuda. Armony tiene un problema. Aunque ha despertado no recuerda su vida pasada de manera completa, como debiera ser ya... Tiene recuerdos bloqueados, su memoria está fragmentada, algo no está del todo bien y necesito saber que es, solo tú puedes ayudarnos ahora.
La pitonisa se quedó mirando a Armony a los ojos unos instantes, como buscando algo más profundo en ellos y finalmente concluyó:
—Sí, lo veo en su mirada, pero no puedo ver nada más —Nayara entonces la tomó de sus hombros y dijo—; no siento nada que me dé una pista, esto no es algo común, su aura luce bien, está fuerte, no tiene nada adosado tampoco...
—Ven aquí, Armony, siéntate, por favor —agregó.
La adivina la sentó en una de las sillas que estaban en la pequeña mesa que utiliza para su clarividencia y comenzó a hacer uso de todos sus elementos adivinatorias para tratar de averiguar algo:
—Empezaremos con las cartas.
Nayara comenzó entonces a barajar los naipes, repitiendo unas extrañas palabras en voz baja, con sus ojos cerrados, e hizo que Armony cortara el mazo tres veces.
Continuó disponiendo sobre la mesa las cartas de un modo especial y las miró detenidamente, parecía confundida, era como si las cartas no le revelaran nada; al cabo de unos instantes suspiró, recogió las cartas y las volvió a barajar, repitiendo todo el proceso... y fracasando nuevamente. Así lo siguió haciendo una y otra vez, sin obtener ningún resultado concluyente. Al final, y al cabo de varios intentos, desistió:
—Evidentemente no vamos a llegar a ningún lado así —dijo—. Pasemos a la bola de cristal.
Retiró entonces con suavidad el pañuelo que cubría la gran bola y acercó sus manos hasta colocarlas a pocos centímetros sobre ella mientras la miraba fijamente.
Al cabo de unos instantes la pitonisa comenzó a mover lentamente sus manos y en ese instante la misteriosa bola empezó a brillar con un halo espectral. Armony se sorprendió al ver la fantasmal luz; Michael, por su parte, ni se inmutó, ya que esto lo había visto en varias oportunidades previamente.
Nayara se estaba esforzando claramente; miraba de manera fija la bola de cristal, concentrada y sin siquiera parpadear... Por momentos meneaba su cabeza negativamente al no poder vislumbrar algo que le sirviera, y a pesar de que no decía ni una sola palabra, su rostro lo decía todo.
—No veo absolutamente nada, es como si tu vida anterior no existiera, Armony... No puede ser, solo veo tu vida actual, nada de esto está bien, aquí hay alguna fuerza poderosa que me impide ver más allá pero ¿Quién puede bloquear mis poderes de este modo? Nunca vi algo así.
Nayara volvió a tapar la bola de cristal con un pañuelo diferente esta vez, descartando el anterior...
Su clarividencia no era suficiente y debía usar alguna técnica mucho más directa, una que le permitiera establecer una comunicación estrecha con el alma de Armony. Nayara decidió entonces hacer uso de la radiestesia y para ello optó por una arte adivinatoria en la que era particularmente buena: el péndulo.
—Pon tus manos sobre la mesa y con las palmas mirando hacia arriba, Armony —le dijo al tiempo que empezó a mover un péndulo sobre ellas en círculos y lentamente fue disminuyendo este movimiento en espiral hasta dejarlo completamente quieto.
Entonces Nayara cerró sus ojos y se concentró; el péndulo empezó a responder con movimientos cinestésicos erráticos.
—Nada, maldita sea —dijo entre dientes la zíngara y apretó aún más sus ojos. Su esfuerzo se notaba claramente ya, hasta había comenzado a transpirar.
Michael la miraba, sin saber como ayudarla; nunca antes la había visto esforzarse tanto como esta vez.
Todo continuó igual, hasta que en un momento Nayara dijo:
—Sí, ahora lo veo..., apenas, pero lo veo... Es una figura alta, tiene una túnica con una capucha, es un hombre muy poderoso, que me impide acceder a tu vida anterior...
Cuando ya no pudo seguir más, Nayara soltó el péndulo, apoyó sus manos sobre la mesa con fuerza y abrió los ojos. Estaba agitada y con su rostro completamente desencajado, su mirada se perdía en la nada, se enfrentaba con algo inaudito para ella, aun con toda su experiencia esto la llevaba a sus límites como pitonisa.
Hizo entonces una pausa mientras se recuperaba y decidía que hacer.
Realizó un lento recorrido con su mirada que comenzó en Michael y terminó en Armony, y entonces dijo:
—Vamos a tener que recurrir al oráculo del bosque para averiguar más. Tengo guías en el más allá, que me han ayudado en ocasiones difíciles antes. Aunque temo que no vayamos a sacar mucha información esta vez, pero dado este punto en el que estamos, lo que sea va a servirnos.
—¿Qué es eso del oráculo del bosque? —preguntó Armony, que ya estaba asustada pero intrigada al mismo tiempo y que, al escuchar la mención de este oráculo, se había inquietado aún más.
Con calma y un tono muy serio Nayara le respondió:
—En el mundo hay ciertos puntos de poder donde la energía del planeta fluye con más fuerza, algunos son muy famosos y conocidos como Stonehenge en Inglaterra o la gran pirámide de Guiza en Egipto, pero muchos otros son menos conocidos o inclusive secretos como: una cueva oculta, o algún claro en un bosque, o inclusive un oasis perdido en un desierto... Gente como yo los puede encontrar y utilizar canalizando la fuerza del planeta, que fluye por ellos como un manantial de energía.
En esos lugares mágicos se realizan rituales especiales que requieren de mucho más poder que el habitual y que no se pueden hacer en otros lados.
No es casualidad que yo haya venido a vivir aquí... Muy cerca de este lugar se encuentra uno de esos puntos de poder ancestral.
—Nayara es capaz de canalizar esa energía para acceder al otro lado, lo que comúnmente se conoce como el más allá —dijo Michael y la adivina agregó:
—En tres días más tendremos luna llena y será el momento óptimo para recurrir al oráculo del bosque; en la noche iremos los tres juntos y allí vamos a tratar de despejar algunas de las incógnitas que tenemos ahora.
—Entonces, Nayara...; en tres días más, volveremos —le dijo Michael, luego él y Armony se despidieron y se fueron.
Las preguntas quedaron planteadas ¿Sería Nayara capaz de obtener algún dato utilizando el oráculo del bosque? El pretender hacer el ritual durante el plenilunio, evidenciaba que la pitonisa era conciente de que sus habilidades estaban siendo llevadas hasta sus límites y buscaba las condiciones óptimas para acceder al otro lado.
¿Y si no lo lograba, que opciones quedarían? Solo restaba esperar...
Durante el viaje, Armony se quedó mirando en silencio hacia la nada y con sus ojos bien abiertos, ella nunca antes se había involucrado con cuestiones paranormales y todos sus instintos le decían que aún se tendría que inmiscuir mucho más:
—Tengo miedo, Michael. Yo era muy escéptica de todas estas cosas, pero con lo que he visto hoy, ya no lo soy tanto.
—Tranquilízate, es normal temerle a lo desconocido, pero no va a pasar nada malo. Ya he estado en rituales de este tipo, la mayoría son seguros, tú solo confía en mí.
Durante los tres días que pasaron, Michael y Armony evitaron tener contacto directo y en persona con Daphne en pos de proteger la discreción, sin embargo estuvieron manteniendo videoconferencias constantes durante casi todo el tiempo y que les sirvieron para sentirse cerca.
Al tercer día fueron nuevamente con Nayara, al caer la tarde. La pitonisa preparó entonces las cosas que usaría durante el ritual nocturno. Finalmente y cerca de la medianoche los tres partieron.
Nayara iba al frente, Michael y Armony la seguían de cerca...
La enorme luna llena que dominaba el cielo nocturno permitía ver a lo lejos el bosque en penumbras. La zíngara llevaba un bolso colgado de su hombro y un antiguo farol a vela en su mano derecha, que iluminaba muy bien hasta tres metros de distancia aproximadamente.
Luego de caminar unos pocos metros tomaron por un sendero sinuoso, que se internaba profundamente en el bosque.
A medida que avanzaban, los árboles lucían cada vez más extraños, adoptando formas caprichosas y hasta tenebrosas, era como si fuerzas más allá de las naturales los afectaran de algún modo. Extraños ojos brillantes los observaban entre las sombras del follaje.
Armony temblaba de miedo y miraba para todos lados, estaba en un estado de alerta permanente.
De manera repentina y de entre unos tupidos arbustos, dos grandes lobos salieron, a solo un par de metros por delante de donde estaban y les cortaron el paso. Se trataban de un macho y una hembra.
El lobo macho era un poco más grande y tenía una mancha blanca en su frente con una forma simétrica muy especial, la hembra era más pequeña y su pelaje más claro y largo que el de su compañero. Ambos animales lucían calmados, pero su actitud era evidente: no querían que nadie pasara más allá de ese punto.
Al verlos, Armony se sujetó fuertemente del brazo de Michael buscando su protección.
—Mantengan la calma, no hay nada que temer aqui, son guardianes —susurró la zíngara, principalmente a Armony que era la más asustada; y en voz alta les dijo a los lobos:
—¡Soy Nayara, la adivina! Estas dos personas vienen conmigo y nos dirigimos al oráculo del bosque. Déjenos pasar, por favor.
En ese momento y casi como si la entendiera, uno de los lobos, la hembra, aulló hacia la luna y su aullido se sintió en todo ese sector del bosque, luego ambos animales se hicieron a un lado, dejándolos pasar.
Los tres continuaron así su camino y los lobos los siguieron, ocultándose entre los arbustos y sin interferir con ellos, pero vigilándolos de cerca en todo momento.
Finalmente emergieron del denso bosque, llegando a un gran claro de unos cincuenta metros de diámetro y que parecía ser un bellísimo mirador natural.
El claro, por su lado oeste, terminaba en un enorme y profundo acantilado de más de cien metros de altura y que permitía ver por debajo a una vasta región del bosque, que se prolongaba hasta el horizonte, y por arriba a toda la bóveda celeste en su extensión. La vista era simplemente magnífica...
El lado norte del claro, terminaba abruptamente en una enorme pared de roca sólida y casi vertical, que era parte de la ladera de una montaña, que se elevaba decenas de metros por encima.
En ese preciso lugar, caía con fuerza y desde lo alto del macizo montañoso, una potente cascada de agua, que formaba una laguna de no más de veinte metros de diámetro.
El fondo de la cuenca acuífera se encontraba completamente tapizado por incontables rocas planas y redondeadas de diversos tamaños, todas de color blanco y tonos grises muy claros, que brillaban con los rayos lunares; a través de esas rocas el agua se filtraba, volviendo nuevamente a las entrañas de la tierra de la que emanaba, repitiendo este ciclo desde hacía eones.
El agua era tan transparente y cristalina, que dejaba apreciar fácilmente la profundidad de la laguna, que aun en su parte central, la más profunda, no superaba los treinta centímetros.
En el aire y por sobre la superficie del agua se apreciaba un muy delicado vapor que ascendía, indicando que la laguna era levemente termal.
Toda la zona era muy especial y alguna antigua cultura local ya la había descubierto en tiempos remotos; al notar sus poderes místicos habían dispuesto, a modo de monolitos, enormes y pesadas rocas verticales, de unos tres metros de altura y cada una con extrañas inscripciones y símbolos tallados en ellas.
Estas rocas rodeaban a toda la laguna por su ribera, de manera espaciada y equidistante, estando separadas por varios metros unas de otras y dándole a todo el conjunto el aspecto de un gran altar destinado a rituales y ceremonias.
En ese preciso instante fue la medianoche. Durante esa época del año y a esa hora en particular, allí los rayos lunares caían en un perfecto ángulo promedio entre el horizonte y el cenit.
—Ahora es el momento adecuado, cuando las sombras nocturnas se equilibran mi conexión se fortalece —dijo Nayara y fue encendiendo, respetuosamente, una por una las gruesas y antiguas velas que se encontraban dentro de cavidades que había en las grandes rocas.
Nayara luego prendió tres incensarios que dispuso en forma de triangulo por la orilla de la laguna, rodeando de este modo al altar. El olor a incienso inundó rápidamente el ambiente y en ese instante, casi como si fuera en respuesta, comenzó a emanar de entre los árboles una densa bruma que cubrió todo el suelo del claro.
Cuando el humo se dispersó en el aire envolviéndolo todo, Nayara se descalzó y entró en la fuente...
A los pocos instantes, los insectos nocturnos se silenciaron completamente, ya no se oía nada más que el sonido del agua cayendo y escurriéndose por entre las rocas.
El ambiente estaba cambiando y un escalofrío recorrió de punta a punta la espalda de Armony, que sujetaba aún con más fuerza que antes el brazo de Michael, al tiempo que él se limitaba a permanecer de pie, contemplando concentrado a la pitonisa hacer su ritual, aunque atento a todo lo que sucedía a su alrededor también.
Nayara comenzó una plegaria silenciosa, con palabras en un dialecto que solo ella y los iniciados de su clan conocían desde tiempos remotos y que únicamente se transmitía de boca en boca, generación tras generación.
—¿Escuchas eso? —preguntó Armony intrigada por una melodía muy lejana que comenzó a invadir el ambiente.
—Sí, la escucho, pero no puedo identificar el punto de origen —respondió Michael un tanto intranquilo; dada su experiencia como rastreador los fenómenos paranormales no le eran ajenos, aunque nunca se sintió muy a gusto con ellos.
—Esa canción la reconozco, pero se escucha diferente, es como si viniera de una caja de música, la melodía se llama Ojos Negros, conozco muy bien esa canción —le dijo Armony.
¿De donde podría venir esa música? Estaban apartados de cualquier traza de civilización y la hora no era precisamente la más probable como para toparse con algún viajero extraviado.
Michael empezó a sospechar algo de lo que posiblemente se tratase el extraño evento que estaban experimentando:
—Te taparé los oídos por un instante, no te asustes —le dijo a Armony mientras le cubría los oídos con sus manos.
Entonces sucedió algo que sorprendió a Armony, sobre todo por lo sensible que era su sentido auditivo: la música no mermó en absoluto, a pesar de tener sus oídos bien cubiertos por las manos de Michael; todo otro sonido se había cancelado excepto por la música, que seguía sin bajar ni un decibelio.
Pasaron unos pocos segundos más y Michael retiró sus manos para que Armony escuchara todo nuevamente:
—Es imposible —dijo ella.
—¿Lo notaste, Armony? La música no está viajando por el aire como lo hace siempre, la estamos escuchando en nuestras mentes directamente, la energía que nos rodea la está transportando. Es una psicofonía, un sonido que no tiene origen es este plano existencial...
Pero ¿Por qué esa tonada específicamente? ¿Qué pasaba con Ojos Negros en particular? Era la misma tonada que le arrancaba lágrimas a Armony cada vez que la interpretaba.
En ese instante ambos quedaron perplejos al mirar a Nayara. Se encontraba de pie, en el centro de la laguna y mirando hacia ellos; sus ojos estaban totalmente blancos y estaba hablando en voz alta, en una lengua extraña y su voz también había cambiado: estaba en un trance profundo.
El agua se arremolinaba a sus pies y una suave brisa de origen desconocido movía sus largos cabellos negros hacia arriba, deslizándolos suavemente en el aire y, al mismo tiempo, haciendo sonar todas las lentejuelas que adornaban su vestimenta... La corriente de aire era tan densa que, por momentos, hasta levantaba leve y suavemente su colorida falda, haciendo que todo flotara de una manera sobrenatural alrededor suyo.
La vidente extendió sus manos hacia Armony, con la clara intención de que se acercara al centro del altar junto a ella.
—Ve con ella, no temas —le dijo Michael.
Armony se descalzó, como vio que había hecho la zíngara previamente y entró con lentitud a la laguna. El agua estaba tibia y muy agradable al tacto. Tímidamente, empezó a caminar y se acercó a Nayara, cuando llegó juntaron sus manos:
—Responderé a tus dudas —dijo la pitonisa o más precisamente quien se comunicaba a través de ella, era obvio que estaba leyendo la mente de Armony, así que continuó diciéndole directamente:
—Desde tu vida anterior el olvido ha sellado tus memorias. Lo que ellos quieren se encuentra más allá del velo —en ese momento de manera abrupta dejó de hablar, era como si algo o alguien le impidiese decir más cosas.
Nayara apretó más fuerte las manos de Armony y empezó a temblar, parecía que casi no podía mantener su conexión extrasensorial con el otro lado, su cuerpo se tensó y su espalda empezó a curvarse hacia atrás, elevó sus talones hasta que quedó solamente apoyada en los dedos de sus pies y mirando al cielo... Un halo fantasmal la rodeó, el agua se empezó a agitar debajo de ella con violencia y en forma descontrolada.
En ese momento una fuerte ráfaga de viento, salida de la nada, apagó todas las velas del altar, quedando prendida solo la luz del farol que había llevado la zíngara, y Nayara, soltando las manos de Armony, cayó sin fuerzas, apoyando sus manos y una rodilla en el fondo de la laguna, rompiendo de este modo su trance.
—Esto es todo, ya no puedo continuar más —dijo la vidente agitada y con su voz entrecortada.
—¿Estas bien, Nayara? Vamos, salgamos de aquí, apoyate en mí. —Armony le ayudó a caminar y juntas fueron hasta el borde de la fuente donde se secaron con unas toallas que la gitana había llevado en su bolso.
—Ayúdame, por favor, Michael... El ritual terminó con mis fuerzas, tenemos que volver a mi casa, necesito descansar —dijo Nayara.
Los tres regresaron a la cabaña de la adivina. Michael la cargó en sus brazos y Armony llevó el farol, iluminando todo el camino de regreso, esta vez sin sentir celos de ningún tipo, cosa que no había podido evitar hasta ahora, sus sentimientos eran de compasión y agradecimiento hacia la hermosa pitonisa...
La situación por la que habían pasado y el esfuerzo vital tan evidente que Nayara había hecho para ayudarlos, habían servido para que Armony cambiara su actitud hacia ella.
Una vez en la cabaña, Nayara se recostó a dormir, el ritual la había dejado extenuada, agotándola tanto física como mentalmente.
Michael, que estaba familiarizado con la cocina de la cabaña, se puso a preparar un par de tazas de chocolate caliente; Armony, mientras tanto, se sentó en el largo sillón principal del ambiente, frente a la chimenea y le dijo:
—Eso fue realmente intenso, nunca vi algo así, todavía estoy temblando de miedo, no quisiera repetir una experiencia como esa nuevamente... Espero que tú puedas interpretar lo que dijo Nayara, Michael, porque yo no entendí absolutamente nada.
Con una sonrisa y la certeza de alguien que sabe del tema, Michael le comenzó a contestar con calma:
—Tal parece que cuando eras Melody, fuiste sometida a un ritual que se llama el olvido. Ese ritual es algo que solo puede ser realizado por alguien con mucho poder, un maestro espiritual, seguramente. El objetivo de ese ritual es sellar los recuerdos de las vidas pasadas en la persona, cosa que olvide cualquier traza de recuerdo que tenga en su vida actual de una existencia previa y que, además, después de su muerte, cuando reencarne, ya no recuerde nada de lo que vivió antes de ningún modo...
Esto explica por que los agentes de la Corporación fracasaron al intentar hacerte despertar en el faro y por que ha sido tan difícil para todo el mundo localizarte durante años.
—Pero desperté contigo, Michael ¿Por qué?
—El poder del sello del olvido es tan fuerte como la persona que lo establece, pero si algo o alguien puede evocar un recuerdo que desencadene una emoción más poderosa aún, el sello del olvido puede romperse total o parcialmente.
—¿Es por eso que recuerdo toda mi vida contigo y nada más de antes de conocerte, ni después de que moriste? —enfatizó ella en tono de pregunta.
—Así parece ser, solo recuerdas la mayor parte de tu período de vida conmigo, cuando fuí Gabriel, solo eso se ha roto del sello y nada más que eso —le respondió Michael mientras le acercaba una taza con chocolate caliente y se sentaba junto a ella, y siguió diciéndole:
—Aunque el sello se haya fragmentado parcialmente aún está activo y sigue bloqueando el resto de tus recuerdos...
Por unos momentos se quedaron mirándose a los ojos y perdiéndose en sus sensaciones, hasta que Armony desvió su mirada y preguntó:
—¿Y eso que dijo Nayara acerca de un velo, a que se refería?
Michael tomó un sorbo de chocolate, inspiró y le respondió:
—Cuando alguien averigua cosas del más allá puede hacerlo hasta cierto punto. Hay un sector del que no se puede pasar y que se conoce como el velo... Nadie sabe nada a partir de ese punto, lo que pasa más allá del velo es un misterio para todos, inclusive para las propias almas del más allá.
Si alguien está más allá del velo quiere decir que su alma no puede reencarnar, ni se lo puede contactar ni saber nada de él o ella... Tal parece que cuando dijo «ellos» se refería a la corporación Rottweiler —sentenció Michael con serenidad, muy serio y con un dejo de preocupación que trató de ocultar:
—Todas las almas tienen que cruzar por el velo, entrando y saliendo de él antes de poder continuar con su existencia; cuando salen, ninguna recuerda nada de lo que pasó allí dentro.
Algunas almas permanecen más tiempo tras el velo que otras, no se sabe el por que pasan a veces días y en ocasiones años, hasta que vuelven de esa zona.
Se cree que está relacionado con cuestiones del futuro propio de cada uno y del futuro de los demás... El destino es como una maquinaria de relojería infinitamente compleja y cambiante, en la que entran en juego el balance de nuestros deseos, nuestras acciones y el tiempo, es precisa y perfecta; en ella todos somos como engranajes y ningún engranaje puede estar en una máquina sin un motivo —terminó diciendo Michael.
Luego de un instante, en el que Armony lo pensó detenidamente todo, le dijo:
—O sea que la corporación Rottweiler quiere algo que está relacionado con alguien que murió y que tiene su alma atrapada tras el velo ¿Y que tengo que ver yo con todo eso?
—Eso aún no lo sabemos, si supiéramos por que fuiste sometida al ritual del olvido tal vez podríamos averiguar algo más, quien te lo haya practicado seguramente sabe algo que nos ayudaría. Cuando despierte Nayara, por la mañana, vamos a preguntarle a ella, a ver si puede darnos alguna pista para saber quien fue —concluyó Michael.
Armony dejó su taza en la mesa, tomó a Michael de las manos y lo miró a los ojos; sacudió levemente su cabeza para acomodar su cabello e inspiró profundamente, preparándose para tocar un tema que le causaba temor, duda e inseguridad...
—Michael, quiero cambiar de tema, hay una pregunta que deseo hacerte desde hace varios días y que en estos últimos se me ha hecho imposible de ignorar ya:
Tú me despertaste a mí esa noche en el restaurante del hotel, la pregunta que me carcome es... ¿Quién te despertó en esta vida y te hizo recordar tu existencia como Gabriel? Seguramente fue alguien muy importante para ti y por quien, evidentemente, has tenido sentimientos muy profundos en otra vida.
Michael demoró un instante en responder, sabía que Armony había sentido celos de Nayara desde que la conoció. El verla tan calmada y preguntando esto, le hizo darse cuenta de que ella había decidido exponer una fibra íntima de sus sentimientos, y se encontraba lista para aceptar su respuesta, fuera cual fuera. Él podía lastimarla si elegía las palabras incorrectas, debía ser muy sensible y empático con ella:
—Tal vez quien lo hizo esté en esta cabaña, Armony —dijo, provocando en Armony un sentimiento de agudo dolor, ya que era justo la respuesta que ella tanto temía. Armony sospechaba que Nayara pudiera haber sido otro amor de Michael en su vida pasada siendo Gabriel.
—Fue ella, Nayara, entonces —dijo Armony sintiendo como si un filoso puñal se clavara en su corazón, sin embargo se armó de valor y con coraje, aunque con voz temblorosa también, preguntó— ¿Ustedes tuvieron alguna relación antes o inclusive ahora? Nayara es muy hermosa y seductora, yo lo entendería perfectamente, Michael; dudo mucho que un hombre pudiera resistirse a sus encantos.
Michael la miró durante unos segundos, sabiendo que ella supondría exactamente eso que acababa de decir..., y con voz calmada le respondió:
—No, Armony, no fue ella, yo me refiero a ti. Creo que fuiste tú... Cuando eras Melody, lo que me dijiste esa última noche, tu despedida. Lo último que vi al morir, fue tu rostro cubierto de lágrimas y lo último que escuché, fueron tus palabras hacia mí en ese grito desgarrador y tan triste, que aún resuena en mis oídos... «¡Recuerdame!».
Durante un instante ambos se quedaron mirándose en silencio, solo se oía el crepitar de los leños en la chimenea y el corazón de ambos, latiendo al unísono por la emoción de ese fuerte recuerdo que los acompañó aun más allá de la muerte.
—Yo nací en esta vida ya recordando mi vida anterior. Un caso como el mío no es algo común, pero sucede a veces. Es lo que se conoce como una: reencarnación inconclusa. No se sabe si es debido a un fallo en la metodología del regreso a la vida o es algo propiciado por el mismo destino. Esta vida la viviré con mi alma engarzada...
—¿Engarzada dijiste, Michael?
—Sí, así se le dice al alma de una persona cuando nace con la capacidad de recordar una vida anterior de manera espontánea... Y es así porque, al no olvidar su vida pasada, la persona queda intensamente unida a sus antiguos sentimientos, sus lugares favoritos, sus afectos, sus amigos, sus enemigos, y sus amores... formando así auténticas cadenas emocionales.
Esas cadenas son por lo general pesadas y difíciles de sobrellevar, porque es casi imposible lograr restablecer los lazos rotos tras la muerte, y si se consigue es, en la mayoría de los casos, aún peor...
Si se trata de lugares y cosas favoritas, la persona ve como todo cambió, lo efímero que son los bienes materiales. Sus casas abandonadas, en poder de otros o directamente desaparecidas; sus objetos amados, siendo deteriorados por la destrucción del tiempo, al no haber nadie que se ocupe de cuidarlos del mismo modo en que lo hicieron ellos mismos, siendo sus dueños originales...
En lo que respecta a las personas, es aún más dramático. Muchos de sus afectos ya han muerto y en el caso de los que aún viven, la diferencia de edad es demasiada... Niños que comparten recuerdos con ancianos, que otrora fueron sus amigos, hermanos o parejas, y todos afectados del mismo modo por los años.
Es como si el tiempo fuera un grueso cristal que los separa, pueden verse, oírse y casi pueden tocarse..., pero no.
El corazón de Armony se emocionaban con las sentidas palabras de Michael, cargadas con el dolor y la angustia de alguien que había vivido en carne propia aquello que contaba.
—Hay muchos casos registrados de niños que nacen con esta particularidad y que van olvidando todo a medida que crecen, tal vez sea un sistema de autodefensa innato del ser humano, en mi caso no fue así... Desde que nací tuve recuerdos nebulosos de mi vida anterior, pero a medida que crecía, recordaba cada vez más cosas y con mayor detalle, aunque no lo recordaba todo con claridad. Veía tu rostro, el de Melody, en mis sueños y sabía que habías sido alguien a quien amé profundamente. Te veía tocando el piano, sabía que la música era una parte importante de tu vida, tenía flashes en mi mente, de nosotros juntos y tu imagen venía a mí cada día con mayor fuerza.
Con el tiempo y el correr de los años, pude recordar lo suficiente como para dejar lo que estaba haciendo y volver a convertirme en rastreador nuevamente, en esta vida también.
En mi búsqueda por volver a recordar toda mi vida anterior, me encontré con Nayara y recurrí a ella para que me ayudara a despertar del todo. Ella fue quien finalmente liberó mis recuerdos, usando sus capacidades sobrenaturales.
En realidad se podría decir que me despertaron entre ambas...
En ese momento, Armony se dio cuenta de lo injustificados que habían sido sus celos hacia Nayara. La seductora pitonisa estuvo ayudando a Michael en su búsqueda por encontrarla a ella desde hacía años, no era su rival por él, sino más bien su aliada, su amiga...
Nayara se lo había dicho cuando la conoció, «seremos muy buenas amigas» esas fueron sus palabras exactas, y ahora las entendía.
Así pasó un rato y Armony, que se había acurrucado contra Michael, se quedó dormida; él puso su taza sobra la mesa, junto a la de ella y simplemente se quedó contemplando el fuego de la chimenea, que ardía haciendo crepitar los leños; y así permaneció en silencio, hasta que finalmente se durmió también.
Secuestro
El día había comenzado hermoso, el sol despuntaba entre los árboles y la mañana estaba muy fría. Dentro de la cabaña del bosque, los tibios rayos de luz entraban por las ventanas, filtrándose entre las cortinas; Nayara aún no se había levantado, Michael estaba de pie junto a una de las ventanas que daban al frente de la cabaña mirando hacia afuera y Armony, que había pasado toda la noche dormida en el cómodo sillón de la sala, se despertaba...
—Buenos días —le dijo él mirándola de reojo, al escucharla desperezarse; Michael había dormido muy poco y despertado antes que ella desde hacía ya un buen rato, como de costumbre.
—Buenos días —respondió Armony mientras bostezaba— ¿Hace mucho que te despertaste?
—Solo un rato...
—¿Qué estabas haciendo? —le preguntó ella acercándose y besándolo en la mejilla.
—Contemplaba a ese grupo de ciervos del bosque pastar plácidamente.
—Son tan hermosos —comentó ella suspirando mientras pasaba la manga de su abrigo por la ventana escarchada para verlos mejor, y luego de unos instantes agregó:
—Voy a preparar un café ¿Quieres uno? —le preguntó mientras caminaba hacia la cocina, llevando consigo la frazada con la que había dormido tapada en la noche y que envolvía ahora su cuerpo a modo de capa.
—Sí, me encantaría, Armony —le respondió Michael sonriendo; el que ella le preparara el desayuno le traía muy gratos recuerdos.
—Gracias por cobijarme anoche..., de nuevo —dijo Armony riendo; había descansado muy bien después de que Michael la acomodara en el sillón al quedarse dormida. A ella le encantaba dormir en invierno... Arropada y abrigada frente a la estufa, pudo pasar una noche muy plácida y acogedora.
—Michael, quisiera saber algo más de ti... Dime, además de ser un rastreador ¿Qué otras cosas has hecho en tu vida? Después de lo que me contaste anoche me quedó claro que has hecho más.
—Bueno, siempre me gustó la aventura y la naturaleza; durante algunos años trabajé en Alaska, en una unidad de rescate. Era piloto de helicóptero, aunque allí aprendí muchas cosas y no solo a pilotear aeronaves, sino a escalar montañas y a usar armas de fuego también. Luego volví a mi afición de siempre: el mar.
—Sí, recuerdo que te encantaba —dijo Armony rememorando cuanto le gustaba navegar a Gabriel— y también me acuerdo de que toda tu vida deseaste comprar un barco propio, aunque nunca tuviste el tiempo para dedicarte a esa actividad como querías..., siempre te lamentabas de eso.
—En esta vida procedí de otro modo, esa era una asignatura pendiente que me había quedado por cumplir. Compré un hermoso yate a vela, que tengo actualmente atracado en un puerto del mar Mediterráneo, en Niza. Desde hace un par de años navego por donde quiero, por donde me llevan mis deseos, recorriendo puertos y ciudades. —Y, aunque él no lo dijo en ese instante, buscándola a ella por todo el mundo.
En ese momento, Nayara, que había despertado y ya repuesta del ritual de la noche, apareció en el comedor.
Armony desvió un instante su mirada hacia ella y vio que lucía espléndida y llena de energía, ni siquiera en la mañana la seductora zíngara perdía ni un ápice de su encanto natural; los celos de Armony no la dejaban en paz, ni siquiera ahora que la veía como a una amiga.
—Buenos días a ambos, veo que se despertaron antes que yo.
—¿Cómo amaneciste, Nayara? —le preguntó Michael mientras se acercaba y le acariciaba suavemente el brazo al tiempo que la miraba a los ojos de frente; Armony, mientras tanto, espiaba todo de reojo, atenta, sin decir nada y a solo unos metros de ellos mientras terminaba de preparar el café.
—Bien, estoy recuperada, eso creo al menos; lo de anoche fue muy intenso, normalmente no termino tan agotada después de un ritual.
—Gracias por traerme en brazos, fuiste muy galante y eso me gustó, Michael —acotó la adivina susurrándoselo al oído y provocando aún más los celos de Armony.
—¡El café ya está listo! —dijo Armony en voz alta y rompiendo ex profeso el momento—. Nayara ¿Por qué no me cuentas un poco mejor que fue lo que pasó en el ritual de anoche? Michael está más al tanto de todo, pero yo no.
—Por supuesto, te lo contaré y con lujo de detalles: los preparativos iniciales de la ceremonia fueron para ayudarme a concentrar mi mente y enlazarme con unas entidades espirituales a las que llamo mis guías y que son como mis contactos en el más allá, ellos me proveen de información cuando se las pido.
Una vez que entré en trance, liberé mi conciencia mientras canalizaba a uno de mis guías, que fue quien realmente habló con ustedes.
En ese instante tuve una corazonada, he hice el intento de ver algo tras el velo, aunque era algo poco probable, tenía la esperanza de poder conseguir alguna pista, al menos... Lamentablemente no pude ver mucho, lo que hay más allá del velo es siempre tan insondable, tan inaccesible —dijo meneando la cabeza—. Solo sé que vi la figura de un hombre alto y delgado, o al menos eso me pareció, sin embargo de algo estoy segura, no era la misma persona que vi cuando usé mi péndulo contigo, ese espíritu se encuentra atrapado e incomunicado ahí. El velo es prácticamente imposible de traspasar, ni para un lado ni para el otro, y no importa de quien se trate.
Armony estaba impresionada con Nayara, con cada cosa que la adivina le contaba su respeto hacia ella crecía más y más:
—Dime, Nayara ¿Por qué la corporación Rottweiler te ha excluido? No puedo entender como rechazan a una mujer con tus capacidades.
—Sinceramente, Armony, yo tampoco lo sé con certeza —le respondió Nayara sonriendo—. Supongo que el motivo puede ser porque soy gitana y para ellos no soy una persona manejable, o tal vez sea porque no tengo el linaje adecuado para encajar en su estándar... De todos modos, es mejor que así sea, prefiero ser una excluida; nunca pondría mis facultades a su servicio.
Se hizo un instante de silencio, que no duró mucho...
—Por cierto, cuéntenme ¿Qué fue lo que les dijo mi guía anoche mientras estaba en trance? No pude escuchar nada ese momento.
—No nos dijo mucho, pero nos dio a entender que los recuerdos de Armony se encuentran sellados por el ritual del olvido y que la corporación Rottweiler quiere a alguien que está en el más allá, retenido tras el velo.
—Ya veo, puede ser que a quien buscan sea esa figura que vi —dijo Nayara misteriosamente mientras se sentaba a la mesa—. Vamos a ver que nos depara el día para hoy —agregó la adivina y sacó un mazo de naipes, que comenzó a barajar...
—Anoche, charlando con Armony acerca de lo que sabemos hasta ahora, llegamos a la conclusión de que si queremos saber algo más, la única persona que puede ayudarnos es quien realizó el ritual del olvido con Melody —dijo Michael mientras se sentaba a la mesa también.
—Quien sea que lo haya realizado, lo hizo hace entre veinticinco a treinta años, y por la fuerza del sello fue alguien con mucho poder, una de las sombras, casi con seguridad, ya que se trata de un ritual prohibido por la Hermandad —le contestó Nayara a Michael.
—Eso achica mucho el número de personas en quienes enfocarnos, hay muy pocas sombras distribuidas por el mundo —agregó él mientras apoyaba su mano en el mentón en actitud pensante.
Nayara empezó a disponer las cartas sobre la mesa de a una y boca arriba, interpretando su significado para sí y sin decir nada en voz alta.
—Perdón por mi ignorancia, pero ¿A quiénes se refieren cuando dicen que se trata de sombras? —preguntó Armony con un dejo de molestia, al sentirse fuera de la charla, mientras traía la bandeja con el desayuno y servía una taza con café caliente para cada uno.
—Las sombras son maestros espirituales que han sido expulsados de la Hermandad —le respondió Nayara con toda naturalidad mientras continuaba disponiendo cartas sobre la mesa, aunque esta vez boca abajo.
—¡Por supuesto, ahora entiendo todo mucho más claro! —agregó Armony con sarcasmo— ¿Quiénes son esos maestros espirituales y qué es la Hermandad? Yo no estoy al tanto, como ustedes, de todo esto ¡Explíquenme cada cosa, por favor! —continuó diciendo frustrada por no saber.
—Tranquilízate..., no te alteres, Armony —le dijo Michael—. Yo te lo diré todo, nuevamente. Antes que nada, cuando fuiste Melody yo te había contado muchas cosas de mis experiencias como rastreador, esos recuerdos aún están en ti y nunca se borrarán, es solo que están ofuscados por el ritual del olvido que realizaste.
Es difícil para Nayara o para mí saber que cosas recuerdas y que cosas no...
Como ya te dije, esta es mi tercer vida siendo rastreador, cuando fuí Gabriel y tú Melody, te conté acerca de la Hermandad, sobre los maestros espirituales y de las sombras también. Todos son parte de lo mismo y eso lo sabías muy bien, charlábamos a diario sobre esta clase de temas ¿No recuerdas nada acaso?
—No, y francamente no lo entiendo... Si los recuerdos del período de mi vida contigo se han desbloqueado ¿Por qué no tengo memorias de nada de eso? No recuerdo ni siquiera que fueras rastreador, Michael.
—Tal parece ser que el sello del olvido que te afecta, es más fuerte en todo lo concerniente al tema de las reencarnaciones. Quien te lo haya practicado se aseguró de que específicamente no recordases nada alusivo a estos temas...
Tus conocimientos en aquel entonces eran casi tantos como los míos, Armony... Ya los recuperarás, encontraremos la manera, te lo prometo; solo debes de tener paciencia y no perder la calma —le recalcó él mientras le acariciaba la mejilla y la miraba con ojos tan comprensivos que la calmaron rápidamente.
Sin embargo todo lo que Michael pensaba decirle tendría que esperar a un momento más propicio, ya que justo en ese instante sonó el teléfono celular de Armony, y lo que estaba a punto de suceder les haría enfocarse de manera absoluta en algo mucho más urgente...
—Tal parece que el dispositivo para mejorar la señal de tus aparatos funciona perfectamente, Michael —dijo Nayara al tiempo que Armony miraba la pantalla de su teléfono.
—Es una videollamada de Daphne —comentó Armony sonriente.
—Le dije claramente que no nos llamara por teléfono a menos que fuera por una emergencia, la Corporación seguramente tiene intervenido su teléfono celular —reprochó Michael mientras le hacía una seña a Armony para que atendiera la llamada a pesar de todo.
En cuanto Armony atendió, se quedó muda y mirando la pantalla del teléfono con cara de estupor, desconcierto y miedo... Vio a Daphne en la sala de estar de su casa, estaba atada a una silla, amordazada, con los ojos vendados y sollozando aterrada.
Cuando vio a Armony petrificada, Michael se alertó, de inmediato le sacó el teléfono de sus manos y para que todos pudieran escuchar a quien hablase, activó el altavoz:
—Mi nombre es Sylvia y por lo que parece has despertado, Melody. Terminemos con esto pronto, no hace falta complicar las cosas... Seré directa, tenemos a tu hija y solo quiero charlar contigo. Ven con nosotros y la liberaremos sin hacerle daño, es un simple intercambio, no queremos nada de ella, solo te queremos a ti —dijo una voz femenina, que habló de manera calmada y pausada, pero que en su tono denotaba maldad y sadismo. Todos se quedaron paralizados.
Michael, enfurecido y asustado, colgó el teléfono; evitando así entrar en diálogo con la extorsionadora.
Armony lo miró indignada por la frialdad que había tenido y descargó su tensión contra él:
—¿Pero que has hecho, acaso te volviste loco? —le increpó a los gritos y desesperada.
—Trata de mantener la calma lo más que puedas... La corporación Rottweiler tiene ahora a nuestra hija. No la van a dañar, los conozco; en este instante Daphne es su única ventaja, ellos la necesitan y no van a hacer nada innecesario. Volverán a llamarnos —respondió él muy serio y preocupado—. Necesito solo un poco de tiempo para pensar...
—¡Tiempo es lo que Daphne no tiene! ¿Y si la lastiman? No sabes lo que le está pasando a ella en este momento. Esto es nuestra culpa por habernos acercado a ella... ¡Esto es mi culpa! Yo quise ir a verla sin medir las consecuencias, y ocasioné esto —los ojos de Armony se llenaron rápidamente con lágrimas de amarga angustia y rompió en un llanto de temor.
—¡La llamaré nuevamente! —dijo tomando su teléfono y llamando a Daphne, pero grande fue su sorpresa cuando vio que el teléfono de su hija había sido apagado por los mismos raptores.
En ese momento Nayara, que estaba tan consternada como ella, dio vuelta las últimas tres cartas que había dispuesto sobre la mesa, interpretándolas... Los miró entonces a los ojos y con frialdad les dijo:
—Sí negocian con los raptores dos de ustedes morirán; no sé quienes serán, pero morirán, eso se los seguro... Nunca me equivoco al anticipar una muerte.
Mientras tanto, en la casa de Daphne, los raptores se preparaban para llevar a Daphne a otro sitio.
Eran varios hombres, que se encontraban divididos en dos grupos claramente diferenciados por su estilo de ropa: por un lado estaban los que vestían elegantes trajes, esos eran agentes de la Corporación, entre ellos estaba el hombre que estuvo observando la casa de Daphne con prismáticos cinco noches atrás; y por otro lado los que estaban vestidos con ropa táctica invernal, totalmente de color negro y pasamontañas en sus rostros, al estilo de los grupos especiales de la policía; esos llevaban armas largas a la vista y eran mucho más amenazantes.
Comandando la operación, se encontraban Steven y la enigmática Sylvia; ella estaba vestida, al igual que los hombres que la rodeaban, con ropa táctica negra, aunque, a diferencia de ellos, muy ceñida a su cuerpo y dejando apreciar cada una de las curvas de su femineidad; sus manos estaban cubiertas por un par de delgados guantes enterizos de cuero negro y no llevaba armas a la vista, ni un pasamontañas que cubriera las facciones de su bello rostro; claramente no le importaba en absoluto exhibir su identidad.
Tanto su modo de pararse, recto y altivo; como su ubicación, en el centro de todos los demás; y su actitud, soberbia y confiada al mismo tiempo, denotaban su autoridad: era indudablemente la líder de todos los presentes en ese lugar.
Por su aspecto externo nadie podría imaginar cuán riesgosa era Sylvia: era una mujer joven, de unos veinticinco años de edad, de contextura física atlética y dotada de un cuerpo fuerte, ágil y extremadamente atractivo.
Su cabello dorado caía suelto, recto pero flexible, llegando hasta la mitad de su espalda y cubriendo sus pechos por el frente, el espartano estilo de su peinado denotaba su carácter que era: severo, firme y determinado.
Sus rasgos faciales eran simétricos y hermosos, y poseía un par de bellos ojos celestes, aunque al mismo tiempo tenía una expresión y una mirada difícil de mantener para quien la contemplase, ya que devolvía una frialdad más intensa que la de la nieve polar... Su belleza era la máscara perfecta para su peligrosidad.
—Los llamaré nuevamente, Sylvia —dijo Steven.
—¡No, ese teléfono se quedará apagado hasta que yo ordene lo contrario! Ya te dije que ahora yo estoy a cargo de esta operación, Steven, y no harás nada, a menos que yo te lo ordene... Este no es mi primer secuestro, ya tengo bastante experiencia —le respondió la enigmática y autoritaria Sylvia muy decidida y con toda la seguridad que su experiencia le brindaba en el tema—. Vamos a dejar que Melody sufra por su hija y cuando su angustia ya le sea insoportable, se quebrará como una delgada rama seca. Ahora vamos a ir a un lugar que nos de la ventaja táctica que necesitamos.
Mientras tanto, en auto y a toda velocidad, Michael y Armony se acercaban tan rápido como podían; habían reconocido el interior de la casa de Daphne, sabían perfectamente a donde ir y también que no tenían tiempo que perder.
El único pensamiento en la mente de Armony era el de liberar a Daphne y ponerla a salvo a como diera lugar; Michael, por su lado, sabía que si llevaba a Armony directamente hasta la casa de su hija, la capturarían de inmediato y no solo que no liberarían a Daphne, sino que, además, la usarían para obtener de su madre lo que quisieran; por otro lado, pensaba que si se llevaban a Daphne a otro sitio, la situación seguramente empeoraría...
En su mente, Michael intentaba pergeñar un plan para rescatar a su hija sin perder a la mujer que amaba.
El hielo de la carretera la hacía resbalosa y peligrosa, por momentos y en algunas de las curvas, las cubiertas del vehículo rechinaban sobre el pavimento parcialmente congelado y aunque Michael apenas podía controlar el volante, no bajaba la velocidad en ningún instante; ni el ni Armony sentían miedo alguno, su preocupación por Daphne era más fuerte que su interés en su seguridad personal.
—¿Cómo hago para ver las cámaras de vigilancia de los peluches, Michael? Quiero ver que está pasando en la casa de Daphne ahora —le rogó Armony mientras agarraba su computadora portátil.
—En cuanto tengamos cobertura de internet, el sistema se conectará automáticamente; solo enciende la computadora y activa el programa que tiene el icono de un oso de juguete —le respondió él sin quitar la vista del camino.
Pasó solo un instante...
—¡Ya tengo señal! —dijo en voz alta Armony excitada mientras cambiaba de una cámara a otra, tratando de ver lo que pasaba en la casa de su hija.
En ese momento, Michael bajó la velocidad del auto; ya había decidido dejar a Armony a un costado de la ruta en cuanto tuviera la señal de las cámaras en la casa de Daphne; tenía que preservar a Armony a toda costa si quería rescatar a su hija:
—Armony, espero que entiendas que no puedo llevarte directamente hacia los raptores... Así como Daphne es la única ventaja que tienen ellos, tú eres la única ventaja que nosotros tenemos para recuperar a Daphne sana y salva.
Michael esperaba una reacción negativa por parte de ella, sin embargo Armony no parecía escucharlo, en lugar de ello sus dedos se movían a toda velocidad por el teclado de la computadora, hasta que en un momento se detuvo de súbito y exclamó:
—¡Se fueron, Michael, se fueron y se llevaron a Daphne con ellos! No queda nadie en la casa. —Armony comenzó a llorar nerviosa.
Michael clavó los frenos del auto, que se detuvo quedando atravesado a mitad del camino y miró la pantalla de la computadora. Las cámaras mostraban que la casa estaba vacía, los raptores se habían llevado a Daphne a un lugar desconocido y la situación empeoraba a cada instante.
Era momento de calmarse, aunque fuera difícil y pensar antes de actuar... Nunca hay que olvidar que «aunque una situación parezca ya muy mala, las cosas siempre pueden empeorar aún mucho más» y Michael eso lo había aprendido demasiado bien con los años.
Sabiendo que los raptores ya se habían retirado y mientras buscaba algo de calma y compostura, Michael estacionó el auto a un costado del camino y detuvo el motor:
—Es momento de pensar, Armony —le dijo muy serio—. No nos acercaremos a la casa, ya no es necesario y es un riesgo muy alto, no me extrañaría que nos hubieran tendido una trampa allí mismo y nos estén esperando ocultos por ahí cerca.
Miraremos lo que registraron las cámaras, tal vez saquemos datos de los videos grabados...
Tomó la computadora, que hasta ese momento tenía Armony en su regazo y empezó a reproducir los videos previos al secuestro de Daphne; allí había quedado todo registrado, incluido el momento en el que llegaron los raptores:
En la cámara de uno de los muñecos y que estaba en la ventana apuntando hacia el jardín del frente de la casa, vieron que todo comenzó con la llegada de dos autos modernos, nuevos y no muy llamativos; bajaron de ellos un total de cinco agentes de la Corporación, tres del primer auto y dos del segundo, del cual el primero en bajar fue Steven, que hasta ese momento los comandaba a todos.
—¡Steven! —exclamó Armony al verlo.
—Ese es el hombre que te llevó al faro —añadió Michael al reconocerlo también—. Todos ellos son agentes de la corporación Rottweiler, con absoluta seguridad, sus trajes y los vehículos que usan son inconfundibles; Armony asintió con la cabeza, sin quitar los ojos de la pantalla de la computadora.
Steven tocó el timbre mientras los agentes que lo acompañaban se ocultaron a ambos lados de la puerta en puntos ciegos, que hacían imposible su detección desde el interior del domicilio.
Daphne, al ver a un elegante hombre de traje y sin sospechar ningún tipo de peligro, abrió imprudentemente la puerta, entornándola hasta donde la cadena de seguridad le permitía; entonces sorpresivamente y con violencia, dos de los agentes, con un fuerte empujón abrieron del todo la puerta, arrancando la cadena completamente y arrojando a Daphne al suelo un par de metros dentro de la sala...
A los gritos, comenzaron a exigirle que dijera todo lo que supiera de Armony; la amedrentaban apuntándole con sus pistolas y querían saber principalmente donde estaba su madre en ese momento:
—¿Dónde está Armony?
—¿Quién la acompaña? ¿Con quién viaja?
—¿Adónde se fueron? Vamos ¡Responde!
Daphne, desde el suelo, lloraba aterrada, estaba totalmente rendida y sin ofrecer ninguna resistencia, exclamaba:
—¡No se nada, no me hagan daño, por favor, se los ruego!
Steven trajo una silla, la puso en el centro del salón y ayudó a Daphne a sentarse en ella:
—No temas, vas a estar bien —le dijo mientras la miraba a los ojos de cerca y la calmaba acariciándole los hombros.
Daphne, con su rostro cubierto de lágrimas y temblando, asintió con la cabeza varias veces.
Steven y uno de sus hombres comenzaron a moverse por la sala de estar, como esperando la llegada de alguien más; miraban por las ventanas, impacientes, mientras que los otros tres agentes revisaban los ambientes de la casa para asegurarse que no hubiera nadie más por allí oculto.
Instantes después se escuchó el sonido de un helicóptero acercándose y cuando empezó a descender las cámaras lo registraron a través de las ventanas: era un moderno helicóptero negro y sin identificación, que aterrizó en el jardín del frente de la casa, justo al lado de los autos que habían llegado previamente.
—¡La Directora ya está aquí! —dijo uno de los agentes en voz alta.
Daphne rogaba, llorando asustada y no se le entendía claramente lo que decía. Uno de los agentes levantó entonces la mano para golpearla y callarla, pero Steven se la sujetó con fuerza y mirándolo muy serio le dijo:
—¡Nadie la lastimará! ¿Esta eso claro para todos? —remarcó enojado, elevando su voz y haciendo valer toda la autoridad que su rango le confería en la cadena de mando.
—¡Eso lo decidiré yo! Desde ahora estoy a cargo ¿Está claro eso para ti, Steven? —le dijo desde la puerta la Directora, que acababa de entrar—. A partir de este momento esta operación cambia su estatus a encubierta —sentenció.
La mujer que había bajado del helicóptero era Sylvia Arrow, ostentaba un cargo claramente superior al de Steven y había llegado para hacerse cargo personalmente de la operación.
La acompañaban cinco hombres, que entraron con ella y rápidamente se pusieron en puntos estratégicos del salón. Sylvia pasó caminando junto a Steven, mirándolo de reojo de una manera despectiva y luego se dirigió a Daphne, a quien tomó del rostro con su mano, apretándola con fuerza:
—Las cosas han empeorado para ti... —le dijo sádicamente, asustándola aún más de lo que ya estaba.
—No me gusta tu estilo, Sylvia —le reprochó Steven provocándola adrede y haciendo que, de este modo, desviara su atención hacia él, en un intento de proteger a Daphne. Sylvia soltó el rostro de Daphne y se dirigió a él entonces:
—Pero soy tu superior, a partir de ahora eres el segundo al mando aquí, te guste o no, me debes obediencia... Por cierto, mi estilo me ha hecho llegar hasta mi puesto, deberías de tomar nota de eso si quieres ascender —le respondió ella desafiante y autoritaria, y agregó:
—No te olvides que yo no estaría aquí de no ser por tus fallas permanentes, Steven.
—¿A cuáles fallas te refieres, Sylvia?
—Primero, te equivocaste al eliminar a Armony Heart de la lista de objetivos y segundo, con tus métodos blandos, has demorado varios días en capturarla... La Corporación no se caracteriza por tolerar errores ni demoras. —Steven no le contestó más que con una expresión adusta, que Sylvia notó de inmediato:
—Sinceramente no entiendo que te pasa, Steven. Te noto tenso, preocupado ¿Cuál es la causa? ¿Te gusta esta mujer, sientes algo por ella acaso?
Te daré un consejo, no te encariñes con ella, no creo que llegues a conocerla tan bien como quisieras. —Con esas frías palabras, Sylvia le dio a entender que mataría a Daphne en cuanto ya no la necesitara más.
Steven continuó sin responderle nada, él conocía muy bien el carácter violento de Sylvia, como así también su crueldad y aunque él no le temía personalmente, no quería poner a Daphne en un riesgo aún mayor del que ya estaba.
En ese instante, uno de los hombres le alcanzó a Sylvia el teléfono celular de Daphne.
—Señora directora, encontramos esto.
Mientras revisaba el teléfono, Sylvia dijo con una sonrisa malvada:
—¡Muy bien! Aquí está justo lo que necesito, ahora quiero que aten a esta mujer muy bien a la silla, y usen una cuerda gruesa, en el helicóptero tenemos varias; apriétenla con fuerza, quiero que le cueste respirar y que se le note el sufrimiento en el rostro; véndenle los ojos y amordácenla también... Quiero toda una escena montada aquí para su madre.
Y cuando todo estuvo listo como ella quería, agregó:
—«La primera impresión es la que cuenta» ¿Verdad, Steven? Ahora mira y aprende como se hace esto.
En ese momento, Michael detuvo el video y se quedó mirando a la nada, su rostro mostraba una preocupación inusitada hasta ese momento, Armony vio su semblante y se dio cuenta de que las cosas eran aún peor de lo que ella imaginaba...
—¿Qué pasa, Michael? Vamos, dime, lo veo en tu cara; nunca te vi así hasta ahora, algo está muy mal ¿No es cierto?
Michael la miró a los ojos y con toda la calma que su preocupación le dejó mostrar, decidió contarle algo que, aunque sabía que la angustiaría aún mucho más, era necesario que Armony supiera para que tuviera conciencia cabal de contra quienes se estaban enfrentando:
—Esos hombres que entraron acompañando a esa tal Sylvia, los mismos que bajaron del helicóptero, no son agentes comunes de la Corporación, como los que habíamos visto hasta ahora... A esos se los conoce como cazadores y la Corporación los utiliza exclusivamente en sus operaciones especiales de mayor importancia, operaciones secretas de alto nivel, que ellos catalogan como operaciones encubiertas y que son similares a las operaciones negras que realizan los servicios secretos de algunos gobiernos.
La división especial, dentro de la corporación Rottweiler, que utiliza a los cazadores, es tan secreta que maneja su propio presupuesto interno...
¿Viste el helicóptero con el que llegaron? Es propiedad de ellos y te puedo asegurar que no hay registro de su existencia en ningún lado; los cazadores siempre utilizan para sus misiones vehículos sin identificación alguna.
La mejor manera de reconocerlos es porque, al igual que su ropa, sus transportes son siempre de un color negro absoluto.
La preocupación de Michael estaba más que justificada, la Corporación estaba poniendo a sus fuerzas de élite a cargo de la captura de Armony, la dificultad de lograr un rescate exitoso de Daphne se volvía cada vez más alta y ahora ambos lo sabían muy bien.
Armony se quedó en silencio, contemplando la imagen estática en la computadora, donde se veía a esos temibles hombres: el aspecto fornido que tenían, las armas de alto calibre que llevaban y la ropa táctica que vestían, así como el hecho de que ocultaran sus rostros con pasamontañas, dejaban en claro la peligrosidad que representaban y el entrenamiento militar que seguramente habían recibido.
—Parece que los conoces bien, Michael, dime ¿Te enfrentaste con ellos alguna vez? —le preguntó titubeando nerviosa.
Michael se quedó en silencio un instante, recordando un hecho de su pasado que lo había marcado a fuego, hizo una inspiración profunda y en cuanto se sintió listo comenzó a contar una historia que impactaría a Armony:
—Sí, una vez, fue en Alaska, cuando trabajaba en la unidad de rescate:
Una mañana recibimos la llamada urgente de un guardabosques desde un puesto a pocos kilómetros de nuestra base; había divisado una columna de humo negro, muy densa y que se elevaba desde lo profundo de un bosque cercano.
Nos dieron nuestras órdenes y despegamos de inmediato. Yo era el piloto del helicóptero, fuí con mi compañero habitual, Scott, que era el oficial de apoyo y se encargaba del uso de armas, y su novia, Carla, que era la única paramédica del grupo, y era obligatorio que ella nos acompañara para casos de posibles emergencias medicas y sanitarias, así lo indicaba el protocolo.
Los tres estábamos en la misma unidad desde hacia unos años ya y éramos muy buenos amigos. En profesiones como la de rescatista, donde uno arriesga su vida y se dedica a salvar la vida de otros, se forjan fuertes lazos de afecto, amistad y camaradería...
Desde hacía un tiempo, Carla y Scott estaban comprometidos, pensaban casarse en la primavera y comenzar a formar una familia, allí mismo, en Alaska.
Cuando teníamos que hacer una misión de reconocimiento nunca sabíamos con que nos íbamos a encontrar, podían ser cazadores furtivos o un accidente de alguna clase; aunque casos así, por lo general, se trataban de pequeños focos de incendio, provocados por excursionistas novatos que hacían mal una fogata; no había modo de saberlo hasta no comprobarlo..., sin embargo aquel día nos encentraríamos con algo muy diferente.
Cuando llegamos cerca, lo primero que vimos desde el aire fue un campamento con tres carpas en llamas y, tirados alrededor de ellas, lo que parecían ser varios cuerpos de personas, con mucha sangre en la nieve por todos lados. El humo dificultaba el poder verlo todo claramente...
Alejado, y como a unos cincuenta metros, estaba un helicóptero negro, que había aterrizado en la parte superior de un cerro bajo, se encontraba con su rotor principal en funcionando y listo para despegar.
A mitad de camino entre el campamento y ese helicóptero, dos hombres, vestidos con ropas tácticas negras y pasamontañas en sus cabezas, arrastraban por la fuerza a un joven, de unos quince años aproximadamente, hacia el helicóptero; era claramente una situación de secuestro.
En cuanto nos vieron, uno de ellos soltó al joven y sin dudarlo ni un segundo, nos disparo una ráfaga de balas con una ametralladora, que impactó casi de lleno en la cabina del helicóptero... Por la velocidad que tuvo y la precisión, supuse de inmediato que tenía alguna clase de entrenamiento militar, el parabrisas del frente y la ventana lateral derecha se astillaron, pero nadie resultó herido. Hice una maniobra evasiva, girando bruscamente y busqué un lugar donde bajar de manera rápida; en el aire eramos un blanco muy fácil para un arma de ese tipo.
Nunca antes había tenido que reaccionar bajo tanta presión, en ocasiones algunos cazadores ilegales llegaban a dispararnos, pero nunca con ametralladoras.
El bosque era muy denso y no había ningún lugar despejado donde descender; no tuve más opción que bajar directamente sobre el campamento en llamas, sabía que mientras no apagara el motor del helicóptero, el fuego se mantendría alejado de nosotros por la turbulencia del rotor principal, con la ventaja extra de que el humo nos cubriría, así fue que aterricé de inmediato en el medio del campamento destruido...
Recién ahí lo vimos todo claramente, y la impresión de lo que había pasado en ese lugar no la voy a olvidar jamás, por el resto de mi vida... Había cuerpos mutilados de hombres y mujeres, y sangre por todos lados; se trataba de gente normal, por sus ropas parecía que eran simples excursionistas.
Esos dos hombres solos los mataron a todos, habían usado armas blancas para sorprenderlos silenciosamente, y fueron rápidos... Ni siquiera los cazadores furtivos mataban a los animales de ese modo, era una carnicería horrible.
Scott tenía un rifle de largo alcance, con mira telescópica y era un excelente tirador; sin dudarlo ni un segundo, se bajó del helicóptero en cuanto tocamos tierra y tomó posición de disparo, apoyando una rodilla en el suelo para lograr una mejor estabilidad, y aguardó...
En cuanto vio a través del denso humo a su objetivo, le disparó acertándole en el medio del pecho. El hombre que nos había atacado con su ametralladora, cayó de espaldas.
«¡Buen tiro, Amor mío!», escuché que le dijo Carla; ella miraba todo con un par de prismáticos desde dentro del helicóptero, sin embargo y para nuestra sorpresa, el hombre se levantó casi de inmediato; llevaba obviamente puesto un chaleco a prueba de balas.
Hombres armados con ametralladoras y chalecos antibalas, era algo definitivamente muy raro de ver; comencé a reportar por la radio todo lo que estaba pasando a nuestra base de operaciones.
En cuanto el hombre se puso de pie, volvió a dispararnos, pero esta vez sin parar; parecía dispuesto a gastarse toda la munición que tenía en el cargador de su arma. Los disparos eran imprecisos y en parte a ciegas porque el humo negro nos cubría bastante bien.
El otro hombre continuó arrastrando al muchacho, pero ahora que su compañero no lo ayudaba, lo hacía con mucha dificultad, ya que el joven se resistía con todas sus fuerzas.
Carla y yo nos agachamos dentro del helicóptero, fue un acto reflejo ante los disparos, sin embargo Scott continuó en su posición, firme e inmutable, con sangre fría..., esa era su característica principal en momentos difíciles y siempre lo admiré por eso.
Con su mano delantera, con la cual sostenía el rifle, hizo un giro enrollando la correa del arma en ella para así sostener mejor su rifle, aumentando su estabilidad y precisión, y apuntó controlando su respiración con toda la calma de un francotirador versado y a pesar de la lluvia de balas que caía sobre nosotros...; buscaba un punto vulnerable en su objetivo y cuando vio la oportunidad, disparó nuevamente; esta vez la bala atravesó la pierna del hombre, con tanto tino, que saltó un gran chorro de sangre a presión; «¡Sí, eso es! Le atravesó la arteria femoral, ahora sí que está acabado», dijo Carla feliz y apretando un puño, pero su alegría duró muy poco, ya que en ese mismo instante Scott cayó desmayado al suelo; tenía una gran mancha de sangre en la mitad derecha de su pecho, uno de los disparos de la ametralladora le había dado certeramente, atravesándole un pulmón.
Carla bajó desesperada del helicóptero y empezó a atenderlo de emergencia para estabilizarlo como pudiera.
Vi al muchacho, que se había logrado soltar, corriendo hacia donde estábamos mientras que el otro hombre ayudaba a su compañero herido a subirse al helicóptero para huir.
Cuando el joven llegó hasta nosotros estaba en choque, era asiático y vociferaba muchas cosas con un acento difícil de comprender; entre lo que decía y que pude entender, dijo que él era hijo de una persona rica y poderosa y que esos dos hombres que habían matado a todos eran cazadores de la corporación Rottweiler y que lo querían secuestrar para chantajear a su familia.
Fue la primera vez que escuché hablar de la Corporación...
En el campamento incendiado no sobrevivió nadie, salvo el muchacho y una de sus asistentes personales, una joven asiatica que era una de sus guardaespaldas y a quien también rescatamos ese mismo día.
Se hizo una pausa y Michael no dijo más nada, le costaba terminar de contar los detalles finales de su anécdota; Armony sospechó el por qué y aunque ya intuía la respuesta, de todos modos le preguntó:
—¿Y tu amigo, Michael... Scott, se salvó?
—No, Scott no se salvó; no pudimos llegar a tiempo a la base y murió en el viaje, en brazos de Carla, fue algo muy triste.
Ese día vivimos algo muy traumático para todos, nos destrozó como equipo y nunca nos recuperamos de aquella experiencia por la que pasamos... Unos meses después, renuncié; necesitaba alejarme, fue también por aquellos días que conocí a Nayara y comencé a buscarte.
La voz de Michael se quebraba por momentos al contar aquello, era obvio que aún lo afectaba y que no quería recordarlo más; Armony le acarició cálidamente el hombro en señal de apoyo y consuelo.
—Contra esos hombres nos enfrentamos ahora, Armony —dijo Michael mirándola a los ojos, muy preocupado por la riesgosa situación en la que se encontraba Daphne y agregó:
—Voy a adelantar un par de minutos la grabación, hasta la parte final del video, luego de que les corté la llamada, necesitamos ver que fue lo que pasó después. —Michael reprodujo el video en alta velocidad y lo detuvo justo cuando Sylvia le dijo a Steven:
—Vayamos a la estación terminal superior del teleférico, allí hay un helipuerto y todavía está cerrada al público, la van a inaugurar recién el mes que viene... Es perfecta, no hay gente y tendremos la privacidad que necesitamos; y lo más importante es que nos pertenece, el teleférico es propiedad de la Corporación. Allí ocultaremos a la rehén, hasta que me contacte con su madre nuevamente para que venga a rescatarla..., y otra cosa, Steven, por si tiene la idea de venir por aquí antes, que se queden tres de nuestros agentes ocultos fuera de la casa, vigilando y listos para capturarla.
Steven hizo una seña para que lleven a Daphne al helicóptero y cuando la retiraron de la sala, le preguntó a Sylvia:
—¿Qué vamos a hacer con ella cuando tengamos a Armony?
—Simplemente no saldrá viva de esto... De hecho, ninguna de las dos lo hará cuando ya no me sean útiles para nada —le respondió Sylvia con una frialdad absoluta—. Esta es una operación encubierta, Steven ¿Qué esperabas? No debe quedar rastro alguno de nuestra presencia, y mucho menos testigos.
Tenemos que proteger el anonimato de la Corporación por sobre todas las cosas, recuerda que «el poder prevalece más fácilmente cuando es secreto». Me sorprende ver que después de tantos años trabajando con nosotros todavía no aceptes las cosas como realmente son... La raza humana es todavía muy inmadura como para gobernarse a sí misma libremente, sin embargo es mucho más dócil cuando cree que así es. La existencia de organizaciones como la nuestra mantiene a este mundo en la senda del progreso, pero nuestra tarea debe de permanecer anónima, siempre y a todo nivel —sentenció con una sádica sonrisa.
Steven la miró con desprecio, mordiéndose la lengua para no responderle mientras que Sylvia continuó diciéndole:
—Relájate, todavía no la mataré; esto es similar a una partida de ajedrez, mi juego favorito. Nunca debes tomar las piezas de tu oponente en cuanto puedas, sino cuando llegue el momento más oportuno...
Por tu mirada, Steven, pareciera que me odiaras por haber decidido ya el matar a esa mujer; te haces mucho problema por esa Daphne... Pero si es solo una mujer débil y patética, ya la viste llorando como una niña asustada, no sirve para nada. Deberías de avergonzarte por sentir empatía hacia ella.
Por otro lado, la enviaré al más allá junto con su madre, que le hará compañía —remató con una ironía mordaz.
—Tomas a la muerte con mucha liviandad, Sylvia.
—¡Y tu le das mucha importancia a la vida, Steven! Al fin y al cabo, después de que las mate, volverán a renacer; algún día, claro está...
—Tu cinismo es francamente atroz; sabes perfectamente que van a tener que volver a luchar por todo lo que han conseguido en esta vida y también que perderán a sus vínculos afectivos, que quedarán desfasados en tiempo... Es monstruoso que tomes a la muerte con tanta naturalidad.
—Todo lo que hayan hecho en esta vida, lo harán mejor en la siguiente y con respecto a sus afectos, son dos almas solitarias, que no tienen a casi nadie que las quiera... Se podría decir que hasta les haré un favor —remató Sylvia con una sádica ironía.
Apelar a los sentimientos de Sylvia era algo inútil, la vida de nadie valía más que sus propios objetivos para ella, pero en el caso de Daphne se podía intuir que había una dosis de odio extra, una saña especial, y su motivo era aún desconocido...
—¿Sabes acaso por qué caen los fuertes y poderosos, Steven? —le preguntó entonces Sylvia—. Porque se apiadan de los débiles —se respondió a sí misma y quedó un instante en silencio aguardando alguna reacción de él...
—¿Acaso te parezco cruel, tal vez, Steven? —Él no le respondió con palabras, solo con su inmutable mirada desafiante y ante esa actitud, Sylvia dio por sentada su respuesta:
—Ya veo, me decepcionas una vez más, Steven. Debo de suponer entonces que la naturaleza también te debe de parecer, monstruosamente desalmada; te hago una pregunta ¿A quién apresa un león cuando persigue a una manada de gacelas? A la más fuerte no, esa va a la cabeza y escapa, el león termina con la más lenta y rezagada de la manada, la más débil, por supuesto...
Toda nuestra realidad, lo que llamamos progreso, se basa en eso; son los cimientos de la competencia que llamamos vida. Nuestra naturaleza es mejorar, superarnos en todo sentido, y el que no lo logra... queda atrás, rezagado como la gacela que termina siendo devorada.
Solo los humanos se empeñan en proteger irracionalmente a los débiles, la naturaleza es mucho más práctica y eficiente: ella simplemente, los recicla.
Michael bajó la pantalla de su computadora, ya no quería ver en cuán crueles manos estaba la vida de Daphne y entonces le dijo a Armony:
—En este momento hay que mantener la cabeza fría, evaluar todos los elementos cuidadosamente y sobre todo no equivocarnos en lo que vamos a hacer. Tenemos una pequeña ventaja sobre ellos aún: la sorpresa.
Primero debemos que averiguar cual teleférico se encuentra a punto de ser inaugurado, tiene que ser en esta zona, ya que no se van a alejar mucho por el tema del rescate, además tiene que tener un helipuerto; con suerte no habrá más de uno... Rescataremos a Daphne, te lo prometo.
A pesar de sus palabras, Michael sabía muy bien que estaba en amplia desventaja; se enfrentaba él solo a las tropas de élite de la Corporación, comandadas por una líder cruel y desalmada, y solo contaba con Armony a su favor, a quien no quería arriesgar.
¿Cómo enfrentarse en una lucha tan desigual, que posibilidades tenía de salir victorioso? La respuesta más optimista era simple: muy pocas...
Mientras tanto y en ese mismo instante, el helicóptero de la Corporación, donde llevaban secuestrada a Daphne, llegaba a la estación del teleférico elegido por Sylvia...
El complejo estaba ubicado en la cumbre de un pico montañoso con una forma muy particular, semejante a la cabeza de un venado o un ciervo.
Sylvia bajó con todo su escuadrón de cazadores, mientras que Steven con uno de sus agentes se quedó a bordo y esperando junto a Daphne.
Un par de guardias de la estación salieron a su encuentro, pero cuando advirtieron que los hombres que se aproximaban estaban armados se quedaron quietos y temerosos, sin saber muy bien como reaccionar. Sylvia se adelantó a sus hombres y se acercó sola a los guardias de la estación:
—Mi nombre es Sylvia Arrow y soy directora de personal de la corporación Rottweiler, que es a su vez dueña de esta estación. Desde este instante tomo el completo control de estas instalaciones —dijo ella con voz de mando firme mientras les mostraba sus credenciales a los guardias, que sin dudarlo se pusieron a sus órdenes.
La estación era enorme y muy moderna, tenía varios pisos de altura y estaba completamente equipada: desde el exterior se podía apreciar que contaba con un puesto de análisis meteorológico y un potente equipo de comunicaciones, con varios instrumentos atmosféricos y antenas distribuidas en un par de grandes torres.
Estaba ubicada en la cima de un escarpado pico rocoso y las únicas maneras de llegar a ella eran: por el teleférico, partiendo desde la estación de la base; en helicóptero, utilizando su helipuerto; o por tierra, en vehículo y recorriendo un sinuoso camino asfaltado y muy bien vallado, que conducía desde la base del pico hasta la cima.
El lugar era un auténtico bastión, muy fácil de controlar para los experimentados hombres de Sylvia y tenía todas las comodidades para mantener a Daphne capturada y bien oculta, y realizar así cualquier tipo de negociación.
Era un lugar inaccesible para cualquier intento de rescate.
—Ustedes tres, quédense vigilando el camino; ustedes dos, vayan al helicóptero con el piloto y quédense allí con él —les dijo Sylvia a sus cazadores—. El resto, vengan conmigo al interior de la estación, quiero que se desplieguen y aseguren las entradas. —Así dio ella las órdenes a sus hombres, siguiendo un procedimiento que conocía muy bien.
—Steven, quiero que lleves a nuestra huésped a un cuarto y que la dejes bien sujeta a una silla, no hace falta que quede ninguno de tus agentes controlándola, los necesito vigilando todos los puntos de acceso, esta estación es realmente enorme.
Steven llevó a Daphne a la boletería de la estación, que estaba ubicada en el nivel inferior, justo donde terminaba el gran vestíbulo de la planta baja.
La boletería se trataba de un gran cuarto alargado, horizontal y cerrado. Estaba preparada para expender boletos a una gran cantidad de público al mismo tiempo por varias ventanillas y el único acceso era a través de dos simples puertas, ubicadas a ambos costados. Era un lugar que estaba muy bien iluminado y tenía grandes ventanales que permitían controlar a Daphne desde casi cualquier ángulo del gran nivel principal.
—Quítame la venda de los ojos, por favor —rogó Daphne llorando desconsolada mientras Steven la ataba a la silla.
—Lo siento mucho —le respondió él cabizbajo y sintiéndose culpable.
Daphne siguió llorando; Steven la dejó sola y regresó con Sylvia.
—Ya está, Sylvia, todas tus órdenes han sido cumplidas ¿Y ahora que sigue?
Sylvia se ajustó sus guantes de cuero negro y respondió sonriente:
—Ahora esperaremos unas horas para que Armony se desespere más; la angustia de no saber que le está pasando a su hija la va a destrozar. Si comete el error de aparecer por casa de Daphne, la capturaremos y si no, ya me comunicaré con ella...; seguramente, cuando lo haga, va a estar mucho más cooperativa que la última vez.
Steven se sintió asqueado de estar participando en un secuestro, su rostro mostraba el desprecio que sentía por la bajeza a la que Sylvia lo había arrastrado.
—Vamos, Steven ¿Qué te pasa, por qué tan serio, no te gustan mis métodos acaso? —le preguntó Sylvia sádicamente mientras le acariciaba el rostro con su dedo índice.
—Sinceramente, Sylvia, opino que tu manera de proceder no puede ser más ruin —respondió él con una agresiva sinceridad y un tono abiertamente desafiante—. Aprovecharse de uno de los más nobles y hermosos sentimientos que conoce la humanidad, como lo es el amor familiar, para obligar a alguien a hacer algo en contra de su voluntad... Creo que debería de existir un infierno solo para castigar esa clase de acciones, y debería de ser uno de los peores.
—¿Infierno, has dicho? Como si tal cosa existiera. Si por infierno te refieres a los castigos que el destino nos impone en vida a nuestro accionar negativo, te recuerdo que yo solo obedezco órdenes superiores, al igual que tú obedeces las mías. Te recomiendo que cuando pienses en mi castigo, también medites en el tuyo propio; creo que lo deberíamos de compartir ¿No te parece?
—Tu disfrutas obedeciendo esas órdenes, Sylvia, en cambio yo no, y te ruego que no me compares contigo nunca más, somos muy diferentes. Me despreciaría profundamente a mi mismo si fuera como tú.
Steven sabía como hacer enojar a Sylvia y se sentía aliviado al echarle en cara todo lo que pensaba, pero su catarsis era tan satisfactoria como peligrosa, estaba jugando con fuego al hablarle de ese modo...
Sylvia cambió su actitud de manera brusca, así de explosivo y mutable era su carácter, su falsa sonrisa se convirtió en una mueca de enfado:
—Te aconsejo que selecciones mejor tus palabras; no vas a disfrutar en lo más mínimo si me llego a enfurecer contigo —le dijo ella amenazándolo. Steven simplemente guardó silencio, ya había hablado demasiado y sabía que provocar la ira de Sylvia era siempre algo muy fácil de hacer, y nunca una buena idea.
La cumbre del ciervo
Sin tiempo que perder, Michael elaboró un plan peligroso en el que se arriesgarían tanto su vida como la seguridad de Armony; con la situación actual no podía darse el lujo de ser conservador o Daphne pagaría las consecuencias. Puso en marcha el auto y condujo de manera muy veloz hacia la ciudad; Armony, tratando de ordenar sus pensamientos y confiando en que él estaba elaborando una operación para recuperar a Daphne, prefirió no interrumpirlo durante todo el viaje y guardó silencio.
Una vez en la ciudad, Michael condujo directamente hacia el distrito comercial y comenzó a recorrer la zona.
—¿Qué buscas? ¿Adónde nos dirigimos ahora? —le preguntó Armony nerviosa; Michael, por su parte, estaba tan concentrado en su plan que apenas le prestaba atención.
—No has dicho nada desde hace un buen rato ya, casi no puedo soportar mis nervios... Háblame, por favor, Michael, no me gusta todo este silencio.
—Estoy buscando un comercio donde vendan artículos para montañistas y excursionistas; tiene que ser una tienda grande donde pueda encontrar todo lo que necesitaremos...
—¿Todo lo que necesitaremos para qué, se puede saber? —insistió ella, pero él no le respondió nada.
Justo en ese momento, Michael detuvo el auto delante de una enorme tienda que parecía ajustarse perfectamente a lo que buscaba:
—Tengo que comprar algunas cosas aquí, Armony; las vamos a usar para rescatar a Daphne.
—Te acompañaré —dijo ella y bajó con él.
La tienda era enorme, muy moderna y perfectamente iluminada; tenía el aspecto de un gran supermercado, aunque enfocado casi exclusivamente al rubro del turismo aventura. Había pasillos con góndolas y artículos de todo tipo. Michael se fue directamente al sector de montañismo y comenzó a tomar toda clase de elementos necesarios para escalar en roca sólida; Armony se fue a buscar un carrito de compras, ya que él en su apuro lo había olvidado, y cuando volvió lo ayudó a acomodar todas las cosas que agarraba.
—Voy a necesitar sogas, un arnés, mosquetones, poleas, anclajes, estacas y martillos, y también un par de crampones. —Armony lo miró desconcertada, la jerga del montañismo le era bastante ajena—. Los crampones son esas armazones de metal con púas que se sujetan a la suela del calzado para traccionar en hielo, sin resbalar —aclaró él, explicándole a ella y repasando al mismo tiempo todo lo que necesitaría, y asegurándose así de no olvidar nada. Michael era obviamente un experto escalador y sabía lo que buscaba a la perfección.
Armony, que estaba asombrada, simplemente lo escuchaba y lo acompañaba, era lo único que podía hacer en ese momento.
—¿Qué tal unos prismáticos como estos, Michael? —preguntó ella repentinamente y tratando de colaborar en algo, mientras tomaba un par que estaban en la góndola de enfrente.
—Sí, excelente, adelante y toma también cualquier otra cosa que te parezca útil.
Cuando tuvieron todo, fueron al mostrador a pagar.
—Buenos días ¿Van a escalar alguna montaña cercana? Hoy el día va a estar hermoso para el montañismo —les preguntó el dueño de manera muy amistosa y con una gran sonrisa al ver todo el equipo para escalada que Michael había tomado y al mismo tiempo para hacer charla mientras facturaba los artículos.
—¡Sí, nos encanta escalar! Pero no somos de aquí, vinimos a pasar unos días solamente —dijo Armony—. Hay una montaña en especial que nos interesa, pero no me puedo acordar del nombre. Es donde se va a inaugurar el teleférico nuevo el mes que viene, es importante, recuerdo que tiene un helipuerto.
—Se refiere al pico Cabeza de ciervo —dijo el dueño sin dudar—. Allí se va a hacer un festival de esquí en tres semanas más, con motivo de la inauguración del teleférico; lo han estado publicitando a cada rato por la radio. La estación de la cima ya está terminada y lista para ser usada, pero la piensan abrir al público recién el día del festival.
—¡Exactamente! Ese es el lugar —dijo Armony asintiendo con la cabeza y mirando de reojo a Michael.
—Aquí hay un mapa donde figuran los principales puntos de escalada de toda la región —dijo el amigable hombre y sacó un gran mapa, que desplegó en el mostrador—. Nosotros estamos aquí y este es el pico Cabeza de ciervo, pueden llegar fácilmente a él por esta ruta —les indicó con el dedo señalándoles todo el recorrido en el mapa—. Tome el mapa, señorita, lléveselo, es gentileza de la casa.
—Muchas gracias, es usted muy amable —le respondió Armony mientras guardaba el mapa en su abrigo.
—Dígame, esos drones aéreos que tiene ahí ¿Qué alcance tienen? —preguntó Michael.
—Tiene buen ojo, amigo —le respondió el dueño—. Esos me llegaron la semana pasada y son profesionales; tienen un rango operativo de cinco kilómetros, asegurados, con alcance perfecto; autonomía extendida; y una cámara de alta resolución... Por lo general los compran los canales locales de televisión y también son muy usados en documentales, déjeme advertirle que no son nada baratos.
—El precio no me importa, quiero uno y con la batería ya cargada, por favor —le respondió Michael apurado—, y también quiero un par de bengalas de humo para señalización diurna, las más potentes que tenga.
—¡Sí, señor! Todo lo que usted quiera, no siempre tengo clientes tan buenos como ustedes —dijo el dueño contento por la gran venta que estaba realizando.
—¿Tiene algún tipo de granadas aturdidoras?
—¿Granadas aturdidoras? —preguntó el vendedor sorprendido—. No, señor, lamentablemente ese no es mi rubro...; pero aquí a la vuelta mi hermano tiene una tienda que se especializa en artículos para cazadores, seguridad privada y defensa personal. Vaya de mi parte —dijo y tomó una tarjeta de su tienda, anotó algo en la parte trasera y se la dio a Michael—. Entréguele esta tarjeta y dígale que yo lo mando, él le conseguirá todo lo que necesite.
—Gracias —dijo Michael con un tono de complicidad, pagó y guardó todo lo que había comprado en el auto, con la ayuda de Armony.
Luego fueron a la tienda de armas que les había recomendado el dueño del comercio...
El negocio era grande, pero más pequeño que el anterior y menos luminoso también; las paredes estaban cubiertas con un acabado en madera, simulando el interior de una cabaña. La decoración era más tradicional y menos moderna; hermosos y grandes cuadros con imágenes de paisajes naturales, de montañas y bosques, colgaban de las paredes, junto con algunas cabezas de animales disecados, al tiempo que otros, de cuerpo completo, también ambientaban el lugar. Todas las góndolas del salón estaban llenas con ropa de invierno y artículos de pesca; las armas, en su mayoría rifles de cacería, se encontraban en varios exhibidores y detrás del mostrador principal.
—Espero que esos animales sean solo muñecos —susurró Armony con desagrado y aferrándose al brazo de Michael asustada, y asqueada al mismo tiempo.
—Lo tuyo no es la caza —le expresó él en voz baja—, te confieso que a mí tampoco me agrada.
—¿En que puedo servirle, caballero? —le preguntó el dueño tras el mostrador.
—Me envía su hermano, de la tienda de aquí a la vuelta; me dijo que usted podría conseguirme unos artículos que él no vendía —le respondió Michael mientras sacaba la tarjeta con la anotación en su reverso, que le había dado el hermano del dueño, y se la entregaba.
El hombre miró la tarjeta cuidadosamente y se la guardó en un bolsillo.
—Vengan, acompáñenme —les dijo, y los llevó subrepticiamente a un cuarto interno del establecimiento, un lugar oculto...
En ese sitio la decoración era muy diferente a la de la tienda, el ambiente no era muy grande, pero era moderno y luminoso; no se apreciaba decoración alguna y había vitrinas con armas muy diferentes a las que se vendían en el negocio principal: se podían ver pistolas automáticas, granadas y armamento de tipo militar.
Armony miraba todo con sus ojos bien abiertos, estaba asombrada y en parte asustada, las armas la atemorizaban bastante.
—Veo que tiene un muy buen surtido en este lugar... Ando buscando granadas aturdidoras —dijo Michael, luego de recorrer con su mirada todo el cuarto.
—Aquí tiene estas, son las que usan los equipos de asalto del ejército; tienen espoleta con retardo de tres segundos, son muy buenas, se lo aseguro —acotó el dueño señalando una de las vitrinas.
—Déme tres granadas de esas y me gustaría agregar una pistola calibre nueve milímetros, con algo de munición... Le aclaro que no tengo tiempo para el papeleo habitual en estos casos.
—Ninguno de los artículos que están en este cuarto se venden con papeles, caballero —respondió el dueño con una sonrisa cómplice—, y el pago es en efectivo —señaló.
—Por supuesto —dijo Michael, dejándole en claro que había comprendido perfectamente que esa mercancía no era del todo legal.
El dueño le dio todos los elementos en una discreta mochila cerrada, Michael pagó y se retiraron de la tienda, emprendiendo el viaje hacia el pico Cabeza de ciervo.
Armony lo acompañaba en silencio y esta vez no era por no interrumpirlo, estaba muy angustiada por Daphne... y después de ver lo que había comprado Michael, se había preocupado aún más. No quería transmitirle sus miedo y dudas a él, así que optó por lo más sensato que podía hacer y depositó toda su confianza en lo que fuera que Michael tuviera en mente, así lo hizo siempre siendo Melody.
—Armony, quiero que busques en internet todo lo referente a la estación de la cima de ese pico, necesitamos ver todo lo que podamos: fotos, planos, datos, lo que sea es útil —le dijo él mientras le alcanzaba su computadora portátil.
Mientras tanto, en la estación, Sylvia repasaba como lo había organizado todo hasta ahora y se preparaba para la siguiente etapa de su plan:
—Bien, tengo a varios hombres en la entrada, controlando el único camino de acceso para vehículos terrestres, las caras del pico son muy escarpadas para que alguien nos sorprenda por ahí, el helipuerto esta ocupado por nuestro helicóptero y también está asegurado con guardias... Yo diría que somos, inexpugnables —comentó para sí pensando en voz baja.
—¡Socorro! ¡Que alguien venga, por favor! —comenzó a gritar Daphne en ese momento; aunque estaba encerrada sola en la boletería del vestíbulo sus gritos eran tan fuertes e insistentes que retumbaban por todos lados. Preocupada y con mucho miedo intentaba soltarse, pero no podía; Steven la había atado demasiado bien a la silla, sin embargo estaba más desesperada por haber quedado con sus ojos vendados, como fotógrafa la aterraba el no poder ver nada a su alrededor.
—Parece que tu novia te necesita, Steven —le dijo Sylvia burlándose de la compasión que él había mostrado por Daphne—. Ve a ver que le pasa y haz que se calle la boca, antes de que provoque una avalancha —remató con sarcasmo.
—Bien, ya mismo voy —respondió él sin dudarlo, pero cuando se dio media vuelta para ir con Daphne, la mano de Sylvia lo sujetó con fuerza del brazo:
—Y..., Steven, te daré un buen consejo: no te encariñes mucho con ella o seras tú al que yo le ordene ejecutarla cuando todo esto acabe —le aclaró en tono amenazante y entrecerrando sus ojos.
Steven sabía que Sylvia no bromeaba, podía ser muy sádica cuando se lo proponía, ya había decidido matar a Daphne y no había nada que él pudiera hacer para que ella cambiara de idea.
Cuando Steven entró en la boletería, donde aún estaba Daphne gritando, cerró la puerta para tener algo de privacidad con ella...
—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas tanto? —le preguntó amablemente.
Daphne se quedó muda, no sabía que responder; realmente gritaba por la desesperación y no esperaba que viniese nadie a atenderla.
—Bien, si no necesitas nada entonces me voy...
—Tengo sed —alcanzó a decir ella, improvisando algo.
Steven se quitó sus guantes y tomó una pequeña botella de agua que estaba arriba de una mesa, la abrió y la ayudó a beber. Sintió el impulso de tocar su cabello disimuladamente y con sus manos desnudas mientras la ayudaba... La veía beber como en cámara lenta, tan necesitada de su ayuda, tan indefensa y tan inocente del peligro que la asechaba.
Ese simple acto hizo que Steven se diera cuenta de la atracción que sentía por Daphne. Así sucede cuando dos almas compatibles se conectan por primera vez, siempre es algo inesperado... Realmente, Daphne le interesaba y en ese instante tomó una decisión: no dejaría que Sylvia ni nadie la mataran, tenía que salvar su vida de algún modo, pero ¿Cómo? Todos los hombres de la estación responderían a Sylvia, que era su superior y no a él, necesitaba tiempo para pensar en algo.
—Gracias —dijo ella al terminar de beber y le preguntó— ¿Qué piensan hacer conmigo?
Steven no le respondió, no podía decírselo.
—¿Qué van a hacerme? ¿Qué me va a pasar? —siguió preguntando Daphne con insistencia creciente.
Solo obtuvo como respuesta el silencio de Steven, que sentía un nudo en su garganta por lo que tendría que decirle; su silencio, sin embargo, fue la más terrible respuesta para Daphne, que al comprenderlo rompió en un llanto desesperado:
—¡No les hice nada malo, no merezco morir! ¿Por qué me hacen esto? No quiero morir..., por favor...
Steven se agachó y se puso cara a cara con ella, dejó la pequeña botella de agua en el suelo y con suavidad le retiró la venda de sus ojos para que se vieran directamente.
Daphne entrecerró los ojos por la claridad repentina que la encandiló y durante el breve instante, que fue el que tardó en adaptarse a la luz del cuarto, Steven aprovechó para contemplarla, disfrutando todas las sensaciones que ella le inspiraba; el mirarla tan de cerca solo reafirmaba su decisión interna de protegerla.
En cuanto Daphne estuvo lista, lo miró a los ojos y en ese momento se estableció una comunicación no verbal, e infinitamente más profunda...
—Lamento mucho esta situación... Solo te aseguro una cosa, Daphne: no dejaré que mueras, ni que nadie te haga daño. Aunque sé que es algo difícil, te ruego que confíes en mí. Te doy mi palabra de hombre, que es todo lo que puedo darte, por ahora.
La cadencia de sus palabras y la decidida y segura voz de Steven, así como la expresión de su rostro, calmaron a Daphne de inmediato. Durante un momento permanecieron en silencio, solo sosteniendo sus miradas, dejando que sus ojos hablaran, y develaran sentimientos que solo se traslucen a través de ellos.
Daphne quedó sorprendida, el choque de emociones contradictorias dentro de ella era muy intenso: miedo, esperanza y gratitud se entremezclaban, abrumándola emocionalmente... Hasta que, en un instante, advirtió de súbito los deseos de Steven y en ese momento sus almas se rozaron...
—De acuerdo, te creo —dijo ella suavemente y le hubiera regalado una sonrisa también, de no ser porque, en ese instante, un fugaz destello proveniente del arma que Steven llevaba consigo la asustó.
—¿No te gustan las armas, Daphne? —le preguntó él al advertir su reacción de temor.
—No solo no me gustan, las odio... Desde chica me han dado muchísimo miedo. Siendo pequeña, una persona muy amada por mí fue herida de un disparo una vez —le contestó ella.
Steven sacó su arma, un brillante y plateado revólver de gran calibre, que era su favorito desde la época en la que fue militar y le dijo:
—De no ser por este revólver yo no estaría con vida, algún día me gustaría contarte la historia completa de como fue que lo conseguí; por ahora me conformo con poder darte mi perspectiva sobre las armas:
Hay muchos elementos, muy comunes en la vida cotidiana, que pueden matar fácilmente; los cuchillos de cocina y los automóviles son buenos ejemplos de lo que digo y la gente no les teme tanto como a las armas de fuego.
Al igual que cualquier objeto, las armas no hacen nada solas, no son ni buenas ni malas. Lo que debes de temer, realmente, es a quienes las usan y lo que son capaces de hacer con ellas...
Mi experiencia me ha enseñado que las personas más peligrosas son aquellas que cambian su manera de ser al tener un arma en la mano, sienten que el arma les da el poder de decidir quien vive y quien muere; ven como las personas se amilanan ante ellos por el simple hecho de tener un arma en la mano y sienten que eso les da la autoridad de someter a otros, eso les hace olvidar lo insignificantes que son en realidad... y siempre «el poder en manos de seres insignificantes es sumamente peligroso». Lamentablemente, la mayoría del mundo se siente con derecho a tener poder por sobre los demás, sin darse cuenta que eso que sienten solo demuestra su falta de idoneidad... No cualquiera debería de empuñar un arma, no cualquiera esta listo para usarla.
—¿Y como se puede saber quién esta listo y quién no? —preguntó ella con un leve tono de discrepancia.
—Hay toda una preparación previa, Daphne. El motivo por el cual uno decide tener un arma es algo fundamental... Cuando alguien está mentalmente preparado para usar un arma no elige cualquier arma al azar, busca una en especial, que es la que mejor se ajusta a sus intenciones. Hay que conocer a la perfección el arma que se usa, no es casualidad que yo use este revólver en particular.
—Una vez durante la realización de un documental sobre grandes felinos de África, el guía que me acompañaba me contó que el arma dice mucho de la persona que la porta —acotó Daphne.
—Eso que te dijo el guía es muy cierto —reafirmó Steven mientras enfundaba su revólver nuevamente—. Antes de unirme a la Corporación, fuí militar. Desde mi entrenamiento básico con armas demostré ser un buen tirador, es una cualidad innata que tengo; y siempre preferí el uso de armas no automáticas, como los revólveres, porque necesito confiar plenamente en mi arma. Los revólveres no se atascan y nunca fallan. Creo en la precisión, de hecho, siempre pensé que si uno necesita muchas balas para cumplir su misión, entonces debería de haberla planeado mejor... Y también soy de gustos un tanto clásicos —agregó sonriendo.
Mientras tanto y al pie de la montaña, justo donde nacía el sinuoso camino de ascenso, muy lejos de la mirada de los secuestradores y debajo de unos tupidos árboles, Michael había estacionado el automóvil y estaba sacando del baúl las cosas que había comprado. Armony, de pié y junto al vehículo, miraba hacia la cima del pico con un par de prismáticos:
—No veo nada, es imposible... Hay como una bruma que no deja ver claramente la cima —se quejó impotente.
—Supuse que algo así nos podría pasar y fue por eso que compré esto —le respondió Michael mientras sacaba el dron—. La cámara de video incorporada de este dron nos va a permitir ver lo que está pasando allá arriba; sé volarlos muy bien, era frecuente el uso de aparatos como este en mi unidad de Alaska durante los rescates.
Michael dirigió el dron hacia la cima y aunque los vientos de la cumbre le dificultaban bastante el control de la pequeña aeronave, pudo posicionarla de modo tal que la cámara le mostró lo que ocurría y sin que ninguno de los hombres de Sylvia lo advirtiese.
Con cuidado, lo fue desplazando alrededor de la estación, reconociéndola y hasta le pareció ver fugazmente a Daphne, también pudo ver a varios de los agentes y cazadores desplegados en sus posiciones.
Luego hizo descender al dron y lo guardó mientras meditaba en ese momento sobre la situación... Finalmente dijo:
—Recapitulemos: sabemos que básicamente se trata de una estación de teleférico nueva y aún no inaugurada, aunque totalmente operativa; es muy grande, con una altura de varios niveles; tiene un helipuerto, con un helicóptero en él y el helicóptero está protegido por un piloto y un par de guardias, que están dentro; el único acceso por vía terrestre es usando un camino que se puede transitar en automóvil y está fuertemente vigilado también.
Tienen todos los accesos a la estación muy bien cubiertos; esperaba no tener que recurrir a arriesgarte pero... no puedo hacer el rescate yo solo, Armony; lo siento, pero te voy a necesitar como distracción —le dijo lamentándose y disculpándose por tener que ponerla en peligro.
—Úsame en tu plan como mejor te parezca, Michael; yo estoy feliz de poder ayudarte a rescatar a nuestra hija —le respondió ella tomándolo del brazo e instándolo a que lo hiciera.
—La única posibilidad que tenemos de sacar a Daphne de ahí y salir los tres juntos es usando el teleférico.
Si todo es tal y como nos dijo el dueño de la tienda ya debe de estar funcionando perfectamente, no lo han habilitado para el público aún, pero lo piensan empezar a usar abiertamente el mes que viene, cuando la temporada de esquí esté a pleno.
Hay una cabina lista en la estación de la cima, acabo de verla, así que vamos a usarla para bajar. Es casi seguro que todo ya esté operativo y en modalidad de prueba... Aunque solo tendremos la certeza de eso cuando estemos allí.
—Creo que hay algo en lo que no pensaste aún, Michael... En cuanto subamos a esa cabina y comencemos a escapar, seguramente, van a frenar el teleférico desde la estación y terminaremos los tres atrapados dentro.
Michael le sonrió confiado, había una parte de su plan que aún no le había contado:
—Eso podría pasar, aunque, según las especificaciones que figuran en internet, no podrán hacerlo desde la estación superior, ya que absolutamente todo: el control del motor, el freno de servicio, el freno de emergencia y el reductor de velocidad, se encuentran en la estación de la base de la montaña y tienen que operarse desde allí.
Si logro evitar que se puedan comunicar con la estación de la base podremos escapar a tiempo... Voy a escalar por la pared norte del pico, es la más escarpada y por eso está prácticamente sin vigilancia. En cuanto llegue arriba, lo primero que haré será buscar la sala de control y cortaré la comunicación interna entre las estaciones; no se darán cuenta de nada hasta que sea demasiado tarde.
Armony comenzó a asentir con su cabeza a medida que comprendía el minucioso plan que Michael había preparado; estaba claro que no había dejado nada sin considerar...
Michael le siguió contando a Armony cada uno de los detalles del plan que tenía en mente y que era lo que ella debería hacer, paso a paso... Cuando terminó, respondió a sus dudas y todo quedó decidido.
Tomó el equipo para escalar que había comprado, se lo cargó al hombro y le dijo finalmente:
—Ahora nos tenemos que separar, el ascenso me va a llevar de dos a tres horas; tengo que escalar casi tres kilómetros... Solo espero tener suerte y toparme con algunos tramos más fáciles. Ten en cuenta que el ascenso en auto, desde este punto, te llevará aproximadamente treinta minutos. Vamos a estar en contacto con estos trasmisores, toma uno ¿Sabes como usar uno de estos?
—Sí, no hay problema —dijo ella tomando uno de los walkies-talkies.
—Tengo que estar en posición y listo antes de que llegues tú, por eso me voy ahora, Armony. Los secuestradores te van a llamar en algún momento para decirte que te dirijas a la estación, así que si eso llegase a ocurrir y todavía no he llegado hasta la cima, va a ser necesario que tú me consigas el tiempo. Diles que estás en un pueblo cercano y que tardarás en llegar, o que tuviste un accidente con el auto y tienes que conseguir otro, puede ser un neumático averiado..., no lo sé, Armony, improvisa algo; recuerda que tenemos que estar sincronizados.
—No me gusta tu plan, Michael. No sabemos cuando van a llamar, tú estás pensando que podría ser pronto pero también podrían pasar horas, y si llega a ser así ¿Vas a estar colgado ahí arriba durante todo ese tiempo? ¿Y si se hace de noche? Te vas a congelar ¿Pensaste en eso ya?
Michael miró su reloj, eran las doce y media y si bien faltaban aún unas siete horas para el anochecer, Armony podría tener razón, sin embargo su deseo de proteger a Daphne, como siempre había hecho, lo hizo decidir por arriesgarse.
Lo único que Michael sabía con certeza era que el llegar al punto de ascenso y subir hasta la estación, escalando, le llevaría menos de tres horas; luego de eso, todo lo demás, sería esperar y aunque sabía como apañárselas en la montaña y el clima era benigno, debía exponerse a pasar la fría noche oculto en algún lugar de la cima.
—Confío en que van a llamar durante el día, no van a permitir que llegue la noche, estoy seguro de que van a querer hacer todo con luz diurna —dijo Michael tratando de ser optimista y calmar a Armony al mismo tiempo—. No te preocupes por mí, sé como arreglármelas en la montaña, he escalado cientos de veces en Alaska y bajo condiciones mucho peores que esta, inclusive durante tormentas de nieve. No temas, estaré bien... Es mejor que me ponga en camino ya mismo, necesito aprovechar el tiempo para llegar.
Armony sospechó que le estaba mintiendo para tranquilizarla y su instinto femenino no la engañaba, sin embargo también sabía que, dada la situación en la que estaban, no tenían más opciones.
El plan de Michael se estaba poniendo en marcha, era muy arriesgado para él y para Armony también, sin embargo el amor de ambos, como padres, era más intenso que cualquier otra preocupación que los pudiera abrumar.
Solo restaba saber si el plan de rescate sería suficiente como para salvar a Daphne de las garras de la poderosa Corporación y sin ninguna desafortunada consecuencia para alguno de ellos...
Michael partió y Armony se quedó sola, esperando la llamada de los raptores. En su ansiedad, miraba el reloj tantas veces, que el tiempo transcurría muy lentamente; decidió entonces no mirarlo más y probó despejar su mente recordando momentos alegres de su vida, tratando de ser optimista...
Todo la remontaba a su niñez, una etapa de su vida en la que fue muy feliz y dichosa. Esa fue una época que nunca quiso que terminara; recordó sus estudios, cuando aprendió a tocar el violín y las clases de equitación, que tanto amaba y en las que se sentía tan a gusto; los caballos siempre fueron una pasión para ella.
Sin embargo todos esos recuerdos felices no podían distraerla de su angustia actual, ni siquiera ella sabía como iba a reaccionar cuando llegase el momento culminante del plan de Michael...
Enfrentarse a situaciones peligrosas no era algo que hubiera hecho antes, tanto era así, que Armony no podía recordar ni siquiera una situación levemente riesgosa de su pasado ¿Cómo reaccionaría? Ese era todo un misterio para ella ¿Se paralizaría acaso? ¿Arruinaría todo el plan? El momento de la verdad llegaría dentro de poco y sus nervios la hacían dudar de ella misma como nunca antes.
En ese instante recordó lo más parecido a algo peligroso a lo que se había enfrentado y fue justamente en su niñez, cuando aprendió a nadar. Ese recuerdo estaba tan vivo y claro en su mente, era como si se tratara del día de ayer: allí estaba ella, en esa enorme pileta celeste, rodeada de agua hasta su pecho y parada en la zona segura, donde podía hacer pié. Lentamente caminó hacia lo más hondo, hasta que el agua le llegó a la altura de su boca... Con mucha inseguridad y temor, dio un paso adelante, pero en ese instante le entró agua por la nariz y retrocedió asustada, tosiendo, frustrada y avergonzada... Su profesor de natación la alentaba desde el borde de la pileta para que lo intentase nuevamente, pero el miedo la frenaba, ese pánico de ahogarse, que siempre tuvo, la paralizaba... avergonzándola.
Finalmente, enojada consigo misma, decidió enfrentar su miedo y dio varios pasos hacia lo más profundo, hasta que el agua tapó su cabeza por completo. Conteniendo su respiración comenzó a mover sus manos y sus pies como le habían enseñado, hasta que sacó su cabeza a flote, allí tomó una gran bocanada de aire y lo más importante: la confianza necesaria para sobreponerse al miedo. Desde entonces pudo nadar sin problemas...
¿Seguiría teniendo de adulta el mismo valor que tuvo de niña? Las nuevas emociones que había experimentado, desde que recordó su vida como Melody, le daban nuevas fuerzas; su instinto de madre, la impelía a querer salvar a su hija por sobre todas las cosas, incluso arriesgando su propia vida; la fe ciega que tenía en Michael, le daba la confianza de saber que no se enfrentaba sola a esta situación, él también estaba poniendo su vida en juego.
Michael, por su lado, comenzó el ascenso sin problemas. El equipo que tenía era nuevo y se clavaba en la roca helada de manera firme y sin dificultad, las condiciones climáticas eran perfectas y ascendía sin inconvenientes ni retrasos...
En un momento se detuvo para comunicarse:
—¿Me recibes, Armony? Estoy a mitad de camino —dijo en su transmisión.
Al escucharlo, Armony, que estaba absorta en sus pensamientos, reaccionó de súbito y manoteó tan torpemente el transceptor, que casi se le cayó al suelo:
—Sí, sí, Michael, te escucho fuerte y claro.
La voz de él logró reconfortarla en su preocupación. Una de las cosas que la angustiaba era que, desde donde ella estaba, no podía ver a Michael ascender, ni siquiera con sus prismáticos y no sabía como le estaba yendo.
—Aún no han llamado, Michael. Estoy muy nerviosa...
—Tranquilízate, cuando llegue a la estación te contactare nuevamente ¡Corto!
—Sí, corto —dijo cabizbaja.
El tiempo siguió pasando lentamente y la ansiedad de Armony incrementándose. Decidió investigar en internet, nuevamente; esta vez su objetivo era ver imágenes internas de la estación..., buscaba fotos y trataba de familiarizarse con el interior de la misma; quería poder moverse, una vez que estuviera allí dentro, sin perder tiempo y sin cometer errores; sin embargo y por más que lo intentaba, no podía encontrar nada de ese material que tanto necesitaba...
De manera sorpresiva, su teléfono celular comenzó a sonar y la llamada venía nuevamente del teléfono de Daphne... Eran los secuestradores sin duda ¿Cuánto tiempo había pasado desde que se había contactado con Michael por última vez? No tenía ni idea, había perdido totalmente la noción del tiempo esperando.
Sin tener ni siquiera un instante para contactar a Michael y saber si estaba cerca de llegar a la cima, atendió la llamada... Era un mensaje de texto de los raptores, que decía:
«Ven a la estación de montaña ubicada en la cima del pico Cabeza de ciervo, esta ubicado en las siguientes coordenadas N39º9’5.3” W106º49’14.2”. Tienes exactamente una hora de tiempo o tu hija morirá».
Desesperada, Armony trató de llamar al teléfono de Daphne nuevamente para negociar una prórroga, pero los secuestradores lo habían apagado luego de mandar el mensaje.
—¡Malditos desgraciados! Otra vez hicieron lo mismo —dijo llorando a los gritos y tomó su transceptor lo más rápido que pudo.
—¡Michael, se acaban de contactar! Me dijeron que en una hora tengo que estar en la estación o a van a matar a Daphne —dijo.
Pasó un instante y Michael no contestó...
—¡Michael! ¿Estas ahí, me recibes? —preguntó en voz alta desesperándose.
No hubo respuesta..., hasta que repentinamente:
—Sí, aquí estoy, Armony. Estaba asegurando una estaca, no podía responderte, perdón.
La voz de Michael la tranquilizó, se había quedado por un instante con el corazón en la boca al no obtener respuesta de él.
—No pude hacer nada, me mandaron un mensaje de texto y apagaron el teléfono nuevamente —dijo entre lágrimas de nervios.
—No importa, Armony. El ascenso fue más fácil de lo que esperaba, solo tuve problemas en una parte. Estimo que en media hora más voy a estar en la cima, ya en posición; así que en quince minutos más dirígete a la estación. Yo estaré allí, ya preparado. Y una cosa importante, Armony..., manténte tranquila, solo recuerda el plan, vamos a salir de ésta los tres, te lo prometo.
—Están locos, Michael, me dieron solo una hora de tiempo y me dejaron sin la posibilidad de responderles nada ¿Cómo saben si puedo llegar en una hora o no? ¡Están jugando con la vida de Daphne! ¿Y si no llegara a tiempo, qué harían? ¿Matarla?
—No dejes que te alteren, Armony, no van a matar a Daphne en una hora, eso es una mentira; es solo para presionarte y quebrarte emocionalmente. Daphne es todo lo que tienen, no pueden matarla. Esa tal Sylvia es una mujer sádica, disfruta haciendo sufrir a los demás y también se nota que tiene alguna clase de entrenamiento en tortura psicológica, no permitas que te distraiga, enfócate en el plan y todo va a salir bien.
—Mas vale que así sea, Michael; no quiero perderte nuevamente y tampoco a Daphne, simplemente no lo soportaría... Corto.
Armony esperó los quince minutos que había pactado con Michael, luego se subió al auto y comenzó a manejar hacia la cima, en solo treinta minutos llegaría.
El camino era sinuoso, pero estaba bien protegido con vallas en todo el recorrido y era muy seguro. A medida que ascendía, la bruma cercana a la cima se hacía cada vez más espesa y el aspecto del bello paisaje se tornó fantasmal; tuvo que encender las luces del auto y bajar la velocidad, hasta que superó todo el sector...
Cuando finalmente llegó a la cumbre, detuvo el auto en la playa de estacionamiento, frente a la entrada de la estación y se bajó.
Una fuerte ráfaga de viento la recibió, obligándola a subir la capucha de su abrigo...
A su izquierda vio el helipuerto, allí estaba el helicóptero negro en el que habían traído a Daphne.
Sorpresivamente y sin darle tiempo a reaccionar, tres figuras negras salieron de la nada; eran tres hombres fornidos que la rodearon, apuntándole con armas largas:
—¡No te muevas! —le dijo uno de esos hombres en tono amenazante, al mismo tiempo sintió como otro de ellos la palpaba de armas por su espalda... Eran los temibles cazadores de la Corporación que había dejado Sylvia para interceptarla al llegar. Al verlos de cerca, Armony se dio cuenta de que, a pesar de todo lo que Michael le había contado de ellos, eran mucho más temibles en persona que en el video que había visto.
Quien estuviera en presencia de esos siniestros hombres sentía algo extraño que emanaba de cada uno de ellos o más precisamente era lo que no emanaba, lo que tanto inquietaba; ya que parecía que no tuvieran sentimientos... Del mismo modo en el que sucede con algunos psicópatas y asesinos, daba la sensación de que los cazadores eran capaces de cometer cualquier atrocidad con solo recibir una orden, sin dudarlo ni un instante y sin importarles cuan monstruosa fuera... Sus conciencias eran tan oscuras que jamás les reclamarían por el acto cometido.
Con una rápida seña, hecha con su cabeza, el cazador que la revisaba les indicó a los otros que Armony estaba desarmada y no representaba peligro alguno; así finalmente la escoltaron hacia el interior de la estación de la cumbre, donde se encontraría cara a cara con Sylvia.
Viento de cristal
En cuanto entraron en la estación y las puertas automáticas se cerraron tras ellos, Armony se quitó su capucha y notó de inmediato el brusco cambio en el ambiente; el viento húmedo, frío y constante que soplaba en el exterior había desaparecido por completo, remplazado por un agradable aire seco y templado, que sintió en todo su rostro.
«La calefacción está encendida», pensó Armony. En ese instante hizo una rápida recorrida con su mirada y vio varias de las grandes pantallas de televisión, que estaban estratégicamente distribuidas por toda el área de recepción, algunas de ellas mostraban bellas imágenes turísticas y otras, publicidades, así como también las condiciones meteorológicas de toda la región; al mismo tiempo se escuchaba una música ambiental que sonaba a lo lejos y de fondo.
«Tal y como lo dijo Michael, todo está ya operativo y funcionando en fase de prueba, aunque la estación se vaya a abrir al público recién el mes que viene», pensó nuevamente. El ver que las suposiciones de Michael estaban en lo cierto la tranquilizó un poco.
El interior de la estación era todo un misterio para Armony; las imágenes del dron no le habían servido de mucho, tampoco había podido encontrar ni fotos ni datos en internet y Michael le había dejado bien en claro que, cuando llegase el momento crucial del plan de rescate, ella iba a tener que orientarse sola y de manera rápida, y que no podría cometer ninguna falla, eso era algo crucial para que el plan funcionase a la perfección: no había ningún margen para errores.
La estación era igual de moderna por dentro que por fuera. Era amplia y luminosa, estaba dividida en varios niveles interconectados por escaleras en diversos puntos dando la sensación de estar dentro de un laberinto vertical. Las paredes externas y los techos tenían ángulos inclinados de un aspecto marcadamente vanguardista.
Armony se quedó estática por un momento, asombrada y contemplando todo el lugar. Se dio cuenta rápidamente de que, muy a su pesar, el edificio era mucho más complejo de lo que esperaba. En su interior funcionaba no solamente una estación de teleférico, sino que también había sectores con tiendas comerciales destinadas a turistas, un par de restaurantes y varios miradores.
—¡Vamos, camina hacia el centro de la estación! —le dijo uno de los hombres que la escoltaba al tiempo que le propinó un grosero empujón por detrás.
Armony empezó a caminar trastabillando...
A los pocos pasos tuvo que entrecerrar sus ojos al ser deslumbrada por la luz del sol, que le dio directamente el rostro. A pesar de que había algunas nubes altas en el cielo y otras más bajas rodeando la cima del pico, la estación estaba diseñada para aprovechar la iluminación natural al máximo. Grandes paneles de cristal formaban la mayor parte de las paredes externas y del techo, brindando hermosas vistas del cielo y de las montañas adyacentes, con hermosos bosques nevados en sus laderas, pistas de esquí y pintorescos poblados a lo lejos... Sin embargo todas esas idílicas vistas eran, en este tenso momento, solo una distracción superflua para Armony que, siguiendo el plan, tenía que enfocarse exclusivamente en el vestíbulo principal y la manera de llegar hasta la plataforma donde arribaban las cabinas del teleférico.
A medida que avanzaba vio que la parte final del ambiente se dividía en dos niveles y en el nivel superior se distinguía lo que, sin duda alguna, era el sistema mecánico principal del teleférico; las grandes poleas y los gruesos cables de acero eran inconfundibles, y lo más importante: allí estaba la cabina, lista para descender a la base de la montaña. Ahí estaba la plataforma por donde tendría que escapar.
Con cada paso que daba su corazón latía con más fuerza y su ansiedad crecía; sus manos transpiraban, se quitó los guantes que llevaba puestos y los guardó en su bolsillo, estaba ansiosa, tenía que ver como llegar hasta esa plataforma cuanto antes.
—¡Alto! —ordenó uno de los cazadores y todos se detuvieron al instante.
Rápidamente el resto de los hombres disponibles en el interior de la estación se sumaron a los que la escoltaban, rodeándola en el centro del vestíbulo y a pocos metros de distancia, intimidándola y bloqueándole al mismo tiempo cualquier intento de fuga. Varios pasos por detrás de ellos, Armony distinguió la inconfundible figura de Steven, que se aproximaba caminando hacia ella con paso firme.
En ese momento, la nerviosa Armony, también pudo observar que detrás de Steven estaba lo que parecía ser la boletería de la estación y dos grandes escaleras laterales, una a cada lado de la boletería, que, aunque serpenteantes y con un par de descansos en el medio, conducían directamente hacia la plataforma superior... donde se abordaban las cabinas.
La ruta que usaría para escapar de allí por fin estaba clara para ella. Respiró un poco más aliviada y decidida; ahora la siguiente fase del plan dependía casi exclusivamente de Michael, ella solo debía esperar el momento apropiado y hasta ese instante darle todo el tiempo que pudiese...
Steven se detuvo a unos pocos pasos, justo frente a ella y se quedó mirándola, inexpresivo y esperando su reacción al verlo:
—¿Así que este es tu verdadero rostro, Steven? Toda tu simpatía, tus educados modales y tus elegantes trajes son solo la fachada de un asqueroso y vil secuestrador... Que engañosas son las apariencias, es bueno saberlo —le dijo ella entrecerrando sus ojos con odio y desprecio.
—No me juzgues aún, Armony, tengo mis motivos para estar haciendo esto, obedezco órdenes —se justificó él—. Tú no sabes nada de mí, ni siquiera tienes la más mínima idea de hasta donde se ramifica todo esto en lo que estás metida.
Se hizo un tenso impasse... que fue roto rápidamente por la regular cadencia de los pasos de Sylvia, que resonaron por todo el silencioso ambiente...
Cuando llegó hasta el grupo dijo triunfante:
—¡Por fin! Ha habido mucha gente buscándote durante tantos años, Melody... y al final fuí yo quien te encontró; parece que era mi destino el hacerlo.
—Bien por ti, te felicito —le dijo Armony irónicamente—. Ya estoy aquí; ahora libera a mi hija, ya no la necesitas para nada.
—¡Vaya! Que ansiosa estás, ¿Por qué apurarnos? Todo a su tiempo, Armony. Primero déjame ser educada y presentarme como es debido, mi nombre es Sylvia Arrow y soy directora de personal de la corporación Rottweiler, a la cual represento aquí..., y estoy a cargo de esta operación —dijo al tiempo que una sonrisa falsa se dibujaba en su rostro—. Antes de continuar, contéstame algo ¿Qué fue lo que te hizo despertar? ¿Fue un lugar, un objeto? ¿O una persona acaso?
Armony simplemente la miró seria y guardando silencio por un instante...
—¿Qué quieres de mí? Solo soy una violinista y hasta donde puedo recordar, fuí una pianista en mi otra vida. Nunca tuve relación con tu corporación, que yo sepa al menos —dijo irritada y preocupada al ver que Sylvia era malvada y emanaba de ella un aura de peligrosidad extrema, que le hacia erizar el cabello; todo su instinto femenino le gritaba muy claramente que no podía confiar en esa mujer ni un ápice y que debía alejarse de ella lo más posible, y cuanto antes mejor.
Sylvia, entonces, al verla tan agresiva y atemorizada caminó unos pasos, hasta ponerse cara a cara con ella, y mirándola a los ojos de manera desafiante y con superioridad le dijo:
—Por mí esta bien, si así lo quieres, tengamos un trato más frío, me gusta el frío... Quiero que me digas, en este instante, todo lo que sepas y, fundamentalmente, dónde se encuentra esto en la actualidad. —En ese momento sacó una foto que tenía oculta en el puño de su guante de cuero y se la entregó a Armony.
Completamente rodeada de enemigos, por primera vez Armony estaba a merced de la corporación Rottweiler y de su más grande rival, la implacable Sylvia. Ahora solo podía cumplir con su papel de señuelo y esperar a que la balanza del destino se inclinase a su favor, para así poder escapar de esa peligrosa situación...
Mientras tanto y sin que ningún guardia controlara las otras entradas del complejo, Michael ya se había escabullido dentro.
Primero pasó por la sala de control y usando un alicate, saboteó las comunicaciones cortado los cables del sistema de intercomunicación interna del lugar, dejando así a todo el complejo aislado de la estación de la base, al pie de la montaña.
Luego, localizó la boletería, donde retenían a Daphne maniatada y fue directamente hacia allí...
Ingresó agachado y oculto, de manera muy silenciosa y sin que nadie lo advirtiera:
—¡Papá! —exclamó Daphne con entusiasmo al verlo.
—Silencio, no levantes la voz, Daphne. Vamos a tener que actuar rápido... Primero, te tengo que desatar y mientras tanto, quiero que escuches muy atentamente lo que vamos a hacer; no podemos darnos el lujo de perder tiempo ni de cometer errores.
Daphne percibió de inmediato el tono preocupado de Michael y cambió su efusividad por concentración; durante un instante se quedó inmóvil, mirándolo a los ojos y luego asintió con la cabeza un par de veces.
Entonces Michael comenzó a desatarla y a explicarle su plan:
—Mira, hija, ahí, en el centro de la estación, está tu madre rodeada por los que te secuestraron y tenemos acordado un plan para escapar los tres juntos de aquí.
En esta mochila hay tres granadas aturdidoras de tipo militar, son las que se usan en los allanamientos a domicilios; son inofensivas, pero cuando estallan generan un sonido muy fuerte y que aturde a todos los que estén cerca; también hay dos bengalas de señalización, de las que se usan en los rescates de montaña, cuando se activan emiten una densa columna de humo.
He atado todas las espoletas de disparo juntas a esta cuerda, así que cuando tire de ella vas a tener tres segundos para cubrirte los oídos muy fuerte con las manos.
Voy a lanzar la mochila hacia donde están todos y cuando escuches las detonaciones, quiero que corras lo más veloz que puedas por esas escaleras y vayas directamente hacia la cabina del teleférico que está en la plataforma del segundo piso, te metas en ella y esperes allí.
Todo el vestíbulo se va a llenar de humo rápidamente, sobre todo en el sector inferior, así que no te detengas para nada ¿Esta perfectamente claro?
—Sí, papá, lo entendí todo, pero... —Michael la interrumpió sabiendo lo que ella diría:
—Tu madre y yo vamos a ir detrás tuyo, y los tres vamos a escapar juntos de aquí; no te preocupes por nosotros.
Un instante en silencio y una mirada bastaron para confirmar que el momento había llegado. Daphne se alistó para salir corriendo; Michael se posicionó para lanzar la mochila, tiró de la cuerda y todos los seguros de los dispositivos saltaron al mismo tiempo; lanzó entonces con fuerza la mochila, que cayó justo al lado de Armony y a sus pies. Esa fue la señal acordada con ella, que inmediatamente cerró sus ojos y se tapó los oídos con ambas manos, agachándose levemente y girando su cuerpo de espaldas a la mochila.
Sylvia y sus subordinados, sorprendidos, en lugar de ponerse a salvo, miraron alrededor tratando de localizar al intruso, sin advertir que de ese modo estaban cayendo en la trampa de Michael; sin embargo el instinto de Steven y su preparación militar le hicieron reaccionar rápido, arrojándose lejos y lo más que pudo de la mochila, cubriendo inmediatamente su cabeza con ambos brazos.
Una fracción de segundo después, las tres granadas aturdidoras estallaron prácticamente al unísono, generando combinadas una onda de sonido que hizo vibrar todo en la estación. La onda de choque fue tan potente que varias de las ventanas del edificio, sobre todo las más cercanas al epicentro, se quebraron.
El hermético ambiente había quedado comprometido, varios de sus grandes vidrios quedaron con grandes rajaduras, que ante la presión del fuerte viento del exterior no tardaron más que un instante en ceder completamente, estallando en mil pedazos.
Como si fueran bestias desenfrenadas, las ráfagas de viento ingresaron en el vestíbulo central, generando peligrosos torbellinos de esquirlas de cristal que, cual filosas garras, eran capaces de cortar cualquier cosa que rozaran.
Todos los hombres de la Corporación y Sylvia habían caído al suelo semiinconscientes, con la sola excepción de Steven, que logró mermar un poco el efecto de las granadas; él se retorcía en el suelo, mareado y atontado, tratando de incorporarse y ponerse de pie mientras el humo de las bengalas lo cubría todo rápidamente.
En medio de este caos, Armony ya había emprendido su escape; había inhalado un poco del humo y corría con dificultad, tosiendo mientras subía por las escaleras que llevaban al piso que le daría acceso a la cabina del teleférico, como estaba planeado.
Daphne ya había llegado y estaba entrando a la cabina cuando la vio; solo veinte metros las separaban:
—¡Vamos, mamá, por aquí, rápido! —le gritó.
Las densas volutas de humo, revueltas en el aire por el viento que entraba sin cesar a la estación, habían cubierto ya completamente el primer nivel del vestíbulo y la parte inferior de las escaleras, volviendo al aire difícil de respirar y atrapando a todos los miembros de la corporación Rottweiler en la trampa de Michael.
El plan de rescate parecía un éxito rotundo...
Segundos después, Armony estaba llegando a la cabina del teleférico ya, cuando en ese momento de entre el humo emergió Steven, subiendo al piso de la plataforma tras ella. Trastabillaba, pero lograba mantenerse en pie, aunque tambaleándose mientras se recuperaba...
Entonces, Steven sacó su arma y caminó unos metros más, se pasó la manga del saco por sus ojos irritados, para aclarar su nublada visión y en cuanto tuvo una línea de disparo limpia, apuntó directo hacia Armony, que había llegado ya a la cabina.
—¡Alto ahí, no des ni un paso más, Armony, o te disparo! —le gritó desde lejos, sin embargo ni bien terminó de decir eso, alcanzó a ver por el rabillo del ojo la figura borrosa de un hombre que se le abalanzaba encima; se trataba de Michael, que, empuñando una pistola, lo embistió por el costado como un toro embravecido.
El impacto fue simplemente brutal; ambos hombres terminaron cayendo pesada y violentamente al suelo, justo en el centro del piso de la plataforma.
Los dos eran fuertes y con toda la adrenalina circulando por sus venas, el impacto apenas les hizo mella. De manera rápida y casi automática, ambos se pusieron de pie y sin dudarlo apuntaron sus armas a pocos centímetros de sus rostros; los dos eran diestros así que estaban muy cerca uno del otro, poniéndose en jaque mutuamente.
Durante unos segundos toda la atención de cada uno de ellos se focalizó solamente en el otro, se evaluaban mutuamente; la mirada de Steven no reflejaba ni la más mínima duda, era agresiva, pero controlada; su pulso era igualmente inmutable...
«Este hombre no es un agente común de la Corporación —pensó Michael—, es evidente que tiene entrenamiento militar de alguna clase; esto no va a ser fácil».
La postura de ambos hombres era tan inamovible como su mutua decisión de no retroceder ni un milímetro. Los cañones de las armas no temblaban para nada, evidenciando la firmeza de creencias de quienes las empuñaban.
—¡Baja tu arma! —dijo Steven rompiendo el silencio con voz de mando y tratando de amedrentar.
Michael le respondió con una mirada tan decidida y potente que bastó para que se diera cuenta de que no lo haría por nada del mundo.
El frío e inerte metal de sus armas contrastaba contra sus calientes corazones y sus frenéticas mentes, que evaluaban todas las alternativas y posibilidades que estaban en juego.
Se amenazaban con sus miradas y quedaba muy en claro que ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder.
En ese instante, el silencio fue roto nuevamente, pero esta vez por Michael que le gritó a Armony:
—¡Vete ahora, ya no hay más tiempo!
Al escuchar esas palabras, Daphne cubrió su boca entre lágrimas de desesperación mientras que Armony, que estaba a su lado, se quedó inmóvil, mirando impotente la escena, pero con una de sus manos, temblorosa y casi apoyada en el redondo botón de arranque de la cabina del teleférico, que la haría partir.
—¡Váyanse ahora mismo, recuerda el plan, Armony! —Le gritó Michael, que ya había tomado la decisión de quedarse y sacrificarse una vez más por ambas, protegiéndolas.
Pasó un instante más y Armony seguía sin obedecerle, no quería pulsar ese botón, que le permitiría huir a ella y a su hija, pero que dejaría a Michael atrás, abandonado a su suerte y sin opciones de escape.
Al advertir que Armony estaba paralizada por los lazos de amor que los unían a ambos, Michael decidió apelar a otros lazos aún más poderosos y le gritó todavía más fuerte:
—¡Salva a nuestra hija ahora, Armony!
Esas palabras fueron motivo suficiente para que la mano de ella respondiera de manera autónoma y completamente disociada de su mente, que volvía a revivir esa trágica escena del pasado, perdiendo al amor de su vida por segunda vez...
«No, no se suponía que esto debía de terminar así; no puedo estar viviendo esto de nuevo ¡Estoy maldita por el destino! ¿Durante cuantas vidas debo de pasar por esto, Dios mío?», esos pensamientos obnubilaron su mente en el instante en que su mano presionaba el botón del teleférico, para luego caer de rodillas y llorando al tiempo que las puertas automáticas de la cabina se cerraban y partía rumbo a la estación de la base de la montaña.
—¿Quién eres, por qué te importan tanto? —le preguntó Steven a Michael, mientras las armas no se alejaban de sus rostros.
—Yo fui Gabriel Reef, esposo de Melody y padre de Daphne; ya una vez di mi vida por ellas y estoy preparado para hacerlo de nuevo —le respondió Michael, ya decidido a enfrentar el peor desenlace...
En ese momento, las palabras de Michael hicieron reaccionar a Steven y pudo pensar más allá del impasse de tensión en el que se encontraba, se dio cuenta de que el destino le había dado la oportunidad de salvar a Daphne, como él tanto quería y sin afrontar consecuencia alguna ¿Qué estaba haciendo al detener a Michael? ¿Qué acaso en esto no estaba de su lado? Sabía que estaba procediendo mal al comportarse como un simple esbirro de Sylvia y esta era su oportunidad de redimirse...
Para Steven, un secuestro, como este en el que estaba involucrado, hecho con el único fin de manipular uno de los sentimientos más puros que existen: el amor por la familia, chocaba de lleno contra el pilar fundamental de su base moral.
A él poco le importaban los planes de la Corporación. Steven tenía su propio objetivo personal, un objetivo que debía guardar celosamente y en secreto; necesitaba de la Corporación para lograrlo, pero eso no significaba que estuviera dispuesto a ultrajar su alma...
Sin embargo el hombre que estaba delante suyo, apuntándole sin temor ni duda, no sabía nada de eso; él solo quería salvar a su familia desesperadamente aunque se tuviera que sacrificar para ello.
Steven se sintió terriblemente mal por la posición en la que estaba, su conciencia lo culpaba a gritos por estar destrozando a una familia, sabía que no podría soportarlo, pero ¿Qué hacer ahora? Las simples palabras no iban a ser suficientes como para convencer a Michael de bajar su arma y huir. Tenía que tomar la iniciativa de un modo más evidente:
—Escúchame cuidadosamente y trata de confiar en mí... Nunca estuve de acuerdo con este rapto... Ninguno de los dos tiene por que morir aquí y ahora. Soltaré mi arma para que escapes, la dejaré en el suelo y me alejaré ¿De acuerdo? Ya no seré un riesgo para ti. Cuando te sientas seguro, huye —le dijo.
Mientras Steven comenzaba a agacharse lentamente, para poner su arma en el suelo, de entre el humo apareció Sylvia, estaba tosiendo y un poco aturdida. Ayudándose con ambas manos, subía por la escalera sujetándose de la baranda y entrecerrando sus ojos, que lagrimeaban sin cesar por el humo; se encontraba sin poder ver ni oír claramente aún.
Steven la escuchó y la vio de costado llegando al entrepiso, a unos diez metros de donde estaba él con Michael, entonces se detuvo y se incorporó nuevamente, volviéndole a apuntar a Michael con su revólver; no podía dejar que Sylvia lo viese dejando su arma y ayudándolo a huir...
Michael quedó confundido por el brusco cambio en su actitud, pero también vio a Sylvia en ese momento y empezó a sospechar a que se debía.
—Es suficiente, ya estoy harto de este maldito secuestro; no me uní a la Corporación para esto, quiero que escapen los tres —le dijo Steven a Michael con voz tensa y exasperándose.
Con poco tiempo para pensar en todas las variables y consecuencias, Steven improvisó un plan que sería arriesgado para su vida, pero algo en la mirada de Michael le hacía ver que podía confiar en él, su experiencia como militar le había hecho desarrollar un instinto especial para evaluar a las personas en situaciones de vida o muerte.
Sin bajar su arma, Steven caminó un par de pasos muy lentamente de costado, para que Sylvia quedara completamente a su espalda y no pudiera ver con claridad lo que pensaba hacer.
—No puedo quedar en evidencia delante de ella —dijo en voz baja refiriéndose a Sylvia—. Tendrás que dispararme y herirme...
Michael lo miró sorprendido y confundido, pero Steven le aclaró:
—Haremos esto, desviaré mi arma y tú me dispararás en mi brazo derecho, así tendré una excusa para soltar mi revólver, si no lo haces ella nunca me creerá. Luego corre y vete de aquí lo más rápido que puedas, porque los otros hombres te matarán sin dudarlo —susurró Steven para que Sylvia no lo escuchase al tiempo que aflojaba la empuñadura de su revólver y dejaba que su arma apuntara hacia el suelo, como prueba de buena fe.
—¿Cómo puedes estar tan seguro de que no te mataré ahora que has desviado tu arma? —le preguntó Michael.
—Con los años he aprendido a evaluar a las personas en situaciones límite en las que arriesgan su vida. Lo veo en tus ojos, confío en ti, no me matarás, no es tu naturaleza, no eres un asesino a sangre fría —dijo Steven con una media sonrisa.
Michael miró como el revólver de su oponente apuntaba al suelo, dejándolo indefenso y entregándole el control absoluto de la situación a él; luego miró a Steven a los ojos, lo dudó un instante, pero recordó lo que había visto a través de las cámaras de vigilancia en la casa de Daphne, ahí vio claramente como Steven se había comportado con ella, protegiéndola... Ya se había dado cuenta de que ese hombre que estaba ante él no era un típico agente de la corporación Rottweiler, que obedecía órdenes sin pensar ni cuestionarlas..., y ciertamente no merecía morir.
—No te preocupes, no va a ser mi primera cicatriz por un disparo, y es un pequeño precio a pagar por ayudarte en su rescate —agregó Steven sin perder su confiada sonrisa.
—Gracias —le respondió Michael; inspiró, apuntó con cuidado y le disparó, rozándole la parte externa del brazo...
La herida fue solamente superficial, rasgando levemente su piel, pero eso fue suficiente para que Steven sobreactuara un brusco giro sobre su cuerpo y soltara su arma aparatosamente, dejándola caer al suelo a un par de metros lejos suyo mientras se sujetaba el brazo herido, simulando un gran dolor.
Michael corrió hacia las enormes ruedas del mecanismo del teleférico, que guiaban los cables y se trepó a ellas. Mientras se quitaba el cinturón de cuero de su pantalón aprovechó para estimar la distancia a la que se había alejado ya la cabina de la estación; las esporádicas nubes bajas que rodeaban la cima se habían concentrado en esa cara del pico, formando una neblina espesa que le dificultaba el poder tener una visión clara. De la cabina solo se veía su borrosa silueta..., y cada vez más difusa.
Entrecerró sus ojos y calculó que para alcanzar a la cabina tendría que avanzar como unos cincuenta metros por el cable de acero y colgando solamente de su cinturón, a modo de tirolina improvisada.
«¿El cinturón aguantará la fricción o se cortará y caeré al abismo?», pensó, pero no podía darse el lujo de dudarlo, con cada segundo que esperaba la cabina se alejaba más y el riesgo aumentaba; no podía darle cabida al miedo ¡Tenía que arriesgarse ya! O abandonar la esperanza de reunirse con las dos personas que más le importaban en su vida.
Enrolló el extremo del cinturón en una de sus manos, lo pasó por encima del cable de acero del teleférico, agarró entonces el otro extremo con su mano libre enrollándolo en ella también; respiró hondo mientras tomaba impulso en una corta carrera y apretando los puños tan fuerte como pudo, se lanzó a toda velocidad dando un gran salto final.
Lo primero que sintió fue el fuerte tirón de su peso, al quedar suspendido solo de sus brazos y los bamboleos iniciales, que lo sacudieron sin control hacia los costados, pero se estabilizó rápidamente mientras se aceleraba su avance en decenso por el cable inclinado.
El ver el paisaje desde esa altura era algo vertiginoso y eso sumado a la gran aceleración y descontrolada velocidad a la que se estaba desplazando, le hicieron darse cuenta que cuando llegara a la cabina del teleférico, se estrellaría contra ella violentamente.
El viento en su cara se sentía helado y apenas podía mantener los ojos abiertos.
El constante y fuerte chirrido de la fricción del cinturón contra el cable de acero era amenazante, podría cortarse en cualquier momento...
—¡Mira, mamá, es papá! —exclamó Daphne feliz y asustada al mismo tiempo al verlo aproximarse.
Armony primero miró a Daphne, confundida y luego miró hacia donde ella señalaba con su mano. Cuando vio a Michael colgado y viniendo a toda velocidad quedó con su boca abierta, sin poder dar crédito a lo que estaba viendo.
—Vamos, Michael, no te sueltes, por favor, aguanta hasta aquí —comenzó a decir entre dientes y apretando sus puños, tensa como nunca antes.
Pero mientras la atención de Armony se enfocaba solamente en Michael, que se aproximaba como un bólido por detrás de la cabina, no advertía el verdadero gran peligro que se acercaba, lenta pero inexorablemente, por delante: la cabina en su descenso estaba a punto de llegar a la primera de las grandes torres de soporte intermedio, que mantenían el cable del teleférico elevado a lo largo de todo su recorrido.
En cuanto Michael vio a la gran torre roja de hierro emergiendo de entre la niebla supo de inmediato que sería un obstáculo insalvable para él. A pesar de que apenas sentía sus manos, su principal preocupación ya no era soltarse y caer... Sabía que su cinturón se trabaría o se cortaría en el mecanismo de la torre, que lo asechaba a solo metros más adelante y allí acabaría su viaje, y tal vez su vida. Tenía que alcanzar a la cabina antes de que llegara a la torre o no la abordaría nunca más.
Mientras tanto y en la estación, Steven levantó su revólver con su mano izquierda y disparó varias veces al aire en la dirección de Michael, pero sin la más mínima intención de acertarle... Todos sus disparos fueron a la nada, era una simple actuación para engañar a Sylvia, él sabía muy bien que ella lo miraba atentamente y a solo pocos metros por detrás suyo.
Michael escuchó los disparos lejanos pero no tuvo tiempo de hacer hincapié en ellos, ya que en ese momento alcanzó la cabina a toda velocidad, justo unos metros antes de llegar a la primer torre.
Trató de frenarse contra el brazo de soporte usando sus piernas para minimizar el impacto y aunque lo logró, se cayó encima del techo dándose un fuerte golpe en la espalda, en ese momento también perdió su arma que, al no estar bien sujeta en su cintura por la falta del cinturón, rodó por el techo de la cabina y terminó cayendo hacia el fondo del abismo en un parpadeo.
Steven, por su lado, permaneció de pie mirando todo con rostro serio y su revólver humeando, sin embargo internamente estaba feliz por que ya la cabina estaba fuera del alcance de las armas de fuego y Daphne por fin se encontraba a salvo.
—Creo que no soy tan bueno disparando con mi mano izquierda —ironizó Steven al ver de reojo a Sylvia parada justo a su lado. Ella, con un mortal semblante inexpresivo le extendió su mano abierta y le dijo:
—Tu arma, dámela.
Pudo ser por su entrenamiento militar y su obediencia incuestionable hacia sus superiores en la cadena de mando, o por intentar ocultar su traición ante Sylvia, pero Steven, casi como un acto reflejo y sin pensarlo, le entregó su revólver... En cuanto Sylvia tuvo en su mano el arma, la contempló mientras la empuñaba apretando su mano con fuerza en la cacha; acto seguido miró a Steven a la cara, amartilló el revólver y le apuntó en medio de los ojos. El rostro de Sylvia continuaba inexpresivo, su furia estaba contenida tras esa máscara de gélida impasibilidad.
Steven se quedó petrificado, con el fragor de la situación no sabía cuantas veces había disparado... Con una fugaz mirada sus ojos recorrieron rápidamente las recámaras de las balas de su revólver desde arriba hacia abajo: la primera, vacía; la segunda, vacía; la tercera, vacía; la cuarta, vacía; la quinta, que estaba debajo y entre medio de las anteriores, aunque no se veía, tenía que estar vacía; pero la sexta... era imposible saberlo. La última recámara se encontraba arriba, oculta tras el cañón y lista para disparar, si es que aún tuviera una bala en ella...
Trató de enfocar su mente en los disparos efectuados, pero recordarlos bajo tanta presión le era imposible ¿Cuántas veces había accionado el gatillo? No lo recordaba, concentrado en su ardid para engañar a Sylvia no había pensado en contar sus disparos al aire.
Sylvia lo odiaba y estaba furiosa por el fracaso y la humillación a la que estaba siendo sometida; ese odio era mutuo y ambos lo sabían; mantenían una dura rivalidad desde el día en que se habían conocido y solo la cadena de mando los mantenía unidos... La única pregunta era ¿Sylvia lo odiaba tanto como para ser capaz de dispararle? La respuesta era un contundente ¡Sí!
Steven intentó decir algo, pero en cuanto abrió su boca Sylvia presionó el gatillo antes de que él pudiera emitir ni un solo sonido.
Para Steven esa fracción de segundo pareció resumir toda su vida... El único sonido que se escuchó a continuación fue el mecánico ruido de un percutor golpeando una inerte vaina servida y nada pasó, el revólver estaba vacío, no había ninguna bala, ya todas habían sido disparadas. Steven sintió como si su corazón se detuviera por un instante y quedó pálido.
—Parece que lo intentaste hasta el final, Steven; ahora imagina las consecuencias de no haberlo hecho... No tolero la negligencia por parte de nadie —sentenció Sylvia finalmente—. De todos modos, no llegarán muy lejos —agregó con la frialdad del hielo, le devolvió a Steven su arma y les gritó al resto de sus subordinados:
—¡Detengan esa cabina y háganla volver ahora mismo! Comuníquense con la estación de la base, ellos tienen el control del teleférico ¡Qué la hagan regresar!
De inmediato sus hombres intentaron comunicarse con la base, pero el sabotaje de Michael había sido muy eficaz y era imposible.
—Señora directora, el transmisor interno no funciona, estamos incomunicados —le dijo titubeando uno de los agentes.
Furiosa ahora, Sylvia dio su siguiente orden:
—¡Rápido, quiero que despegue el helicóptero y alcancen esa cabina antes de que llegue abajo, no me importa si los tienen que herir o matar, solo traigan a Armony con vida!
Mientras tanto y en la cabina del teleférico, Michael, con la ayuda de Daphne y Armony, había entrado por la escotilla de mantenimiento, ubicada en el techo de la misma y el ambiente era de tensión, pero también de alivio, y de mucha alegría.
Daphne lloraba sin cesar por la emoción y Michael la abrazó con todo el afecto de un padre que acababa de recuperar a su hija, cuando la calmó un poco se dispuso a abrazar a Armony, pero ella lo detuvo dando un paso hacia atrás y alejándose de él.
—¿Qué pasa, Armony? —le preguntó Michael confundido al ver como ella lo miraba.
Armony estaba muy tensa y seria, su mirada era de claro reproche, parecía que se estaba conteniendo, hasta que en un instante ya no pudo hacerlo y súbitamente levantó su mano, y le dio una bofetada; luego lo abrazó fuerte y llorando le dijo:
—Nunca más me vuelvas a pedir que te abandone ¿Entendiste? ¡Jamás vuelvas a hacerme esto! No puedo perderte otra vez, no quiero vivir aquello nuevamente, es muy doloroso, mi corazón se rompería en mil pedazos y ya no podría soportarlo. —Armony se refería al terrible incendio donde Gabriel murió por salvarla a ella, siendo Melody y a Daphne.
Michael apenas podía entender todo el dolor que Armony había padecido luego de perderlo en su otra vida y que ahora gracias a él recordaba tan claramente, solo atinó a abrazarla, como siempre hizo y contenerla en sus sentimientos.
Pero el emocionante momento duró muy poco.
—¿Qué es ese sonido? —preguntó Armony.
—Solo es la cabina avanzando y el viento que sopla —le respondió Daphne, pero de inmediato Michael agregó:
—No, hay algo de fondo, parece como si fuera un helicóptero sonando a la distancia.
Un momento después, vieron como de entre la bruma y a lo lejos emergía la negra silueta de la aeronave enviada por Sylvia para capturar a Armony; a bordo viajaban el piloto y dos cazadores fuertemente armados.
Sylvia se había quedado en la estación, desde allí daba las órdenes por radio mirando a través de uno de los prismáticos de largo alcance destinados a los turistas y que se encontraban empotrados en varios puntos del complejo.
—Atención, señora directora, estaremos alcanzando al objetivo en pocos segundos más, solicito sus instrucciones finales y autorización ¿Cómo debemos de proceder? —preguntó el piloto del helicóptero siguiendo el protocolo.
—Tienen libertad absoluta de acción, solamente les doy una premisa: no maten a Armony; los demás, que van a bordo, no me importan para nada, ni tampoco el teleférico. Solo traigan a Armony con vida y a como de lugar —dijo Sylvia enojada.
—¡Entendido! —dijo el piloto y puso a su aeronave a la par de la cabina del teleférico, igualando su velocidad y a unos veinte metros de distancia. Uno de los cazadores que iban a bordo abrió la puerta lateral y disparó una ráfaga de balas con su ametralladora... Lo hizo al aire y solo para amedrentar, pero de inmediato en la cabina del teleférico todos se tiraron al suelo, para cubrirse y protegerse de los disparos.
—¿Qué vamos a hacer, papá?
—No lo sé, Daphne. Perdí mi arma cuando abordé la cabina y caí sobre el techo. Ni siquiera puedo responder el fuego.
—Voy a inmovilizarlos y luego nos acercaremos para tomar la cabina por asalto —dijo el hombre que había disparado, y acto seguido volvió a abrir fuego, esta vez a discreción y sin parar.
La segunda ráfaga de disparos comenzó destrozando las ventanas de la cabina en mil pedazos. Michael abrazó a Daphne en el suelo, que estaba gritando aterrada, cubriéndola con su cuerpo y tratando de protegerla de los vidrios, que caían por doquier.
El cazador disparaba sin detenerse, dispuesto a agotar todo el cargador de su arma. Las balas atravesaban la mitad superior de la cabina sin dificultad, reduciendo a sus ocupantes y haciendo un caótico desastre por dentro: uno de los disparos rompió el soporte de un extintor de fuego, tirándolo y haciendo que se activara, liberando su contenido; otro impactó en el botiquín de emergencias de a bordo, que se abrió dejando caer todo lo que en él se encontraba, vendas, tijeras, frascos con medicinas, bengalas y una pistola de señales cayeron encima y alrededor de Armony que, con sus ojos entrecerrados y asustada, apenas podía ver lo que estaba pasando.
—Con eso ya tienen más que suficiente, ahora acércanos a la cabina —le dijo el segundo de los cazadores al comandante del vuelo.
El hábil piloto tenía un gran control de su aeronave y a pesar de los vientos traicioneros que soplaban sin cesar, logró posicionar el helicóptero casi sobre el teleférico, justo al costado, a solo un par de metros de distancia y cuidándose de no tocar los cables de acero, era una maniobra que requería precisión absoluta y nervios de hielo.
—Estamos en posición, procedan a tomar la cabina —dijo el piloto cuando se acercó lo más que pudo y se sintió seguro al tiempo que les hacía una seña con su cabeza a los cazadores para que avanzaran.
En ese instante y cuando el primero de los hombres se preparaba para saltar al techo del teleférico para abordarlo, la escotilla superior de la cabina se abrió repentinamente... De ella emergió Armony, empuñando en su mano hábil la pistola de bengalas que había caído del botiquín de emergencias, y le apuntó directo al primer cazador.
Sus ojos no mostraban emoción alguna, Armony parecía estar actuando sin pensarlo y de manera automática, había sido llevada a un paroxismo tal, que su conciencia le había cedido el control a su instinto.
El hombre se quedó inmóvil durante una fracción de segundo mientras evaluaba la situación, que lo había tomado por sorpresa absoluta, pero Armony no le dio tiempo de reaccionar y apretó el gatillo de su pistola...
Con un agudo silbido la bengala cruzó, como una saeta zigzagueante, la corta distancia que la separaba del helicóptero, dejando una delgada estela de humo en su trayectoria y se introdujo en la cabina de la aeronave, impactando y rebotando por dentro varias veces, hasta incrustarse finalmente en un recoveco por debajo de uno de los asientos; de inmediato estalló un foco de incendio dentro del helicóptero y solo un instante después se llenó de un denso humo.
En un movimiento cuasi espasmódico, el piloto movió su palanca de control y se alejó del teleférico, buscando protegerse tanto de los cables de acero como de cualquier otra estructura contra la que pudiera chocar; la brusca maniobra hizo que los cazadores cayeran dentro de la cabina de la aeronave y se cerrara la puerta corrediza, concentrando aún más el humo dentro del habitáculo.
—¡Mayday, mayday, mayday... Caemos, estamos en emergencia, aborto, repito, aborto la operación! —Con visibilidad casi nula y parte del interior en llamas, el piloto se vio obligado a buscar la seguridad de un claro en la montaña, para aterrizar el helicóptero sin estrellarse y proceder así a apagar las llamas.
Mientras tanto, Sylvia lo miraba y lo escuchaba todo desde la estación, no podía creer lo que estaba pasando. A pesar de tener la ventaja en todo aspecto, estaba siendo derrotada.
—¡Maldita sea! Quiero que vayan hombres a la base de la montaña ya mismo, no podemos dejar que se nos escapen; contáctense con cualquier operativo que esté por la zona ¡Atrapen a esa maldita mujer! —Furiosa y a los gritos, Sylvia daba sus órdenes, estaba tan alterada que ni siquiera advirtió la disimulada sonrisa que esbozaba Steven en su rostro.
Dentro de la cabina, Armony se sentó en el suelo. Temblaba y aún empuñaba la vacía pistola de bengalas mientras trataba de asimilar lo que había pasado y Michael comprobaba que no tuviera alguna herida:
—Armony ¿Estas bien? Fue muy valiente lo que hiciste —le dijo él mientras la sujetaba de sus brazos, agachándose junto a ella y acariciándole el rostro por momentos.
Armony asintió con la cabeza un par de veces, su mirada estaba fija en la nada y con sus ojos bien abiertos... Permanecía aún conmocionada por lo que había sucedido. Había sido llevada hasta su límite; nunca había disparado un arma de ningún tipo en toda su vida, jamás se había comportado de manera tan agresiva con nadie y con la adrenalina corriendo por su cuerpo, ni siquiera se había detenido a considerar el riesgo que había corrido.
—Les va a llevar un buen rato recuperarse de ésta... Estoy segura de que ganamos media hora, al menos...; vamos a tener que aprovecharla, ¡Sé que lo lograremos! —dijo Daphne sonriendo y optimista mientras atisbaba por la ventana, con la intención de ver lo que había pasado con el helicóptero.
—No entiendo como fuí capaz de hacer lo que hice, Michael, ahora no puedo ni siquiera pararme, siento mis piernas flojas y sin fuerzas.
—Son los nervios, Armony; en unos momentos más vas a estar recuperada, solo date unos segundos de tiempo —le dijo él, pero ella solo escuchaba el sonido de su corazón, que latía rápido, sonando como un caballo al galope y con una fuerza tal que parecía salírsele del pecho.
—Nunca me creí capaz de esto, yo no soy así, no confronto nunca de manera violenta a nada, ni a nadie... Escapo y me alejo de los conflictos; no me siento orgullosa de ello, pero así es como soy, es mi carácter.
Michael la miró de manera comprensiva y le dijo:
—Melody nunca fue así, ella siempre se enfrentó a todo, fue la mujer más valiente que he conocido y tú eres ella, tal vez elegiste vivir esta vida de otro modo y con otra actitud porque pensaste que así sería más sencilla y mejor, o tal vez pensaste que por haber sido como fuiste terminaste en situaciones dolorosas, que hubieras preferido evitar y que no querías vivir nuevamente.
—Tengo miedo, Michael, ya no se como voy a reaccionar en el futuro.
Las actitudes de Melody, que cada vez afloraban con más intensidad en Armony, la confundían y la hacían desconocerse a sí misma.
—No tengas miedo, siéntete orgullosa, defendiste a tus seres amados una vez más, como siempre lo hiciste, Melody ¿Recuerdas el nacimiento de Daphne? Fue un parto muy difícil, luchaste con todas tus fuerzas para que ella naciera, hasta que lo lograste, y nació perfectamente... Siempre protegiste a tu familia sin importarte tu seguridad y una vez más lo has hecho, Armony —le dijo Michael mirándola a los ojos y tratando de hacerla conciente de una fuerza interior que ella creía no tener y continuó diciéndole:
—Durante el parto de Daphne, recuerdo que en un momento me pediste que, si morías esa noche, se hiciera todo lo necesario para salvar a la bebé... Ese parto fue tan peligroso y me asusté tanto que yo mismo te pedí en aquel entonces no tener más hijos después de ella; tener a nuestra amada Daphne era todo lo que queríamos y ya lo habíamos logrado. Después de aquello me dí cuenta de que no soportaría perderte...
Daphne los miraba en silencio y enterándose de historias de su pasado que nunca supo, viendo a sus padres como jamás los había visto, pero al mismo tiempo como siempre los había soñado; en ese instante una lágrima de emoción se le escapó, rodando por su mejilla.
Un respiro de tranquilidad inundó el ambiente que los rodeaba, habían logrado dejar atrás, aunque apenas por un instante, a sus tenaces perseguidores. Michael sabía que esa ventaja era solo momentánea, aún no habían logrado escapar, la Corporación no se rendiría tan fácilmente, debía aprovechar este pequeño impasse para calmar a Armony, que era la más afectada de los tres. Fue así que decidió seguir consolándola, abrazándola y conteniéndola, hasta que llegaran a la estación en la base de la montaña.
Hielo frágil
Cuando la cabina del teleférico llegó a la plataforma inferior se detuvo y abrió sus puertas automáticamente. Los tres bajaron, Armony estaba ya mucho más repuesta de su experiencia, a pesar de ello, Michael la continuaba abrazando para asegurarse de que no trastabillara.
Al igual que la estación de la cima del pico, la estación de la base se encontraba totalmente operativa, pero, a diferencia de su homóloga, estaba totalmente abierta al público. En ese momento se encontraba llena de personas que deambulaban por todos lados, ya que había diversas tiendas y un gran restaurante funcionando en ella.
—Cuanto más nos alejemos del teleférico, mejor, tenemos que perdernos entre la gente antes de que alguien vea el estado en el que quedó la cabina y nos haga preguntas —dijo Michael.
—¡Un momento! No entiendo, ¿Por qué no buscamos ayuda de la policía? —preguntó Daphne—. Pensé que eso sería lo primero que haríamos al llegar.
—Es mucho riesgo, hija. Seguramente la Corporación lo negaría todo y la policía nos detendría hasta esclarecer lo ocurrido —le dijo Michael—. No podemos confiar en nadie, no sabemos hasta donde llegan los lazos de la Corporación, podrían incluso hacerse pasar por miembros de algún organismo de seguridad y engañar a la propia policía para secuestrar a tu madre, o incluso a todos nosotros. Es mejor desparecer.
—Pero ¿Qué es la Corporación? ¿Qué interés tiene en nosotros?
—Vamos, mezclémonos entre la gente primero, Daphne, luego te lo contaremos todo —le respondió Michael.
Por fuera y rodeando a la estación, se encontraron con lo que se podría definir como un pintoresco y gran centro vacacional de invierno, que era tan grande y estaba tan concurrido que se asemejaba a un pequeño pueblo de varias manzanas.
En ese lugar se concentraban muchos comercios y atracciones destinadas exclusivamente a turistas y visitantes: había pequeños restaurantes, varios bares y cafeterías, tiendas de venta de artículos para excursionistas y amantes del turismo aventura, comercios de ropa invernal, atracciones variadas de todo tipo y hasta una estación de trenes que llamó la atención de Michael de inmediato.
En la estación estaba detenido un tren de pasajeros. Con un simple golpe de vista se apreciaba que era muy moderno y bastante largo, tenía más de diez vagones; estaba pintado en su mayor parte de un color rojo muy llamativo y parecía nuevo; se apreciaban dos poderosas locomotoras al frente y su vagón final era de tipo panorámico, dotado con un techo lleno de paneles de cristal transparentes para poder disfrutar a pleno de los bellos paisajes por los que viajaba.
En ese momento el tren estaba prácticamente vacío.
—Ese tren está esperando a que llegue la hora de partir lleno de pasajeros, que seguramente deben ser la mayoría de las personas que nos rodean —dijo Michael entre dientes y pensando en voz alta al ver que el centro vacacional estaba plagado de visitantes que recorrían entusiastas las calles peatonales en todas direcciones, al tiempo que disfrutaban de las diversas atracciones que tenían, riendo, tomando fotos y consumiendo todo lo que se les ponía a su disposición.
Con solo caminar unos pasos les fue muy fácil mezclarse entre este público tan variado y pasar desapercibidos. Aparentemente nadie se percató del estado en el que estaba la cabina del teleférico, perforada por disparos y con los vidrios rotos...
Luego de una breve recorrida, Michael les dijo a Armony y a Daphne:
—Espérenme un momento aquí y no se muevan; no quiero que nos separemos y nos perdamos entre toda esta gente. —Y se dirigió a hablar con uno de los guardas del tren.
Armony y Daphne se quedaron viendo de lejos como charlaban. Un momento después Michael volvió:
—Vamos a abordar ese tren, se trata de un tren turístico, así que no va rápido, pero tampoco hace escalas; se dirige hacia el noroeste y por aquí pasa solo una vez al día. El guarda me dijo que parte en quince minutos. Es nuestra mejor vía de escape. Voy a comprar tres boletos; prefiero que el empleado de la boletería no las vea acompañándome, por si ya nos están buscando, así que quédense por aquí y no se alejen ¿Entendido?
—Lo que tú digas, Michael. Nos quedaremos por aquí cerca —le respondió Armony al tiempo que Daphne asentía con la cabeza. Michael entonces las dejo solas.
«Michael es tan meticuloso, si tan solo le hubiera dado más importancia a sus advertencias todo esto no nos estaría pasando; en mi afán por ver a Daphne la puse en peligro y no solo a ella, a él también; casi lo matan, me siento tan responsable de toda esta situación», pensaba Armony culpándose sin piedad por todo, absorta en sí misma, torturándose. Y así hubiera seguido de no ser por Daphne que la hizo reaccionar:
—No puedo creer lo que hiciste hace un rato, mamá ¡Derribaste a un helicóptero tú sola! Eso fue realmente impresionante.
—Yo tampoco puedo creerlo, hija, mírame, no puedo parar de temblar aún; estoy haciendo cosas que jamás me creí capaz de hacer. —El escuchar a Daphne decirle mamá y a ella misma llamarla hija la hizo sentirse extraña, no se sentía aún lista para algo así, aunque al mismo tiempo estaba deseosa de todos estos cambios que estaban sucediendo tan rápido.
El estar listo o no para algo en la vida es algo subjetivo y que depende de cada uno de nosotros. El destino jamás espera a nadie, él simplemente actúa en consecuencia a nuestros deseos más profundos y a la vida que nos toca vivir...
En este caso, el deseo de tres almas solitarias las había reunido en esta vida para formar nuevamente la familia que en otra vida fueron.
Daphne era muy perceptiva de la condición humana y notó de inmediato que Armony estaba mucho más perturbada internamente de lo que ella admitía. Miró alrededor tratando de buscar algo que la distrajera y la relajara un poco, con toda la diversión que las rodeaba no le resultó difícil hacerlo:
—¡Mira allí! Un corral con caballos, vamos a verlos de cerca, amo a los caballos —dijo Daphne mientras arrastraba del brazo a Armony, que apenas reaccionaba, aun tratando de asimilar bien todo lo que le estaba pasado.
En el gran corral hermosos caballos de distintas razas caminaban por todos lados, algunos llevaban montados a turistas que paseaban en ellos, otros eran simplemente fotografiados por su belleza, porte y estampa. Todos estaban arreglados perfectamente con sus monturas, riendas y galas, era todo un espectáculo y una recreación a la vista.
El contemplar a esos magníficos ejemplares hizo que Armony recordara nuevamente sus clases de equitación, de cuando era niña. Los caballos fueron una parte muy importante de su niñez y adolescencia, era una gran conocedora de todo lo referente a la equitación.
—Te contaré algo de mí que no sabes, Daphne. De niña aprendí a montar, y hasta estuve en algunas exhibiciones como jinete; aprendí mucho de caballos y no solo a montarlos, sino a cuidarlos y a prepararlos también. Luego, al crecer, leí cuanto libro pude sobre las distintas razas y sus características.
—Que suerte que tuviste, yo en cambio no se ni siquiera subirme a uno, y mucho menos dirigirlo —dijo Daphne con un dejo de tristeza—. Aunque sé un poco de ellos, por mi profesión de fotógrafa; he tomado fotos en competencias y en ambientes naturales también. Están entre mis animales favoritos, tengo álbumes de fotos que quisiera mostrarte algún día, te encantarían.
Cualquiera que mirara a Daphne y a Armony juntas en ese instante las hubiera confundido con dos buenas hermanas dada la edad que aparentaban tener y el trato mutuo.
El momento que compartían madre e hija se había convertido en algo mágico que las acercaba de un modo especial y no solo como familia, sino también como amigas.
En ese instante, uno de los caballos vio algo en Armony que le llamó la atención y se acercó a ella. Armony le acarició la cabeza y el cuello con cariño, y sus ojos resplandecieron con un brillo especial.
Era un caballo entre joven y adulto, de pelaje blanco y brillante, fuerte y hermoso, su crin estaba peinada y arreglada con trenzas. Tenía colocada una impresionante montura; con su silla, riendas y estribos haciendo juego; y con finos y elegantes detalles en metal y cuero, y muchos arreglos más.
—Míralo, Daphne, es tan hermoso. Este es un caballo lipizano. Son nativos de una localidad de Eslovenia que es vecina de Italia, Lipica; de ahí viene su nombre. Estos caballos son especiales, hija, están entre los predilectos para ser adiestrados en las altas escuelas de equitación, y en esos lugares solo utilizan a los mejores ejemplares que son los que demuestran tener más inteligencia y cuerpos fuertes.
Cada año nacen en Lipica solo unas pocas decenas de estos bellos caballos.
Presta atención a su cuello, es largo y musculoso, eso le da elegancia a su postura; su espalda es larga, pero fuerte; la grupa es recta; sus piernas tienen articulaciones bien formadas y sus pezuñas son fuertes.
Obsérvalo caminar, su paso es armónico y sus movimientos gráciles y rítmicos.
¿Puedes ver el detalle de sus huellas? Tiene colocadas herraduras especiales para que no se resbale tan fácilmente en el hielo.
Ahora mira sus ojos, son brillantes y vivos, tiene una mirada inteligente... y, por como esta arreglado, yo diría que esta preparado para una exhibición.
Me siento honrada de que se nos acerque, él percibe lo que sentimos, los lipizanos tienen una sensibilidad muy desarrollada, a ellos les encantan las demostraciones de cariño.
Generalmente forman fuertes lazos afectivos con su dueño o entrenador, son bondadosos y alegres por naturaleza.
Vamos, Daphne, acarícialo, te va a gustar.
Por un instante el amor de Armony por los caballos la había alejado de sus problemas y hecho olvidar completamente todo lo que la abrumaba.
Daphne, tímidamente, pasó su mano por el cuello del hermoso caballo, que se quedó quieto recibiendo las caricias de ambas.
—Es bellísimo —dijo suavemente Daphne, y su rostro se iluminó en ese momento mientras disfrutaba cada detalle de la experiencia que estaba viviendo.
Armony sonrió al ver su expresión y siguió diciendo:
—Es joven aún, pero ya esta en edad de competir.
Los lipizanos tienen una particularidad que siempre me fascinó: nacen con su pelaje negro o marrón oscuro, y a medida que crecen se van aclarando hasta perder todo tinte. La mayoría se vuelven blancos ya a la edad de tres o cuatro años, y otros pocos recién con más de quince años.
Hay una leyenda muy hermosa que me contaron de niña y que siempre me gustó, es acerca de esta raza de caballos y se llama La Leyenda del Lipizano, te la contaré:
Había una vez dos hermanos jóvenes, el más grande no llegaba a tener veinte años y el más pequeño apenas tenía la mitad de edad que su hermano mayor.
Estaban solos en la vida, habían perdido a todos sus parientes en una guerra hacía años. Ambos hermanos se querían mucho, lo único que aún les quedaba en la vida eran el uno al otro.
Cierto día el hermano mayor enfermó y el pueblo más cercano que tenía un médico estaba a varios días de viaje a pie, ir de otro modo era imposible ya que quedaban muy pocos caballos en la región, la última guerra los había demandado casi en su totalidad.
Como no quería dejar a su hermano menor solo, el mayor prefirió esperar a que la enfermedad se curara por sí misma. Pasaron así varios días mientras su hermano menor lo cuidaba como podía.
Con cada día que pasaba la preocupación del pequeño crecía porque la enfermedad de su hermano en lugar de mejorar iba empeorando cada vez más.
Finalmente y al ver que no se curaría sin ayuda, el hermano mayor decidió ir al pueblo con el médico para que lo sanase, pero no quería dejar a su hermano menor solo, así que ambos hermanos emprendieron el largo viaje por la mañana.
Al hermano mayor ya le costaba mucho caminar a causa de la fiebre y se retrasaron bastante; el avance se hizo lento y la noche los sorprendió solos y adentrados en medio de un bosque espeso. El hermano mayor estaba ya muy cansado y mareado, pero no quería que su hermano pequeño corriera el peligro de pasar la noche en el bosque, así que siguieron caminando sin detenerse hasta que finalmente no pudo más y cayó desmayado.
El hermano menor trató de arrastrarlo, pero no podía ni siquiera moverlo, era muy pequeño aún y sus fuerzas, simplemente, no le bastaban.
Cerca de la medianoche se desató una fuerte tormenta que empeoró aún más las cosas para ambos hermanos.
El pequeño solo atinó a quedarse sentado al lado del mayor esperando a que la lluvia pasase y rogando que su hermano despertase, pero sabía que eso era cada vez más difícil, la fiebre de su hermano estaba cada vez peor.
En el medio de la tormenta, el espíritu del bosque, que era justo y bondadoso, sintió una gran pena por el destino que les esperaba a ambos y se apiadó de ellos. Sin duda el hermano mayor moriría esa misma noche en el bosque y el menor quedaría solo en la vida, la muerte los separaría a ambos sin remedio.
Entonces, el espíritu del bosque le habló al hermano menor y le dijo:
—Pequeño, tu hermano esta muy mal, si no recibe ayuda pronto no verá otro amanecer.
—No tengo fuerzas para arrastrarlo y no puedo orientarme en el bosque de noche, y con esta tormenta no sé ni para donde ir —le respondió el niño entre lágrimas y sollozos.
—Yo puedo ayudarlos a ambos, te daré la fuerza suficiente y te dotaré del instinto que necesitas para guiarte en la naturaleza, pero a cambio tendrás que hacer un gran sacrificio de tu parte, Pequeño.
—¡Pídeme lo que quieras! Siempre que pueda salvar a mi hermano y permanecer juntos como siempre hemos querido, yo estaré feliz.
—Eres valiente, Pequeño, así será entonces... ¡Prepárate! Porque una vez que mi magia actúe ya no habrá vuelta atrás y todo dependerá solo de ti...
Entonces, el espíritu del bosque lo transformó en un hermoso corcel, negro como la noche, fuerte e inteligente como pocos, y colocó al hermano mayor, aún inconsciente, sobre su lomo.
—Recuerda que tu hermano tiene que recibir ayuda antes del amanecer o lo perderás.
El hermano menor, convertido así en un bello y joven caballo, cabalgó durante toda la noche en medio de la furiosa tormenta.
El trayecto no fue nada fácil, tuvo que atravesar por ríos caudalosos y escalar laderas con duras piedras, pero fue directo al pueblo sin perderse ni desviarse... Y llegó antes del amanecer.
Las personas del pueblo al ver al joven desmayado sobre el lomo del caballo lo llevaron de inmediato con el médico que lo atendió de emergencia en la clínica.
El corcel negro se quedó esperando toda la noche frente a la clínica sin moverse de allí, y así fue por varios días más... Aunque lo intentaron, fue imposible hacerlo salir de ese lugar ni llevarlo a otro lado. Los lugareños, conmovidos por su fidelidad, le acercaron comida y agua para que no se debilitara.
Los días pasaron y el hermano mayor se recuperó al fin. Lo primero que hizo al despertar fue preguntar por su pequeño hermano, pero le dijeron que lo había traído un caballo negro sin nadie más que lo acompañase.
Sin más demora y extrañado por la presencia del misterioso corcel, el hermano mayor, que sabía cabalgar, lo montó y fue al bosque dirigiéndose justo al último lugar donde había estado con su hermano menor.
Cuando llego allí lo buscó sin descanso..., pero no encontró pista ni rastro de él por ningún lado, la tormenta lo había borrado todo ya días atrás. Al final, desesperado, se puso a llorar amargamente por haber perdido a su querido hermano pequeño.
Una vez más el espíritu del bosque, que veía todo lo que ocurría, se hizo oír:
—Deja de llorar, tu hermano menor nunca se separó de ti, hizo todo lo que pudo por ayudarte y lo logró. Fue él quien te llevó hasta el pueblo y quien te trajo nuevamente aquí.
Trata a este valiente caballo con todo el amor que le darías a tu hermano porque es él, en espíritu... Y con respecto a ti —le dijo al caballo negro—, el reconocimiento por tu sacrificio lo dejaré plasmado en todo tu cuerpo y así será con tus descendientes por los tiempos de los tiempos.
Entonces el espíritu del bosque cambió el color del pelaje del corcel de negro azabache a un blanco brillante para que todos siempre recodasen la historia del caballo que diera origen a la raza lipizana.
Y fue así que los caballos lipizanos, descendientes de aquel valiente corcel, siguen cambiando el color de su pelaje al crecer y son de los más amistosos, inteligentes y fieles caballos del mundo.
—Que hermosa leyenda, mamá, nunca la había escuchado antes y me gustó mucho —dijo Daphne mientras apartaba las lágrimas de sus ojos con el dorso de su dedo índice, conmovida por el relato de Armony...
En ese momento llegó Michael con los boletos:
—Escúchenme con atención, tengo buenas y malas noticias. Las buenas son que conseguí los boletos para los tres, y en un mismo camarote.
—¿Y las malas? —preguntó Armony preocupada.
—Que el tren esta retrasado y va a partir recién en treinta minutos más, y eso es tiempo suficiente para que la Corporación mande a sus agentes a buscarnos hasta aquí.
Se hizo un tenso impasse de silencio tras las palabras de Michael.
—¿Por qué no nos relajamos un poco y vamos a tomar algo caliente? Después de lo que acabamos de pasar nos va a hacer bien, además, así nos mezclaremos mejor entre los turistas y llamaremos menos la atención que estando tensos los tres aquí parados —dijo Daphne tratando de poner paños fríos a la situación.
Fue así que entraron a un bar que estaba a pocos metros de donde se encontraban y se sentaron a tomar algo...
Daphne tuvo razón, el tiempo pasó más rápido de ese modo, también sirvió para que Michael y Armony le explicaran un poco mejor la situación por la que atravesaban y respondieras a sus preguntas.
Pero, lamentablemente, Michael también estuvo acertado con su advertencia, ya que faltando solamente diez minutos para que partiera el tren los agentes de la Corporación llegaron al complejo turístico y comenzaron a buscarlos minuciosamente.
Michael se percató de inmediato de la presencia de estos hombres, la manera de vestir sobria y actitud sospechosa que tenían los delataban y hacían resaltar de entre los simples turistas, mucho más coloridos y alegres.
—Son ellos, ya están aquí, si nos ven antes de abordar el tren se acabó, ya no nos queda otro vehículo de escape. La mejor alternativa que tenemos es separarnos y reunirnos a bordo del tren en diez minutos exactamente —dijo Michael.
—Tengo miedo, no quiero quedarme sola —le dijo Daphne asustada y temblando mientras lo sujetaba de la mano.
—No temas, hija, no creo que estos agentes formen parte del grupo que te secuestró, no nos han visto en persona, seguramente estaban cerca de aquí y los mandaron para encontrarnos. Deben de tener una descripción vaga de nosotros pero no fotos... Aunque tal vez tengan la foto de Armony que es más conocida.
Tú, Daphne, ve y aborda ya mismo el tren y espéranos; tu madre y yo nos vamos a separar y a mezclar entre la gente hasta el último minuto, en ese momento subiremos también.
Daphne se fue directamente al tren. Armony se separó de Michael y trató de mantener su rostro oculto subiendo su capucha y usando una bufanda que llevaba en el cuello.
Para Armony los minutos pasaron lentamente: esquivando miradas, bajando la cabeza y mirando en otras direcciones, hasta que escuchó la sirena del tren marcando el último llamado para abordar.
Michael, que estaba cerca de la formación, subió al tren sin problemas, sin embargo Armony, cuando se encaminaba para subir a bordo y a solo quince metros delante suyo, sorpresivamente vio su camino obstaculizado.
Entre ella y el tren estaba parado uno de los agentes de la Corporación mirándola de frente al tiempo que miraba su teléfono celular donde tenía, sin lugar a dudas, una foto de ella que confirmaba su identidad.
Armony vio como el agente habló por un pequeño transceptor que tenía oculto en el extremo se su manga y dedujo que estaba alertando a los demás de que la había encontrado; acto seguido, empezó a caminar hacia ella con paso firme y decidido.
En cuanto vio esto, Armony retrocedió buscando mezclarse entre el público nuevamente; pero eso ya era imposible, no quedaban muchos turistas dando vueltas, la mayoría había abordado el tren que estaba a punto de partir y del cual, para colmo, ella se veía obligada a alejarse cada vez más.
A bordo del tren, Michael ya se había reunido con Daphne y buscaban a Armony vagón por vagón. Ambos estaban muy preocupados, ya que no la encontraban por ningún lado:
—No la veo, papá ¿Y si la atraparon, que vamos a hacer?
—No lo sé, hija, solo tengamos fe en que no haya sido así; tu madre tiene que estar bien —Michael esperaba ver a Armony en cualquier momento pero también sabía que no podía hacer mucho más, su preocupación era evidente, estaba tenso, algo no marchaba bien y lo intuía.
Mientras tanto, los agentes seguían apareciendo uno tras otro y cortando las posibles rutas de escape de Armony que se veía cada vez más cercada por todos lados, ya sin una huida posible.
Finalmente escuchó al tren partir, los frenos se liberaron, las ruedas se pusieron en marcha y el motor, con su clásico ruido acelerando, resonaron en sus oídos como si fueran los únicos sonidos del lugar, y sus esperanzas se esfumaron del todo.
En ese momento se quedó estática, ya abandonada a su suerte:
«Al menos Michael y Daphne están a salvo, fue mi imprudencia la que nos hizo terminar así, supongo que me lo merezco», pensó resignada y tratando de consolarse con la aceptación de su destino...
Al hallarse totalmente rodeada el tratar de huir corriendo era algo inútil y al estar completamente sola el pedir auxilio gritando también, nadie vendría en su ayuda y sería silenciada de inmediato; Armony tenía una única opción, rendirse sin más ante los agentes de la Corporación.
Pero mientras se compadecía de sí misma y de manera inesperada sintió algo que le tocaba la espalda. Sin darse cuenta había llegado al corral de caballos nuevamente, justo al mismo punto donde le había mostrado ese bello caballo lipizano a Daphne, y era el mismo corcel quien le estaba tocando el hombro desde atrás con su nariz para llamar au atención.
Armony se volteó y lo miró a los ojos, el caballo la miraba casi como queriendo decirle algo en un lenguaje que solo se establece entre un jinete y su montura... Al mismo tiempo vio con su visión periférica que estaba siendo rodeada por varios agentes, y a pocos metros ya. Se disponían a apresarla aprovechando el anonimato que les daba la casi nula presencia de turistas en el lugar.
—Te entiendo —le dijo Armony al corcel susurrando en voz baja—, solo espero recordarlo todo —agregó y entonces sin pensarlo dos veces saltó por encima del cerco entrando al corral, y subió a la montura del lipizano.
El caballo la aceptó como jinete de inmediato, fue casi como si un lazo invisible y etéreo los uniera desde siempre... Armony tomó las riendas con ambas manos y apoyó firmemente sus pies en los estribos; a pesar de que hacía años que no cabalgaba en pocos segundos todos sus recuerdos de equitación se hicieron presentes en su mente como si se trataran del día de ayer.
Hizo retroceder a su caballo en el corral varios pasos para tomar carrera y con un grito y una pequeña, pero firme, sacudida de las riendas Armony le dio la orden de comenzar a correr.
Con un ágil movimiento el hermoso lipizano saltó fuera del corral con gran facilidad, a los agentes no les quedó otra opción más que apartarse de su camino.
Armony comenzó a cabalgar velozmente tras el tren para alcanzarlo, creía que aún estaba a tiempo.
Pero en ese momento, de la nada, surgieron dos poderosas motos de nieve negras que le cortaron el paso; esta vez no eran agentes comunes, eran los temibles cazadores de la Corporación enviados por Sylvia.
Eran tres hombres en total, en una de las motos iba solamente un piloto y en la otra un piloto con un acompañante. Al verlos, Armony, con un giro cerrado y sin detener el paso, desvió su trayectoria y se metió dentro del complejo turístico.
Atravesando las calles internas y esquivando a las pocas personas que aún quedaban por allí caminando, logró abrirse paso. Con esa decisión les sacó algo de ventaja a los vehículos de la Corporación que no podían maniobrar fácilmente por las calles internas y se vieron obligados a tomar una ruta alternativa, rodeando al gran centro vacacional.
Al salir del complejo cabalgó directamente hacia un bosque cercano, internándose en él; las motos de nieve, continuaban persiguiéndola; el tren, por su lado, se alejaba rápidamente siguiendo las vías que rodeaban al espeso bosque y ya no se lo veía.
La única manera que le quedaba a Armony de acortar la distancia con la formación y alcanzarla a tiempo era encontrando un atajo en línea recta por dentro del bosque que la llevara nuevamente hacia las vías del tren.
El caballo saltaba sobre las ramas caídas y rocas sin problemas, sus bríos eran tales que hasta parecía estar feliz de poder hacerlo en libertad, sobre un terreno natural y agreste, en lugar de una pista de exhibición y durante una competencia.
Con cada salto que daba hacía gala de su juventud y fuerza que destacaban como nunca; con respecto a Armony, su entrenamiento ecuestre la había convertido en una excelente jinete y se sentía muy confiada en su cabalgadura.
Las motos de nieve y sus hábiles pilotos, sin embargo no les perdían el rastro; aunque no tenían la facilidad del caballo para saltar y meterse entre las rocas, contaban con la gran potencia de sus motores que rugían con furia en el tranquilo bosque y compensaban con creces su desventaja en versatilidad, acercándose cada vez más por cualquier sector donde hubiera un camino que les permitiera a sus veloces orugas traccionar.
En un momento de la desenfrenada carrera, Armony llegó hasta un gran lago congelado que estaba muy dentro del bosque. El lago tenía un tamaño enorme y se extendía hasta donde alcanzaba la vista, era una gran planicie de hielo rodeada en toda su extensión por altos y frondosos árboles.
«¿Estará totalmente congelado o será solamente en su superficie? Lo dejo a tu entera decisión, amigo mío», pensó ella.
Sin detener el paso, y confiando plenamente en que el instinto natural de su corcel le impediría avanzar en el caso de que solo de tratase de una frágil capa de hielo, arremetió por encima del helado manto acuífero...
Para su alivio, el caballo siguió corriendo sin dudarlo ni un segundo, la superficie parecía soportarlos bien. Las herraduras para hielo del lipizano conseguían la tracción necesaria para avanzar pisando con fuerza y astillando la dura capa de agua congelada con cada paso que daban, aunque cada vez parecía menos firme a medida que se internaban en ella.
Pocos segundos después, la primera de las motos llegó al lago:
—¡Es hielo blanco, repito es hielo blanco! Si pasamos por encima se puede quebrar, tenemos que desviarnos —advirtió por radio el piloto en cuanto vio la superficie del lago congelado.
Ninguna de las dos motos se atrevieron a seguir por medio del lago y continuaron con la persecución por el borde del mismo, donde el terreno les permitía moverse con seguridad; de a poco se retrasaban y comenzaban a perder a Armony, pero era lo mejor que podían hacer sin arriesgarse a hundirse en el agua.
A mitad del lago, y sin que Armony lo advirtiese, el hielo se fue haciendo peligrosamente delgado y frágil... En un momento se empezó a quebrar bajo las pisadas del caballo que comenzaron a dejar largas grietas tras de sí.
Las grietas se fueron juntando dando lugar a grietas cada vez más grandes, convergiendo todas tras su rastro y develando que, debajo de ellas, acechaba un enemigo mortal... Solo una delgada capa superficial del lago era de hielo, bajo esa engañosa superficie helada había una cuenca muy profunda con agua en estado líquido y lo suficientemente fría como para congelar en cuestión de minutos a cualquier ser vivo que fuese lo suficientemente desafortunado como para caer en ella.
El retornar sobre el camino agrietado era ya muy peligroso y el valiente animal se había percatado de esto, en vez de asustarse por el hielo frágil comenzó a correr aún con más fuerza que antes, sabiendo instintivamente que la vida de ambos estaba ahora en juego; Armony, sin embargo, no entendía por que su caballo corría cada vez con más desesperación, ella aún no sabía que solo contaba con toda la velocidad que el lipizano pudiera darle para no morir allí mismo.
Pocos instantes después, Armony empezó a notar con preocupación que a medida que avanzaban se veían con más frecuencia sectores en los que la superficie lacustre aún no estaba congelada, aunque eran sectores lejanos y apartados de su ruta, indicaban claramente que no todo el lago estaba cubierto de hielo sólido.
Los pedazos cristalinos de hielo comenzaron a volar por los aires en todas direcciones estallando con cada paso que el ágil animal daba, por momentos parecían pequeños espejos que reflejaban caóticamente la carrera de vida o muerte en la que se encontraban inmersos.
Las placa de hielo principal, que cubría la superficie en casi toda su extensión, se comenzó a agrietar y romper en bloques cada vez más pequeños que llegaban a inclinarse levemente hasta en las orillas más lejanas del lago, era como si de delgados témpanos se tratara ya.
El agua gélida que saltaba salpicaba a Armony cada vez más intensamente, eso le dio un indicio de que algo extraño estaba pasando, giró entonces su cabeza para mirar atrás y vio con estupor como la superficie que los sostenía se desmoronaba tras ellos: las grietas del hielo los perseguían como furiosas bestias dispuestas a cazarlos.
Rápidamente volvió a mirar al frente y pudo ver la orilla final, que estaba ya bastante cerca, pero que aún parecía tan lejana.
Con cada paso que daba, el lipizano destrozaba la frágil capa de hielo que con fuertes crujidos se desbarataba; los duros cascos del animal pisaban cada vez con más fuerza los pedazos de hielo, que se comenzaban a hundir ante su peso al tiempo que intentaba conseguir la reacción necesaria para salir de esa trampa mortal en la que estaban.
Sus veloces pasos se comenzaron a convertir en grandes zancadas, que se volvían erráticas tratando de acertar en los sectores de hielo que aún se mantenían firmes. Armony apretó sus piernas todo lo que pudo contra el cuerpo de su cabalgadura, apenas podía sostenerse montada ante los potentes y bruscos movimientos del animal, hasta que en un momento ya no le quedó otra opción más que cerrar sus ojos y abrazarse del fuerte cuello de su corcel para sostenerse sin caer.
Así continuó cabalgando durante varios metros, que le parecieron kilómetros; en un instante, alzó su mirada para ver cuanto faltaba ya y para su horror, vio lo que no imaginaba: justo delante de ellos, a una distancia de diez metros aproximadamente, la capa de hielo terminaba abruptamente sin llegar hasta el borde del lago.
Un espacio de varios metros separaba la segura y firme orilla del lago del último sector de hielo; detrás de ella la superficie destrozada hacía el retorno imposible, ni siquiera detenerse era ya una opción porque el hielo cedía ante el peso de su caballo cada vez que lo pisaba, la situación había llegado finalmente a un punto crítico.
La distancia parecía insalvable, ni siquiera un animal entrenado en saltos podría sortear ese obstáculo. Armony, sabiendo del instinto que caracteriza a los caballos, pensó «Si duda o se asusta se detendrá y eso también significará la muerte para ambos», pero su bravío corcel estaba tan lleno de valor que tal vez podría lograr el milagro.
Sin mostrar el más mínimo temor, el lipizano arremetió contra el mortal escollo final de su carrera y entonces, en un último esfuerzo, el magnífico caballo, usando toda su fuerza, dio un tremendo salto tan potente que quebró todo el hielo por debajo de sus patas traseras, que se hizo mil pedazos como si de un gran cristal se tratara, dejando al desnudo el agua que estaba casi a temperatura de congelación.
Como si la escena transcurriera en cámara lenta, Armony miró para abajo y vio que las transparentes y puras aguas lacustres llenaban una cuenca que tenía una profundidad tan grande que, desde arriba, se veía negra como las fauces de un depredador que devoraría a cualquier ser que en allí cayese y se lo llevaría hasta el fondo, matándolo en cuestión de segundos.
La suerte estaba echada, solo restaba esperar las consecuencias. Caer sobre el lago era ya una sentencia de muerte, sin hielo suficiente que los soportara ambos morirían con certeza absoluta, para Armony el tiempo prácticamente se detuvo, pudo percibir como a los costados de ella volaban gotas de agua y pedazos de hielo en el aire mientras el gran salto llegaba a su fin.
«¿Voy a morir aquí? No quiero morir congelada ¿Será por esto que siempre le tuve fobia al agua helada? Supongo que siempre supe que terminaría así», pensó Armony; su temor al agua fría, a la que siempre le había huido con pánico desde niña, parecía ahora haber sido un terrible presagio de su final.
Cerró entonces sus ojos y esperó el desenlace...
Repentinamente sintió un gran impacto cuando las patas frontales del caballo aterrizaron en suelo firme, luego las traseras, y el brioso corcel siguió con su carrera heroica dejando tras de sí a la mortal trampa de hielo.
Las motos de nieve habían perdido bastante terreno, pero los cazadores que las pilotaban no se rendían y se acercaban como perros de presa desbocados y furiosos; el ruido de sus motores, aún lejano, se escuchaba cada vez más cercano y fuerte.
Para Armony, el bosque se fue haciendo cada vez menos denso, todo se volvía más luminoso a medida que abandonaba la espesura que la rodeaba, el viento helado golpeaba su rostro nuevamente a medida que se acercaba a terreno abierto y, como contraste, sentía un calor tremendo en su pecho con su corazón latiendo tan rápido como el de su valiente montura.
Unos metros más adelante llegó al final del atajo que había tomado por el bosque y emergió de entre el follaje cabalgando furiosamente. Varios metros aún más adelante, el tren, que ya había salido de la curva que rodeaba a la foresta, estaba tomando una vía recta que lo alejaría definitivamente, pero, si el caballo tenía aún fuerzas suficientes como para cabalgar en la nieve a toda velocidad, aún era alcanzable y Armony lo sabía.
—¡Papá, mira, es mamá! —exclamó Daphne a ver a Armony cabalgando tras el tren.
Ambos corrieron hasta el último vagón de la formación tan rápido como pudieron y cuando llegaron al final salieron al exterior valiéndose del balcón mirador posterior, era lo más cerca de Armony que podían llegar; el frío afuera era tremendo y había mucho viento, sin embargo, con el entusiasmo que tenían, apenas lo sintieron.
—¡Se está acercando, lo va a lograr! —dijo Daphne en voz alta y con alegría, y tenía razón, con la velocidad que llevaba el caballo, Armony los alcanzaría en poco tiempo.
Sin embargo las buenas noticias duraron muy poco. Detrás de Armony, y como a cien metros de distancia, surgieron las dos motos de nieve que venían a toda velocidad y, ya en terreno abierto, la iban a alcanzar irremediablemente en escasos segundos más.
—Malditos sean, son cazadores de la Corporación, si tan solo tuviera mi arma —se lamentó Michael.
La situación parecía no poder volverse más adversa, pero todavía faltaba lo peor: un kilómetro por adelante las vías pasaba por un puente de tres kilómetros de largo, construido exclusivamente para el paso del tren; ni el caballo de Armony ni las motos de nieve podrían continuar con su carrera desenfrenada a partir de ese punto.
Por debajo del puente había un tremendo acantilado de cientos de metros de profundidad..., y estarían llegando allí en contados segundos más.
Cuando Armony vio a lo que se aproximaba se dio cuenta de que, con suerte, solo tendría una oportunidad de llegar hasta el vagón de cola. «El caballo no va a poder correr por sobre los durmientes de las vías», pensó y estaba en lo cierto, una vez que la formación estuviese sobre el puente se alejaría de ella de manera definitiva.
Armony acercó su trayectoria al costado de las vías lo más que pudo; entonces, de un grito y sacudiendo sus riendas, le pidió al lipizano un esfuerzo final...
Su fiel caballo aparentaba no agotarse nunca, sus músculos se marcaban en su piel llenos de sangre y estaban calientes por el esfuerzo que realizaba, parecía que le iban a estallar con cada paso que daba y de su nariz el aire caliente que salía formaba un denso vapor con cada exhalación que daba.
Al mismo tiempo, la moto que llevaba solamente a un cazador sacó ventaja del menor peso que tenía. Su piloto aceleró al máximo el motor y se separó de sus compañeros, adelantándose decenas de metros en un corto tiempo, hasta que finalmente alcanzó a Armony.
El piloto desenvainó entonces un gran cuchillo de supervivencia con el que pretendía herir al caballo para forzarlo a detenerse.
«Solo un corte en el anca va a ser suficiente para que ruedes por el suelo», pensó el cazador mientras se aprestaba a lanzar su furtivo ataque.
El destello plateado de la hoja de acero refulgió en la retina de Armony que lo percibió con el rabillo del ojo, desvió su mirada y vio claramente el filoso y dentado borde de la letal arma. De inmediato supo lo que el cazador pretendía hacer; un solo tajo en alguna de las patas de su caballo bastaría para ralentizarlo o derribarlo por completo y una certera puñalada en su cuerpo lo mataría seguramente; Michael ya la había alertado de la crueldad y brutalidad de la que eran capaces esos hombres implacables.
Tomando una decisión más, y sabiendo de la fortaleza de la que ya había hecho gala su caballo, Armony hizo saltar al lipizano por encima de las vías del tren hacia el otro lado, dejando a las motos del lado opuesto de los rieles y fuera de alcance. Las vías estaban demasiado altas en ese sector como para que sus perseguidores pudieran hacer lo mismo.
Un momento después, el tren comenzó a bajar su velocidad, estaba tomando el puente, esa era la oportunidad que Armony esperaba y era la última que tendría. Su caballo, que estaba cansado, pero con bríos suficientes aún, se acercó mucho al vagón de cola; entonces, Armony se puso de pie apoyándose sobre los estribos de su montura y estiró su mano sin bajar la velocidad, Michael hizo lo mismo tratando de sujetar su mano:
—¡Dame tu mano, Armony!
—¡Eso intento, pero no alcanzo, Michael!
—¡Vamos, solo un poco más! —les gritaba Daphne desesperada y sin poder hacer nada para ayudarlos.
Los dedos de ambos se rozaban en intentos denodados por aferrarse.
El acantilado se acercaba peligrosamente, unos pasos más y el caballo tendría que frenar, o caería al abismo... ¿Cuándo se detendría? Esa ya era solo decisión suya y de nadie más.
Sin un segundo extra de tiempo, Armony tomó una decisión temeraria: apoyó uno de sus pies en la silla de su montura y el otro pie firmemente en el estribo; manteniendo su equilibrio, entrecerró sus ojos concentrándose en lo que iba a hacer mientras daba una última y profunda inspiración, y entonces se impulsó dando un potente salto con todas sus fuerzas...
Durante un instante su cuerpo estuvo en el aire tratando de llegar hasta el vagón, creyó que lo iba a lograr, pero el impulso no fue suficiente y empezó a caer; sin embargo Michael, que había percibido lo que ella pensaba hacer, estaba ya preparado y en ese instante se estiró tanto como pudo y, con su mano más fuerte, la sujetó firmemente del brazo y la hizo subir a bordo dándole un violento tirón, poniéndola a salvo junto con él.
El lipizano, que se mantuvo fiel hasta el final, ahora debía frenar para salvar su propia vida, dando fuertes pisadas en la nieve, que saltaba furiosa con cada paso en todas direcciones, del mismo modo en como lo hacen las olas del mar cuando rompen contra los riscos de la costa, detuvo su vertiginosa carrera en unos pocos pasos, quedando a escasos metros de caer a una muerte segura.
Por su lado, el piloto de la moto de nieve que le había dado cacería de cerca hasta ese momento, accionó sus frenos en un desesperado intento de hacer lo mismo, la moto comenzó a zigzaguear perdiendo el control y no pudo detenerse con la misma eficiencia que el caballo, la inercia que llevaba era tan alta que empezó a hacer un trompo, el piloto se dio cuenta de que no lo lograría a tiempo y prefirió saltar de su vehículo para salvarse.
La moto continuó sola, sin control ni freno alguno y se despeñó por el acantilado cayendo al vacío, luego de un momento de caída libre se topó con la pared de roca sólida y estalló en una bola de fuego al impactar contra la ladera.
La otra moto de nieve, que venía más retrasada, recogió al piloto del borde del abismo y se retiraron al no poder continuar más con la persecución.
Armony se había abrazado a Michael con todas sus fuerzas y Daphne los abrazó a ambos en ese momento, todos estaban muy felices a pesar de los eventos de tremenda tensión por los que habían pasado.
En ese instante Armony giró su cabeza para darle una última mirada de despedida al fiel caballo que había arriesgado incondicionalmente su vida por ella, y vio que la observaba expectante desde el lugar en el que había quedado.
Estaba cansado y agitado por el esfuerzo realizado pero su porte era firme, elegante y orgulloso. De algún modo sabía que había rebasado todas las expectativas y que, a pesar de haber sido algo arriesgado y muy difícil de lograr, había cumplido y todo su esfuerzo era más que meritorio.
Armony se despidió moviendo su mano mientras le sonreía de manera agradecida y unas incontenibles lágrimas de alegría rodaban por su rostro, el brioso corcel le respondió con un rampante saludo y un fuerte relincho.
—Gracias por todo —susurró Armony en voz baja, y entonces los tres se metieron en el vagón, mientras el tren se alejaba por el puente, continuando con su viaje.
La luna del lobo
En su camarote, en privado y sintiéndose segura ya a bordo, Armony rompió en llanto, por las fuertes emociones que había vivido y apoyó su cabeza en el pecho de Michael, que, en respuesta, la abrazó tratando de darle contención.
«Cuanto me gustaría tener mi cámara de fotos», pensó Daphne al verlos así, la pose de sus cuerpos era tan expresiva como las palabras más profundas que alguien pudiera escribir: los brazos de Michael, protegiendo a Armony; su cálida mirada, que se perdía en la nada; y su respiración, calmada y tranquila; y Armony, sintiéndose segura en ese abrazo contenedor, dándole rienda suelta a sus sentimientos, que la desbordaban emocionalmente y que ya no podía contener ni un segundo más. La imagen de quienes fueron sus padres abrazados de ese modo le pareció tan romántica a Daphne que la conmovió hasta las lágrimas, y aunque se lamentó de no poder registrarla en una de sus fotos, sí se alegró de poder hacerlo en su mente.
Momentos después, Armony, ya más calmada, secaba sus lágrimas con un pañuelo que Michael le había dado y decía:
—Acabo de estar al borde de la muerte, aún no puedo creer que esté aquí con ustedes dos, siento que es un milagro el que podamos estar juntos nuevamente.
Nadie agregó nada, de hecho, no hubo más comentarios de ninguno..., solo silencio.
Luego de la alegría inicial por el éxito obtenido y cuando la euforia del momento pasó, las preocupaciones comenzaron a hacerse presentes.
El ambiente que se comenzó a percibir en el camarote no era para nada bueno. Luego de la tensión vivida, el cansancio comenzó a hacer mella en el ánimo de todos...
—Ahora me pregunto ¿Cuánto más nos durará la suerte? Esas personas no son de las que desisten fácilmente, me temo —comentó Daphne finalmente.
—Necesitamos tranquilizarnos, tenemos que pensar que vamos a hacer a partir de este momento, la Corporación está usando a sus mejores elementos en contra nuestra, no podemos asustarnos ni deprimirnos ahora; esas son ventajas que no hay que darles —de entre los tres, Michael era el único que podía mantener su mente fría en un momento así; aunque su tranquilidad era solamente una apariencia, por dentro se encontraba tan nervioso como ellas.
El miedo y la preocupación les estaba ganando la pulseada tanto a Armony como a Daphne, quien, por primera vez, estaba sin su habitual optimismo; ambas permanecían calladas, su desánimo era evidente.
Michael sabía que el pesimismo en una situación tensa era lo peor que podía pasarles y tenía que hacer algo al respecto:
—¡Ya esta bien, que el temor no nos gane! No quiero verlas así a ninguna de las dos. Tengo una idea, ya es casi la hora en la que se sirve la cena en el tren, así que vamos a ir al vagón comedor y cenaremos tranquilamente ¿Qué les parece?
Armony lo miró a la cara y le dijo:
—Sinceramente no tengo hambre, Michael.
—Ni yo tampoco, papá —agregó Daphne mirando al suelo.
Michael las miró a ambas y con una confiada sonrisa les replicó:
—Ni yo, chicas, pero vamos a ir de todos modos; a pedir algo liviano aunque sea. —La idea de la cena a bordo era solamente una excusa, él solo quería calmarlas y distraerlas un poco de toda la tensión que habían vivido ese día.
Los tres se arreglaron lo mejor que pudieron y fueron al vagón comedor que se encontraba a mitad del tren, a solo un par de vagones de donde estaban.
El ambiente allí era sumamente agradable, el vagón estaba muy concurrido a esa hora: el murmullo de las familias cenando, el sonido de los cubiertos en la vajilla, los mozos atendiendo, la suave música de fondo y el aroma de los deliciosos platos hacían que el ambiente fuera relajante y alegre; muy diferente a todo lo que habían vivido en ese día.
Michael se alegró, su idea había sido excelente, los años le habían enseñado que cuando las emociones negativas se apoderan de la mente, se piensa con más claridad en compañía que en soledad... Ahora podrían charlar con más calma.
Se sentaron en una de las pocas mesas que estaban desocupadas y mientras esperaban a que se acercara alguien para atenderlos, Armony tomó la palabra:
—Bien, comenzaré yo y les tengo una noticia... Ya sé que es lo que esa psicópata está buscando, es esto —dijo y sacó la foto que le había dado Sylvia en la estación.
Michael la tomó y la miró cuidadosamente, se trataba de una foto bastante antigua, en blanco y negro, con bordes de sierra, sin embargo la imagen era muy nítida; reconoció al instante de que se trataba y sonrió al recordar el objeto:
—No recuerdas nada de esto ¿Verdad, Armony?
Desconcertada, ella miró la foto nuevamente:
—No ¿Por qué debería de hacerlo?
—Esta foto es del regalo que le íbamos a dar Daphne en su primer cumpleaños ¿No lo recuerdas en absoluto?
Armony solo lo negó moviendo tímidamente su cabeza hacia los costados, sin agregar ni una sola palabra.
—No importa —le dijo Michael consolándola con la mirada— les contaré la historia completa desde el principio, tal vez recuerdes algunas cosas Armony y otras seguramente no, porque nunca te las dije en detalle... Y de paso, tú también la sabrás, Daphne.
—Esto sucedió hace veintiocho años: en aquellos días, y a medida que se acercaba tu primer cumpleaños —le dijo a Daphne—, me había propuesto encontrar el regalo perfecto para dártelo en ese día tan especial. Durante semanas busqué por todos lados cual sería el obsequio ideal, consideré muchas alternativas, desde pequeñas hasta grandes cosas, pero ninguna me convencía. Como todo padre primerizo, orgulloso y feliz, quería hacer las cosas perfectas para mi hija y, más aún, siendo hija única. Quería algo que pudieras disfrutar toda tu vida, algo por lo que nos recordases a tu madre y a mí por siempre.
—Eso sí que lo recuerdo bien, Michael, estabas tan obsesionado con tu regalo perfecto que no hacías nada más que hablar de eso a toda hora —acotó Armony con una leve risa burlona que Michael ignoró continuando con su relato:
—Mi búsqueda me condujo finalmente un día, al barrio antiguo de la ciudad; me habían contado que allí se encontraba una tienda muy especial con artículos únicos y, cuando me enteré, fuí de inmediato.
Era la primera vez que me internaba en ese sector de la ciudad, las calles eran todas peatonales, serpenteantes y tan angostas, que se perdían por dentro entre casas muy altas de varios pisos, y que solo dejaban ver una angosta franja del cielo.
No había muchos comercios, la mayoría eran casas, así que fuí preguntando a los vecinos que me iban dando vagas referencias de la tienda de antigüedades que buscaba. Por momentos llegué a pensar que había cerrado o que tenía mal el dato de su ubicación, pero finalmente, después de una larga búsqueda, la encontré; estaba en una calle muy poco transitada y bastante escondida.
Por fuera parecía una pequeña y humilde tienda con una vidriera llena de adornos, pero una vez dentro era impresionantemente grande y tenía artículos exquisitos, bellísimos, cosas que nunca antes había visto...
El dueño era un hombre anciano, muy amable, de cabello blanco, delgado y con anteojos redondos, vestía una camisa clara y pantalones con tiradores.
En medio de todo lo que allí había me quede obnubilado, no sabía que elegir, me gustaba todo lo que veía, pasaba de un artículo a otro, sin decidirme por ninguno; entonces, el anticuario, al verme tan indeciso y dubitativo, decidió darme un poco de ayuda y orientarme.
Me preguntó para quien era el regalo, le dije que era para mi hija, que cumpliría su primer año y que mi intención era regalarle algo especial que la acompañara toda su vida; me preguntó, entonces, si era hija única y le contesté que sí; también le conté que mi esposa era una afamada pianista y que yo estaba organizando un concierto muy especial que, en secreto y como sorpresa para ella misma, sería una conmemoración de cumpleaños para nuestra hija.
El anciano lo pensó un instante y esbozó una sonrisa, me dijo que lo esperara un momento, que él tenía el regalo perfecto. Se fue al interior de la tienda y al rato volvió con lo que pensé que era un hermoso adorno:
Parecía un gran alhajero heptagonal, de marfil blanco, muy elaborado, con detalles en oro e incrustaciones de joyas, tenía un pequeño cajón en su cara frontal, y un hermoso carruaje en miniatura con bellos caballos que adornaba toda la parte superior. El tamaño del objeto me pareció un poco grande para ser simplemente un alhajero, había que sostenerlo con ambas manos y era algo pesado.
Cuando lo vi quedé maravillado por la perfección y belleza de su elaboración y la sensación que irradiaba, tenía un aura especial. Los detalles de los adornos dejaban en claro que los había hecho un artesano que no solo era un experto, sino que, además, había puesto su alma en la realización de esa obra de arte. Tomé una lupa que estaba sobre el mostrador y examiné todo muy de cerca: las grandes y ondeantes crines de los cuatro caballos de oro puro, el carruaje hecho con zafiros de un azul profundo y los adornos complementarios, como unos pequeños faroles que simulaban sus llamas rojas con rubíes... Todo, absolutamente todo, era perfecto; el tiempo que le había dedicado su creador a esa obra fue de meses sin duda y, tal vez, hasta de años...
Quien hubiera encargado esa pieza era, obviamente, una persona muy rica; no se habían escatimado gastos en los materiales, que eran de lo más fino y caro que jamás había visto.
Mientras yo examinaba todo minuciosamente, el anticuario me explicó que no se trataba simplemente de un alhajero, como yo pensaba, sino que era una caja de música muy antigua, y también muy especial.
Antes de que me dijera el precio me imaginé que era algo invaluable y le dije que seguramente no podría pagársela, que esa obra de arte era más digna de ser exhibida en un museo, que de estar en manos de un privado.
Entonces, el hombre me miró muy serio y me dijo algo que me dejó descolocado: él no estaba dispuesto a vendérmela, sino que me la regalaría.
Me negué de inmediato, le dije que no podía aceptar como regalo algo tan valioso, fue entonces que me explicó que del mismo modo en el que sucede con la gente los objetos también tienen un destino. Ese destino se basa en los sentimientos que depositan en ellos las personas que los crean, los compran, los regalan y los disfrutan.
Los objetos también tienen su historia de vida y me enfatizó que esa caja de música en particular había sido creada especialmente para ser regalada por un padre a su amada hija y que no debía ser vendida nunca, ese era su destino y su razón de ser.
Cuando fue creada —me aclaró—, no se pensó en su valor monetario en ningún momento y por lo tanto el dinero no se podía usar para compensar su valor real, la caja tenía un destino que debía ser cumplido y yo podía hacerlo.
El hombre estaba absolutamente convencido de sus palabras, hasta me dijo que el hecho de que yo estuviera allí era como consecuencia de ese destino que buscaba cumplirse a través mío y de mi hija.
El anciano fue tan insistente y convincente que no pude negarme, y la acepté... En ese momento me puso una sola condición, que no hiciera sonar la tonada musical de la caja antes del día del cumpleaños de mi hija, curioso le pregunte «¿Por qué?» y solo me respondió «destino».
No tuve ninguna objeción más, entonces le dio cuerda, la puso en una caja blanca de cartón grueso protegida con bolitas de embalaje dentro y la envolvió para regalo con un papel dorado, le puso una cinta con un gran moño rojo y me la dio.
Lamentablemente, nunca llegué a darte el regalo, Daphne, porque morí en la noche de tu cumpleaños...
—Y es por eso mismo que yo no recuerdo nada de esa caja de música, mis memorias como Melody llegan solo hasta esa noche —dijo Armony, que tenía la mirada perdida mientras escuchaba el relato—. Aunque sí recuerdo el paquete dorado y también que nunca me dijiste de que se trataba porque querías que fuera una sorpresa para mí también; nunca rompimos la envoltura, la idea que teníamos era abrirlo esa misma noche, en algún momento, luego de terminar la función del teatro... Y mis recuerdos no llegan más allá de aquel incendio, cuando la muerte nos separó.
—Para ese día, mi plan era que cuando terminaras de tocar el último tema de la noche —le dijo Michael a Armony— el dueño del teatro te entregara un enorme ramo de flores y que te revelara a ti y a todo el público, en ese momento, que el concierto había sido en homenaje al primer cumpleaños de Daphne, luego yo subiría al escenario y ahí abriríamos el regalo de ella y se lo daríamos delante de todos, pero eso nunca llegó a pasar.
—Así como lo cuentas, papá, parece que pesara una maldición sobre esa misteriosa caja de música: justo un momento antes de que me la dieran, el teatro se incendió y el destino que tendría esa caja, según dijo el anticuario, no se cumplió finalmente —comentó Daphne sorprendida e intrigada por el relato de su padre, y luego de un instante preguntó:
—¿Qué hubiera pasado si me la hubieras dado, papá? No te lo dijo el dueño de la tienda —afirmó molesta—¿Acaso no me la diste tú, mamá, días después del incendio?
Michael y Armony guardaron silencio al no poder responder esas preguntas.
—Entonces ¿Todo esto que nos pasa es consecuencia de aquello? Tantos años han pasado ya, y aun así nuestro destino actual fue marcado en aquellos días —dijo Daphne visiblemente alterada, hizo una pausa y continuó diciendo:
—No sabemos donde está esa caja, ni por que la buscan tanto esas personas tan peligrosas, pero lo que sí sabemos es una cosa ¡No van a dejar de buscarla nunca! Hace décadas que están tras ella... Esa caja está perdida y estuvimos a punto de morir ¡Por nada!
Ya con su rostro desencajado, Daphne no podía contener ni un segundo más la tremenda tensión que se había acumulado dentro de ella y que finalmente estaba haciendo eclosión:
—Nuestra vida esta arruinada... —agregó llorando.
—No te desesperes, hija, si lo piensas bien verás que no todo ha sido algo negativo. De una manera indirecta, fue gracias a la Corporación Rottweiler que tu padre pudo encontrarme y ahora nos hemos vuelto a reunir como la misma familia que éramos antes de nuestra muerte; eso es algo que muy pocos pueden disfrutar después de reencarnar —le enfatizó Armony tratando de calmarla e intentando ser ahora ella la optimista y continuó:
—Pregúntate ¿Por qué el destino ha dejado que los tres nos encontrásemos en esta vida, aun después de nuestra muerte? Muchas veces el destino nos da indicios del futuro y, sea lo que sea lo que nos depara, no lo afrontaras tú sola, lo enfrentaremos juntos como una familia unida.
—¿Qué no te das cuenta, mamá? Nuestra vida como familia a partir de ahora va a ser un infierno ¡No van a dejarnos en paz nunca! Ni tú vas a volver a tocar el violín en público, ni yo voy a poder fotografiar de nuevo nada hasta que se resuelva toda esta situación.
Nuestra vida va a ser esto a partir de ahora: escapar sin cesar, escondernos de esa corporación, no estar nunca más tranquilos; ya no puedo ni siquiera volver a mi casa ¿Es para esto que nos hemos vuelto a reunir? ¿Para perder todo lo que habíamos conseguido en esta vida? ¿Para vivir con miedo? —Irritada Daphne se puso de pie y los miró a los dos:
—Necesito estar sola para poder pensar —sentenció y se fue.
Michael sujetó a Armony del brazo en el momento en que ella hizo el gesto de ponerse de pie para ir tras Daphne, cuando ella lo miró, él meneó su cabeza hacia los costados sin pronunciar palabra alguna, indicándole que la dejara por un rato estar a solas, como Daphne quería. Michael sabía que su hija tenía razón y él no podía darle una solución a los problemas que ella planteaba, la corporación Rottweiler era implacable y estaba usando todos sus recursos desde hacía años tras esta meta.
—Esto también es mi culpa, yo podía haber elegido no acercarme a Daphne, ella estaba mejor sin nosotros en su vida, fuí egoísta, solo pensé en mí —dijo Armony con lágrimas en sus ojos y angustia en su corazón.
—¿Egoísta? ¿Realmente piensas que nuestra hija estaba mejor siendo una huérfana solitaria, extrañándonos cada día de su vida? Armony, tú conoces lo que es la soledad y lo que es enfrentarse al futuro de ese modo, dime ¿Qué no darías en este instante por reunirte nuevamente con quiénes has amado y que te han amado a ti?
Armony se volvió a sentar, Michael tenía razón y ella lo sabía bien...
—Quisiera saber por que nos pasa todo esto. Yo solo quería volver a ver a nuestra hija y mira lo que he desencadenado —dijo Armony sollozando—. No me considero una persona mala, no le he hecho daño a nadie en toda mi vida y no creo que ni Daphne ni tú sean malas personas tampoco... Dime ¿Por qué les pasan cosas malas a las personas buenas? No es justo, Michael y sinceramente no lo entiendo.
Michael guardó un instante de silencio, Armony había tocado un tema de difícil aceptación, pero a su vez fundamental para entender como funciona la mecánica del destino y buscando las palabras adecuadas procedió a explicarle:
—El sufrimiento en la vida de los seres tiene solo dos posibles explicaciones, Armony y solo dos... La primera es la más aceptada comúnmente, y es simplemente porque existe el mal. El libre albedrío de las personas hace que, muchas veces, procedan de manera negativa, sobre todo cuando se trata de almas poco evolucionadas, esas almas tienen aun muchos defectos que corregir... Todo el mundo es libre de actuar con maldad, si así lo desea; pero luego deberá afrontar las consecuencias por sus actos.
—Es claramente nuestro caso —dijo Armony suspirando—. La corporación Rottweiler y sobre todo esa tal Sylvia, son maldad pura.
—Tal vez, Armony y tal vez no...
—¿Por qué lo dices, Michael, cual sería la otra posibilidad?
—La segunda posible explicación al sufrimiento y la más difícil de aceptar, es justamente la consecuencia irónica de la primera, solo que aplicada al propio pasado de la persona que sufre, un pasado que muchas veces se remonta a vidas anteriores...
Cuando alguien perpetra actos negativos, muchas veces no los paga en esa misma vida que está viviendo, sino que los arrastra en sus futuras reencarnaciones. Es muy común que los castigos del destino lleguen a abarcar vidas futuras. Muchas veces vemos a gente que sufre desde su nacimiento mismo y no sabemos por que es así, la explicación más lógica podría estar en sus vidas pasadas.
—Eso último me sonó un poco cruel y falto de compasión.
—Sé que es algo difícil de aceptar y hace falta un gran equilibrio mental para hacerlo, pero hay ocasiones en las que nos apiadamos ante el sufrimiento de desconocidos, poniéndonos en su lugar y viéndolo todo desde nuestra sesgada óptica personal, cuando en realidad, ese dolor y esas penas por las que están pasando, se las merecen y se las han ganado haciendo cosas horribles, en esta u otras vidas.
Armony lo miró escéptica, reluctante a aceptar las cosas que él le decía...
—Tú ves a personas a las que les ocurren desgracias en sus destinos y sientes piedad ¿Verdad, Armony? ¿Realmente piensas que estás viendo todo el panorama, aunque no sepas casi nada de sus vidas actuales y desconozcas absolutamente todo lo que han hecho en sus otras existencias?
—No me gusta la idea de volverme insensible ante el sufrimiento de los demás, creo que eso me haría sentir menos humana, Michael...
—Lo cierto, Armony, es que el mal existe y proviene de los defectos de las almas; y las almas, por más impurezas que tengan, tarde o temprano, reencarnan y tienen que aprender de sus errores.
Dicen que hay mucho arrepentimiento en el más allá y todas las almas tienen la capacidad de aprender... de hecho, el alma tiende a aprender para evolucionar, es su naturaleza; pero, a pesar de todo, debe pagar por cualquier acto malo cometido, eso es lo que se conoce como karma y no hay nada que hacer al respecto, salvo aceptarlo con madurez.
—¿Me estás diciendo entonces que no se debe ayudar a nadie en la vida y que hay que dejar que todo el mundo sufra? —remarcó Armony con ironía.
—No digo eso, no olvides que yo he dedicado mi vida entera a ayudar a extraños; ayudar a otro ser que nos necesita es uno de los actos más nobles que podemos hacer en la vida... Pero lo cierto es que no cualquiera merece ser ayudado; es difícil saber diferenciar entre quien merece y quien no merece ayuda, solo te puedo asegurar que cuando ayudas a alguien que no lo merece, esa ayuda le será efímera, inútil y a veces, hasta contraproducente...
—Pero hay gente buena e inocente que sufre desgracias por hechos fortuitos y ocasionales, que no provienen del accionar de alguien malvado; más bien pareciera que el destino se ensañara con ellas.
—Que alguien sea bueno ahora no significa que lo fuera antes... Cuando vemos a una persona mala sufriendo lo entendemos y lo aceptamos de inmediato. Es como si fuera un efecto de acción y reacción, algo natural, pero en el caso de alguien bueno no es así, nos da pena, nos asaltan sentimientos de lástima y compasión; pensamos que esa persona ha vivido toda su vida siendo buena... y tal vez estemos en lo cierto, pero eso no cambia nada.
A veces nos encontramos con casos de personas que sabemos con certeza que durante toda su vida han sido buenas y que, a pesar de ello, sufren. En ocasiones, esas personas pueden ser almas que han aprendido de sus fallas de otras vidas y que ahora estén haciendo el bien; han encauzado su camino actualmente, pero eso no basta para compensar sus errores pasados y aún tienen que pagar por ellos; si causaron sufrimiento, ahora deberán de padecerlo y en su justa medida, el sufrimiento siempre es aprendizaje... Por supuesto que hacer el bien les ayuda a mermar sus penas.
—No puedo dejar a mi fe de lado, Michael; soy católica y creo en la redención ¿El arrepentirse de sus actos no les sirve de nada a las almas? ¿No les basta eso para expiar sus pecados acaso?
—Les sirve para evolucionar, Armony; porque cuando nos arrepentimos sinceramente de algo, estamos dispuestos a soportar el castigo.
Armony lo miró resignada aceptando con tristeza las cosas que él le decía y Michael sonrió de manera comprensiva y siguió diciéndole:
—Es entendible que lo que te digo no te agrade; le pasaría a cualquiera, todos hemos cometido errores en nuestra existencia y los hemos tenido que ir pagando uno tras otro y, a diferencia del destino, tenemos una tendencia natural a ser indulgentes. Nuestras mentes son obnubiladas por la empatía que sentimos hacia nuestros semejantes... Pero si aceptamos la existencia del mal y aceptamos la posibilidad de evolucionar, entonces tenemos que aceptar la necesidad de los castigos.
Nunca los exámenes de conciencia son simples de hacer. Aceptar la culpa y la responsabilidad son unos de los desafíos más grandes que existen para un alma... pero son fundamentales para su evolución.
—Entonces, Michael, por lo que dices, puedo suponer que nosotros, tal vez, hayamos cometido errores en otras de nuestras vidas, errores graves y por los que estamos pagando con todo esto que nos sucede ahora.
Michael no dijo nada, solo asintió con su cabeza un par de veces mientras bajaba su mirada con resignación y daba una largo suspiro.
Armony apoyó su cabeza de lado en el hombro de él, y así ambos se quedaron solos y pensando en que hacer de aquí en más...
Daphne, por su lado, se había alejado por primera vez de ellos y de manera voluntaria; el haber vivido gran parte de su vida siendo independiente le había enseñado a lidiar con sus conflictos internos en soledad y sin recurrir a nadie, y ahora ante tanto cambio repentino necesitaba refugiarse en su rutina de siempre, con la que se sentía cómoda, al menos, hasta comenzar a adaptarse.
La adaptación a los cambios es siempre algo traumático. Todas las almas a lo largo de las vidas que asumen son sometidas al mismo embate una y otra vez: el perder lo que se tiene... Pueden ser bienes, pueden ser afectos, pueden ser aptitudes, pero siempre las pérdidas terminan poniendo a prueba la capacidad de resiliencia del alma.
Esa noche Daphne debía sobreponerse a una de esas pruebas ¿Podría hallar la paz mental necesaria para adaptarse? ¿Tendría la entereza suficiente para aceptar los cambios en su vida, o se derrumbaría por completo?
Solitaria, caminó sin pensar hacia donde se dirigía, solo quería alejarse mientras trataba de calmarse. Los vagones estaban oscuros, solamente iluminados por las pequeñas luces que se encienden de noche para poder transitarlos con seguridad y sin tropezar.
En un momento, cuando llegó al final de uno de esos vagones, vio un destello de algo que estaba tirado en el rincón, se encontraba un poco oculto debajo de una máquina expendedora de café, curiosa como era ella, lo levantó y comprobó que se trataba de un llavero con muchas llaves.
«¿Y esto de quién sera?», pensó mientras examinaba las llaves. «No importa, mañana se las daré a los guardas del tren para que se encarguen ellos», pensó y se las guardó en un bolsillo.
Cuando entró al siguiente vagón, tratando de aislarse de todo el mundo, se encontró con que había llegado al último vagón de la formación: el vagón panorámico.
Supuestamente a esa hora de la noche no habría casi nadie allí, ya que no había nada que ver afuera en la oscuridad de la noche, sin embargo lo que encontró fue algo muy distinto: había un montón de personas reunidas y mucho movimiento. Escuchó entonces a varios turistas que se preparaban y estaban esperando algo que pasaría justo a la medianoche.
—Perdón ¿A que se debe tanta actividad, a esta hora? —le preguntó desconcertada a una pareja de jóvenes, integrada por un muchacho y una chica, que parecían saber de que se trataba todo eso.
—Es por la luna del lobo —le dijo el muchacho.
—¿Luna del lobo? Eso me suena como algo aterrador —replicó Daphne mirándolos risueña y sin saber acerca de que le hablaban; ambos jóvenes se sonrieron al ver que ella no tenía ni idea de que se trataba y entonces la chica decidió explicarle más al respecto:
—En estas zonas, las tribus indias de la región les han puesto nombres a las distintas lunas llenas del año desde tiempos ancestrales. Esta noche tiene lugar la luna llena de enero y a la medianoche va a estar en su zenit. A esa hora, este tren pasa todos los años por un puente que divide al medio un enorme lago rodeado de grandes bosques, en esos bosques viven lobos, el tren va a llamar su atención y con suerte los escucharemos aullar a la gran luna llena.
Los lobos aúllan, en realidad, para reunir a su manada, tienen hambre, necesitan cazar para sobrevivir. Los inviernos siempre traen escasez de alimentos en los bosques de toda la región durante meses.
Esta luna es especial porque marca el fin de la época fría y el comienzo de la cálida... Es por esos aullidos nocturnos que a esta luna llena se la conoce como la luna del lobo. Para los indios simboliza un renacer, un nuevo comienzo donde la luz triunfa sobre la oscuridad —concluyó diciendo la joven.
—Tenemos suerte, la noche está sin nubes, con la luz de la luna seguramente vamos a registrar lindas imágenes al pasar por el lago —comentó el muchacho mientras alistaba su videocámara y miraba la enorme luna llena, que iluminaba todo el paisaje con su plateada luz nocturna desde un cielo despejado.
—Yo en cambio lo vería de otro modo —dijo Daphne— ¿No es acaso en estos días cuando la oscuridad esta en su máximo apogeo? ¿Les parece eso un buen augurio? —preguntó con una ironía desafiante.
—¡Sí, así es! Es un buen augurio —respondieron al unísono ambos jóvenes muy sonrientes y la chica le señaló una oración que estaba en un libro de tradiciones indias antiguas que ella sostenía y que decía: «Después de la noche más larga, en el solsticio de invierno, comienza el renacer de la luz».
—En la oscuridad siempre puede nacer la luz y la oscuridad nunca puede evitarlo, por más profunda que sea... Esta luna se interpreta como el comienzo de una nueva vida —le dijo la chica—. Eres una mujer afortunada ¿Lo has pensado ya?
—¿Afortunada yo? Si supieras...
—Sí, afortunada tú. Muchos pasajeros del tren ya están durmiendo a esta hora y ni siquiera se enterarán de esto que esta a punto de pasar, tú misma, de hecho, tampoco lo sabías, viniste aquí solo de suerte.
Daphne era una mujer dotada de una gran empatía y la empatía puede ser una buena aliada a la hora de ver una situación desde más ángulos que el propio, ayuda a evitar el obcecarse en una sola posición... Las palabras de la joven hicieron que Daphne reviera su postura y comenzara a meditar sobre su actitud pesimista:
«¿Suerte? Más bien parece que fuera el destino quien me esta hablando», pensó al tiempo que notaba la semblanza que había entre lo que los muchachos le contaban y la problemática que la aquejaba.
¿Por qué se había dirigido hasta el último vagón? ¿Por qué se había topado con estos dos jóvenes tan locuaces? Justo en esta noche, cuando más lo necesitaba, cuando su ánimo se había quebrado... «Muchas veces el destino nos da indicios del futuro» le había dicho solo instantes antes Armony.
El destino muchas veces da estas pistas a las personas, respuestas a preguntas no planteadas; son anticipos de lo que vendrá y solo muy pocos pueden advertirlos... Él, siempre prepara el devenir de los sucesos futuros de una manera coherente y ordenada. En este caso, Daphne encontró la esperanza y el alivio que tanto necesitaba, sintió extrañamente reconfortante la información que le habían dado esos dos jóvenes, se dio cuenta de que las casualidades no existen como tales, sino que ese es el nombre con el que habitualmente se simplifica al accionar del destino... Ya no estaba molesta, decidió entonces quedarse esperando allí junto con los demás hasta la medianoche, más que nada por curiosidad y para distraerse un poco, pero también porque ya no deseaba estar sola.
El paisaje que desfilaba por las ventanas no mostraba mucho a pesar de la luz de la gran luna llena que todo lo iluminaba con sus rayos. En un momento el ambiente dentro de vagón cambió, las luces internas se atenuaron dejando ver perfectamente el bello paisaje exterior; el tren bajó su velocidad, al tiempo que comenzó a cruzar por un largo puente que estaba sobre una enorme extensión de agua.
El brillo de la luna y las estrellas combinadas sobre la superficie lacustre duplicaron la cantidad de destellos nocturnos y el cielo entero se reflejó imponente en el espejo de agua.
—Ya falta poco para la medianoche —dijo uno de los jóvenes y en ese momento se empezaron a escuchar los aullidos de decenas de lobos que, como un coro noctámbulo, unían sus voces en la oscuridad de la noche.
Todos los que tenían sus cámaras las encendieron para grabar el evento.
—¡Que hermosas vistas! —dijo la chica mientras trataba de tomar algunas fotos—. Lamento no tener la habilidad suficiente para usar esta cámara nueva que me compré.
Daphne sonrió al ver otra coincidencia del destino:
—Si me prestas un momento tu cámara yo podría ayudarte, soy fotógrafa profesional, se muy bien como usar este equipo y elegir las mejores tomas...
La chica, feliz, le dio su cámara; Daphne ajustó la entrada de luz y la lente para hacer tomas panorámicas nocturnas y mientras sacaba hermosas fotografías escuchaba como los incontables lobos de toda la foresta circundante al lago aullaban a la luz de la luna, tal vez hambrientos y alertados por el paso del tren, o tal vez como una señal para ella y para el resto del mundo, una señal de que «del destino nadie puede huir, de nada sirve quejarse ni lamentarse de él, solo se lo puede enfrentar con valor y entereza».
Daphne se quedó disfrutando de la magia del momento a través de su lente, que era lo que tanto amaba. Para ella fue algo más que un hecho curioso, decidió tomarlo como la señal que tanto necesitaba y la idea de que a partir de ese momento todo fuera a cambiar para bien, la reconfortó internamente.
Cuando el tren se alejó del lago le entregó la cámara a la joven, que le agradeció mucho por su ayuda y más tarde, ya calmada, Daphne se quedó dormida en un asiento del vagón y así pasó el resto de la noche.
Abismo sin fin
Al día siguiente ya había amanecido hacia varias horas y el tren nuevamente se encontraba rebosante de actividad. Hermosos paisajes invernales desfilaban a ambos costados de la formación. La nieve reflejaba con miles de destellos, cual si fueran diamantes blancos, la luz de un sol que brillaba esplendoroso en medio de un cielo diáfano y con muy pocas nubes, que lo adornaban solitarias en la distancia.
Daphne despertó con los murmullos de la gente... El vagón más concurrido volvía a ser en ese momento el vagón panorámico que, con su techo formado por grandes paneles de cristal transparente, brindaba las mejores vistas exteriores de todo el tren. Los turistas que estaban allí registraban las hermosas imágenes con sus cámaras, filmando y fotografiando todas las postales que la naturaleza les brindaba: pintorescas cabañas con, sus techos nevados; frondosos pinos, que formaban densas arboledas; y los típicos animales del bosque, ardillas, conejos y ciervos.
El vagón comedor, mientras tanto, se inundaba con el aroma de la deliciosa comida gourmet que habían comenzado a preparar ya los chefs. Los mozos, por su parte, arreglaban las mesas alistándolas para el almuerzo.
Todo transcurría con normalidad absoluta para la tripulación y los pasajeros que disfrutaban del viaje, todos completamente ajenos al drama por el que tres de ellos estaban pasando en ese momento...
—Vamos, despierta ¿Hasta que hora piensas dormir, papá? —le preguntaba Daphne a Michael en su camarote mientras lo sacudía del brazo.
—¿Qué hora es Daphne? —preguntó él, medio dormido, al tiempo que abría los ojos.
—Tarde, ya nos perdimos el desayuno hace un par de horas; por cierto, no pude despertar a mamá, es increíble como duerme.
—Ella tiene el sueño muy pesado, déjamela a mí que la conozco mejor, yo la despertaré.
—Bueno, mientras tanto, voy a buscar algo caliente para que tomemos los tres, ya vengo —dijo Daphne y se fue al vagón comedor.
Suavemente, Michael apartó los dorados cabellos de Armony de su frente y con una voz muy suave le dijo:
—Vamos dormilona, ya es hora de levantarse.
Armony abrió sus ojos respondiendo a la voz de Michael del mismo modo en el que lo hizo durante toda su vida siendo Melody con Gabriel y se desperezó.
—Algunas cosas no cambian nunca ¿Verdad, linda?
—Eso creo —respondió ella bostezando—. Por cierto ¿Cómo estará Daphne? Anoche la vi tan alterada...
—Creo que se encuentra mejor, charlé con ella hace un instante y la vi repuesta. Le vino bien el estar sola anoche pensando, noté que algo cambió en ella, estaba con otro semblante.
Se hizo un breve silencio y en ese momento entró Daphne apurada y con su rostro demudado:
—Miren por la ventana —les dijo y quedó callada.
En ese instante se empezó a escuchar, aunque atenuado por el ruido del tren, lo que parecía ser el motor de un helicóptero a lo lejos. Michael y Armony, alarmados, miraron rápidamente por la ventana y vieron a un helicóptero negro que se acercaba a la formación, era con toda seguridad la corporación Rottweiler nuevamente.
Sylvia y sus hombres no se rendían y esta vez su discreción pasaría a un segundo plano, esta vez estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para conseguir su objetivo.
—¡Aún nos persiguen esos locos! ¿Faltará mucho para llegar a la próxima estación? —preguntó Daphne asustada y temiendo que fueran a esperarlos en la siguiente parada del tren.
—No creo que lleguemos a la siguiente estación, hija, van a abordarnos antes de que nos detengamos —le contestó Armony al ver que el helicóptero se posicionaba a la par del tren y a la misma velocidad.
Michael, sin perder tiempo, consultó un folleto que estaba en la pared del camarote donde se detallaba el proceso a seguir en caso de que ocurriese alguna emergencia a bordo, como un descarrilamiento o un incendio; habían muchos datos valiosos, entre ellos: como destrabar las puertas de escape, la ubicación actual donde estaban y la distribución de los vagones.
Ahí pudo ver que el tren se componía de dos locomotoras, seguidas de un vagón para el equipaje, otro que era para la tripulación de a bordo, luego tres vagones más con asientos comunes, después el vagón comedor donde también funcionaba la cocina, a continuación el vagón de primera clase, seguido de tres vagones más con camarotes y finalmente el vagón panorámico.
Mientras Michael examinaba el folleto informativo, el helicóptero se preparó para descender sobre el último vagón de la formación: el vagón panorámico. A bordo, la misma Sylvia comandando a los cinco cazadores con los que había llegado a casa de Daphne se alistaba a tomar por asalto el tren:
—Quiero que equipares perfectamente la velocidad del tren y te mantengas estable sobre el último vagón —le ordenó al piloto.
—Sí, directora.
—Vamos a entrar por el domo del vagón de cola, todo el techo está compuesto por paneles de vidrio y ese es el punto más frágil —le dijo Sylvia a sus hombres mientras se ataba una cola de caballo en su pelo con un elástico y se alistaba para ser la primera en abordar el tren.
En cuanto los pasajeros del vagón panorámico advirtieron que las maniobras del helicóptero sobre ellos eran ya peligrosamente cercanas, se alarmaron y estalló el desorden absoluto; empezaron a correr hacia los vagones del frente, en su carrera desesperada se empujaban y estorbaban unos con otros, algunos cayeron al suelo y todos generaron un verdadero caos.
Mientras tanto, Sylvia y sus hombres saltaron sobre el vagón:
—¡Rompan los vidrios, tenemos que entrar! —La orden de Sylvia fue obedecida de inmediato; dos de los cazadores dispararon un par de ráfagas de balas sobre los paneles de cristal del techo, que se destrozaron en mil pedazos y dejando un enorme hueco por donde el viento comenzó a entrar con fuerza, haciendo volar astillas de vidrios por todos lados.
Algunos de los pasajeros que habían quedado en el vagón se tiraron al suelo aterrados, otros se acurrucaron en los bordes y tras los asientos mientras rogaban por sus vidas.
Sylvia y sus cinco hombres entraron sin que nadie les ofreciera resistencia alguna, sin embargo un joven guarda del tren, que se encontraba en el vagón, decidió actuar rápido:
Lo primero que atinó a hacer fue buscar sus llaves, pensó en cerrar y aislar el vagón con los intrusos dentro y luego tirar las llaves por una de las ventanas para retrasarlos. Desesperado, palpó todos sus bolsillos rápidamente, con estupor se dio cuenta de que no tenía su llavero, lo había perdido en algún momento, sin advertirlo...; su llavero era justamente el que había encontrado Daphne la noche anterior.
El guarda entonces decidió hacer lo único que podía hacer ya a estas alturas, tomar su radiotransmisor y dar la alarma al conductor de inmediato:
—¡Atención, hombres armados acaban de abordar el tren en el último vagón, hubo disparos, cierren todo, protejan las locomotoras, que no tomen el control! —Fue el mensaje desesperado que el valiente guardia mandó por su radio al maquinista alertándolo de lo que estaba pasando. En ese instante una certera patada alta en el costado de su cabeza, que le propinó Sylvia desde atrás, lo silenció al instante; el joven guarda cayó sin sentido al suelo, totalmente desmayado... Sin embargo el maquinista había recibido el mensaje:
—¡Rápido! Ustedes cierren todas las puertas que puedan con llave, tenemos que retrasar a esos hombres cuanto podamos, no debemos permitir que lleguen hasta aquí y tomen las locomotoras, o harán lo que quieran con el tren —les dijo el maquinista en jefe a sus ayudantes—. Yo voy a acelerar todo lo que pueda los motores, tenemos que llegar lo antes posible a una estación. —El preocupado hombre sabía muy bien que aún faltaban varias horas para llegar a un lugar donde pudieran recibir la ayuda que necesitaban con tanta urgencia.
Sylvia, al oír el final de la comunicación del maquinista con la tripulación, caminó pasando por sobre el cuerpo desmayado del guarda y de un fuerte pisotón, dado con el afilado taco de su bota, rompió la radio que estaba en el suelo y entonces les ordenó a sus hombres:
—Ustedes dos, mantenganse un vagón detrás nuestro, por si se nos escapan; y ustedes tres, avancen conmigo, vamos a revisar todo el tren desde aquí y hacia el frente sin dejar ni un resquicio. De ser necesario tomaremos las locomotoras y detendremos la formación entera ¡De este tren no van a lograr huir!
Mientras tanto, Michael junto con Armony y Daphne corrían tan rápido como podían hacia el vagón panorámico tropezándose con muchos pasajeros que huían en la dirección contraria.
—¿Alguien me puede explicar por qué corremos hacia donde escuchamos los disparos, no sería más sensato alejarnos? —preguntó Daphne.
—Tu padre tiene un plan y es mejor que no nos separemos en este caos de personas, nos perderíamos en segundos.
Sylvia y sus hombres revisaban el penúltimo vagón y lo hacían camarote por camarote, amenazaban con sus armas y mucha violencia a todos los pasajeros que, presas del terror y la confusión reinante, habían quedado paralizados en sus lugares.
Michael, que iba adelantado, llegó al antepenúltimo vagón; vio entonces por los paneles de vidrio de las puertas que los separaban el tumulto que los cazadores generaban en el siguiente vagón y se detuvo justo ahí mismo, antes de pasar:
—¡Necesitamos ganar tiempo! Si logramos cerrar estas puertas no van a poder entrar a este vagón —dijo mientras examinaba de cerca las puertas y pensaba que hacer para bloquearlas.
—¿Alguna idea de como hacerlo? —le preguntó Armony.
—Justo aquí está la cerradura, es la clásica cerradura triangular que tienen muchos transportes públicos, voy a ver si tengo algo para hacerla girar —agregó él. En ese momento Daphne lo interrumpió:
—Tal vez esto te pueda servir, papá —dijo titubeando en voz baja, entre asombrada y asustada por el accionar del destino, mientras sacaba de su bolsillo el manojo de llaves que había encontrado tirado la noche anterior, apenas pocas horas antes.
—Estas son las llaves de un guarda del tren —dijo Michael extrañado al reconocer de inmediato la llave especial, con cabeza triangular, que servía para las cerraduras de los vagones.
—¿De donde sacate esto, Daphne? —le preguntó.
—Las encontré anoche, pensaba dejarlas hoy con uno de los guardas.
—Una serendipia: el hallazgo de algo que no se estaba buscando y que luego muestra su utilidad —dijo Armony entusiasmada y tomando a Daphne de los brazos— ¿Lo ves, hija? El destino esta moviendo sus hilos y nos esta ayudando claramente...
Armony tenía razón. Las serendipias son la manera más clara y evidente de la intervención directa del destino en la vida de las personas. Desafían toda clase de estadística y muestran a las claras que hay fuerzas más allá de la comprensión humana actuando en todo momento.
—Cuando yo encuentro algo inesperado, como esto que te pasó con el llavero, siempre me pregunto ¿Para que me estará dando el destino esto? ¿Qué es lo que me depara mi futuro? —Apenas cuando Armony terminó de decir esas palabras advirtió que algo no estaba bien.
Todo había quedado en silencio, quieto...
—¿Michael, que pasa? —le preguntó preocupada, pero él no le respondió. Se había quedado estático mirando a través de la puerta del vagón y sin moverse. Armony se le acercó por la espalda y atisbó por encima de su hombro para ver que era lo que lo había dejado inmovilizado.
En ese preciso instante comprendió el error que Michael había cometido: en su intento de cerrar las puertas, para frenar el avance de sus enemigos y protegerla a ella y a Daphne, no se había percatado de lo expuesto que él mismo había quedado.
Michael había logrado cerrar la puerta con llave, pero justo luego de hacerlo su mirada se había cruzado con la de Sylvia que, al verlo trabajar en las puertas, lo había reconocido del incidente del teleférico; de inmediato, ella le había quitado la ametralladora a uno de sus hombres y ahora le apuntaba a él directamente desde el otro vagón.
Estaba claro que ni los cristales que los separaban ni las livianas puertas de metal tampoco eran a prueba de balas y también que a la distancia a la que estaban, de tan solo unos pocos metros, una ráfaga de disparos sería mortalmente infalible.
Sylvia caminó lentamente hacia él con paso felino, pero al mismo tiempo firme y decidido... Y sin perder su línea de tiro en voz alta le dijo:
—Parece que el fiel alfil ha quedado en jaque por proteger a su reina. Te diré mi siguiente jugada, esta reina —dijo tocándose el pecho— tomará a su alfil rival y con esa jugada pasará a dominar la partida definitivamente...
Con su retorcida metáfora Sylvia le dejaba en claro a Michael que estaba a punto de matarlo y que luego de eso haría lo que quisiera con Armony y con Daphne.
—Solo me quedará una duda —agregó regodeándose en su anticipada victoria— ¿Qué fue lo que te motivó, que interés tuviste en ellas? —y agregó respondiéndose— ¡Qué importa ya! Al fin y al cabo todo terminó para ti, tus esfuerzos fueron inútiles al final, ellas no escaparán de este tren ¡Ya son prácticamente mías y tú estas prácticamente muerto!
Michael tragó saliva y la miró con temor, pero no dijo nada, su vida estaba a punto de terminar, Sylvia lo mataría en segundos y no había nada que él pudiera hacer al respecto.
Una malsana sonrisa triunfal se dibujó en el hermoso rostro de la sádica rubia, que saboreaba el instante del mismo modo en el que un gato juega con el indefenso ratón justo antes de matarlo.
Mientras la punta de su lengua se deslizaba por su labio inferior suave y lentamente, se disponía a accionar su arma presionando el gatillo con su dedo índice, cuando repentinamente se detuvo en seco y su rostro cambió por un rictus de sorpresa y desagrado.
Armony se había interpuesto parándose, desafiante, delante de Michael y empujándolo tras ella, cubriéndolo con su propio cuerpo a modo de escudo humano y protegiéndolo así de cualquier ataque que Sylvia o alguno de sus hombres quisieran efectuar.
Instantáneamente, casi como un acto reflejo, Sylvia quitó su dedo del gatillo, toda su locuacidad había sido de golpe, enmudecida. La paciencia no era su virtud definitivamente, pero no podía matar a Armony, no aún al menos, debía esperar y optar por otro método, la necesitaba con vida....
Durante un momento las miradas de las dos mujeres gritaron con toda intensidad amenazas silentes.
—¡Entrégate y los dejaré vivir! —le dijo finalmente Sylvia elevando su voz.
—Está mintiendo, salgamos de este vagón —le susurró Michael a Armony y junto con Daphne comenzaron a caminar hacia atrás con pasos tensos, valiéndose de la protección del cuerpo de la propia Armony y escapando hacia el siguiente vagón.
Sylvia bajó el arma, frustrada, visiblemente tensa, respirando agitada y, montando en cólera, forcejeó con las puertas varias veces, descargando su furia... y solo comprobó lo que ya pensaba: que estaban firmemente cerradas y que no funcionarían automáticamente.
—¡Abran estas malditas puertas ya mismo! Sáquenle las llaves a ese guarda que dejé tirado en el vagón de atrás —ordenó con ira a sus hombres, que sin demora buscaron las llaves en el cuerpo del joven guarda y comprobando que no las tenía.
—¡No tiene ninguna llave, señora directora! —reportó uno de los cazadores... Solo bastó una mirada de Sylvia y su silencio para dar la siguiente orden.
—Busquemos algo para forzar las puertas ¡Vamos, rápido, hay que abrirlas cuanto antes! —gritó el mismo hombre a sus compañeros.
Mientras tanto y varios vagones más adelante, la tensión no era menor:
—Solo estamos ganando algunos minutos —dijo Michael mientras volvía a cerrar las puertas de otro vagón.
—Tengo una idea, es algo arriesgada pero... tal vez podamos saltar del tren en alguna curva en la que baje la velocidad —dijo Daphne.
—El tren esta acelerando, no sé si lo notaste pero, desde que lo abordaron Sylvia y sus hombres, vamos cada vez más rápido; el maquinista debe de estar alertado de la situación y no va a bajar la velocidad en ningún momento, de hecho, creo que ahora el tren esta usando las dos locomotoras a la vez, y ambas van a plena potencia —le respondió Michael.
—Bien, eso podría ser bueno también, tal vez lleguemos a la siguiente parada y podamos escaparnos allí o recibir ayuda —dijo Daphne esperanzada y tratando de ser optimista.
—Eso no va a pasar, hija, estamos a más de tres horas de la siguiente estación, todo va a haber terminado mucho antes, solo estoy ganando un poco de tiempo al cerrar estas puertas —le respondió Michael meneando la cabeza y sin saber que más hacer.
—Yo sé que hacer... Me voy a entregar, ellos me quieren a mí y no a ustedes dos —dijo Armony resignándose.
—¡No! Eso es una sentencia de muerte para ti y lo sabes bien —le gritó Michael intentando que cambiara de idea—, no estas pensando con claridad.
—¡Es la única manera de salir de esta situación, Michael! Si no, van a matar a Daphne y a ti también; si me entrego, ustedes tendrán, al menos, una oportunidad.
—¡Nos van a matar de todos modos, te entregues o no, a esa mujer le da igual! —le gritó Michael y bajando la voz para no preocupar a Daphne le susurró a Armony al oído—. Ya oíste lo que dijo, quiere mantener todo esto en secreto y sin testigos.
Era la primera vez que Armony y Michael discutían a los gritos, la tensión les estaba haciendo una grieta en su relación finalmente.
En ese momento los cazadores abrieron la primer puerta que Michael había cerrado y pasaron al siguiente vagón.
—Tengo otra idea ¿No podríamos desenganchar los vagones como hacen en las películas? —preguntó Daphne mientras pasaban al siguiente vagón y Michael continuaba cerrando puertas.
—No sé como hacerlo, hija, y a esta velocidad y sin la herramienta adecuada supongo que es imposible —le respondió él tajantemente y descartando la idea.
Atrapados en un tren a alta velocidad, sin posibilidad se salir ni de atrincherarse en ningún lado y con sus enemigos, que los superaban en poder nuevamente, acercándoseles a cada instante ¿Qué más podían hacer? ¿Hasta donde aguantarían? Solo el impulso de proteger a sus seres amados les daba fuerzas para no rendirse.
Y así continuaron avanzando y cerrando puertas, vagón tras vagón...
A medida que avanzaban se dieron cuenta de que ya casi no quedaban pasajeros en los pasillos ni en las áreas públicas, algunos se habían encerrado en sus camarotes y el resto se había refugiado en los vagones del frente del tren.
Pasaron por el lujoso vagón de primera clase y allí también se repetía el mismo escenario: las personas habían huido tan rápido como pudieron, dejando sacos y tapados colgados en los percheros; papeles tirados en los elegantes y cómodos sillones junto con maletines, algunos inclusive abiertos, así como también computadoras portátiles aún encendidas sobre las mesas.
Cuando llegaron al vagón comedor no había nadie allí tampoco.
Este vagón era singular y especial; estaba claramente dividido en dos ambientes muy bien diferenciados y completamente separados entre sí:
Los dos primeros tercios del vagón estaban destinados a las mesas de los comensales, algunas eran para dos y otras para cuatro personas; todas estaban ya arregladas con sus manteles y floreros decorativos, listas para recibir a los pasajeros, que pocos minutos antes disfrutaban de un idílico viaje y que ahora estaban aterrados en medio de una pesadilla. En el centro del vagón y sobre uno de los lados estaba la barra del bar, completamente surtida con toda clase de bebidas y refrescos.
A continuación había una puerta metálica de acero inoxidable que separaba todo el ambiente del comedor del área de cocina, que ocupaba completamente el tercio final del vagón y allí era donde se preparaban los alimentos, la puerta era de tipo vaivén para facilitar la tarea de los mozos y no tenía cerradura alguna, solo una gran barra metálica que la atravesaba longitudinalmente a modo de picaporte para manipularla; los tres se apresuraron a atravesarla para continuar con su escape.
Cuando pasaron a la cocina, una vez más el escenario cambió drásticamente. Aquí todo era de acero inoxidable y el plateado brillo del metal pulido relucía por doquier de una manera deslumbrante.
Estaba muy bien equipada con una enorme cocina a gas en el centro, dotada de ocho hornallas y un horno por debajo, una gran heladera de dos puertas, un lavatorio triple y un montón de utensilios listos para preparar lo que el paladar más exigente pidiera.
Era habitual que de tres a cinco cocineros profesionales trabajaran al mismo tiempo en ella, sin embargo ahora había quedado completamente vacía.
Al final de la cocina estaba la puerta de salida del vagón. Rápidamente Daphne se adelanto y corrió hacia ella.
—Parece que los cocineros salieron apurados de aquí —dijo Armony al ver que tres de las hornallas estaban aún encendidas, sobre una de ellas había una olla con agua hirviendo y en otra una sartén con aceite.
—Sí, se ve que estaban trabajando en el almuerzo —dijo Michael mirando un par de cuchillos que habían quedado sobre la mesada y que estaban siendo usados para cortar unos alimentos a medio preparar.
—¡Malas noticias! Hasta aquí llegamos, parece que esta cerrada —dijo Daphne esforzándose mientras forcejeaba bruscamente con la puerta, que estaba firmemente cerrada.
Y fueron los propios cocineros quienes, al huir del vagón, habían cerrado con llave la puerta desde el otro lado, de ese modo pretendieron bloquear el avance de los atacantes hacia los vagones del frente y las locomotoras.
—Dame las llaves, papá —dijo Daphne y Michael le pasó el llavero.
Daphne comenzó a probar todas las llaves, una por una, pero ninguna parecía funcionar. Desesperada, lo intentó nuevamente, sin embargo, y para su sorpresa, ninguna abría esa puerta.
—No puede ser ¡No es ninguna de estas! —dijo nerviosa y preparándose para intentarlo por tercera vez.
—Es inútil, Daphne ¡Apártate de la puerta y déjame intentarlo a mí! —le ordenó Michael, y un instante después empezó a patear y a embestir contra la puerta usando todas sus fuerzas..., y por más que lo intentó varias veces no consiguió ni el más mínimo resultado.
Salvo por un par de leves mellas que le había logrado hacer con su fuerza bruta la puerta permaneció inmutable, bloqueándoles el paso.
—¡Alguien que nos abra, por favor, socorro! —empezó a gritar Daphne mientras golpeaba con las palmas de sus manos contra la puerta, pidiendo ayuda a quien estuviera del otro lado... La única respuesta que obtuvo fue un silencio de condena; o bien no había nadie que escuchase sus gritos, o nadie se atrevía a abrirles la puerta desde el otro lado.
Las miradas de angustia de los tres eran imposibles de ocultar, las oportunidades de escapar se desvanecían rápidamente y con ellas sus esperanzas... Estaban atrapados.
—¡Ya basta! Voy a entregarme —volvió a decir Armony.
—¡No lo harás! Solo tengo que capturar a su líder —le dijo Michael dispuesto a ir tras Sylvia. Como arma agarró un filoso cuchillo de cocina que tenía su hoja terminada en una aguda punta y que estaba apoyado sobre la mesada. Lo balanceó un par de veces en su mano comprobando que su mayor peso estaba en la hoja de acero...
—¡Es una locura Michael, te matarán antes de que puedas ni siquiera acercarte a ella! —le respondió Armony gritándole.
Michael y Armony estaban en desacuerdo nuevamente, pero esta vez sus decisiones eran mucho más intensas, se miraban fijamente a los ojos muy serios y hasta enojados; la paradoja era que el amor que sentían el uno por el otro los hacía enfrentarse, cada uno trataba de salvar al otro, aunque eso significara el arriesgarse a sí mismo, al grado de sacrificar su propia vida...
—¡No discutan entre ustedes! Se los ruego —les dijo Daphne llorando, ella ya había empezado a intentar abrir la puerta de otro modo: usando una ganzúa improvisada hecha con una de sus horquillas para el cabello doblada de un modo especial:
—No tengo experiencia haciendo esto, una vez abrí la pequeña puerta de un gabinete de casa de este modo, guiándome por lo que vi en un video de internet y nunca más lo volví a hacer... Pero si el destino quiere que podamos escapar estoy segura de que la voy a poder abrir ¿No es así, mamá? Tal vez aquello que hice hace tiempo, en mi casa, fue otra serendipia, un anticipo del destino preparándome para este día —con esas palabras intentó darse ánimos, mientras se secaba las lágrimas del rostro con el dorso de la mano y trataba de calmar a sus padres.
—¡Vamos! Por favor, abre de una vez —dijo asustada y lamentándose por su torpeza mientras seguía intentándolo sin parar; sus manos estaban transpiradas y temblaban por la desesperación dificultándole todo.
Con un leve movimiento de su cabeza y sus ojos, Armony le hizo una seña a Michael para que fueran al área del comedor donde continuarían con su discusión en privado y se retiraron de la cocina. Sin embargo no alcanzaron a decir ni una sola palabra, ya que a los pocos segundos vieron que Sylvia y sus hombres habían alcanzado la última puerta cerrada y en pocos instantes más, cuando la forzaran, los tendrían encima.
—Ya están aquí, Michael, ¡Volvamos con Daphne! Esa puerta no los va a detener por mucho más tiempo.
El tren llegó en ese momento a un largo puente en curva que cruzaba un cañon muy profundo. A pesar del peligro de descarrilar, el desesperado maquinista no bajó la velocidad para nada, estaba bien consciente del riesgo que acarreaba tomar una curva de ese modo, pero su prioridad era llegar a una estación lo antes posible.
El metal del puente comenzó a crujir de manera amenazante ante la potencia de las locomotoras que lo abordaron sin temor ni respeto alguno y todos en el tren sintieron la inercia que los arrojó contra un costado.
Con la fuerza centrífuga actuando sobre la formación, todos los vagones comenzaron a cargarse sobre uno de sus lados; en la cabina de control de la locomotora principal las alarmas de inclinación se encendieron de inmediato alertando de un posible descarrilamiento del tren, el maquinista en jefe se miró de reojo con su segundo al mando sabiendo el tremendo peligro que corrían.
—El trayecto en curva es muy largo, tal vez deberíamos bajar la velocidad un poco hasta pasar el puente y luego acelerar —dijo titubeando un ayudante.
—¡No voy a bajar la velocidad! Conozco este tren a la perfección y no va a descarrilar. —La respuesta del maquinista en jefe fue tan taxativa como tensa, el riesgo era muy alto, la apuesta igual de peligrosa y todos lo sabían muy bien, sobre todo él.
No menor era la tensión que se vivía en ese momento en el vagón comedor:
—¡La última vez que me protegiste te perdí! No quiero que eso pase nuevamente—le dijo Armony a Michael con lágrimas en sus ojos.
—Esta vez no será así, te lo prometo —le respondió él sujetándola del brazo con firmeza—. Déjame protegerte como siempre lo he hecho, es todo lo que te pido.
Finalmente los cazadores abrieron la última puerta y se apresuraron por el vagón comedor hacia el área de la cocina al tiempo que Michael y Armony se parapetaban por detrás de la puerta metálica que dividía a ambos ambientes, y que ahora era lo único que los separaba de sus perseguidores.
Michael sujetó firmemente el gran picaporte y bloqueó la puerta vaivén con todo el peso de su cuerpo, Armony lo ayudaba sosteniéndolo desde atrás como podía.
Los hombres de la Corporación, por su parte, comenzaron a embestir la puerta con gran violencia desde el otro lado...
Mientras tanto, Daphne aún no podía abrir la puerta de salida del vagón, aunque seguía tratando sin respiro.
En ese momento la situación había alcanzado ya su máxima tensión y, perdiendo completamente la paciencia, Sylvia, furiosa, les gritó a sus hombres:
—¡Córranse de ahí, inútiles! —Levantó su ametralladora y disparó una ráfaga de balas contra la puerta; los disparos atravesaron el metal fácilmente, pasando de largo; milagrosamente ninguno hirió a Michael, que se alejó de la puerta en un acto automático.
En ese momento se escuchó el grito eufórico de Daphne:
—¡Lo estoy logrando, la cerradura gira!
En un movimiento sincronizado Sylvia abrió la puerta con una violenta patada y al mismo tiempo la puerta de salida del vagón abrió también.
—¡Mamá, papá, vengan por aquí, ahora! —alcanzó a gritar Daphne mientras pasaba al siguiente vagón.
Rápidamente los ojos de Sylvia recorrieron toda el área en una fracción de segundo y una vez más su mirada se clavó en los ojos de Michael, que había llegado junto con Armony al centro de la cocina y había hecho una pausa para hacer su último intento por defenderla.
El tiempo en ese momento se ralentizó para ambos...
Sylvia levantó su arma para dispararle, Michael hizo lo propio tomando su cuchillo por la hoja.
Él fue más rápido y, apuntando directamente al rostro de ella, le arrojó el mortal instrumento con todas sus fuerzas; el cuchillo voló girando a gran velocidad, atravesando los escasos metros que los separaban y emitiendo un agudo sonido mientras cortaba el aire con su filoso borde, buscando un objetivo donde clavarse.
En cuanto lo vio, sin tiempo para pensar, pero rápida de reflejos y con un brusco movimiento, Sylvia lo esquivó hábilmente tirándose hacia un costado; el cuchillo pasó de largo rebotando en el marco metálico de la puerta y cayendo lejos de su blanco.
Sin embargo, y como consecuencia de su espasmódico movimiento, al golpear contra la mesada, y por accidente, Sylvia disparó su arma...
Una corta ráfaga de balas sin control ni dirección específica salió de la ametralladora impactando de lleno en el anafe y el horno de la cocina del vagón; varios de los proyectiles penetraron en los tanques de gas propano, algunos cortaron las mangueras que conducían el fluido y otros destruyeron los reguladores de alta presión.
Con la integridad de sus contenedores destruida, los gases salieron con potencia por los debilitados tanques e inmediatamente uno de ellos encontró la chispa que lo prendió en llamas.
Michael abrió bien grandes sus ojos y su rostro se desencajó completamente; en cuanto vio el chorro de fuego que salió de la cocina supo de inmediato lo que pasaría a continuación, había visto suficientes incidentes con garrafas de gas en Alaska como para tener en claro lo peligrosas que eran; se arrojó encima de Armony, que estaba justo detrás de él, para protegerla de la inminente explosión con su propio cuerpo y ambos cayeron al suelo.
En solo un parpadeo las tres enormes garrafas de gas fueron envueltas por las llamas y explotaron con furia al mismo tiempo, el sonido fue ensordecedor y resonó entre las montañas a lo lejos.
La fuerza de la detonación fue tan grande que el vagón entero se inclinó casi cuarenta y cinco grados sobre las vías levantando, inclusive, a los vagones contiguos.
Una gran bola de fuego llenó toda la parte superior del recinto durante un segundo, pero inmediatamente las llamas fueron absorbidas hacia el exterior a través del enorme agujero que quedó en la parte donde, hasta hacía un instante, estaban la cocina y sus garrafas que ahora habían desaparecido casi por completo, dejando solo restos metálicos en su lugar.
A punto ya de descarrilar y todavía inclinado, el inestable tren continuó con su frenético avance por varios metros más; las ruedas del lado del vagón, que aún se apoyaba en las vías, desprendían enormes cantidades de chispas mientras el metal se calentaba hasta el rojo vivo por el tremendo peso que soportaban y la fricción a la que eran sometidas.
El fondo del abismo abría ya sus negras fauces esperando la pronta caída del tren entero. Ese abismo sin fin significaba una muerte segura para todos... Sin embargo, e irónicamente, fue la potencia que llevaba la formación, la misma que los había puesto en riesgo hasta ahora, la que evitó que el desastre sucediese; al abandonar la curva a toda velocidad y encarrilarse en un tramo recto de las vías, los vagones comprometidos recuperaron su equilibrio y cayeron pesadamente sobre los rieles...
El impacto fue tremendo, las ruedas del vagón comedor, que recibieron la peor parte, se dañaron seriamente con el violento golpe y empezaron a desprender una gran cantidad de chispas y esquirlas metálicas por doquier, calentándose con rapidez.
La velocidad del tren se redujo drásticamente, por más que las locomotoras no dejaban de traccionar con toda su potencia...
El vagón comedor, que fue siempre un ejemplo de orden y pulcritud, había quedado convertido ahora en todo un desastre; había utensilios de cocina ennegrecidos y tirados por todas partes, muchos de ellos rotos y doblados.
Al ser casi todo metálico, o de loza y vidrio, las pocas llamas que quedaron después de la explosión fueron rápidamente extinguidas por las potentes ráfagas de viento gélido que entraban por la parte lateral y la mitad superior del vagón, que habían desaparecido, en parte por la explosion y en parte por el viento que entraba con fuerza y arrancaba los pedazos parcialmente desprendidos de lo que, hasta hacía solo segundos, había sido el techo.
Armony había quedado atrapada bajo unos metales retorcidos y apenas conciente, aún se movía...
Con su visión borrosa y un tremendo zumbido en sus oídos, Michael, que había sido arrojado a unos metros de donde estaba antes, se había puesto de pie, trataba de ubicarse y reconocer la situación.
El aire frío en su rostro lo ayudó a despejarse más rápido. A medida que sus sentidos se aclaraban, pudo distinguir la voz de una mujer que le gritaba desde un costado del vagón:
—¡Papá, papá, por aquí estoy, ven hacia aquí! —Era la voz de Daphne que lo llamaba incesantemente. Michael, aún mareado por la explosión, la miró para comprobar que se encontraba bien y a salvo, luego giró su cabeza hacia el otro lado y vio a los hombres de Sylvia caídos, con sus cuerpos apilados caóticamente dentro del lujoso comedor entre las mesas que estaban revueltas.
A solo un par de metros de él estaba Armony en el suelo. Como podía, intentaba liberarse de los restos de metal que la atrapaban, pero sin éxito.
—¡Déjame a mí! —dijo él y trató con todas sus fuerzas de mover los escombros, pero era imposible para un solo hombre, parecía como si los hierros retorcidos fueran garras metálicas que sujetaban el cuerpo de Armony y que no la soltarían fácilmente.
Michael en su desesperación comenzó a buscar un metal que le sirviera para hacer palanca, pero no veía nada que le fuera útil.
Mientras tanto, los dos hombres que había dejado Sylvia un vagón por detrás suyo, y que no habían sufrido el tremendo impacto de la explosión, corrieron raudos a socorrerla a ella y a sus camaradas.
—¡Aquí esta la directora, Arrow! Ayúdame a remover estas cosas —le dijo uno al otro mientras sacaban algunas mesas y asientos que habían quedado sobre su líder.
En cuanto liberaron el inerte cuerpo de Sylvia, la recostaron correctamente en el suelo y trataron de reanimarla.
—¡Directora, despierte, vamos! —dijo uno de los hombres, mientras le tomaba el pulso y le golpeaba suavemente la cara para que recobrara la conciencia.
Sylvia no respondía, parecía muerta, sin embargo en un momento empezó a reaccionar:
—Olvídense de mí, estoy bien, vayan por Armony —alcanzó a balbucear casi inconsciente y de manera ininteligible aún al tiempo que torpemente hacía el intento de ponerse de pie.
Sus hombres, al verla aún mareada no sabían muy bien que hacer, si ayudarla u obedecerle.
Ambos bandos habían quedado comprometidos, sin embargo la balanza del destino no tardaría mucho en inclinarse hacia un lado...
—Michael, vete; no hay más tiempo, ya déjame, ve con Daphne; hiciste lo que pudiste, volviste a ser mi héroe... Salva a nuestra hija, tú, ahora. —Las mismas palabras que él le había dicho en el teleférico las usaba ahora Armony, que hablaba con dificultad atrapada bajo los metales.
Michael se arrodilló junto a ella sin saber que más podía hacer, entonces Armony llorando y con un gran esfuerzo logró liberar uno de sus brazos y acarició a modo de despedida el ya abatido rostro de él, que hasta ese último instante había luchado denodadamente por rescatarla.
Michael la miró impotente, con lágrimas de rabia por no poder hacer nada más:
—Volveré por ti, te lo prometo —le dijo sintiendo una gran frustración, sabía que ella tenía razón y que él debía abandonarla.
—Lo sé, te amo. —Fueron las últimas palabras que ella pudo decir antes de perder el sentido.
El chirrido de las ruedas del vagón se volvió ensordecedor. Totalmente deformadas, se trababan por momentos y se rompían cada vez más a medida que el tren avanzaba con extrema dificultad.
Michael se fue al siguiente vagón junto con Daphne y la abrazó con fuerza; en su abrazo era él quien buscaba contención al tratar de sentir que, al menos, había podido rescatar a su hija, aunque habiendo pagado un terrible precio por ello.
Las ruedas del vagón comedor se pusieron al rojo blanco por la fricción, varias llegaron al punto de trabarse completamente y dejaron de rodar de manera definitiva, las chispas eran ya tremendas...
Por un lado, las locomotoras continuaban traccionando con toda su potencia, por el otro, el peso muerto del vagón dañado más el resto de los vagones que lo seguían en la formación oponían resistencia...; y ambas fuerzas, opuestas, convergían en un solo punto: el enganche del vagón comedor; que finalmente, doblado y agrietado, no pudo resistir más y se destrozó rompiéndose en pedazos... Justo en ese lugar, el tren, literalmente se partió en dos.
Michael y Daphne se alejaron en la parte del tren que aún contaba con las locomotoras dejando atrás a Armony con Sylvia y los cazadores en la formación que había quedado detenida e inmóvil, encima del puente...
Al alejarse, y mientras abrazaba a Daphne, Michael enfocó su atención entera en Armony, ahora todos sus pensamientos estaban solo con ella; pudo ver como los hombres de Sylvia trabajaban para liberarla de los metales retorcidos y también vio al helicóptero de la Corporación sobrevolando el vagón, para llevársela...
Sus enemigos habían conseguido finalmente su objetivo y Armony había caído en sus manos, momentos después el tren entró en un largo y oscuro túnel y ya no vio nada más.
La biblioteca etérea
La mitad de un tren turístico y lleno de pasajeros había quedado varado en medio de un puente, en una zona remota al norte de las Montañas Rocallosas. Había ocurrido una inexplicable explosión a bordo y un vagón estaba prácticamente destruido... En cuanto las autoridades de la región se enteraron del hecho se iniciaron los operativos de rescate pertinentes.
En los principales hospitales de la ciudad de Spokane se puso en marcha el protocolo para situaciones de emergencias; habían recibido la alerta de lo ocurrido y esperaban la llegada de muchos heridos; ubicada a 300 kilómetros del lugar del incidente, era la ciudad más cercana con la capacidad médica suficiente para brindar asistencia en un evento de esa magnitud.
Sylvia, desde su helicóptero, se había contactado con el principal hospital de la ciudad y había informado que trasladaba a Armony, herida e inconsciente.
—Doctor, se aproxima un helicóptero, trae a una mujer joven, de unos veinticinco años de edad, con politraumatismos y posibles hemorragias internas, ninguna herida grave a la vista, inconsciente, signos vitales inestables, tiempo estimado de llegada: cinco minutos. La traen en un helicóptero civil sin identificar —le dijo la enfermera al médico en jefe de la sala de emergencias del hospital.
—Preparen un equipo completo para recibirla en el helipuerto y que se alisten en cirugía para una posible intervención de emergencia —ordenó el médico.
Instantes después el helicóptero de la Corporación descendió en el helipuerto del hospital y bajaron a Armony; la subieron rápidamente a una camilla y la llevaron de inmediato para una evaluación primaria completa. Sylvia también bajó con un par de sus hombres, esta vez sin armas a la vista para no alertar al personal del hospital.
—Voy con ella —dijo mientras seguía a la camilla.
—¿Qué fue lo que le pasó? —preguntó uno de los médicos mientras llevaban a Armony para hacerle los respectivos diagnósticos por imágenes.
—No lo sé, solo vimos que hubo alguna clase de explosión a bordo de un tren; el vagón donde ella estaba tenía el techo arrancado casi por completo y se encontraba destrozado. Creo que fueron las garrafas de gas propano de la cocina, son muy peligrosas —respondió Sylvia tratando de disimular la situación y agregó:
—Ella quedó atrapada entre restos metálicos, nosotros la liberamos y la trajimos.
—¿Y ustedes quiénes son? —le preguntó una enfermera, que intentaba reunir datos para el reporte de internación.
—Solo somos un grupo de esquiadores que nos dirigíamos a la cima de una montaña en nuestro helicóptero y cuando vimos la columna de humo nos acercamos para ayudar en lo que pudiéramos —respondió Sylvia.
En ese momento llegaron al área donde estaban los tomógrafos, las máquinas de resonancia magnética y los aparatos de rayos x...
—Lo siento, esta zona está restringida, solo el personal médico del hospital puede pasar, van a tener que esperar aquí afuera —le dijo la enfermera a Sylvia y a sus hombres, que se tuvieron que quedar en el pasillo, solos.
En ese momento dos médicos comenzaron a revisar detalladamente los signos vitales de Armony:
—No me gusta su respiración, y sus latidos son bajos... Tiene hematomas en todo el tronco —dijo uno de ellos mientras la auscultaba con un estetoscopio.
—La pupilas no reaccionan normalmente, posible daño neurológico; quiero una tomografía de cráneo y una radiografía de tórax de inmediato —ordenó el médico en jefe de guardia mientras le examinaba los ojos con una pequeña linterna.
La actividad en el hospital se fue tornando cada vez más frenética a medida que llegaban otros pacientes, víctimas del accidente del tren, con diversos traumatismos y heridas menores; el tremendo sacudón de los vagones había afectado a muchos de los pasajeros.
Al ver esto Sylvia se soltó el cabello cambiando su peinado para evitar que alguno de los pasajeros la identificara fácilmente.
Cuando los médicos terminaron de diagnosticar a Armony uno de ellos salió en busca de Sylvia, ya que fue quien la había llevado al hospital:
—¿Usted fue quién la trajo? —le preguntó el médico.
—Sí, Doctor. Dígame, por favor ¿Cómo se encuentra? Estoy realmente muy preocupada por ella.
—Salvo algunos traumatismos leves no se detectaron lesiones en su cerebro y solo presenta algunas fisuras por compresión en su tórax que no son graves, afortunadamente. Sin embargo hay una mala noticia, ha entrado en estado de coma y no responde a ningún estímulo, por el momento solo podemos trasladarla a terapia intensiva y esperar.
—¿No hay nada más que pueda hacer por ella acaso? —preguntó Sylvia extrañada.
—Médicamente no, sería conveniente ubicar a algún pariente o identificar a la paciente para futuras decisiones —le respondió el médico tajantemente y con frialdad, y se alejó para atender a otros pacientes.
Sylvia se quedó sola nuevamente y comenzó a pensar en que posibilidades tenía para no perder a Armony, necesitaba obtener cualquier dato que ella tuviera antes de que muriese. Sylvia consideraba al estado de coma desde un aspecto más paranormal que médico, sabía cosas que los facultativos ignoraban y tenía opciones que iban más allá de la medicina, decidió entonces usar todos los medios que la Corporación le brindaba para hacer algo al respecto.
—Quiero que te contactes con la Corporación, diles que envíen lo antes posible a una de las sombras y que venga con las credenciales necesarias para hacerse pasar por pariente directa de Armony —le dijo Sylvia a uno de sus hombres que se retiró de inmediato para cumplir con sus órdenes.
Momentos después Armony ya había sido trasladada a terapia intensiva donde yacía en una camilla conectada a unos aparatos que registraban sus signos vitales.
La sala era grande y había muchas más camillas con pacientes en distinto estado; el personal médico deambulaba de un lado para el otro, algunas enfermeras tomaban los signos vitales de los pacientes y los anotaban en planillas donde figuraban las historias clínicas de cada uno, mientras que otras les aplicaban medicamentos y hacían ajustes en los aparatos y dispositivos que tenían conectados.
En un momento Armony abrió sus ojos y una luz cegadora hizo que los entrecerrara de inmediato; al cabo de unos segundos empezó a reconocer formas de objetos y personas que se movían a su alrededor, distinguió apenas a las enfermeras con sus uniformes blancos y a los médicos con sus estetoscopios plateados colgando de sus cuellos, pero todo era tan brillante que casi no podía ver; los sonidos eran extrañamente muy intensos, los ruidos de las ruedas de las camillas y los carritos que llevaban el instrumental eran ensordecedores, como así también el sonido de las máquinas de diagnóstico, podía oír todo muy intensamente, hasta el simple goteo de las bolsas con suero conectadas a los pacientes; y un olor inconfundible, penetrante y que le era muy molesto le entraba por su nariz trayéndole recuerdos de su niñez, de cuando estuvo gravemente enferma una vez... No tardó en darse cuenta de que se trataba de un hospital.
Aturdida por esta sobrecarga sensorial se levantó de la camilla y caminó hacia la enfermera más cercana; la mujer estaba de pie, junto a la camilla de al lado y atendiendo a un paciente.
—Enfermera, dígame, por favor ¿Qué me pasó? —le preguntó Armony.
La enfermera la ignoró completamente y Armony insistió:
—¡Enfermera! Por favor, me siento muy extraña, algo no está bien conmigo y no sé que es...
La enfermera se retiró sin siquiera mirarla, Armony la siguió con la mirada y una expresión de estupor mientras trataba de entender la situación, y en ese momento tuvo una epifanía..., se sorprendió y empezó a tener algo que confirmaría apenas unos segundos después al darse media vuelta y mirar hacia la camilla de la que recién se había acabado de levantar:
Al girar hacia atrás vio su cuerpo, allí tendido, como si estuviera dormido, pero aún vivo. Miró la máquina conectada al dedo índice de su mano izquierda, que servía para registrar algunos de sus parámetros vitales, entre ellos sus latidos cardíacos, que eran sumamente lentos; luego miró la bolsa de suero canalizada en su brazo derecho que la mantenía hidratada.
«Estoy afuera de mí misma, por Dios ¿Qué me ha pasado? Esto es como uno de esos “viajes astrales” de los que he leído en los que el alma sale del cuerpo», pensó.
—¿Cómo voy a volver a mi cuerpo? Esto tiene que ser un sueño, o tal vez esté internada y bajo anestesia, y esto sea solo una alucinación —dijo en voz baja, tratando de buscar alguna explicación simple a toda la situación, pero en el fondo sabía muy bien que la experiencia por la que atravesaba no era un producto de su mente, lo que ella estaba experimentando era tan real como la existencia misma de su alma.
Entonces comenzó a sentir como se elevaba del suelo y comenzaba a flotar en la habitación «Estoy muriendo, sé que esto les sucede a quienes relatan sus experiencias al borde de la muerte, lo he visto en documentales», pensó y se sorprendió al constatar que no sentía el más mínimo miedo, sino más bien una sensación placentera y de paz absoluta.
Y en ese momento, ya entregada a una experiencia que era mucho más poderosa que ella, cerró sus ojos lista para elevarse...
Paulatinamente se percató de que los sonidos que la rodeaban empezaron a cambiar, los ruidos que tanto la molestaban se hacían cada vez más distantes y el fuerte olor del nosocomio se fue atenuando, hasta desaparecer...
Al cabo de unos instantes, lentamente sintió como los dedos de sus pies volvían a tocar el suelo, para luego volver a sentirse de pie.
Armony abrió sus ojos nuevamente y vio que ya no estaba el hospital, ahora todo era silencioso, el sitio entero había cambiado dramáticamente... Se encontraba, de manera inexplicable, en lo que parecía ser el vestíbulo de una bellísima y enorme biblioteca.
El ambiente era muy amplio, sentía como que este sitio abarcaba hasta el infinito; en las repisas habían libros que se contaban por miles, millones y más... Al contemplarlos, Armony tuvo la extraña sensación de ser como una gota en el medio de un vasto océano.
El área en la que estaba parada parecía ser el centro del edificio y Armony comenzó a examinar todo cuidadosamente:
La biblioteca tenía dos pisos de altura y pasillos que se extendían hacia los costados formando un laberinto sin fin.
Estaba iluminada naturalmente y a la perfección, sin dejar ni una sola zona oscura por incontables ventanales desde los que entraba una luz clara y tan brillante que no se podía distinguir nada de lo que hubiera afuera.
Las paredes eran blancas, como la nieve más pura y estaban profusamente decoradas por hermosas molduras y adornos dorados que brillaban por todos lados.
Al elevar su mirada vio que había estatuas en varios puntos del nivel superior que parecían emerger de las paredes. En las cúpulas del techo vio hermosos frescos con pinturas que evocaban escenas celestiales con vívidos colores; Armony recordó sus lecciones de arte, reconoció indudablemente el estilo barroco en toda la decoración y se sintió deleitada ante tanta belleza.
Cuando miró hacia el suelo vio que el piso estaba pulido y reflejaba todo como si fuera un gran espejo; entonces se contempló a sí misma, tenía la bata del hospital aún puesta, se tocó el rostro como intentando reconocer si se trataba de un sueño, pero no lo era...
Todas sus enseñanzas religiosas le hacían suponer que este lugar era digno del reino de los cielos y no solo por su belleza y perfección, sino más precisamente por la sensación que el estar allí evocaba... Sentía paz absoluta; no tenía frío ni calor y las más bellas emociones y alegrías que había experimentado durante su vida parecían confluir todas juntas; se sintió segura, como si perteneciera a este lugar.
En ese momento se percató de que no estaba sola; por momentos comenzaron a aparecer, de la nada, extrañas personas que se acercaban a los libros, los consultaban y desaparecían, desvaneciéndose en el aire, era como si fueran fantasmas. Esto ocurría por todos lados a su alrededor y ninguno le prestaba atención a ella, que los miraba sorprendida y desconcertada.
Todas estas extrañas figuras lucían iguales, salvo por su altura y contextura física: estaban vestidas de manera muy austera y simple, con túnicas blancas que cubrían sus cuerpos completamente hasta los pies y capuchas que cubrían sus cabezas haciendo imposible ver sus rostros o sus cabellos.
No parecían llevar nada en sus manos, aunque poco se podía ver, ya que las largas y amplias mangas de sus atuendos las dejaban completamente ocultas dentro.
En su cintura no llevaban nada destacable, solo un largo y grueso cordón con varios nudos en toda su longitud, que llegaba hasta el suelo y que, a modo de cinturón, les servía para ajustar la túnica al cuerpo.
Solo prestando mucha atención, sobre todo a sus suaves pero decididos movimientos, se podía distinguir que algunos de ellos eran hombres y otras eran mujeres.
Por su aspecto, lo primero que se le vino a la mente a Armony era de que se trataban de alguna clase de monjes que estaban a cargo de esa gran biblioteca.
En un momento vio a una de esas personas parada justo al lado de ella, a solo un par de metros y mirándola de frente; Armony se asustó, llevó sus manos al pecho y retrocedió unos pocos pasos.
—¿Puedes percibirme ahora, Armony? —le preguntó el extraño con voz calmada y apacible. La voz era la de un hombre mayor y no se podía distinguir ningún otro rasgo de él debido a su atuendo monástico.
—Sí, ¿Nos conocemos acaso? —preguntó ella con desconfianza al extraño, ya que la había llamado por su nombre y con cierto aire de familiaridad.
—Tú a mí no me conoces —respondió él y se quitó la capucha dejando ver su rostro.
Se trataba de un hombre mayor, su cabello era completamente blanco y su agradable rostro, al que Armony no recordaba haber visto nunca, dejaba intuir que, a lo largo de su longeva existencia, había hecho acopio de grandes conocimientos desde épocas inmemoriales ya olvidadas y que poseía secretos reservados solo para los iniciados en ciertas doctrinas ocultas para la mayor parte de la humanidad. Sus ojos denotaban imparcialidad y firmeza al mismo tiempo, su actitud era más bien como la de un maestro que se limitaba a impartir conocimientos sin la más mínima intención de intervenir, ni influir, en el devenir de los acontecimientos futuros, a menos que fuera estrictamente necesario.
—¿Dónde estamos? ¿Qué es este sitio? —preguntó Armony intrigada, con curiosidad y ansiedad.
—Este lugar ha recibido muchos nombres a lo largo de la historia de la humanidad, tal vez tú lo conozcas por uno de los nombres que se le dan en esta época en la que vives ¿Podría ser que hayas oído hablar alguna vez de los Registros Akáshicos? —Armony lo miró sin dar señal de tener ni idea de lo que le mencionaba, entonces el hombre procedió a explicarle:
—Se ha hecho referencia a este sitio en prácticamente todas las enseñanzas espirituales y religiosas que han habido a lo largo de la historia. Muchos datos provenientes de aquí se encuentran en las tradiciones de los pueblos más antiguos, remontándose hasta los albores de las primeras civilizaciones.
Lo que aquí queda registrado es una fuente de información que crece constantemente, contiene los datos de absolutamente todo desde el principio de los tiempos y desde el comienzo de la vida misma, tanto de este, como de otros mundos y también de otros planos. Es el conocimiento pasado, presente y los distintos caminos que puede seguir el futuro de los seres vivos y de todas las demás cosas.
Aquí está también, por supuesto, toda la información sobre nuestras vidas: cada palabra dicha, cada pensamiento de nuestras mentes, cada emoción de nuestras almas, cada alegría y cada pena, y cada acción que hayamos tomado todos y cada uno de nosotros a lo largo del tiempo. Contiene todas las posibilidades de nuestro desarrollo futuro, así como nuestras virtudes y dones actuales y también nuestros propósitos existenciales.
En estos libros se guarda toda la información kármica; información que tiene que ver con las experiencias del espíritu, los aciertos y los errores que tienen que equilibrarse a través de las diferentes encarnaciones del ser.
Estos registros contienen el conocimiento pasado y presente, las experiencias y expresiones del recorrido del alma desde su inicio hacia adelante, así como todas las posibilidades de su futuro. Hacen alusión a los recuerdos de nuestra alma, recuerdos que han sido guardados a través de todas las vidas por las que hemos atravesado.
Está todo el historial de los procesos por los que ha pasado cada alma y que la han llevado a niveles cada vez más elevados de conciencia, así como las pruebas a las que ha sido sometida. Para nosotros, los humanos, se representa como una gran biblioteca, así percibimos esto y lo entendemos mejor... Todo esto, tal y como lo ves tú, es como una metáfora creada por ti.
Armony se quedó pensando un momento, mirando a la nada y tratando de entender, aunque solo fuera en parte, lo que este extraño hombre le decía, como así también intentando asimilar la experiencia por la que estaba atravesando.
—¿He muerto acaso? —preguntó.
—No estas muerta, Armony...; no aún, al menos —concluyó diciendo el hombre con calma.
—¿Tú estás muerto entonces?
—No, Armony, no lo estoy. Yo soy uno de los iniciados, pertenezco a la Hermandad, mi cuerpo está tan vivo como el tuyo. Nosotros, los maestros espirituales, podemos existir conscientemente en ambos planos, solo estoy por el momento aquí, en breve volveré al plano de la vida como tú la conoces.
—Entonces, si es que aún estoy viva ¿Qué estoy haciendo aquí? Yo no soy ninguna iniciada —preguntó Armony completamete perdida.
—Has venido a tomar una decisión; el destino te ha puesto aquí para que elijas que hacer, y a mí para ayudarte. El destino hace las cosas siempre por algo, aun cuando la libertad de acción de las personas actúa, siempre es el destino quien acomoda los eventos alrededor de ellos y permite que sucedan ciertos acontecimientos, sobre los cuales las personas no tienen control alguno. Hay una frase que se ha acuñado entre nosotros con los años y que dice: «Donde el libre albedrío termina, el destino comienza» —le dijo el hombre, hizo una pausa para que ella pensara y le siguió diciendo:
—En los últimos tiempos, en tu vida se han restaurado aspectos que te angustiaban y te hacían sufrir año tras año, y cada vez más... Tu soledad es un claro ejemplo: la comenzaste a arrastrar desde el final de tu existencia como Melody y te ha atormentado cada vez con mayor intensidad; con cada pérdida de un ser amado que has tenido tu dolor y tu angustia han crecido, puedo verlo tan claramente. Todo ese sufrimiento ha sido un ruego permanente al destino para que actuara y lo remediara.
Armony sintió una opresión en el pecho cuando el extraño dijo eso, porque era una verdad absoluta.
—También se ha restaurado el mismo aspecto en la vida de tu hija, Daphne. El haber perdido a sus padres de niña, las experiencias que no pudo compartir con ellos, el no haber tenido sus consejos, el no haber contado con su consuelo ni con su ayuda, el carecer de sus ejemplos sobre como proceder en la vida... Los ha extrañado tanto, los necesitaba de una manera en la que solamente un hijo puede necesitarlos. El destino atendió su ruego incesante y restauró también ese aspecto de su vida al mismo tiempo. El destino es muy eficiente para actuar, siempre encuentra el mejor camino para equilibrar la mayor cantidad de cosas.
Las lágrimas empezaron a rodar por el rostro de Armony.
—El destino se valió del deseo irrefrenable de tu esposo, Gabriel, que desde el día en que murió estuvo decidido a volver para encontrarte; se fue de la vida y volvió a ella con ese objetivo, recordándolo..., y luchó por años, hasta lograrlo.
En ese instante el hombre alzo su mano y señaló a un libro en una de las repisas de la biblioteca. En cuanto Armony lo miró, el libro reaccionó emitiendo un suave halo iridiscente; ella caminó hacia el libro entonces, que a medida que Armony se aproximaba brillaba cada vez con más intensidad.
El extraño monje la acompañó...
—Este es el libro de tu alma, Armony, tómalo sin miedo.
Armony lo tomó y lo abrió, pero al mirarlo vio todas las páginas en blanco; giró varias páginas, pero todas eran iguales... No había palabras escritas en ellas.
—No tiene nada escrito ¡Esta en blanco! —dijo con sorpresa.
El anciano sonrió y la miró con ojos comprensivos, tomó el libro de sus manos, lo hojeó sin leerlo, lo cerró y lo volvió a colocar en la repisa.
—El libro no esta en blanco, Armony, yo podría leerlo perfectamente. Solo los iniciados y a quienes el destino se los permite pueden hacerlo, por lo visto no es tu caso... Muchas de las decisiones que tomamos están signadas por nuestras experiencias pasadas, eso a veces es bueno y a veces no.
En estos libros no solo figuran los pasados de las almas, también están escritos todos los posibles caminos futuros por los que pueden transitar. El futuro de nadie esta escrito por completo, pero tampoco es totalmente libre; es más bien un conjunto de posibilidades de entre las cuales se elije una que es la que se sigue en cada etapa de la existencia.
Cuando alguien, en el plano de la vida, tiene una premonición de su futuro, en realidad esta atisbando, de manera subconsciente, las páginas del porvenir que ya están escritas aquí.
Sin embargo el destino tiene maneras más sutiles de mostrar los caminos que prepara para que las personas tomen. En estos días que han pasado has recibido indicios acerca de algo que depende de ti restaurar, algo que ya ha afectado, y afectará, a la vida de muchos...
Yo no puedo darte más información al respecto, pero sí me está permitido hacer hincapié en los datos que el destino ya te ha brindado.
Armony pensó durante un instante en lo que el extraño le decía y sin dudarlo le preguntó:
—¿Es la caja de música, verdad? Sea lo que sea, está relacionado con esa caja; hace poco Michael nos contó a Daphne y a mí que el dueño de la tienda, cuando le dio esa caja, le dijo que la caja de música tenía su propio destino.
El hombre la miró y sonrió al ver que ella se estaba dando cuenta cabal de los lazos del destino que la unían a la misteriosa caja de música.
Armony sabía que muchas cosas le habían pasado desde el día en que esa misteriosa caja entro en su vida siendo Melody, ahora empezaba a darse cuenta de que muchas cosas más pasarían aún, tanto a ella, como a otros:
—¿Qué tengo que hacer con la caja? ¿Encontrarla? ¿Devolverla a su dueño? ¿Destruirla acaso? Dímelo, por favor, y lo haré.
—Tal vez sea otra cosa distinta, Armony; algo que ni siquiera imaginas aún, el destino te dejará saber más en su momento, y tú decidirás entonces.
Armony se quedó mirándolo a los ojos, rogándole en silencio que la ayudara, pero el hombre solo le devolvió la mirada, sin decirle ni una sola palabra...
—Ya veo, no vas a decirme nada más, ni siquiera viendo lo necesitada de ayuda que estoy. No se te permite intervenir —dijo Armony bajando su mirada, lamentándose, rescatando las palabras del extraño hombre y aceptando el peso de tener que elegir sin saber cuales eran las consecuencias a las que se enfrentaría.
—Lo lamento, pero no te puedo revelar tu propósito existencial, eso es algo que tú debes descubrir por ti misma, Armony..., y aceptarlo, sobre todo aceptarlo.
—Al menos puedes decirme ¿Qué debo hacer ahora?
—Eso depende de ti, Armony. Puedes volver al plano de la vida o esperar a que tu cuerpo muera.
—¡Quiero volver, por supuesto! Tengo que volver con Daphne y Michael, que seguramente me deben de estar buscando.
El hombre solo la miró sin decir nada más.
—¿Qué tengo que hacer para volver? —preguntó Armony exasperándose.
—Desearlo simplemente, Armony.
—¡Es lo único que deseo! Quiero volver a mi cuerpo cuanto antes ¿Qué no es algo obvio acaso? —replicó ella exaltada.
—¿Lo és? ¿Estás completamente segura de eso?
En ese momento, Armony se dio cuenta del miedo que tenía de volver, de enfrentarse al futuro, de la incertidumbre que la torturaba, del temor a sufrir más, de como en su mente luchaba contra el pensamiento recurrente de que la vida de quienes ella amaba podría ser más simple si ella no estuviera involucrada.
Al ya no buscarla más a ella, la Corporación seguramente dejaría en paz a Daphne, que así podría seguir con su vida normal y su exitosa carrera como fotógrafa profesional; Michael, por su lado, también podría construir una vida normal, sin tener que protegerla a ella constantemente y sin tener que vivir huyendo.
La existencia para ellos se tornaría más sencilla, más común, más normal..., pero al mismo tiempo también la extrañarían, y con todo su corazón.
Daphne perdería a su madre por segunda vez, ¿Qué tan fuerte podría ser ese dolor para ella? ¿Qué consecuencias le traería?
Y con respecto a Michael, su dolor no sería menor, habría desperdiciado todo el tiempo de su vida dedicado exclusivamente a encontrarla a ella, todo ese amor, que viene desde su vida anterior, ya no podría encauzarlo hacia ella, y su corazón seguramente se haría pedazos ¿Quién era ella para decidir que era lo adecuado para sus vidas?
Definitivamente no podía basarse en esas consecuencias para decidir que hacer ahora. Tenía que usar otros parámetros, más personales, más privados y más propios ¿Qué era lo que ella quería realmente? ¿Estaba dispuesta a enfrentar el futuro con todas sus consecuencias, buenas y malas? ¿O prefería partir de esta vida y empezar de nuevo con otra existencia?
—En ti predominan muchas emociones en este momento, Armony, tienes que calmarte y aclarar tu mente, y en cuanto lo consigas volverás; es algo tan natural como despertarse de un sueño —le remarcó el extraño.
¿Qué primaría en Armony, su anhelo de paz en su existencia, que sería pagado con las lágrimas y el dolor de sus seres amados, o tendría el valor suficiente para afrontar su destino en esta vida con sus alegrías y tristezas? La esencia misma de su alma estaba siendo puesta a prueba...
Mientras tanto y en el hospital, las órdenes de Sylvia se estaban cumpliendo sin demora. Un helicóptero había traído a una de las sombras que trabajaban para la corporación Rottweiler, se trataba de una mujer llamada Wendy, que con documentos falsos simularía ser pariente directa de Armony y así lograría tener libre acceso a ella.
Wendy no era una mujer que pasara desapercibida en ningún sitio donde hubiera gente común y corriente, y mucho menos en un hospital. Aparentaba tener solo unos veinticuatro años de edad, aunque como reza la popular frase «las apariencias engañan».
Su ropa lucía elegante y llamativa; era toda de un color negro absoluto, desde su corto vestido, ceñido al cuerpo y con finos encajes que cubrían sus brazos por completo, hasta sus botas de cuero, cortas y con tacones altos. Su estilo era fino y casual al mismo tiempo, pero además tenía un aire que develaba su conexión con fuerzas del más allá.
Solo sus piernas, bellas y bien torneadas; sus manos, dotadas de estilizados dedos coronados con largas uñas rojas; su cuello y su hermoso rostro, mostraban su piel, que era de un color blanco níveo..., pura y propia de alguien que no se expone a luz del día muy a menudo.
Su maquillaje, cargado solamente en sus labios, de un color rojo intenso y en sus ojos, de un color entre negro y violeta oscuro, le daban un aspecto de mujer dark o gótica que hacía juego perfectamente con su cabello lacio y totalmente negro, aunque iluminado con reflejos rojos.
Su semblante era entre serio y seductor. Y quien se atreviese a contemplar su mirada por más de un instante podía sentir un escalofrío en su espalda, no porque ella tuviera un aura de maldad, sino más bien por la historia que se ocultaba detrás de esos ojos celestes, brillantes y hermosos, pero que habían visto cosas prohibidas para la mayoría de los mortales.
Ella no trabajaba de manera regular para la Corporación, ya que no formaba parte de su personal, pero era convocada en situaciones especiales, en las que sus capacidades paranormales eran imprescindibles, y ella colaboraba siempre, aunque no lo hacía por placer, sino más bien por obligación.
Wendy sacó de su cartera las credenciales falsas que le habían dado y que la hacían pasar por hermana de Armony, para quien también trajo los correspondientes documentos adulterados por la Corporación:
—Quisiera ver a mi hermana, me informaron que estaba internada en estado de coma por un accidente de tren —le dijo a una de las enfermeras del área de recepción.
La enfermera incorporó los datos en la historia clínica de Armony y luego condujo a Wendy a la sala de terapia intensiva, Sylvia la siguió en todo momento sin separarse de ella ni medio metro.
—¿Podría dejarnos un momento a solas con mi hermana? —le solicitó Wendy a la enfermera.
—Sí, por supuesto —le respondió la enfermera y se retiró.
Wendy recorrió el cuerpo de Armony con su mirada de pies a cabeza lentamente, y le dijo a Sylvia:
—Su alma se encuentra en una especie de limbo..., pronto partirá.
—No puede morir aún, tiene datos que necesito, hay que traerla de vuelta cueste lo que cueste; para eso te hice venir hasta aquí —le contestó Sylvia con voz tensa y firme.
—Se trata de uno de los rituales prohibidos —remarcó Wendy.
—Esa es la principal ventaja de ser una sombra, ahora puedes liberar de manera completa tus poderes, ya no tienes por que seguir esas asfixiantes reglas del Concejo de la Hermandad —le replicó Sylvia.
—No sé si pueda lograrlo yo sola, ese ritual se hace en conjunto con varios maestros espirituales; traer a un alma de vuelta no es algo simple, el esfuerzo vital que voy a tener que hacer es muy grande, podría morir junto con ella en el intento —le dijo Wendy preocupada.
—Entonces ¿Qué mejor sitio que un hospital? Recibirás atención médica inmediata si la necesitas, Wendy... No te preocupes, yo me encargaré de eso —le respondió Sylvia sarcásticamente.
La mirada desafiante que Wendy le devolvió no le gustó para nada a Sylvia, que entonces agregó:
—Te daré un incentivo extra, Wendy, por si te hace falta para tomar tu decisión: si fracasas en traer a Armony a su cuerpo y muere, yo misma te mataré a ti, luego —sentenció mirándola de cerca y a los ojos para que no le quedaran dudas de que efectivamente así lo haría.
Ante la amenaza de muerte que Sylvia le había hecho, la respuesta de Wendy fue simplemente otra mirada, pero esta vez de impotencia.
Y así comenzó a prepararse para el arriesgado ritual que tendría que hacer.
Sin embargo, y aunque la amenaza de Sylvia no le dejaba opciones, ¿Las capacidades paranormales de Wendy bastarían para hacer que un alma volviera del más allá a su cuerpo moribundo?
Libre de hacer lo que ella quisiera, pero también debilitada ante la falta de apoyo de otros con sus mismos poderes, Wendy tendría que arriesgar su vida en solitario, en un intento que quizás acabaría finalmente con su muerte, y eso lo sabía muy bien...
Mientras tanto y en el más allá, Armony trataba de tranquilizarse y aclarar sus sentimientos. Mirando al suelo y concentrada de manera introspectiva trataba de encontrar todos los motivos que pudiera para convencerse de que debía volver...
En un momento elevó su mirada y advirtió algo que hasta ese momento no había visto. Se trataba de una puerta doble, cerrada y a lo lejos, justo donde terminaba el pasillo principal de la biblioteca.
La puerta tenía unas molduras y detalles en dorado que eran bellísimos y emanaba de ella una luz dorada.
—¿Qué es esa puerta al final de la biblioteca? Tiene un halo muy hermoso, quisiera saber qué hay del otro lado —le preguntó Armony al misterioso monje.
—¿Ya la puedes ver, Armony? Esa puerta es una de las salidas de la biblioteca; si la atraviesas entrarás definitivamente en el más allá y ya no podrás volver a tu vida actual —le respondió él con calma.
Con cada instante que pasaba, Armony lentamente cruzaba la frontera que separa la vida de la muerte, cada vez veía más cosas que eran propias del otro plano existencial...
El rostro de Armony cambió de expectante a sorprendido, respiró hondo y miró nuevamente hacia la puerta, en ese momento advirtió que cerca de ella había una mujer con cabello largo, ondulado y dorado, vestida con una túnica blanca muy diferente a las que había visto hasta ahora en los monjes de la biblioteca.
Esa mujer tenía una energía etérea que la rodeaba y que se concentraba especialmente en su cabeza, semejando a una aureola, y en su espalda, adoptando la forma de un par de grandes alas.
—¿Y ella, es acaso un ángel? —preguntó Armony.
—Ella se encuentra allí desde que tú llegaste aquí. Con cada instante que pasa te hallas cada vez más inmersa en este plano, Armony ¿No la reconoces aún? ¿No la recuerdas acaso? —le preguntó retóricamente el hombre y agregó:
—Ha estado contigo desde tu nacimiento y así lo hará durante toda tu vida... Es tu ángel de la guarda, esta aquí para acompañarte en caso de que decidas quedarte y atravesar por esa puerta, Armony. Está esperando tu decisión.
—Tengo el deseo cada vez más fuerte de ir con ella, no sé que hacer —dijo Armony con lágrimas en su rostro y empezó a caminar hacia la puerta de a poco; el primer paso que dio fue el que más le costó, pero con cada paso nuevo que daba todo se le hacía más sencillo...
—¿Qué me pasa? ¡No quiero ir aún! —dijo llorando mientras caminaba sin desear oponerse a un instinto natural que la conducía hacia su siguiente etapa.
Así continuó dando varios pasos hasta que, en un instante y de manera repentina, sintió algo que la retuvo por detrás; le pareció como si una fuerza la sujetara de su espalda, al mismo tiempo comenzó a escuchar nuevamente el sonido del hospital y empezó a sentir su olor inconfundible, giró su cabeza y vio detrás de ella, y a pocos metros, la camilla del hospital con su cuerpo tendido sobre ella y conectado a los dispositivos de la sala de terapia intensiva, lucía tal cual lo había visto la última vez.
Era como si dos realidades se conectaran entre sí a través de ella, por delante suyo estaba la puerta que conducía al más allá y por detrás la realidad donde estaba la sala del hospital y su vida actual...
Sobre su cuerpo, vio como Wendy, con sus manos extendidas y a pocos centímetros de su pecho, parecía estar haciendo un esfuerzo sobrehumano; de sus manos emanaba una energía brillante que la conectaba con su propio cuerpo, su rostro estaba tenso, sus ojos cerrados y apretados, la transpiración que caía de su frente le corría todo su recargado maquillaje del rostro dándole un aspecto tétrico...
Wendy temblaba, era como si estuviera a punto de colapsarse, junto a ella, y de pie, se encontraba Sylvia contemplando la situación, sin hacer nada más que mirar la escena de forma inexpresiva e inmutable, aunque visiblemente tensa.
Armony volvió a mirar al frente y vio como la puerta y el ángel estaban ya a pocos metros por delante suyo, ahí pudo ver de cerca el rostro de su protectora, que lucía tan bella y hermosa que era sin duda alguna un ser celestial; veía ahora claramente sus alas y su aureola, y sentía un aura tan apacible y poderosa emanando de ella, que era simplemente indescriptible...
Armony pasó un instante contemplándola, extasiada y embelesada, hasta que de golpe reaccionó:
—¡Te recuerdo! Fue solo un instante, pero te recuerdo. La sensación que tuve de ti es la misma que tengo ahora, tú estuviste en el incendio del teatro donde casi muero siendo Melody, tú fuiste quien ayudó a Gabriel a salvarme, ¿Quién eres? ¿Mi ángel de la guarda realmente? ¿Me has acompañado solo en estas dos vidas o también te conozco de más atrás? ¿Estas aquí para llevarme al más allá, verdad? Ya lo has hecho así en mis otras vidas...
El ángel, con una expresión calmada y apacible, extendió su mano hacia ella, y Armony se encontró ante su decisión final: con solo dar un paso al frente podría tomar al ángel de la mano y partir, si daba un paso atrás podría tomar las manos de Wendy y volver... Era el momento de elegir, de tomar su decisión final.
La muerte ya no le parecía algo temible y definitivo, ni la vida algo único e irrepetible. La frontera entre la vida y la muerte se había desvanecido para ella.
Varias veces miró hacia adelante y hacia atrás dudando en su decisión, escuchaba el incesante sonido del monitor cardíaco conectado a su cuerpo, que mostraba los latidos de su corazón cada vez más espaciados, más lentos, más débiles...
—¡Wendy, la estamos perdiendo! —gritó Sylvia furiosa.
En ese instante las fugaces imágenes de Daphne y Michael cruzaron por la mente de Armony casi como si fueran una despedida y sintió una opresión en su pecho similar a como cuando el corazón llora en silencio. Por un lado sentía una tremenda paz que emanaba de esa figura celestial, que seguramente la llevaría a un sitio de descanso y tranquilidad; pero, al mismo tiempo, también sabía que su decisión desencadenaría una gran tristeza y no solo en ella, sino también en quienes dejaba atrás: su familia.
Vio en un instante un adelanto del futuro, y en esa premonición percibió claramente el dolor de Michael y su frustración al perderla luego de tanta dedicación y esfuerzo por encontrarla a lo largo de toda su vida, y el desgarrador e inconsolable llanto de su hija, adulta ahora, al despedirse de su madre por segunda vez en esta vida, quedando huérfana nuevamente.
—La decisión ahora es solo tuya, Armony..., elije —le dijo el ser de luz con una dulce y tranquila voz.
Armony miró al ángel a los ojos con lágrimas que caían por su rostro sin cesar y finalmente movió su mano... Sin embargo no fue para tomar la de la bella criatura divina, Armony levantó su mano en un claro gesto de despedida; lentamente retrocedió un paso, giró y tomó las manos de Wendy con fuerza, inmediatamente sintió un gran dolor que recorrió su cuerpo entero de pies a cabeza y todo se puso en blanco para ella.
Wendy dio un potente suspiro y sus piernas le fallaron un instante por el tremendo esfuerzo que había hecho, pero alcanzó a sujetarse, aunque apenas, de la baranda de la camilla, evitando así caer al suelo.
El monitor cardíaco de Armony mostró como los latidos de su corazón volvían a un ritmo normal rápidamente y su presión sanguínea se elevaba hasta niveles aceptables.
Sylvia cambió su tensa expresión por un malsano rictus de satisfacción.
—Esta hecho, ha vuelto... —dijo Wendy con su voz entrecortada mientras recuperaba el aire.
—Acabas de salvar dos vidas: la de ella y la tuya ¡Felicitaciones Wendy! —le remarcó Sylvia mientras esbozaba una sonrisa malvada y llevaba su mano a la cintura. Fue entonces a buscar a una enfermera para que trajera a un médico de inmediato y así hacerle una nueva evaluación a Armony.
Los doctores del hospital quedaron desconcertados, la recuperación de Armony había sido milagrosa e inexplicable; fuerzas más allá de su comprensión habían intervenido. Ante esta repentina recuperación, y como medida de seguridad, decidieron dejar a Armony durante toda la noche en terapia intensiva, aunque solo para observación.
Al día siguiente fue trasladada a un cuarto normal, se trataba de una habitación privada del hospital, ubicada en otro piso y destinada al descanso y recuperación de los pacientes, más que a su tratamiento.
Al cabo de unas horas Armony despertó, junto a ella estaba Wendy, ya restablecida del tremendo y peligroso esfuerzo que tuvo que hacer en su ritual, y Sylvia...
—Bienvenida al mundo de los vivos, Armony ¿No habrás pensado que dejaría que te fueras sin despedirte? —le dijo Sylvia sarcásticamente y agregó:
—Te voy a decir lo que va a pasar a partir de ahora: en este momento se encuentra en camino un médico de la corporación Rottweiler que se hará pasar por tu médico personal y de cabecera, cuando llegue firmará los papeles para tu traslado hacia otro lugar fuera de este hospital y que estará bajo el control de la Corporación, y mío por lo tanto...
Armony casi no tenía fuerzas para responderle, sin embargo intentó decirle algo a Wendy, aunque no podía ni siquiera hablar, Wendy sintió una profunda lástima por ella y se acercó colocando su oído a pocos centímetros de la boca de Armony:
«Gracias», fue lo que escuchó en un susurro que salió de los labios de ella. Esa simple palabra alivió a Wendy que sentía, con mucho pesar, como sus dotes, en su condición actual de sombra, eran usados para el mal cada vez que colaboraba con la Corporación.
Sylvia, mientras tanto, sacó una jeringa de su bolsillo y la golpeó un par de veces con su dedo medio para quitarle el aire, y luego inyectó una sustancia amarillenta en la línea de suero que estaba conectada al brazo de Armony.
—Esto te hará dormir plácidamente... No quiero que hagas ningún esfuerzo innecesario. Es mejor que descanses muy bien, ya vamos a poder hablar lo suficiente mañana, cuando despiertes.
La corporación Rottweiler
Al día siguiente, cuando Armony despertó estaba todavía mareada por el incidente del tren, pero las imágenes de lo ocurrido estaban aún muy presentes en su mente, aunque parecían un sueño o más bien, una pesadilla.
«¿Dónde estoy? ¿Qué me paso?», se preguntó...
Con su visión aún borrosa empezó a reconocer que estaba sentada en una silla en una habitación pequeña, de cinco por tres metros aproximadamente, estaba limpia y era luminosa, las paredes eran de color claro, tenía aspecto moderno y no había más decoración que la de un cuadro abstracto colgado en la pared frente a ella.
La fría iluminación artificial provenía de unos tubos fluorescentes ubicados en el techo.
Sintió una suave brisa refrescante que provenía de una rejilla de aire acondicionado, eso la ayudó a despertarse más fácilmente.
Su memoria empezó a aclararse, se dio cuenta de que ya no se trataba de una habitación de hospital como la que recordaba, el olor del lugar también era diferente...
Notó entonces que ya no vestía la bata que le habían colocado en el nosocomio, sino que estaba vestida con su ropa habitual.
La visión de Armony se aclaraba ahora con velocidad. Cuando se sintió más despierta trató de pararse, pero algo la retuvo; estaba firmemente sujeta a la silla con cinta de embalaje, trató de forcejear, pero el dolor que aún tenía en todo su cuerpo era demasiado.
Giró su cabeza entonces y pudo ver que estaba sola, en la habitación no había ventanas de ninguna clase y la única entrada era una puerta que estaba justo detrás de ella, al lado de la puerta y en la pared había un aparato que parecía una clase de intercomunicador.
El ambiente que la rodeaba era bastante silencioso, no se escuchaban sonidos salvo los de personas caminando por fuera, ascensores que funcionaban, murmullos provenientes de breves conversaciones y teléfonos distantes...
Minutos después ya sus sentidos se habían aclarado del todo y podía ver normalmente. Los únicos muebles presentes eran una mesa rectangular, simple y de madera clara, que dominaba el centro del cuarto, y una silla vacía del otro lado de la mesa, justo enfrente de ella.
Todo lucía nuevo e impecable y coincidía con el estilo minimalista de una oficina moderna. En ese instante se percató de que estaba siendo observada por una cámara ubicada en el ángulo del techo, en la cámara una pequeña luz roja revelaba que estaba encendida, todo parecía indicar que estaba prisionera en un cuarto donde iba a ser interrogada...
Lo que Armony no podía deducir aún era que estaba encerrada en uno de los edificios principales de la corporación Rottweiler en América, su central mundial: un colosal rascacielos ubicado en el centro de la ciudad de Nueva York, que se erguía como un gran y majestuoso monolito negro en el centro de la moderna metrópolis.
Unos instantes después Armony escuchó pasos que se acercaban, la cadencia le recordó de inmediato el incidente del secuestro de Daphne, esos pasos ya eran inconfundibles para ella...
Entonces Sylvia entro en la habitación.
La atractiva rubia lucía muy diferente esta vez, ya no parecía la líder de un escuadrón de comandos, esta vez su peligrosa naturaleza se ocultaba tras un elegante y femenino traje negro de ejecutiva, que mostraba su hermoso cuerpo perfectamente delineado debajo de un corto saco abierto y una camisa blanca, una falda corta dejaba ver sus atractivas piernas desde sus rodillas hasta sus pies, donde un par de zapatos negros con tacones altos de aguja le daban el toque final de elegancia a su postura.
Sin decir ni una palabra caminó junto a Armony y la miró de reojo con una mirada despectiva y una sonrisa triunfal:
—Prolongar esto sería inútil, Armony, podemos hacer este interrogatorio civilizadamente o no, todo dependerá de ti —Sylvia hizo una pausa para mirarla directamente a los ojos, Armony le devolvió su mirada con odio y sin decirle nada; la absoluta falta de temor en sus ojos incomodó a Sylvia que internamente comenzó a prepararse para hacer una indagatoria dura.
El impasse se hizo tenso, el silencio que imperaba en esa pequeña oficina era como la calma que precede a la tormenta.
—No agotes mi paciencia tan pronto, no quieres verme furiosa, eso te lo puedo asegurar, Armony. Quiero saber de una buena vez dónde está y que pasó con la caja de música que te mostré en la foto. Siendo Melody fuiste la última en tener contacto con ella y sé que la recuerdas.
—Nunca he visto esa caja de la que hablas más que en esa foto, ni en esta ni en otra vida, y no tengo nada más que decirte al respecto.
—¡Mentira! —le gritó Sylvia dando un fuerte golpe con la palma de su mano en la mesa.
Nuevamente sola y esta vez en un gran peligro, Armony estaba desamparada. Sylvia la había llevado a un lugar desconocido ¿Cómo haría Michael para encontrarla ahora? ¿Cuánto tiempo le quedaba hasta que sus recuerdos ya no le fueran útiles a la Corporación? ¿Hasta cuáles límites llegaría Sylvia para obtener la información que con tanto afán buscaba?
Sin datos, sin tiempo, sin opciones...
El futuro de Armony era sombrío, pero una cosa era segura, esta situación terminaría con su muerte, si no era rescatada y pronto...
En ese mismo instante Michael y Daphne estaban almorzando en un restaurante de Washington a más de trecientos kilómetros de distancia:
—No entiendo que hacemos aquí, papá, según lo que pudimos averiguar, todos los heridos del accidente del tren fueron derivados a Spokane, mamá debe estar allí, internada en algún hospital.
—No es así, Daphne... Tu madre está ahora en Nueva York y hoy vamos a volar hacia allí.
—¿Nueva York? ¿Cómo lo sabes?
Con calma Michael sacó una computadora tipo tableta que tenía en el bolsillo y se la mostró a Daphne. En la pantalla se veía un mapa digital de los Estados Unidos de América y una ruta que unía la ciudad de Spokane con la ciudad de Nueva York en donde también un círculo rojo parpadeaba.
—Armony está justo allí ahora, mira la pantalla, esa es la ruta que siguió y estas son sus coordenadas actuales... Por el momento es todo lo que sé, hija. Cuando lleguemos allí sabré mucho más —respondió él.
—¿Cómo conseguiste esta información?
Michael meditó un instante, eligiendo las palabras que usaría en su respuesta y entrecerrando sus ojos le dijo:
—Escondí entre las prendas de vestir de tu madre, sin que ella lo supiera claro está, algunos dispositivos electrónicos pequeños, entre ellos un diminuto rastreador GPS; fue una medida de precaución por si pasaba algo como esto.
Daphne lo miró con la boca entreabierta y una mirada de reproche por la violación a la intimidad de Armony, al ver su cara y sin darle tiempo a expresar ni media palabra Michael le remarcó:
—Soy un rastreador, Daphne, me anticipo a estos eventos, es lo que hago, es lo que vengo haciendo desde hace tres vidas. La tecnología actual nos ha dado, a los rastreadores, mejores herramientas para nuestra profesión. Eso es todo, hija, no hay necesidad de reproches, ni recriminaciones absurdas y sin sentido... De no ser por lo que hice tu madre estaría ahora perdida sin remedio, punto final —no era común que Michael se enojase, él sabía muy bien como controlar su tensión pero el tono de su voz, las palabras que elegía, su mirada, todo lo delataba, estaba enojado, y su enojo provenía de la gran frustración que sentía por haber tenido que abandonar a Armony, dejándola a merced de la Corporación.
Daphne guardó silencio, sabía que Michael tenía razón y su intención era clara: él simplemente quería proteger a Armony, así sería siempre y nada lo haría cambiar.
—Ya compré los pasajes para ambos, hija; el vuelo hacia Nueva York parte a las catorce en punto, tenemos que estar en el aeropuerto una hora antes, a más tardar. Es mejor que terminemos de almorzar y nos preparemos.
Mientras tanto, en el rascacielos de la Corporación, Sylvia usaba la tortura psicológica para conseguir la información que buscaba: aislaba a Armony por un par de horas, dejándola completamente sola y luego le hacía interrogatorios cortos, intensos e intimidantes, y volvía a repetir el proceso una y otra vez con la intención de asustarla hasta agotarla mentalmente y doblegar su voluntad.
Así pasaron varias horas...
Luego del quinto interrogatorio, la iracunda Sylvia estaba ya furiosa con Armony y a punto de perder completamente el control:
—¿Cómo es posible que no recuerdes nada más de lo que pasó después de lo del incendio del teatro? —le gritaba mientras la sujetaba de los brazos y la zarandeaba con violencia.
—¡No lo sé! ¡en aquel entonces realicé un ritual llamado el olvido y mi memoria está fragmentada! Eso es lo que me han dicho ¡No lo recuerdo todo!
Sylvia la miró directamente a los ojos tratando de percibir cualquier traza de mentira en lo que acababa de decir...
«¿El ritual del olvido? ¿Melody trató de borrar sus recuerdos voluntariamente, o fue alguien más quién la obligó a hacerlo? Pero ¿Por qué? Parece que dice la verdad, está asustada, lo veo en sus ojos... Si dice la verdad toda esta operación quedaría varada nuevamente y sin poder avanzar ¡Volveríamos hasta el principio! No puede ser, después de tanto esfuerzo». La duda invadió la mente de Sylvia que veía como su objetivo se alejaba rápidamente.
Miró su reloj y vio que eran ya las diecinueve horas, llevaba demasiado tiempo interrogando a Armony sin cesar.
Enojada se fue de la habitación dando un fuerte portazo y se dirigió con paso firme hacia otro recinto ubicado en el mismo piso y a pocos metros de distancia de la oficina, era la Sala de Control Central:
En la jerga interna del edificio se referían a esta sala por sus siglas en inglés: CCR o Central Control Room. Se trataba de una gran habitación que era el centro neurálgico de todo el edificio.
Desde allí se controlaban las funciones principales del rascacielos: alarmas, supervisión de cámaras y medidas de seguridad, comunicaciones internas y manejo de redes informáticas, control ambiental y hasta la propia red eléctrica interna. Además, había comunicación directa, vía satélite, con todos los centros de la corporación Rottweiler a nivel global, junto con sus respectivas bases de datos.
Tanto la ambientación así como la iluminación, la acústica y hasta la climatización estaban cuidadosamente planeadas y organizadas con una gran eficiencia para ser todo operado con un mínimo requerimiento de personal.
El espacio interno de la sala era enorme en todo sentido y abarcaba dos pisos de altura.
Anchos y modernos escritorios, simétricamente dispuestos en varias filas y en dos grandes columnas separadas por un ancho pasillo central, cubrían la habitación de punta a punta; en ellos se podían ver, perfectamente alineadas, decenas de computadoras de gran capacidad, todas trabajando las veinticuatro horas del día los trescientos sesenta y cinco días del año, y todas enlazadas a redes informáticas del mundo entero.
De manera intencional, la iluminación de la sala era tenue, esto facilitaba el poder enfocar la atención en los monitores de las terminales, donde circulaban distintos tipos de datos: fotos, mapas, datos de personas, transmisiones en vivo de cámaras de vigilancia de todo el planeta, canales de televisión locales e internacionales de todo el mundo, etc...
Cinco enormes pantallas dominaban la pared principal del recinto, cada una enfocada en algo diferente, siendo la más grande la pantalla central, que en ese momento mostraba la imagen de Armony en la habitación en la que estaba prisionera.
A un costado de la sala, en un sector separado por gruesos cristales y aislados del resto del ambiente, se encontraban varios servidores informáticos de última generación donde operaba Pandora, el sistema de inteligencia artificial de la corporación Rottweiler que administraba sus exclusivas bases de datos. Todo el sector estaba en un área aparte, cerrada y refrigerada, no solo para su protección, sino también para aumentar el rendimiento de los poderosos ordenadores.
Las bases de datos de la Corporación se alojaba en otros servidores, que se extendían por varios pisos más, todos dentro del rascacielos; allí era donde se recavaba la totalidad de la información proveniente de los diferentes centros de datos de la corporación Rottweiler a nivel mundial: ese era su más valioso tesoro.
En la CCR el orden y el silencio eran absolutos, los únicos sonidos que se escuchaban eran solo los provenientes de los dispositivos.
La más moderna tecnología estaba allí presente y permitía apreciar hasta donde se extendía el poder de la corporación Rottweiler globalmente.
Para administrar esa tecnología la Corporación utilizaba a un grupo muy selecto de empleados, todos eran técnicos competentes, entrenados con disciplina y altamente calificados, la mayor parte de ellos eran expertos en informática.
El tremendo caudal de información, que circulaba sin parar, contrastaba con el aspecto quieto y calmado de los operadores, que se limitaban a usar las computadoras con gran velocidad y eficiencia cada vez que recibían una orden directa de sus superiores.
Siendo la información el bien más preciado para la corporación Rottweiler no cualquiera tenía acceso a ella. Más allá de las impenetrables medidas informáticas, y como si fuera el Cancerbero, tres protecciones diferentes guardaban celosamente el acceso a los datos:
La primera: ninguna búsqueda de información podía realizarse sin una tarjeta chip especial y que solo los directivos de la Corporación tenían.
La segunda: cada búsqueda quedaba registrada en los ordenadores, mientras que varias cámaras de seguridad grababan siempre toda la habitación, controlando así férreamente la actividad que allí se llevaba a cabo, y quien la hacía.
Y la tercera: el entrenamiento de los operadores de las computadoras era prácticamente militar; y tenían un conjunto de premisas que debían respetar a rajatabla siempre, de las cuales la principal era «solo buscar la información que solicitaran sus superiores de rango directivo, salvo autorización expresa de uno de ellos» y esto era sin excepción alguna.
Normalmente las terminales eran operadas durante todo el día y el personal se turnaba. Dada la hora que era, la mayoría de los empleados se estaban retirando ya a sus hogares y quedaba cada vez menos personal en el edificio. El operador en jefe del sector informático y dos técnicos se encontraban aún en la CCR junto con Steven que gracias a su rango de jefe de seguridad podía estar presente en la sala.
Steven había permanecido supervisando cada uno de los interrogatorios a los que Sylvia había sometido a Armony durante todo el día a través de la cámara de vigilancia de la habitación, sin embargo su atención se desviaba constantemente y de manera invariable hacia algo mucho más importante para él:
«Si tan solo tuviera el puesto de director de alguna área podría, en este mismo instante, encontrar todo lo que tanto necesito saber», pensaba mientras veía la tarjeta chip de Sylvia colocada en un escáner y el rostro del operador de la computadora, que no apartaba sus ojos de la pantalla ni por un segundo.
El verdadero motivo de la pertenencia de Steven a la corporación Rottweiler se centraba en ese lugar...
Él debía conformarse con colaborar en las investigaciones de Sylvia no solo porque no tenía una de esas tarjetas especiales, reservadas solo para los directivos, sino que, por su status, para él era imposible solicitar una búsqueda de información a los operadores y acceder a los valiosos datos que figuraban en las poderosas computadoras; Sylvia, en cambio, como directora de personal que era, podía ordenar lo que quisiera y sin restricciones de ninguna índole.
En ese instante, Sylvia volvió:
—¿Pudieron solucionar el tema del enlace? —preguntó alterada.
—El tifón en Asia disminuyó y la señal del satélite mejoró sustancialmente, señora directora; pudimos acceder a la mayoría de nuestras agencias de Oriente. En este momento estamos enlazados a los centros de datos del resto de los edificios de la Corporación en un 97% a nivel global —respondió el operador en jefe.
—¿Tenemos algo entonces con lo que ha dicho Armony? —volvió a preguntar Sylvia.
—No hasta ahora, es muy poco; Pandora no puede interpolar suficientes datos. Armony no ha dicho nada que no supiéramos ya. Si al menos nos diera algún nombre o algo nuevo que investigar tal vez —le respondió Steven.
—¿Y con respecto a ese hombre que la ha estado ayudando? —preguntó ella mientras se acomodaba el cabello hacia atrás con un movimiento de su cabeza.
—Tampoco, cuando estuvimos frente a frente le pregunté quien era pero no me dijo nada. —Las palabras brotaron de la boca de Steven sin pensarlo y por primera vez estaba mintiendo; él recordaba muy bien que Michael le había confesado que era la reencarnación de Gabriel, el esposo de Melody, sin embargo decidió ocultar esa información ¿Por qué lo hacía? ¿Qué estaba cambiando dentro de él? Se sentía muy mal por el trato que Sylvia le había dado a Daphne y aún no se lo podía sacar de la cabeza, la imagen de Daphne tan inocente, frágil y necesitada de ayuda lo conmovía profundamente de un modo especial que solo Steven comprendía.
—Tanto ese hombre como Daphne desaparecieron después del incidente del tren y no supimos nada más de ellos, aún no los ubicamos, les perdimos el rastro completamente —agregó Steven, que era frío y cortante en sus respuestas como buen militar; Sylvia, en cambio, tenía una actitud mucho más sanguínea y violenta, mirando al aire y a lo lejos dijo mientras apretaba un puño:
—Si tuviéramos a alguno de ellos, estoy segura de que Armony recodaría más fácilmente las cosas... Como me encantaría hacerla hablar de ese modo.
Esas palabras incomodaban profundamente a Steven, él jamás iba a estar de acuerdo en tomar rehenes y mucho menos a un familiar querido para coaccionar a alguien.
Siendo solo un niño Steven había perdido a su familia más cercana y los lazos familiares eran algo muy importante para él, consideraba una bajeza, y despreciaba profundamente, el intento de manipular esos nobles sentimientos como lo hacía Sylvia, pero enfrentarse a ella era algo inútil; Sylvia, muy a su pesar, era su superior... Sin embargo no hacía falta que lo hiciera, ella sabía muy bien que él se oponía a sus métodos y disfrutaba usándolos delante suyo e involucrarlo cuando podía. Esa era su manera sádica y cruel de ejercer su control y dominio.
La tarde llegaba a su fin, Michael y Daphne, que habían arribado a la ciudad una hora antes, ya se habían hospedado en un hotel a solo una cuadra del rascacielos donde tenían a Armony secuestrada.
Daphne miraba con un par de binoculares directamente al negro y enorme edificio aprovechando los últimos rayos de sol, mientras que Michael buscaba en internet todos los datos que podía acerca del mismo.
—Da miedo, es tan grande y colosal... Y ese color negro, más que ostentoso es francamente aterrador, al igual que ese extraño logotipo que tiene en su cima —dijo Daphne—. Por otro lado, se ve que es un edificio muy moderno, esta corporación debe ser sumamente rica y poderosa ¿Verdad, papá?
Sin dejar de operar su computadora Michael le contestó:
—Sí que lo es y más de lo que podrías imaginar... Hay mucho que no sabes aún, te contaré algo acerca de ellos, Daphne: la corporación Rottweiler se presenta ante el mundo como un conglomerado de empresas multinacionales que operan en diferentes órbitas, relacionadas principalmente con el control y procesamiento de datos.
Muchas personas comunes, empresas privadas y hasta parte de algunos organismos oficiales dependen de los servicios de tratamiento de información que brindan las filiales que la componen.
Padrones, censos, encuestas, análisis de tendencias y datos de ese tipo son su objetivo principal, y su especialidad... Sin embargo la Corporación se nutre en secreto de los datos que recava en todo momento: ellos quieren saberlo todo, de todo el mundo.
Sus directivos son un selecto grupo de personas con mucho poder y cuantiosas fortunas, que las vienen incrementando enormemente desde hace cientos de años. La principal razón de ser de la Corporación es la de hacer que sus directivos vivan cada una de sus vidas ejerciendo su antiguo poder y usufructuando sus crecientes fortunas, por siempre...
Cada vez que uno de ellos muere, y valiéndose de los datos que poseen, comienzan una búsqueda por todo el mundo hasta encontrar a su reencarnación, para luego despertarlo y hacer que vuelva a asumir su puesto en el directorio nuevamente, pasándole así el control absoluto de todo lo que ha tenido en sus vidas anteriores, ahora, en su nueva vida... Es su manera de perpetuarse eternamente y trascender a la muerte.
El dinero no es problema para ellos, tienen a su servicio la mejor tecnología, contactos en esferas de poder por todo el mundo, contratan a los principales rastreadores independientes y los reclutan como propios, también hacen lo mismo con las pitonisas y los oráculos.
Aunque ha cambiado de nombre varias veces, este grupo de personas existe desde hace más de quinientos años y no para de expandirse con el tiempo; siempre incorporan nuevos miembros, lo cual los vuelve aún más poderosos que antes.
Ante todo lo que Michael le contaba Daphne lo miraba sorprendida...
—Dime, hija ¿Nunca te pareció algo extraño que algunos miembros de las grandes elites se casen casi exclusivamente entre ellos y solo formen sus familias de este modo? No son círculos muy grandes...
Daphne lo pensó durante un instante... y le respondió:
—Siempre pensé que era algo esnobista, y lo considero una tontería realmente. La diversidad genética fortalece a la raza humana, haciendo eso solo debilitan a sus descendientes; esa información es muy conocida y deberían de considerarla —respondió ella con un dejo de indignación.
—No es porque sean elitistas, y créeme que ellos saben muy bien el precio que pagan por su pureza genética. La explicación es otra muy diferente: el mantener una línea genética estable y sin grandes cambios le permite al alma reencarnar más fácilmente dentro en ella; esto les evita grandes búsquedas a nivel global que podrían tardar años o décadas, y hasta fracasar...
Sin embargo no siempre resulta así y es por eso que, en contadas ocasiones, un Príncipe se casa con una plebeya, o un millonario con alguien de una clase social muy diferente. Ten por seguro que casi ninguno de esos matrimonios es al azar, hay una gran investigación previa en la que se aseguran muy bien de que sean parientes de vidas anteriores.
El único problema que les plantea el hacer esto es al momento de intentar el despertar... Verás Daphne: cuando hay un parentesco sanguíneo directo, el poder recordar una vida pasada por contacto físico directo, como el que tuvo tu madre conmigo, es casi imposible y hay que recurrir a otros métodos para lograrlo, como por ejemplo el uso de objetos con los cuales la persona hubiera tenido un fuerte apego emocional, o visitas a lugares que hubieran significado algo muy importante para ellos, hay inclusive ciertos rituales que pueden ser de ayuda.
Daphne lo miraba con la boca abierta, impactada por lo que se estaba enterando. Empezó a darse cuenta de contra quienes se estaban enfrentando, un escalofrío recorrió su espalda y entendió por que Michael usaba todo lo que tenía a su alcance para tratar de protegerla a ella y a Armony de esas personas; era una lucha muy desigual contra una organización muy poderosa, con increíbles recursos a su alcance y que no estaba acostumbrada a perder nunca.
—Ahora que sabemos que tienen a mamá y que está en ese enorme edificio ¿Cómo vamos a saber en donde específicamente? Ese rascacielos debe de tener como cien pisos y podría estar en cualquier lado —preguntó Daphne.
Michael desplegó en ese momento una pequeña antena de alta frecuencia y, colocándola en la ventana, la apuntó directamente hacia el rascacielos de la Corporación.
Luego desconectó de la pared un paquete de baterías que había puesto a cargar en cuanto llegaron a la habitación.
—Siempre es preferible usar la energía pura de las baterías antes que la corriente proveniente de la red eléctrica, ya que provoca interferencia en dispositivos de alta sensibilidad como este —dijo muy técnicamente mientras sacaba de un bolso gris muy oscuro un aparato muy sofisticado, de color negro y que parecía ser en esencia un receptor de radio, pero con muchas más perillas y botones.
Lo conectó a la antena y lo encendió; de inmediato una aguja marcó la carga de las baterías, que estaban al máximo, y una serie de luces se iluminaron en el artefacto; en su gran display amarillo aparecieron unos indicadores numéricos digitales, que empezaron exhibir lecturas, entre ellas la más notoria era la frecuencia de trabajo.
—Bien, las baterías están totalmente cargadas, ahora tengamos un poco de paciencia y fe —dijo Michael mientras ajustaba los controles del dispositivo y comenzaba a girar la plateada perilla principal del aparato buscando la frecuencia de recepción adecuada.
Daphne lo miraba sin decir palabra, mientras que Michael hablaba:
—Elegí este hotel no solo por estar cerca del punto donde tienen a Armony, sino también por su gran altura, es por eso que nos alojamos en una de las habitaciones de la cima... Estamos lo suficientemente cerca y alto como para que la señal sea lo más limpia posible —agregó.
—Aún no lo entiendo ¿Qué es esta cosa? ¿Alguna clase de interceptor de comunicaciones o algo así? —preguntó Daphne curiosa como era.
—Esto es un receptor de radio avanzado, de siguiente generación; es lo último en tecnología de rastreo de radiofrecuencias. Estoy sintonizando la señal de un pequeño micrófono transmisor que le puse a tu madre oculto entre sus ropas junto con el GPS. Tiene una gran autonomía y transmite en una frecuencia extremadamente alta así que la señal va a ser muy clara y sin interferencias, aunque no muy potente me temo —respondió él.
Lejos de importarle la información técnica y la ventaja que les daban los dispositivos que Michael estaba usando, Daphne reaccionó como mujer:
—¿Tiene un micrófono también? ¿Le pusiste un GPS y además un micrófono sin decirle nada? —preguntó Daphne asombrada e indignada.
—Sí, te dije que le había puesto algunos dispositivos electrónicos, entre ellos le puse un micrófono para escuchar todo lo que ocurriese cerca de ella.
Lamentablemente tiene un alcance corto, por su tamaño, y queda limitado a solo unos cien metros y poco más. No podíamos escucharlo hasta que no estuviéramos lo suficientemente cerca...
Por cierto, que sea nuestro secreto —le dijo Michael guiñandole un ojo y sin darle ninguna importancia a la actitud de ella; Daphne, por su parte, se quedó atónita, con la boca abierta, mirándolo sin saber muy bien como reaccionar y pensando en que responderle.
El momento, sin embargo, fue roto por lo que escucharon en el receptor en cuanto Michael encontró la frecuencia correcta; los interrogatorios de Sylvia habían ya terminado por ese día y Armony había quedado sola una vez más.
Sujeta a la silla, sin poder moverse y sin nadie que la ayudara, había llegado a su límite y estaba totalmente quebrada emocionalmente... Sollozaba y lloraba diciendo una oración en voz baja:
—Dios mío, siempre encuentro alivio al hablar contigo, es una bendición, que no todos tienen, el saber que cuento contigo; el poder tener mi fe en ti intacta, después de los embates que me ha dado la vida. Quiero que sepas que te agradezco por haberme dado la oportunidad de ver a mi hija una vez más y saber que se ha convertido en una hermosa mujer y que lleva una vida que me llena de orgullo. También estoy profundamente agradecida, querido Dios, por haberme dejado encontrar nuevamente con el hombre al que vuelvo a amar en esta vida tanto como lo hice en la anterior; solo espero que él me ame a mí del mismo modo... Te pido finalmente, Dios, que protejas a Daphne y que guíes a Michael hacia mí, sea donde sea que esté... Y si nuestro destino es que la muerte nos separe nuevamente, haz que él encuentre la felicidad que merece en su vida, aunque sea sin mí.
Se hizo un silencio y ya no se escuchó nada más. Daphne y Michael quedaron muy conmovidos por las palabras de Armony...
—Hija, va a ser mejor que cenemos algo y descansemos —le dijo él con sus ojos llorosos.
—No puedo comer, papá, sabiendo que mamá esta así ¡Quiero ir a buscarla y sacarla ya mismo de allí! Está sufriendo mucho ¿Ya te preguntaste como va a quedar mentalmente cuando esto termine y la dejen libre?
Con calma Michael la miró a los ojos y sujetándola de ambos brazos para tranquilizarla le aclaró:
—Daphne, Sylvia no planea liberar a tu madre, cuando ya no la necesite va a matarla; así planeaba hacerlo contigo en la estación del teleférico y casi lo hace conmigo en el tren. Nuestras vidas no significan nada para ella, lo único que mantiene con vida a Armony es que no le ha dado datos nuevos aún que la conduzcan hacia esa caja de música que tanto quiere encontrar.
No podemos actuar de manera impetuosa, hagamos lo que hagamos ten por seguro, hija, que no tendremos más que una sola oportunidad, si nos atrapan a nosotros ellos ganarán y todo habrá entonces terminado...
Daphne lo miró y rompió en un llanto amargo y desconsolado, lo abrazó buscando contención y se desahogó llorando contra su pecho mientras que él la abrazaba con todo el cariño de un padre.
Finalmente no cenaron nada, ninguno de los dos estaba con apetito. Daphne se durmió primero, agotada y con sus nervios destrozados, Michael, sin embargo, permaneció despierto unas horas más, no podía evitar escuchar en su mente las palabras de Armony en su oración que se repetían una y otra vez, diciendo que lo amaba y esperando que él la amara del mismo modo.
Michael se dio cuenta de que no se lo había dicho a ella aún ¿Qué no era obvio eso? ¿Por qué las mujeres necesitan que se les diga que se las ama? ¿Qué acaso sus acciones no hablaban por él más que suficiente? Esas preguntas lo desvelaban esa noche y entendió que en las cosas importantes hay que ser más directo y simple, recordó una frase que había leído en un libro: «A veces “un hecho vale más que mil palabras” pero en ocasiones es justamente al revés y unas simples palabras pueden hacerlo todo, ya que tienen sobre las acciones la ventaja de la inmediatez y la sencillez, y es por eso que, paradójicamente, muchas veces no se las usa hasta que es demasiado tarde».
En ese instante Michael hizo hincapié en que Armony tampoco le había dicho cara a cara que lo amaba ¿Era por respeto o por algún tipo de temor derivado de su inseguridad acaso? ¿Estaría ella esperando a que él se lo dijera primero tal vez?
Cuando se casaron, en su vida anterior, se habían jurado amor hasta que la muerte los separase y eso ya había ocurrido, esta era otra vida para ambos, pero los lazos emocionales no son regulados por una ceremonia, por más sagrada o legal que sea, su amor y preocupación por ella no habían disminuido ni un ápice desde el día en que la conoció como Melody.
Finalmente Michael se durmió llegando solamente a la conclusion de que debían hablar de todo esto y aclarar las cosas, por más obvias que fueran, cuando estuviesen juntos nuevamente.
Al día siguiente y muy temprano, Daphne y Michael despertaron.
Él había dormido muy poco tratando de estar atento al equipo de escucha, que había permanecido encendido toda la noche sin apagarse; necesitaba saber en que lugar del enorme rascacielos tenían apresada a Armony, ese dato era fundamental para emprender una operación de rescate, sin embargo no había escuchado nada nuevo, salvo sonidos ambientales...
Siendo ya las ocho, Michael había traído una bandeja con un par de cafés con leche y algo para desayunar del bufé del hotel para ambos, mientras tanto, Daphne había puesto el televisor de la habitación, donde estaban pasando las noticias:
—¿Qué raro? He revisado varios canales pero no vi que dijeran nada acerca del incidente del tren —comentó ella.
—¿Recuerdas lo que te dije acerca de que la Corporación se enfoca en el manejo de datos e información? —le respondió Michael con una sonrisa irónica—. La noticia del tren seguramente se sabrá en medios locales, pero a medida que se aleje va a pasar por diversos centros de tratamiento de datos como: agencias de información, corresponsales de prensa, etc., donde, bajo la influencia de la Corporación, la van a minimizar, tergiversar y hacer que pase desapercibida para el gran público, es lo que hacen siempre y son muy buenos haciéndolo.
En ese momento escucharon que había actividad nuevamente en la habitación de Armony, los interrogatorios de Sylvia habían comenzado otra vez y parecía que iban a ser mucho más intensos que en el día anterior.
—Hoy vas a hablar maldita, te lo juro ¡Recuerda lo que sea! Dame más datos o si no... —Eran los gritos de Sylvia, a los cuales, entre lágrimas de rabia y temor, Armony respondía:
—¿O si no, qué? ¿Qué me harás, matarme? Últimamente he perdido el miedo a morir, ¿Me chantajearás con mis seres amados acaso? Ya no tienes ni a mi hija ni a mi esposo...
En ese momento Armony se dio cuenta de que había revelado que Michael había sido Gabriel, y se detuvo para mirar a Sylvia a sus ojos, pero en lugar de verla sorprendida, no notó reacción alguna, entonces Armony siguió diciendo:
—Ya lo sospechabas ¿Verdad? Sí, ese hombre fue Gabriel mi esposo y tú le temes, lo veo en tu cara. Él murió para salvarnos, él me despertó, él rescató a Daphne de tus garras y ¡Él me rescatará a mí también!
Sylvia se puso entonces cara a cara con Armony y le dijo:
—Conque eso es lo que piensas ¿Crees que tu esposo de otra vida te rescatará? En él depositas tus postreras y vanas esperanzas, ¡Tonta! ¿A ver, dime? ¿Cómo lo hará? Si ni siquiera sabe en que ciudad estás, y aunque lo supiera estamos en un rascacielos en el piso 79 y ¡Este edificio es una fortaleza! —gritó furiosa, golpeando la mesa con su puño.
—Piso 79, ahí la tienen ¡Por fin! —exclamó Daphne alegrándose.
Sylvia entonces fue hasta la cámara que vigilaba la habitación desde lo alto de la pared y la apagó, desde la CCR ya no se vería ni se escucharía nada de lo que iba a pasar ahí dentro. Armony la miró y supo de inmediato que el apagar la cámara no era solo para intimidarla, era un preámbulo... Sylvia se iba a poner físicamente violenta con ella.
—No quiero testigos de lo que voy a hacerte, podrían intentar detenerme... Ya me has irritado lo suficiente, hasta ahora fuí civilizada, pero eso ¡Se acabó! Hoy vas a conocer el verdadero dolor —le dijo Sylvia mientras se quitaba su guante de cuero negro, levantó entonces su mano bien alto y enojada le propinó una bofetada a Armony tan fuerte que le hizo dar vuelta la cara.
Ese golpe fue decisivo para lo que pasaría a continuación, ya que en el preciso instante en que el rostro de Armony fue impactado por la mano desnuda de Sylvia el sello del olvido se volvió a romper y nuevos recuerdos volvieron a su mente como una furiosa tormenta.
Fue tal y como había pasado cuando la tocó Michael por primera vez, solo que esta vez no sería Armony la única afectada... El breve instante de unión directa entre ambas también desencadenó el despertar en Sylvia que comenzó a recordar toda su vida anterior; los lazos que unían su pasado con el de Armony se revelarían y las consecuencias serían devastadoras.
Casi sin poder guiar sus movimientos Sylvia retrocedió torpemente y tambaleándose, estaba con sus ojos abiertos, casi desorbitados y su respiración entrecortada..., hasta que finalmente cayó sentada en el suelo mientras todos los recuerdos de su vida pasada venían a ella como un feroz caudal fuera de control.
Llevándose la mano a la cara dijo:
—¿Así que esto es el despertar?
Sucedió lo que había dicho Michael: el contacto físico con alguien, con quien se han compartido sentimientos muy intensos, puede disparar el despertar, sobre todo cuando uno de los dos ya ha despertado previamente.
El contacto directo con Armony había despertado a Sylvia, que ahora comenzaba a recordar con absoluta claridad toda su vida anterior y los eventos que más la habían impactado fueron los primeros en plasmarse en su mente:
Corría el año 1988 y Sylvia se llamaba Evelyn en esa vida, tenía veintitrés años.
Era una ambiciosa y novata rastreadora independiente.
Al igual que en esta vida, era una mujer impetuosa y no dejaba que nadie se interpusiera entre ella y sus objetivos, nada la detenía, siempre estaba dispuesta a hacer todo lo que fuera necesario, sin importarle que tan inmoral o cruel tuviera que ser para alcanzar sus metas; la falta de escrúpulos era a las claras una característica que arrastraba vida tras vida.
Por aquellos años la corporación Rottweiler había ofrecido una suculenta recompensa para quien aportara datos sobre la caja de música y cuando Evelyn se enteró de aquello lo convirtió en su objetivo principal.
Al cabo de un año de rastrear la caja con todos los medios a su alcance, logró dar con una pista que la condujo directamente a una discreta y desconocida casa de antigüedades que estaba muy escondida en la calle interna de un barrio; era la misma tienda en la que pocos días antes Gabriel había conseguido la caja de música para regalársela a Daphne en su cumpleaños.
Cuando Evelyn entró y vio al hombre que atendía la tienda, el típico anciano amable, creyó que sería alguien fácil de engañar.
Mentirosa y manipuladora como era, improvisó sin dificultades una compleja historia llena de falsedades que finalmente derivó en preguntas directas acerca de la caja musical.
Sin embargo se equivocó al subestimar al vendedor que de inmediato la reconoció como una rastreadora y con respuestas evasivas se negó sutilmente a darle datos útiles.
Al darse cuenta de la actitud del dueño de la tienda, Evelyn dio rienda suelta a su faceta más agresiva y violenta. Comenzó a amenazar al hombre de manera directa e intimidante, llegó inclusive a tomar una antigua daga vikinga de acero que se encontraba en exhibición y amenazó con lastimarlo...
Finalmente Evelyn logró someterlo a su voluntad.
El asustado anciano le dijo todo lo que pudo recordar, no sabía la identidad del hombre que se había llevado la caja, pero recordaba que se la había dado para que fuera el regalo del primer cumpleaños de su hija.
En ese momento y a pesar de sus nervios, el anticuario hizo un último intento por convencerla de desistir en su búsqueda de la caja de música y le advirtió que ese debía ser el destino de la caja y que no tenía que tratar de cambiarlo por ningún motivo, ya que nada bueno le auguraba el futuro a quien lo intentase.
A Evelyn poco le importó la advertencia del hombre y lo presionó aún más, lo golpeó hasta tirarlo al suelo y esta vez lo amenazó de muerte con la filosa daga colocándosela en el cuello y a punto de apuñalarlo.
Ante tanta presión, el anciano aterrado recordó que la esposa del hombre al que le había dado la caja era una conocida pianista y que en pocos días daría un concierto en la ciudad que, además, sería una conmemoración sorpresa organizada por su esposo para el cumpleaños de su hija.
Con todos esos datos Evelyn se dirigió al principal teatro de la ciudad que era donde se hacían los más importantes conciertos de toda la región. Una vez allí, y tejiendo nuevamente una red de mentiras, logró manipular al director del lugar que le contó con lujo de detalles todo lo que sabía de Melody, Gabriel y el concierto por el cumpleaños de Daphne.
Rápidamente Evelyn ubicó la casa donde vivía la familia y comenzó a estudiar las rutinas que seguían Gabriel y Melody en sus quehaceres cotidianos. Decidió esperar hasta el día del concierto para intentar robar la caja de música. Supuso que esa noche en particular, Gabriel y Melody dejarían su casa completamente sola y a su merced.
La noche del concierto y mientras transcurría la función, irrumpió en el solitario domicilio y registró toda la casa de arriba abajo. No dejó el más mínimo resquicio sin revisar, pero no pudo encontrar la caja.
Dedujo entonces que, ya que el concierto era también una conmemoración sorpresa por el cumpleaños de su hija, seguramente su padre le daría el regalo esa noche en algún otro lado.
Sin demora alguna se dirigió al teatro donde Melody tocaba magistralmente sus solos de piano esa noche y se metió subrepticiamente a mitad de la función.
Revisó el camerino de Melody sin encontrar la caja por ningún lado, entonces enfocó toda su atención en Gabriel. Mirando a escondidas desde bambalinas vio que estaba sentado con la pequeña Daphne en brazos y que, además, llevaba una gran mochila roja con él.
Supuso de inmediato que allí estaría la caja de música y que era muy probable que él planeara entregársela como regalo al finalizar la función.
Evelyn improvisó entonces un imprudente y peligroso plan. Comenzó un foco de incendio tras el escenario, justo sobre el final de la interpretación de la última pieza musical.
La idea de Evelyn era apropiarse de la mochila que llevaba Gabriel en la confusión que ocasionaría el incendio, pero todo le salió mal...
El fuego fue demasiado rápido y se apoderó con voracidad de todo cuanto pudo a su alrededor, Evelyn quedó atrapada y severamente intoxicada por el humo mientras todo lo demás era consumido por las llamas.
A duras penas pudo ser rescatada del teatro por los bomberos y varios días después recobró su conciencia en un hospital cercano. Allí se enteró de lo que había pasado: el teatro había quedado destruido por el fuego, en el siniestro habían muerto varias personas, entre ellos Gabriel. En medio de la tragedia Melody y Daphne se habían salvado milagrosamente y de la caja no había noticia alguna.
Habiendo pasado dos semanas del incendio y ya recuperada, Evelyn fue a ver a Melody a su casa haciéndose pasar por agente de una de las aseguradoras del teatro. Se encontró con una Melody muy deprimida y dolida, con su pequeña familia completamente destrozada, pero eso poco le importó a ella, su ambición era tan grande que el desastre que había causado no le pesaba para nada en su conciencia.
Melody accedió a darle una entrevista y responder a sus preguntas, aunque sería algo breve, ya que aún estaba muy vulnerable y no quería hablar de lo que había ocurrido esa trágica noche.
Durante el interrogatorio Evelyn fue insistente y molesta, sin embargo manejó toda la conversación de una manera muy hábil, hasta que finalmente le preguntó por el regalo de cumpleaños de su pequeña hija, en ese momento notó una clara alteración en la mirada de Melody, era claramente algo profundo, algo había cambiado en ella, algo que iba más allá de la pérdida de su esposo.
Melody le dijo que el regalo se había destruido en el incendio, pero evitó dar cualquier tipo de detalle extra, ocultaba datos que no quería que nadie supiera, entonces la conversación finalizó abruptamente y en malos términos, con Melody prácticamente echando a Evelyn de su casa.
Aunque muy poco conforme con lo que averiguó y con muchas dudas aún, Evelyn abandonó la búsqueda de la caja de música y vendió los pocos datos que obtuvo a la Corporación.
Tres años después, en 1990, en los círculos de rastreadores independientes comenzó a esparcirse el rumor de que la corporación Rottweiler renovaría la búsqueda de la caja de música. De algún modo habían recibido la información de que no estaba destruida y en cuanto Evelyn se enteró de eso, fue nuevamente tras Melody, esta vez convencida de que le había mentido...
Luego de hacer una rápida búsqueda de su paradero supo que se encontraba de viaje con su pequeña hija. La información que obtuvo la condujo hasta Suecia y la pudo interceptar finalmente en un crucero turístico que cruzaba el mar Báltico durante una noche de tormenta.
Esta vez Evelyn contaba con datos certeros que confirmaban que Melody llevaba la caja de música con ella. Haciéndose pasar por una investigadora privada trató de averiguar cual era el camarote de Melody, pero no lo consiguió.
Esta era claramente una muy buena oportunidad para que ella se apoderase de la caja, pero el viaje era corto y el tiempo se le acabaría con rapidez; así que una vez más, procedió con imprudencia y provocó una avería eléctrica que afectó a los motores del enorme crucero para detenerlo antes de que llegara a puerto.
Evelyn no midió las consecuencias, ni siquiera el peligro de quedar varada en un barco a mitad de una tormenta la hizo reflexionar sobre sus métodos extremos.
Mientras los ingenieros del barco trataban desesperadamente de reparar los motores, Evelyn creyó que tendría tiempo de sobra para lograr apropiarse de la caja de música.
Comenzó a buscar a Melody por toda la embarcación. La tarea no era simple, el crucero había quedado en penumbras, iluminado solamente por sus luces de emergencia, los preocupados pasajeros caminaban nerviosos por todos lados, había mucha confusión y miedo, mientras que la tripulación trataba de hacer lo posible por mantener el orden y la calma a bordo.
Finalmente Evelyn pudo divisar a Melody y comenzó a seguirla sin que la viera, esperando que la condujera hasta su camarote. La observó hablando con los miembros de la tripulación y con otros pasajeros, pero en ningún momento la vio encaminarse a su cabina; Melody estaba indudablemente preocupada y tratando de averiguar lo que estaba pasando, como todos los demás a bordo.
Poco tiempo después, y de manera repentina, se encendieron todas las luces del barco; casi de inmediato se escuchó un gran estruendo y el barco se sacudió violentamente. Instantes después empezaron a sonar las alarmas de a bordo y se escucho la voz del capitán por los altavoces de la nave ordenándoles a los pasajeros que fueran lo más rápido que pudieran a los botes salvavidas y que abandonasen el barco.
En solo un instante todo se volvió extremadamente caótico y confuso; la gente corría de un lado para otro tratando de salvarse, tropezándose, empujándose, cayéndose y pisándose... Era como si fuera una estampida de animales salvajes sin control.
En medio de ese caos, Evelyn acorraló a Melody en el salón principal, un hermoso y gran anfiteatro destinado a los lujosos y rimbombantes espectáculos artísticos del barco.
En cuanto la vio, Melody la reconoció, pero antes de que pudiera reaccionar, Evelyn la esposó a una baranda metálica que estaba firmemente agarrada al suelo.
Intentando presionarla al máximo, Evelyn sacó entonces una navaja automática y la amenazó de muerte:
—Quiero la caja de música ¿Dónde la tienes? Dímelo o te mato aquí mismo.
—Nunca la obtendrás ¿Estás dispuesta a morir en el intento acaso? —le respondió Melody en lo que era más una advertencia que una negatoria.
—¡Estoy dispuesta a todo, maldita! ¿Quién crees que provocó el incendio del teatro? ¿Quién piensas que saboteó este barco? ¿El destino? No, fui yo...
Al escucharla a Evelyn confesar que era la culpable de la muerte de Gabriel, Melody la miró con su rostro desencajado:
—¡Por tu culpa murió mi esposo! ¡Destrozaste mi vida, desgraciada! —le gritó furiosa.
—Sí, y puedo destrozarla aún mucho más... Si no me entregas la caja de música, mataré a tu pequeña hija, Daphne, y a ti finalmente —le respondió Evelyn con una mirada y un tono de voz tan perversos y sádicos que a Melody le quedó absolutamente en claro que lo haría sin dudarlo.
Segundos después, la nave, ya sin control, fue arrojada por las olas contra los riscos en la costa de Kiel rompiendo el casco en varios puntos y acelerando su hundimiento; el sonido que recorrió la nave fue estrepitoso y la situación se volvió desesperante... Era como si el barco agonizara del mismo modo en el que lo hace un colosal animal herido mortalmente.
En el impacto contra las rocas la nave se sacudió con violencia, Evelyn cayó al suelo, perdiendo la navaja y la llave de las esposas que fueron a parar lejos y a varios metros de ella; empezó entonces a entrar agua al salón y las llaves finalmente desaparecieron...
—Parece que tu destino es morir en el escenario —le dijo Evelyn a Melody con una maligna sonrisa de burla dibujada en su rostro.
En ese momento apareció un hombre joven a quien Evelyn no conocía y que trató de ayudar a Melody, se trataba de Peter.
Se produjo un forcejeo entre los tres. Melody, usando todas sus fuerzas, inmovilizó a Evelyn aprisionándola con sus brazos por la espalda y le gritó al joven:
—¡Peter, la caja está en mi camarote! Es el número 507, también está allí mi hija, Daphne; sálvala, por favor, solo tiene cuatro años.
El joven hombre quedó inmóvil por un instante, impactado por ver como aun en un momento de vida o muerte los pensamientos de Melody eran solo destinados a salvar a su hija, sin embargo en cuanto reaccionó se fue corriendo como un rayo y las dos mujeres continuaron con su pelea a solas...
Evelyn forcejeaba con desesperación, revoleaba sus piernas furiosa al tiempo que sacudía su cabeza salvajemente, pero Melody no la soltaba en ningún momento, de hecho, cuanto más luchaba, ella la abrazaba con más fuerza aún... Así siguieron ambas mientras el mar se disponía a devorar al barco en cualquier momento junto con todos los condenados que aún estuvieran a bordo.
La nave comenzó a escorarse inclinándose a estribor, los gritos de Evelyn y Melody, así como los crujidos del agonizante barco y las olas, eran todos los sonidos que retumbaban en el gran anfiteatro, que pronto se convertiría en un mausoleo.
Instantes después apareció por uno de los extremos del salon, Peter; venía con la pequeña Daphne de la mano y llevaba la caja de música agarrada con uno de sus brazos:
—¡Melody, la tengo! —gritó él de lejos.
—¡Mamá! —gritó la niña llorando aterrada.
En ese instante Evelyn, ya agotada y agitada, dejó de forcejear y, así como Melody, desvió su mirada hacia ellos, viendo por primera vez de manera directa al preciado objeto que tanto buscaba y que una vez más no podía conseguir...
Un nuevo sacudón del barco hizo que Peter soltara la invaluable caja que cayo al suelo y se deslizó a unos pocos metros de él. Casi como si se tratase de una despedida, la caja de música se abrió y empezó a tocar su melodía Ojos Negros; durante unos instantes sonó su tonada, era sin duda la última canción que se escucharía en el anfiteatro y Melody supo que ese era su requiem final...
Instantes después el barco se inclinó aún más y el enorme salón empezó a inundarse definitivamente con el agua helada del mar Báltico.
Quedaban solo segundos para intentar huir y salvarse de la inminente tragedia.
Peter miró a Melody sabiendo que ya nada podía hacer para rescatarla, la mirada que ella le devolvió fue tanto una despedida como un ruego final pidiéndole que salvara la vida de su pequeña hija, Peter levantó la caja de música del suelo y tomó a Daphne de la mano nuevamente, asintió son su cabeza y se fue con la pequeña de allí...
Para Evelyn y Melody todo terminaría pronto.
Las luces del barco parpadeaban cada vez más, deteniendo por instantes a la voraz oscuridad en la que pronto quedaría sumido el moribundo navío. Evelyn ya había agotado todas sus fuerzas tratando de escapar, pero aún luchaba; sin embargo Melody no cedía en lo más mínimo, dispuesta a hacerla morir junto con ella.
El frío empezó a entumecer los cuerpos de ambas mujeres, sus músculos temblaban automáticamente, tratando de calentar sus cuerpos, la piel pálida y blanca de ambas indicaba que la sangre se retiraba de sus miembros para mantener a sus corazones y pulmones funcionando hasta el último instante.
—Nunca me olvidaré de esto, me vengaré, te haré pagar por matarme, te lo juro, maldita. —Fueron las últimas palabras cargadas de odio que dijo Evelyn.
Las gélidas aguas finalmente las taparon por completo. Fueron rodeadas por la oscuridad de las profundidades y lo último que alcanzaron a ver por las ventanas del salón fueron los destellos de la luz giratoria del faro, que nuevamente volvía a brillar.
Y así terminaron siendo enviadas al fondo del mar, donde el velo de la muerte cubrió sus vidas...
—¡Tu me mataste, maldita! —gritó Sylvia reaccionando mientras se ponía de pie, caminó hacia Armony furiosa como nunca esta vez; levantó su pie y le propinó una potente patada de frente, directamente en el centro del pecho, el agudo taco de su zapato casi se clavó en el cuerpo de Armony, que dio un grito ahogado al sentir ese gran dolor; la violencia del golpe fue tan tremenda que la arrojó al suelo junto con la silla en la que estaba sujeta.
—¡Lo recuerdo absolutamente todo! Dime ya mismo lo que sepas de ese tal Peter al que le entregaste la caja, ¡Habla! —siguió diciéndole mientras le pisaba la garganta.
La indefensa Armony todavía estaba aturdida por los nuevos recuerdos que volaban en su mente sin control; sus memorias vividas como Melody desde que conoció a Evelyn se habían liberado, por fin recordó como había muerto.
Una vez más el destino había acercado a dos almas enlazadas por un fuerte sentimiento, esta vez la venganza, el rencor y el odio eran las fuerzas negativas que movían sus engranajes. Dos almas enfrentadas volvían a juntarse para saldar cuentas en una nueva existencia...
—No se nada más y si supiera algo no te lo diría jamás, asquerosa asesina ¿Acaso tienes alguna idea de a cuantas personas mataste en el teatro y en esos barcos? —le dijo Armony como pudo y muy dolorida.
—¡¡Maldita!! ¡¿Me llamas asesina con tanto desparpajo, siendo tú la que me mató a mí?! —le gritó Sylvia mientras le pisaba la garganta con más fuerza aún, asfixiándola por completo.
En ese momento entró Steven a la habitación abriendo la puerta alarmado; los fuertes gritos que daba Sylvia se habían escuchado por todo el piso sin necesidad de micrófonos.
Al ver la situación abrazó a Sylvia separándola de Armony y la sacó del cuarto en un intento de calmarla.
Sylvia se encontraba agitada y temblaba de los nervios; la blanca piel de su rostro estaba completamente enrojecida y transpirada; sus ojos lucían muy abiertos, casi desorbitados e inyectados en sangre; su cabello estaba revuelto y enmarañado. Era la viva imagen de una mujer que había perdido el control de sí misma por completo.
A pesar de su belleza natural, Sylvia inspiraba miedo en quien la mirase y de haberla dejado Steven, hubiera matado a Armony sin dudarlo ni un segundo.
—¿Qué fue lo que pasó ahí dentro, Sylvia? ¿Por qué la atacabas así? ¿Pretendías matarla acaso? Ella es todo lo que tenemos para encontrar la caja de música y lo sabes perfectamente. —Steven estaba totalmente desconcertado por la inusitada violencia a la que había llegado el interrogatorio; aun tratándose de Sylvia, ese nivel de descontrol no era algo normal.
Sin embargo ella no parecía escucharlo para nada.
Con su rostro demudado y una mirada asesina, Sylvia solo repetía sin cesar:
—Ella me mató y ahora se lo haré pagar. Ella me mató y ahora se lo haré pagar. Ella me mató y ahora se lo haré pagar...
Lazos del destino
En una lujosa oficina privada, adjunta a la CCR y adonde Steven había llevado a Sylvia, la situación era sumamente tensa y delicada. Sylvia siempre ha sido una mujer muy peligrosa y lo era aún mucho más cuando perdía el control de sí misma, aunque eso afortunadamente no era algo muy frecuente de ver.
Luego de haber recordado su vida anterior, Sylvia se encontraba inmersa en un estado anímico tal, que sus reacciones podían ser impredecibles.
Reservada exclusivamente para los directivos de la Corporación, la oficina donde Steven y ella estaban era una de las más confortables y modernas de todo el edificio. Se usaba habitualmente para recibir a delegaciones y autoridades internacionales, y propiciar acuerdos a nivel ejecutivo.
El espacio era amplio y estaba muy bien equipada con todas las comodidades imaginables. El ambiente había sido cuidadosamente diseñado para ser agradable y relajante. La iluminación, aunque tenue en apariencia, era lo suficientemente intensa como para ver con total claridad sin alterar la paz mental.
El mobiliario, asimismo, era cómodo y mullido, con sillas giratorias y sillones bajos haciendo juego; que invitaban a descansar en ellos tomando una taza de café o leyendo alguno de los libros de la biblioteca allí presente.
En la pared principal y frente al escritorio había una enorme pantalla de televisión que mostraba imágenes apacibles de la naturaleza; junto con ella, unos bellos cuadros, algunas plantas estratégicamente colocadas en grandes macetas y una escultura moderna a un lado de la habitación completaban la decoración del ambiente.
Steven intentaba que Sylvia se calmara a toda costa y lo antes posible; ya le había dado un par de píldoras tranquilizantes que lentamente hacían efecto en su cuerpo.
Él ya la había visto enojada en incontables oportunidades, pero nunca a este extremo, era la primera vez que la veía tan necesitada de ayuda, aunque también sabía que debía actuar con cautela.
Sylvia estaba sentada en una de las sillas giratorias, justo frente al escritorio y estaba catatónica. Su piel ya había recobrado su palidez habitual, sus brazos colgaban a los costados de su cuerpo, inertes; su respiración ya se había calmado y su mirada estaba como perdida, pero su mente aún repasaba los recuerdos de su vida anterior.
—Pondré un poco de música clásica, me parece más relajante que el silencio, Sylvia, aquí hay algo de Tchaikovsky, espero que El lago de los cisnes sea de tu agrado —le dijo Steven mientras encendía el equipo de audio de la oficina, Sylvia apenas asintió con la cabeza un par de veces.
El verla tan vulnerable y tan indefensa le hizo olvidar a Steven por un momento la rivalidad que mantenían constantemente. Sylvia necesitaba de su ayuda y él estaba dispuesto a brindársela.
Los minutos pasaron lentamente y en silencio...
—Gracias —dijo Sylvia en un momento; Steven, que estaba parado a un costado de la habitación, cruzado de brazos y recostado contra la pared, simplemente la miró.
Ella estaba aún afectada. La adrenalina de su cuerpo, que ya había disminuido claramente, había dejado tras de sí el cansancio físico y el agotamiento mental posterior al momento de tremenda tensión que había experimentado.
Los sedantes ya habían actuado evidentemente; Sylvia se había calmado, sin embargo también tendrían algunos efectos secundarios, y uno de ellos sería el facilitar que ella bajara sus inexpugnables defensas emocionales, propiciando que se sincerara y se abriera ante Steven, por quien no sentía ningún aprecio personal, aparente...
Luego de varios minutos más, en un momento cuando se sintió lista, a pesar de estar extenuada, transpirada y con sus pupilas aún dilatadas, Sylvia comenzó a hablar en un tono muy bajo de voz y mirando al suelo dijo:
—Durante toda mi vida he anhelado pasar por esta experiencia, siempre quise despertar, encontrarme con alguien que hubiera sido importante para mí en una vida anterior, saber quien fui y de donde proviene mi alma realmente.
Siempre creí que esto sucedería con alguien sublime para mí y a quien hubiera amado profundamente —dijo de un modo dulce y casi esbozando una sonrisa e hizo una pausa, luego miró a Steven a la cara y cambiando el tono agregó:
—¿Sabes lo que se siente ser despertada por quién te mató? ¿Por tu asesina? ¿Recordar tu muerte y tener a la persona culpable, justo ahí, delante tuyo?
Yo era una mujer tan joven aún, me quedaba toda una vida por vivir, tenía planes, ambicionaba cosas, no quería morir, me esforzaba por progresar y me iba muy bien en lo que hacía... Y esa maldita mujer me mató, me lo quitó todo —a pesar de su furia ni una lágrima brotaba de sus hermosos ojos, que miraban directamente a Steven esperando alguna clase de contención.
Él recibió el mensaje, que apelaba a uno de los más básicos impulsos del hombre, el de proteger a la mujer.
Steven se acercó y se agachó junto a ella, con delicadeza corrió un mechón de cabello que colgaba frente al rostro de Sylvia, luego acarició su cabeza peinando suavemente su cabello, como lo haría un padre o un esposo. Trató de darle un poco de cariño y aunque la frialdad de su guante de cuero se interponía, ella pudo sentir la calidez de su acto.
Steven la miró sin decirle nada, no solo porque las palabras sobraban, sino más bien porque no sabía que decirle.
La catarsis de Sylvia aunada a las píldoras tranquilizantes la habían sumido en un profundo estado de debilidad emocional, necesitaba de contención anímica, aunque con ella nunca se podía saber con certeza, ya que su carácter explosivo e iracundo la convertía en una mujer siempre peligrosa, pero sobre todo impredecible.
El verla tan vulnerable era algo extraño, que no encajaba bien con ella. Ahora, su crueldad y dureza se mezclaban con sentimientos humanos de autocompasión, que inspiraban lástima.
Era tan confuso para Steven el verla de ese modo delante suyo que por un instante sintió algo de piedad y hasta empatía; extraños sentimientos que entraban en conflicto con lo que él sentía habitualmente hacia ella.
En ese momento y casi hipnotizado por la mirada de Sylvia, estuvo tentado de acariciar su rostro directamente con su mano desnuda, hasta hizo el gesto de quitarse uno de sus guantes, pero entonces recordó una de las directivas fundamentales de la Corporación, que prohibía expresamente el contacto físico entre miembros sin parentesco sanguíneo; esa directiva, así como el uso recomendado de guantes para todos, estaba destinada a minimizar las posibilidades de que sucediera algún despertar involuntario entre ellos. Steven se contuvo en ese instante y Sylvia rompió su influjo diciendo:
—No siempre fuí como soy ahora, Steven; hay mucho que ignoras de mi pasado. Creo que es tiempo de que sepas algo más acerca de mí...
Toda mi vida fue siempre planificada de manera muy cuidadosa por mis padres y así fue aún desde antes de que yo naciera.
Ellos trabajaron muchos años para la Corporación y fueron importantes; ambos llegaron a tener cargos muy altos en el directorio.
Cuando mi madre quedó embarazada de mí, nuestro oráculo profetizó que yo sería alguien importante para la Corporación —sonrió con ironía y continuó:
«La hija será un digno reflejo de sus padres y aún más, ella será su mejor obra, alguien que los trascenderá en todo aspecto», esas fueron sus palabras exactas y me las repitieron siempre... Marcaron mi futuro.
Desde muy pequeña fuí entrenada sin saberlo en muchos aspectos; mis padres me hicieron tomar clases de artes marciales, tiro con armas y esgrima; competí en infinidad de tornéos en todas esas disciplinas y gané en casi cualquier competencia en la que intervine... Siempre fuí muy habilidosa y aguerrida, esas fueron dos de mis ventajas hereditarias.
Nunca escatimaron gastos en ninguno de mis entrenamientos, siempre asistí con los mejores y más caros profesores de elite y a las principales academias de deportes.
Cuando entré en la adolescencia estaba convencida de que querían una hija deportista como muchos otros padres pretenden, pero estaba muy equivocada; su verdadera intención no era esa: más allá de mi entrenamiento físico ellos estaban forjando mi carácter y dándome las habilidades necesarias para mi futuro... Un futuro que ellos ya habían proyectado para mí, me estaban preparando para ser una cazadora de la Corporación y una líder.
Mi infancia y mi adolescencia fueron difíciles realmente, no fuí una niña feliz, no me recuerdo jugando y riendo con la frescura de una niña común, nunca tuve amigos de verdad, mi manera de relacionarme con otros fue siempre compitiendo. Mis alegrías pasaban por obtener el triunfo sobre mí misma y sobre los demás; lo peor que me podía pasar era perder en algo, así crecí, así me hicieron crecer... Me fueron negadas toda clase de relaciones interpersonales, si no eran mis padres era yo misma la que las abortaba antes de que empezaran.
Nunca aprendí a amar, aun hoy no se como hacerlo.
Cuando cumplí la mayoría de edad, todo lo planificado por ellos rindió sus frutos finalmente. Fuí reclutada en la Corporación directamente como cazadora y sin pasar por el período de preparación como agente de campo.
Empecé a operar casi de inmediato y encima en misiones especiales encubiertas, todo por recomendación de mis padres...
En ese instante Sylvia tosió y se quedó sin voz por un instante. Steven se incorporó y fue a servirle una copa de agua para que Sylvia tomara. Mientras lo hacía comenzaba a entender el por que del carácter fuerte de ella y su manera de comportarse con los demás, sobre todo con él, con quien siempre había competido de una manera cerval.
En los demás Sylvia no veía a personas comunes sin ninguna intención particular más que la de cumplir con su rol lo mejor posible, ella veía a rivales a quienes vencer y por sobre quienes imponerse a toda costa; era como un mastín férreamente adiestrado por sus amos. Por primera vez Steven se dio cuenta de que realmente no sabía cuales eran los verdaderos deseos de ella como persona y mucho menos aún como mujer.
—Nunca supe nada de tu pasado, es la primera vez que me entero de algo tuyo —dijo él con una sinceridad que le brotó de adentro mientras le daba la copa con agua que le había servido.
Toda la información referente a Sylvia era clasificada, casi nadie en la Corporación conocía realmente el pasado de ella; esto había dado lugar a infinidad de rumores que circulaban de boca en boca, todos ellos infundados y poco creíbles. Lo único certero para Steven era que solo a los mejores agentes se los ascendía a cazadores y se les confiaban las operaciones encubiertas, a las que ni siquiera él, siendo jefe de seguridad, tenía acceso; la información acerca de esas misiones las manejaba solo el directorio.
—Lo primero que viene a mi mente después de saber como te has criado es que serías una excelente madre, Sylvia.
—¿Eso piensas ahora de mí, Steven? —dijo ella sonriendo; el comentario de él realmente la había sorprendido y esa era la primera vez que ella le sonreía sinceramente, sin ironía, ni sadismo, ni segundas intenciones...
—Sí, veo cualidades en ti que las recuerdo en mi propia madre; creo que serías una madre justa, aunque dura, y en tu firmeza estaría depositado todo tu cariño; tus hijos lo entenderían al ser adultos... Criarías buenos hijos sin duda.
—Nunca pensé que me imaginaras de ese modo.
—Nunca te vi del modo en el que te veo ahora.
La imagen de una joven Sylvia, de apenas dieciocho años de edad, sin haber pasado por los años requeridos como agente y logrando destacarse a pesar de la altísima presión y los riesgos en asignaciones de alto nivel, le hizo comprender a Steven que ella había subido en la organización por algo más que la simple recomendación de sus padres.
Casi como si pudiera leerle la mente, Sylvia agregó:
—Mis resultados fueron siempre perfectos, nunca he fallado una asignación sin importar la dificultad de la misión. A causa de mi impecable carrera es que fuí ascendida a mi actual puesto de directora de personal. —Las palabras de Sylvia fluyeron sin modestia, pero sin soberbia.
Con esta información nueva de Sylvia, sin buscarlo, ella se había ganado un respeto singular por parte de Steven, que habiendo sido militar antes de entrar en la Corporación, la empezaba a ver desde ahora como a un par.
A partir del día de hoy algunos aspectos de Sylvia cambiarían. Sin lugar a dudas ella ya no sería la misma que fue, sin embargo, el efecto final que tendría a largo plazo el despertar en ella, era aún un interrogante que recién comenzaba a plantearse.
—Siempre quise saber más de mi vida pasada porque estaba segura de que la profecía del oráculo estaba relacionada con mi vida anterior; ahora que la recuerdo completa, me doy cuenta de que sea lo que sea tan especial en mí, se remonta a más atrás aún; a una vida pasada y tan lejana que tal vez nunca pueda averiguarlo —dijo con mucho pesar.
Se hizo un impasse nuevamente, Steven se quedó mirándola a los ojos, sin decirle nada y ella a él; compartiendo así una mirada especial que iba más allá de su relación laboral.
—¿Sabes que, Steven? A pesar de que sé muy bien todo lo que nos han enseñado y de toda la preparación recibida..., mi despertar no fue para nada lo que yo esperaba. Cuando uno comprueba estas cosas en carne propia es muy diferente. Ahora entiendo por que nunca me cayó bien Armony, por que decidí matarla a ella y a su hija desde el comienzo... La odio tanto por haberme asesinado, le guardo mucho rencor y quiero vengarme.
Nuestras vidas pasadas tienen un efecto muy poderoso en nuestra vida actual lo sepamos o no, eso no importa, las consecuencias están ahí siempre presentes, sobre todo en lo más irracional de nuestras conductas, en lo más interno de nosotros, en lo más visceral.
Las palabras de Sylvia hicieron pensar a Steven por un instante. Su relación con ella había sido siempre conflictiva, ya desde el mismo día en que se conocieron.
Nunca se detuvo a pensar en la posibilidad de que hubiera algún lazo del destino, olvidado, perdido en su vida anterior. Siempre hubo en la relación entre ambos una atracción subyacente, aunque opacada por la rivalidad tan clara y enfática que sostenían.
Él siempre atribuyó esto al hecho de ser compañeros de trabajo aunado al carácter de ella y a nada más, sin embargo ahora empezaba a dudarlo...
A pesar de su cercanía Steven y Sylvia solo habían tenido contacto directo de piel a piel una vez en la que no ocurrió el despertar, eso significaba que de haber habido algún enlace emocional procedente de otra vida este ya no existía.
Sin embargo el despertar es algo que siempre trae grandes cambios en la persona que lo experimenta y uno de ellos es la capacidad de poder reconocer, aunque a veces sea solo de manera sutil, a otros con los que han compartido una vida anterior juntos mediante el simple hecho de hacer contacto físico; solo hay que saber reconocer las señales, que pueden ser sensaciones, imágenes y hasta sueños. Sin embargo lo que ocurra después, al igual que los verdaderos sentimientos, es siempre una incógnita...
¿Habría alguna relación sepultada entre ellos, alguna cuenta saldada en otra vida, o algo más? Comenzar a averiguarlo estaba al alcance de sus manos, Sylvia ya había despertado y eso le facilitaría el reconocerlo esta vez, de haber compartido algo juntos en otra vida; Steven solo debía quitarse sus guantes y tocar la piel desnuda de ella para comprobarlo... Una sola cosa era segura, tratándose de Sylvia las posibles consecuencias eran riesgosas.
Sin embargo, más curioso que cauto y dispuesto a despejar esa fuerte duda que lo había atrapado, Steven decidió aventurarse...
Aprovechando el hecho de que Sylvia no llevaba puestas medias cubriéndole sus piernas, él disimuladamente se quitó sus guantes y los guardó en el bolsillo de su saco. Se agachó nuevamente junto a ella y con gentileza la tomó de sus tobillos:
—Te sentirás más cómoda de este modo —le dijo y uno por uno le quitó los zapatos colocándolos a un costado, ella se lo permitió sin sospechar su verdadera intención y sin reaccionar para nada apoyó sus pies en la alfombra.
La situación le resultó extrañamente reconfortante y agradable a Sylvia, aunque perturbadora a la vez...
Steven quedó a la espera, atento a alguna reacción por parte de ella, sin embargo eso no ocurrió. Todo parecía indicar que sus almas no se habían cruzado en una vida anterior, definitivamente... Al cabo de un instante más, en el que se miraron mutuamente a los ojos, Sylvia comenzó a hablar:
—Sabemos que el destino tiende a acercar a las personas que se han conocido en otras vidas, sobre todo si así lo desean ambos. Los deseos son como polos magnéticos que fuerzan a la propia realidad a modelarse. Es algo obvio que el odio que siento por Armony es mutuo, la muerte de su esposo fue desencadenada por mis acciones de manera indirecta, en aquel momento lo supe y no me arrepentí de nada, incluso se lo dije poco antes de su muerte, se podría decir que fuí la culpable de su peor tragedia —dijo Sylvia con una sonrisa malvada, su odio primaba sobre su conciencia—. No solo eso, luego la conduje a ella misma a su propia muerte... Estoy segura de que ella me odia tanto como la odio yo.
—Sabemos muy bien que, en ocasiones, cuando alguien que no conocemos lo suficiente nos cae bien o nos cae mal, es por algo que ocurrió en otra vida. Percibimos de quien se trata con nuestro sexto sentido, de algún modo esos sentimientos persisten y los recordamos en esta vida con la memoria de nuestra alma —agregó Steven—. Tanto es así que tal vez tu odio por ella pueda venir de mucho más atrás aún, no sabes si no han compartido más existencias juntas.
La venganza por la muerte propia o de nuestros seres amados es un motivo muy poderoso, Sylvia, y tarda muchas vidas en aplacarse del todo; debes de tener mucho cuidado con Armony, es probable que te quiera ver muerta tanto o más que tú a ella, no tomes a la ligera sus deseos de venganza.
Mientras Steven decía lo anterior, Sylvia se calzó nuevamente sus zapatos y se paró de la silla en la que se encontraba sentada. Su semblante había cambiado completamente y estaba otra vez llena de energía, el mero hecho de pensar en Armony le había servido para recuperarse rápidamente; sin lugar a dudas eran muy fuertes los lazos que aún unían sus almas.
—Ya me siento mejor, Steven, y todavía nos queda mucho trabajo que hacer. Tengo nueva información en mi mente ahora y es tiempo de que continuemos.
Mientras caminaba con Steven hacia la CCR, Sylvia le aclaró:
—Por cierto, la venganza de Armony me tiene sin cuidado; la mataré dentro de muy poco, cuando ya esté definitivamente segura de que no la necesito para nada más...
Una vez en la CCR, la investigación comenzó con Sylvia dando los primeros parámetros de búsqueda:
—Empecemos por averiguar quien fue el tal Peter al que Armony conocía siendo Melody; él fue uno de los pasajeros del barco donde ella murió y fue, además, el último en tener contacto con la caja de música. Se trataba de un hombre joven de alrededor de unos veinte años de edad, caucásico, de cabello castaño, delgado y alto.
Podemos asumir que seguramente salió con vida de aquel naufragio donde murió Melody, ya que rescató a su hija, Daphne, ese mismo día.
Quiero una copia del manifiesto del barco donde figuren todos los tripulantes y un informe detallado de los primeros años de vida de Daphne también.
A Steven le llamo la atención de inmediato el nombre de Peter y los datos de la descripción fisonómica que había dado Sylvia de él ¿Podría ser acaso su hermano, Peter? Cuadraba perfectamente con esas características ¿Era el destino y sus lazos actuando nuevamente, o sería una mera casualidad?
«Las casualidades no existen» esa es una de las frases principales que usaban los agentes de la Corporación. Steven tuvo que disimular muy bien su sorpresa delante de Sylvia, ya que con la suspicacia que ella tenía nada le pasaba desapercibido.
—Hoy vamos a pasar todo el día y la noche aquí, tenemos que buscar entre muchos más datos que ahora recuerdo... Necesito refrescarme un poco, ya vuelvo —dijo Sylvia entusiasmada.
Steven se quedó junto con el operador en jefe buscando en la computadora principal todo lo que le había ordenado Sylvia, mientras ella se retiró por un momento al baño.
Los primeros datos que arrojó Pandora fueron reveladores para Steven:
El naufragio había ocurrido en el año 1991 y el operador encontró en pocos instantes la información de todos los pasajeros del barco. Entre ellos había tres con el nombre de Peter y uno de ellos era definitivamente el hermano mayor de Steven, que había muerto junto con sus padres en un trágico accidente de tránsito dos años después del incidente del naufragio. El destino lo acercaba claramente a lo que él tanto buscaba desde hacía años.
Durante un momento Steven recordó aquellos terribles acontecimientos que le tocaron vivir siendo solo un pequeño, esos recuerdos lo atormentaron siempre desde aquella época y ahora volvían con más fuerza que nunca:
Corría el año 1993, Steven era un niño de solo nueve años de edad y tenía un hermano mayor de veinticuatro años que se llamaba Peter.
Su hermano estudiaba y trabajaba como instructor de buceo y escalada en sus ratos libres; a pesar de eso, nunca le faltaba tiempo para jugar con él aunque, desde hacía un par de años, Peter había comenzado a viajar muy asiduamente por el mundo y ya no vivía con él y sus padres.
Su afán por la aventura lo había llevado a recorrer el planeta entero. A pesar de sus viajes, Peter se contactaba frecuentemente con sus padres y cada tanto venía a visitarlos, esas eran siempre ocasiones de mucho festejo y alegría.
Steven admiraba profundamente a su hermano y soñaba ser como él al crecer.
El pequeño Steven llevaba una buena vida, tenía todo lo que un niño podría querer y un excelente futuro por delante. La suya era la típica familia de clase media con un buen pasar económico: padre, madre, dos hijos y hasta un perro al que todos adoraban.
Vivían en una hermosa casa en la paradisíaca isla de Hawái y su núcleo familiar era perfecto; su hermano mayor, que también era su mejor amigo, lo había cuidado siempre, sus amorosos padres lo criaban como si fuera hijo único y lo educaban muy bien.
Tanto su padre como su madre tenían cuarenta y cinco años de edad y eran psicólogos doctorados, ambos muy respetados y con mucha experiencia en su profesión.
Sin embargo su vida cambió dramáticamente en el invierno de aquel año...
Un día, Peter llamó a su casa por teléfono y le pidió a sus padres que lo fueran a buscar al aeropuerto; había viajado repentinamente y llegado de improviso, cosa que no era común en él:
—Steven, papá y yo iremos a recoger a tu hermano al aeropuerto, te vamos a dejar solo por un rato, confiamos en que te portes bien. No salgas de la casa.
—Pero, mamá, yo también quiero ir con ustedes a recibir a Peter. No me gusta quedarme solo, por favor, llévenme con ustedes.
—No, hijo, estuviste engripado toda la semana, no es bueno que cambies de ambiente aún. Vamos a volver en menos de dos horas, te lo prometo —le dijo su madre mientras le besaba la cabeza y se despedía de él... En ese momento Steven no lo sabía, pero esas serían las últimas palabras que escucharía de ella.
El pequeño se quedó en casa solo, esperando las dos horas que le dijeron sus padres, pero no volvieron. Y así pasó todo el día sin que hubiera ninguna novedad de ellos.
Finalmente en la noche recibió la visita de un par de policías que le darían la peor noticia de su vida. Su familia había tenido un terrible accidente en la autopista al volver del aeropuerto, su madre y su hermano habían muerto y su padre agonizaba en el hospital.
Los policías, aunque no le dijeron el estado en el que se encontraba su padre, lo llevaron al hospital para que pudiera despedirse de él, y ese hecho lo marcaría por el resto de su vida.
Cuando llegaron, los dejaron a solas en la habitación por un momento para que su padre le pudiera decir adiós y prepararlo para lo que pasaría:
—Hijo querido, pronto te quedarás solo, tu madre y tu hermano ya se fueron y me están esperando, yo me iré dentro de muy poco.
Los años que vienen van a ser difíciles, vas a padecer un dolor que hasta ahora nunca has experimentado; la soledad viene por ti y tendrás que ser fuerte. Vas a sentir que la felicidad tal y como la conoces ya nunca volverá a ser plena, como lo ha sido hasta ahora.
El pequeño Steven, con sus ojos llorosos por la angustia y el miedo que sentía, no podía entender aún por que su padre le decía todo esto; su mente de niño no tenía la experiencia necesaria para darle a la muerte la importancia que amerita en la vida. Solo podía sentir que algo muy malo estaba pasando.
—Necesitarás de un tiempo para asimilar todo esto, Steven... Entenderás que no hay nada que hacer para volver el tiempo atrás y te sentirás muy triste, hijo. Sin embargo todavía tendrás una manera de volver a ser feliz, una manera de volver a reunir lo que la muerte separó.
Va a ser algo difícil lo que voy a pedirte, pero se que tú podrás lograrlo cuando seas más grande y estés preparado.
Escúchame atentamente, porque este es también mi último deseo, así que presta mucha atención, hijo: luego de que yo parta me reuniré con tu madre y tu hermano en el más allá y los tres volveremos a nacer lo más pronto que podamos; seguramente lo haremos en distintos lugares y no recordaremos nada de esta vida que hemos compartido.
Quiero que tú vuelvas a reunirnos, Steven. Recupera a nuestra familia, solo tú podrás hacerlo a partir de ahora y nadie más. Lee todo el trabajo de tu madre y el mío, eso te dará un punto de partida; luego deberás encontrar el modo, has lo que sea necesario pero vuelve a reunirnos, hijo.
Todo dependerá de ti... Recuerda que siempre te amamos y ese amor nunca lo olvidaremos, no importa cuantas vidas pasen —dijo entre lágrimas de dolor, y entonces cerró sus ojos para ya no volver a abrirlos.
En ese triste instante el pequeño Steven no comprendió a que se refería su padre, pero con el tiempo, cuando los días pasaran y sus lágrimas se secaran, lo entendería... En los días venideros su alma comenzó a padecer la angustia de la separación y aprendió que «el dolor del alma es el peor dolor que existe».
Steven quedó de golpe solo, destrozado y desolado. Su carácter cambió, se volvió más duro, desconfiado y autosuficiente, ya no podía ser el niño mimado que había sido hasta entonces.
La buena educación que había recibido de sus padres fue lo único que evitó que su vida se descarriase por completo.
Empezó a pasar mucho tiempo en su casa y a revisar las cosas que habían dejado sus padres y su hermano, de esa manera el solitario niño se sentía más cercano a ellos.
Al interiorizarse en los escritos de psicología de sus padres, vio que ellos no eran solamente psicólogos, sino que también eran investigadores de como funciona la psique humana, llegando a límites que están más allá de lo que la ciencia se atreve a admitir.
Su madre utilizaba en las terapias de sus pacientes técnicas de regresión a vidas pasadas y su padre, que había escrito ya varios libros de psicología, estaba escribiendo uno muy particular que se enfocaba en la aplicación de la regresión a vidas pasadas en el tratamiento de afecciones psicológicas.
Steven quedó fascinado con el tema, comenzó a investigar todo lo que pudo: la vida después de la vida, el más allá, las reencarnaciones y todo cuanto se relacionaba con el tema; la gran biblioteca que sus padres tenían en su casa fue su principal fuente de información.
En sus fantasías comenzó a imaginar como sería posible cumplir con el último deseo de su padre y reunir a su familia nuevamente, aunque aún no sabía como hacerlo.
El tiempo pasó y cuando fue mayor de edad entró en el ejército de los Estados Unidos, donde planeaba hacer carrera como militar.
A medida que fue subiendo de escalafón, comenzó a trabajar en el área de inteligencia de la milicia. Allí tuvo acceso a innumerables informes secretos del ejército, entre esos informes llamaron su atención principalmente los que hacían referencia a soldados al borde de la muerte y sus relatos paranormales.
También encontró mucha información que hablaba sobre la corporación Rottweiler y lo que sus miembros hacían. El ejército norteamericano investigaba secretamente y desde hacía años a la Corporación, y tenía muchos datos recavados acerca de ella.
Basándose en esos informes, Steven vio en la Corporación la oportunidad única de conseguir su tan profundo deseo de reunir a su familia nuevamente. Cuando obtuvo suficiente información de la milicia renunció a ella y se unió a la corporación Rottweiler para utilizar sus recursos y concretar su sueño, que ahora por primera vez parecía estar a su alcance.
En ese momento Steven no lo sabía, pero el destino había hecho con su vida lo mismo que hace con la vida de todo el mundo, lo había llevado hacia donde el propio Steven quería ir, y ese viaje había comenzado prácticamente desde el mismo día en que había perdido a su familia.
Con cada pensamiento que había cruzado por su mente, con cada deseo que había sentido en su corazón, Steven le había dicho al destino hacia donde quería ir exactamente y el destino lo había conducido paso a paso hacia su meta.
Otra cosa que aún no sabía y ni siquiera sospechaba, era cuantos otros diferentes destinos pertenecientes a las vidas de otras personas estaban en juego y que se entrelazarían con el suyo propio en un futuro no muy lejano...
Mientras tanto, una solitaria Sylvia, en privado, trataba de ser fuerte y asimilar todo lo que estaba experimentando.
Se había refugiado en un baño que era exclusivo para los ejecutivos de la Corporación y allí trataba de recomponerse...
El lugar era amplio y espacioso, de aspecto lujoso, con azulejos negros y artefactos de baño modernos, estaba muy bien iluminado por luces dicroicas y hermosos apliques de techo.
Sylvia se había enjuagado el rostro en uno de los lavamanos y mientras las gotas de agua se escurrían lentamente por su piel se miraba en el espejo tratando de reconocerse..., sin embargo la cara que veía reflejada ya no la sentía como su rostro de siempre, los ojos de Evelyn la miraban a través de su imagen y los recuerdos de su vida anterior se enlazaban con su vida actual; eran dos vidas en una, veía una mirada que no sentía enteramente suya y se preguntaba quien era ella realmente.
Pero Sylvia era una mujer de carácter muy fuerte y aguerrida, tan bella como inaccesible, nunca nadie la había visto vulnerable salvo Steven esa noche. La autocompasión era algo que, simplemente, no iba con ella.
Echando mano de su orgullo y amor propio, no tardó mucho en sobreponerse y retomar su compostura habitual...
«Es hora de continuar», se dijo pensando; entonces respiró profundo, secó su rostro, se arregló un poco y volvió a la CCR con su paso típico.
—Tengo tres objetivos que coinciden, Sylvia —comentó Steven al verla y le pasó un conjunto de hojas, donde estaban impresos los datos que ella había solicitado unos minutos antes.
—Bien hecho —le respondió ella, hojeando someramente el informe y sin examinarlo detalladamente—. Ahora averiguaremos todo lo que podamos de cada uno de estos Peter; quiero que Pandora elabore los expedientes existenciales de todos y cada uno de ellos.
Los expedientes existenciales son, en la jerga que se maneja dentro de la corporación Rottweiler, informes que contienen todos los datos que se pueden reunir de una persona en particular e involucran a todas las ramificaciones familiares existentes. En el caso de personas fallecidas incluye, además, cada posible reencarnación que exista en la actualidad y eso es extensivo también a sus familiares más cercanos.
Toda la información contenida en un expediente existencial se enfoca en el poder encontrar a la reencarnación específica de alguien y despertar a la persona en cuestión.
La orden de Sylvia le dio a Steven por primera vez la oportunidad de obtener la información que por tantos años había buscado; en pocos minutos las poderosas computadoras de la Corporación buscarían en sus enormes bases de datos y por todo el mundo a las posibles personas en las que su familia se podría haber reencarnado, incluyendo todos los datos existentes: donde viven, en que trabajan, con quienes se relacionan habitualmente y todo lo referente a sus vidas actuales.
Sin embargo Steven supo también que en cuanto le diera esa información a Sylvia ella descubriría el gran secreto que él ocultaba.
Ella era muy inteligente y no creía en las casualidades, relacionaría y deduciría rápidamente que Steven buscaba a su familia y que ese había sido el motivo original de su ingreso en la Corporación.
Sabiendo como era ella, seguramente usaría esa información en su contra, o peor aun, lo usaría a él para extorsionar y manipular a su propio hermano cuando lo hallase y lo despertase.
Ahora que Sylvia sabía que Peter estuvo relacionado estrechamente con Melody, seguramente se convertiría en su nueva clave para encontrar la caja de música perdida y solo Dios podía llegar a saber que surgiría de la maquiavélica mente de ella.
La manera de pensar de Sylvia era demasiado impredecible como para analizarla y su proceder no menos oscuro como para no temerle.
El tiempo para tomar sus decisiones finales se le había acortado a escasas horas y Steven lo sabía muy bien; debía aprovechar la pequeña ventaja que tenía, mientras la tuviese...
En ese preciso instante y en el hotel, Michael y Daphne pensaban como rescatar a Armony. Lo último que habían escuchado los había dejado perplejos y muy preocupados, sobre todo a Daphne:
—No puedo creer que se conocieran de su vida anterior ¿Cuántas posibilidades puede haber de que algo así suceda? —dijo sin poder salir de su asombro.
—Muchas más de las que te imaginas, hija. A mí no me sorprende en lo más mínimo. El destino tiende a enlazar las vidas de quienes han experimentado fuertes lazos emocionales, es algo bastante común, aunque sinceramente no me lo esperaba.
La gente piensa que en la vida todo es casual, pero casi nunca es así; de hecho, la suerte interviene en muy contadas ocasiones.
No hay que confundir al destino con la casualidad; son en cierto sentido cosas opuestas, la casualidad es algo que sucede al azar, pero el destino es una fuerza que actúa como consecuencia de lo que hacemos... Todo lo que realizamos, todo lo que pensamos y todo lo que sentimos, el destino lo toma en cuenta y lo utiliza para decidir como proceder para encauzar los acontecimientos que nos rodean y que suceden permanentemente en nuestras vidas.
Como rastreador he visto cosas que te sorprenderían aún mucho más que esta; casualidades que son casi imposibles pero que a pesar de todo ocurren, desafiando al azar más improbable.
Tengo anécdotas realmente increíbles, con más tiempo te las contaré, pero ahora tenemos que enfocarnos en el rescate de tu madre.
Michael estaba muy serio y por más que hablaba con Daphne explicándole la mecánica de la realidad tal y como él la conocía, se podía ver en sus ojos y en su expresión que su mente se había enfocado completamente en como sacar a Armony de ese rascacielos de manera urgente.
—Sea lo que sea que vayamos a hacer, lo vamos a tener que hacer pronto, papá; esa demente de Sylvia va a matar a mamá en cualquier momento, la escuchaste, esta furiosa y quiere vengarse de ella.
Daphne tenía razón, el tiempo era escaso y Sylvia mataría a Armony en cuanto estuviera segura de que ya no la necesitaba para nada más.
Las actitud ansiosa de Daphne contrastaba con la de Michael, sin embargo eso solo era así en aparencia; él estaba tan tenso como ella, pero canalizaba su tensión de una manera muy diferente, tenía que elaborar un plan sin demora, y no podía equivocarse.
Al cabo de un instante, Michael tomó su computadora portátil y mientras revisaba una vez más la información, casi pensando en voz alta comenzó a decir:
—Bien, sabemos donde tienen a Armony y en cual piso, el 79. Lo que no sabemos aún es en cual oficina.
Desde que llegamos y supimos que la tenían en ese rascacielos he estado buscando datos específicos en internet, pero solo pude encontrar trivialidades; datos técnicos de su construcción y apenas una somera descripción de como esta organizado: tiene cinco niveles subterráneos de estacionamiento, por encima hay noventa y un pisos donde funcionan las oficinas de varias compañías internacionales avocadas al rubro del tratamiento de datos, todas pertenecen de algún modo a la Corporación... Finalmente, tiene un gran helipuerto en la azotea con capacidad para tres helicópteros, así fue como trajeron a Armony hasta aquí y seguramente así es como planean llevársela cuando ya no la necesiten.
Michael guardó silencio y se quedó mirando la pantalla de su computadora, pensando...
Daphne, mientras tanto, se puso a mirar nuevamente con los prismáticos al rascacielos, tratando de no interrumpirlo y de colaborar intentando ver lo que fuera que pudiera servirles de ayuda.
—No veo nada —se lamentó—, salvo la gran tempestad que se aproxima. Va a afectar a toda la costa este del país y el epicentro va a ser justo aquí; esta mañana lo escuché en el noticiero, estaban dando una alerta meteorológica para esta misma noche y no se equivocaron, va a ser una tormenta muy fuerte de eso estoy segura, ya he visto este tipo de nubes antes y muchas veces.
No creo que el helipuerto les sirva de mucho esta noche, volar con los vientos que van a soplar sería una auténtica locura, si van a hacerle algo va a ser después de que pase el temporal. —La experiencia de Daphne en fotografía de la naturaleza le permitía anticiparse al clima con bastante certeza—. Estoy segura de que al menos tendremos un día más de tiempo para rescatarla —dijo finalmente, sin sonreír esta vez y tratando de colaborar en algo, aunque solo fuera un poco.
Aguardó un instante esperando algún comentario por parte de Michael, pero solo obtuvo más silencio...
«¿Estará escuchando algo de lo que le digo?», se preguntó Daphne internamente y se dio media vuelta para mirar a Michael que estaba absorto en sus pensamientos. Así se mantuvo la situación por un instante más, hasta que repentinamente él reaccionó:
—¡Ya tengo un plan! Y lo llevaremos a cabo hoy mismo... Pero vamos a necesitar ayuda.
La mente de Michael funcionaba mejor bajo presión y rápidamente había improvisado un plan de rescate, aunque su plan dejaba varias cosas sin confirmar exhaustivamente y por ende libradas al azar..., eso lo convertía en un plan muy arriesgado.
—Será esta misma noche, cuando estén con un mínimo de personal trabajando en el edificio. Usaremos una camioneta cerrada, de tipo miniván, que alquilaré esta tarde y vamos a entrar por el punto más débil que tienen, su estacionamiento. Pasaremos diciendo que somos de mantenimiento y que nos llamaron por algún desperfecto que requiere atención urgente. Una vez dentro, estacionaremos en el tercer subsuelo, que está destinado al personal que trabaja en el rascacielos.
Cuando estemos allí, Daphne, tú me ayudaras a encontrar la oficina donde tienen cautiva a Armony.
Subiré en un ascensor y aprovechándome del poco personal que habrá controlándolo todo, la sacaré sin levantar sospechas.
Finalmente bajaré con ella del mismo modo, usando el ascensor y nos iremos los tres juntos en la camioneta..., simple.
—Sí, demasiado simple —dijo Daphne en tono incrédulo.
—¿Eso te parece mal, hija? Los planes simples siempre tienen mayores oportunidades de éxito, «cuanto más sencillo es un plan, más posibilidades tiene de salir bien».
—Eso ya lo he escuchado antes, es solo que el plan que ideaste es tan simple que deja muchas cosas libradas al azar y cada una de ellas puede fallar... Tú escuchaste tan bien como yo cuando esa demente de Sylvia le dijo a mamá que el edificio es una fortaleza.
El miedo y la tensión estaban acabado con el optimismo habitual de Daphne, Michael se dio cuenta del apoyo que necesitaba su hija, la agarró de ambos brazos y mirándola de frente le dijo:
—No tengas miedo Daphne, recuerda lo que te dije del destino, hasta nuestros pensamientos lo influencian. El miedo atrae justamente a las cosas que tememos, la duda acarrea resultados inciertos, confía en que todo saldrá bien y así será.
Daphne bajó su mirada cerrando sus ojos y asintió con su cabeza un par de veces inspirando profundamente y tratando de tragarse sus dudas...
—¿Quisiera saber como te voy a ayudar a encontrar la oficina donde tienen a mamá? No tengo habilidades para misiones especiales como tú. No me imagino como podré serte útil, no se mentir y no me gustan las armas —dijo en tono triste y con su voz apagada.
—No te preocupes por eso, solo necesito de tu visión e instinto de fotógrafa, se que estás siempre atenta a los más mínimos detalles que ves —le respondió él con una sonrisa comprensiva y misteriosa a la vez.
Michael nunca arriesgaría a su hija, pero esta vez la necesitaba y con desesperación, la vida de Armony estaba en juego y Daphne era una parte muy importante para que su plan funcionase, sabía que cuando llegara el momento ella sería de gran ayuda.
Aunque Michael lucía confiado, internamente tenía dudas, dudas que no podía transmitirle a Daphne, ella tenía que lidiar con las suyas propias como para tener que soportar las de él también. Verlo dubitativo no la ayudaría para nada sino todo lo contrario; el más fuerte de los dos tendría que soportar la doble carga y ese era Michael ¿Sería suficiente su plan para rescatar a Armony y que todos escaparan de ese rascacielos esa noche? Solo el tiempo lo diría...
—En lo que resta del día, Daphne, quiero que te quedes aquí escuchando todo lo que pueda pasarle a tu madre y a la más mínima señal de emergencia quiero que me llames de inmediato a mi teléfono celular.
Tengo que ir a ver a unas personas que conozco, confío en ellos, fueron quienes me dieron la información precisa acerca de quienes buscaban a tu madre y ahora me ayudarán a conseguir todo lo que vamos a necesitar para esta noche.
Por suerte tenemos tiempo suficiente, recién son las diez de la mañana y aún disponemos de todo el día para prepararnos.
Michael se fue apresurado, dejando a una muy preocupada Daphne en la habitación del hotel, sola y esperando...
El ánfora de Pandora
Sin perder nada de tiempo, Michael se dirigió al centro de la ciudad en un auto alquilado. Con los años, su oficio de rastreador le había llevado a hacerse de contactos especiales en muchas ciudades de todo el mundo; algunas de las personas que conocía, se especializaban en proveerle datos imposibles de conseguir por otros medios, otras le facilitaban elementos de espionaje que usaba en su profesión, así había conseguido las cámaras con las que vigilaba la casa de Daphne y los dispositivos de rastreo y escucha que había ocultado entre la ropa de Armony.
Se detuvo en una zona comercial que estaba llena de pequeños y grandes locales por todos lados; la mayoría se trataban de tiendas donde se vendían y reparaban equipos de alta tecnología. Michael se dirigió específicamente a un taller de electrónica pequeño y que no destacaba particularmente por nada en especial, más bien pasaba desapercibido.
Estacionó su auto, se bajó y entró en el local...
No había ningún cliente dentro, solo el dueño. Se trataba de un joven de unos veinticinco años de edad, de aspecto delgado; su piel era blanca, se notaba que no tomaba sol muy a menudo; su cabello era castaño y enrulado, tenía anteojos redondos y una barba mal afeitada de no más de un par de días. Su manera de vestir era casual y más propia de los años 80: llevaba puesta una campera arremangada y debajo una remera de cuello redondo, estampada con una inscripción que no se podía leer del todo, un simple pantalón vaquero y un par de zapatillas completaban su vestimenta.
Al ver a Michael, el joven le hizo una seña con la cabeza para que fuera a un cuarto trasero dentro del establecimiento y sin mediar palabra alguna se apresuró a cerrar la puerta del negocio con llave poniendo el cartel de «cerrado» para evitar que alguien entrara.
El cuarto trasero de la humilde tienda era todo lo contrario a su fachada, el lugar era enorme y se extendía hasta un subnivel que servía para ocultar su verdadero tamaño. No había ninguna ventana que diera al exterior y toda la iluminación era artificial.
Allí había elementos electrónicos de última y siguiente generación, muchos de ellos aún no habían salido al mercado y se suponía que estaban en etapa de desarrollo en grandes empresas tecnológicas.
Había computadoras de todo tipo, inclusive servidores de gran capacidad; algunas estaban siendo operadas por programadores que eran conocidos solamente por sus apodos en la internet, otras permanecían conectadas a bases de datos pirateadas, donde obtenían información secreta de diversos países a través de programas espía y otras estaban permanentemente conectadas con la deep web, donde traficaban información con oscuros personajes de todo el mundo.
Toda la habitación se trataba de una zona protegida contra cualquier clase de espionaje conocido: detectores de dispositivos en la entrada alertaban de cualquier aparato electrónico que llevasen quienes entraban en ella, un blindaje provisto por una caja de Faraday, construida dentro de sus paredes, la volvían totalmente inmune a las señales electromagnéticas desde y hacia el exterior y, por último, se encontraba completamente insonorizada, aislándola de escuchas externas.
En cuanto la puerta se cerró Michael le preguntó al joven:
—¿Ya podemos hablar tranquilos, Dylan?
—Sí, ahora sí, es un gusto verte nuevamente, Michael.
Dylan Knight era un experimentado hacker con amplios conocimientos tanto en informática como en electrónica; él había organizado y lideraba al grupo de personas que estaban allí, todos eran expertos en obtener información de las más diversas fuentes. Fue él y su grupo de hackers los que ayudaron a Michael a saber quienes eran y donde estaban los agentes de la corporación Rottweiler que estaban rastreando a Melody en su vida actual.
Michael sabía muy bien que si alguien podía ayudarlo a rescatar a Armony, ese era él.
Sin embargo ¿Qué clase de ayuda podría brindar Dylan y su grupo contra una organización como la corporación Rottweiler? Sus habilidades solo se centraban en la tecnología y el espionaje y ese era todo el apoyo que podrían brindar en este desesperado plan.
—Dime, Michael ¿A que debo tu visita en esta ocasión? —le preguntó Dylan.
—Esta vez se trata de un problema de vida o muerte. Necesito toda la ayuda que puedas darme para infiltrarme en un edificio de esta ciudad. —Michael hizo una pausa y cruzó su mirada con la de Dylan entrecerrando sus ojos...
—Tengo que sacar a una persona que está siendo retenida dentro del rascacielos de la corporación Rottweiler, Dylan.
—¿La corporación Rottweiler nuevamente? Tal parece que el asunto de la vez pasada ha ido escalando en gravedad... ¿Se trata de ella? ¿La violinista que buscabas la vez pasada? ¿Armony Heart?
Michael le respondió asintiendo con su cabeza en silencio...
—El rascacielos Rottweiler... Es todo un desafío —dijo Dylan mientras su mirada se perdía en antiguos recuerdos—. Desde hace años muchos hackers hemos intentado penetrar en sus bases de datos.
En la deep web nos referimos a ese edificio como: el ánfora de Pandora...
—¿Un apodo para un edificio? —preguntó Michael extrañado y Dylan entonces procedió a explicarle:
—Con el correr de los años, la información en las bases de datos de la Corporación ha crecido exponencialmente. Manejar toda esa información no es algo sencillo, ni siquiera para un gran grupo de operadores humanos expertos y organizados. Desarrollaron, entonces, un sistema de inteligencia artificial para controlar todos esos datos y ese sistema recibió el nombre de Pandora.
Partiendo de eso y basándose en el antiguo mito griego, ponerle su nombre al edificio fue algo sencillo...
En los albores de la humanidad, Pandora fue la primer mujer y fue creada por los dioses a imagen de las propias inmortales, quienes la hicieron siguiendo los dictados del propio Zeus.
En apariencia, Pandora estaba dotada de todos los dones que una mujer pudiera desear: tenía belleza, gracia, persuasión, sensualidad y simpatía; esas eran las características que cualquiera percibía al conocerla por primera vez, sin embargo por dentro ocultaba terribles defectos, fallas que solo se llegaban a saber luego de tratarla por mucho más tiempo: era mentirosa, indiscretamente curiosa, falsa y voluble...
Pandora fue entregada a los hombres junto con un ánfora muy especial, cerrada con una tapa y que ella traía consigo, y de la cual no sabía lo que contenía.
Algunos dicen que el ánfora contenía en su interior todos los dones posibles y que ese era un regalo de los dioses a los hombres.
Otros creen que en el ánfora estaban todos los males imaginables, encerrados dentro y a la espera de ser liberados, y que todo era parte de una elaborada trampa creada por Zeus como castigo para la humanidad por haber recibido el fuego del Olimpo, robado por Prometeo.
En lo que todo el mundo coincide es que cuando Pandora estuvo entre los hombres, movida por su curiosidad y con absoluta imprudencia, abrió el ánfora y de ella escapó todo su contenido, excepto por la esperanza, que quedó atrapada dentro cuando la misma Pandora cerró la tapa nuevamente.
El ánfora de Pandora estaría representada por ese rascacielos, con toda su tecnología; el preciado contenido del ánfora vendría a ser la información que hay en sus poderosas computadoras y bases de datos.
Al igual que los dioses, la corporación Rottweiler creó a Pandora y del mismo modo que ellos, sus directivos conocen muy bien la importancia que reviste toda la información que manejan; es por eso que la controlan a la perfección, son siempre muy calculadores y la utilizan solo para su conveniencia...
Algo que todos entendemos es que «la información es poder» y aunque nadie sabe con certeza que clase de datos hay allí dentro, lo que sí se sabe es que, para bien o para mal, son muy valiosos... Sobre todo para algunos de mis clientes de la deep web, ellos pagarían lo que fuera por obtener algo de esa información. —En ese instante Dylan esbozó una media sonrisa y con un aire reflexivo continuó diciendo:
—Hace varios años y junto a unos colegas míos de diversas partes del mundo, de rusia principalmente, intentamos un ataque informático conjunto y a gran escala contra la corporación Rottweiler. Lo hicimos perfectamente organizados, desde distintos puntos del planeta y todos al mismo tiempo.
Buscábamos tener acceso a su información, a ese poder oculto. Nuestro objetivo eran sus bases de datos. Queríamos introducir algún tipo de programa de control remoto o conseguir alguna puerta trasera que nos sirviera para futuras incursiones.
Más de una veintena de los mejores hackers del mundo lo intentamos durante tres largos días, en los que ni siquiera dormimos..., y no conseguimos nada, solamente logramos hacernos del control del servicio de mensajería interna del edificio.
Luego averigüé que para acceder a sus bases de datos en la Corporación usan un sistema único en el mundo, creado por ingenieros y programadores que trabajan solamente para ellos; los directivos de allí tienen unas tarjetas con microchips especiales que restringen el acceso a las bases de datos de manera exclusiva.
Sin embargo... —Dylan lo pensó por un momento y sentenció:
—Ese rascacielos no está hecho para ser un centro de detención, esa es una ventaja, está protegido principalmente para evitar el espionaje corporativo y el robo de datos. El edificio Rottweiler no es una prisión de máxima seguridad. Si bien tiene cámaras de vigilancia y guardias que controlan los puntos más sensibles, no esta diseñado para ser materialmente inexpugnable.
Es en esencia un edificio de oficinas preparado para que no se robe información interna, ese es su verdadero punto fuerte, las medidas de protección contra el espionaje de información.
Sin embargo no podías haber elegido un lugar más secreto, Michael, obtener datos de la arquitectura interna y de sus medidas de seguridad va a ser bastante difícil ¿De cuanto tiempo disponemos?
—Solo unas horas, tengo que hacer el rescate esta misma noche.
—La corporación Rottweiler es muy cuidadosa con los datos que brindan, se sabe muy poco de ese edificio. Manejan su información en redes protegidas con la última tecnología y la actualizan permanentemente... Es muy poco tiempo para obtener algo que te pueda ser útil.
—Sí, lo sé, ya lo comprobé, aunque de un modo muy básico... Sin embargo basándome en la poca información que recogí por internet, elaboré un plan y solo necesito acceder la red interna de cámaras de vigilancia del rascacielos.
—En eso sí puedo ayudarte. Conozco a alguien que trabajó en el tendido de fibras ópticas del edificio, le compré esos datos hace unos años y te puedo ayudar a establecer una estación remota que te permita ver el sistema de videocámaras, pero, para eso, quien lo haga va a tener que estar en persona dentro del edificio.
—No hay problema, tengo planeado entrar y salir de allí con un vehículo. También voy a necesitar el equipo electrónico específico, Dylan.
—Eso déjalo en mis manos, te facilitaré los dispositivos más importantes ya configurados y listos para operar; te daré, además, una lista de cosas que deberás comprar aparte.
Luego de ultimar detalles con Dylan, Michael se fue a alquilar la camioneta miniván que usaría en la noche y a conseguir el resto de cosas que necesitaría para su plan...
La jornada transcurrió mucho más rápido de lo esperado, con todos los preparativos y las verificaciones previas, el día prácticamente voló. Finalmente la noche llegó, y con ella la hora de comenzar con la operación de rescate:
Siendo las veintidós horas, Michael y Daphne partieron hacia el edificio. Tal y como Daphne había anticipado, se estaban levantando algunas ráfagas de viento por la tormenta que se desataría esa misma noche; las primeras gotas de lluvia ya comenzaban a caer y esporádicos relámpagos iluminaban el cielo.
Michael había conseguido todo lo que necesitaba, manejaba una camioneta miniván blanca con vidrios polarizados negros, que protegían muy bien el interior de miradas indiscretas; Daphne iba oculta en la parte trasera del vehículo, escondida.
El tránsito era menor al habitual, eso le permitía a Michael repasar mejor su plan pensando en todas las alternativas que pudieran planteársele, mientras conducía directamente hacia la entrada del estacionamiento del edificio.
—Tengo miedo, papá, estoy muy nerviosa —le dijo Daphne.
—Tranquilízate, hija, no vas a correr ningún peligro, yo me encargare de la parte más arriesgada, en este horario el personal del edificio se reduce al mínimo necesario... Vas a permanecer en todo momento dentro de la miniván y los vidrios polarizados de las ventanas impiden que se pueda ver hacia adentro, nadie te va a descubrir.
Las palabras seguras de Michael le transmitían a Daphne la confianza que necesitaba.
—Estamos llegando, escóndete bien —le dijo Michael y se detuvo en la barrera de la entrada, bajó la ventanilla y un guardia cubierto con un piloto de lluvia se le acercó:
—Buenas noches, soy de mantenimiento. Me llamaron de emergencia por un problema en la red que tiene que estar solucionado para mañana a primera hora —le dijo Michael sabiendo de antemano que un ataque informático realizado por Dylan, media hora antes, había provocado un problema en el servidor de correo electrónico y mensajería de la red interna del edificio, dejándolo fuera de servicio.
—No fuí notificado sobre nada de esto —le respondió el guardia mientras consultaba su tableta.
—¿Qué pasa? No puedo conectarme con la CCR.
El desconcertado guardia de la entrada intentaba en vano conectarse...
—Esto no es normal —agregó, mientras miraba su dispositivo.
—Es lógico y es por esa misma falla que usted no recibió la notificación de mi llegada tampoco. A mí me avisaron hace solo quince minutos y por teléfono. Se ve que es algo que surgió hace muy poco, es un tema delicado y lo quieren solucionado de inmediato —le dijo Michael con aire de seguridad.
—Va a ser mejor que vaya y lo arregle cuanto antes... —contestó el confundido guardia, levantó la barrera y lo dejó pasar.
Michael fue al tercer subsuelo directamente. Una vez allí vio que el nivel era enorme, todo se veía de color gris salvo por algunas señales con indicaciones para el tránsito y que eran de colores llamativos, estaba oscuro pero bien iluminado y se encontraba casi vacío, solo quedaban los vehículos de algunos empleados, la mayoría se trataban de autos de gama media y motos de diversa cilindrada.
Comenzó a recorrer el nivel cuidadosamente con la camioneta, buscando el lugar adecuado para estacionar:
—¿Qué buscas ahora, papá?
—Un nodo de videocámaras... Es un lugar donde converge todo el cableado de fibra óptica de las cámaras del edificio ¡Ahí hay uno! —dijo Michael al ver una caja en la pared que coincidía con la descripción y las fotos que le había dado Dylan.
Michael detuvo la camioneta justo frente a una gran caja metálica que se encontraba adosada en la pared y donde convergían varias tuberías que conducían cables de todo el edificio.
Estacionó de cola, asegurándose de que la propia camioneta ocultara perfectamente lo que iba a hacer del campo de visión de las cámaras del estacionamiento.
Bajó del vehículo por la puerta trasera, que enfrentaba a la pared, munido con una caja de herramientas y comenzó a trabajar en el nodo.
Daphne miraba en silencio, no lo quería interrumpir. Al cabo de unos minutos, y siguiendo cuidadosamente las indicaciones que había recibido de Dylan, Michael terminó de conectar un grueso cable con muchos y delgados cables internos, y que servía para sacar una derivación de las cámaras hacia tres computadoras que estaban montadas dentro de la camioneta.
Michael había comprado las herramientas y los cables en la tarde mientras que Dylan había preparado y configurado todos los equipos dentro del vehículo:
—Bien Daphne, en estas computadoras puedes ver todas las videocámaras de seguridad del edificio. Las dejaré avocadas exclusivamente a las cámaras del piso 79, que es el que más nos interesa —le dijo Michael y procedió a explicarle lo que ella tendría que hacer:
Todas las oficinas y los pasillos de ese piso tienen una cámara diferente asignada. Necesito que estés atenta a cualquier detalle que nos dé la pista sobre donde está Armony; tienes que hallarla antes de que yo llegue hasta allí, no puedo andar deambulando sin sentido por los pasillos, ni detenerme... Recuerda que hay otros operadores mirando las cámaras, cualquier comportamiento anormal los pondría en alerta y me descubrirían —mientras Michael le decía esto a Daphne, operaba la computadora y le mostraba como se hacía para cambiar entre cámaras.
—¿Por qué no esperas aquí hasta que veamos algo en concreto? Eso me daría más tiempo, y sería más seguro para ti.
—No sabemos cuanto va a durar la falla en el servicio de mensajería interna que provocó Dylan; seguramente los técnicos de la Corporación ya están tratando de solucionarlo y cuando lo logren el guardia de la entrada podría informar de nuestra llegada, delatándonos.
—Entiendo ¿Y si para cuando llegues allí todavía no encontré nada?
—No pienses en eso, Daphne, confía en que algo surgirá...
Quiero que sepas, además, que no conseguí ningún plano del piso, así que también necesito que construyas en tu mente ese plano que no tengo, usa todo los datos que puedas de las cámaras, quiero que te familiarices con ellas y que me guíes cuando llegue allí... Dependo de tu instinto, de tu memoria visual y de tu experiencia con las imágenes; busca detalles, iluminación, lo que sea servirá.
Una vez que esté en el piso 79, cuanto más rápido consiga llegar hasta Armony y sacarla, mejor; cuanto más tardemos más peligro correremos todos.
Estamos en amplia desventaja y en su territorio, el sigilo y el factor sorpresa son algo fundamental y que no podemos perder... Darles tiempo de reaccionar sería muy peligroso, dependeremos de ti, hija ¿Entendido?
—Sí, papá, no te preocupes, no te fallaré —el temor inicial de Daphne se había transformado momentáneamente en entusiasmo y confianza.
Michael se quitó el overol de trabajo y la gorra, con las que había llegado disfrazado como trabajador de mantenimiento, debajo tenía puesto un traje similar al de los agentes de la Corporación.
—¡Vaya cambio! Te ves igual a uno de ellos —dijo Daphne sonriendo, pero su sonrisa cambió de inmediato por un rostro inexpresivo, al ver que su padre tenía un arma oculta en su cintura.
—No pongas esa cara, hija —dijo Michael tomando su pistola automática y, mientras le enroscaba un silenciador, agregó:
—Disfrazado así voy a poder moverme sin que nadie sospeche nada y esta arma es solo una medida de contingencia por si algo sale mal, es para amedrentar simplemente, no es mi intención usarla...
—Odio las armas de cualquier tipo, papá, eso es todo; me han atemorizado desde niña, tengo un viejo trauma del cual prefiero no hablar ahora.
En ese instante Michael sacó de su bolsillo un audífono y se lo dio a Daphne.
—Toma, hija, ponte esto; es un transceptor de corto alcance, nos mantendrá en contacto en todo momento. —Daphne asintió con la cabeza y se puso el audífono, Michael le dio un beso en la frente y la dejó en la camioneta.
Fue rápidamente hacia uno de los ascensores y cuando entró vio el primer obstáculo al que se enfrentaría:
—Daphne, tenemos un problema. El ascensor llega solo hasta el piso 75, cuatro pisos por debajo de donde tengo que ir, para los pisos superiores supongo que necesito alguna clase de pase especial, ni siquiera hay botones, solo una lectora de tarjetas.
—¿Y ahora que hacemos, papá?
—No importa, tomaré el ascensor de todos modos hasta donde pueda y luego buscaré escaleras.
Cuando Michael llegó al piso 75 se encontró con un piso de oficinas común. Empezó a recorrerlo en busca de escaleras que lo llevaran a los pisos superiores, en su recorrido vio los baños, un gabinete de cocina y hasta una enfermería, pero no había señal de escaleras por ningún lado.
En un momento vio unas escaleras que lo esperanzaron con una solución rápida al problema que tenía, pero solo conducían hacia abajo, acceder a los pisos superiores parecía algo imposible.
Daphne mientras tanto, nerviosa y tensa, buscaba alguna pista en las cámaras de seguridad del piso 79 y en un momento su atención se detuvo en una que estaba sin señal.
—Papá, noto algo extraño; la cámara 17 esta apagada ¡Ahí deben de tener a mamá encerrada! Estoy segura, no se la ve en ninguna de las otras videocámaras —sentenció.
—Puede ser, la pregunta es ¿En cuál oficina está esa cámara ubicada? De todos modos todavía necesito llegar a ese piso —le contestó Michael y continuó revisando el resto del piso 75.
Fue entonces cuando, al girar en una esquina, se encontró frente a un pasillo muy ancho y largo que, a unos veinte metros por adelante suyo, conducía directamente hasta lo que parecía ser un puesto de seguridad.
Michael retrocedió rápidamente para ocultarse tras la esquina del pasillo, luego se asomó apenas y de manera muy discreta...
Pudo ver un par de guardias que estaban allí charlando de manera displicente y sin preocupaciones.
«El turno nocturno es muy tranquilo», pensó, también vio que en ese punto había que pasar por un detector de metales y atravesar una fuerte reja de acero que impedía el paso a personas desconocidas; un lector de huellas digitales al costado de la reja y un par de cámaras de vigilancia, que apuntaban directamente hacia allí, servían para identificar previamente a los visitantes y completaban las medidas de seguridad del punto de control... Todo indicaba que era un bastión imposible de franquear de manera conspicua.
«Las escaleras y los ascensores para acceder a los pisos superiores están pasando ese punto, obviamente», pensó Michael y se volvió a ocultar tras la esquina.
Para mantener su seguridad al máximo, el rascacielos Rottweiler había sido diseñado especialmente dividiéndolo en dos sectores claramente delimitados y diferentes.
Los ascensores públicos, generales, daban acceso irrestricto a todo el edificio, pero solo hasta el piso 75. Solo los directores podían subir de manera directa hasta el piso donde estaban sus oficinas usando su tarjeta chip personal.
Del mismo modo, las escaleras principales conectaban todos los niveles pero, una vez más, solo hasta el piso 75.
A partir de ese piso especial tanto un conjunto de ascensores particulares así como también escaleras privadas conectaban los pisos superiores y la unica manera de acceder a ellos era pasando a través del puesto de control, donde todo el mundo era examinado de manera minuciosa por varios sistemas de seguridad.
El control por cámaras de vigilancia también se incrementaba a partir de ese punto. Hasta el piso 75, incluido, solo los pasillos eran monitoreados; a partir de allí, tanto pasillos como oficinas se encontraban bajo estricta vigilancia.
Ahora todo estaba mucho más claro para Michael...
Comenzó entonces a planear que hacer para pasar. Estaba vestido como un agente, pero su huella digital no estaba en la base de datos y eso lo delataría de inmediato; podría decir que es un agente nuevo y que la base de datos no estaba actualizada aún, pero los guardias seguramente pedirían una confirmación a la CCR y las cámaras mostrarían su rostro, delatándolo indefectiblemente como un intruso.
Todos esos sistemas electrónicos de seguridad eran su principal problema.
—Piensa, Michael, piensa... Tiene que haber una solución a esto —se dijo a sí mismo al tiempo que cerraba sus ojos con fuerza y susurraba entre dientes.
En ese momento tuvo una idea y elaboró un pequeño plan.
Fue a la enfermería que había visto en su recorrido por el piso y entró en ella.
No había nadie dentro, pero estaba completamente abierta y lista para cualquier emergencia que ocurriese. Comenzó a revisarla buscando todo lo que necesitaba para su plan.
En los casilleros del personal encontró una chaqueta de médico con la que se vistió, guardó el saco de su traje apretándolo bien en una valija de doctor, se puso un estetoscopio al cuello y tomó un pequeño botiquín de metal con el que completó su nuevo disfraz.
Vestido ahora como médico, se dirigió a una oficina, desenchufó un monitor de la pared, cortó el cable en su otro extremo y unió los polos desnudos del cable retorciéndolos entre sí.
—Es hora de apagar las luces —dijo y enchufó el cable nuevamente en la pared.
De inmediato el cortocircuito causado hizo saltar la protección térmica de todo el piso 75, dejando a los sistemas y al piso entero sin energía eléctrica y a oscuras.
Las luces de emergencia, autónomas, se encendieron un instante después dando una iluminación de penumbra que permitía ver con bastante claridad.
La falla eléctrica fue advertida inmediatamente en la CCR del piso 79:
—¿Qué pasa? ¿A que se debe esa alarma que se disparó? —le preguntó Sylvia a uno de los técnicos que trataba de identificar el problema.
—Algo extraño, directora; hubo una falla eléctrica en el nivel 75, todo el piso se acaba de apagar, no funciona nada, ni comunicadores, ni teléfonos ni computadoras... Deben de estar viendo solo con las luces de emergencia, que son independientes; tal vez la tormenta provocó algún cortocircuito.
El instinto de Sylvia la alertó de inmediato de que algo menos casual estaba pasando; no sabía aún de que se trataba, pero dos fallas tan atípicas juntas como eran: la caída del sistema de mensajería interno y un corte de energía en todo un piso, en un momento como este eran, como mínimo, algo muy sospechoso para ella.
—¿No tenemos acaso el control de toda la red eléctrica del edificio desde aquí mismo? —preguntó Sylvia de modo retórico—. Repáralo de inmediato —le ordenó tajantemente al técnico.
—Me temo que no va a ser tan fácil, señora directora, ya lo intenté varias veces, pero hay un consumo excesivo de energía en alguna de las oficinas; el interruptor térmico de seguridad del piso corta la corriente cada vez que le doy la orden de restablecer el suministro eléctrico.
Mientras tanto, Michael, disfrazado como médico, se apresuró a ir hasta el puesto de seguridad. Al verlo uno de los guardias salió a cortarle el paso iluminándolo con su linterna.
—Necesito pasar de inmediato, ábrame la reja —le dijo Michael con voz de mando, tratando de amedrentar al guardia.
—No se puede, Doctor. Tenemos una gran falla eléctrica en todo el piso, los escáneres no funcionan, la reja no va a abrir tampoco, el cierre automático es electrónico.
—Abra la reja manualmente con sus llaves entonces; tengo que pasar, en este botiquín llevo medicación que debe mantenerse fresca —dijo Michael mostrándole el estuche metálico—. Fue solicitada del piso 79, hay una paciente allí que la necesita.
El guardia sabía que Sylvia estaba en ese piso con una prisionera y no se sentía seguro sobre como debía proceder. Trató inútilmente de usar el intercomunicador interno sin obtener respuesta.
En la CCR, mientras tanto, el técnico trataba de solucionar el problema de manera remota y ante la atenta Sylvia que lo presionaba cada vez más:
—¡Quiero una solución ahora, no me importa cuál sea! —le ordenó finalmente Sylvia con una mirada muy seria.
—Podría forzar el sistema para quemar el punto del cortocircuito, pero no lo recomiendo, la función del disyuntor es, justamente, evitar daños mayores; es mejor mandar a alguien para que encuentre el problema y lo solucione localmente, en un par de horas, como mucho, estaría solucionado.
—¡Sobrecárgalo y quémalo, entonces! Que mañana alguien lo termine de arreglar. Quiero la energía del piso 75, restablecida ¡Ya mismo!
Los ojos furiosos de Sylvia atemorizaron al técnico.
—Como usted ordene, señora directora. Voy a empezar a sobrescribir los valores del amperaje hasta volar el cortocircuito.
Sin saber del poco tiempo que le quedaba, Michael presionaba al guardia para pasar:
—Déme su nombre, yo no seré responsable de lo que pase con esta medicación al interrumpirse la cadena de frío por más tiempo... Y le aclaro que fue específicamente la directora de personal, Sylvia Arrow, quien me solicitó esto momentos antes del corte de energía.
Al escuchar el nombre de Sylvia, el nervioso guardia no lo dudó más y sacó un llavero que tenía unido a su cinturón por una larga y delgada cadena.
«¡Bien, lo convencí! Voy a pasar, solo espero que no encuentre mi arma», pensó Michael disimulando su nerviosismo.
El guardia abrió la puerta dejando pasar a Michael, que rápidamente caminó hacia las escaleras.
—¡Un momento, Doctor! —dijo el guardia y Michael se detuvo en seco, dio media vuelta y el guardia se le aproximó.
—¿Qué pasa ahora? Ya demoramos demasiado —dijo Michael muy serio.
—No se altere, Doctor. Esto será cosa de segundos. Es solo un registro manual de armas, es el protocolo, voy a usar un detector de metales portátil, levante sus brazos, por favor, y separe sus piernas.
Michael extendió sus brazos hacia los costados y el guardia recorrió rápidamente todo su cuerpo con el detector.
—Ya está, puede seguir su camino, Doctor —dijo al terminar.
Michael se dirigió rápidamente hacia las escaleras y en ese momento las luces se encendieron, como así también todos los dispositivos del piso, pero Michael ya se había ido.
—Ya está, señora directora, el cortocircuito ha desaparecido —le dijo el técnico a Sylvia...
—¡Atención CCR! Aquí puesto de seguridad, nivel 75, reportando... El médico va en camino —dijo el guardia notificando del acceso de Michael.
—¿Cuál médico? —preguntó Sylvia.
—Acaba de pasar un hombre por aquí, iba vestido como doctor y dijo que usted lo había llamado personalmente, directora —respondió el guardia.
—¡Lo sabía, mi instinto no falla nunca! Cierren de inmediato el puesto de seguridad y que no baje nadie sin mi autorización directa. Busquen al intruso, es un hombre que está disfrazado de médico. Deténganlo y notifíquenmelo de inmediato. —Esa fue la contundente orden dada por Sylvia a todos los guardias del piso 75 y superiores.
A continuación, ella se encerró a solas con Armony en el cuarto donde la tenía detenida:
—Parece que tu héroe viene a rescatarte. Acaba de pasar vestido como médico, no va a ser difícil dar con él —le dijo a Armony que sonrió mirando al suelo.
—No te alegres, no lo va a lograr —le recalcó Sylvia mientras le levantaba la cabeza tomándola del mentón.
—Ya me rescató de tus garras una vez, y lo hará nuevamente —le respondió Armony más desafiante que nunca.
Daphne, que estuvo atenta a todas las cámaras, vio claramente cuando Sylvia entró al cuarto con Armony y también escuchó la charla siguiente entre ambas, gracias al micrófono oculto que su madre tenía entre sus ropas...
—¡Papá, ya sé donde tienen a mamá y te puedo guiar hasta allí! Pero ve con mucho cuidado, Sylvia está con ella y la acabo de escuchar decir que ya saben que estás por ahí; te están buscando y saben que vas disfrazado de médico.
—Gracias, hija, sabía que podía contar contigo —dijo Michael con una orgullosa sonrisa.
En las escaleras del edificio no había cámaras de vigilancia, eso le daba a Michael una pequeña ventaja sobre sus enemigos, podía ir a cualquier lugar sin que lo rastrearan y Sylvia tendría que distribuir a sus escasos hombres entre todos los pisos para poder encontrarlo.
Michael se quitó la chaqueta de médico y el estetoscopio, se puso otra vez el saco que tenía oculto en la valija de doctor simulando ser nuevamente un agente y colocó entre sus ropas la pistola con el silenciador ya montado y listo, la idea de haber ocultado su arma en el botiquín de metal fue muy hábil y efectiva, ya que el guardia nunca lo revisó.
A partir de ahora Daphne se daría cuenta del por que su padre decidió incluirla como parte importante de su plan:
El disfraz de agente que tenía Michael evitó que lo detectaran las cámaras de seguridad y con la ayuda de Daphne, que lo condujo precisamente hasta el improvisado cuarto de interrogatorios, logró llegar rápidamente, sin dar ni un paso en falso y sin levantar sospecha alguna.
Cuidadosamente se colocó dando la espalda a la cámara del pasillo que enfocaba la entrada de la oficina y golpeó tres veces la puerta.
—¡Directora, detuvimos a un intruso, aquí tengo la imagen del sospechoso para que usted lo identifique! —le dijo en voz alta mientras empuñaba la pistola, manteniéndola oculta bajo su saco.
—Esta vez yo gané —le dijo Sylvia a Armony con una sonrisa malvada mientras caminaba hacia la puerta...
Sylvia abrió y en ese momento se encontró frente a Michael que con un rápido movimiento, y evitando la cámara del pasillo, entró en el cuarto dándole un empujón; la sorprendida Sylvia trastabilló tres pasos hacia atrás, pero sin caerse.
Michael quedó así dentro de la habitación y apuntándole a Sylvia directamente a la cara con su arma.
Inmediatamente cerró la puerta tras de sí...
—Ahora retrocede hasta la pared detrás tuyo o te enviare a tu siguiente vida, te lo juro —le dijo Michael sin la más mínima duda en sus ojos; Sylvia, atónita, se alejó hasta el otro lado de la habitación y Michael empezó a liberar a Armony.
Pero Sylvia era muy temeraria y hábil para aprovechar los momentos de debilidad; mientras Michael ayudaba a Armony a liberarse, y valiéndose de su entrenamiento en artes marciales, dio un rápido giro y pateó con mucha precisión la mesa que estaba delante de ella; el mueble golpeó violentamente a Michael y a Armony al mismo tiempo, tirándolos al suelo; en el mismo movimiento Sylvia empuño una pequeña pistola, que tenía oculta en una funda sujeta a la cara interna del muslo de su pierna izquierda y la apuntó hacia Michael, pero grande fue su sorpresa porque delante de ella, Michael, que no había perdido su arma, también le estaba apuntando directamente.
Ambos quedaron en silencio, Michael se paró lentamente mientras que Armony terminaba de liberarse sola.
En ese momento Steven se dirigía a la habitación para informar a Sylvia que habían encontrado en una de las escaleras la chaqueta y los elementos con los que el intruso se había disfrazado de médico.
Al entrar y ver la situación, casi por reflejo, desenfundó su revólver y le apuntó a Michael por detrás.
Michael, con un rápido movimiento, giró y quedó frente a frente con él haciendo lo mismo. Una vez más ambos hombres se encontraban en una situación similar a la que, hacía solo unos días, ya habían vivido.
Sylvia, con una nueva sonrisa triunfal, apuntó a Armony ahora, que se abrazaba asustada al torso de Michael por su espalda.
—Parece que esta vez es un jaque mate —les dijo Sylvia gozando el momento.
—Basta con que se escuche un solo disparo del arma de Sylvia o la mía, eso sería suficiente para que esta oficina se llenara de agentes en solo segundos. No vas a poder salir de este edificio solo y mucho menos con ella. Dame tu arma —le dijo Steven a Michael, estirando su mano libre.
Michael sabía que ya no le quedaban opciones, pero se negaba a entregarse. Steven vio la duda y el nerviosismo de él ante una situación a la que no le encontraba ninguna salida favorable... Sin embargo aún quedaba una alternativa que Michael no manejaba:
—¿Recuerdas el momento que vivimos en la estación del teleférico? El destino nos ha puesto nuevamente en una posición similar y se resolverá del mismo modo, solo que esta vez tú deberás confiar en mí... Dáme tu arma.
Las palabras dichas por Steven solo las pudo comprender Michael, que recordó el pacto tácito que habían hecho entre ellos en la estación cuando Steven confió en que él solo lo hiriese en el brazo para así permitirle escapar sin consecuencias para el propio Steven.
Era el momento de corresponder esa confianza...
Con lentitud, Michael le entregó su arma cuidadosamente y Steven la tomó.
Recién entonces, y con la situación controlada, Sylvia bajó su pistola.
—Te lo dije Armony, yo siempre gano —dijo triunfal la soberbia rubia...
Pero en cuanto Sylvia terminó de decir esas palabras, Steven giró hacia ella y le disparó en la pierna con el arma de Michael.
El silenciador redujo el sonido del disparo a un simple soplido, inaudible fuera de la habitación; la bala entro limpiamente en el muslo derecho de Sylvia, que cayó al suelo sujetando su pierna herida y soltando su arma al mismo tiempo.
La pistola rodó hasta los pies de Armony casi como buscándola, ella la recogió al instante y le apuntó a Sylvia...
La pistola era lo suficientemente pequeña y discreta como para ser llevada oculta en cualquier lado, pero al mismo tiempo era tan letal a corta distancia como cualquier otra arma de gran calibre...
—¿Quién es la ganadora ahora? Voy a matarte, desgraciada, y lo haré ¡Por todo lo que me has hecho sufrir! —le dijo Armony entre lágrimas que rodaban por su rostro y luego de una pausa continuó diciendo:
—Solo sirves para arruinar la vida de los demás, dejas dolor y sufrimiento a tu paso ¡Este será tu justo castigo! —Evidentemente Armony no pensaba con frialdad, ni siquiera consideraba que al disparar la pistola de Sylvia alertaría a todo el personal del piso.
Los ojos de rabia contenida y la furia que experimentaba eran tremendas. Transpirando por los nervios, su dedo índice presionaba lentamente el gatillo que estaba a punto de accionar el arma y así acabar con la vida de su antigua enemiga... En ese momento Michael habló:
—No, Armony... Matándola no vas a castigarla casi nada; principalmente vas a perjudicar tu karma y tu futuro. No veas a la muerte como «la pena máxima» porque no lo es en absoluto. —Las palabras de Michael detuvieron a Armony de tomar su fatal decisión y sus manos comenzaron a temblar...
—Tú no lo sabes, Michael, pero fue ella la que provocó el incendio del teatro donde moriste siendo Gabriel ¡Ella te asesinó y arruinó mi vida anterior! También fue la causante del naufragio donde morí después... Con eso terminó de destrozar la vida de nuestra hija, dejándola completamente huérfana.
—Sin duda ella ha causado mucho daño, Armony, pero lo cierto es que la muerte como castigo no sirve para compensar todo el dolor generado por alguien; hay males que se perpetran y que duran más que una sola vida, daños que afectan a muchos, incluso por generaciones, y que, por lo tanto, necesitan también de mucho sufrimiento para ser expiados por quien los realizó —le respondió Michael y agregó:
—El destino no considera a la muerte como un castigo; para él una vida no es más que una pincelada en el cuadro de la existencia... Es la gente la que toma, de manera errónea, a la muerte como una suerte de punto final en la existencia de los seres vivos. Luego de que Sylvia muera, volverá a renacer ¿Dónde estará su castigo en eso? El destino ve a la muerte de un ser, simplemente, como un impasse entre una vida pasada y la siguiente... Los sufrimientos se pagan durante la vida o las vidas que fueran necesarias, pero se pagan estando en vida.
—El castigo estará en que si la mato ahora, Michael, ella perderá todo lo que tiene, todos sus afectos, todo lo que ha logrado y todo por lo que se ha esforzado en esta vida... Eso es lo mismo que ella le ha hecho a los demás ¡Tiene que morir decenas de veces y perderlo todo en cada una de esas vidas para compensar el daño que ha causado a las vidas que ha cegado! El destino me está dando la oportunidad de ser su brazo ejecutor y de hacerla pagar, aunque sea solo un poco, por todo lo que ha hecho.
—No, Armony, no es así; el destino no funciona de ese modo... Con el tiempo, en su nueva vida ella volvería a tener algo equivalente a lo que tiene en ésta, solo que sería de otro modo.
—¿Y como lo puedes asegurar? ¿Ahora eres intérprete del destino? ¿Puedes predecir su futuro acaso? —dijo Armony muy incrédula y enojada ante las palabras de Michael—. Mira la situación en la que estamos... Creo que si no la mato en este instante el destino tomaría mi actitud como si la perdonara y ¡Yo no la perdono!
—Podrías odiarla con toda tu alma o perdonarla sinceramente y eso no alteraría en lo más mínimo a su futuro... Al destino no le importa en absoluto ni tu rencor ni tu perdón, Armony. Todos pagamos por las consecuencias de nuestros actos y nadie puede intervenir ante el destino, ni con su misericordia ni pidiendo piedad para otra persona, no existen ni los atenuantes ni los agravantes, solo los actos cometidos.
Ante el destino solo se puede aceptar la responsabilidad por nuestras acciones y omisiones, y nada más... Es el juez implacable de nuestras vidas, él la hará pagar por todo lo que ha hecho y por las consecuencias de sus actos sin importar lo que tú ni nadie haga o diga...
Sylvia, mientras tanto, los miraba desde el suelo y cubriendo con su mano la herida de su pierna que sangraba sin cesar, era posible que tuviera una arteria lacerada. El agudo dolor de la bala alojada en su muslo le impedía intentar cualquier movimiento, salvo el de arrastrarse por el suelo... Estaba completamente a merced de Armony, su instinto de supervivencia la hizo quedarse inmóvil y sin pronunciar palabra alguna; sabía que cualquier cosa que dijera podría significar su muerte inmediata a manos de una mujer que apenas podía controlarse.
—Entonces tengo que quedarme impasible ante la maldad, sin hacer nada al respecto y simplemente esperar; mientras el mal, encarnado en personas como ella, hace estragos en las vidas de los inocentes —dijo Armony con mucha ironía—. Sus crímenes no pueden quedar impunes ni por un segundo más, Michael, eso simplemente ¡No es justo! ¡No es nada justo! ¡No entiendo por que quieres ayudarla! —le dijo Armony desviando fugazmente su mirada hacia él, increpándolo y a punto de comenzar a llorar.
—Esto que quieres hacer Armony, no es justicia ¡Es pura venganza! Si la matas bajo estas circunstancias, voluntariamente y como represalia, tú tendrás que pagar por eso... No pretendo ayudarla a ella ¡Te quiero ayudar a ti! —le contestó Michael—. Déjala vivir, el destino ya la castigará con sus propios mecanismos y ten por seguro que nadie escapa de las sentencias del destino; es él quien que se encarga de imponer los castigos, siempre lo hace y en su justa medida, es solo que la mayoría de las veces esos castigos no son evidentes para los damnificados.
Armony lo miró entonces fijamente a los ojos, pero sin dejar de apuntarle a Sylvia...
—Matándola por revancha solo te perjudicarás a ti misma. La venganza es perniciosa para la persona que la lleva a cabo porque genera mal, y el mal es mal, no importa que tan justo se sienta o que tan imbuido de nobles palabras esté... La venganza siempre acarrea daños futuros para la persona que se venga.
—Tal vez todo lo que dices sea cierto y si es así entonces aceptaré las consecuencias, Michael. La odio de corazón y ¡Quiero desquitarme de ella! Ha sido la causante de mis más grandes penas. No quiero que viva ni un segundo más... Que muera, reencarne y sufra en su siguiente vida, y ojalá que sea yo quien la vuelva a matar entonces ¡No me importa si tengo que pagar algún precio por verla morir! Lo pagaré gustosa —dijo Armony llorando y dejando salir parte de la furia que brotaba en cada una de sus lágrimas.
—¡No tomes con tanta liviandad lo que pretendes hacer! El karma es una energía que se genera a partir de nuestros actos y que siempre regresa a nosotros. La venganza genera karma negativo para la persona que se venga de otra de manera voluntaria, por más justificada que se sienta, y en algún momento ese karma volverá...
¿Recuerdas lo que te dije en el avión acerca de que algunos expertos y estudiosos del tema de las reencarnaciones creen que la existencia de emociones negativas es el motivo por el cuál no recordamos nuestras vidas pasadas? —le preguntó Michael de manera retórica—. Me refería justamente a esto... La venganza, en particular, es una emoción negativa muy habitual y que se toma demasiado a la ligera; el placer inmediato de desquite que genera es, en realidad, forzar el natural devenir de acontecimientos; si se lo espera, el destino llevará a cabo su justa sentencia y aplicará el castigo adecuado, y lo hará en el momento más oportuno.
No permitas que la impaciencia te haga tomar una decisión irreversible...
Tienes que tener fe, Armony, fe en el destino; y para tener fe, lo principal es querer tener fe...
Confiar en lo que te he dicho, ya solo depende de ti.
Michael hizo entonces una pausa para dejar que ella meditara en todo lo que le había dicho y tomara su decisión.
En ese impasse, y un poco más calmada a causa de su llanto y parcial desahogo, Armony empezó a dudar fuertemente de sus convicciones. Michael había sido muy insistente, él nunca le aconsejaría algo que la perjudicara, sino al contrario, haría lo posible por ayudarla en todo lo que él pudiera...
Solo un instante después, y recién cuando la vio más predispuesta a aceptarlo todo, Michael continuó:
—Veo que estás más controlada ¿Estás ya más tranquila? Tú no eres una asesina, Armony; por favor, dame el arma —le dijo al ver que su dedo ya no tocaba el gatillo y cuidadosamente le quitó la pistola de su mano.
Al contenerse de concretarla a pesar de haber podido hacerlo, Armony dio el paso más difícil para deshacerse de su poderoso deseo de venganza; y ya sin ese tremendo peso para su conciencia, rompió en un gran llanto de desahogo, abrazándose contra el pecho de Michael con todas sus fuerzas y liberando la tremenda tensión del momento por el que había pasado. Su alma había dado un paso más hacia la iluminación...
Solo restaba esperar unos instantes más para que las emociones le dieran lugar a la razón y recién ahí poder pensar con frialdad el curso de acciones a seguir.
Caminos separados
Herida y en el suelo, Sylvia parecía un animal acorralado. Miró a Steven con un odio tan grande, que helaba la sangre. Con la cámara de vigilancia que monitoreaba la habitación apagada por la propia Sylvia, sus posibilidades de que alguien supiera lo que le estaba pasando allí dentro y acudiera a ayudarla eran nulas, el destino había sido irónico una vez más.
—Al final resultaste ser un traidor, Steven. Nunca confié en ti, mi instinto no me engañaba; tendría que haberte matado en cuanto tuve la oportunidad... Y en cuanto la tenga nuevamente te juro que lo haré —le dijo Sylvia vengativa y amenazante; Steven la miró sin responderle.
A pesar de tener claros sus objetivos, el traicionar no era algo con lo que él se sintiera cómodo. Steven tuvo que sobreponerse durante años a sus principios morales. Obrar con engaños y mentiras para la corporación Rottweiler fue algo que nunca le gustó, aunque lo hizo eficazmente; la oportunidad de poder reunir a su familia nuevamente fue el único motivo por el cual lo hizo... Desde que quedó solo, ese ha sido su principal objetivo en la vida.
A pesar de que sabía que las amenazas de Sylvia eran ciertas, y de que ella lo mataría sin dudarlo si pudiera, él no podía hacer lo mismo con ella en las actuales circunstancias... Steven no era un asesino a sangre fría.
El haber herido de improviso a Sylvia y verla ahora en el suelo, sangrando e indefensa, lo hacía sentir extrañamente culpable. Pero además había algo inexplicable en ella, algo que le impedía jalar del gatillo y acabar con su vida, muy en el fondo sentía algo por Sylvia, tal vez sería por el hecho de haber trabajado tantos años juntos en la Corporación, o tal vez sería por algún otro motivo...
Solo un instante después comenzó a sonar una alarma y el incómodo momento fue roto por una emergencia:
—¿Alarma de incendio? —dijo Steven mientras presionaba su audífono contra el oído y recibía el informe de los guardias del piso 75.
—¿Incendio, donde? —preguntó Michael.
—Tenemos un foco de incendio en el piso 75, a solo metros del puesto de seguridad. Parece que cometiste otro error, Sylvia. Tu idea de sobrecargar la instalación eléctrica del piso entero terminó desatando un incendio en el punto del cortocircuito.
Sylvia simplemente lo miró entrecerrando sus ojos y sin decirle nada.
—Ahora estamos juntos en esto ¿Cuál era tu plan de escape, Michael? —le preguntó Steven mientras le devolvía su arma.
—Salir usando el ascensor de este piso, ir con Armony hasta el tercer subsuelo, donde tengo un vehículo estacionado y huir...
Cuando causé el corte de energía eléctrica presupuse que solo afectaría al piso 75, sé que los elevadores de este rascacielos tienen suministro de energía propio, como respaldo en caso de fallas...
Steven meneó la cabeza en forma de negación mientras lo miraba y le respondió:
—Olvídalo, ese plan de escape se acabó, ya no sirve. Ahora, con el incendio desatado, todo el servicio de ascensores por encima del lugar del piso donde está el fuego se encuentra suspendido, por motivos de seguridad. Para bajar, ahora tenderíamos que pasar, sí o sí, por el puesto de control del piso 75, para luego tomar desde allí un ascensor.
Tu plan era bueno, Michael, y hubiera funcionado seguramente de no ser por el incendio.
Michael lo pensó un momento y dijo:
—A pesar de todo, creo que podemos usar el incendio a nuestro favor. Podrías decirle a los guardias que se va ha hacer un traslado de emergencia de Armony a causa del incendio, yo me haría pasar por un agente de respaldo que te acompaña en su custodia y así saldríamos los tres juntos ¿Qué te parece?
—Los guardias de ese piso ya están alertados de la presencia de un intruso. Cuando algo así sucede se ponen en marcha ciertos protocolos especiales.
Todo el mundo debe ser identificado positivamente al pasar por allí y tú, Michael, ni siquiera tienes una identificación biométrica, como el resto del personal; serías detenido ahí mismo. Yo podría pasar por ser el jefe de seguridad, pero no con Armony; a menos que hubiera una autorización directa de Sylvia, ella ya les ordenó bloquear el puesto.
—Entonces, si no podemos bajar ¿Cómo saldremos de este rascacielos? Estamos atrapados —preguntó Armony asustándose.
Steven lo pensó durante un instante, y dijo:
—La única opción sería por... Pero necesitaríamos a uno de los pilotos y ya se retiraron del edificio —dijo entre dientes y de manera poco clara; al darse cuenta de que estaba pensando en voz alta, decidió explicarse mejor:
—En la cima de este rascacielos hay un enorme helipuerto y ahí está el helicóptero en el que trajeron a Armony, podríamos salir usándolo si tuviéramos un piloto.
—Yo puedo pilotearlo. Fui piloto de helicópteros de rescate en Alaska y puedo volarlo —le respondió Michael.
—El destino es un rompecabezas y las piezas siempre terminan encajando a la perfección —dijo Steven con una media sonrisa—. Salgamos así entonces, los tres juntos. Enviaré al personal de los pisos superiores para que ayuden a controlar el incendio del piso 75 y así podremos pasar sin sospechas —agregó mientras se dirigía a la puerta, pero Michael lo detuvo:
—Un momento Steven, yo no vine aquí solo; Daphne me estuvo dando apoyo logístico durante toda la noche. Ella está en el tercer subsuelo del estacionamiento, en la camioneta en la que llegamos.
El semblante de Steven cambió de súbito y se quedó quieto.
—Hola, hija ¿Escuchaste lo que esta pasando? —le preguntó Michael a Daphne tocando el audífono de su oído y agregó:
—Vas a tener que salir sola, en la camioneta y por tu cuenta.
—Sí, papá, pero... —dijo ella y Michael la interrumpió:
—No te preocupes, va a ser simple. Quiero que manejes normalmente hacia la entrada, solo que, cuando llegues, no te detengas en la barrera, acelera, rómpela y escapa a toda velocidad, no van a tener oportunidad de interceptarte.
—Entiendo, papá, pero tengo un problema diferente. Te llevaste las llaves de la camioneta y yo no sé como arrancarla sin llaves —le respondió Daphne preocupada y ansiosa.
En ese momento Michael metió desesperadamente la mano en su bolsillo y sacó las llaves, con horror se dio cuenta de que no había anticipado este devenir de acontecimientos, y había cometido un terrible error...
Miró entonces a Steven, pero no fue necesario que le aclarase nada, aun sin haber escuchado el diálogo completo, él lo había entendido todo. Sin darle tiempo a decir ni una palabra, le sacó las llaves de la mano:
—Yo me encargaré de Daphne, confía en mí, Michael. La sacaré de aquí a salvo —le dijo Steven y luego, mirándola también a Armony, enfatizó—, les doy mi palabra. Ustedes dos váyanse en el helicóptero.
Michael lo miró dudando, su instinto de padre lo impelía a velar de manera personal por la seguridad de su querida hija, sin embargo Armony, perceptiva como toda mujer, vio en los ojos de Steven que él sentía algo especial por Daphne, agarró entonces a Michael del brazo y le dijo:
—Yo confío en él plenamente, y tú también deberías de hacerlo, Michael. Podemos salir todos de este rascacielos, aunque sea por caminos separados.
Michael evalúo todas las alternativas posibles durante un breve momento más y finalmente le dio a Steven el audífono transceptor que tenía para estar en contacto con su hija, diciéndole:
—Daphne está dentro de una camioneta tipo miniván, es de color blanca y tiene vidrios polarizados negros. Con esto estarás en contacto permanente con ella. Confío en ti Steven...
—Cuando pase el piso 75, me lo pondré —le respondió Steven y lo guardó en un bolsillo; entonces por su propio transmisor le ordenó a todo el personal:
—Habla el jefe de seguridad, Steven Wolf. La prisionera será trasladada en el helicóptero hacia una locación segura bajo mi autorización; va escoltada por un agente, no quiero que los detengan ni los retrasen por ningún motivo. También necesitamos a todo el personal disponible para controlar el incendio del piso 75 ¡Acudan de inmediato!
—¡Entendido, señor! —respondieron los guardias.
—Ya está, eso les dará pase libre hasta el helipuerto —dijo Steven.
Michael le estrechó la mano por última vez y lo miró a los ojos haciéndole saber que le confiaba la preciada vida de su hija, Daphne; Steven entendió esa mirada perfectamente y asintió con la cabeza, dándole a entender que lo daría todo por sacarla sana y salva de allí.
Armony sonrió al ver los rostros de ambos y, sin agregar nada más, juntó su mano con las de ellos.
—Vayan, y no se detengan por nada —les dijo Steven; Michael y Armony se retiraron, dejándolo a solas con Sylvia...
Una tensa mirada se cruzó entre ambos y fue Sylvia quien decidió romper el silencio:
—Ni ellos ni tú escaparán de este edificio, te lo aseguro... Lo que no entiendo es el por qué los ayudas... ¿Por qué te sacrificas de este modo? ¿Por qué ahora, Steven? —le preguntó con más odio que curiosidad.
—Bien, creo que es hora de quitarme la máscara que he llevado desde el comienzo. Supongo que al menos te debo una explicación, Sylvia... A pesar de todo, hemos sido compañeros de trabajo durante varios años.
Cuando me uní a la Corporación lo hice en realidad con el único fin de reunir a mi familia, la que perdí cuando era niño. Siempre he buscado la oportunidad de poder acceder a la información sobre ellos que se almacena en las bases de datos.
En cuanto examinaras los expedientes existenciales que pediste no tardarías mucho en descubrir algo de lo que ya estoy seguro: el Peter al que buscas fue mi fallecido hermano mayor, Peter Wolf.
No quiero ni imaginarme lo que tú podrías llegar a hacerle a él o a mí al enterarte de nuestro parentesco directo, Sylvia... Estoy harto de tus brutales métodos y me siento enfermo de solo pensar que los podrías usar con mis seres amados.
Está claro que ya no puedo seguir trabajando para la Corporación y te aseguro que no dejaré que encuentres a ninguno de ellos antes que yo.
Mientras hablamos, se están imprimiendo los expedientes existenciales de toda mi familia, en cuanto salga de esta habitación me los llevaré conmigo y comenzaré a buscarlos... Sin tu orden directa los operadores jamás me hubieran facilitado esa información siendo yo simplemente jefe de seguridad, así que por eso te doy las gracias —acabó diciendo Steven con un sarcasmo final.
Hizo una pausa y regodeándose agregó:
—Por cierto, Sylvia, también me llevaré tu tarjeta chip, es por si necesito acceder a más información en el futuro, desde algún lugar remoto.
—Adelante y úsala cuando quieras, lo estaré esperando ansiosa —le contestó ella. La extraña y desafiante respuesta de Sylvia lo desconcertó, pero en ese momento no tenía tiempo suficiente para analizarla.
Steven tomó el picaporte de la puerta, pero antes de salir se detuvo para darle, sobre su hombro, una última mirada a Sylvia y disfrutar de su momento de triunfo sobre ella...
Sylvia entonces se rió con una carcajada forzada y comenzó a increparlo:
—¿Eso es todo? ¿Ese es el por qué de tu traición justo ahora? ¡Eres un mentiroso! ¿A quién crees que engañas? Esa no es toda la verdad, y lo sabes tan bien como yo.
Podrías haberte quedado colaborando con nosotros y juntos hubiéramos encontrado a toda tu familia, ninguno de ellos hubiera sufrido en lo más mínimo, no somos ningunos monstruos ¿Por qué no dices la verdad de una buena vez? ¡Cobarde!
—Y ¿Cuál es la verdad según tú, Sylvia? —le preguntó él desestimando todo lo que ella decía.
—Simple, la verdad es que estas enamorado de Daphne; y es por ella que decidiste traicionarme...
A mí no me puedes engañar, te vi desde el comienzo, la protegiste siempre, vi la manera en que la mirabas, recuerdo tu rostro cuando yo amenazaba con hacerle daño... Así se comporta un hombre cuando ama a una mujer.
Sylvia hacia gala de toda su intuición femenina, ella había percibido esta atracción de Steven hacia Daphne desde el primer instante, eso la molestaba profundamente y la hacia odiar a Daphne tanto o más que al propio Steven.
—Déjame decirte algo más, Steven; ese también será tu punto débil, tu amor por ella hará que mueras tarde o temprano, eso te lo aseguro.
Steven la miró entonces desafiante y un instante después le dijo:
—¿Y con eso, qué? Si alguna vez hubieras amado a alguien, Sylvia, sabrías que el sacrificio de morir por alguien a quien amas no es algo difícil de aceptar...
Estás en lo cierto, ella me atrae y mucho, de verdad; no suelo sentir por una mujer lo que siento por ella y con placer daría mi vida por la de Daphne ¡Mi muerte por ella tendría sentido!
Una extraña tensión se estableció en ese momento entre ambos...
Sylvia sintió unos celos enfermizos e inexplicables cuando escuchó a Steven declarar su amor por Daphne, y lo odió como nunca antes lo había hecho. De no haber estado herida, en el suelo y desangrandose, hubiera descargado toda su furia sobre él y lo habría asesinado a golpes en ese preciso instante.
Daphne, por su lado y sin que Steven se percatara de nada, dado el fragor de su discusión con Sylvia, había escuchado palabra por palabra toda la conversación a través del transmisor que Michael le había entregado a él.
Sin decir nada, sintió una profunda emoción y supo que no se había equivocado al sentir lo que sentía por Steven desde que lo conoció:
«Mi corazón late con fuerza, me lo esta diciendo», pensó y llevó su mano hacia el centro de su pecho donde un calor especial se intensificaba y un irrefrenable deseo de estar con ese hombre, a quien apenas conocía, crecía con rapidez.
«Yo también lo amo», pensó...
«Conozco esta sensación, es solo que hacía tanto tiempo que no la experimentaba», se dijo a sí misma internamente.
El escuchar que Steven estaba dispuesto a arriesgarse para salvarla, y que daría su vida por ella si fuera necesario, le hizo recordar la historia de como su padre murió por su madre en su vida anterior; una historia de la que se había enterado hacía solo unos días y que la había conmovido hasta lo más profundo de su ser.
Los grandes ojos de Daphne, esta vez más cristalinos que nunca, se humedecieron y una lágrima de alegría y emoción se deslizó por su sonrojada mejilla...
En ese preciso instante, en el que una nueva historia de unión entre dos almas comenzaba, otra llegaba a fin:
—Te diré algo antes de irme, Sylvia. Desde que te conocí tuve la sospecha de que podríamos habernos relacionado en una vida pasada; el trato personal que mantuvimos siempre me dejó una sensación de ambivalencia difícil de razonar. Hoy luego de que despertaste lo dudé más que nunca, sin embargo ahora estoy convencido de que jamás tuvimos relación alguna, y si alguna vez la tuvimos, ya no quedan cuentas pendientes entre nosotros...
¿Y sabes que, Sylvia? Me alegro de que así sea.
Cuando salga de esta habitación, tú, ya serás parte de mi pasado y cualquier lazo que exista contigo en esta vida prefiero olvidarlo para siempre. Quiero que mi futuro sea junto a Daphne y en ese futuro no hay cabida ni siquiera para tu recuerdo.
La furia que sentía Sylvia le impedía responderle, eran tantas las cosas que le quería decir que las palabras, simplemente, se le atoraban en la garganta...
—Nuestra relación también fue desde el principio como una partida de tu juego favorito, el ajedrez. Una partida que termina hoy... Aquí me despido y sinceramente espero no verte nunca más —sentenció Steven mientras salía de la habitación.
—¡Nuestra partida no termina aún, Steven! ¿Me escuchas? ¡Aún no acabamos! ¡Esto finalizará cuando yo lo decida! —le gritó Sylvia explotando furiosa y dando un tremendo puñetazo en el suelo.
Steven se fue y cerró la puerta con llave dejando a Sylvia sola y aislada, sin embargo en su apuro cometió un error...: olvidó inutilizar el intercomunicador que estaba en la pared de la oficina. Sylvia jamás ha desaprovechado una oportunidad de tomar ventaja en toda su vida y nunca dejaría pasar un error así...
La hermosa rubia, aun con la dolorosa bala alojada en su muslo y desgarrándola por dentro, se comenzó a arrastrar sangrando aún más que antes y tratando de llegar hasta el dispositivo que se encontraba fuera de su alcance y a mitad de la pared...
En ese corto lapso de tiempo, Steven se dirigió a la CCR que había quedado sin personal, y aprovechando el anonimato, tomó toda la información impresa de su familia y la guardó en una cartera portadocumentos, apagó algunas cámaras de seguridad y rápidamente se dirigió hacia el piso 75.
Cuando llegó, vio que aún quedaba un pequeño sector en llamas; todo estaba lleno de humo y agua del sistema de aspersores de emergencia.
Atravesó fácilmente el puesto de seguridad, pero mientras pasaba entre el personal que terminaba de controlar el incendio con extintores escuchó que, de atrás, alguien le gritaba:
—¡Alto, señor, deténgase! —era un guardia de seguridad, que se dirija hacia él.
Steven decidió ignorarlo, simuló no haberlo escuchado y siguió avanzando directamente hacia las escaleras de manera apresurada; necesitaba llegar cuanto antes al piso 74 para tomar desde allí el ascensor hasta el tercer subsuelo...
—¡Señor, jefe de seguridad, deténgase de inmediato, ahí mismo!
Steven se dio cuenta que no podía continuar ignorándolo y tenía que responder a la requisitoria del guardia o el asunto pasaría a mayores ¿Se habría dado cuenta de algo el guardia? ¿Alguien habría encontrado a Sylvia y notificado del hecho sin que él lo supiera? Eran preguntas a las que pronto les encontraría una respuesta.
—¿Qué sucede? —preguntó Steven, dándose media vuelta y colocando su mano en la cacha de su arma secundaria, una pistola de pequeño calibre que llevaba oculta en la espalda y sujeta con su cinturón.
El guardia se le acercó hasta estar a un metro de distancia de él:
—Señor, tenemos el piso asegurado; el incendio se encuentra prácticamente controlado ¿Debemos cancelar el llamado a los bomberos?
En ese instante Steven respiró aliviado y respondió:
—Es una excelente noticia la que me da; muy buen trabajo. Manejaremos este incidente de manera interna; adelante, llame al cuartel de bomberos y cancele la alarma.
—¡Sí, señor, de inmediato! —dijo el guardia y se retiró a cumplir con la orden.
Steven continuó hacia el piso inferior en busca de un ascensor habilitado para ir junto con Daphne.
Mientras tanto, con un gran dolor en su pierna herida y la furia propia de una mujer orgullosa, Sylvia se incorporó valiéndose de la silla donde, hacía solo minutos, estuvo sujeta Armony y logró alcanzar el intercomunicador, dejando un enorme charco de sangre en el suelo.
Con su visión borrosa, muy mareada y debilitada, se afirmó como pudo, apoyó su mano en el aparato y dijo con su voz entrecortada:
—Atención... Habla la directora de personal, Sylvia Arrow. Cierren todo el edificio de inmediato. La prisionera ha escapado, se dirige al helipuerto, deténganla a toda costa; va acompañada por el sospechoso, mátenlo de ser necesario. El jefe de seguridad, Steven Wolf, es un traidor y los está ayudando, se dirige al estacionamiento a reunirse con una espía para huir juntos, captúrenlo con vida y detengan a la mujer.
En ese momento sus fuerzas se agotaron y se desmayó por la perdida de sangre, sin embargo había logrado actuar antes de que sus rivales pudieran hacer su movimiento final.
Anillos de fuego
Steven llegó al tercer subsuelo del estacionamiento. Buscando a Daphne y apurando el paso, fue directo hacia la camioneta miniván blanca donde Michael le había dicho estaba ella y usando las llaves abrió la puerta lateral.
Daphne se sonrojó de inmediato al verlo y su semblante de temor cambió por expectativa, por un instante se sintió como una auténtica princesa siendo rescatada por un caballero de brillante armadura.
—Gusto en verte nuevamente, Daphne. Quédate tranquila ya estoy aquí, todo va a estar bien, te voy a poner a salvo —le dijo él mientras dejaba en la camioneta la cartera portadocumentos que llevaba consigo y extendía su mano hacia ella.
Daphne la tomó y Steven la ayudó a bajar del vehículo.
Ella temblaba de los nervios, sin embargo, confiada por lo que había escuchado a través del trasmisor, en cuanto bajó de la camioneta se abrazó a Steven buscando algo de contención por parte de él y demostrándole su afecto al mismo tiempo, Steven la abrazó también, dándole protección y seguridad.
Durante un instante, Daphne apoyó su cabeza en el pecho de él para escuchar los latidos de su corazón, que eran tan fuertes como los de ella. Luego alzó su mirada y lo vio directo a los ojos, sus pupilas estaban dilatadas, al igual que las de ella, y ambos mantuvieron una conexión visual muy especial, sumidos en ese estado en el que se transparentan todos los sentimientos.
En ese momento, el tiempo pareció detenerse para ambos...
Sin embargo el instante fue roto cuando desde la CCR comenzaron con el proceso de cierre del edificio.
Para separar y aislar los distintos subsuelos entre sí y con el objetivo de bloquear completamente el paso tanto a vehículos como a personas hacia los niveles colindantes del estacionamiento, grandes cortinas metálicas y cuadriculadas, semejantes a redes, se estaban desplegando desde el techo de manera automática:
—¡Están cerrando el estacionamiento! Huyamos en la camioneta mientras podamos —exclamó Daphne, pero Steven permaneció parado, serio—.Vamos rápido ¿Qué esperas? Escapemos antes de que esas cortinas bajen del todo, Steven.
—Sería inútil, el estacionamiento se cierra desde los niveles superiores hacia los inferiores. En este momento todo por encima nuestro ya se encuentra cerrado. Con mucha suerte, solo conseguiríamos pasar antes de que esa cortina metálica se cerrase completamente, después y más arriba nos toparíamos con más medidas de bloqueo; cuando el edificio se cierra salir no es algo tan simple, Daphne...
—¿Hay alguna otra salida que podamos usar?
—No, Daphne, lo siento.
—Tal vez podríamos tomar el ascensor y salir por la entrada principal de la planta baja —sugirió Daphne buscando una opción simple y rápida, sin embargo su idea fue descartada de inmediato por Steven:
—La entrada principal va a estar llena de guardias, nunca los pasaríamos...
—Pero tú eres su superior, puedes ordenárselos como hiciste en mi casa.
—No creo que a esta altura aún conserve mi status, Daphne —le respondió él. Steven sabía muy bien que una orden tal como la del cierre total del edificio solo podía ser dada por alguien con rango directivo y esa persona, sin duda alguna, había sido Sylvia.
—¿Qué vamos a hacer entonces? —preguntó Daphne comenzando a desesperarse.
—Sea lo que sea, va a tener que ser rápido, no creo que nos quede mucho tiempo, aunque, justo antes de bajar, me aseguré de inhabilitar todas las cámaras de vigilancia del estacionamiento y no deberían de saber donde estamos.
Seguramente en este momento están enviando guardias a revisar todos los subniveles del estacionamiento; el protocolo indica comenzar por el nivel inferior e ir subiendo... Eso es el subnivel cinco, dos pisos por debajo de donde estamos; eso nos da un poco de tiempo, pero cuando lleguen aquí nos encontrarán y nos detendrán. Le di mi palabra a Michael de que te sacaría de este edificio y te pondría a salvo, y lo haré, Daphne.
—No sé como piensas lograrlo —le replicó ella con sincera incredulidad.
Steven recorrió el estacionamiento entero con su mirada y luego miró hacia la gran red metálica que obstaculizaba la ruta de escape analizándola de arriba abajo al tiempo que elucubraba un arriesgado plan...
Un instante después, tomó gentilmente de ambos brazos a Daphne y mirándola de frente le dijo:
—Solo te pido una cosa... Quiero que tengas fe en mí.
Los ojos de Steven demostraban una confianza absoluta, estaba dispuesto a hacer todo lo que fuera necesario para cumplir con su palabra; en ese momento, Daphne se sintió absolutamente protegida y sus dudas se disiparon:
—Confío en ti, no sé lo que harás, pero tengo fe en ti, Steven. Se que nada te detendrá —le dijo con una sonrisa.
Steven caminó entonces presuroso hacia una moto azul, deportiva y de gran cilindrada, que estaba a pocos metros de ellos. Se agachó apoyando su mano en el asiento y la comenzó a describir:
—Motor de 1000 centímetros cúbicos, 300 caballos de potencia, solo tiene 120 kilómetros y neumáticos de alta tracción, prácticamente nuevas... Esta belleza puede acelerar de cero a cien kilómetros por hora en tres segundos.
—Veo que sabes acerca de motos deportivas —dijo ella impresionada.
—Aprendí mucho sobre vehículos en el ejército. Las motos son mis favoritas y, modestia aparte, sé pilotearlas muy bien; he llegado a correr algunas carreras en varias competencias, aunque no profesionalmente —le respondió él sonriendo orgulloso.
—¿No pensarás usar esa cosa para atravesar las cortinas metálicas a toda velocidad, me imagino?
—Por supuesto que no, se destrozaría al primer impacto —le respondió él con una leve risa—. Una moto como esta es potente, ágil y muy rápida, pero no es fuerte, además «cuando vas en una moto tu cuerpo es parte de la carrocería».
Steven se incorporó y fue hacia la camioneta nuevamente, con Daphne que lo seguía de cerca a cada paso como si fuera su sombra.
—Ya se que haremos, Daphne, tengo un plan ¿Viste esa moto? Bien, me dio una idea —dijo mientras tomaba un destornillador grande de la caja de herramientas de la camioneta.
Volviendo a la moto nuevamente, Steven forzó, aunque sin romper, la cerradura del maletero bajo el asiento y sacó un reluciente casco de adentro.
—Veo que además sabes de cerraduras —dijo Daphne con un dejo de reproche hacia lo que estaba haciendo Steven— ¿En el ejército también te enseñaron a violar cerraduras, o fue internet?
Steven no le respondió y solo esbozó una media sonrisa.
—Quiero que te pongas este casco, Daphne; luego sube a la cabina de la camioneta y siéntate en el asiento del acompañante...; abróchate muy bien el cinturón de seguridad, yo iré en un momento.
Daphne, asustada por lo que se imaginaba que iba a pasar, obedeció y esperó en la cabina, rezando en voz baja. Escuchó que Steven hacía algo en la parte trasera de la camioneta pero no se atrevió ni a mirar; un momento después, él se subió en el asiento del conductor y tomó el volante.
Steven encendió el motor y posicionó el vehículo justo enfrentando a la cortina metálica, luego dio marcha atrás y retrocedió en línea recta tanto como pudo hasta alcanzar la máxima distancia viable; entonces frenó y mirando al frente dijo:
—Cuando el edificio se cierra se activan múltiples medidas de bloqueo, la primera con la que nos encontraremos serán estas cortinas de seguridad que bajaron. Son una por cada piso, estamos en el tercer subsuelo, así que tendremos que atravesar tres cortinas como esta en total.
Daphne lo miró preocupada. Steven no la miró y continuó diciéndole:
—De todos modos estas cortinas son la parte fácil; aunque sean como redes metálicas tienen una dureza media, pueden dañar vehículos pero no detenerlos.
Cuando lleguemos al nivel de la calle nos espera la verdadera parte difícil: allí nos encontraremos con un sistema de barrera de suelo consistente en una franja de dientes metálicos destinados a romper los neumáticos de cualquier vehículo que los atraviese, ese bloqueo abarca el único camino de salida de punta a punta y es imposible de evadir...
Por si eso no fuera suficiente, la última medida de bloqueo es la reja principal del estacionamiento, cubre la salida en su totalidad y es muy diferente a estas redes metálicas. Esa reja es muy fuerte, está hecha de acero y barrotes de hierro reforzados, ha sido diseñada para ser como una pared móvil... Cuando fue instalada, sus fabricantes aseguraron que una vez cerrada es absolutamente imposible que un vehículo civil consiga escapar simplemente embistiéndola.
Voy a tratar de llegar hasta ella y chocarla de frente a toda velocidad, Daphne...
—¿Chocarla de frente? —preguntó ella alarmada y titubeando.
—Sí, y seguramente habrá un grupo de guardias armados esperándonos afuera del edificio, estarán seguramente en la playa de estacionamiento externa —le respondió él.
Entonces, con una media sonrisa, Steven giró su cabeza y mirándola directamente a sus ojos le preguntó:
—¿Aún confías en mí, Daphne?
La mirada de él, buscando su apoyo, la hizo cambiar de actitud de inmediato y todo su miedo se convirtió en un deseo de apoyarlo en lo que ella sabía que sería algo muy peligroso para ambos.
Todo temor que hubiere y cualquier duda que se plantease era justificada ¿Podría la camioneta aguantar los embates contra las impenetrables medidas de bloqueo? ¿Cuál sería el estado del vehículo al salir del edificio, si llegase a salir? ¿Podrían huir aún? ¿Realmente este plan tenía alguna posibilidad de funcionar? Fuera cual fuera el futuro una sola cosa era segura, Daphne y Steven lo tendrían que enfrentar juntos.
Daphne entonces lo acarició en el rostro con la palma de su mano:
—Confío en ti, Steven, más de lo que te imaginas —le dijo suavemente... Para él, la confirmación de ella fue lo único que necesitaba para arriesgar el todo por el todo.
—Sujétate entonces; esto va a ser violento —dijo Steven y con esas últimas palabras comenzó a acelerar la camioneta mientras la frenaba en el lugar con el freno de mano... Los neumáticos comenzaron a emitir un chirrido ensordecedor y empezó a salir una gran cantidad de humo, producto de la fricción del caucho en el suelo; y cuando el motor alcanzó las revoluciones que él buscaba, soltó el freno liberando toda la potencia del vehículo.
La miniván aceleró a velocidad plena, Daphne se agarró con fuerza de su asiento preparándose para el inevitable impacto «Dios mío, protégenos», pensó mientras cerraba los ojos dentro de su casco.
Solo un instante después, la camioneta embistió de frente a la primer cortina metálica arrancándola de sus correderas laterales con facilidad.
Steven giró rápidamente el volante para no perder potencia y subir al siguiente nivel del estacionamiento con la mayor velocidad posible, las cubiertas rechinaron con un sonido agudo y dejaron marcadas sus huellas por todo el suelo; con la cola de la camioneta golpeó unos vehículos en el brusco giro, dañando levemente la parte trasera de la miniván y rompiendo sus luces traseras del lado del conductor, pero eso le sirvió al mismo tiempo para recuperar el control y la estabilidad de su vehículo y subir por la rampa en curva...
Ya transitando el siguiente subnivel y a toda velocidad, enfiló su trayectoria hacia la siguiente cortina:
—Ahí viene la segunda ¡Sujétate fuerte, Daphne! —dijo y el motor rugió con furia nuevamente.
Con gran potencia, Steven chocó contra la segunda cortina arrancándola como a la anterior. En esta ocasión la miniván sintió el impacto, había quedado ya debilitada por el choque previo y esta vez los vidrios de la cabina se rajaron en varios puntos; Daphne gritó asustada mientras se agarraba firme del asiento, clavando sus uñas en el tapizado.
Steven la miró por el rabillo del ojo para comprobar si ella estaba bien mientras maniobraba nuevamente y a toda velocidad, tomando la curva de acenso temerariamente y sin tocar los frenos para nada.
La camioneta rozó esta vez contra la pared con bastante fuerza, fue el lado del acompañante el que sufrió el golpe y comenzó a saltar una gran cantidad de chispas de ese sector, la cabeza de Daphne se sacudió contra la puerta impactándola con un golpe seco, pero el casco impidió que ella sufriera daño alguno.
Con cada maniobra que hacía, Steven parecía tomar más práctica para la siguiente.
Ya circulando por el primer subnivel, enfiló la miniván directamente hacia la tercera y última cortina, pero aún más rápido todavía y esta vez sin decir ni una sola palabra la embistió, arrancándola como las anteriores solo que con más violencia todavía.
El impacto afectó al vehículo en toda su estructura, el parabrisas del frente se desencajó parcialmente, pero se mantuvo en su lugar sujeto aún por el burlete, el chasis completo se deformó un poco y las puertas de la cabina quedaron trabadas.
Todo parecía indicar que la camioneta no aguantaría mucho más daño, sin embargo nada parecía inmutar a Steven, que con una mirada decidida se enfocaba solamente en los obstáculos finales mientras ascendía por última vez.
Al llegar al nivel de la calle Steven y Daphne pudieron ver a la distancia la salida del estacionamiento.... A la velocidad que iban llegarían en cuestión de segundos, pero lograr escapar era algo que aún estaba muy lejos:
Tal y como lo había anticipado Steven, la impenetrable reja principal ya estaba completamente cerrada y para empeorar aún más las cosas, treinta metros antes de llegar a ella, debían atravesar por la peligrosa y temible barrera de suelo, que los esperaba lista para destrozar los neumáticos de la miniván.
«Lo mejor es seguir en línea recta y tratar de llegar a la salida con toda la potencia que pueda lograr, solo espero no perder el control», pensó Steven mientras enfilaba la trayectoria dispuesto a pasar directamente sobre la barrera de suelo e ir contra la reja principal.
—¡Dios mío! —exclamó Daphne al ver el poderoso mecanismo que emergía del suelo armado con sus grandes y filosos dientes metálicos preparados para cortar a cualquier cosa que se atreviera a pasar por encima de ellos.
Sin dudarlo ni un instante, Steven metió el último cambio de marcha y pisó el acelerador buscando toda la potencia posible esta vez; el momento de velocidad plena duró solo un momento, en cuanto la camioneta llegó a los afilados dientes, sus cuatro neumáticos fueron destrozados inmediatamente, quedando hechos jirones que con rapidez se comenzaron a desprender de las llantas volando por los aires a medida que avanzaba y un torrente de chispas comenzó a salir de las cuatro ruedas.
Steven aceleró al máximo entonces, pisó el pedal del acelerador totalmente hasta el fondo, ya no le importaba si el motor estallaba, ya que pocos segundos después todo quedaría destrozado; el tacómetro de la miniván llegó a la zona roja de su escala marcando el límite de revoluciones que podía soportar la máquina.
El control del vehículo se volvió crítico, apoyado solamente en sus cuatro llantas, Steven apenas podía mantener una trayectoria recta hacia la reja principal...
Zigzagueando por momentos, impactó rozando con violencia a algunos vehículos a los costados y derribando algunas motos también. Para su sorpresa, mantener el vehículo controlado era mucho más complicado de lo que había imaginado:
«Tengo que acertar directamente en la reja, no puedo fallar», era el único pensamiento en la cabeza de él, sabiendo que ya no había marcha atrás, ni tampoco una segunda oportunidad...
Las llantas se pusieron al rojo vivo y brillaban como anillos de fuego, saltaban chispas por todos lados, el motor rugía con la furia de un animal embravecido, el ruido era ensordecedor.
Los guardias que esperaban más allá de la reja escucharon el estrépito y se miraron entre sí desconcertados. Sin saber que era lo que ocurría en el interior del enorme garage, uno de ellos se acercó hasta la reja para ver todo más de cerca y con mayor claridad...
—¡Por Dios! ¿Esta loco? —exclamó el guardia mientras caminaba hacia atrás apartándose de la fuerte reja con su rostro desencajado y sus ojos bien abiertos, había divisado al bólido que se acercaba.
—¡Rápido, apártense de la reja, la va a chocar! —les gritó a los demás y todos se tiraron a los costados alejándose de la zona de impacto.
Faltando menos de diez metros para el final de su frenético recorrido, Steven estuvo seguro ya que impactaría a la reja principal justo en el centro y completamente de lleno, precisamente como él quería y sonrió decidido. Solo un segundo antes del choque estiró sus brazos tanto como pudo y tomó el volante con todas sus fuerzas empujando su cuerpo contra el asiento, cerró de inmediato sus ojos y bajó la cabeza alistándose para el brutal impacto...
Hubo un gran estruendo y el choque fue terrible, la reja se hundió varios centímetros en el motor, aplastando todo el frente de la camioneta; la cabeza de Daphne golpeó el parabrisas frontal astillándolo, pero el cinturón de seguridad sujetó su cuerpo firmemente contra el asiento evitando que sufriera daños.
La inercia que llevaba la camioneta la convirtió en una virtual bola de demolición que arrancó a la pesada y dura reja principal de sus firmes anclajes hacíendola volar por el frente del edificio varios metros.
Con respecto a la miniván, eso fue todo para el pobre y destrozado vehículo que, ya con su motor inservible y la dirección completamente rota, realizó un medio giro y quedó en el centro de la playa de estacionamiento de la entrada, apuntando con su parte trasera hacia la calle.
De golpe, el ruido ensordecedor y la frenética acción fueron remplazados por una quietud absoluta... Ya estaba lloviendo, los sonidos de las gotas cayendo y el viento dominaban la escena nocturna.
Todo quedó iluminado solamente por las luces de la calle y de la playa de estacionamiento, que se reflejaban por doquier sobre las brillantes superficies mojadas...
Los esporádicos flashes de los relámpagos eran cada vez más frecuentes y junto con las ráfagas de viento, que soplaban a cada instante con mayor intensidad, anticipaban una fuerte tormenta que se desataría en cualquier momento.
En el suelo se estaban formando los primeros charcos de agua.
Un delgado humo salía del caliente motor de la camioneta, que ahora estaba detenido, roto y goteaba toda clase de fluidos que se mezclaban con la lluvia. Un intenso olor a metal caliente salía de las llantas, mientras perdían su brillo ardiente al contacto con el agua que convertían en vapor.
Tímidamente y aún conmocionados por la violencia del choque, los guardias de la Corporación se incorporaron y rodearon a la miniván con sus armas desenfundadas y apuntándole con sus linternas.
No lograban ver nada dentro de la cabina, los vidrios polarizados se lo impedían, ya que, si bien estaban completamente astillados, aún se mantenían íntegros y en sus lugares, sujetados solo por la delgada película de su plástico protector y sus burletes.
Uno de los guardias trató entonces de abrir la puerta del acompañante, pero la estructura deformada de la camioneta había trabado tan firmemente las puertas de la cabina que se necesitarían herramientas de corte de metal para abrirlas, con su cabeza hizo una seña negativa mientas miraba a los demás.
Un instante después, otro de los guardias hizo una seña similar al comprobar la puerta lateral de la caja de la miniván, que también estaba visiblemente golpeada y asimismo trabada...
Solo quedaba un acceso posible a la camioneta: las puertas traseras.
Eran las únicas puertas que no habían sufrido algún impacto directo y que se encontraban aún intactas. Todos enfocaron su atención en ellas...
Extremando su cautela, y con sus armas y linternas apuntando hacia ese sector, los guardias se acercaron. Se hacían señas mudas unos a otros en todo momento, temiendo algún furtivo ataque desde el interior.
El más cercano de los hombres agarró finalmente el picaporte de una de las puertas listo para abrirla, pero repentinamente se detuvo y retrocedió un par de pasos al percibir que alguien hacia ruidos dentro de la camioneta.
Un instante después y con sorpresa, escucharon el sonido de un potente motor que arrancó dentro de la camioneta; quedaron confundidos y un segundo después vieron una fuerte luz que se encendió por dentro y que se filtraba por los bordes de las puertas traseras.
Todos los guardias retrocedieron varios pasos ante la inminencia de algo desconocido. El fantasmal motor rugió con fuerza y así lo hizo un total de tres veces, casi como una advertencia final...
—¡Cuidado, apártense de las puertas! —gritó uno de los hombres a sus compañeros al sospechar lo que se avecinaba.
Solo un segundo después ambas puertas fueron abiertas en par con violencia por la misma moto deportiva de la cual Steven había robado el casco y que había ocultado en la camioneta como parte se su plan de escape.
Con un ágil salto de varios metros, el poderoso vehículo se proyectó hacia afuera de la miniván con Steven como piloto y Daphne de acompañante, fuertemente abrazada a él por detrás.
La deportiva moto tomó el suelo con gran velocidad, se escuchó el chirrido corto pero fuerte y agudo de sus neumáticos al contactar el pavimento.
Usando toda su experiencia como piloto, Steven aceleró a una velocidad impresionante en una fracción de segundo, sin darle tiempo a ninguno de los guardias de hacer ni un solo disparo. Instantes después, él y Daphne se alejaron completamente de la zona de peligro, internándose por las laberínticas calles de la ciudad y desapareciendo con destino desconocido...
Gotas en el viento
Mientras tanto, en el otro extremo del rascacielos, Michael y Armony estaban llegando al helipuerto de la cima.
Corrían por las escaleras finales y, aunque aún estaban dentro del edificio, escuchaban el sonido de los potentes truenos que eran cada vez más intensos y frecuentes, indicando que el epicentro de la gran tormenta se encontraba prácticamente sobre ellos.
«Maldita tormenta, tenía que desatarse justo ahora... Lo va a complicar todo», pensó Michael preocupado.
Las condiciones no eran las ideales para volar un helicóptero y Michael lo sabía muy bien, pero no quería decirle nada a Armony para no preocuparla más de la cuenta, al fin y al cabo, ella no podía hacer nada al respecto.
En ese momento llegaron a la puerta que daba al exterior, era una puerta doble, bastante grande, fuerte y pesada; allí hicieron una pausa para recuperar el aliento:
—Ya casi lo logramos, Michael; llegamos sin problemas, solo espero que Daphne y Steven estén bien por su lado —dijo Armony, bastante agitada.
—Seguramente están bien, Armony; preocúpate más por nosotros, ahora... Esos truenos no me gustan para nada; ruego que no se trate de una tormenta muy fuerte —le respondió Michael, esperando que con su comentario, Armony, se concentrara más en su situación cercana que en otra de la cual no tenía ya control alguno. Acto seguido, procedió a abrir las puertas.
En cuanto Michael giró el picaporte, una potente ráfaga de viento los recibió, azotando las puertas contra las paredes con mucha violencia; Armony se asustó y dio un grito corto mientras se tapaba el rostro con su brazo y cerraba los ojos.
La tormenta se estaba desatando con mucha fuerza; ya desde hacía un rato había comenzado la lluvia que, para ese momento, se había intensificado notoriamente y las condiciones climáticas en la cima de un edificio tan alto como el de la Corporación eran mucho peores que en cualquier otro lado...
—¡Vamos, Armony, rápido! —le gritó Michael, ya que el viento soplaba tan fuerte que costaba hacerse oír.
Corrieron directamente hacia el helicóptero. Michael entró primero, sentándose en el asiento del piloto y Armony rodeó a la aeronave para ingresar por el otro lado.
Al tiempo que Michael empezaba a preparar el despegue Armony intentaba abrir la puerta del lado del copiloto, pero tenía un problema, parecía atascada...
—Vamos ¿Qué pasa? ¡Ábrete ya!—decía para sí misma mientras luchaba por abrirla.
Sin demora, el motor de la aeronave encendió y las aspas comenzaron a girar lentamente mientras tomaban la inercia necesaria para elevarse.
Michael, concentrado en el despegue, comprobaba los controles principales, haciendo un rápido chequeo prevuelo; con todo el viento y el ruido del motor, no escuchaba que Armony no podía entrar en la cabina.
—Vamos, abre... ¡Michael ayúdame no puedo entrar, esta puerta esta trabada! —gritó Armony mientras forcejeaba insistentemente y golpeaba la puerta con la palma de su mano. Los gritos de Armony hicieron finalmente reaccionar a Michael que, al ver lo que le pasaba, trató de abrir la puerta desde adentro..., sin conseguirlo.
—¡Es inútil, no va a abrir, esta cerrada con llave, Armony! ¡Prueba con la puerta trasera! —le gritó él, señalándole la puerta que estaba por detrás.
Armony trató entonces de abrir la puerta que daba acceso al sector de los pasajeros, pero también estaba cerrada con llave y era imposible abrirla.
El rotor principal llegó en ese instante a su régimen pleno y quedó listo para despegar. El viento era tan fuerte que empezó a mover al helicóptero de su emplazamiento.
Armony, apurándose, fue hacia el otro lado de la aeronave y trató con la otra puerta de la cabina, sin poder abrirla tampoco; parecía que solo la puerta del piloto era la única abierta.
—¡Olvídalo, Armony, no pierdas más tiempo, ven y sube por aquí, usa esta puerta y pasa por encima mío! —le gritó Michael abriendo su puerta mientras le hacía señas con sus manos para que comprendiera todo a pesar del ruido.
Armony lo entendió y fue hacia la puerta del piloto, dispuesta a entrar por allí a la cabina, como le había dicho Michael y así ocupar su lugar para poder despegar de una buena vez...
En ese momento, un enorme relámpago cruzó por el firmamento e iluminó todo en la cima del rascacielos, fue seguido de un fuerte trueno que hizo vibrar hasta al agua de los charcos que se habían formado en el helipuerto...
Con el destello del rayo, Michael vio que, aproximadamente a unos treinta metros de distancia, se recortaron las siluetas de un par de guardias que le apuntaban con sus armas directamente a él.
Inmediatamente y sin hacer ni una sola advertencia, los dos guardias abrieron fuego al mismo tiempo:
Los primeros disparos impactaron de lleno en el parabrisas frontal del helicóptero, atravesándolo completamente; Armony, en un acto reflejo, se tiró de espaldas al suelo, protegiéndose la cabeza con sus brazos, muy asustada...
Las balas pasaron a solo centímetros de Michael, milagrosamente ninguna lo hirió, aunque bastaron para que se diera cuenta de que los guardias lo tenían en la mira y que no fallarían nuevamente; habían decidido matarlo a él, que era el piloto, para así evitar que Armony escapara en el helicóptero.
Sin más tiempo ni opciones, Michael despegó elevando el helicóptero a solo un metro del helipuerto, altura suficiente para poder maniobrar... Realizó un giro en el lugar, lo que le permitió colocar a la propia aeronave como escudo, obstaculizando la línea de ataque de sus agresores y así protegerse, al menos momentáneamente, de los disparos, que no cesaban...
Sin embargo, lejos de estar más a salvo, los fuertes y traicioneros vientos, que se arremolinaban en la cima del edificio, hacían muy peligroso un desplazarse a tan baja altura; en cualquier momento una artera ráfaga podría hacerlo estrellarse contra el propio helipuerto, desencadenando un desastre.
Michael trataba ahora de sostener el helicóptero estable y cerca del suelo para así facilitarle a Armony el que pudiera subir a bordo, pero también necesitaba alejarse del rascacielos cuanto antes:
—¡Armony, rápido, sujétate del patín del helicóptero! No tenemos más tiempo, tengo que despegar ya mismo o no saldremos nunca de aquí —le gritó desesperado.
Tirada en el suelo, entre el ruido ensordecedor del helicóptero, sumado a la tormenta, su cabello que no dejaba de arremolinarse, tapándole los ojos y los guardias, que estaban disparando con sus armas, Armony no alcanzaba a evaluar la situación del todo.
Confundida y asustada, solo atinó a obedecer a Michael y se agarró con fuerza del patín de la aeronave que estaba del lado del piloto; al verla asida a él, Michael elevó decididamente el helicóptero, con Armony colgando de manera precaria y peligrosa, entre los disparos de los guardias, que ya no eran tan certeros ante un blanco móvil.
La tormenta se desató en ese instante con una furia inusitada y la lluvia comenzó a caer a raudales, empeorando aún más la situación. El cuerpo de Armony se comenzó a mojar demasiado y en segundos, su agarre se tornó casi imposible; el patín del helicóptero se volvía cada vez más resbaladizo, era como si estuviera aceitado, apenas podía sostenerse:
—¡Michael, ya casi no puedo agarrarme, me estoy resbalando, voy a caer, ayúdame! —comenzó a gritar Armony aterrada.
Pero Michael poco podía hacer por ella, el apresurado despegue y los turbulentos vientos, que soplaban a esa altura con una furia terrible, sacudían al helicóptero al azar, haciéndole dar bruscos giros descontrolados.
Con sus uñas, Armony trataba de sostenerse hasta lo último que sus fuerzas le permitieran mientras el más puro terror la invadía...
«No quiero morir, no ahora que los he recuperado ¡Dios mío, por favor, ayúdame! Quiero vivir con Daphne y con Michael lo que me resta de vida y durante muchos años más... No me alejes de ellos, te lo imploro, Señor», esos pensamientos, que eran ruegos desesperados, inundaban la mente de Armony, sin embargo parecían ser sus últimos deseos.
Michael movía el mando de paso cíclico, junto con los pedales de guiñada y la palanca de paso colectivo tan rápido como podía, tratando de manera desesperada de retomar el dominio de la aeronave, que giraba casi sin control ante las furiosas ráfagas de viento, que la sacudían como a una hoja en el aire; Armony sentía que, a pesar de que estaba usando todas sus energías, la fuerza centrífuga y los constantes sacudones la condenaban a una muerte inminente...
En medio de su denodada lucha por sobrevivir, Armony pudo apoyar uno de sus pies en el patín del helicóptero para agarrarse mejor, sin embargo en ese preciso momento, en el que por fin pudo sujetarse con firmeza, la aeronave dio un brusco giro y se inclinó de lado cuarenta y cinco grados... Armony se patinó y no pudo agarrarse más, se soltó completamente quedando suspendida en el aire, a cien pisos de altura y sin estar asida a nada...
Michael vio como todo esto pasaba en cámara lenta: los ojos sorprendidos de Armony; su cuerpo en el aire, alejándose hacia el vacío; sus manos estiradas hacia él, tratando de agarrarse de algo; su expresión de puro terror...
Sin dudarlo ni un instante, Michael soltó la palanca de dirección de la aeronave y abrió la puerta al costado suyo, golpeándola violentamente con su hombro; sacó parte de su cuerpo hacia afuera y alcanzó a sujetar a Armony por uno de sus antebrazos.
Entonces, con su otra mano, pasó a tomar la palanca de vuelo principal para intentar recobrar parcialmente el control del helicóptero y enderezar la nave.
Había estado a una fracción de segundo de perder a Armony para siempre... Ahora era él quien la tenía firmemente sujeta, pero eso no parecía ser suficiente para ponerla a salvo aún; el agua, que caía sin cesar, hacía que Armony se le escapara de a poco.
—¡Me resbalo, Michael, no me sueltes!
—¡No vas a caer, no te dejaré morir, Armony, te lo juro!
En ese instante, la puerta del piloto fue arrancada por el viento y voló por los aires hacia el abismo, perdiéndose entre las tinieblas de la noche, casi como si fuera un fatídico anticipo de lo que le pasaría a Armony, si la situación no se controlaba pronto...
«No puedo volar con una sola mano, vamos a estrellarnos, será contra un edificio o será contra la calle, pero vamos a morir ¡Eso es seguro!», pensó Michael..., y tenía razón. Con su mano sujetaba solamente la palanca de dirección y el helicóptero se precipitaba irremediablemente hacia el suelo: necesitaba sujetar también la palanca de paso colectivo, que controla la aceleración de la nave para elevarla.
En un desesperado intento por sobrevivir, Michael comenzó a alternar la única mano que podía usar entre ambas palancas, sujetando por momentos el mando de dirección y por momentos el de elevación.
Armony, mientras tanto, seguía resbalándose y no podía evitarlo, trataba de usar sus dos manos para sujetarse del brazo de Michael o de alguna parte del helicóptero, pero le era imposible; sus fuerzas se agotaban y con ellas sus esperanzas, mientras que la aeronave caía hacia el vacío y a cada segundo, con mayor velocidad.
«No puedo sujetar bien a Armony y controlar el vuelo del helicóptero en medio de esta maldita tormenta, de este modo... Solo estoy retrasando lo inevitable», pensó Michael sabiendo que estaban en una situación crítica.
«Vamos a morir ambos, lo sé, Daphne va a quedar huérfana nuevamente, Michael no va desistir hasta el final, él va a morir conmigo», este pensamiento se adueñó por completo de la mente de Armony, repitiéndose sin cesar...
Los indicadores del tablero de la aeronave eran implacables: la aguja del altímetro giraba a toda velocidad mientras que el helicóptero se precipitaba hacia el suelo y todas las alarmas de a bordo sonaban, indicando el peligro y la inevitable destrucción que ocurriría en pocos segundos más.
En la calle, algunos peatones se percataron del inminente accidente y comenzaron a gritar horrorizados al tiempo que corrían alejándose lo más posible de la zona de impacto.
«No tenemos por que morir ambos, solo puedo hacer una cosa... Perdóname, Michael», pensó Armony y abrió entonces los dedos de la única mano con la que sujetaba el brazo de Michael para soltarse finalmente de él y liberarlo de su pesada carga...
Durante un breve instante, en el que el tiempo pareció detenerse para ambos, las gotas de lluvia se suspendieron en el aire, las hélices del helicóptero quedaron congeladas y un silencio absoluto se estableció, la mirada de Armony se cruzó con la de Michael en un adiós, las imágenes de sus rostros se reflejaron en las miles de gotas que los rodeaban, y sus lágrimas de mezclaron con la lluvia.
A pesar del miedo que ella tenía, con su mirada le decía sin hablar «déjame ir Michael, pronto todo terminará para mí... Hiciste lo posible, continúa tú solo y evita un desastre mayor».
Sin embargo Michael estaba dispuesto a seguir junto a ella hasta el final, sin importarle ni su propia vida; nada lo haría perder su objetivo de salvarla, ni siquiera el hecho de que Armony misma dejara de luchar: de ser necesario, él lucharía por ambos.
Con más furia que fuerza, Michael dio un grito de esfuerzo tremendo y se estiró una vez más, sacando su cuerpo afuera del helicóptero, quedando apenas sujeto solo por su cinturón de seguridad y casi a punto de caer él también...
Esta vez logró agarrar firmemente a Armony de ambos brazos, entonces, con todas sus fuerzas y un segundo grito, en un violento movimiento, volvió a sentarse en su asiento de piloto, metiendo la mitad del cuerpo de Armony dentro de la cabina, quedando así ella apoyada sobre su regazo.
Sin embargo pagaría muy caro el precio por su temeraria acción; el precario control que venía logrando sobre el helicóptero, se perdió completamente y la nave se inclinó sobre su eje vertical casi noventa grados, quedando sin nada de sustentación y entrando en una fatídica barrena plana...
Ya sin tiempo de mirar la poca altura a la que estaba la nave del suelo y temiendo que, tal vez, ya no hubiera tiempo de salvarse, Michael tomó nuevamente los controles y trató de elevar el helicóptero al máximo de su potencia.
Casi instintivamente y con la certeza de que solo le quedaba una última oportunidad, como mucho, movió la palanca de paso colectivo hasta su límite y la giró a tope; las aspas del rotor cambiaron su ángulo de ataque buscando la máxima elevación posible y el motor rugió con toda su furia, tratando de contrarrestar la implacable inercia que llevaba en su caída; la aguja de las revoluciones llegó a la zona roja de peligro, el rotor principal giró como nunca antes lo había hecho...
Sin embargo la nave no dejó de caer como un cuerpo inerte, directamente hacia su fatal destrucción.
Las alarmas de a bordo daban sus advertencias finales sin cesar.
«Esto es todo lo que puede dar este helicóptero, ya no le queda nada más», pensó Michael mientras seguía esperando un milagro que los salvara a él y a su amada Armony de una muerte segura. Durante unos segundos, que parecieron eternos, el impacto se anticipó como inevitable...
Faltando ya pocos metros para estrellarse, por debajo y en medio de la calle, los vehículos que circulaban por allí y que advirtieron la caída del helicóptero, frenaron violentamente; el pavimento estaba muy mojado y resbaloso, algunos describieron trompos y otros chocaron entre sí, en cadena.
Por encima de ese caos, mientras tanto, el tiempo llegaba a su fin:
—¡Vamos! No ahora, no después de todo lo pasado. —Las palabras de Michael fueron un último ruego al destino, que parecía ya tener sentenciado que ambos muriesen juntos, esa noche y de ese modo. Michael cerró entonces sus ojos, esperando lo peor...
Pero instantes después y de manera repentina, las aspas comenzaron a conseguir la sustentación necesaria para detener la caída del helicóptero, que se redujo drásticamente y en contados segundos, hasta detenerse, de manera completa, a pocos metros del suelo.
Michael finalmente logró recuperar el completo control de la aeronave realizando un movimiento semicircular y casi al ras del suelo; en esa última maniobra, uno de los patines del helicóptero pasó raspando contra el pavimento, dejando una estela de chispas a su paso y quedando un semicírculo de varios metros marcado allí mismo como prueba de lo cerca que la muerte los había rozado esta vez... Luego esquivó algunos vehículos y obstáculos de la calle, mientras que Armony terminó de meterse en la cabina y se sentó en el lugar del copiloto, como pudo y tratando de asimilar la aterradora experiencia por la que habían pasado, estaba agotada física y anímicamente.
Una vez que Michael vio que Armony estaba ya a salvo, lo siguiente que hizo fue elevarse a gran velocidad nuevamente, para perderse en los cielos y escapar así tras el velo de la noche...
Sol de oriente
Semanas después, ambas parejas se encontraban reunidas nuevamente. Estaban en un hermoso y gran yate a vela y motor, propiedad de Michael, que navegaba tranquilamente en el océano Indico, por el golfo de Bengala y ya bien adentrado en el mar de Andamán, al oeste de Tailandia.
La blanca embarcación era como una brillante estrella, que se desplazaba por ese firmamento azul de profundas y hermosas aguas tropicales.
El día estaba soleado y completamente despejado, salvo por unas lejanas nubes en el horizonte y que servían para romper su monotonía.
El clima septentrional, frío en esa época de año e imperante en el hemisferio norte, había sido remplazado por las paradisíacas temperaturas cálidas del trópico.
El marco no podía ser más perfecto...
Una suave brisa, soplando desde el noroeste, acariciaba las velas de la nave, que se deslizaba con suavidad y fluidez sobre las calmadas aguas del mar:
—¡Gira la manivela a tope, Steven y asegura la botavara! Eso desplegará la vela mayor, que es la que necesitamos para avanzar más rápido; tenemos que aprovechar el viento que sopla ahora, ya veo las playas de Phang Nga, vamos a pasar allí el resto de la tarde; Daphne y Armony van a adorar la puesta de sol.
Mañana navegaremos rodeando Malasia, e iremos directamente hasta el puerto de Bangkok, en Tailandia.
Michael timoneaba y Steven lo ayudaba en la cubierta del barco, siguiendo sus indicaciones y aprendiendo a navegar en el proceso; ya a esta altura, ambos hombres habían dejado tan atrás su rivalidad que ni siquiera la recordaban..., pasaron de ser enemigos a ser aliados y ahora se estaban volviendo buenos amigos.
Armony, aunque ya se sentía mejor, aún se estaba recuperando físicamente de las lesiones que había sufrido en el incidente del tren; se encontraba junto a Daphne, en el interior del yate y en la cocina, y ambas preparaban algo fresco para tomar.
En un total contraste con los días vividos hasta hacía poco tiempo, el ambiente era muy tranquilo y agradable, por primera vez todos podían relajarse y disfrutar de un tiempo juntos y sin problemas.
—Este refresco está delicioso Daphne, no sabía que eras tan buena haciendo cocteles —le dijo Armony probando un sorbo de la bebida preparada por su hija.
—Aprendí a preparar bebidas y refrescos de todo tipo hace unos años, cuando pasé una temporada en Centroamérica. Vamos a llevarles un par de vasos a Steven y a papá para que prueben, les van a encantar, estoy segura —le respondió Daphne guiñándole un ojo cómplice y riendo.
—Espera un momento, hija, quiero preguntarte algo antes de ir con ellos, dime ¿Cómo van las cosas entre Steven y tú? Veo que pasan mucho tiempo juntos y noto claramente que se prestan mucha atención el uno al otro, tal vez tu padre aún no se dio cuenta, pero yo sí —le dijo Armony con una sonrisa picaresca.
—Somos algo más que simples amigos —respondió Daphne sonrojándose y con un brillo especial en sus ojos, hizo una pausa y continuó—. Aunque todavía no sé cual de los dos se animará a dar el siguiente paso.
Entre Daphne y Steven había surgido una relación que iba mucho más allá de la amistad y ambos sabían lo que sentían mutuamente el uno por el otro, pero Daphne aún esperaba a que Steven tuviera el valor de confesarle, en persona y abiertamente, lo que ella había escuchado por el transmisor aquel día en el edificio de la Corporación.
—¡Mira, mamá! Son delfines —exclamó Daphne sorprendida y entusiasmada al tiempo que señalaba hacia el mar.
Armony se asomó por una de las claraboyas del barco y vio un hermoso espectáculo, era un grupo de varios delfines, que nadaban escoltando al velero y dando saltos por encima del agua mientras jugaban entre ellos, ambas mujeres quedaron fascinadas por la belleza y ternura del momento...
—¿Ya no te aterra más el agua? —le preguntó Daphne al verla sonreír.
—No, desde que recordé la manera en la que morí, mi fobia ha desaparecido por completo. Ahora, todo ese temor que tuve siempre, ha quedado reducido solo a memorias, por las que no siento nada en particular... Es similar a lo que nos pasa, siendo adultos, cuando recordamos las cosas que nos asustaban de niños.
En cubierta, mientras tanto, Michael le había pasado el timón a Steven y controlaba de cerca como navegaba al tiempo que conversaban:
—¿Qué crees que habrá pasado con Sylvia después de que le disparaste en la pierna, Steven?
—No lo sé, desde ese día no he tenido más contacto con la Corporación y me alegro de que así sea, pero me imagino que se habrá recuperado; Sylvia siempre fue una mujer muy fuerte, aunque estaba sangrando mucho cuando la dejé.
Sinceramente me apenaría haberla matado de ese modo, sin intención. —En los últimos momentos que Steven había pasado junto a Sylvia y como consecuencia de lo que ella misma le confesó luego de su despertar, él había empezado a sentir algo de compasión por ella, olvidando momentáneamente el desprecio que siempre tuvo por sus acciones.
—¡Vengan a tomar algo que les preparamos! —les gritó Armony de lejos mientras que ella, junto con Daphne, acercaban unas bandejas con bebidas refrescantes a una pequeña mesa que había en la cubierta del velero.
Michael dejó fijo el timón y fue con ellas, al igual que Steven...
—¿De qué estaban hablando tanto? ¿Se puede saber? —preguntó Armony.
—De Sylvia —respondieron Michael y Steven al unísono.
—Ya veo, los dejamos solos y se ponen a hablar de la sexy y atractiva Sylvia, típico —dijo Armony en tono celoso—. Déjenme decirle algo a los dos, no se hagan ilusiones con ella, esa mujer no solo me odia a mí por haberla forzado a morir en aquel naufragio, también los odia a ustedes dos... Ella los mataría con mucho placer si pudiera hacerlo —agregó señalándolos con el dedo.
—Tu le disparaste en la pierna, Steven, y con seguridad querrá vengarse. Esa clase de mujer es muy peligrosa... Yo, que ustedes dos, intentaría alejarme lo más posible de ella —les recalcó Daphne en el mismo tono celoso que su madre... Sin duda sus celos eran heredados de Melody.
A Steven y a Michael les hizo gracia que los comentarios de ambas fueran tan similares en tono y énfasis, y sonrieron...
Steven, en ese momento, se quitó el anillo de oro que aún llevaba en su dedo meñique y se lo dio a Armony:
—Creo que esto te pertenece a ti, Armony. Es hora de que vuelva con su dueña original...
Armony lo tomó y leyó la inscripción del interior, recordó que ese era el anillo de bodas que Gabriel le había dado, siendo Melody, cuando se casaron y que ella lo había llevado puesto hasta el día de su muerte; una lágrima se deslizó por su rostro y se colocó el anillo en su dedo anular, que tenía el tamaño perfecto para usarlo nuevamente:
—Gracias por cuidarlo hasta ahora, Steven —le dijo y le dio un beso en la mejilla.
—Por fin, vuelve a estar en el dedo para el que fue creado...; las manos de un hombre tienen dedos más gruesos que las manos de una mujer —respondió él sonriendo y explicándole al mismo tiempo el por que lo llevaba puesto en su dedo meñique, desde aquel día en el que se conocieron personalmente en la fiesta de fin de año.
Mientras tanto, y justo en ese momento, Michael había ido a soltar el ancla del velero...
Instantes después el barco ya había fondeado, deteniéndose con su ancla firmemente asida al fondo del lecho marino; habían llegado a la bahía de Phang Nga y el panorama era absolutamente paradisíaco: las hermosas formaciones rocosas, que se erguían majestuosas y surrealistas; la vegetación, que crecía desde tiempos inmemoriales entre las rocas volcánicas y desde las cuáles, a su vez, caían caudalosas cascadas; las aguas cristalinas, que reflejaban el paisaje con tonos turquesas; y los animales de la región, que se dejaban ver por momentos y llenaban el aire con sus sonidos... El escenario tropical que los rodeaba era algo simplemente mágico.
—¡Brindemos! Por un nuevo comienzo para todos —dijo Armony elevando su copa.
—Sí, y que en este comienzo la corporación Rottweiler nos deje en paz, de una buena vez por todas —remarcó Daphne.
—Tal vez así sea mientras estemos por Oriente, pero sinceramente no creo que eso suceda del todo, hija —le dijo Michael y agregó:
—Hace muchos años que la Corporación está tras esa caja de música, encontrarla es su prioridad. Sabemos que tiene algo que ver con el más allá y obviamente es muy importante para ellos...
Afortunadamente ahora, con lo que lograron averiguar gracias a Sylvia, su red de búsqueda seguramente se extenderá, en lugar de enfocarse solamente en Armony, pero no descartarán del todo a tu madre hasta conseguir lo que quieren —acotó finalmente.
En ese instante, Steven tomó la palabra y continuó diciendo:
—Déjenme contarles algo más de la corporación Rottweiler, el grupo que le dio origen es muy antiguo, de hecho, y según los informes a los que tuve acceso en la milicia, existe desde hace más de mil años.
Armony y Daphne escuchaban atentamente con la boca abierta. Steven continuó:
—Sin embargo no es el único grupo de personas que existe en el mundo haciendo lo mismo que ellos; hay otros grupos que son incluso mucho más antiguos. Inteligencia militar sabe de la existencia de seis grupos más, similares a la corporación Rottweiler y distribuidos en diversos sectores del planeta. Son iguales en muchos aspectos, por ejemplo: están integrados por personas con gran poder y cuantiosas fortunas; sus ramificaciones son mundiales, aunque se centran en ciertas partes del mundo; tienen su propia agenda de objetivos secretos, de los cuáles nadie sabe nada, excepto ellos mismos y cambian de nombre tras varias décadas o algunos pocos cientos de años para no despertar sospechas. Un aspecto importante de estas organizaciones es que no todas son amigas entre sí, sino más bien rivales. En algunas ocasiones llegan a colaborar entre ellas, pero solo si es por mutuo beneficio o cuando se unen en contra de otra organización con la que estén en conflicto.
A lo cual, Michael agregó:
—Si bien la corporación Rottweiler tiene influencia a nivel global, aquí, en Oriente, estamos en una zona del mundo que es dominada por otros grupos, que son sus enemigos y que a su vez tienen sus propias instituciones... Entre otros motivos, es por eso que elegí este lugar para ocultarnos de ellos y borrar nuestro rastro.
—Entonces ¿Estamos condenados a quedarnos aquí, viviendo en estos paradisíacos lugares por el resto de nuestras vidas? Por mí no hay problema —dijo Armony bromeando.
—Yo sin embargo no podré hacerlo —le respondió Steven—. En cuanto Sylvia despertó se enfocó de inmediato en averiguar todo lo que pudiera sobre mi fallecido hermano, Peter, para poder seguir tras el rastro de la caja de música.
—¿Peter era tu hermano? ¿Estás hablando del mismo Peter al que yo, como Melody, le confié a Daphne para que la salvara el día del naufragio?
—Así es, Armony, ese mismo.
—Pero ¿Cómo sabes que era él?
—Por el manifiesto del barco, lo leí, allí estaba su nombre, su apellido y su número de pasaporte.
—Pero... si ni siquiera yo sabía su apellido, Steven ¿Cómo puedes saber que el Peter al que yo conocía era tu hermano? Por más que viajara en ese barco ¿Era el único a bordo ese día que se llamaba Peter acaso?
—Había tres personas que se llamaban igual en aquel viaje, uno de ellos era una persona mayor, otro murió en el naufragio, mi hermano se salvó... Sylvia lo vio claramente, siendo Evelyn y al despertar lo recordó perfectamente; vio que se trataba de un hombre joven y dado que Daphne se salvó, dedujo que él también lo hizo...
—Ya veo —dijo Armony pensativa, en ese instante comprendió que todo dato era importante, por más pequeño que fuera, cualquier pieza de información podía ser la clave para encontrar a la reencarnación de alguien—. En lo que respecta a tu hermano, yo tengo información que la Corporación no tiene en sus bases de datos. Fuí, prácticamente, la última en tener contacto con Peter y en charlar con él; me dijo cosas que la Corporación no sabe seguramente —acotó Armony.
Steven, señaló entonces una cartera portadocumentos, que estaba entre su equipaje y que había llevado durante todo el viaje cerca suyo. Era la misma cartera donde había colocado toda la información que había surgido de las bases de datos de la corporación Rottweiler en lo referente a su familia, sus expedientes existenciales y que él había robado la última noche que estuvo allí.
Acto seguido, con mucha decisión afirmó:
—Entré hace años a la Corporación con el único objetivo de reunir a toda mi familia, estén donde estén. Con la información que tengo en esa cartera, mis recuerdos de niño y lo que tú, Armony, sabes, tenemos una gran ventaja que nadie más tiene y, aunque estas búsquedas nunca son fáciles, sé que los encontraré... donde quiera que estén. Tengo que hallar a mi hermano antes que la Corporación le ponga las manos encima y también al resto de mi familia, y ponerlos a salvo.
Todos se quedaron en silencio ante Steven, tanto en su mirada como en el tono de sus palabras, quedó clara su férrea decisión...
—Voy a reunirlos nuevamente; ese fue el último deseo de mi padre y lo cumpliré —sentenció Steven sin dudarlo.
—Y no estarás solo; yo voy a estar contigo para acompañarte y ayudarte en todo momento —agregó Daphne tomándolo del brazo con ambas manos y apoyando su cabeza de costado sobre su hombro.
—Es una pena que ya no cuentes con los recursos de la Corporación para rastrearlos Steven, sobre todo a tu hermano, Peter, que es al que van a buscar ahora con más ahínco —agregó Armony con un aire de pena.
—De hecho, eso no es tan así, Armony... Si llegara a necesitar algún dato más, y como último recurso, aquí tengo la tarjeta personal de acceso de Sylvia, con ella puedo acceder a las bases de datos de la Corporación desde cualquier lugar del mundo y en cualquier momento.
—¿Y que te hace pensar que esa tarjeta es todavía valida? —le preguntó Daphne incrédula—. Seguramente la Corporación ya la ha anulado.
—Podría ser, pero no lo creo. Estos últimos días estuve investigando sobre la tecnología de este tipo de tarjetas chip especiales; la Corporación siempre ha mantenido la información referente a ellas bastante restringida a todos, sin embargo encontré la respuesta a algo que Sylvia me dijo estando herida en el suelo y que desde aquel día me intrigaba.
Si es que Sylvia aún vive esta tarjeta seguramente seguirá estando válida y operativa, porque en realidad es un arma de doble filo: en cuanto alguien ingresa a las bases de datos de la Corporación con una tarjeta como esta, desde la Central, no solo pueden rastrear toda su actividad dentro de las bases de datos y saber de ese modo que es exactamente lo que busca, sino que, además, la tarjeta también informa, de manera automática, todo lo referente al equipo en el que está colocada, incluyendo su ubicación geográfica precisa...
Estoy seguro de que Sylvia no desaprovecharía una oportunidad así para saber que información requiero y donde estoy; me lo dejó bien en claro con las últimas palabras que cruzamos.
—Dime, Steven, cuando encuentres a cada uno de tus familiares ¿Cómo los convencerás de que fueron tu familia? Acerca de que han reencarnado ¿Ya has pensado en eso? —le preguntó Michael.
—No quiero adelantarme... Primero debo hallarlos —respondió Steven lamentándose.
—¿Ya has pensado en cuáles opciones tienes para intentar despertarlos? —insistió Michael.
—Solo confío en que el destino esté de mi lado y que de algún modo me ayude, cuando llegue ese momento —sentenció Steven...
En ese instante se hizo un incómodo y tenso silencio, que Armony decidió romper:
—¿Recuerdas lo que me preguntaste en el tren, Daphne, acerca de lo que había pasado con la caja de música justo después del incendio?
—Sí, lo recuerdo —dijo Daphne tímidamente y asintiendo con su cabeza.
—Bien, hija. Cuando Sylvia me golpeó en el edificio, no solo liberó los recuerdos de su vida anterior, al mismo tiempo rompió otra parte del sello del olvido mío y he recuperado otra parte de mis memorias, como Melody... Ahora recuerdo cosas que van desde el momento en que mi vida se relacionó con la de ella, hasta el mismo día en el que morí. Así que ahora te contare todo lo que pasó:
Después de esa trágica noche en el teatro, donde murió Gabriel, quedé muy afectada, deprimida y asustada... Me preocupaba como sería nuestra vida a partir de ese momento tan terrible por el que estábamos pasando, tenía que ser fuerte por ambas y no me sentía capaz.
Dejé de tocar el piano y no quería ver a nadie, me aislé de todo el mundo. Me dijeron que padecía de estrés postraumático y me ofrecieron ayuda profesional para recuperarme, pero me negué, estaba devastada...
Una semana después empezaron a pasar cosas extrañas. Lo primero fue la sorpresa al enterarme de que, por las pericias que hizo el departamento de bomberos, se descubrió que el incendio del teatro había sido intencional...
No sabía que pensar, por algún extraño motivo se me metió en la cabeza que el incendio estaba relacionado de algún modo con tu regalo de cumpleaños, hija. Decidí entonces abrir el paquete donde estaba el regalo, que hasta ese momento había permanecido guardado aún dentro de la misma mochila en la que Gabriel me lo había entregado... Estaba en un rincón, dentro de un armario.
Cuando vi la caja de música, quedé maravillada por su belleza y la sensación que irradiaba; claramente no era un objeto común, era algo muy especial. Tenía una pequeña llave con forma de mariposa y que estaba camuflada como parte de su adorno principal: un bello carruaje azul, tirado por caballos dorados...
La llave era para abrir un pequeño cajón en su frente y que servia de alhajero, gire la llave y lo abrí. En ese momento empezó a sonar su hermosa melodía, la reconocí de inmediato, era Ojos Negros; también se empezó a mover el mecanismo interno haciendo que, en la parte superior, los caballos y el carruaje se movieran de arriba hacia abajo, simulando que cabalgaban, al mismo tiempo comenzó a girar todo el borde superior de la tapa, donde había hermosos adornos y...
En ese momento Armony se sujetó del borde de la mesa para no caer, su mente empezó a marearse nuevamente y sintió un tremendo vértigo.
—¿Mamá, estas bien? —le preguntó Daphne asustada mientras trataba de sostenerla.
—Sí, estoy bien, eso creo al menos —dijo mientras se sentaba—. Necesito de un segundo solamente... Debe ser mareo por el barco, no estoy acostumbrada a navegar —acotó para no preocuparlos, pero Michael sabía que no era así, en las semanas precedentes esto ya había pasado en varias ocasiones y todas ellas relacionadas con recuerdos de Armony sobre la caja de música.
Durante unos instantes, Armony se quedó sentada y confundida ¿Qué le había pasado nuevamente? Era algo que la concatenaba fuertemente con la caja musical sin duda alguna; todo estaba en esos recuerdos que le estaban vedados aún, su mente se había puesto en blanco otra vez al recordarla... ¿Sería algún recuerdo todavía ofuscado por el ritual del olvido? ¿O tal vez sería otra cosa, aún desconocida?
Daphne se quedó junto a ella, preocupada y sin decir nada.
—Ya estoy mejor, continuaré con mi relato —dijo Armony y prosiguió:
—A las dos semanas del incendio se presentó una mujer en mi casa, me dijo que se llamaba Evelyn y que trabajaba para una de las aseguradoras del teatro, quería hacerme algunas preguntas.
Ahora se que fue Sylvia en su vida anterior y que desde ese entonces ya estaba en la búsqueda de la caja de música.
Cuando me preguntó por el regalo de Daphne, no recuerdo por que, pero le mentí. Le dije que se había destruido en el incendio. Evelyn no me gustó desde el instante en que la vi, algo en ella me hacía rechazarla; hice todo lo posible para que se fuera rápidamente y nunca más volví a verla, hasta el día de la tragedia de los barcos...
Desde ese día en que se fue, ya no volvió a pasar nada extraño hasta tres años después, en 1990..., justo un tiempo antes del doble naufragio.
Un día, se presentó en casa un hombre joven y agradable, de poco más de veinte años de edad, al que nunca antes había visto, dijo llamarse Peter, él era tu hermano, Steven.
Me preguntó nuevamente por la caja de música y recuerdo que volví a repetir mi mentira, pensé que estaba relacionado con esa tal Evelyn que me había visitado hacía tres años; le dije que se había destruido en el incendio... Pero, a diferencia de Evelyn, él no me creyó; me dijo que sabía de buena fuente que no era así y que era mejor que le diera la caja de música a él, porque había ciertas personas muy peligrosas que la buscaban con mucho afán y que también sabían con certeza que la caja de música estaba aún intacta.
Ahora sé que esas personas, a las que él hacía referencia, eran la corporación Rottweiler...
—Seguramente habían usado sus oráculos para saber que la caja estaba aún intacta —acotó Michael y Armony continuó con su relato:
—Me extrañó mucho toda la situación y le pregunté el motivo por el cual él buscaba la caja, pero no quiso decirmelo; solo me dijo que era muy importante para él encontrarla y que ese era el designio del destino, tampoco me dijo por que la buscaban las otras personas a las que había hecho referencia antes.
Fue muy comprensivo y educado, no insistió para nada y supo respetar el hecho de que yo no quisiera darle la caja en ese momento ni decirle nada sobre ella.
Antes de retirarse de mi casa, amablemente me dio un papel y me dijo que ahí tenía los datos para ubicar a alguien que me ayudaría a poder vivir en paz con mi hija. Recuerdo que no entendí en ese momento a que se refería.
Unos meses después, ocurrió la tragedia de los barcos, y todo terminó para mí...
Michael acarició el hombro de Armony y mirándola a los ojos le dijo:
—Aún hay un fuerte y misterioso lazo que te une a esa caja de música. Ahora podemos tomar unas vacaciones, hasta que te recuperes del todo y estés bien, pero después vamos a tener que averiguar cual es ese lazo y por que es tan fuerte.
Eso, seguramente, nos llevará también a saber el por que la Corporación busca esa caja con tanto afán... No puedo ni imaginar por que pueda ser tan importante para ellos. Han destinado décadas y todos sus recursos para encontrarla.
—Me gustaría hacer una sugerencia. Podrían recurrir a la hipnosis, mis padres la usaban con sus pacientes para hacerlos recordar sus vidas pasadas —dijo Steven.
—Lamentablemente ese método puede no ser de lo más eficaz. Muchas veces se mezclan recuerdos con deseos subconscientes de la persona hipnotizada y preconceptos, enmascarando así lo que podrían ser recuerdos genuinos de vidas anteriores —le respondió Michael y agregó—. Es crucial que quien guíe la regresión sepa exactamente lo que está haciendo, para poder filtrar y reconocer esas falsas memorias y así lograr encauzar la regresión, hasta llegar a una verdadera vida anterior. También es fundamental que la persona tenga cierta facilidad para el recuerdo de sus vidas pasadas y no siempre es así; en el caso de Armony, va a ser casi imposible... por el ritual del olvido que practicó, sus vidas pasadas están selladas y hará falta algo más fuerte que una sesión de hipnosis para romper el sello.
—La clave esta en el norte... Yo se donde buscar —dijo Armony resignada y con un aire de misterio, pero tanto en el tono de sus palabras como en la mirada de sus ojos, había temor y tristeza; su mirada era un ruego de piedad, ella no quería emprender esa búsqueda que quería hacer Michael..., ella solo quería vivir tranquila y feliz con sus seres amados, quería dejar a la caja de música sepultada en su pasado y desligarse completamente de ella, ya que solo la asociaba a recuerdos tristes y tragedias.
—Pero tú no quieres averiguar nada más ¿Verdad, Armony? —le preguntó Michael, ella no respondió, su silencio fue su respuesta...
Michael la entendió perfectamente. Si él le insistía, ella accedería finalmente a continuar con la búsqueda de su pasado, a pesar de querer hacer todo lo contrario ¿Cómo podía él imponerle esa carga, si tanto la amaba?
La sola idea de forzarla a hacerlo, lo hizo sentirse tan mal internamente, que optó por dejar que fuese ella quien decidiera que hacer, y cuando hacerlo...
Muchas dudas quedaban aún ¿A que se debían esos extraños mareos de Armony cuando intentaba recordar la caja de música? ¿Estaría dispuesta algún día a ahondar en los secretos que aún se encontraban bloqueados en su memoria?
Y con respecto a Steven ¿Lograría encontrar a toda su familia? ¿Sería suficiente la información contenida en sus expedientes existenciales?
Preguntas sin respuestas, a las que solo el tiempo podía contestar...
Finalmente brindaron y pasaron una tarde espléndida. Cuando atardeció, una espectacular puesta de sol fue el marco perfecto para emprender el siguiente tramo del paradisíaco viaje, tal y como lo había planificado Michael.
Y el velero continuó así su rumbo, deslizándose suavemente, hacia su siguiente destino...
FIN
Sueños y pesadillas
Hacía muchos años que no me sentía así de feliz, mi vida ha cambiado y yo he cambiado con ella... Hasta hace poco, era una afamada violinista y mi agenda de presentaciones estaba llena durante todo el año; ahora debo ser mucho más discreta, ya no sé, ni siquiera, cuando podré volver a interpretar algo en público con mi violín...
Ignoro que me depara el destino y por que caminos me llevará en el futuro.
Solo sé que estoy muy contenta de tener esta segunda oportunidad de poder estar nuevamente junto a mi esposo y con mi hija. El haberme reunido con mis seres amados hace que cualquier sacrificio que tenga que hacer valga la pena, por más doloroso que este sea.
Michael me ha dicho que el destino siempre busca el equilibrio, en todo... No se puede obtener algo sin hacer algún sacrificio por ello y me pregunto ¿Qué será lo que tendré que dar a cambio por la felicidad que estoy viviendo en esta nueva etapa de mi existencia? ¿Será mi carrera como violinista el pago requerido? Tal vez mi sueño de ser violinista, mi sueño de mostrarle al mundo entero mi talento, ese bello sueño que me ha acompañado desde niña, haya finalizado... Solo el tiempo me dará la respuesta.
Pero hay algo más, algo nuevo que ha comenzado a preocuparme cada vez que sucede, con mayor intensidad..., y son mis pesadillas. Nunca fui de tenerlas y ahora me atacan esporádicamente, y cada vez con mayor frecuencia:
Hace solo unos días me desperté en medio de la noche, temblando, agitada y totalmente bañada en sudor, fue después de haber tenido una pesadilla horrible, una pesadilla de la que ya casi no recuerdo nada, solo me han quedado apenas algunos flashes sueltos en mi mente, imágenes que cada vez se hacen más difusas y se desvanecen de mi memoria.
¿Tendré acaso que sufrir de modos que ni siquiera puedo imaginar? Aún no lo sé con certeza, pero, muy en el fondo de mi alma, tengo miedo, mucho miedo.
Solo le ruego a Dios que no sean premoniciones de lo que me espera por vivir...
Armony
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