Neogénesis (serie Delta 3, nº 8)
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Ahora, forma parte de una comunidad de razas alienígenas que colaboran por el bien común, y dentro de la cual es, apenas, un modesto miembro más.
Es un tiempo de avances tecnológicos sin precedentes, en el cual los límites de la ciencia son permanentemente rebasados: naves con capacidad de viaje intergaláctico, organismos en parte biológicos y en parte cibernéticos, androides similares en todo a sus creadores, desconocidos seres espaciales e interdimensionales con capacidades que van más allá de la imaginación, viajes en el tiempo y más..., mucho, pero mucho más.
Es allí en donde, el capitán Rigel, la ex-militar Nova y la cibernética Spica, a bordo de la nave espacial Cisne Negro, recorren el espacio en busca de oportunidades y aventura.
Se trata de una pequeña tripulación que vivirá las más grandes historias.
Una señal de socorro... una nave abandonada... y un enorme misterio que envuelve a una instalación secreta, borrada de todo mapa espacial, pondrá a la tripulación del Cisne Negro en una encrucijada en la que estará en juego el futuro de la Tierra.
Delta 3, el futuro es cuando la ciencia ficción se vuelve una realidad...
(toca cada parte y disfrútala)
Naufragio olvidado
Transportando un cargamento de semillas aptas para cultivar distintos tipos de plantas medicinales, reguladas y controladas por las autoridades planetarias terrestres, el Cisne Negro se encontraba transitando a baja velocidad por una zona muy poco concurrida del cinturón de asteroides en dirección a la Tierra.
—Recuerdo que mi tatarabuela me contaba como su bisabuela fabricaba medicinas naturales con las plantas que tenía en el jardín de en su propia casa —comentó Nova suspirando nostálgica...
—Eso fue, con seguridad, mucho antes de que los gobiernos de los diferentes distritos del planeta las prohibieran totalmente —dijo Spica.
—Luego, con la excusa de que hacer medicamentos caseros era perjudicial para la salud de la población, esos malditos recortaron aún más la libertad de los terrícolas —agregó Rigel—. ¡Puras tonterías creadas solo para favorecer a las grandes empresas farmacéuticas!
Como siempre digo: por cosas como esas, es que la raza humana aún sigue estando considerada como una de las más atrasadas dentro de la Alianza de Especies...
En la actualidad solo se pueden conseguir esta clase de plantas de contrabando; a nosotros nos sirve para hacer algo de dinero fácil.
—De acuerdo, pero esto es taaan leeento... ¿No podríamos acelerar aunque sea un 10% más, Spica? —se quejó Nova preguntando con tono de fastidio.
—Si no queremos arriesgarnos a llamar la atención de los satélites de detección marcianos, no... A esta velocidad parecemos solo una roca más, flotando entre tantas otras.
—Paciencia, Nova, paciencia; en cuanto nos alejemos un par de distancias lunares más, podremos acelerar —le dijo Rigel.
—O sea: dentro de varias horas... Creo que me voy a ir a dormir por un bueeen rato.
En ese instante, notó algo en su consola:
—Un momento, ¿qué es esto? —dijo y comenzó a investigar—.
Detecto una señal... ¡es de socorro!, y muy débil; proviene de un punto en el medio del cinturón de asteroides, a solo unos pocos miles de kilómetros de nuestra posición actual.
—¡Vaya suerte la que tenemos!, justo a la mitad de una operación ilegal, y en un sistema en el cual tenemos varias órdenes de detención activas —se quejó Rigel.
—¿Qué haremos, capitán? —preguntó Spica, aunque, anticipando la respuesta, ya estaba colocando las coordenadas.
—Me imagino que iremos a ver que le ocurre a esa nave —agregó Nova entusiasta por tener algo de acción en medio de aquel tedioso contrato.
Rigel la miró de reojo, con cara de desaprobación...
—Esta es una zona olvidada de Dios, casi sin tránsito alguno, no podemos solo «hacernos los tontos» y abandonar a quien esté pidiendo ayuda —insistió ella.
—Sí, eso supongo que haremos... Bien, Spica, pon rumbo al origen de la transmisión —ordenó Rigel con pesar.
Fue de ese modo que el Cisne Negro se dirigió al socorro de la nave en apuros... y, cuando se aproximó a la zona, las sorpresas continuaron:
—Hay cápsulas de escape por doquier —informó Spica mientras las analizaba, contactándose de manera individual con algunas de las computadoras activas de aquellos pequeños módulos unipersonales—.
Pertenecen a la Fuerza de Defensa Terrestre... pero, me temo que llegamos tarde... ¡unos diez años tarde!
Fueron eyectadas hace como una década, los tripulantes murieron dentro de ellas hace mucho tiempo ya.
La señal de auxilio, sin embargo, parece provenir de aquella gran roca, de la cara opuesta a donde nos encontramos ahora... la rodearé para ver —agregó entonces acercándose y maniobrando alrededor del asteroide...
—Ese es el vehículo de la FDT de donde huyeron estas personas, se trata de un transporte penal —dijo Nova identificando la nave al verla flotando ingrávida en el espacio, tras aquel escombro espacial—.
¡Y fue atacado!, miren el enorme agujero que presenta el fuselaje en el medio, tiene varios metros de diámetro.
Eso, lo debió provocar algún tipo de arma de muy alta energía; y desconozco cual pudo ser, el recubrimiento de wolframio se encuentra completamente fundido en algunas partes del contorno, hace falta mucho poder para hacer eso con tal magnitud.
—Creo que puedo ayudarte a resolver ese enigma, Nova... Me parece que ya sé de donde provino ese daño —dijo Spica—.
En el asteroide hay estrellada otra nave, la cual parece estar intacta. Se encuentra parcialmente incrustada en él, y no puedo identificarla, su configuración es desconocida... solo sé que es enorme.
O es un vehículo de tipo experimental, o proviene de muy, muuuy lejos.
—Quisiera investigar el transporte de la FDT, una gran parte de la nave está en buenas condiciones aún —dijo Rigel interesado—.
Esta situación es demasiado extraña, algo me huele muy raro: ¿a quién transportaban por esta parte perdida del espacio? ¿desde dónde, y hacia adónde? ¿y por qué se toparon con una nave inidentificable que los atacó?
Vamos a ponernos unos trajes espaciales, Nova... A ver con que nos encontramos allí.
Mientras tanto tú, Spica, trata de recuperar su bitácora, y analiza como sacar a la nave extraña fuera del asteroide, y que sea sin dañarla en lo más mínimo —le puso como condición—. La tecnología secreta, y sobre todo la que es exótica, siempre se paga muy bien, es en extremo lucrativa.
Rigel, fiel a su estilo, pretendía sacar alguna ganancia de aquel olvidado naufragio.
De ese modo, minutos después, en un ambiente de microgravedad, Rigel y Nova flotaban por el interior de la nave penal; se habían introducido por la gran brecha del casco y, habiendo llegado hasta una terminal ubicada junto a una puerta, la cual les daba un acceso parcial a la computadora de a bordo, evaluaban el estado general del vehículo:
—Queda apenas un 3% de energía, suficiente como para operar las puertas, y las bombas de presión atmosférica por unas horas...
El único problema es entrar, el metal aquí se encuentra deformado, y todo se encuentra trabado —evaluó Nova mientras presionaba el botón de apertura, sin resultados.
—Por eso traje mi equipo de rescate especial —dijo Rigel abriendo una valija que llevaba consigo.
—¿Así que eso era lo que llevabas en esa cosa? Me moría de curiosidad por saber que había dentro —exageró ella.
—Verás, antes de conocernos, hubo una etapa de mi vida en la que me dediqué asiduamente a la búsqueda de tesoros perdidos —agregó él mientras empuñaba una cortadora láser con la que procedió a trazar y cortar una limpia sección rectangular en la puerta, por la que ambos pudieron pasar con holgura.
Acto seguido, selló la entrada por el reverso con un marco provisto de una resistente membrana plástica, y procedió a darle presión al ambiente.
—Bien, el aire es aún respirable —dijo Rigel segundos después de suspender el uso de la reserva de oxígeno de su traje.
Así, luego de haber convertido aquel cuarto en una esclusa de aire improvisada, ingresaron a una sección de la nave que aún estaba sin daños...
Comenzaron a recorrer entonces los oscuros pasillos, iluminados solo con las luces de sus trajes, el lúgubre ambiente era algo tétrico.
La estructura, además, crujía permanentemente, y todo eso a Nova la ponía bastante nerviosa:
—Esto no me gusta nada de nada, esta nave es una trampa mortal, en cualquier momento se va a descomprimir y nos expulsará al espacio junto con miles de escombros, y moriremos despedazados.
—¿No querías algo de diversión, acaso? Estabas taaan aburrida, dijiste... ¡Vamos!, disfruta la aventura, Nova —se le burló Rigel.
—Además, tal vez la FDT nos otorgue una recompensa por el rescate de la bitácora de su nave perdida; eso pagaría el combustible que gastamos para desviarnos —agregó Spica por radio.
—¡Sí, claro!, estoy segura de que las autoridades terrestres lo harán, y gustosas —fue la sarcástica respuesta de Nova—, y nos encerrarán en su calabozo más profundo, en cuanto tratemos de cobrarla...
—Mira, Nova, en aquella dirección, hay un cuerpo —señaló Rigel.
—Por el uniforme, es un oficial penitenciario... y allí hay otros más. Spica no se equivocó, murieron hace años —dijo ella—. Sin embargo, aquí hubo alguna clase de conflicto interno, esos pequeños daños en las paredes, y el techo, son disparos de armas.
—¿Cómo vas con la bitácora de la nave, Spica?
—Todavía estoy descargando pedazos de ella, capitán; se encuentra realmente muy dañada. Mis algoritmos de reconstrucción van a tardar un buen rato en obtener algo legible.
Por cierto, antes de volver, vayan y revisen la bahía médica, detecto unas fluctuaciones de energía provenientes de allí...
Sin más demoras, Rigel y Nova se dirigieron hacia aquella zona, y al ingresar, se encontraron con una gran sorpresa.
Tendida en una camilla, había una mujer; se encontraba dentro de un traje espacial que había sido ingeniosamente adaptado: usando el equipamiento médico de la nave, alguien, tal vez ella, había fabricado algo diferente, algo que la mantenía aún con vida... aunque apenas.
—¿Qué crees que estamos viendo aquí, Spica?, haz una evaluación rápida —le solicitó Nova mientras se acercaba para que la cámara de su casco captara toda la información visual que pudiera.
—No lo sé con exactitud, pero yo diría que esa mujer se encuentra en un estado de reducción metabólica inducida... al menos, eso es lo que me parece; es lo más cercano a una animación suspendida, además explica como es que sigue viva después de tanto tiempo.
—¿Podemos llevarla así hasta el Cisne? —le preguntó Rigel.
—Su cuerpo no parece tener daños, y no veo que esté recibiendo ningún tipo de medicamento de importancia vital.
No veo por que no...
Fue así que, minutos después, la misteriosa sobreviviente ya se encontraba en la enfermería del Cisne Negro:
—Le hice un examen médico completo, y se encuentra en perfecto estado de salud —informó Spica—.
Su metabolismo ya se ha normalizado, ahora está simplemente dormida; en cuanto despierte, podremos preguntarle quien es y que fue lo que pasó.
Con respecto a la bitácora de la nave, pude reconstruir solo una parte, y encontré algo que me resultó extraño: tal parece que proviene de una asteroide destinado a tareas de minería.
—No hay nada de raro en eso.
Es normal que en las explotaciones mineras de la FDT funcionen instituciones penales —le aclaró Nova—. Los reclusos más peligrosos son usados habitualmente como mano de obra sin remuneración extra, allí se los fuerza a trabajar en la extracción de minerales, es parte de su castigo —concluyó, y Spica continuó:
—Sí, pero, según nuestra base cartográfica, en las coordenadas desde donde despegó esta nave no hay ninguna instalación: ni penal, ni minera. Es solo una zona del cinturón de asteroides sin nada más que puras rocas en miles, y miles, de kilómetros a la redonda.
Ambas voltearon a mirar a Rigel, quien permanecía callado...
—¿Estamos muy lejos de ese punto, Spica?
—Solo unas pocas horas.
—De acuerdo, iremos a investigar —dijo entonces él.
Así, el Cisne Negro se encaminó hacia lo desconocido, una vez más.
Atrapados...
Una zona desierta del sistema solar, esa era la mejor definición para aquella ubicación del cosmos en donde el Cisne Negro se encontraba.
—Detecto señales de tecnología terrestre, al frente, provienen de aquel planetoide —señaló Spica al tiempo que se acercaba con mucho cuidado.
—Las instalaciones penales de la FDT nunca están armadas, su seguridad se basa solamente en un estricto control sobre la entrada y salida de naves, es por eso que solo hay una puerta de acceso —informó Nova.
—¿Te refieres a esa gran boca que está abierta? —le preguntó Rigel apuntando hacia una enorme estructura metálica, con la forma de un gigantesco anillo redondo, misma que se encontraba muy firmemente asentada sobre la superficie del pequeño e irregular planetoide, y que daba acceso al único puerto espacial de aquel misterioso centro de detención, el cual, a su vez, estaba construido al final de un profundo túnel.
—Sí, y no debería estar abierta..., algo muy extraño pasó en esta cárcel.
—Parece estar abandonada. ¿Entramos? —preguntó Spica, Rigel lo dudó por un instante, pero ya habían llegado demasiado lejos, y no habían obtenido ninguna respuesta al misterio:
—Adelante —dijo finalmente...
En cuanto el Cisne Negro ingresó, y atracó en una de las bahías internas, la enorme compuerta de acceso se activó, cerrándose.
—¡Sácanos de aquí ya mismo, Spica! —le ordenó Rigel.
—Lo siento, capitán... No lo haríamos a tiempo, está muy lejos —le respondió su navegante.
—Bueno, al menos ya sabemos que no estamos solos aquí, alguien nos cerró la salida cuando vio que ya no podríamos escapar —dedujo Nova—. Tendremos que ir hasta el control central de la instalación para poder abrirla nuevamente.
—La computadora me informa que el control medioambiental se encuentra operativo, no necesitarán de sus trajes espaciales —les dijo Spica.
Así, junto con Rigel y Nova, los tres descendieron, en esta ocasión, el separarse era demasiado peligroso...
—La gravedad aquí es como la de la Tierra, se utilizan emisores de gravitones, como los de cualquier nave espacial —dijo Nova a medida que avanzaban por los pasillos.
—No se ven cuerpos por ningún lado, tal vez hubo alguna clase de evacuación —teorizó Rigel—... ¡¿Verificaste que no hubiera algún contaminante en el aire, Spica?! —preguntó alarmado.
—Desde ya que lo hice, tampoco hay ninguna radiación nociva. Todo se encuentra dentro de los parámetros normales.
—Es muy poco probable que se hiciera una evacuación, ni siquiera ante un riesgo mortal; esta es una cárcel de máxima seguridad, los condenados en esta clase de instalaciones son indefectiblemente a cadena perpetua...
Cualquier criminal que sea ingresado en una unidad como esta, aquí mismo morirá —le informó Nova.
En ese momento, entraron al pabellón de los reclusos.
Comenzaron a caminar por un largo pasillo con celdas a ambos lados, todas se encontraban abiertas... Ahí, el aspecto del escenario era muy distinto, claramente había ocurrido un enfrentamiento armado:
—Hay impactos de armas por todos lados, y fueron causados por las de los guardas —dijo Nova basándose en el daño, similar al que había observado dentro de la nave abandonada.
—Pero sigue sin haber ni un solo cuerpo, y ni siquiera se puede ver una pequeña mancha de sangre —dijo Rigel.
—¿Tras aquella puerta doble, la que está al final del pasillo, debería de encontrarse la sala de control central? —preguntó Spica.
—Sí, y la cerradura fue derretida con un arma de alta energía, igual que en la nave penal.
Fue desde allí que alguien nos encerró —advirtió Nova mientras desenfundaba su arma y le quitaba el seguro, Rigel, al verla, hizo lo propio con la suya... e ingresaron.
No había nadie dentro, todo se encontraba perfectamente operativo, intacto... y Spica accedió al sistema:
—Interesante —expresó mientras examinaba las bases de datos—.
Tal parece que en esta prisión se llevaba a cabo un experimento especial, algo denominado: Programa Neogénesis.
—Nunca escuché de algo así —dijo Nova.
—Es porque está clasificado como ultrasecreto...
Ahora veo por que este lugar no figura en ninguna carta estelar, fue completamente borrado de todas, así como de todo otro registro existente, y fue hace como diez años.
—¿Dice en qué consistía lo que hacían aquí? —le preguntó Rigel.
—Sí, tal parece que se llevaba a cabo alguna clase de experimento de control social conductual.
En esta cárcel estaba lo peor, de lo peor, de la humanidad, criminales en extremo violentos y peligrosos... La idea era volverlos individuos dóciles y obedientes, útiles a la sociedad.
—Que raro, la FDT tratando de ayudar a estas lacras inmundas, en lugar de usarlos como mano de obra hasta matarlos... No es lo más esperable —dijo Nova.
—Específicamente, era una parte de ella la que llevaba adelante este programa: la División X.
—La sección encargada de las operaciones ultrasecretas de la FDT... Esto se pone cada vez más y más oscuro.
—Y aún empeora —continuó Spica—. Esta era solamente la primera etapa. La segunda consistiría en extender el programa a las colonias de Marte y la Luna para, en una tercera etapa, incluir a la propia Tierra.
—¡Ja! Con la excusa de resocializar a estos reos, se buscaba la manera de dominar la voluntad de la humanidad entera, y por fin aborregarla del todo, para convertirla en esclava de un poder centralizado...
No hubiera sido la primera vez, a principios del siglo XXI muchos de los gobiernos reinantes estuvieron bastante cerca de lograrlo —dijo Rigel, y Spica agregó:
—En aquel entonces se utilizaron a los medios de comunicación social para lavar las mentes de las masas, esta vez se experimentaba con alguna clase de organismo desconocido, un virus extraterrestre encontrado por una expedición arqueológica dentro de una muy extraña pirámide enterrada en Marte. Según lo que dice aquí, aquella estructura era de un aspecto metálico y tecnológico a la vez, como si hubiera sido prefabricada; además parece que era muy antigua, por el estrato geológico en el que se encontraba, databa de hacía miles de años.
—¡¿Una pirámide manufacturada, y enterrada?! Sabía que había algunas ruinas en el valle marciano de Cidonia, pero... —comentó Nova, sin embargo, su planteo no llegaría a ser atendido, ya que, en ese momento, se presentó ante ellos lo que parecía ser un pesado robot de aspecto antropomórfico, de más de dos metros de altura, el cual, sin mediar palabra alguna, se dirigió hacia Nova de una manera decidida, muy amenazante.
La respuesta de la entrenada comando no se demoró ni por un segundo, y con su arma efectuó varios disparos sobre el autómata..., todos dieron en el blanco, y ninguno tuvo efecto.
Acto seguido, Rigel, a quemarropa, le vació el cargador de su arma directamente en la cabeza... el resultado fue el mismo, nada.
El androide se enfocó en él, lo tomó con una de sus manos de la mandíbula y lo levantó en el aire como si no tuviera peso alguno, lo detuvo así por un segundo, parecía examinarlo.
Fue en ese momento, que Nova entró en acción nuevamente.
En vista de que las armas que tenían eran inútiles para enfrentarse a este ser, optó por darle una fuerte patada por detrás de una de sus rodillas, venciéndosela, lo cual provocó que su enorme oponente cayera, claudicando, y que soltara a Rigel en el proceso.
—¡Rigel!, ¿estas bien? —le preguntó Nova.
—Sí, eso creo —contestó él pasando la palma de su mano por el lugar en donde el extraño lo había sujetado... y cuando la miró vio que tenía una muy pequeña cantidad de sangre, había sido herido con algo similar a una aguja hipodérmica.
El autómata se incorporó rápidamente, y esta vez se enfocaba en Nova. Varias veces trató de sujetarla, pero la gran agilidad de ella lo hizo fallar en todas...
—¡Spica!, quiero que accedas al control de las puertas de esta zona, y permanezcas muy alerta —le indicó Rigel—.
¡¡Nova, regresa al Cisne!! —le gritó; y ella, obedeciéndole, corrió por el mismo pasillo por el que habían llegado, el robot la siguió...
—Ahora, cierra el pabellón de reclusos —le dijo Rigel a Spica.
—Pero, Nova aún no salió.
—Sí, eso lo puedo ver en las cámaras... Ciérrale la salida.
—Quedará atrapada entre la puerta del pasillo y el robot.
—Es justamente lo que pretendo...
Cuando Nova llegó a la puerta trató de abrirla para seguir huyendo:
—¿Qué pasa?, esta puerta abrió cuando llegamos ¡¿por qué rayos no se abre ahora?! —gritó desesperada, y siguió intentándolo... Hasta que finalmente se rindió, y giró sobre sí, solo para comprobar que su perseguidor estaba justo detrás de ella, a menos de un metro, huir era ya imposible.
Agotada, Nova se sentó en el suelo y cerró sus ojos esperando un desenlace... cualquiera que este fuere.
Esta vez, el ser dirigió la palma de su mano al costado del cuello de su objetivo, dispuesto nuevamente a clavarle una de sus agujas... pero, antes de que lo hiciera, Rigel lo embistió por el costado, se le abalanzó con todas sus fuerzas, concentrando todo su peso en su hombro.
El brutal impacto los arrojó a ambos dentro de una de las celdas, de la cual Rigel se apresuró a salir:
—¡¡Cierra la celda, Spica. Hazlo ya!! —le gritó, y Spica respondió cerrándolas a todas.
Rigel quedó tendido en el suelo del pasillo, muy adolorido por el impacto, y Nova se acercó a examinarlo...
—Tu hombro está dislocado —le dijo, y procedió a quitarse una de sus botas; acto seguido, lo sujetó con ambas manos de la muñeca del brazo lastimado, y parada junto a él, le puso su pie descalzo, solo vistiendo una media, justo en la axila correspondiente... y se detuvo, quedó así pensativa por un instante:
—Dime, Rigel, ¿le ordenaste a Spica que me cerrara la puerta del pasillo para usarme de carnada? —preguntó sospechando.
Rigel la miró de reojo, temía que ella se enojara por el hecho; y su respuesta se demoró por un instante...
—Fue lo que se me ocurrió al calor del momento, no hubo tiempo de prevenirte. Espero que no te hayas enojado, sé que, tal vez, podrías considerarlo como una apuesta... pero ten en cuenta que, después de todo, ¡funcionó!
Nova entrecerró sus ojos, odiaba que Rigel la empleara de señuelo sin advertírselo; esta no había sido la primera vez... y, seguramente, tampoco sería la última.
—Sí, sí..., funcionó —refrendó ella molesta, y dándole un violento tirón del brazo le reacomodó el hombro con un tronido, y un fuerte grito de dolor que dio Rigel a causa de la brusca maniobra.
Nova entonces lo soltó y procedió a ponerse nuevamente su bota:
—Por cierto, Rigel... No, ya no estoy enojada —agregó mientras le sonreía con un claro aire de revancha por haberla utilizado de ese modo; pero su semblante cambió muy rápido, se quedó mirando al extraño de la celda, aquel no era ningún robot, era un ser alienígena, que se había quitado el casco de su armadura y se incorporaba...: su intimidante aspecto no era compatible con ninguna de las especies conocidas; a pesar de que presentaba similitudes con los humanos y otras razas similares, la forma de su cabeza era completamente distinta, así como el color de su piel y sus facciones, aunque parte de ellas no eran visibles a causa del dispositivo para respirar que llevaba colocado frente a donde estarían su nariz y boca.
Sin embargo, lo más perturbador eran sus ojos, completamente negros, e inexpresivos.
Esta vez el extraterrestre estaba dispuesto a hablar:
—Quiero una muestra de tu sangre —le dijo, con una cavernosa voz, a Nova sin más...
Cazador y presa
Encerrados en una mina prisión destinada al olvido desde hacía ya una década por la División X, una oscura y secreta sección de la FDT, y en presencia de un extraño ser alienígena proveniente de una lejana y evolucionada raza desconocida, Rigel, Nova y Spica estaban a punto de descubrir cuan frágil podía llegar a ser la existencia de toda la humanidad tal y como ellos la conocían.
—¡Vaya!, puedes hablar, inclusive en nuestro idioma... aunque con un extraño acento —le contestó Nova al alien.
—He tenido diez de los años de los de tu mundo para aprender como es la comunicación de la raza dominante de este sistema, y también parte de su cultura, a través de las transmisiones de su planeta madre, la Tierra.
—No perteneces a la Alianza de Especies —dedujo Rigel.
—Soy oriundo de una zona del universo a la que ustedes, humanos, aún ni siquiera han podido divisar con sus telescopios más poderosos...
—¿Fuiste tú quien nos encerró aquí?
—Tuve que hacerlo para contener la infestación.
—¿Infestación? ¿Cuál infestación?
—La que ustedes trajeron en su nave. Detecté un intenso campo psiónico proveniente de ella, cuando se acercaron a este asteroide.
—¿Campo psiónico?
—Una señal telepática propia de los contaminados, un enlace mental, subconsciente, que establecen entre ellos.
—A ver... ¿Dices que estamos infectados por algo?, yo no me siento enferma —le preguntó Nova.
—Tal vez lo estés, y jamás te darías ni cuenta, afecta a tu ser de una manera tal, que se apodera completamente de tu voluntad.
Se trata de un parásito que contamina el fluido que transporta los nutrientes celulares de su víctima, en el caso de los humanos, lo que ustedes llaman: sangre.
Rápidamente, y valiéndose de ella, forma una muy compleja red neuronal propia, utilizando las células infectadas.
De ese modo, se adueña de todo el cuerpo, incluyendo su órgano de control principal: el cerebro, en la mayoría de las especies, al que, luego de aprender su fisiología, puede poner a dormir en zonas específicas cuando lo desee; de ese modo, logra manejar la memoria, la conciencia, y la personalidad del huésped sin que este lo advierta, ni que oponga resistencia alguna...
—Hablas como un médico ¿eso eres, acaso? —le preguntó Rigel.
—Eso fui —le contestó el alienígena sin aclararle más, y se enfocó en lo único que le importaba—.
Sin mi nave, estoy limitado a las capacidades de mi traje, necesito examinar tus células sanguíneas para confirmar tu estado —le insistió a Nova.
—De casualidad, ¿tu nave tiene una forma discoidal y posee armas bastante poderosas? —le preguntó ella ignorando su requisitoria.
—Sí, cañones de alta energía y bombas esterilizadoras, pero es erróneo considerarlas como armas, son implementos sanitarios de limpieza y purificación.
Perdí contacto con ella hace diez años, y quedé varado aquí.
Rigel y Nova se miraron, intentando sacar algunas conclusiones...
—La mujer que recogimos en el transporte penal, ella debe ser la fuente de ese extraño campo telepático, lo que sea, que detectaste; no hay nadie más —le aclaró Rigel al extraterrestre, el cual agregó:
—La sintética que viaja con ustedes es inmune al parásito celular —dijo refiriéndose a Spica—, y tú estás limpio —le especificó a Rigel—... Ahora, dame una muestra de tu sangre, mujer —le exigió entonces a Nova con vehemencia.
—Podrías haber aprendido algo de nuestros modales en estos diez años —lo criticó ella al tiempo que se arremangaba y pasaba su antebrazo por entre los barrotes de la celda; el alien procedió con la prueba...
—Limpia —dijo segundos después—. Ahora, déjenme salir, debo encargarme de la pasajera que llevan de su nave.
—¿Qué quieres decir con encargarte? Espero que eso no signifique matarla —El alien la miró sin responderle—... Mira, no sé como sea en tu planeta, pero aquí a las personas enfermas las tratamos de otro modo, intentamos salvarles la vida —le dijo Nova.
—¡¡Ella ya no es quién fue, ni lo será nunca más; su voluntad y conocimientos son usados por otra entidad ahora.
Su organismo entero ha sido contaminado por una agresiva entidad que ha invadido todo su cuerpo, y es una enfermedad para la que no hay una cura.
Un patógeno resistente a todo, que no se puede matar con ningún método conocido..., solo se lo puede encerrar!!
¡Necesito detener al destructor de civilizaciones ya! Todo ser vivo en este sistema se encuentra en peligro —sentenció finalmente.
—¿Destructor de civilizaciones? ¿No te parece que estás siendo exageradamente dramático?
—Estúpida humana, no sabes con lo que tratas aquí. Eres arrogante porque eres ignorante...
Lo primero que hace este ser es difundirse a través de toda la red social de la especie que ataca. Al comienzo, el avance es lento, pasa de padres a hijos, principalmente..., estos últimos, nacen ya contaminados y viven toda su vida de ese modo sin saberlo; en sociedades primitivas le lleva generaciones enteras el conseguir dispersarse lo suficiente, durante ese tiempo, la decadencia social va gradualmente en aumento, pero el progreso de la contaminación se vuelve exponencial.
Valiéndose del enlace psiónico que existe entre los contagiados, el proceso continúa hasta alcanzar una masa crítica; es entonces cuando se inicia la etapa final, y comienza la colmena.
—¿Una colmena... como las de las abejas de la Tierra, así? —le preguntó Rigel.
—Sí, ese es un ejemplo bastante parecido. Muchos tipos de insectos establecen un claro sistema de castas sociales: una reina, quien se encuentra por encima del resto, inmediatamente por debajo de ella, los zánganos, sus vasallos principales, destinados solamente a servirle, y finalmente, como eslabón final de esa cadena, están las obreras, simples trabajadoras encargadas de obtener todos los recursos.
En ese punto, la evolución de la sociedad prácticamente se detiene en todo aspecto, y pasa a, únicamente, consumir cuanto recurso natural tenga a su alcance.
Con ese esquema social ya establecido, los parásitos arrasan todo lo que existe en el planeta hasta dejarlo completamente árido y estéril.
Si el avance tecnológico de la especie se los permite, contaminan entonces otros planetas del sistema, y así expanden la devastación hasta donde puedan abarcar —concluyó.
—¡Spica!, abre las celdas —ordenó Rigel, y así, él, Nova y el alien, fueron a la sala de control de la prisión.
—Estuve escuchándolos a través de los micrófonos de las cámaras de vigilancia, y debo informarles que tenemos un problema —les dijo Spica—. Nuestra pasajera se despertó y escapó de la nave, la vi salir del Cisne hace solo unos segundos, mientras ustedes venían hacia aquí.
—¡Hay que atraparla de inmediato! —exclamó el alien.
—No, no, no, no, no... para nada —se opuso Rigel—.
Te diré lo que haremos, nos iremos los cuatro en nuestra nave, y te dejaremos a ti en tu vehículo, el cual, por cierto, se encuentra estrellado en un asteroide; lo vimos, y parece estar intacto, hasta es posible que la tripulación sobreviviera como tú.
—En mi nave no hay nadie más. Mi especie cuenta con muy pocos individuos para cubrir todo el universo. Viajamos solos, nuestras naves se encuentran automatizadas, y poseen una avanzada Inteligencia Artificial, la cual nos ayuda en todo lo que necesitamos.
—Como sea. Me imagino que la repararás, o le pedirás a tus amigos que vengan a remolcarte; y luego, si así lo deseas, podrás venir e incinerar este asteroide con tus cañones de alta energía, o destruirlo con tus bombas esterilizadoras, o lo que prefieras, realmente no me importa para nada.
Solo quiero que salgamos de aquí sanos, y sin ningún parásito extraterrestre raro dentro nuestro.
—¡Negativo, humano!, no debemos irnos hasta estar absolutamente seguros de haber contenido al virus, si nos vamos ahora, existe la posibilidad de que logre escapar del asteroide —replicó el alien.
—¡¿Ah sí?! ¡¿y como lo haría?! La única nave aquí es la nuestra.
—Podría simplemente salir al espacio, y dejarse flotar, hasta que una nave, algún día, encuentre el cadáver de su huésped a la deriva, y lo rescate para entregarlo a las autoridades de tu mundo... El cuerpo de su víctima es solo un hábitat reemplazable. ¿Crees que le importa que este muera, acaso?
Se hizo un impasse de silencio absoluto...
—La nave penal se encontraba sellada, tal vez por eso no usó ese método para huir de ella, y el mantener a la mujer con vida solo fue un ardid, que nos engañó —dijo Nova.
—Bueno, entonces salgamos en el Cisne y soldemos todas las compuertas de acceso a este asteroide, ¡y listo! —insistió Rigel.
—¿Y cómo evitarás que utilice la maquinaria minera para excavar y abrir un nuevo agujero por donde poder huir? —le planteó el alien en tono molesto—.
No tienes idea de la clase de entidades a las que te enfrentas, son una especie de depredadores que lo consumen todo, no dejan nada.
Mira a que distancia está el planeta madre de tu especie: primero se apoderarán de las mentes de tus semejantes, y de sus sociedades; luego saquearán los recursos naturales de los todos hábitat terrestres, hasta acabar con sus ecosistemas y la ecología por completo...; y finalmente se terminan autodestruyendo, al devorarse entre ellos mismos.
Solo quedarán apenas trazas de la humanidad en tu mundo, el cual será convertido en una inhabitable roca estéril, eso te lo aseguro.
Mi raza fue como tú una vez, ¡cobarde!... y así perdimos al 99% de los nuestros a causa de uno solo de estos parásitos, que la contaminó.
En medicina, nuestros avances fueron tan grandes que habíamos conquistado todo tipo de enfermedad existente, inclusive, la propia muerte por envejecimiento, algo que muy pocas especies han logrado.
Nos creímos invulnerables... hasta que nos encontramos con estos organismos.
Sin que nadie advirtiera nada, un día nuestra sociedad comenzó a cambiar, empezaron a proliferar las peores actitudes de los individuos, tales como: la avaricia, la prepotencia, el despotismo... y también otras bastante diferentes, pero no menos nocivas, como: la resignación, el conformismo, o el abandono.
Nuestros avances científicos comenzaron a ser lentos, y luego, mínimos..., hasta volverse nulos.
Estábamos ya contaminados y nadie, ni siquiera, lo alcanzaba a sospechar.
Nuestros dirigentes, la mayoría infectados ya, decidieron entonces hacer un cambio radical en nuestra estructura social, uno que mejoraría la vida de todos y nos volvería a colocar en el rumbo del crecimiento... Eso fue lo que prometieron, al menos.
Y así, de pronto, vimos como uno de los nuestros comenzaba a regir sobre toda una gran casta, la cual dominaba al resto de la población; el planeta entero se estaba convirtiendo en una gigantesca colmena, sin individuos, sin oposición, y sin libertad.
Cuando tu sociedad cae de ese modo, solo puedes hacer una de tres cosas: someterte ante el régimen opresor, aislarte casi por completo de los demás, o resistirte... y luchar contra el nuevo sistema establecido.
Quienes lo advirtieron, procedieron de una manera civilizada, «humanista», dirían ustedes, e intentaron combatir a la infestación con la ciencia; buscaron una cura, una manera de salvar a los infectados, y al ver que no podían, huyeron de ellos, para ganar tiempo.
Así, nuestro mundo y una gran parte de las colonias que teníamos por todo el sistema fueron finalmente consumidas, destruidas por completo.
Fue entonces, cuando ya era demasiado tarde, que quedó evidente lo único que se podía hacer ante este enemigo.
Desde aquel momento, los pocos que sobrevivimos, nos dedicamos a cazarlos y contenerlos por todo el universo.
¿Te arriesgarías a que tu raza termine así?, ¡porque la Tierra es su siguiente objetivo!
—Bueno, tú no lo sabes porque vienes de muy lejos, pero la humanidad siempre ha tenido unas aspiraciones y maneras de actuar bastante similares a las de estos organismos patógenos que combates.
Yo no estaría tan seguro de que no haya sido contaminada ya..., y desde hace siglos, debo agregar —ironizó Rigel con un sarcasmo.
—Tu especie es solamente inmadura en su moralidad.
Si los humanos terrícolas estuvieran contaminados, te garantizo que ya lo habríamos detectado, y exterminado a los portadores...
El extraterrestre hizo entonces una breve pausa, había algo en su interior que, a pesar de su dura actitud, y su inquebrantable decisión, de algún modo, a su modo, le pesaba, y entonces les hizo una revelación...
—Hace miles de años, existía en Marte una civilización extendida por todo el planeta, y a la que los arqueólogos humanos llamaron: los cidonios.
Su estado evolutivo era similar al de la cultura Sumeria, que ustedes conocen de la historia humana.
Creemos que fue un pequeño meteorito, no más grande que un puño, que llegó un día a ese mundo, llevaba en su interior a este virus en estado latente.
Tal vez fue un artesano, quien, al labrar aquella roca de los dioses, lo liberó y se contaminó, aspirándolo; luego, lo siguieron sus familiares, sus vecinos... y finalmente toda la población de su ciudad.
Nuestros observadores detectaron, recién entonces, la enorme actividad psiónica desatada por aquella infestación masiva, y yo fui enviado para investigar y proceder.
Examiné el planeta con mi nave, lo hice desde la órbita... El patógeno se había extendido ya en varios de los continentes. Tuve que arrasar esas zonas con las armas de mi nave.
Utilicé las bombas esterilizadoras, de ese modo eliminé, en esos puntos específicos, toda forma de vida marciana, fue lo más adecuado para evitar la descomposición natural de los cuerpos, la cual hubiera contaminado con el virus a los microorganismos descomponedores.
Este patógeno no conoce de barreras interespecies, puede infectar todo lo que sea que esté vivo.
Luego, valiéndome de un ejército de drones, reduje la biomasa de los cuerpos inertes, que aún eran portadores del virus, en estado latente, a simples cenizas, el proceso completo me tomó un año marciano.
Y las toneladas del polvo resultante, contaminado, las introduje finalmente en un enorme y muy resistente recipiente, herméticamente sellado, el cual oculté profundo, bajo la superficie del planeta.
—¿Habrá sido un contenedor con forma piramidal, tal vez? —le preguntó Spica.
—Sí, de configuración tetraédrica, el poliedro más fuerte que existe.
—Bueno, ya sabemos en que se inspiraron los cidonios restantes para la construcción de sus pirámides... Por cierto, creo que tus bombas esterilizadoras terminaron destruyendo la atmósfera de Marte.
—Eso mismo deduje hace diez años, cuando fui enviado nuevamente a este sistema, al detectarse actividad psiónica otra vez, y vi como había quedado el cuarto planeta; fue algo que lamenté profundamente, y aún lo hago..., jamás fue mi intención el eliminar a los marcianos no portadores, y mucho menos la habitabilidad de un planeta entero.
Sin embargo, pronto detecté que la actividad no provenía de ahí, sino de este asteroide.
Cuando lo analicé, comprobé que ya había una buena cantidad de organismos infectados, cerca del 80%, fue por eso que descendí, para proceder con una esterilización puntual de objetivos.
Para mi sorpresa, fui atacado por los no portadores, individuos sanos y limpios..., ignoraba que estaban haciendo un experimento.
Me vi obligado a matarlos a todos.
No obstante, a mitad del proceso, fui alertado por mi computadora del despegue de un transporte, del cual emanaba una fuerte señal psiónica.
—La FDT estaba tratando de salvar al paciente cero —dedujo Spica y el alien prosiguió:
—Entonces le ordené a la IA de mi nave que deshabilitara aquel vehículo, mientras yo continuaba con la limpieza del planetoide...
Finalicé mi tarea y quedé a la espera... pasaron días; al darme cuenta de que mi nave no volvería, tomé todos los cuerpos y los arrojé en la perforación más profunda de este asteroide, lugar donde aún se encuentran apilados —finalizó.
—Estuve indagando un poco más acerca de la cronología de eventos acaecida —informó entonces Spica—.
La primera persona en contraer el virus fue esta mujer, la doctora Ginan, líder de una expedición arqueológica que investigaba las ruinas marcianas existentes en el valle de Cidonia —dijo exhibiendo su foto en uno de los monitores.
—Se trata de la mujer que rescatamos —comentó Rigel al verla.
—Es la reina actual, con ella comienza todo, siempre es así, no importa de cual especie se trate —agregó el alien—.
Esa humana ignoró las advertencias grabadas en el contenedor que dejé enterrado, o tal vez ni siquiera las entendió... En todo caso, nunca debió violarlo.
Cuando el parásito se encuentra en estado latente, parece ser solo polvo inofensivo; así puede aguardar por toda la eternidad, hasta que se presenta un organismo vivo, al que ingresa y contamina... Usualmente es inhalado —reveló, y Spica prosiguió:
—La FDT detectó, en aquel entonces, que su nave había zarpado hacia la Tierra sin haber respetado los protocolos de cuarentena, y la detuvo.
—Tal parece que la doctora estaba muy ansiosa por infectar al planeta entero —infirió Nova, Spica continuó:
—El patógeno fue descubierto al examinar detenidamente a los integrantes de aquel grupo arqueológico; todos y cada uno parecían encontrarse afectados por algo desconocido, había en ellos un anormal trastorno en su conducta, el cual provocaba que le obedecieran a la líder de la expedición de una manera casi reverencial, como si fueran sus súbditos.
Así nació el programa Neogénesis... y fue cancelado pocos meses después, al perderse todo contacto con esta instalación penal. Cuando menos, eso es lo que se advierte en los últimos comunicados recibidos, los cuales nadie respondió nunca.
—La FDT y su División X... Dejaron una bomba de tiempo para la humanidad flotando en el espacio, y todo por culpa del maldito secretismo —se quejó Rigel—.
Ahora depende de nosotros ponerle fin a esto.
Bien, de acuerdo, no nos iremos.
Hagamos un plan, y sepultemos a esa maldita cosa en esta roca, y esta vez que sea para siempre...
Inmortal
Quinientos millones de kilómetros era la distancia aproximada que separaban a la Tierra del asteroide en el que el destino de toda la vida de ese planeta se encontraba en vilo...
Luego de revisar minuciosamente toda la prisión, y comprobar que la doctora Ginan no se encontraba en ella, solo quedaba un lugar donde podía haberse ocultado, y era la zona más grande de aquella explotación:
—Este es el plano completo de la mina —dijo Rigel presionando el botón de encendido de un monitor holográfico, el cual mostraba una representación tridimensional de las instalaciones mineras—.
Como pueden ver, la zona de minería es un auténtico laberinto de túneles, el cual se despliega en todas las direcciones, y por los tres planos ortogonales X, Y, y Z, por igual.
Además, cada cierta distancia, hay grandes bóvedas naturales que se interconectan mediante ellos...
—Tendremos que estar escalando permanentemente, esto va a ser agotador —se quejó Nova.
—No, en realidad será como moverse en un área completamente plana —le aclaró Spica—. En todo el sector de trabajo hay un suelo metálico desplegado, que tiene emisores de gravedad incorporados, es la misma tecnología que empleamos en nuestras naves. Mientras permanezcas y transites sobre él, la gravedad que percibirás será completamente normal.
—Entiendo... Ahora bien, cuando encontremos a la doctora ¿qué hacemos?
—Ante todo, eviten entrar en contacto con sus células sanguíneas, una sola que penetre en sus cuerpos y estarán contaminados.
Este traje mecánico me protege a mí, ustedes no tienen nada —dijo el alien.
—Bueno, esto que tengo puesto es un uniforme de combate de la FDT... y podría sumarle un traje espacial encima.
—Un débil recubrimiento de fibras no te protegerá del ataque de un arma filosa o punzante embebida en su sangre.
—Bien, entonces usaré esto para mantenerla a la doctora a distancia segura —enfatizó Nova sacando su arma.
—¿Opera mediante la proyección cinética de pequeños objetos?
—Si, por así decirlo... Dispara balas de calibre 45, soy un tanto clásica en mis gustos.
—Mejor guárdala, y que ni se te ocurra usarla, esparcirías su sangre por todos lados, y si una sola gota llegase a entrar en tu organismo...
—Si, sí, ya sé, tendrías que matarme. Eres un sujeto muy simpático, de veras, ¿no te lo habían dicho ya? —ironizó—. ¿Qué nos sugieres que hagamos entonces?
—Hay muchas maneras de terminar con la vida de un ser humano, los de ustedes, son organismos bastante frágiles.
Se la puede ahogar, electrocutar, envenenar, irradiar, o provocarle cualquier otro tipo de daño interno que le resulte mortal, romperle el cuello sería lo más eficiente.
Cuando llegué aquí, utilicé un arma de energía, cauterizaba las heridas al momento de generarlas... Lamentablemente ahora, luego de transcurrido tanto tiempo, se encuentra completamente descargada, y no encontré más armas de ese tipo en estas instalaciones, aquí todo es demasiado primitivo para mí.
—De acuerdo, estoy entrenada y conozco suficientes métodos para lidiar con oponentes sin usar armas —aceptó Nova enfundando su pistola nuevamente.
—Esa doctora, contaminada o no, sigue siendo una mujer, no va a tener más fuerza que yo, sé que puedo encargarme de ella —agregó Rigel.
—Bien, comencemos con la cacería —propuso el alien.
—¿El sistema de vigilancia de la mina se encuentra operativo, Spica? —preguntó Rigel.
—Completamente: videocámaras y micrófonos.
—Perfecto, tú te quedarás aquí, entonces.
Nos ayudarás controlando todo, y diciéndonos por el sistema de altavoces si ves a la doctora —le ordenó Rigel.
Así, el grupo de dos humanos, y un alienígena, se aventuró a la caza de un peligroso depredador...
Se internaron por los pobremente iluminados túneles de la mina, un recorrido bastante surrealista, para quien no estuviera acostumbrado, en el cual, por momentos, podían ver a sus compañeros, metros adelante, caminando inclinados de lado, o incluso parados cabeza abajo, sin que la particular gravedad del lugar afectase, ni siquiera, la esperable caída natural de sus cabellos.
Allí no existía ni un arriba o abajo bien definido...
Prosiguieron así, hasta que llegaron a una gran bóveda, cerca del centro del planetoide. La cavidad era enorme, parecida al interior de una gran fábrica.
Había distinto tipo de maquinarias, y vehículos destinados a la extracción y acarreo de minerales, por doquier...
—Miren el tamaño de este pozo —dijo Nova acercándose a un agujero de unos quince metros de diámetro, y cientos de profundidad.
—De esos pozos es de donde se extraen los diferentes minerales —le aclaró Rigel.
—Ese es precisamente el sitio más profundo que pude hallar. Allí fue donde arrojé los cuerpos que maté —les aclaró el alien—.
La actividad psiónica es muy fuerte, ¡estén alerta! —advirtió... En ese momento se escuchó como una de aquellas grandes máquinas era activada.
El alien fue atrapado por un poderoso electroimán, que habitualmente era utilizado para mover vehículos y contenedores dentro de la bóveda, y que levantó su armadura metálica sin ninguna dificultad, paralizándolo completamente.
La silueta de una mujer surgió entonces de entre las tinieblas, caminando...
—¿Doctora Ginan? —le preguntó Nova.
—Sí, y estoy bastante confundida.
Lo último que recuerdo es haber abordado un transporte que salió de este asteroide, ¡huyendo de aquel ser asesino! —acusó señalando al alienígena—... y ahora, no sé como, estoy aquí nuevamente.
—Bueno, vamos a aclararlo todo, quédese tranquila —le dijo Nova comenzando a acercársele, para eliminarla.
—No me gusta tu mirada... ¡¡No te me acerques más, estás de su lado!! ¡¡¡ Aléjate de mí!!! —gritó la doctora de manera histérica.
Nova no le contestó, y continuó caminando hacia ella...
—Estoy desarmada —dijo mostrando sus manos—, no soy peligrosa, solo quiero que alguien me ayude. ¡Por favor!, tengo mucho miedo —comenzó a rogar lastimeramente.
La duda se apoderó de Nova, matar a alguien, que claramente estaba indefensa ante ella, no era algo que disfrutara; fue así que pensó en simplemente capturarla.
—¡No la escuches, el depredador habla a través de ella! —le gritó el alien previniéndola, y tenía razón...
Cuando Nova estuvo a menos de tres metros de la doctora, esta, sacó de su bolsillo una jeringa, que había tomado de la enfermería del Cisne Negro, en ella había sangre, su propia sangre, infectada y lista para ser usada como una auténtica arma.
En ese momento, su semblante cambió por una expresión de pura maldad.
—Pronto estarás conmigo y seremos uno —le contestó el parásito y, de inmediato, se abalanzó hacia Nova, quien retrocedió de un salto, tropezándose y cayendo de espaldas.
Gracias a sus reflejos, había logrado escapar de ese primer ataque. Sin embargo, su oponente había quedado de pie, justo frente a ella.
Nova estaba entregada, a merced de su rival, aún si desenfundara su arma y le disparara en la cabeza a su oponente, el sistema nervioso del parásito se encontraba distribuido en la sangre, seguiría controlando aquel cuerpo; al mismo tiempo si ella recibiese un pequeño piquete de la aguja de aquella jeringa, todo terminaría para ella...
Ginan sonrió de una manera malignamente triunfal, y su ataque definitivo no se demoró más.
Con un salto, el depredador se arrojó encima de su víctima, con su mano empuñando la jeringa, lista para asestar el golpe final... pero, en ese momento, inesperadamente, su cuerpo quedó suspendido en el aire a solo un par de metros de su objetivo.
Nova advirtió de inmediato lo que estaba sucediendo.
Se sujetó con sus manos de unas agarraderas embutidas en el suelo, las cuales estaban distribuidas, y en cantidad, por todos lados, eran para ser utilizadas por los mineros en situaciones de emergencia, como esta, en las que mermara, o se interrumpiera del todo, la generación artificial de gravedad.
Aquello, no había sido casual, sino parte de un improvisado plan, en el que Spica, siguiendo las indicaciones de su capitán, y viendo toda la situación a través del circuito cerrado de video de la mina, había intervenido desde el control central, y apagado los emisores de gravitones de toda la sección.
En ese instante, se comenzó a escuchar una cadencia de pasos, pasos que sonaban un tanto extraños...
Se trataba de Rigel, quien, aprovechando el momento, se había colocado un par de botas electromagnéticas, de las que usaban los ingenieros durante la instalación de aquellos suelos metálicos, con las que permanecía firmemente asido al piso.
En sus manos, portaba un rifle lanzador de redes, un tipo de arma no letal que se usaba en la Tierra desde el siglo XX para la captura de animales, y que, en el asteroide, servía para el control de los prisioneros.
Aquel arma la había encontrado en la misma taquilla de los guardias de donde había obtenido las botas, y todo el conjunto le había dado una idea.
Se acercó así a cinco metros de la doctora Ginan, que lo miraba impotente desde el aire, pudiendo solo agitar sus brazos y piernas con frenesí..., y sin mediar palabra alguna, disparó contra ella.
La elastizada, pero a la vez fuerte, red, envolvió a su objetivo con extrema firmeza, atrapándola ceñidamente, y dejándola casi en una posición fetal, impidiéndole todo movimiento.
Acto seguido, Rigel utilizó una cuerda con dos ganchos en sus extremos para sujetar la red al ascensor del pozo, y pulsando un botón lo envió hasta el fondo... arrastrando así a la reina.
—Cuando llegue abajo del todo quiero que bloquees el elevador, Spica... y recién entonces vuelve a activar la gravedad artificial —le dijo.
—¡Será un placer, capitán! —contestó ella sonriendo.
De ese modo, el parásito fue enviado decenas de metros hacia una profunda ubicación de la cual, aunque se liberara de la red, le sería imposible escapar... al menos, por el momento.
Un peligro al acecho
Habiendo quedado la reina atrapada en el fondo de aquel pozo, Nova modificó parte del armamento del Cisne Negro para operar de manera incendiaria. Se llevaron así varias bombas hasta aquella ubicación, y el fondo del pozo fue completamente incinerado, volviendo cenizas a todos los cuerpos que allí había.
Una vez más el virus había quedado en estado latente...
Con la maquinaria de minería presente en la bóveda, se arrojaron, instantes después, suficientes toneladas de rocas, las primeras de las cuales se fundieron por el calor, sellando al patógeno en ellas, mientras que el resto sirvió para sepultar a aquel peligroso organismo para siempre.
El alienígena fue llevado hasta su nave espacial, la cual pudo, exitosamente, hacer funcionar otra vez, para así, luego, sacarla del asteroide en donde había encallado y contactar a los suyos...
—¿Le advertimos a la FDT lo que pasó aquí? —le preguntó Nova a Rigel.
—¿Para qué?... ¿para qué la División X vuelva a intentar otro programa, el Neogénesis 2, tal vez? Definitivamente, no.
—¿Y con la pirámide triangular marciana que pasará? —planteó Spica.
—Según me informó nuestro nuevo amigo, una nave perteneciente a su gente ya se encuentra en camino para retirarla de las profundidades de Marte; esa cosa es demasiado peligrosa como para estar cerca del alcance terrestre —concluyó.
Aunque era vergonzoso, la raza humana era aún tan inmadura como especie, que otras razas, mucho más evolucionadas, la tenían que tratar del mismo modo en como en ella se trataba a los niños...: alejando las cosas peligrosas hasta que, algún día, supiera como comportarse.
Se hizo así un silencio, quedaban muchas dudas aún, posibles cabos sueltos que no podían ser atados como: ¿qué pasaría con aquel asteroide en el futuro?, ¿llegaría algún fragmento contaminado hasta la Tierra algún día, el cual desataría una pandemia?, ¿acaso sería eso lo único capaz de provocar ese tipo de desastre?, la FDT podría tener, ya en su poder, una parte del polvo contenido en aquella pirámide extraterrestre y, de ser así, ¿algún día se atrevería a llevar a cabo otro insensato programa secreto?...
Preguntas sin respuestas, que quedarían flotando en el espacio, mientras el Cisne Negro continuaba con su misión original, alejándose definitivamente de allí.
¿FIN?
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