La katana y el dragón (serie Delta 3, nº 7)
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Ahora, forma parte de una comunidad de razas alienígenas que colaboran por el bien común, y dentro de la cual es, apenas, un modesto miembro más.
Es un tiempo de avances tecnológicos sin precedentes, en el cual los límites de la ciencia son permanentemente rebasados: naves con capacidad de viaje intergaláctico, organismos en parte biológicos y en parte cibernéticos, androides similares en todo a sus creadores, desconocidos seres espaciales e interdimensionales con capacidades que van más allá de la imaginación, viajes en el tiempo y más..., mucho, pero mucho más.
Es allí en donde, el capitán Rigel, la ex-militar Nova y la cibernética Spica, a bordo de la nave espacial Cisne Negro, recorren el espacio en busca de oportunidades y aventura.
Se trata de una pequeña tripulación que vivirá las más grandes historias.
La hermosa y tentadora Tsuki, tan bella como peligrosa, contratará a la tripulación del Cisne Negro para que Rigel la ayude a realizar un peligroso robo, de un místico artefacto, en un insondable planeta.
Delta 3, el futuro es cuando la ciencia ficción se vuelve una realidad...
(toca cada parte y disfrútala)
La boda de Rigel
Superficie del planeta Mérope. En su ciudad principal, Naita, la gigantesca metrópolis controlada por los Yamata no Orochi, una de las tres enormes organizaciones mafiosas que operaban en el sistema Sirio, y asiento desde donde emanaba todo su clandestino poder sobre aquel mundo, Rigel había sido citado para una muy secreta reunión por un misterioso contratista, quien había preferido permanecer con su identidad en el más absoluto anonimato.
—Esto no me gusta nada, Rigel —le dijo Nova preocupada, ella lo acompañaba como refuerzo, por si surgía algún problema—. No solo se trata de una ciudad muy peligrosa, ya de por sí... encima, estamos en sus afueras, lo cual es mucho peor.
—Pues, lo siento, Nova... pero, por ahora, no podemos darnos el lujo de andar eligiendo a nuestros clientes.
De hecho, últimamente, no hemos tenido ni siquiera algo que fuera cercano a un buen contrato; para serte franco, si no conseguimos algo, y pronto, vamos a tener que limitarnos a hacer trabajos en la superficie de algún mundo olvidado, porque no nos va a alcanzar el dinero ni para hacer despegar al Cisne.
—Mira este sitio, Rigel... parece un pueblo fantasma, está lleno de casas abandonadas y comercios cerrados. No hay ni siquiera vehículos circulando... es más, no hay ni un alma a la vista. ¿Quién, en su sano juicio, se animaría a solicitar un encuentro aquí?
—Dentro de poco lo sabremos —le respondió Rigel apuntando con sus ojos, al tiempo que veía como un fornido hombre de traje, a lo lejos, les hacía señas con su mano para que se le acercaran.
Era obvio que aquel sujeto los conduciría al punto exacto de la reunión, y así fue...
Llegaron al sótano de una derruida casa, donde se encontraron con otros tantos hombres trajeados y de igual porte que el primero... todos eran guardaespaldas; y en medio de ellos se encontraba la persona que protegían, la misma que había solicitado esta reunión... Se trataba de Tsuki, una de las hijas de la familia que mandaba allí.
Al verla, Nova llevó de inmediato su mano hasta su arma, lo mismo hicieron todos los guardaespaldas, que desenfundaron y le apuntaron directamente, dejándola inmóvil...
—Que sorpresa encontrarte aquí, Tsuki —le dijo Rigel tratando de estar lo más calmado posible en aquella tensa situación—, y que raro es el que no este Kasei a tu lado.
—Todo ha sido para mantener esta reunión lo más discreta posible; imagínate, un cíborg, como él, con el aspecto de un samurai plateado, de más de dos metros de altura, no es algo que pase precisamente desapercibido... ni siquiera aquí, en Naita.
Guarden sus armas ya —les ordenó a sus hombres, los cuales le obedecieron de inmediato—.
Puedes relajarte, Nova, como muestra de buena fe, he decidido dejar de lado nuestras diferencias personales... al menos, por ahora.
—Veo que estuviste averiguando algunas cosas, Tsuki; mi nombre, por ejemplo.
—¿Cómo no hacerlo?, es estrategia básica el saberlo todo de un rival. Además, tú eres la segunda en la nave que comanda mi futuro esposo...
—¿Qué? ¡¿Qué dijiste?! ¿Rigel, tu futuro esposo?
Tsuki se rió por un momento:
—Va a ser mejor que les explique todo desde el principio...
En este sistema hay tres planetas que son muy especiales, cada uno de ellos con grandes colonias humanas: Mérope, Eos y Euríale.
—Sí, sí... eso ya lo sabemos muy bien, en cada uno de ellos está una de las familias de la tríada mafiosa que opera en este sistema —dijo Nova interrumpiéndola.
—La palabra mafia se asocia al crimen... Preferimos referirnos a nosotros más como a un sindicato —la corrigió Tsuki mirándola a los ojos con un sesgo desafiante.
—Un sindicato del crimen organizado, con actividades como la protección, el arbitraje en disputas criminales, la intermediación y control de acuerdos y transacciones ilegales... Por no mencionar las actividades secundarias como: la administración de los juegos de azar, el tráfico de drogas, armas y personas.
¿Omití alguna cosa, Tsuki? —preguntó finalmente Nova de manera sarcástica.
Tsuki miró a Rigel conteniendo toda su ira.
—Nova, por favor, escuchemos lo que tiene que decirnos Tsuki; y esta es una orden, ¿estamos de acuerdo? —le enfatizó el capitán tratando de atemperar los ánimos allí; Nova le contestó haciendo la mímica de cerrar un cierre relámpago en sus labios.
—Bien —prosiguió Tsuki —; en Eos se realizará esta semana una subasta muy exclusiva, a la cual he sido invitada por ser la primogénita de mi familia.
Planeo asistir y recuperar una reliquia familiar que nos fue quitada a los Yamata no Orochi hace centurias; se trata de una antigua espada conocida como: la katana del dragón.
De ese modo, cumpliré con mi desafío, mi prueba de valor; es una tradición familiar que debo realizar al llegar a los 23 años; ya tuve dos años para hacerla, y no la realicé; este, es el último que me queda, y no dejaré pasar esta oportunidad.
Rigel y Nova se miraron entre sí, y él preguntó:
—Excelente, bien por ti, Tsuki, pero... ¿para que nos contratarías? Puedes comprarla sola, ¿o no?
—No, no puedo, Rigel. Verás, la katana no forma parte del lote que sale a subasta, así que planeo robarla; y no se me ocurre nadie mejor que tú para ayudarme a hacerlo.
Sin saber que decir, Rigel se quedó mudo, y Tsuki insistió:
—Kasei fue quien te sugirió de inmediato; aunque él nunca te lo diría, te considera un gran guerrero, capaz de protegerme de cualquier peligro..., y yo pienso lo mismo, mi valiente capitán.
Confío en ti, ya me salvaste una vez, sé que puedo poner mi vida en tus manos —dijo en tono seductor.
—Oh, por favor... ¡Vaya cursilería la que acabo de oír! —expresó Nova sin poder aguantar más el coqueteo de Tsuki—; ¡ya dinos que es eso de casarse con Rigel! ¿Qué necesidad hay de hacer una boda?
—Tus celos te ciegan, y te hacen quedar en ridículo, ¿no es así, Nova? ¡Estás subestimando a tus oponentes!, craso error.
Eos no es un planeta abierto al universo, como lo es este, muy por el contrario, su sociedad está totalmente cerrada, y es, en extremo, xenófoba.
Cualquier nave que intente ir allí, sin importar su procedencia, ni sus motivos, será atacada de inmediato con fuerza extrema.
Nadie puede descender en ese mundo sin un permiso previo de sus mandatarios, a menos que esté dispuesto a enfrentarse a la muerte, claro está.
Todos y cada uno de los concurrentes que pretendan ir a la subasta van a ser investigados previamente; será un escrutinio hecho de una manera minuciosa y exhaustiva..., y ante cualquier sospecha le negarán la asistencia.
Como ya les dije, yo he sido invitada. Ahora bien: según las normas de Eos, puedo incluir en mi invitación a mi esposo, siempre y cuando estemos en nuestra luna de miel.
Nadie sospechará nada de este matrimonio, todos saben de nuestra historia, y conocen bien los lazos que nos unen a Rigel y a mí. Él es el héroe que me salvó.
—Dime, ¿por qué tiene que ser esto, Tsuki? ¿No podrías buscar, acaso, algo más sencillo para tu prueba de valor; algo digamos... menos peligroso, al menos? —le preguntó Rigel.
—Si pretendo el respeto de mi familia, no. Esta es una prueba que marcará a fuego el peso de mi futuro liderazgo... Mi hermano mayor murió cumpliendo la suya hace años, no puedo ir a por menos que él.
—De acuerdo, Tsuki... acepto el contrato, casémonos. ¿Qué debo hacer ahora?
—En mi familia los acuerdos más importantes siempre se han manejado de una manera honorable, es decir: de palabra.
Basta con la sola presencia de testigos, por ambas partes, para ratificarlos... yo tengo a mis hombres, y tú la tienes a ella —dijo mirando a Nova, quien de inmediato protestó:
—¡Un momento, Tsuki! Si esto se va a manejar así, no será un casamiento simulado sino uno real, al menos para tu familia.
—Sí, será real... ¿por?
Nova se le quedó mirando boquiabierta, desconfiaba de los motivos completos de Tsuki, de hecho, creía que ella estaba utilizando todo esto como una conveniente excusa para adueñarse de Rigel de una manera definitiva.
Tsuki entonces le dijo:
—¡Oh!... ya entiendo, ¿te preocupa la disolución de esta unión mía con tu comandante? —sonrió con un sesgo desafiante—.
Según las reglas de nuestro clan, y siguiendo con nuestras tradiciones, si el matrimonio no se consuma dentro de los tres días de celebrado, este queda nulo de manera automática.
Así que mientras Rigel pueda contenerse, y no ser travieso en nuestra alcoba... terminaremos siendo simplemente amigos, como hasta ahora.
Nova miró a Rigel entrecerrando sus ojos, su intención era que él recordara esa mirada en todo momento durante los tres siguientes días, en los que, estaba completamente segura, Tsuki intentaría hacer todo lo que estuviera a su alcance para que él cayera ante sus cuantiosos femeninos encantos.
De ese modo, con todo ya perfectamente aclarado, se cerró el acuerdo, y aunque Nova tenía sus reservas, ofició de testigo... a regañadientes, por supuesto.
Rigel quedó así oficialmente casado con Tsuki, a cambio de una muy buena paga por la misión que se avecinaba...
Secretos en la niebla
Dos días después, en la orbita de Eos, un sinnúmero de naves se reunían para asistir a la subasta que se realizaría en Kumori, su ciudad capital, el Cisne Negro se encontraba entre ellas:
—Esto es muy interesante —dijo Spica consultando las bases de datos de acceso público del planeta—.
La sociedad de Eos es sumamente cerrada. Conservan mucho de las tradiciones del Japón feudal, así como el misticismo ancestral de su cultura. Tal parece que hasta su arquitectura es una «exquisita fusión entre lo antiguo y lo moderno», al menos eso dice aquí, y hay algunas fotos —agregó exhibiéndolas...
Poco se apreciaba de aquellas misteriosas ciudades, ni siquiera por las escasas imágenes que existían de ellas, en las cuales, entre densos bancos de niebla, se alcanzaban a distinguir algunos edificios con una arquitectura oriental de tipo clásica, en donde había una muy amplia variedad de templos y santuarios.
—Es una pena no poder ver las construcciones, al menos, desde la órbita —continuó diciendo—; el planeta entero se encuentra rodeado por una muy poco frecuente, y densa, capa de nubes iónicas, las cuales se ubican a una muy gran altura, en la parte alta de la atmósfera, y son impenetrables para todo tipo de sensor óptico.
Al mismo tiempo, forman una red de defensa formidable; con un simple rayo de alta energía, disparado desde la superficie, el cual es dispersado por miles de kilómetros, de manera omnidireccional..., se puede fácilmente destruir a cualquier nave, que se encuentre dentro de su zona de influencia.
—Serían como cargas antiaéreas gigantes —comentó Nova, Spica continuó:
—Por debajo, ya ubicándonos en el suelo, hay muchos bosques, lagos, montañas, y praderas, como en la Tierra... Aunque aquí es normal encontrarse con neblina en todos lados, e intensos bancos de niebla en distintos puntos.
—¿Y de la subasta?, ¿dice algo que nos sirva? —le preguntó Nova ansiosa.
—No, realmente no, solo algunas generalidades y formalismos...
Me temo que lo único que puedo agregar no es de ninguna utilidad para la misión: este evento se realiza cada quince años, salen a la venta reliquias con presuntos poderes mágicos, objetos que usualmente están presentes en leyendas de distintas razas y culturas; lo cual es algo lógico, dado el carácter religioso imperante en este mundo... Podría seguir, pero son solamente más tonterías irrelevantes de ese tipo.
Tal y como nos lo anticipó Tsuki, en el planeta funciona una red informática especial, que es de carácter privado, podría decirse, ya que se encuentra físicamente separada de la pública; allí es donde se guarda toda la información importante, la que es de carácter sensible.
Solo se puede acceder a ella a través de algunas terminales de la superficie, y todas son pertenecientes al gobierno.
Necesitaremos una de ellas para poder irrumpir en la computadora central planetaria, desde allí se controla absolutamente todo en este mundo..., y eso incluye el escudo atmosférico de defensa; si no lo hacemos, nuestro plan fracasará —concluyó.
Debido al poco tiempo disponible apenas habían podido elaborar un plan general, en el cual, cada parte se encargaría de la realización de algo específico...; el resto sería pura improvisación.
En ese mismo instante, y a unas pocas decenas de kilómetros de allí, en una nave de los Yamata no Orochi, los recién casados aguardaban por un transporte privado, proveniente del planeta, mismo que los llevaría hasta la superficie.
—Que elegante te ves, esposo mío —le dijo Tsuki a Rigel.
—Y tú estás hermosa, radiante como nunca antes te había visto, los atavíos de novia te quedan muy bien, Tsuki —contestó él.
—Basta; vas a hacer que me sonroje...
—El transbordador ya está aquí, mi señora; se está acoplando para que ambos lo aborden —informó entonces uno de los sirvientes.
Aquella nave de transporte era de tipo automática, sin tripulación.
En cuanto la pareja ingresó y se cerraron las puertas, una voz de computadora les dijo:
—Se les informa a los pasajeros que está prohibido el descenso al planeta con cualquier tipo de tecnología.
En ese momento se llevaba a cabo una rápida revisión electrónica, tanto de ellos como de todo el equipaje que cargaban... Al no detectarse dispositivo alguno, la pequeña nave se desacopló y partió hacia su destino prefijado: un lujoso hotel, en donde se celebraría la subasta, y en el cual se hospedaban todos los asistentes a la misma.
Una vez en su habitación matrimonial, Rigel y Tsuki comenzaron con el plan:
—Hay guardias por todos lados, en cada esquina de los pasillos vimos, cuando menos, uno. Vamos a tener que crear una muy buena distracción para poder acceder a una computadora que nos de acceso a la red informática que nos interesa —dijo Rigel—.
Cuando regreses del baño, hay algo que quiero darte, Tsuki...
En ese momento, Tsuki salió, vestía apenas una corta bata que mostraba demasiado sus piernas... definitivamente, lucía en extremo provocativa.
—Pe... pero ¿por qué te quitaste tu traje de novia?, no puedes andar así, desvestida, ¡estás casi desnuda!
—Es solo por si se presenta alguien en la habitación, recuerda que estamos recién casados; además, quiero que veas mi tatuaje de dragón ¿lo recuerdas, ocupando toda mi espalda?
Rigel asintió un par de veces sin pronunciar palabra...
—Bueno... porque le hice algunos agregados pensando en ti; ahora rodea todo mi cuerpo, recuerdo que te gustó mucho cuando lo viste por primera vez, y me importa mucho saber tu opinión.
Por cierto, las nuevas partes están hechas con una tinta psicoreactiva... ¿sabes lo que es eso?
—No.
—Se trata de una tinta my especial, solo se vuelve visible cuando me excito —develó contoneándose de manera muy provocativa, al tiempo que tomaba una pequeña varita de su cartera, con la que se tocó la cabeza; aquel objeto era un dispositivo cosmético, que desencadenó una reacción química, la cual cambió el tinte de toda su cabellera como si fuera una cascada de color.
Rigel quedó mirándola boquiabierto.
—¿Qué te parece mi pelo así?
—¿A... ahora serás rubia? —preguntó él titubeando.
—Sí, creo que te gustan más las rubias... Ahora luzco más como tu segunda al mando, solo que soy mucho, mucho mejor que ella, y lo sabes —dijo con voz seductora.
—¡Esa atrevida pequeña zorra mafiosa! Sabía que se comportaría de este modo —exclamó Nova montando en cólera al escuchar aquella conversación desde la órbita.
—Ahora dime, ¿qué querías darme, Rigel?
—Es el tradicional regalo de boda que el novio le entrega a la novia en su alcoba, debes tenerlo colocado antes de salir, si no podríamos levantar sospechas —dijo él mientras abría una caja de joyas, dentro había un bello conjunto integrado por una gran diadema, un hermoso collar, un par de brazaletes, y dos aros.
—Pero ¡cuán atento a los detalles has sido! Buscaste información de nuestras costumbres familiares; me sorprendes gratamente, Rigel; hasta parece que quisieras enamorarme.
—En realidad, hice que Spica las investigara...
—Como sea, tú se lo ordenaste. Ayúdame a ponerme el collar —le solicitó ella corriendo su ondulado cabello hacia un lado—.
¿Sabes por qué nuestro regalo ritual tiene que ser siempre joyería?
—No... ¿por qué? —contestó él, inocente, mientras se lo colocaba con mucho cuidado.
—Es porque la tradición establece que, en la noche de bodas, esas joyas sean todo lo que la novia quede vistiendo... y nada más.
—¡¡Díselo ahora, Rigel!!... ¡¡¡Hazlo ya, o no vuelvas al Cisne nunca más!!! —gritó Nova furiosa.
—Está bien, de acuerdo, no te enojes conmigo, Nova —le contestó Rigel, lo cual desconcertó sobremanera a Tsuki, quien se quedó mirándolo extrañada—.
Hay algo que debo informarte, Tsuki...
Verás, me encuentro en comunicación permanente con mi nave, todo lo que conversamos está siendo escuchado por mi tripulación, y lo sé porque yo también las escucho a ellas...
—¿Tienes oculto un transmisor del cual no me dijiste nada?
—Sí.
—¡Apágalo!
—No puedo, es una cápsula que ingerí...
Opera bajo el principio de transmisión de sonidos por vía orgánica, mientras esté dentro mío, mi cuerpo es tanto el micrófono como el auricular.
Fue una idea de Nova, ella supuso que pasaría desapercibido, como cualquier implante, y tuvo razón.
—Esa metiche... No podías dejarnos en paz ni siquiera en nuestra luna de miel, ¿verdad, Nova?
—¡¡Ahí está!! ¡Ocultaba lo que pretendía, yo tenía razón! ¡Díselo, Rigel, díselo! —insistió Nova al escuchar eso.
—¡Hey, hey, hey!, ¡¡ya basta, las dos!! No le diré nada que no sea específico de la misión, Nova... y no voy a tolerar una discusión de esta clase dentro de mi cabeza, o enloqueceré.
Mientras esto ocurría, en el salón principal del hotel se celebraba una recepción a los asistentes de la subasta, en donde la mayoría se encontraban reunidos disfrutando de unos refrigerios.
El evento transcurría con total normalidad hasta que, de manera inesperada, uno de los guardias cayó al suelo. De inmediato tres de sus compañeros se acercaron para asistirlo...
—Está muerto —dijo uno de ellos y, en ese momento, él también cayó al suelo, muerto... Desconcertados, los otros dos dieron la alarma justo antes de caer también, muertos.
Los guardias estaban siendo asesinados, uno tras otro, por una fuerza completamente desconocida, y el pánico, muy pronto, se apoderó de todos los asistentes...
En segundos, la planta baja del hotel se convirtió en un auténtico caos, y fue necesario convocar a la totalidad de las fuerzas de seguridad del establecimiento para poner algo de orden, y tratar de controlar la situación.
—Está sonando una alarma —dijo Rigel—... ¿Por qué será?
—No importa, es la distracción que necesitábamos —le contestó Tsuki al tiempo que se volvía a poner apresurada su vestido de novia—.
Rigel, abre el libro que traje y revisa en su portada, tiene oculta una tarjeta muy especial, fue clonada de una real, la adquirí en el mercado negro de Euríale, y la necesitaremos para poder avanzar.
—Es esta, ¿verdad? —le preguntó él al hallarla.
—Sí, la cubierta la mantuvo oculta de los escáneres —contestó ella tomándola y guardándosela en su escote.
Cuando estuvieron listos salieron al pasillo y comprobaron que no había guardias...
—Despejado —dijo Rigel en voz baja—. Ahora, busquemos una de las suites gubernamentales.
—No debería ser difícil dar con una. Según mis informes todos los pisos cuentan con varias —comentó Tsuki—. ¡Mira allí hay una!
—¿Como lo sabes?
—Por la cerradura que tiene al costado de su puerta.
—¿Esa boca que se parece a la de los antiguos buzones de cartas?
—Sí, esa misma.
—¿Qué es?, ¿una lectora de huellas dactilares? Hace siglos que se dejaron de usar, por inseguras.
—No, no es eso, es un cerrojo de ADN.
Se introduce la mano por esa abertura, el sistema extrae entonces células muertas de la piel y las analiza —reveló Tsuki, al tiempo que tomaba el pequeño sobre plástico que contenía un cabello dentro. Acto seguido, puso el cabello sobre la palma de su enguantada mano y la introdujo en la cerradura.
—Muy ingeniosa. Pensé que tus guantes solo formaban parte del conjunto de tu traje nupcial. El único ADN que el sistema encontrará ahora será el de ese cabello —comentó Rigel.
—Exacto... El cual, por cierto, se obtuvo de un destacado miembro de la élite regente de este mundo. Deberían ser mucho más cuidadosos con las peluqueras que contratan, nunca se sabe cuando trabajan para alguien más —comentó burlonamente mientras aguardaba a que se hiciera el análisis... y la puerta se abrió—.
Ahora, a buscar el teletransportador, está muy bien oculto en algún lado, busca una ranura, ahí usaremos la tarjeta que traje.
—¿Todas las habitaciones del gobierno tienen uno?
—Sí, y, si lo que dicen es cierto, siempre conducen directamente al palacio gubernamental.
—Una versión tecnológica de los túneles que suelen conectar los principales edificios de las ciudades antiguas. En los reinos de la Tierra eran bastante frecuentes, los jerarcas los usaban para entrar y salir de donde quisieran, sin que nadie más lo supiera; además, les servían como ruta de escape, en caso de problemas —comentó Rigel, en ese momento, encontraba una extraña ranura en la pared, oculta en una esquina, casi en el diedro que formaba con el suelo—.
Tsuki, prueba aquí la tarjeta —le indicó, y ella así lo hizo...
En la pared se reveló una puerta, perfectamente disfrazada, que se abrió ante ellos, dando acceso a un par de cápsulas unipersonales, con forma de tubos verticales y con paneles transparentes, a las cuales entraron, desmaterializándose.
De inmediato, aparecieron dentro del edificio de gobierno, a varios cientos de metros de donde estaban.
—No hay nadie a la vista —dijo Rigel.
—Era de esperarse, todos se encuentran en la recepción de la subasta —agregó Tsuki—.
Bien, aquí deberíamos de encontrar alguna terminal con acceso a la red confidencial; según lo que mis informantes lograron averiguar, la mismísima computadora central planetaria, estaría en uno de los subsuelos de este edificio .
Comenzaron entonces a moverse con sigilo...
Hasta que encontraron una escalera destinada a evacuaciones de emergencia.
Siguiendo por ella, los condujo directamente hacia el primer subsuelo, lugar donde, tal vez, podrían hallar lo que buscaban.
No obstante, antes de continuar y aventurarse a más, Tsuki, muy despacio, entreabrió la puerta que daba acceso al nivel, para atisbar:
Habían llegado hasta el punto medio de un largo corredor que se extendía hacia ambos lados, frente a ellos, y un poco hacia el costado, como a cinco metros de distancia, había una puerta de dos hojas, y delante de ella, un par de hombres, custodiándola:
—Dos guardias, y están armados —dijo Rigel—.
Protegen algo importante, eso es obvio... Lo único que se me ocurre es que en esa sala debe estar la computadora que buscamos; aunque me parece muy poca seguridad para proteger algo tan importante.
Tal vez solo sea la computadora de control del edificio.
—No te guíes por las apariencias —lo corrigió Tsuki—. La falta de personal puede estar compensada con trampas.
—Como sea; y ahora, ¿cómo pasamos?
—Déjalo en mis manos —le contestó Tsuki confiada—. Entre mis ancestros, varios fueron guerreros: samurais y ninjas.
Para tu información, he sido entrenada, y desde niña, en muchas artes de combate tradicionales, y propias de mi cultura japonesa...
Mi favorita es el ninjitsu, en donde se utiliza una gran variedad de armas, las cuales, por lo general, llevamos ocultas... como, por ejemplo, esta cerbatana —dijo sacando una varilla que parecía servir para sostener el tocado de su cabello, y que en realidad era un tubo hueco, con un dardo dentro, listo para ser disparado.
—¿Los vas a matar? —le preguntó Rigel.
—No, solo dormirán unas horas... aunque se despertarán con algo de dolor.
Entonces, con un certero disparo en el cuello, derribó al primer guardia, y cuando su compañero se agachó para asistirlo, Tsuki se le acercó en completo silencio por la espalda, y con una rápida sucesión de golpes, que le aplicó con sus manos en puntos específicos de su cuerpo, lo dejó completamente inconsciente.
—Listo —dijo sonriendo satisfecha.
Ingresaron así al que sería su objetivo: se trataba de una habitación vacía con una sola computadora en el centro, la cual se encontraba sobre una pequeña mesa muy baja, frente a ella había un almohadón para sentarse, todo en aquel recinto era de un aspecto muy japonés.
—Hay solamente una computadora aquí, una computadora bastante sencilla... Parece ser algo especial —describió Rigel, informando así todo a su tripulación.
—No creo que esa sea la computadora de control del edificio, no estaría tan resguardada —supuso Spica— y, obviamente, tampoco es la computadora central planetaria, la cual tiene que ser un complejo cluster informático, algo realmente enorme... que, de hecho, no me extrañaría se extendiese por varios subsuelos debajo de ese en el que están.
Lo que están viendo debe ser una terminal de acceso, una terminal de acceso a algo importante. Tiene que ser nuestro objetivo.
—Bien... ¡vamos hacia ella, entonces!
—¡Alto! —le dijo Tsuki interponiendo su mano delante de Rigel.
—¿Qué pasa? —preguntó él.
—Mira esto —dijo ella tomando un listón de sus prendas el cual sostuvo con sus dedos delante de ella y movió lentamente hacia abajo hasta que, repentinamente, se incendió en su extremo...
Rigel se quedó boquiabierto, y Tsuki agregó:
—Láseres, con haces de una pulgada de diámetro, y estos no son de alarma... son de defensa, letales.
—¿Cómo lo supiste?
—Llevo lentes de contacto que me permiten ver un rango extendido del espectro de luz visible.
Delante nuestro se extiende toda una red fija de rayos, que tú no ves y yo sí...
Quien me vendió esta tarjeta de acceso —dijo mostrándola en su mano—, me advirtió que habría un sistema de defensa primario alrededor de la computadora, sin embargo, este debía desactivarse de manera automática ante su mera presencia..., y no lo está haciendo.
—¿Una falla en el proceso de clonado?
—Seguramente. Lo cual nos deja solo el sistema secundario, el cual se desactivaría al introducir de manera física la tarjeta en la ranura correspondiente de la terminal.
Espero que ahí sí funcione, y lo desactive todo.
Ahora tengo que pasar entre los rayos y llegar hasta ella sin que me quemen... Descuida, me considero lo suficientemente hábil como para lograrlo —dijo guiñándole un ojo, mientras comenzaba a quitarse la ropa.
—¿Vas a desnudarte aquí?
—Tal vez... ¿Por qué, te gustaría que lo hiciera, acaso?
Rigel se quedó sin palabras y Tsuki se rió...
—Descuida, me quedaré con mi ropa interior.
Así, liberada de cualquier prenda que pudiera ser incendiada por los letales rayos, la valiente joven se aprestó a pasar entre ellos...
Con precisos saltos, propios de un felino, y sensuales movimientos ondulantes, lentos y fluidos, abriendo por momentos sus piernas, como una flexible y fuerte gimnasta, comenzó a desplazarse por la invisible red.
La destreza que demostraba era innegable, sin embargo, en un punto cercano a la computadora se detuvo... Había llegado un sector crítico, por donde tendría que proceder con una precisión milimétrica.
—Ahora se pone difícil —dijo.
Respiró, concentrándose, y comenzó a avanzar cuidadosamente.
Por momentos tenía que hacer equilibrio en la punta de los dedos de sus manos y pies... y entonces la cara externa de su muslo izquierdo rozó uno de los haces, Tsuki gimió ante el agudo dolor de sentir su piel quemada por el intenso rayo, de su herida cauterizada hasta salió un poco de humo, y la mueca de su rostro fue incontenible..., sin embargo, continuó, cualquier desequilibrio derivaría en su muerte instantánea.
Llegó así a un punto de la red por el que no podía pasar, y desde donde su brazo no era lo suficientemente largo como para llegar hasta la ranura de la computadora.
—Aquí hay un enrejado y veo la ranura, pero no la alcanzo —dijo.
Tomó la tarjeta y la colocó entre el dedo pulgar y el segundo de su pie derecho y lo pasó junto con toda su pierna hasta llegar a la terminal, donde la pudo introducir, finalmente.
En apenas unos segundos, toda la red se apagó:
—Listo —dijo de inmediato y se dejó caer en el suelo.
Rigel corrió a asistirla:
—¿Cómo está tu pierna? —le preguntó preocupado al tiempo que se agachaba.
—Duele, pero estaré bien, no es la primera vez que me quema un láser... Me gusta que te preocupes así por mí —agregó sonriendo.
—Esa turra se está aprovechando de la situación —protestó Nova.
—Vístete y siéntate allí en el lugar del operador —le indicó Rigel acercándole la ropa, Tsuki le obedeció:
—¿Y ahora qué? Hace falta una clave de acceso para los sistemas de defensa planetarios —le dijo ella mientras se vestía.
—Levanta los brazos lentamente hacia los costados.
Extrañada, Tsuki le hizo caso..., hasta que, cuando estuvo con sus brazos a 45 grados, Rigel la detuvo:
—Sí, quédate quieta, justo así... La señal es óptima.
—¿Vas a decirme por qué estoy haciendo esto, Rigel?, me siento como una tonta —le preguntó Tsuki molesta.
—El collar que te dí es en realidad un transmisor que le permitirá a Spica, desde el Cisne, el poder conectarse directamente a la red privada del gobierno, y desde allí a la computadora planetaria... La diadema es la antena principal, está oculta en esos cuernos laterales de adorno que tiene, y tus brazaletes la complementan, sirven para ajustar el lóbulo.
—¡¿O sea qué... las joyas que me diste eran falsas?! —dijo Tsuki llevando sus manos a la cintura con enfado e indignación.
—Rigel, estoy intentando romper la clave... ¡Dile que no cambie su posición! —se quejó Spica desde la nave.
—¡Vuelve a abrir los brazos, Tsuki! Tu cuerpo funciona como una antena... Hazlo o no terminaremos nunca —le indicó Rigel, Tsuki, indignada, le obedeció.
Pocos momentos después, la puerta del recinto se abrió y alguien se presentó ante ellos... Era una de las concurrentes a la subasta, una bella mujer:
—¿Qué están haciendo aquí? —les preguntó.
—Lo mismo te pregunto a ti, el ágape se está realizando en otro edificio —le contestó Rigel.
—Ah, sí... el ágape. Bueno, eso se terminó luego de que maté a algunos de los guardias. Seguramente sus compañeros estarán ahora intentando averiguar desesperadamente que fue lo que les pasó.
Me imagino que ustedes están aquí para robar algo, como yo... Estos raros eventos son siempre una buena oportunidad.
—Entiendo... Mira, si no vinimos a robar la misma cosa, no tenemos por que interferirnos mutuamente, hasta podríamos colaborar entre nosotros —le dijo Rigel.
—Gracias... pero, no. Eso estaría fuera de los parámetros de mi misión. Me temo que voy a tener que matarlos a ambos.
—¿Conque esas tenemos, eh? No me asustas, estoy acostumbrada a tratar con sicarios; a ver dime, ¿cómo lo harás? —le planteó Tsuki con tono desafiante—.
Para empezar, somos dos, y tú una sola. Además, yo soy experta en artes marciales, y él es hombre... sabes que ellos son más fuertes y agresivos que nosotras.
—Eres de las que hablan demás, ¿verdad? Apuesto que una estúpida niña mimada que no sabe respetar ni temer a quien no conoce... Dime, ¿no sientes algo de frío en este momento? —le contestó la asesina.
—¿Qué? —preguntó Tsuki, y en ese instante se dio cuenta—.
No puedo mover mis brazos, ni siquiera los siento, Rigel... ¿qué me está pasando?
—El líquido sinovial de tus articulaciones está congelado —le reveló la sicaria—.
Creo que este es un buen momento para presentarme, me llamo Berenice, soy una exintegrante del, ya disuelto, Escuadrón Espectro, de la Fuerza de Defensa Terrestre...
—¡Ten mucho cuidado con ella, Rigel! —le advirtió Nova alarmada al escuchar aquello—.
El programa Espectro de la FDT fue parte de lo que se conoció como guerra psicotrónica. Consistió en reclutar a seres humanos con capacidades paranormales, a los cuales, por medio de diversas mejoras cerebrales, les incrementaban de manera exponencial sus poderes.
La idea tras el proyecto, era tener un muy selecto grupo de agentes especiales con capacidades extraordinarias.
Sin embargo, muchos de ellos sufrieron graves inestabilidades mentales, problemas que no pudieron ser controlados ni con los más potentes medicamentos psiquiátricos; se volvieron asesinos sin control, usaban sus poderes y mataban con ellos por mero placer.
El programa terminó siendo finalmente desarticulado, y se ordenó la eliminación de todos sus miembros... lo cual terminó siendo un error, ya que, obviamente, aquellas medidas fueron anticipadas por los integrantes que eran clarividentes y telépatas, fue así que algunos de los espectros escaparon.
—Esa tal Berenice debe dominar la crioquinesis, una forma de telequinesis en la que el sujeto puede, con el poder de su mente, detener a voluntad el movimiento atómico de la materia en un punto específico del espacio, causando así que se congele —agregó Spica.
Al escuchar aquello la expresión de Rigel se tornó tensa, Tsuki lo vio pero no lo comprendió; ambos estaban a punto de morir y solo él lo sabía.
—Tengo una idea, y creo que podría funcionar —agregó entonces Spica—... Solo necesito de unos segundos más, distráela como puedas, capitán.
—Así que tu mente es tu arma, Berenice, ¿con ella mataste a los guardias? —le preguntó Rigel tratando de ganar algo de tiempo para pensar que hacer.
—Muy perceptivo... Con un simple pensamiento, un deseo, si prefieres, congelé una pequeña sección de apenas cinco milímetros en sus arterias carótidas, el flujo sanguíneo de sus cerebros se detuvo en consecuencia y cayeron muertos en el acto.
Haré lo mismo con ustedes. Será una muerte indolora.
En ese momento, Spica dijo:
—Bien. La telequinesis controlada, en todas sus formas, demanda un gran esfuerzo vital, es por ello que quienes la utilizan se concentran siempre en objetos pequeños, lo cual acaba de confirmar Berenice, cuando reveló como asesinó a los guardias.
Seguramente, tiene que mirar de manera fija el punto que desea congelar antes de hacerlo.
Acabo de irrumpir en la computadora que administra los sistemas del edificio, y ahora tengo el control de todas sus funciones...
Interrumpiré la iluminación del recinto en donde se encuentran, habrá entonces una pequeña ventana de tiempo, de unos pocos segundos, que tendrás que usar para eliminar a Berenice antes de que las luces de emergencia se enciendan, ¿entendido?
—¿Por qué me miras de ese modo? Tal pareciera que fueras a atacarme... ¡Adelante, inténtalo!, disfrutaré viéndote caer a mis pies —le dijo la asesina a Rigel, desafiante, riéndose de él.
—Voy a contar hasta 3... 1, 2, y 3 —decía al mismo tiempo Spica, y entonces dejó al piso entero completamente a oscuras.
En ese instante, se sintió un ajetreo y el sonido de varios golpes... y en cuanto la iluminación se restableció, Rigel estaba de rodillas sobre el cuerpo de Berenice, quien yacía inconsciente, tendida en el suelo con su cabeza de lado.
Un delgado hilo de sangre brotaba desde la comisura de sus labios, prueba evidente del fuerte golpe recibido, mismo que la había dejado fuera de combate.
—Tsuki, tus brazos... —le planteó Rigel volteando a verla.
—Sí, creo que ya comienzo a sentirlos, y puedo moverlos —dijo feliz—, me recupero rápido.
Por cierto, ¡golpeaste a una mujer, Rigel! ¿no te da vergüenza?
—¿Y tú qué habrías hecho?
—¿Yo?, yo la hubiera matado... —dijo sonriendo.
—Mientras tanto, yo ya desactivé el escudo atmosférico de defensa, y averigüé en donde se encuentra la katana del dragón —informó Spica.
Así, la segunda fase del plan dio comienzo...
Desafío mortal
Siguiendo las indicaciones de Spica, Rigel y Tsuki se dirigieron a los jardines traseros del hotel, se trataba de una gran área despejada a cielo abierto, muy bellamente decorada en sus laterales por árboles, y que finalizaba en un enorme templo, donde se almacenaban objetos sagrados: allí dentro se encontraba el objeto de la misión.
—Antes de proseguir, Spica, dile a Rigel, para que me diga a mí, todo lo que averiguaste sobre la protección de las reliquias —le solicitó Tsuki.
—No vi nada sobre algo así... —dijo Spica.
Rigel se lo dio a entender a Tsuki meneando su cabeza hacia ambos lados un par de veces.
—Recibí un informe sobre un peligro que aguarda a cualquier perpetrador que ose violar la Cámara Sagrada, donde se encuentra la katana.
Es posible que sea solo un trascendido... algo para amedrentar.
—No me arriesgaré —dijo Rigel—. Dame los aros que te regalé.
—Toma —accedió Tsuki quitándoselos.
—Nova, quiero que me mandes las armas a las coordenadas del localizador —agregó el capitán mientras juntaba los aros, haciéndolos encastrar entre sí para activar su oculta función de baliza, y los arrojaba unos metros por delante de donde se encontraba.
Los ojos de Tsuki se llenaron de lágrimas...:
—Soy una tonta, me había ilusionado con los regalos que me diste, creí que eran para mí, porque yo te gustaba; y en realidad todos eran para la misión, hasta los aros —dijo sollozando y con su cara triste, lo cual conmovió a Rigel:
—Lo compensaré, Tsuki, te lo prometo, no llores.
—Podrías hacerlo ahora..., si quisieras —le dijo entonces ella acercándole el rostro, y ofreciéndole sus tentadores labios para que la besara.
Él se sentía culpable y se dispuso a concretar lo que ella le insinuaba...
—No habrás creído esa artimaña, ¿verdad? Debe considerarte un auténtico estúpido —le dijo Nova riéndose de lo que había escuchado, lo cual hizo que Rigel se detuviera, rompiendo así el momento.
—¿Qué pasa?... ¿Te dijo algo, no? Esa maldita desgraciada... ¡Ya no te metas entre nosotros, Nova! —le gritó Tsuki enojada, advirtiendo lo que había ocurrido.
En ese momento, el envío hecho desde el Cisne Negro aterrizó en el punto preciso...
Se trataba de una pequeña cápsula, de las que utilizaba el correo interplanetario para las entregas menores, en superficie. Su reducido tamaño evitaba su detección, y era lo suficientemente grande como para portar una poderosa pistola, y un gran cuchillo de supervivencia, mismos que Rigel tomó:
—Bien, ahora prosigamos —dijo.
Al entrar al templo se encontraron con un salón completamente despejado, cuadrado, de tamaño mediano... con, aproximadamente, unos 20 metros por lado.
Cuatro grandes columnas, muy bien distribuidas, y con hermosos labrados, sostenían el techo.
En el centro se encontraba lo que parecía ser la estatua de un enorme samurai vistiendo una negra armadura de cuerpo completo y portando un gran sable; estaba de rodillas, reposando sobre sus talones, como si estuviera meditando...
Debían atravesar este cuarto para llegar a la cámara final, la cual se encontraba a continuación.
Rigel y Tsuki se detuvieron, había algo extraño, y pronto supieron lo que era: la advertencia era cierta, las reliquias estaban resguardadas por un poderoso guardián, un cíborg, el cual era nada menos que aquel guerrero, quien, amenazante, se puso de pie para detenerlos antes de que prosiguieran.
Rigel disparó un par de veces, solo para comprobar como las balas simplemente rebotaban en las impenetrables placas metálicas que cubrían por completo el cuerpo de su oponente.
El enorme guerrero adoptó una pose de combate frente a Rigel, dispuesto a desenvainar y matarlo de un sablazo.
—¿Dosei, eres tú? —preguntó Tsuki, el samurai volteó a verla:
—Así es, princesa —le respondió este con una áspera y profunda voz.
Se hizo un instante de silencio...
—Creí que habías muerto, eso me dijeron —agregó ella.
—De haber sido por los Yamata no Orochi así habría ocurrido.
—Juraste protegerme con tu vida... ¿somos enemigos ahora?
—He renacido, el Dosei que conociste murió por ti hace mucho tiempo; mis amos actuales, son otros, y me han ordenado proteger la Cámara Sagrada de cualquier intruso.
¡Y eso es lo que haré! —finalizó lanzando un muy fuerte ataque contra Rigel, quien apenas lo pudo esquivar para terminar ocultándose tras una de las columnas.
—Me enfrento a un enorme cíborg, de dos metros y medio de altura, lleva una armadura samurai negra, es similar al guardaespaldas de Tsuki: Kasei.
Cualquier debilidad que tenga este sujeto, ¡necesito saberla ahora!, ¡¡ahora!! —le requirió con urgencia Rigel a su tripulación...
—Lo siento, pero no hay especificaciones de esos modelos, son diseños únicos hechos artesanalmente —le respondió Nova.
En ese momento Rigel notó que Tsuki lo llamaba con la mano, ella se había ubicado tras otra columna y quería decirle algo en secreto...
Buscando el momento óptimo, Rigel corrió hasta Tsuki tratando de que Dosei no lo partiera en dos de un golpe.
—Escúchame atentamente, cuando nos conocimos, la vez que me salvaste, yo tenía dos guardaespaldas, que, además, eran excelentes amigos entre sí, Kasei y Dosei.
Ambos resultaron mortalmente heridos aquel día, sus cuerpos fueron completamente destrozados.
Dijeron que Dosei había muerto. Mi familia solo pudo salvar a Kasei, convirtiéndolo en un cíborg nivel tres...
—Significa que las únicas partes orgánicas que aún conserva son su cerebro y su espina dorsal —le aclaró Spica a Rigel, al tiempo que Tsuki continuaba:
—Conocí al artesano que fabricó la armadura de Kasei, lo que es actualmente su cuerpo, y estoy segura de fue él quien hizo esta otra; la veo muy similar, solo el color es distinto... y, si es así, sé como derrotarlo —aseguró.
Improvisando un rápido plan, Tsuki se presentó ante Dosei para confrontarlo, en su espalda llevaba oculta la pistola de Rigel a la que aún le quedaba medio cargador con balas:
—Dosei, por los lazos que alguna vez nos unieron... quiero pedirte que lo hagas rápido.
—Así será, princesa, morirás sin ningún dolor, te lo juro por mi honor —le dijo el samurai levantando su sable con ambas manos, y por encima de su hombro, preparándose así para realizar un corte de ejecución cruzado.
En ese momento, Tsuki se arrojó hacia el costado y, desenfundando el arma, le disparó en la rodilla de la pierna en la cual Dosei estaba recargando todo su peso.
El certero disparo se incrustó en un punto crucial de la articulación, donde apenas si cabía una bala de ese calibre.
De inmediato, el enorme guerrero cayó arrodillado... y, sin darle respiro, Rigel entró en acción: abalanzándose encima de él, le apoyó la palma de una mano en el yelmo, lo cual llevó su robótica cabeza hacia atrás, abriendo una brecha de solo tres milímetros, y con su otra mano, blandiendo el cuchillo, clavó con fuerza su dentada y filosa hoja de acero por el, apenas expuesto, frente; de ese modo, cortó cables y mangueras, penetrando cuanto pudo, hasta el fondo... seccionándole a su objetivo la médula espinal.
El cuerpo de Dosei quedó así completamente paralizado del cuello hacia abajo:
—Mátame, princesa. Estoy seguro de que sabes muy bien como hacerlo —pidió entonces el derrotado guerrero.
—Sí, claro que lo sé, Kasei me enseñó todos los puntos débiles de su cuerpo cibernético, por si alguna vez tenía que matarlo a él; pero no, no te mataré, Dosei, no me siento tu enemiga.
Vamos, Rigel... prosigamos —le dijo Tsuki, entregándole la pistola, e ignorando aquel pedido de quien una vez dio su vida por salvar la de ella, y comenzó a caminar, al tiempo que una solitaria lágrima se deslizaba por su inexpresivo rostro.
Al entrar en la Cámara Sagrada, se encontraron con lo que parecía ser un museo: por doquier había urnas transparentes de cristal con diversos artefactos, la mayoría eran armas blancas provenientes de diferentes mundos y desconocidas culturas.
Tsuki se acercó a una de ellas...
—Aquí está, esta es la katana del dragón —dijo al tiempo que se aseguraba de tener bien ajustados sus guantes.
En ese instante se escuchó como unos vidrios eran rotos tras ellos, y ambos voltearon sobresaltados por el ruido...
—Veo que todos hemos venido por la misma cosa.
Por simple educación, permítanme presentarme antes de matarlos, mi nombre es Capella —les dijo la mujer, que había roto una urna cerca de la entrada, para tomar el par de sables que estaban dentro... y que ahora esgrimía, uno en cada mano.
—La reina de espadas —susurró Tsuki.
—¿Quién? —le preguntó Rigel.
—Una ladrona, y asesina profesional... —le susurró Tsuki con un claro tono de preocupación, y dirigiéndose a Capella, en voz alta, continuó:
—No sé quién te haya contratado para realizar este robo, pero te aseguro que puedo mejorar lo que sea que te estén pagando.
Capella solo se sonrió con cara de escepticismo... y su interlocutora agregó:
—Me llamo Tsuki, y pertenezco a los Yamata no Orochi.
—Sé perfectamente quien eres..., una tonta princecita de la mafia.
He realizado varios contratos para tu familia, niña. No obstante, y para tu desgracia, esta noche no trabajo para nadie más; vine por mi propia y exclusiva cuenta.
Resulta que soy una gran aficionada a las armas blancas, creo que tengo la colección más grande que existe, y pretendo que esa katana pase a formar parte de ella.
—Pues, no te la daremos, Capella... Sin embargo, puedes morir si insistes —la amenazó Rigel apuntándole con su arma de fuego.
—Me temo que no será tan simple —le dijo entonces Tsuki—. Su cuerpo tiene varias mejoras genéticas de velocidad, se comenta que sus reflejos son diez veces más rápidos que los de una persona normal, y su reacción muscular tiene el triple de velocidad.
Es ambidiestra, y experta en el uso de armas filosas y punzantes.
—¿Sí?, no me digas, a ver... —dijo Rigel dudando, y sin más le disparó dos veces.
Con un rápido movimiento, Capella desvió ambas balas con las hojas de sus armas.
—Tú debes ser quien acabó con Berenice, ¿no es así?, por lo que vi, recibió un muy fuerte golpe de puño en el rostro... Ella trabajaba para mí, la contraté para ayudarme en este robo.
Sin responderle, Rigel comenzó a caminar alrededor de Capella, buscaba un momento de distracción para sorprenderla, ella solo lo miraba con sus sables abajo, le ofrecía todo su cuerpo, invitándolo a que la atacara...
—Me aburro. ¿Hasta cuándo esperarás? —le preguntó, y al hacerlo Rigel volvió a dispararle, esta vez, cinco veces... Todos los disparos fueron interceptados como los dos primeros:
—Te mueves en cámara lenta para mi —dijo Capella sonriendo—. En cambio yo... —agregó y con un rápido movimiento le asestó a Rigel una violenta patada que lo hizo volar varios metros, hasta estrellarse contra una pared.
El golpe fue tan fuerte que Rigel quedó sentado en el suelo, dolorido y escupiendo sangre, el taco de la bota de su oponente le había roto parte del estómago.
La pelea entre ambos fue corta, pero suficiente como para que Tsuki se colocara la funda de la katana en su cintura, y así, con la antigua espada envainada se preparara para el combate:
—Enfréntate a mí, ahora, reina de espadas —le dijo a Capella, mientras se quitaba el guante de su mano hábil, misma con la que empuñaría su arma llegado el momento oportuno.
—Veo que conoces el secreto de la katana, ¿acaso usarás iaido para retrasar tu muerte?
Iaido, es un antiguo arte marcial japonés, muy usado por los guerreros samurai, basado en desenvainar rápidamente la espada para sorprender al enemigo...
Consta de cuatro fases: el movimiento suave y controlado de sacar la espada de su vaina, el inmediato y concatenado ataque al oponente, la limpieza de la sangre en la hoja, y finalmente el envainado del arma nuevamente.
Todo lo cual debe ocurrir en menos de un parpadeo.
Ambas duelistas se prepararon con toda su atención enfocada una en la otra...
Repentinamente, Tsuki atacó, su espada silbó en el aire, cortándolo con un fugaz y decidido movimiento dirigido al cuello de Capella.
El veloz ataque fue seguido del chasquido del arma al regresar a su funda...
—Fuiste rápida, agresiva y serena, en perfecto control; tu maestro debería enorgullecerse de ti, te entrenó muy bien... Sin embargo, mira a tus pies —dijo Capella.
Tsuki observó de reojo y vio como en el suelo había gotas de sangre, eran suyas, Capella la había cortado en el rostro y ni siquiera lo había sentido, así de rápido y limpio había sido el corte de su rival.
Sin dudarlo ni por un segundo, Tsuki, herida, tomó la empuñadura de su arma, la cual se iluminó con un intenso y verde fulgor... De inmediato el corte de su mejilla se cerró sin dejar ni siquiera una mínima cicatriz...
Tsuki soltó entonces la empuñadura de su arma.
—Sí que es impresionante el poder de la katana del dragón. Es la primera vez que lo veo en acción...; con razón dicen que dota de inmortalidad a quien la empuñe en combate —expresó Capella feliz y maravillada de ver lo que podía hacer el arma que había venido a robar.
—Tendrás que matarme para obtener esta espada, y mientras la tenga en mi mano, no podrás hacerlo, Capella, ya lo has visto —le dijo Tsuki tratando de amedrentarla.
—Solo tengo que quitártela, niña... y morirás como cualquiera de mis rivales.
Fue así que, en cuanto Tsuki atacó nuevamente, Capella le aplicó una veloz patada de giro en la mano con la que empuñaba la katana, rompiéndosela y obligándola a soltarla de inmediato, y con una segunda patada, en el pecho, la dejó tendida en el suelo, boca arriba.
«Casi no puede ni verla, es imposible derrotarla», pensó Tsuki en medio de un gran dolor.
—Ahora morirás —sentenció Capella poniéndole la punta de uno de sus sables en el cuello...
Pero Tsuki no estaba dispuesta a rendirse, con su otra mano tomó la filosa hoja del arma y, torciéndola, de un fuerte tirón, se la arrancó de la mano a Capella, quien retrocedió sorprendida:
—¿De qué está hecho ese guante tuyo? ¿Cómo es que no fue cortado por el filoso acero?
—Fibras de titanio con carbono molecular. No hay metal que pueda cortar este material.
—Me imagino que tu vestido de novia estará hecho de lo mismo, es una ingeniosa armadura, liviana, flexible y... muy discreta.
De todos modos te mataré.
Apenas terminó de decir eso, Rigel se le arrojó encima, atacándola por el costado, y ambos terminaron en el suelo, con él encima de ella.
—¿Pensaste que me sorprenderías? Sí que fuiste un tonto, ¿sientes esto? —le preguntó Capella retorciendo su sable, que había atravesado el abdomen de Rigel por completo saliendo por su espalda—, morirás desangrado en pocos segundos —le aseguró.
—No quería sorprenderte, maldita; solo buscaba acercarme lo suficiente a ti, para poder liquidarte —le contestó Rigel sonriendo con dolor... ya que tenía apoyada su pistola justo debajo de la mandíbula de ella—.
Dime, ¿serás más rápida que una bala a quemarropa? —le preguntó retóricamente, y disparó su última bala, matando a Capella en el acto.
Tsuki se acercó al agonizante Rigel, y quitó el sable que atravesaba su cuerpo:
—Agarra la empuñadura de la katana —le dijo.
En cuanto Rigel lo hizo, nuevamente la empuñadura refulgió, su herida dejó de sangrar y se cerró en segundos... desapareciendo como si nunca hubiera existido.
—Suéltala, ya es suficiente...
El mango de esta arma está tallado en un raro mineral cristalino al que se lo llamó: la piedra de la vida, la leyenda dice que proviene del reino de los dioses.
Posee una energía única, la cual acelera el metabolismo de los seres vivos, haciendo que, al contacto, cualquier herida que pueda curarse sola, sane casi al instante.
Inherentemente, también acelera el envejecimiento. Es por eso que la katana del dragón no debe ser sujetada con la mano desnuda por mucho tiempo...
La fase final del plan dio a continuación comienzo.
El Cisne Negro descendió a toda velocidad, bajando directamente en el patio del lujoso hotel.
La computadora planetaria detectó, de inmediato, la irrupción no autorizada del vehículo intruso, sin embargo, y a pesar de intentarlo en todo momento, no pudo activar los sistemas de defensa, los bloqueos establecidos por Spica resultaron ser demasiado complejos, aún para aquel poderoso equipo informático.
Rigel y Tsuki abordaron entonces la nave sin demora, la cual escapó de Eos tan rápido como había llegado.
La versión oficial sería finalmente que Rigel utilizó como excusa el matrimonio con Tsuki solo para asistir a la subasta y robar la valiosa katana del dragón, y que luego escapó con ella a bordo de su nave para evitar ser perseguido por la familia de la novia durante la huida.
De ese modo, y a pesar de las sospechas que surgieron, y de los múltiples rumores posteriores, al cargar toda la culpa del incidente en el Cisne Negro y sus tripulantes, se evitó el comienzo de una sangrienta guerra entre clanes mafiosos...
Más allá de las estrellas
Luego de dejar a Tsuki en su nave con su fiel guardaespaldas Kasei, el Cisne Negro se alejó del sistema hasta que la situación se enfriase.
Sin embargo, para Rigel los problemas aún no habían terminado, de hecho, estaban en pleno apogeo... Una muy celosa Nova, furiosa, lo interpelaba, acusándolo de haber aprovechado la misión para tener un sórdido encuentro con Tsuki:
—Estamos muy enojadas contigo, Rigel. Que esta sea la última vez que tomas una comisión de este tipo. ¡¿Está claro?!
—Pero ¿por qué?, si no hice nada malo —se defendió el capitán.
—Vamos, Rigel, te conozco... No puedo creer que no hicieras, al menos, algo con la japonesita mafiosa esa.
—Te juro que ni la toqué, Nova. ¿Acaso, piensas que Tsuki me habría dejado marchar, así como así, si le hubiera tocado un solo pelo?
—Pero ganas no te faltaron, ¡no lo niegues!
—Bueno, eso sí... y me contuve, lo cual creo que fue mucho más meritorio, ¿o no?
—¡A veces no sé ni por qué te aguanto! Mira... si quieres que te respetemos como líder en esta nave debes comportarte como tal —dijo ella finalmente, y se retiró muy enojada del puente.
—¡Oye Nova, vuelve, ven aquí! —le gritó Rigel, pero ella, de todos modos, se fue a su habitación, ignorándolo.
Rigel desvió entonces sus desconcertados ojos hacia Spica, quien, inexpresiva, le dijo:
—A mi ni me mires, capitán... en esto estoy totalmente de acuerdo con Nova.
Mientras en el Cisne Negro los problemas no terminaban, otros, mucho peores, comenzaban a la distancia, muy lejos de allí.. muy lejos de todo.
Habiendo esperado durante eones por un evento especial, una raza interdimensional, más antigua que el propio tiempo, detectó la señal proveniente de un artefacto perdido, mismo que una vez les perteneció, y al cual buscaban desde ese entonces.
Aquel, era un avanzado dispositivo, que se encontraba hecho con una tecnología inimaginable para muchas razas, una tecnología tan avanzada que, para los humanos, solo sería vista como un cristal..., pero no un cristal cualquiera, sino uno mágico, uno con poderes que podían: desde salvar la vida, hasta ocasionar la muerte..., el cual había sido el utilizado para conformar la mística empuñadura de la katana del dragón.
En un espacio sin dimensiones concretas, un grupo de seres de pura energía, carentes de una forma física definida, se habían reunido en lo que parecía ser un concejo de sabios, o regentes:
—Finalmente, la matriz extraviada fue utilizada, ya sabemos en cual de las realidades se encuentra —le dijo telepáticamente una de aquellas misteriosas entidades de luz a las demás.
—Convoquemos a uno de los emisarios, entonces —propuso otra.
En lo que demoró un simple pensamiento, otro ser etéreo se hizo presente ante ellos...
—¿Sabes por qué te hemos traído ante nuestra presencia? —fue interpelado el recién llegado:
—El cristal de las almas ha aparecido —respondió este.
—Correcto. Viajarás a la dimensión en donde fue detectado, una vez allí podrás encontrarlo fácilmente siguiendo el rastro de energía dejado en los seres vivos que han tenido contacto con él.
Es tu misión el encontrarlo, y devolverlo a donde pertenece. Es imperativo que lo hagas sin demora alguna.
No importan los daños que se generen, ni la cantidad de destinos que tengas que cegar, en este acto se te conceden todas las prerrogativas para que salgas exitoso, no podrás fracasar en tu misión.
¡Ve y cúmplela!
¿FIN?
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