Resplandor oscuro (serie Delta 3, nº 1)
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Ahora, forma parte de una comunidad de razas alienígenas que colaboran por el bien común, y dentro de la cual es, apenas, un modesto miembro más.
Es un tiempo de avances tecnológicos sin precedentes, en el cual los límites de la ciencia son permanentemente rebasados: naves con capacidad de viaje intergaláctico, organismos en parte biológicos y en parte cibernéticos, androides similares en todo a sus creadores, desconocidos seres espaciales e interdimensionales con capacidades que van más allá de la imaginación, viajes en el tiempo y más..., mucho, pero mucho más.
Es allí en donde, el capitán Rigel, la ex-militar Nova y la cibernética Spica, a bordo de la nave espacial Cisne Negro, recorren el espacio en busca de oportunidades y aventura.
Se trata de una pequeña tripulación que vivirá las más grandes historias.
Un enorme carguero espacial de reabastecimiento planetario ha quedado a la deriva, y el Cisne Negro tomará el contrato para recuperar una misteriosa carga de él.
Delta 3, el futuro es cuando la ciencia ficción se vuelve una realidad...
(toca cada parte y disfrútala)
Velocidad de escape
Sistema solar, saliendo de la órbita de Marte. El Cisne Negro avanzaba hacia los planetas exteriores a un tercio de velocidad luz para evitar llamar la atención de las autoridades terrestres.
Desde su silla de comando, en el puente de la nave, el capitán Rigel terminaba de revisar el inventario de la carga que transportaba:
—El total es de 517 piezas —dijo.
—Correcto. Todo parece estar en orden, capitán —le reportó Spica desde la bodega de la nave—. Cuando la FDT descubra que perdió esto no va a estar nada feliz; y cuando averigüe que fuimos nosotros...
—¡Bah! «¿Qué le hace una mancha más al tigre?» —le respondió despreocupado él—; es imposible estar en nuestra línea de trabajo sin hacerse de cierto prontuario criminal... Cuanto antes lo asumas, tanto mejor será para ti, Spica.
—Si mal no recuerdo, y mi memoria es perfecta, hasta su extinción, los tigres de la Tierra siempre tuvieron rayas —le replicó ella.
—Así es el dicho..., incorpóralo a tu base de datos.
—Hecho —dijo luego de parpadear—. De todos modos, a los cibernéticos no nos hacen un prontuario criminal —destacó.
—Pero a los humanos, como nosotros, sí —se quejó Nova desde el control de navegación de la nave, al tiempo que volteaba sobre su hombro viendo a Rigel de reojo para culparlo con su mirada.
—Oooh, vamos, Nova... El ejército se encargó de hacerte un sumario militar que fue mucho peor que esto... Lo leí, ¿recuerdas?
—No merecí ni uno solo de los cargos por los que me condenaron, eso lo sabes más que bien —se defendió ella molesta.
—Y es por eso que eres mi segunda al mando.
—Es una deshonra para una comando especial, condecorada como yo lo he sido, el estar involucrada en algo como esto... Por más buena que sea la paga, robar va en contra de mis principios.
—¡¿Deshonra?!, ¿robar?... Recuperar querrás decir.
Te recuerdo que no somos los malos aquí, nosotros no saqueamos esas ruinas alienígenas en Tritón; las reliquias que llevamos a bordo son sagradas para toda una especie y se las estamos devolviendo a sus legítimos dueños, para eso nos contrataron.
En ese momento, la alarma de advertencia del puente se activó:
—Nave aproximándose, y en curso de intercepción, se trata de una fragata de la Tierra... es la FDT —informó Nova.
—¡Vaya!, esta vez sí que no se tardaron —comentó Spica, aún en la bodega.
—Nos contactan —le dijo Nova a Rigel.
—Veamos de quién se trata —dijo él y pulsó uno de los botones de su silla; en la pantalla principal del puente apareció la figura de quién lideraba la otra nave.
—¡Que sorpresa verte nuevamente, teniente Casiopea!, tal parece que el destino quisiera que estemos siempre cerca.
—No fue el destino en esta ocasión. En cuanto supe del robo de unos artefactos arqueológicos, y vi que entre las naves que se alejaban de la Tierra había una no muy grande: con menos de 100 metros de longitud, similar característica en su envergadura..., por debajo de los 250 metros cúbicos de volumen, y con la inconfundible forma de un cisne en pleno vuelo, me imaginé que podrías haber sido tú.
—¿Un robo? Francamente, no sé de que me hablas... ¿No esperarás que confiese ese crimen?
—Por supuesto que no, por eso, y bajo la autoridad que me confiere la Fuerza de Defensa Terrestre, te ordeno que detengas tu nave para realizarle una minuciosa inspección.
—¿Cuánto nos falta para alcanzar el cinturón de asteroides, Nova?
—Veintisiete minutos a esta velocidad...
—Pasando el cinturón de asteroides ya estaremos fuera de la injerencia de la Tierra. Acelera al 50 % de velocidad luz y traza un curso directo hacia la región de mayor densidad rocosa que se encuentre más cerca nuestro.
—Entendido...
—¿Decides intentar escapar de mí yendo hacia espacio libre? —le preguntó Casiopea en tono desafiante.
—Simplemente elijo entre mis opciones. Enfrentarse a una fragata de la FDT no es algo ventajoso para una nave como el Cisne... en cambio, es mucho más veloz.
—Me obligas a usar la fuerza entonces, Rigel... lo lamento. ¡Lancen los interceptores! y prográmenlos para inhabilitar a su objetivo, no quiero destruir nada —ordenó la teniente al instante.
—Spica, ven al puente de inmediato, te necesitaré en el timón; tú, Nova, toma el control de las armas en la consola táctica, detén a esos drones y manténlos a raya —ordenó Rigel.
Nova, dando por hecho que se desataría un frenético escenario bélico, se colocó el conjunto de adquisición de blancos en realidad virtual, un avanzado control compuesto por un visor y un par de guantes enlazados, que le permitían operar el sistema de armas en un espacio generado de manera digital, en donde ella era como si fuera la propia nave.
Pocos instantes después, y con toda la tripulación en sus respectivos puestos, comenzó un intercambio de disparos en medio de un escape que comenzaba a volverse muy peligroso.
Con las inigualables habilidades de cálculo computacional del avanzado cerebro de Spica, los drones, a pesar de trabajar en red, no podían trazar un plan de intercepción adecuado, se trataba de una competencia entre inteligencias electrónicas en la que ella era claramente superior; al mismo tiempo, la perfecta puntería de Nova, pulida durante años de entrenamiento militar, aunada a sus mejoras sensoriales cibernéticas, eliminaba uno tras otro a los que más se acercaban a la nave.
La escaramuza se extendió así por unos diez minutos...
—Parece que supiste elegir muy bien a tu tripulación; es pequeña, pero muy eficiente —le reconoció Casiopea a Rigel.
—Siempre he sostenido que ese es el principal atributo de un buen capitán —le respondió orgulloso él.
—No obstante, te tengo malas noticias: el curso que llevan va directamente hacia una de las áreas más intensamente plagada de minas lobo. Le llamamos la zona de la muerte, ninguna nave ha salido de ella en una pieza. Te recomiendo que te detengas y te entregues.
—Gracias por el consejo, teniente, pero no lo seguiré...
—¡¿Qué?! ¡Nova!, explícale a ese necio de tu capitán a lo que se enfrentará, tú sabes bien como operan esas minas; y solo hace falta una para destruir a una nave pequeña como el Cisne, volarán en millones de pedazos —exclamó Casiopea.
—Las lobo son minas del tipo «cazadora a la deriva», carecen de propulsión y anclaje alguno, operan con un rayo tractor: una vez que una nave entra en su radio de acción, que es de decenas de kilómetros, se adhieren con él a su casco y comienzan a acercársele, acortándolo de a poco. No existe nada conocido que sea capaz de neutralizar su tecnología de haz.
Destruirlas es casi imposible, cuentan con un recubrimiento de titanio extremadamente grueso, inmune a armamento de energía y muy resistente a grandes colisiones, solo con un impacto directo de un arma de aceleración electromagnética, y equipada con munición especial de tipo perforante, se las ha logrado hacer detonar —especificó Nova.
—La fragata de la FDT se detuvo —informó Spica—. Ha cesado su persecución, permanece en espera...
—No se arriesgará más, ¿y los drones? —preguntó Rigel.
—Continúan tras nosotros.
—Bien... Spica, quiero que te internes en el cinturón de asteroides, y concéntrate en la mejor ruta para salir de él. Nova, deja ya las armas y pásate a la consola de sensores; colabora con Spica en todo lo que puedas —les ordenó Rigel y cortó la comunicación con Casiopea.
Debido a la gran complejidad de la zona que se avecinaba, Spica activo el sistema de navegación tridimensional de la nave, y un gran holograma, generado en vivo por los sensores externos, se desplegó delante de su consola, mostrándose de ese modo una copia virtual de todo lo que la rodeaba.
Así, el Cisne Negro se adentró en la zona de la muerte...
Spica maniobraba con gran destreza entre peligrosos asteroides que cambiaban de posición constantemente; a medida que chocaban entre sí, se fragmentaban y alteraban su rumbo, afectándose además con fluctuantes campos gravitacionales.
—Detecto tres... corrección, son siete, quince... ahora veintitrés, treinta y siete, cincuenta y nueve.
¡Maldita sea!, un montón de minas lobo —exclamó Nova—. Nos encontramos metidos en graves problemas.
—No te preocupes, en catorce minutos estaremos saliendo de esto, y ninguna nos alcanzará, te lo garantizo —le dijo Spica.
Los drones, equipados con transpondedores que los identificaban como pertenecientes a la Fuerza de Defensa Terrestre, eran ignorados por las letales minas, empero acabaron todos destruidos al colisionar contra los asteroides.
De ese modo, el tiempo establecido transcurrió... hasta que el Cisne Negro logró salir del cinturón de asteroides, dejándolo atrás.
—Parece que somos la primera nave que ha logrado sobrevivir a la zona de la muerte de la FDT —dijo Rigel—. Felicitaciones Spica, y a ti también Nova.
A los cinco minutos, la alarma del puente volvió a activarse:
—Creo que nos apresuramos en cantar victoria —advirtió entonces Nova—. Hay siete minas lobo tras nosotros... y acercándose. Tiempo de impacto: seis minutos.
¿Qué vamos a hacer ahora, Rigel?
El capitán se quedó en silencio, solo pensando, no disponía de mucho tiempo...
Sin más demora, presionó algunos botones ubicados en uno de los apoyabrazos de su silla, y en la pantalla principal de la nave se proyectó una carta estelar en directo, allí se indicaba la posición actual de la nave y los astros más cercanos a ella.
Luego de observarla por un instante, dijo:
—Tengo un par de ideas; solo espero que funcione la primera.
Spica, dirígete hacia el centro de Júpiter, 75 % de velocidad luz...
—Por más que aceleres, las minas lobo no se quedarán atrás, nos tienen atrapados con rayos tractores, avanzan a nuestra velocidad —le destacó Nova.
—No pretendo dejarlas atrás —contestó él—, solo quiero entrar en el campo gravitacional del planeta... lo cual ya comienza a suceder, el casco del Cisne ha comenzado a deformarse: 0,01 %, y aumentando.
Así continuó el peligroso acercamiento hasta que la estructura de la nave alcanzó un 5 % de cambio.
—Spica, quiero que ahora alteres la trayectoria a un curso tangencial a la superficie de Júpiter —ordenó Rigel.
—Las minas lobo llegarán a nosotros en menos de treinta segundos —le informó al instante Nova.
—Tomaré el control a partir de este momento —dijo entonces Rigel, al tiempo que, presionando una secuencia de botones, transfería el control de timón del Cisne Negro a la consola de su silla de mando.
Rigel estaba atento únicamente a dos parámetros: el primero, la distancia de las mortales minas y el segundo, la deformación del casco de la nave, que ya alcanzaba el 19 % y se estaba acercando al límite de su resistencia estructural.
Las vibraciones comenzaban a sentirse y se escuchaban temibles ruidos provenientes de todos lados...
—¿Cuánto puede deformarse el Cisne antes de partirse en pedazos? —preguntó Spica.
—Hasta un 25 % —le dijo Rigel.
—¿Y en cuanto está ahora? —preguntó Nova.
—27 % —respondió el capitán serio y preocupado.
—Al menos no moriremos a causa de las minas de la FDT, no les daremos ese gusto, ¿verdad? —comentó irónicamente Nova; Rigel apenas la miró de reojo por un segundo.
«Vamos, malditas minas... Los rayos tractores funcionan todos bajo el mismo principio: un enlace de partículas gravitón que genera un vínculo gravitatorio focalizado entre objetos específicos; solo tengo que vencer la fuerza de esa unión para sacármelas de encima.
A ustedes también les afecta la gravedad natural; tiene que haber un punto en el que supere la intensidad de sus haces», pensó.
Los segundos pasaban y las vibraciones se intensificaban, la nave no aguantaría por mucho más...
—¡Las minas se están deteniendo! —exclamó de súbito Nova.
—Júpiter las está atrayendo, las tiene atrapadas en su campo gravitacional —continuó Spica.
Rigel cambió entonces la trayectoria de la nave para alejarla del gigantesco astro, y la tensión estructural del Cisne Negro comenzó a disminuir rápidamente, volviendo así a sus parámetros normales:
—Te devuelvo el timón, Spica —le dijo el capitán recargándose en su asiento y respirando aliviado—. Llévanos hacia Titán.
Mientras el Cisne Negro se dirigía al satélite de Saturno, en el que la Fuerza de Defensa Terrestre no tenía jurisdicción alguna, Nova se le acercó a Rigel y le preguntó:
—Tenías dos planes, eso dijiste ¿no?
—Sí...
—Me gustaría saber cual era el otro.
—El otro era ordenarles a ustedes dos que se pusieran un par de trajes espaciales, al menos tú..., Spica no tendría problemas sin uno, y que abandonaran la nave.
Yo me habría quedado en el timón para alejarme con las minas lo más posible de ustedes, ya sabes que el piloto automático se desactiva cuando hay objetos acercándose a la nave.
Nova guardó silencio, solo lo miró inexpresiva... y un instante después, se encaminó hacia su habitación, pero antes de abandonar el puente se detuvo y le preguntó de lejos:
—¿Y por qué no optaste por ese plan?
—¿Acaso hubieras aceptado seguir esa secuencia de órdenes? —fue la respuesta.
Ella no le contestó, y se retiró a descansar por el resto del viaje...
Rescate a la deriva
Unas pocas horas después, y ya a salvo en uno de los hangares subterráneos de Titán, el Cisne Negro estaba siendo reparado y puesto a punto, necesitaba refuerzos en toda su estructura así como ajustes en sus motores.
Su tripulación se encontraba sentada alrededor de una pequeña mesa redonda ubicada en el patio externo de una cafetería de Hiperión, la ciudad principal de aquel satélite, en donde Rigel, utilizando una computadora portátil, terminaba con los arreglos finales de esta última misión...
—Que hermosa vista del espacio —dijo Spica suspirando mientras elevaba su rostro hacia arriba, arqueándose hacia atrás, con los dedos de sus manos entrelazados en su cabello, y estas a los costados de su cabeza.
—Estas ciudades domo siempre me inquietan... cualquier ruptura de la cúpula y la pérdida de vidas sería cuantiosa; por lejos prefiero las que se construyen por debajo de la superficie, aunque no tengan una tan linda vista son mucho más seguras —discrepó Nova.
—Típico de ti... Tienes menos sensibilidad que una computadora del siglo XX, chica militar —la criticó Spica.
—Mira quien lo dice, que tu aspecto humano no te haga olvidar lo que eres, chica artificial —contestó Nova.
—¡¿Me comparas con una simple computadora?!, es como si yo te comparara con una ameba...
—¡Oigan, ustedes dos, ya basta de pelearse! —les dijo Rigel, que sabía muy bien como escalaban esa clase de discusiones entre sus dos compañeras de equipo—.
La carga ya fue completamente entregada y el pago realizado... Otro cliente satisfecho.
—¡Perfecto!, ahora que tenemos dinero podemos comprar unos bancos de memoria extra para mí; como me lo prometiste, Rigel, mi capacidad se encuentra casi a su límite ya, pronto tendré que empezar a borrar datos de mi cerebro y no quisiera hacerlo —dijo Spica.
—Creo que sería mucho mejor equipar al Cisne con armamento más potente —sugirió Nova—. Con lo que tenemos ahora solo podemos hacerle frente a drones y naves pequeñas... ¡apenas si pude con esos interceptores de la FDT!
—Gracias a mi capacidad de cálculo de trayectorias pudimos eludir a los drones sin un solo rasguño y pasar por el cinturón de asteroides en su zona de mayor densidad ¡y a 50 % de velocidad luz!, ¿tienes acaso idea de lo complejo que es eso? —le refutó enojada Spica—.
Mi cerebro es mucho más importante que cualquier arma —finalizó con aires de superioridad.
—¡No empiecen! —dijo Rigel en tono firme—. Con lo que tenemos que pagar por los arreglos del Cisne no nos quedará dinero suficiente para ninguna de las dos cosas.
—Otra vez en bancarrota. Con estas misiones clandestinas no ganamos nada, siempre terminamos gastándolo todo en reparaciones o provisiones; estoy harta ya —se quejó Nova.
—Sin embargo... acabo de encontrar un trabajo que parece bastante sencillo —continuó Rigel—, y está muy bien pagado: tal parece que un carguero ha quedado a la deriva no muy lejos de aquí, en una región interior del cinturón de Kuiper; un contratista ofrece pagar una muy buena suma por la recuperación de una parte de su carga.
—¿De qué se trata la carga? —le preguntó Nova.
—No lo especifica, solo dice que está catalogada como X-31v, y por su volumen cabría sobradamente en la bodega del Cisne.
—¡Ufff!, ya no me gusta; podría ser cualquier cosa: antimateria robada, algún arma ilegal, una sustancia experimental inestable, tecnología peligrosa... Preveo problemas —conjeturó ella.
—El carguero es de tipo civil —le señaló Rigel— no debería, y si se tratara de algo como eso aún lo podríamos vender en el mercado negro o quedárnoslo, de todos modos saldríamos ganando.
—Si la paga es tan buena por algo será —opinó Spica.
—Nova te está contagiando su habitual pesimismo —la criticó Rigel.
—Mi actitud es más bien motivada por mi experiencia en las misiones que terminamos aceptando, capitán...
—Creo que en realidad lo del suculento pago es por la premura —les dijo Rigel—; hay un límite de tiempo establecido... Si el rescate no se realiza dentro de las próximas veinticuatro horas el contrato se dará por finalizado; tal parece que el propio contratista ya viene en camino, y desde Alfa Centauri —especificó.
Los tres se miraron en silencio, en lo que fue un breve debate...
—Bien, lo haremos —decidió finalmente Rigel.
En cuanto las reparaciones del Cisne Negro terminaron la nave fue reaprovisionada y se pusieron en camino...
Así, el viaje hacia la ubicación del carguero en el cinturón de Kuiper se realizó avanzando al 90 % de velocidad luz y duró unas diez horas.
Faltando poco para llegar el objetivo apareció en los sensores de largo alcance.
Spica y Nova se encontraban solas en el puente:
—¡Vaya, esa si que es una nave realmente enorme!, parece una pequeña ciudad —comentó Spica.
—Es un carguero de reabastecimiento planetario —le informó Nova—. Esas naves no solo son gigantescas, también viajan distancias enormes, y por muchos años a veces. Son utilizadas principalmente durante los procesos de colonización de planetas y satélites.
Se encuentran completamente automatizadas, no llevan tripulación biológica a bordo... también carecen de armamento.
—¿Y cómo evitan que los piratas las saqueen?
—Sus cascos tienen un blindaje superior a los de tipo militar, son prácticamente impenetrables, además cuentan con letales medidas de seguridad interna.
—Eso explica el que no haya otras naves rondando este botín —dijo Rigel ingresando al puente—. Además esta misión está disponible solo para cazadores con una licencia de clase «A», como nosotros; por cierto, Nova, acabo de cargar en los transpondedores de nuestros trajes espaciales los códigos de acceso que usaremos.
—¡¿Entraremos flotando?! ¿Por qué no atracamos en uno de sus muelles?, esas naves tienen cientos...
—Por motivos de seguridad solo me entregaron el código de una escotilla específica y la podremos usar únicamente dos veces: una vez para entrar y otra para salir con la carga.
—¡Vaya!, si que son desconfiados —se quejó indignada.
Cuando el Cisne Negro llegó cerca se detuvo, quedando a cien metros del punto de ingreso que usarían; Rigel y Nova salieron al espacio y, utilizando la propulsión de sus trajes, se acercaron; Spica permaneció en la nave, controlando todo y esperando.
Al acercarse a la escotilla designada esta los reconoció y se abrió automáticamente, dejándolos así entrar, y una vez completado el ingreso de ambos se cerró tras ellos.
—El soporte vital está bien y la gravedad artificial se encuentra operativa —dijo Rigel y abrió entonces la visera de su escafandra, Nova lo secundó—.
Vayamos al puente para ver la ubicación específica de lo que vinimos a buscar —agregó y así lo hicieron.
Cuando llegaron solo buscaron una consola para acceder a la computadora principal del carguero.
—Bien, comencemos —dijo Rigel sacando un pequeño dispositivo especial de su traje.
—¿Qué es esa cosa? Un dispositivo de hackeo, ¿verdad? —le preguntó Nova.
—Algo así... yo se lo dí —dijo Spica por la radio—. Conectándolo a la computadora de la nave me permitirá enlazarme directamente a ella y lo sabré todo: que fue lo que le pasó, que es lo que lleva, en donde se encuentra... y les podré indicar la ruta más corta.
—Esa es información muy confidencial... ¿No estarás pensando en algo más; verdad, Rigel... como robarte algo? —le preguntó Nova en tono de sospecha entrecerrando sus ojos.
—¿Quién, yo? Me ofendes —le contestó él con una sarcástica sonrisa—. Solo me interesa saber que es lo que hay a bordo, nunca se sabe, podría haber algo ilegal, clandestino, contrabando... y si algo de eso llegara a faltar no sería denunciado como un robo.
—¡La tengo!, la carga X-31v se encuentra almacenada en una de las bodegas de insumos médicos... Les estoy enviando la ruta más corta, está a un par de kilómetros del puente.
Mientras Rigel y Nova se encaminaban hacia su destino, una nave de gran porte emergió por una puerta de salto espacial...
Su forma general se apreciaba como alargada y gruesa, semejante al cuerpo de una ballena, solo que mucho, pero mucho más grande; y su característica bahía frontal de carga, enorme y similar a unas monstruosas fauces, con las que era capaz de, literalmente, engullir naves enteras, era asimismo algo inconfundible: se trataba de la Caribdis, la temible devoradora de naves.
—¡¡Alerta!! Tenemos problemas... son piratas, es Deimos —dijo Spica alarmada.
—Spica, oculta al Cisne del otro lado del carguero —le ordenó Rigel de inmediato—. Esperemos que no lo hayan detectado también.
—No lo creo, la Caribdis es decenas de veces más grande que el Cisne, a esas naves se las detecta primero en los sensores, es una de las pocas ventajas de las naves pequeñas —dijo Nova mientras ella y Rigel comenzaban a correr.
Mientras tanto, en la Caribdis:
—Muy bien, todos a la cápsula de abordaje. ¡Ahora! —ordenaba Deimos, el peligroso capitán pirata... y así él, junto a una decena de sus hombres, todos fuertemente armados y vistiendo trajes espaciales, se apelmazaron dentro de una pequeña nave de transbordo, en la cual se dirigieron hacia la misma escotilla por la que Rigel y Nova habían ingresado.
Al llegar a ella, la escotilla se abrió automáticamente, y la cápsula se fijó en la entrada, trabándola para que no se cerrara.
—Oh, oh... siguen los problemas, y empeoran —reportó Spica—.
Me encuentro conectada a los sensores del carguero y veo que Deimos y sus hombres ya están a bordo, se dirigen al puente; llegaron en una cápsula de transporte que ahora está bloqueando la escotilla por la que ustedes ingresaron —les informó a Rigel y Nova.
—¿Cómo consiguió los códigos de acceso? —se preguntó Rigel.
—Seguramente hay algún pequeño dispositivo espía, dejado previamente, el cual detectó nuestra llegada, grabó los códigos y le avisó para que viniera; estaban esperando a que alguien les abriera la puerta —supuso Spica.
—¿Y ahora cómo saldremos? Esa escotilla era la única vía con la que contábamos —preguntó Nova.
—Una cosa a la vez, primero vamos por lo que vinimos, y después veremos —le contestó Rigel—.
Spica, quiero que prestes mucha atención a todo lo que hagan y me lo informes.
—Pues bien... Los piratas ya están en el puente y Deimos acaba de solicitar la ubicación de la X-31v.
—¡Maldición, buscan lo mismo que nosotros! Eso significa que ya vienen hacia aquí —exclamó Nova.
—No exactamente, cambié la base de datos para enviarlos hacia otro punto de la nave, bien alejado de ustedes —le dijo Spica.
—La robotita sí que está haciendo méritos para que le compres su expansión de memoria —le comentó Nova a Rigel.
En ese momento ambos llegaron a la bodega médica; era enorme y muy espaciosa, tanto como un hangar de naves, había desde grandes y pesados contenedores, que solo podían ser transportados mediante montacargas y grúas, hasta conjuntos de cajas pequeñas, preparadas para un transporte manual, y también diversos artefactos y equipo médico de toda índole.
Fueron al punto específico en donde se encontraba la carga que buscaban... y se sorprendieron con lo que encontraron: delante de ellos había una cámara de contención biológica específica para organismos humanoides, marcada claramente como X-31v; parecía ser una especie de cámara hiperbárica unipersonal, en la que apenas cabría un cuerpo acostado... un cuerpo muy pequeño.
—Una cápsula de estasis —dijo Nova identificándola, y se apresuró a observar por una de las ventanas de inspección que tipo de cuerpo contenía en estado pseudocriogénico—.
Es una niña humana, parece de unos diez años, y se encuentra en estado de hipersueño...
—Hay que despertarla y sacarla, no podremos llevarnos la cápsula con Deimos y sus hombres rondando por la nave... no van a tardar mucho en descubrir el ardid de Spica —dijo Rigel.
Nos alejaremos de la bodega y luego veremos como llevarla hasta el Cisne —planeó mientras activaba el sistema de apertura de la cápsula. Un contador de tiempo se inició indicando cuanto demoraría el cuerpo de la pequeña en estar listo para ser extraído: cinco minutos—.
Ahora no hagamos ningún ruido hasta que la cápsula se abra y podamos sacar a la niña.
—No creo que eso sea posible —dijo Nova desenfundando su arma.
—¿Por qué? —preguntó Rigel volteando a mirarla, en ese momento vio a que se refería ella: a menos de cinco metros de donde estaban un enorme robot se había activado y se erguía ante ellos.
—Es una unidad médica, se encuentra enlazada a la carga X-31v, se activó automáticamente en cuanto se inició el proceso de apertura de la cápsula, tranquilos no está armado —les informó Spica.
—¡¿Tranquilos?!, ¿ya viste el tamaño de esta cosa? ¡mide como tres metros! —exclamó Nova.
—Nos observa, Spica. ¿Qué está pasando? —le preguntó Rigel.
—Estoy consultando su unidad central de procesado y solo los está evaluando, no se preocupen...
Un momento, sí, sí, mejor preocúpense: los acaba de catalogar como una amenaza. ¡Aléjense de ahí, los va a neutralizar!
—¡Eso significa que nos va a matar!, ¡¿verdad?! —exclamó Nova al tiempo que corría para alejarse del robot, que trataba de agarrarla—.
¡¿Dónde le disparo para desactivarlo?!
—No podrás detenerlo con un arma como la que llevas, Nova —le aclaró Spica—. Estoy intentando acceder a su programación, pero voy a demorar unos segundos...
Rápida de reflejos, Nova lograba esquivar al androide hasta que en un instante quedó acorralada.
—¡¡Spica, me tiene; ahora o nunca, haz lo que sea, pero ya!! —gritó desesperada Nova.
En ese momento un montacarga manejado por Rigel embistió al autómata por detrás y lo levantó en el aire con sus uñas, con un rápido giro lo alejó de Nova y lo empezó a azotar contra los contenedores de carga más grandes y pesados que podía ver, finalmente avanzó hasta aplastarlo contra una pared, el androide quedó de ese modo inutilizado.
La bodega había quedado hecha un gran desorden, con contenedores tirados, revueltos y sacados de su lugar por todos lados.
Al mismo tiempo, la cápsula de estasis se había abierto y estaba vacía, la niña había despertado y salido... ahora, asustada, miraba toda la escena escondida tras unas cajas.
—No tengas miedo, ven conmigo —le dijo Nova poniéndose en cuclillas y sonriéndole con dulzura.
Tímidamente la niña salió de su improvisado escondrijo y se acercó a ella.
—¡Mamá! —dijo llorando, y la abrazó con fuerza.
—Aún está confundida, no soy su madre... seguramente se la debo de recordar —susurró Nova avergonzada.
—Tienen que salir de ahí ya mismo —les alertó Spica, pero su aviso llegó demasiado tarde, atraídos por el ruido de la refriega, Deimos y sus hombres ya controlaban los pasillos y bloqueaban todas las posibles rutas de escape, los habían rodeado...
Y se presentaron ante ellos, eran hombres realmente amenazantes.
—Pero miren a quien tenemos aquí... Rigel y, como de costumbre, metido en medio de mi camino, es como si fueras una molesta piedra en mi bota —le dijo Deimos.
—No tenemos por que interferirnos mutuamente. Este carguero es gigante, Deimos... puedes saquearlo como prefieras, realmente no me importa, nosotros solo vinimos por esta niña.
Deimos miró a la pequeña y la cápsula de estasis abierta:
—Justamente, esa niña vale más que toda esta carga en conjunto... yo también vengo por ella.
—Eso es imposible, nadie vale tanto, ¡vamos! Aquí hay suministros suficientes como para toda una ciudad —le dijo Nova.
—Pero esa pequeña representa la continuidad para la existencia de los humanos de toda una colonia.
¿Vinieron por ella y ni siquiera sabían eso? —les preguntó el líder pirata, tanto Rigel como Nova se quedaron mirándolo sin responder:
—Vaya, vaya... se los contaré todo, entonces —les dijo Deimos quien, a continuación, les revelaría una oscura trama protagonizada por el oscuro Grupo Majestic, la clandestina asociación de científicos que operaba por fuera de la Alianza de Especies, y que usualmente era responsable de exóticos y controversiales avances tecnológicos—.
Hace veinte años, en Gea, un satélite terraformado que orbita un planeta en Alfa Centauri, surgió una extraña y terrible enfermedad de tipo genético, creada por alguna clase desconocida de virus, la cual afectaba a los niños pequeños, matándolos... ninguno superaba los siete años de vida.
Los mejores doctores de la colonia no encontraban una manera de contrarrestarla, toda la población humana del satélite se enfrentaba a su extinción en solo una generación, quedaron condenados... hasta que unos científicos del GM se presentaron y les ofrecieron una posible solución: consistía en la aplicación de una vacuna de modificación genética inducida, que debería ser administrada a los fetos antes de su nacimiento. La misma sería desarrollada en unas instalaciones secretas del grupo, ubicadas en otro sistema estelar.
El problema era que se utilizaría un proceso experimental muy complejo e inestable, imposible de reproducir, el cual derivaría en muchos subtipos de sustancias que debían ser testeados para ver cuales eran los realmente efectivos y sin efectos secundarios, y no había demasiado tiempo.
Se necesitaban un millón de fetos para la única prueba que se haría... algo que la AE jamás habría aprobado.
El índice de letalidad de las distintas variantes que se inocularon fue finalmente muy superior a lo esperado: 99.9 %.
De entre todos los bebés nacieron vivos apenas el 30 %, de entre ellos el 70 % no llegó ni siquiera al año de vida; el resto fueron muriendo luego.
Sin embargo, el fracaso no fue absoluto, esta niña sobrevivió hasta superar los siete años de vida; ella desarrolló una mutación genética única que la volvió completamente inmune a la enfermedad, en su ADN está la cura.
Es literalmente una en un millón...
¿Te imaginas el valor del rescate que puedo llegar a obtener de esa colonia por esta criatura?
Pero si hasta el tiempo corre a mi favor... cuanto más demoren en aceptar lo que yo decida, más niños morirán. Ni siquiera pueden negociar —dijo riendo malsanamente a carcajadas.
—¿Y si no acceden, Deimos, qué harás? —le preguntó Rigel.
—Pues, muerta no les servirá de nada...
—¡Maldito pirata, no te la llevarás!, te liquidaré aquí mismo y le haré un favor al universo —lo amenazó Nova agresivamente, al tiempo que empuñaba de manera muy decidida su arma y la apuntaba directamente al rostro de Deimos.
—Ya te diste cuenta de que están rodeados, ¿verdad, Nova? —le planteó el líder pirata completamente calmado—. Piénsalo, ¿a cuantos de nosotros podrías matar antes de morir? Creo que a no más de uno...
—¡Pues con eso me basta!, y a ti, Deimos, es lo único que debería de preocuparte, ¡porque ese uno serás tú! Lo único que tengo en mi mente ahora es eliminarte, y punto.
¿Aún crees que tienes algún tipo de ventaja? —le contestó ella... y decía la verdad, su pulso no temblaba en lo más mínimo.
—Mejor ponle el bozal a tu perra de ataque, Rigel... o ambos terminarán muertos —dijo Deimos ya un poco preocupado.
Rigel no le contestó... entonces su enemigo se dirigió a Nova otra vez:
—¿Supones que yo soy el monstruo aquí? ¡Eres una estúpida!, como todos los de la AE...
¿Piensas que el destino de esa niña será diferente si se va con ustedes? ¿Cuál es tu plan? ¿Le entregarás la pequeña a unos genocidas de niños sin siquiera saber que le harán?
Nova lo miró confundida...
—Oh, sí, no tendrá una larga y feliz vida. La terapia de extracción genética a la que será sometida la terminará matando de todos modos.
Ahora ella tiene diez años. ¿Por qué crees que la dejaron madurar durante tres años?, para sacarle mayor provecho a su ADN; ahora está en su punto justo, listo para ser cosechado en cantidad suficiente.
—Rigel, Nova, tengo una idea —les dijo en ese momento Spica, y ambos la escucharon sin responder—. Acabo de acceder al control de la compuerta de las bodega en la que se encuentran, y puedo abrirla de inmediato en cuanto me lo ordenes, capitán.
—¡La niña, Rigel! —le dijo Nova atenta a que el vacío del espacio la mataría en apenas segundos, Rigel miró a la pequeña, miró entonces la cápsula de estasis y volvió a mirar a Nova; esta entendió el plan que él estaba tramando en su mente y guardó su arma en la funda...
Bajó entonces la visera de su escafandra y la cerró.
—¡¡Ahora, Spica, hazlo!! —gritó Rigel mientras hacía lo mismo que su compañera con su propia escafandra y tomaba a la niña por la fuerza, metiéndola en su cápsula nuevamente, acto seguido la selló herméticamente iniciando el proceso de hipersueño otra vez.
Deimos no alcanzó ni a reaccionar, de hecho, no advirtió peligro alguno... hasta que escuchó como los seguros de la puerta eran liberados:
—¡¡Cierren sus escafandras ya!! —alcanzó a gritar y un segundo después la violenta despresurización de la bodega tomó a la mayoría de los piratas por sorpresa, todos fueron absorbidos hacia el espacio, junto con Rigel, Nova, la cápsula de estasis y la mayor parte de la carga presente en la bodega.
Spica, valiéndose de la señal de sus trajes para ubicarlos, rescató a Nova primero y luego a Rigel, quien sujetaba firmemente la cápsula con la niña dentro.
La Caribdis comenzó a hacer lo propio con los piratas, sin embargo, para cuando acabó, el Cisne Negro ya se encontraba muy lejos de su alcance...
Destello sin luz
Luego de escapar de Deimos y sus piratas, y habiendo ya establecido un punto de encuentro en el espacio, donde se realizaría la entrega de la carga rescatada al contratista, el Cisne Negro avanzaba para completar su ahora sombría misión.
—¡No estoy de acuerdo para nada! ¡¿Cómo podemos ser parte de esto?! —dijo Nova alzando la voz y dando un fuerte puñetazo en una mesa del comedor de la nave—. Vamos a entregar a una niña de diez años para que la maten.
—Aquí tengo las especificaciones de los procedimientos médicos a los que será sometida...: se utilizarán, al principio, sus células sanguíneas, luego las de sus órganos secundarios y finalmente las de los principales, todas serán modificadas genéticamente para ser inoculadas a recién nacidos, esa generación de bebés heredará el patrón de cromosomas a su descendencia y así se perpetuará.
Salvará a miles de inmediato... millones en el futuro —le aclaró Spica.
—¡¡La destazarán de una manera delicada, por así decirlo!! ¡¿Es lo que debo entender?!
—Ya cálmate, Nova... Nosotros solo intervenimos en esto de una manera circunstancial, no es un asunto que nos competa —le dijo Rigel.
En ese instante la computadora los alertó del acercamiento de una nave y los tres fueron al puente:
—Se trata de un transporte de tipo interestelar; nos saludan, estoy verificando sus credenciales...
Es el contratista —dijo Spica—. Solicitan permiso para desplegar una manga de transbordo.
—¡Bien! El verdugo ha llegado finalmente, ahora le entregaremos a su víctima —comentó con un airado sarcasmo Nova.
—Adelante, Spica, diles que procedan —indicó Rigel consternado.
Poco después la nave se acoplaba al Cisne Negro para llevarse la cápsula de estasis, donde la niña permanecía dormida en hipersueño.
En cuanto la escotilla se abrió unos hombres con aspecto de científicos y médicos aparecieron:
—Soy el comandante...
—¡No me interesa saber su nombre!, para mí no es más que un miserable asesino de niños —lo interrumpió Nova de manera agresiva.
—¡¡Nova!!, ¡compórtate!, por favor —la reprendió Rigel y se hizo un impasse.
—No, no... déjela expresarse, capitán; ya veo que está al tanto del dilema moral que este proyecto implica.
—¿Dilema moral?, curioso eufemismo —le enfatizó ella.
—Llegar a esta decisión no fue fácil ni para mí ni para ninguno de los habitantes de Gea, señorita. Hubo muchos y muy enconados debates antes de arribar a esta drástica decisión. Fueron meses en los que nuestros mejores doctores lo intentaron todo mientras nuestra sociedad discutía de manera desesperada; meses durante los cuales vimos a nuestros hijos morir sin poder ayudarlos.
Cuando decidimos hacer esto le pusimos el nombre clave de Resplandor Oscuro con el objeto de que quedara así asentado en la historia y todos recordaran por siempre que para obtener esta luz de esperanza había sido necesario tomar una cruenta decisión.
Todas las familias de Gea donaron un hijo no nato, sabiendo que probablemente lo enviaban directamente a su muerte.
Cada feto fue identificado con unas siglas y se eliminó su registro de procedencia para que así nadie supiera a que familia pertenecerían los que se salvaran... de ese modo todos podrían abrigar la ilusión de que su hijo se encontraba entre los que sobreviviesen. Mi esposa y yo donamos un embrión femenino con la esperanza de que se encontrara dentro de ese grupo. Esta niña, hasta donde yo sé, podría ser mi hija...
Sé perfectamente que ella ha sobrevivido a algo terrible, una auténtica masacre de la ciencia, con una pérdida de vidas comparable a una guerra; y ahora me la llevaré para someterla a un procedimiento que seguramente la terminará matando.
Las peores proyecciones nos arrojaban un índice de muerte máximo cercano al 30 %. Jamás pensamos, ni en nuestras peores pesadillas, que apenas sobreviviría un solo embrión.
Teníamos la idea de dividir la carga de la donación del material genético entre todos los niños que se salvaran.
De haberse recuperado al menos el 70 % de los fetos donados, no hubiera habido riesgo alguno para ninguno de ellos; sin embargo, al tener un solo organismo como única fuente... las posibilidades que estimamos de sobrevivir para esta niña a la donación genética celular es de apenas un 3 %, y ese es el cálculo más optimista.
Soy doctor, médico pediatra, específicamente... Usted no sabe, no tiene idea, ni se imagina siquiera como me siento por dentro en este momento, y he estado así durante cada día de mi vida desde que este proyecto comenzó, es un tortuoso dolor que no puedo describir.
Lo único que me impulsa a esta altura son los números de los niños que mueren por esta enfermedad a diario en la colonia, los consulto todos los días, solo así logro hacerme de las fuerzas necesarias para continuar adelante con todo esto —concluyó con su voz quebrada por la gran emoción que lo embargaba.
Nova no le dijo nada, su respuesta estaba implícita en su expresión, que había cambiado de un gran odio a una profunda pena...
La cápsula de estasis, con la niña dentro, fue finalmente transferida a la nave interestelar, la cual, luego de desacoplarse, partió con rumbo hacia Alfa Centaury, el Cisne Negro se encaminó hacia el sistema solar, su tripulación necesitaba descansar y tratar de olvidar los detalles de esta misión.
FIN
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